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SAN JUAN DE LA CRUZ
Y LA VIRGEN MARIA P. Silvio José Báez o.c.d. |
La visión contemplativa que los autores del Carmelo
Teresiano tienen de la Virgen María está profundamente influenciada por la
doctrina de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz. Pueden bastar algunas
indicaciones. Síntesis del pensamiento mariano de San Juan de la
Cruz Las alusiones marianas que el Santo Padre tiene en sus
escritos son muy sobrias, pero están dotadas de ese toque de genialidad
propio del Doctor Místico, para introducirnos en los aspectos más sublimes
del misterio de María. 1)
En comunión con el
misterio de Cristo. En los Romances sobre el Evangelio de San Juan (nn.8-9), clave bíblica de toda la doctrina de San Juan de
la Cruz en la perspectiva de la historia de la salvación, la Virgen aparece
en el esplendor de su comunión con la Trinidad, en su privilegio y misión de
ser Madre del Verbo Encarnado, en la aceptación y consentimiento de la obra
de la redención; la Virgen María es testigo del misterio, "Madre
graciosa" que trae en sus brazos a Dios, Esposa-Iglesia y Humanidad en
la que se han consumado los desposorios de Dios con el hombre: "abrazado
con su esposa, que en sus brazos la traía". El vértice de esta comunión se alcanza en la cruz, cuando
la Virgen participa en el dolor redentor de Cristo, aunque esté exenta de
pecado, y no sufra porque tiene que ser purificada, sino porque Cristo la
asocia a su acción salvadora (Cántico B, 20,10; Cántico A 29,7). 2)
Bajo la moción del
Espíritu Santo. En un contexto significativo, hablando de las almas que se
han identificado totalmente con la voluntad de Dios, de modo que todas sus
operaciones, obras y ruegos, vienen de la moción divina, el Santo Padre ha
escrito: "Tales eran las de la gloriosísima
Virgen nuestra Señora, la cual, estando desde el principio levantada a este
alto estado, nunca tuvo en su alma impresa forma de alguna criatura, ni por
ella se movió, sino siempre su moción fue por el Espíritu Santo" (
Subida III, 2,10). En esta afirmación se encuentra el principio de una acción
constante y total del Espíritu en María, elevada desde el principio a este
altísimo estado de comunión con Dios, en un dinamismo de creciente fidelidad
y cooperación con las mociones del Espíritu Santo. 3)
Modelo de
contemplación y de intercesión. Modelo de confianza, discreción y atención en las Bodas de
Caná, la Virgen hace valer su poderosa intercesión
ante su Hijo: "El que discretamente ama no cura de pedir lo que le falta
y desea sino a representar su necesidad para que el Amado haga lo que fuere
servido, como cuando la bendita Virgen dijo al amado Hijo en las bodas de Caná de Galilea, no pidiéndole derechamente el vino, sino
diciéndole: "No tienen vino (Jn 2,3)" (Cántico A y B 2,8). La
presencia de la Virgen está implícita en este pensamiento del Santo:
"Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y ésta habla siempre en
eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma" (Dichos de luz y
amor 104; cfr. Subida II, 22,3-6). María es el
silencio contemplativo que ha acogido la Palabra. Por eso Juan de la Cruz,
uniendo siempre María y Cristo, puede exclamar: "la Madre de Dios es
mía" (Oración del alma enamorada).
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Caminando con Jesus Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |