Caminando con Jesus Pedro Sergio Antonio Donoso Brant LAS MORADAS o CASTILLO INTERIOR Santa
Teresa de Jesus MORADAS
SEXTA |
Trata cómo en comenzando el Señor
a hacer mayores mercedes hay más grandes trabajos. Dice algunos, y cómo se han
en ellos los que están ya en esta morada. Es bueno para quien los pasa
interiores. 1 Pues
vengamos, con el favor del Espíritu Santo, a hablar en las sextas moradas,
adonde el alma ya queda herida del amor del Esposo y procura más lugar para
estar sola y quitar todo lo que puede, conforme a su estado, que la puede
estorbar de esta soledad. Está tan
esculpida en el alma aquella vista, que todo su deseo es tornarla a gozar. Ya
he dicho que en esta oración no se ve nada que se pueda decir ver, ni con la
imaginación; digo vista, por la comparación que puse. Ya el alma bien
determinada queda a no tomar otro Esposo; mas el Esposo no mira a los grandes
deseos que tiene de que se haga ya el desposorio, que aún quiere que lo desee
más y que le cueste algo, bien que es el mayor de los bienes. Y aunque todo
es poco para tan grandísima ganancia, yo os digo, hijas, que no deja de ser
menester la muestra y señal que ya se tiene de ella, para poderse llevar. ¡Oh,
válgame Dios, y qué son los trabajos interiores y exteriores que padece hasta
que entra en la séptima morada! 2 Por
cierto que algunas veces lo considero y que temo que si se entendiesen antes,
sería dificultosísimo determinarse la flaqueza natural
para poderlo sufrir, ni determinarse a pasarlo, por bienes que se le
representasen, salvo si no hubiese llegado a la séptima morada, que ya allí
nada no se teme, de arte que no se arroje muy de raíz el alma a pasarlo por
Dios. Y es la causa que está casi siempre tan junta a su Majestad, que de
allí le viene la fortaleza. 3. Creo
será bien contaros algunos de los que yo sé que pasan con certidumbre. Quizá
no serán todas las almas llevadas por este camino, aunque dudo mucho que
vivan libres de trabajos de la tierra, de una manera o de otra, las almas que
a tiempos gozan tan de veras de cosas del cielo. 3 Aunque
no tenía por mí de tratar de esto, he pensado que algún alma que se vea en
ello le será gran consuelo saber que pasa en las que Dios hace semejantes
mercedes, porque verdaderamente parece entonces está todo perdido. No llevaré
por concierto como suceden, sino como se me ofreciere a la memoria. 4. Y
quiero comenzar de los más pequeños, que es una grita de las personas con
quien se trata, y aun con las que no trata, sino que en su vida le pareció se
podían acordar de ella: «que se hace la santa»; «que hace extremos para
engañar el mundo y para hacer a los otros ruines»; «que son mejores
cristianos sin esas ceremonias»; y hase de notar
que no hay ninguna, sino procurar guardar bien su estado. Los que tenía por
amigos se apartan de ella y son los que le dan mejor bocado, y es de los que
mucho se sienten: «que va perdida aquel alma y notablemente engañada»; «que
son cosas del demonio»; «que ha de ser como aquella y la otra persona que se
perdió, y ocasión de que caiga la virtud»; «que trae engañados los
confesores», e ir a ellos y decírselo, poniéndole ejemplos de lo que acaeció
a algunos que se perdieron por aquí; mil maneras de mofas y de dichos de éstos. 4 Yo sé
de una persona que tuvo harto miedo no había de haber quien la confesase,
según andaban los cosas, que por ser muchas no hay para qué me detener Y es
lo peor que no pasan de presto, sino que es toda la vida, y el avisarse unos
a otros que se guarden de tratar personas semejantes. 5. Diréisme que también hay quien diga bien. ¡Oh hijas, y
qué pocos hay que crean ese bien, en comparación de los muchos que abominan!
¡Cuánto más que ése es otro trabajo mayor que los dichos! Porque, como el
alma ve claro que si tiene algún bien es dado de Dios y en ninguna manera no
suyo, porque poco antes se vio muy pobre y metida en grandes pecados, esle un tormento intolerable, al menos a los principios,
que después no tanto, por algunas razones: la primera, porque la experiencia
le hace claro ver que tan presto dicen bien como mal, y así no hace más caso
de lo uno que de lo otro; la segunda, porque le ha dado el Señor mayor luz de
que ninguna cosa es buena suya, sino dada de su Majestad, y como si la viese
en tercera persona, olvidada que tiene allí ninguna parte, se vuelve a alabar
a Dios; la tercera, si ha visto algunas almas aprovechadas de ver las
mercedes que Dios la hace, piensa que tomó su Majestad este medio de que la
tuviesen por buena, no lo siendo, para que a ellas le viniese bien; la
cuarta, porque como tiene más adelante la honra y gloria de Dios que la suya,
quítase una tentación que da a los principios, de
que esas alabanzas han de ser para destruirla, como ha visto algunas, y
dásele poco de ser deshonrada a trueco de que siquiera una vez sea Dios
alabado por su medio; después, venga lo que viniere. 5 Estas
razones y otras aplacan la mucha pena que dan estas alabanzas, aunque casi
siempre se siente alguna, si no es cuando poco ni mucho se advierte; mas sin
comparación es mayor trabajo verse así en público tener por buena sin razón,
que no los dichos. Y cuando ya viene a no le tener mucho de esto, muy mucho
menos la tiene de esotro, antes se huelga y le es como una música muy suave.
Esto es gran verdad, y antes fortalece el alma que la acobarda, porque ya la
experiencia la tiene enseñada la gran ganancia que le viene por este camino,
y parécele que no ofenden a Dios los que la persiguen, antes que lo permite
su Majestad para gran ganancia suya; y como la siente claramente, tómales un
amor particular muy tierno, que le parece aquellos son más amigos, y que le
dan más a ganar que los que dicen bien. 6
También suele dar el Señor enfermedades grandísimas. Este es muy mayor
trabajo, en especial cuando son dolores agudos, que en parte, si ellos son
recios, me parece el mayor que hay en la tierra -digo exterior- aunque entren
cuantos quisieren: si es de los muy recios dolores, digo, porque descompone
lo interior y exterior de manera que aprieta un alma que no sabe qué hacer de
sí; y de muy buena gana tomaría cualquier martirio de presto, que estos
dolores; aunque en grandísimo extremo no duran tanto, que, en fin, no da Dios
más de lo que se puede sufrir, y da su Majestad primero la paciencia; mas de
otros grandes en lo ordinario y enfermedades de muchas maneras. 7 Yo
conozco una persona que desde que comenzó el Señor a hacerla esta merced que
queda dicha, que ha cuarenta años, no puede decir con verdad que ha estado
día sin tener dolores y otras maneras de padecer, de falta de salud corporal,
digo, sin otros grandes trabajos. Verdad es que había sido muy ruin, y para
el infierno que merecía todo se le hace poco. Otras, que no hayan ofendido
tanto a nuestro Señor, las llevará por otro camino; mas yo siempre escogería el
del padecer, siquiera por imitar a nuestro Señor Jesucristo, aunque no
hubiese otra ganancia en especial, que siempre hay muchas. 8.¡Oh!, pues si tratamos de los interiores, estotros
parecerían pequeños, si éstos se acertasen a decir, sino que es imposible
darse a entender de la manera que pasan. 8
Comencemos por el tormento que da topar con un confesor tan cuerdo y poco
experimentado, que no hay cosa que tenga por segura: todo lo teme, en todo
pone duda, como ve cosas no ordinarias; en especial, si en el alma que las
tiene ve alguna imperfección (que les parece han de ser ángeles a quien Dios
hiciere estas mercedes, y es imposible mientras estuvieren en este cuerpo),
luego es todo condenado a demonio o melancolía. Y de ésta está el mundo tan
lleno que no me espanto; que hay tanta ahora en el mundo y hace el demonio
tantos males por este camino, que tienen muy mucha razón de temerlo y mirarlo
muy bien los confesores. Mas la pobre alma que anda con el mismo temor, y va
al confesor como a juez, y ése la condena, no puede dejar de recibir tan gran
tormento y turbación, que sólo entenderá cuán gran trabajo es quien hubiere
pasado por ello. Porque éste es otro de los grandes trabajos que estas almas
padecen, en especial si han sido ruines, pensar que por sus pecados ha Dios
de permitir que sean engañadas; y aunque cuando su Majestad les hace la
merced están seguras y no pueden creer ser otro espíritu sino de Dios, como
es cosa que pasa de presto y el acuerdo de los pecados se está siempre y ve
en sí faltas -que éstas nunca faltan-, luego viene este tormento. Cuando el
confesor la asegura, aplácase, aunque torna; mas
cuando él ayuda con más temor, es cosa casi insufrible; en especial cuando
tras éstos vienen unas sequedades que no parece que jamás se ha acordado de Dios
ni se ha de acordar, y que como una persona de quien oyó decir desde lejos,
es cuando oye hablar de su Majestad. 9 Todo
no es nada, si no es que sobre esto venga el parecer que no sabe informar a
los confesores y que los trae engañados; y aunque más piensa y ve que no hay
primer movimiento que no los diga, no aprovecha; que está el entendimiento
tan oscuro que no es capaz de ver la verdad, sino creer lo que la imaginación
le representa --que entonces ella es la señora--, y los desatinos que el
demonio la quiere representar, a quien debe nuestro Señor de dar licencia
para que la pruebe y aun para que la haga entender que está reprobada de
Dios; porque son muchas las cosas que la combaten, con un apretamiento
interior de manera tan sensible e intolerable, que yo no sé a qué se pueda
comparar, sino a los que padecen en el infierno, porque ningún consuelo se
admite en esta tempestad. Si le quieren tomar con el confesor, parece han
acudido los demonios a él para que la atormente más; y así, tratando uno con un
alma que estaba en este tormento, después de pasado -que parece apretamiento
peligroso por ser de tantas cosas juntas-, le decía le avisase cuando
estuviese así, y siempre era tan peor, que vino él a entender que no era más
en su mano. Pues, si se quiere tomar un libro de romance, persona que le
sabía bien leer, le acaecía no entender más de él que si no supiera letra,
porque no estaba el entendimiento capaz. 10 En
fin, que ningún remedio hay en esta tempestad, sino aguardar a la
misericordia de Dios, que a deshora, con una palabra sola suya o una ocasión
que acaso sucedió, lo quita todo tan de presto, que parece no hubo nublado en
aquel alma, según queda llena de sol y de mucho más consuelo; y como quien se
ha escapado de una batalla peligrosa con haber ganado la victoria, queda
alabando a nuestro Señor, que fue el que peleó para el vencimiento; porque
conoce muy claro que ella no peleó, que todas las armas con que se podía
defender le parece que las ve en manos de su contrario, y así conoce
claramente su miseria y lo poquísimo que podemos de nosotros si nos
desamparase el Señor. 11
Parece que ya no ha menester consideración para entender esto, porque la
experiencia de pasar por ello, habiéndose visto del todo inhabilitada, le
hacía entender nuestra nonada, y cuán miserable cosa somos; porque la gracia
(aunque no debe estar sin ella, pues con toda esta tormenta no ofende a Dios
ni le ofendería por cosa de la tierra), está tan escondida, que ni aun una
centella muy pequeña le parece no ve de que tiene amor de Dios ni que le tuvo
jamás; porque, si ha hecho algún bien o su Majestad le ha hecho alguna
merced, todo le parece cosa soñada y que fue antojo. Los pecados ve cierto que los hizo. 12 ¡Oh
Jesús, y qué es ver un alma desamparada de esta suerte y, como he dicho, cuán
poco le aprovecha ningún consuelo de la tierra! Por eso no penséis, hermanas,
si alguna vez os viereis así, que los ricos y los que están con libertad
tendrán para estos tiempos más remedio. No, no, que me parece a mí es como si
a los condenados les pusiesen cuantos deleites hay en el mundo delante, no
bastarían para darles alivio, antes les acrecentaría el tormento; así acá
viene de arriba y no valen aquí nada cosas de la tierra. Quiere este gran
Dios que conozcamos rey y nuestra miseria, e importa mucho para lo de
adelante. 13 Pues
¿qué hará esta pobre alma cuando muchos días le durare así? Porque si reza,
es como si no rezase, para su consuelo, digo; que no se admite en lo
interior, ni aun se entiende lo que reza ella misma a sí, aunque sea vocal;
que para mental no es este tiempo en ninguna manera, porque no están las
potencias para ello, antes hace mayor daño la soledad, con que es otro
tormento por sí estar con nadie ni que la hablen. Y así, por muy mucho que se
esfuerce, anda con un desabrimiento y mala condición en lo exterior, que se
le echa mucho de ver. ¿Es verdad que sabrá decir lo que ha? Es indecible,
porque son apretamientos y penas espirituales que no se saben poner nombre.
El mejor remedio -no digo para que se quite, que yo no le hallo, sino para
que se pueda sufrir- es entender en obras de caridad y exteriores, y esperar
en la misericordia de Dios que nunca falta a los que en él esperan. Sea por
siempre bendito, amén. 14 Otros
trabajos que dan los demonios, exteriores, no deben ser tan ordinarios, y así
no hay para qué hablar en ellos, ni son tan penosos con gran parte; porque,
por mucho que hagan, no llegan a inhabilitar así las potencias, a mi parecer,
ni a turbar el alma de esta manera; que, en fin, queda razón para pensar; que
no pueden hacer más de lo que el Señor les diere licencia, y cuando ésta no
está perdida, todo es poco en comparación de lo que queda dicho. 15 Otras
penas interiores iremos diciendo en estas moradas, tratando diferencias de
oración y mercedes del Señor; que aunque algunas son aun más recio que lo
dicho en el padecer, como se verá por cuál deja el cuerpo, no merecen nombre
de trabajos, ni es razón que se le pongamos, por ser tan grandes mercedes del
Señor, y que en medio de ellos entiende el alma que lo son y muy fuera de sus
merecimientos. Viene ya esta pena grande para entrar en la séptima morada,
con otros hartos, que algunos diré, porque todos será imposible, ni aun
declarar cómo son, porque vienen de otro linaje que los dichos, muy más alto;
y si en ellos, con ser de más baja casta, no he podido declarar más de lo
dicho, menos podré estotro. El Señor dé para todo su favor por los méritos de
su Hijo, amén. Trata de algunas maneras con que
despierta nuestro Señor al alma, que parece no hay en ellas que temer, aunque
es cosa muy subida, son grandes mercedes. 1 Parece
que hemos dejado mucho la palomica, y no hemos;
porque estos trabajos son los que la hacen tener más alto vuelo. Pues
comencemos ahora a tratar de la manera que se ha con ella el Esposo y cómo
antes que del todo lo sea se lo hace bien desear, por unos medios tan
delicados que el alma misma no los entiende, ni yo creo acertaré a decir para
que lo entienda, si no fueren las que han pasado por ello; porque son unos
impulsos tan delicados y sutiles que proceden de lo muy interior del alma,
que no sé comparación que poner que cuadre. 2 Va
bien diferente de todo lo que acá podemos procurar y aun de los gustos que
quedan dichos, que muchas veces estando la misma persona descuidada y sin
tener la memoria en Dios, su Majestad la despierta a manera de una cometa que
pasa de presto, o un trueno, aunque no se oye ruido; mas entiende muy bien el
alma que fue llamada de Dios, y tan entendido, que algunas veces, en especial
a los principios, la hace estremecer y aun quejar, sin ser cosa que le duele.
Siente ser herida sabrosísimamente, mas no atina cómo ni quién la hirió; mas bien conoce ser cosa preciosa y jamás querría ser sana
de aquella herida. Quéjase con palabras de amor,
aun exteriores, sin poder hacer otra cosa, a su Esposo, porque entiende que
está presente, mas no se quiere manifestar de manera que deje gozarse. Y es
harta pena, aunque sabrosa y dulce; y, aunque quiera no tenerla, no puede;
mas esto no querría jamás. Mucho más le satisface que el embebecimiento
sabroso, que carece de pena, de la oración de quietud. 3
Deshaciéndome estoy, hermanas, por daros a entender esta operación de amor, y
no sé cómo; porque parece cosa contraria dar a entender el Amado claramente
que está con el alma, y parecer que la llama con una seña tan cierta que no
se puede dudar y un silbo tan penetrativo para entenderle el alma que no le
puede dejar de oír; porque no parece sino que, en hablando el Esposo, que
está en la séptima morada, por esta manera -que no es habla formada-, toda la
gente que está en las otras no se osan bullir, ni sentidos, ni imaginaci6n,
ni potencias. ¡Oh mi poderoso Dios, qué grandes son vuestros secretos, y qué
diferentes las cosas del espíritu a cuanto por acá se puede ver ni entender,
pues con ninguna cosa se puede declarar ésta, tan pequeña para las muy
grandes que obráis con las almas! 4 Hace
en ella tan gran operación, que se está deshaciendo de deseo y no sabe qué
pedir, porque claramente le parece que está con ella su Dios. Diréisme: pues, si esto entiende, ¿qué desea o qué le da
pena?, ¿qué mayor bien quiere? No lo sé; sé que parece le llega a las
entrañas esta pena y que, cuando de ellas saca la saeta el que la hiere,
verdaderamente parece que se las lleva tras sí, según el sentimiento de amor
siente. 4.
Estaba pensando ahora si sería que en este fuego del brasero encendido que es
mi Dios, saltaba alguna centella y daba en el alma de manera que se dejaba
sentir aquel encendido fuego, y como no era aún bastante para quemarla y él
es tan deleitoso, queda con aquella pena y, al tocar, hace aquella operación;
y paréceme es la mejor comparación que he acertado a decir. Porque este dolor
sabroso -y no es dolor- no está en un ser; aunque a veces dura gran rato,
otras de presto se acaba, como quiere comunicarle el Señor, que no es cosa
que se puede procurar por ninguna vía humana. Mas con que está algunas veces
rato, quítase y torna; en fin, nunca está estante,
y por eso no acaba de abrasar el alma, sino ya que se va a encender, muérese la centella y queda con deseo de tornar a padecer
aquel dolor amoroso que le causa. 5 Aquí
no hay que pensar si es cosa movida del mismo natural, ni causada de
melancolía, ni tampoco engaño del demonio, ni si es antojo; porque es cosa
que se deja muy bien entender ser este movimiento de adonde está el Señor,
que es inmutable; y las operaciones no son como de otras devociones que el
mucho embebecimiento del gusto nos puede hacer dudar. Aquí están todos los
sentidos y potencias sin ningún embebecimiento, mirando qué podrá ser, sin
estorbar nada, ni poder acrecentar aquella pena deleitosa, ni quitarla, a mi
parecer. A quien
nuestro Señor hiciere esta merced -que, si se la ha hecho, en leyendo esto,
lo entenderá-, déle muy muchas gracias, que no tiene que temer si es engaño;
tema mucho si ha de ser ingrato a tan gran merced, y procure esforzarse a
servir y a mejorar en todo su vida, y verá en lo que para, y cómo recibe más
y más; aunque a una persona que esto tuvo pasó algunos años con ello y con
aquella merced estaba bien satisfecha, que si multitud de años sirviera al
Señor con grandes trabajos, quedaba con ella muy bien pagada. Sea bendito por
siempre jamás, amén. 6 Podrá
ser que reparéis en cómo más en esto que en otras cosas hay seguridad. A mi
parecer por estas razones: la primera, porque jamás el demonio debe dar pena
sabrosa como ésta; podrá él dar el sabor y deleite que parezca espiritual,
mas juntar pena, y tanta, con quietud y gusto del alma, no es de su facultad;
que todos sus poderes están por las afueras, y sus penas, cuando él las da,
no son, a mi parecer, jamás sabrosas ni con paz, sino inquietas y con guerra.
La segunda, porque esta tempestad sabrosa viene de otra región de las que él
puede señorear. La tercera, por los grandes provechos que quedan en el alma,
que es lo más ordinario determinarse a padecer por Dios, y desear tener
muchos trabajos, y quedar muy más determinada a apartarse de los contentos y
conversaciones de la tierra, y otras cosas semejantes. 7 El no
ser antojo, está muy claro; porque, aunque otras veces lo procure, no podrá
contrahacer aquello; y es cosa tan notoria, que en ninguna manera se puede
antojar, digo parecer que es, no siendo, ni dudar de que es; y si alguna
quedare, sepan que no son éstos verdaderos ímpetus; digo, si dudare en si le tuvo
o si no; porque así se da a sentir como a los oídos una gran voz. 8. Pues
ser melancolía no lleva camino ninguno, porque la melancolía no hace y
fabrica sus antojos sino en la imaginación; estotro procede de lo interior
del alma. Ya puede ser que yo me engañe, mas hasta oír otras razones a quien
lo entienda, siempre estaré en esta opinión; y así sé de una persona harto
llena de temor de estos engaños, que de esta oración jamás le pudo tener . 8
También suele nuestro Señor tener otras maneras de despertar el alma: que a
deshora, estando rezando vocalmente y con descuido de cosa interior, parece
viene una inflamación deleitosa, como si de presto viniese un olor tan grande
que se comunicase por todos los sentidos (no digo que es olor, sino pongo
esta comparación) o cosa de esta manera, sólo para dar a sentir que está allí
el Esposo; mueve un deseo sabroso de gozar el alma de él, y con esto queda
dispuesta para hacer grandes actos y alabanzas a nuestro Señor. Su
nacimiento, de esta merced, es de donde lo que queda dicho; mas aquí no hay
cosa que dé pena, ni los deseos mismos de gozar a Dios son penosos; esto es
más ordinario sentirlo el alma. Tampoco me parece que hay aquí que temer por
algunas razones de las dichas, sino procurar admitir esta merced con hacimiento de gracias. Trata de la misma materia y dice
de la manera que habla Dios al alma cuando es servido, y avisa cómo se han de
haber en esto y no seguirse por su parecer. Pone algunas señales para que se
conozca cuándo no es engaño y cuándo lo es. Es de harto provecho. 1 Otra
manera tiene Dios de despertar al alma, y aunque en alguna manera parece
mayor merced que las dichas, podrá ser más peligrosa y por eso me detendré
algo en ella, que son unas hablas con el alma de muchas maneras: unas parece
vienen de fuera, otras de lo muy interior del alma, otras de lo superior de
ella, otras tan en lo exterior que se oyen con los oídos, porque parece es
voz formada. 2.
Algunas veces, y muchas, puede ser antojo, en especial en personas de flaca
imaginación o melancólicas, digo de melancolía notable. 2 De
estas dos maneras de personas no hay que hacer caso, a mi parecer, aunque
digan que ven y oyen y entienden, ni inquietarlas con decir que es demonio;
sino oírlas como a personas enfermas, diciendo la priora o confesor, a quien
lo dijere, que no haga caso de ello, que no es la sustancia para servir a
Dios y que a muchos ha engañado el demonio por allí, aunque no será quizá así
a ella, por no la afligir más que trae con su humor; porque, si le dicen que
es melancolía, nunca acabará, que jurará que lo ve y lo oye porque le parece
así. 3 Verdad
es que es menester traer cuenta con quitarle la oración, y lo más que se
pudiere que no haga caso de ello; porque suele el demonio aprovecharse de
estas almas así enfermas, aunque no sea para su daño, para el de otros; y a
enfermas y sanas, siempre de estas cosas hay que temer hasta ir entendiendo
el espíritu. Y digo que siempre es lo mejor a los principios deshacérsele;
porque si es de Dios, es más ayuda para ir adelante, y antes crece cuando es
probado. Esto es así, mas no sea apretando mucho el alma e inquietándola,
porque verdaderamente ella no puede más. 4 Pues
tornando a lo que decía de las hablascon el ánima,
de todas las maneras que he dicho, pueden ser de Dios y también del demonio y
de la propia imaginación. Diré, si acertare, con el favor del Señor, las
señales que hay en estas diferencias y cuándo serán estas hablas peligrosas;
porque hay muchas almas que las entienden entre gente de oración, y querría,
hermanas, que no penséis hacéis mal en no las dar crédito, ni tampoco en
dársele cuando son solamente para vosotras mismas, de regalo o aviso de
faltas vuestras, dígalas quien las dijere, o sea antojo, que poco va en ello.
De una cosa os aviso, que no penséis, aunque sean de Dios, seréis por eso
mejores, que harto habló a los fariseos, y todo el bien esta cómo se
aprovechan de estas palabras, y ninguna que no vaya muy conforme a la
Escritura hagáis más caso de ellas que si las oyeseis al mismo demonio;
porque, aunque sean de vuestra flaca imaginación, es menester tomarse como
una tentación de cosas de la fe y así resistir siempre para que se vayan
quitando; y sí quitarán, porque llevan poca fuerza consigo. 5 Pues
tornando a lo primero, que venga de lo interior, que de lo superior, que de
lo exterior, no importa para dejar de ser de Dios. Las más ciertas señales
que se pueden tener, a mi parecer, son éstas: la primera y más verdadera es
el poderío y señorío que traen consigo, que es hablando y obrando. Declárome más: está un alma en toda la tribulación y
alboroto interior que queda dicho y oscuridad del entendimiento y sequedad;
con una palabra de éstas que diga solamente: no tengas pena, queda sosegada y
sin ninguna, y con gran luz, quitada toda aquella pena con que le parecía que
todo el mundo y letrados que se juntaran a darle razones para que no la
tuviese, no la pudieran con cuanto trabajaran quitar de aquella aflicción.
Está afligida por haberle dicho su confesor y otros que es espíritu del
demonio el que tiene, y toda llena de temor: y con una palabra que se le diga
sólo: Yo soy, no hayas miedo, se le quita del todo, y queda consoladísima, y
pareciéndole que ninguno bastará a hacerla creer otra cosa. Está con mucha
pena de algunos negocios graves que no sabe cómo han de suceder: entiende que
se sosiegue, que todo sucederá bien; queda con certidumbre y sin pena. Y de
esta manera otras muchas cosas. 6 La
segunda razón, una gran quietud que queda en el alma, y recogimiento devoto y
pacífico, y dispuesta para alabanzas de Dios. ¡Oh Señor!, si una palabra
enviada a decir con un paje vuestro (que, a lo que dicen, al menos éstas en
esta morada no las dice el mismo Señor, sino algún ángel), tienen tanta
fuerza, ¿qué tal la dejaréis en el alma que está atada por amor con Vos y Vos
con ella? 7 La
tercera señal es no pasarse estas palabras de la memoria en muy mucho tiempo
y algunas jamás, como se pasan las que por acá entendemos, digo que oímos de
los hombres; que, aunque sean muy graves y letrados, no las tenemos tan
esculpidas en la memoria, ni tampoco, si son en cosas por venir, las creemos
como a éstas; que queda una certidumbre grandísima, de manera que, aunque
algunas veces en cosas muy imposibles al parecer no deja de venirle duda si
será o no será y anda con algunas vacilaciones el entendimiento, en la misma
alma está una seguridad que no se puede rendir, aunque le parezca que vaya
todo al contrario de lo que entendió, y pasan años, no se le quita aquel
pensar que Dios buscará otros medios que los hombres no entienden, mas que,
en fin, se ha de hacer; y así es, que se hace. Aunque, como digo, no se deja
de padecer cuando ve muchos desvíos, porque como ha tiempo que lo entendió y
las operaciones y certidumbre que al presente quedan de ser Dios es ya
pasado, han lugar estas dudas, pensando si fue demonio, si fue de la
imaginación. Ninguna de éstas le queda al presente, sino que moriría por
aquella verdad. Mas, como digo, con todas estas imaginaciones, que debe poner
el demonio para dar pena y acobardar el alma, en especial si es en negocio
que en el hacerse lo que se entendió ha de haber muchos bienes de almas, y es
obras para gran honra y servicio de Dios, y en ellas hay gran dificultad,
¿qué no hará? Al menos enflaquece la fe, que es harto daño no creer que Dios es poderoso para hacer obras que no entienden nuestros
entendimientos. 8 Con
todos estos combates, aunque haya quien diga a la misma persona que son
disparates -digo los confesores con quien se tratan estas cosas-, y con
cuantos malos sucesos hubiere para dar a entender que no se pueden cumplir,
queda una centella, no sé dónde, tan viva de que será, aunque todas las demás
esperanzas estén muertas, que no podría, aunque quisiese, dejar de estar viva
aquella centella de seguridad. Y, en fin, como he dicho, se cumple la palabra
del Señor, y queda el alma tan contenta y alegre que no querría sino alabar
siempre a su Majestad, y mucho más por ver cumplido lo que se le había dicho,
que por la misma obra, aunque le vaya muy mucho en ella. 9 No sé
en qué va esto que tiene en tanto el alma que salgan estas palabras
verdaderas, que si a la misma persona la tomasen en algunas mentiras, no creo
sentiría tanto; como si ella en esto pudiese más, que no dice sino lo que la
dicen. Infinitas veces se acordaba cierta persona de Jonás profeta, sobre
esto, cuando temía no había de perderse Nínive. En
fin, como es espíritu de Dios, es razón se le tenga esta fidelidad en desear
no le tengan por falso, pues es la suma verdad. Y así es grande la alegría,
cuando después de mil rodeos y en cosas dificultosísimas
lo ve cumplido; aunque a la misma persona se le hayan de seguir grandes
trabajos de ello, los quiere más pasar que no que deje de cumplirse lo que
tiene por cierto le dijo el Señor. Quizá no todas personas tendrán esta
flaqueza, si lo es, que no lo puedo condenar por malo. 10 Si
son de la imaginación, ninguna de estas señales hay, ni certidumbre, ni paz y
gusto interior; salvo que podría acaecer, y aun yo sé de algunas personas a
quien ha acaecido, estando muy embebidas en oración de quietud y sueño
espiritual, que algunas son tan flacas de complexión o imaginación, o no sé
la causa, que verdaderamente en este gran recogimiento están tan fuera de sí,
que no se sienten en lo exterior, y están tan adormecidos todos los sentidos,
que como una persona que duerme, y aún quizá es así que están adormecidas,
como manera de sueño les parece que las hablan y aunque ven cosas, y piensan
que es de Dios, y deja los efectos en fin como de sueño. Y también podría
ser, pidiendo una cosa a nuestro Señor afectuosamente, parecerles que le
dicen lo que quieren, y esto acaece algunas veces. Mas
a quien tuviere mucha experiencia de las hablas de Dios, no se podrá engañar
en esto, a mi parecer, de la imaginación. 11 Del
demonio hay más que temer; mas, si hay las señales que quedan dichas, mucho
se puede asegurar ser de Dios, aunque no de manera que si es cosa grave lo
que se le dice y que se ha de poner por obra de sí o de negocios de terceras
personas, jamás haga nada, ni le pase por pensamiento, sin parecer de confesor
letrado y avisado y siervo de Dios, aunque más y más entienda y le parezca
claro ser de Dios; porque esto quiere su Majestad, y no es dejar de hacer lo
que él manda, pues nos tiene dicho tengamos al confesor en su lugar, adonde
no se puede dudar ser palabras suyas; y éstas ayuden a dar ánimo, si es
negocio dificultoso, y nuestro Señor le pondrá al confesor y le hará crea es
espíritu suyo, cuando él lo quisiere; y si no, no están más obligados. Y
hacer otra cosa sino lo dicho y seguirse nadie por su parecer en esto, téngolo por cosa muy peligrosa y así, hermanas, os
amonesto de parte de nuestro Señor que jamás os acaezca. 12 Otra
manera hay como habla el Señor al alma, que yo tengo para mí ser muy cierto
de su parte, con alguna visión intelectual, que adelante diré cómo es. Es tan
en lo íntimo del alma, y parécele tan claro oír aquellas palabras con los
oídos del alma al mismo Señor y tan en secreto, que la misma manera del
entenderlas, con las operaciones que hace la misma visión, asegura y da
certidumbre no poder el demonio tener parte allí. Deja grandes efectos para
creer esto; al menos hay seguridad de que no procede de la imaginación; y
también, si hay advertencia, la puede siempre tener de esto, por estas
razones: la primera, porque debe ser diferente en la claridad del habla, que
lo es tan clara, que una sílaba que falte de lo que entendió, se acuerda, y
si se dijo por un estilo o por otro, aunque sea todo una sentencia; y en lo
que se antoja por la imaginación, será no habla tan clara ni palabras tan
distintas, sino como cosa medio soñada. 13 La
segunda, porque acá no se pensaba muchas veces en lo que se entendió -digo
que es a deshora y aun algunas estando en conversación-, aunque hartas se
responde a lo que pasa de presto por el pensamiento o a lo que antes se ha
pensado; mas muchas es en cosas que jamás tuvo acuerdo de que habían de ser
ni serían, y así no las podía haber fabricado la imaginación para que el alma
se engañase en antojársele lo que no había deseado ni querido ni venido a su
noticia. 14 La
tercera, porque lo uno es como quien oye, y lo de la imaginación es como
quien va componiendo lo que él mismo quiere que le digan, poco a poco. 15 La
cuarta, porque las palabras son muy diferentes, y con una se comprende mucho,
lo que nuestro entendimiento no podría componer tan de presto. 16 La
quinta, porque junto con las palabras muchas veces, por un modo que yo no
sabré decir, se da a entender mucho más de lo que ellas suenan sin palabras.
En este modo de entender hablaré en otra parte más, que es cosa muy delicada
y para alabar a nuestro Señor; porque en esta manera y diferencias ha habido
personas muy dudosas (en especial alguna por quien ha pasado y así habrá
otras) que no acababan de entenderse; y así sé que lo ha mirado con mucha
advertencia, porque han sido muy muchas veces las que el Señor le hace esta
merced, y la mayor duda que tenía era en esto, si se le antojaba, a los
principios; que el ser demonio más presto se puede entender, aunque son
tantas sus sutilezas que sabe bien contrahacer el espíritu de luz; mas será,
a mi parecer, en las palabras decirlas muy claras, que tampoco quede duda si
se entendieron como en el espíritu de verdad; mas no podrá contrahacer los
efectos que quedan dichos ni dejar esa paz en el alma, ni luz, antes inquietud
y alboroto. Mas puede hacer poco daño o ninguno si el alma es humilde y hace
lo que he dicho de no se mover a hacer nada por cosa que entienda. 17 Si
son favores y regalos del Señor, mire con atención si por ello se tiene por
mejor; y si mientras mayor palabra de regalo no quedare más confundida, crea
que no es espíritu de Dios; porque es cosa muy cierta que, cuando lo es,
mientras mayor merced le hace, muy más en menos se tiene la misma alma y más
acuerdo trae de sus pecados y más olvidada de su ganancia y más empleada su
voluntad y memoria en querer sólo la honra de Dios, ni acordarse de su propio
provecho, y con más temor anda de torcer en ninguna cosa su voluntad, y con
mayor certidumbre de que nunca mereció aquellas mercedes, sino el infierno.
Como hagan estos efectos todas las cosas y mercedes que tuviere en la
oración, no ande el alma espantada, sino confiada en la misericordia del
Señor, que es fiel y no dejará al demonio que la engañe, aunque siempre es
bien se ande con temor 18 Podrá
ser que a las que no lleva el Señor por este camino les parezca que podrían
estas almas no escuchar estas palabras que les dicen y, si son interiores,
distraerse de manera que no se admitan, y con esto andarán sin estos
peligros. A esto respondo
que es imposible; no hablo de los que se les antoja, que con no estar tanto
apeteciendo alguna cosa ni queriendo hacer caso de las imaginaciones, tienen
remedio. Acá ninguno, porque de tal manera el mismo espíritu que habla hace
parar todos los otros pensamientos y advertir a lo que se dice, que en alguna
manera me parece, y creo es así, que sería más posible no entender a una
persona que hablase muy a voces a otra que oyese muy bien, porque podría no
advertir y poner el pensamiento y entendimiento en otra cosa; mas en lo que
tratamos no se puede hacer: no hay oídos que se tapar, ni poder para pensar
sino en lo que se le dice, en ninguna manera; porque el que pudo hacer parar
el sol -por petición de Josué creo era- puede hacer parar las potencias y todo
el interior de manera que ve bien el alma que otro mayor Señor gobierna aquel
castillo que ella, y hácela harta devoción y
humildad. Así que en excusarlo no hay remedio ninguno. Dénosle la divina
Majestad, para que sólo pongamos los ojos en contentarle y nos olvidemos de
nosotros mismos, como he dicho, amén. Plega a él
que haya acertado a dar a entender lo que en esto he pretendido y que sea de
algún aviso para quien lo tuviere. Capítulo 4 Trata de cuando suspende Dios el
alma en la oración con arrobamiento o éxtasis o rapto, que todo es uno a mi parecer, y cómo es menester gran ánimo para recibir tan
grandes mercedes de su Majestad. 1 Con
estas cosas dichas de trabajos y las demás, ¿qué sosiego puede traer la pobre
mariposica? Todo es para más desear gozar al
Esposo. Y su Majestad, como quien conoce nuestra flaqueza, vala habilitando con estas cosas y otras muchas para que
tenga ánimo de juntarse con tan gran Señor y tomarle por Esposo. 2 Reíros
heis de que digo esto y pareceros ha desatino,
porque cualquiera de vosotras os parecerá que no es menester, y que no habrá
ninguna mujer tan baja que no le tenga para desposarse con el rey. Así lo
creo yo con el de la tierra, mas con el del cielo yo os digo que es menester
más de lo que pensáis; porque nuestro natural es muy tímido y bajo para tan
gran cosa, y tengo por cierto que, si no le diese Dios, con cuanto veis que
nos está bien, sería imposible. Y así veréis lo que hace su Majestad para
concluir este desposorio, que entiendo yo debe ser cuando da arrobamientos,
que la saca de sus sentidos; porque si estando en ellos se viese tan cerca de
esta gran Majestad, no era posible por ventura quedar con vida. Entiéndese arrobamientos que lo sean, y no flaquezas de
mujeres como por acá tenemos, que todo nos parece arrobamiento y éxtasis y,
como creo dejo dicho, hay complexiones tan flacas que con una oración de
quietud se mueren. Quiero
poner aquí algunas maneras que yo he entendido, como he tratado con tantas
personas espirituales, que hay de arrobamientos, aunque no sé si acertaré,
como en otra parte que lo escribí esto y algunas cosas de las que van aquí,
que por algunas razones ha parecido no va nada tornarlo a decir, aunque no
sea sino porque vayan las moradas por junto aquí. 3 Una
manera hay que, estando el alma, aunque no sea en oración, tocada con alguna
palabra que se acordó u oye de Dios, parece que su Majestad desde lo interior
del alma hace crecer la centella que dijimos ya, movido de piedad de haberla
visto padecer tanto tiempo por su deseo, que abrasada toda ella como un ave
fénix, queda renovada y piadosamente se puede creer perdonadas sus culpas; y
así limpia, la junta consigo, sin entender aun aquí nadie sino ellos dos, ni
aun la misma alma entiende de manera que lo pueda después decir, aunque no
está sin sentido interior; porque no es como a quien toma un desmayo o
paroxismo, que ninguna cosa interior ni exterior entiende. 4 Lo que
yo entiendo en este caso es que el alma nunca estuvo tan despierta para las
cosas de Dios ni con tan gran luz y conocimiento de su Majestad. 4.
Parecerá imposible, porque si las potencias están tan absortas, que podemos
decir que están muertas, y los sentidos lo mismo, ¿cómo se puede entender que
entiende ese secreto?. Yo no lo sé, ni quizá ninguna
criatura, sino el mismo Criador, y otras muchas cosas que pasan en este
estado, digo en estas dos moradas; que ésta y la postrera se pudieran juntar
bien, porque de la una a la otra no hay puerta cerrada. Porque hay cosas en
la postrera que no se han manifestado a los que aún no han llegado a ella, me
pareció dividirlas. 5 Cuando
estando el alma en esta suspensión, el Señor tiene por bien de mostrarle
algunos secretos, como de cosas del cielo y visiones imaginarias, esto sábelo
después decir, y de tal manera queda imprimido en
la memoria, que nunca jamás se olvida; mas cuando son visiones intelectuales,
tampoco las sabe decir; porque debe haber algunas en estos tiempos tan
subidas que no las convienen entender los que viven en la tierra para
poderlas decir; aunque estando sana en sus sentidos, por acá se pueden decir
muchas de estas visiones intelectuales. Podrá ser que no entendáis algunas
qué cosa es visión, en especial las intelectuales. Yo lo diré a su tiempo,
porque me lo ha mandado quien puede; y aunque parezca cosa impertinente, quizá
para algunas almas será de provecho. 6 Pues diréisme: si después no ha de haber acuerdo de esas
mercedes tan subidas que ahí hace el Señor al alma, ¿qué provecho le traen?
¡Oh hijas!, que es tan grande, que no se puede encarecer; porque, aunque no
las saben decir, en lo muy interior del alma quedan bien escritas y jamás se
olvidan. Pues si
no tienen imagen ni las entienden las potencias, ¿cómo se pueden acordar?
Tampoco entiendo eso; mas entiendo que quedan unas verdades en esta alma tan
fijas de la grandeza de Dios, que cuando no tuviera fe que le dice quién es y
que está obligada a creerle por Dios, le adorara desde aquel punto por tal,
como hizo Jacob cuando vio la escala, que con ella debía de entender otros
secretos, que no los supo decir; que por sólo ver una escala que bajaban y
subían ángeles, si no hubiera más luz interior, no entendiera tan grandes
misterios. 7 No sé
si atino en lo que digo, porque aunque lo he oído, no sé si se me acuerda
bien. Ni tampoco Moisés supo decir todo lo que vio en la zarza, sino lo que
quiso Dios que dijese; mas si no mostrara Dios a su alma secretos con
certidumbre para que viese y creyese que era Dios, no se pusiera en tantos y
tan grandes trabajos; mas debía entender tan grandes cosas dentro de los
espinos de aquella zarza, que le dieron ánimo para hacer lo que hizo por el
pueblo de Israel. Así que, hermanas, las cosas ocultas de Dios no hemos de
buscar razones para entenderlas, sino que, como creemos que es poderoso, está
claro que hemos de creer que un gusano de tan limitado poder como nosotros
que no ha de entender sus grandezas. Alabémosle mucho, porque es servido que
entendamos algunas. 8
Deseando estoy acertar a poner una comparación para si pudiese dar a entender
algo de esto que voy diciendo, y creo no la hay que cuadre, mas digamos ésta:
entráis en un aposento de un rey o gran señor, o creo camarín los llaman,
adonde tienen infinitos géneros de vidrios y barros y muchas cosas, puestas
por tal orden, que casi todas se ven en entrando. Una vez me llevaron a una
pieza de estas en casa de la duquesa de Alba -adonde viniendo de camino me
mandó la obediencia estar, por haberlos importunado esta señora-, que me
quedé espantada en entrando, y consideraba de qué podía aprovechar aquella baraúnda de cosas, y veía que se podía alabar al Señor de
ver tantas diferencias de cosas; y ahora me cae en gracia cómo me ha
aprovechado para aquí; y aunque estuve allí un rato, era tanto lo que había
que ver, que luego se me olvidó todo, de manera que de ninguna de aquellas
piezas me quedó más memoria que si nunca las hubiera visto, ni sabría decir
de qué hechura eran. Así acá, estando el alma tan hecha una cosa con Dios,
metida en este aposento de cielo empíreo que debemos tener en lo interior de
nuestras almas -porque claro está, que pues Dios está en ellas, que tiene
alguna de estas moradas-, y aunque cuando está así el alma en éxtasis, no
debe siempre el Señor querer que vea estos secretos -porque está tan embebida
en gozarle, que le basta tan gran bien-, algunas veces gusta que se desembeba y de presto vea lo que está en aquel aposento;
y así queda, después que torna en sí, con aquel representársele las grandezas
que vio; mas no puede decir ninguna, ni llega su natural a más de lo que
sobrenatural ha querido Dios que vea. 9 Luego ya
confieso que fue ver y que es visión imaginaria. No quiero decir tal, que no
es esto de que trato sino visión intelectual; que, como no tengo letras, mi
torpeza no sabe decir nada; que, lo que he dicho hasta aquí en esta oración,
entiendo claro que, si va bien, que no soy yo la que lo he dicho. Yo tengo
para mí que, si algunas veces no entiende de estos secretos en los
arrobamientos el alma a quien los ha dado Dios, que no son arrobamientos,
sino alguna flaqueza natural, que puede ser a personas de flaca complexión,
como somos las mujeres, con alguna fuerza de espíritu sobrepujar al natural y
quedarse así embebidas, como creo dije en la oración de quietud. Aquéllos no
tienen que ver con arrobamientos, porque el que lo es, creed que roba Dios
toda el alma para sí, y que como a cosa suya propia y ya esposa suya, la va
mostrando alguna partecita del reino que ha ganado, por serlo; que por poca
que sea, es todo mucho lo que hay en este gran Dios, y no quiere estorbo de
nadie, ni de potencias, ni sentidos, sino de presto manda cerrar las puertas
de estas moradas todas, y sólo en la que él está queda abierta para
entrarnos. Bendita sea tanta misericordia, y con razón serán malditos los que
no quisieren aprovecharse de ella y perdieren a este Señor. 10 ¡Oh
hermanas mías, que no es nada lo que dejamos, ni es nada cuanto hacemos, ni
cuanto pudiéremos hacer por un Dios que así se quiere comunicar a un gusano! 10. Y si
tenemos esperanza de aun en esta vida gozar de este bien, ¿que hacemos?, ¿en
qué nos detenemos?, ¿qué es bastante para que un momento dejemos de buscar a
este Señor, como lo hacía la esposa por barrios y plazas? ¡Oh, que es
burlería todo lo del mundo, si no nos llega y ayuda a esto, aunque duraran
para siempre sus deleites y riquezas y gozos, cuantos se pudieren imaginar,
que es todo asco y basura comparado a estos tesoros
que se han de gozar sin fin! Ni aun éstos no son nada en comparación de tener
por nuestro al Señor de todos los tesoros y del cielo y de la tierra. 11 ¡Oh
ceguedad humana! ¿Hasta cuándo, hasta cuándo se quitará esta tierra de
nuestros ojos? Que aunque entre nosotras no parece es tanta que nos ciegue
del todo, veo unas motillas, unas chinillas, que, si las dejamos crecer,
bastarán a hacernos gran daño; sino que, por amor de Dios, hermanas, nos
aprovechemos de estas faltas para conocer nuestra miseria y ellas nos den
mayor vista, como la dio el lodo del ciego que sanó nuestro Esposo; y así,
viéndonos tan imperfectas, crezca más el suplicarle saque bien de nuestras
miserias, para en todo contentar a su Majestad. 12 Mucho
me he divertido sin entenderlo. Perdonadme, hermanas; y creed que, llegada a
estas grandezas de Dios, digo a hablar en ellas, no puede dejar de lastimarme
mucho ver lo que perdemos por nuestra culpa. Porque, aunque es verdad que son
cosas que las da el Señor a quien quiere, si quisiésemos a su Majestad como
él nos quiere, a todas las daría. No está deseando otra cosa, sino tener a
quien dar, que no por eso se disminuyen sus riquezas. 13 Pues,
tornando a lo que decía, manda el Esposo cerrar las puertas de las moradas y
aun las del castillo y cerca; que en queriendo arrebatar esta alma, se le
quita el huelgo de manera que, aunque dure un poquito más algunas veces los
otros sentidos, en ninguna manera puede hablar; aunque otras veces todo se
quita de presto y se enfrían las manos y el cuerpo de manera que no parece
tiene alma, ni se entiende algunas veces si echa el huelgo. Esto dura poco
espacio, digo para estar en un ser, porque quitándose esta gran suspensión un
poco, parece que el cuerpo torna algo en sí y alienta para tornarse a morir,
y dar mayor vida al alma, y con todo no dura mucho este tan gran éxtasis. 14 Mas
acaece, aunque se quita, quedarse la voluntad tan embebida y el entendimiento
tan enajenado, y durar así día, y aun días, que parece no es capaz para
entender en cosa que no sea para despertar la voluntad a amar, y ella se está
harto despierta para esto y dormida para arrostrar a asirse a ninguna
criatura. 15 ¡Oh!,
cuando el alma torna ya del todo en sí, ¡qué es la confusión que le queda y
los deseos tan grandísimos de emplearse en Dios de todas cuantas maneras se
quisiere servir de ella! Si de las oraciones pasadas quedan tales efectos
como quedan dichos, ¿qué será de una merced tan grande como ésta? Querría
tener mil vidas para emplearlas todas en Dios, y que todas cuantas cosas hay
en la tierra fuesen lenguas para alabarle por ella. Los deseos de hacer
penitencia, grandísimos; y no hace mucho en hacerla porque, con la fuerza del
amor, siente poco cuanto hace y ve claro que no hacían mucho los mártires en
los tormentos que padecían, porque con esta ayuda de parte de nuestro Señor,
es fácil, y así se quejan estas almas a su Majestad cuando no se les ofrece
en qué padecer. 16
Cuando esta merced les hace en secreto, tiénenla
por muy grande; porque cuando es delante de algunas personas, es tan grande
el corrimiento y afrenta que les queda, que en alguna manera desembebe el alma de lo que gozó, con la pena y cuidado
que le da pensar qué pensarán los que lo han visto. Porque conocen la malicia
del mundo, y entienden que no lo echarán por ventura a lo que es, sino que,
por lo que habían de alabar al Señor, por ventura les será ocasión para echar
juicios. 17. En
alguna manera me parece esta pena y corrimiento falta de humildad, mas ello
no es más en su mano; porque si esta persona desea ser vituperada, ¿qué se le
da?. Como entendió una que estaba en esta aflicción
de parte de nuestro Señor: no tengas pena, que o ellos han de alabarme a mí,
o murmurar de ti; y en cualquiera cosa de éstas ganas tú. Supe después que
esta persona se había mucho animado con estas palabras y consolado; y porque
si alguna se viere en esta aflicción, os las pongo aquí. Parece que quiere
nuestro Señor que todos entiendan que aquel alma es ya suya; que no ha de
tocar nadie en ella; en el cuerpo, en la honra, en la hacienda, enhorabuena,
que de todo se sacará honra para su Majestad; mas en el alma, eso no; que si
ella, con muy culpable atrevimiento, no se aparta de su Esposo, él la
amparará de todo el mundo y aun de todo el infierno. 17 No sé
si queda dado algo a entender de qué cosa es arrobamiento, que todo es
imposible, como he dicho; y creo no se ha perdido nada en decirlo para que se
entienda lo que lo es; porque hay efectos muy diferentes en los fingidos arrobamientos.
No digo fingidos, porque quien los tiene quiere engañar, sino porque ella lo
está; y como las señales y efectos no conforman con tan gran merced, queda
infamada, de manera que con razón no se cree después a quien el Señor la
hiciere. Sea por siempre bendito y alabado, amén, amén. CAPÍTULO 5 Prosigue en lo mismo, y
pone una manera de cuando levanta Dios el alma con un vuelo del 1. Otra manera de
arrobamientos hay (1), o vuelo del espíritu le llamo yo, que aunque todo es
uno en la sustancia, en el interior se siente muy diferente; porque muy de
presto algunas veces se siente un movimiento tan acelerado del alma, que
parece es arrebatado el espíritu con una velocidad que pone harto temor, en
especial a los principios; que por eso os decía (2) que es menester ánimo
grande para a quien Dios ha de hacer estas mercedes, y aun fe y confianza y
resignación grande de que haga nuestro Señor del alma lo que quisiere.
¿Pensáis que es poca turbación estar una persona muy en su sentido y verse
arrebatar el alma y aun algunos hemos leído (3) que el cuerpo con ella) sin
saber adónde va, qué o quién la lleva o cómo?; que al principio de este
momentáneo movimiento no hay tanta certidumbre de que es Dios (4). 2. Pues ¿hay algún remedio
de poder resistir? En ninguna manera; antes es peor; que yo sé de alguna
persona (5) que parece quiere Dios dar a entender al alma que, pues tantas
veces con tan grandes veras se ha puesto en sus manos, y con tan entera
voluntad se le ha ofrecido toda, que entienda que ya no tiene parte en sí, y
notablemente con más impetuoso movimiento es arrebatada; y tomaba ya por sí
no hacer más que hace una paja cuando la levanta el ámbar, si lo habéis
mirado, y dejarse en las manos de quien tan poderoso es, que ve es lo más
acertado hacer de la necesidad virtud. Y porque dije de la paja, este nuestro
gran gigante y poderoso arrebata el espíritu (6). 3. No parece sino que aquel
pilar de agua que dijimos creo era en la cuarta morada, que no me acuerdo
bien (7), que con tanta suavidad y mansedumbre, digo sin ningún movimiento,
se henchía, aquí desató este gran Dios, que detiene los manantiales de las
aguas y no deja salir la mar de sus términos (8), los manantiales por donde
venía a este pilar del agua; y con un ímpetu grande se levanta una ola tan
poderosa, que sube a lo alto esta navecica de
nuestra alma. Y así como no puede una nave, ni es poderoso el piloto, ni
todos los que la gobiernan, para que las olas, si vienen con furia, la dejen
estar adonde quieren, muy menos puede lo interior del alma detenerse en donde
quiere, ni hacer que sus sentidos ni potencias hagan más de lo que les tienen
mandado, que lo exterior no se hace aquí caso de ello. 4. Es cierto, hermanas, que
de sólo irlo escribiendo me voy espantando de cómo se muestra aquí el gran
poder de este gran Rey y Emperador; ¡qué hará quien pasa por ello! Tengo para
mí, que si los que andan muy perdidos por el mundo se les descubriese Su
Majestad, como hace a estas almas, que aunque no fuese por amor, por miedo no
le osarían ofender. Pues ¡oh, cuán obligadas estarán las que han sido
avisadas por camino tan subido a procurar con todas sus fuerzas no enojar
este Señor! Por El os suplico, hermanas, a las que hubiere
hecho Su Majestad estas mercedes u otras semejantes, que no os descuidéis con
no hacer más que recibir. Mirad que quien mucho debe, mucho ha de pagar (9). 5. Para esto también es
menester gran ánimo, que es una cosa que acobarda en gran manera; y si
nuestro Señor no se le diese, andaría siempre con gran aflicción; porque
mirando lo que Su Majestad hace con ella y tornándose a mirar a sí, cuán poco
sirve para lo que está obligada, y eso poquillo que hace lleno de faltas y
quiebras y flojedad, que por no se acordar de cuán imperfectamente hace
alguna obra, si la hace, tiene por mejor procurar que se le olvide y traer
delante sus pecados y meterse en la misericordia de Dios, que, pues no tiene
con qué pagar, supla la piedad y misericordia que siempre tuvo con los
pecadores. 6. Quizás le responderá lo
que a una persona (10) que estaba muy afligida delante de un crucifijo en
este punto, considerando que nunca había tenido qué dar a Dios ni qué dejar
por El: díjole el mismo Crucificado, consolándola,
que El le daba todos los dolores y trabajos que había pasado en su Pasión,
que los tuviese por propios, para ofrecer a su Padre. Quedó aquel alma tan
consolada y tan rica, según de ella he entendido, que no se le puede olvidar;
antes cada vez que se ve tan miserable, acordándosele, queda animada y
consolada. Algunas cosas de éstas
podría decir aquí, que como he tratado tantas personas santas y de oración,
sé muchas; porque no penséis que soy yo, me voy a la mano. Esta paréceme de
gran provecho para que entendáis lo que se contenta nuestro Señor de que nos
conozcamos y procuremos siempre mirar y remirar nuestra pobreza y miseria, y
que no tenemos nada que no lo recibimos (11). Así que, hermanas mías, para
esto y otras muchas cosas que se ofrece a un alma que ya el Señor la tiene en
este punto, es menester ánimo; y a mi parecer, para esto postrero más que
para nada, si hay humildad. Dénosla el Señor, por quien El es. 7. Pues tornando a este
apresurado arrebatar el espíritu (12), es de tal manera que verdaderamente
parece sale del cuerpo, y por otra parte claro está que no queda esta persona
muerta; al menos ella no puede decir si está en el cuerpo o si no, por algunos
instantes. Parécele que toda junta ha estado en otra región muy diferente de
en ésta que vivimos, adonde se le muestra otra luz tan diferente de la de
acá, que si toda su vida ella la estuviera fabricando junto con otras cosas,
fuera imposible alcanzarlas. Y acaece que en un instante le enseñan tantas
cosas juntas que en muchos años que trabajara en ordenarlas con su
imaginación y pensamiento no pudiera de mil partes la una. Esto no es visión
intelectual, sino imaginaria, que se ve con los ojos del alma muy mejor que
acá vemos con los del cuerpo, y sin palabras se le da a entender algunas
cosas; digo como si ve algunos santos, los conoce como si los hubiera mucho
tratado. 8. Otras veces, junto con
las cosas que ve con los ojos del alma, por visión intelectual se le
representan otras, en especial multitud de ángeles con el Señor de ellos; y
sin ver nada con los ojos del cuerpo (13), por un conocimiento admirable que
yo no sabré decir, se le representa lo que digo y otras muchas cosas que no
son para decir. Quien pasare por ellas, que tenga más habilidad que yo, las
sabrá quizá dar a entender, aunque me parece bien dificultoso. Si esto todo
pasa estando en el cuerpo, o no, yo no lo sabré decir; al menos ni juraría
que está en el cuerpo ni tampoco que está el cuerpo sin alma (14). 9. Muchas veces he pensado,
si como el sol estándose en el cielo, que sus rayos tienen tanta fuerza que
no mudándose él de allí, de presto llegan acá, si el alma y el espíritu, que
son una misma cosa como lo es el sol y sus rayos, puede, quedándose ella en
su puesto, con la fuerza del calor que le viene del verdadero Sol de
Justicia, alguna parte superior salir sobre sí misma (15). En fin, yo no sé
lo que digo. Lo que es verdad, es que con la presteza que sale la pelota de
un arcabuz cuando la ponen el fuego, se levanta en el interior un vuelo que
yo no sé otro nombre que le poner), que aunque no hace ruido, hace movimiento
tan claro que no puede ser antojo en ninguna manera; y muy fuera de sí misma,
a todo lo que puede entender, se le muestran grandes cosas; y cuando torna a
sentirse en sí, es con tan grandes ganancias y teniendo en tan poco todas las
cosas de la tierra para en comparación de las que ha visto, que le parecen
basura; y desde ahí adelante vive en ella con harta pena, y no ve cosa de las
que le solían parecer bien, que le haga dársele nada de ella. Parece que le
ha querido el Señor mostrar algo de la tierra adonde ha de ir, como llevaron
señas los que enviaron a la tierra de promisión los del pueblo de Israel
(16), para que pase los trabajos de este camino tan trabajoso, sabiendo
adónde ha de ir a descansar. Aunque cosa que pasa tan de presto no os
parecerá de mucho provecho, son tan grandes los que deja en el alma que si no
es por quien pasa, no se sabrá entender su valor. 10. Por donde se ve bien no
ser cosa del demonio; que de la propia imaginación es imposible, ni el
demonio podría representar cosas que tanta operación y paz y sosiego y
aprovechamiento deja en el alma, en especial tres cosas muy en subido grado:
conocimiento de la grandeza de Dios, porque mientras más cosas viéremos de
ella, más se nos da a entender. Segunda razón: (17) propio conocimiento y
humildad de ver cómo cosa tan baja en comparación del Criador de tantas
grandezas, la ha osado ofender ni osa mirarle; la tercera, tener en muy poco
todas las cosas de la tierra, si no fueren las que puede aplicar para
servicio de tan gran Dios. 11. Estas son las joyas
(18) que comienza el Esposo a dar a su esposa, y son de tanto valor que no
las pondrá a mal recaudo; que así quedan esculpidas en la memoria estas
visitas, que creo es imposible olvidarlas hasta que las goce para siempre, si
no fuese para grandísimo mal suyo; mas el Esposo que se las da, es poderoso
para darle gracia que no las pierda. 12. Pues tornando al ánimo
que es menester (19), ¿paréceos que es tan liviana
cosa?; que verdaderamente parece que el alma se aparta del cuerpo, porque se
ve perder los sentidos y no entiende para qué. Menester es que le dé el que
da todo lo demás. Diréis que bien pagado va este temor. Así lo digo yo. Sea
para siempre alabado el que tanto puede dar. Plega
a Su Majestad, que nos dé para que merezcamos servirle, amén. NOTAS MORADAS VI, c. 5 1 Otra manera de arrobamientos: la
primera especie quedó descrita en el cap. anterior,
nn. 3 y siguientes. - Sobre la relación entre
"arrobamiento" y "vuelo de espíritu", véase Vida 20, 1 y
18, 7, aclarados en R. 5, 10. 2 Gran ánimo: lo ha dicho ya en M.
VI, 4, 1 y lo reiterará al final del presente capítulo, n. 12. 3 Hemos leído: nueva alusión a la
lectura de vidas de santos, en comunidad. 4 Cf. el relato autobiográfico en
Vida 20, 3-7. 5 Ella misma. Véase el relato de
Vida 20, 5-6. No se excleye que la alusión alcance
también a fray Juan de la Cruz, o a los episodios de ese género ocurridos a
ambos pocos años antes en la Encarnación. 6 "Como un gigante tomaría
una paja", había escrito en Vida 22, 13 y 20, 4. 7 Lo dijo en M. IV, 2, 2. 8 Eco de la imagen bíblica de
Proverbios 8, 29; o Job 38, 8.10. 9 Reminiscencia del pasaje evangélico
de Lucas 12, 48: la idea reiteradamente expresada por la Santa, a propósito
de la profusión de gracias místicas por ella recibidas. 10 Ella misma. Lo ha referido en
la R. 51. 11 Reminiscencias de 1 Cor 4, 7. 12 Regresa al tema del n. 1. 13 Había escrito: sin ver nada con
los ojos del cuerpo ni del alma. Luego borró ella misma "ni del
alma". Ya fray Luis omitió lo tachado. 14 Evidente paralelismo con el
testimonio autobiográfico de San Pablo: 2 Cor 12, 2-4. - A continuación borró
la propia autora la frase: "dirálo, como he
dicho, quien pasare por ello, que si tiene letras tendrá gran ayuda". Ya
fray Luis omitió lo tachado (p. 161). 15 Sol de justicia: Cristo. Imagen
de inspiración bíblica (Malac. 4, 2), y reiterada
en la liturgia. - Sobre la distinción de alma y espíritu, cf. M. VII, 1, 11;
y R. 5, 10; y R. 29, 1. Cf. el lugar paralelo de Vida 20, 14. 16 Números 13, 18-24. 17 Segunda razón: fue añadido por
la Santa al margen del autógrafo. Fray Luis remodeló toda la frase (p. 172). 18 Joyas y poco después: vistas:
continúa el lenguaje simbólico introducido por la alegoría matrimonial (M. V,
4, 3). 19 De nuevo, la necesidad de tener
gran ánimo, como en el n. 1 y en M. VI, 4, 2.
En que dice un efecto de la
oración que está dicha en el capítulo pasado. Y en qué se entenderá que es
verdadera y no engaño. Trata de otra merced que hace el Señor al alma para
emplearla en sus alabanzas. 1. De estas mercedes tan
grandes queda el alma tan deseosa de gozar del todo al que se las hace, que
vive con harto tormento, aunque sabroso; unas ansias grandísimas de morirse,
y así, con lágrimas muy ordinarias pide a Dios la saque de este destierro.
Todo la cansa cuanto ve en él; en viéndose a solas tiene algún alivio, y
luego acude esta pena, y en estando sin ella, no se hace. En fin, no acaba
esta mariposica de hallar asiento que dure; antes,
como anda el alma tan tierna del amor, cualquier ocasión que sea para
encender más ese fuego la hace volar; y así en esta morada son muy continuos
los arrobamientos, sin haber remedio de excusarlos, aunque sea en público, y
luego las persecuciones y murmuraciones, que aunque ella quiera estar sin
temores no la dejan, porque son muchas las personas que se los ponen, en
especial los confesores. 4. ¡Oh pobre mariposilla,
atada con tantas cadenas, que no te dejan volar lo que querrías! Habedla
lástima, mi Dios; ordenad ya de manera que ella pueda cumplir en algo sus
deseos para vuestra honra y gloria. No os acordéis de lo poco que lo merece y
de su bajo natural. Poderoso sois Vos, Señor, para que la gran mar se retire
y el gran Jordán, y dejen pasar los hijos de Israel (3). No la hayáis
lástima, que, con vuestra fortaleza ayudada, puede pasar muchos trabajos;
ella está determinada a ello y los desea padecer. Alargad, Señor, vuestro
poderoso brazo, no se le pase la vida en cosas tan bajas (4). Parézcase
vuestra grandeza en cosa tan femenil y baja, para que, entendiendo el mundo
que no es nada de ella, os alaben a Vos, cuéstele lo que le costare, que eso
quiere, y dar mil vidas porque un alma os alabe un poquito más a su causa, si
tantas tuviera; y las da por muy bien empleadas y entiende con toda verdad
que no merece padecer por Vos un muy pequeño trabajo, cuánto más morir (5). 5. No sé a qué propósito he
dicho esto, hermanas, ni para qué, que no me he entendido. Entendamos que son
estos los efectos que quedan de estas suspensiones o éxtasis, sin duda
ninguna; porque no son deseos que se pasan sino que están en un ser, y cuando
se ofrece algo en que mostrarlo se ve que no era fingido. ¿Por qué digo estar
en un ser? Algunas veces se siente el alma cobarde, y en las cosas más bajas,
y atemorizada y con tan poco ánimo que no le parece posible tenerle para
cosa: entiendo yo que la deja el Señor entonces en su natural para mucho
mayor bien suyo; porque ve entonces que, si para algo le ha tenido, ha sido
de Su Majestad, con una claridad que la deja aniquilada a sí y con mayor
conocimiento de la misericordia de Dios y de su grandeza, que en cosa tan
baja la ha querido mostrar. Mas, lo más ordinario, está como antes hemos
dicho (6). 6. Una cosa advertid, hermanas,
en estos grandes deseos de ver a nuestro Señor: que aprietan algunas veces
tanto que es menester no ayudar a ellos, sino divertiros, si podéis digo;
porque en otros que diré adelante (7), en ninguna manera se puede, como
veréis. En estos primeros, alguna vez sí podrán, porque hay razón entera para
conformarse con la voluntad de Dios, y decir lo que decía San Martín; (8) y podráse volver la consideración si mucho aprietan; porque
como es, al parecer, deseo que ya parece de personas muy aprovechadas, ya
podría el demonio moverle, porque pensásemos que lo estamos, que siempre es
bien andar con temor. Mas tengo para mí que no podrá poner la quietud y paz
que esta pena da en el alma, sino que será moviendo con él alguna pasión,
como se tiene cuando por cosas del siglo tenemos alguna pena. Mas a quien no tuviere experiencia de lo uno y de lo otro,
no lo entenderá, y pensando es una gran cosa, ayudará cuanto pudiere, y haríale mucho daño a la salud: porque es continua esta
pena, o al menos muy ordinaria. 7. También advertid que
suele causar la complexión flaca cosas de estas penas, en especial si es en
unas personas tiernas que por cada cosita lloran; mil veces las hará entender
que lloran por Dios, que no sea así. Y aun puede acaecer ser cuando viene una
multitud de lágrimas, digo, por un tiempo que a cada palabrita que oiga o
piense de Dios no se puede resistir de ellas) haberse allegado algún humor al
corazón, que ayuda más que el amor que se tiene a Dios, que no parece han de
acabar de llorar; y como ya tienen entendido que las lágrimas son buenas, no
se van a la mano ni querrían hacer otra cosa, y ayudan cuanto pueden a ellas.
Pretende el demonio aquí que se enflaquezcan de manera, que después ni puedan
tener oración ni guardar su Regla. 8. Paréceme que os estoy
mirando cómo decís que qué habéis de hacer, si en todo pongo peligro, pues en
una cosa tan buena como las lágrimas, me parece puede haber engaño; que yo
soy la engañada; y ya puede ser, mas creed que no hablo sin haber visto que
le puede haber en algunas personas, aunque no en mí; porque no soy nada
tierna, antes tengo un corazón tan recio, que algunas veces me da pena;
aunque cuando el fuego de adentro es grande, por recio que sea el corazón,
destila como hace una alquitara; y bien entenderéis cuándo vienen las
lágrimas de aquí, que son más confortadoras y pacifican, que no
alborotadoras, y pocas veces hacen mal. El bien es en este engaño cuando lo
fuere que será daño del cuerpo digo, si hay humildad y no del alma; y cuando
no le hay, no será malo tener esta sospecha (9). 9. No pensemos que está
todo hecho en llorando mucho, sino que echemos mano del obrar mucho y de las
virtudes, que son las que nos han de hacer al caso, y las lágrimas vénganse
cuando Dios las enviare, no haciendo nosotras diligencias para traerlas.
Estas dejarán esta tierra seca regada, y son gran ayuda para dar fruto;
mientras menos caso hiciéremos de ellas, más, porque es agua que cae del
cielo; la que sacamos cansándonos en cavar para sacarla, no tiene que ver con
ésta, que muchas veces cavaremos y quedaremos molidas, y no hallaremos ni un
charco de agua, cuánto más pozo manantial. Por eso, hermanas, tengo por mejor
que nos pongamos delante del Señor y miremos su misericordia y grandeza y
nuestra bajeza, y dénos El lo que quisiere, siquiera haya agua, siquiera
sequedad: El sabe mejor lo que nos conviene. Y con esto andaremos descansadas
y el demonio no tendrá tanto lugar de hacernos trampantojos. 10. Entre estas cosas
penosas y sabrosas juntamente da nuestro Señor al alma algunas veces unos
júbilos y oración extraña, que no sabe entender qué es. Porque si os hiciere
esta merced, le alabéis mucho y sepáis que es cosa que pasa, la pongo aquí.
Es, a mi parecer, una unión grande de las potencias, sino que las deja
nuestro Señor con libertad para que gocen de este gozo, y a los sentidos lo
mismo, sin entender qué es lo que gozan y cómo lo gozan. Parece esto
algarabía, y cierto pasa así, que es un gozo tan
excesivo del alma, que no querría gozarle a solas, sino decirlo a todos para
que la ayudasen a alabar a nuestro Señor, que aquí va todo su movimiento.
¡Oh, qué de fiestas haría y qué de muestras, si pudiese, para que todos
entendiesen su gozo! Parece que se ha hallado a sí, y que, como el padre del
hijo pródigo, querría convidar a todos y hacer grandes fiestas (10), por ver
su alma en puesto que no puede dudar que está en seguridad, al menos por
entonces. Y tengo para mí que es con razón; porque tanto gozo interior de lo
muy íntimo del alma, y con tanta paz, y que todo su contento provoca a
alabanzas de Dios, no es posible darle el demonio. 11. Es harto, estando con
este gran ímpetu de alegría, que calle y pueda disimular, y no poco penoso.
Esto debía sentir San Francisco, cuando le toparon los ladrones, que andaba
por el campo dando voces y les dijo que era pregonero del gran Rey (11), y
otros santos que se van a los desiertos por poder pregonar lo que San
Francisco estas alabanzas de su Dios. Yo conocí uno llamado fray Pedro de
Alcántara que creo lo es, según fue su vida, que hacía esto mismo, y le
tenían por loco los que alguna vez le oyeron (12). ¡Oh, qué buena locura,
hermanas, si nos la diese Dios a todas! Y ¡qué mercedes os ha hecho de
teneros en parte que, aunque el Señor os haga ésta y deis muestras de ello,
antes será para ayudaros que no para murmuración, como fuerais si estuvierais
en el mundo, que se usa tan poco este pregón, que no es mucho que le murmuren! 12. ¡Oh desventurados
tiempos y miserable vida en la que ahora vivimos, y dichosas a las que les ha
cabido tan buena suerte, que estén fuera de el. Algunas veces me es
particular gozo, cuando estando juntas, las veo a estas hermanas tenerle tan
grande interior, que la que más puede, más alabanzas da a nuestro Señor de
verse en el monasterio; porque se les ve muy claramente que salen aquellas
alabanzas de lo interior del alma. Muchas veces, querría, hermanas, hicieseis
esto, que una que comienza despierta a las demás. ¿En qué mejor se puede
emplear vuestra lengua cuando estéis juntas que en alabanzas de Dios, pues
tenemos tanto por qué se las dar? 13. Plega
a Su Majestad que muchas veces nos dé esta oración, pues es tan segura y
gananciosa; que adquirirla no podremos, porque es cosa muy sobrenatural; y
acaece durar un día, y anda el alma como uno que ha bebido mucho, mas no
tanto que esté enajenado de los sentidos; o un melancólico, que del todo no
ha perdido el seso, mas no sale de una cosa que se le puso en la imaginación
ni hay quien le saque de ella. Harto groseras comparaciones son éstas para
tan preciosa causa, mas no alcanza otras mi ingenio; porque ello es así que
este gozo la tiene tan olvidada de sí y de todas las cosas, que no advierte
ni acierta a hablar, sino en lo que procede de su gozo, que son alabanzas de
Dios. Ayudemos a esta alma, hijas
mías, todas. ¿Para qué queremos tener más seso?; ¿qué nos puede dar mayor
contento? ¡Y ayúdennos todas las criaturas, por todos los siglos de los
siglos, amén, amén, amén! NOTAS MORADAS VI, c. 6 1 Sabe... el camino que va (=
conduce) al cielo. Alusión a Mt 19, 17. - Véase la correspondencia
autobiográfica de todo este pasaje en Vida cc. 27 y 29. 2 Gran Dios de las Caballerías:
probable alusión bíblica al "Dios de los Ejércitos": 1 Re 15, 2; o
al episodio del Exodo 14, 18... (cf. el contexto del n. 4). 3 Ex 14, 21-22 y Js 3, 13. 4 Nueva alusión bíblica al
episodio de Noé y la paloma (Gn 8, 8-9; cf. M. VII,
3, 13). 5 Alusión a Hc
5, 41. 6 El sentido es: el alma está
ordinariamente como hemos dicho: "en un ser" (n. 5), o sea, inconmovinle en su unión a Dios. Esos otros estados
("cobarde", "atemorizado"...") son pasajeros. 7 En el c. 11, último de M VI (cf.
el título); cf. además el 8, n. 4; Vida c. 29, n. 9 y Camino c. 19, nn. 9-10. 8 "Señor, si aún soy
necesario a tu pueblo, no rehuso el trabajo"
(del Oficio litúrgico de San Martín); cf. Exclam.
15, n. 2. 9 Fray Luis editó: cuando la hay
[humildad]... (p. 179). El sentido es: El bien )= el
menor mal) en este engaño (= exceso de lágrimas en personas tiernas)
consistirá en ocasionar daño del cuerpo; y cuando no le hubiere (= daño del
cuerpo), no será malo tener esta sospecha (de que acaba de hablar, fin del n.
7: que pretende el demonio a la larga enflaquecer el cuerpo, para impedir la
oración). 10 Lc 15, 22... 11 Probable recuerdo de sus lecturas
de los Flos Sanctorum, o
de la Legenda mayor de San Francisco y Santa Clara (Toledo 1526). 12 Cf. Vida c. 27, nn. 16-20; c. 30, nn. 2-7.
Trata de la manera que es la
pena que sienten de sus pecados las almas a quien Dios hace las mercedes
dichas. Dice cuán gran yerro es no ejercitarse, por muy espirituales que sean, 1. Pareceros ha hermanas,
que a estas almas que el Señor se comunica tan particularmente en especial
podrán pensar esto que diré las que no hubieren llegado a estas mercedes,
porque si lo han gozado, y es de Dios, verán lo que yo diré), que estarán ya
tan seguras de que han de gozarle para siempre, que no tendrán que temer ni
que llorar sus pecados; y será muy gran engaño, porque el dolor de los
pecados crece más, mientras más se recibe de nuestro Dios. Y tengo yo para mí
que hasta que estemos adonde ninguna cosa puede dar pena, que ésta no se
quitará. 3. Yo sé de una persona (1)
que, dejado de querer morirse por ver a Dios, lo deseaba por no sentir tan
ordinariamente pena de cuán desagradecida había sido a quien tanto debió
siempre y había de deber; y así no le parecía podían llegar maldades de
ninguno a las suyas, porque entendía que no le habría a quien tanto hubiese
sufrido Dios y tantas mercedes hubiese hecho. En lo que toca a miedo del
infierno, ninguno tienen. De si han de perder a
Dios, a veces aprieta mucho; mas es pocas veces. Todo su temor es no las deje
Dios de su mano para ofenderle y se vean en estado tan miserable como se
vieron (2) en algún tiempo; que de pena ni gloria suya propia, no tienen
cuidado, y si desean no estar mucho en purgatorio, es más por no estar
ausentes de Dios, lo que allí estuvieren, que por las penas que han de pasar. 4. Yo no tendría por
seguro, por favorecida que un alma esté de Dios, que se olvidase de que en
algún tiempo se vio en miserable estado; porque, aunque es cosa penosa,
aprovecha para muchas. Quizá como yo he sido tan ruin, me parece esto, y ésta
es la causa de traerlo siempre en la memoria. Las que han sido buenas, no tendrán
que sentir, aunque siempre hay quiebras mientras vivimos en este cuerpo
mortal. Para esta pena ningún alivio es pensar que tiene nuestro Señor ya
perdonados los pecados y olvidados; antes añade a la pena ver tanta bondad y
que se hacen mercedes a quien no merecía sino infierno. Yo pienso que fue
éste un gran martirio en San Pedro y la Magdalena; porque, como tenían el
amor tan crecido y habían recibido tantas mercedes y tenían entendida la
grandeza y majestad de Dios, sería harto recio de sufrir, y con muy tierno
sentimiento. 5. También os parecerá que
quien goza de cosas tan altas no tendrá meditación en los misterios de la
sacratísima Humanidad de nuestro Señor Jesucristo, porque se ejercitará ya
toda en amor. Esto es una cosa que escribí largo en otra parte (3), y aunque
me han contradecido en ella y dicho que no lo
entiendo, porque son caminos por donde lleva nuestro Señor, y que cuando ya
han pasado de los principios es mejor tratar en cosas de la divinidad y huir
de las corpóreas, a mí no me harán confesar que es buen camino. Yo puede ser
que me engañe y que digamos todos una cosa; mas vi
yo que me quería engañar el demonio por ahí, y así estoy tan escarmentada que
pienso, aunque lo haya dicho más veces (4), decíroslo otra vez aquí, porque
vayáis en esto con mucha advertencia; y mirad que oso decir que no creáis a
quien os dijere otra cosa. Y procuraré darme más a entender, que hice en otra
parte; porque por ventura si alguno lo ha escrito, como él lo dijo (5), si
más se alargara en declararlo, decía bien; y decirlo así por junto a las que
no entendemos tanto, puede hacer mucho mal. 6. También les parecerá a
algunas almas que no pueden pensar en la Pasión; pues menos podrán en la
sacratísima Virgen, ni en la vida de los Santos, que tan gran provecho y
aliento nos da su memoria. Yo no puedo pensar en qué piensan; porque,
apartados de todo lo corpóreo, para espíritus angélicos es estar siempre
abrasados en amor, que no para los que vivimos en cuerpo mortal, que es
menester trate y piense y se acompañe de los que, teniéndole, hicieron tan
grandes hazañas por Dios; cuánto más apartarse de industria de todo nuestro
bien y remedio que es la sacratísima Humanidad de nuestro Señor Jesucristo. Y
no puedo creer que lo hacen, sino que no se entienden, y así harán daño a sí
y a los otros. Al menos yo les aseguro que no entren a estas dos moradas
postreras; porque si pierden la guía, que es el buen Jesús, no acertarán el
camino; harto será si se están en las demás con seguridad. Porque el mismo
Señor dice que es camino; también dice el Señor que es luz, y que no puede
ninguno ir al Padre sino por El; y "quien me ve a mí ve a mi Padre"
(6). Dirán que se da otro sentido a estas palabras. Yo no sé esotros
sentidos; con éste que siempre siente mi alma ser verdad, me ha ido muy bien. 7. Hay algunas almas y son
hartas las que lo han tratado conmigo que como nuestro Señor las llega a dar
contemplación perfecta, querríanse siempre estar
allí, y no puede ser; mas quedan con esta merced del Señor de manera que
después no pueden discurrir en los misterios de la Pasión y de la vida de
Cristo como antes. Y no sé qué es la causa, mas es esto muy ordinario, que
queda el entendimiento más inhabilitado para la meditación. Creo debe ser la
causa, que como en la meditación es todo buscar a Dios, como una vez se halla
y queda el alma acostumbrada por obra de la voluntad a tornarle a buscar, no
quiere cansarse con el entendimiento. Y también me parece que, como la
voluntad esté ya encendida, no quiere esta potencia generosa aprovecharse de
estotra si pudiese; y no hace mal, mas será imposible, en especial hasta que
llegue a estas postreras moradas, y perderá tiempo, porque muchas veces ha
menester ser ayudada del entendimiento para encender la voluntad. 8. Y notad, hermanas, este
punto, que es importante, y así le quiero declarar más: está el alma deseando
emplearse toda en amor y querría no entender en otra cosa, mas no podrá
aunque quiera; porque, aunque la voluntad no esté muerta, está mortecino el
fuego que la suele hacer quemar, y es menester quien le sople para echar
calor de sí. ¿Sería bueno que se estuviese el alma con esta sequedad,
esperando fuego del cielo que queme este sacrificio que está haciendo de sí a
Dios, como hizo nuestro Padre Elías? (7) No, por cierto, ni es bien esperar
milagros. El Señor los hace cuando es servido, por esta alma, como queda
dicho y se dirá adelante; mas quiere Su Majestad que nos tengamos por tan
ruines que no merecemos los haga, sino que nos ayudemos en todo lo que
pudiéremos. Y tengo para mí que hasta que muramos, por subida oración que
haya, es menester esto. 9. Verdad es que a quien
mete ya el Señor en la séptima morada, es muy pocas veces, o casi nunca, las
que ha menester hacer esta diligencia, por la razón que en ella diré (8), si
se me acordare; mas es muy continuo no se apartar de andar con Cristo nuestro
Señor por una manera admirable, adonde divino y humano junto es siempre su
compañía. Así que, cuando no hay encendido el fuego que queda dicho (9) en la
voluntad ni se siente la presencia de Dios, es menester que la busquemos; que
esto quiere Su Majestad, como lo hacía la Esposa en los Cantares, y que
preguntemos a las criaturas quién las hizo como dice San Agustín, creo, en
sus Meditaciones o Confesiones (11), y no nos estemos bobos
perdiendo tiempo por esperar lo que una vez se nos dio, que a los principios
podrá ser que no lo dé el Señor en un año, y aun en muchos; Su Majestad sabe
el porqué; nosotras no hemos de querer saberlo, ni hay para qué. Pues sabemos
el camino como hemos de contentar a Dios por los mandamientos y consejos, en
esto andemos muy diligentes, y en pensar su vida y muerte, y lo mucho que le
debemos; lo demás venga cuando el Señor quisiere. 10. Aquí viene el responder
que no pueden detenerse en estas cosas (12), y por lo que queda dicho, quizá
tendrán razón en alguna manera. Ya sabéis que discurrir con el entendimiento
es uno, y representar la memoria al entendimiento verdades es otro. Decís,
quizá, que no me entendéis, y verdaderamente podrá ser que no lo entienda yo
para saberlo decir; mas dirélo como supiere. Llamo
yo meditación a discurrir mucho con el entendimiento de esta manera:
comenzamos a pensar en la merced que no hizo Dios en darnos a su único Hijo,
y no paramos allí, sino vamos adelante a los misterios de toda su gloriosa
vida; o comenzamos en la oración del Huerto y no para el entendimiento hasta
que está puesto en la cruz; o tomamos un paso de la Pasión, digamos como el
prendimiento, y andamos en este misterio, considerando por menudo las cosas
que hay que pensar en él y que sentir, así de la traición de Judas, como de
la huida de los apóstoles y todo lo demás; y es admirable y muy meritoria
oración. 11. Esta es la que digo que
tendrán razón (13) quien ha llegado a llevarla Dios a cosas sobrenaturales y
a perfecta contemplación; porque como he dicho (14) no sé la causa, mas lo
más ordinario no podrá. Mas no la tendrá, digo razón, si dice que no se
detiene en estos misterios y los trae presentes muchas veces, en especial
cuando los celebra la Iglesia Católica; ni es posible que pierda memoria el
alma que ha recibido tanto de Dios, de muestras de amor tan preciosas, porque
son vivas centellas para encenderla más en el que tiene a nuestro Señor; sino
que no se entiende, porque entiende el alma estos misterios por manera más
perfecta: y es que se los representa el entendimiento, y estámpanse
en la memoria de manera que de sólo ver al señor caído con aquel espantoso
sudor en el Huerto, aquello le basta para no sólo una hora, sino muchos días,
mirando con una sencilla vista quién es y cuán ingratos hemos sido a tan gran
pena; luego acude la voluntad, aunque no sea con ternura, a desear servir en
algo tan gran merced y a desear padecer algo por quien tanto padeció y a
otras cosas semejantes, en que ocupa la memoria y el entendimiento. Y creo
que por esta razón no puede pasar a discurrir más en la Pasión, y esto le
hace parecer que no puede pensar en ella. 12. Y si esto no hace, es
bien que lo procure hacer, que yo sé que no lo impedirá la muy subida
oración, y no tengo por bueno que no se ejercite en esto muchas veces. Si de
aquí la suspendiere el Señor, muy enhorabuena, que aunque no quiera la hará
dejar en lo que está (15). Y tengo por muy cierto que no es estorbo esta
manera de proceder, sino gran ayuda para todo bien, lo que sería si mucho
trabajase en el discurrir que dije al principio, y tengo para mí que no podrá
quien ha llegado a más. Ya puede ser que sí, que por muchos caminos lleva
Dios las almas; mas no se condenen las que no pudieren ir por él, ni las juzguen
inhabilitadas para gozar de tan grandes bienes como están encerrados en los
misterios de nuestro bien Jesucristo; ni nadie me hará entender, sea cuan
espiritual quisiere, que irá bien por aquí. 13. Hay unos principios, y
aun medios, que tienen algunas almas, que como comienzan a llegar a oración
de quietud y a gustar de los regalos y gustos que da el Señor, paréceles que
es muy gran cosa estarse allí siempre gustando. Pues créanme y no se embeban
tanto como ya he dicho en otra parte (16) que es larga la vida, y hay en ella
muchos trabajos, y hemos menester mirar a nuestro dechado Cristo, cómo los
pasó, y aun a sus apóstoles y Santos, para llevarlos con perfección. Es muy
buena compañía el buen Jesús para no nos apartar de ella, y su Sacratísima Madre,
y gustar mucho de que nos dolamos de sus penas, aunque dejemos nuestro
contento y gusto algunas veces. Cuánto más, hijas, que no es tan ordinario el
regalo en la oración que no haya tiempo para todo; (17) y la que dijere que
es en un ser, tendríalo yo por sospechoso, digo que
nunca puede hacer lo que queda dicho; y así lo tened y procurad salir de ese
engaño y desembeberos con todas vuestras fuerzas; y
si no bastaren, decirlo a la priora, para que os dé un oficio de tanto
cuidado que se quite ese peligro; que al menos para el seso y cabeza es muy
grande, si durase mucho tiempo. 14. Creo queda dado a
entender lo que conviene, por espirituales que sean, no huir tanto de cosas
corpóreas que les parezca aún hace daño la Humanidad sacratísima. Alegan lo
que el Señor dijo a sus discípulos, que convenía que El se fuese (18). Yo no
puedo sufrir esto. A osadas que no lo dijo a su Madre Sacratísima, porque
estaba firme en la fe, que sabía que era Dios y hombre, y aunque le amaba más
que ellos, era con tanta perfección, que antes la ayudaba. No debían estar
entonces los apóstoles tan firmes en la fe como después estuvieron, y tenemos
razón de estar nosotros ahora. Yo os digo, hijas, que le tengo por peligroso
camino y que podría el demonio venir a hacer perder la devoción con el
Santísimo Sacramento. NOTAS MORADAS VI, c. 7 1 Ella misma; cf. Vida c. 34, n.
10 y c. 26, n. 2; Rel. 1, n. 26; 5, n. 12; 53, n. 1. 2 Sí vieron, en el autógrafo.
Seguimos la lectura de fray Luis (p. 186). 3 En Vida, 22: capítulo paralelo a
éste de las Moradas sextas. 4 Ib., y
c. 23, 2-5. 5 Ignoramos a quién alude aquí la
autora. Cf. Vida 22, nota 2. 6 Textos evangélicos de Juan 14,
6; 8, 12; 14, 9. - El segundo texto ("también dice el Señor que es
luz") fue añadido al margen por la propia Santa. Fray Luis retocó y
adaptó esa inserción (p. 188). - Cf. en M. II, 1, 11, los titubeos de la
Santa al alegar esos textos avengálicos. 7
1 Re. 18, 30-39. 8
Cf. M. VII, 2, 3.9.10; VII, 3, 8.10.11; VII, 4, 1-2. 9 Al final del n. 7. 10 Cant.
3, 3. 11 O Confesiones, fue añadido por
la Santa al margen. - Cf. Confesiones, L. 10, c. 6, nn.
9-10. Pero quqizá aludade
nuevpo a los Soliloquios del Pseudo-Agustín,
c. 31 (cf. nuestra nota a Vida c. 40, n. 6), editados corrientemente junto
con las Meditaciones (aquí aludidas por la Santa) y el Manual, ambos también pseudo-agustinianos. 12 Reanuda la objeción iniciada en
el n. 1. - Lo que queda dicho: alude al n. 7. 13 Que tendrá razón... en decir
"que no pueden detenerse en pensar...". Cf. fin del n. 9 y
principio del 10. 14 Lo ha dicho en el n. 7. 15 La hará dejar lo que está
meditando... Lo que sería (estorbo): el discurrir que dijoen
el n. 10. 16 Cf. c. 4, nn.
2 y 9. Y M. IV, 3, 11-13. Y compárese con Vida 22, 10. 17 Hay, escribió la Santa (como en
M. VI, 8, 8). - Seguimos la lectura de fray Luis (p. 194). - Que es en un ser:
que tiene contínuo regalo en la oración. 18 Palabras de Jesús en Juan 16, 7.
Trata de cómo se comunica Dios al
alma por visión intelectual, y da algunos avisos, y dice los efectos que hace
cuando es verdadera. Encarga el secreto de estas mercedes. 1. Para que más claro
veáis, hermanas, que es así lo que os he dicho y que mientras más adelante va
un alma más acompañada es de este buen Jesús, será bien que tratemos de cómo,
cuando Su Majestad quiere, no podemos sino andar siempre con El, como se ve
claro por las maneras y modos con que Su Majestad se nos comunica y nos
muestra el amor que nos tiene, con algunos aparecimientos y visiones tan
admirables; que por si alguna merced de éstas os hiciere, no andéis
espantadas, quiero decir si el Señor fuere servido que acierte en suma,
alguna cosa de éstas, para que le alabemos mucho, aunque no nos las haga a
nosotras, de que se quiera así comunicar con una criatura, siendo de tanta
majestad y poder. 2. Acaece, estando el alma
descuidada de que se le ha de hacer esta merced ni haber jamás pensado
merecerla, que siente cabe sí a Jesucristo nuestro Señor, aunque no le ve, ni
con los ojos del cuerpo ni del alma. Esta llaman visión intelectual, no sé yo
por qué. Vi a esta persona (1) que le hizo Dios
esta merced, con otras que diré adelante, fatigada en los principios harto,
porque no podía entender qué cosa era, pues no la veía; y entendía tan cierto
ser Jesucristo nuestro Señor el que se le mostraba de aquella suerte, que no
lo podía dudar, digo que estaba allí aquella visión; que si era de Dios o no,
aunque traía consigo grandes efectos para entender que lo era, todavía andaba
con miedo, y ella jamás había oído visión intelectual, ni pensó que la había de
tal suerte; mas entendía muy claro que era este Señor el que le hablaba
muchas veces de la manera que queda dicho (2), porque hasta que le hizo esta
merced que digo, nunca sabía quién la hablaba, aunque entendía las palabras. 3. Sé que estando temerosa
de esta visión porque no es como las imaginarias, que pasan de presto, sino
que dura muchos días, y aun más que un año alguna vez), se fue a su confesor
harto fatigada. El le dijo que, si no veía nada, que cómo sabía que era
nuestro Señor; que le dijese qué rostro tenía (3). Ella le dijo que no sabía,
ni veía rostro, ni podía decir más de lo dicho; que lo que sabía era que era
El el que la hablaba y que no era antojo. Y aunque
le ponían hartos temores, todavía muchas veces no podía dudar, en especial
cuando la decía: No hayas miedo, que yo soy (4). Tenían tanta fuerza estas
palabras, que no lo podía dudar por entonces, y quedaba muy esforzada y
alegre con tan buena compañía; que veía claro serle gran ayuda para andar con
una ordinaria memoria de Dios y un miramiento grande de no hacer cosa que le
desagradase, porque le parecía la estaba siempre mirando. Y cada vez que
quería (5) tratar con Su Majestad en oración, y aun sin ella, le parecía
estar tan cerca, que no la podía dejar de oír; aunque el entender las palabras
no era cuando ella quería, sino a deshora, cuando era menester. Sentía que
andaba al lado derecho, mas no con estos sentidos que podemos sentir que está
cabe nosotros una persona; porque es por otra vía más delicada, que no se
debe de saber decir; mas es tan cierto y con tanta certidumbre y aun mucho
más; porque acá ya se podría antojar, mas en esto no, que viene con grandes
ganancias y efectos interiores, que ni los podría haber, si fuese melancolía,
ni tampoco el demonio haría tanto bien, ni andaría el alma con tanta paz y
con tan continuos deseos de contentar a Dios y con tanto desprecio de todo lo
que no la llega a El. Y después se entendió claro no ser demonio, porque se
iba más y más dando a entender. 4. Con todo, sé yo que a
ratos andaba harto temerosa; otros con grandísima confusión, que no sabía por
dónde le había venido tanto bien. Eramos tan una
cosa ella y yo, que no pasaba cosa por su alma que yo estuviese ignorante de
ella, y así puedo ser buen testigo y me podéis creer ser verdad todo lo que
en esto dijere (6). Es merced del Señor que
trae grandísima confusión consigo y humildad. Cuando fuese del demonio, todo
sería al contrario. Y como es cosa que notablemente se entiende ser dada de
Dios, que no bastaría industria humana para poderse así sentir, en ninguna
manera puede pensar quien lo tiene que es bien suyo, sino dado de la mano de
Dios. Y aunque, a mi parecer, es mayor merced algunas de las que quedan
dichas, ésta trae consigo un particular conocimiento de Dios, y de esta
compañía tan continua nace un amor ternísimo con Su Majestad y unos deseos
aun mayores que los que quedan dichos (7) de entregarse toda a su servicio, y
una limpieza de conciencia grande, porque hace advertir a todo la presencia
que trae cabe sí; porque aunque ya sabemos que lo está Dios a todo lo que
hacemos, es nuestro natural tal, que se descuida en pensarlo: lo que no se
puede descuidar acá, que la despierta el Señor que está cabe ella. Y aun para
las mercedes que quedan dichas (8), como anda el alma casi continuo
con un actual amor al que ve o entiende estar cabe sí, son muy más ordinarias. 5. En fin, en la ganancia
del alma se ve ser grandísima merced y muy mucho de preciar, y agradecer al
Señor que se la da tan sin poderlo merecer, y por ningún tesoro ni deleite de
la tierra la trocaría. Y así, cuando el Señor es servido que se la quite,
queda con mucha soledad; mas todas las diligencias posibles que pusiese para
tornar a tener aquella compañía, aprovechan poco; que lo da el Señor cuando
quiere, y no se puede adquirir. Algunas veces también es de algún santo, y es
también de gran provecho. 6. Diréis que si no se ve,
que cómo se entiende que es Cristo, o cuándo es santo, o su Madre gloriosísima. Eso no sabrá el alma decir, ni puede
entender cómo lo entiende, sino que lo sabe con una grandísima certidumbre.
Aun ya el Señor, cuando habla, más fácil parece; mas el santo, que no habla,
sino que parece le pone el Señor allí por ayuda de aquel
alma y por compañía, es más de maravillar. Así son otras cosas espirituales, que
no se saben decir, mas entiéndese por ellas cuán
bajo es nuestro natural para entender las grandes grandezas de Dios, pues aun
éstas no somos capaces, sino que, con admiración y alabanzas a Su Majestad
pase quien se las diere; y así le haga particulares gracias por ellas, que
pues no es merced que se hace a todos, hase mucho
de estimar y procurar hacer mayores servicios, pues por tantas maneras la
ayuda Dios a ello. De aquí viene no se tener por eso en más, y parecerle que
es la que menos sirve a Dios de cuantos hay en la tierra, porque le parece
está más obligada a ello que ninguno, y cualquier falta que hace le atraviesa
las entrañas y con muy grande razón. 7. Estos efectos con que
anda el alma, que quedan dichos (9), podrá advertir cualquiera de vosotras a
quien el Señor llevare por este camino, para entender que no es engaño ni
tampoco antojo porque como he dicho (10) no tengo que es posible durar tanto
siendo demonio, haciendo tan notable provecho al alma y trayéndola con tanta
paz interior, que no es de su costumbre, ni puede, aunque quiere, cosa tan
mala hacer tanto bien; que luego habría unos humos de propia estimación y
pensar era mejor que los otros. Mas este andar siempre el alma tan asida de
Dios y ocupado su pensamiento en El, haríale tanta
rabia, que aunque lo intentase, no tornase muchas veces; y es Dios tan fiel,
que no permitirá darle tanta mano con alma que no pretende otra cosa sino
agradar a Su Majestad (11) y poner su vida por su honra y gloria, sino que
luego ordenará cómo sea desengañada. 9. Si es persona que aunque
tiene oración no la ha llevado el Señor por ese camino, luego se espantará y
lo condenará. Por eso os aconsejo que sea muy letrado y, si se hallare,
también espiritual, y la priora dé licencia para ello, porque, aunque vaya
segura el alma por ver su buena vida, estará obligada la priora a que se
comunique, para que anden con seguridad entrambas. Y, tratado con estas personas, quiétese y no
ande más dando parte de ello; que algunas veces, sin haber de qué temer, pone
el demonio unos temores tan demasiados, que fuerzan al alma a no se contentar
de una vez. En especial si el confesor es de poca experiencia y le ve
medroso, y él mismo la hace andar comunicando, viénese
a publicar lo que había de razón estar muy secreto, y a ser esta alma
perseguida y atormentada; porque cuando piensa que está secreto, lo ve
público, y de aquí suceden muchas cosas trabajosas para ella, y podrían
suceder para la Orden, según andan estos tiempos. Así que es menester grande
aviso en esto, y a las prioras lo encomiendo mucho; (10) y que no piense que
por tener una hermana cosas semejantes, es mejor que las otras; lleva el
Señor a cada una como ve que es menester. Aparejo es para venir a ser muy
sierva de Dios, se se ayuda; mas, a las veces,
lleva Dios por este camino a las más flacas. Y así no hay en esto por qué
aprobar ni condenar, sino mirar a las virtudes, y a quien con más
mortificación y humildad y limpieza de conciencia sirviere a nuestro Señor,
que ésa será la más santa, aunque la certidumbre poco se puede saber acá,
hasta que el verdadero Juez dé a cada uno lo que merece. Allá nos espantaremos
de ver cuán diferente es su juicio de lo que acá podemos entender. Sea para
siempre alabado, amén. NOTAS MORADAS VI, c. 8 1 Esta persona es ella misma: cf.
Vida c. 27, nn. 2-5. 2 Queda dicho en el c. 3. 3 Cf Vida c. 27, n. 3. 4 Cf. Vida c. 25, n. 18; y
Relaciones 4 (n. 10), 35, 53, 55; y Moradas VI, c. 3, n. 5. 5 Querría, escribió la Santa. 6 Se trata de ella misma, con el
típico recurso de anonimato. 7 En el c. 6, nn.
1-6. 8 Alude a la serie de gracias
místicas referidas en los cc. anteriores. 9 En los nn.
3-5. 10 En el n. 3. 11 Alusión al texto paulino "fidelis est Deus"
(1 Cor 10, 13), que tan hondamente se grabó en la Santa (cf. Vida 23, 15 y
Relación 28: "yo soy fiel; nadie se perderá sin entenderlo"; y
estas Mor. c. 3, n. 17 nota.). 12 En el n. 1. - Bien es que
"hay", escribió la Santa (cf. c. 12, n. 13).
Trata de cómo se comunica
el Señor al alma por visión imaginaria, y avisa mucho se 1. Ahora vengamos a las
visiones imaginarias, que dicen que son adonde puede meterse el demonio más
que en las dichas (2), y así debe de ser; mas cuando son de nuestro Señor, en
alguna manera me parecen más provechosas, porque son más conformes a nuestro
natural; salvo de las que el Señor da a entender en la postrera morada, que a
éstas no llegan ningunas. 2. Pues miremos ahora como
os he dicho en el capítulo pasado (3) que está este Señor, que es como si en
una pieza de oro tuviésemos una piedra preciosa de grandísimo valor y
virtudes; sabemos certísimo que está allí, aunque nunca la hemos visto; mas
las virtudes de la piedra no nos dejan de aprovechar, si la traemos con
nosotras. Aunque nunca la hemos visto, no por eso la dejamos de preciar,
porque por experiencia hemos visto que nos ha sanado de algunas enfermedades,
para que es apropiada; (4) mas no la osamos mirar, ni abrir el relicario, ni
podemos, porque la manera de abrirle sólo la sabe cuya es la joya, y aunque
nos la prestó para que nos aprovechásemos de ella, él se quedó con la llave
y, como cosa suya, abrirá cuando nos la quisiere mostrar, y aun la tomará
cuando le parezca, como lo hace. 3. Pues digamos ahora que
quiere alguna vez abrirla de presto, por hacer bien a quien la ha prestado:
claro está que le será después muy mayor contento cuando se acuerde del
admirable resplandor de la piedra, y así quedará más esculpida en su memoria.
Pues así acaece acá: cuando nuestro Señor es servido de regalar más a esta
alma, muéstrale claramente su sacratísima Humanidad de la manera que quiere,
o como andaba en el mundo, o después de resucitado; y aunque es con tanta
presteza que lo podríamos comparar a la de un relámpago, queda tan esculpido
en la imaginación esta imagen gloriosísima, que
tengo por imposible quitarse de ella hasta que la vea adonde para sin fin la
pueda gozar (5). 4. Aunque digo imagen, entiéndese que no es pintada al parecer de quien la ve,
sino verdaderamente viva (6), y algunas veces se está hablando con el alma y
aun mostrándole grandes secretos. Mas habéis de entender que aunque en esto
se detenga algún espacio, no se puede estar mirando más que estar mirando al
sol, y así esta vista siempre pasa muy de presto; y no porque su resplandor
da pena, como el del sol, a la vista interior (7), que es la que ve todo esto
que cuando es con la vista exterior no sabré decir de ello ninguna cosa,
porque esta persona que he dicho, de quien tan particularmente yo puedo
hablar, no había pasado por ello; (8) y de lo que no hay experiencia, mal se
puede dar razón cierta), porque su resplandor es como una luz infusa y de un
sol cubierto de una cosa tan delgada como un diamante, si se puede labrar;
como una holanda parece la vestidura, y casi todas las veces que Dios hace
esta merced al alma, se queda en arrobamiento, que no puede su bajeza sufrir
tan espantosa vista. 5. Digo espantosa, porque
con ser la más hermosa y de mayor deleite que podría una persona imaginar,
aunque viviese mil años y trabajase en pensarlo, porque va muy adelante de
cuanto cabe en nuestra imaginación ni entendimiento), es su presencia de tan
grandísima majestad, que hace gran espanto al alma. A osadas que no es
menester aquí preguntar cómo sabe quién es sin que se lo hayan dicho, que se
da bien a conocer que es Señor del cielo y de la tierra; lo que no harán los
reyes de ella, que por sí mismos bien en poco se tendrán, si no va junto con
él su acompañamiento, o lo dicen. 6. ¡Oh Señor, cómo os
desconocemos los cristianos! ¿Qué será aquel día cuando nos vengáis a juzgar,
pues viniendo aquí tan de amistad a tratar con vuestra esposa, pone miraros
tanto temor? ¡Oh hijas! ¿y qué será cuando con tan rigurosa voz dijere: Id malditos de mi Padre? (9) 7. Quédenos ahora esto en
la memoria de esta merced que hace Dios al alma, que no nos será poco bien,
pues San Jerónimo, con ser santo, no la apartaba de la suya, y así no se nos
hará nada cuanto aquí padeciéremos en el rigor de la religión que guardamos,
pues cuando mucho durare, es un momento, comparado con aquella eternidad. Yo
os digo de verdad que, con cuan ruin soy, nunca he tenido miedo de los
tormentos del infierno, que fuese nada en comparación de cuando me acordaba
que habían los condenados de ver airados estos ojos tan hermosos y mansos y
benignos del Señor, que no parece lo podía sufrir mi corazón: esto ha sido
toda mi vida. ¡Cuánto más lo temerá la persona a quien así se le ha
representado, pues es tanto el sentimiento, que la deja sin sentir! Esta debe
ser la causa de quedar con suspensión; que ayuda el Señor a su flaqueza con
que se junte con su grandeza en esta tan subida comunicación con Dios. 8. Cuando pudiere el alma
estar con mucho espacio (10) mirando este Señor, yo no creo que será visión,
sino alguna vehemente consideración, fabricada en la imaginación alguna
figura; será como cosa muerta en estotra comparación. 10. En lo que tratamos no
es así, sino que estando el alma muy lejos de que ha de ver cosa, ni pasarle
por pensamiento, de presto se le representa muy por junto y revuelve todas
las potencias y sentidos con un gran temor y alboroto, para ponerlas luego en
aquella dichosa paz. Así como cuando fue derrocado San Pablo, vino aquella
tempestad y alboroto en el cielo (11), así acá en este mundo interior se hace
gran movimiento, y en un punto como he dicho (12) queda todo sosegado, y esta
alma tan enseñada de unas tan grandes verdades, que no ha menester otro
maestro; que la verdadera sabiduría sin trabajo suyo la ha quitado la
torpeza, y dura con una certidumbre el alma de que esta merced es de Dios,
algún espacio de tiempo, que aunque más le dijesen lo contrario, entonces no
la podrían poner temor de que puede haber engaño. Después, poniéndosele el
confesor, la deja Dios para que ande vacilando en que por sus pecados sería
posible; mas no creyendo, sino como he dicho (13) en estotras cosas a manera
de tentaciones en cosas de la fe, que puede el demonio alborotar, mas no
dejar el alma de estar firme en ella; antes mientras más la combate, más
queda con certidumbre de que el demonio no la podría dejar con tantos bienes,
como ello es así, que no puede tanto en lo interior del alma; podrá él
representarlo, mas no con esta verdad y majestad y operaciones. 11. Como los confesores no
pueden ver esto ni, por ventura, a quien Dios hace esta merced, sabérselo
decir, temen y con mucha razón. Y así es menester ir con aviso, hasta
aguardar tiempo del fruto que hacen estas apariciones, e ir poco a poco
mirando la humildad con que dejan al alma y la fortaleza en la virtud; que si
es de demonio, presto dará señal y le cogerán en mil mentiras. Si el confesor
tiene experiencia y ha pasado por estas cosas, poco tiempo ha menester para
entenderlo, que luego en la relación verá si es Dios, o imaginación, o
demonio, en especial si le ha dado Su Majestad don de conocer espíritus, que
si éste tiene y letras, aunque no tenga experiencia, lo conocerá muy bien. 12. Lo que es mucho
menester, hermanas, es que andéis con gran llaneza y verdad con el confesor,
no digo en decir los pecados, que eso claro está, sino en contar la oración;
porque si no hay esto, no aseguro que vais bien, ni que es Dios el que os
enseña; que es muy amigo que al que está en su lugar se trate con la verdad y
claridad que consigo mismo, deseando entienda todos sus pensamientos, cuánto
más las obras, por pequeñas que sean. Y con esto no andéis turbadas ni
inquietas, que aunque no fuese de Dios, si tenéis humildad y buena conciencia
no os dañará; que sabe Su Majestad sacar de los males bienes, y que por el
camino que el demonio os quería hacer perder, ganaréis más. Pensando que os
hace tan grandes mercedes, os esforzaréis a contentarle mejor y andar siempre
ocupada en la memoria su figura, que como decía un gran letrado (14), que el
demonio es gran pintor, y si le mostrase muy al vivo una imagen del Señor,
que no le pesaría, para con ella avivar la devoción y hacer al demonio guerra
con sus mismas maldades; que aunque un pintor sea muy malo, no por eso se ha
de dejar de reverenciar la imagen que hace, si es de todo nuestro Bien. 13. Parecíale
muy mal lo que algunos aconsejan, que den higas cuando así viesen alguna
visión; (15) porque decía que adondequiera que veamos pintado a nuestro Rey,
le hemos de reverenciar; y veo que tiene razón, porque aun acá se sentiría:
si supiese una persona que quiere bien a otra que hacía semejantes vituperios
a su retrato, no gustaría de ello. Pues ¿cuánto más es razón que siempre se
tenga respeto adonde viéremos un crucifijo o cualquier retrato de nuestro
Emperador? Aunque he escrito en otra parte esto (16), me holgué de ponerlo
aquí, porque vi que una persona anduvo afligida,
que la mandaban tomar este remedio. No sé quién le inventó tan para
atormentar a quien no pudiere hacer menos de obedecer, si el confesor le da
este consejo, pareciéndole va perdida si no lo hace, y el mío es que, aunque
os le dé, le digáis esta razón con humildad y no le toméis. En extremo me
cuadró mucho las buenas (17) que me dio quien me lo dijo en este caso. 14. Una gran ganancia saca
el alma de esta merced del Señor, que es, cuando piensa en El o en su vida y
Pasión, acordarse de su mansísimo y hermoso rostro,
que es grandísimo consuelo, como acá nos le daría mayor haber visto a una
persona que nos hace mucho bien que si nunca la hubiésemos conocido. Yo os
digo que hace harto consuelo y provecho tan sabrosa memoria. Otros bienes trae consigo
hartos, mas como queda dicho tanto de los efectos que hacen estas cosas y se
ha de decir más, no me quiero cansar ni cansaros, sino avisaros mucho que
cuando sabéis u oís que Dios hace estas mercedes a las almas, jamás le
supliquéis ni deseéis que os lleve por este camino; (15) aunque os parezca
muy bueno, y se ha de tener en mucho y reverenciar, no conviene por algunas
razones: la primera, porque es falta de humildad querer vos se os dé lo que
nunca habéis merecido, y así creo que no tendrá mucha quien lo deseare;
porque así como un bajo labrador está lejos de desear ser rey, pareciéndole
imposible, porque no lo merece, así lo está el humilde de cosas semejantes; y
creo yo que nunca se darán, porque primero da el Señor un gran conocimiento
propio que hace estas mercedes. Pues ¿cómo entenderá con verdad que se la hace
muy grande en no tenerla en el infierno, quien tiene tales pensamientos? La
segunda, porque está muy cierto ser engañado, o muy a peligro, porque no ha
menester el demonio más de ver una puerta pequeña abierta para hacernos mil
trampantojos. La tercera, la misma imaginación, cuando hay un gran deseo, y
la misma persona se hace entender que ve aquello que desea, y lo oye, como
los que andan con gana de una cosa entre día y mucho pensando en ella, que
acaece venirla a soñar. La cuarta, es muy gran atrevimiento que quiera yo
escoger camino no sabiendo el que me conviene más, sino dejar al Señor, que
me conoce, que me lleve por el que conviene, para que en todo haga su
voluntad. La quinta, ¿pensáis que son pocos los trabajos que padecen los que
el Señor hace estas mercedes? No, sino grandísimos y de muchas maneras. ¿Qué
sabéis vos si seríais para sufrirlos? La sexta, si por lo mismo que pensáis
ganar, perderéis, como hizo Saúl por ser rey (18). 16. En fin, hermanas, sin
éstas hay otras; (19) y creedme que es lo más seguro no querer sino lo que
quiere Dios, que nos conoce más que nosotros mismos y nos ama. Pongámonos en
sus manos, para que sea hecha su voluntad en nosotras, y no podemos errar, si
con determinada voluntad nos estamos siempre en esto. Y habéis de advertir,
que por recibir muchas mercedes de éstas no se merece más gloria, porque
antes quedan más obligadas a servir, pues es recibir más. En lo que es más
merecer, no nos lo quita el Señor, pues está en nuestra mano; y así hay
muchas personas santas que jamás supieron qué cosa es recibir una de aquestas mercedes; y otras que las reciben, que no lo
son. Y no penséis que es continuo, antes por una vez que las hace el Señor
son muy muchos los trabajos; y así el alma no se acuerda si las ha de recibir
más, sino cómo las servir. 17. Verdad es que debe ser
grandísima ayuda para tener las virtudes en más subida perfección; mas el que
las tuviere con haberlas ganado a costa de su trabajo, mucho más merecerá. Yo
sé de una persona, a quien el Señor había hecho algunas de estas mercedes y
aun de dos, la una era hombre (20), que estaban tan deseosas de servir a Su
Majestad a su costa, sin estos grandes regalos, y tan ansiosas por padecer,
que se quejaban a nuestro Señor porque se los daba, y si pudieran no
recibirlos, lo excusaran. Digo regalos, no de estas visiones, que, en fin,
ven la gran ganancia y son mucho de estimar, sino los que da el Señor en la
contemplación. NOTAS MORADAS VI, c. 9 1 Se guarden desear, escribió la
autora por haplografía. 2 Más que en las intelectuales:
cf. v. 8. 3 En el capítulo pasado: sobreescrito por la Santa. Cf. c.
8, nn. 2-3. 4 "En tiempo de la Santa era
frecuente atribuir a ciertas piedras determinadas propiedades curativas"
(S.). 5 Compárese con Vida c. 28, nn. 1-4 y 37, 4. 6 Ib., nn. 7-8. 7 Vista interior: equivale a
"ojos del alma" (c. 8, n. 2; y Vida c. 28, n. 4) o sentidos interiores,
distintos del entendimiento y de la vista exterior o sentido corporal de la
vista. 8 Cf. Vida c. 28, n. 4 y Relación
4, n. 9, en que afirma que jamás tuvo "visiones corporales", o sea,
vistas con los ojos del cuerpo. 9 Mt 25, 41. 10 Muy despacio (cf. nn. 4 y 10). 11 Hechos 9, 3. 12 Cf. c. 8, n. 3 y nota. 13 Ib., nn. 4 y 8. 14 El P. Báñez,
como ella misma declara en Fund. c. 8, n. 3. 15 Cf. Vida c. 29, n.. 5-6. 16 En Fund.
c. 8, n. 3. 17 Las buenas razones... 18 Las razones 5a y 6a aluden al
episodio de los hijos del Zebedeo (Mt 20, 20-22) y a la conducta de Saúl (1
Reg. 15, 10-11: ambos hechos bíblicos son alegados en M. VI, 11, 11, y M. V,
3, 2. 19 Es decir: además de estas
razones, hay otras... 20 Probable alusión a San Juan de
la Cruz. La otra persona sería la propia Santa.
Dice de otras mercedes que
hace Dios al alma por diferente manera que las dichas, y del gran provecho
que queda de ellas. 1. De muchas maneras se
comunica el Señor al alma con estas apariciones; algunas, cuando está
afligida; otras, cuando le ha de venir algún trabajo grande; otras, por
regalarse Su Majestad con ella y regalarla. No hay para qué particularizar
más cada cosa, pues el intento no es sino dar a entender cada una de las
diferencias que hay en este camino, hasta donde yo entendiere, para que
entendáis, hermanas, de la manera que son y los efectos que dejan; porque no
se nos antoje que cada imaginación es visión, y porque cuando lo sea, entendiendo
que es posible, no andéis alborotadas ni afligidas, que gana mucho el demonio
y gusta en gran manera de ver afligida e inquieta un alma, porque ve que le
es estorbo para emplearse toda en amar y alabar a Dios. Por otras maneras se
comunica Su Majestad harto más subidas y menos peligrosas, porque el demonio
creo no las podrá contrahacer, y así se pueden mal decir, por ser cosa muy
oculta, que las imaginarias puédense más dar a
entender. 3. Hagamos ahora cuenta que
es Dios como una morada o palacio muy grande y hermoso y que este palacio,
como digo, es el mismo Dios (2). ¿Por ventura puede el pecador, para hacer
sus maldades, apartarse de este palacio? No, por cierto; sino que dentro en
el mismo palacio, que es el mismo Dios, pasan las abominaciones y
deshonestidades y maldades que hacemos los pecadores. ¡Oh cosa temerosa y
digna de gran consideración y muy provechosa para los que sabemos poco, que
no acabamos de entender estas verdades, que no sería posible tener
atrevimiento tan desatinado! Consideremos, hermanas, la gran misericordia y
sufrimiento de Dios en no nos hundir allí luego, y démosle grandísimas
gracias, y hayamos vergüenza de sentirnos de cosa que se haga ni se diga
contra nosotras; que es la mayor maldad del mundo ver que sufre Dios nuestro
Criador tantas a sus criaturas dentro en Sí mismo y que nosotras sintamos
alguna vez una palabra que se dijo en nuestra ausencia y quizá con no mala
intención. Yo os digo, hijas, que
aunque pasa de presto esta visión (3), que es una gran merced que hace
nuestro Señor a quien la hace, si se quiere aprovechar de ella, trayéndola
presente muy ordinario. 5. También acaece (4), así muy
de presto y de manera que no se puede decir, mostrar Dios en sí mismo una
verdad, que parece deja oscurecidas todas las que hay en las criaturas, y muy
claro dado a entender que El solo es verdad que no puede mentir; y dase bien a entender lo que dice David en un salmo, que
todo hombre es mentiroso (5), lo que no se entendiera jamás así, aunque
muchas veces se oyera. Es verdad que no puede faltar. Acuérdaseme de Pilatos
lo mucho que preguntaba a nuestro Señor cuando en su Pasión le dijo qué era
verdad (6), y lo poco que entendemos acá de esta suma Verdad. 6. Yo quisiera poder dar
más a entender en este caso, mas no se puede decir. Saquemos de aquí,
hermanas, que para conformarnos con nuestro Dios y Esposo en algo, será bien
que estudiemos siempre mucho de andar en esta verdad. No digo sólo que no
digamos mentira, que en eso, gloria a Dios, ya veo que traéis gran cuenta en
estas casas con no decirla por ninguna cosa; sino que andemos en verdad
delante de Dios (7) y de las gentes de cuantas maneras pudiéremos, en
especial no queriendo nos tengan por mejores de lo que somos, y en nuestras
obras dando a Dios lo que es suyo y a nosotras lo que es nuestro, y
procurando sacar en todo la verdad, y así tendremos en poco este mundo, que
es todo mentira y falsedad, y como tal no es durable. 7. Una vez estaba yo
considerando por qué razón era nuestro Señor tan amigo de esta virtud de la
humildad, y púsoseme delante a mi parecer sin
considerarlo, sino de presto esto: que es porque Dios es suma Verdad, y la
humildad es andar en verdad (8), que lo es muy grande no tener cosa buena de
nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en
mentira. A quien más lo entienda agrada más a la suma Verdad, porque anda en
ella. Plega a Dios, hermanas, nos haga merced de no
salir jamás de este propio conocimiento, amén. 8. De estas mercedes hace
nuestro Señor al alma, porque como a verdadera esposa, que ya está
determinada a hacer en todo su voluntad, le quiere dar alguna noticia de en
qué la ha de hacer y de sus grandezas. No hay para qué tratar de más, que
estas dos cosas he dicho (9) por parecerme de gran provecho; que en cosas
semejantes no hay que temer, sino que alabar al Señor porque las da; que el
demonio, a mi parecer, ni aun la imaginación propia, tienen aquí poca cabida,
y así el alma queda con gran satisfacción. 1 Cf. Vida c. 40, n. 9. 2 Sobre el origen místico
de esta comparación, cf. Vida c. 40, n. 10. 3 Esta visión: la referida
en el n. 2; o quizá se refiera al "símbolo del palacio", propuesto
en el n. 3 como simple recurso literario ("hagamos cuenta que..."),
pero que en realidad proviene de una visión mística. 5 Salmo 115, 11. 6 Juan 18, 36-38. 7 Alusiones veladas a Juan
14, 6. 8 Sobre el origen místico
de esta noción, insinuado veladamente en el "púsoseme
delante", véase la Rel. 28 y Vida c. 40. 9 Dos cosas son las gracias
místicas referidas en los nn. 2 y 5.
Trata de unos deseos tan
grandes e impetuosos que da Dios al alma de gozarle, que ponen en peligro de
perder la vida, y con el provecho que se queda de esta merced que hace el
Señor. 1. ¿Si habrán bastado todas
estas mercedes que ha hecho el Esposo al alma para que la palomilla o
mariposilla esté satisfecha no penséis que la tengo olvidada) y haga asiento
adonde ha de morir? No, por cierto; antes está muy peor. Aunque haya muchos
años que reciba estos favores, siempre gime y anda llorosa, porque de cada
uno de ellos le queda mayor dolor. Es la causa, que como va conociendo más y
más las grandezas de su Dios y se ve estar tan ausente y apartada de gozarle,
crece mucho más el deseo; porque también crece el amar mientras más se le
descubre lo que merece ser amado este gran Dios y Señor; y viene en estos
años creciendo poco a poco este deseo de manera que la llega a tan gran pena
como ahora diré. He dicho años, conformándome con lo que ha pasado por la
persona que he dicho aquí (1), que bien entiendo que a Dios no hay que poner
término, que en un momento puede llegar a un alma a lo más subido que se dice
aquí. Poderoso es Su Majestad para todo lo que quisiere hacer y ganoso de
hacer mucho por nosotros. 2. Pues viene veces que
estas ansias y lágrimas y suspiros y los grandes ímpetus que quedan dichos
(2) que todo esto parece procedido de nuestro amor con gran sentimiento, mas
todo no es nada en comparación de estotro, porque esto parece un fuego que
está humeando y puédese sufrir, aunque con pena),
andándose así esta alma, abrasándose en sí misma, acaece muchas veces por un
pensamiento muy ligero, o por una palabra que oye de que se tarda el morir,
venir de otra parte no se entiende de dónde ni cómo un golpe, o como si
viniese una saeta de fuego (3). No digo que es saeta, mas cualquier cosa que
sea, se ve claro que no podía proceder de nuestro natural. Tampoco es golpe,
aunque digo golpe; mas agudamente hiere. Y no es adonde se sienten acá las
penas, a mi parecer, sino en lo muy hondo e íntimo del alma, adonde este
rayo, que de presto pasa, todo cuanto halla de esta tierra de nuestro natural
y lo deja hecho polvos, que por el tiempo que dura es imposible tener memoria
de cosa de nuestro Señor; porque en un punto ata las potencias de manera que
no quedan con ninguna libertad para cosa, sino para las que le han de hacer
acrecentar este dolor. 3. No querría pareciese
encarecimiento, porque verdaderamente voy viendo que quedo corta, porque no
se puede decir. Ello es un arrobamiento de sentidos y potencias para todo lo
que no es, como he dicho, ayudar a sentir esta aflicción. Porque el
entendimiento está muy vivo para entender la razón que hay que sentir de
estar aquel alma ausente de Dios; y ayuda Su Majestad con una tan viva
noticia de Sí en aquel tiempo, de manera que hace crecer la pena en tanto
grado, que procede quien la tiene en dar grandes gritos. Con ser persona
sufrida y mostrada a padecer grandes dolores, no puede hacer entonces más;
porque este sentimiento no es en el cuerpo como queda dicho (4), sino en lo
interior del alma. Por esto sacó esta persona cuán más recios son los
sentimientos de ella que los del cuerpo, y se le representó ser de esta
manera los que padecen en purgatorio, que no les impide no tener cuerpo para
dejar de padecer mucho más que todos los que acá, teniéndole, padecen. 4. Yo vi
una persona así (5), que verdaderamente pensé que se moría, y no era mucha
maravilla, porque, cierto, es gran peligro de muerte. Y así, aunque dure
poco, deja el cuerpo muy descoyuntado, y en aquella sazón los pulsos tienen
tan abiertos como si el alma quisiese ya dar a Dios, que no es menos; porque
el calor natural falta y le abrasa de manera que con otro poquito más hubiera
cumplídole Dios sus deseos. No porque siente poco
ni mucho dolor en el cuerpo, aunque se descoyunta, como he dicho, de manera
que queda dos o tres días después sin poder aún tener fuerza para escribir, y
con grandes dolores; y aun siempre me parece le queda el cuerpo más sin
fuerza que de antes. El no sentirlo debe ser la causa ser tan mayor el
sentimiento interior del alma, que ninguna cosa hace caso del del cuerpo; como si acá tenemos un dolor muy agudo en una
parte: aunque haya otros muchos, se sienten poco; esto yo lo he bien probado.
Acá, ni poco ni mucho, ni creo sentiría si la hiciesen pedazos. 5. Diréisme
que es imperfección; que por qué no se conforma con la voluntad de Dios, pues
le está tan rendida. Hasta aquí podía hacer eso, y con eso pasaba la vida.
Ahora no, porque su razón está de suerte, que no es señora de ella, ni de
pensar sino la razón que tiene para penar, pues está ausente de su bien, que
para qué quiere vida. Siente una soledad extraña, porque criatura de toda la
tierra no la hace compañía, ni creo se la harían los del cielo como no fuese
el que ama, antes todo la atormenta. Mas vese como
una persona colgada, que no asienta en cosa de la tierra, ni al cielo puede
subir; abrasada con esta sed, y no puede llegar al agua; y no sed que puede
sufrir, sino ya en tal término que con ninguna se le quitaría, ni quiere que
se le quite, si no es con la que dijo nuestro Señor a la Samaritana (6), y
eso no se lo dan. 6. ¡Oh, válgame Dios,
Señor, cómo apretáis a vuestros amadores! Mas todo
es poco para lo que les dais después. Bien es que lo mucho cueste mucho.
Cuánto más que, si es purificar esta alma para que entre en la séptima
morada, como los que han de entrar en el cielo se limpian en el purgatorio,
es tan poco este padecer, como sería una gota de agua en la mar. Cuánto más
que con todo este tormento y aflicción, que no puede ser mayor, a lo que yo
creo, de todas las que hay en la tierra 7 que esta persona había pasado
muchas, así corporales, como espirituales, mas todo le parece nada en esta
comparación), siente el alma que es de tanto precio esta pena, que entiende
muy bien no la podía ella merecer; sino que no es este sentimiento de manera
que la alivia ninguna cosa, mas con esto la sufre de muy buena gana y
sufriría toda su vida, si Dios fuese de ello servido; aunque no sería morir
de una vez, sino estar siempre muriendo, que verdaderamente no es menos. 7. Pues consideremos,
hermanas, aquellos que están en el infierno, que no están con esta
conformidad, ni con este contento y gusto que pone Dios en el alma, ni viendo
ser ganancioso este padecer, sino que siempre padecen más y más, digo más y
más, cuanto a las penas accidentales) (8). Siendo el tormento del alma tan
más recio que los del cuerpo y los que ellos pasan mayores sin comparación
que éste que aquí hemos dicho, y éstos ver que han de ser para siempre jamás,
¿qué será de estas desventuradas almas? Y ¿qué podemos hacer en vida tan
corta, ni padecer, que sea nada para librarnos de tan terribles y eternales
tormentos? Yo os digo que será imposible dar a entender cuán sentible cosa es el padecer del alma, y cuán diferente al
del cuerpo, si no se pasa por ello; y quiere el mismo Señor que lo
entendamos, para que más conozcamos lo mucho que le debemos en traernos a
estado, que, por su misericordia, tenemos esperanza de que nos ha de librar y
perdonar nuestros pecados. 8. Pues tornando a lo que
tratábamos (10) que dejamos esta alma con mucha pena), en este rigor es poco
lo que le dura; será, cuando más, tres o cuatro horas, a mi parecer, porque
si mucho durase, si no fuese por milagro, sería imposible sufrirlo la
flaqueza natural. Acaecido ha no durar más que un cuarto de hora y quedar
hecha pedazos. Verdad es que esta vez del todo perdió el sentido, según vino
con rigor y estando en conversación, Pascua de Resurrección, el postrer día,
y habiendo estado toda la Pascua con tanta sequedad, que casi no entendía lo
era), de sólo oír una palabra de no acabarse la vida. ¡Pues pensar que se
puede resistir!, no más que si, metida en un fuego, quisiese hacer a la llama
que no tuviese calor para quemarle. No es el sentimiento que se puede pasar
en disimulación, sin que las que están presentes entiendan el gran peligro en
que está, aunque de lo interior no pueden ser testigos; es verdad que le son
alguna compañía, como si fuesen sombras, y así le parecen todas las cosas de
la tierra. 10. Cosa penosa es ésta,
mas queda el alma con grandísimos efectos y perdido el miedo a los trabajos
que le pueden suceder; porque en comparación del sentimiento tan penoso que
sintió su alma, no le parece son nada. De manera queda aprovechada, que
gustaría padecerle muchas veces. Mas tampoco puede eso en ninguna manera, ni
hay ningún remedio para tornarle a tener hasta que quiere el Señor, como no
le hay para resistirle ni quitarle cuando le viene. Queda con muy mayor
desprecio del mundo que antes, porque ve que cosa de él no le valió en aquel
tormento, y muy más desasida de las criaturas, porque ya ve que sólo el
Criador es el que puede consolar y hartar su alma, y con mayor temor y
cuidado de no ofenderle, porque ve que también puede atormentar como consolar. 11. Dos cosas me parece a
mí que hay en este camino espiritual que son peligro de muerte: la una ésta,
que verdaderamente lo es y no pequeño; la otra, de muy excesivo gozo y
deleite, que es en tan grandísimo extremo, que verdaderamente parece que
desfallece el alma de suerte que no le falta tantito para acabar de salir del
cuerpo: a la verdad, no sería poca dicha la suya. Aquí veréis, hermanas, si
he tenido razón en decir que es menester ánimo y que tendrá razón el Señor,
cuando le pidiéreis estas cosas, de deciros lo que
respondió a los hijos del Zebedeo: Si podrían beber el cáliz (11). [12] Todas
creo, hermanas, que responderemos que sí, y con mucha razón; porque Su
Majestad da esfuerzo a quien ve que le ha menester, y en todo defiende a
estas almas, y responde por ellas en las persecuciones y murmuraciones, como
hacía por la Magdalena (12), aunque no sea por palabras, por obras; y en fin,
en fin, antes que se mueran se lo paga todo junto, como ahora veréis. Sea por
siempre bendito y alábenle todas las criaturas, amén. NOTAS MORADAS VI, c. 11 1 Ella misma (cf. c. 10, nn. 2-5). 2 Quedan dichos en el c. 2, n. 1;
c. 6, n. 6; c. 8, n. 4. 3 Véase la correspondencia
biográfica en la Relación 15, que refiere el "éxtasis de Salamanca"
(1571), provocado por una novicia que cantó en recreación: "Véante mis ojos...". 4 En el n. 2. 5 Ella misma: cf. Rel. 5, n. 14; y
compárese esta descripción del éxtasis doloroso con Vida c. 20, nn. 12-13. 6 Juan 4, 7-13. 7 O sea: ...afición, que no puede
haberla mayor entre todas las que hay en la tierra. 8 La declaración entre paréntesis
fue añadida por la Santa al margen del autógrafo. 9 Alude al mismo episodio de la
Rel. 15, ya mencionado en los nn. 2 y 4. Cf.
Conceptos c. 7, n. 2. 10 En el c. 4; véase el título y el n. 1; y c. 1, n. 2. 11
Mt 20, 22; cf. M. II, n. 8. 12
Lc 7, 44. |