Caminando con Jesus Pedro Sergio Antonio Donoso
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COMO LEYO LA BIBLIA SANTA TERESA DE JESUS P. SILVIO JOSÉ BÁEZ, O.C.D. |
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Su
primer contacto con la Biblia. El primer testimonio de Teresa sobre su contacto con la Biblia
lo encontramos en el libro de la Vida. Nos referimos en primer lugar a su
amistad allá por 1535, cuando tenía 20 años, con una monja agustina, María de Briceño, entonces Maestra de las
“señoras doncellas de piso” en el convento de Nuestra Señora de la Gracia
adonde había sido enviada la joven Teresa por su padre con fines educativos [1]. Y en segundo
lugar nos referimos al encuentro en Hortigosa con
su tío Don Pedro, hombre espiritual y virtuoso, amante de “buenos libros de
romance” [2]. En la vida de la
joven Teresa ambas experiencias están marcadas por el encuentro con la
Palabra de Dios en el contexto de una relación amistosa. Esto no es
sorprendente en el camino espiritual de la santa. Sabemos que fue una mujer
de profundas relaciones de amistad y que este rasgo de su personalidad marcó
hondamente su espiritualidad. Lo más interesante de estos dos textos es que
nos muestran cómo la Palabra de Dios se vuelve luz y vida para ella en
contextos de amistad y comunión. En Santa María de la Gracia, Teresa comienza a “gustar de la
buena y santa conversación de esta monja” [3] y confiesa: “Comenzóme esta buena compañía a desterrar las
costumbres que había hecho la mala y a tornar a poner en mi pensamiento los
deseos de las cosas eternas”. En el contexto de esta amistad le llega la
palabra de Dios: “Comenzóme a contar cómo ella
había venido a ser monja por sólo leer lo que dice el evangelio.
Muchos son los llamados y pocos los escogidos”. En Hortigosa,
un poco más tarde, se encuentra con su tío Pedro. Aquí también el contexto de
comunicación y amistad espiritual es determinante. De esta visita a Hortigosa Teresa comentará: “Aunque fueron los días que
estuve pocos, con la fuerza que hacían en mi corazón las palabras de Dios,
así leídas como oídas, y la buena compañía, vine a ir entendiendo la
verdad de cuando niña” [4]. De nuevo el
contexto comunitario y la palabra de Dios haciendo efecto en ella. Como en muchas otras ocasiones, su propia experiencia se
transforma en doctrina espiritual con validez universal. En Camino de
Perfección insistirá sobre la importancia del contexto de amistad y de
fraternidad como condición para acoger las palabras de Dios. Vale la pena
leer el texto teresiano: “Que puede acaecer, para que os escuche vuestro
deudo o hermano o persona semejante una verdad y la admita, haber de
disponerle con estas pláticas y muestras de amor que a la sensualidad siempre
contentan; y acaecerá tener en más una buena palabra -que así la llaman- y
disponer más que muchas de Dios, para que después estas quepan” [5]. Su pensamiento
es claro. Una “buena palabra” dispone para que “quepan” las palabras de Dios.
Así fue su primer contacto con la Biblia. La Palabra de Dios leída y oída se
volvió en ella consuelo y luz gracias a la amistad y a la comunión en que la
recibió.
El
descubrimiento místico de la Biblia. Como casi todo en la vida de Teresa de Jesús también su
experiencia de la Biblia se comprende en toda su profundidad a partir de su
vivencia mística. Es precisamente a partir de una experiencia mística que
Teresa inicia un nuevo camino en su relación con la Escritura, un camino
hecho de ardiente deseo, de búsqueda constante, de amor profundo hacia la
Palabra de Dios. Nos referimos especialmente a la gracia mística narrada por
Teresa al final del libro de la Vida en el capítulo 40. La gracia de la que habla Teresa en este capítulo tiene por
objeto a Dios como Verdad. “Esto que entendí es darme el Señor a entender que
es la misma Verdad” [6]; “entendí
grandísimas verdades sobre esta Verdad, más que si muchos letrados me lo
hubieran enseñado” [7]. Esta experiencia
de la Verdad que es Dios, en un segundo momento se extiende a todo lo creado.
Es verdad lo que se conforma y ordena con la Verdad que es Dios, lo que sirva
“para llegarnos más a Dios” [8], y es mentira lo
que se opone y se aparta de El, lo que “no es agradable a mí” [9]. Lo sorprendente
de esta experiencia mística es que finalmente todo aterriza en la Sagrada
Escritura, como el lugar natural en el que se encuentra esa Verdad que a
Teresa se le ha revelado místicamente. Oigamos sus palabras: “Mas bien
entendí ser la misma Verdad (díjome): No es poco
esto que hago por ti, que una de las cosas es en que mucho me debes; porque
todo el daño que viene al mundo es de no conocer las verdades de la Escritura
con clara verdad; no faltará una tilde de ella” [10]. “Esta `merced'
con que abre el último capítulo de Vida es una auténtica `visión' de
la Biblia. Si se quiere una `visión de rebote', pero central. Dios es la
Verdad. Verdad vertida en la Escritura, en ella contenida. Dios–Verdad–Escritura. La Verdad que místicamente percibe
Teresa está en la Biblia. Esa Verdad es la Biblia” [11]. A partir de allí “el andar en verdad delante de la misma Verdad”
[12] se traduce en la
vida de Teresa en esta determinación: “quedé de una suerte que tampoco sé
decir, con grandísima fortaleza, y muy de veras para cumplir con todas mis
fuerzas la más pequeña parte de la Escritura divina” [13]. De esta forma
Santa Teresa llega a comprender místicamente el valor y el misterio de la
Sagrada Escritura. Se le descubre su valor normativo en una profunda
experiencia mística. La autoridad de la Biblia no le llega por la fuerza o
por la imposición ni se le descubre por los caminos teóricos de la teología,
sino a través de una honda experiencia personal de fe. En ella está la Verdad
de Dios y, por tanto, es norma de vida. A ella hay que conformarse y obedecer
para caminar “en verdad delante de la misma Verdad” que es Dios.
Comprensión
vital de las palabras bíblicas. Teresa de Jesús no tiene una satisfactoria formación bíblica, ni
conoce íntegramente la Escritura; sin embargo llega a comprender e
interpretar la Palabra de Dios por otros caminos, que no son el de la
explicación intelectual ni el del conocimiento académico: “Y es así que me ha
acaecido estando en esta quietud (primera oración infusa), con no entender
casi cosa que rece en latín, en especial del Salterio, no sólo entender el
verso en romance, sino pasar adelante en regalarme de ver lo que el romance
quiere decir” [14]. Declara al
inicio de su comentario al Cantar de los Cantares: “me parece me da el
Señor para mi propósito a entender algo del sentido de algunas palabras” [15], y un poco más
adelante: “algunas veces da el Señor tanto a entender...” [16]; “escribiré
alguna cosa de lo que el Señor me da a entender que se encierran en palabras
de que mi alma gusta para este camino de la oración” [17]. Muchos textos
bíblicos, en efecto, se le vuelven luminosos para su vida revelándole un
sentido que le ayuda a comprender su propia experiencia espiritual. En Moradas,
por ejemplo, refiriéndose al problema de la Humanidad de Cristo a partir de
algunos textos del evangelio de Juan, afirma: “Dirán que se da otro sentido a
estas palabras. Yo no sé esotros sentidos; con éste que siempre siente mi
alma ser verdad, me ha ido muy bien” [18]. Esta es una de las experiencias más ricas de Teresa en relación
a la Biblia. El Señor le lleva a la comprensión de su Palabra vitalmente
ofreciéndole un sentido que va más allá de la letra y del pasado del texto y
que muchas veces es novedoso en relación a las interpretaciones de la época.
Un sentido que además está en íntima relación con la vida y que se revela
como gracia y no como fruto del esfuerzo intelectual por descifrar los textos
bíblicos. Textos que incluso después de ser explicados continuaban siendo
difíciles de entender, se vuelven actuales, luminosos, eficaces. Refiriéndose
a este don Santa Teresa escribe: “Así, si estuviera en latín o en hebraico o
en griego, no era maravilla; mas en nuestro romance, Áqué
de cosas hay en los salmos del glorioso rey David, que cuando nos declaran el
romance solo, tan oscuro se queda como el latín.... Cuando su Majestad
quisiere dárnoslo, sin cuidado ni trabajo nuestro lo hallaremos sabido” [19]. La Biblia no
quedaba así encerrada en el el pasado sino que ella
la experimentaba como Palabra viva para su propia vida. Esta gracia se revela a los sencillos [20]. A los que viven
comprometidos con los caminos de Dios, a los que se acercan a su Palabra “no
yendo con curiosidad” [21] sino con el
deseo de conformarse con ella en todo. Por otra parte, Teresa se da cuenta
del riesgo de leer la Biblia “tomada solo la letra” [22] y del peligro de
que la Palabra no diga nada a quien la lee. Si no hay sintonía con la Palabra
aún cuando se lea la Biblia todos los días sus palabras permanecerán como
letra muerta. Hablando de las palabras del Cantar de los Cantares, afirma
Teresa, “dícelas el amor; y como no le tienen, bien
pueden leer los Cantares cada día y no se ejercitar en ellas” [23]. “El principio
hermenéutico fundamental podría formularse así, ajustándose a pensamiento de
Teresa: La Palabra de Dios, palabra de amor y de vida, palabra amistosa, no
se desvela sino por vía de amor y de vida. Es decir, la Palabra de Dios la da
a conocer Dios mismo a quienes son sus amigos, a los que están experimentados
en su amor. La Palabra se ilumina desde la vida, por una experiencia
interior. Por connaturalidad” [24].
La
Palabra de Dios en la Escritura y en las “hablas místicas”. Hay múltiples ejemplos en los que Teresa experimenta la eficacia
de la Palabra Bíblica. Durante su enfermedad en los primeros años de religiosa
en la Encarnación su contacto con la Escritura fue determinante: “Tengo por
gran merced del Señor la paciencia que su Majestad me dio... Mucho me
aprovechó para tenerla haber leído la historia de Job en los
Morales de San Gregorio... Traía muy ordinario estas palabras de Job en el
pensamiento y decíalas: `Pues recibimos los bienes
de la mano del Señor, Àpor qué no sufriremos los
males?' (Job 2,10). Esto me parece me ponía
esfuerzo” [25]. En otro lugar
confiesa: “Otro tiempo traía yo delante muchas veces lo que dice San Pablo,
que todo se puede en Dios (Fil. 4,13); en mí bien entendía que no podía nada.
Esto me aprovechó mucho” [26]. Así también
confiesa acerca de Prov. 8,31: “Y si no es por nuestra culpa nos podemos
gozar con vos. Y que Vos os holgáis con nosotros, pues decís ser vuestro
deleite estar con los hijos de los hombres. ÁOh
Señor mío!, Àqué es esto?
Siempre que oigo esta palabra me es gran consuelo, aun cuando era muy
perdida” [27]. En otra ocasión
cuenta esta experiencia: “Y estando en un oratorio, muy afligida, no sabiendo
qué había de ser de mí, leí en un libro –que parece el Señor me lo puso en
las manos– que decía San Pablo: que era Dios muy
fiel, que nunca los que le amaban consentía ser del demonio engañados (cf. 1Cor
10,13). Esto me consoló muy mucho” [28]. Basten estos
ejemplos para darnos cuenta el efecto que producía la Palabra Bíblica en
Santa Teresa: “me ponía esfuerzo”, “me aprovechó mucho”, “me es gran
consuelo”, “me consoló muy mucho”. Todas son expresiones que indican que las
palabras de la Biblia eran para ella algo más que un mensaje que se capta
intelectualmente. Eran sobre palabras que se percibían con el corazón y que
comunicaban nuevas fuerzas a la vida. Una de las experiencias místicas más profundas de las que da
testimonio Santa Teresa es el de las “locuciones” o “hablas místicas” [29]. Son auténticas
palabras de Dios dirigidas personalmente a Teresa. Palabras que se le graban
dentro y que se le revelan consoladoras y eficaces [30]. Esta
experiencia mística teresiana es la percepción de un Dios que habla al hombre
en lo concreto de su propia vida. Y esto es lo más característico de las
“hablas” interiores. Lo importante de la experiencia es el descubrimiento de
la Palabra de Dios en la vida y para la vida. Una Palabra que resuena fuera
de la Escritura pero que conduce a ella y con ella se ilumina mutuamente.
Para muestra algunos ejemplos. Ante la indecisión de fundar en Palencia y
Burgos y habiéndole pedido al Señor que “me diera luz para que en todo
hiciese yo su voluntad”, escuchó estas palabras, “a manera de reprensión”: “ÀQué temes?, ÀCuándo
te he yo faltado? El mismo que he sido, soy ahora; no dejes de hacer estas
dos fundaciones” [31]. Y a
continuación ella misma comenta: “ÁOh gran Dios! ÁY cómo son diferentes vuestras palabras a las de los
hombres! Así quedé determinada y animada, que todo
el mundo no bastara a ponerme contradicción”. En otra ocasión, llena de
turbación interior, escucha estas palabras: “No hayas miedo, hija, que Yo soy
y no te desampararé; no temas” [32]. Y a
continuación exclama: “Paréceme a mí según estaba, que era menester muchas
horas para persuadirme a que me sosegase y que no bastara nadie. Heme aquí
con solas estas palabras sosegada, con fortaleza, con ánimo, con seguridad,
con una quietud y luz, que en un punto vi mi alma
hecha otra”. Y así podríamos multiplicar los ejemplos [33]. Ambas son Palabra de Dios. Y por eso Santa Teresa no duda
en iluminar con la Palabra de la Biblia la Palabra que recibe místicamente,
conjugando profundamente Escritura y vida: “De tal manera queda el crédito de
que es Dios, que vaya conforme a la Sagrada Escritura, y como un tantico torciese de esto, mucha más firmeza sin
comparación me parece tendría en que es demonio que ahora tengo de que es
Dios, por grande que la tenga” [34]. Y en otro lugar
escribe: “De tal manera creo ser verdadera la revelación como no vaya contra lo
que está en la Sagrada Escritura” [35]. Y más
claramente aún en Moradas cuando se refiere a las “hablas” interiores afirma:
“No penséis, aunque sean de Dios, seréis por eso mejores, que hartó habló a
los fariseos y todo el bien está en cómo se aprovechan de estas palabras; y
ninguna que no vaya muy conforme a la Escritura hagáis más caso de ellas que
si las oyeseis al mismo demonio” [36].
Interpretar
la vida con la Biblia. Para Teresa de Jesús la Biblia no es un fin en sí misma. Está
toda ella orientada a entender e interpretar la propia experiencia
espiritual. Ya hemos leído su exclamación en las séptimas moradas que es un
testimonio de ello: “ÁOh, Jesús!
Y Áquién supiera las muchas cosas de la Escritura para
dar a entender esta paz del alma” [37]. A Teresa la
Biblia le ofrece sus palabras, sus personajes, sus imágenes, para entender y
para dar a entender lo que está viviendo. Hace una verdadera lectura
sapiencial con el fin de iluminar con la Palabra de Dios su existencia.
Santa Teresa después que ha conocido los textos, a través de la
lectura o de los sermones, los recuerda cuidadosamente y llegado el momento
los actualiza en su propia vida para iluminarla o para explicarla. Veamos
algunos ejemplos. Explicando una gracia mística en la que se siente herida de
amor afirma: “Oh, cuántas veces me acuerdo, cuando así estoy, de aquel verso
de David: quemadmodum desiderat
cervus ad fontes aquarum (Sal 42,1) que me parece lo veo al pie de la
letra en mi” [38]. Queriendo
explicar el deseo de soledad que deja el arrobamiento o éxtasis escribe: “que
al pie de la letra me parece se puede entonces decir...vigilabi,
et factus sum sicut passer solitarius in tecto (Sal 102,8); y así, se me representa este verso
entonces que me parece lo veo yo en mí...” [39]. En alguna
ocasión afirma expresamente que es el mismo Señor quien le trae el recuerdo
de un texto: “Otras veces parece anda el alma como necesitadísima, diciendo y
preguntando a sí misma: ÀDónde está tu Dios?
(Sal 42,4). Es de mirar que el romance de estos versos yo no sabía bien el
que era, y después que lo entendía me consolaba de ver que me los había
traído el Señor a la memoria sin procurarlo”. Recuerda y asume también
palabras de Pablo para entender su experiencia de Dios: “Otras me acordaba de
lo que dice San Pablo, que está crucificado al mundo. No digo yo que
sea esto así, que ya lo veo; mas paréceme que está así el alma” [40]; “que
escribiendo esto estoy y me parece que con vuestro favor y por vuestra
misericordia podría decir lo que San Pablo, aunque no con esa perfección, que
no vivo yo ya sino que Vos, Criador mío, vivís en mi (Gál
2,20)” [41]. En otras
ocasiones también se sirve de las palabras de los evangelios: “Estaba una vez
recogida con esta compañía que traigo siempre en el alma y parecióme estar Dios de manera en ella, que me acordé de
cuando San Pedro dijo: “Tu eres Cristo, hijo de Dios Vivo” (Mt 16,16), porque
así estaba Dios vivo en mi alma” [42]. Para explicar
lo que está obrando el Señor en su alma en una ocasión se sirve de una
experiencia evangélica: “Es así cierto, que muchas veces me acordaba de
cuando el Señor mandó a los vientos que estuviesen quedos,
en la mar, cuando se levantó la tempestad (Mc 4,39), y así decía yo: ÀQuién es éste qu así le
obedecen todas mis potencias?...” [43]. En muchas otras ocasiones se sirve no del contenido de los
textos sino de los personajes bíblicos. “Para ella los personajes bíblicos
son parte de esa Verdad que es la Escritura, al igual que son las sentencias
y pensamientos. Su enseñanza y su hablar le es tan
claro como los que le vienen de las ideas y sentencias bíblicas. Casi siempre
aparecen con carácter de tipos significativos, de momentos, actitudes,
disposiciones para la vida espiritual” [44]. Los encontramos
para ejemplificar un punto doctrinal o una actitud espiritual [45] o para reflejar
situaciones personales suyas [46]. Sería
interesante estudiar en cada caso el uso que hace Teresa de los distintos
personajes y de los contextos bíblicos. Por ahora nos interesa solamente
subrayar el hecho como tal. La Biblia le ofrece palabras y personajes para
expresar y explicar su propia experiencia de Dios. A nivel de magisterio en
su obra cumbre Las Moradas utiliza muchísimos textos bíblicos
agrupados en cuatro sectores: a nivel de ideas bíblicas de fondo que inspiran
la obra; presentando personajes bíblicos típicos en cada una de las moradas
para indicar la experiencia cristiana; ofreciendo un rico simbolismo bíblico
para presentar la doctrina y finalmente los textos bíblicos directos, algunos
ilustrativos y otros que expresan verdaderas experiencias místicas [47]. Finalmente habría que señalar un dato curioso que vendría a
confirmar el interés de Teresa, no por la letra del texto en sí misma, sino
de su contenido como luz para la propia vida. Muchas veces cita de memoria y
con una cierta imprecisión. Veamos algunos ejemplos. Cuando hace alusión a
Josué: “Porque el que pudo parar el sol -por petición de Josué creo era-
puede hacer parar las potencias y todo el interior...” [48]. En las segundas
moradas alude a Gedeón: “Sea varón y no de los que
se echaban a beber de bruces, cuando iban a la batalla, no me acuerdo con
quién...” [49]. Y en esas
mismas moradas al final, citando palabras del evangelio: “El mismo Señor
dice: ninguno subirá a mi Padre sino por Mi; no sé si dice así, creo que
sí, y quien me ve a Mí, ve a mi Padre” [50]. Y se podrían
encontrar otros ejemplos [51]. No tenía un
ejemplar de la Biblia delante para confrontar la exactitud del texto, pero a
pesar de eso capta lo esencial. Va más allá de la letra del texto, capta la
verdad profunda de la palabra bíblica y la pone al servicio de la propia
experiencia. Por lo que se percibe de sus escritos se ve que acude a la
Biblia movida por el momento espiritual que vive [52]. Son
precisamente sus propias situaciones personales las que le harán preferir
unos textos o unos personajes más que otros y los que le harán recordar algún
texto que había antes leído u oído y que ahora lo comprende vitalmente. En
síntesis, Santa Teresa de Jesús se acerca a la Biblia para entender su vida,
su experiencia de Dios y su proceso espiritual y para explicarlo a otros. Lee
la Biblia desde la vida. “La Palabra de Dios es meta y objetivo de
comprensión, de confrontamiento con su vida.
También es meta y objetivo de su función de escritora: recurre a ella para
decirse, para reducir a palabra cuanto Dios ha hecho en ella desde el
comienzo hasta la consumación de su andadura espiritual. No se puede reducir
su contacto con la Biblia a un simple alimento de devoción particular” [53]
El
recurso a los letrados. Teresa de Jesús acude frecuentemente a los estudiosos para que
le manifiesten el sentido de los textos bíblicos. Está convencida de que no debe
haber contradicción entre la lectura espiritual que ella hace desde su vida,
la que llama “a mi propósito”, y el sentido propio del texto. Ella no se
satisface con su lectura bíblica. Por eso recurre a los letrados, para que le
den el sentido auténtico de la Palabra Bíblica. Le interesa porque confronta
su propia lectura y porque puede discernir su propia experiencia con toda
garantía. Recurre a los letrados buscando la verdad de la Escritura: “Es
gran cosa letras, porque éstas nos enseñan a los que poco sabemos, y nos dan
luz, y llegados a verdades de la Sagrada Escritura hacemos lo que
debemos” [54]. “Siempre fui
amiga de ellos que aunque algunos no tienen experiencia, no aborrecen al
espíritu ni le ignoran; porque en la Sagrada Escritura que tratan,
siempre hallan la verdad del buen espíritu” [55]. De su relación
con el Dr. Velázquez, Obispo de Osma, dirá: “me
hizo gran provecho, porque me aseguraba con cosas de la Sagrada Escritura
que es lo que más a mí me hace al caso” [56]. Constantemente
demanda a los teólogos la palabra de la Biblia porque quiere conformarse en
todo a la Escritura. Decidida a que “por cualquier verdad de la Sagrada
Escritura me pondría yo a morir mil muertes” [57], en ocasión del
proyecto de la fundación de San José de Avila, le
pidió al P. Pedro Ibáñez que “lo mirase muy bien, y me dijese si había algo
contra la Sagrada Escritura” [58]. Los letrados además le ofrecen garantía de una lectura de la
Biblia en comunión con la Iglesia: “tienen un no se qué grandes letrados, que
como Dios los tiene para luz de su Iglesia, cuando es una verdad, dásela para
que se admita” [59]. Teresa ama una
espiritualidad sólida, fundada en la verdad y rechaza la postura de los que
no quieren confrontar su experiencia espiritual con los letrados: “Porque
espíritu que no vaya comenzando en verdad yo más le querría sin oración, y es
gran cosa letras, porque éstas nos enseñan a los que poco sabemos y nos dan
luz y, llegados a verdades de la Sagrada Escritura, hacemos lo que debemos:
de devociones a bobas nos libre Dios” [60]. Y esta misma
actitud recomendará vivamente a sus monjas: “siempre os informad, hijas, de
quien tenga letras, que en éstas hallaréis el camino de la perfección con
discreción y verdad. Esto han menester mucho las preladas, si quieren hacer
bien su oficio, confesarse con letrado, y si no hará hartos borrones,
pensando que es santidad, y aun procurar que sus monjas se confiesen con
quien tenga letras” [61]. Teresa de Jesús nos recuerda una exigencia fundamental para la
lectura de la Biblia. Confrontar siempre las conclusiones de nuestra lectura
con los resultados de la exégesis, estar abiertos a una formación permanente
en materia bíblica y no ignorar el aporte de la exégesis actual. Es cierto
que no es todo ni lo más importante a la hora de comprender la Biblia pero un
diálogo fecundo con la exégesis nos puede librar de los peligros del
fundamentalismo; de los engaños de interpretaciones piadosas pero ilusorias y
de las lecturas parcializadas del texto sagrado que nos hagan caer en un
estéril espiritualismo o en una lectura excesivamente politizada de la Biblia
[62] Footnotes [1] V 2,
6; 2,10. [2] V 3,4. [3] V 3,1. [4] V 3,
5. [5] C 20,4. [6] V 40,3. [7] V 40,4. [8] V 40,3. [9] V 40,1 [10] V 40,1 [11] M. Herráiz, “Biblia y Espiritualidad
Teresiana”, Monte Carmelo 88 (1980) 318; cf. Idem.,
“La Palabra de Dios en la vida y pensamiento teresiano”, 22-24. [12] V 40,3. [13] V 40,2 [14] V 15,8. [15] Pról. a CAD, 2. [16] Pról. a CAD, 2. [17] Pról. a CAD, 3. [18] 6M 7,6. [19] CAD 1,2. [20] El Documento de la Pontificia Comisión Bíblica, “La
interpretación de la Biblia en la Iglesia”, aun reconociendo que pueden existir
peligros de subjetivismo o de actualizaciones mal fundadas, afirma: “Hay que
alegrarse de ver que gente humilde y pobre, toma la Biblia en sus manos y
puede aportar a su interpretación y actualización una luz más penetrante,
desde el punto de vista espiritual y existencial, que la que viene de una
ciencia segura de sí misma (cfr. Mt 11,25)” (IV
C,3). Y en otro lugar: “El Espíritu también ha sido dado , ciertamente a los
cristianos individualmente, de modo que puedan arder sus corazones dentro de
ellos (Lc 24,32), cuando oran y estudian en la oración las Escrituras...
Aquellos que, en su desamparo y privación de recursos humanos, son llevados a
poner su única esperanza en Dios y su justicia, tienen una capacidad de
escuchar y de interpretar la Palabra de Dios, que debe ser tomada en cuenta
por el conjunto de la Iglesia y exige también una respuesta a nivel social”
(III,3). [21] CAD 1,8. [22] CAD 1,12 [23] CAD 1,11. [24] M. Herráiz, “Biblia y
Espiritualidad Teresiana”, 316. [25] V 5,8. [26] V 13,3. [27] V 15,10. [28] V 23,15. [29] Véase sobre todo V 25 y 6M 3. [30] Sobre la eficacia de la Palabra de Dios Santa Teresa tiene
afirmaciones contundentes como “sus palabras son obras” V 25,4; cfr. V 25,18; “las palabras del Señor son hechas como
obras en nosotros” (7M 2,7). [31] F 29,6. [32] V 25,18. [33] Véanse ejemplos similares en F 29,18-19; 31,26; V 30,14; 35,12;
38,3; etc. La Palabra en todos estos casos ilumina: “quedamos iluminadas y se
entienden cosas que parece era menester un mes para ordenarlas y el mimo
entendimiento y alma quedan espantadas de algunas cosas que se entienden” 7M
2,9. Pero hay otros casos, todavía más importantes, en que Teresa experimenta
la eficacia de la Palabra de Dios en el cambio de vida de una forma
instantánea y permanente como el narrado en V 24,5-8. [34] V 25, 13. [35] V 32,17. [36] 6M 3,4. [37] 7M 3,13. [38] V 29,11. [39] V 20,10. [40] V 20,11. [41] V 6,9. Otras referencias palabras de Pablo en Rel 3,10; 5M 2,4; 7M 2,5; etc. [42] Rel 54. [43] V 25,19. [44] R. Llamas, “Santa Teresa y su experiencia bíblica”, Teresianum 33 (1982) 501. [45] Entre los personajes bíblicos recordados por Teresa podemos
señalar algunos: David tañendo el arpa (V 16,3); Marta y María (V 17,4; 7M 4,12);
Jacob, Raquel y Lía (V 17,7); la mujer de Lot (1M 1,6); el rey Saúl (6M
9,15); Josué (6M 3,18); Salomón (3M 1,4; 7M 4,3); Judas (V 1,11; C 7,10;
35,5; 5M 3,2; 6M 7,10; 5M 4,7; etc.; el joven rico (3M 1,6-7); Pedro (3M 1,8:
V 13,3; 15,1; 19,10; 22,11; 29,5; C 27,6; 31,3; F 5,15; 10,11; 6M 7,4; 7M
4,5; etc.); el Publicano (7M 3,14; V 15,9; C 27,2; 21,6); los fariseos (6M
3,4); los viejos acusadores de la casta Susana (F 17,7); Elías (6M 7,8; 7M
4,11; F 37,17; 28,20); Jacob y Moisés (6M 4,6-7); Hijos de Zebedeo (6M
11,12); las vírgenes necias (CAD 2,5); el ciego de nacimiento (1M 1,3); el
Hijo Pródigo (F 22,7; Ex 8,2; 6M 4,11; 2M 1,4); y otros. [46] Elías huyendo (F 27,17); David danzando (F 27,20); Jonás echado
en el mar (F 28,5; 6M 3,9); Pedro (V 22,11; 15,1; C 35,5; etc);
Pablo (V 13,3; 20,11; 21,6-7; 22,7; 23,15; 29,5; 38,1; C 19,11; 40,3; 1M 1,3;
3M 1,8; 6M 9,10; 7M 2,5; 3,9; 4,5; F 10,11; etc.); la Samaritana (V 30,19;
CAD 7,6; etc.); la Magdalena (V 9,2; 17,4; 21,7; 22,9.12.15; C 15,7; 17,5;
18,1; 26,8; 31,5; 34,7.10; 40,3; 1M 1,3; 6M 7,14; 11,12; 7M 1,10; 2,7;
4,11.12-13; etc.) [47] Cf. Jesus Castellano, “L'ispirazione biblica del Castello Interiore”
en AA. VV. Parola di Dio e Spiritualità, a
cura di B. Secondin, Roma 1984, 117-131. [48] 6M 3,18. [49] 2M 1,6. [50] 2M 1,11. [51] Cf. La cita de Col 3,3-4 en 5M 2,4; la de Jn 14,23 en 7M 1,6 y
la de Jn 17, 21 en 7M 2,7. [52] Cf. R. Llamas, “Santa Teresa y su experiencia de la Sagrada
Escritura”, 462-463. [53] M. Herráiz, “Biblia y Espiritualidad
Teresiana”, 333. [54] V 13,16. [55] V 13,18. [56] F 30,1. [57] V 33,5. [58] V 33,5 [59] 5M 1,7. [60] V 13,16. [61] F 19,1. [62]
Los Obispos de América Latina en Sto. Domingo han exhortado a conocer la
Biblia con solidez a partir de un estudio profundo y sistemático de la misma
invitándonos a “profundizar en el estudio y la meditación de la Palabra de
Dios para poder vivirla y transmitirla a los demás con fidelidad”
(Mensaje a los pueblos de A.L., 21). Y han
recordado que en la nueva evangelización se requieren agentes pastorales
“dotados de un sólido conocimiento de la Biblia que los capacite para leerla,
a la luz de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia, y para iluminar
desde la Palabra de Dios su propia realidad personal, comunitaria y social”
(Documento de Santo Domingo, 49). |
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Caminando con Jesus Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |