Caminando con Jesus Pedro Sergio Antonio Donoso Brant LAS MORADAS o CASTILLO INTERIOR Santa
Teresa de Jesus MORADAS
TERCERAS |
Trata de la poca seguridad que podemos tener mientras se
vive en este destierro, aunque el estado sea subido, y cómo conviene andar con
temor. Hay algunos buenos puntos. 2. Harto gran miseria es vivir en vida que siempre hemos
de andar como los que tienen los enemigos a la puerta, que ni pueden dormir
ni comer sin armas, y siempre con sobresalto si por alguna parte pueden
desportillar esta fortaleza. ¡Oh Señor mío y bien mío!, ¿cómo queréis que se
desee vida tan miserable, que no es posible dejar de querer y pedir nos
saquéis de ella si no es con esperanza de perderla por Vos o gastarla muy de
veras en vuestro servicio, y sobre todo entender que es vuestra voluntad? Si
lo es, Dios mío, muramos con Vos, como dijo Santo Tomás (3), que no es otra
cosa sino morir muchas veces vivir sin Vos y con estos temores de que puede
ser posible perderos para siempre. Por eso digo, hijas, que la
bienaventuranza que hemos de pedir es estar ya en seguridad con los
bienaventurados; que con estos temores ¿qué contento puede tener quien todo
su contento es contentar a Dios? Y considerad que éste, y muy mayor, tenían
algunos santos que cayeron en graves pecados; y no tenemos seguro que nos
dará Dios la mano para salir de ellos y hacer la penitencia que ellos (entiéndese del auxilio particular) (4). 3. Por cierto, hijas mías, que estoy con tanto temor escribiendo
esto, que no sé cómo lo escribo ni cómo vivo cuando se me acuerda, que es muy
muchas veces. Pedidle, hijas mías, que viva Su Majestad en mí siempre; porque
si no es así, ¿qué seguridad puede tener una vida tan mal gastada como la
mía? Y no os pese de entender que esto es así, como algunas veces lo he visto
en vosotras cuando os lo digo, y procede de que quisierais que hubiera sido
muy santa, y tenéis razón: también lo quisiera yo; mas ¡qué tengo de hacer si
lo perdí por sola mi culpa! Que no me quejaré de Dios que dejó (5) de darme
bastantes ayudas para que se cumplieran vuestros deseos; que no puedo decir
esto sin lágrimas y gran confusión de ver que escriba yo cosa para las que me
pueden enseñar a mí. ¡Recia obediencia ha sido! Plega
al Señor que, pues se hace por El, sea para que os aprovechéis de algo porque
le pidáis perdone a esta miserable atrevida. Mas
bien sabe Su Majestad que sólo puedo presumir de su misericordia, y ya que no
puedo dejar de ser la que he sido, no tengo otro remedio, sino llegarme a
ella y confiar en los méritos de su Hijo y de la Virgen, madre suya, cuyo
hábito indignamente traigo y traéis vosotras. Alabadle, hijas mías, que lo
sois de esta Señora verdaderamente; y así no tenéis para qué os afrentar de
que sea yo ruin, pues tenéis tan buena madre. Imitadla y considerad qué tal
debe ser la grandeza de esta Señora y el bien de tenerla por patrona (6),
pues no han bastado mis pecados y ser la que soy para deslustrar en nada esta
sagrada Orden. 4. Mas una cosa os aviso: que no por ser tal y tener tal
madre estéis seguras, que muy santo era David, y ya veis lo que fue Salomón;
(7) ni hagáis caso del encerramiento y penitencia en que vivís, ni os asegure
el tratar siempre de Dios y ejercitaros en la oración tan continuo y estar
tan retiradas de las cosas del mundo y tenerlas a vuestro parecer
aborrecidas. Bueno es todo esto, mas no basta como he dicho para que dejemos
de temer; y así continuad este verso y traedle en la memoria muchas veces: Beatus vir, qui
timet Dominum (8). 5. Ya no sé lo que decía, que me he divertido (9) mucho y, en acordándome de mí, se me quiebran las alas para decir cosa buena; y así lo quiero dejar por ahora. Tornando a lo que os comencé (10) a decir de las almas que
han entrado a las terceras moradas, que no las ha hecho el Señor pequeña
merced en que hayan pasado las primeras dificultades, sino muy grande, de
éstas, por la bondad del Señor, creo hay muchas en el mundo: son muy deseosas
de no ofender a Su Majestad ni aun de los pecados veniales se guardan (11), y
de hacer penitencia amigas, sus horas de recogimiento, gastan bien el tiempo,
ejercítanse en obras de caridad con los prójimos,
muy concertadas en su hablar y vestir y gobierno de casa, los que las tienen.
Cierto, estado para desear y que, al parecer, no hay por qué se les niegue la
entrada hasta la postrera morada ni se la negará el Señor, si ellos quieren,
que linda disposición es para que las haga toda merced. 6. ¡Oh Jesús!, ¿y quién dirá que no quiere un tan gran
bien, habiendo ya en especial pasado por lo más trabajoso? No, ninguna. Todas
decimos que lo queremos; mas como aun es menester más para que del todo posea
el Señor el alma, no basta decirlo, como no bastó al mancebo cuando le dijo
el Señor que si quería ser perfecto (12). Desde que comencé a hablar en estas
moradas le traigo delante; porque somos así al pie de la letra, y lo más
ordinario vienen de aquí las grandes sequedades en la oración, aunque también
hay otras causas; y dejo unos trabajos interiores, que tienen muchas almas buenas,
intolerables y muy sin culpa suya, de los cuales siempre las saca el Señor
con mucha ganancia, y de las que tienen melancolía (13) y otras enfermedades.
En fin, en todas las cosas hemos de dejar aparte los juicios de Dios. De lo
que yo tengo para mí que es lo más ordinario, es lo que he dicho; (14) porque
como estas almas se ven que por ninguna cosa harían un pecado, y muchas que
aun venial de advertencia no le harían, y que gastan bien su vida y su
hacienda, no pueden poner a paciencia que se les cierre la puerta para entrar
adonde está nuestro Rey, por cuyos vasallos se tienen y lo son. Mas aunque
acá tenga muchos el rey de la tierra, no entran todos hasta su cámara.
Entrad, entrad, hijas mías, en lo interior; pasad adelante de vuestras
obrillas, que por ser (15) cristianas debéis todo eso y mucho más y os basta
que seáis vasallas de Dios; no queráis tanto, que os quedéis sin nada. Mirad
los santos que entraron a la cámara de este Rey, y veréis la diferencia que
hay de ellos a nosotras. No pidáis lo que no tenéis merecido, ni había de
llegar a nuestro pensamiento que por mucho que sirvamos lo hemos de merecer
los que hemos ofendido a Dios. 7. ¡Oh humildad, humildad! No sé qué tentación me tengo en este caso que no puedo acabar de creer a quien tanto caso hace de estas sequedades, sino que es un poco de falta de ella. Digo que dejo los trabajos grandes interiores que he dicho (16), que aquéllos son mucho más que falta de devoción. Probémonos a nosotras mismas, hermanas mías, o pruébenos el Señor, que lo sabe bien hacer, aunque muchas veces no queremos entenderlo; y vengamos a estas almas tan concertadas, veamos qué hacen por Dios y luego veremos cómo no tenemos razón de quejarnos de Su Majestad. Porque si le volvemos las espaldas y nos vamos tristes, como el mancebo del Evangelio (17), cuando nos dice lo que hemos de hacer para ser perfectos, ¿qué queréis que haga Su Majestad, que ha de dar el premio conforme al amor que le tenemos? Y este amor, hijas, no ha de ser fabricado en nuestra imaginación, sino probado por obras; y no penséis que ha menester nuestras obras, sino la determinación de nuestra voluntad (18). 8. Parecernos ha que las que tenemos hábito de religión y
le tomamos de nuestra voluntad y dejamos todas las cosas del mundo y lo que
teníamos por El (aunque sea las redes de San Pedro (19), que harto le parece
que da quien da lo que tiene), que ya está todo hecho. Harto
buena disposición es, si persevera en aquello y no se torna a meter en las
sabandijas de las primeras piezas, aunque sea con el deseo; que no hay duda
sino que si persevera en esta desnudez y dejamiento de todo, que alcanzará lo
que pretende. Mas ha de ser con condición, y mirad que os aviso de esto, que
se tenga por siervo sin provecho como dice San Pablo, o Cristo (20) y crea que
no ha obligado a Nuestro Señor para que le haga semejantes mercedes; antes,
como quien más ha recibido, queda más adeudado (21). ¿Qué podemos hacer por
un Dios tan generoso que murió por nosotros y nos crió y da ser, que no nos
tengamos por venturosos en que se vaya desquitando algo de lo que le debemos,
por lo que nos ha servido (de mala gana dije esta palabra, mas ello es así
que no hizo otra cosa todo lo que vivió en el mundo), sin que le pidamos
mercedes de nuevo y regalos? 9. Mirad mucho, hijas, algunas cosas que aquí van
apuntadas, aunque arrebujadas, que no lo sé más declarar. El Señor os lo dará
a entender, para que saquéis de las sequedades humildad y no inquietud, que
es lo que pretende el demonio; y creed que adonde la hay de veras, que, aunque
nunca dé Dios regalos, dará una paz y conformidad con que anden más contentas
que otros con regalos; que muchas veces como habéis leído (22) los da la
divina Majestad a los más flacos; aunque creo de ellos que no los trocarían
por las fortalezas de los que andan con sequedad. Somos amigos de contentos
más que de cruz. Pruébanos, tú, Señor (23), que sabes las verdades, para que
nos conozcamos. NOTAS MORADAS III, c. 1 1 Salmo 111, 1. Servirá de lema y modelo al hombre de las terceras moradas. Cf. n. 4. 2 Camino seguro de salvación: Por escrúpulo teológico, Gracián tachó seguro y escribió derecho. Todo este capítulo fue salpicado de correcciones por Gracián, temeroso de que la Santa afirmase una certidumbre del estado de gracia, o una seguridad de la propia salvación, contraria a la doctrina del Concilio de Trento y semejante a ciertas teorías de alumbrados y quietistas. Afortunadamente, las tachas de Gracián han dejado el original perfectamente legible. Otro egregio censor del autógrafo, el P. F. Ribera, , fue a su vez marginándolo para corregir la plana a Gracián, con acotaciones como éstas: "no se ha de borrar nada de lo de la Santa Madre" (anotación marginal a este pasaje, n. 1); al fin del n. 2, Gracián enmienda la frase; y no tenemos seguro que nos dará Dios la mano para salir de ellos, en esta forma: "y no tenemos seguro el aver de salir de ellos" y tacha además la simpática anotación marginal de la Santa: entiéndase del auxilio particular: pero sobreviene de nuevo Ribera con el palmetazo: no se borre esto. Es curioso notar que la aclaración del "auxilio particular", de sabor netamente bañeciano, reminiscencia de conversaciones del teólogo salmantino con la Santa, fue respetada íntegramente por fray Luis, en la edición príncipe, incluyéndola dentro del texto (p. 39-40). Todavía en el n. 4 Gracián corrige la plana a la Santa tachando Salomón, y escribiendo Absalón; y denuevo Ribera interviene: "ha de decir Salomón, como lo escribió la Madre". Por fin se repite la escaramuza en un delicado pasaje del n. 8: "... lo que nos ha servido [Dios]: de mala gana dije esta palabra, mas ello es así... Gracián enmienda "nos ha servido" en "ha padecido" y tacha el resto. Acto seguido Ribera advierte: "No se borre nada, que está muy bien dicho lo que dice la Santa". - Recuérdese la nota de Ribera en la primera página del autógrafo, y no se olvide que Gracián tuvo especial comisión de la Santa para retocar su autógrafo. 3 Jn 11, 16. "Como dijo Santo Tomás", fue añadido por la autora al margen del autógrafo. 4 La frase entre paréntesis fue añadida por la Santa al
margen del autógrafo. 5 Dejó: dejase o haya dejado. 6 Madre, Señora, Patrona: son títulos en que se apoya la
tradicional piedad mariana del Carmelo. A ellos alude aquí la autora. 7 Se refiere a los últimos años de Salomón, seducido por
las mujeres y la idolatría: 1 Re 11, 1-10; 2 Re 23, 13; Ecli
47, 19-21. Repetirá los mismos conceptos en Fund 4,
6-7. Y el "tipismo" de Salomón reaparecerá en M VII, 4, 3. 8 De nuevo el Salmo 111, 1. 9 Me he divertido: en la acepción clásica de "salirse
uno del propósito de que va hablando" (Cobarruvias).
10 Reanuda el tema del n. 1. 11 Equivale a: "y aun de los pecados veniales se gurdan". - Fray Luis omitió este inciso (p. 42). 12 El mancebo es el joven rico, que se aleja triste" (Mt 19, 16-22). 13 Melancolía (a veces escribe: "melencolía", "melenconía". "humor de melancolía") en el léxico teresiano corresponde a una amplia escala de formas de neurosis depresiva. Cf. c. 7 de las Fundaciones. "De cómo se han de haber con las que tienen melancolía". 14 De nuevo alude al episodio del joven rico del evangelio
(n. 6), y a la pretensión de paso franco hasta las séptimas moradas (n. 5 fin). 15 Vasallas de Dios: en el simbolismo del "castillo".
"Esclavos de Dios" escribirá en M VII, 4, 8. 16 Lo ha dicho pocas líneas antes, n. 6. 17 Mt 19, 22. Este inciso es acotación marginal de la
Santa. 18 También esta vez Gracián
creyó necesario atildar teológicamente esa expresión de la Santa, y corrigió:
"no solamente mira a nuestras obras sino también..." 19 Narrado por Mt 19, 20 Como dice San Pablo: escribió primero; luego añadió
entre líneas: "lo dice San Lucas en el capítulo 17". 21 Alusión evangélica a Lc 12, 48. 22 Como habéis leído: quizá alude a la lectura
comunitaria, sea del Camino de Perfección, (por ejemplo, el c. 17, nn. 2 y 7), sea de otros libros espirituales de la época.
23 Pruébanos tú, Señor: ya antes había aludido a esa palabra
del Salterio (Salmos 25, 2; 138, 23): "pruébame, Señor, y conoce mi
corazón"). Unico pasaje del libro que utiliza
el tuteo en el diálogo con Dios.
CAPÍTULO 2 Prosigue en lo mismo y trata de las sequedades en la
oración y de lo que podría suceder a su parecer, y cómo es menester probarnos
y prueba el Señor a los que están en estas moradas. 1. Yo he conocido algunas almas, y aun creo puedo decir hartas, de las que han llegado a este estado, y estado y vivido muchos años en esta rectitud y concierto, alma y cuerpo, a lo que se puede entender, y después de ellos que ya parece habían de estar señores del mundo, al menos bien desengañados de él, probarlos Su Majestad en cosas no muy grandes, y andar con tanta inquietud y apretamiento de corazón, que a mí me traían tonta y aun temerosa harto. Pues darles consejo no hay remedio, porque, como ha tanto que tratan de virtud, paréceles que pueden enseñar a otros y que les sobra razón en sentir aquellas cosas. 2. En fin, que yo no he hallado remedio ni le hallo para
consolar a semejantes personas, si no es mostrar gran sentimiento de su pena
(y a la verdad se tiene de verlos sujetos a tanta miseria), y no contradecir
su razón; porque todas las conciertan en su pensamiento que por Dios las
sienten, y así no acaban de entender que es imperfección; que es otro engaño
para gente tan aprovechada; que de que lo sientan, no hay que espantar,
aunque a mi parecer, había de pasar presto el sentimiento de cosas
semejantes. Porque muchas veces quiere Dios que sus escogidos sientan su
miseria, y aparta un poco su favor, que no es menester más, que a osadas (1)
que nos conozcamos bien presto. Y luego se entiende esta manera de probarlos,
porque entienden ellos su falta muy claramente, y a las veces les da más pena
ésta de ver que, sin poder más, sienten cosas de la tierra y no muy pesadas,
que lo mismo de que tienen pena. Esto téngolo yo
por gran misericordia de Dios; y aunque es falta, muy gananciosa para la
humildad. 3. En las personas que digo, no es así sino que canonizan como he dicho (2) en sus pensamientos estas cosas, y así querrían que otros las canonizasen. Quiero decir alguna de ellas, porque nos entendamos y nos probemos a nosotras mismas antes que nos pruebe el Señor, que sería muy gran cosa estar apercibidas y habernos entendido primero. 4. Viene a una persona rica, sin hijos ni para quién querer la hacienda, una falta de ella, mas no es de manera que en lo que le queda le puede faltar lo necesario para sí y para su casa, y sobrado. Si éste anduviese con tanto desasosiego e inquietud como si no le quedara un pan que comer, ¿cómo ha de pedirle nuestro Señor que lo deje todo por El? (3) Aquí entra el que lo siente porque lo quiere para los pobres. Yo creo que quiere Dios más que yo me conforme con lo que Su Majestad hace y, aunque lo procure, tenga quieta mi alma, que no esta caridad. Y ya que no lo hace, porque no ha llegádole el Señor a tanto, enhorabuena; mas entienda que le falta esta libertad de espíritu, y con esto se dispondrá para que el Señor se la dé, porque se la pedirá. Tiene una persona bien de comer, y aun sobrado; ofrécesele
poder adquirir más hacienda: tomarlo, si se lo dan, enhorabuena, pase; mas
procurarlo y, después de tenerlo, procurar más y más, tenga cuan buena
intención quisiere (que sí debe tener, porque como he dicho (4) son estas
personas de oración y virtuosas), que no hayan miedo que suban a las moradas
más juntas al Rey. 5. De esta manera es si se les ofrece algo de que los
desprecien o quiten un poco de honra; que, aunque les hace Dios merced de que
lo sufran bien muchas veces (porque es muy amigo de favorecer la virtud en
público porque no padezca la misma virtud en que están tenidos, y aun será
porque le han servido, que es muy bueno este Bien nuestro), allá les queda
una inquietud que no se pueden valer, ni acaba de acabarse tan presto.
¡Válgame Dios! ¿No son éstos los que ha tanto que consideran cómo padeció el
Señor y cuán bueno es padecer y aún lo desean? Querrían a todos tan
concertados como ellos traen sus vidas, y plega a
Dios que no piensen que la pena que tienen es de la culpa ajena y la hagan en
su pensamiento meritoria. 6. Pareceros ha, hermanas, que hablo fuera de propósito y
no con vosotras, porque estas cosas no las hay acá, que ni tenemos hacienda ni
la queremos ni procuramos, ni tampoco nos injuria nadie. Por eso las
comparaciones no es lo que pasa; mas sácase de
ellas otras muchas cosas que pueden pasar, que ni sería bien señalarlas ni
hay para qué. Por éstas entenderéis si estáis bien desnudas de lo que
dejasteis; porque cosillas se ofrecen, aunque no de esta suerte, en que os
podéis muy bien probar y entender si estáis señoras de vuestras pasiones. Y
creedme que no está el negocio en tener hábito de religión o no, sino en
procurar ejercitar las virtudes y rendir nuestra voluntad a la de Dios en
todo, y que el concierto de nuestra vida sea lo que Su Majestad ordenare de
ella, y no queramos nosotras que se haga nuestra voluntad, sino la suya (5).
Ya que no hayamos llegado aquí como he dicho (6) humildad, que es el ungüento
de nuestras heridas; porque, si la hay de veras, aunque tarde algún tiempo,
vendrá el cirujano, que es Dios, a sanarnos. 7. Las penitencias que hacen estas almas son tan
concertadas como su vida; quiérenla mucho para
servir a nuestro Señor con ella, que todo esto no es malo, y así tienen gran
discreción en hacerlas porque no dañen a la salud. No hayáis miedo que se
maten, porque su razón está muy en sí; no está aún el amor para sacar de
razón; mas querría yo que la tuviésemos para no nos contentar con esta manera
de servir a Dios, siempre a un paso paso, que nunca
acabaremos de andar este camino. Y como a nuestro parecer siempre andamos y
nos cansamos (porque creed que es un camino abrumador), harto bien será que
no nos perdamos. Mas ¿paréceos, hijas, si yendo a
una tierra desde otra pudiésemos llegar en ocho días, que sería bueno andarlo
en un año por ventas y nieves y aguas y malos caminos? ¿No valdría más
pasarlo de una vez? Porque todo esto hay y peligros de serpientes. ¡Oh, qué buenas
señas podré yo dar de esto! Y plega a Dios que haya
pasado de aquí, que hartas veces me parece que no. 8. Como vamos con tanto seso, todo nos ofende, porque todo
lo tememos; y así no osamos pasar adelante, como si pudiésemos nosotras
llegar a estas moradas y que otros anduviesen el camino. Pues no es esto
posible, esforcémonos, hermanas mías, por amor del Señor; dejemos nuestra
razón y temores en sus manos; olvidemos esta flaqueza natural, que nos puede
ocupar mucho. El cuidado de estos cuerpos ténganle los prelados; allá se
avengan; nosotras de sólo caminar a prisa para ver este Señor; que, aunque el
regalo que tenéis es poco o ninguno, el cuidado de la salud nos podría
engañar; cuánto más que no se tendrá más por esto, yo lo sé; y también sé que
no está el negocio en lo que toca al cuerpo, que esto es lo menos; que el
caminar que digo es con una grande humildad; que si habéis entendido, aquí
creo está el daño de las que no van adelante; sino que nos parezca que hemos
andado pocos pasos y lo creamos así, y los que andan nuestras hermanas nos
parezcan muy presurosos, y no sólo deseemos sino que procuremos nos tengan
por la más ruin de todas. 9. Y con esto este estado es excelentísimo; y si no, toda
nuestra vida nos estaremos en él y con mil penas y miserias. Porque, como no
hemos dejado a nosotras mismas, es muy trabajoso y pesado; porque vamos muy
cargadas de esta tierra de nuestra miseria, lo que no van los que suben a los
aposentos que faltan. En éstos no deja el Señor de pagar como justo, y aun como
misericordioso, que siempre da mucho más que merecemos, con darnos
"contentos" harto mayores que los podemos (7) tener en los que dan
los regalos y distraimientos de la vida; mas no pienso que da muchos
"gustos" (8) si no es alguna vez, para convidarlos con ver lo que
pasa en las demás moradas, porque se dispongan para entrar en ellas. 10. Pareceros ha que contentos y gustos todo es uno, que
para qué hago esta diferencia en los nombres. A mí paréceme que la hay muy
grande; ya me puedo engañar. Diré lo que en esto entendiere en las moradas
cuartas que vienen tras éstas; (9) porque como se habrá de declarar algo de
los gustos que allí da el Señor, viene mejor, y aunque parece sin provecho,
podrá ser de alguno, para que, entendiendo lo que es cada cosa, podáis
esforzaros a seguir lo mejor; y es mucho consuelo para las almas que Dios
llega allí y confusión para las que les parece que lo tienen todo, y si son
humildes moverse han a hacimiento de gracias; si
hay alguna falta de esto, darles ha un desabrimiento interior y sin
propósito; pues no está la perfección en los gustos, sino en quien ama más, y
el premio lo mismo, y en quien mejor obrare con justicia y verdad. 11. Pareceros ha que de qué sirve tratar de estas mercedes
interiores y dar a entender cómo son, si es esto verdad, como lo es. Yo no lo
sé; pregúntese a quien me lo manda escribir, que yo no soy obligada a
disputar con los superiores, sino a obedecer, ni sería bien hecho. Lo que os
puedo decir con verdad es que, cuando yo no tenía ni aún sabía por experiencia
ni pensaba saberlo en mi vida (y con razón, que harto contento fuera para mí
saber o por conjeturas entender que agradaba a Dios en algo), cuando leía en
los libros de estas mercedes y consuelos que hace el Señor a las almas que le
sirven, me le daba grandísimo y era motivo para que mi alma diese grandes
alabanzas a Dios. Pues si la mía, con ser tan ruin, hacía esto, las que son
buenas y humildes le alabarán mucho más; y por sola una que le alabe una vez,
es muy bien que se diga, a mi parecer, y que entendamos el contento y
deleites que perdemos por nuestra culpa. Cuánto más que si son de Dios,
vienen cargados de amor y fortaleza, con que se puede caminar más sin trabajo
e ir creciendo en las obras y virtudes. No penséis que importa poco que no quede
por nosotros, que cuando no es nuestra la falta, justo es el Señor (10), y Su
Majestad os dará por otros caminos lo que os quita por éste por lo que Su
Majestad sabe, que son muy ocultos sus secretos; (11) al menos será lo que
más nos conviene, sin duda ninguna. 12. Lo que me parece nos haría mucho provecho a las que
por la bondad del Señor están en este estado (que, como he dicho (12), no les
hace poca misericordia, porque están muy cerca de subir a más), es estudiar
mucho en la prontitud de la obediencia; y aunque no sean religiosos, seria
gran cosa como lo hacen muchas personas tener a quien acudir para no hacer en
nada su voluntad, que es lo ordinario en que nos dañamos; y no buscar otro de
su humor (13), como dicen, que vaya con tanto tiento en todo, sino procurar
quien esté con mucho desengaño de las cosas del mundo, que en gran manera
aprovecha tratar con quien ya le conoce para conocernos (14), y porque
algunas cosas que nos parecen imposibles, viéndolas en otros tan posibles y
con la suavidad que las llevan, anima mucho y parece que con su vuelo nos
atrevemos a volar, como hacen los hijos de las aves cuando se enseñan, que
aunque no es de presto dar un gran vuelo, poco a poco imitan a sus padres. En
gran manera aprovecha esto, yo lo sé. Acertarán, por determinadas que estén en no ofender al Señor personas semejantes, no se meter en ocasiones de ofenderle; porque como están cerca de las primeras moradas, con facilidad se podrán tornar a ellas; porque su fortaleza no está fundada en tierra firme, como los que están ya ejercitados en padecer, que conocen las tempestades del mundo, cuán poco hay que temerlas ni que desear sus contentos y sería posible con una persecución grande volverse a ellos, que sabe bien urdirlas el demonio para hacernos mal, y que yendo con buen celo, queriendo quitar pecados ajenos, no pudiese resistir lo que sobre esto se le podría suceder. 13. Miremos nuestras faltas y dejemos las ajenas, que es mucho de personas tan concertadas espantarse de todo; y por ventura de quien nos espantamos, podríamos bien deprender en lo principal; y en la compostura exterior y en su manera de trato le hacemos ventajas; y no es esto lo de más importancia, aunque es bueno, ni hay para qué querer luego que todos vayan por nuestro camino, ni ponerse a enseñar el del espíritu quien por ventura no sabe qué cosa es; que con estos deseos que nos da Dios, hermanas, del bien de las almas podemos hacer muchos yerros; y así es mejor llegarnos a lo que dice nuestra Regla: "en silencio y esperanza procurar vivir siempre" (15), que el Señor tendrá cuidado de sus almas (16). Como no nos descuidemos nosotras en suplicarlo a Su Majestad, haremos harto provecho con su favor. Sea por siempre bendito. NOTAS MORADAS III, c. 2 2 Lo ha dicho en el n. anterior. 3 Sigue la alusión al "joven rico" del evangelio
(M III, 1, 6): Mt 19, 21. 4 En el n. 3; cf. c. 1, n. 5. 5 Referencia implícita a Mt 6, 10, o a Lc 22, 42. 6 Humildad, como he dicho: en el n. 4, y ante en el c. 1,
n. 7. 7 Es decir: "mayores que los que nos dan los
regalos". 8 Contentos y gustos: con acepción propia en el léxico
teresiano. Los definirá enseguida: M IV, 1 (ver el título) y c. 2, 9-12. 9 En las moradas cuartas, el c. primero "trata de la
diferencia que hay de contentos y ternura en la oración, y de gustos"
(título); cf. además M IV, 1, 4. De los "gustos" hablará
especialmente en el c. 2 y parte del 3 (nn. 9-14). 10 Alusión al Salmo 118, 137, texto intensamente vivido
por la Santa: cf. V 19, 9. 11 Cf. Rom 11, 33. 12 En el c. 1, nn. 1. 5. 8. 13 Otro de su humor: de su mismo genio o talante. 14 Tratar con quien le (nos) conoce, para conocernos:
consigna que forma parte del llamado "socratismo teresiano" (cf. M
I, 2, nota 17). Y véase V 7, 20-22: "que no hay quien tan bien se
conozca a sí como (nos) conocen los que nos miran, si es con amor...". 15 Ese texto de la Regla del Carmelo está tomado de Is 30,
15. 16 Eco de las palabras de 1 Pet 5, 7: "que Dios tiene cuidado de vosotros". |