Prosigue en la materia comenzada y
dice cómo se acabó de concluir y se fundó este
1. Partida ya de aquella ciudad (1), venía muy
contenta por el camino, determinándome a pasar todo lo que el Señor fuese
servido muy con toda voluntad.
La noche misma que llegué a esta tierra, llega
nuestro despacho para el monasterio y Breve de Roma (2), que yo me espanté, y
se espantaron los que sabían la prisa que me había dado el Señor a la venida,
cuando supieron la gran necesidad que había de ello y a la coyuntura que el
Señor me traía; porque hallé aquí al Obispo (3) y al santo fray Pedro de
Alcántara y a otro caballero muy siervo de Dios (4), en cuya casa este santo
hombre posaba, que era persona adonde los siervos de Dios hallaban espaldas y
cabida (5).
2. Entrambos a dos acabaron con el Obispo admitiese
el monasterio, que no fue poco, por ser pobre, sino que era tan amigo de
personas que veía así determinadas a servir al Señor, que luego se aficionó a
favorecerle; y el aprobarlo este santo viejo (6) y poner mucho con unos y con
otros en que nos ayudasen, fue el que lo hizo todo. Si no viniera a esta
coyuntura como ya he dicho, no puedo entender cómo pudiera hacerse. Porque
estuvo poco aquí este santo hombre, que no creo fueron ocho días, y ésos muy
enfermo, y desde a muy poco le llevó el Señor consigo (7). Parece que le había
guardado Su Majestad hasta acabar este negocio, que había muchos días no sé si
más de dos años que andaba muy malo.
3. Todo se hizo debajo de gran secreto, porque a no
ser así no se pudiera hacer nada, según el pueblo estaba mal con ello, como se
pareció después (8). Ordenó el Señor que estuviese malo un cuñado mío, y su
mujer no aquí (9), y en tanta necesidad, que me dieron licencia para estar con
él. Y con esta ocasión no se entendió nada, aunque en algunas personas (10) no
dejaba de sospecharse algo, mas aún no lo creían. Fue cosa para espantar, que
no estuvo más malo de lo que fue menester para el negocio y, en siendo menester
tuviese salud para que yo me desocupase y él dejase desembarazada la casa, se
la dio luego el Señor, que él estaba maravillado.
4. Pasé harto trabajo en procurar con unos y con
otros que se admitiese (11), y con el enfermo, y con oficiales para que se
acabase la casa a mucha prisa, para que tuviese forma de monasterio, que
faltaba mucho de acabarse. Y la mi compañera (12) no estaba aquí, que nos
pareció era mejor estar ausente para más disimular, y yo veía que iba el todo
en la brevedad por muchas causas; y la una era porque cada hora temía me habían
de mandar ir. Fueron tantas las cosas de trabajos que tuve, que me hizo pensar
si era esta la cruz; aunque todavía me parecía era poco para la gran cruz que
yo había entendido del Señor había de pasar (13).
5. Pues todo concertado, fue el Señor servido que,
día de San Bartolomé (14), tomaron hábito (15) algunas y se puso el Santísimo
Sacramento, y con toda autoridad y fuerza quedó hecho nuestro monasterio del
gloriosísimo padre nuestro San José, año de mil y quinientos y sesenta y dos. Estuve
yo a darles el hábito, y otras dos monjas de nuestra casa misma (16), que
acertaron a estar fuera. Como en ésta que se hizo el monasterio era la que
estaba mi cuñado (que, como he dicho (17), la había él comprado por disimular
mejor el negocio), con licencia estaba yo en ella, y no hacía cosa que no fuese
con parecer de letrados, para no ir un punto contra obediencia. Y como veían
ser muy provechoso para toda la Orden por muchas causas, que aunque iba con
secreto y guardándome no lo supiesen mis prelados, me decían lo podía hacer.
Porque por muy poca imperfección que me dijeran era, mil monasterios me parece
dejara, cuánto más uno. Esto es cierto. Porque aunque lo deseaba por apartarme
más de todo y llevar mi profesión y llamamiento con más perfección y
encerramiento, de tal manera lo deseaba, que cuando entendiera era más servicio
del Señor dejarlo todo, lo hiciera como lo hice la otra vez (18) con todo
sosiego y paz.
6. Pues fue para mí como estar en una gloria ver poner
el Santísimo Sacramento y que se remediaron cuatro huérfanas pobres (porque no
se tomaban con dote) (19) y grandes siervas de Dios, que esto se pretendió al
principio, que entrasen personas que con su ejemplo fuesen fundamento para en
que se pudiese el intento que llevábamos, de mucha perfección y oración,
efectuar, y hecha una obra que tenía entendido era para servicio del Señor y
honra del hábito de su gloriosa Madre, que éstas eran mis ansias.
Y también me dio gran consuelo de haber hecho lo que
tanto el Señor me había mandado, y otra iglesia más en este lugar, de mi padre
glorioso San José, que no la había. No porque a mí me pareciese había hecho en
ello nada, que nunca me lo parecía, ni parece. Siempre entiendo lo hacía el
Señor, y lo que era de mi parte iba con tantas imperfecciones, que antes veo
había que me culpar que no que me agradecer. Mas érame gran regalo ver que
hubiese Su Majestad tomádome por instrumento siendo tan ruin para tan gran obra.
Así que estuve con tan gran contento, que estaba como
fuera de mí, con grande oración.
7. Acabado todo, sería como desde a tres o cuatro
horas (20), me revolvió el demonio una batalla espiritual, como ahora diré.
Púsome delante si había sido mal hecho lo que había hecho, si iba contra
obediencia en haberlo procurado sin que me lo mandase el Provincial (que bien
me parecía a mí le había de ser algún disgusto, a causa de sujetarle al
Ordinario (21), por no se lo haber primero dicho; aunque como él no le había
querido admitir, y yo no la mudaba (22), también me parecía no se le daría nada
por otra parte), y que si habían de tener contento las que aquí estaban en
tanta estrechura, si les había de faltar de comer, si había sido disparate, que
quién me metía en esto, pues yo tenía monasterio.
Todo lo que el Señor me había mandado y los muchos
pareceres y oraciones que había más de dos años que no casi cesaban, todo tan
quitado de mi memoria como si nunca hubiera sido. Sólo de mi parecer me
acordaba, y todas las virtudes y la fe estaban en mí entonces suspendidas, sin
tener yo fuerza para que ninguna obrase ni me defendiese de tantos golpes.
8. También me ponía el demonio (23) que cómo me
quería encerrar en casa tan estrecha, y con tantas enfermedades, que cómo había
de poder sufrir tanta penitencia, y dejaba casa tan grande y deleitosa y adonde
tan contenta siempre había estado, y tantas amigas; que quizás las de acá no
serían a mi gusto, que me había obligado a mucho, que quizá estaría
desesperada, y que por ventura había pretendido esto el demonio, quitarme la
paz y quietud, y que así no podría tener oración, estando desasosegada, y
perdería el alma.
Cosas de esta hechura juntas me ponía delante, que no
era en mi mano pensar en otra cosa, y con esto una aflicción y oscuridad y
tinieblas en el alma, que yo no lo sé encarecer. De que me vi así, fuime a ver
el Santísimo Sacramento, aunque encomendarme a El no podía. Paréceme estaba con
una congoja como quien está en agonía de muerte. Tratarlo con nadie no había de
osar, porque aun confesor no tenía señalado (14).
9. ¡Oh, válgame Dios, qué vida esta tan miserable! No
hay contento seguro ni cosa sin mudanza. Había tan poquito que no me parece
trocara mi contento con ninguno de la tierra, y la misma causa de él me atormentaba
ahora de tal suerte que no sabía qué hacer de mí. ¡Oh, si mirásemos con
advertencia las cosas de nuestra vida! Cada uno vería por experiencia en lo
poco que se ha de tener contento ni descontento de ella.
Es cierto que me parece fue uno de los recios ratos
que he pasado en mi vida. Parece que adivinaba el espíritu lo mucho que estaba
por pasar, aunque no llegó a ser tanto como esto si durara. Mas no dejó el
Señor padecer mucho a su pobre sierva; porque nunca en las tribulaciones me
dejó de socorrer, y así fue en ésta, que me dio un poco de luz para ver que era
demonio y para que pudiese entender la verdad y que todo era quererme espantar
con mentiras. Y así comencé a acordarme de mis grandes determinaciones de
servir al Señor y deseos de padecer por El; y pensé que si había de cumplirlos,
que no había de andar a procurar descanso, y que si tuviese trabajos, que ése
era el merecer, y si descontento, como lo tomase por servir a Dios, me serviría
de purgatorio; que de qué temía, que pues deseaba trabajos, que buenos eran
éstos; que en la mayor contradicción estaba la ganancia; que por qué (25) me
había de faltar ánimo para servir a quien tanto debía.
Con estas y otras consideraciones, haciéndome gran
fuerza, prometí delante del Santísimo Sacramento de hacer todo lo que pudiese
para tener licencia de venirme a esta casa (26), y en pudiéndolo hacer con
buena conciencia, prometer clausura.
10. En haciendo esto, en un instante huyó el demonio
y me dejó sosegada y contenta, y lo quedé y lo he estado siempre, y todo lo que
en esta casa se guarda de encerramiento y penitencia y lo demás, se me hace en
extremo suave y poco. El contento es tan grandísimo que pienso yo algunas veces
qué pudiera escoger en la tierra que fuera más sabroso. No sé si es esto parte
para tener mucha más salud que nunca, o querer el Señor por ser menester y
razón que haga lo que todas darme este consuelo que pueda hacerlo, aunque con
trabajo. Mas del poder se espantan todas las personas que saben mis
enfermedades. ¡Bendito sea El, que todo lo da y en cuyo poder se puede! (27).
11. Quedé bien cansada de tal contienda y riéndome
del demonio, que vi claro ser él. Creo lo permitió el Señor, porque yo nunca
supe qué cosa era descontento de ser monja ni un momento, en veinte y ocho años
y más que ha que lo soy (28), para que entendiese la merced grande que en esto
me había hecho, y del tormento que me había librado; y también para que si
alguna viese lo estaba, no me espantase y me apiadase de ella y la supiese
consolar.
Pues pasado esto, queriendo después de comer
descansar un poco (porque en toda la noche no había casi sosegado, ni en otras
algunas dejado de tener trabajo y cuidado, y todos los días bien cansada), como
se había sabido en mi monasterio (29) y en la ciudad lo que estaba hecho, había
en él mucho alboroto por las causas que ya he dicho (30), que parecía llevaban
algún color.
Luego la prelada (31) me envió a mandar que a la hora
(32) me fuese allá. Yo en viendo su mandamiento, dejo mis monjas harto penadas,
y voyme luego.
Bien vi que se me habían de ofrecer hartos trabajos;
mas como ya quedaba hecho, muy poco se me daba. Hice oración suplicando al
Señor me favoreciese, y a mi padre San José que me trajese a su casa, y
ofrecíle lo que había de pasar y, muy contenta se ofreciese algo en que yo
padeciese por él y le pudiese servir, me fui, con tener creído luego me habían
de echar en la cárcel (33). Mas a mi parecer me diera mucho contento, por no
hablar a nadie y descansar un poco en soledad, de lo que yo estaba bien
necesitada, porque me traía molida tanto andar con gente.
12. Como llegué y di mi descuento (34) a la prelada,
aplacóse algo, y todas enviaron al Provincial (35), y quedóse la causa para
delante de él. Y venido, fui a juicio con harto gran contento de ver que
padecía algo por el Señor (36), porque contra Su Majestad ni la Orden no
hallaba haber ofendido nada en este caso; antes procuraba aumentarla con todas
mis fuerzas, y muriera de buena gana por ello, que todo mi deseo era que se
cumpliese con toda perfección. Acordéme del juicio de Cristo y vi cuán nonada
era aquél. Hice mi culpa (37) como muy culpada, y así lo parecía a quien no
sabía todas las causas.
Después de haberme hecho una gran reprensión, aunque
no con tanto rigor como merecía el delito y lo que muchos decían al Provincial,
yo no quisiera disculparme, porque iba determinada a ello, antes pedí me
perdonase y castigase y no estuviese desabrido conmigo.
13. En algunas cosas bien veía yo me condenaban sin
culpa, porque me decían lo había hecho porque me tuviesen en algo y por ser
nombrada y otras semejantes. Mas en otras claro entendía que decían verdad, en
que era yo más ruin que otras, y que pues no había guardado la mucha religión
que se llevaba en aquella casa, cómo pensaba guardarla en otra con más rigor, que
escandalizaba el pueblo y levantaba cosas nuevas. Todo no me hacía ningún
alboroto ni pena, aunque yo mostraba tenerla porque no pareciese tenía en poco
lo que me decían. En fin, me mandó delante de las monjas diese descuento, y
húbelo de hacer.
14. Como yo tenía quietud en mí y me ayudaba el
Señor, di mi descuento de manera que no halló el Provincial, ni las que allí
estaban, por qué me condenar. Y después a solas le hablé más claro, y quedó muy
satisfecho, y prometióme si fuese adelante (38) en sosegándose la ciudad, de
darme licencia que me fuese a él, porque el alboroto de toda la ciudad era tan
grande como ahora diré.
15. Desde a dos o tres días, juntáronse algunos de
los regidores y corregidor y del cabildo (39), y todos juntos dijeron que en
ninguna manera se había de consentir, que venía conocido daño a la república
(40), y que habían de quitar el Santísimo Sacramento, y que en ninguna manera
sufrirían pasase adelante. Hicieron juntar todas las Ordenes para que digan su
parecer (41), de cada una dos letrados. Unos callaban, otros condenaban; en
fin, concluyeron que luego se deshiciese. Sólo un Presentado de la Orden de
Santo Domingo (42), aunque era contrario no del monasterio, sino de que fuese
pobre, dijo que no era cosa que así se había de deshacer, que se mirase bien,
que tiempo había para ello, que éste era caso del Obispo, o cosas de este arte,
que hizo mucho provecho. Porque según la furia, fue dicha no lo poner luego por
obra. Era, en fin, que había de ser; que era el Señor servido de ello, y podían
todos poco contra su voluntad. Daban sus razones y llevaban buen celo, y así,
sin ofender ellos a Dios, hacíanme padecer y a todas las personas que lo
favorecían, que eran algunas, y pasaron mucha persecución.
16. Era tanto el alboroto del pueblo, que no se
hablaba en otra cosa, y todos condenarme e ir al Provincial y a mi monasterio.
Yo ninguna pena tenía de cuanto decían de mí más que si no lo dijeran, sino
temor si se había de deshacer. Esto me daba gran pena, y ver que perdían
crédito las personas que me ayudaban y el mucho trabajo que pasaban, que de lo
que decían de mí antes me parece me holgaba; y si tuviera alguna fe, ninguna
alteración tuviera, sino que faltar algo en una virtud basta a adormecerlas
todas; y así estuve muy penada dos días que hubo estas juntas que digo en el
pueblo (43), y estando bien fatigada me dijo el Señor: ¿No sabes que soy
poderoso?; ¿de qué temes?, y me aseguró que no se desharía. Con esto quedé muy
consolada.
Enviaron al Consejo Real con su información (44).
Vino provisión para que se diese relación de cómo se había hecho.
17. Hela aquí comenzado un gran pleito; porque de la
ciudad fueron a la Corte, y hubieron de ir de parte del monasterio, y ni había
dineros ni yo sabía qué hacer. Proveyólo el Señor, que nunca mi Padre
Provincial me mandó dejase de entender en ello; porque es tan amigo de toda
virtud, que aunque no ayudaba, no quería ser contra ello. No me dio licencia,
hasta ver en lo que paraba, para venir acá. Estas siervas de Dios (45) estaban
solas y hacían más con sus oraciones que con cuanto yo andaba negociando,
aunque fue menester harta diligencia.
Algunas veces parecía que todo faltaba, en especial
un día antes que viniese el Provincial, que me mandó la priora (46) no tratase
en nada, y era dejarse todo. Yo me fui a Dios y díjele: "Señor, esta casa
no es mía; por Vos se ha hecho; ahora que no hay nadie que negocie, hágalo
Vuestra Majestad". Quedaba tan descansada y tan sin pena, como si tuviera
a todo el mundo que negociara por mí, y luego tenía por seguro el negocio.
18. Un muy siervo de Dios, sacerdote (47), que
siempre me había ayudado, amigo de toda perfección, fue a la Corte a entender
en el negocio, y trabajaba mucho; y el caballero santo de quien he hecho
mención (48) hacía en este caso muy mucho, y de todas maneras lo favorecía.
Pasó hartos trabajos y persecución, y siempre en todo le tenía por padre y aun
ahora le tengo.
Y en los que nos ayudaban ponía el Señor tanto
hervor, que cada uno lo tomaba por cosa tan propia suya, como si en ello les
fuera la vida y la honra, y no les iba más de ser cosa en que a ellos les
parecía se servía el Señor. Pareció claro ayudar Su Majestad al Maestro que he
dicho, clérigo (49), que también era de los que mucho me ayudaban, a quien el
Obispo puso de su parte en una junta grande (50) que se hizo, y él estaba solo
contra todos y en fin, los aplacó con decirles ciertos medios, que fue harto
para que se entretuviesen, mas ninguno bastaba para que luego no tornasen a
poner la vida, como dicen, en deshacerle. Este siervo de Dios que digo, fue
quien dio los hábitos y puso el Santísimo Sacramento, y se vio en harta
persecución. Duró esta batería casi medio año (51), que decir los grandes
trabajos que se pasaron por menudo, sería largo.
19. Espantábame yo de lo que ponía el demonio contra
unas mujercitas y cómo les parecía a todos era gran daño para el lugar solas
doce mujeres y la priora, que no han de ser más digo a los que lo contradecían,
y de vida tan estrecha; que ya que fuera daño o yerro, era para sí mismas; mas
daño al lugar, no parece llevaba camino; y ellos hallaban tantos, que con buena
conciencia lo contradecían. Ya vinieron a decir que, como tuviese renta,
pasarían por ello y que fuese adelante. Yo estaba ya tan cansada de ver el
trabajo de todos los que me ayudaban, más que del mío, que me parecía no sería
malo hasta que se sosegasen tener renta, y dejarla después. Y otras veces, como
ruin e imperfecta, me parecía que por ventura lo quería el Señor, pues sin ella
no podíamos salir con ello, y venía ya en este concierto (52).
20. Estando la noche antes que se había de tratar en
oración, y ya se había comenzado el concierto, díjome el Señor que no hiciese
tal, que si comenzásemos a tener renta, que no nos dejarían después que lo
dejásemos, y otras algunas cosas. La misma noche me apareció el santo fray
Pedro de Alcántara, que era ya muerto (53), y antes que muriese me escribió
como supo la gran contradicción y persecución que teníamos que se holgaba fuese
la fundación con contradicción tan grande, que era señal se había el Señor
servir muy mucho en este monasterio, pues el demonio tanto ponía en que no se
hiciese, y que en ninguna manera viniese en tener renta; y aun dos o tres veces
me persuadió en la carta, y que, como esto hiciese, ello vendría a hacerse todo
como yo quería. Ya yo le había visto otras dos veces después que murió, y la
gran gloria que tenía, y así no me hizo temor, antes me holgué mucho; porque
siempre aparecía como cuerpo glorificado, lleno de mucha gloria, y dábamela muy
grandísima verle. Acuérdome que me dijo la primera vez que le vi, entre otras
cosas, diciéndome lo mucho que gozaba, que dichosa penitencia había sido la que
había hecho, que tanto premio había alcanzado.
21. Porque ya creo tengo dicho algo de esto (54), no
digo aquí más de cómo esta vez me mostró rigor y sólo me dijo que en ninguna
manera tomase renta y que por qué no quería tomar su consejo, y desapareció
luego.
Yo quedé espantada, y luego otro día dije al
caballero (55) que era a quien en todo acudía como el que más en ello hacía lo
que pasaba, y que no se concertase en ninguna manera tener renta, sino que
fuese adelante el pleito. El estaba en esto mucho más fuerte que yo, y holgóse
mucho; después me dijo cuán de mala gana hablaba en el concierto.
22. Después se tornó a levantar otra persona (56), y
sierva de Dios harto, y con buen celo; ya que estaba en buenos términos, decía
se pusiese en manos de letrados. Aquí tuve hartos desasosiegos, porque algunos
de los que me ayudaban venían en esto, y fue esta maraña que hizo el demonio,
de la más mala digestión de todas. En todo me ayudó el Señor, que así dicho en
suma no se puede bien dar a entender lo que se pasó en dos años (57) que se
estuvo comenzada esta casa, hasta que se acabó. Este medio postrero y lo
primero fue lo más trabajoso.
23. Pues aplacada ya algo la ciudad, diose tan buena
maña el Padre Presentado Dominico que nos ayudaba (58), aunque no estaba
presente, mas habíale traído el Señor a un tiempo que nos hizo harto bien y
pareció haberle Su Majestad para solo este fin traído, que me dijo él después
que no había tenido para qué venir, sino que acaso lo había sabido. Estuvo lo
que fue menester. Tornado a ir, procuró por algunas vías que nos diese licencia
nuestro Padre Provincial para venir yo a esta casa con otras algunas conmigo
(59), (que parecía casi imposible darla tan en breve), para hacer el oficio
(60) y enseñar a las que estaban. Fue grandísimo consuelo para mí el día que
vinimos.
24. Estando haciendo oración en la iglesia antes que
entrase en el monasterio, estando casi en arrobamiento, vi a Cristo que con
grande amor me pareció me recibía y ponía una corona y agradeciéndome lo que
había hecho por su Madre.
Otra vez, estando todas en el coro en oración después
de Completas, vi a nuestra Señora con grandísima gloria, con manto blanco, y
debajo de él parecía ampararnos a todas; entendí cuán alto grado de gloria
daría el Señor a las de esta casa.
25. Comenzado a hacer el oficio (61), era mucha la
devoción que el pueblo comenzó a tener con esta casa. Tomáronse más monjas, y
comenzó el Señor a mover a los que más nos habían perseguido para que mucho nos
favoreciesen e hiciesen limosna; y así aprobaban lo que tanto habían reprobado,
y poco a poco se dejaran del pleito y decían que ya entendían ser obra de Dios,
pues con tanta contracción Su Majestad había querido fuese adelante. Y no hay
al presente nadie que le parezca fuera acertado dejarse de hacer, y así tienen
tanta cuenta con proveernos de limosna, que sin haber demanda (62) ni pedir a
nadie, los despierta el Señor para que nos la envíen, y pasamos sin que nos
falte lo necesario, y espero en el Señor será así siempre; que, como son pocas,
si hacen lo que deben como Su Majestad ahora les da gracia para hacerlo, segura
estoy que no les faltará ni habrán menester ser cansosas (63), ni importunar a
nadie, que el Señor se tendrá cuidado como hasta aquí. [26] Que es para mí
grandísimo consuelo de verme aquí metida con almas tan desasidas. Su trato es
entender cómo irán adelante en el servicio de Dios. La soledad es su consuelo,
y pensar de ver a nadie que no sea para ayudarlas a encender más el amor de su
Esposo, les es trabajo, aunque sean muy deudos; (64) y así no viene nadie a
esta casa, sino quien trata de esto, porque ni las contenta ni los contenta. No
es su lenguaje otro sino hablar de Dios, y así no entienden ni las entiende
sino quien habla el mismo (65).
Guardamos la Regla de nuestra Señora del Carmen, y
cumplida ésta sin relajación, sino como la ordenó fray Hugo, Cardenal de Santa
Sabina, que fue dada a 1248 años, en el año quinto del Pontificado del Papa
Inocencio IV (66).
27. Me parece serán bien empleados todos los trabajos
que se han pasado. Ahora, aunque tiene algún rigor, porque no se come jamás
carne sin necesidad y ayuno de ocho meses y otras cosas, como se ve en la misma
primera Regla, en muchas aun se les hace poco a las hermanas y guardan otras
cosas que para cumplir ésta con más perfección nos han parecido necesarias
(67). Y espero en el Señor ha de ir muy delante lo comenzado, como Su Majestad
me lo ha dicho (68).
28. La otra casa que la beata que dije procuraba
hacer, también la favoreció el Señor, y está hecha en Alcalá (69), y no le
faltó harta contradicción ni dejó de pasar trabajos grandes. Sé que se guarda en
ella toda religión, conforme a esta primera Regla nuestra (70). Plega al Señor
sea todo para gloria y alabanza suya y de la gloriosa Virgen María, cuyo hábito
traemos, amén.
29. Creo se enfadará vuestra merced (71) de la larga
relación que he dado de este monasterio, y va muy corta para los muchos
trabajos y maravillas que el Señor en esto ha obrado, que hay de ello muchos
testigos que lo podrán jurar, y así pido yo a vuestra merced por amor de Dios,
que si le pareciere romper lo demás que aquí va escrito (72), lo que toca a
este monasterio vuestra merced lo guarde y, muerta yo, lo dé a las hermanas que
aquí estuvieren, que animará mucho para servir a Dios las que vinieren, y a
procurar no caiga lo comenzado, sino que vaya siempre adelante, cuando vean lo
mucho que puso Su Majestad en hacerla por medio de cosa tan ruin y baja como yo.
Y pues el Señor tan particularmente se ha querido
mostrar en favorecer para que se hiciese, paréceme a mí que hará mucho mal y
será muy castigada de Dios la que comenzare a relajar la perfección que aquí el
Señor ha comenzado y favorecido para que se lleve con tanta suavidad, que se ve
muy bien es tolerable y se puede llevar con descanso, y el gran aparejo que hay
para vivir siempre en él las que a solas quisieren gozar de su esposo Cristo;
que esto es siempre lo que han de pretender, y solas con El solo, y no ser más
de trece; porque esto tengo por muchos pareceres sabido que conviene, y visto
por experiencia, que para llevar el espíritu que se lleva y vivir de limosna y
sin demanda, que no se sufre más (73). Y siempre crean más a quien con trabajos
muchos y oración de muchas personas procuró lo que sería mejor; y en el gran
contento y alegría y poco trabajo que en estos años que ha estamos en esta casa
vemos tener todas, y con mucha más salud que solían, se verá ser esto lo que
conviene. Y quien le pareciere áspero (74), eche la culpa a su falta de
espíritu y no a lo que aquí se guarda, pues personas delicadas y no sanas,
porque le tienen, con tanta suavidad lo pueden llevar, y váyanse a otro
monasterio, adonde se salvarán conforme a su espíritu.
NOTAS CAPÍTULO 36
1 Salió de Toledo a fines de junio o
primeros de julio de 1562.
2 El Breve pontificio había sido
expedido por la Sagrada Penitenciaría y llevaba fecha de 7.2.1562. Tanto el
texto del Breve como la relativa súplica pueden verse en La Reforma Teresiana:
documentario histórico de sus primeros días (Roma 1962), pp. 139-146.
3 Era Obispo de Avila, desde
diciembre de 1560, Don Alvaro de Mendoza. Se hará pronto gran amigo y
colaborador de la Santa. En 1577 fue trasladado a la diócesis de Palencia.
Murió en Valladolid el 19.4.1586. Fue enterrado en la iglesia de San José
(Avila).
4 "Francisco de Salcedo"
anota Gracián en su libro, equivocadamente. Se trataba de Juan Blázquez
(Velázquez) Dávila, señor de Loriana y padre del conde de Uceda, que solía
acoger en su casa de Avila a fray Pedro de Alcántara.
5 Hallar espaldas y cabida: hallar
protección y acogida.
6 Santo viejo: fray Pedro de
Alcántara (cf. c. 27, 18). Contaba unos 62 años.
7 Desde a muy poco: muy poco
después. Falleció en Arenas de San Pedro el 18 de octubre de 1562.
8 Como se pareció: como se evidenció.
9 Su cuñado: Juan de Ovalle, casado con
la hermana menor de la Santa, Juana de Ahumada, residentes en Alba. Se había
trasladado a Avila para trabajar en la adquisición de las casas para la
fundación. Viajó a Toledo para acompañar a la M. Teresa en su viaje de regreso.
En Avila cayó enfermo, y hubo de ser asistido por la Santa.
10 En algunas personas: por parte de
algunas personas.
11 Que se admitiese: que aceptase la
fundación.
13 Cf. c. 35, 8.
14 Día (fiesta) de San Bartolomé: 24
de agosto de 1562.
15 Tomaron hábito religioso Antonia
de Henao con el nombre de Antonia del Espíritu Santo, María de la Paz (en
religión María de la Cruz), Ursula de los Santos y María de Avila (en religión,
María de San José), hermana de Julián de Avila. Como delegado del Obispo, les
impuso el hábito Gaspar Daza.
16 De nuestra casa de la
Encarnación: eran Doña Inés y Doña Juana de Tapia, que al hacerse descalzas se
llamaron Inés de Jesús y Ana de la Encarnación.
17 En el n. 3 y en el c. 33, 1-2. 11.
18 Lo ha referido en el c. 33, 1-2.
19 Es decir: no se imponía la
obligación de aportar dote, para ser recibidas en el nuevo monasterio. Ello no
obstó para que Antonia del Espíritu Santo ofreciese 17.000 maravedís, y Ursula
de los Santos, 300 ducados.
20 Desde a tres o cuatro horas: 3 ó
4 horas después.
21 Ordinario: el Obispo de Avila.
22 Yo no mudaba de obediencia:
seguía súbdita del Provincial.
23 Me ponía (= sugería) el demonio...
24 En Toledo era su confesor el
jesuita P. Doménech. En Avila aún no ha regularizado esa su situación.
25 Por lapsus material, omitió ese
"qué" en el autógrafo. Seguimos la lectura de fray Luis (p. 458).
26 Esta casa: carmelo de San José
donde se halla cuando esto escribe.
27 Alusión a Fil 4, 13 (cf. c. 13,
3).
28 En 28 años y más que hace soy
monja. Había tomado el hábito a fines de 1536. Por tanto, escribe estas páginas
hacia finales de 1565.
30 Lo ha dicho en el c. 32, 14-15; y
c. 33, 2.
31 La prelada de la Encarnación.
"Dª Isabel de Avila", anota Gracián en su libro, pero se equivoca:
era priora María Cimbrón, recién elegida en la temida asamblea de que habló la
Santa a su partida de Toledo (12 de agosto de 1562: cf. c. 35, 7-8). Doña
Isabel Dávila era la priora cesante. Doña María Cimbrón había sido priora por
los años de la enfermedad de Teresa (1539-1542).
33 Cárcel: celda de castigo en el
monasterio. De hecho la Santa no tuvo ese castigo.
34 Di mi descuento: dar
explicaciones justificativas. Cf. nn. 13 y 14; c. 33, 3.
35 Enviaron aviso o recado al
Provincial, Angel de Salazar.
36 Reminiscencia bíblica: Hech 5, 41.
37 Hice mi culpa: hice confesión
pública de culpada: se refiere a la práctica de rito, prescrita para el
capítulo de culpas.
38 Si fuese adelante: si continuase
en pie la fundación.
39 Regidores eran los asesores o
asistentes del Concejo ciudadano; Corregidor, el funcionario regio con autoridad
judicial y administrativa de la ciudad. Cabildo catedralicio, compuesto por el
deán y los canónigos. - La serie de sesiones del Concejo se celebró los días
25, 26, 29 y 30 de agosto. Había precedido el día 22 una delación de Lázaro
Dávila "cantero veedor de las fuentes". Y seguirán las sesiones del
Concejo en los meses de septiembre, octubre y noviembre, e incluso en el año
siguiente 1563. Las actas respectivas pueden verse publicadas en La Reforma
Teresiana: documentario de sus primeros días (Roma 1962), pp.152 y ss.
40 República: en su acepción de
"cosa pública" o comunidad ciudadana.
41 Hicieron juntar...: alude a la
convocatoria general del día 29 de agosto, para reunirse todos al día
siguiente. El acta oficial da una idea de la solemnidad del acto: "Sobre
lo del monasterio. - Este día, en el dicho concejo, los dichos señores
Justicia, Regidores, dijeron que para tratar y conferir sobre lo tocante al
monasterio que nuevamente se ha intentado hacer, acordaban y mandaban que para
mañana domingo, a las tres después de medio día, los señores Juan de Henao y
Perálvarez Serrano, de parte de esta ciudad, pidan por merced a los señores
Deán y Cabildo tengan por bien nombren personas que vengan a lo susodicho para
tratar de ello a la dicha hora, y asimismo lo pidan y digan a los señores don
Francisco de Valderrábano y Pedro del Peso, el Viejo, y, si el señor don
Francisco tuviese ocupación, se diga al señor Diego de Bracamonte, y asimismo
se pida y haga saber a los señores Prior de Santo Tomás y Guardián de San
Francisco y Prior de Nuestra Señora del Carmen y a los Abades del monasterio de
Santispíritus, y Nuestra Señora de la Antigua, y a los Rectores del Nombre de
Jesús, y a los letrados de la ciudad, y a Cristóbal Juárez y Alonso de Robledo,
para que haya de todos los estados de la dicha ciudad para tratar de lo
susodicho y para que cada uno diga su parecer en ello, sirviendo a Dios Nuestro
Señor y a Su Majestad del Rey nuestro Señor, y procurando el bien de la
república de esta ciudad" (La Reforma Teresiana... p. 154-155).
42 En el autógrafo de Vida, el
propio Domingo Báñez anotó al margen: "Esto fue el año de 1562, en fin de
agosto; yo me hallé presente y di ese parecer. Fray Domingo Bañes (rubrica y
sigue:) y cuando esto escribo es año de 1575, 2 de mayo, y tiene esta Madre
fundados 9 monasterios de gran religión". También Gracián anotó al margen
de su libro: "El Mº fray Domingo Báñez".
43 Dos días que hubo estas juntas:
según las actas del Concejo, fueron los días 25 y 26. Ya en la junta del día 26
se proyecta recurrir al Consejo Real contra las monjas.
44 Enviaron al Consejo Real: el 12
de septiembre se decide apelar al Consejo Real, y se nombra a Alonso de Robledo
"para ir a Madrid a entender en el negocio de las monjas de San
José", y se le asigna "por cada un día de los que en ello ocupare un
ducado". - Vino provisión: el 22 de septiembre regresó de Madrid Alonso de
Robledo con dos provisiones del Consejo Real, que fueron notificadas al
corregidor Garci Suárez para que las haga ejecutar.
45 Estas siervas de Dios: las monjas
de San José.
46 La priora de la Encarnación,
María Cimbrón. Provincial: Angel de Salazar.
47 "Gonzalo de Aranda",
anotó Gracián en su libro. Aranda es sacerdote diocesano. Confesor en la
Encarnación (lo seguirá siendo en 1567). Gran amigo de la Madre Teresa, abogará
su causa ante el Consejo Real en la Corte. Es hermano de Rodrigo de Aranda, que
en 1577 será el encargado de llevar a Madrid la causa de las monjas de la
Encarnación, vejadas por el Provincial Juan G. de la Magdalena.
48 "Francisco de Salcedo",
anota Gracián en su ejemplar de Vida. Ya mencionado en los cc. 23, 6-7; 28, 17;
30, 6; 32, 18.
49 "Gaspar Daza", anota de
nuevo Gracián. De él habló la Santa en el c. 23, 6 y ss. Ya intervino en la
"junta grande" del 30 de agosto. Según las actas, están presentes
"los licenciados Daza, Cimbrón y Ortega, letrados de la dicha ciudad".
50 Junta grande del Concejo de la
ciudad: alude probablemente a la sesión solemne del 30 de agosto. Cf. nota 41.
51 Casi medio año de fuerte oposición:
al menos hasta enero/febrero de 1563. En las actas del Concejo, todavía el 12
de enero se urge al licenciado Pacheco y al señor Juan de Henao, para que
insistan ante la Corte de Madrid.
52 Este concierto: dar rentas
provisionales al monasterio de San José. El 6 de noviembre, ante el Concejo de
la ciudad, Juan de Henao y Diego de Villena "dicen que quieren concierto y
que dotarán al monasterio a vista del Señor Obispo". Pero ese mismo día es
rechazado por los señores del Concejo. (Cf. La Reforma Teresiana... p.
160-161). - A continuación: Si "se" comenzásemos, escribió la Santa
por lapsus material.
53 Murió el 19 de octubre de ese año
de 1562. - Se conserva una carta del Santo a la M. Fundadora, con fecha de
14.4.1562 (BMC, t. 2, p. 125). La aludida en este pasaje fue escrita por el
Santo ya muy enfermo en septiembre/octubre de 1562, y no la conocemos. La
conoció, en cambio, F. de Ribera: "También vi una carta que escribió el
mismo a la Madre Teresa de Jesús el septiembre adelante: no tiene cuatro dedos
de papel en ancho, sino sólo lo que era menester para lo que había de escribir.
El sobrescrito dice: 'A la muy magnífica y religiosísima señora Doña Teresa de
Ahumada, en Avila, que nuestro Señor haga santa" (Vida, L. 1, c. 17, p.
118).
54 En el c. 27, 19.
55 Al caballero santo: Francisco de
Salcedo. - En el autógrafo, por lapsus, A quien todo...
56 Otra persona: desconocida.
57 En "tres" años, había
escrito. Luego enmendó. Fray Luis: "en dos años" (p. 468).
58 "Fray Pedro Ibáñez", anota
Gracián en su libro. Residía en Trianos (León). Estuvo presente en la
"junta grande" del 30 de agosto, juntamente con "fray Pedro
Serrano, prior del monasterio y casa insigne de Señor santo Tomás de Aquino el
Real, de Avila". El P. Pedro figura como "fraile de dicha casa y
Orden". (La Reforma Teresiana... p. 155-156).
59 Algunas otras monjas de la
Encarnación conmigo: fueron, entre otras, Ana de San Juan (Dávila), Ana de los
Angeles (Gómez), María Isabel (Ordóñez) e Isabel de San Pablo (de la Peña).
60 Para hacer el oficio: el oficio
de priora, o más probablemente el rezo del oficio divino (cf. n. 25 y c. 38,
25).
61 Comenzando a hacer el oficio: a
recitarlo en el coro, o a celebrar los oficios litúrgicos (si bien la Santa
suele escribir: "decir o rezar el Oficio Divino") (Const. 21; Fund
17, 8; 24, 16.19...).
62 Sin haber demanda: sin petición
pública al modo de los mendicantes.
63 Cansosas: gravosas.
64 Deudos: parientes.
65 Cf. el pasaje paralelo de Fund.
1, 1.6.
66 La Santa puntualiza intecionadamente
estos datos, tomados casi a la letra de la Constitución Apostólica "Quae
honorem Conditoris" (1.10.1247), que contiene el texto de la Regla
carmelitana adaptada por el Cardenal Hugo de San Caro ( 1263) y por fray
Guillermo, obispo titular de Antarados. A la Santa se le escapó un error de
data: 1248, en lugar de 1247. - Conviene recordar que la Regla carmelitana,
compuesta a principios del siglo XIII por San Alberto, Patriarca de Jerusalén (
1214) y aprobada por Honorio III (30.1.1226), fue sucesivamente modificada y
confirmada por Inocencio IV (1247), y mitigada por Eugenio IV (15.2.1432).
Cuando la Santa escribe que en su monasterio de San José se guarda la
"Regla de nuestra Señora del Carmen... sin relajación", alude al
abandono de las cláusulas de mitigación de Eugenio IV, vigentes en la
Encarnación. Ella y las monjas de San José han optado por la Regla aprobada por
Inocencio IV. Era el punto de partida, jurídico y espiritual, de su Reforma. De
ahí su interés por dejar constancia del hecho al concluir el relato de la
fundación de San José.
67 Otras cosas, además de las
prescritas en la Regla: alusión al primer esbozo de Constituciones de sus
Carmelos.
68 La beata que dije: María de
Jesús. Fundó el monasterio de La Imagen en Alcalá de Henares al año siguiente
(1563): cf. c. 35, 1 y ss.
69 Esta primera Regla nuestra: la
aludida en el n. 25 (cf. nota 66). Pero María de Jesús optó por una versión
especial de la misma Regla, adaptando su texto al Carmelo femenino.
70 Alude probablemente a las
promesas del Señor del c. 32, 11.
71 vVuestra merced: el P. García de
Toledo.
72 Ya otras veces ha insinuado la
hipótesis de que su escrito termine en el fuego (c. 10, 8), o en el cesto de
los papeles (cc. 7, 22; 10, 7; 16, 8; 21, 4).
73 No se sufre (= no se soporta, no
es posible) sean más de trece.
74 Aspero: Fray Luis leyó
"espero" (p. 473), seguido por otros editores inducidos a error por
la edición facsimilar de Vida (1873). El mismo fray Luis enmendó el error en la
fe de erratas de la edición príncipe y en la siguiente edición de Vida (1589:
p. 335).
Trata de los efectos que le quedaban
cuando el Señor le había hecho alguna merced.
1. De mal se me hace (1) decir más de las mercedes
que me ha hecho el Señor de las dichas (2), y aun son demasiadas para que se
crea haberlas hecho a persona tan ruin; mas por obedecer al Señor, que me lo ha
mandado, y a vuestras mercedes (3), diré algunas cosas para gloria suya. Plega
a Su Majestad sea para aprovechar algún alma ver que a una cosa tan miserable
ha querido el Señor así favorecer ¿qué hará a quien le hubiere de verdad
servido? y se animen todos a contentar a Su Majestad, pues aun en esta vida da
tales prendas.
2. Lo primero, hase de entender que en estas mercedes
que hace Dios al alma hay más y menos gloria. Porque en algunas visiones excede
tanto la gloria y gusto y consuelo al que da en otras, que yo me espanto de
tanta diferencia de gozar, aun en esta vida. Porque acaece ser tanta la
diferencia que hay de un gusto y regalo que da Dios en una visión o en un
arrobamiento, que parece no es posible poder haber más acá que desear (4) y así
el alma no lo desea ni pediría más contento. Aunque después que el Señor me ha
dado a entender la diferencia que hay en el cielo de lo que gozan unos a lo que
gozan otros cuán grande es, bien veo que también acá no hay tasa en el dar cuando
el Señor es servido, y así no querría yo la hubiese en servir yo a Su Majestad
y emplear toda mi vida y fuerzas y salud en esto, y no querría por mi culpa
perder un tantito de más gozar. Y digo así (5) que si me dijesen cuál quiero
más, estar con todos los trabajos del mundo hasta el fin de él y después subir
un poquito más en gloria, o sin ninguno irme a un poco de gloria más baja, que
de muy buena gana tomaría todos los trabajos por un tantito de gozar más de
entender las grandezas de Dios; pues veo que quien más le entiende más le ama y
le alaba.
3. No digo que no me contentaría y tendría por muy
venturosa de estar en el cielo, aunque fuese en el más bajo lugar, pues quien
tal le tenía en el infierno, harta misericordia me haría en esto el Señor, y
plega a Su Majestad vaya yo allá, y no mire a mis grandes pecados. Lo que digo
es que, aunque fuese a muy gran costa mía, si pudiese y el Señor me diese
gracia para trabajar mucho, no querría por mi culpa perder nada. ¡Miserable de
mí, que con tantas culpas lo tenía perdido todo!
4. Hase de notar también que en cada merced que el
Señor me hacía de visión o revelación quedaba mi alma con alguna gran ganancia,
y con algunas visiones quedaba con muy muchas.
De ver a Cristo me quedó imprimida su grandísima hermosura,
y la tengo hoy día, porque para esto bastaba sola una vez, ¡cuánto más tantas
como el Señor me hace esta merced! Quedé con un provecho grandísimo y fue éste:
tenía una grandísima falta de donde me vinieron grandes daños, y era ésta: que
como comenzaba a entender que una persona me tenía voluntad y si me caía en
gracia, me aficionaba tanto, que me ataba en gran manera la memoria a pensar en
él, aunque no era con intención de ofender a Dios, mas holgábame de verle y de
pensar en él y en las cosas buenas que le veía. Era cosa tan dañosa, que me
traía el alma harto perdida. Después que vi la gran hermosura del Señor, no
veía a nadie que en su comparación me pareciese bien ni me ocupase; que, con
poner un poco los ojos de la consideración en la imagen que tengo en mi alma,
he quedado con tanta libertad en esto, que después acá todo lo que veo me
parece hace asco en comparación de las excelencias y gracias que en este Señor
veía. Ni hay saber ni manera de regalo que yo estime en nada, en comparación
del que es oír sola una palabra dicha de aquella divina boca, cuánto más
tantas. Y tengo yo por imposible, si el Señor por mis pecados no permite se me
quite esta memoria, podérmela nadie ocupar de suerte que, con un poquito de
tornarme a acordar de este Señor, no quede libre.
5. Acaecióme con algún confesor (que siempre quiero
mucho a los que gobiernan mi alma) como los tomo en lugar de Dios tan de
verdad, paréceme que es siempre adonde mi voluntad más se emplea y, como yo
andaba con seguridad, mostrábales gracia (6). Ellos, como temerosos y siervos
de Dios, temíanse no me asiese en alguna manera y me atase a quererlos, aunque
santamente, y mostrábanme desgracia. Esto era después que yo estaba tan sujeta
a obedecerlos, que antes no los cobraba ese amor. Yo me reía entre mí de ver
cuán engañados estaban, aunque no todas veces trataba tan claro lo poco que me
ataba a nadie como lo tenía en mí (7). Mas asegurábalos y, tratándome más,
conocían lo que debía al Señor; que estas sospechas que traían de mí, siempre
era a los principios.
Comenzóme mucho mayor amor y confianza de este Señor
en viéndole, como con quien tenía conversación tan continua. Veía que, aunque
era Dios, que era hombre, que no se espanta de las flaquezas de los hombres,
que entiende nuestra miserable compostura (8), sujeta a muchas caídas por el
primer pecado que El había venido a reparar. Puedo tratar como con amigo,
aunque es señor. Porque entiendo no es como los que acá tenemos por señores,
que todo el señorío ponen en autoridades postizas: ha de haber horas de hablar
y señaladas personas que los hablen; si es algún pobrecito que tiene algún
negocio, ¡más rodeos y favores y trabajos le ha de costar tratarlo! ¡Oh que si
es con el Rey! (9), aquí no hay tocar gente pobre y no caballerosa, sino preguntar
quién son los más privados; (10) y a buen seguro que no sean personas que
tengan el mundo debajo de los pies, porque éstos hablan verdades, que no temen
ni deben; (11) no son para palacio, que allí no se deben usar, sino callar lo
que mal les parece, que aun pensarlo no deben osar por no ser desfavorecidos.
6. ¡Oh Rey de gloria y Señor de todos los reyes!
¡Cómo no es vuestro reino armado de palillos, pues no tiene fin! ¡Cómo no son
menester terceros (12) para Vos! Con mirar vuestra persona, se ve luego que es
sólo el que merecéis que os llamen Señor, según la majestad mostráis. No es
menester gente de acompañamiento ni de guarda para que conozcan que sois Rey.
Porque acá un rey solo mal se conocerá por sí. Aunque él más quiera ser
conocido por rey, no le creerán, que no tiene más que los otros; es menester
que se vea por qué lo creer, y así es razón tenga estas autoridades postizas,
porque si no las tuviese no le tendrían en nada. Porque no sale de sí el
parecer poderoso. De otros le ha de venir la autoridad.
¡Oh Señor mío, oh Rey mío! ¡Quién supiera ahora
representar la majestad que tenéis! Es imposible dejar de ver que sois gran
Emperador en Vos mismo, que espanta mirar esta majestad; mas más espanta, Señor
mío, mirar con ella vuestra humildad y el amor que mostráis a una como yo. En
todo se puede tratar y hablar con Vos como quisiéramos, perdido el primer
espanto y temor de ver vuestra majestad, con quedar mayor para no ofenderos;
mas no por miedo del castigo, Señor mío, porque éste no se tiene en nada en
comparación de no perderos a Vos.
7. Hela aquí los provechos de esta visión, sin otros
grandes que deja en el alma. Si es de Dios, entiéndese por los efectos, cuando
el alma tiene luz; porque, como muchas veces he dicho (13), quiere el Señor que
esté en tinieblas y que no vea esta luz, y así no es mucho tema la que se ve
tan ruin como yo. No ha más que ahora que me ha acaecido estar ocho días que no
parece había en mí ni podía tener conocimiento de lo que debo a Dios, ni
acuerdo de las mercedes, sino tan embobada el alma y puesta no sé en qué, ni
cómo, no en malos pensamientos, mas para los buenos estaba tan inhábil, que me
reía de mí y gustaba de ver la bajeza de un alma cuando no anda Dios siempre
obrando en ella. Bien ve que no está sin El en este estado, que no es como los
grandes trabajos que he dicho tengo algunas veces; (14) mas aunque pone leña y
hace eso poco que puede de su parte, no hay arder el fuego de amor de Dios
(15). Harta misericordia suya es que se ve el humo, para entender que no está del
todo muerto. Torna el Señor a encender (16), que entonces un alma, aunque se
quiebre la cabeza en soplar y en concertar los leños, parece que todo lo ahoga
más. Creo es lo mejor rendirse del todo a que no puede nada por sí sola, y
entender en otras cosas como he dicho (17) meritorias; porque por ventura la
quita el Señor la oración para que entienda en ellas y conozca por experiencia
lo poco que puede por sí.
8. Es cierto que yo me he regalado hoy con el Señor y
atrevido a quejarme de Su Majestad, y le he dicho: "¿cómo Dios mío, que no
basta que me tenéis en esta miserable vida, y que por amor de Vos paso por
ello, y quiero vivir adonde todo es embarazos para no gozaros, sino que he de
comer y dormir y negociar y tratar con todos, y todo lo paso por amor de Vos,
pues bien sabéis, Señor mío, que me es tormento grandísimo, y que tan poquitos
ratos como me quedan para gozar de Vos os me escondáis? ¿Cómo se compadece esto
(18) en vuestra misericordia? ¿Cómo lo puede sufrir el amor que me tenéis? Creo
yo, Señor, que si fuera posible poderme esconder yo de Vos, como Vos de mí, que
pienso y creo del amor que me tenéis que no lo sufrierais; mas estáisos Vos
conmigo, y veisme siempre. ¡No se sufre esto, Señor mío! Suplícoos miréis que
se hace agravio a quien tanto os ama".
9. Esto y otras cosas me ha acaecido decir,
entendiendo primero cómo era piadoso (19) el lugar que tenía en el infierno
para lo que merecía. Mas algunas veces desatina tanto el amor, que no me
siento, sino que en todo mi seso doy estas quejas, y todo me lo sufre el Señor.
¡Alabado sea tan buen Rey! ¡Llegáramos a los de la tierra con estos
atrevimientos!... Aun ya al rey no me maravillo que no se ose hablar, que es
razón se tema, y a los señores que representan ser cabezas; mas está ya el
mundo de manera, que habían de ser más largas las vidas para deprender los
puntos y novedades y maneras que hay de crianza, si han de gastar algo de ella
en servir a Dios. Yo me santiguo (20) de ver lo que pasa. El caso es que ya yo
no sabía cómo vivir cuando aquí me metí; porque no se toma de burla cuando hay
descuido en tratar con las gentes mucho más que merecen, sino que tan de veras
lo toman por afrenta, que es menester hacer satisfacciones de vuestra
intención, si hay como digo descuido; y aun plega a Dios lo crean.
10. Torno a decir que, cierto, yo no sabía cómo
vivir, porque se ve una pobre de alma fatigada: ve que la mandan que ocupe
siempre el pensamiento en Dios y que es necesario traerle en El para librarse de
muchos peligros; por otro cabo ve que no cumple perder punto en puntos de mundo
(21), so pena de no dejar de dar ocasión a que se tienten los que tienen su
honra puesta en estos puntos. Traíame fatigada, y nunca acababa de hacer
satisfacciones (22), porque no podía aunque lo estudiaba dejar de hacer muchas
faltas en esto, que, como digo, no se tiene en el mundo por pequeña.
¿Y es verdad que en las Religiones, que de razón
habíamos en estos casos estar disculpados, hay disculpa? No, que dicen que los
monasterios ha de ser corte de crianza y de saberla. Yo cierto que no puedo
entender esto. He pensado si dijo algún santo que había de ser corte para
enseñar a los que quisiesen ser cortesanos del cielo, y lo han entendido al
revés. Porque traer este cuidado quien es razón le traiga continuo en contentar
a Dios y aborrecer el mundo, que le pueda traer tan grande en contentar a los
que viven en él en estas cosas que tantas veces se mudan, no sé cómo. Aun si se
pudiera deprender de una vez, pasara; mas aun para títulos de cartas es ya
menester haya cátedra (23), adonde se lea cómo se ha de hacer a manera de
decir, porque ya se deja papel de una parte, ya de otra, y a quien no se solía
poner magnífico, se ha de poner ilustre (24).
11. Yo no sé en qué ha de parar, porque aún no he yo
cincuenta años (25), y en lo que he vivido he visto tantas mudanzas, que no sé
vivir; pues los que ahora nacen y vivieren muchos, ¿qué han de hacer? Por
cierto, yo he lástima a gente espiritual que está obligada a estar en el mundo
por algunos santos fines, que es terrible la cruz que en esto llevan. Si se
pudiesen concertar todos y hacerse ignorantes y querer que los tengan por tales
en estas ciencias, de mucho trabajo se quitarían.
12. Mas ¡en qué boberías me he metido! Por tratar en
las grandezas de Dios, he venido a hablar de las bajezas del mundo. Pues el
Señor me ha hecho merced en haberle dejado, quiero ya salir de él. Allá se
avengan los que sustentan con tanto trabajo estas naderías. Plega a Dios que en
la otra vida, que es sin mudanzas, no las paguemos. Amén.
NOTAS CAPÍTULO 37
* Comienza la última sección del
libro, redactada bajo la presión de los teólogos asesores y por impulso
interior ("por obedecer al Señor que me lo ha mandado", n. 1). Tras
el relato de la fundación de San José (cc. 32-36), vuelve al argumento de su
vida interior: pocos episodios externos y predominio de gracias místicas. Todas
ellas del período más reciente: años 1563-1565.
1 De mal se me hace: lo siento, me
contraría...
2 En otro orden: acerca de las
mercedes que me ha hecho el Señor, decir más que las ya dichas...
3 Vuestras mercedes: Alusión al P.
García de Toledo y, probablemente, al P. Domingo Báñez.
4 En otro orden: poder haber acá más
(cosas) que desear...
5 Orden de las dos frases: ... perder
de gozar un tantito más. Y así digo...
6 Mostrábales gracia... (y
enseguida) mostrábanme desgracia...: mostrar agrado o desagrado, simpatía o
antipatía.
7 Tan claro... como lo tenía en mí:
como era claro para mí.
8 Compostura: hechura, condición natural.
9 Fray Luis (p. 478) y otros
editores leen: "o que si es el rey, aquí no hay tocar...". - Aquí
equivale a: "en este caso".
10 Los más privados: los validos.
11 No temen ni deben: frase
proverbial que equivale a: "obras sin miramiento ni respetos humanos".
12 Terceros (sustantivo): mediador
(cf. C. 3, 9. - En Const. 15. 18. 38 equivale a "acompañante").
13 En el c. 30, 8-18.
14 Ib.
15 Así el autógrafo. Los editores
modernos, inducidos a error por la edición fotolitográfica del mismo, omiten las
palabras "de Dios", en contra de fray Luis que editó correctamente
(p. 481). Cf. esa misma imagen en el c. 39, 23.
16 Acender, escribe la Santa.
17 Lo ha aconsejado ya en el c. 11,
15-16.
18 Equivale a: "cómo se
compagina esto con..."
19 Piadoso: benigno, no cruel.
20 Yo me santiguo: me asombro, me
hago cruces (cf. c. 19, 10.
21 No cumple: no es conveniente (cf.
c. 16, 6). - Perder punto en puntos de mundo: irónico juego de palabras: perder
detalle en puntillos de honra o en etiqueta mundana.
22 Hacer satisfacciones: pedir
excusas...
23 Cátedra (ella escribe
"cátreda") en que se lea: en que se den lecciones.
24 Dura crítica de aquella sociedad.
Volverá a criticarla en c. 2, 4; 27, 5. Felipe II hubo de publicar una
pragmática reguladora de esos tratamientos (8 de octubre de 1586).
25 No he (tengo) yo cincuenta años: escribe esto a fines de 1565, y había nacido el 28.3.1515: 50 años.