Caminando con Jesus
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
LIBRO DE LAS FUNDACIONES
Santa Teresa de Jesus
CAPÍTULO 16
En que se tratan algunas cosas
sucedidas en este convento de San José de Toledo, para honra y gloria de Dios.
1. Hame parecido decir
alguna cosa de lo que en servicio de nuestro Señor algunas monjas se
ejercitaban, para que las que vinieren procuren siempre imitar estos buenos
principios.
Antes que se comprase la casa entró aquí una monja
llamada Ana de la Madre de Dios, de edad de cuarenta años, y toda su vida había
gastado en servir a Su Majestad. Aunque en su trato y casa no le faltaba
regalo, porque era sola y tenía bien (1), quiso más escoger la pobreza y
sujeción de la Orden, y así me vino a hablar. Tenía harto poca salud; mas, como
yo vi alma tan buena y determinada, parecióme buen principio para fundación y así la admití.
Fue Dios servido de darla mucha más salud en la aspereza y sujeción, que la que
tenía con la libertad y regalo.
2. Lo que me hizo devoción, y por lo que la pongo
aquí, es que antes que hiciese profesión hizo donación de todo lo que tenía,
que era muy rica, y lo dio en limosna para la casa. A mí me pesó de esto y no
se lo quería consentir, diciéndole que por ventura o ella se arrepentiría, o
nosotras no la querríamos dar profesión, y que era recia cosa hacer aquello
(puesto que cuando esto fuera, no la habíamos de dejar sin lo que nos daba),
mas quise yo agraviárselo mucho: (2) uno, porque no fuese ocasión de alguna
tentación; lo otro, por probar más su espíritu. Ella me respondió que, cuando
eso fuese, lo pediría por amor de Dios, y nunca con ella pude acabar otra cosa.
Vivió muy contenta y con mucha más salud (3).
3. Era mucho lo que en este monasterio se ejercitaban
en mortificación y obediencia, de manera que algún tiempo que estuve en él, en
veces, había de mirar lo que hablaba la prelada; (4) que, aunque fuese con
descuido, ellas lo ponían luego por obra. Estaban una vez mirando una balsa de
agua que había en el huerto, y dijo: "mas ¿qué sería si dijese (a una
monja que estaba allí junto) que se echase aquí?". No se lo hubo dicho,
cuando ya la monja estaba dentro, que, según se paró, fue menester vestirse de
nuevo. Otra vez, estando yo presente, estábanse
confesando, y la que esperaba a otra, que estaba allá, llegó a hablar con la
prelada (5). Díjole que cómo hacía aquello; si era
buena manera de recogerse; que metiese la cabeza en un pozo que estaba allí y
pensase allí sus pecados. La otra entendió que se echase en el pozo, y fue con
tanta prisa a hacerlo, que si no acudieran presto, se echara, pensando hacía a
Dios el mayor servicio del mundo. Otras cosas semejantes y de gran
mortificación, tanto que ha sido menester que las declaren las cosas en que han
de obedecer algunas personas de letras e irlas a la mano; porque hacían algunas
bien recias, que, si su intención no las salvara, fuera desmerecer más que
merecer. Y esto no es en solo este monasterio (sino que se me ofreció decirlo
aquí), sino en todos hay tantas cosas, que quisiera yo no ser parte, para decir
algunas, para que se alabe nuestro Señor en sus siervas (6).
4. Acaeció, estando yo aquí, darle el mal de la
muerte a una hermana. Recibidos los sacramentos y después de dada la
Extremaunción, era tanta su alegría y contento, que así se le podía hablar en cómo
nos encomendase en el cielo a Dios y a los santos que tenemos devoción, como si
fuera a otra tierra. Poco antes que expirase, entré yo a estar allí, que me
había ido delante del Santísimo Sacramento a suplicar al Señor la diese buena
muerte; y así como entré, vi a Su Majestad a su
cabecera, en mitad de la cabecera de la cama. Tenía algo abiertos los brazos,
como que la estaba amparando, y díjome: que tuviese
por cierto que a todas las monjas que muriesen en estos monasterios, que El las
ampararía así, y que no hubiesen miedo de tentaciones a la hora de la muerte.
Yo quedé harto consolada y recogida. Desde a un poquito, lleguéla
a hablar, y díjome: "¡Oh Madre, qué grandes
cosas tengo de ver!". Así murió, como un ángel (7).
5. Y algunas que mueren después acá he advertido que
es con una quietud y sosiego, como si les diese un arrobamiento o quietud de
oración, sin haber habido muestra de tentación ninguna. Así espero en la bondad
de Dios que nos ha de hacer en esto merced, y por los méritos de su Hijo y de
la gloriosa Madre suya, cuyo hábito traemos. Por eso, hijas mías, esforcémonos
a ser verdaderas carmelitas, que presto se acabará la jornada. Y si
entendiésemos la aflicción que muchos tienen en aquel tiempo y las sutilezas y
engaños con que los tienta el demonio, tendríamos en mucho
esta merced.
6. Una cosa se me ofrece ahora, que os quiero decir,
porque conocí a la persona y aun era casi deudo de deudos míos. Era gran
jugador y había aprendido algunas letras, que por éstas le quiso el demonio
comenzar a engañar con hacerle creer que la enmienda a la hora de la muerte no
valía nada. Tenía esto tan fijo, que en ninguna manera podían con él que se
confesase, ni bastaba cosa, y estaba el pobre en extremo afligido y arrepentido
de su mala vida; mas decía que para qué se había de confesar, que él veía que
estaba condenado. Un fraile dominico que era su confesor y letrado, no hacía
sino argüirle; mas el demonio le enseñaba tantas sutilezas, que no bastaba.
Estuvo así algunos días, que el confesor no sabía qué se hacer, y debíale de encomendar harto al Señor, él y otros, pues tuvo
misericordia de él.
7. Apretándole ya el mal mucho, que era dolor de
costado, torna allá el confesor, y debía de llevar pensadas más cosas con que
le argüir; y aprovechara poco, si el Señor no hubiera piedad de él para
ablandarle el corazón. Y como lo comenzó a hablar y a darle razones, sentóse sobre la cama, como si no tuviera mal, y díjole: "que, en fin, ¿decís que me puede aprovechar
mi confesión? Pues yo la quiero hacer". E hizo llamar un escribano o
notario, que de esto no me acuerdo, e hizo un juramento muy solemne de no jugar
más y de enmendar su vida, que lo tomasen por testimonio, y confesóse
muy bien y recibió los Sacramentos con tal devoción, que, a lo que se puede
entender según nuestra fe, se salvó. Plega a nuestro
Señor, hermanas, que nosotras hagamos la vida como verdaderas hijas de la
Virgen y guardemos nuestra profesión, para que nuestro Señor nos haga la merced
que nos ha prometido. Amén.
NOTAS CAPÍTULO 16
1 Tenía bien: tenía mucho, o quizá,
"estaba bien".
2 Agraviárselo: en acepción de
agravárselo, retener por cosa grave. - El modo de "agravárselo" fue
muy según el estilo teresiano: por lo visto, tanto quería dar la buena novicia
al convento, que la Santa hubo de exclamar: "Hija, no me traiga más cosas,
que juntamente con ellas la echaré de casa" (FRANCISCO DE SANTA MARIA,
Reforma..., t. 1, lib. 2, c. 25).
3 Ana de la Madre de Dios profesó el
15/12/1570: había hecho renuncia de sus haberes en favor de la Santa el 22/5/1570;
y murió en el Carmelo de Cuerva el 2/11/1610.
4 Primero escribió: había de mirar
(yo misma) lo que hablaba. Luego añadió entre líneas La Prelada, para hacer
impersonal el relato. Cf. nota sig.
5 Había escrito: llegó a hablar
conmigo; díjele yo; luego veló su intervención bajo
el anónimo de la Prelada. Es evidente, pues, que refiere episodios vividos por
ella. La razón de las correcciones puede entreverse al fin del número:
"quisiera yo no ser parte, para decir..." es decir para poder referir
libremente, como en el caso de Casilda de Padilla.
6 Quisiera yo no ser parte: o sea,
no haber tenido parte, no haber intervenido como actor.
7 Se trata de Petronila de S.
Andrés, muerta en 1576 (Sobre ella cf. B.M.C., t. 5,
pp. 444-446).
Que trata de la fundación de los
monasterios de Pastrana, así de frailes como de monjas.
1. Pues habiendo luego que se fundó la casa de
Toledo, desde a quince días, víspera de Pascua del Espíritu Santo (2) de acomodar
la iglesia y poner redes y cosas, que había habido harto que hacer (porque,
como he dicho, casi un año estuvimos en esta casa), y cansada aquellos días de
andar con oficiales, había acabádose todo. Aquella
mañana, sentándonos en refectorio a comer, me dio tan gran consuelo de ver que
ya no tenía qué hacer y que aquella Pascua podía gozarme con nuestro Señor
algún rato, que casi no podía comer, según se sentía mi alma regalada.
2. No merecí mucho este consuelo, porque, estando en
esto, me vienen a decir que está allí un criado de la princesa de Eboli, mujer de Ruy Gómez de Silva. Yo fui allá, y era que
enviaba por mí, porque había mucho que estaba tratado entre ella y mí de fundar
un monasterio en Pastrana. Yo no pensé que fuera tan presto. A mí me dio (3)
pena, porque tan recién fundado el monasterio y con contradicción, era mucho
peligro dejarle, y así me determiné luego a no ir y se lo dije. El díjome que no se sufría, porque la princesa estaba ya allá
y no iba a otra cosa, que era hacerle afrenta. Con todo eso, no me pasaba por
pensamiento de ir, y así le dije que se fuese a comer y que yo escribiría a la
princesa y se iría. El era hombre muy honrado y, aunque se le hacía de mal,
como yo le dije las razones que había, pasaba por ello.
3. Las monjas para estar en el monasterio acababan de
venir. En ninguna manera veía cómo se poder dejar tan presto. Fuime delante del Santísimo Sacramento para pedir al Señor
escribiese de suerte que no se enojase, porque nos estaba muy mal, a causa de
comenzar entonces los frailes, y para todo era bueno tener a Ruy Gómez (4), que
tanta cabida tenía con el Rey y con todos; aunque de esto no me acuerdo si se
me acordaba, mas bien sé que no la quería disgustar. Estando en esto, fueme dicho de parte de nuestro Señor que no dejase de ir,
que a más iba que a aquella fundación, y que llevase la Regla y Constituciones.
4. Yo, como esto entendí, aunque veía grandes razones
para no ir, no osé sino hacer lo que solía en semejantes cosas, que era regirme
(5) por el consejo del confesor. Y así le envié a llamar, sin decirle lo que
había entendido en la oración (porque con esto quedo más satisfecha siempre),
sino suplicando al Señor les dé luz, conforme a lo que naturalmente pueden
conocer; y Su Majestad, cuando quiere se haga una cosa, se lo pone en corazón.
Esto me ha acaecido muchas veces. Así fue en esto, que, mirándolo todo, le
pareció fuese, y con eso me determiné a ir.
5. Salí de Toledo segundo día de Pascua de Espíritu
Santo. Era el camino por Madrid, y fuímonos a posar
mis compañeras y yo a un monasterio de franciscas con una señora que le hizo y
estaba en él, llamada doña Leonor Mascareñas, aya que fue del rey, muy sierva
de nuestro Señor, adonde yo había posado otras veces por algunas ocasiones que
se había ofrecido pasar por allí, y siempre me hacía mucha merced (6).
6. Esta señora me dijo que se holgaba viniese a tal
tiempo, porque estaba allí un ermitaño que me deseaba mucho conocer, y que le
parecía que la vida que hacían él y sus compañeros conformaba mucho con nuestra
Regla. Yo, como tenía solos dos frailes, vínome el
pensamiento, que si pudiese que éste lo fuese, que sería gran cosa; y así la
supliqué procurase que nos hablásemos. El posaba en un aposento que esta señora
le tenía dado, con otro hermano mancebo, llamado fray Juan de la Miseria, gran
siervo de Dios y muy simple en las cosas del mundo (7). Pues comunicándonos
entrambos, me vino a decir que quería ir a Roma.
7. Antes que pase adelante, quiero decir lo que sé de
este Padre, llamado Mariano de San Benito (8). Era de nación italiana, doctor y
de muy gran ingenio y habilidad. Estando con la Reina de Polonia (9), que era
el gobierno de toda su casa, nunca se habiendo inclinado a casar, sino tenía
una encomienda de San Juan, llamóle nuestro Señor a
dejarlo todo para mejor procurar su salvación. Después de haber pasado algunos
trabajos, que le levantaron había sido en una muerte de un hombre, y le
tuvieron dos años en la cárcel, adonde no quiso letrado, ni que nadie volviese
por él, sino Dios y su justicia, habiendo testigos que decían que él los había
llamado para que le matasen, casi como a los viejos de Santa Susana acaeció
que, preguntado a cada uno adónde estaba entonces, el uno dijo que sentado
sobre una cama; el otro, que a una ventana; en fin, vinieron a confesar cómo lo
levantaban (10), y él me certificaba que le había costado hartos dineros
librarlos para que no los castigasen, y que el mismo que le hacía la guerra,
había venido a sus manos que hiciese cierta información contra él, y que por el
mismo caso había puesto cuanto había podido por no le hacer daño.
8. Estas y otras virtudes que es hombre limpio y
casto, enemigo de tratar con mujeres debían de merecer con nuestro Señor que le
diese conocimiento de lo que era el mundo, para procurar apartarse de él; (11)
y así comenzó a pensar qué Orden tomaría; e intentando las unas y las otras, en
todas debía hallar inconveniente para su condición, según me dijo. Supo que
cerca de Sevilla estaban juntos unos ermitaños en un desierto, que llamaban el
Tardón, teniendo un hombre muy santo por mayor, que llamaban el padre Mateo
(12). Tenía cada uno su celda y aparte, sin decir oficio divino, sino un
oratorio adonde se juntaban a misa. Ni tenían renta ni querían recibir limosna
ni la recibían; sino de la labor de sus manos se mantenían, y cada uno comía
por sí, harto pobremente. Parecióme, cuando lo oí, el
retrato de nuestros santos Padres. En esta manera de vivir estuvo ocho años.
Como vino el santo concilio de Trento, como mandaron reducir a las Ordenes los ermitaños (13), él quería ir a Roma a pedir
licencia para que los dejasen estar así, y este intento tenía cuando yo le
hablé.
9. Pues como me dijo la manera de su vida, yo le
mostré nuestra Regla primitiva y le dije que sin tanto trabajo podía guardar
todo aquello, pues era lo mismo, en especial de vivir de la labor de sus manos,
que era a lo que él mucho se inclinaba, diciéndome que estaba el mundo perdido
de codicia y que esto hacía no tener en nada a los religiosos. Como yo estaba
en lo mismo, en esto presto nos concertamos y aun en todo; que, dándole yo
razones de lo mucho que podía servir a Dios en este hábito, me dijo que
pensaría en ello aquella noche. Ya yo le vi casi
determinado, y entendí que lo que yo había entendido en oración "que iba a
más que al monasterio de las monjas", era aquélla. Diome
grandísimo contento, pareciendo se había mucho de servir el Señor, si él
entraba en la Orden. Su Majestad, que lo quería, le movió de manera aquella
noche, que otro día me llamó ya muy determinado y aun espantado de verse mudado
tan presto, en especial por una mujer, que aun ahora algunas veces me lo dice,
como si fuera eso la causa, sino el Señor que puede mudar los corazones (14).
10. Grandes son sus juicios, que habiendo andado tantos
años sin saber a qué se determinar de estado (porque el que entonces tenía no
lo era, que no hacían votos, ni cosa que los obligase, sino estarse allí
retirados), y que tan presto le moviese Dios y le diese a entender lo mucho que
le había de servir en este estado, y que Su Majestad le había menester para
llevar adelante lo que estaba comenzado, que ha ayudado mucho y hasta ahora le
cuesta hartos trabajos y costará más hasta que se asiente (según se puede
entender de las contradicciones que ahora tiene esta primera Regla); (15)
porque por su habilidad e ingenio y buena vida tiene cabida con muchas personas
que nos favorecen y amparan.
11. Pues díjome cómo Ruy
Gómez en Pastrana, que es el mismo lugar adonde yo iba, le había dado una buena
ermita y sitio para hacer allí asiento de ermitaños, y que él quería hacerla de
esta Orden y tomar el hábito. Yo se lo agradecí y alabé mucho a nuestro Señor;
porque de las dos licencias que me había enviado nuestro padre General
Reverendísimo para dos monasterios, no estaba hecho más del uno (16). Y desde
allí hice mensajero a los dos padres que quedan dichos, el que era Provincial y
lo había sido (17), pidiéndole mucho me diesen licencia, porque no se podía
hacer sin su consentimiento; y escribí al obispo de Avila,
que era don Alvaro de Mendoza, que nos favorecía mucho, para que lo acabase con
ellos.
12. Fue Dios servido que lo tuvieron por bien. Les
parecería que en lugar tan apartado les podía hacer poco perjuicio. Diome la palabra de ir allá en siendo venida la licencia.
Con esto fui en extremo contenta. Hallé allá a la princesa y al príncipe Ruy
Gómez, que me hicieron muy buen acogimiento. Diéronnos
un aposento apartado, adonde estuvimos más de lo que yo pensé; porque la casa
estaba tan chica, que la princesa la había mandado derrocar mucho de ella y
tornar a hacer de nuevo, aunque no las paredes, mas hartas cosas.
13. Estaría allí tres meses (18), adonde se pasaron
hartos trabajos, por pedirme algunas cosas la princesa que no convenían a
nuestra religión, y así me determiné a venir de allí sin fundar, antes que
hacerlo. El príncipe Ruy Gómez, con su cordura, que lo era mucho y llegado a
razón, hizo a su mujer que se allanase; y yo llevaba algunas cosas (19), porque
tenía más deseo de que se hiciese el monasterio de los frailes que el de las
monjas, por entender lo mucho que importaba, como después se ha visto.
14. En este tiempo vino Mariano y su compañero, los
ermitaños que quedan dichos (20), y traída la licencia, aquellos señores
tuvieron por bien que se hiciese la ermita que le había dado para ermitaños de
frailes Descalzos, enviando yo a llamar al padre fray Antonio de Jesús, que fue
el primero, que estaba en Mancera, para que comenzase a fundar el monasterio.
Yo les aderecé hábitos y capas, y hacía todo lo que podía para que ellos
tomasen luego el hábito.
15. En esta sazón había yo enviado por más monjas al
monasterio de Medina del Campo, que no llevaba más de dos conmigo; (21) y
estaba allí un padre, ya de días, que aunque no era muy viejo, no era mozo, muy
buen predicador, llamado fray Baltasar de Jesús (22). Como supo que se hacía
aquel monasterio, vínose con las monjas con intento
de tornarse Descalzo; y así lo hizo cuando vino, que, como me lo dijo, yo alabé
a Dios. El dio el hábito al padre Mariano y a su compañero, para legos
entrambos, que tampoco el padre Mariano quiso ser de misa, sino entrar para ser
el menor de todos, ni yo lo pude acabar con él. Después, por mandato de nuestro
Reverendísimo Padre General, se ordenó de misa (23). Pues fundados entrambos
monasterios y venido el padre fray Antonio de Jesús, comenzaron a entrar
novicios tales cuales adelante se dirá de algunos, y a servir a nuestro Señor
tan de veras, como si El es servido escribirá quien lo sepa mejor decir que yo,
que en este caso, cierto quedo corta.
16. En lo que toca a las monjas (24), estuvo el
monasterio allí de ellas en mucha gracia de estos señores y con gran cuidado de
la princesa en regalarlas y tratarlas bien, hasta que murió el príncipe Ruy
Gómez, que el demonio, o por ventura porque el Señor lo permitió Su Majestad
sabe por qué con la acelerada pasión de su muerte entró la princesa allí monja
(25). Con la pena que tenía, no le podían caer en mucho gusto las cosas a que
no estaba usada de encerramiento, y por el santo concilio la priora no podía
dar las libertades que quería.
17. Vínose a disgustar con
ella y con todas de tal manera, que aun después que dejó el hábito, estando ya
en su casa, le daban enojo, y las pobres monjas andaban con tanta inquietud,
que yo procuré con cuantas vías pude, suplicándolo a los prelados, que quitasen
de allí el monasterio, fundándose uno en Segovia, como adelante se dirá, adonde
se pasaron, dejando cuanto les había dado la princesa (26), y llevando consigo
algunas monjas que ella había mandado tomar sin ninguna cosa. Las camas y
cosillas que las mismas monjas habían traído llevaron consigo, dejando bien
lastimados a los del lugar. Yo con el mayor contento del mundo de verlas en quietud,
porque estaba muy bien informada que ellas ninguna culpa habían tenido en el
disgusto de la princesa; antes, lo que estuvo con hábito, la servían como antes
que le tuviese. Sólo en lo que tengo dicho (27) fue la ocasión y la misma pena
que esta señora tenía y una criada que llevó consigo, que, a lo que se
entiende, tuvo toda la culpa. En fin, el Señor que lo permitió. Debía ver que
no convenía allí aquel monasterio, que sus juicios son grandes y contra todos
nuestros entendimientos. Yo, por solo el mío, no me atreviera, sino por el
parecer de personas de letras y santidad.
NOTAS CAPÍTULO 17
1 Había escrito: en el siguiente año
de 1570: al percatarse de su error, retocó y corrigió el texto y la cifra.
2 Es decir: habiendo pasado 15 días
después de la fundación de Toledo... - Téngase presente este pequeño cuadro de
fechas: es el año 1569; el 8 de mayo el gobernador ecl.
autoriza la fundación de Toledo; el 14 se lleva ésta a
cabo; el 28 (unos "quince días después"), llega a Toledo el mensaje
de la Princesa de Eboli; el 30 partida de Toledo a
Pastrana; se entretiene entre ocho y diez días en Madrid. El 28 de junio funda
el Carmelo de Pastrana. El 13 de julio se funda en Pastrana el convento de
descalzos. El 21 ya está la Santa de regreso en Toledo.
4 Escribiese de suerte que no se
enojase: la Princesa. - Era bueno tener a R. Gómez: tenerlo favorable. - Los
dos personajes que ahora entran en la escena teresiana son Ruy Gómez de Silva,
noble portugués, valido de Felipe II, y su mujer Ana de Mondoza,
más conocida por el título de Princesa de Eboli,
fémina inquieta, veleidosa y avasalladora. Con ella tendrá que habérselas la
buena M. Fundadora.
5 Regirm:
lectura dudosa. La generalidad de los editores han trascrito "wguirme". - El confesor era el P. Vicente Barrón (cf.
Vida c. 7, n. 17).
6 Era el monasterio de Descalzas
Reales (cf. Vida c. 32, n. 10). Dª Leonor, también
portuguesa, había sido aya de Felipe II; fundó el monasterio en 1564, con
franciscanas procedentes de las Gordillas de Avila.
La Santa había tenido varias ocasiones de alojarse en su palacio.
7 Juan de la Miseria, italiano y
pintor discípulo de Sánchez Coello, autor del retrato de la Santa realizado en
Sevilla por orden del P. Gracián (1576). Cf. P.
GRACIAN, Scholias y Addiciones
editadas por el P. CARMELO DE LA CRUZ en El Monte Carmelo 68 (1960) p. 154.
8 Mariana Azaro, luego Mariano de
San Benito, es personaje importante en la historia de la Reforma teresiana:
napolitano ardiente e impetuoso, recibió cartas terribles de la M. Fundadora,
pero conservó siempre su afecto (cf. Epistolario).
9 Bolonia, escribió la Santa. El P.
Mariano había sido intendente de palacio de Catalina de Austria, esposa de
Segismundo II de Polonia. - Una encomienda de San Juan: era Caballero de la
Orden de San Juan de Jerusalén.
10 Le levantaron: en el sentido
clásico de "levantar calumnia". Lo repite poco más abajo: cómo lo
levantaban.
11 La palabra en cursiva, falta en
el autógrafo, omitida por la Santa al pasar de página.
12 P. Mateo de la Fuente, entonces
Mayor o Superior de los solitarios, y restaurador más tarde de los Basilios en
España.
13 Como vino el s. Concoilio de T.: modo gráfico de indicar la introducción o
aplicación de los decretos e Trento en España. - Reducir a las Ordenes los
ermitaños: desautorización de la vida eremítica sin votos; probable alusión, no
a los cánones de Trento, sino a la constitución de S. Pío V "Lubricum genus" del
17/11/1568, que concedía un año de plazo en la aplicación. Por eso al año
siguiente los ermitaños del P. Mateo quieren "ir a Roma a pedir licencia
para que los dejasen estar así", sin votos solemnes.
14 Bajo estas dos frases se esconde
una delicada alusión o quizá una de las finas reticencias estiladas por la
Santa: no faltaron entre aquellos insignes primitivos quienes se sonrojaron de
seguir la Reforma de una mujer... Evidentemente, la Santa llegó a saberlo, y
hasta se rió un poco de la demasiada hombría de estos hijos precoces...
15 Cuando escribía esto (¡1574-1576?), ya había comenzado la oposición a su obra
reformadora.
16 El de Duruelo, trasladado ya a
Mancera cuando la Santa escribía esto (cf. n. 14).
17 Era Provincial el P. Alonso
González, y lo había sido el P. Angel de Salazar.
18 Dos meses escasos: partió de
Toledo el 30 de mayo, y estaba de vuelta el 21 de julio.
19 Yo llevaba algunas cosas: las
soportaba.
20 En los nn.
6 y sigs.
21 Hizo venir de Medina a Isabel de
San Jerónimo y Ana de Jesús. De la Encarnación de Avila,
a Jerónima de San Agustín.
22 El P. Baltasar de Jesús (Nieto),
1524-1589, fue el primer Superior de Pastrana y fue hombre de vida inquieta,
azarosa, nada gloriosa; es significativo que la Santa, tan pródiga en el título
de "muy siervos de Dios" para los personajes de su historia, a éste
le presente como un fraile, ni viejo ni mozo, buen predicador; y que no
quisiese que los nuevos descalzos ultimasen la fundación hasta que viniese el
P. Antonio (13 de julio).
23 En la cuaresma de 1574.
24 Quedo siempre corta, había
escrito.
25 Murió Ruy Gómez el 29/7/1573. La
viuda y enlutada Princesa (de unos 33 años) se hizo descalza inmediatamente. -
No estaba usada (= acostumbrada) a encerramiento. - Y por el Santo Concilio, es
decir, en atención a las leyes de clausura, urgidas por el Conc.
de Trento (ses. 25, c. 5),
la priora no podía transigir...
26 "La Santa, precavida
siempre, antes de partir para Toledo, ordenó que todo lo que recibieren de los
Príncipes... se fuese apuntando, con expresión del día, mes y año y firma de la
Priora, providencia muy acertada, como presto se vio" (Silverio). - Como
adelante se dirá: Cf. c. 21.
27 Lo que tengo dicho, en el c. 16
sobre la obligación de la clausura, insoportable para la princesa e inderogable
por parte de la Priora. - La Princesa salió del convento en Enero de 1574; el
éxodo de las monjas tuvo lugar del 6 al 7 de abril. - Para medir el alcance de
este varonil gesto de la Santa, téngase en cuenta que el libro de la Vida
quedaba en manos de la vengativa Princesa, que lo hizo servir de texto de comedia
entre sus criadillas, y luego de tragedia en el tribunal de la Inquisición.
Trata de la fundación del monasterio
de San José de Salamanca, que fue año de 1570. Trata de algunos avisos para las
prioras, importantes (1).
1. Acabadas estas dos fundaciones, torné a la ciudad
de Toledo, adonde estuve algunos meses, hasta comprar la casa que queda dicha y
dejarlo todo en orden. Estando entendiendo en esto, me escribió un rector de la
Compañía de Jesús de Salamanca, diciéndome que estaría allí muy bien un
monasterio de éstos, dándome de ello razones; aunque por ser muy pobre el
lugar, me había detenido a hacer allí fundación de pobreza (2). Mas
considerando que lo es tanto Avila y nunca le falta,
ni creo faltará Dios a quien le sirviere, puestas las cosas tan en razón como
se pone, siendo tan pocas y ayudándose del trabajo de sus manos, me determiné a
hacerlo. Y yéndome desde Toledo a Avila (3), procuré
desde allí la licencia del Obispo que era entonces..., el cual lo hizo tan bien
que como el padre rector le informó de esta Orden y que sería servicio de Dios,
la dio luego.
2. Parecíame a mí que en
teniendo la licencia del Ordinario tenía hecho el monasterio, según se me hacía
fácil. Y así luego procuré alquilar una casa que me hizo haber una señora que
yo conocía (4), y era dificultoso por no ser tiempo en que se alquilan y
tenerla unos estudiantes, con los cuales acabaron de darla cuando estuviese
allí quien había de entrar en ella. Ellos no sabían para lo que era, que de
esto traía yo grandísimo cuidado, que hasta tomar la posesión no se entendiese
nada; porque ya tengo experiencia lo que el demonio pone por estorbar uno de
estos monasterios. Y aunque en éste no le dio Dios licencia para ponerlo a los
principios, porque quiso que se fundase, después han sido tantos los trabajos y
contradicciones que se han pasado que aún no está acabado del todo de allanar,
con haber algunos años que está fundado cuando esto escribo (5), y así creo se
sirve Dios en él mucho, pues el demonio no le puede sufrir.
3. Pues habida la licencia y teniendo cierta la casa,
confiada de la misericordia de Dios, porque allí ninguna persona había que me
pudiese ayudar con nada para lo mucho que era menester para acomodar la casa,
me partí para allá, llevando sola una compañera (6), por ir más secreta, que
hallaba por mejor esto y no llevar las monjas hasta tomar la posesión; que
estaba escarmentada de lo que me había acaecido en Medina del Campo, que me vi allí en mucho trabajo; porque, si hubiese estorbo, le
pasase yo sola el trabajo, con no más de la que no podía excusar. Llegamos
víspera de Todos Santos, habiendo andado harto del camino la noche antes con
harto frío, y dormido en un lugar, estando yo bien mala (7).
4. No pongo en estas fundaciones los grandes trabajos
de los caminos, con fríos, con soles, con nieves, que venía vez no cesarnos en
todo el día de nevar, otras perder el camino, otras con hartos males y
calenturas, porque, gloria a Dios, de ordinario es tener yo poca salud, sino
que veía claro que nuestro Señor me daba esfuerzo. Porque me acaecía algunas
veces que se trataba de fundación, hallarme con tantos males y dolores, que yo
me congojaba mucho, porque me parecía que aun para estar en la celda sin
acostarme no estaba; y tornarme a nuestro Señor, quejándome a Su Majestad y
diciéndole que cómo quería hiciese lo que no podía, y después, aunque con
trabajo, Su Majestad daba fuerzas, y con el hervor que me ponía y el cuidado,
parece que me olvidaba de mí.
6. Aunque vaya fuera de la fundación que se ha comenzado
a tratar, se me ofrecen aquí ahora algunas cosas sobre esto de la
mortificación, y quizá, hijas, hará al caso a las prioras; y porque no se me
olvide, lo diré ahora. Porque como hay diferentes talentos y virtudes en las
preladas, por aquel camino quieren llevar a sus monjas: la que está (8) muy
mortificada, parécele fácil cualquiera cosa que mande para doblar la voluntad,
como lo sería para ella, y aun por ventura se le haría muy de mal. Esto hemos
de mirar mucho, que lo que a nosotras se nos haría áspero no lo hemos de
mandar. La discreción es gran cosa para el gobierno, y en estas
casas muy necesaria; estoy por decir "mucho más que en otras",
porque es mayor la cuenta que se tiene con las súbditas, así de lo interior
como de lo exterior.
Otras prioras que tienen mucho espíritu todo,
gustarían que fuese rezar. En fin, lleva el Señor por diferentes caminos. Mas
las preladas han de mirar que no las ponen allí para que escojan el camino a su
gusto, sino para que lleven a las súbditas por el camino de su Regla y
Constitución, aunque ellas se fuercen y querrían hacer otra cosa.
7. Estuve una vez en una de estas casas con una
priora que era amiga de penitencia. Por aquí llevaba a todas. Acaecíale darse (9) disciplina de una vez todo el convento
siete salmos penitenciales con oraciones y cosas de esta manera. Así les
acaece, si la priora se embebe en oración, aunque no sea en la hora de oración
sino después de maitines, allí tiene todo el convento, cuando sería muy mejor
que se fuesen a dormir. Si como digo es amiga de mortificación, todo ha de ser
bullir, y estas ovejitas de la Virgen callando, como unos corderitos; que a mí,
cierto, me hace gran devoción y confusión, y, a las veces, harta tentación.
Porque las hermanas no lo entienden, como andan todas embebidas en Dios; mas yo
temo su salud y querría cumpliesen la Regla, que hay harto que hacer, y lo
demás fuese con suavidad. En especial esto de la mortificación importa muy
mucho y, por amor de nuestro Señor, que adviertan en ello las preladas, que es cosa
muy importante la discreción en estas cosas (10) y conocer los talentos, y si
en esto no van muy advertidas, en lugar de aprovecharlas las harán gran daño y
traerán en desasosiego.
8. Han de considerar que esto de mortificación no es
de obligación: esto es lo primero que han de mirar. Aunque es muy necesario
para ganar el alma libertad y subida perfección, no se
hace esto en breve tiempo, sino que poco a poco vayan ayudando a cada una,
según el talento les da Dios de entendimiento, y el espíritu. Parecerles ha que
para esto no es menester entendimiento, y engáñanse;
que los habrá que primero que vengan a entender la perfección, y aun el
espíritu de nuestra Regla, pase harto y quizá serán éstas después las más
santas; porque ni sabrán cuándo es bien disculparse, ni cuándo no, ni otras
menudencias que, entendidas, quizá las harían con facilidad, y no las acaban de
entender, ni aun les parece que son perfección, que es lo peor.
9. Una está en estas casas, que es de las más siervas
de Dios que hay en ellas, a cuanto yo puedo alcanzar, de gran espíritu y
mercedes que le hace Su Majestad, y penitencia y humildad, y no acaba de
entender algunas cosas de las Constituciones. El acusar las culpas en capítulo
le parece poca caridad y dice que cómo han de decir nada de las hermanas, y
cosas semejantes de éstas, que podría decir algunas de algunas hermanas harto
siervas de Dios y que en otras cosas veo yo que hacen ventaja a las que mucho
lo entienden. No ha de pensar la priora que conoce luego las almas. Deje esto para
Dios, que es solo quien puede entenderlo; sino procure llevar a cada una por
donde Su Majestad la lleva, presupuesto que no falta en la obediencia ni en las
cosas de la Regla y Constitución más esenciales. No dejó de ser santa y mártir
aquella virgen que se escondió, de las once mil, antes por ventura padeció más
que las demás vírgenes en venirse después sola a ofrecer al martirio (11).
10. Ahora pues, tornando a la mortificación, manda la
priora una cosa a una monja, que aunque sea pequeña, para ella es grave, para
mortificarla; y puesto que lo hace, queda tan inquieta y tentada, que sería
mejor que no se lo mandaran. Luego se entiende esté advertida la priora a no la
perfeccionar a fuerza de brazos, sino disimule y vaya poco a poco hasta que
obre en ella el Señor; porque lo que se hace por aprovecharla, que sin aquella
perfección sería muy buena monja, no sea causa de inquietarla y traerle
afligido el espíritu, que es muy terrible cosa. Viendo a las otras, poco a poco
hará lo que ellas, como lo hemos visto; y cuando no,
sin esta virtud se salvará. Que yo conozco una de ellas que toda la vida la ha
tenido grande, y ha ya hartos años y de muchas maneras servido a nuestro Señor,
y tiene unas imperfecciones y sentimientos muchas veces que no puede más consigo;
y ella se aflige conmigo y lo conoce. Yo pienso que Dios la deja caer en estas
faltas sin pecado, que en ellas no le hay, para que se humille y tenga por
dónde ver que no está del todo perfecta.
Así que unas sufrirán grandes mortificaciones, y
mientras mayores se las mandaren gustarán más, porque ya les ha dado el Señor
fuerza en el alma para rendir su voluntad; otras no las sufrirán aun pequeñas y
será como si a un niño cargan dos hanegas de trigo,
no sólo no las llevará, mas quebrantarse ha y caeráse
en el suelo. Así que, hijas mías (con las prioras hablo), perdonadme, que las
cosas que he visto en algunas me hace alargarme tanto en esto.
11. Otra cosa os aviso, y es muy importante, que
aunque sea por probar la obediencia, no mandéis cosa que pueda ser, haciéndola,
pecado, ni venial; que algunas he sabido que fuera mortal, si las hicieran. Al
menos ellas quizá se salvarán con inocencia, mas no la priora, porque ninguna
les dice, que no la ponen luego por obra; que, como oyen y leen de los santos
del yermo las cosas que hacían, todo les parece bien hecho cuanto les mandan,
al menos hacerlo ellas. Y también estén avisadas las súbditas, que cosa que
sería pecado mortal hacerla sin mandársela, que no la pueden hacer
mandándosela, salvo si no fuese dejar misa o ayunos de la Iglesia, o cosas así,
que podría la priora tener causas; mas como echarse en el pozo y cosas de esta
suerte, es mal hecho; porque no ha de pensar ninguna que ha de hacer Dios
milagro, como le hacía con los santos: hartas cosas hay en que ejercite la
perfecta obediencia.
12. Todo lo que no fuere con estos peligros, yo lo
alabo. Como una vez una hermana en Malagón pidió
licencia para tomar una disciplina, y la priora (debía haberle pedido otras) y
dijo: "Déjeme". Como la importunó, dijo: "Váyase a pasear;
déjeme". La otra, con gran sencillez, se anduvo paseando algunas horas,
hasta que una hermana le dijo que cómo se paseaba tanto, o así una palabra; y
ella le dijo que se lo habían mandado. En esto tañeron a maitines, y como
preguntase la priora cómo no iba allá, díjole la otra
lo que pasaba.
13. Así que es menester, como otra vez he dicho,
estar avisadas las prioras, con almas que ya tienen visto ser tan obedientes, a
mirar lo que hacen. Que otra fuele a mostrar (12) una
monja uno de estos gusanos muy grandes, diciéndole que mirase cuán lindo era. Díjole la priora burlando; pues cómasele ella. Fue y frióle muy bien. La cocinera díjole
que para qué le freía. Ella le dijo que para comerle, y así lo quería hacer, y
la priora muy descuidada y pudiérale hacer mucho daño.
Yo más me huelgo que tengan en esto de obediencia
demasía, porque tengo particular devoción a esta virtud, y así he puesto todo
lo que he podido para que la tengan; mas poco me aprovechara si el Señor no
hubiera por su grandísima misericordia dado gracia para que todas en general se
inclinasen a esto. Plegua a Su Majestad lo lleve muy
adelante, amén.
NOTAS CAPÍTULO 18
1 La última proposición del título
fue añadida en un segundo tiempo: probablemente después de haber escrito y releído
el capítulo.
2 Tornó a Toledo el 22 de julio de
1569. - Al volver la página, escribió distraídamente entendio
por entendimiento: fenómeno frecuente en estas páginas de las Fundaciones. -
Rector era el P. Martín Gutiérrez. - La última cláusula: me había detenido a
hacer allí fundación de pobreza, equivale a: me había retenido o contenido de.
3 Desde Yoledo:
antes había escrito: desde aquí a avi, yachando en seguida estas tres palabras. - Del Obispo: a
continuación deja la Santa un espacio en blanco, probablemente par hacer
memoria de u nombre e insertarlo: era D. Pedro González de Mendoza.
4 Probablemente Dª
Beatriz Yáñez de Ovalle, familia de la Santa, por
parte de su cuñado Juan de Ovalle. - En la frase siguiente, "acabar"
tiene acepción de "concluir un acuerdo": "acordaron con los
estudiantes que darían la casa..."
5 Cuando esto escribo: entre
1574-1576.
6 Era la M. María del Sacramento.
7 El 31 de octubre de 1570.
8 La que no está..., había escrito;
pero tachó el "no" para dar sentido a la frase.
9 Disciplina: palabra añadida por
una segunda mano.
10 Casas había escrito y lo corrigió.
11 Alude a la leyenda de las once
mil Vírgenes: Santa Córdula, una de las once mil, en
un primer momento huyó y se ocultó, entregándose luego sola y valiente al
martirio.
Prosigue en la fundación del
monasterio de San José de la ciudad de Salamanca.
1. Mucho me he divertido. Cuando se me ofrece alguna
cosa que con la experiencia quiere el Señor que haya entendido, háceseme de mal no lo advertir. Podrá ser que lo que yo
pienso lo es, sea bueno. Siempre os informad, hijas, de quien tenga letras, que
en éstas hallaréis el camino de la perfección con discreción y verdad. Esto han
menester mucho las preladas, si quieren hacer bien su oficio, confesarse con
letrado, y si no hará hartos borrones pensando que es santidad, y aun procurar
que sus monjas se confiesen con quien tenga letras.
2. Pues, víspera de Todos Santos, el año que queda
dicho, a mediodía, llegamos a la ciudad de Salamanca (1). Desde una posada
procuré saber de un buen hombre de allí, a quien tenía encomendado me tuviese
desembarazada la casa, llamado Nicolás Gutiérrez, harto siervo de Dios (2).
Había ganado de Su Majestad con su buena vida una paz y contento en los
trabajos grande, que había tenido muchos y vístose en
gran prosperidad y había quedado muy pobre, y llevábalo
con tanta alegría como la riqueza. Este trabajó mucho en aquella fundación, con
harta devoción y voluntad. Como vino, díjome que la
casa no estaba desembarazada, que no había podido acabar con los estudiantes
que saliesen de ella. Yo le dije lo que importaba que luego nos la diesen,
antes que se entendiese que yo estaba en el lugar; que siempre andaba con miedo
no hubiese algún estorbo, como tengo dicho. El fue a cuya era la casa, y tanto
trabajó, que se la desembarazaron aquella tarde. Ya casi noche, entramos en
ella.
3. Fue la primera que fundé sin poner el Santísimo
Sacramento, porque yo no pensaba era tomar la posesión si no se ponía; y había
ya sabido que no importaba, que fue harto consuelo para mí, según había mal
aparejo de los estudiantes. Como no deben tener esa curiosidad, estaba de
suerte toda la casa, que no se trabajó poco aquella noche. Otro día por la
mañana se dijo la primera misa, y procuré que fuesen por más monjas que habían
de venir de Medina del Campo (3). Quedamos la noche de Todos Santos mi
compañera y yo solas. Yo os digo, hermanas, que cuando se me acuerda el miedo
de mi compañera, que era María del Sacramento, una monja de más edad que yo, y
harto sierva de Dios, que me da gana de reír.
4. La casa era muy grande y desbaratada y con muchos
desvanes, y mi compañera no había quitársele del pensamiento los estudiantes,
pareciéndole que como se habían enojado tanto de que salieron de la casa, que
alguno se había escondido en ella; ellos lo pudieran muy bien hacer, según
había adónde (4). Encerrámonos en una pieza adonde
estaba paja, que era lo primero que yo proveía para fundar la casa, porque
teniéndola no nos faltaba cama; en ello dormimos esa noche con unas dos mantas
que nos prestaron. Otro día, unas monjas que estaban junto, que pensamos les
pesara mucho, nos prestaron ropa para las compañeras que habían de venir y nos
enviaron limosna. Llamábase (5) Santa Isabel, y todo
el tiempo que estuvimos en aquélla nos hicieron harto buenas obras y limosnas.
5. Como mi compañera se vio cerrada en aquella pieza,
parece sosegó algo cuanto a lo de los estudiantes, aunque no hacía sino mirar a
una parte y a otra, todavía con temores, y el demonio que la debía ayudar con
representarla pensamientos de peligro para turbarme a mí, que con la flaqueza
de corazón que tengo, poco me solía bastar. Yo la dije que qué miraba, que cómo
allí no podía entrar nadie. Díjome: "Madre, estoy
pensando, si ahora me muriese yo aquí, ¿qué haríais vos sola?". Aquello,
si fuera, me parecía recia cosa; y comencé a pensar un poco en ello, y aun
haber miedo; porque siempre los cuerpos muertos, aunque yo no le he, me
enflaquecen el corazón, aunque no esté sola. Y como el doblar de las campanas
ayudaba, que como he dicho (6) era noche de las Animas, buen principio llevaba
el demonio para hacernos perder el pensamiento con niñerías; cuando entiende
que de él no se ha miedo, busca otros rodeos. Yo la dije: "Hermana, de que
eso sea, pensaré lo que he de hacer; ahora déjeme dormir". Como habíamos
tenido dos noches malas, presto quitó el sueño los miedos. Otro día vinieron
más monjas, con que se nos quitaron.
6. Estuvo el monasterio en esta casa cerca de tres
años, y aun no me acuerdo si cuatro, que había poca memoria de él, porque me
mandaron ir a la Encarnación de Avila; (7) que nunca
hasta dejar casa propia y recogida y acomodada a mi querer, dejara ningún
monasterio, ni le he dejado. Que en esto me hacía Dios mucha merced, que en el
trabajo gustaba ser la primera, y todas las cosas para su descanso y
acomodamiento procuraba hasta las muy menudas, como si toda mi vida hubiera de
vivir en aquella casa, y así me daba gran alegría cuando quedaban muy bien. Sentí
harto ver lo que estas hermanas padecieron aquí, aunque no de falta de
mantenimiento (que de esto yo tenía cuidado desde donde estaba, porque estaba
muy desviada la casa para las limosnas), sino de poca salud, porque era húmeda
y muy fría, que como era tan grande, no se podía reparar; y lo peor, que no
tenían Santísimo Sacramento, que para tanto encerramiento es harto desconsuelo.
Este no tuvieron ellas, sino todo lo llevaban con un contento que era para
alabar al Señor; y me decían algunas, que les parecía imperfección desear casa,
que ellas estaban allí muy contentas, como tuvieran Santísimo Sacramento.
7. Pues visto el prelado (8) su perfección y el
trabajo que pasaban, movido de lástima, me mandó venir de la Encarnación. Ellas
se habían ya concertado con un caballero de allí que les diese una; sino que
era tal, que fue menester gastar más de mil ducados para entrar en ella. Era de
mayorazgo y él quedó que nos dejaría pasar a ella, aunque no fuese traída la
licencia del rey, y que bien podíamos subir paredes. Yo procuré que el padre
Julián de Avila, que es el que he dicho (9) andaba
conmigo en estas fundaciones y había ido conmigo, y vimos la casa, para decir
lo que se había de hacer, que la experiencia hacía que entendiese yo bien de
estas cosas.
8. Fuimos por agosto, y con darse toda la prisa
posible, se estuvieron hasta San Miguel, que es cuando allí se alquilan las
casas, y aun no estaba bien acabada, con mucho; (10) mas como no habíamos
alquilado en la que estábamos para otro año, teníala
ya otro morador; dábannos gran prisa. La iglesia
estaba casi acabada de enlucir. Aquel caballero que nos la había vendido no
estaba allí. Algunas personas que nos querían bien, decían que hacíamos mal en
irnos tan presto; mas adonde hay necesidad puédense
mal tomar los consejos, si no dan remedio.
9. Pasámonos víspera de San
Miguel (11), un poco antes que amaneciese. Ya estaba publicado que había de ser
el día de San Miguel el que se pusiese el Santísimo Sacramento, y el sermón que
había de haber (12). Fue nuestro Señor servido que el día que nos pasamos, por
la tarde, hizo un agua tan recia, que para traer las cosas que eran menester se
hacía con dificultad. La capilla habíase hecho nueva,
y estaba tan mal tejada, que lo más de ella se llovía. Yo os digo, hijas, que
me vi harto imperfecta aquel día. Por estar ya
divulgado, yo no sabía qué hacer, sino que me estaba deshaciendo, y dije a
nuestro Señor, casi quejándome, que o no me mandase entender en estas obras, o
remediase aquella necesidad. El buen hombre de Nicolás Gutiérrez, con su
igualdad, como si no hubiera nada, me decía muy mansamente que no tuviese pena,
que Dios lo remediaría. Y así fue, que el día de San Miguel, al tiempo de venir
la gente, comenzó a hacer sol, que me hizo harta devoción y vi
cuán mejor había hecho aquel bendito en confiar de nuestro Señor que no yo con
mi pena.
10. Hubo mucha gente, y música, y púsose
el Santísimo Sacramento con gran solemnidad. Y como esta casa está en buen
puesto, comenzaron a conocerla y tener devoción; en especial nos favorecía
mucho la condesa de Monterrey, doña María Pimentel, y una señora, cuyo marido
era el corregidor de allí, llamada doña Mariana. Luego otro día, porque se nos
templase el contento de tener el Santísimo Sacramento, viene el caballero cuya
era la casa tan bravo, que yo no sabía qué hacer con él, y el demonio hacía que
no se llegase a razón, porque todo lo que estaba concertado con él cumplíamos
(13). Hacía poco al caso querérselo decir. Hablándole algunas personas se
aplacó un poco; mas después tornaba a mudar parecer. Yo ya me determinaba a
dejarle la casa. Tampoco quería esto, porque él quería que se le diese luego el
dinero. Su mujer, que era suya la casa, habíala
querido vender para remediar dos hijas, y con este título se pedía la licencia
(14) y estaba depositado el dinero en quien él quiso.
11. El caso es que, con haber esto más de tres años,
no está acabada la compra, ni sé si quedará allí el monasterio, que a este fin
he dicho esto, digo en aquella casa, o en qué parará (15).
12. Lo que sé es que en ningún monasterio de los que
el Señor ahora ha fundado de esta primera Regla no han pasado las monjas, con
mucha parte, tan grandes trabajos. Haylas allí tan
buenas, por la misericordia de Dios, que todo lo llevan con alegría. Plega a Su Majestad esto les lleve adelante, que en tener
buena casa o no la tener, va poco; antes es gran placer cuando nos vemos en
casa que nos pueden echar de ella, acordándonos cómo el Señor del mundo no tuvo
ninguna. Esto de estar en casa no propia, como en estas fundaciones se ve, nos
ha acaecido algunas veces; y es verdad que jamás he visto a monja con pena de
ello. Plega a la divina Majestad que no nos falten
las moradas eternas, por su infinita bondad y misericordia. Amén, amén.
NOTAS CAPÍTULO 19
1 31 de octubre de 1570.
2 Nicolás Gutiérrez tenía seis hijas
en la Encarnación de Avila, y todas ellas pasaron a
la Reforma teresiana.
3 Hizo venir dos monjas de Medina, y
una de Valladolid; y poco después, tres más de Avila.
4 "La casa, con un patio
central bastante grande y un corredor destartalado, la poseen actualmente en la
Plaza de Santa Teresa, las Siervas de San José" (Silverio).
5 Llamábase
el monasterio de estas monjas Santa Isabel. - Eran franciscanas.
6 En el n. 2.
7 En julio de 1571 fe nombrada
Priora de la Encarnación por el P. Pedro Fernández (Cf. B.M.C.,
t. 2, pp. 106-107).
8 El prelado era el P. Pedro
Fernández, dominico, nombrado Visitador Apostólico del Carmen por S. Pío V (20
de agosto de 1569). - El caballero de que hablará en seguida era Pedro de la
Banda.
9 Cf. c. 3, n. 2; c. 10, n. 4, etc.
10 Co mucho: equivale a nuestro
"ni con mucho"; le faltaba mucho para estar acabada (cf. n. 12; y c.
31, n. 17). - Para otraño, escribe la Santa a renglón seguido, en forma similar
a nuestro hogaño y antaño.
11 El 28 de septiembre de 1573.
12 El sermón... a cargo del famoso
Diego de Estella.
13 Cumplíemos,
escribe la Santa, forma arcaica usada en el libro de las Fundaciones con mucha
más frecuencia que en los restantes. Por ej.: parecíe (12, 8), serviríen (15,
7), quiríen (15, 14), etc. Equivale a nuestro
imperfecto, con algún pequeño matiz de indefinido, como el presente caso. El P.
Silverio trascribe cumplimos.
14 Se pedía la licencia requerida,
por ser "de mayorazgo" la casa (cf. n. 7).
15 Como el traslado se hizo el
28/9/1573 (cf. n. 9), la Santa escribe estas páginas no antes de 1576. - Ni sé
si quedará allí el monasterio: de hecho, en 1579 ya tenía la Santa licencia del
Obispo para trasladarse a otra casa, y en 1582 la abandonaron definitivamente.
En que se trata la fundación del
monasterio de Nuestra Señora de la Anunciación, que está en Alba de Tormes. Fue año de 1571.
1. No había dos meses que se había tomado la
posesión, el día de Todos Santos, en la casa de Salamanca, cuando de parte del
contador del duque de Alba y de su mujer fui importunada que en aquella villa
hiciese una fundación y monasterio. Yo no lo había mucha gana a causa que, por
ser lugar pequeño, era menester que tuviese renta, que mi inclinación era a que
ninguna tuviese. El padre maestro fray Domingo Bañes, que era mi confesor, de
quien traté al principio de las fundaciones, que acertó a estar en Salamanca,
me riñó y dijo que, pues el Concilio daba licencia para tener renta, que no
sería bien dejase de hacer un monasterio por eso; que yo no lo entendía, que
ninguna cosa hacía para ser las monjas pobres y muy perfectas (1).
Antes que más diga, diré quién era la fundadora y
cómo el Señor la hizo fundarle.
2. Fue hija Teresa de Layz,
la fundadora del monasterio de la Anunciación de nuestra Señora de Alba de Tormes, de padres nobles, y muy hijosdealgo
y de limpia sangre (2). Tenían su asiento, por no ser tan ricos como pedía la
nobleza de sus padres, en un lugar llamado Tordillos, que es dos leguas de la
dicha villa de Alba. Es harta lástima que, por estar las cosas del mundo
puestas en tanta vanidad, quieren más pasar la soledad que hay en estos lugares
pequeños de doctrina y otras muchas cosas que son medios para dar luz a las
almas, que caer un punto de los puntos que esto que ellos llaman honra traen
consigo. Pues habiendo ya tenido cuatro hijas, cuando vino a nacer Teresa de Layz, dio mucha pena a sus padres de ver que también era
hija.
3. Cosa cierto mucho para llorar, que sin entender
los mortales lo que les está mejor, como los que del todo ignoran los juicios
de Dios, no sabiendo los grandes bienes que pueden venir de las hijas ni los
grandes males de los hijos, no parece que quieren dejar al que todo lo entiende
y los cría, sino que se matan por lo que se habían de alegrar. Como gente que
tiene dormida la fe, no van adelante con la consideración, ni se acuerdan que
es Dios el que así lo ordena, para dejarlo todo en sus manos. Y ya que están
tan ciegos que no hagan esto, es gran ignorancia no entender lo poco que les
aprovecha estas penas. ¡Oh, válgame Dios!, ¡cuán diferente entenderemos estas
ignorancias en el día adonde se entenderá la verdad de todas las cosas!, y
¡cuántos padres se verán ir al infierno por haber tenido hijos y cuántas
madres, y también se verán en el cielo por medio de sus hijas!
4. Pues, tornando a lo que decía, vienen las cosas a
términos, que, como cosa que les importaba poco la vida de la niña, a tercer
día de su nacimiento se la dejaron sola y sin acordarse nadie de ella desde la
mañana hasta la noche. Una cosa habían hecho bien, que la habían hecho bautizar
a un clérigo luego en naciendo. Cuando a la noche vino una mujer, que tenía
cuenta con ella y supo lo que pasaba, fue corriendo a ver si era muerta, y con
ella otras algunas personas que habían ido a visitar a la madre, que fueron
testigos de lo que ahora diré. La mujer la tomó llorando en los brazos, y le
dijo: "¡Cómo, mi hija! ¿vos no sois
cristiana?", a manera de que había sido crueldad. Alzó la cabeza la niña y
dijo: "Sí soy", y no habló más hasta la edad que suelen hablar todos.
Los que la oyeron, quedaron espantados, y su madre la comenzó a querer y
regalar desde entonces, y así decía muchas veces que quisiera vivir hasta ver
lo que Dios hacía de esta niña. Criábalas muy
honestamente, enseñándolas todas las cosas de virtud.
5. Venido el tiempo que la querían casar, ella no
quería, ni lo tenía deseo. Acertó a saber cómo la pedía Francisco Velázquez, que es el fundador también de esta casa, marido
suyo; y, en nombrándosele, se determinó de casarse si la casaban con él, no le
habiendo visto en su vida; mas veía el Señor que convenía esto para que se
hiciese la buena obra que entrambos han hecho para servir a Su Majestad. Porque,
dejado de ser hombre virtuoso y rico (3), quiere tanto a su mujer, que la hace
placer en todo y con mucha razón; porque todo lo que se puede pedir en una
mujer casada, se lo dio el Señor muy cumplidamente. Que, junto con el gran
cuidado que tiene de su casa, es tanta su bondad, que, como su marido la
llevase a Alba de donde era natural y acertasen a aposentar en su casa los
aposentadores del duque un caballero mancebo, sintió tanto, que comenzó a
aborrecer el pueblo; porque ella, siendo moza y de muy buen parecer, a no ser
tan buena, según el demonio comenzó a poner en él malos pensamientos, pudiera
suceder algún mal.
6. Ella, en entendiéndolo, sin decir nada a su
marido, le rogó la sacase de allí; y él hízolo así y llevóla a Salamanca, adonde estaba con gran contento y
muchos bienes del mundo, por tener un cargo que todos los deseaban mucho
contentar, y regalaban (4). Sólo tenían una pena, que era no les dar nuestro
Señor hijos, y para que se los diese eran grandes las devociones y oraciones
que ella hacía, y nunca suplicaba al Señor otra cosa sino que le diese
generación, para que, acabada ella, alabasen a Su Majestad; que le parecía
recia cosa que se acabase en ella y no tuviese quien después de sus días
alabase a Su Majestad. Y decíame ella a mí que jamás
otra cosa se le ponía delante para desearlo; y es mujer de gran verdad y tanta
cristiandad y virtud como tengo dicho, que muchas veces me hace alabar a
nuestro Señor ver sus obras, y alma tan deseosa de siempre contentarle y nunca
dejar de emplear bien el tiempo.
7. Pues andando muchos años con este deseo, y
encomendándolo a San Andrés, que le dijeron era abogado para esto, después de
otras muchas devociones que había hecho, dijéronle
una noche, estando acostada: "No quieras tener hijos, que te condenarás".
Ella quedó muy espantada y temerosa, mas no por eso se
le quitó el deseo, pareciéndole que pues su fin era tan bueno, que por qué se
había de condenar. Y así, iba adelante con pedirlo a nuestro Señor, en especial
hacía particular oración a San Andrés. Una vez, estando con este mismo deseo,
ni sabe si despierta o dormida (de cualquier manera que sea, se ve fue visión
buena por lo que sucedió), parecióle que se hallaba
en una casa, adonde en el patio, debajo del corredor, estaba un pozo; (5) y vio
en aquel lugar un prado y verdura, con unas flores blancas por él de tanta
hermosura que no sabe ella encarecer de la manera que lo vio. Cerca del pozo se
le apareció San Andrés de forma de una persona muy venerable y hermosa, que le
dio gran recreación mirarle, y díjole: "otros
hijos son éstos que los que tú quieres". Ella no quisiera que se acabara
el consuelo grande que tenía en aquel lugar; mas no duró más. Y ella entendió
claro que era aquel santo San Andrés, sin decírselo nadie; y también que era la
voluntad de nuestro Señor que hiciese monasterio. Por donde se da a entender
que también fue visión intelectual como imaginaria y que ni pudo ser antojo ni
ilusión del demonio.
8. Lo primero, no fue antojo, por el gran efecto que
hizo, que desde aquel punto nunca más deseó hijos, sino que quedó tan asentado
en su corazón que era aquella la voluntad de Dios, que ni se los pidió más ni
los deseó. Así comenzó a pensar qué modo tendría para hacer lo que el Señor
quería. No ser demonio, también se entiende, así por el efecto que hizo, porque
cosa suya no puede hacer bien, como por estar hecho ya el monasterio, adonde se
sirve mucho nuestro Señor; y también porque era esto más de seis años antes que
se fundase el monasterio, y él no puede saber lo por venir.
9. Quedando ella muy espantada de esta visión, dijo a
su marido que pues Dios no era servido de darles hijos, que hiciesen un
monasterio de monjas. El, como es tan bueno y la quería tanto, holgó de ello y
comenzaron a tratar adónde le harían. Ella quería en el lugar que había nacido;
él le puso justos impedimentos para que entendiese no estaba bien allí.
10. Andando tratando esto, envió la duquesa de Alba a
llamarle; y como fue, mandóle se tornase a Alba a
tener un cargo y oficio que le dio en su casa (6). El, como fue a ver lo que le
mandaba y se lo dijo, aceptólo, aunque era de muy
menos interés que el que tenía en Salamanca. Su mujer, de que lo supo, afligióse mucho, porque, como he dicho, tenía aborrecido
aquel lugar. Con asegurarle él que no le darían más huésped, se aplacó algo,
aunque todavía estaba muy fatigada, por estar más a su gusto en Salamanca. El
compró una casa y envió por ella. Vino con gran fatiga, y más la tuvo cuando
vio la casa; porque aunque era en muy buen puesto y de anchura, no tenía edificios,
y así estuvo aquella noche muy fatigada. Otro día en la mañana, como entró en
el patio, vio al mismo lado el pozo, adonde había visto a San Andrés, y todo,
ni más ni menos que lo había visto, se le representó; digo el lugar, que no el
Santo, ni prado, ni flores, aunque ella lo tenía y tiene bien en la imaginación.
11. Ella, como vio aquello, quedó turbada y
determinada a hacer allí el monasterio y con gran consuelo y sosiego ya para no
querer ir a otra parte. Y comenzaron a comprar más casas juntas, hasta que
tuvieron sitio muy bastante. Ella andaba cuidadosa de qué Orden le haría,
porque quería fuesen pocas y muy encerradas, y tratándolo con dos religiosos de
diferentes Ordenes, muy buenos y letrados, entrambos le dijeron sería mejor
hacer otras obras; porque las monjas las más estaban descontentas, y otras
cosas hartas; que, como al demonio le pesaba, queríalo
estorbar, y así les hacía parecer era gran razón las razones que le decían. Y
como pusieron tanto en que no era bien, y el demonio que ponía más en
estorbarlo, hízola temer y turbar y determinar de no
hacerlo; y así lo dijo a su marido, pareciéndoles, que pues personas tales les
decían que no era bien y su intento era servir a nuestro Señor, de dejarlo. Y
así concertaron de casar un sobrino que ella tenía, hijo de una hermana suya,
que quería mucho, con una sobrina de su marido, y darles mucha parte de su
hacienda y lo demás hacer bien por sus almas; porque el sobrino era muy
virtuoso y mancebo de poca edad. En este parecer quedaron entrambos resueltos y
ya muy asentado.
12. Mas como nuestro Señor tenía ordenada otra cosa,
aprovechó poco su concierto, que antes de quince días le dio un mal tan tecio que en muy pocos días le llevó consigo nuestro Señor.
A ella se le asentó en tanto extremo que había sido la causa de su muerte la
determinación que tenían de dejar lo que Dios quería que hiciese por dárselo a
él, que hubo gran temor. Acordábasele
de Jonás profeta (7), lo que le había sucedido por no querer obedecer a Dios; y
aun le parecía la había castigado a ella quitándole aquel sobrino que tanto
quería. Desde este día se determinó de no dejar por ninguna cosa de hacer el
monasterio, y su marido lo mismo, aunque no sabían cómo ponerlo por obra.
Porque a ella parece la ponía Dios en el corazón lo que ahora está hecho, y a
los que ella lo decía y les figuraba cómo quería el monasterio, reíanse de ello, pareciéndoles no hallaría las cosas que
ella pedía, en especial un confesor que tenía, fraile de San Francisco, hombre
de letras y calidad. Ella se desconsolaba mucho.
13. En este tiempo acertó a ir este fraile a cierto
lugar, adonde le dieron noticia de estos monasterios de nuestra Señora del
Carmen que ahora se fundaban. El, informado muy bien, tornó a ella y díjole que ya había hallado que podía hacer el monasterio
como quería; díjole lo que pasaba, y que procurase
tratarlo conmigo. Así se hizo. Harto trabajo se pasó en concertarnos, porque yo
siempre he pretendido que los monasterios que fundaba con renta la tuviesen tan
bastante, que no hayan menester las monjas a sus deudos ni a ninguno, sino que
de comer y vestir les den todo lo necesario en la casa, y las enfermas muy bien
curadas; (8) porque de faltarles lo necesario vienen muchos inconvenientes. Y
para hacer muchos monasterios de pobreza sin renta, nunca me falta corazón y
confianza, con certidumbre que no les ha Dios de faltar. Y para hacerlos de
renta y con poca, todo me falta. Por mejor tengo que no se funden.
14. En fin, vinieron a ponerse en razón y dar
bastante renta para el número; y lo que les tuve en mucho, que dejaron su
propia casa para darnos y se fueron a otra harto ruin. Púsose
el Santísimo Sacramento e hízose la fundación día de
la Conversión de San Pablo, año de 1571 (9), para gloria y honra de Dios,
adonde, a mi parecer, es Su Majestad muy servido. Plega
a El lo lleve siempre adelante.
15. Comencé a decir algunas cosas particulares de
algunas hermanas de estos monasterios, pareciéndome cuando esto viniesen a leer
no estarían vivas las que ahora son, y para que las que vinieren se animen a
llevar adelante tan buenos principios. Después me ha parecido que habrá quien
lo diga mejor y más por menudo y sin ir con el miedo que yo he llevado,
pareciéndome les parecerá ser parte; (10) y así he dejado hartas cosas que
quien las ha visto y sabido no las pueden dejar de tener por milagrosas, porque
son sobrenaturales; de éstas no he querido decir ningunas, y de las que
conocidamente se ha visto hacerlas nuestro Señor por sus oraciones.
En la cuenta de los años en que se fundaron, tengo
alguna sospecha si yerro alguno, aunque pongo la diligencia que puedo porque se
me acuerde (11). Como no importa mucho, que se puede enmendar después, dígolos conforme a lo que puedo advertir con la memoria;
poco será la diferencia, si hay algún yerro.
NOTAS CAPÍTULO 20
1 Ya otras veces le había dado este
consejo el mismo P. Báñez (cf. c. 9, n. 3; y Vida c.
36, n. 15). - El Concilio daba licencia: se refiere a lo establecido en el
Concilio de Trento (sesión 25, c. 3) sobre la pobreza de los monasterios y su
dotación. - Ninguna cosa hacía para ser...: nada importaba, no tenía que ver lo
uno con lo otro...
2 Retocó la frase anterior borrando
en ella el nombre de Teresa de Layz, para comenzar
aquí con solemnidad especial la narración de esta fundación. La inicia con el
anagrama que preside sus cartas o el prólogo de sus libros: Jhs.
- Hijosdealgo (= hidalgos) o hidalguía, y no
ascendencia judía ni mora.
3 Dejado de ser: aparte, además de...
4 Contador y pagador de la
Universidad desdeel 17 de mayo de 1544 hasta el 1 de
febrero de 1566.
5 "Todavía existe, cerca de la
celda donde la Sanra murió, aunque por las obras
hechas en las antiguas casas, lo que fue patio se haya transformado en amplia
habitación" (Silverio).
6 Contador del Duque, como dijo en
el n. 1.
7 Jo 1-2.
8 Curadas: cuidadas.
9 El 25 de enero de 1571.
10 Les parecerá ser yo parte: es
decir, no se extiende más, por temor a dar impresión de parcial, ya que ella ha
tomado parte en la historia que refiere (cf. c. 16, n. 3).
11 En la cuenta de los años... Con toda probabilidad, añadió la Santa esta observación, al constatar sus frecuentes equivocaciones: véase la curiosa equivocación en el título del c. 17. Volverá a errar la fecha en el título de los tres capítulos que siguen.