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La transfiguración
P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d. |
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Al domingo de las
tentaciones, sigue el de la transfiguración. Esto nos recuerda que, si
perseveramos y superamos las pruebas, podremos contemplar el rostro glorioso
de Cristo. El Mesías
sufriente. La transfiguración tiene lugar después de la confesión de Pedro en
Cesarea («Tú eres el Mesías», Mc 8,29) y del primer
anuncio de la pasión («Jesús empezó a enseñarles que tenía que padecer
mucho», Mc 8,31), antes de iniciar el viaje que le llevará a la muerte (Mc
9,2ss). El contexto explica el mesianismo de Jesús, al que no caracteriza el
poder, sino el servicio; no la gloria humana, sino la humillación. Pedro no
lo entiende, porque le parece imposible que el Mesías deba sufrir. Como sus
contemporáneos, esperaba un Mesías fuerte y poderoso. Esto explica muchos de
los malentendidos que más tarde tendrán lugar (las discusiones sobre qué
discípulo será el más importante en el reino, las preguntas sobre cuándo se
establecerá, la petición de sentarse a su derecha, etc.) La montaña y la
nube. El evangelio subraya que la transfiguración tiene lugar en una «montaña
alta» (Mc 9,2; Mt 17,1), lo que la pone en relación
con otros montes bíblicos, como el Sinaí, donde Dios hizo alianza con Moisés,
y el Carmelo, donde la renovó con Elías. De hecho, ambos están presentes en
el Tabor, para dar testimonio de Cristo, el mediador de la definitiva
Alianza, que se sellará en el Calvario. La nube simboliza
la presencia de Dios. En el desierto, Dios se señalaba por medio de una nube
que «descendía» sobre la tienda del encuentro, «cubriéndola» con su sombra
(Ex 24,15-18). Esa misma nube es la que «descendió» sobre María y la «cubrió»
con su sombra para fecundarla (Lc 1,35) y ahora «desciende» sobre Jesús y le
«cubre» (Mc 9,7). Es significativo el uso de los mismos verbos en los tres
textos. Los testigos y la
conversación. Los discípulos presentes (testigos del poder de Jesús) se
encontrarán también en Getsemaní (testigos de su debilidad). Así podrán dar
testimonio de la gloria del Siervo. Su miedo es el temor sagrado de quienes
descubren la identidad de Jesús, al mismo tiempo Mesías y Siervo. En la
transfiguración, vieron la gloria de Dios en la debilidad de Jesús; la
divinidad en su humanidad; su salvación en el camino de la cruz. De gran
importancia es la presencia de Moisés y Elías. El primero se encuentra en los
orígenes del judaísmo y el segundo era esperado al final de los tiempos, para
preparar la llegada del Mesías. Representan «la Ley y los Profetas»
(expresión común en la Sagrada Escritura para referirse a toda la Biblia) y
dan un testimonio concorde: que Jesús cumple las
esperanzas de Israel, que es el Profeta definitivo, que anuncia la Palabra de
Dios. La conversación.
San Lucas señala que «hablaban de su muerte (en griego éxodos), que iba a
consumar en Jerusalén» (Lc 9,31). En su diálogo con el Padre, con la Ley y
los profetas, se confirma que Jesús es el siervo de YHWH, que debe pasar por
la cruz para llegar a la gloria. Una vez más, asume la misión para la que ha
venido al mundo y acepta la voluntad del Padre. Así muestra que la verdadera
oración consiste en unir nuestra voluntad a la de Dios. Anticipo de la
resurrección y de la gloria futura. Siguiendo a los Santos Padres, la
liturgia ve en la transfiguración un anticipo de la resurrección: «Cristo,
después de anunciar su muerte a los discípulos, les mostró en el monte santo
el resplandor de su gloria, para testimoniar, de acuerdo con la ley y los
profetas, que la pasión es el camino de la resurrección». Si la
transfiguración de Cristo es anticipo de la resurrección de su cuerpo mortal,
también revela nuestro destino final, ya que es anuncio de la futura
glorificación de su cuerpo místico, del que formamos parte. La Iglesia quiere
subir con Cristo al monte, aunque le cueste trabajo. En el momento oportuno,
también ella será transfigurada y se manifestará «resplandeciente de gloria,
como una piedra preciosa deslumbrante» (Ap 21,11).
Pero antes tiene que estar dispuesta a pasar por el crisol de la humillación
y de la cruz, como su Esposo. Si a veces Dios nos permite contemplar la
gloria de Cristo, es para fortalecer nuestra esperanza y para animarnos en el
camino hacia Jerusalén. P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d. Teresianum Piazza San Pancrazio
5/A 00152-ROMA (Italia) |
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Caminando con Jesús Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds |