A Santa Teresa de Jesus Caminando con Jesus Pedro Sergio Antonio
Donoso Brant |
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DICHOS BREVES,
SENTENCIAS Y PENSAMIENTOS DE SANTA
TERESA DE JESUS, EN LA LINEA DEL PENSAMIENTO DE SANTO TOMAS Se incluyen en esta
seción, 1919 voces, fueron elegidas y seleccionada para El Padre Jesus Marti
Ballester, con el fin de preparar un diccionario sobre Santa Teresa de Jesus.
Fueron clasificados y ordenados por Pedro Sergio Antonio Donoso Brant. Libros de referencias,
las fuentes escritas por Santa Teresa de Jesus y el libro Teresa de Jesus nos
habla hoy- Suma Antologica |
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1
Sea
bendito por siempre que tanto me esperó, a quien con todo mi corazón suplico
me de gracia para que con toda claridad y verdad haga yo esta relación que
mis confesores me mandan (V prl). 2
No
les importaba por decir la verdad y defenderla para gloria de Dios, perderlo
todo que ganarlo todo (V 16, 7; CN 6). 3
Con
toda esta santidad era muy afable (san Pedro de Alcántara), aunque de pocas
palabras, si no se le preguntaba. Su conversación era muy sabrosa, porque
tenía muy lindo entendimiento (V 27, 18). 4
Yo
le decía la verdad, pues creía que no mentía, ni había intentado tal cosa,
además que yo por nada del mundo diría una cosa por otra (V 28, 4). 5
Yo
siempre comunicaba estas profecías a mi confesor y a mi amiga viuda, con la
que tenía permiso de hablar. He sabido que ella las decía a otras personas y
éstas saben que no miento, ni Dios lo permita, pues soy incapaz de mentir en
nada y menos en cosas tan serias (V 34, 18). 6
Pienso
en el gran sufrimiento de las personas que conocen la verdad cuando tienen
que tratar estas cosas de la tierra, donde hay tanta mentira (V 39, 8). 7
Así
que, hermanas,... procurad ser afables y entenderos con todas las personas que
os trataren, de manera que amen vuestra conversación y deseen vuestra manera
de vivir y de tratar, y no se atemoricen y se asusten de la virtud...: cuanto
más santas más conversables con sus hermanas; y aunque os disguste si las
conversaciones no son de vuestro agrado, nunca os escandalicéis de ellas, si
queréis aprovechar y ser amada. Y esto es lo que hemos de procurar con
interés: ser afables y agradar a las personas con quienes tratamos,
especialmente a nuestras hermanas (C 41, 7). 8
Dios
es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad ((VI M 10, 8). 9
Si
en cosa muy importante yo no diría una mentira por ninguna cosa de la tierra,
en esto -que se escribe para que nuestro Señor sea alabado- me parecería un
gran cargo de conciencia (F prl 3). 10
Nunca
exagerar mucho las cosas, sino decir lo que siente con moderación (Av 13). 11
La
verdad padece mas no perece, y así espero aún ha de aclarar más el Señor (Cta
277, 26). 12
Aunque
con sus rodeos le parece que no miente, tal estilo no es perfecto (Cta 308,
10). 13
De
que haya quedado satisfecho el padre prior de 14 Mal deseará que todos le desprecien y le aborrezcan, y todas las
virtudes grandes que tienen los perfectos, quien no tiene alguna prenda del
amor que Dios le tiene, y juntamente fe viva. (V 10, 6). 15 Algunas, si son muy sensibles, sufren mucho pensando siempre en 16
¡Oh, Jesús y Señor mío! ¡Cuánto nos
ayuda aquí vuestro amor!, porque éste tiene cogido al nuestro, que no le deja
libertad para amar en aquel momento a nadie y nada, más que a Vos! (V 14, 2;
CN 4). 17 ¿Es posible, Señor, que exista algún alma que haya llegado a que Vos
le hagáis mercedes semejantes y regalos y haya entendido que Vos os gozáis
con ella, que os haya vuelto a ofender después de tantos favores y de tan
grandes muestras del amor que le tenéis, de lo cual no puede dudar, pues las
obras se han visto claras? Sí
la hay, por cierto, y no os ha ofendido una vez sino muchas, que soy yo. Y
quiera vuestra bondad, Señor, que sea yo sola la ingrata y la que haya hecho
tan gran maldad y tenido tan excesiva ingratitud: porque incluso de esa
ingratitud algún bien ha sacado vuestra infinita bondad, y cuanto mayor es el
mal, más resplandece el gran bien de vuestras misericordias. ¡Y con cuánta
razón las puedo yo para siempre cantar! (Sal 88, 2). Yo
os suplico, Dios mío, que así sea y que las cante sin fin, ya que habéis
querido hacerlas tan grandísimas conmigo, que causan admiración a los que las
ven, y a mí me sacan de mí muchas veces, para poder alabaros mejor a Vos; que
estando en mí sin Vos no podría, Señor mío, nada, sino que otra vez volvieran
a ser cortadas estas flores de este huerto, de suerte que esta miserable
tierra volviese a servir de muladar como antes. No
lo permitáis, Señor, ni queráis que se pierda alma que con tantos trabajos
comprasteis y tantas veces de nuevo la habéis vuelto a rescatar y arrancar de
los dientes del dragón (V 14, 11; CN 4). 18
Es pues esta oración una centellica que comienza
el Señor a encender en el alma del verdadero amor suyo, y quiere que el alma
vaya entendiendo qué cosa es este amor con regalo. Esta
quietud y recogimiento y centellica, si es espíritu de Dios y no gusto
causado por el demonio y procurado por nosotros... ; pues esta centellica
encendida por Dios, aunque es tan pequeñita hace mucho ruido, y si no la mata
por su culpa, comienza a encender el gran fuego llameante del grandísimo amor
de Dios que hace Su Majestad que tengan las almas perfectas (V 15, 4; CN 5). 19
Este temor va mezclado con grandísimo
amor que se cobra de nuevo a quien vemos lo tiene tan grande a un gusano tan
podrido, que parece que no tiene bastante con llevarse de veras al alma
consigo, que quiere llevarse también el cuerpo, siendo tan mortal y de tierra
tan sucia, por tantos pecados cometidos (V 20, 7; CN 10). 20
Siempre que se piense en Cristo,
acordémonos del Amor con que nos concedió tantas gracias, y de qué gran amor
nos demostró Dios dándonos tal prenda del que nos tiene; que amor saca amor. Y
aunque estemos comenzando a hacer oración y nosotras seamos tan ruines,
procuremos ir mirando siempre esto y despertándonos a amar; porque si el
Señor nos concede la gracia de que se nos grave en el corazón este Amor, todo
nos resultará fácil y lo haremos todo muy pronto y con muy poco esfuerzo. Que
el Señor nos conceda este amor, que sabe lo que mucho que nos conviene, por
el amor que nos tuvo y por su glorioso Hijo, a quienes nos demostró su Amor,
que tan caro le costó, amén (V 22, 14; CN 12). 21
¡Oh, Señor mío! ¡Qué delicada y fina y
sabrosamente sabéis tratar a quienes os aman! ¡Quién nunca se hubiera
entregado a amar a nadie sino a Vos! 22
Parece, Señor, que probáis con rigor a
quien os ama, para que en la mayor intensidad del sufrimiento se manifieste
la mayor intensidad de vuestro amor (V 25, 17). 23
En este modo de conocer Dios y el alma,
sólo con quererlo Su Majestad, se entienden estos amigos y se manifiestan el
amor, sin necesidad de palabras. Del mismo modo que en este mundo dos
personas inteligentes que se aman, con sólo mirarse y aun casi sin señas,
parece que se entienden. Así
debe de ser este modo de conocimiento del que estoy escribiendo, sin que
veamos cómo, de hito en hito se miran estos dos amantes, como creo que he
oído que dice el Esposo a la esposa, en los Cantares (4, 9). (V 27, 10). 24
Yo me he regalado hoy con el Señor y me
he atrevido a quejarme de Su Majestad, y le he dicho: "¿No basta, Dios
mío, que me tengáis en esta miserable vida y que por amor a Vos pase por
ello, y acepto vivir donde no hay más que obstáculos que me impiden gozar de
Vos, porque he de comer y dormir y preocuparme de los asuntos y hablar con
todos, y todo lo paso por vuestro amor, pues bien sabéis, Señor mío, que todo
es tormento grandísimo para mí, que los poquitos ratos que tengo para gozar
de Vos, también me os escondéis? Creo yo, Señor, que si yo pudiera esconderme
de Vos, como Vos de mí, el amor que me tenéis no lo soportaría; pero Vos
estáis conmigo y me veis siempre. ¡No se puede sufrir esto, Señor mío! Os suplico
miréis que lastimáis a quien tanto os ama (V 37, 8). 25
¡Oh, señor mío, que de todos los bienes
que nos hicisteis nos aprovechamos mal! Vuestra majestad buscando modos y
maneras e invenciones para manifestar el amor que nos tenéis; nosotros, como
mal experimentados en amaros a Vos, los apreciamos tan poco, que de mal
ejercitados en esto, se nos van los pensamientos a donde están siempre,
olvidando los misterios que este idioma encierra en sí, como ha dicho el
Espíritu Santo. ¿Qué más era menester para encendernos en amor suyo y pensar
que adoptó este estilo no sin gran causa? Recuerdo
haber oído a un religioso un sermón harto admirable, declarando estos regalos
que la esposa trataba con Dios. Y causó tanta risa y se recibió tan mal lo
que dijo, porque hablaba de amor (siendo el sermón del Mandato, que es para
no tratar de otra cosa), que yo estaba espantada. Y veo claro que nos
ejercitamos tan mal en el amor a Dios, que no nos parece posible que un alma
trate así con Dios. Mas conozco a algunas personas que sacaron tan gran bien,
tanto regalo, tan gran seguridad en sus temores, que hacían particulares
alabanzas a nuestro Señor muchas veces, porque dejó remedio tan saludable
para las almas que con hirviente amor le aman para que entiendan y vean que
es posible que se humille Dios tanto (Mdt C 1, 4-5). 26
Aunque no entendáis 27
¡Por cuántos caminos y de cuántas
maneras y de cuántos modos nos manifestáis el amor! Con trabajos, con muerte
tan áspera, con tormentos, sufriendo cada día injurias y perdonando; y no
sólo con esto, sino que además le decís en los Cantares unas palabras tan
heridoras al alma que os ama, y le enseñáis a que os las diga, que no se cómo
se pueden soportar, si Vos no ayudáis a que las sufra quien las siente (Mdt C
3, 11). 28
Pensaba yo ahora si hay alguna
diferencia entre la voluntad y el amor. Y paréceme que sí. No se si es
soberbia. El amor me parece que es una saeta que envía la voluntad, que si va
con toda la fuerza que ella tiene, libre de todas las cosas de la tierra,
empleada en solo Dios, muy de verdad debe de herir a Su Majestad; de suerte
que, metida en el mismo Dios, que es Amor, vuelve de allí con grandísimas
ganancias (Mdt C 6, 5). 29
Se podrá decir que parecen cosas
imposibles y que es importante no escandalizar a los débiles. Menos se pierde
en que ellos no crean lo que Dios obra, que en que se dejen de aprovechar los
que reciben los carismas, y se gozarán y estimularán a amar más a quien hace
tantas misericordias, viendo que es tan grande su poder y majestad. Tanto
más, cuando al escribir y decir estas maravillas, se que hablo con quien no
tendrá este peligro, porque saben y creen que hace Dios aún mayores muestras
de amor. Yo
se que quien esto no creyere no lo verá por experiencia; porque es muy amigo
el Señor de que no pongan tasa a sus obras y así, hermanas, jamás os ocurra a
las que el Señor no llevare por este camino, poner límites a sus grandezas (I
M 1, 4). 30
Todas querréis, mis hijas, procurar
tener esta oración, y tenéis razón, que -como he dicho- no acaba de entender
el alma las mercedes que allí le hace el Señor y el amor con que la va
acercando más a sí. Lo cierto es que desearéis saber cómo alcanzamos esta
merced (IV M 2, 9). 31
Yo se que hay mucho que temer en este
caso, y conozco algunas personas que me tienen harto lastimada, y he visto lo
que digo, porque cayeron por haberse apartado de quien con tanto amor se les
quería dar por amigo y manifestárselo con obras. Y,
aunque el demonio no vea otra cosa
sino que Su Majestad les demuestra amor tan particular, basta para que él se
deshaga por perderlas, y por eso son muy combatidas, y aún mucho más perdidas
que otras, si se pierden (IV M 3, 10). 32
Pues vengamos, con el favor del
Espíritu Santo, a hablar de las sextas moradas, donde el alma ya queda herida
del amor del Esposo y busca más tiempo para estar sola y evita todo lo que
puede, según su estado, lo que puede impedir esta soledad (VI M 1, 1). 33
Creedme que es lo más seguro no querer
sino lo que quiere Dios, que nos conoce más que nosotros mismos y nos ama.
Póngamonos en sus manos para que se haga su voluntad en nosotros, y no nos
equivocaremos si con determinada voluntad, permanecemos en esa decisión (VI M
9, 17). 34
Es un secreto tan grande y una gracia
tan alta lo que Dios comunica allí al alma en un instante, y el grandísimo
deleite que siente el alma, que no se a qué compararlo, sino a que el Señor
quiere manifestarle en aquel momento la gloria que hay en el cielo de modo
más perfecto, que por ninguna visión ni gusto espiritual (VII M 2, 4). 35
Sólo se puede decir que, a lo que se
puede entender, el alma, o mejor, el espíritu de esta alma, queda hecho una
cosa con Dios que, como también es espíritu, ha querido Su Majestad
manifestar el amor que nos tiene haciendo ver a algunas personas hasta dónde
llega para que alabemos su grandeza; porque de tal manera ha querido unirse a
la criatura, que no se quiere separar de ella como los que, ya casados, no se
pueden separar (VII M 2, 4). 36
La unión viene a ser como si dos velas
de cera se uniesen tanto que toda la luz fuese una, o que la mecha y la luz y
la cera es todo uno. Pero después que han estado unidos se pueden separar sin
dificultad una vela de la otra y quedan siendo como antes dos velas, o mecha
y cera (VII M 2, 6). 37
En el matrimonio es como si cae agua
del cielo en un río o en una fuente en donde queda hecho todo agua. Nadie
podrá dividir ni separar el agua del río de la que cayó del cielo; o como si
un arroyo pequeño entra en el mar, no habrá manera de separarlos; o como si
en un salón hubiese dos ventanas por donde entrara mucha luz, aunque la luz
entra separada, se hace toda una luz. Quizá es esto lo que dice san Pablo:
"Estar unido al Señor es ser un espíritu con El" (1 Cor 6, 17),
referido a este soberano matrimonio, que presupone que Su Majestad se ha
juntado al alma por unión. Y
también dice san Pablo: "Para mí vivir es Cristo y morir ganancia"
(Fl 1, 21). Esto me parece que puede decir aquí el alma, porque ahora es
cuando la mariposilla de que hemos hablado, muere, y con grandísimo gozo,
porque su vida es ya Cristo (VII M 2, 6). 38
Que es muy cierto que si nosotros nos
vaciamos de todas las criaturas y de ellas nos desasimos por amor de Dios, el
mismo Señor nos llenará de sí mismo. ¡No se qué mayor amor puede ser que
éste! Y no dejaremos de entrar aquí todos, porque así dijo Su Majestad:
"No te pido sólo por éstos, te pido también por los que han de creer en
Mí mediante su mensaje" (Jn 17, 20). Y sigue diciendo: Yo unido con ellos y tú conmigo" (Jn 17, 23). ¡Oh,
válgame Dios, qué palabras tan verdaderas, y cómo las entiende el alma, que
en esta oración lo ve realizado en sí misma! Y ¡cómo lo entenderíamos todos
si no fuese por nuestra culpa, pues las palabras de Jesucristo, nuestra Rey y
Señor, no pueden faltar (Lc 21, 3)!; mas como faltamos en no disponernos y
apartarnos de todo lo que puede oscurecer esta luz, no nos vemos en este
espejo que contemplamos, donde nuestra imagen está esculpida (VII M 2, 9-10). 39
Veía claramente lo mucho que el Señor
había puesto de su parte desde que era muy niña, para acercarme a El con
medios harto eficaces y de ninguno me aproveché. En lo cual se me representó
claramente el excesivo amor que Dios nos tiene perdonando todo esto cuando
queremos volver a el, y más conmigo que con nadie, por muchas causas (Cc 14ª,
3). 40
¡Oh, verdadero Amador, con cuánta
piedad, con cuánta suavidad, con cuánto deleite, con cuánto regalo y con cuán
grandísimas muestras de amor curáis estas llagas que con las saetas del mismo
amor habéis hecho! ¡Oh, Dios mío y descanso de todas las penas, qué
desatinada estoy! ¿Cómo podía haber medios humanos que curasen a los que ha
enfermado el fuego divino? ¿Quién ha de saber hasta dónde llega esta herida,
ni de qué procedió, ni cómo se puede aplacar tan penoso y deleitoso tormento?
No sería justo que tan precioso mal pudiera poderse aplacar con algo tan
vulgar como son los medios que pueden tomar los mortales. Con cuánta razón
dice la esposa en los Cantares: "Mi Amado para mí y yo para mi
Amado" (2, 16); porque semejante amor no es posible que tenga su origen
en amor tan pobre como el mío. Pues
si es pobre, Esposo mío, cómo no para en ninguna criatura hasta llegar a su
Creador? ¡Oh mi Dios!, ¿por qué yo para mi Amado?. Vos, mi verdadero Amador,
comenzáis esta guerra de amor, que no parece otra cosa el desasosiego y
desamparo de todas las potencias y sentidos que salen por las plazas y
barrios conjurando a las hijas de Jerusalén que le digan a su Dios. ¡Oh, alma
mía, qué batalla tan admirable has tenido en esta pena, y cuán al pie de la
letra pasa así! Pues mi Amado para mí y yo para mi Amado, ¿quién será el que
podrá extinguir y apagar dos fuegos tan encendidos? Será trabajar en balde,
porque ya se han convertido en uno (E 16). 41
¡Oh Amor que me amas más de lo que yo
puedo amar ni entiendo! ¿Para qué quiero, Señor, desear más de lo que Vos
quisiereis darme? ¿Para qué me quiero cansar en pediros cosa pedida por mi
deseo, pues todo lo que mi entendimiento puede organizar y mi deseo desear,
ya sabéis Vos en qué termina, cuándo yo no entiendo lo que más me aprovecha?
En lo que mi alma piensa salir con ganancia, quizá estará más perdida (E 17). 42
No deja de nos amar Nuestro Dios, y nos llamar, Sigámosle sin recelo, Monjas del Carmelo (P 10). 43
¡Oh, nudo que así juntáis Dos cosas tan desiguales! No se por qué os desatáis, Pues atado fuerza dais A tener por bien los males. Juntáis quien no tiene ser con el Ser que no se acaba; Sin acabar acabáis, Sin tener que amar amáis Engrandecéis nuestra nada (P 6). 44
Un día que había hecho mucha oración
suplicando al Señor que me ayudase a agradarle en todo, mientras estaba
rezando el himno, me vino un arrobamiento tan repentino que casi me sacó de
mí, de lo que no pude dudar porque fue muy notorio. Fue la primera vez que el
Señor me hizo esta merced de arrobamiento. Y entendí estas palabras: "Ya
no quiero que tengas conversación con hombres, sino con ángeles" (V 24,
5). 45
Veía un ángel cabe mí hacia el lado
izquierdo, en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla; aunque
muchas veces se me representaban ángeles, es sin verlos, como la visión de
Jesucristo que dije antes. 46
Esta visión del ángel quiso el Señor que la
viese así: no era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan
encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parece que todos se
abrasan: debe de ser de los que llaman querubines, que los nombres no me los
dicen; mas bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de unos ángeles a
otros y de otros a otros, que no lo sabría distinguir (V 29, 13). 47
Estando un día de 48
Me pareció que los veía subir al cielo con
gran multitud de ángeles (V 33, 15). 49
Creo que fueron tres veces las que me
sucedió lo mismo y, al fin, pudo más el ángel bueno que el malo, y fui a
llamarle y vino a hablarme a un confesonario (V 33, 15). 50
Otra vez, estando lejos de esta ciudad, vi
que los ángeles le elevaban con mucha gloria (al padre Gracía de Toledo); por
esta visión supe que su alma había adelantado mucho. Y es que una persona a
quién él había hecho mucho bien y salvado su honra y su alma, le había
levantado una gran difamación contra su honra y él lo había sufrido con mucho
contento, y había sufrido otras persecuciones (V 34, 17). 51
Mas no vi cómo estaba el trono, ni quién
estaba sentado, sólo una gran multitud de ángeles, con una hermosura mayor
sin comparación, que la que he visto otras veces en el cielo. He pensado si
serían serafines o querubines, cuya gloria es muy diferente; estaban
llameantes. 52
La gloria que sentí no se puede escribir
ni decir, ni la puede imaginar quien lo haya experimentado. Entendí, sin ver
nada, que allí estaba todo junto lo que el hombre puede desear. Me dijeron, y
no se quién, que lo único que podía hacer allí era entender que no podía
entender nada, y darme cuenta de que todo es nada comparado con aquello. 53
Después mi alma se avergonzaba viendo
que podía detenerse en alguna criatura o aficionarse a ella, porque todo el
mundo me parecía un hormiguero (V 39, 22). 54
Estando una vez en oración con mucho
recogimiento y suavidad y quietud, veía que estaba rodeada de ángeles y muy
cerca de Dios. Comencé a suplicar a Dios por 55
La víspera de San Sebastián, el primer
año que vine a ser priora de 56
Yo no hacía más que abrir los ojos para
ver si me podía distraer, y no me bastaba para apartar esta tentación, sino
que me parecía que se oía una música de pajaritos y de ángeles, de la que el
alma gozaba, aunque yo no lo oía, mas el alma estaba en aquel deleite (Cc
34ª, 2). 57
Se me representó esta santa mujer
(Catalina Cardona), por visión intelectual, como cuerpo glorificado, y
algunos ángeles con ella (F 28, 36). 58
Tengo mucha experiencia de que no hay
nada como el agua bendita para hacer huir al demonio y que no vuelva. Debe de
ser grande la fuerza del agua bendita. A mí me produce un consuelo muy
singular y notorio cuando la tomo. En verdad siempre siento un gusto que no
sabría definir, como un deleite interior que fortalece toda el alma. Y no es
ilusión mía, porque no me ha ocurrido una vez, sino muchas y lo he
considerado con gran detenimiento. Es algo así como si alguien que tiene
mucho calor y sed, bebiese un jarro de agua fría, que parece que todo él
sintió un gran refrigerio (V 31, 4). 59
Tenga agua bendita junto a sí, que no
hay cosa con que más huya el demonio...Mas, si no le acierta a dar el agua
bendita, no huye (Cta 168, 9). 60
De lo que dice del agua bendita, sólo
se la experiencia que tengo. Lo he dicho a algunos letrados y no lo
cotradicen. Basta tenerlo 61
De esto también gané la grandísima pena
que me causan las muchas almas que se condenan (especialmente de los
luteranos, que por el bautismo ya eran miembros de 62
Nosotras sí estamos desposadas (con ),
y todas las almas por el Bautismo (CE 38, 1). 63
Al que Vos habéis levantado y ha
conocido cuán miserablemente perdió por gozar un muy rápido placer y está
determinado a agradaros siempre..., ¿qué remedio, Señor, para poder después
vivir, que no sea muriendo, con el recuerdo de haber perdido tanto bien como
hubiera tenido si hubiera permanecido en la inocencia en que lo dejó el
Bautismo? (E 3). 64
Quiso el Señor mostrarme solas las
manos con tan grandísima hermosura, que yo no lo podría encarecer... Pocos
días después ví también su divino rostro, que me dejó absorta... Cuando lo vi
todo entero, comprendí que el Señor tenía en cuenta mi debilidad y me iba
preparando...; y, como quien esto sabía, iba el piadoso Señor disponiendo (V
28, 1). 65
Se me representó 66
Esta visión de no es un resplandor que deslumbra, sino una
blancura suave y un resplandor difuso que da deleite grandísimo a la vista, y
la claridad que se ve para poder ver esta hermosura divina no le cansa. Es
una luz tan diferente de la de acá que la luminosidad del sol de la tierra es
tan opaca en comparación de aquella claridad y luz de la visión, que no se
querrían abrir los ojos después. Es como ver agua muy clara que corre sobre
cristal en la que reverbera el sol, comparada con un agua turbia con un cielo
muy nublado corriendo por la superficie de la tierra. Y no es que en la
visión se represente el sol, ni la luz es como la del sol; sino que la luz de
la visión parece luz natural y la de la tierra artificial. Es luz que no
tiene noche porque siempre hay luz y, por gran entendimiento que tenga una
persona, en toda su vida no podrá imaginar cómo es. (V 28, 5). 67
La visión de me dejó impresa su grandísima hermosura,
que aún me dura... (V 37, 4). 68
Después de haber visto la hermosura del
Señor, nadie me gustaba en comparación suya, ni nadie podía llenarme (V 37,
4). 69
¡Oh, Hermosura que excedéis a todas las hermosuras! (P VI). 70
No deje yo, mi Dios, no deje de gozar
de tanta hermosura en paz. (E 14, 2). 71
Estando así el alma buscando a Dios
siente que casi va desfalleciendo toda con un deleite grandísimo y suave y
una especie de desmayo, en que le va faltando la respiración y todas las
fuerzas corporales de tal modo, que sólo con dificultad puede mover las manos
(V 18, 10; CN 8). 72
También me parece que Su Majestad va
probando a unos y a otros, manifestándoles quién es con deleite tan soberano,
para ver quién le quiere y para avivar la fe, si es que está muerta, en lo
que nos ha de dar, diciendo: "Mirad, que esto es sólo una gota del mar
grandísimo de bienes", para no dejar nada por hacer con los que ama y
según ve que le reciben, así da y se da (V 22, 17; CN 12). 73
Mirad que lo que digo no se puede
comparar con la realidad; sólo he dicho lo que es necesario para dar a
entender secretos y grandezas suyas, pues su deleite supera a todos los que
en este mundo se pueden gozar. Por eso con toda razón hace aborrecer los
deleites de esta vida, que son basura todos juntos. Asco da compararlos aquí,
aunque fuera para gozarlos sin fin, con éstos que da el Señor, que son sólo
una gota del gran río caudaloso que nos tiene preparado (V 27, 12). 74
Jamás me podía penar haber visto estas
visiones celestiales, que ni una sola cambiaría yo por todos los bienes y
deleites del mundo. Siempre las tuve por gran merced del Señor y me parecían
un gran tesoro y así me lo decía el Señor muchas veces. Yo me veía crecer
mucho en amarle (V 29, 4). 75
Yo quisiera poder dar a entender algo
de la mínima parte que veía, y pensando cómo lo podré conseguir, veo que me
parece imposible. Porque sólo la diferencia de esta luz a la de allá, aunque
una y otra son luz, es incomparable, porque incluso la luminosidad del sol
parece opaca. En fin, que por muy sutil que sea la imaginación, no puede
producir luz celeste, ni nada de lo que el Señor me daba a entender con un
deleite tan soberano que no se puede decir; porque todos los sentidos gozan
en tan alto grado y suavidad que no se puede expresar, y por eso es mejor
callar (V 38, 2). 76
En esta oración de que estoy hablando,
que yo llamo de quietud, porque el sosiego que produce en todas las potencias
parece que conforta todo el hombre interior y exterior, como si le echasen en
los tuétanos una unción suavísima de un gran perfume de muchas esencias, sin
que sepamos lo que es ni dónde está aquel perfume, sino que nos penetra
totalmente, así parece que es este amor suavísimo de nuestro Dios. Se
introduce en el alma con gran suavidad y la contenta y la satisface y no
puede entender cómo y por dónde entra aquél bien. Querría no perderlo,
querría no menearse ni hablar ni aún mirar, para que no se le fuese. Y esto
es lo que dice aquí la esposa a mi propósito, que dan de sí los pechos del
Esposo olor muy bueno, más que los ungüentos (Mdt C 4, 2). 77
Mas cuando este Esposo riquísimo la
quiere enriquecer y regalar más, la convierte tanto en Sí que, como una
persona que el gran placer y contento la desmaya, le parece que se queda
suspendida en aquellos divinos brazos y arrimada a aquel sagrado costado y a
aquellos pechos divinos. No sabe más que gozar, sustentada con aquella leche
divina con que la va curando su Esposo y mejorando en aquel sueño y en
aquella embriaguez celestial, y queda espantada y embobada y con un santo
desatino. Me parece a mí que puede decir estas palabras: "Mejores son
tus pechos que el vino" porque, cuando estaba en aquella borrachez, le
parecía que ya no podía subir más; mas, cuando se vio en más alto grado y
toda empapada en aquella inmensa grandeza de Dios y se vio que quedaba tan
satisfecha, delicadamente lo comparó, diciendo: "Mejores son tus pechos
que el vino". Porque así como un niño no entiende cómo crece ni sabe cómo
mama -que, aunque sin mamar él ni hacer nada, muchas veces le echan la leche
en la boca-, así sucede aquí, que totalmente el alma no sabe de sí ni hace
nada ni sabe cómo ni por dónde le vino aquel bien tan grande. Sabe que es el
mayor que en la vida se puede gustar, aunque se junten todos los deleites y
gustos del mundo; se ve crecida y mejorada, sin saber cuándo le mereció;
fortalecida en las virtudes, regalada por quien tan bien lo sabe y puede
hacer. No sabe a qué comparar su estado, sino al regalo de la madre que ama
mucho al hijo y lo cría y regala (Mdt C 4, 4). 78
Y ¡cuán venturosa es el alma que merece
estar debajo de esta sombra, aun para cosas que acá se pueden ver! Parece que
estando el alma en este deleite, siente que está toda engolfada y amparada
por una sombra como una nube de 79
No es otra cosa el alma del justo que
un paraíso donde El dice que tiene sus complacencias (Prv 8, 11) (I M 1, 1). 80
¿Cómo os podría yo decir la riqueza y
tesoros y deleites que hay en las quintas moradas? Creo que sería mejor no
decir nada de las que faltan, pues no lo he de saber decir, ni el
entendimiento lo sabe entender, ni las comparaciones pueden servir para
explicarlo, porque son muy pobres las cosas de la tierra para expresar tanta
grandeza (V M 1, 1). 81
Es así como, sabiendo que se comunica
con sus criaturas, alabaremos más su grandeza y nos animaremos a no
menospreciar al hombre, con quien tanto se deleita el Señor. Y cuánto más
supiéramos de esto, mejor (VII M 1, 1). 82
Porque el gran deleite que siente
entonces el alma es porque se ve cerca de Dios. En esta situación no entiende
nada, porque pierde el uso de todas las potencias (VII M 1, 6). 83
Cuando considero que decís que tenéis
vuestros deleites con los hijos de los hombres, se alegra mucho mi alma. ¡Oh
Señor del cielo y de la tierra, y qué palabras éstas para que ningún pecador
desconfíe!... Aquella voz que se oyó cuando el Bautismo, dijo que os
deleitáis con vuestro Hijo... Pues, ¿qué necesidad tenéis de mi amor? ¿Para
qué lo queréis, Dios mío, qué ganáis con él? ¡Oh, bendito seáis Vos!; ¡oh,
bendito seáis Dios mío, para siempre! Que os alaben todas las cosas, Señor,
en fin, pues no lo puede haber en Vos (E 7). 84
¡Oh almas que ya gozáis sin temor de
vuestro gozo y estáis siempre embebidas en alabanzas de mi Dios! Venturosa
fue vuestra suerte. ¡Qué gran razón tenéis para ocuparos siempre en estas
alabanzas y qué envidia os tiene mi alma, porque estáis ya libres del dolor
que dan las ofensas tan grandes que en estos desventurados tiempos se hacen a
mi Dios, y de ver tanta ingratitud, y de ver que no se quiere ver esta
multitud de almas que se lleva Satanás! ¡Oh bienaventuradas almas
celestiales!; ayudad nuestra miseria y sednos intercesoras ante la divina
misericordia para que nos de algo de vuestro gozo y reparta con nosotros ese
claro conociento que tenéis. 85
Dadnos, Dios mío, Vos a entender qué es
lo que se da a los que pelean varonilmente en este sueño de esta miserable
vida. Alcanzadnos, ¡oh almas amadoras!, a entender el gozo que os causa ver
la eternidad de vuestros gozos y cómo es cosa tan deleitosa ver con certeza
que no se han de acabar. ¡Oh desventurados de nosotros, Señor mío!, que bien
lo sabemos y creemos, sino que con la costumbre tan general de no meditar
estas verdades, son tan extrañas ya para las almas, que ni las conocen ni las
quieren conocer. 86
¡Oh, oh, oh, qué poco nos fiamos de
Vos, Señor! ¡Cuántas mayores riquezas y tesoros nos confiasteis a nosotros!,
pues treinta y tres años de grandes trabajos y después muerte tan intolerable
y lastimosa, nos disteis a vuestro Hijo tantos años antes de nuestro
nacimiento; y aun sabiendo que no os lo habíamos de pagar, no quisisteis
dejarnos de confiar tan inestimable tesoro, para que no quedase por Vos lo
que nosotros granjeando con El, podemos ganar con Vos, Padre piadoso (E 13). 87
El es bienaventurado porque se conoce y
se ama y goza de sí mismo, sin que sea posible otra cosa; no tiene, ni puede
tener, ni fuera perfección de Dios poder tener libertad para olvidarse de sí
y dejar de amarse (E 17). 88
Y Dios que es tan bueno que, cuando Su
Majestad sabe por qué, quizá para gran provecho quiere que esté seco el pozo,
si hacemos lo que podemos como buenos hortelanos, sin agua sustenta las
flores y hace crecer las virtudes (V 11, 10; CN 1). 89
Confíen en la bondad de Dios, que es
mayor que todos los males que podemos hacer y no se acuerda de nuestra
ingratitud cuando nosotros, reconociéndonos, queremos volver a su amistad, ni
de las mercedes que nos ha hecho para castigarnos por no haberlas
aprovechado. Al contrario, ellas sirven para perdonarnos más pronto, como
personas que ya eran de su casa y han comido su pan. 90
Acuérdense de sus palabras y miren lo
que ha hecho conmigo, que antes me cansé de ofenderle que Su Majestad de
perdonarme. Nunca se cansa de dar ni se puede agotar su misericordia; no nos
cansemos nosotros de recibir. Sea bendito por siempre, amén, y que le alaben
todas las cosas (V 19, 17: CN 9). 91
Lo que sí se muy bien es que la
fortaleza que deja Dios en el alma al principio, cuando la unión dura tiempo
tan breve como el abrir y cerrar los ojos, que si no fuera por los efectos
que deja sería casi imperceptible, es muy diferente de cuando dura más tiempo
esta merced. La razón de esta diferencia creo que está en que el alma no está
preparada del todo, y el Señor poco a poco la va formando y le da decisión y
fuerzas varoniles para que todo lo pisotee del todo. 92
Con la misma rapidez que lo hizo con 93
Pues ¿qué tal os parece que será la
habitación donde se deleita un rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio y tan
lleno de todos los bienes? No encuentro nada que se pueda comparar a la gran
hermosura del alma y a su gran capacidad. Y verdaderamente no pueden
comprenderla nuestros entendimientos, por muy agudos que sean. De la misma
manera que no pueden comprender a Dios, pues El mismo dice que nos crió a
imagen y semejanza suya (Gn 1, 28) (I M 1, 1). 94
Esta pena no se alivia pensando que
nuestro Señor tiene ya perdonados los pecados y olvidados, sino que aún
aumenta la pena viendo tanta bondad y que se hacen mercedes a quien no
merecía sino infierno. 95
Yo pienso que fue éste el gran martirio
de san Pedro y de 96
Mas este andar siempre el alma tan
asida de Dios y ocupado su pensamiento en El, le daría tanta rabia al demonio
que, aunque lo intentase, no volvería muchas veces, y es Dios tan fiel, que
no permitirá darle tanta mano en alma que no pretende otra cosa sino agradar
a Su Majestad y gastar su vida en su honra y gloria, sino que pronto ordenará
que sea desengañada (VI M 8, 7). 97
Y si no falta a Dios el alma, jamás El,
a mi parecer, dejará de manifestar con tanta claridad su presencia. Y tiene
el alma gran confianza de que Dios no dejará que pierda este don que le ha
regalado (VII M 1, 9). 98
Entonces, alma mía, entrarás en tu
descanso, cuando te entrañes con este Sumo Bien y entiendas lo que entiende,
y ames lo que ama, y goces lo que goza. Cuando veas ya perdida tu mudable
voluntad, y sin posibilidad de cambio; porque la gracia de Dios ha podido
tanto que te ha hecho partícipe de su divina naturaleza; con tanta perfección
que ya no puedas ni desees poder olvidarte del sumo Bien, ni dejar de gozarle
junto con amor (E 17). 99
Créanme por Dios... que no dormirá el
demonio para tentarnos cuando más daño nos piense hacer, como hizo a esta
mujer, que cierto me espantó mucho, aunque no porque crea que impediría su
salvación, que es grande la bondad de Dios.(F 6, 21). 100 Nos poníamos de acuerdo para irnos a tierra
de moros, pidiendo por amor de Dios que allá nos descabezasen, y paréceme que
nos daba el Señor ánimo en tan tierna edad para realizarlo, si hubiéramos
encontrado el modo (V 1, 5). 101 Gran cosa fue haberme hecho el Señor la
merced en la oración que me había hecho, que ésta me hacía entender lo que
era amarle (V 6, 3). 102 Era más penoso para mi carácter recibir
mercedes cuando había caído en grandes culpas, que recibir castigos; que una
merced sola me parece, cierto, me deshacía y confundía más y fatigaba, que
muchas enfermedades con otros trabajos hartos juntas; porque esto veía que lo
merecía y me parecía que con ello pagaba algo mis pecados, aunque todo era
poco, según ellos eran muchos; mas verme recibir de nuevo mercedes pagando
tan mal las recibidas, es un tormento para mí terrible, y creo que para todos
los que tuvieren algún conocimiento o amor de Dios, y esto lo podemos deducir
de lo que siente una persona sensible, virtuosa y delicada (V 7, 19). 103 Por eso era tan amiga de imágenes.
¡Desventurados de los que por su culpa pierden este bien! Bien me parece que
no aman al Señor, porque si le amaran, se alegraría de ver su retrato, como
nos ocurre con el de las personas queridas (V 9, 6). 104 Comenzó a crecer en mí la afición de estar
más tiempo con El y a quitarme de los ojos las ocasiones porque, quitadas,
enseguida me volvía yo a amar a Su Majestad; que bien entendía yo que le
amaba, mas no entendía como lo había de entender, en qué consiste el amor
verdadero a Dios (V 9, 9). 105 Hablemos ahora de los que comienzan a ser
siervos del amor, que esos son los que se determinan a seguir por el camino
de la oración, a quien tanto nos amó. Seguir por este camino constituye una
dignidad tan grande, que me regalo extraordinariamente pensando en ella (V
11, 1; CN 1). 106 ¡Oh, Señor de mi alma y bien mío!, ¿por qué
no quisisteis que, cuando un alma se determina a amaros haciendo lo que puede
en dejarlo todo para dedicarse a cultivar este amor de Dios, pudiese ya gozar
del amor perfecto? (V 11, 1; CN 1). 107 Mal he dicho antes: ¿por qué no
quisisteis...? Habría de haber dicho: "no nos lo das porque no queremos
nosotros", y nos habríamos de quejar de ello; pues es nuestra toda la
culpa de que no empecemos a gozar enseguida de tan gran dignidad, pues cuando
se consigue tener con perfección este verdadero amor de Dios, trae consigo
todos los bienes (V 11, 1-2; CN 1). 108 ¡Donosa manera de buscar amor de Dios! Y
luego lo queremos tener a manos llenas, por decirlo de algún modo. Queremos
seguir apegados a nuestras aficiones y recibir muchos consuelos espirituales;
esto no encaja bien, ni es compatible una cosa con otra. Pues no procuramos
realizar nuestros deseos de virtudes y no nos decidimos a desarraigar los
deseos de la tierra. Así que, porque no se acaba de dar todo, no se nos da
del todo este tesoro. Quiera el Señor dárnoslo gota a gota, aunque sea
costándonos todos los trabajos del mundo... 109 Porque son tantas las dificultades que pone
el demonio al principio para que no se comience este camino de veras, porque
sabe el daño que de aquí le viene, no sólo de perder aquella alma, sino
muchas..., que no es menester poco ánimo para no volver atrás, sino muy mucho
y mucho favor de Dios (V 11, 3-4). 110 Pasen como puedan este destierro, que
bastante desgracia tiene un alma que ama a Dios ver que vive en esta miseria
y que no puede lo que quiere por tener tan mal huésped como es este cuerpo (V
11, 16; CN 1). 111 Puede la persona representarse delante
de y acostumbrarse a enamorarse mucho
de su sagrada Humanidad y traerle siempre consigo y hablar con El, pedirle
por sus necesidades y quejársele de sus trabajos, alegrarse con El en sus
alegrías y no olvidarle por ellas, no buscando fórmulas de oraciones de sino
diciéndole palabras brotadas del corazón conforme a sus deseos y necesidades. 112 Es ésta excelente manera de avanzar muy
rápidamente; y a quien trabaje por traer esta preciosa compañía y se
aproveche mucho de ella y se encienda de veras en el amor de este Señor, a
quien tanto debemos, yo le doy por aprovechado (V 12, 12; CN 2). 113 Ve el alma que le comienza a nacer un amor de
Dios muy desinteresado. Desea ratos de soledad para gozar más de aquel bien.
En fin..., es un comienzo de todos los bienes, un estar las flores a punto de
brotar. Y esto lo verá el alma muy claro, y no podrá aceptar que Dios no
estuvo con ella, hasta que se ve con faltas e imperfecciones, que entonces
todo lo teme. 114 Y es bueno que tema; aunque hay almas a
quienes les aprovecha más creer que es cierto que es Dios, que todos los
temores que les pueden meter; porque si el alma es de suyo amorosa y
agradecida, la lleva más a Dios el recuerdo del carisma recibido, que todos los
castigos del infierno que le representen. Al menos a mí, aunque tan ruín,
esto me acaecía (V 15, 14; CN 5). 115 Parece que salgo de quicio. Porque no puedo
hacer otra cosa cuando el Señor me saca de mí, y creo que no soy yo la que
hablo desde esta mañana que comulgué. Parece que sueño lo que veo y quisiera
que todos estuviesen enfermos de este mal. Suplico a usted que estemos todos
locos de amor a quien fue llamado loco por nosotros. Ya que usted dice que me
quiere, disponiéndose para recibir esta merced me lo ha de demostrar, porque
veo pocos que no tengan demasiado seso para recibirla (V 16, 6; CN 6). 116 Queda el alma tan animosa que, si entonces la
hiciesen pedazos por Dios, le daría gran consuelo. En ese momento se hacen
promesas y determinaciones heroicas. Brotan ardentísimos deseos, comienza a
aborrecer el mundo viendo tan claramente su vanidad. Ha quedado mucho más
mejorada que en los grados de oración anteriores, y con la humildad más
crecida; porque ve claro que aquella excesiva merced grandiosa no fue traida
por sus fuerzas. 117 Se ve indignísima con mucha claridad, porque
en una sala donde entra mucho sol no hay telaraña escondida, ve su
miseria... Si se quedó sola con El,
¿qué ha de hacer más que amarle?... De sí ve que merece el infierno y la
castigan con gloria; se deshace en alabanzas de Dios, y yo me quisiera
deshacer ahora; ¡bendito seáis, Señor mío, que así hacéis, de estiércol tan
sucio como yo, agua tan clara que sea para vuestra mesa! ¡Seáis alabado, oh
regalo de los ángeles, que así queréis elevar un gusano tan vil! (V 19, 2; CN
9). 118 ..Si
una cosa como yo, porque el Señor me ha dado esta luz, teniendo tan tibia
caridad...muchas veces siente tanto verse en este destierro, ¿qué sería el
sentimiento de los santos? ¿Cuánto sufriría san Pablo y 119 Creo que los que me dan algún alivio y
descanso en su trato son las personas en las que encuentro estos deseos;
deseos con obras; digo con obras, porque hay algunas personas que creen que
están desprendidas y así lo publican, y así debía ser, ya que así lo exige su
estado y los muchos años que hace que algunos comenzaron el camino de la
perfección; mas conoce muy bien esta alma desde muy lejos a los que tienen
estos deseos sólo de palabra, y a los que lo han demostrado con sus
obras...(V 21, 7; CN 11). 120 121 En todo encontraba medios para conocer más a
Dios y amarle y darme cuenta de lo que le debía y dolerme de haber sido como
fuí. Bien entendía yo que aquello no venía de mí, ni lo había conseguido con
mi esfuerzo (V 21, 12; CN 11). 122 Bienaventurado quien de verdad le amare y
siempre lo trajere junto a sí. Miremos al glorioso san Pablo, que parece que
no se le caía de la boca siempre Jesús, como quien lo tenía bien metido en el
corazón. 123 Yo he examinado cuidadosamente después de
haber comprendido esta verdad, que algunos santos grandes contemplativos, no
iban por otro camino. San Francisco con sus llagas lo demuestra; san Antonio
de Padua con el Niño; san Bernardo se deleitaba en 124 Estoy persuadida de que cuando un alma
forcejea para conseguir oración de unión, aunque parezca que consigue algo,
se desvanece muy pronto como algo artificial. Y temo que no llegue nunca a la
verdadera pobreza de espíritu, que consiste en no buscar consuelo ni gusto en
la oración..., sino consuelo en los sufrimientos soportados por amor del que
siempre vivió en ellos y permanecer sosegada en ellos y en las sequedades (V
22, 11; CN 12). 125 Puede además el alma sentir grandes indicios
en su interior de que ama a Dios de verdad, porque las que han llegado a este
nivel no tienen el amor tan escondido como en el comienzo de sus vida
cristiana, sino con grandes ímpetus y deseo de ver a Dios; todo les cansa,
todo les fatiga, todo les causa tormento. Si no es con Dios o por Dios, no
hay descanso que no canse, y por eso digo que no pueden disimular el amor (V
26, 1). 126 Me dijo un compañero (de san Pedro de Alcántara),
que le acaecía estar ocho días sin comer. Esto debía de ser estando en
oración, porque tenía grandes arrobamientos e ímpetus de amor de Dios, de los cuales yo fuí una vez
tetigo (V 27, 17). 127 Aunque quisiera distraerme no podía dejar de
estar en oración; creo que incluso durmiendo seguía orando; crecía el amor y
las quejas que yo dirigía al Señor de que no podía soportar el tener que
dirigirle desprecios, y no estaba en mi mano dejar de pensar en El, aunque yo
lo quería y lo intentaba (V 27, 7). 128 Poco después comenzó Su Majestad, como me lo
había prometido, a dar mayores pruebas de que era El quien se me aparecía,
con lo cual crecía en mí un amor tan grande de Dios que no sabía de donde
venía, porque era muy sobrenatural y yo no lo procuraba. Me sentía morir de
deseo de ver a Dios, y no sabía donde buscar la vida más que en la muerte (V
27, 8). 129 Me daban unos ímpetus grandes de amor que,
aunque no eran tan insufribles como los que ya otra vez he dicho, ni de tanto
valor, yo no sabía qué hacer de mí; porque nada me satisfacía, ni cabía en
mí, sino que verdaderamente me parecía que se me arrancaba el alma. ¡Oh
soberano arte del Señor! ¡Qué maravilla tan delicada hacíais con vuestra
esclava miserable! Os escondíais de mí y me apretabais con vuestro amor, con
una muerte tan sabrosa que nunca el alma querría salir de ella (V 27, 8). 130 Quien no haya experimentado estos ímpetus, es
imposible que lo pueda entender, pues no es un desasosiego del pecho, ni unos
fervores que a veces se tienen que ahogan el espíritu porque no se pueden
dominar; es ésta una oración más elemental, cuyos ímpetus hemos de contener
procurando recogerlos en lo interior con suavidad y acallar el alma...(V 27,
9). 131 Piense en otra cosa pensando que aquello no
es oración, sino movimiento de la sensibilidad, y haga callar a este niño con
un regalo de amor que le mueva a amar suavemente y no a bofetadas, como suele
decirse. 132 Recojan el amor en lo interior para que no
resulte ser una olla que hierbe demasiado y se desparrama toda porque se ha
puesto leña sin discreción. Moderen la causa que inflamó este amor y procuren
extinguir la llama con lágrimas suaves y no penosas, que lo son las de estos
sentimientos, y perjudican mucho (V 27, 9). 133 Aquellos ímpetus de amor son diferentísimos.
En ellos no ponemos nosotros la leña sino que parece que el fuego ya está
ardiendo y de repente nos echan dentro para que nos quememos. 134 No es el alma la que trabaja para que le
duela esta llaga de la ausencia del Señor, sino que a veces le clavan una
saeta en lo más vivo de sus entrañas y corazón, y el alma se queda sin saber
lo que le pasa y lo que quiere. 135 Bien entiende que quiere a Dios, y que la
saeta parece que trae hierba venenosa para que se aborrezca a sí misma por
amor del Señor, por quien de buena gana perdería la vida. 136 No se puede encarecer ni decir el modo con
que Dios llaga al alma y la grandísima pena que le causa sin saber qué le
pasa; mas es una pena tan sabrosa que no hay deleite en la vida que más
contento de. Siempre querría el alma estar muriendo de este mal (V 29, 10). 137 ¡Oh, qué es ver un alma herida! El alma
siente que está herida de amor divino y ve que no procede de ella este amor,
sino que parece que del muy grande que el Señor tiene por ella, cayó
vertiginosamente en su corazón la chispa que la hace arder. 138 ¡Oh, cuántas veces me acuerdo, cuando así
estoy, de aquel verso de David: "Como busca la cierva corrientes de
agua, así mi alma te busca a Tí, Dios mío" (Sal 42, 2), que me parece lo
veo cumplirse en mí al pie de la letra! 139 Cuando este ímpetu no es muy recio, parece
que se aplaca un poco, al menos busca el alma algún remedio porque no sabe
qué hacer, en algunas mortificaciones que no se sienten más ni causan más
dolor, aunque derrame sangre, que si el cuerpo estuviese muerto. Busca modos
y maneras para sufrir algo por amor de Dios; mas es tan grande el dolor de
amor, que no se yo que tormento corporal lo podría quitar. 140 Como no está en sufrir el remedio, son muy
bajas estas medicinas para tan subido mal; algo se aplaca y calma pidiendo a
Dios le de remedio para su mal, y ninguno ve sino la muerte, que con ésta
piensa gozar del todo su Bien (V 29, 11-12). 141 Otras veces da tan recio, que ni eso ni nada
se puede hacer, pues paraliza todo el cuerpo; ni pies ni brazos puede mover;
si está en pie tiene que sentarse, como un cuerpo traspuesto, que no puede ni
siquiera respirar: sólo da unos gemidos no grandes, porque no puede más; son
grandes en el sentimiento (V 29, 12). 142 Bien claro tengo yo que aún no he comenzado a
servir a Dios, aunque Su Majestad me ha concedido mercedes como si fuera
buena, y que soy una verdadera calamidad, excepto en los deseos y en el amor,
y en esto también veo claro que me ha favorecido el Señor para que pueda
servirle en algo. A mí me parece que le amo, mas me desconsuelan las obras y
las muchas imperfecciones que veo en mí (V 30, 17). 143 Este estado es como un navegar con un aire
muy sosegado, en el que se avanza mucho sin que se sienta. 144 En los grandes ímpetus de amor que Dios da,
el alma ve que mejora, porque los efectos son muy grandes y visibles; y bulle
en deseos que no puede realizar. Es como unas fontecicas que yo he visto
manar en las que la arena nunca cesa de empujar hacia arriba. 145 Al natural me parece este ejemplo o
comparación, pues así les ocurre a las almas en esta situación: siempre está
hirbiendo en ellas el amor pensando qué harán por Dios; no cabe en el alma el
amor, como el agua de la fontecica no cabe en la tierra y por eso se vierte
al exterior. 146 Así está el alma siempre, que no sosiega ni
cabe en sí con tanto amor como tiene y, pues ella está saturada de agua y no
le hace falta, quisiera que bebieran los demás para que le ayudasen a alabar
a Dios. 147 ¡Oh, cuántas veces me acuerdo del agua viva
que prometió el Señor a la samaritana! y por eso soy muy aficionada a aquel
evangelio; y desde niña, cuando no entendía tan bien como ahora, gozaba con
este pasaje, y suplicaba muchas veces al Señor me diese aquella agua, y la
tenía pintada donde estaba siempre, con este letrero de las palabras de la
samaritana cuando el Señor llegó al pozo: "dame agua" (Jn 4, 15) (V
30, 19). 148 Parecen también las almas con estos ímpetus
de amor una hoguera grande que hay que alimentar constantemente para que no
se extinga; y ellas quieren traer leña, aunque sea con sacrificio de sí
mismas, para que este fuego no se apague. Yo soy tan pobre que me contentaría
con poder echar pajas en ese fuego, y eso hago algunas veces; a veces me río
y otras lloro mucho por no poder echar leña grande. El ardor interior me
incita a servir en algo y, ya que no puedo hacer cosas grandes, pongo ramos y
flores a las imágenes, me dedico a barrer, ordeno el oratorio y hago unas
cositas tan insignificantes, que me llenan de vergüenza; si hago alguna
penitencia es tan pequeña y poca que, de no ser porque Dios mira la voluntad,
veo yo que no vale nada, y yo misma me burlo de mí (V 30, 20). 149 No es poco el trabajo que tienen las almas a
quienes Dios da, por su bondad, este fuego de amor suyo en abundancia, cuando
ven que no tienen fuerzas corporales para hacer algo por El: es una pena
grande porque, como le faltan fuerzas para echar leña en este fuego y ella
muere porque no se apague, me parece que ella interiormente se consume y se
hace ceniza y se deshace en lágrimas y se quema y es harto tormento, aunque
es sabroso. 150 Alabe mucho al Señor el alma que ha llegado
aquí y tiene fuerzas corporales para hacer penitencia, o le dio estudios y
talentos y libertad para predicar y confesar y acercar las almas a Dios; que
no sabe ni entiende el bien que tiene, si no ha experimentado lo que es no
poder hacer nada en servicio del Señor, cuando está recibiendo siempre mucho
de El (V 30, 21). 151 Me enseñó el Señor el grandísimo bien que es
pasar trabajo y persecución por El, porque como fruto ví que crecía en mi
alma el amor de Dios y las demás virtudes tanto, que yo esta anonadada. Esto
es lo que me mueve a desear los sufrimientos. 152 Los que me trataban pensaban que yo estaba
muy avergonzada, y sí lo estaría, si el Señor no me hubiera favorecido tan
extraordinariamente con merced tan grande. Entonces reaparecieron los ímpetus
de amor de Dios pero más intensos, y mayores arrobamientos, aunque yo
disimulaba y a nadie contaba estas ganancias (V 33, 4). 153 Entendí que podía estar contenta y segura de
que estaba en gracia por el gran amor de Dios que sentía, y las mercedes y
sentimientos que me regalaba no los podría recibir si estuviera en pecado
mortal (V 34, 10). 154 ¡Oh, Jesús mío, qué cosas hace un alma
abrasada en vuestro amor! ¡Cómo la habíamos de estimar en mucho y suplicar al
Señor que la deje en este mundo! (V 34, 15). 155 ¡Oh, Señor mío, cómo se os nota que sois
poderososo! No es menester buscar razones para lo que Vos queréis porque
hacéis tan posible lo que mandáis, que se comprende que sólo es necesario
amaros de veras y dejarlo todo de veras por Vos, para que Vos, Señor mío, lo
hagáis todo fácil. 156 Bien se puede decir que fingís trabajo en
vuestra ley; porque yo no lo veo, Señor, ni se cómo es estrecho el camino que
lleva a Vos. Camino real veo que es, que no senda; camino que quien de verdad
lo sigue va más seguro. Muy lejos están los puertos y las rocas para caer
porque están alejadas las ocasiones. Senda llamo yo, y ruín senda y angosto
camino, al que en una parte hay un valle muy hondo donde caer y en otra un
despeñadero: aún no se han descuidado, cuando se despeñan y hacen pedazos. 157 El que os ama de verdad, Bien mío, seguro va
por ancho y camino real; lejos está el despeñadero; apenas ha tropezado
cuando le dais Vos, Señor, la mano; no basta una caída ni muchas, si os ama a
Vos, y no las cosas del mundo, para perderse (V 35, 13-14). 158 Muy a gusto escojo todos los sufrimientos del
mundo por un poquito de gozar más por entender más profundamente las
grandezas de Dios; pues veo que quien más lo comprende más le ama y alaba (V
37, 2). 159 Fue grandísima la gloria de este
arrobamiento. Me quedé todo lo que quedaba del tiempo pascual tan embobada y
tonta, que no sabía qué hacer, y sin saber cómo podía soportar tan gran favor
y merced. Con tanto gozo interior parece que no oía ni veía nada. Creció más
intensamente el amor a Dios, y las virtudes se me robustecieron mucho más (V
38, 11). 160 Cuando estaba con esta pena, se me apareció
el Señor y me acarició mucho, y me dijo que hiciera yo estas cosas y las
sufriera por amor, pues mi vida era ahora necesaria. 161 Y desde ese momento en que me decidí a servir
con todas mis fuerzas al Señor y consolador mío, no me sentí ya apenada,
porque aunque me dejaba padecer un poco, me consolaba tanto, que no me cuesta
nada desear padecimientos. De tal manera que ahora me parece que la vida no
tiene sentido más que para sufrir y eso es lo que pido con toda mi voluntad
(V 40, 20). 162 Ya que las monjas hacemos lo más, que es
renunciar a la propia libertad por amor de Dios, dejándola en las manos del
superior, y pasamos tantos trabajos, ayunos, silencio, clausura, asistir al
coro que, por mucho que nos queramos regalar sólo alguna vez podremos...,
¿por qué no nos decidimos a mortificarnos interiormente, pues ahí está el
secreto de que todo lo demás sea más meritorio y más perfecto, y de que lo
podamos hacer con más suavidad y descanso? 163 Todo esto se consigue acostumbrándonos poco a
poco a no hacer nuestra voluntad y nuestro gusto, aun en cosas menudas, hasta
que el cuerpo esté sometido al espíritu (C 12, 1). 164 Comprenderéis cómo el verdadero amor de Dios,
cuando está en su madurez, libre ya de todo y volando sobre las cosas de la
tierra, es señor de todos los elementos y del mundo; y como el agua procede
de la tierra, no tengáis miedo de que mate este fuego de amor de Dios; no
tiene poder sobre él. Aunque el fuego y el agua son contrarios, el fuego del
amor de Dios es ya señor absoluto; no está sometido al poder del agua (C 19,
4). 165 Y si es agua que llueve del cielo, menos aún
apagará este fuego; no son elementos contrarios fuego de amor y lágrimas del
cielo, pues tienen el mismo origen; no tengáis miedo de que el uno perjudique
al otro, al contrario, se ayudan el uno al otro a encender más el amor;
porque el agua de las lágrimas verdaderas, que son las que proceden de
verdadera oración y son regalo del Rey del cielo, ayudan a encender más el
fuego y hacen que dure más, y el fuego ayuda a enfriar el agua (C 19, 5). 166 ¡Oh, válgame Dios, qué cosa tan hermosa y
maravillosa, ver que el fuego enfría! Sí, y no sólo enfría, sino que el fuego
hiela todos los afectos mundanos, cuando se une con el agua viva del cielo,
que es la fuente de donde brotan estas lágrimas, que son infusas y no
adquiridas con el esfuerzo nuestro. Es pues, bien seguro, que este fuego
enfría el amor a las cosas del mundo, hace que el alma no se detenga en
ellas, sino para ver si puede prender con ellas fuego, pues es propio de él
no contentarse con poco, sino que, si pudiera, abrasaría a todo el mundo (C
19, 5). 167 Si conociéramos a Dios, así le amaríamos en
este mundo, aunque no con tanta perfección ni de manera permanente, como en
el cielo; ¡ah, si le conociéramos, le amaríamos de muy distinta manera de
como le amamos! (C 30, 5). 168 El remedio que tenemos y nos dio Su Majestad,
es amor y temor: el amor nos hará apresurar los pasos; el temor nos hará ir
mirando dónde ponemos los pies para no caer en el camino por el que caminamos
todos los que vivimos, donde hay tantos peligros en que tropezar (C 40, 1-2). 169 Los que de veras aman a Dios, todo lo bueno
aman, todo lo bueno quieren, todo lo bueno favorecen, todo lo bueno alaban,
se unen siempre a los buenos y los favorecen y defienden; sólo aman verdades
y cosas dignas de ser amadas. ¿Creéis que es posible, que quien muy de veras ama
a Dios, pueda amar vanidades y riquezas y deleites del mundo, y honores?
¿Creéis que se mete en pleitos y se enzarza en envidias? No, porque no
pretende otra cosa que contentar al Amado. Andan muriendo por su amor, y así
ponen toda su vida en conocer cómo le agradarán más (V 40, 3). 170 ¡Es imposible esconder el amor de Dios, si de
veras es amor! Si no, mirad a san Pablo, mirad a 171 En los contemplativos, el amor no es poco;
siempre tienen mucho amor, si no, no serían contemplativos, y así se
manifiesta mucho y de muchas maneras. Es fuego grande, por eso da gran
resplandor (C 40, 4). 172 Así que no dejaréis de conocer dónde está
este amor, ni sé cómo se puede ocultar; pues no se puede ocultar si un
hombrecillo y una mujercilla se aman, y cuanto más intentan ocultarlo más se
descubre, aunque este amor se centra en un gusano, y ni merece el nombre de
amor, porque se funda en nonada, y da asco poner esta comparación, ¿y se
podría encubrir un amor tan fuerte, tan justo, que siempre va creciendo, pues
todo lo que ve en Dios es digno de amor, y fundamentado sobre tal cimiento
como es ser pagado con otro amor, del que no puede dudar por haber sido
demostrado tan a las claras, con tan grandes y sufrimientos y derramamiento
de sangre, hasta dar la vida, para que no nos quedase ninguna duda de este
amor? ¡Oh, válgame Dios, qué diferente debe de ser un amor del otro, para
quien lo ha experimentado! (C 40, 7). 173 Será muy hermoso a la hora de la muerte, ver
que vamos a ser juzgados por quien hemos amado sobre todas las cosas. Seguros
podremos ir con el pleito de nuestras deudas; no será ir a tierra extranjera,
sino propia, pues es la patria de quien tanto amamos y nos ama (C 40, 8). 174 Y lo que no puedo sufrir, Señor, es no poder
saber con certeza que os amo, ni si mis deseos os agradan (C 42, 2). 175 Es cosa sabrosa hablar del amor, ¿qué será
tenerlo? ¡Oh, Señor mío, dádmelo Vos! No me vaya yo de esta vida hasta que no
quiera nada de ella, ni sepa amar más que a Vos, ni ponga mi amor en nadie,
pues todo es falso, porque lo es el cimiento, y por eso no dura el edificio
(C 41, 1). 176 Quiso el Señor que oyese algunas palabras de
los Cantares, y en ellas entendió que iba bien encaminada su alma; porque
conoció que es posible que pase el alma enamorada por su Esposo todos estos
regalos y desmayos y muertes y aflicciones y deleites y gozos con El; después
que ha dejado todos los del mundo por su amor, está del todo puesta y
abandonada en sus manos; esto no de palabra sino con toda verdad, confirmada
por obras (Mdt C 1, 6). 177 Mi intención es hablar de lo que podemos
aprovecharnos las que nos dedicamos a la oración, aunque todo aprovecha para
animar a admirar a un alma que con ardiente amor ama al Señor (Mdt C 1, 10). 178 "Béseme con el beso de su boca".
¡Oh, Señor mío y Dios mío, y qué palabra es ésta para que la diga un gusano a
su Creador!... ¿Quién osará, Rey mío, decir esta palabra, si no fuera con vuestra
licencia? Es cosa que espanta, y así espantará decir yo que la diga nadie.
Dirán que soy ignorante, que no quiere decir esto, que tiene muchos
significados, que está claro que no habíamos de decir esta palabra a Dios,
que por eso no conviene que las gentes sencillas lean estas cosas. Yo
confieso que tiene muchos sentidos; mas el alma que está abrasada de amor,
tanto que la desatina, no quiere ningún otro, sino decir estas palabras
literalmente; sí, que no se lo quita el Señor (Mdt C 1, 11). 179 "Béseme con besos de su boca" Estas
palabras verdaderamente causarían temor si estuviera en sí quien las dice,
tomadas sólo a la letra; mas a quien vuestro amor, Señor, ha sacado de sí,
bien perdonaréis que diga eso y más, aunque sea atrevimiento (Mdt C 1, 12). 180 Si una persona esta viva, por poquito que la
pinchen con un alfiler o una espinita pequeñita ¿no lo siente? Pues si el
alma no está muerta, sino que tiene amor de Dios, no es merced grande de Dios
que cualquier cosita que se haga contra lo que hemos profesado y a lo que
estamos obligadas, se sienta? (Mdt C 2, 5). 181 ¡Oh, amor fuerte de Dios, que cree que no hay
cosa imposible a quien ama! ¡Oh, dichosa alma que ha llegado a alcanzar esta
paz de su Dios, que esté tan por encima de los trabajos y peligros del mundo,
que no le impidan servir a tan buen Esposo y Señor...! (Mdt C 3, 5). 182 ¡Cuántos prudentes le decían que era
disparate! A los que no llegamos a amar tanto al Señor, así nos parece; y
¡cuán mayor disparate es que se nos acabe este sueño de esta vida con tanto
seso!, que Dios quiera que merezcamos entrar en el cielo, cuánto menos ser de
estos que tanto se aventajaron en amar a Dios (Mdt C 3, 6). 183 Parece que este amor suavísimo al Señor
penetra en el alma con grandísima suavidad y la contenta y satisface y no
puede entender cómo ni de dónde entra aquel bien. Esto debe de ser lo que
dice la esposa, "que dan de sí tus pechos más olor que los ungüentos muy
buenos". Querría entonces la esposa no moverse ni hablar ni mirar, para
que no se le fuese su Amado, que claramente conoce que está muy cerca... Y
queda tan enseñada y con tan grandes efectos y con tan gran fortaleza en las
virtudes, que después no se conoce, ni querría hacer otra cosa sino alabar al
Señor; está, cuando está en este gozo, tan embebida y absorta, que no parece
que está en sí, sino en una manera de borrachez, que no sabe lo que aquí
cree, ni lo que dice ni lo que pide. En fin, no sabe de sí, mas no está tan
fuera de sí que no entienda algo de lo que le pasa (Mdt C 4, 3). 184 ¡Oh, Jesús mío, y quién pudiese dar a
entender la ganancia que hay en arrojarnos en los brazos de este Señor y
hacer un compromiso con El y decir con la esposa: mi Esposo para mí y yo para
mi Amado! Ya yo veo cómo, Esposo mío, que Vos sois para mí; no lo puedo
negar: por mí vinisteis al mundo, por mí pasasteis tan grandes trabajos, por
mí sufristeis tantos azotes, por mí os quedasteis en el santísimo Sacramento,
y ahora me hacéis grandísimos regalos (Mdt C 4, 6). 185 ¿En qué seré para Vos, mi Dios? ¿Qué puede
hacer por Vos quien se dio tan mala maña para perder las mercedes que me
habéis hecho? ¿Qué se podrá esperar de su servicio? Ya que con vuestro favor
hago algo, mirad que podrá hacer un gusano; ¿para qué le ha menester un tan
poderoso Señor? ¡Oh, Amor!, que en muchas partes querría repetir esta
palabra, porque sólo él es el que se puede atrever a decir con la esposa: yo
para mi Amado. El nos da licencia para que pensemos que tiene necesidad de
nosotros este verdadero Amador, Esposo y Bien mío (Mdt C 4, 5-6). 186 Dios da sus regalos a las personas que han
deseado su amor y han procurado disponerse para que sean agradables a Su
Majestad todas sus cosas. Cansadas ya de largos años de meditación y de haber
buscado a este Esposo, y cansadísimas de las cosas del mundo, se fundan en la
verdad, no buscan en otra parte su consuelo ni sosiego ni descanso, sino
donde entienden que en verdad lo pueden tener; se ponen debajo del amparo del
Señor; no quieren otro (Mdt C 5, 3). 187 ¡Oh, Dios mío y Creador mío! ¿es posible que
haya alguien que no os ame? ¡Oh, triste de mí, y cómo soy yo la que durante
mucho tiempo no os amé! ¿Por qué no
merecí conoceros? ¡Cómo baja sus ramas este divino manzano, para que las coja
el alma considerando sus grandezas y las mansedumbres de sus misericordias!
(Mdt C 5, 7). 188 ¡Oh, alma de Dios! No te fatigues, que cuando
Su Majestad te llega aquí y te habla tan regaladamente, no consentirá que le
descontentes, sino que te ayudará a lo que no supieres para que le contentes
más. La ve perdida de sí, enajenada por amarle, y que la misma fuerza del
amor le ha quitado el entendimiento para poderle amar más; sí, que no ha de
sufrir, ni suele, ni puede Su Majestad dejar de darse a quien se le da toda
(Mdt C 6, 9). 189 Esta alma -que es el oro-, está sin hacer más
movimiento ni obrar más por sí, que estaría el oro, y la divina sabiduría,
contenta de verla así, como hay tan pocas que le amen con esta fuerza, va
asentando en este oro muchas piedras preciosas y esmaltadas con mil
filigranas (Mdt C 6, 10). 190 Pues esta alma ¿qué hace entonces? Esto es lo
que no se puede entender ni saber más de lo que dice la esposa: "Ordenó
en mí la caridad". Ella al menos, si ama, no sabe cómo ni entiende qué
es lo que ama; el grandísimo amor que la tiene el Rey, que la ha traído a tan
gran estado, debe de haber unido el amor de esta alma a Sí, de manera que no
lo merece entender el entendimiento, y estos dos amores se funden en uno; y
puesto tan verdaderamente y tan unido su amor con el de Dios, ¿cómo lo ha de
alcanzar el entendimiento? Lo pierde de vista en aquel tiempo -que nunca dura
mucho, sino que es breve-, y allí lo ordena Dios, de tal manera, que sabe
bien contentar a Su Majestad entonces, y aún después, cuando ve a esta alma
tan esmaltada y compuesta de piedras y perlas de virtudes, que le tiene
espantado y puede decir: "¿Quién es ésta que ha quedado como el
sol?". 191 ¡Oh, verdadero Rey, y cuánta razón tuvo la
esposa de poneros este nombre, pues en un momento podéis dar riquezas y
ponerlas en un alma, que se gozan para siempre! Qué ordenada deja el amor a esta
alma! (Mdt C 6, 11). 192 Quedan las virtudes tan fuertes y el amor tan
encendido, que no se puede encubrir, porque siempre, aunque sin querer,
aprovechan a otras almas (Mdt C 6, 13). 193 "Ordenó en mí el Rey la caridad";
tan ordenada, que el amor que tenía al mundo se le quita, y el que a sí
misma, lo cambia en desamor; y el que a sus parientes, queda de suerte que
sólo los quiere por Dios; y el que a los prójimos y el que a los enemigos, no
se podrá creer si no se prueba; es muy crecido; el amor que tiene a Dios es
tan sin tasa, que la aprieta muchas veces más de lo que puede sufrir su débil
naturaleza, y como ve que ya desfallece y va a morir,dice: "Sostenedme
con flores y fortalecedme con manzanas, porque desfallezco de mal de amores
(Mdt C 6, 14). 194 No penséis que es exagerado decir que muere,
pues pasa así de verdad, porque el amor obra con tanta fuerza algunas veces,
que se enseñorea de todas las fuerzas del sujeto natural; y sé de una
persona, que estando en oración semejante, oyó cantar una voz y certifica,
que si no cesara el canto, iba ya a salirse el alma del gran deleite y
suavidad que nuestro Señor le daba a gustar, y así proveyó Su Majestad que
callara quien cantaba, que la que estaba en esta suspensión bien se podía
morir, mas no podía decir que cesara, porque no podía moverse. Y este peligro
en que se veía se entendía bien, mas como quien está en un sueño profundo del
que querría salir y no puede hablar, aunque quería. Aquí el alma no querría
salir de allí, ni le causaría pena, sino grande alegría, pues eso es lo que
desea. Y cuán dichosa muerte sería a manos de este amor! (Mdt C 7, 2). 195 Las almas que el Señor llega hasta aquí creo
que no se acuerdan más de sí que si no existieran, para calcular si perderán
o ganarán; sólo miran el servir y contentar al Señor, y porque saben el amor
que tiene a sus criados, gustan de dejar su sabor y bien, por contentarle en
servirlas y decirles las verdades lo mejor que pueden para que se aprovechen
sus almas, y sin pensar si perderán ellos; la ganancia de sus hermanos tienen
presente, no más. Por contentar más a Dios, se olvida a sí misma por ellos y
pierden la vida en la demanda, como hicieron muchos mártires, y envueltas sus
palabras en este tan subido amor de Dios, emborrachadas con aquel vino
celestial, no se acuerdan, y si se acuerdan, no se les da nada descontentar a
los hombres; éstos hacen mucho bien (Mdt C 7, 4). 196 Hacen mucho bien los que después de estar
hablando con Su Majestad algunos años, cuando ya reciben regalos y deleites
suyos, no quieren dejar de servir en las cosas penosas, aunque les impidan
estos deleites y contentos. El olor de estas flores y obras salidas y
producidas por árbol de tan fervoroso amor, dura mucho más, y aprovecha más
un alma de éstas con sus palabras y obras, que muchos que las hagan con el
polvo de nuestra sensualidad y con algún interés propio (Mdt C 7, 8). 197 Estas son las obras que produce la fruta;
éstos son los manzanos que dice luego la esposa: "fortalecedme con
manzanas". Dadme, Señor, trabajos, dadme persecuciones. Y verdaderamente
lo desea, y aun sale bien de ellos; porque como ya no mira su contento, sino
el contentar a Dios, su gusto es imitar en algo la vida trabajosísima
que vivió. Entiendo yo por manzano el
árbol de la cruz, porque dijo en otro lugar de los Cantares (8, 5):
"debajo del árbol manzano te resucité"; y un alma que está rodeada
de cruces, de trabajos y persecuciones..., acude más a las necesidades de los
hermanos, en especial a las de las almas, que por sacar una de pecado mortal,
darían muchas vidas (Mdt C 7, 9). 198 Porque si le volvemos las espaldas y nos
vamos tristes como el joven del evangelio, cuando nos dice lo que hemos de
hacer para ser perfectos, ¿qué queréis que haga Su Majestad, que ha de dar el
premio conforme al amor que le tenemos? Y este amor, hijas, no ha de ser
fabricado en nuestra imaginación, sino probado por obras; y no penséis que El
necesita nuestras obras, sino nuestro amor (III M 1, 7). 199 Para aprovechar mucho en este camino y subir
a las moradas que deseamos, no está la cosa en pensar mucho, sino en amar
mucho; y así lo que más os despertare a amar, eso haced (IV M 1, 7). 200 No hay otro medio mejor para conocer que las
mercedes son auténticas, que no pensar que las merecéis, ni las merceréis
nunca, y no buscarlas..., porque lo primero que para alcanzarlas es menester,
es amar a Dios sin interés ((IV M 2, 10). 201 Muchas veces estando la persona descuidada y
sin pensar en Dios, Su Majestad la despierta, a manera de una cometa que pasa
veloz, o un trueno, aunque no se oye su ruído, mas entiende muy bien el alma
que fue llamada por Dios, tan claro, que algunas veces, sobre todo las
primeras veces, la hace estremecer y aun quejar, sin que le duela nada.
Siente que es herida sabrosísimamente, mas no atina cómo ni quién la hirió;
mas bien conoce que es cosa preciosa y jamás querría curarse de aquella
herida. 202 Quéjase con palabras de amor a su Esposo,
incluso verbalmente, sin poder hacer otra cosa, porque siente que él está
presente, mas no se quiere manifestar más de manera que permita al alma
gozarle, y es harta pena, aunque sabrosa y dulce; y aunque quiera no tenerla,
no puede; mas querría jamás no tenerla. Le satisface mucho más que el
embebecimiento sabroso, que carece de pena, de la oración de quietud (VI M 2,
1). 203 Deshaciéndome estoy por hacer entender esta
operación de amor, y no sé cómo; porque parece cosa contraria que el Amado
esté manifestando claramente que está con el alma y que la llama, con una
señal tan cierta que no se puede dudar, y con un silbido tan penetrante para
que el alma lo sienta, que no puede dejar de oír; porque no parece sino que
apenas habla el Esposo, que está en la séptima morada, de esta manera -porque
no es palabra articulada-, toda la gente que está en las otras moradas, no se
atreve a moverse, ni sentidos, ni imaginación ni potencias (VI M 2, 2). 204 Parece que llega a las entrañas esta pena y
cuando de ellas saca la saeta el que la hiere, verdaderamente parece que se
las lleva consigo, según el sentimiento de amor que experimenta (VI M 2, 3). 205 Estaba ahora pensando si sería que de este
fuego del brasero encendido que es mi Dios, saltaba alguna centella y daba en
el alma, de manera que se dejaba sentir aquel encendido fuego y, como no era
aún bastante fuerte para quemarla y él es tan deleitoso, queda con aquella
pena, y al tocar hace aquella operación. Y me parece que ésta es la mejor
comparación que he acertado a decir. Porque este dolor sabroso -que no es
dolor-, no es constante; aunque a veces dura gran rato, otras se acaba
rápidamente, como quiere comunicarlo el Señor, que no es cosa que se puede
procurar por medios humanos. 206 Mas, aunque algunas veces dura un rato,
desaparece y vuelve a aparecer; en fin, nunca permanece fijo, y por eso no
acaba de abrasar al alma pues, cuando se va a encender, muérese la centella y
queda el alma con deseo de volver a padecer aquel dolor amoroso que le causa
(VI M 2, 4). 207 A veces a deshora, estando rezando vocalmente
y descuidado de lo interior, parece que viene una inflamación deleitosa, como
si rápidamente viniese un olor tan grande que se comunicase a los sentidos o
una cosa parecida, sólo para hacer sentir que está allí el Esposo; produce un
deseo sabroso de gozar el alma de él, y con esto queda dispuesta para hacer
grandes obras y alabanzas a nuestro Señor (VI M 2, 9). 208 Da Dios a estas almas un deseo tan grandísimo
de no descontentarle en nada, por poquito que sea, ni hacer ninguna
imperfección si pudiesen, que sólo por esto,... querrían huir de la gente y
tienen gran envidia a los que viven y han vivido en los desiertos. 209 Y por otra parte, se querría meter en medio
del mundo sólo por conseguir que un alma alabase más a Dios; y si es mujer,
se aflige de los límites que le impone su condición; porque no puede hacer
esto, y tiene gran envidia a los que tienen libertad para dar voces, publicando
quién es éste gran Dios de los ejércitos (VI M 6, 3). 210 Pues sabemos el camino para agradar a Dios
con la práctica de los mandamientos y consejos evangélicos, andemos muy
diligentes en esto y en meditar su vida y muerte y lo mucho que le debemos;
lo demás venga cuando el Señor quisiere (VI M 7, 9). 211 Cuando Su Majestad quiere, no podemos más que
andar siempre con él, como se ve claro por las maneras y modos con que Su
Majestad se nos comunica y nos manifiesta el amor que nos tiene, con algunas
apariciones y visiones tan admirables (VI M 8, 1). 212 Aunque en este camino de oración no hubiera
otra ganancia que comprender el interés particular que Dios tiene de
comunicarse con nosotros y andarnos rogando que nos estemos con él, me parece
que estaban bien empleados todos los sufrimientos que hay que soportar para
gozar estos toques de su amor tan suaves y penetrativos (VII 3, 9). 213 Porque si el alma está mucho con él, como es
razón, poco se debe de acordan de sí misma; toda la memoria se le va en cómo
le contentará más y en qué o por dónde manifestará el amor que le tiene. Para
esto es la oración, hijas mías; de esto sirve este matrimonio espiritual, de
que nazcan siempre obras, obras (VII M 4, 6). 214 Otras veces me dan unos ímpetus muy grandes
con un deshacimiento por Dios que no me puedo valer. Parece que se me va a
acabar la vida, y así me hace dar voces y llamar a Dios; y esto me da con
gran furor (Cc 1ª, 3). 215 Y así no hago más que encomendarlos a Dios,
porque veo yo que haría más provecho una persona perfecta del todo, con
fervor verdadero de amor de Dios, que muchas con tibieza (Cc 3ª, 7). 216 Hay días en que me acuerdo infinitas veces de
lo que dice san Pablo que ni parece que vivo yo, ni hablo, ni tengo querer,
sino que está en mí quien me gobierna y me da fuerza, y ando como casi fuera
de mí, y así me causa grandísima pena la vida. Y la mayor cosa que yo ofrezco
a Dios como gran servicio, es que siéndome tan penoso estar apartada de él,
por su amor quiero vivir con grandes trabajos y persecuciones; ya que no
sirvo para aprovechar a los demás, querría servir para sufrir, y cuantos
trabajos hay en el mundo pasaría por un tantico más de mérito cumpliendo
mejor su voluntad (Cc 3ª 10). 217 Otras veces parece que esta herida del amor
sale de lo íntimo del alma. Los efectos son grandes... Son como unos deseos
de Dios tan vivos y tan finos, que no se pueden decir (Cc 54ª, 15). 218 Parece que vivo sólo para comer y dormir y no
tener pena de nada, y aun esto no me da pena... No reina en mí con fuerza
apego de ninguna criatura ni de toda la gloria del cielo, sino deseo de amar
a este Dios, que esto no se menoscaba, sino que crece, y deseo de que todos
le sirvan (Cc 66ª, 5). 219 ¡Oh, amor poderoso de Dios, cuán diferentes
son tus efectos de los del amor del mundo! Este no quiere compañía, porque le
parece que le han de quitar algo de lo que posee; el de mi Dios, mientras más
amadores entiende que hay, más crece, y así sus gozos se mitigan viendo que
no todos gozan de aquel bien... y busca medios para buscarle compañía, y de
buena gana deja su gozo si puede conseguir que otros gocen este amor (E 2). 220 Tal vez le pareció que no la amabais tanto
como a su hermana, que esto lo sentiría más que el tener que servir a quien
ella tenía gran amor, porque el amor hace tener por descanso el trabajo; y
por eso no dijo nada a su hermana, sino que fue a Vos con toda su queja; el
amor la hizo atreverse a decir que cómo no teníais cuidado. Y aun en la
respuesta parece que brilla la razón de lo que digo: que sólo el amor es el
que da valor a todas las cosas, y que lo más necessario es que sea tan grande
que ninguna cosa le impida amar (E 5). 221 Considero yo muchas veces, mío, cuán sabrosos y cuán deleitosos se
muestran vuestros ojos a quien os ama, y Vos, Bien mío, queréis mirar con
amor. Me parece que sola una mirada tan suave a las almas que tenéis por
vuestras, basta como premio de muchos años de servicio (E 14). 222 ¡Oh, mi suave descanso de los amores de mi
Dios!; no faltéis a quien os ama, pues por Vos ha de crecer y mitigarse el
tormento que causa el Amado al alma que le desea. Deseo yo, Señor,
contentaros, mas mi contento bien se que no está en ninguno de los mortales;
siendo esto así, no culpéis mi deseo. Veisme aquí, Señor; si es necesario
vivir para haceros algún servicio, no rehuso todos cuantos trabajos me puedan
venir en la tierra, como decía vuestro amador san Martín (E 15). 223 Mira que mientras más peleares, más mostrarás
el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás con tu Amado, con gozo y
deleite que no puede tener fin (E 15). 224 El corazón que mucho ama, no admite consejo
ni consuelo, sino del mismo que le llagó; porque de ahí espera que ha de ser
remediada su pena. Cuando Vos queréis, Señor, presto sanáis la herida que
habéis hecho; antes no hay que esperar salud ni gozo, sino el que se saca de
padecer tan bien empleado (E 16). 225 Ya toda me entregué y dí Y de tal suerte he trocado,
Que mi Amado es para mí Y yo soy para mi Amado. Cuando el dulce cazador Me tiró y dejó herida, En los brazos del amor Mi alma quedó rendida, Y cobrando nueva vida, De tal manera he trocado Que mi Amado es para mí Y yo soy para mi Amado Hirióme con una flecha Enarbolada de amor Y mi alma quedó hecha Una con su Creador; Ya yo no quiero otro amor, Pues a mi Dios me he entregado,
Y mi amado es para mí Y yo soy para mi Amado (P 3). 226 Si
el amor que me tenéis, Dios mio, es como el que yo
os tengo, Decidme, ¿en qué me
detengo?. Vos, ¿en qué os detenéis? Alma, ¿qué quieres de mí? -Dios mío, no más que
verte. -Y ¿qué temes más de tí? -Lo que más temo es
perderte. Un amor que ocupe os pido, Dios mío, mi alma os tenga, Para hacerte un dulce nido Adonde más la convenga. Un alma en Dios escondida ¿Qué tiene que desear, Sino amar y más amar, Y en amor toda encendida Tornarte de nuevo a amar?
(P 4). 227 Dichoso el corazón enamorado Que en solo Dios ha puesto
el pensamiento Por él renuncia a todo lo
criado, Y en él halla su gloria y
su contento; Aun de sí mismo vive
descuidado, Porque en Dios está todo su
intento, Y así alegre pasa y muy
gozoso Las ondas de este mar
tempestuoso (P 5). 228 ¡Oh, caridad de los que verdaderamente aman
al Señor y conocen su condición! ¡Qué poco descanso podrán tener, si ven que
pueden hacer algo para que sola un alma se aproveche y ame más a Dios. O para
darle algún consuelo o para apartarla de algún peligro! Y cuando no puede con
obras, con oración, importunando al Señor por las muchas almas que la lastima
ver que se pierden; pierde ella su descanso y lo tiene por bien perdido,
porque no se acuerda de su contento, sino de cómo cumplir mejor la voluntad
del Señor, y así en la obediencia (F 5, 5). 229 Sería recia cosa que nos estuviese diciendo
claramente Dios que hiciéramos alguna cosa que le interesa, y no quisiéramos
sino quedarnos mirándole, porque estamos más a nuestro placer. Donoso
adelantamiento en el amor de Dios es atarle las manos creyendo que no podemos
adelantar más que por un camino! (F 5, 5). 230 A
mi parecer, amarían mucho mejor no dejándose embobar... pues mucho más se
puede merecer con un acto y con despertar muchas veces la voluntad para que
ame a Dios, que no dejándola tanto tiempo embebida (F 6, 5). 231 Todo lo que hacía (Beatriz de 232 Más gozaremos en aquella eternidad, donde son
las moradas conforme al amor con que hemos imitado la vida de nuestro Buen
Jesús (F 14, 5). 233 Era mi padre un hombre de mucha caridad con
los pobres y piedad con los enfermos, y aun con los criados; tanta, que jamás
se pudo conseguir que tuviese esclavos, y les tenía gran piedad (V 1, 2). 234 Es virtud de humildad no fiarse de sí, sino
creer que Dios le ayudará para animar y consolar y enseñar a aquellos con
quienes trata, y crece la caridad al comunicarse (V 7, 22). 235 Pues procuremos mirar siempre las virtudes y
cosas buenas que viéremos en los otros y tapar sus defectos con nuestros
grandes pecados (V 13, 10; CN 3). 236 Si han de predicar o enseñar, es bueno
aprovecharse del bien que reciben para ayudar a los pobres de poco saber,
como yo, pues es gran cosa la caridad y el deseo de aprovechar a las almas,
haciéndolo desnudamente por Dios (V 15, 8; CN 5). 237 Toda mi salvación estuvo en que aquel hombre
me supo curar y tuvo humildad y caridad para estar conmigo, y paciencia al
ver que no me enmendaba en todo. Yo comencé a tenerle gran amor, que no había
para mí mayor descanso que el día que lo veía, aunque eran pocos. Cuando
tardaba en venir, me entristecía mucho, pensando que no venía a verme por ser
yo tan ruín (V 23, 10). 238 No
tenía envidia, al menos en materia grave, y algunas cosas más, pues, aunque
era tan ruín, vivía habitualmente en el temor de Dios (V 32, 7). 239 Gané ímpetus grandes de salvar almas, que me
parece que por librar una sola de tan grandísimos tormentos, sufriría yo muchas
muertes muy de buena gana (V 32, 26). 240 Quiso el Señor que aquella señora se
consolara tanto, que mejoró notablemente y cada día estaba más consolada. Se
dio mucha importancia a su mejoría porque la pena la había causado una gran
depresión; lo debió de hacer el Señor por las muchas oraciones de personas
buenas que yo conocía, que oraban para que me sucediera bien. 241 Era muy temerosa de Dios y tan buena, que su
gran espíritu cristiano suplió lo que a mí me faltaba. Me cobró gran cariño.
Yo también la quise mucho a ella viendo su bondad, mas para mí casi todo era
cruz; porque los regalos me causaban gran tormento, y el hacer tanto caso de
mí me traía con gran temor (V 34, 3). 242 Desde hace unos años, cuando veo una persona
que me gusta, deseo verla totalmente entregada a Dios, con unas ansias que a
veces no puedo dominar. Y aunque deseo que todos sean santos, estas personas
que mucho me contentan es con ímpetu, y así importuno mucho al Señor por
ellas (V 34, 7). 243 Se que no me falta el amor y el deseo de ayudar
todo lo que pueda a que las almas de mis hermanas crezcan mucho en santidad;
y este amor, unido a los años y experiencia que tengo de algunos monasterios,
puede que sea útil para poder atinar más que los letrados en cosas menudas (C
Prl 3). 244 En amaros mucho unas a otras va mucho; porque
entre los que se aman no hay dificultad que no se pase con facilidad, y ha de
ser muy recia para que no se pueda superar. Y si este mandamiento se guardara
en el mundo como se debe guardar, ayudaría mucho a cumplir los demás; mas,
más o menos nunca acabamos de cumplirlo con perfección (C 4, 5). 245 Cuando las grandes amistades sirven para
mejor entregarse a Dios pronto se ve, porque no va la voluntad guiada por la
pasión, sino que va buscando ayuda para vencer otras pasiones (C 4, 6). 246 En esta casa todas han de ser amigas, todas
se han de amar, todas se han de querer, todas se han de ayudar... Amemos las
virtudes y la bondad interior, y llevemos siempre examen cuidadoso para no
hacer caso de lo exterior (C 4, 7). 247 ¿Puede haber personas tan insolidarias que,
tratándose contínuamente y viviendo siempre en la misma compañía, y no
habiendo de tener otras conversaciones ni otras comunicaciones ni recreos con
personas de fuera de casa, y creyendo que nos ama Dios y ellas a él, pues lo
han dejado todo por Su Majestad, no cobren amor a sus hermanas? Aparte de que
la virtud siempre es amable; y ésta, con el favor de Dios, espero en el Señor
que las hermanas de esta casa siempre la tendrán (C 4, 10). 248 Es cosa extraña qué apasionado amor es éste,
qué de lágrimas cuesta, qué de penitencias y oración, qué interés pone en que
rueguen por esa alma todos los que cree que le pueden ayudar ante Dios, qué
deseo constante de su santidad, qué tristeza si ve que no adelanta. 249 Pues si le parece que había mejorado y que
vuelve un poco atrás, ya cree que no va a tener placer en su vida; ni come ni
duerme, sine que vive siempre con esta preocupación, aunque sin inquietud
interior. Vive siempre con el temor de que alma que tanto quiere se pueda
perder. 250 Es amor sin ningún interés propio; todo lo
que desea y quiere es ver rica aquella alma de bienes del cielo. En fin, es
amor que se va asemejando al que nos tuvo. Este merece el nombre de amor, no
estos amorcitos desordenados y falsos del mundo, de los cuales Dios nos libre
(C 7, 1). 251 Repito otra vez que este amor se asemeja y va
imitando al que nos tuvo el buen amador Jesús, y por eso hacen tanto bien los
que así aman, porque quisieran cargar con todos los trabajos para que los
demás se aprovechen de los mismos sin trabajar. Así es cómo ganan mucho los
que gozan de su amistad; siempre quisieran estar trabajando y ganado para los
que aman, pues les quieren enseñar más con obras que con palabras... 252 El corazón no les permite ser falsos con
ellos; si les ven alguna falta o ven que se desvían, enseguida se lo dicen.
Con el deseo que tienen de verlos ricos, no pueden conseguir obrar de otra
manera. Hasta las motitas de sus amigos ven. ¡Oh, dichosas almas que son
amadas por ellos! ¡Dichoso el día en que los conocieron! 253 Cuando conozcáis alguna persona así,
hermanas, que la madre busque por todos los medios, que trate con vosotras.
Quered cuanto quisiereis a estas personas. Pocas hay, pero el Señor hace que
sean conocidas... Esta manera de amar es la que yo quisiera que tuviéramos
nosotras (C 7, 4-5). 254 Es bueno y necesario sentir ternura y
manifestarla, y compadecerse de los sufrimientos y enfermedades de las
hermanas, aunque sean de poca importancia; pues a veces sucede que algunas personas
se afligen de unas naderías, de las que otras se reirían. Y de esto no se
extrañen, pues tal vez el demonio ha usado su poder con más fuerza en aquel
caso que en el vuestro. 255 Procurad también estar alegres con las
hermanas, cuando por necesidad tienen recreación en el tiempo establecido,
aunque no tengáis ganas que, si vais con atención, todo se convierte en amor
perfecto (C 7, 5-7). 256 Mirad, hermanas, lo que nos importa amarnos
unas a otras y tener paz, que es la única condición que puso el Señor (CE 64,
4). 257 Conozco yo una persona que la movía el Señor
con tan gran caridad, que le costó hartas lágrimas no poderse ir a canjear
por un cautivo. El lo trató conmigo -era de los descalzos de san Pedro de
Alcántara-, y después de muchas importunaciones, consiguió licencia de su
general, y estando a pocos kilómetros de Argel, donde iba a cumplir su buen
deseo, lo llevó el Señor consigo (Mdt C 3, 6). 258 Muchas veces he pensado en aquella santa
samaritana, qué herida debía de estar de esta hierba y cuán bien había
comprendido en su corazón las palabras del Señor, pues deja al mismo Señor
para que ganen y se aprovechen los de su pueblo; y en pago de esta gran
caridad, mereció ser creída y ver el gran bien que hizo nuestro Señor en
aquel pueblo (Mdt C 7, 5). 259 Si no es por falta de humildad y de caridad,
¿cómo podemos dejarnos de alegrar de que Dios conceda estas gracias a un
hermano nuestro? ¿Acaso es obstáculo que las conceda a un hermano para que
nos las de a nosotros? ¿Cómo no alegrarnos de que manifieste sus grandezas
sea a quien sea? (I M 1, 3). 260 Entendamos que la perfección verdadera es
amor de Dios y del prójimo, y cuando con mayor perfección guardemos estos
mandamientos, seremos más perfectas. 261 Toda
nuestra regla y constituciones no son más que medios para guardar el amor con
más perfección. Déjemonos de celos indiscretos que nos pueden hacer mucho
daño; cada uno se mire a sí (I M 2, 17). 262 Es tan necesario el amor de unas con otras,
que quiero que nunca lo olvidéis; porque si vais mirando en las otras unas
naderías que quizá no son imperfección, sino que por ignorancia lo
agrandamos, puede el alma perder la paz e incluso inquietar a las demás (I M
2, 18). 263 La señal más cierta que hay de que guardamos
el amor a Dios, es guardar el amor al prójimo. Porque si amamos a Dios no se
puede saber, mas el amor del prójimo sí se puede conocer. Y estad ciertas que
cuanto más crecidas y maduras os viereis en el amor al prójimo, más lo estáis
en el amor a Dios. Porque es tan grande el que Su Majestad nos tiene, que en
pago del que tenemos al prójimo, hará que crezca el que tenemos a Su Majestad
de mil maneras. De esto yo no puedo dudar. Porque creo yo que, con lo malo
que es nuestro natural, si el amor a los hermanos no nace de la raiz del amor
de Dios, no llegaremos a tener con perfección el del prójimo (V M 3, 7-9) 264 Cuando yo veo a almas muy preocupadas en
querer saber en qué grado de oración están y con el rostro muy concentrado
cuando la están haciendo... me hacen ver cuán poco entienden el camino por
donde se alcanza la unión. Y creen que ahí está toda la solución del
problema. 265 Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor,
y que si ves a una enferma a quien puedes dar alivio, no te importe perder
esa devoción y te compadezcas de ella; y si tiene algún dolor, te duela a tí.
Y si es necesario, lo ayunes para que ella lo coma, no tanto por ella, como
porque sabes que tu Señor quiere aquello; ésta es la verdadera unión con su
voluntad; y que si vieres alabar mucho a una persona, te alegres mucho más
que si te alabasen a tí... Esta alegría de que se conozcan las virtudes de
las hermanas es importantísima, y cuando viéremos alguna falta en alguna,
sentirla como si fuera nuestra y encubrirla (V M 3, 11). 266 Cuando vierais que falláis en la caridad,
aunque tengáis devoción y regalos y os parezca que habéis llegado a la unión
y algún éxtasis aparente en la oración de quietud, que algunas creerán que ya
está todo hecho, creedme que no habéis llegado a unión, y pedid a nuestro
Señor que os de con perfección este amor al prójimo y dejad hacer a Su
Majestad, que él os dará más que sepáis desear, si vosotras os esforzáis y
procuráis la caridad en todo lo que pudiereis y negáis vuestra voluntad para
que se haga en todo la de las hermanas, aunque perdáis de vuestro derecho, y
olvidáis vuestro bien por el suyo, aunque os cueste mucho, y procuráis cargar
con el trabajo por quitarlo al prójimo, cuando se presente la ocasión. No
creáis que esto no os ha de costar y que os lo vais a encontrar hecho (V M 4,
9). 267 Andar con gran cuidado y atención mirando
cómo vamos en la virtud: si vamos mejorando o retrocediendo en algo, sobre
todo en el amor de unas con otras, y en el deseo de ser tenida por la menor y
en las cosas de cada día; que si controlamos la caridad y pedimos al Señor
que nos de luz, pronto veremos la ganancia o la pérdida (V M 4, 9). 268 Le parece que no ofenden a Dios los que la
persiguen, sino que lo permite Su Majestad para gran ganancia suya; y como lo
experimenta claramente, tómales un amor particular muy tierno, pues le parece
que aquéllos son más amigos y le dan ocasión de ganar más que los que hablan
bien (VI M 1, 6). 269 ¡Oh!, pues no nos parezca ya que hacemos algo
en sufrir injurias, sino que de muy buena gana pasemos por todo, y amemos a
quien nos las hace, pues este gran Dios no nos ha dejado de amar a nosotras
aunque le hemos ofendido mucho, y así tiene muy gran razón en querer que
todos perdonen, por muchos agravios que les hagan (VI M 10, 5). 270 Tienen estas almas un gran gozo interior
cuando son perseguidas, con mucha más paz que la que tienen en los otros
efectos, y sin querer guardar enemistad a los que les hacen mal o se lo
desean hacer. Al revés, les cobran amor particular, de tal manera que si les
ven en algún apuro, lo sienten tiernamente, y estarían dispuestos a sufrir
cualquier cosa por librarlos a ellos de la aflicción. Y los encomiendan a
Dios de muy buena gana. Y gozarían de que Dios les quitase los regalos que
les hace a ellas, para que los hiciese a sus enemigos, a fin de que no
ofendiesen a nuestro Señor (VII M 3, 3). 271 Aparte de que con la oración ayudaréis mucho,
no queráis aprovechar a todo el mundo, sino a las que están en vuestra
compañía, y así será mayor la obra, porque estáis a ellas más obligadas.
¿Pensáis que es poca ganancia que sea vuestra humildad tan grande y mortificación
y el servir a todas y una gran caridad con ellas y un amor del Señor, que ese
fuego las encienda a todas, y con las demás virtudes siempre las andéis
despertando? No será sino mucho y muy agradable servicio al Señor, y con esto
que ponéis por obra que podéis, verá Su Majestad que haríais mucho más, y así
os dará premio como si le ganaseis muchas. 272 Diréis que eso no es convertir, porque todas
son buenas. ¿Quién os mete en eso? Cuanto mejores fueren, más agradables
serán sus alabanzas al Señor y más aprovechará su oración a los prójimos (VII
M 4, 17-18). 273 A los que veo más aprovechados y con estas
determinaciones y desasidos y animosos, los amo mucho, y con ellos querría yo
tratar, y parece que me ayudan (Cc 1ª, 21). 274 No sólo no estaba mal con las personas que
hablaban mal de mí, sino que me parece que les cobraba un nuevo amor (Cc 3ª,
3). 275 Caímos casi todas muy malas. Viendo esto una
señora de aquel lugar, llamada Dª María de Mendoza, muy cristiana y de
grandísima caridad (sus limosnas en gran abundancia lo daban a entender), me
hacía mucha caridad, y ya en el primer monasterio nos favoreció mucho y en
todo lo que toca a 276 Beatriz de 277 Dejar a las hijas y hermanas mías cuando me
iba de una parte a otra como yo las amo tanto, no ha sido la más pequeña
cruz, en especial cuando pensaba que no las había de volver a ver y veía su
gran sentimiento y lágrimas. Que, aunque están de otras cosas desasidas, ésta
no se la ha dado Dios, por ventura para más tormento mío, que tampoco lo
estoy de ellas, aunque me esforzaba todo lo que podía para no manifestárselo
y las reñía; mas poco me aprovechaba, porque es grande el amor que me tienen
y bien se ve en muchas cosas que es verdadero (F 27, 18). 278 Ir contra lo que quería mi prelado era para
mí una muerte. Porque -aparte de la obligación que tenía por serlo-, le amaba
muy tiernamente, y se lo debía bien debido (F 28, 2). 279 Yo no querría dejar de decir muchas alabanzas
de la caridad que hallé en Palencia, en particular y en general. Es verdad
que me parecía cosa de la primitiva Iglesia -al menos no muy corriente ahora
en el mundo-, ver que no llevábamos renta y que nos habían de dar de comer y
no sólo no nos rehusaban, sino que decían que les hacía Dios grandísima
merced (F 29, 27). 280 Es para alabar a nuestro Señor la gran
caridad de Burgos, que la ciudad nos dio licencia de muy buena gana, con no
estar con la prosperidad que solían. Siempre había yo oído alabar la caridad
de esta ciudad, mas no pensé que llegaba a tanto (F 31, 13). 281 Todas se amen en general, como lo mandó a sus apóstoles muchas veces; procuren
imitar a su Esposo, que dio la vida por nosostros; este amarse unas a otras
en general y no en particular importa mucho (Const 6, 10). 282 Mire la maestra de novicias que no se
descuide en nada, porque es criar almas para que more el Señor. Trátelas con
piedad y amor, no escandalizándose de sus culpas, porque han de ir poco a
poco, y mortificando a cada una según lo que viere que puede sufrir su
espíritu (Const 9, 7). 283 El prelado a todas juntas demuestre amor como
verdadero padre (Vta D 45). 284 Yo le digo que me alegro tanto con sus cartas
que las estoy deseando. No se qué hace que tenga amor tan particular a esa
casa y a las que están en ella; debe de ser que pasé ahí tantos trabajos (Cta
116, 285 Acá dicen que quiero más a las de esa casa
que a ningunas, y cierto que no se lo que hace que yo las cobré mucho amor, y
así no me extraño de que vuestra reverencia me lo tenga -que yo siempre se lo
he tenido-, aunque me es regalo el oírlo (Cta 128, 286 Yo le puedo tratar y tener mucho amor por
muchas causas y ellas no todas podrán... Y esto no es dejarlas de amar mucho,
sino quererlas mucho. Porque yo confieso que he procurado disimular ante
ellas mis imperfecciones y el amor que tengo a Paulo y el cuidado de él (Cta
162, 1, al P. Jerónimo Gracián). 287 Mucho las encomiendo a Dios. Deles muchos
recuerdos míos a todas, que a cada una quisiera escribir en particular, según
las amo. Es verdad que las quiero particularmente mucho, no se por qué (Cta
171, 288 La señora doña Juana vino aquí ayer tarde
casi de noche, llegó muy buena, gloria a Dios. Heme holgado mucho con su
merced, que cada día la amo más y me parece mejor y más discreta (Cta 230, 2,
al P. Jerónimo Gracián). 289 Qué bien me demuestra el amor que me tiene,
según me da contento en todo. Y yo le digo que aún me debe más, que yo me
espanto de lo que la quiero. No tiene que pensar que la hace ninguna en esto
ventaja, porque no son todas para congeniar conmigo. Lo malo es que le puedo
servir en poco, por ser tan ruín, que harto cuidado tengo de encomendarla a
Dios (Cta 235, 290 En extremo se me ha doblado el amor que las
tenía, auque era harto, y a usted porque ha sido la que más ha padecido... 291 Que no le demuestre indiferencia, al
contrario, que la mime más la que estuviere por mayor y todas le demuestren
gracia y fraternidad, y a la otra también. Procuren olvidar las cosas y miren
lo que cada una quisiera que si hiciera con ella si le hubiera acaecido... A
las que de veras tienen deseos de padecer, no les queda resabio con quien les
hace mal, antes más amor. En esto se verán si salen aprovechadas del tiempo
de la cruz (Cta 277, 292 Muchas veces permite el Señor una caída para
que el alma quede más humilde, y cuando con rectitud y conocimiento se
arrepiente, va después aprovechando más en el servicio de nuestro Señor, como
vemos en muchos santos. Así que, mis hijas, todas lo son de 293 Pido yo a nuestro Señor que les de virtudes,
en especial humildad y amor de unas con otras, que es lo que importa. Quiera
Su Majestad que en esto las vea yo crecidas, y pidan lo mismo para mí (Cta
403, CASTIDAD, 294 Y aunque nunca fuí inclinada a mucho mal
porque naturalmente aborrecía las cosas deshonestas, sólo a fomentar los
requiebros y a mantener excesiva conversación mas, puesta en la ocasión,
jugaba con el peligro y ponía en él a mi padre y hermanos. De los cuales
peligros me libró Dios de manera que se ve claro que intentaba contra mi
voluntad que no me perdiese del todo (V 2, 6). 295 Parece que purifica el alma intensamente y
quita casi del todo la fuerza a nuestra sensualidad. Es una llama grande que
parece que abrasa y aniquila todos los deseos de la vida instintiva, porque,
aunque yo no los tenía de vanidades, se me hizo ver que todo era vanidad (V
38, 18). 296 Y guárdense de esas amistades particulares
por amor del Señor, por santas que sean, que entre hermanas suelen ser veneno
y no veo en ellas nada positivo; y si son parientes mucho peor; ¡es
pestilencia! (C 4, 7). 297 Estas personas a las que Dios conduce y eleva
a estas alturas son almas generosas, almas reales; no se conforman con amar
cosa tan pobre como son estos cuerpos por hermosos que sean, por muchas
gracias que tengan, aunque da gusto verlos y alaban por ello al Creador, mas
no para detenerse en ellos. Digo detenerse en ellos queriendo decir que no
los aman por estas cualidades pues les parecería que amaban lo accidental y
como la sombra; se avergonzarían de ello, y no tendrían cara para decirle a
Dios que le aman sin afrentarse... Y bien mirado, yo pienso algunas veces lo
ciegas que estamos cuando queremos que nos quieran (C 6, 4-5). 298 No es posible ser aquí ángeles, que no es
nuestra naturaleza. Por eso no me preocupa cuando veo a un alma con
grandísimas tentaciones; porque si hay amor y temor de nuestro Señor, ha de
salir con mucha ganancia (Mdt C 2, 3). 299 Siempre anduvo en limpieza y castidad (Cc 4ª,
17). 300 De esas torpezas no haga ningún caso, que
aunque eso yo no lo he tenido -porque siempre me libró Dios pos su bondad de
esas pasiones- entiendo que debe de ser que como el deleite espiritual es tan
grande, hace movimientos en el natural. Se irán pacificando con el favor de
Dios, si no hace caso de ello. Algunas personas lo han tratado conmigo (Cta
173, 301 En lo de esos movimientos sensuales, lo mejor
es no hacer caso de ellos. Una vez me dijo un gran letrado que había ido a él
un hombre afligidísimo, porque cada vez que comulgaba caía en una torpeza
grande (aparte de que eso es raro), y le habían mandado que sólo comulgara de
año en año, por ser de obligación. Y este letrado, aunque no era espiritual
entendió la flaqueza, y le dijo que no hiciese caso de ello y que comulgara
cada ocho días, y como perdió el miedo se le quitó. Así que no haga vuestra
merced caso de eso (Cta 178, 302 Harto disgusto me ha dado que de dichos
contra nosotras, en especial tan deshonestos, haga nuesto padre
averiguaciones, pues son disparates; que lo mejor es reirse de ellos y
dejarlo decir. A mí, en parte, me dan gusto (Cta 186, 303 A la mujer de Don Gonzalo se le ha antojado
que su marido tiene ruín amistad con Dª Beatriz, hija de mi hermana, y le dan
crédito. Y así cuanto a la honra de la moza ya debe de estar tan perdida que
ya no hago caso (Cta 384, 9). 304 ¡Oh
Dios mío! ¡Cuánto daño hace en el mundo pensar que puede haber alguna cosa
contra Vos que os sea secreta! (V 2, 7). 305 Más
delante de 306 Es
un glorioso desatino, una celestial locura, donde se aprende la verdadera
sabiduría y es deleitosísima manera de gozar el alma (V 16, 1; CN 6). 307 Dios
no necesita pedir el consentimiento del alma para que acepte entrar en el
arrobamiento, porque ella ya se lo dio y sabe El que se ha entregado en sus
manos con toda su voluntad, y que a El lo le puede engañar, porque lo sabe
todo (V 21, 1; CN 11). 308 309 ¡Qué sabio el que se alegró de ser tenido
por loco, pues lo llamaron a la misma Sabiduría! (Lc 23, 11) (V 27, 14). 310 No
tenga miedo, ni crea que las gracias místicas son cosas imposibles -todo es
posible para el Señor- (Mc 9, 23), sino procure avivar la fe y humillarse,
porque el Señor hace a una viejecita más sabia quizá que él, por muy teólogo
que sea (V 34, 12). 311 Cuando
yo veo una Majestad tan grande disimulada en una pequeña Hostia, me admira
tanta sabiduría (V 38, 21). 312 Dejad
hacer al Señor de la casa; sabio es; poderoso es; entiende lo que os conviene
y lo que le conviene a El también (C 17, 7). 313 Adherida
pues, a este Maestro de 314 Así
que está claro qué es lo que dice la esposa, que la sabiduría de Dios suple
aquí por el alma y él ordena cómo gane tan grandísimas mercedes en aquel
tiempo (Mdt C 6, 6). 315 Imaginemos,
para entenderlo mejor, que vemos dos fuentes con dos pilas que se llenan de
agua. Que no encuentro cosa más apropiada para explicar alguna de espíritu
que el agua; y es que, como se poco y el ingenio no ayuda y soy tan amiga de
este elemento, lo he mirado con más atención que otras cosas, que en todas
las que creó Dios, tan sabio, debe de haber hartos secretos de que nos
podemos aprovechar, y así lo hacen los que lo entienden, aunque creo que en
cada cosita que creó Dios hay más de lo que se entiende, aunque sea en una
hormiguita (IV M 2, 2). 316 Ya
veis esta alma que la ha hecho Dios boba del todo para imprimir mejor en ella
la divina sabiduría (V M 1, 9). 317 Ya
habéis oido hablar de las maravillas de la cría de la seda, que sólo Dios
pudo hacer semejante invención, y cómo de una simiente, que es como granos de
pimienta pequeños..., con el calor, cuando comienza a brotar hoja en los
morales, empieza esta simiente a vivir; que mientras no hay este alimento con
que puedan vivir está muerta la simiente; y con hojas de moral se crían los
gusanos, hasta que, cuando se han hecho grandes, les ponen unas ramillas, y
allí con las boquillas van de sí mismos hilando la seda y hacen unos
capuchillos muy apretados donde se encierran; y acaba este gusano que es
grande y feo, y sale del mismo capucho una mariposa blanca muy graciosa. Mas
si esto no se viese sino que nos lo contaran de otros tiempos, ¿quién lo
pudiera creer, ni cómo podríamos explicar que una cosa tan sin inteligencia
como es un gusano y una abeja sean tan inteligentes en trabajar para nuestro
provecho y con tanta industria, y el pobre gusanillo pierda la vida en la
demanda? Para un rato de meditación basta esto, aunque sólo contempléis en
ello las maravillas y sabiduría de nuestro Dios (V M 2, 2). 318 Pues
comenzando a gustar de la buena y santa conversación de esta monja. (Dª María
de Briceño), holgábame de oirla cuán bien hablaba de Dios, porque era muy
discreta y santa. Según yo creo, nunca dejé de holgarme de oir hablar bien de
Dios (V 3, 1). 319 Hablaba
mucho de Dios, de manera que edificaba a todas (V 6, 2). 320 Quedóme
deseo de soledad, amiga de tratar con Dios y de hablar de El, que si hallaba
con quién, más contento y recreación me daba que toda la cortesía, o grosería
por mejor decir, de la conversación del mundo (V 6, 4). 321 El
no tenerme por tan ruín se debía a que, como me veían tan joven y en tantos
peligros, y a que buscaba muchas veces la soledad para rezar y leer; a que
hablaba mucho de Dios y era amiga de hacer pintar su imagen en muchos lugares
y de tener oratorio y procurar tener en él cosas que fomentasen la devoción;
no hablar mal de nadie y otras cosas como éstas que tenían apariencia de
virtud (V 7, 2). 322 Era
aficionadísima a los sermones, de tal manera que si veía a alguien predicar
con espíritu y bien, le cobraba un amor particular sin procuralo yo, que no
se quién me lo ponía. Casi nunca me parecía el sermón tan malo, como para no
escucharlo de buena gana; aunque los oyentes juzgasen que no era bueno, era
para mí recreo muy particular. De hablar de Dios y de oir hablar de El nunca
me cansaba, y esto después que comencé a hacer oración (V 8, 12). 323 Entendí
grandísimas verdades sobre esta Verdad, mejor que si me lo hubieran enseñado
muchos teólogos. Pues en este caso no se me hubieran quedado tan impresas ni
se me hubiera hecho comprender tan claramente la vanidad de este mundo (V 40,
4). 324 Ni
en mil vidas de las nuestras llegaríamos a entender cómo merece ser tratado
este Señor, ante quien tiemblan los ángeles (C 22, 7). 325 Jamás
nos acabamos de conocer, si no procuramos conocer a Dios (II M 2, 9). 326 No
hemos de buscar razones para comprender las cosas ocultas de Dios, sino que
como creemos que es poderoso, está claro que hemos de creer que un gusano de
tan limitado poder como nosotros no puede comprender sus grandezas.
Alabémosle mucho porque quiere que comprendamos algunas (VI M 4, 7). 327 Ni
el demonio podría representar cosas que tantos efectos interiores y paz y
sosiego y aprovechamiento dejan en el alma, de forma especial, conocimiento
de la grandeza de Dios, porque con cuanta mayor experiencia tuviéremos de
ella mejor se manifiesta El (VI M 5, 10). 328 Porque
en estas grandezas que le comunica comprende mucho más la de Dios. Espántase
de cómo fue tan atrevida, llora su poco respeto, parécele una cosa tan
desatinada su desatino, que no acaba de apenarse jamás cuando recuerda por
qué cosas tan bajas dejaba una tan gran majestad. Mucho más se acuerda de
esto que de las mercedes que recibe, siendo tan grandes como las dichas y las
que están por decir; parece que se las lleva un río caudaloso y las trae a
sus tiempos (VI M 7, 2). 329 Lo
mismo ocurre con otras cosas espirituales, que no se saben decir, mas se
comprende por ellas cuán importante es nuestra naturaleza que puede entender
las grandezas de Dios, y pues ni
siquiera somos capaces de entender éstas, emplee los días en admiración y
alabanza de Su Majestad quien las reciba; y así le de muchísimas gracias por
ellas que, pues no es carisma que se da a todos, se ha de estimar mucho y
procurar entregarse más, ya que de tantas maneras la ayuda Dios (VI M 8, 6). 330 ¿Habrán
bastado todas estas mercedes que ha hecho al alma el Esposo para que la
palomilla o la mariposilla esté satisfecha (no penséis que la tengo
olvidada), y haga asiento donde ha de morir? No por cierto, sino que está
mucho peor; aunque haga muchos años que recibe estos favores, siempre gime y
anda llorosa, porque de cada uno de ellos le queda mayor dolor. La causa está
en que, como va conociendo más y más las grandezas de su Dios y se ve que
está tan ausente y privada de gozarle, crece mucho más el deseo; porque
también crece el amor cuanto más se le descubre lo que merece ser amado este
gran Bien y Señor; y viene en estos años creciendo poco a poco este deseo,
hasta que la lleva a tan gran pena. He dicho años, teniendo en
cuenta lo que ha ocurrido en mi alma, pues se muy bien que a Dios no hay que
ponerle límites, pues en un momento puede hacer llegar a un alma a lo más
subido que se ha dicho aquí. Poderoso es Su Majestad para todo lo que
quisiere hacer y ganoso de hacer mucho por nosotros (VI M 11, 1). 331 Son
tantas las cosas que veo y lo que entiendo de las grandezas de Dios y cómo
las ha conducido, que casi ninguna vez comienzo a pensar en ello que no me
falle el entendimiento, como quien ve cosas que sobrepasan en mucho lo que
puedo entender y quedo en recogimiento (Cc 3ª 11). 332 ¡Oh
Dios mío, misericordia mía!, ¿qué haré para que no deshaga yo las grandezas
que Vos hacéis conmigo? Vuestras obras son santas, son justas, son de
inestimable valor y con gran sabiduría, pues la misma sois Vos, Señor. Si en
ella se ocupa el entendimiento, quéjase la voluntad, porque querría que nadie
la impidiera amaros - pues no puede el entendimiento en tan grandes grandezas
alcanzar quién es su Dios-, y desea gozarle y no ve cómo, metida en la cárcel
tan penosa de este cuerpo mortal, todo le estorba, aunque primero fue ayudada
en la consideración de vuestras grandezas, donde se hallan mejor las
innumerables bajezas mías (E 1). 333 ¡Oh
Sabiduría que no se puede comprender! (E 12). 334 ¡Oh
Dios mío y mi Sabiduría infinita, sin medida y sin tasa y sobre todos los
entendimientos angélicos y humanos! ( E 17). 335 Aprovechábame
a mí ver campo, agua o flores; en estas cosas encontraba yo memoria del Creador,
quiero decir que me despertaban y me recogían y me servían de libro (V 9, 5). 336 Esto
de apartarse de lo corpóreo debe de ser bueno, ya que lo dice gente tan
espiritual; mas, según me parece, ha de ser cuando el alma está muy avanzada,
porque hasta que lo esté, está claro que se ha de buscar al Creador por las
criaturas (V 22, 8; CN 12). 337 ¡Oh,
Jesús mío! ¡Quién pudiese hacer entender la majestad con que os mostráis! Y
cuán Señor de todo el mundo y de los cielos, y de otros mil mundos, y mundos
y cielos incontables que Vos creaseis, entiende el alma por la majestad con
que os manifestais, que son nada para ser Vos Señor de todo (V 28, 8). 338 A
mí me parece que cuando una persona ha sido elevada por Dios a tener claro
conocimiento de lo que es el mundo, y de que hay otro mundo, y le ha hecho
conocer la diferencia que hay de un mundo a otro, y que el uno es eterno y el
otro soñado; y cuando le ha hecho experimentar que es muy diferente amar al
Creador de amar a la criatura; y le ha hecho ver lo que se gana con el uno y
lo que se pierde con el otro; y le ha dado experiencia de lo que es el
Creador y lo que es la criatura y otras muchas verdades que el Señor enseña a
quien se deja enseñar por El en la oración, o a quien Su Majestad quiere
enseñarlo, su amor es muy diferente del que tenemos los que no hemos llegado
aquí (C 6, 3). 339 Ahora
vengamos a tratar del desasimiento que hemos de tener, porque en esto está el
todo, si se hace con perfección. Digo que en esto está el todo porque, si nos
abrazamos con solo el Creador y no nos interesa nada de lo creado, Su
Majestad infunde tan copiosamente las virtudes, que practicando nosotros poco
a poco lo que está en nuestra mano, no tendremos necesidad de luchar mucho,
porque el Señor carga su mano contra los demonios y contra todo el mundo (C
8, 1). 340 Poderoso
es para librarnos de todo que, una vez que mandó hacer el mundo, fue hecho;
su querer es obrar (C 16, 6). 341 Las
que se puedan encerrar de esta manera en este pequeño cielo de nuestra alma,
donde está el que hizo el cielo y la tierra (C 28, 5). 342 Porque
todo lo que he escrito en este libro va dirigido a entregarnos del todo al
Creador, y a dejar nuestra voluntad en la suya y a desprendernos de las
criaturas, y ya sabéis cuán importante es esto, no insisto más en ello (C 32,
9). 343 ¡Oh
hermanas mías, qué fuerza tiene esta entrega! Si se hace con la determinación
debida, se une el Todopoderoso con nuestra pequeñez y nos transforma en El, y
consigue la unión del Creador con la criatura (C 32, 11). 344 Aun
sabiendo que existe la misma diferencia entre el Castillo y Dios que entre el
Creador y la criatura, ya que el castillo es criatura, basta que Su Majestad
diga que está hecha a su imagen, para que apenas podamos entender la gran
dignidad y hermosura del alma (I M 1, 1). 345 Deja
en el alma... propio conocimiento y humildad al ver cómo cosa tan vulgar, en
comparación del Creador de tantas grandezas, se ha atrevido a ofendenderla, y
osa mirarla; la tercera, tener en muy poco todas las cosas de la tierra, de
no ser las que pueda emplear en el servicio de Dios (VI M 5, 10). 346 Queda
con muy mayor desprendimiento del mundo que antes, porque ve que nada de él
le ayudó en aquel tormento, y muy desasida de las criaturas, porque ya ve que
sólo el Creador es el que puede consolar y hartar su alma, y con mayor temor
y cuidado de no ofenderle, porque ve que tan bien puede atormentar como
consolar (VI M 11, 10). 347 Muchas
veces, Señor mío, considero que si con algo se puede sustentar el vivir sin
Vos es en la soledad, porque descansa el alma con su descanso, puesto que,
como no se goza con entera libertad muchas veces, se dobla el tormento; mas
el que da el tener que tratar con las criaturas y dejar de entender el alma
con su Creador, hace tenerle por deleite (E 2). 348 Pues
¿qué podrá pedir una cosa tan miserable como yo? Que me deis, Dios mío, que
os de con san Agustín, para pagar algo de lo mucho que os debo, que os
acordéis de que soy vuestra hechura y conozca yo quién es mi Creador, para
que le ame (E 7). 349 ¡Oh,
esperanza mía y Padre mío y mi Creador y verdadero Señor y Hermano! (E 7). 350 ¡Oh,
Dios mío, Dios, Hacedor de todo lo creado! Y ¿qué es lo creado, si Vos
quisierais crear más? Pues haced, Señor, que no se aparten de mi pensamiento
vuestras palabras...¿Qué más queremos, Señor?, ¿qué pedimos?, ¿qué buscamos?
¿Por qué están los del mundo perdidos sino por buscar descanso?... Tened
piedad, Creador, de estas creaturas vuestras (E 8). 351 Muera
ya este yo, y viva en mí otro que es más que yo, y para mí mejor que yo, para
que yo le pueda servir: El viva y me de vida; El reine y yo sea cautiva, que
no quiere mi alma otra libertad. ¿Cómo será libre el que del Sumo estuviere
alejado? ¿Qué mayor ni más miserable cautiverio que estar el alma desligada
de la mano del Creador? (E 17). 352 Pues
comenzando a poblarse estos palomarcicos de 353 También
a veces me daban alegría las grandes contradiciones y murmuraciones que este
ir fundando ha provocado, con buena intención unos, otros por otros fines.
Mas tan gran alegría como de esto sentí, no me acuerdo, por trabajo que me
venga, haberla sentido; que yo confieso que en otro tiempo, cualquier cosa de
las tres que me vinieron juntas, fuera harto trabajo para mí. Creo que fue mi
gozo principal el parecerme que, pues las criaturas me pagaban así, es que
tenía contento al Creador (F 27, 21). (Se refiere al confinamiento por el
General con prohibición de fundar más conventos). 354 ¿No
había pagado ya por el pecado de Adán abundantísimamente, Señor? ¿Siempre que
volvemos a pecar lo ha de pagar este mansísimo Cordero? No lo permitáis,
Emperador mío; apláquese ya Vuestra Majestad; no miréis a los pecados
nuestros, sino a que nos redimió vuestro Sacratísimo Hijo, y a los méritos
suyos y de su Madre y de tantos santos y mártires como han muerto por Vos (CE
4, 2). 355 También
he pensado si la esposa pedía aquella unión tan grande como hacerse Dios
hombre, aquella amistad que hizo con el género humano. Porque está claro que
el beso es señal de paz y amistad grande entre dos personas (Mdt C 1, 11). 356 Ya
yo veo, Esposo mío, que Vos sois para mí; no lo puedo negar: por mí vinisteis
al mundo, por mí pasasteis tan grandes trabajos, por mí sufristeis tantos
azotes. Pues, oh esposa santísima, ¿cómo dije yo que vos decís, qué puedo yo
hacer por mi Esposo? (Mdt C 4, 6). 357 ¿Qué
podemos hacer por un Dios tan generoso, que murió por nosotros y nos creó y
da el ser, que no nos tengamos por muy dichosos de irle pagando algo de lo
que le debemos por lo que nos ha servido (de mala gana dije esta palabra, mas
ello es así, que no hizo otra cosa todo lo que vivió en el mundo), sin que le
pidamos mercedes de nuevo y regalos? (III M 1, 8). 358 Gran
error de no practicar el traer presente la humanidad de Nuestro Señor y
Salvador Jesu y su Sacratísima Pasión y Vida (VI M 7). 359 La
primera vez que Dios hace este regalo, quiere Su Majestad manifestarse al
alma por visión imaginaria de su sacratísima Humanidad, para que se de
perfecta cuenta y no ignore que recibe tan soberano don (VII M 2, 1). 360 He
quedado de aquí sin poder pensar en ninguna de las Tres Personas Divinas sin
entender que son todas tres; de manera que estaba yo hoy considerando cómo
siendo tan una unidad, había tomado carne humana el Hijo solo, y me dio el
Señor a entender cómo siendo una sola unidad, eran distintas (Cc 36ª, 2). 361 Estando
una vez con esta presencia de las Tres Personas que traigo en el alma, era
con tanta luz, que no se puede dudar que estaba allí Dios y verdadero, y allí
se me daban a entender cosas, que yo no las sabré decir después. Una de ellas
era cómo había tomado carne humana CRISTO, 362 Con
el cuidado que mi madre tenía de hacernos rezar y hacernos devotos de nuestra
Señora y de algunos santos, comenzaron a despertarme a la virtud cuando tenía
seis o siete años de edad, a mi parecer (V 1, 1). 363 Me
acuerdo que cuando murió mi madre, tenía yo doce años de edad, poco menos.
Cuando yo comencé a entender lo que había perdido, afligida, me fuí a una
imagen de nuestra Señora y le supliqué, con muchas lágrimas, que fuese mi
madre. Me parece que, aunque se hizo con simpleza, me ha valido; porque he
hallado a esta Virgen soberana muy claramente en cuanto la he encomendado y
al fin, me ha reconquistado (V 1, 7). 364 Nuestra
Señora le debía de ayudar mucho (al cura de Becedas), que era muy devoto de
su Concepción y en aquel día hacía gran fiesta. Al fin dejó de verla del todo
y no se hartaba de dar gracias a Dios por haberle dado luz (V 5, 6). 365 No
se cómo se puede pensar en 366 Aquí
se hace devota de 367 Me
parece que si hubieran tenido la fe como la tuvieron después de la venida del
Espíritu Santo, de que era Dios y hombre, no les impidiera; pues no se dijo
esto a 368 Estando
en estos mismos días, el de nuestra Señora de Cuando me acabaron de
vestir el manto, estaba yo con grandísimo deleite y gloria, y nuestra Señora
me asió las manos y me dijo que le agradaba mucho que glorificara a san José;
que creyera que el monasterio que intentaba construir se haría, y que en él
se serviría mucho al Señor y a ellos dos; que
no temiera que se fallara en esto jamás que, aunque la obediencia no
se prometía a mi gusto, su Hijo estaría con nosotras, como nos había prometido
y que, como señal de que esto sería verdad, me daba aquella joya... Era grandísima la hermosura
de nuestra Señora, aunque no me pareció ninguna imagen determinada, sino con
toda la belleza acumulada en el rostro, vestida de blanco con mucho
resplandor, no deslumbrante, sino suave... Nuestra Señora me pareció
muy joven. Estuvieron conmigo un poco y yo, con grandísima gloria y
felicidad, como nunca había gozado tanta. Y nunca quisiera perder tanto gozo.
Me pareció que los veía subir al cielo con gran multitud de ángeles (V 33,
14-15). 369 Estando
haciendo oración en la iglesia, antes de pasar dentro del monasterio, casi
arrobada, vi a Cristo, que con gran amor me recibía y me ceñía una corona y
me agradecía lo que había hecho por su Madre (V 36, 24). 370 Otro
día, estando todas en el coro en oración después de completas, vi a nuestra
Señora con grandísima gloria, con manto blanco, amparándonos a todas debajo
de él, entendí cuán alto grado de gloria daría el Señor a las de esta casa
(36, 24). 371 Guardamos
372 Quiera
el Señor que todo sea para alabanza y gloria suya y de 373 Un
día de 374 Ni
aborrecisteis, Señor de mi alma, cuando andabais por el mundo a las mujeres,
antes las favorecisteis siempre con mucha piedad y hallasteis en ellas tanto
amor... y más fe que en los +hombres, pues estaba la sacratísima Madre en
cuyos méritos merecemos (CE 4, 1). 375 Parezcámonos,
hijas mías, en algo a la gran humildad de 376 Y
¡qué es lo que debió de pasar la gloriosa Virgen y esta bendita Santa!
¡Cuántas amenazas, cuántas malas palabras, y cuántos empujones y groserías!
Pues ¿con qué gente tan cortesana trataban? ¡Sí lo eran! Cortesanos del
infierno y ministros del demonio. Cosa terrible debió de ser lo que pasaron;
sólo que, con el dolor de Cristo, no sentirían el suyo (C 26, 8). 377 Aquí
viene bien recordar cómo lo hizo con ¡Oh, Señora mía, con cuánta
exactitud se puede entender de Vos lo que pasa con la esposa del Cantar de
los Cantares! Y así podéis ver, hijas, en el oficio de nuestra Señora, que
rezamos cada semana, lo mucho que hay en él en las antífonas y lecturas (Mdt
C 6, 7-8). 378 Las
que se vieren en ese estado necesitan acudir a menudo como pudieren, a Su
Majestad, y tomar a su bendita Madre por intercesora (I M 2, 12). 379 Mas
bien sabe Su Majestad que sólo puedo presumir de su misericordia; y ya que no
puedo dejar de ser la que he sido, no tengo otro remedio sino llegarme a ella
y confiar en los méritos de su Hijo y de Alabadle, hijas, que lo
sois verdaderamente de esta Señora, y así no tendréis por qué afrentaros de
que yo sea ruín. Pues tenéis tan buena madre, imitadla y considerad qué tal
debe de ser la grandeza de esta Señora y el bien de tenerla por patrona, pues
no han bastado mis pecados y ser la que soy, para deslustrar en nada esta
sagrada Orden (III M 1, 3). 380 Pues
menos podrán pensar en la sacratísima Virgen, ni en la vida de los santos,
cuya memoria tan gran provecho y aliento nos da (VI M 7, 6). 381 Siempre
hemos visto que los que más cercanos anduvieron a Cristo nuestro Señor,
fueron los de mayores trabajos. Miremos lo que pasó su gloriosa Madre (VII M
4, 5). 382 No
pienses, cuando ves a mi Madre que me tiene en los brazos, que gozaba de
aquellos contentos sin grave tormento. Desde que le dijo Simeón aquellas
palabras, le dio mi Padre clara luz para que viese lo que yo había de padecer
(Cc 26ª, 1). 383 El
día de 384 Entendí
que tenía mucha obligación de servir a nuestra Señora y a san José; porque
muchas veces, estando perdida del todo, por sus ruegos me volvía a dar salud
(Cc 63ª). 385 Comienzo
en nombre del Señor, tomando por ayuda a su gloriosa Madre, cuyo hábito
tengo, aunque indigna de él, y a mi glorioso padre y señor san José, en cuya
casa estoy, que éste es el título de este monasterio de descalzas (F prl, 5). 386 Pasados
algunos días, considerando cuán necesario era si se hacían monasterios de
monjas, que hubiesen frailes de la misma regla, escribí a nuestro Padre
General una carta suplicándoselo lo mejor que yo supe, dando las causas por
donde sería gran servicio de Dios, y que los inconvenientes que podía haber
no bastaban para dejar tan buena obra, y poniéndole delante el servicio que
haría a nuestra Señora, de quien era muy devoto. Ella debió de ser la que lo
tramitó (F 2, 5). 387 Pues
se comenzaron a poblar estos palomarcicos de 388 Me
dijo el Señor que había estado su salvación en mucho peligro y que había
tenido misericordia de él por aquel servicio que había hecho a su Madre en
aquella casa que había dado para hacer monasterio de su Orden (F 10, 2). 389 Gran
cosa es lo que agrada al Señor cualquier servicio que se haga a su Madre (F
10, 5). 390 Si
decimos que estos principios son para renovar 391 Quiera
nuestro Señor, hermanas, que nosotras vivamos como verdaderas hijas de 392 Mas
393 Y
nosotras nos alegramos de poder servir en algo a nuestra Madre y Señora y
Patrona (F 29, 23). 394 La
imagen de nuestra Señora estaba puesta muy indecentemente, y el obispo don
Alvaro de Mendoza le ha hecho una capilla a su costa, y poco a poco se van
haciendo cosas en honor y gloria de esta gloriosa Virgen y de su Hijo (F 29,
28). 395 Lo
he dicho, porque estando en esta fundación de Palencia, acabó nuestro Señor
asunto tan importante en honor y gloria de su gloriosa Madre -pues es de su
Orden-, como Señora y Patrona que es nuestra. (Se trata del Breve pontificio
de la separación de los Descalzos) (F 29, 31). 396 Y
tenga vuestra señoría ánimo para andar por tierras extrañas; acuérdese de
cómo andaba nuestra Señora cuando fue a Egipto, y nuestro padre san José (Cta
9, 18). 397 Mi
"Priora" hace maravillas. Para que se entienda que esto es así, ha
ordenado nuestro Señor que yo esté de suerte que no parece sino que vine a
aborrecer la penitencia y a no preocuparme sino de mi regalo (Cta 37, 9). 398 Eso
no lo osara yo prometer, porque se que los Apóstoles tuvieron pecados
veniales. Sólo nuestra Señora no los tuvo Cta 167, 12). 399 Así
pienso que nos ha de acaecer en esta tempestad de tantos días, que si no
estuviera cierta de que los descalzos y descalzas viven procurando observar
su regla con rectitud y verdad, algunas veces habría temido que han de salir
los calzados con lo que pretenden (que es destruir este principio que 400 Mire
vuestra excelencia que este asunto toca a 401 Y
tomé por abogado y señor al glorioso san José y me encomendé mucho a él. Vi claro
que, tanto de esta necesidad como de otras mayores, de perder la fama y el
alma, este padre y señor mío me libró mejor de lo que yo lo sabía pedir. No
me acuerdo hasta hoy de haberle suplicado nada que no me lo haya concedido (V
6,6). 402 Es
cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este
bienaventurado santo, y de los peligros de que me ha librado, así de cuerpo
como de alma; que a otros santos parece que les dio el Señor gracia para
socorrer en una necesidad; pero a este glorioso santo tengo experiencia de
que socorre en todas, y quiere el Señor darnos a entender, que así como le
estuvo sometido en la tierra, pues como tenía nombre de padre, siendo
custodio, le podía mandar, así en el cielo hace cuanto le pide. Y esto lo han comprobado
algunas personas, a quienes yo decía que se encomendasen a él, también por
experiencia; y aun hay muchas que han comenzado a tenerle devoción, habiendo
experimentado esta verdad (V 6, 6) 403 Procuraba
yo celebrar su fiesta con toda la solemnidad que podía, más llena de vanidad
que de espíritu, queriendo que se hiciese bien y con muchos detalles, aunque
con buena intención (V 6, 7). 404 Querría
yo persuadir a todos que fuesen devotos de este glorioso santo, por la gran
experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido a
nadie que le tenga verdadera devoción y le haga particulares servivios, que
no lo vea más aprovechado en la virtud; pues ayuda mucho a las almas que a él
se encomiendan (V 6, 7). 405 Creo
que ya hace algunos años que el día de su fiesta le pido una cosa y siempre
la veo cumplida; si la petición va algo torcida, él la endereza para más bien
mío (V 6, 7). 406 Quien
no hallare maestro que le enseñe a orar, tome a este glorioso Santo por
maestro y no errará el camino. No quiera el Señor que haya yo errado
atreviéndome a hablar de él; porque aunque publico que soy devota suya, en
servirle y en imitarle siempre he fallado. Pues él hizo, como quien es, que
yo pudiera levantarme y no estar tullida; y yo, como quien soy, usando mal de
esta merced (V 6, 8). 407 No
me hartaba de dar gracias a Dios y al glorioso Padre mío san José, que me
pareció que él lo había traído, porque fray Pedro era Comisario General de 408 Un
día, después de comulgar, Su Majestad me mandó con mucha insistencia que lo
intentara con todas mis fuerzas, y me hizo grandes promesas de que se haría
el monasterio, y que Dios se glorificaría mucho en él, y que su título fuese
de san José, que él nos ampararía en una puerta y nuestra Señora en la otra
(V 32, 11). 409 Una
vez estaba en un apuro del que no sabía cómo salir, pues no tenía dinero para
pagar a unos albañiles, y se me apareció san José, mi verdadero padre y
señor, y me dijo que no faltaría dinero y que los contratara; y así lo hice,
sin un céntimo. Y el Señor de modo maravilloso que asombraba a los que lo
oían, me proveyó (V 33, 12). 410 Al
glorioso san José no vi con tanta claridad, aunque vi muy bien que estaba
allí, como en las visiones que he dicho que no se ven (V 33, 15). 411 Mas
¡ay, hijas!, encomiéndenme a Dios y sean devotas de san José, que puede mucho
(Cc 28ª). 412 Ya
entonces yo oraba mucho a nuestro Señor, suplicándole que no me fuese sin dejarles casa (en Sevilla),
y hacía que las hermanas se lo pidiesen y al glorioso san José, y hacíamos
muchas procesiones (F 25, 3). 413 Las
hermanas habían pedido mucho a san José que para su día tuviese casa (en
Burgos), y sin pensar que la tendrían tan pronto, se lo cumplió (F 31, 36). 414 Los
días primeros de pascua, u otros días de solemnidad, podrán cantar Laudes, en
especial el día del glorioso de san José (Const 1, 3). 415 Aunque
tenga muchos santos por abogados, tengan particularmente a san José, que
alcanza mucho de Dios (Av 65). En amor se está abrasando Aquel que nació temblando Envuelto en humano vuelo, Monjas del Carmelo (P 10). 416 ¡Ah,
pastores que veláis Por guardar vuestro rebaño. Mirad que nace un Cordero, Hijo de Dios Soberano! Viene pobre y despreciado, Comenzadle ya a guardar, Que el lobo os lo ha de
llevar Sin que le hayamos gozado, ¿No veis que es Dios
soberano? 417 Si
es Dios el que hoy ha nacido, ¿Cómo puede ser difunto? ¡Oh, que es hombre también
junto! (P 11) 418 Hoy
nos viene a redimir Un zagal, nuestro pariente, Gil, que es Dios
Omnipotente. Por eso nos ha sacado De prisión de Satanás. 419 Pues,
si es Dios, ¿cómo es vendido Y muere crucificado? 420 ¿No
ves que mató el pecado. Padeciendo el inocente? Gil, que es Dios
Omnipotente. Mía fe, yo le vi nacido, De una muy linda zagala. Pues si es Dios, ¿cómo ha
querido Estar tan pobre con gente? ¿No ves que es Omnipotente? Déjate de esas preguntas, Miremos por le servir, Y pues El viene a morir, Muramos con El, Llorente, Pues es Dios Omnipotente (P
12). 421 Danos
el Padre A su Unico Hijo: Hoy viene al mundo 422 En
pobre cortijo, ¡Oh, gran regocijo, que ya el hombre es Dios! No hay que temer: Muramos los dos. 423 Qué
fuerte amorío; Viene el inocente A padecer frío; Deja un señorío; En fin, como Dios. 424 Pues
¿cómo Pascual, Hizo esa franqueza, Que toma un sayal Dejando riqueza? Mas quiere pobreza, Sigámosle nos. 425 Pues
¿qué le darán Por esta grandeza? Grandes azotes Con mucha crudeza. 426 Pues
¿cómo se atreven Siendo Omnipotente? El ha de ser muerto De una mala gente. 427 Pues
si es eso, Llorente, Hurtémosle nos. ¿No ves que El lo quiere? Muramos los dos (P 13). Vertiendo está sangre Yo no se por qué. ¿Por qué, te pregunto, Hacen de El justicia, Pues que es inocente Y no tiene malicia? Tuvo gran codicia, Yo no se por qué, De mucho amarme... 428 Pues
luego en naciendo Le han de atormentar? Sí, que está muriendo Por quitar el mal; ¡Oh, qué gran zagal Será!, por mi fe... (P 15). 429 Este
Niño viene llorando; Mira Gil, te está llamando. Vino del cielo a la tierra Para quitar nuestra guerra; Ya comienza la pelea, Su sangre está derramando. 430 Fue
tan grande el amorío, Que no es mucho estar
llorando, Que comienza a tener frío Habiendo de estar
mandando... 431 Caro
nos ha de costar, Pues comienza tan temprano A su sangre derramar, Habremos de estar llorando. 432 No
viniera El a morir, Pudiera estarse en su nido; ¿No ves, Gil, que si ha
venido Es como león bramando? 433 Dime,
Pascual, ¿qué me quieres, Que tantos gritos me das? Que le ames, pues te quiere Y por tí está tiritando...
(P 16). Pues que la estrella Es ya llegada, Va con los Reyes La mi manada. Vamos todos juntos A ver al Mesías, Que vemos cumplidas Ya las profecías; Pues en nuestros días Nos es ya llegada, Va con los Reyes La mi manada. Llevémosle dones De grande valor, Pues vienen los Reyes Con tan gran hervor. Alégrese hoy Nuestra gran zagala... 434 No
cure Llorente De buscar razón, Para ver que es Dios Aqueste garzón; 435 Dale
el corazón. (P 18). 436 Me
sucedió que, estando un día en el oratorio, vi una imagen que se había
buscado para una fiesta que se hacía en casa, y la habían traído para
guardarla allí. Era de muy llagado, y
tan devota, que cuando la miré, toda me turbé de verle tal, porque representaba
muy bien lo que sufrió por nosotros (V 9, 1). 437 En
especial me hallaba muy bien en la oración del Huerto (V 9, 4). 438 Porque
pensar y reflexionar en lo que el Señor pasó por nosotros nos mueve a
compasión y es sabrosa esta pena y las lágrimas que de aquí proceden (V 12,
1; CN 2). 439 Pues
volviendo a lo que decía de pensar en
en 440 Y
veo yo claro y he visto después, que para agradar a Dios y para que nos
conceda grandes mercedes, quiere que sea por manos de esta Humanidad
sacratísima, en quien dijo Su Majestad que se deleita (Mt 3, 17) (V 22, 6; CN
12). 441 Cuando
en medio de nuestras ocupaciones y en las persecuciones y sufrimientos y
sequedades no se puede tener tanto sosiego, es muy buen amigo , porque le
miramos hombre, y le vemos con flaquezas y padecimientos, y nos hace
compañía. 442 Si
uno se acostumbra, con mucha facilidad se lo encuentra al lado; aunque
llegarán momentos o temporadas, en que el alma ni gozará de contemplación ni
podrá ponerse junto a . En estos casos vale lo que he dicho: no buscar
consuelos espirituales, sino abrazarse con la cruz, venga lo que viniere. Es
gran cosa. Desierto quedó el Señor de todos los consuelos; en los
sufrimientos le dejaron solo (V 22, 10; CN 12). 443 Me
dijo que cada día hiciese la oración sobre un misterio de 444 Que
siempre comenzase la oración meditando un misterio de 445 Casi
siempre se me representaba el Señor Resucitado, incluso cuando se me aparecía
en 446 Cuando
iba a la oración y miraba a en la
cruz, tan pobre y desnudo, no podía soportar ser rica y le rogaba con
lágrimas que me hiciera pobre como El (V 53, 3). 447 Se
me apareció como otras veces y me comenzó a enseñar la llaga de la mano
izquierda, mientras con la otra sacaba un clavo grande que en ella tenía
metido. Al sacar el clavo, sacaba también la carne. Se notaba que le producía
un gran dolor, que me lastimaba mucho; y me dijo que no dudara de que quien
había sufrido aquello por mí, mejor haría lo que le pidiera (V 39, 1). 448 ¡Oh,
Señor mío, cuántas veces os hacemos pelear a brazo partido con el demonio!
¿No bastaba que os dejaseis llevar en sus brazos cuando os llevó al pináculo
para enseñarnos a vencerle? Mas, ¡qué sería, hijas, ver aquel Sol al lado de
las tinieblas, y qué miedo tendría aquel desventurado, sin saber por qué!,
pues no permitió Dios que conociese el misterio, y cómo merecía por tal
atrevimiento que creara Dios un infierno nuevo para él. Bendita sea tanta
piedad y misericordia. 449 Qué
vergüenza habíamos de tener los cristianos de hacer luchar a Jesús cada día,
como he dicho, a brazo partido con tan sucia bestia. Fué muy necesario,
Señor, que tuvieseis los brazos tan fuertes, mas ¿cómo no se os quedaron
desfallecidos de tantos tormentos como sufristeis en la cruz? (C 16, 7). 450 Si
estáis con sufrimientos o triste, miradle camino del huerto; ¡qué aflicción
tan grande llevaba en su alma!; pues siendo la misma paciencia, la manifiesta
y se queja de ella. 451 miradle
cargado con la cruz, que ni siquiera respirar le dejaban. Y os mirará El con
unos ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores
para consolar los vuestros, solamente porque vais a consolaros con El y
porque volvéis la cabeza para mirarle (C 26, 5). 452 Pues,
si cuando iba por el mundo sólo con tocar sus vestidos curaba a los enfermos,
¿por qué hemos de dudar que hará milagros estando tan dentro de nosotros? (C
34, 8). 453 Me
parece que tiene razón el buen Jesús al pedir esto para Sí, porque ya sabemos
cuán cansado estaba de esta vida, cuando dijo en la última Cena a sus
Apóstoles: "¡cuánto he deseado cenar con vosotros esta Pascua!" (Lc
22, 15), que era la última de su vida. De lo cual se deduce cuán cansado
debía de estar ya de vivir, y hoy no se cansan los que tienen cien años,
porque siempre tienen deseo de vivir más. En verdad, no pasamos la vida tan
mal ni con tantos trabajos, como Su Majestad la pasó, ni tan pobremente. ¿Qué
fue su vida más que una contínua muerte, teniendo siempre delante de los ojos
la que le habían de dar tan cruel? (C 42, 1).
454 Pensando
en la sagrada Pasión, pensamos muchas más cosas de fatigas y tormentos que
allí debía de padecer el Señor, de las que los evangelistas escriben (Mdt C
1, 8). 455 Me
parece a mí que habla con tercera persona. Y es la misma, que da a entender
que en hay dos naturalezas, una divina
y otra humana (Mdt C 1, 10). 456 Acordaos
de cómo dejó el mundo a nuestro Señor,
y qué ensalzado lo había tenido el día de Ramos (Mdt C 2, 13). 457 Mirad
que dice el buen Jesús en la oración del Huerto: "La carne es
flaca", y acordaos de aquel tan admirable y lastimoso sudor. Pues si
aquella carne divina y sin pecado, dice Su Majestad que es flaca, ¿cómo
queremos que sea la nuestra tan fuerte, que no sienta la persecución que le
puede venir y los trabajos? Nuestro buen Jesús muestra la flaqueza de su
Humanidad antes de los sufrimientos y en el golfo de ellos tuvo gran
fortaleza, que no sólo no se quejaba, sino que no hizo ni un gesto en el
semblante que demostrara que padecía con flaqueza. Cuando iba al Huerto,
dijo: "Triste está mi alma hasta la muerte"; y estando en la cruz,
que era ya estar pasando la muerte, no se quejaba. Cuando en la oración del
Huerto, fue a despertar a los Apóstoles. Pues con más razón se hubiera
quejado a su Madre, cuando estaba al pie de la cruz, y no dormía, y padecía
en su alma y estaba muriendo dura muerte. Pues siempre nos consuela más
quejarnos a los que sabemos que sienten nuestros trabajos y nos aman (Mdt C
3, 8-9). 458 Y
que vea y goce el fruto que sacó Jesu nuestro Señor de su Pasión, regando
este árbol con su sangre con tan admirable amor (Mdt C 5, 7). 459 Pues
si nunca le miramos ni consideramos lo que le debemos y la muerte que pasó
por nosotros, no se cómo le podemos conocer ni hacer obras en su servicio.
Porque la fe sin obras y sin estar entroncadas en los méritos de Jesu, bien
nuestro, ¿qué valor puede tener ni quién nos despertará a amar a este Señor?
(II M 1, 12). 460 El
tormento que sufre y ha sufrido cierta alma que conozco, de ver ofender a
nuestro Señor, tan insufrible que mucho más quisiera morir que sufrirlo, y
pensando que si un alma con tan poquísima caridad comparada con la de -que se puede decir ninguna en su
comparación-, sentía este tormento tan insoportable, ¿cuál sería el
sentimiento de nuestro Señor Jesu y qué vida debía de pasar, pues tenía todas
las cosas presentes y estaba siempre viendo las grandes ofensas que se hacían
a su Padre? 461 Sin
duda yo creo que fueron unos dolores mucho mayores que los de su sacratísima
Pasión; porque entonces ya veía el fin de estos dolores y con eso, y con el
contento de ver nuestro remedio con su muerte y de demostrar el amor qu tenía
a su Padre padeciendo tanto por El, se le atenuarían los dolores. Igual que
les ocurre en esta vida a los que con las fuerzas del amor hacen grandes
penitencias que casi no las sienten y aún quisieran hacer más y más y todo
les parece poco. (V M 2,14). 462 Mirad
lo que le costó a nuestro Esposo el amor que nos tuvo que, por librarnos de la
muerte, la murió tan penosa como muerte de cruz V M 3, 12). 463 Le
dijo el mismo Crucificado consolándola, que El le daba todos los dolores y
trabajos que había sufrido en su Pasión, que los considerase propios para
ofrecerlos al Padre (VI M 5, 6). 464 O
comenzamos en la oración del Huerto, y no para el entendimiento hasta que
está puesto en la cruz; o tomamos un misterio de 465 Ni
es posible que el alma que tanto ha recibido de Dios, olvide las muestras de
amor tan preciosas, porque son vivas centellas para encenderla más en el que
tiene a nuestro Señor, sino que no se entiende, porque entiende el alma estos
misterios más plenamente, y es que se los representa el entendimiento y se
graban en la memoria, de manera que sólo de ver al Señor caído con aquel espantoso
sudor en el Huerto, le basta no sólo para una hora, sino para muchos días,
mirando con una sencilla mirada quién es y cuán ingratos hemos sido a tan
gran pena; luego acude la voluntad, aunque no sienta ternura, a desear servir
en algo tan gran merced y a desear padecer algo por quien tanto padeció, y a
otros afectos semejantes, en los que ocupa la memoria y el entendimiento (VI
M 7, 11). 466 Pues
créanme y no se ensimismen tanto, como ya he dicho en otra parte, que es
larga la vida y hay en ella muchos trabajos y hemos menester mirar a nuestro
dechado cómo lo pasó, y aun a sus
apóstoles y santos, para llevarlo con perfección (VI M 7, 13). 467 Cuando
nuestro Señor quiere regalar más a esta alma le manifiesta claramente su
sacratísima Humanidad de la manera que quiere, o como cuando vivió en el
mundo, o después de Resucitado; y aunque es con tanta rapidez que lo
podríamos comparar a la de un relámpago, queda tan esculpida en la
imaginación esta imagen gloriosísima, que tengo por imposible olvidarla hasta
que la vea donde sin fin la pueda gozar (VI M 9, 3). 468 Poned
los ojos en el Crucificado, y se os hará todo poco. Si Su Majestad nos mostró
el amor con tan espantables obras y tormentos, ¿cómo queréis contentarle con
sólo palabras? (VII M 4, 9). 469 Que
aunque no fuera más que ver a su Maestro tan aborrecido, era intolerable
sufrimiento. Pues los muchos que después sufrió en la muerte del Señor, tengo
para mí que, el no haber recibido martirio, fue por haberlo sufrido viendo
morir al Señor (VII M 4, 15). 470 Mucho
me sirve, mas gran cosa es seguirme desnudo de todo como yo me puse en la
cruz (Cc 56ª). 471 El
día de Ramos, acabando de comulgar, quedé con gran suspensión, de manera que
aun no podía pasar 472 Y
ayúdele a llevar la cruz y piense que toda la vida vivió el en ella y no
quiera aquí reino ni deje jamás la oración. Y decídase, aunque le dure toda la
vida la sequedad, a no dejar a caer en
la cruz (V 11, 11). 473 Es
importantísimo que comience el alma el camino de la oración despegándose de
todo género de contentos, y entrar determinada sólo a ayudar a llevar la cruz
a (V 15, 11; CN 5). 474 Pues
ahí podéis ver, hijas, lo que dio a quien más amaba, de donde se deduce cuál
es su voluntad. Así que éstos son sus dones en este mundo. Da conforme al
amor que nos tiene: a quienes ama más, da más de estos dones; a quienes ama
menos, da menos, y de acuerdo con el ánimo que ve en cada uno y el amor que
tiene a Su Majestad. Al que le ama mucho, ve que puede padecer mucho por El;
al que le ama poco, ve que puede padecer poco. Tengo para mí que la medida de
poder llevar gran cruz o pequeña es la del amor. Así que, hermanas, si tenéis
amor, procurad que no sean palabras de cumplimiento las que decís a tan gran
Señor, sino esforzaos a pasar lo que Su Majestad quiera. Porque si dais la
voluntad de otra manera, es como si enseñarais la joya y la fuerais a dar y
pidierais que os la reciban; y cuando extienden la mano para cogerla,
volvierais vos a guardarla muy bien (C 32, 7). 475 ¿Sabéis
qué es ser espiritual de veras? Hacerse esclavos de Dios, a quienes,
señalados con su hierro, que es el de la cruz, porque ya ellos le han dado su
libertad, los puedan vender como esclavos de todo el mundo como El lo fue,
que no les hace ningún agravio ni pequeña merced (VII M 4, 9). 476 "Cree,
hija, que a quien mi Padre más ama, da mayores trabajos, y éstos responde el
amor. ¿En qué te lo puedo demostrar más, que queriendo para tí lo que quise
para Mí? Mira estas llagas, que nunca llegarán aquí tus dolores: Este es el
camino de la verdad" (Cc 26ª, 1). 477 De
cosas corporales de enfermedades no se aflija mucho. Ya sabe que si ha de
gozar del Crucificado, ha de pasar cruz; que esto no es menester que se lo
pidan, que a los que Su Majestad ama, llévalos como a su Hijo (Cta 235, 11). Me han causado gran lástima
los trabajos que tiene. En fin, han de ir por la cruz, los que han de gozar
del que en ella se puso (Cta 358, 5). 478 "¡Oh,
Jesús mío! Cuán grande es el amor que tenéis a los hijos de los hombres, que
el mayor servicio que se os puede hacer, es dejaros a Vos por su amor y
ganancia..., pues con tanta sangre vemos demostrado el amor tan grande que
tenéis a los hijos de Adán (E 2). 479 ¡Cómo
fue necesario todo el amor que tenéis a las criaturas para poder sufrir tanto
desatino y esperar a que sanemos y procurarlo de mil maneras y medios! (E
12). 480 Pues,
si es Dios, cómo es vendido Y muere crucificado? ¿No ves que mató el pecado,
Padeciendo el
inocente? (P 19). 481 ¡Oh,
Hijo del Padre Eterno, Jesu, Señor nuestro, Rey verdadero de todo! ¿Qué
dejaste en el mundo, qué pudimos heredar de Vos vuestros descendientes? ¿Qué
poseísteis, Señor mío, sino trabajos y dolores y deshonras, y aun no
tuvisteis sino un madero en que pasar el trabajoso trago de la muerte? En
fin, Dios mío, que los que quisiéramos ser vuestros hijos vedaderos y no
renunciar a la herencia, no nos conviene huir del padecer. Vuestras armas son
cinco llagas. ¡Ea pues, hijas mías!, ésta ha de ser nuestra divisa, si hemos
de heredar su reino; no con descansos, no con regalos, no con honras, no con
riquezas se ha de ganar lo que El compró con su sangre (F 10, 11). 482 Y
con esta luz Dª Catalina Godínez puso los ojos en el Señor, que estaba en la
cruz derramando sangre y pensó cuán maltratado estaba, y cuán diferente
camino llevaba ella llena de soberbia (F 22, 6). 483 La
visión no es de un hombre muerto, sino de Cristo vivo, que manifiesta que es
Hombre y Dios; no como estaba en el sepulcro, sino como salió de él después
de resucitado (V 28, 8). 484 Y
pensando en la gloria que esperamos y en el amor que el Señor nos tuvo y en
su Resurrección se va llenando el alma de gozo (V 12, 1; CN 2). 485 ¿Quién
nos impide que permanezcamos con el Señor Resucitado, ya que lo tenemos tan
cerca en el Sacramento donde está glorificado¬? (V 22, 6; cn 12). 486 Un
día de san Pablo, estando en misa, se me representó la sacratísima Humanidad
Resucitada, con tanta hermosura y majestad como ya se la describí a usted
cuando tan insistentemente me lo mandó, y me costó muchísimo, pues no se
puede decir sin que uno quede deshecho; a pesar de todo, ya se lo dije lo
mejor que supe, y no es necesario repetirlo (V 28, 3). 487 Vi
a Cristo con gran majestad y gloria, manifestando gran contento de lo que
allí estaba ocurriendo; y así me lo dijo,y quiso viera con claridad que en
semejantes pláticas siempre está El presente, y lo mucho que le glorifica
cuando así se deleitan hablando de El (V 34, 17). 488 Si
estáis alegre, miradle resucitado; que sólo imaginar cómo salió del sepulcro
os alegrará. Con qué claridad y con qué hermosura salió!; ¡con qué majestad, qué
victorioso, qué alegre! Como el que venció en la batalla en la que ganó un
Reino tan grande que todo lo quiere para vos, junto con él. Pues ¿es mucho
pediros que volváis una vez los ojos para mirar a quien tanto os da? (C 26,
4). 489 Se
le manifestó el Señor acabando de comulgar, en figura de gran esplendor y
hermosura y majestad, como después de Resucitado (VII M 2, 1). 490 En
san José de Avila un día, oyendo la misa al padre Francisco de Salcedo vi al
Señor glorificado en 491 Lo
que hay que procurar, según ellos, es ver a Dios inmenso que está en todas
partes y verse engolfado en El (V 22, 1; CN 12). 492 El
Señor me enseñó esta verdad, que tuviera la certeza de que nada de lo que
tenía era mío, sino de Dios, y así como no me apenaba de oir alabar a otras
personas, sino que me alegraba y me consolaba mucho de ver que allí se
manifestaba Dios, tampoco podía sentir pena de que manifestara en mí sus
obras (V 31, 14). 493 Aprender
a mirar al Señor en lo muy interior de su alma, es una mirada muy unitiva y
mucho más provechosa que mirarle fuera de sí mismo; esto se lee en algunos
libros de oración que enseñan dónde hay que buscar a Dios. Sobre todo lo dice
San Agustín que ni en las plazas, ni en los deleites, ni en ninguna parte que
lo buscaba, lo encontraba como dentro de sí. Y esto es mucho mejor, pues no
es necesario subir al cielo, ni ir más lejos que a nuestro interior, porque
buscarlo fuera cansa el espíritu y distrae el alma y no produce tanto fruto
(V 40, 6). 494 Para
buscar a Dios en lo interior (donde se encuentra mejor y con más provecho que
en las criaturas, como dice san Agustín, que lo halló después de haberlo
buscado en muchas partes), es gran ayuda cuando Dios hace esta merced. Y no
creáis que este recogimiento es fruto del entendimiento activo, que se
esfuerza en pensar que Dios está dentro de sí, ni de la imaginación, que lo
representa dentro de sí. Bueno es esto y excelente manera de meditación,
porque se funda sobre la verdad de que Dios está dentro de nosotros mismos;
mas no es esto, que cada uno lo puede hacer -con el favor de Dios, ya se
entiende-; mas lo que digo es de diferente manera, y que algunas veces, antes
de que comience a pensar en Dios, ya esta gente está en el castillo, que no
se por dónde ni cómo oyó el silbo de su Pastor, que no fue por los oídos,
pues no se oye nada, mas siéntese notablemente un recogimiento suave en lo
interior, como verá quien lo experimenta, que yo no lo se explicar mejor.
Paréceme que he leído que sucede como a un erizo o tortuga cuando se retiran
hacia sí; y debíalo de entender quien lo escribió. Con la diferencia de que
los erizos y tortugas entran en sí cuando quieren; pero la oración de
recogimiento no está en nuestro querer, sino llega cuando Dios nos quiere
hacer esta merced (IV M 3, 3). 495 Mas
entiendo que quedan unas verdades en esta alma tan fijas de la grandeza de
Dios, que aunque no tuviera fe que le dice quién es y que está obligada a
creerle por Dios, le adorara desde aquel punto por tal, como hizo Jacob
cuando vio la escala (Gn 28, 12), que con ella debía de entender otros
secretos, que no los supo decir; que sólo por ver una escala por la que
bajaban y subían ángeles, de no haber recibido más luz interior, no hubiera
entendido tan grandes misterios. Ni tampoco Moisés supo decir todo lo que vio
en la zarza, sino lo que quiso Dios que dijese (Ex 3, 12); mas si no hubiera
revelado Dios a su alma secretos con certidumbre para que viese y creyese que
era Dios no se hubiera expuesto a tantos y tan grandes trabajos; mas debió de
entender tan grandes cosas dentro de los espinos de aquella zarza, que le
dieron ánimo para hacer lo que hizo por el pueblo de Israel (IV M 4, 6-7). DESOBEDIENCIA 496 Me
parece que si no hay obediencia, no son monjas (C 18, 7). 497 Bueno
es hacer penitencia, pero si la priora ha mandado que no la hagan sin permiso
y el demonio les hace creer que siendo una cosa tan buena por qué no ha de
desobedecer y a escondidas se da tal vida que llega a perder la salud y a no
cumplir lo que dispone la regla, ya veis cómo terminó ese bien (I M 2, 16). 498 Si
la que es neurasténica desobedeciera al prelado, que lo pague como la sana y
ninguna cosa se le perdone (F 7, 6). 499 Si
no obedeciera a lo que el confesor le dice y no se deja guiar por él, o tiene
mal espíritu o terrible neurastenia (F 8, 5). 500 Gravísima
culpa es si alguna es desobediente, o por manifiesta rebeldía no obedece al
mandamiento del prelado o superior que a ella en particular, o a todas en
general hubiere sido mandado (Const 15, 5). 501 Y
crea vuestra señoría que si yo los viera desobedientes, no los vería ni
escucharía; mas no puedo yo ser tan hija de vuestra señoría como ellos se
demuestran (Cta 81, 10, al P. Juan Bautista Rubeo). 502 Hoy
me escribió el señor don Teutonio, que está en Madrid, que no iba ya el
Nuncio. Si esto es así, si no está en Alcalá con la disculpa de que vuestra
reverencia está enfermo, de ninguna manera se sufre que parezca que no le
obedece (Cta 184, 1, al P. Ambrosio Mariano de san Benito). 503 Teme
usted que habrá otras como Ana de Jesús. Por cierto, más las querría yo ver
peor que ella estuvo, que no desobedientes; porque para ver que alguna ofende
a Dios no tengo paciencia, y para todo lo demás veo que me da el Señor mucha
(Cta 197, 504 ¡Oh,
padre mío, qué trabajo es ver tantos cambios en las de esta casa! ¡Y cuántas
cosas les parecían insufribles antes, de las que ahora adoran! Tienen la
perfección de la obediencia con mucho amor propio, y así las castiga Dios
allí donde ellas faltan (Cta 227, 6, al Lic Gaspar de Villanueva, Malagón). 505 Mas
allá se dan tan buena maña a no obedecer, que no me ha dado poca pena esto
último, por lo mal que ha de parecer en toda 506 Y
si ha de ir -como ahora- para sentar precedentes en 507 Volver
las de Beas es tan acertado que si no es por el miedo que tengo de ayudar a
hacer ofensas de Dios con desobediencia, enviaría a vuestra reverencia un
gran precepto; porque para todo lo que toca a las descalzas hago las veces de
nuestro padre provincial (Cta 424, 10). 508 Era
muy sincero, jamás nadie le vio jurar ni murmurar (a su padre) (V 1, 2) 509 No
hablaba mal de nadie por poco que fuese, sino evitaba siempre toda
murmuración, pues tenía muy presente que no había de querer ni decir de otra
persona lo que no quería que dijesen de mí. Tomaba esto con mucho empeño para
las ocasiones que había...y así, a las que vivían conmigo y me trataban
persuadía tanto a esto, que se quedaron con esta costumbre. Se llegó a
divulgar que donde yo estaba tenían seguras las espaldas, y así procedían mis
amigas y parientes y esto les enseñaba (V 6, 3). 510 El
no tenerme por tan ruín se debía a que me veían tan moza y en tantos peligros
y a que buscaba ratos de soledad para rezar y leer; a que hablaba mucho de
Dios...; y que no hablaba mal de nadie (V 7, 2). 511 Andan
ya las cosas del servicio de Dios tan flacas, que es menester hacerse
espaldas unos a otros los que viven el evangelio para seguir adelante, según
se tiene por bueno andar en las vanidades y contentos del mundo. Para los que
caminan según el mundo hay pocos ojos; pero si uno comienza a darse a Dios
hay tantos que murmuren, que es menester buscar compañía para defenderse (V
7, 22). 512 Con
todo sabéis Vos, mi Señor, que clamaba muchas veces ante Vos disculpando a
las personas que murmuraban de mí porque me parecía que les sobraba razón
para ello (V 19, 7; CN 9). 513 Comenzó la murmuración y persecución de
golpe y, a mi parecer, con mucha razón;...Decían que me las daba de santa y
que inventaba novedades, cuando estaba muy lejos de cumplir mi regla y de
aventajar a las buenas y santas monjas que estaba en aquel monasterio..., cuando
era yo la que quitaba lo bueno y ponía costumbres que no lo eran;... Así que
sin culpa suya me condenaban. Y no eran sólo las monjas, sino otras personas;
me descubrían verdades, porque Vos lo permitíais (V 19, 8; CN 9). 514 Fue
tan fuerte la tentación y la murmuración, que quería salir de esta ciudad e
ingresar en otro monasterio de clausura más estricta que en el que vivía, de
cuya austeridad había oído hablar. Pertenecía a mi Orden y estaba muy lejos,
que eso es lo que a mí me hubiera gustado, estar donde no me conocieran, pero
nunca mi confesor me lo permitió (V 31, 13). 515 Ya
se puede preparar bien un alma que así permite Dios que sea el centro de los
ojos del mundo, porque si ella no quiere morir al mundo, el mismo mundo la
matará. Lo único bueno que en verdad me parece bien del mundo es que no
tolera faltas en los buenos y que los perfecciona a fuerza de murmuraciones
(V 31, 17). 516 No
murmuraba ni hablaba mal de nadie y creo que no podía querer mal a nadie (V
32, 7). 517 Apenas
se supo en la ciudad, cayó sobre nosotras una gran persecución que sería
largo de contar; comentarios, risas, el decir que era disparate; a mí me
decían que ya estaba bien en mi monasterio; a mi amiga le hacían tanta
persecución que la tenían deshecha. Yo no sabía qué hacer; en parte me parecía
que tenían razón. 518 Estando
así de abatida encomendándome a Dios, comenzó Su Majestad a consolarme y
animarme. Me dijo que ahora me daría cuenta de lo que habían sufrido los
santos fundadores y que todavía me esperaba sufrir más de lo que yo podía
imaginar; pero que no nos preocupáramos de nada...Casi nadie se puso de
nuestra parte en toda la ciudad, incluso personas de oración estaban en
contra, pues les parecía grandísima locura. Fueron tantos los comentarios y
el alboroto de mi monasterio, que el provincial no se atrevió a mantenerse
frente a todos (V 32, 14-15). 519 Como
todo se vino abajo, se confirmó la opinión de la gente de que todo era
ilusión de mujeres y creció la murmuración contra mí a pesar de había obrado
hasta entonces por mandato de mi provincial (V 33, 1). 520 Ahora
ya, gloria a Dios, aunque murmuran mucho de mí y con buena intención, y
tienen miedo de hablar conmigo y de confesarme, y otros me dicen otras cosas,
como se que por este medio el Señor ha curado muchas almas... y pienso lo
mucho que sufrió el Señor por una sola, muy poco me importa todo (V 40, 21). 521 Y
si tienen humildad verdadera, dichosa esta sierva de vida activa que no
murmurará de nadie, sino de sí. Mejor quisiera yo ser ella, que muchas
contemplativas (C 18, 5). 522 Coged
hijas, aquella cruz; no os importe que os atropellen los judíos, para que él
no camine con tanto trabajo; no hagáis caso de lo que os digan; haceos sordas
a las murmuraciones (C 26, 7). 523 Y
si se le dice a un murmurador que es voluntad de Dios que quiera para su
prójimo lo mismo que para sí, no tiene paciencia para soportarlo; ni habrá
razones suficientes que se lo hagan entender (C 33, 1). 524 Hay
que obrar con suma prudencia para que no nos engañe el demonio, y no
comentarlo unas con otras, para que el demonio no saque gran ganancia
comenzando costumbre de murmuración (I M 2, 18). 525 Como
entendió una que estaba en esta aflicción, de parte de nuestro Señor:
"No tengas pena, que ellos o han de alabarme a mí o murmurar de tí; y en
cualquier cosa de éstas ganas tú" (VI M 4, 17). 526 Y
luego las persecuciones y murmuraciones, y aunque ella quiera estar sin
miedos no la dejan, porque son muchas las personas que se los infunden, sobre
todo los confesores...,teme que la engañe el demonio hasta llegar a ofender a
quien tanto ama, que de las murmuraciones tiene poca pena, si no es cuando el
confesor la aprieta, como si ella pudiese impedir las gracias que recibe (VI
M 6, 1). 527 ¡Oh,
qué buena locura, hermanas, si nos la diese Dios a todas, y qué merced os ha
hecho de traeros a un lugar donde aunque el Señor os haga esto y lo
manifestéis, más bien os ayudarán que os murmurarán, lo que no ocurriría si
estuvierais en el mundo, donde se usa tan poco este pregón, que no es mucho
que lo murmuren (VI M 6, 11). 528 Y
en todo defiende a estas almas y responde por ellas en las persecuciones y en
las murmuraciones, como hizo por 529 Pensáis
que le sería poca mortificación a una señora como ella irse por esas calles,
y por ventura sola, porque el fervor le impedía fijarse en cómo iba y entrar
donde nunca había entrado y después sufrir la murmuración del fariseo y otras
muchas que debía de sufrir? (VII M 4, 15). 530 En
cosas que murmuraran de mí, que son hartas y en mi perjuicio, también me
siento muy mejorada; casi me hace la impresión que le haría a un bobo. Me
parece casi siempre que tienen razón (Cc 18, 5). 531 Cuando
se supo en la ciudad, hubo mucha murmuración: unos decía que yo estaba loca;
otros esperaban el fin de aquel desatino (F 3,3). 532 A
esto se juntaron todas las dificultades que podían poner los que lo habían
murmurado mucho, y entendí claro que tenían razón (F 3, 11). 533 Mas
habían ido con tantas murmuraciones al gobernador, que me dio la licencia con
la condición de que fundase como en otras partes (F 15, 15). 534 Además
me dijeron a la vez otros dos falsos testimonios muy graves que me
levantaban. Yo os digo, para que veáis la misericordia del Señor y cómo no
desampara a quien desea servirle, que no sólo no me dio pena, sino un gozo
tan accidental que no cabía en mí, de manera que no me espanto de lo que
hacía el rey David, cuando iba delante del arca del Señor; porque no quisiera
yo entonces hacer otra cosa según el gozo que sentía, que no sabía cómo
disimularlo. No se la causa, porque en otras grandes murmuraciones y
contradicciones en que me he visto, no me ha acaecido tal; y al menos una
cosa de éstas que dijeron de mí, era gravísima (F 27, 20). 535 Algunas
veces me daban contento las grandes contradicciones y murmuraciones que en
este ir a fundar ha habido, con buena intención unos, otros por otros fines.
Mas no recuerdo haber sentido tan gran alegría por ningún trabajo como la que
por esto sentí. Confieso que en otro tiempo, cualquier cosa de las tres que
me vinieron juntas, hubiera sido harto trabajo para mí (F 27, 21). 536 De
aquí de Pastrana comenzó a procurar la santa Cardona con qué hacer su
monasterio y para eso volvió a 537 Todas
aquellas cosas que la madre hubiera castigado o definido en capítulo, ninguna
hermana las cambie de él con murmuración, porque esto origina discordias y se
pierde la paz en el convento y se constituyen bandos y usurpan el oficio de
los mayores (Const 10, 9). 538 El
día que en algún monasterio tenga amistad particular, aunque sea como la de
san Jerónimo con santa Paula, no se librará de murmuraciones, como ellos no
se libraron; y no sólo hará daño en aquella casa, sino en todas, que en
seguida lo hace saber el demonio para ganar algo (Vta D 45). 539 En
todas las pláticas y conversaciones siempre mezcle algunas cosas
espirituales, y con esto se evitarán palabras ociosas y murmuraciones (Av
14). 540 Jamás
de nadie digas mal, sino de tí misma, y cuando te goces en esto, vas
aprovechando mucho (Av 22). 541 De
esas murmuraciones de frailes ninguna pena tengo, que ocurrirá como en las
otras calumnias que le han levantado (Cta 170, 3, al P. Ambrosio Mariano de
san Benito, en Madrid). 542 Ya
se acordará de lo que murmuran estos viajes míos (Cta 280, 7, al P. Jerónimo
Gracián). 543 Me
parece cordura huir como de una fiera de la lengua de una mujer apasionada
(Cta 184, 544 Surgen
muchos inconvenientes de juntarse muchos, tanto para el silencio como por el
desconcierto de la comunidad e incluso algunas veces puede haber murmuración
(Cta 385, 12, al P. Gracián). 545 Me
he alegrado mucho de que les vaya tan bien en todo, en especial de que haya
habido alguna ocasión sin haber dado motivo de que las murmuren, que es muy
linda cosa, porque han tenido pocas en qué merecer en esa fundación (Cta 403,
546 Si
es espíritu de demonio creo que el alma que tenga experiencia lo entenderá;
porque deja inquietud y poca humildad y poca disposición para recibir los
efectos que produce el espíritu de Dios. No deja luz en el entendimiento, ni
firmeza en la verdad (V 15, 10; CN 5). 547 Me
dijo que, según el parecer de los dos, me movía el espíritu del demonio (V
23, 14). 548 ¡Cuántas
dificultades pone el demonio y cuántos temores a quien quiere seguir a Dios
más de cerca! (V 23, 15). 549 Tengo
por cierto que Dios no permitirá que el demonio engañe al alma que no se fia
de sí misma y que está tan firme en la fe, que puede afirmar que por un punto
de ella moriría mil muertes (V 25, 12). 550 Cuando
es demonio parece que se esconden todos los bienes y huyen del alma, según
queda de desabrida y alborotada y sin ningún efecto bueno; porque aunque
parece que pone buenos deseos, no son fuertes; la humildad que deja es falsa,
alborotada y sin suavidad (V 25, 14). 551 Pues
si este Señor es poderoso, como veo que lo es y se que lo es, y los demonios
son sus esclavos (y esto no se puede dudar, pues es de fe), si yo soy esclava
de este Señor y Rey, ¿qué mal me pueden hacer ellos a mí? ¿Por qué yo no he
de tener fortaleza para combatir con todo el infierno? (V 25, 19). 552 No
entiendo estos miedos: "¡demonio! ¡demonio!, donde podemos decir:
"¡Dios! ¡Dios!" y hacerle temblar. Sí, que ya sabemos que el
demonio no se puede menear si el Señor no lo permite. ¿Qué es esto? Es sin
duda, que tengo yo más miedo a los que tan grande le tienen al demonio, que a
él mismo; porque él no puede hacer nada y los otros, sobre todo los
confesores, inquietan mucho (V 25, 22). 553 Tengo
por una de las grandes mercedes que me ha hecho el Señor este ánimo que me
dio contra los demonios (V 26, 1). 554 Porque
como antes era tan ruín, yo decía que no podía creer que el demonio, para
engañarme y llevarme al infierno, me quitase los vicios y me pusiese virtudes
y fortaleza (V 28, 13). 555 Les
parecía tan cierto a algunas personas que yo tenía demonio, que me querían
exorcizar (V 29, 4). 556 Quiero
narrar, ya que he dicho algunas tentaciones y turbaciones interiores y
secretas que el demonio me causaba,
otras intervenciones suyas, que eran casi públicas y que claramente se
veía que las hacía él. 557 Estaba
una vez en un oratorio y se me apareció hacia el lado izquierdo, en figura
abominable; concretamente le miré la boca, porque me habló, y la tenía
espantosa: parecía que le salía una gran llama del cuerpo, toda clara, sin
sombra. Me dijo espantosamente que bien me había librado de sus manos, pero
él me volvería a coger. Yo tuve mucho miedo y me santigüé como pude y
desapareció, y luego volvió otra vez. Dos veces me acaeció esto. Yo no sabía
qué hacer; tenía allí agua bendita y la eché hacia aquel lugar y no volvió
más. 558 Otra
vez estuvo cinco horas atormentándome con tan terribles dolores y desasosiego
interior y exterior, que ya no podía sufrir más. Las personas que estaban
conmigo estaban espantadas y no sabían qué hacer, y yo no podía dominarme. 559 Cuando
los dolores y sufrimientos corporales son muy intolerables, suelo orar
interiormente como puedo, suplicando al Señor que si aquel martirio le
glorifica, me de Su Majestad paciencia para que pueda soportarlo, si es
necesario, hasta el fin del mundo. Como esta vez el sufrimiento era tan
cruel, lo soportaba con oración y con esta determinación. Quiso el Señor que
me diese cuenta de que era el demonio, porque ví junto a mí un negrillo muy
abominable, regañando como desesperado, porque donde pretendía ganar era
vencido. Cuando yo lo ví me reí; y no le tuve miedo, porque estaban conmigo
algunas personas que no podían soportar aquel espectáculo, ni sabían qué
remedio podían poner a tanto tormento, pues me hacía dar grandes golpes con
el cuerpo, cabeza y brazos, sin que yo lo pudiese resistir, y lo peor era el
desasosiego interior, pues de ningún modo podía tener sosiego. No me atrevía
a pedir agua bendita para no asustarlas y para que no sospechasen lo que
estaba ocurriendo. 560 Pues,
como no cesaba el tormento, dije: Si no lo tomasen a risa, pediría agua
bendita. Me la trajeron y me rociaron con ella, y seguía igual el tormento;
la eché hacia donde estaba el demonio, y al instante se fue y se me quitó
todo el mal, como si me lo quitaran con la mano, aunque quedé cansada igual
que si me hubieran dado una paliza. Pensé, y me aprovechó mucho, que si
cuando el Señor le da licencia hace tanto mal a un alma y a un cuerpo que no
son esclavos suyos, ¿qué hará cuando los posea? Y me entraron ganas nuevas de
verme libre de tan ruín compañía (V 31, 1-5). 561 Hace
poco tiempo me acaeció lo mismo, aunque no duró tanto, y yo estaba sola, pedí
agua bendita, y las que entraron cuando ya se habían ido los demonios (que
eran dos monjas muy de fiar, incapaces de mentir), olieron un olor muy malo,
como de piedra azufre; yo no lo olí; duró tanto el olor que pudo ser bien
percibido (V 31, 6). 562 Otra
vez estaba en el coro y me dio un gran ímpetu de recogimiento; me fuí de allí
para que no lo notaran, aunque todas oyeron dar grandes golpes cerca de donde
yo estaba, y yo junto a mí oí hablar palabras fuertes como si tramaran algo,
aunque no entendí qué; mas yo estaba tan absorta en oración, que no entendí
nada ni tuve ningún miedo. Esto ocurría casi siempre que el Señor me concedía
la merced de que por mi persuasión se aprovechara algún alma (V 31, 6). 563 Yo
supliqué a Su Majestad que se le suavizasen aquellos tormentos y tentaciones
y que aquellos demonios me atormentaran a mí, con tal de que yo no ofendiera
en nada al Señor, y entonces me ocurrieron las dos cosas que he referido (V
31, 7). 564 Una
noche creí que me ahogaban; y cuando echaron agua bendita, vi cómo gran
multitud de demonios se despeñaban (V 31, 9). 565 Son
tantas las veces que estos malditos me atormentan y es tan poco el miedo que
yo les tengo, viendo que no se pueden mover si el Señor no les da licencia,
que le cansaría a V. y me cansaría yo si las refiriera todas. 566 Sirva
lo escrito para que el verdadero siervo de Dios no de importancia a los
espantajos que los demonios ponen para meter miedo; tengan entendido que cada
vez que los despreciamos pierden fuerza, y el alma queda mucho más señora (V
31, 9-10). 567 Siempre
queda algún gran provecho de haber vencido la tentación, que no lo digo por
no alargarme; sólo digo lo que me acaeció una noche de las ánimas: estando en
mi oratorio rezando, terminando un nocturno, al decir unas oraciones muy
devotas de nuestro breviario, se puso el demonio encima del libro para que no
terminara la oración. Yo me santigüé y él se fue. Comencé otra vez el rezo y
volvió. Creo que comencé tres veces y, hasta que no eché agua bendita, no
pude terminar. Vi que en aquel instante salieron algunas almas del
purgatorio, que les debía de faltar poca purificación, y pensé que quizá
quería impedirlo (V 31, 10). 568 Pocas
veces lo he visto en figura visible y muchas sin ella, como en aquella visión
de que hablé ya, que se ve intelectualmente con claridad que está allí (V 31,
10). 569 Quiero
decir también algo que me impresionó mucho: estando un día de 570 Otras
veces veía gran multitud de demonios a mi alrededor y me parecía que toda mi
persona estaba rodeada de una gran luz que les impedía acercarse a mí (V 31,
11). 571 Tengo
ya tan entendido lo poco que pueden los demonios si estoy unida a Dios, que
casi no les tengo ningún miedo; porque sólo tienen fuerzas con las almas
rendidas a ellos y cobardes; aquí demuestran ellos su poderío (V 31, 11). 572 Algunas
veces en las tentaciones que ya dije, me parecía que todas las vanidades y
flaquezas de tiempos pasados volvían a despertarse en mí, y tenía que
encomendarme mucho a Dios. Como me venían aquellos pensamientos, seguía
después el tormento de creer que todo debía de ser obra del demonio, hasta
que me sosegaba el confesor (V 31, 11). 573 Me
armó el demonio una batalla interior que ahora voy a contar: me vino la duda
de si había obrado bien y de si había ido contra la obediencia... 574 También
me sugería el demonio que cómo con tantas enfermedades me quería encerrar en
casa tan estrecha. Mas no dejó el Señor padecer mucho a esta pobre sierva;
porque en las tribulaciones siempre me socorrió, y así fue en ésta, que me
dio un poco de luz para ver que era demonio, y para que pudiera comprender la
verdad, y que todo era trama suya para asustarme con mentiras (V 36, 7-9). 575 Al
acercarme una vez a comulgar, vi con los ojos del alma más claro que con los
del cuerpo, dos demonios de forma muy abominable. Con los cuernos rodeaban la
garganta del pobre sacerdote y vi a mi Señor con majestad en aquellas manos
pecadoras que me daban 576 ¿Qué
sería, Señor mío, ver vuestra hermosura entre figuras tan abominables?
Estaban ellos como amedrentados en vuestra presencia, que de buena gana
parece que hubieran huído, si Vos los dejarais ir (V 38, 23). 577 Cuando
amortajaban aquel cuerpo, ví que muchos demonios lo cogían y como que jugaban
con él, y lo arrastraban con garfios. Quedé aterrada. 578 Cuando
lo llevaban a enterrar con las ceremonios y honras que a todos, pensaba yo en
la bondad de Dios que encubría su enemistad con aquella alma, porque no
quería su difamación. 579 Estaba
yo medio boba de lo que había visto: Al meter aquel cuerpo en la sepultura,
era tal la multitud de demonios que estaban dentro para cogerlo, que yo
estaba fuera de mí de verlo, y no se necesitaba poco ánimo para disimularlo.
Consideraba lo que harían con el alma, cuando así se enseñoreaban del triste
cuerpo (V 38, 24-25). 580 Un
día en la oración vi a mi lado un demonio que rompía unos papeles que tenía
en la mano, con mucho enojo (V 39, 4). 581 Que
observara cómo iba creciendo su amor en mí, y en esto conocería que no era
demonio: que no pensara que Dios permite que el demonio pueda intervenir
tanto en las almas de sus siervos, ni que pueda dar la luz del entendimiento
y la paz que tú gozas (V 39, 4). 582 Pienso
ofrecer remedios para algunas tentaciones menudas del demonio que, por ser
pequeñas, no se tienen en cuenta (C Prl, 2). 583 Son
muchas las sutilezas que emplea el demonio con las personas que viven en
clausura, con las que utiliza armas nuevas para poderlas engañar (C Prl 3). 584 Es
muy grande el daño que el demonio puede hacer, y tarda mucho en ser conocido
(C 4, 16). 585 Y
así, cuando el demonio pueda tentar al confesor, seduciéndole con alguna
falsa doctrina, sabiendo que las monjas tratan con otros, irá con cuidado y
mirará mejor todo lo que hace (C 5, 5). 586 Me
da la impresión de que al verdadero humilde no osará el demonio tentarle, ni
siquiera con primer movimiento, en querer sobresalir; porque, como es tan
sagaz, teme el golpe que recibirá. 587 Si
uno es humilde, es imposible que si el demonio le tienta en ese punto, no
gane más fortaleza en la virtud y en mayor aprovechamiento (C 12, 6). 588 Si
queréis vengaros del demonio y veros más pronto libres de la tentación, en
cuanto os acometa, pedid a la priora que os mande hacer algún servicio
humilde, o hacedlo vosotras como podáis, e id pensando cómo doblegaréis
vuestra voluntad en cosas que la contraríen (C 12, 7). 589 Otra
razón por la que tiene tanta importancia comenzar el camino de la oración con
firme propósito, es porque así el demonio no tiene tanta mano para tentar; tiene
gran miedo a almas resueltas, pues tiene experiencia de que le hacen mucho
daño y de que, lo que él urde para dañarlas, redunda en provecho del alma y
de los hermanos y de que él sale perdiendo. 590 Aunque
nosotras no nos hemos de descuidar confiándonos en esto porque tratamos con
gente traidora, y porque los demonios no osan acometer tanto a los que están
prevenidos, pues son muy cobardes; mas si ven algún descuido, harán gran
daño. Y si conoce que alguien es inconstante y que no está firme en el bien,
y que no tiene gran determinación de perseverar, no lo dejará ni a sol ni a
sombra; le infundirá miedos e inconvenientes interminables. Yo lo se muy bien
por experiencia, y afirmo que nadie sabe lo mucho que importa tener una firme
decisión (C 23, 4). 591 En
lo que el demonio puede hacer gran daño sin que nos demos cuenta, es en
hacernos creer que tenemos virtudes sin tenerlas, porque esto es pestilencia
(C 38, 5). 592 Pues
¿qué será de los que tienen paz viviendo con mucha relajación su Regla? Esta
paz la debe de dar el demonio, de muchas maneras, y Dios lo permite por
nuestros pecados (Mdt C 2, 6). 593 Alabadle,
hijas, mucho porque os trajo a un monasterio donde, por mucho que haga el
demonio, no puede engañar tanto como a los que viven en sus casas (Mdt C 2,
30). 594 ¡Oh,
válgame Dios, hijas, cuántas almas habrá ganado el demonio por esta razón!
Que todo esto les parece humildad y otras muchas cosas que pudiera decir y en
realidad procede de no conocernos profundamente. El demonio desvía el
concepto del propio conocimiento, y si nunca salimos de nosotros mismos, no
me espanto de que esto y más se pueda temer (I M 2, 11). 595 Mirad
que en pocas moradas de este castillo dejan de combatir los demonios. Es
verdad que en algunas moradas las potencias tienen fuerzas para pelear; pero
es muy necesario que no nos descuidemos para conocer los ardides del demonio,
a fin de que no nos engañe, transformado en ángel de luz; que hay una
multitud de cosas en que nos puede hacer daño, entrando poco a poco y sólo lo
vemos cuando el daño está hecho. Ya os dije otra vez que el demonio es como
una lima sorda, que es necesario desenmascararlo desde el principio (I M 2,
15). 596 Podría
el demonio engañar mezclando sus ardides con los gustos que da Dios si no
hubiese tentaciones, y entonces hace mucho más daño que cuando las hay (IV M
1, 3). 597 Y
si el demonio quiere falsificar estas mercedes, se conocerá en que no
producirán estos efectos, sino todo al revés (IV M 3, 11). 598 Osaré
afirmar que si verdaderamente es unión con Dios, no puede entrar el demonio
ni hacer ningún daño; porque está Su Majestad tan cerca y tan unido con la
substancia del alma, que no osará llegar, ni siquiera debe de conocer este
secreto. Y está claro; pues si dicen que los demonios no conocen nuestro
pensamiento, menos conocerán cosa tan secreta, que ni a nuestro pensamiento
la confía Dios. ¡Oh gran bien, estado donde este maldito no nos hace mal! (V
M 1, 5). 599 Otros
trabajos exteriores que causan los demonios no son tan frecuentes y así no
hay razón para hablar de ellos, ni son tan penosos con mucho; porque por
mucho que hagan no llegan a incapacitar tanto las potencias ni a turbar el
alma de esta manera; que, en fin, queda inteligencia suficiente para pensar
que no pueden hacer más de lo que el Señor les permita, y cuando se pierde la
razón, todo es poco en comparación de los sufrimientos que quedan dichos (VI
M 1, 14). 600 Yo
os digo, hijas, que huir en la oración de 601 Aquí
no teme que el demonio pueda falsificar esta merced tan subida, que se ha
hecho estable y tiene seguridad de que es de Dios; porque como ya he dicho,
no tienen que ver aquí los sentidos ni las potencias, pues se descubrió Su
Majestad al alma y la metió consigo, donde, a mi parecer, no osará entrar el
demonio ni le dejará el Señor VII M 3, 19). 602 No
puedo yo creer que el demonio haya buscado tantos medios para ganar mi alma
para después perderla, pues no le tengo por tan necio (Cc 1, 34). 603 Comencé
a tener envidia de los que están en los desiertos, pareciéndome que como no
oyesen ni viesen nada, estarían libres de esta distracción. Entendí:
"Mucho te engañas, hija, antes allí tienen más fuertes las tentacioens
de los demonios; ten paciencia, que mientras se viva, no se puede
evitar" (Cc 34ª, 1). 604 Tampoco
quiero ahora tratar de cuando las revelaciones son de Dios (que ya sabemos
los grandes bienes que hacen al alma), mas de las que son representaciones
que hace el demonio para engañar y en las que se aprovecha de la imagen de
Cristo nuestro Señor o de sus santos. Para esto tengo para mí, que no
permitirá Su Majestad ni le dará poder para que con semejantes figuras engañe
a nadie, si no es por su culpa,sino que él quedará engañado; digo que no engañará
si hay humildad; y así no hay para qué andar asombradas, sino confiar en el
Señor y hacer poco caso de estas cosas, si no es para alabarle más (F 8, 2). 605 Yo
no me espanto de ver la sutileza del demonio y cómo hace creer a cada una que
dice la mayor verdad del mundo (Vta D 53). 606 En
lo de las licencias, la del rey tengo por fácil con el favor del cielo,
aunque se pase algún trabajo, que yo tengo experiencia de que el demonio
sufre mal estas casas y así siempre
nos persigue (Cta 19, 5). 607 Ahí
les envío al padre fray Juan de 608 Podría
ser que viera el demonio que puede hacer algún mal y que Dios pudiera sacar
algún bien de ello. Mas es menester grandísimo aviso, pues tengo por seguro
que el demonio no dejará de buscar cuantas invenciones pudiere para hacer
daño a Eliseo, y así hace bien en tenerlo por "Patillas" (Cta 133,
10). 609 En
lo que respecta a esa otra doncella o dueña, mucho me parece que no es tanto
neurastenia como demonio que se mete en esa mujer para que haga esos
embustes, que no es otra cosa, por ver si puede engañar en algo a usted, ya
que a ella la tiene engañada (Cta 137, 2). 610 Cierto
que no echo la culpa al nuncio, sino que la batería del demonio debe de ser
tal que no me espanto de nada (Cta 184, 2). 611 Mire
que nos hacen guerra todos los demonios, y es menester esperar el amparo de
solo Dios, y esto ha de ser obedeciendo y sufriendo, y entonces El nos lleva
de la mano (Cta 186, 4). 612 Y
crea vuestra señoría que el demonio pretendió destruir el provecho que hacen
estas casas (Cta 214, 9). 613 Yo
estoy tan temerosa, después de que veo que de todo lo bueno saca el demonio
mal (Cta 228, 2). 614 Que
se viene a descubrir las marañas que ha puesto el demonio en esa casa... Lo
que entiendo es que el demonio no puede soportar ahí descalzos ni descalzas,
y por eso les hace tanta guerra; mas yo confío en el Señor que le aprovechará
poco (Cta 266, 8-11). 615 No
parece sino que todas las furias infernales se han juntado allí para engañar
y cegar a los de dentro y a los de fuera (Cta 272, 1). 616 No
porque yo la tuviera por mala, sino fácil a que el demonio le hiciera
trampantojos como lo ha hecho, que sabe muy bien aprovecharse del natural y
del poco entendimiento (Cta 277, 8). 617 Estoy
espantada del estrago que hace el demonio por un mal gobierno y el temor que
tenía puesto en esas monjas o el abatimiento (Cta 299, 4). 618 Como
tenga contento al Señor no hay que hacer ya caso de nada, que el demonio ha
andado tal -rabiando y procurando que estos santos principios no fuesen
adelante-, que no hay que espantarse sino del mucho daño que nos ha hecho en
todas partes (Cta 302, 6). 619 Harta
lástima me hace y gran pena me da, porque veo que el demonio procura por
todos los medios que puede, hacer daño (Cta 358, 1). 620 No
se por qué han de dar tanta importancia a unas mujeres -que harto poco es el
número-, sino porque le duele al demonio (Cta 388, 3). 621 No
tenga pena de lo que aquí (Burgos) hemos pasado, que en esto se ve lo que le
pesa al demonio y es para mayor autoridad de esta casa (Cta 409, 3). 622 Hoy
el diablo ha conseguido persuadir al mundo de la mayor mentira suya: "no
existe el diablo". 623 Si
es espíritu de demonio creo que el alma que tenga experiencia lo entenderá;
porque deja inquietud y poca humildad y poca disposición para recibir los
efectos que produce el espíritu de Dios. No deja luz en el entendimiento, ni
firmeza en la verdad (V 15, 10; CN 5). 624 Me
dijo que, según el parecer de los dos, me movía el espíritu del demonio (V
23, 14). 625 ¡Cuántas
dificultades pone el demonio y cuántos temores a quien quiere seguir a Dios
más de cerca! (V 23, 15). 626 Tengo
por cierto que Dios no permitirá que el demonio engañe al alma que no se fia
de sí misma y que está tan firme en la fe, que puede afirmar que por un punto
de ella moriría mil muertes (V 25, 12). 627 Cuando
es demonio parece que se esconden todos los bienes y huyen del alma, según
queda de desabrida y alborotada y sin ningún efecto bueno; porque aunque
parece que pone buenos deseos, no son fuertes; la humildad que deja es falsa,
alborotada y sin suavidad (V 25, 14). 628 Pues
si este Señor es poderoso, como veo que lo es y se que lo es, y los demonios
son sus esclavos (y esto no se puede dudar, pues es de fe), si yo soy esclava
de este Señor y Rey, ¿qué mal me pueden hacer ellos a mí? ¿Por qué yo no he
de tener fortaleza para combatir con todo el infierno? (V 25, 19). 629 No
entiendo estos miedos: "¡demonio! ¡demonio!, donde podemos decir:
"¡Dios! ¡Dios!" y hacerle temblar. Sí, que ya sabemos que el
demonio no se puede menear si el Señor no lo permite. ¿Qué es esto? Es sin
duda, que tengo yo más miedo a los que tan grande le tienen al demonio, que a
él mismo; porque él no puede hacer nada y los otros, sobre todo los
confesores, inquietan mucho (V 25, 22). 630 Tengo
por una de las grandes mercedes que me ha hecho el Señor este ánimo que me
dio contra los demonios (V 26, 1). 631 Porque
como antes era tan ruín, yo decía que no podía creer que el demonio, para
engañarme y llevarme al infierno, me quitase los vicios y me pusiese virtudes
y fortaleza (V 28, 13). 632 Les
parecía tan cierto a algunas personas que yo tenía demonio, que me querían
exorcizar (V 29, 4). 633 Quiero
narrar, ya que he dicho algunas tentaciones y turbaciones interiores y
secretas que el demonio me causaba,
otras intervenciones suyas, que eran casi públicas y que claramente se
veía que las hacía él. 634 Estaba
una vez en un oratorio y se me apareció hacia el lado izquierdo, en figura
abominable; concretamente le miré la boca, porque me habló, y la tenía
espantosa: parecía que le salía una gran llama del cuerpo, toda clara, sin
sombra. Me dijo espantosamente que bien me había librado de sus manos, pero
él me volvería a coger. Yo tuve mucho miedo y me santigüé como pude y
desapareció, y luego volvió otra vez. Dos veces me acaeció esto. Yo no sabía
qué hacer; tenía allí agua bendita y la eché hacia aquel lugar y no volvió
más. 635 Otra
vez estuvo cinco horas atormentándome con tan terribles dolores y desasosiego
interior y exterior, que ya no podía sufrir más. Las personas que estaban
conmigo estaban espantadas y no sabían qué hacer, y yo no podía dominarme. 636 Cuando
los dolores y sufrimientos corporales son muy intolerables, suelo orar
interiormente como puedo, suplicando al Señor que si aquel martirio le glorifica,
me de Su Majestad paciencia para que pueda soportarlo, si es necesario, hasta
el fin del mundo. Como esta vez el sufrimiento era tan cruel, lo soportaba
con oración y con esta determinación. Quiso el Señor que me diese cuenta de
que era el demonio, porque ví junto a mí un negrillo muy abominable,
regañando como desesperado, porque donde pretendía ganar era vencido. Cuando
yo lo ví me reí; y no le tuve miedo, porque estaban conmigo algunas personas
que no podían soportar aquel espectáculo, ni sabían qué remedio podían poner
a tanto tormento, pues me hacía dar grandes golpes con el cuerpo, cabeza y
brazos, sin que yo lo pudiese resistir, y lo peor era el desasosiego
interior, pues de ningún modo podía tener sosiego. No me atrevía a pedir agua
bendita para no asustarlas y para que no sospechasen lo que estaba
ocurriendo. 637 Pues,
como no cesaba el tormento, dije: Si no lo tomasen a risa, pediría agua
bendita. Me la trajeron y me rociaron con ella, y seguía igual el tormento;
la eché hacia donde estaba el demonio, y al instante se fue y se me quitó
todo el mal, como si me lo quitaran con la mano, aunque quedé cansada igual
que si me hubieran dado una paliza. Pensé, y me aprovechó mucho, que si
cuando el Señor le da licencia hace tanto mal a un alma y a un cuerpo que no
son esclavos suyos, ¿qué hará cuando los posea? Y me entraron ganas nuevas de
verme libre de tan ruín compañía (V 31, 1-5). 638 Hace
poco tiempo me acaeció lo mismo, aunque no duró tanto, y yo estaba sola, pedí
agua bendita, y las que entraron cuando ya se habían ido los demonios (que
eran dos monjas muy de fiar, incapaces de mentir), olieron un olor muy malo,
como de piedra azufre; yo no lo olí; duró tanto el olor que pudo ser bien
percibido (V 31, 6). 639 Otra
vez estaba en el coro y me dio un gran ímpetu de recogimiento; me fuí de allí
para que no lo notaran, aunque todas oyeron dar grandes golpes cerca de donde
yo estaba, y yo junto a mí oí hablar palabras fuertes como si tramaran algo,
aunque no entendí qué; mas yo estaba tan absorta en oración, que no entendí
nada ni tuve ningún miedo. Esto ocurría casi siempre que el Señor me concedía
la merced de que por mi persuasión se aprovechara algún alma (V 31, 6). 640 Yo
supliqué a Su Majestad que se le suavizasen aquellos tormentos y tentaciones
y que aquellos demonios me atormentaran a mí, con tal de que yo no ofendiera
en nada al Señor, y entonces me ocurrieron las dos cosas que he referido (V
31, 7). 641 Una
noche creí que me ahogaban; y cuando echaron agua bendita, vi cómo gran
multitud de demonios se despeñaban (V 31, 9). 642 Son
tantas las veces que estos malditos me atormentan y es tan poco el miedo que
yo les tengo, viendo que no se pueden mover si el Señor no les da licencia,
que le cansaría a V. y me cansaría yo si las refiriera todas. 643 Sirva
lo escrito para que el verdadero siervo de Dios no de importancia a los
espantajos que los demonios ponen para meter miedo; tengan entendido que cada
vez que los despreciamos pierden fuerza, y el alma queda mucho más señora (V
31, 9-10). 644 Siempre
queda algún gran provecho de haber vencido la tentación, que no lo digo por
no alargarme; sólo digo lo que me acaeció una noche de las ánimas: estando en
mi oratorio rezando, terminando un nocturno, al decir unas oraciones muy
devotas de nuestro breviario, se puso el demonio encima del libro para que no
terminara la oración. Yo me santigüé y él se fue. Comencé otra vez el rezo y
volvió. Creo que comencé tres veces y, hasta que no eché agua bendita, no
pude terminar. Vi que en aquel instante salieron algunas almas del
purgatorio, que les debía de faltar poca purificación, y pensé que quizá
quería impedirlo (V 31, 10). 645 Pocas
veces lo he visto en figura visible y muchas sin ella, como en aquella visión
de que hablé ya, que se ve intelectualmente con claridad que está allí (V 31,
10). 646 Quiero
decir también algo que me impresionó mucho: estando un día de 647 Otras
veces veía gran multitud de demonios a mi alrededor y me parecía que toda mi
persona estaba rodeada de una gran luz que les impedía acercarse a mí (V 31,
11). 648 Tengo
ya tan entendido lo poco que pueden los demonios si estoy unida a Dios, que
casi no les tengo ningún miedo; porque sólo tienen fuerzas con las almas
rendidas a ellos y cobardes; aquí demuestran ellos su poderío (V 31, 11). 649 Algunas
veces en las tentaciones que ya dije, me parecía que todas las vanidades y
flaquezas de tiempos pasados volvían a despertarse en mí, y tenía que
encomendarme mucho a Dios. Como me venían aquellos pensamientos, seguía
después el tormento de creer que todo debía de ser obra del demonio, hasta
que me sosegaba el confesor (V 31, 11). 650 Me
armó el demonio una batalla interior que ahora voy a contar: me vino la duda
de si había obrado bien y de si había ido contra la obediencia... 651 También
me sugería el demonio que cómo con tantas enfermedades me quería encerrar en
casa tan estrecha. Mas no dejó el Señor padecer mucho a esta pobre sierva;
porque en las tribulaciones siempre me socorrió, y así fue en ésta, que me
dio un poco de luz para ver que era demonio, y para que pudiera comprender la
verdad, y que todo era trama suya para asustarme con mentiras (V 36, 7-9). 652 Al
acercarme una vez a comulgar, vi con los ojos del alma más claro que con los
del cuerpo, dos demonios de forma muy abominable. Con los cuernos rodeaban la
garganta del pobre sacerdote y vi a mi Señor con majestad en aquellas manos
pecadoras que me daban 653 ¿Qué
sería, Señor mío, ver vuestra hermosura entre figuras tan abominables?
Estaban ellos como amedrentados en vuestra presencia, que de buena gana
parece que hubieran huído, si Vos los dejarais ir (V 38, 23). 654 Cuando
amortajaban aquel cuerpo, ví que muchos demonios lo cogían y como que jugaban
con él, y lo arrastraban con garfios. Quedé aterrada. 655 Cuando
lo llevaban a enterrar con las ceremonios y honras que a todos, pensaba yo en
la bondad de Dios que encubría su enemistad con aquella alma, porque no
quería su difamación. 656 Estaba
yo medio boba de lo que había visto: Al meter aquel cuerpo en la sepultura,
era tal la multitud de demonios que estaban dentro para cogerlo, que yo
estaba fuera de mí de verlo, y no se necesitaba poco ánimo para disimularlo.
Consideraba lo que harían con el alma, cuando así se enseñoreaban del triste
cuerpo (V 38, 24-25). 657 Un
día en la oración vi a mi lado un demonio que rompía unos papeles que tenía
en la mano, con mucho enojo (V 39, 4). 658 Que
observara cómo iba creciendo su amor en mí, y en esto conocería que no era
demonio: que no pensara que Dios permite que el demonio pueda intervenir
tanto en las almas de sus siervos, ni que pueda dar la luz del entendimiento
y la paz que tú gozas (V 39, 4). 659 Pienso
ofrecer remedios para algunas tentaciones menudas del demonio que, por ser
pequeñas, no se tienen en cuenta (C Prl, 2). 660 Son
muchas las sutilezas que emplea el demonio con las personas que viven en clausura,
con las que utiliza armas nuevas para poderlas engañar (C Prl 3). 661 Es
muy grande el daño que el demonio puede hacer, y tarda mucho en ser conocido
(C 4, 16). 662 Y
así, cuando el demonio pueda tentar al confesor, seduciéndole con alguna
falsa doctrina, sabiendo que las monjas tratan con otros, irá con cuidado y
mirará mejor todo lo que hace (C 5, 5). 663 Me
da la impresión de que al verdadero humilde no osará el demonio tentarle, ni
siquiera con primer movimiento, en querer sobresalir; porque, como es tan sagaz,
teme el golpe que recibirá. 664 Si
uno es humilde, es imposible que si el demonio le tienta en ese punto, no
gane más fortaleza en la virtud y en mayor aprovechamiento (C 12, 6). 665 Si
queréis vengaros del demonio y veros más pronto libres de la tentación, en
cuanto os acometa, pedid a la priora que os mande hacer algún servicio
humilde, o hacedlo vosotras como podáis, e id pensando cómo doblegaréis
vuestra voluntad en cosas que la contraríen (C 12, 7). 666 Otra
razón por la que tiene tanta importancia comenzar el camino de la oración con
firme propósito, es porque así el demonio no tiene tanta mano para tentar;
tiene gran miedo a almas resueltas, pues tiene experiencia de que le hacen
mucho daño y de que, lo que él urde para dañarlas, redunda en provecho del alma
y de los hermanos y de que él sale perdiendo. 667 Aunque
nosotras no nos hemos de descuidar confiándonos en esto porque tratamos con
gente traidora, y porque los demonios no osan acometer tanto a los que están
prevenidos, pues son muy cobardes; mas si ven algún descuido, harán gran
daño. Y si conoce que alguien es inconstante y que no está firme en el bien,
y que no tiene gran determinación de perseverar, no lo dejará ni a sol ni a
sombra; le infundirá miedos e inconvenientes interminables. Yo lo se muy bien
por experiencia, y afirmo que nadie sabe lo mucho que importa tener una firme
decisión (C 23, 4). 668 En
lo que el demonio puede hacer gran daño sin que nos demos cuenta, es en
hacernos creer que tenemos virtudes sin tenerlas, porque esto es pestilencia
(C 38, 5). 669 Pues
¿qué será de los que tienen paz viviendo con mucha relajación su Regla? Esta
paz la debe de dar el demonio, de muchas maneras, y Dios lo permite por
nuestros pecados (Mdt C 2, 6). 670 Alabadle,
hijas, mucho porque os trajo a un monasterio donde, por mucho que haga el
demonio, no puede engañar tanto como a los que viven en sus casas (Mdt C 2,
30). 671 ¡Oh,
válgame Dios, hijas, cuántas almas habrá ganado el demonio por esta razón!
Que todo esto les parece humildad y otras muchas cosas que pudiera decir y en
realidad procede de no conocernos profundamente. El demonio desvía el
concepto del propio conocimiento, y si nunca salimos de nosotros mismos, no
me espanto de que esto y más se pueda temer (I M 2, 11). 672 Mirad
que en pocas moradas de este castillo dejan de combatir los demonios. Es
verdad que en algunas moradas las potencias tienen fuerzas para pelear; pero
es muy necesario que no nos descuidemos para conocer los ardides del demonio,
a fin de que no nos engañe, transformado en ángel de luz; que hay una multitud
de cosas en que nos puede hacer daño, entrando poco a poco y sólo lo vemos
cuando el daño está hecho. Ya os dije otra vez que el demonio es como una
lima sorda, que es necesario desenmascararlo desde el principio (I M 2, 15). 673 Podría
el demonio engañar mezclando sus ardides con los gustos que da Dios si no
hubiese tentaciones, y entonces hace mucho más daño que cuando las hay (IV M
1, 3). 674 Y
si el demonio quiere falsificar estas mercedes, se conocerá en que no
producirán estos efectos, sino todo al revés (IV M 3, 11). 675 Osaré
afirmar que si verdaderamente es unión con Dios, no puede entrar el demonio
ni hacer ningún daño; porque está Su Majestad tan cerca y tan unido con la
substancia del alma, que no osará llegar, ni siquiera debe de conocer este
secreto. Y está claro; pues si dicen que los demonios no conocen nuestro
pensamiento, menos conocerán cosa tan secreta, que ni a nuestro pensamiento
la confía Dios. ¡Oh gran bien, estado donde este maldito no nos hace mal! (V
M 1, 5). 676 Otros
trabajos exteriores que causan los demonios no son tan frecuentes y así no
hay razón para hablar de ellos, ni son tan penosos con mucho; porque por
mucho que hagan no llegan a incapacitar tanto las potencias ni a turbar el
alma de esta manera; que, en fin, queda inteligencia suficiente para pensar
que no pueden hacer más de lo que el Señor les permita, y cuando se pierde la
razón, todo es poco en comparación de los sufrimientos que quedan dichos (VI
M 1, 14). 677 Yo
os digo, hijas, que huir en la oración de 678 Aquí
no teme que el demonio pueda falsificar esta merced tan subida, que se ha
hecho estable y tiene seguridad de que es de Dios; porque como ya he dicho,
no tienen que ver aquí los sentidos ni las potencias, pues se descubrió Su
Majestad al alma y la metió consigo, donde, a mi parecer, no osará entrar el
demonio ni le dejará el Señor VII M 3, 19). 679 No
puedo yo creer que el demonio haya buscado tantos medios para ganar mi alma
para después perderla, pues no le tengo por tan necio (Cc 1, 34). 680 Comencé
a tener envidia de los que están en los desiertos, pareciéndome que como no
oyesen ni viesen nada, estarían libres de esta distracción. Entendí:
"Mucho te engañas, hija, antes allí tienen más fuertes las tentacioens
de los demonios; ten paciencia, que mientras se viva, no se puede
evitar" (Cc 34ª, 1). 681 Tampoco
quiero ahora tratar de cuando las revelaciones son de Dios (que ya sabemos los
grandes bienes que hacen al alma), mas de las que son representaciones que
hace el demonio para engañar y en las que se aprovecha de la imagen de nuestro Señor o de sus santos. Para esto
tengo para mí, que no permitirá Su Majestad ni le dará poder para que con
semejantes figuras engañe a nadie, si no es por su culpa, sino que él quedará
engañado; digo que no engañará si hay humildad; y así no hay para qué andar
asombradas, sino confiar en el Señor y hacer poco caso de estas cosas, si no
es para alabarle más (F 8, 2). 682 Yo
no me espanto de ver la sutileza del demonio y cómo hace creer a cada una que
dice la mayor verdad del mundo (Vta D 53). 683 En
lo de las licencias, la del rey tengo por fácil con el favor del cielo,
aunque se pase algún trabajo, que yo tengo experiencia de que el demonio
sufre mal estas casas y así siempre
nos persigue (Cta 19, 5). 684 Ahí
les envío al padre fray Juan de 685 Podría
ser que viera el demonio que puede hacer algún mal y que Dios pudiera sacar
algún bien de ello. Mas es menester grandísimo aviso, pues tengo por seguro
que el demonio no dejará de buscar cuantas invenciones pudiere para hacer
daño a Eliseo, y así hace bien en tenerlo por "Patillas" (Cta 133,
10). 686 En
lo que respecta a esa otra doncella o dueña, mucho me parece que no es tanto
neurastenia como demonio que se mete en esa mujer para que haga esos
embustes, que no es otra cosa, por ver si puede engañar en algo a usted, ya
que a ella la tiene engañada (Cta 137, 2). 687 Cierto
que no echo la culpa al nuncio, sino que la batería del demonio debe de ser
tal que no me espanto de nada (Cta 184, 2). 688 Mire
que nos hacen guerra todos los demonios, y es menester esperar el amparo de
solo Dios, y esto ha de ser obedeciendo y sufriendo, y entonces El nos lleva
de la mano (Cta 186, 4). 689 Y
crea vuestra señoría que el demonio pretendió destruir el provecho que hacen
estas casas (Cta 214, 9). 690 Yo
estoy tan temerosa, después de que veo que de todo lo bueno saca el demonio
mal (Cta 228, 2). 691 Que
se viene a descubrir las marañas que ha puesto el demonio en esa casa... Lo
que entiendo es que el demonio no puede soportar ahí descalzos ni descalzas,
y por eso les hace tanta guerra; mas yo confío en el Señor que le aprovechará
poco (Cta 266, 8-11). 692 No
parece sino que todas las furias infernales se han juntado allí para engañar
y cegar a los de dentro y a los de fuera (Cta 272, 1). 693 No
porque yo la tuviera por mala, sino fácil a que el demonio le hiciera
trampantojos como lo ha hecho, que sabe muy bien aprovecharse del natural y
del poco entendimiento (Cta 277, 8). 694 Estoy
espantada del estrago que hace el demonio por un mal gobierno y el temor que
tenía puesto en esas monjas o el abatimiento (Cta 299, 4). 695 Como
tenga contento al Señor no hay que hacer ya caso de nada, que el demonio ha
andado tal -rabiando y procurando que estos santos principios no fuesen
adelante-, que no hay que espantarse sino del mucho daño que nos ha hecho en todas
partes (Cta 302, 6). 696 Harta
lástima me hace y gran pena me da, porque veo que el demonio procura por
todos los medios que puede, hacer daño (Cta 358, 1). 697 No
se por qué han de dar tanta importancia a unas mujeres -que harto poco es el
número-, sino porque le duele al demonio (Cta 388, 3). 698 No
tenga pena de lo que aquí (Burgos) hemos pasado, que en esto se ve lo que le
pesa al demonio y es para mayor autoridad de esta casa (Cta 409, 3). DIVINAS
PERSONAS, 699 Me
dijo el Señor que fundara el monasterio en pobreza, que esta era la voluntad
de su Padre y suya, que El me ayudaría (V 35, 6). 700 Vi
701 Padre
nuestro que estás en el cielo. ¡Oh Señor mío, cómo se os nota que sois Padre
de tal Hijo, y cómo a vuestro Hijo se le nota que es Hijo de tal Padre! (C
27, 1). 702 Pues
siendo Padre nos ha de soportar por grandes que sean nuestras ofensas; si
retornamos a El, como al hijo pródigo nos ha de perdonar, y nos ha de
consolar en nuestros trabajos, y nos ha de alimentar, como debe hacerlo el
padre que necesariamente ha de ser mejor que todos los padres del mundo,
porque El es el bien en plenitud; y además de todo esto nos ha de hacer
partícipes y herederos con Vos de su Reino (C 27, 2). 703 Mirad,
Señor mío, que si a Vos no hay nada que os detenga por el amor que nos tenéis
y por vuestra humildad, ya que estáis en la tierra y vestido de ella pues
tenéis nuestra misma naturaleza y por eso es justo que busquéis nuestro bien;
mas mirad que vuestro Padre está en el cielo, Vos lo decís; pues debéis mirar
por su honor. Si Vos os habéis ofrecido a ser humillado por nosotros, dejad
libre a vuestro Padre; no le obliguéis a tanto por gente tan ruín como yo,
que tan mal he de darle las gracias, y hay otros también que no se las dan
buenas (C 27, 3). 704 ¿Creéis
que para un alma disipada es poco importante entender esta verdad y saber que
para hablar con su Padre y regalarse con El no es necesario ir al cielo, ni
es menester gritarle? Aunque le hable muy bajito, está tan cerca que os oirá;
no se necesitan alas para ir a buscarle, sólo basta ponerse en soledad y
mirarle dentro de sí y no separarse de tan buen huésped; sino con gran
humildad hablarle como a Padre, contarle sus penas, pedirle remedio para
ellas, reconociendo que no es digna de ser su hija (C 28, 2). 705 Padre
mío, pues vuestro Hijo os dio en nombre de todos nuestra voluntad, no os
falte la mía; pero hacedme merced de darme vuestro Reino para que yo la pueda
cumplir pues El me la pidió, y disponed de mí como de cosa vuestra conforme a
vuestra voluntad (C 32, 10). 706 Entendiendo
el buen Jesús lo difícil que es entregar nuestra voluntad a Dios como El ha
ofrecido al Padre en nuestro nombre en la petición anterior, y que muchas
veces damos a entender que no comprendemos cuál es la voluntad del Señor
porque somos débiles y El tan piadoso, vio que había un medio que nos
fortaleciera para cumplir la voluntad de Dios, pues nos conviene cumplirla
porque en ello está toda nuestra ganancia (C 33, 1). 707 Y
como el asunto era tan grave y de tanta importancia, quiso que viniese la
decisión de la mano del Eterno Padre. Porque aunque son una misma naturaleza
y Jesús sabía que lo que El hiciera en la tierra lo haría Dios en el cielo y
lo tendría por bueno pues su voluntad y la de su Padre son una, es tanta la
humildad del buen Jesús, que quiso pedir licencia, porque ya sabía que era
amado por el Padre y que se deleitaba en El. Había entendido bien que era
mayor sacrificio quedarse con nosotros que pedir la muerte que le habían de
dar y las deshonras que había de padecer, pues ya las conocía (C 33, 2). 708 ¿Habrá
algún padre, Señor, que habiéndonos dado a su hijo y habiéndolo tratado tan
mal, quisiera consentir que se quedara con nosotros cada día a padecer?
Seguramente ninguno, más que vuestro Padre: bien sabéis a quién pedís (C 33,
3). 709 ¡Oh,
válgame Dios, qué gran amor del Hijo, y qué gran amor del Padre! Aún no me
espanto tanto del amor del buen Jesús porque, como ya había dicho
"hágase tu voluntad", la había de cumplir como quien es. ¡Sí, que
no es como nosotros! Pues como sabe que cumple la voluntad del Padre
amándonos como a Sí mismo, iba buscando el modo de cumplir con mayor plenitud
el mandamiento del amor, aunque fuera a costa suya (C 33, 3). 710 Y
esto era lo de menos; pues aún le dolían más tantas ofensas a su Padre y tanta
multitud de almas que se perdían (C 42, 1). 711 Pues
¿qué le ocurriría a Su Majestad viendo la gran oportunidad de demostrar al
Padre con qué totalidad le obedecía y le manifestaba el amor a sus hermanos?
(V M 2, 14). 712 Y
así, orando una vez Jesu nuestro Señor por sus apóstoles (Jn 17, 21) pidió
que fuesen una sola cosa con el Padre y con El, como Jesu nuestro Señor está
en el Padre y el Padre en El (VII M 2, 9). 713 Estando
un día muy apenada por el remedio de 714 Estando
en oración tuve un gran arrobamiento y me parecía que nuestro Señor me había
llevado el espíritu junto a su Padre, y le dijo: a ésta que me diste te
doy"; y me parece que me acercaba a El (Cc 13ª, 5). DIVINAS
PERSONAS, 715 Quedé
impresionada de tal manera que durante unos días no pude recobrar el sentido;
y siempre tenía presente aquella majestad del Hijo de Dios, aunque la visión
no había sido igual que la primera. Esto bien lo entendía yo, pero queda tan
esculpido en la imaginación que, aunque haya ocurrido en un instante, durante
algún tiempo no lo puede olvidar, y produce mucho consuelo y fruto. 716 Esta
misma visión la he visto tres veces. Me parece que es la más sublime y
produce muchos frutos y es una gran lección para elevar los deseos a la pura
verdad. Deja impresa una sumisión a Dios que no se decir cómo es, mas es muy
distinta de la que acá podemos adquirir. Produce un espanto grande en el alma
viendo cómo se atrevió, o alguien se puede atrever, a ofender a una Majestad
tan grandísima (V 38, 17-18). 717 Después
de comulgar, me parece clarísimamente que se sentó caba mí nuestro Señor y me
comenzó a consolar con grandes regalos, y me dijo entre otras cosas:
"Mírame aquí, hija, que Yo soy; muestra tus manos"; y me parecía
que me las cogía y las llevaba a su costado, y dijo: "Mira mis llagas;
no estás sin Mí; pasa la brevedad de la vida". En algunas cosas que me
dijo entendí que después que subió a los cielos nunca bajó a la tierra -sólo
en el Santísimo Sacramento- a comunicarse con nadie. 718 Me
dijo que cuando resucitó había visto a nuestra Señora, porque estaba ya con
gran necesidad, pues la pena la tenía absorta y traspasada, que no podía
volver en sí para gozar de aquel gozo; y que había estado mucho con ella,
porque lo necesitaba, hasta consolarla (Cc 13ª, 10-12). 719 Estando
en 720 Habiendo
un día hablado con una persona, que había dejado mucho por Dios, y
acordándome de que yo nunca he dejado nada por El, ni le he servido en nada
como estoy obligada, y mirando las muchas mercedes que ha hecho a mi alma;
comencé a fatigarme mucho, y me dijo el Señor: "Ya sabes el desposorio
que hay entre tú y Yo, y por este desposorio, lo que Yo tengo es tuyo, y así
te doy todos los trabajos y dolores que pasé, y con esto puedes pedir a mi
Padre como cosa propia". 721 Aunque
yo he oído decir que somos participantes de todo esto, ahora fue tan
distinto, que quedé con gran señorío, porque la amistad con que se me hizo
esta merced, no se puede decir aquí. Me pareció que el Padre lo aceptaba, y
desde entonces miro muy de otra manera lo que padeció el Señor, como cosa
propia, y me causa gran alivio (Cc 50ª).
722 Doy
todos los trabajos y dolores que pasé, y con esto puedes pedir a mi Padre
como si fueran tuyos 723 Aunque
yo he oído decir que somos participantes de todo esto, ahora fue tan
distinto, que quedé con gran señorío, porque la amistad con que se me hizo
esta merced, no se puede decir aquí. Me pareció que el Padre lo aceptaba, y
desde entonces miro de otra manera lo que padeció el Señor, como cosa propia,
y me causa gran alivio (Cc 50ª). DIVINAS
PERSONAS, 724 Si
los Apóstoles hubieran tenido la fe como cuando vino el Espíritu Santo... (V
22, 1; CN 12, 1). 725 Me
parecía que en mi confesor hablaba el Espíritu Santo (V 23, 16). 726 Oyendo
aquella lengua divina, en quien parece que hablaba el Espíritu Santo, me dio
un gran arrobamiento (V 34, 17). 727 Un
día víspera de Pentecostés, después de misa, me fui a una ermita donde solía
rezar, y comencé a leer en un cartujano el capítulo correspondiente a esta
fiesta; y leyendo las señales para discernir entre los que comienzan, los que
aprovechan y los perfectos, para comprender que está con ellos el Espíritu
Santo, me pareció que, por la bondad de Dios, estaba conmigo. 728 Mientras
le alababa y recordaba que en una lectura anterior, me faltaba todo aquello,
y bien claro lo veía, en cambio ahora veía que el Espíritu Santo estaba en
mí, y reconocí que había sido una merced grande del Señor (V 38, 9). 729 Entre
tal Padre y tal Hijo necesariamente ha de estar el Espíritu Santo (C 27, 7). 730 Bien
necesito lo que he hecho, que es encomendarme al Espíritu Santo, y rogarle
que de aquí en adelante hable por mí (IV M
1, 1). 731 Una
vez, yendo a comulgar, estando la forma en el sagrario-que aún no se me había
dado-, ví una especie de paloma que movía las alas con ruído. Me turbó tanto
y me sacó de mí, que con harta fuerza recibí la forma. era esto en San José
de Avila. Dábame el Santísimo Sacramento el padre Francisco de Salcedo (Cc
14, 6-7). 732 Me
dio el Señor una gran confianza y me parecía que hacía la promesa de obedecer
en todo al padre Gracián, por el Espíritu Santo (c 30, 6). 733 Dicen
que cuando una elección se hace por unanimidad, interviene el Espíritu Santo
(Cta 307, 3). 734 Una
persona me pidió que le preguntara a Dios si sería servicio suyo aceptar un
obispado. Después de comulgar, me dijo el Señor: "Cuando entendiere con toda
verdad y claridad que el verdadero señorío es no poseer nada, entonces lo
podrá aceptar", dando a entender que quien ha de tener cargos de
dignidad, ha de estar muy lejos de desearlo y de quererlos, o al menos de
buscarlos (V 40, 16). 735 Me
daba gran lástima que hubiera perdido la vista que tanto aprovecha en el
servicio de nuestro Señor... Debía de ser para más mérito de su siervo,
porque él no dejaba de trabajar como antes; y para probar la conformidad que
tenía con la voluntad de Dios, me decía que no le daba más pena que si lo
tuviera su vecino, que algunas veces pensaba que no le pesaría si perdiera la
vista del otro ojo, porque así se estaría en una ermita sirviendo a Dios, sin
más obligación. Siempre fue ésta su vocación antes de ser obispo, y me lo
decía algunas veces, y estuvo casi decidido a dejarlo todo e irse (F 30, 9). 736 El
día que le dieron el obispado, cuando me lo envió a decir, me dio un alboroto
grande, pareciéndome que le veía con una grandísima carga y no me podía valer
ni sosegar, y fuí a encomendarle a nuestro Señor. Su Majestad me sosegó
diciéndome que sería muy en servicio suyo, y así lo parece. Con la enfermedad
del ojo que padece y otros achaques muy dolorosos y el trabajo constante,
ayuna cuatro días a la semana y hace otras penitencias; su comida es muy
austera. Cuando va a visitar , va a pie... Se fía poco de que los negocios
graves pasen por provisores -y aun pienso que todos-, y así todo pasa por su
mano (F 30, 10). ESPERANZA,
737 Y ciertamente, si sólo hubiera hablado con
él, mi alma nunca hubiera crecido, porque la tristeza que me causaba ver que
ni hacía ni podía hacer lo que él me mandaba (Gaspar Daza), bastaba para
perder la esperanza y dejarlo todo (V 23, 29). 738 Mas, el no tener otra cosa que contar de mi
parte, me hace decir estas nimiedades, para que tenga esperanza quien hubiera
practicado grandes virtudes (V 31, 25). 739 A quienes, como le pedimos, les da aquí el
Reino, les da prendas para que por ellas tengan gran esperanza de que irán a
gozar perpétuamente, lo que aquí les da a sorbos (C 30, 6). 740 Supliquemos a Dios que, si hemos de recibir
penas, sea donde, con esperanza de salir de ellas, las llevemos de buena gana
y donde no perdamos su amistad y gracia (C 40, 10). 741 Y por eso es mejor cumplir nuestra Regla:
"en silencio y esperanza" procurar vivir siempre (III M 2, 13). 742 Pues la verdadera unión se puede muy bien
alcanzar, con el favor de nuestro Señor, si nosotros nos esforzamos en
conseguirla no teniendo voluntad propia, sino sometida a la voluntad de Dios
(V M 3, 3). 743 El mejor remedio (no digo para que se quiten,
que yo no encuentro, sino para que se puedan sufrir las angustias y penas
espirituales), es dedicarse a obras de caridad y a actividdes exteriores, y
esperar en la misericordia de Dios, que nunca falta a los que en El esperan
(VI M 1, 13). 744 También les atormentan las almas que ven que
se pierden; y aunque tienen gran esperanza de que no estarán entre ellas,
cuando recuerdan lo que dice 745 En la octava del Espíritu Santo me hizo el
Señor una merced y me dio esperanza de que las almas de esta casa irían
mejorando (Cc 23ª 746 ¡Oh, deleite mío, Señor de todo lo criado y
Dios mío! ¿Hasta cuándo esperaré ver vuestra presencia? (E 6). Miserables son mis
servicios aunque hiciese muchos a mi Dios; pues ¿para qué tengo que estar en
esta miserable vida? Para que se haga la voluntad del Señor. ¿Qué mayor
ganancia, alma mía? Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la
hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace
lo cierto, dudoso y el tiempo breve, largo (E 15). 747 Espera en Dios, que aún ahora confesaré a El mis
pecados y sus misericordias y de todo junto haré cantar de alabanza con
suspiros perpetuos al Salvador mío y Dios mío (E 17). 748 Mas entretanto en esperanza y silencio será
mi fortaleza. Más quiero vivir y morir deseando y esperando la vida eterna
que poseer todas las criaturas y todos sus bienes, que se han de acabar. No
me desampares, Señor, porque en Tí espero, no sea confundida mi esperanza (E
17). Cuando me gozo, Señor, Con esperanza de verte, Viendo que puedo perderte Se me dobla mi dolor. Viviendo con tal pavor Y esperando como espero, Que muero porque no muero (P 1). 749 Confianza y fe viva mantenga el alma que quien cree y espera todo lo alcanza (P 30). 750 Pues andando ya con esta pena tan grande una
noche, estando en oración, se me representó nuestro Señor de la manera que
suele, y mostrándome mucho amor como queriéndome consolar, me dijo:
"Espera un poco, hija, y verás grandes cosas". Quedaron tan
grabadas en mi corazón estas palabras, que no las podía quitar de mí; y aunque
no podía atinar -por mucho que pensaba en ello- qué podría ser ni veía camino
para poderlo imaginar, quedé muy consolada y con gran certeza de que estas
palabras serían verdaderas; mas, el medio cómo lo serían, nunco vino a mi
imaginación. Así se pasó, a mi parecer, otro medio año, y después de éste,
sucedió lo que ahora diré (F 1, 8). 751 El ánimo no desfallecía ni la esperanza, que
pues el Señor había dado lo uno, daría lo otro; ya todo me parecía muy
posible, y así lo comencé a poner por obra (F 2, 6). 752 No
hay nadie que sea estable sino Dios (V 39, 19). 753 Os
alabo, Señor, y os bendigo por siempre; en fin, vuestro Reino durará siempre
(C 22, 11). 754 ¡Oh
Rey de la gloria, Señor de los señores, Emperador de los emperadores, Santo
de los santos, no dejaréis de reinar por siempre (CE 37, 6). 755 Me
introdujo el Rey. Y ¡qué bien llena este nombre de Rey, que no tiene
superior, ni se acaba su Reino nunca! (Mdt C 6, 2). 756 Si
se pierde una cosa, una aguja o un gavilán, que sólo sirve para dar un
gustillo a la vista de verle volar por el aire, nos da pena, ¡y que no la
tengamos de perder esta águila caudalosa de 757 Mira
que mientras más peleares, más demostrarás el amor que tienes a tu Dios y más
te gozarás con tu Amado, con gozo y deleite que no puede tener fin (E 15). 758 Breve
es todo tiempo para darlo por vuestra eternidad (E 17). 759 Nada
te turbe, Nada te espante, Dios no se muda...
(P 30). 760 Esto
nacía de tener muy presente la eternidad y el fin para que Dios nos ha creado
(F 12, 1). 761 Cuanto
menos tengamos aquí, más gozaremos en aquella eternidad (F 14, 3). 762 Bendito
seáis Vos, Dios y Señor mío, que sois inmutable por siempre jamás, amén;
quien os sirviere hasta el fin, vivirá sin fin en vuestra eternidad (F 27,
21). 763 Veis
aquí cómo ya acabaron estos trabajos y la gloria que tiene será sin fin (F
28, 36). 764 No
nos cansemos de alabar a tan gran Rey y Señor, que nos tiene preparado un
reino que no tiene fin, por unos trabajillos mezclados con mil contentos, que
se acabarán mañana (F 31, 47). 765 Bendito
sea Dios, que hemos de gozar de El con seguridad eternamente (Cta 75, 7). Y así se habrá de
quedar mi descanso para aquella eternidad que no tiene fin 766 ¡Oh, Señor mío y Bien mío! ¡Que no puedo
decir esto sin lágrimas y gran regalo de mi alma! ¡Que queráis Vos, Señor,
estar así con nosotros, y estáis en el Sacramento (que con toda verdad se
puede creer, pues es verdad, y con gran verdad podemos hacer esta
comparación), y si no es por nuestra culpa, nos podemos gozar con Vos, y que
Vos os gozáis con nosotros, pues decís que vuestro deleite es estar con los
hijos de los hombres (Prv 8, 31) (V 14, 11; CN 4). 767 Viene a veces con tan gran majestad, que no
hay quien pueda dudar que es el mismo Señor, especialmente después de
comulgar, que ya sabemos por la fe que está allí; se manifiesta tan Señor de
aquella posada, que parece que el alma, toda deshecha, se ve consumir en (V 28, 8). 768 Cuando iba a comulgar y me acordaba de
aquella majestad grandísima que había visto, y veía que era el mismo que
estaba en el Santísimo Sacramento (y muchas veces lo veo en 769 ¡Oh, Señor mío! Si no encubrierais vuestra
grandeza, ¿quién se atrevería a ir tantas veces a unir cosa tan sucia y
miserable con tan gran Majestad? (V 38, 19). 770 Me produjo gran turbación, que no se cómo pude
comulgar. Me dijo el Señor que rogara por él y que lo había permitido para
que entendiera yo el poder que tienen las palabras de la consagración, y cómo
Dios no deja de estar allí, por débil que sea el sacerdote que las dice (V
38, 23). 771 Algunas veces me vienen una ganas de comulgar
tan grandes... que, aunque me pusieran lanzas en los pechos, pasaría por
ellas (V 39, 22). 772 Pues, Creador mío, ¿cómo pueden sufrir unas
entrañas tan amorosas como las vuestras, que lo que vuestro Hijo hizo con tan
ardiente amor por cumplir vuestra voluntad, pues que le mandasteis que nos
amase, sea despreciado por estos herejes que profanan el Santísimo Sacramento
y le quitan sus posadas destruyendo iglesias? ¡Si le hubiera faltado algo por
hacer para teneros contento! Mas todo lo hizo cumplido. 773 ¿No bastaba, Padre eterno, que no hubiera
tenido donde reclinar la cabeza (Lc 9, 58) mientras vivió en este mundo,
siempre sumergido en tantos sufrimientos, sino que ahora aun le quitan las
casas que tiene para convidar a sus amigos a comer, porque nos ve frágiles y
sabe que necesitamos la eucaristía para poder trabajar? (C 3, 8). 774 Pedid vosotras, hijas, con este Señor al
Padre que os deje "hoy" a vuestro Esposo, para que no os veáis en
este mundo sin El; que baste para templar tan gran contento de tenerlo entre
nosotros, haberse quedado tan disfrazado en los accidentes de pan y de vino,
que es harto tormento para quien no tiene otra cosa que amar ni otro
consuelo; mas suplicadle... que os prepare para recibirle dignamente (C 34,
3). 775 ¿Pensáis que no es alimento incluso para los
cuerpos este santísimo manjar y gran medicina aun para los males corporales?
Yo se que lo es, y conozco a una persona con grandes enfermedades, que
estando muchas veces con grandes dolores, se le quitaban como con la mano
cuando comulgaba y quedaba buena del todo (C 34, 6). 776 Y porque las maravillas que hace este
santísimo Pan en los que dignamente lo reciben son muy notorias, no digo
muchas que podría decir, que le han sucedido a esta persona de la que estoy
hablando...(C 34, 6). 777 A esta persona le había dado el Señor tan
viva fe, que cuando oía decir a algunos que quisieran haber vivido
cuando nuestro Bien estaba en el
mundo, se reía por dentro, pareciéndole que, teniéndolo tan verdaderamente en
el Santísimo Sacramento como entonces, que ¿qué más les daba?. 778 Se de una persona que, aunque no era muy
perfecta, durante muchos años, procuraba avivar la fe para desocuparse todo
lo que podía de todas las cosas exteriores cuando comulgaba y entraba con el Señor,
pues creía verdaderamente que entraba El en su pobre posada... Se imaginaba
que estaba a sus pies como 779 En 780 Si os da pena no verle con los ojos
corporales, pensad que no os conviene, pues verle glorificado, o como cuando
andaba por el mundo, pertenece a un nivel de vida diferente; ninguna persona
le podría soportar con las flacas fuerzas humanas, ni habría mundo, ni quien
quisiera vivir en él; porque viendo esta Verdad eterna, se vería que todas
las cosas de las que en este mundo hacemos caso, son mentira y engaño.
Además, si viéramos tan gran Majestad, ¿cómo se atrevería una pecadorcilla
como yo, que tanto le he ofendido, a estar tan cerca de El? Debajo de aquel
pan está tratable; porque si el rey se difrazara, no nos intimidaría
conversar con él sin tantos miramientos y respeto; parece que viene obligado
a soportar nuestra llaneza, pues se ha disfrazado. ¡Quién se atrevería, si le
viéramos con tan gran majestad, a acercarse a El con tanta tibieza, tan indignamente,
con tantas imperfecciones! (C 34, 9). 781 A los que El ve que se han de aprovechar de
su presencia El se les descubre; que aunque no lo vean con sus ojos
corporales, tiene muchos modos de manifestarse al alma por grandes
sentimientos interiores y por diferentes caminos. Permaneced con él de buena
gana; no perdáis tan buen momento de negociar con El, como es el tiempo
después de haber comulgado (C 34, 10). 782 Este pues, es buen tiempo para que os enseñe
nuestro Maestro, y para que le escuchemos y le besemos los pies porque nos ha
querido enseñar, y para que le supliquéis que no se vaya de vuestra compañía
(C 34, 10). 783 Si habéis de pedir esto cuando estáis mirando
una imagen de , me parece una bobería dejar a la misma persona para mirar su
retrato. ¿No sería una necedad, que viniera una persona muy querida a vernos,
si en vez de hablar de hablar con ella, estuviéramos conversando todo el rato
con su retrato¬? (C 34, 11). 784 Cuando acabéis de recibir al Señor, como
tenéis a la misma persona delante, procurad cerrar los ojos del cuerpo y
abrir los del alma y mirad al corazón; que yo os digo... que, si os
acostumbráis a hacer esto siempre que comulguéis,... aunque viene disfrazado,
no lo vendrá tanto que no se os de a conocer de muchas maneras, según el
deseo que tengáis de verle; y tanto lo podéis desear que se os descubra del
todo (c 34, 12). 785 Mas si no hacemos caso de el, sino que en
cuanto le hemos recibido nos apartamos de El, a buscar otras cosas más
ordinarias, ¿qué ha de hacer? ¿Nos ha de traer a la fuerza a que le veamos
porque se nos quiere dar a conocer? No, que no le trataron tan bien cuando
dejó que le vieran todos manifiestamente y les decía claro quién era, y
fueron muy pocos los que le creyeron. Por eso harta misericordia nos hace
cuando quiere Su Majestad que entendamos que es Él el que está en el
santísimo Sacramento. Mas sólo quiere que le vean manifiestamente, y sólo
quiere comunicar sus grandezas y dar sus tesoros, a los que ve que le desean
mucho, porque éstos son sus verdaderos amigos. Que yo os digo que quien no lo
sea, y no lo llegue a recibir como amigo... a ese no se le manifestará (C 34,
13). 786 No ve la hora de haber cumplido lo que manda 787 Y cuando oigáis misa y no comulguéis
sacramentalmente, podéis comulgar espiritualmente, que es de grandísimo provecho,
y recogeos también después interiormente, porque con esto se imprime mucho el
amor de este Señor; porque a quien se prepara para recibir, jamás deja de dar
de muchas maneras que no entendemos. 788 Si nos acercamos al fuego, por muy grande que
sea, pero nos desviamos y escondemos las manos, mal nos podemos calentar,
aunque recibamos más calor que si estamos donde no hay fuego; en cambio, si
nos queremos acercar a El y el alma está dispuesta, es decir, con deseos de
calentarse, y está allí un rato, queda con calor para muchas horas (C 35, 1). 789 Si cuando comenzáis a practicar la comunión
espiritual y el recogimiento posterior, no os encontráis a gusto -que puede
suceder porque el demonio os encoja el corazón y os cause congoja-..., el
mismo demonio os hará creer que encontraréis más devoción en otras cosas que
en la eucaristía. Pero vosotras no la dejéis; en esto comprobará el Señor lo
que le queréis (C 34, 2). 790 Acordaos de que hay pocas almas que le
acompañen y le sigan en los trabajos; pasemos algo por El, que Su Majestad os
lo pagará. Y acordaos también de tantas personas que, no sólo no quieren
estar con él, sino que le faltan al respeto echándoselo de encima. Suframos
algo por El para que vea que tenemos deseo de verle (C 35, 2). 791 Y ya que todo lo sufre y sufrirá por
encontrar al menos un alma que le reciba y lo tenga en sí con amor, sea ésta
la vuestra; porque si no hubiera alguna, con razón el Padre Eterno no le
hubiera consentido quedarse con nosotros (C 35, 2). 792 Es tan amigo de amigos y tan señor de sus
siervos que, como ve la voluntad de su buen Hijo, no le quiere impedir obra
tan excelente, en la que tan cumplidamente demuestra el amor que nos tiene (C
35, 2). 793 Pues, Padre santo que estás en el cielo, ya
que queréis y aceptáis el sacrificio de vuestro Hijo, y está claro que no
habíais de negar algo que tanto nos conviene a nosotros, alguien ha de haber
que hable en favor de vuestro Hijo, pues El nunca se defendió (C 35, 3). 794 Seamos nosotras, hijas, aunque es
atrevimiento siendo las que somos; mas, confiadas en que nos manda el Señor
que pidamos, en cumplimiento de esta obediencia y en nombre del buen Jesús,
supliquemos a Su Majestad que, ya que no le ha quedado nada por hacer
concediendo a los pecadores tan gran beneficio como éste, quiera Su Majestad poner
remedio para que no sea tan maltratado (C 35, 3). 795 ¿Qué he de hacer, Creador mío, sino ofreceros
este Pan sacratísimo y, aunque nos lo disteis, volvéroslo a entregar y
suplicaros, por los méritos de vuestro Hijo, que me hagáis esta merced? (C
35, 5). 796 Tened pues cuidado con cierta humildad que
inspira el demonio, que causa gran inquietud por la gravedad de nuestros
pecados, con lo que... consigue que las almas se aparten de la comunión y que
no hagan oración personal porque no lo merecen, y cuando reciben el santísimo
sacramento se les pasa el tiempo en que habían de recibir mercedes, pensando
en si se han preparado bien (C 39, 1). 797 ¡Válgame Dios!; ¿qué nos espanta? ¿No es más
de admirar la obra? ¿No nos llegamos al santísimo Sacramento? (Mdt C 1, 11). 798 Pienso que si nos acercáramos al santísimo
Sacramento con gran fe y amor, que una vez bastaría para hacernos ricas,
¡cuánto más tantas!, pero parece que nos acercamos a El por cumplido y así
nos luce tan poco. ¡Oh miserable mundo, que así tienes tapados los ojos de
los que viven en tí, para que no vean los tesoros con que podrían granjear
riquezas perpetuas! (Mdt C 3, 9). 799 Por mí os quedasteis en el santísimo
Sacramento, y ahora me hacéis tan grandísimos regalos (Mdt C 4, 6). 800 Un día, acabando de comulgar, me pareció
verdaderamente que mi alma se hacía una cosa con aquel cuerpo sacratísimo del
Señor, cuya presencia se me representó, y me hizo gran operación y provecho
(Cc 39ª). 801 Una vez acabando de comulgar, se me dio a
entender cómo este sacratísimo Cuerpo de
lo recibe el Padre dentro del alma, como yo entiendo y he visto que
están estas divinas Personas, y cuán agradable le es esta ofrenda de su Hijo;
porque se deleita y goza con El acá en la tierra (porque su Humanidad no está
con nosotros habitualmente en el alma, sino 802 Hay grandes secretos en lo interior cuando
uno comulga. Es lástima que estos cuerpos no nos los dejen gozar (Cc 43ª). 803 Cuando me pienso aliviar Viéndote
en el Sacramento, Me
hace más sentimiento El
no poderte gozar. Todo
es para más penar Por
no verte como quiero, Que
muero porque no muero (P 2). 804 ¡Ay! Cuando te dignas entrar
en mi pecho, Dios
mío, al instante el
perderte temo... (P 7). 805 Es tan muerto nuestro natural, que nos vamos
a lo que vemos presente; y así estos mismos favores son los que despiertan la
fe y la fortalecen. Ya puede ser que, como soy tan ruín, juzgue por mí; tal
vez otros no necesiten más que la verdad de la fe para hacer obras muy
perfectas. Yo como miserable, todo lo he habido menester (V 10, 6). 806 Y así, todo lo que sea decir más allá de la
narración de mi vida, resérveselo usted, que tanto me ha importunado para que
escriba una declaración de las mercedes que me hace Dios en la oración, si
está de acuerdo con las verdades de la fe católica; y si no, quémelo
enseguida, que yo a esto me someto (V 10, 8). 807 Jamás tuvo el demonio fuerza para tentarme
haciéndome dudar de que Vos, mi Señor, tenéis todas las perfecciones ni de
ninguna verdad de la fe (V 19, 9; CN 9). 808 Creo que me ocurría que cuanto menos iban por
camino natural los misterios, más firme era mi fe y me causaba gran devoción:
en ser todopoderoso hallaban explicación para mí todas las grandezas que
podéis hacer, y de esto, como digo, jamás tenía duda (V 19, 9; CN 9). 809 Mil reinos perdería y con razón, para
aumentar un grado su fe y haber llevado algo de luz a los herejes (V 21, 1;
11). 810 Son tan admirables las mercedes que recibe, y
además concedidas a quien tan poco las ha merecido, que algunas veces se le
hacen inverosímiles y si no tiene una fe muy viva, no se pueden creer (V 27,
9). 811 La fe está entonces tan amortiguada y dormida
como todas las virtudes, aunque no perdida, pues creo todo lo que enseña 812 Porque en este punto de fe yo estaba segura
de mí que estaba dispuesta a morir mil muertes antes de ir contra el menor
rito de 813 ¡Oh, válgame Dios!; cuánto hace tener dormida
la fe para pedir y recibir, pues no acabamos de entender que el castigo es
cierto y el premio también (C 30, 3). 814 Y así os recomiendo mucho que, cuando
leyereis algún libro y oyereis algún sermón, o pensareis en los misterios de
nuestra sagrada fe, que lo que buenamente no pudiereis entender, no os
canséis ni gastéis el pensamiento en escudriñarlo (Mdt C 1, 1). 815 Que no escuche las razones que le dará el
entendimiento ni los temores que le pondrá, sino que deje obrar la fe de
manera que no mire provecho ni descanso, sino acabe ya de entender que en eso
está todo su provecho (Mdt C 3, 1). 816 Cuando os encontréis con esta pusilanimidad,
acudid a la fe y a la humildad y no dejéis de acometer con fe, que Dios los
puede todo y así pudo dar fortaleza a muchas niñas santas, y se la dió para
que se decidieran a pasar tantos tormentos por El (Mdt C 3, 5). 817 Se conocen bien las grandísimas gracias que
de este grado de oración saca el alma por los efectos y por las virtudes y la
fe viva que le queda y el desprecio del mundo (Mdt C 6, 6). 818 Pues si esto sería irracional lo es más, sin
comparación, que nosotros no procuremos saber quiénes somos, sino que nos
quedemos en nuestros cuerpos y así, a bulto, porque lo hemos oído y porque
nos lo dice la fe, sabemos que tenemos alma (I M 1, 2). 819 ¡Oh, Jesús, qué grande es la barahunda que
aquí ponen los demonios y las aflicciones de la pobre alma, que no sabe si
pasar adelante o volver a la primera morada! Pues la razón, por otra parte,
le presenta el engaño que es pensar que todo esto vale algo en comparación de
lo que pretende. La fe le enseña qué es lo que le conviene (II M 1, 4). 820 Porque está tan muerta la fe, que queremos
más lo que vemos que lo que ella nos dice (II M 1, 5). 821 Todo el bien está en cómo se aprovechan estas
palabras, y de ninguna que no esté totalmente de acuerdo con 822 Mas, con todas estas imaginaciones que debe
de poner el demonio para causar pena y acobardar al alma, en especial si se
trata de una empresa, que en hacerse lo que se entendió se juegan muchos
bienes de las almas y es una obra para gran gloria y servicio de Dios, y en
ella hay gran dificultad, ¿qué no hará el demonio? Por lo menos debilita la
fe, que es harto daño no creer que Dios es poderoso para hacer obras que no
entiende nuestro entendimiento (VI M 3, 7). 823 No lo dijo a su Madre sacratísima, porque
estaba firme en la fe, que sabía que era Dios y Hombre; y aunque le amaba más
que ellos, era con tanta perfección, que más bien le ayudaba 824 De manera que lo que entendemos por la fe,
ahora lo entiende el alma por visión. Aunque esta visión no es con los ojos
del cuerpo ni del alma, pues no es visión imaginaria (VII M 1, 7). 825 Muchas veces tengo una fe tan grande en que
no puede faltar Dios a quien le sirve, y sin tener ninguna duda de que nunca
fallen sus palabras, que ni puedo persuadirme a otra cosa, ni puedo temer (Cc
2ª, 4). 826 En la fe me hallo, a mi parecer, con mucha
mayor fortaleza. Me parece que me pondría yo sola contra todos los luteranos
a hacerles entender su error. Siento mucho la perdición de tantas almas. Veo
muchas que conozco claramente que Dios ha querido que se hayan aprovechado
por mi medio, y conozco que, por su bondad, crece en mi alma el amor cada día
(Cc 3ª, 8). 827 Hace unos trece años, después de fundado san
José de Avila -a donde ella se había pasado desde el otro monasterio-, fue
allí el que ahora es Obispo de Salamanca, que era Inquisidor en Toledo, y lo
había sido en Sevilla. Ella le habló para cerciorarse más y le dio cuenta de
todo, y él le dijo que no correspondía a su oficio, porque todo lo que oía y
entendía siempre la afirmaba más en la fe católica, que siempre estuvo y está
con grandísimos deseos de la gloria de Dios y bien de las almas, que por una
se dejaría matar muchas veces (Cc 53ª, 7). 828 Su oración y la de las monjas que ha fundado
siempre es por el aumento de la fe católica, y para esto comenzó el primer
monasterio, junto con el bien de su Orden. Decía ella que, cuando algunas
cosas de éstas le indujeran contra la fe católica y ley de Dios, que no sería
menester buscar letrados ni hacer pruebas, porque enseguida vería que era
demonio (Cc 53ª, 13-14). 829 En todo lo que ha dicho se somete a la fe
católica de 830 Porque no ha tenido tentaciones contra la fe
(Cc 60ª, 1). 831 No lo cuento como milagro -que otras cosas
podría decir-, sino por la fe que tenían estas hermanas (F 1, 5). 832 El amor de contentar a Dios y la fe hace
posible lo que por razón natural no lo es; y así, cuando yo vi la gran
voluntad de nuestro reverendísimo General de que hiciese más monasterios, me
pareció que ya los veía hechos (F 2, 4). 833 ¡Ojalá hubiera tenido fortaleza para no ir
contra la honra de Dios, como la tenía por mi natural pundonoroso para no
perder la honra del mundo, en lo que a mí me parecía que estaba! (V 2, 3). 834 Me determiné a seguir aquel camino con todas
mis fuerzas (V 4, 7). 835 Porque ya se hasta dónde llega mi fortaleza y
poca virtud si no me la estáis dando Vos siempre y ayudando para que no os
deje (V 6, 9). 836 Y miraba su soberana largueza, no los grandes
pecados sino los deseos que muchas veces tenía de servirle y la pena que
sentía por no tener fortaleza en mí para ponerlo por obra (V 7, 18). 837 Por esta fuerza que se hacen de querer estar
con tan buena compañía, miráis que al principio no pueden más y algunas veces
ni después, forzáis Vos, Señor, los demonios para que no los acometan y para
que cada día tengan menos fuerza contra ellos y se las dais a ellos para
vencer (V 8, 6). 838 Era tan insoportable la fuerza que el demonio
me hacía, o mi ruín costumbre para que no fuese a la oración y la tristeza
que me daba cuando entraba en el oratorio, que era menester ayudarme de todo
mi ánimo (que dicen no lo tengo pequeño, y se ha visto que me lo dio harto
más que de mujer...), para forzarme, y al fin me ayudaba el Señor. Y después que
me había hecho esta fuerza me hallaba con más quietud y regalo, que algunas
veces que tenía deseo de rezar (V 8, 7). 839 Y me arrojé cabe él con grandísimo
derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no
ofenderle (V 9, 1). 840 Parece que mi alma ganó grandes fuerzas de la
divina Majestad y que debía de oir mis clamores y tener lástima de tantas
lágrimas (V 9, 9). 841 Creamos que quien nos da los bienes nos dará
gracia para conocer la tentación cuando el demonio nos tiente y fortaleza
para rechazarla (V 10, 4). 842 No está el amor de Dios en llorar ni sentir
gustos y ternura, que casi siempre los deseamos y nos consolamos con ellos,
sino en servir con justicia y fortaleza de alma y humildad (V 11, 14). 843 ¡Siempre la humildad por delante para
entender que no han de venir estas fuerzas de las nuestras! (V 13, 4; CN 3). 844 Lo que advierto mucho es que no deje la
oración, que allí se dará cuenta de lo que hace y ganará del Señor
arrepentimiento y fortaleza para levantarse (V 15, 3; CN 5). 845 Ve claro que los mártires no hacían nada de
su parte sufriendo tormentos, porque conoce bien el alma que la fortaleza
viene de otra parte (V 16, 4; CN 6). 846 Porque bien sabe el Señor lo que conviene y
que mi alma no tenía fuerzas para salvarse, si Su Majestad con tantas
mercedes no lo hiciera (V 18, 5). 847 Llegada un alma aquí no sólo son deseos los
que tiene de Dios; Su Majestad le da fuerzas para que los realice. Se lanza a
cualquier empresa que juzgue de la gloria de Dios y esto sin ningún
esfuerzo...El sufrimiento está en que no se les presenta oportunidad de hacer
algo... Disponed Vos, Dios mío, que se me presente la ocasión de que pueda
pagar alguna monedita de lo mucho que os debo. Ordenad que os pueda servir en
algo. También otras eran mujeres y han hecho cosas heroicas por vuestro amor.
Yo no se hacer más que hablar y por eso no queréis, Dios mío, confiarme
obras. Todo se me va en palabras y en deseos, y aún para eso no tengo
libertad... 848 Fortaleced Vos mi alma... Bien de los bienes
y Jesús mío, y disponed pronto los medios para que yo haga algo por
Vos...Bien veo yo, mi Señor, lo poco que puedo; mas unida a Vos, subida a
esta atalaya donde se ven verdades, no apartándoos de mí todo lo podré (V 21,
5; CN 11). 849 Cuando llegó para mi alma la hora de que Dios
le hiciese esta merced, cesaron mis males y me dio el Señor fortaleza para
salir de ellos...(V21, 12; CN 11). 850 Desde que el Señor comenzó a darme
arrobamientos hasta hoy siempre ha ido creciendo esta fortaleza y por su
bondad me ha tenido cogida de su mano para que no volviese atrás (V 21, 13;
CN 11). 851 Y todo sirve para humillar y fortalecer al
alma (V 21, 14; CN 11). 852 La fortaleza que deja Dios en el alma cuando
la unión dura tiempo tan breve como el de abrir y cerrar los ojos..., es muy
diferente de cuando dura más tiempo esta merced... El Señor poco a poco la va
formando y le da decisión y fuerzas de varón para que todo lo pisotee del
todo. Con la misma rapidez que lo hizo con 853 Sentía en mí una certeza de que era Dios
sobre todo cuando estaba en la misma oración y veía que quedaba muy mejorada
y con más fortaleza (V 23, 2). 854 Me ha ocurrido verme con grandes
tribulaciones y murmuraciones de casi toda la ciudad donde vivo y de mi
Orden... y estando afligida por los muchos problemas que llevaba sobre mis
espaldas y sólo con decirme el Señor:"De qué temes? ¿No sabes que soy
todopoderoso? Yo cumpliré lo que te he prometido"..., he quedado con tal
fortaleza que me hubiera arriesgado a emprender otras obras aunque me
costasen muchos sufrimientos y me expondría otra vez a padecer por servirle
(V 26, 2). 855 A las jóvenes les da fortaleza y conocimiento
para que no puedan desear otra vida (V 35, 12). 856 Comencé a acordarme de mis grandes deseos de
servir al Señor y de padecer por él y pensé... que por qué me había de faltar
ánimo para servir a quien tanto debía. Con estas y otras consideraciones
venciéndome mucho prometí delante del santísimo Sacramento hacer todo lo que
pudiera para conseguir licencia para venirme a esta casa y prometer vivir en
clausura (V 36, 9). 857 Quedé con grandísima fortaleza y muy
dispuesta a cumplir con todas mis fuerzas las más pequeña palabra de 858 Y si no están fortalecidos en su vida
interior y convencidos de la importancia que tiene tenerlo todo debajo de los
pies y estar desasidos de las cosas que se acaban y bien asidos a las
eternas, por mucho que lo quieran disimular se les notará (C 3, 4). 859 Es muy de mujeres y no quisera yo, hijas
mías, que lo fuerais en nada, ni que lo parecierais, sino varones fuertes;
que si vosotras lo ponéis todo de vuestra parte, el Señor os hará tan
varoniles que asombréis a los hombres (C 7, 8). 860 Pelead como fuertes hasta morir en la empresa
pues no habéis venido a otra cosa que a pelear (C 20, 2). 861 Y al que ve que tiene fuerza no se detiene en
cumplir en él su voluntad (C 32, 5). 862 Puede ser que al principio cuando el Señor
hace estas mercedes no vea el alma en sí esta fortaleza; pero si el Señor
continúa regalándola, pronto se hace fuerte (C 36, 12). 863 Nunca temen a los enemigos descubiertos; ya
los conocen y saben que con la fuerza que les da el Señor, no tienen fuerza,
y que siempre salen vencedores y con gran ganancia; nunca huyen (C 38, 2). 864 Supliquemos siempre a Dios que no sea tan
recia la tentación que nos haga ofenderle; sino que la permita conforme a la
fortaleza que nos ha de dar para vencerla (C 41, 1). 865 Si son de Dios (los deleites) vienen cargados
de amor y de fortaleza con que se puede avanzar más sin trabajo e ir
creciendo en las obras y virtudes (III M 2, 11). 866 En la séptima morada ya nada se teme. Allí se
lanza radicalmente el alma a pasarlo por Dios. Y la causa es que está casi
siempre tan unida a Su Majestad, que de allí le viene la fortaleza (VI M 1,
2). 867 No le tengáis lástima que ayudada con vuestra
fortaleza puede pasar muchos trabajos (VI M 6, 4). 868 El verdadero Consolador la consuela y
fortalece para que quiera vivir todo lo que sea su voluntad (VI M 11, 9). 869 Tengo por cierto que estas mercedes son para
fortalecer nuestra flaqueza para poderle imitar en el mucho padecer (VII M 4,
4). 870 Estando el alma hecha una cosa con el fuerte
por la unión tan soberana de espíritu con espíritu se le ha de pegar
fortaleza y así veremos lo que han tenido los santos para padecer y morir
(VII M 4, 11). 871 Una cosa me asombra, que estando de esta
suerte, con una sola palabra de las que suelo entender o una visión o un poco
de recogimiento que dure un Avemaría o después de comulgar, queda el alma y
el cuerpo tan quieto, tan sano y el entendimiento tan claro y con toda fortaleza
y deseos que suelo tener (Cc 1ª, 31). 872 ¡Oh, mi Dios y mi verdadera fortaleza! (E
12). 873 Que esto sirva para procurar caminar mejor el
camino para contentar mejor a nuestro esposo y hallarle más pronto; y para
animarnos a andar con fortaleza camino de puertos tan ásperos, como es el de
esta vida; pues yendo con humildad mediante la misericordia de Dios, hemos de
llegar a aquella ciudad de Jerusalén donde todo lo que hemos padecido nos
parecerá poco en comparación de lo que se goza (F 4, 4). 874 No pongo en estas fundaciones los grandes
trabajos de los caminos, con fríos, con soles, con nieves, que a veces no
cesaba de nevar todo el camino; otras veces nos perdíamos, otras con muchas
enfermedades y calenturas; porque gloria a Dios, yo siempre he tenido poca salud,
pero veía claro que nuestro Señor me daba fortaleza; porque me acaecía
algunas veces que se trataba de fundación, hallarme con tantos males y
dolores, que yo me acongojaba mucho porque me parecía que aún no estaba ni
para estar en la celda sin acostarme, y me volvía a nuestro Señor quejándome
y diciéndole que cómo quería que hiciese lo que no podía, y después aunque
con trabajo, Su Majestad me daba fuerza y con el fervor que me ponía y la
preocupación parece que me olvidaba de mí (F 18, 4). 875 Nunca dejé una fundación por miedo del
trabajo aunque de los caminos, especialmente los largos, sentía gran
contradicción (F 18, 5). 876 Las seis que venían conmigo eran tales almas
que me parece me hubiera atrevido a ir con ellas a tierra de turcos, pues
tenían gran fortaleza, o mejor dicho, se la daba nuestro Señor para padecer
por él, porque estos eran sus deseos y sus pláticas, y muy maduras en oración
y mortificación; que como habían de quedarse tan lejos, procuré que fuesen de
las que me parecían más valientes. Y todo fue menester, según se pasó de
trabajos (F 24, 6). 877 Me dijo nuestro Señor como reprendiéndome:
"¿Qué temes? ¿Cuándo te he faltado yo? El mismo que he sido, soy ahora;
no dejes de hacer esas dos fundaciones, (Palencia y Burgos)..." Quedé
tan decidida y animada que ni todo el mundo hubiera podido detenerme, y
comencé enseguida a tratar de ello (F 29, 6). 878 Yo
confieso que mi ruindad y flaqueza muchas veces me han hecho temer y dudar;
mas no me acuerdo de ninguna vez que no me hiciese merced, por su sola misericordia,
de vencer estas tentaciones y lanzarme a lo que entendía era mayor servicio
suyo, por difícil que fuera. Su Majestad nos haga fuertes para morir por El
que, cierto, ha sido misericordia suya esta refriega (Cta 269, 6) 879 Me parecía que era virtud ser agradecida y
dar amor a quien me quería (V 5, 4). 880 Por ser yo tan agradecida (V 35, 11). 881 Como gozo cuando estoy con las personas con
quienes comunico mi alma y con los que veo que son muy siervos de Dios, con
los cuales me consuelo y los amo mucho, llegué a pensar si estaba asida a
ellos. Me dijo que si un médico cura a un enfermo en peligro de muerte, no es
virtud no estarle agradecida y amarle; que qué hubiera hecho yo sin estas
pesonas; que la conversación con los buenos no daña, pero que mis palabras
fueran siempre graves y santas, y que no dejara de hablar con ellos pues me
causaban mucho provecho y no daño (V 40, 19). 882 Tenéis mucha obligación de rogar
contínuamente por sus almas porque os dan de comer; que también quiere el
Señor que aunque es él quien os provee, lo agradezcamos a las personas por
cuyo medio nos lo da; y no os descuidéis en esto (C 2, 10). 883 Que hemos de ser agradecidas, y era
ingratitud aun con el obispo (Cta 61, 9). 884 Mi condición de agradecida y su gran celo me
hace pasar por lo que está bien lejos de mi carácter (Cta 76, 17). 885 Aunque ahora, por no desagradecer a mi
hermano lo que ha hecho, quisiera estar allí hasta que solucionara algunas
cosas, pues me espera para esto (Cta 116, 6). 886 Vuestra merced ya creo que sabe que no soy
desagradecida (Cta 130, 1). 887 Sino que se agradezca siempre el bien que nos
han hecho (Cta 139, 9). 888 No dejen de enviarle algunos recuerdos para
que parezcan agradecidas, aunque no haya de qué (Cta 143, 12). 889 Agradezca vuestra reverencia a Nicolao lo que
hace por las monjas (Cta 170, 11). 890 Cada día me tiene vuestra paternidad con
mayor agradecimiento por el cuidado que tiene de mi contento; así espero en
Dios se lo ha de pagar (Cta 172, 1). 891 ¡Válgame Dios, qué poderosa está!; espantadas
tiene a estas monjas de lo que me envió. Vino para poderse comer, y lo demás
muy lindo y los relicarios lo son. El grande es mejor para la señora doña
Luisa (Cta 183, 892 Bien veo que no es perfección en mí ser
agradecida; debe de ser natural, que con una sardina que me den me sobornarán
(Cta 250). 893 Den muchas gracias a Dios por tanta merced
que nos ha hecho Su Majestad de quedar tan en gracia del General. Hagan
alguna procesión y digan algo al Señor en acción de gracias, que ya no nos
falta nada sino ser muy santas y servir a Dios con estas mercedes (Cta 431,
9). 894 Ningún
miedo me daba ninguna enfermedad, porque estaba tan decidida a ganar bienes
eternos, que por cualquier medio me determinaba a ganarlos. Y ahora me
espanto, pues entonces creo que aún no tenía amor de Dios, como lo tuve
después que comencé a hacer oración. Pero veía con clara luz que todo lo que
se acaba es de poca estima y los
bienes eternos que se pueden ganar con las tribulaciones, son de mucho
precio, pues son eternos (V 5, 2). 895 Estos
gozos de oración son como deben de ser los de los que están en el cielo que
como no han visto más de lo que el Señor quiere que vean según sus méritos, y
ven que son tan pocos, cada uno está contento de estar en el grado que está,
aun habiendo tan grandísima diferencia de gozar en el cielo; mucho mayor que
la que hay aquí de unos gozos espirituales a otros, que es grandísima (V 10,
3). 896 ¿Quién
ve un destello de la gloria que da a los que le sirven, que no reconozca que
todo lo que se puede hacer y padecer es nada, pues tal premio esperamos? (V
26, 5). 897 El
Señor quiere que el alma, de todos los modos posibles, tenga algún
conocimiento de lo que paga en el cielo, y le hace conocer que allí las almas
se entienden sin hablar (cosa que yo ignoraba, hasta que el Señor por su
bondad quiso que lo viese y me lo enseñó en un arrobamiento (V 27, 19). 898 Lo
he visto muchas veces con grandísima gloria (a san pedro de Alcántara). La
primera vez que se me apareció, me dijo: "Bienventurada penitencia que
tan gran premio me ha merecido", y otras muchas cosas (V 27, 19). 899 He
aquí acabada esta vida penitente con tan gran gloria. Creo que ahora me
consuela más que cuando vivía aquí (V 27, 20). 900 Son
tan hermosos los cuerpos glorificados, que la gloria que produce ver cosa tan
sobrenaturalmente hermosa, desatina (V 28, 2). 901 Si
en el cielo no hubiera otra cosa para deleitar la vista más que la gran
hermosura de los cuerpos glorificados, ya sería grandísima gloria, sobre todo
ver 902 Después
de haber visto el infierno y otras grandes revelaciones y secretos que el
Señor, por ser quien es, me quiso revelar sobre la gloria que recibirán los
buenos, deseando hacer penitencia para ganar tanto bien, quería apartarme del
mundo (V 32, 8). 903 Yo
ya le había visto otras dos veces después de morir, y la gran gloria que
gozaba, y por eso no me dio miedo, al contrario, me alegré mucho, porque
siempre se me aparecía con cuerpo glorificado, lleno de mucha gloria, y me la
daba grandísima verle (san Pedro de Alcántara) (V 36, 20). 904 Aunque
después el Señor me ha concedido penetrar cuán grande es la diferencia que
hay en el cielo de lo que gozan unos a lo que gozan otros, comprendo que
también en la tierra no hay tasa en el dar cuando quiere el Señor, por eso yo
tampoco quisiera tener medida en mi entrega a él, y quisiera emplear toda mi
vida y mis fuerzas y salud en esto y no perder por mi culpa un tantito de
gozar más (V 37, 2). 905 Hay
que procurar estimar mucho conseguir un grado más de gloria y no perder
bienes que son eternos, aunque cuesten mucho sacrificio (V 37, tit). 906 Me
pareció que había sido introducida en el cielo, y las primeras personas que
allí vi fueron mi padre y mi madre, y cosas tan maravillosas en el breve
tiempo de decir un Avemaría, que quedé fuera de mí (V 38, 1). 907 Esta
visión también me aprovechó mucho para conocer nuestra patria verdadera y ver
que aquí somos peregrinos, pues es gran cosa haber visto lo que hay allá y
saber dónde hemos de vivir. Porque si uno ha de ir a vivir permanentemente a
una tierra, le resulta muy provechoso para soportar el trabajo del camino,
haber visto que es una tierra donde
estará con mucho descanso, y también resulta más fácil para considerar las
cosas celestiales y procurar que nuestra conversación sea de allá (V 38, 6). 908 Sólo
mirar al cielo recoge el alma, pues como el Señor ha querido enseñarme algo
de lo que hay allá, en ello se detiene mi pensamiento; y me acaece algunas
veces que los que me acompañan y con los que me consuelo algunas veces son
los que allá viven, y me parece que aquellos son los verdaderos vivos, y los
que acá viven tan muertos, que me parece que nadie me hace compañía, sobre
todo cuando tengo aquellos ímpetus (V 38, 6). 909 Esta
casa es un cielo, si lo puede haber en la tierra, para quien se contenta sólo
con agradar a Dios sin hacer caso de contento suyo (C 13, 7). 910 El
gran bien que a mí me parece que hay en el reino del cielo, con otros muchos,
es no hacer ya caso de nada de la tierra, estar todos penetrados de sosiego y
de gloria, con un gran gozo y alegría de ver que todos están alegres, con una
paz perenne, nadando en una gran satisfacción proveniente de ver que todos
santifican y alaban al Señor y bendicen su nombre y de que nadie le ofende.
Todos le aman, y la misma alma no hace otra cosa más que amarle y no puede
dejar de amarle porque le conoce (C 30, 5). 911 912 Lo
mismo le ocurre con su linaje, porque saben que en el reino que no se acaba
no han de ganar por este camino (C 36, 10). 913 Nuestra
alma es como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal en el que
hay varias mansiones, igual que en el cielo hay muchas moradas (Jn 14, 2; Cf
Ap 21, 10-23) (I M 1, 1). 914 Pues
pensar que hemos de entrar en el cielo y no entrar en nosotros conociéndonos
y considerando nuestra miseria y lo que debemos a Dios y pidiéndole muchas
veces misericordia, es desatino (II M 1, 11). 915 Estando
el alma tan hecha una cosa con Dios, metida en este aposento del cielo empíreo
que debemos de tener en el interior de nuestras almas (VI M 4, 8). 916 ¡Oh,
válgame Dios, Señor, cómo apretáis a vuestros amadores! Mas todo es poco para
lo que les dais después (VI M 11,6). 917 Porque
de la misma manera que la tiene en el cielo, debe de tener en el alma un
lugar donde sólo mora Su Majestad, y digamos que es otro cielo (VII 1, 3). 918 La
luz que ví debió de hacer blanco el rostro, que así me parece lo están todos
en el cielo, y he pensado si el resplandor y luz que sale de nuestro Señor
les hace estar blancos (Cc 45ª, 1). 919 ¡Oh,
almas que ya gozáis sin temor de vuestro gozo y estáis siempre embebidas en
alabanzas de mi Dios! Venturosa es vuestra suerte. ¡Qué gran razón tenéis de
ocuparos siempre en estas alabanzas y qué envidia os tiene el alma, porque
estáis ya libres del dolor que dan las ofensas tan grandes que en estos
desventurados tiempos se hacen a mi Dios, y de ver tanto desagradecimiento, y
de ver que no se quiere ver esta multitud de almas que lleva Satanás!... 920 Dadnos,
Dios mío, a entender qué es lo que se da a los que pelean varonilmente en
este sueño de esta miserable vida...¡Oh desventurados de nosotros, Señor mío!
que bien lo sabemos y creemos sino que con la costumbre tan grande de no
considerar estas verdades, son tan extrañas ya de las almas, que ni las
conocen ni las quieren conocer. ¡Oh gente interesada!, codiciosa de sus
gustos y deleites, que por no esperar un breve tiempo a gozarlos tan en
abundancia, por no esperar un año, por no esperar un día, por no esperar una
hora, y por ventura no será más que un momento, lo pierden todo por gozar
esta miseria que ven presente (E 13). 921 ¡Oh,
almas bienaventuradas, que tan bien os supisteis aprovechar y comprar heredad
tan deleitosa y permaneciente con este precioso precio!, decidnos: ¿cómo
granjeabais con él bien tan sin fin? (E 13). 922 No
hemos de ir mirando las paredes. Considerado que no es la casa que nos ha de
durar siempre, sino tan breve tiempo como es el de la vida, por larga que
sea, se nos hará todo suave, viendo que mientras menos tengamos acá más
gozaremos en aquella eternidad donde son las moradas conforme al amor con que
hemos imitado la vida del buen Jesús (F 14, 5). 923 ¡Oh,
válgame Dios, cuán diferentemente entenderemos estas ignorancias en el día en
que se entenderá la verdad de todas las cosas, y cuántos padres y madres
verán que se van al infierno por haber tenido hijos, y cuántos se verán en el
cielo por medio de sus hijas! (F 20, 3). 924 Cuando
estemos delante del acatamiento de Dios verá vuestra señoría lo que debe a su
hija verdadera, Teresa de Jesús (Cta 98, 4, al P. Juan Bta Rubeo). 925 Qué
bien parece que es vuestra señoría de los que han de gozar de su reino, pues
le da a beber el cáliz con tantas enfermedades de vuestra señoría y de quien
bien quiere (Cta 34, GOBIERNO Y CONSERVACION DE DIOS 926 Se
nos da a entender cómo es Dios y poderoso, y que todo lo puede y todo lo
dispone y todo lo gobierna y todo lo llena de su amor (V 28, 9). 927 Veía
que, aunque era Dios, era también Hombre, que no se extraña de las flaquezas
de los hombres, que comprende nuestra miserable condición, sujeta a muchas
caídas, por el primer pecado que El había venido a reparar (V 37, 6). 928 Comulgué
y estuve en misa, que no se cómo pude estar. Me pareció que todo había pasado
muy rápidamente. Quedé espantada cuando sonó el reloj y ví que había estado
dos horas en aquel arrobamiento y gloria. Espantábame después de que, cuando
viene de arriba este fuego de verdadero amor de Dios, que sólo llega cuando
quiere Su Majestad, y de mí no brota ni una chispa aunque me haga pedazos,
parece que consume las faltas y tibieza y miseria del hombre viejo; y así
como el ave fénix cuando se quema, de sus mismas cenizas sale otra, así queda
transformada el alma con diferentes deseos y fortaleza grande. No parece la
misma de antes, sino que comienza con nueva pureza el camino. Suplicando
yo a Su Majestad que así fuera, y que comenzara a servirle de nuevo, me dijo:
"Buena comparación has hecho; mira que no se te olvide para procurar
mejorarte siempre" (V 39, 23). 929 ¿No
es linda cosa que una pobre monja de san José pueda llegar a señorear la
tierra y sus elementos? Y ¿qué extraño es que los santos los dominaran como
ellos querían? A san Martín le obedecían el fuego y las aguas; a san
Francisco, las aves y los peces, y así a otros muchos santos (C 19, 4). 930 No
es pequeña lástima y vergüenza que, por nuestra culpa, no nos comprendamos a
nosotros mismos ni sepamos quiénes
somos. ¿No sería gran ignorancia que preguntasen a uno quién es y no se
conociese ni supiera quién fue su padre, ni su madre, ni de qué tierra? Pues
si esto sería tan irracional, lo es más, sin comparación, que nosotros no
procuremos saber quiénes somos, sino que nos quedamos en nuestros cuerpos, y
así a bulto, porque lo hemos oido y porque nos lo dice la fe, sabemos que
tenemos alma. Mas pensamos poco las riquezas que atesora y quién vive dentro,
y el gran valor del alma. Y, en consecuencia, se tiene poco interés en
conseguir con todo cuidado conservar su hermosura. Todo se nos va en la
tosquedad del engaste o cerca del castillo, que son estos cuerpos nuestros (I
M 1, 2) 931 Pues
pensemos bien que este castillo tiene muchas moradas: unas arriba, otras
abajo, otras a los lados, y en el centro y en el medio de todas está la más
principal, que es donde ocurren los misterios secretísimos entre Dios y el
alma (Ib 3). 932 Pues
si la grandeza de Dios no tiene término, tampoco lo tendrán sus obras. ¿Quién
acabará de contar sus misericordias y grandezas? (Ex 18, 2-4). Es imposible.
Y por eso no os maravilléis de lo que he escrito y de lo que voy a escribir,
porque es un resumen de lo que hay que contar de Dios. Demasiada misericordia
nos ha demostrado comunicando estas maravillas a quien nos las pueda contar.
Pues cada una de nosotras tiene alma pero, como no valoramos como lo merece
una criatura hecha a imagen de Dios, tampoco entendemos los grandes secretos
que encierra (VII M 1, 1). 933 ¿Por
qué está este hermano mío donde corre peligro su salvación¬? Si yo viera,
Señor, a un hermano vuestro en este peligro, ¿qué hiciera por remediarle?
Creo que no me quedara por hacer cosa que yo pudiera. Me dijo el Señor:
"Oh, hija, hija; hermanas mías son éstas de 934 Como
estaba espantada de ver tanta majestad en cosa tan baja como mi alma,
entendí: "No es baja, hija, pues está hecha a mi imagen". También
entendí algunas cosas tan delicadas, de la causa por la que Dios se deleita
con las almas más que con otras criaturas que, aunque el entendimiento las
entendió instantáneamente, no las sabré decir (Cc 41). 935 ¡Oh,
esperanza mía y Padre mío y mi Creador y mi verdadero Señor y Hermano! Cuando
considero en cómo decís que vuestros deleites los tenéis con los hijos de los
hombres, se alegra mucho mi alma! ¡Oh, Señor del cielo y de la tierra, y qué
palabras son éstas para que no desconfíe ningún pecador! ¿Os falta, Señor,
tal vez con quien os deleitéis, que buscáis un gusanillo de tan mal olor como
yo? Aquella voz que se oyó en el Bautismo, dijo que os deleitáis con vustro
Hijo. Pues, ¿hemos de ser todos igual, Señor? (E 7). A
su Unico Hijo Hoy
viene al mundo En
pobre cortijo, ¡Oh,
gran regocijo, Que ya el hombre es Dios (P 13). 936 Ni
se acuerdan de que es Dios el que así lo ordena... (F 20, 3). 937 Es
cosa muy cierta que cuanto más ricos nos vemos después de reconocer que somos
pobres, nos viene más aprovechamiento y más verdadera humildad. Lo demás es
acobardar el ánimo hasta hacerle creer que no es capaz de grandes bienes si
cuando comienza el Señor a dárnoslos, comienza él a atemorizarse por miedo de
vanagloria (V 10, 4). 938 Y
como todo este edificio va fundamentado en humildad, cuanto más nos vamos
acercando a Dios mayor ha de ser esta virtud y si no, todo se viene abajo (V
12, 5; CN 2). 939 Es
menester que entendamos cómo ha de ser esta humildad porque creo que el
demonio hace mucho daño para que no progresen las personas que hacen oración
haciéndoles comprender mal la humildad (V13, 4; CN 3). 940 Mas
hemos de pensar que sí que nos podemos esforzar con el favor de Dios a tener
un gran desprecio del mundo, un no estimar honores... (V 13, 4; CN 3). 941 El
conocimiento propio jamás se ha de dejar, ni hay nadie en este camino, tan
gigante que no tenga necesidad muchas veces de volver a ser niño y a mamar...
El conocimiento propio es el pan con que se han de comer todos los manjares,
por muy delicados que sean, en este camino de oración..., pero hay que
comerlo con tasa...(V 13, 15; CN 3). 942 Ahora
me hago cruces y me parece que no he pasado peligro tan peligroso como esta
invención que el demonio me enseñaba con disfraz de humildad. Me ponía en el
pensamiento que cómo cosa tan ruín y que había recibido tantas mercedes podía
acercarse a la oración...(V 19, 10; CN 9). 943 Aunque
un alma llegue a recibir tan grandes mercedes de Dios en la oración, no se
fie de sí misma, ni se ponga en ocasiones, pues puede caer (V 19, 14; CN 9). 944 Aquí
no se teme perder la vida ni el prestigio por amor de Dios (V 21, 1; CN 11). 945 ¡Cuánto
honor recibirá el que por Cristo no quiso honores y con gusto se vio
humillado! (2 Cor 16 ss) (V 27, 14). 946 La
humildad verdadera aunque el alma se reconozca ruín y nos aflija ver lo que
somos y sintamos verdaderamente que somos grandes pecadores, no viene con
alboroto ni desasosiega el alma ni la oscurece ni le causa sequedad; más bien
goza de ello con quietud, con suavidad, con luz... Le duele lo que ofendió a
Dios; pero le ensancha el corazón su misericordia. Tiene luz para humillarse
y alabar a Su Majestad porque la soportó tanto (V30, 9). 947 Aquí
puede entrar la verdadera humildad, porque esta virtud y la del desasimiento
creo que siempre van juntas; son dos hermanas que no debemos separar (C 10,
3). 948 El
amador verdadero de Dios ha de amar poco su vida y su prestigio (C 12). 949 Examine
cada una la humildad que tiene y verá lo que ha avanzado. Si uno es humilde
al ser tentado hará balance de su vida y comparará lo que ha hecho por el
Señor con lo que le debe, y el misterio de su humillación para darnos ejemplo
de humildad, mirando sus pecados y a dónde merecía estar por ellos. Sale el
alma tan gananciosa, que el demonio no osa volver otro día para no salir con
la cabeza quebrada (C 12, 6). 950 La
que le parezca que es tenida entre todas en menos, téngase por más dichosa; y
así lo es si lo lleva como lo debe llevar, que no le faltará honor en esta
vida y en la otra (C 13, 3). 951 Cuando
nos hagan algún halago o algún regalo o cuando nos traten bien pensemos que
no lo merecemos, que cierto es contra la razón que nos traten bien en esta
vida (C 13, 2). 952 Siempre
me parece que encuentro razones que me hacen ver que es mayor virtud
disculparme; esto algunas veces es lícito, pero a mí me falta discreción o
mejor dicho humildad, para disculparme sólo cuando es conveniente.
Verdaderamente hace falta mucha humildad para verse condenar sin culpa y
callar, y es gran imitación del Señor, que nos quitó todas las culpas... El
verdaderamente humilde ha de desear con verdad ser tenido en poco y
perseguido y condenado sin culpa, aun en cosas graves. Porque si quiere
imitar al Señor, ¿en qué mejor puede imitarle que en esto? Y para esto no
hacen falta fuerzas corporales ni ayuda de nadie, sino de Dios (C 15, 1-2). 953 Aún
me queda algo muy importante por decir porque se refiere a la humildad, y es
muy necesaria en esta casa. Porque en ella la tarea principal es la oración
y, como después diré, es muy necesario que practiquéis la humildad...muy
necesaria para todas las personas que hacen oración... para eso es la
humildad, para considerarse dichosa de servir a las siervas del Señor y
alabarle porque, mereciendo ser sierva de los demonios en el infierno, la
trajo Su Majestad a vivir entre ellas (C 17, 1). 954 Conoceréis,
hijas, que habéis adelantado, en que cada una crea que es la más ruín de
todas y manifieste en sus obras que lo reconoce así, para provecho y bien de
las otras; y no en que tiene más gustos en la oración y arrobamientos o
visiones o mercedes extraordinarias, que hemos de aguardar a estar en el otro
mundo para conocer su valor y autenticidad...Conoceréis vuestra madurez si
tenéis una virtud grande de humildad... (C 18, 7). 955 La
dama es la que más guerra le puede hacer en el juego del ajedrez... No hay
dama que le haga rendir tanto como la humildad; ésta le trajo del cielo en
las entrañas de 956 La
humildad no consiste en que si el rey os hace un regalo no lo aceptéis, sino
en aceptarlo sabiendo que no lo merecéis, y en alegraros porque os lo hace.
¡Donosa humildad, que tenga yo en mi casa al Emperador del cielo y de la
tierra que ha venido para colmarme de gracias y para gozar conmigo, y que yo,
por humildad, ni le quiera corresponder ni estarme con él, ni recibir lo que
me da, sino que lo deje solo; y cuando él me está diciendo y rogando que le
pida favores yo, por humildad, me quede pobre e incluso le deje marcharse,
porque él ve que no acabo de decidirme a estar con él. (C 28, 3). 957 La
humildad, aunque sea muy grande, no inquieta ni desasosiega ni alborota el
alma; al contrario, viene con paz y regalo. Aunque uno al verse ruín, ve
claramente que merece estar en el infierno, y se entristece..., si es buena
su humildad, esta pena viene con suavidad y contento, que quisiera tenerla
siempre (C 39, 2). 958 ¡Oh,
secretos de Dios! Aquí no hay más que rendir nuestros entendimientos y pensar
que para entender las grandezas de Dios, no valen nada (Mdt C 6, 7). 959 Si
estamos sumergidos siempre en la miseria de nuestra tierra nunca saldrá la
corriente del cieno de temores y cobardías, de mirar si me miran..., si me
atreveré a comenzar aquella obra, si será soberbia, si es prudente que una
persona tan miserable como yo haga cosa tan alta como es la oración, si me
tendrán por mejor, si no voy por el camino de todos, que no son buenos los
extremos aunque sean en virtud, que como soy tan pecadora caeré de más alto,
quizá no perseveraré y perjudicaré a los buenos, que a una persona como yo no
le conviene singularizarse... Pongamos los ojos en Cristo, nuestro bien, y
allí aprenderemos la verdadera humildad (I M 2, 10-11). 960 Ya
que no hayamos llegado aquí, humildad, que es el ungüento de nuestras
heridas; porque si la hay de veras, aunque tarde algún tiempo, vendrá el
cirujano que es Dios, a sanarnos (III M 1, 5). 961 Como
tiene más presente el honor y la gloria de Dios que el suyo, ... no le
importa ser despreciada, a cambio de que al menos una vez, sea Dios alabado
por su medio (VI M 1, 5). 962 Para
que toméis conciencia de lo que le gusta a Dios que nos conozcamos y
procuremos siempre mirar y remirar nuestra pobreza y miseria y que no tenemos
nada que no lo hayamos recibido...Para esto y para otras muchas cosas que
tiene que pasar un alma a quien ya el Señor ha conducido a esta altura es
menester ánimo y... si hay humildad, más para lo último que he dicho que para
nada. Dénosla el Señor por quien él es (VI M 5, 6). 963 Yo
no tendría por seguro, por favorecida que un alma esté de Dios, que se olvidase de que algún
tiempo se vio en miserable estado; porque aunque es cosa penosa, aprovecha
para muchas cosas. Quizá como yo he sido tan ruín pienso así, y ésta es la
causa de traerlo siempre en la memoria (VI M 7, 4). 964 Y
con esto no andéis turbadas ni inquietas, que aunque no fuese de Dios, si
tenéis humildad y buena conciencia, no os dañará, que sabe Su Majestad sacar
de los males bienes, y por el camino que el demonio os quería perder,
ganaréis más (VI M 9, 13). 965 Es
falta de humildad que tú quieras que se te de lo que nunca has merecido, y
por eso creo que no tendrá mucha humildad quien lo desee; porque así como un
pobre labrador está lejos de desear ser rey, pareciéndole imposible porque no
lo merece, así lo está el humilde de cosas semejantes (VI M 9, 16). 966 La
humildad es andar en la verdad (VI M 10, 8). 967 ¡Oh,
hermanas mías, qué olvidado debe de tener su descanso y qué poco se le debe
de dar de honores y qué lejos debe de estar de ser tenida en nada el alma en
que viva el Señor de manera tan excepcional! (VII M 4, 6). 968 El
cimiento de todo este edificio es la humildad y si no hay ésta muy de veras,
aun por vuestro bien, no querrá el Señor subirlo muy alto para que no de todo
en el suelo (VII 4, 9). 969 ¿Pensáis
que es poca ganancia que sea vuestra humildad tan grande... que ese fuego las
encienda... en amor del Señor? (VIi M 4, 17). 970 El
Señor es muy amigo de humildad (M epílogo). 971 Cuando
veo que alguna persona sabe algo de mí, le querría dar a entender mi vida;
porque me parece que es honra mía que nuestro Señor sea alabado, y por lo
demás nada se me da (Cc 1, 33). 972 El
mucho honor que me hacen muchas veces es contra mi voluntad (Cc 2ª, 9). 973 En
la oscuridad, mi luz, Mi
grandeza en puesto bajo, De
mi camino el atajo Y
mi gloria sea la cruz; Mi
honra el abatimiento Y
mi palma padecer, En
las menguas mi crecer Y
en menoscabo mi aumento (P 25). 974 En
obedecer está el ir adelantando en la virtud, y el ir cobrando la de la
humildad (F prl). 975 Más
hace un día de conocimiento propio que muchos de oración (F 5, 16). 976 Cuando
el demonio por incitar a soberbia, provoca estas apariciones, si entonces el
alma, pensando que son de Dios se humilla y reconoce que no merece tan gran
merced y se esfuerza en servir más, porque viéndose rica cuando aún no merece
comer las migajas que caen de las personas a quienes hace Dios estas
mercedes, se humilla y comienza a esforzarse a hacer penitencia y más oración
y a tener más cuidado de no ofender a este Señor que le hace esta merced y a
obedecer con más perfección, yo aseguro que no volverá el demonio, sino que
se irá avergonzado y que ningún daño dejará en el alma (F 8, 4). 977 Esta
ha de ser nuestra divisa si hemos de heredar su reino; no con descansos, no
con regalos, no con honores, no con riquezas se ha de ganar lo que él compró
con su sangre (F 10, 11). 978 Estaba
el padre fray Antonio de Jesús barriendo la puerta de la iglesia, con un
rostro de alegría que tiene él siempre. Yo le dije: ¿Qué es esto, mi padre?,
¿qué se ha hecho de la honra? Me dijo estas palabras diciéndome el gran
contento que tenía: "Yo maldigo el tiempo que la tuve" (F 14, 6). 979 Para
que se ejerciten en la humildad no respondan cuando sean acusados (Cnst 30). 980 Cuando
te reprendan en algo, recíbelo con humildad interior y exterior (Av 45). 981 Yo
tengo por honra, gloria a Dios, andar remendada (Cta 2, 2). 982 Muchas
veces permite el Señor una caída para que el alma quede más humilde (Cta 400,
5). 983 Y
no se por qué nos espantamos de que
haya tantos males en 984 Dejo
aparte el dolor que producen los pecados públicos, si los hay en 985 Mas
os alabo porque despertáis a tantos para que nos despierten (V 13, 21; CN 3). 986 Pedir
a Su Majestad mercedes y rogarle por 987 Y
con este amor a la fe que Dios le va infundiendo hasta consolidarse en fe
viva y fuerte, vive conforme a lo que cree 988 Considero
cuánta importancia tiene lo que 989 De
aquí también gané la grandísima pena que me causan las muchas almas que se
condenan (especialmente de los luteranos, que por el bautismo ya eran
miembros de 990 Cada
Orden había de procurar y todos los miembros en particular, que por su
trabajo el Señor hiciera tan fecunda su Orden que pudiera servir a 991 En
este tiempo me llegaron noticias de los daños de Francia y del estrago que
habían causado los luteranos y el crecimiento de esta desventurada secta. Me
causó mucha aflicción y, como si yo pudiera hacer algo o fuera alguien,
lloraba con el Señor y le suplicaba que remediara tanto mal. Creo que estaría
dispuesta a dar mil vidas por salvar una sola alma de las muchas que allí se
perdían. 992 Y
como me vi mujer y ruín y sin posibilidad de servir en lo que yo pudiera al
Señor, toda mi ansia era y es que, ya que tiene tantos enemigos y tan pocos
amigos, que esos fueran buenos, me decidí a hacer lo poquito que yo podía,
que es seguir los consejos evangélicos con toda fidelidad, y procurar que
estas poquitas que viven aquí, hicieran lo mismo, confiada en la gran bondad
de Dios, que ayuda siempre al que se decide a dejarlo todo. 993 Pensaba
que si ellas eran tal cual yo las pintaba en mis deseos, entre sus virtudes
quedarían desvanecidas mis faltas, y yo podría contentar en algo al Señor. 994 Y
que todas dedicadas a la oración por los que defienden a 995 ¡Oh,
hermanas mías en Cristo!, ayudadme a suplicar a este Señor, que para esto os
ha reunido aquí; esta es vuestra vocación; éstos han de ser vuestros
negocios; éstos vuestros deseos, aquí vuestras lágrimas; éstas vuestras
peticiones (C 1, 5). 996 Está
ardiendo el mundo, quieren sentenciar otra vez a Cristo puesle levantan mil
testimonios falsos, quieren derribar por tierra a su Iglesia y ¿hemos de
perder el tiempo pidiendo cosas que, si Dios se las concediera, quizá
tendríamos un alma menos en el cielo? No, hermanas mías, no es tiempo de
tratar con Dios negocios de poca importancia (C 1, 5). 997 En
tiempo de guerra, cuando los enemigos han conquistado todo el territorio, al
verse acorralado el señor del mismo, hace fortificar muy bien una ciudad y
concentra allí su gente más valerosa y desde allí atacan el campo enemigo, y
pueden más ellos solos, que muchos soldados cobardes pudieron, y muchas
veces, así es como se consigue la victoria. Al menos aunque no se gane, no
son vencidos; porque si no hay ningún traidor, no los pueden vencer, si no es
por hambre. Aquí no hay hambre capaz de rendirlos; podrán morir, pero no
quedarán derrotados (C 3, 1). 998 Puede
ser que me digáis que por qué encarezco tanto esto y digo que hemos de ayudar
a los que son mejores que nosotras. Yo os lo diré, porque creo que aún no os
dais cuenta de lo mucho que debéis al Señor por haberos reunido donde estáis
tan libres de negocios y tentaciones y conversaciones mundanas. Es ésta una
grandísima merced; en cambio los predicadores y los teólogos no están libres
de eso, ni deben estarlo y menos en este tiempo que en los anteriores; porque
son ellos los que deben fortalecer y animar a la gente débil y a los
pequeños: ¡buenos quedarían los soldados sin los capitanes! Ellos han de vivir
entre los hombres y hablar con los hombres y a veces vivir en los palacios, e
incluso han de parecerse exteriormente a los hombres. 999 ¿Pensáis,
hijas mías, que es menester poco para tratar con el mundo y vivir en el mundo
y tratar de solucionar los problemas del mundo y habituarse a la conversación
del mundo, y ser interiormente extraños del mundo y enemigos del mundo y
vivir en él como quien está en el desierto y, en fin, no ser hombres sino
ángeles? Porque, si no es así ni merecen el nombre de capitanes, ni el Señor
permita que salgan de sus celdas, pues harán más daño que provecho; porque no
estamos en tiempos de ver imperfecciones en los que han de enseñar (C 3, 3). 1000 Y
si no están fortalecidos en su vida interior y convencidos de la importancia
que tiene tenerlo todo debajo de los pies y estar desasidos de las cosas que
se acaban y bien asidos a las eternas, por mucho que lo quieran disimular se
les notará. Pues ¿no se enfrentan con el mundo? Pues no tengan miedo, que no
se lo perdonará, ni les tolerará una sola imperfección. Pasarán por alto
muchas cosas buenas, y tal vez creerán que no son virtud; mas malas e
imperfectas, no tengan miedo de que las callen. Yo misma me asombro y pienso
quién les enseña la perfección, no para cunplirla, pues creen que ya hacen
bastante con guardar razonablemente los mandamientos, sino para condenar, y a
veces considerar comodidad lo que es virtud. Así que no creáis que necesitan
poca ayuda de Dios para meterse en esta gran batalla, sino grandísima (C 3,
4). 1001 Así
que os pido por amor del Señor, que pidáis a Su Majestad que nos oiga en
esto. Yo aunque miserable, también se lo pido, pues es para gloria suya y
bien de su Iglesia, que es el centro de mis deseos (C 3, 6). 1002 Mirad,
mi Señor, mis deseos y las lágrimas con que esto os suplico, y olvidad mis
obras por quien vos sois, y tened lástima de tantas almas que se pierden. Y
favoreced a vuestra Iglesia: No permitáis ya más daños en 1003 Mirad
que no son tiempos de fiaros de todos, sino de los que viereis que viven la
vida de Cristo. Procurad tener limpia conciencia, humildad, menosprecio de
las cosas mundanas, cred firmemente lo que cree 1004 Ya
Señor, haced ya que se sosiegue este mar; no navegue siempre entre tanta
tempestad esta nave de 1005 Estas
personas, aunque se guarden de pecar mortalmente, no dejan de caer de cuando
en cuando, según creo; porque no dan ninguna importancia a pecados veniales,
aunque hagan muchos al día, y así están muy cerca de los mortales. A muchos
he oído decir: ¿de esto hacéis caso?; para eso hay agua bendita y los
remedios que tiene 1006 Si
alguna cosa dijere que no esté de acuerdo con lo que enseña 1007 Tiene
más interés el demonio por un alma de éstas que por muchas a quienes el Señor
no haga estas mercedes; porque le pueden hacer gran daño llevando otras
consigo y hacer gran provecho, podría ser, en 1008 Tienen
un no se qué grandes letrados que, como Dios los tiene para luz de 1009 Entonces
comienza a tener vida este gusano, cuando con el calor del Espíritu Santo
comienza a aprovecharse de la gracia suficiente que Dios nos da a todos, y
cuando comienza a aprovecharse de los medios que dejó en su Iglesia (V M 2,
3). 1010 Ningún
acontecimiento de la tierra la afligirá, a no ser si se ve en algún peligro
de perder a Dios o de ver que es ofendido. Ni enfermedad, ni pobreza, ni
muertes, de no ser de quien es necesario en 1011 Por
el gran deseo que tengo de poderos ayudar un poco a servir a este mi Dios y
Señor os pido que en mi nombre, cada vez que leáis este libro, si se puede
leer cuando lo hayan revisado los letrados, alabéis mucho a Su Majesta y le
pidáis el crecimiento de su Iglesia y luz para los luteranos y para mí que me
perdone mis pecados; y si hay algún error en él es por no entenderlo mejor y
en todo me someto a la doctrina de la santa Iglesia católica romana, que en
ésta vivo y prometo vivir y morir (M Epíl 24). 1012 Deseo
grandísimo, más que suelo, siento en mí de que tenga Dios personas que le
sirvan con todo desasimiento y que no se detengan en nada de lo de acá
-porque veo que todo es burla-, especialmente los teólogos; pues como veo las
grandes necesidades de 1013 Quiera
Su Majestad que sea así y de su gracia para que acierte yo a decir para
gloria suya las mercedes que en estas fundaciones ha hecho a esta Orden.
También me mandan que trate alguna cosas de oración y de los engaños que
puede haber para que no adelanten los
que los sufren. En esto me someto a lo que cree la santa madre Iglesia romana
(F Prl 3, 5). 1014 Vino
a visitarme un fraile franciscano llamado fray Alonso Maldonado, muy siervo
de Dios y con los mismos deseos del bien de las almas que yo, y los podía
cumplir y por eso le tuve mucha envidia. Hacía poco que había venido de América.
Me comenzó a contar los muchos millones de almas que allí se perdían por
falta de enseñanza. Nos hizo un sermón y una plática animándonos a la
penitencia y se marchó. Yo quedé tan lastimada por la perdición de tantas
almas que no cabía dentro de mí. Me fui a una ermita con muchas lágrimas;
clamaba a nuestro Señor suplicándole me proporcionase el medio de que yo
pudiera hacer algo para ganar algún alma para El, y que mi oración pudiera
conseguir algo, ya que no podía hacer más... Estando yo con esta pena tan
grande, una noche en la oración, se me apareció el Señor y demostrándome
mucho amor como queriéndome consolar, me dijo: "Espera un poco, hija, y
verás grandes cosas" (F 1, 7-8). 1015 Yo
no querría dejar de decir muchas alabanzas de la caridad que hallé en
Palencia, en particular y en general. Es verdad que me parecía cosa de la
primitiva Iglesia, poco practicada ahora en el mundo, ver que no llevábamos
renta y que nos habían de dar de comer, y no sólo no lo rehusaban, sino que
decían que les hacía Dios merced grandísima. Y si se mirase con luz de fe
decían verdad: porque aunque sólo sea tener otra iglesia más donde está el
santísimo Sacramento, es mucho (F 29, 27). 1016 Su
Divina Majestad lo guarde tantos años como la crsitiandad ha menester. Harto
gran alivio es que, para los trabajos y persecuciones que hay en ella, tenga
Dios nuestro Señor un tan gran defensor y ayuda para su Iglesia como vuestra
Majestad es (Cta 49, 1017 Porque
aunque otros monasterios están relajados, no es con tanta exageración -digo
los sujetos a los frailes, que a los ordinarios terrible cosa es- y si los
prelados entendiesen lo que cargan sobre sí y tuviesen el cuidado que tiene
vuestra paternidad, de otra manera irían las cosas, y no sería poca
misericordia de Dios tener tantas oraciones de almas buenas en favor de su
Iglesia (Cta 158, 9, al P. Gracián). 1018 Palabras
de 1019 En
esta batalla estuve tres meses, forzándome a mí misma con una razón: que los
trabajos y la pena de ser monja no podían ser mayores que los del purgatorio,
y ya que yo tenía tan merecido el infierno, que no era mucho vivir lo que me
quedaba de vida como si estuviera en el purgatorio, y que después me iría
derecha al cielo, que es lo que yo deseaba (V 3, 6). 1020 Me
dijeron que había muerto un provincial nuestro, de otra provincia, a quien yo
había tratado y le debía algunos favores. Era persona de muchas virtudes.
Cuando supe que había muerto quedé muy turbada porque temía por su salvación,
pues había sido prelado veinte años, cosa que a mí me asusta mucho, porque
tener responsabilidad de almas me parece muy peligroso. 1021 Con
mucha pena me fui a un oratorio. Le ofrecí todo el bien que yo hubiera hecho
en mi vida, que sería poco, y le dije al Señor que suplieran sus méritos lo
que aquella alma necesitaba para salir del purgatorio (V 38, 26). 1022 Hacía
poco más de día y medio que había muerto una monja en casa, muy santa. Se
celebraba en el coro el oficio de difuntos por su alma y cuando una monja
leía una de las lecciones de maitines yo, que estaba de pie para ayudarle a
recitar el versículo, vi que a la mitad de la lectura salía el alma del mismo
lugar que salió la anterior, y que subía al cielo (V 38, 28). 1023 En
la misma casa murió una monja de dieciocho o veinte años. Había estado
siempre enferma y era muy santa, amiga del coro y muy virtuosa. Yo, en
verdad, pensé que no iría al purgatorio, porque había sufrido muchas
enfermedades y porque le sobrarían méritos. 1024 Estaban
rezando las horas antes de enterrarla, hacía cuatro horas que había muerto, y
entendí que salía del fondo de la tierra
y se iba al cielo (V 38, 29). 1025 Estaba
en un colegio de 1026 Mas
de todas las almas que he visto, ninguna se ha librado de pasar por el
purgatorio más que este padre, san Pedro de Alcántara y el padre dominico
Pedro Ibáñez (V 38, 31-32). 1027 Y
no creáis que es inútil esta petición reiterada; porque hay algunas personas
a quienes les parece muy duro no rezar mucho por su propia alma; y ¿qué mejor
oración que ésta? Si tenéis pena porque no se os descontará la pena del
purgatorio, también se os resta por esta oración, y si falta algo, que falte.
¿Qué importa que yo esté hasta el día del Juicio en el purgatorio, si con mi
oración salvo aunque no sea más que un alma? (C 3, 6). 1028 Y
si desean no estar mucho en el purgatorio, es más por no estar ausentes de
Dios lo que allá estuvieren, que por las penas que han de pasar (VI M 7, 3). 1029 Aunque
es una persona sufrida y acostumbrada a padecer dolores, no puede más consigo,
porque este sufrimiento no lo sufre en el cuerpo, como ya he dicho, sino en
lo interior del alma. Por eso comprendió esta persona que los sufrimientos
del alma son más recios que los del cuerpo, y se le manifestó que los que se
padecen en el purgatorio son de esta clase, que no por no tener cuerpo dejan
de padecer mucho más que todos los que teniéndolo, padecen en este mundo (VI
M 11, 3). 1030 Justo
es que lo mucho cueste mucho; cuánto más que, si es para purificar a esta
alma para que entre en las séptimas moradas, como los que han de entrar en el
cielo se limpian en el purgatorio (VI M 11, 6). 1031 Un
avemaría pido por su amor a quien esto leyere, para que me ayude a salir del
purgatorio y llegar a ver a Jesu (F prl 4). 1032 Viniendo
el sacerdote adonde habíamos de comulgar, con el santísimo Sacramento en las
manos, llegando yo a recibirle, junto al sacerdote, se me representó el
caballero que he dicho, con rostro resplandeciente y alegre; con las manos
juntas, me agradeció lo que había hecho por él para que saliese del
purgatorio, y se fue aquella alma al cielo (F 10, 5). 1033 Las
disciplinas... se hagan cada viernes del año por el aumento de la fe y por
los bienhechores y por las almas del purgatorio... (Const 3. 2). 1034 Por
las difuntas que se hagan sus sufragios y entierros por cada una con vigilia
y misa. Si hubiere posibilidad digan las misas de san Gregorio y si no, como
se pudiere rece todo el convento un oficio de difuntos por las monjas del
convento, y por las demás un oficio de difuntos y si hubiere posibilidad una misa
cantada, y esto por todas las monjas de la primera regla, y por las de la
mitigada un oficio de difuntos (Cnst 8, 2). 1035 Que
quede en su capítulo determinado lo que han de rezar por cada monja que se
muera vuestras reverencias que, conforme a lo que hicieren, haremos nosotras,
que no hacen sino rezarlos, y creo que hasta ahora no nos dicen misa. Lo que
acá se hace es su misa cantada y un oficio de difuntos el convento. Creo que
es de las Constituciones antiguas porque así se hacía en 1036 De
muchos recuerdos a todas las hermanas y a las que se les mueren esos
parientes dígales mucho de mi parte que los encomendaré a Dios (Cta 430, 8,a
María de san José). 1037 Encomiéndela
a Dios, y a su madre (que se había muerto), que lo encargue mucho, pues se lo
deben bien en esa casa (Cta 430, 9). 1038 Y
por eso pido, por amor del Señor, que tenga delante de los ojos quien leyera
esta narración de mi vida, que ha sido tan ruín, que no he hallado ningún
santo de los que se convirtieron a Dios, con quien me haya podido consolar (V
prl 1). 1039 Tenía
un hermano casi de mi edad. Nos juntábamos los dos para leer vidas de santos,
pues era el que yo más quería, aunque a todos tenía gran amor, y ellos a mí. 1040 Como
veía los martirios que por Dios los santos pasaban, me parecía que compraban
muy barato el ir a gozar de Dios, y deseaba yo mucho morir así (V 1, 5). 1041 En
este tiempo me dieron las Confesiones de san Agustín, que parece lo ordenó el
Señor, porque yo no lo busqué ni nunca las había visto. Yo soy muy aficionada
a san Agustín, porque el monasterio donde estuve de seglar era de su Orden y
también por haber sido pecador, pues yo encuentro mucho consuelo en los
santos a quienes el Señor convirtió siendo pecadores. Me parecía que en ellos
había de encontrar ayuda (V 9, 7). 1042 Creo
yo, sin duda, que se nos daría este bien muy pronto, si nosotros nos
preparásemos; como hicieron algunos santos (V 11, 2; CN 1). 1043 Hay
que tener gran confianza, porque conviene mucho no apocar los deseos, sino
creer en Dios que si nos esforzamos, poco a poco, anque no sea en seguida,
podemos llegar, con su favor, a lo que muchos santos llegaron; que si ellos
no se hubieran determinado a desearlo y poco a poco a ponerlo por obra, no
hubieran llegado a la santidad (V 13, 2; CN 3). 1044 Aquí
es el no osar alzar los ojos; aquí el levantarlos para agradecer lo que os
debe; aquí invoca a los santos que cayeron después de haberlos Vos llamado, para
que le ayuden (V 19, 6; CN 9). 1045 Escogía
santos protectores para que me librasen del demonio, hacía novenas. Me
encomendaba a san Hilarión, a san Miguel arcángel, a quien reanudé mi
devoción, y acudía a otros muchos santos, para que me consiguiesen que el
Señor manifestase la verdad (V 27, 1). 1046 Después
de muerto quiere el Señor que me ayude más que cuando vivía. Una vez me dijo
el Señor que lo que le pidiera en el nombre de él (san Pedro de Alcántara),
me lo concedería. Yo he comprobado que muchas cosas que le he encomendado que
pidiera al Señor, las he visto cumplidas (V 27, 19-20). 1047 Suplicaba
mucho a Dios que me librase de ser engañada. Esto siempre lo hacía y con
hartas lágrimas, y a san Pedro y a san Pablo, en cuya fiesta se me apareció
por primera vez el Señor y me dijo que ellos me guardarían para que no fuera
engañada; y así muchas veces los veía al lado izquierdo muy claramente,
aunque no en visión imaginaria. Eran estos gloriosos santos muy mis señores
(V 29, 5). 1048 Leía
vidas de santos porque como yo me veo tan lejos de lo que ellos hicieron por
Dios, su ejemplo me estimulaba (V 30, 17). 1049 Estando
una vez rezando cerca del santísimo Sacramento, se me apareció un santo cuya
Orden ha estado algo relajada; tenía en las manos un libro grande; lo abrió y
me dijo que leyera unas letras muy grandes y muy fáciles de leer que decían:
En los tiempos venideros florecerá esta Orden; habrá muchos mártires. Algunas
veces he visto a este glorioso santo y me ha dicho algunas cosas y me ha
agradecido la oración que hago por su Orden y me ha prometido encomendarme al
Señor (V 40, 13-15). 1050 Mirad
a los santos que entraron en la cámara de este Rey y veréis la diferencia que
hay de ellos a nosotros (III M 1, 6). 1051 Esto
no es visión intelectual sino imaginaria, que se ve con los ojos del alma
mucho mejor que aquí vemos con los del cuerpo y, sin palabras se le dan a
conocer algunas cosas; por ejemplo, si ve algunos santos, los conoce como si
los hubiera tratado personalmente mucho (VI M 5, 7). 1052 Algunas
veces la visión es de algún santo. Y esto es también de gran provecho (VI M
8, 5). 1053 Diréis
que si no se ve, que cómo sabe que es , o cuándo es un santo o su Madre
gloriosísima. Eso no lo sabrá el alma decir, ni puede comprender cómo lo
entiende, sino que lo sabe con grandísima certeza (VI M 8, 6). 1054 ¡Oh,
bienaventuradas almas celestiales!, ayudad nuestra miseria y sednos
intercesores ante la divina misericordia para que nos de algo de vuestro gozo
y reparta con nosotros de ese claro conocimiento que tenéis. ¡Alcanzadnos,
oh almas amadoras!, entender el gozo que os da ver la eternidad de vuestros
gozos y cómo es cosa tan deleitosa ver con certeza que no se han de
acabar...¡Oh almas bienaventuradas...Ayudadnos, pues estáis tan cerca de la
fuente, coged agua para los que acá perecemos de sed (E 13). 1055 ¡Cuántos
santos tenemos en el cielo que llevaron este hábito! (F 29, 33). 1056 En
las fiestas de los santos piense en sus virtudes, y pida al Señor se las de
(Av 56). 1057 ¡Oh, por amor de Dios, hermanas mías; que
ninguna se deje llevar de indiscreta caridad manifestando tener lástima de la
otra en estos fingidos agravios, que sería como la que tuvieron los amigos
del santo Job y su mujer con él (C 12, 9). 1058 Si nos parece que el Señor nos ha concedido
alguna virtud, sepamos que es un regalo que nos puede volver a quitar, como
en realidad acaece muchas veces, y no sin gran providencia de Dios. ¿Nunca lo
habéis visto en vosotras? Pues yo sí; a veces me parece que estoy muy desprendida
y cuando llega la prueba, lo estoy; y otras veces me encuentro tan atada en
cosas de las que el día anterior me hubiera reído, que casi no me conozco.
Otras veces me parece que tengo mucho ánimo y que no rehuiría hacer cualquier
cosa por Dios; y tengo pruebas de que así lo he hecho algunas veces; al día
siguiente no me encuentro con ánimo para matar una hormiga por Dios, si
encuentro en ello contradicción. Así, unas veces creo que no se me da nada de
nada de cualquier cosa que digan y murmuren de mí y que esto me causa
alegría. Pero otros días, una sola palabra me aflige y querría salir de este
mundo, porque me parece que en todo me cansa. Y esto no me ocurre a mí sola,
pues lo he examinado en muchas personas mejores que yo, y también les ocurre
lo mismo (C 38, 6). 1059 Repito que las que no obedecieren a las
buenas sean obligadas a obedecer por las prioras y no se engañen con piedades
indiscretas, que alborotan a todas con sus imprudencias (F 7, 5). 1060 Parecería que me tendrían por vana y voluble,
cosa que yo aborrezco mucho (F 29, 19). 1061 Es menester informarse de si las prioras
añaden más de lo que están obligadas, tanto en el rezo como en las
penitencias; porque podría ocurrir que cada una añadiera a su gusto cosas
particulares y ser tan pesadas en ello que cargadas mucho las monjas se les
acabe la salud y no puedan hacer lo que tienen obligación. Esto no se
entiende cuando se ofreciere alguna necesidad por algún día; mas pueden ser
algunas tan indiscretas que casi lo tomen por costumbre, como suele acaecer y
las monjas no osan hablar pareciéndoles poca devoción suya, ni es razón que
hablen sino con el prelado (Vta C 29). 1062 ¿Qué le parece cuál nos paran en ese escrito?
No se para qué andan comprobando estas cosas. Mal lo hace nuestra padre, que
es grandísima bajeza. Por amor de Dios no lo enseñe usted a nadie, que los
tendrán por imprudentes si hacen caso de esos desatinos ni hablen de ellos,
sino al contrario, ríanse de ello (Cta 184, 5). 1063 Nos
aterrorizaba mucho el decir en lo que leíamos, que pena y gloria eran para
siempre. Nos acaecía estar muchos ratos tratando de esto y gustábamos de
decir muchas veces; ¡para siempre, siempre, siempre! (V 1, 5). 1064 Aunque
los días que estuve fueron pocos, con la fuerza que hacían en mi corazón las
palabras de Dios, tanto leídas como oídas y la buena compañía, vine a ir
entendiendo la verdad de cuando niña de que todo era nada y la vanidad del
mundo y que se acababa pronto. Y comencé también a temer cómo hubiera ido al
infierno, si me hubiera muerto. Y aunque la voluntad no acababa de decidirse
a ser monja, vi que era el mejor y más seguro estado, y así poco a poco me
determiné a hacerme fuerza para serlo. 1065 En
esta batalla estuve tres meses, forzándome a mí misma con una razón: que los trabajos
y pena de ser monja, no podían se mayores que los del purgatorio, y ya que yo
tenía tan merecido el infierno...(V 3, 5-6). 1066 Bien
hace el demonio metiendo miedo para poder él hacernos mal de verdad, si
consigue que por miedo no piense yo en lo que he ofendido a Dios y en lo
mucho que le debo, y en que hay infierno y hay gloria (V 8, 7). 1067 Algunas
personas aprovechan considerándose en el infierno, y otras en el cielo, y en
cambio se afligen si piensan en el infierno (V 13, 13; CN 3). 1068 ¿Quién
ve los tormentos que sufren los condenados que no se le hagan deleite en su
comparación los tormentos de este mundo y reconozca lo mucho que debe al
Señor por haberle librado tantas veces del infierno? (V 26, 5). 1069 Aquí
se ve claro, Jesús mío, el poco poder que tienen los demonios comparado con
el vuestro y que quien os tenga contento a Vos puede pisotear todo el
infierno (V 28, 9). 1070 Mucho
tiempo después de que el Señor me concediera muchas de las mercedes que he
contado y otras muy grandes, estando un día en oración me encontré toda yo,
sin saber cómo, metida en el infierno...Parecíame la entrada como un callejón
muy largo y estrecho, como si fuera un horno muy hondo y oscuro y angosto; el
suelo me pareció de agua como lodo muy sucio y de olor pestilencial, con
muchas serpientes venenosas; al fondo, en un hueco metido en la pared como un
armario, ví que me metían muy apretada. Todo esto es deleitoso de ver en
comparación de lo que allí sentí. Esto que he dicho va mal encarecido V 32,
1). 1071 Lo
que sentí no puede ser encarecido ni se puede entender; mas sentí un fuego en
el alma que yo no puedo entender cómo poder decir de la manera que es. Los
dolores corporales tan insoportables, que yo, que los he sufrido gravísimos
en esta vida y según dicen los médicos, los más dolorosos que pueden
existir..., aseguro que ninguno se puede comparar a lo que allí sentí,
sabiendo además que aquello era sin fin y sin jamás cesar. 1072 Y
esto no es nada en comparación del agonizar del alma, una opresión, una
asfixia, una tristeza tan inmensa y con desesperada y afligida amargura, que
yo no se cómo encarecerlo. Porque decir que es un estarse siempre arrancando
el alma es poco, porque aún parece que es otro quien os quita la vida; mas en
el infierno es el alma misma la que se despedaza. 1073 El
caso es que yo no se cómo encarezca aquel fuego interior y aquella
desesperación en medio de tan gravísimos tormentos y dolores. No veía yo
quién me los causaba, mas me sentía quemar y triturar por dentro, así me
parece, y digo que aquel fuego y desesperación es lo peor (V 32, 2). 1074 Estando
en tal pestilencial lugar, tan sin poder esperar consuelo, no podía sentarme
ni acostarme ni había lugar para ello, aunque me habían metido en esta
especie de agujero hecho en la pared; porque estas paredes aterradoras
aprietan ellas mismas y todo ahoga. No hay luz, sino todo tinieblas
oscurísimas; yo no entiendo cómo puede ser esto que, sin haber luz, todo lo
que ha de producir pena, se ve (V 32, 3). 1075 Después
he visto cosas espantosas, que me parecieron mucho más terribles que las de la
primera visión, pero no me causaron tanto miedo, porque esta vez no sentí el
dolor. Porque en aquella primera visión quiso el Señor que verdaderamente yo
sintiese aquellos tormentos y aquella amargura espiritual como si los
padeciese en mi carne. Yo no se cómo ello fue, mas bien entendí que era una
gran merced y que quiso el Señor que yo viese con mis ojos de dónde me había
librado su misericordia. 1076 Aunque yo había oído hablar del infierno, y
había meditado otras veces las diferentes penas..., y los tormentos que
causan los demonios, comprendo que nada se puede comparar con la pena que
sentí, porque es otra cosa. En fin, como de lo pintado a lo real, y el fuego
de este mundo es muy poca cosa, comparado con el fuego del infierno (V 32,
3). 1077 Ví con cuánta justicia se merece el infierno
por un solo pecado mortal (V 40, 10). 1078 ¿Qué
será de la pobre alma que cuando acaba de salir de los dolores y sufrimientos
de la muerte, cae en ellos? ¡Qué mal descanso le viene!; ¡qué despedazada irá
al infierno!; qué multitud de serpientes de diferentes maneras!; ¡Qué
temeroso lugar!; ¡qué desventurado hospedaje! Pues para una noche una mala
posada se sufre mal, si es persona muelle, que son los que más deben de ir
allá, pues posada para siempre, para sin fin, ¿qué pensáis que sentirá
aquella triste alma? Que no queramos comodidades, hijas; bien estamos aquí;
sólo es una noche la mala posada (C 40, 9). 1079 Mas
el ver incesantemente tantas ofensas a Su majestad y caminar tantas almas al
infierno lo considero cosa tan recia que creo que si Jesús no fuera más que
hombre, un día de aquella pena bastaba para acabar muchas vidas, ¡cuánto más,
una! (V M 2, 14). 1080 Son
muchas las cosas que la atormentan con un sufrimiento interior tan intenso e
intolerable,que no se yo a qué se puede comparar sino a los que padecen en el
infierno, porque ningún consuelo se admite en esta tempestad (VI M 1, 9). 1081 En
lo que toca a miedo del infierno, ninguno tienen (VI M 7, 3). 1082 Yo
os digo que, siendo tan ruín, nunca he tenido miedo de los tormentos del
infierno que fuese nada, en comparación de cuando pensaba que los condenados
había de ver airados estos ojos tan hermosos y mansos y benignos del Señor;
parece que no lo podía sufrir mi corazón (VI M 9, 7). 1083 Pues
pensemos en aquellos que están en el infierno, que no están con esta
conformidad ni con este contento y gusto que pone Dios en el alma, ni viendo
que este padecer es meritorio, sino que siempre padecen más y más, digo más y
más en cuanto a las penas accidentales, siendo el tormento del alma mucho más
recio que los del cuepo, y los que ellos pasan son mayores sin comparación
que éste de que aquí hemos hablado, y sabiendo que han de durar para siempre
jamás, ¿qué será de estas desventuradas almas?; ¿qué podemos hacer en vida
tan corta ni padecer, que valga la pena, con el fin de librarnos de tan
terribles eternales tormentos? (VI M 11, 7). 1084 ¡Oh,
válgame Dios!, ¡oh, válgame Dios, qué gran tormento es para mí cuando
considero qué sentirá un alma que siempre ha sido tenida acá en consideración
y querida y servida y estimada y regalada, cuando, acabando de morir se vea
ya perdida para siempre y entienda claro que no ha de tener fin, -que allí no
le valdrá no querer pensar las verdades de la fe, como acá ha hecho-, y se
vea separar de lo que aún no había comenzado a gozar! Y con razón, porque
todo lo que con la vida se acaba es un soplo, y rodeada de aquella compañía
deforme y sin piedad, con quien siempre ha de padecer, metida en aquel lago
hediondo lleno de serpientes, que la que más pudiera le dará mayor bocado; en
aquella miserable oscuridad, en donde no verán sino lo que les causará
tormento y pena, sin ver la luz, sino la de una llama tenebrosa... 1085 ¡Oh,
qué poco encarecido va esto para lo que es! ¡Oh, Señor!, ¿quién puso tanto
lodo en los ojos de esta alma para que no haya visto esto hasta que se vea
allí? ¡Oh, Señor!, ¿quién ha tapado sus oídos para no oir las muchas veces
que se le había dicho sto y la eternidad de los tormentos? ¡Oh vida que no se
acabará!, ¡Oh tormento sin fin!, ¿cómo no os temen lo que temen dormir en una
cama dura por no causar pena a su cuerpo? 1086 ¡Oh,
Señor, Dios mío! Lloro el tiempo que no lo entendí; y pues sabéis, mi Dios,
lo que me fatiga ver los muchos que hay que no quieren entenderlo, siquiera
uno, Señor, siquiera uno ahora os pido que alcance luz de Vos, que sería para
tenerla muchos. No por mí, Señor, que no lo merezco, sino por los méritos de
vuestro Hijo; mirad sus llagas, Señor, y pues él perdonó a los que se las
hicieron, perdonadnos Vos a nosotros (E 11ª). 1087 ¡Qué
será de los pobres que están en el infierno, que no se han de mudar nunca,
que aunque sea de trabajo a trabajo parece que es un alivio (F 24, 9). 1088 ¡Oh
Rey de la gloria y Señor de todos los reyes! ¡Cómo no es vuestro reino
montado sobre palillos de romero seco, pues no tiene fin! ¡Cómo no es
necesario buscar recomendaciones para hablar con Vos! Sólo con ver vuestra
Persona, se ve en seguida que sois el único que merece que le llamen Señor,
según 1089 ¡Oh
Señor mío! ¡Oh Rey mío! ¡Quién supiera ahora manifestar la majestad que
tenéis! Es imposible dejar de ver que sois gran Emperador en Vos mismo, que
anonada mirar esta Majestad; pero aún anonada más, Señor, mirar vuestra
humildad junto a vuestra Majestad y el amor que demostráis a una como yo. 1090 Se
puede conversar y hablar con Vos de todo, cuando queramos, después de haber
perdido el primer asombro y el temor de ver Vuestra Majestad quedando mayor
temor de ofenderos; mas, no por miedo del castigo, Señor mío, porque éste no
se tiene en nada en comparación de perderos a Vos (V 37, 6). 1091 Mas, si habéis de hablar con tan gran Señor,
es justo que advirtáis que estáis hablando con El, y que sois criatura para,
al menos, hablar con cortesía. Porque, ¿cómo podéis llamar al Rey Majestad,
ni conocer las ceremonias que se tienen que hacer cuando hay que hablar con
un personaje, si no tenéis presente su categoría y la vuestra? Porque el
tratamiento ha de corresponder a estas condiciones, y ha de estar
reglamentado por la costumbre, y esto lo tenéis que saber; de lo contrario os
despedirán por torpe, y no podréis negociar los asuntos. 1092 Pues
¿qué es esto, Señor mío? ¿Qué es esto, mi Emperador? ¿Cómo se puede tolerar? Rey
sois, Dios mío, sin fin, que no es Reino prestado el que tenéis. Cuando en el
Credo decimos: "Vuestro reino no tiene fin, casi siempre me causa
consuelo especial (C 22, 1).
1093 Mas
nosotras con llaneza tomemos lo que el Señor nos diere; y lo que no, no nos
cansemos, sino alegrémonos considerando qué gran Dios y Señor tenemos, que
una palabra suya tendrá en sí mil misterios, y así no entendemos nosotras su
principio (Mdt C 1, 2). 1094 Pues
volviendo a nuestra santa Esposa, dice: "Me introdujo el Rey". Y
¡cuánto llena este nombre de Rey, que no tiene superior, ni se acaba su Reino
para sin fin! Cuando el alma está así, seguramente podemos creer que no le
falta fe para conocer y creer mucho de la grandeza de este Rey, cuanto en
esta vida mortal se puede entender (Mdt C 6, 2). 1095 Os
parecerá que se ha hablado tanto de este camino espiritual que no es posible
decir nada más. Pensar eso sería una gran equivocación. Pues si la grandeza
de Dios no tiene término, tampoco lo tendrán sus obras. ¿Quién acabará de
contar sus misericordias y grandezas? (Ex 18, 2-4). Es imposible, y por eso,
no os maravilléis de lo que he escrito y de lo que voy a escribir porque es
un resumen de lo que hay que contar de Dios. 1096 Demasiada
misericordia nos ha demostrado comunicando estas maravillas a quien nos las
puede contar. Asi, sabiendo que se comunica con sus criaturas, alabaremos más
su grandeza y nos animaremos a no menospreciar al hombre con quien tanto se
deleita el Señor. Y cuanto más supiéremos de esto, más. Pues cada uno de
nosotros tiene alma pero, como no valoramos como lo merece una criatura hecha
a imagen de Dios,tampoco entendemos los grandes secretos que encierra. 1097 Quiera
el Señor, si es de su agrado, mover la pluma y darme a entender para que os
diga algo de lo mucho que hay que decir y lo mucho que enseña a quien mete en
esta morada. Mucho se lo he suplicado, ya que conoce que mi intención es que
no permanezcan ocultas sus misericordias, para que su nombre sea alabado y
glorificado (VII M 1, 1). 1098 Pues
Dios es infinito, ¿por qué ha de estar el alma cautiva a una sola de sus
grandezas o misterios, pues hay tanto en qué ocuparnos? Y mientras más cosas
suyas quisiéramos considerar, más se descubren sus grandezas (F 6, 7). 1099 Necesitaría
un entendimiento mejor que el mío para saber encarecer lo que debo y mi
ingratitud y maldad, pues todo esto olvidé (V 4, 11). 1100 ¡Ojalá
hubierais permitido, Señor, que yo fuera ingratísima con todo el mundo, a cambio
de no serlo ni un instante contra Vos! Mas por mis pecados ha sido todo al
revés (V 5, 4). 1101 He
dicho esto para que se entienda mi maldad y gran bondad de Dios y cuán
merecido tenía el infierno por tan gran ingratitud (V 7, 9). 1102 Fue
tanto lo que sentí lo mal que había agradecido aquellas llagas que el corazón
me parece se me partía (V 9, 1). 1103 Nos
puede ayudar mucho reflexionar sobre nuestra pobreza y la ingratitud que
tenemos con Dios (V 10, 2). 1104 Es
menester sacar fuerzas de nuevo para servir y no ser ingratos; porque con esa
condición las da el Señor (V 10, 6). 1105 Basta
para ver sus grandes misericordias que ha perdonado tanta ingratitud no una
vez, sino muchas (V 19, 10; CN 9). 1106 Aunque
con las amistades que tenía no ofendía a Dios, me entregaba demasiado y creía
que era ingratitud dejarlas. Le decía yo: si no ofendo a Dios ¿por qué he de
ser desagradecida? (V 24, 5). 1107 ¡Oh,
ingratitud de los mortales! ¿Hasta cuándo ha de llegar? (V 27, 11). 1108 Yo
se de una persona que aparte de querer morirse por ver a Dios, lo deseaba
para no sentir pena de cuán desagradecida había sido a quien tanto debió
siempre y había de deber (VI M 7, 3). 1109 Porque
no puedo sufrir que nos mostremos desagradecidas con quien nos ha hecho bien.
Porque me acuerdo que cuando nos querían engañar con una casa que nos
vendían, él nos desengañó y nunca se me puede olvidar el bien que en esto nos
hizo y el trabajo de que nos libró; y siempre me pareció siervo de Dios y
bien intencionado (Cta 250). 1110 Las
injusticias que se hacen en esta tierra son cosa extraña, la poca verdad, las
dobleces. Yo le digo que con razón tiene la fama que tiene. Bendito sea el
Señor que de todo saca bien (Cta 101, 2). 1111 Y
fue gran suerte que no le llevaran a la cárcel, que es aquí como un infierno,
y todo sin ninguna justicia, pues nos piden lo que no debemos y a él como
fianza (Cta 101, 1112 Yo
le digo que tengo por cierto que si alguna persona grave pidiese a fray Juan
de 1113 Esto
es todo verdad y otras cosas, por donde quien lo supiere, verá claramente que
con injusticia le tratan tan mal en ese breve (Cta 248, 8 al P. Gracián). 1114 Y
que, pues sabe que ella (Teresa de Jesús) no diría mentira por nada de la
tierra y conoce lo que suelen hacer personas apasionadas, que de oportunidad
de ser informado y que, pues es pastor, no condene sin justicia y sin oir a
las partes (Cta 256, 2). INMENSIDAD Y UBICUIDAD DE DIOS 1115 Sabemos
que Dios nos oye siempre y está con nosotros. No hay duda de que esto es así,
mas quiere nuestro Emperador y Señor nuestro que entendamos aquí que nos
entiende y lo que hace su presencia, y quiere particularmente comenzar a
obrar en el alma, por la gran satisfacción interior y exterior que le da y
por la diferencia que hay de este deleite y contento a los de la tierra, tal
que parece que llena el vacío que nuestros pecados habían hecho en el alma (V
14, 6; CN 4). 1116 Los
que no tenían estudios me decían que Dios estaba en el alma sólo por la
gracia. Yo no lo podía creer porque, como digo, me parecía que estaba
presente, y esto me afligía. Un gran letrado de 1117 Estando
una vez en oración se me representó cómo se ven en Dios todas las cosas y
cómo existen todas en El, (aunque no vi ninguna figura, fue una
representación con gran claridad). Yo no se escribir esto mas quedó muy
grabado en mi alma, y ésta ha sido una de las mayores mercedes que el Señor
me ha hecho y que más me ha confundido y avergonzado, recordando los pecados
que he cometido. Creo que si esto lo hubiera sabido antes, y si lo vieran los
que le ofenden, no tendrían corazón ni atrevimiento para hacerlo. 1118 Aunque
digo que no vi nada, algo se debe de ver, de muy sutil y delicado, que escapa
al entendimiento, y yo no entiendo estas visiones que, aunque no parezcan
imaginarias, algún elemento imaginario deben de tener, por lo que yo pondré
la siguiente comparación:...Podemos decir que 1119 En
un momento, llena de asombro y de pena, vi tantas cosas a la vez en este
claro diamante que, cuando recuerdo que en aquella limpieza de claridad veía
representadas cosas tan feas como mis pecados, me sentía muy lastimada.
Cuando lo recuerdo no se cómo lo puedo soportar, y así quedé tan avergonzada,
que no sabía dónde esconderme. 1120 ¡Oh
quién pudiera hacer comprender esto a los que cometen pecados muy deshonestos
y feos, para que tengan presente que no están ocultos, y que con razón los
siente Dios, pues se hacen tan presentes a 1121 No
se puede comprender cuán gravísima falta es hacerla delante de tan gran Majestad
y cuán enemigas de El son semejantes maldades. Y así se ve más su
misericordia, pues aunque nosotros sabemos todo esto, nos soporta... 1122 ¡Oh,
válgame Dios, en cuánta ceguedad he vivido! Escribiendo esto muchas veces he quedado
abrumada, y no se extrañe usted de ello, sino de cómo puedo vivir viendo
estas cosas y mirándome a mí. ¡Sea bendito por siempre que tanto me ha
sufrido! (V 40, 9-11). 1123 Ya
sabéis que Dios está en todas partes. Y como donde está el Rey debe estar su
corte, donde está Dios está el cielo. Podéis creer sin ningún género de duda
que donde está Su Majestad está toda la gloria. Dice San Agustín que le
buscaba en muchas partes y que lo encontró dentro de sí mismo (C 28, 2). 1124 Yo
bien sabía que tenía alma; mas, como yo me tapaba los ojos con las vanidades
de la vida que me impedían ver el respeto que esta alma merecía y quién vivía
dentro de ella, no lo entendía. 1125 Si
yo hubiera sabido que en este palacio pequeñito de mi alma cabe tan gran Rey,
como ahora lo se, no lo hubiera dejado solo tantas veces; alguna vez me
hubiera estado con El, y hubiera procurado que no estuviera tan sucio. 1126 Mas,
¡qué cosa tan admirable, que quiera estar encerrado en un sitio tn pequeño el
que puede llenar mil mundos y muchísimos más con su grandeza! Como
verdaderamente es Señor, trae consigo la libertad y como nos ama, se hace a
nuestra medida (C 28, 11). 1127 Yo
se de una persona que no sabía que Dios estaba en todas las cosas por
presencia y esencia y potencia, y después de una gracia de esta clase que el
Señor le concedió, lo vino a creer tan firmemente que, aunque un medioletrado
de los que tengo dichos, a quien preguntó cómo estaba Dios en nosotros (él lo
sabía tan poco como ella antes de que Dios se lo manifestase), le dijo que
sólo estaba por gracia, ella tenía tan fija la verdad, que no le creyó, y lo
preguntó a otros que le dijeron la verdad, con lo que se consoló mucho (V M
1, 10). 1128 Y
aunque, según creo, alguna mercedes de las anteriores son mayores, ésta trae
consigo un particular conocimiento de Dios, y de esta compañía tan contínua
nace un amor ternísimo a Su Majestad y unos deseos mayores aún que los de
antes, de entregarse a su servicio, y una limpieza grande de conciencia,
porque la presencia que va con ella le hace advertir a todo. Porque aunque ya
sabemos que Dios está presente a todo lo que hacemos, nuestra naturaleza es
tan frágil, que se descuida en pensarlo; esto no ocurre ahora, porque la
despierta el Señor que está a su lado. 1129 Y
ocurre que incluso las mercedes que antes recibía, ahora las recibe más
habitualmente, porque el alma esta casi siempre inmersa en un amor a quien ve
y entiende que está cabe sí (VI M 8, 4). 1130 Acaece,
cuando el Señor quiere, estando el alma en oración y con los sentidos bien
despiertos, venirle de repente una suspensión, en la que el Señor le da a
entender grandes secretos, que parece que los ve en el mismo Dios. Estas no
son visiones de la sacratísima Humanidad, ni aunque digo que ve, no ve nada,
porque no es visión imaginaria, sino muy intelectual, en la cual se le
descubre cómo en Dios se ven todas y las tiene todas en sí mismo. Y es de
gran provecho, porque, aunque ocurre en un momento, se queda muy grabado, y
sumerge en grandísima humillación, y se ve con mayor claridad la maldad de la
ofensa a Dios, porque en el mismo Dios, estando dentro de El, hacemos grandes
maldades. 1131 Quiero
poner una comparación si acierto, para dároslo a entender, porque aunque esto
es así y lo oímos muchas veces, o no reparamos en ello o no lo queremos
entender, porque parece que no sería posible que fuéramos tan atrevidos si se
comprendiese cómo es. 1132 Imaginemos
que Dios es como una morada o palacio muy grande y hermoso, y que este
palacio, como digo, es el mismo Dios. ¿Acaso puede el pecador para hacer sus
maldades, apartarse de este palacio? No por cierto, sino que dentro, en el
mismo palacio, que es el mismo Dios, ocurren las abominaciones y
deshonestidades que hacemos los pecadores (VI M 10, 3-4). 1133 Una
vez entendí cómo estaba el Señor en todas las cosas y cómo en el alma, y se me
ocurrió la comparación de una esponja que embebe el agua en sí (Cc 49). 1134 ¡Oh,
verdadero Dios y Señor mío! Gran consuelo es para el alma a quien fatiga la
soledad de estar ausente de Vos, ver que estáis en todas partes (E 16). 1135 A
lo que me parece, el mote es del Esposo de nuestras almas, que dice:
"Búscate en Mí". Pues señal es que yerra el señor Francisco de
Salcedo poniendo tanto énfasis en que Dios está en todas las cosas, porque él
es sabedor de que está en todas las cosas (Vej 2). 1136 (Cta 98, 19). 1137 Y
enojábame mucho de las muchas lágrimas que por la culpa lloraba cuando veía
mi poca enmienda, pues ni bastaban determinaciones ni la fatiga en que me veía,
para no volver a caer en cuanto se presentaba la ocasión (V 6, 4). 1138 Aquí
eran mis lágrimas y mi enojo de ver lo que sentía viéndome tan débil que
estaba en vísperas de tornar a caer, aunque mis propósitos y deseos entonces
-en aquel momento digo-, eran firmes (V 7, 19). 1139 Pues
tener conversación con alguien aún es peor, porque pone el demonio un
espíritu tan desabrido de ira que a todos me comería sin poderme dominar y
bastante hago con frenarme, o frena el Señor a quien padece esto para que no
diga ni haga contra sus prójimos cosas que les perjudiquen y ofendan a Dios
(V 30, 13). 1140 Esto
no me ocurre sólo una vez sino muchas, y entonces me enojo conmigo misma y me
aborrezco de verdad (V 40, 20). 1141 Como
duró la enfermedad, el clérigo muy siervo de Dios que le decía misa muchas
veces, le pareció que no era lícito que comulgase cada día en su casa. Debía
de ser tentación del demonio, porque acertó a ser el día que murió. Ella
cuando vio que acabó la misa y que se quedó sin el Señor, le dio tan gran
enojo y se encolerizó tanto con el clérigo, que él vino muy escandalizado a
contármelo a mí. Yo lo sentí mucho, pues aún no se si se reconcilió, pues me
parece que murió en seguida (F 6, 19). 1142 Cuando
llegó a noticia del provisor que estaba hecho el monasterio, vino en seguida
muy enojado y no consintió decir más misa, y quería llevar preso a quien la
había dicho, que era un fraile descalzo (san Juan de 1143 Mas
él (el racionero Ribera, camino de Segovia) tenía la virtud tan de raiz, que
me parece que nunca le vi enojado, que me hizo espantar mucho y alabar a
nuestro Señor, que donde hay virtud de raiz hacen poco las ocasiones (F 30,
13). 1144 El
P. Gracián halló (al Arzobispo de Burgos, D. Cristóbal Vela) tan alterado y
enojado porque me había venido sin su licencia -como si no me lo hubiera
mandado él, ni se hubiera tratado con él la fundación-, y así habló al padre
provincial enojadísimo conmigo (F 31, 21). 1145 Siendo
superior nunca reprenda a nadie con ira, sino cuando se le haya pasado, y así
aprovechará la reprensión (Av 59). 1146 Aunque
tiene pocos años (san Juan de 1147 Enojada
estoy con esos ayunos de la priora. Dígaselo, que por eso no la quiero
escribir ni tener cuenta con ella (Cta 41, 1148 No
tenga vuestra reverencia miedo de que nadie le ose mirar, que el Señor es su
guarda; sino que, pues nos ha hecho merced de que hasta ahora temple vuestra
reverencia su cólera, que lo lleve adelante y sea ésta su cruz, que no debe
de ser pequeña. Si el Señor no le hubiera ayudado particularmente, crea que
no lo pudiera haber sufrido (Cta 184, 3, al P. Ambrosio Mariano de san
Benito). 1149 Nuestro
Señor nos da hartas pruebas en qué merecer y ya veo las que vuestra reverencia
ahí ha tenido y tiene, que yo me espanto de lo que domina su cólera (Cta 186,
7). JUICIO PARTICULAR Y EL JUICIO FINAL 1150 Aquí
se manifiesta bien lo que será el día del juicio al ver a esta Majestad de
este Rey, y verle con rigor para los malos (V 28, 9). 1151 Si
sólo una visión como ésta deja tan apabullada al alma ¿qué será el día del
juicio, cuando esta Majestad se nos manifieste con toda claridad y veamos los
pecados que hemos hecho? (V 40, 11). 1152 Más
edificios o casa grandes o lujosas, de ninguna manera. ¡Dios nos libre! Tened
siempre presente que el día del juicio se ha de caer todo; ¿qué sabemos si
será pronto? (C 2, 9). 1153 Mirad
que en aquel espantoso juicio de la hora de la muerte, no nos parecerán
pequeñas las faltas, en especial a las que tomó por esposas el Juez de esta
vida (Mdt C 2, 20). 1154 Mirar
a las virtudes, y la que con más mortificación y humildad y limpieza de
conciencia sirva a nuestro Señor, esa será la más santa; aunque la certeza no
se puede tener en esta vida, hasta que el verdadero Juez de a cada uno lo que
merece. Allá nos espantaremos de ver cuán diferente es su juicio de lo que
acá podemos entender (VI M 8, 10). 1155 ¡Oh,
Señor, cómo os desconocemos los cristianos! ¿Qué será aquel día cuando
vengáis a juzgarnos, pues viniendo aquí tan amistosamente a comunicaros con
vuestra esposa, da tanto temor miraros? ¡Oh, hijas!, ¿qué será cuando con tan
rigurosa voz dijere: "Id malditos de mi Padre"? (Mt 25, 41) (VI M
9, 5). 1156 ¿Por
ventura permanecerá nuestra maldad contra él? No, que se acaba la vida del
hombre como la flor del heno, y ha de venir el Hijo de 1157 Ya
sabéis, Señor mío, que muchas veces me causaba a mí más temor acordarme de si
había de ver vuestro divino rostro airado contra mí en ese espantoso día del
juicio final, que todas las penas y furias del infierno que se me
representaban (E 14ª). 1158 ¡Ay,
ay, Creador mío, cuán espantoso será el día en que se haya de ejecutar
vuestra justicia! (E 14ª). 1159 En
el juicio de Dios se entenderá lo que acá no podemos juzgar sin gran ofensa
suya (Cta 363, JUSTICIA, VIRTUD 1160 Tuvo
dos años allí, al principio, las más bravas persecuciones de falsos
testimonios, que yo me espantaba; porque en caso de hacer justicia es entero
y recto (F 30, 10). 1161 Es
muy necesario que entiendan que hay cabeza, y no piadosa, para cosa que sea
menoscabo de la religión, y que el juez sea tan recto en la justicia, que las
tenga persuadidas de que no se ha de doblegar en lo que fuere más servicio de
Dios y más perfección, aunque se hunda el mundo (Vta D 4). 1162 Lo
he tratado por acá y tiene por dudoso acabarlo; por eso, si por allá hay
justicia y se pierde en la tardanza, no se descuide vuestra merced, que en
cosa de interés tengo poca dicha en 1163 También
me ha dado pena que ese "santo" (P. Antonio de Jesús), me dice la
priora que no cumple bien su oficio, harto más que de que tenga poco ánimo.
Por amor de Dios, que vuestra paternidad se lo diga de forma que entienda que
también para él habrá justicia, como para los otros (Cta 155, 3, al P.
Jerónimo Gracián). 1164 Está
todo el lugar bien escandalizado cómo no siendo prelado ni acreditando por
dónde hace esto (Hernando Maldonado, prior de Toledo), se atreven tanto
-estando este lugar tan cerca de donde está vuestra majestad-, que parece que
ni temen que hay justicia ni a Dios (Cta 208, 6, al rey Felipe II, en
Madrid). 1165 Y
esto se había de tratar con el rey y con el presidente, y con el arzobispo y
con todos, dándoles a entender los escándalos y la guerra que hay por no
estar hecho, en especial con éstos de Castilla: como no hay para ellos
visitador ni justicia, hacen cuanto quieren (Cta 243, 12, al P. Jerónimo
Gracián en Madrid). 1166 Una
vez rezando las Horas... llegué al verso que dice: "Señor, tú eres
justo, tus mandamientos son rectos" (Sal 119, 137) y comencé a pensar
qué gran verdad era (V 19, 9; CN 9). 1167 Mas
cuando ha llegado el éxtasis en el que le da el sol de justicia que le hace
abrir los ojos, ve tantas motas en sí que quisiera volverlos a cerrar; porque
aún no es tan hija de esta águila caudalosa para poder mirar este sol de hito
en hito; mas por poco abiertos que los tenga, se ve toda turbia. Recuerdo el
salmo que dice: "¿Quién será justo delante de Tí?" (Sal 142) (V 20,
29; CN 10). 1168 Estando
en un oratorio muy afligida sin saber lo que me iba a ocurrir, leí un libro,
que parece que el Señor lo puso en mis manos, en que decía san Pablo:
"Que Dios era muy fiel y no permitía que los que le amaban fueran
engañados por el demonio" (1 Cor 10, 13). Esto me consoló mucho (V 23,
15). 1169 ¡Oh,
quién pudiera gritar en vuestro nombre, para decir cuán fiel sois a vuestros
amigos! Todas las cosas fallan: Vos, Señor de todas ellas, nunca falláis (V
25, 17). 1170 Aquí
el alma se ve inundada de verdadera humildad al ver su miseria, pues no la
puede ignorar. Aquí la confusión y el verdadero arrepentimiento de los
pecados pues, aun viéndole manifestando amor, no sabe uno dónde meterse, y
así se deshace toda (V 28, 9). 1171 No
es nada delicado mi Dios, no se fija en menudencias. Así es como tendrá algo
que agradeceros; eso es dar algo. Lo demás, bueno es para quien no es
generoso, sino tan mezquino, que no tiene corazón para dar. No es nada
minucioso para tomarnos cuentas, sino generoso; por grande que sea la deuda,
no le cuesta perdonarla. Para pagarnos es tan mirado, que no tengáis miedo de
que un alzar de ojos acordándonos de El, deje sin premio (C 23, 3). 1172 ¡Oh,
hijas mías, que es Dios muy pagador, y tenéis un Señor y un Esposo a quien no
se le pasa nada sin que lo entienda y lo vea! Y así, aunque sean cosas muy
pequeñas, no dejéis de hacer por su amor lo que pudiereis. Su Majestad las
pagará; lo que mira es el amor con que lo hacéis (Mdt C 1, 6). 1173 En
estas moradas no deja el Señor de pagar como justo, y aun como misericordioso
-que siempre da mucho más de lo que merecemos-, dándonos contentos harto
mayores que los que nos pueden dar los regalos y vanidades del mundo (III M
2, 8). 1174 No
penséis que importa poco que no quede por nosotros, que cuando no es nuestra
la falta, justo es el Señor (Sal 118, 137), y Su Majestad os dará por otros
camino lo que os quita por éste, por lo que Su Majestad sabe, que son muy
ocultos sus secretos, al menos será lo que más nos conviene sin duda ninguna
(III M 2, 11). 1175 ¡Oh,
poderoso Dios mío!, pues aunque no queramos, nos habéis de juzgar, ¿por qué
no miramos lo que nos importa teneros contento para aquella hora? (E 3). ¡Oh, Dios mío!, ¿cómo padecéis por
quien tan poco se duele de vuestras penas?. Tiempo vendrá, Señor, en el que
se manifieste vuestra justicia y si es igual que la misericordia. Mirad,
cristianos, considerémoslo bien y jamás podremos acabar de entender lo que
debemos a nuestro Señor Dios y las magnificencias de sus misericordias. Pues
si es tan grande su Justicia, ¡ay dolor!, ¡ay dolor!, ¿qué será de los que
hayan merecido que se ejecute y resplandezca en ellos? (E 12). 1176 Considero
algunas veces cuán mal lo hacen los padres que no procuran que sus hijos vean
siempre ejemplos de toda clase de virtudes; porque con ser tan virtuosa mi
madre como he dicho, lo bueno no lo imité tanto al llegar al uso de razón, ni
casi nada, y lo malo me dañó mucho (V 2, 1). 1177 Si
yo hubiera de aconsejar, diría a los padres que en esa edad vigilasen mucho
las amistades de sus hijos; porque ahí está nuestro mal, en que nuestra
naturaleza se inclina antes a lo pero que a lo mejor. 1178 Así
me acaeció a mí, que tenía una hermana de mucha más edad que yo, de cuya
honestidad y bondad, que tenía mucha, no tomaba nada, y tomé todo el daño de
una parienta que tenía mucha entrada en casa. Era de tan livianos tratos, que
mi madre había procurado por todos los medios conseguir que no viniese a casa
(V 2, 3). 1179 Querría
que escarmentasen en mí los padres para vigilar pues, aun teniendo un alma
naturalmente virtuosa, no me dejó casi ninguna virtud, y me parece que era
esta parienta amiga la que me contagiaba sus defectos, junto con otra que
tenía las mismas costumbres livianas (V 2, 4). 1180 Una
cosa tenía que podía disculparme, si no tuviera tanta culpa, y es que el
trato era con quien casándome, podía terminar bien (V 2, 9). 1181 Aunque
también tenía miedo de casarme (V 3, 2). 1182 Si
el confesor es corto, a una mujer casada le dirá que es mejor que haga
oración cuando debe atender a su hogar, aunque disguste al marido (V 13, 7;
CN 3). 1183 Lo
que hace una buena esposa con su marido, que si está triste, ella también
está triste, y si está alegre, ella también está alegre, aunque no lo esté (C
26, 4). 1184 Como
dos casados que, si se aman, quiere el uno lo que el otro quiere; mas si el
uno es mal casado, ya se sabe el desasosiego que hace pasar a su mujer C 31,
8). 1185 ¡Oh,
Señor, qué gran merced hacéis a los que dais tales padres, que aman tan
verdaderamente a sus hijos, que quieren que tengan sus estados y propiedades
y riquezas en aquella bienaventuranza que no ha de tener fin! Cosa es de gran
lástima, que está el mundo ya con tanta desventura y ceguedad, que les parece
a los padres que su honor está en que no se acabe la memoria de este
estiércol de los bienes de este mundo y que no se acuerden de que tarde o
pronto se ha de acabar...Abridles, Dios mío, los ojos; hacedles entender cuál
es el amor que tienen obligación de tener a sus hijos, para que no les hagan
tanto mal y no tengan que quejarse de ellos delante de Dios en el juicio
final, donde -auque no quieran- entenderán el valor de cada cosa (F 10, 9). 1186 Para
que no se perdiera la negra memoria, decidieron los parientes casar a esta
niña con un tío suyo, hermano de su padre, y trajeron dispensa del Sumo
Potífice, y los desposaron (F 10, 13). 1187 Comenzó
a tratarlo con su hermana, Dª Luisa de Padilla. Ella, pareciéndole niñería,
la desviaba de ello y le decía...que bien se podía salvar siendo casada (F
10, 16). 1188 Consideraba
que, antes de prometerse en matrimonio, solía tener ratos de oración; porque
la bondad y santidad de su madre había educado así a sus hijos...Considero yo
algunas veces, cuando ellos se vean gozar de los gozos eternos, y que su
madre fue el medio, las gracias que le darán y el gozo accidental que ella
tendrá de verlos; y cuán al contrario les sucederá a los que por no criarlos
sus padres como a hijos de Dios (que lo son más que suyos), se vean los unos
y los otros en el infierno, maldiciéndose mútuamente desesperados. La que
antes hacía oración, después de desposada aun el rosario rezaba de mala gana,
y pensó que siempre iría descendiendo...(F 11, 2-3). 1189 Cuando
la querían casar, ella no quería ni lo deseaba. Supo que la pedía Francisco
Velázquez, que es también el fundador de esta casa, marido suyo; y cuando se
lo dijeron se decidió a casarse con él, aunque no le había visto en su vida;
mas veía el Señor que convenía esto para que hicieran los dos la buena obra
que han hecho para el servicio de Su Majestad; porque, además de ser hombre
virtuoso y rico, quiere tanto a su mujer, que le da gusto en todo...Cuando su
marido la llevó a Alba y hospedaron en su casa... a un caballero joven, lo
sintió tanto, que comenzó a aborrecer el pueblo; porque ella, siendo moza y
de muy bien parecer, de no haber sido tan buena, según el demonio comenzó a
poner en el joven malos pensamientos, pudiera haber sucedido algo malo.
Cuando ella se dio cuenta, sin decir nada a su marido, le rogó que la sacase
de allí (F 20, 5-6). 1190 Sólo
tenía una pena, que nuestro Señor no les daba hijos, y para que se los diese,
hacía grandes devociones y oraciones y nunca suplicaba al Señor otra cosa
sino que le diera descendencia para que, muerta ella, alabase a Su Majestad
(F 20, 6). 1191 Mi
hermano ha casado a dos sobrinas, y muy bien; antes que se venga las deja
remediadas (Cta 35, 9). 1192 Y
aún esta mañana me ha venido al pensamiento que no debe casar tan pronto a
esos niños, para hacer más por su alma (Cta 138, 3). 1193 Hoy
ha estado acá el doctor Velázquez, que es mi confesor. Le comenté lo que me
dice de la plata y tapicería que desea dejar...Dice que eso no hace ni
deshace, como vuestra merced procure ver lo poco que importa y no estar asido
a ello, que es justo que pues ha de casar a sus hijos, tenga casa como
conviene (Cta 178, 1194 Mucho
contento me ha dado el casamiento de la señora doña María; y es verdad que de
la mucha alegría que me dio no acababa de creerlo del todo, y así me ha sido
gran consuelo de verlo en la carta de vuestra señoría. Sea Dios bendito que
tanta merced me ha hecho, que estos días en especial me ha traído bien
desasosegada y cuidadosa y con gran deseo de ver libre a vustra señoría de
tan gran cuidado, y tan a poca costa, que es un casamiento bien honroso (Cta
202, 1). 1195 Harto
siento tener que tratar de casamientos ahora, a cabo de ratos y de negocios,
aunque le debía todo al que esté en gloria, y me dicen que es servicio de
Dios. Vuestra merced le pida que acertemos. Yo le avisaré de lo que acá
suceda (Cta 331, 1196 Porque
si yo supiera escribir algunas cosas particulares de su alma, entendería
usted la gran obligación que tiene a Dios de haberle dado buen padre y de
vivir de manera que parezca ser su hijo (Cta 342, 1197 De
que esté tan contento con el estado que le ha dado le alabo. Quiera El que
sea para su servicio, que como también hay en él santos como en otros, si
usted no lo pierde por su culpa, así será (Cta 363, 1198 Sea
alabado por siempre, que tanta merced le ha hecho a vuestra merced, pues le
ha dado una mujer con la que puede tener mucho descanso. Sea mucho
enhorabuena, que harto consuelo es para mí pensar que lo tiene (Cta 402, 1199 Harta
misericordia de Dios ha sido acabar tan bien y haberse casado pronto, que
según lo temprano que ha comezado a ser travieso, trabajo hubiéramos tenido.
En esto veo lo que le quiero, que con ser cosa para pesarme mucho por la
ofensa de Dios, de que veo que se parece tanto a vustra merced esta niña, no
puede dejar de acercármela y quererla mucho (Cta 402, 1200 ¡Ay
de mí, Creador mío, que si quiero dar disculpa, ninguna tengo! ¡Ni tiene
nadie la culpa sino yo! Porque si os pagara algo del amor que me comenzasteis
a demostrar, no habría podido yo amar a nadie más que a Vos, y vuestro amor
me hubiera librado de todos mis pecados. Mas ya que no lo merecí ni tuve esta
dicha, válgame ahora Señor, vuestra misericordia (V 4, 4). 1201 Muchas
veces he pensado espantada de la gran bondad de Dios y se ha regalado mi alma
de ver su gran magnificencia y misericordia (V 4, 10). 1202 He
contado todo esto para que se vea la gran misericordia de Dios y mi
ingratitud (V 8, 4). 1203 Y
¿quién, Señor de mi alma, no se ha de espantar de misericordia tan grande y
tan crecida merced a quien os ha traicionado con traición tan fea y
abominable? ¡Que no se cómo no se me parte el corazón cuando escribo esto!
¡Porque soy ruín! (V 19, 6; CN 9). 1204 bis Mas mirad, Emperador mío, que ya sois Dios
de misericordia; habedla de esta pecadorcilla, gusanillo que así se os atreve
(CE 4, 3). 1205 Por
cierto que es grande la misericordia de Dios. ¿Qué amigo hallaremos tan
sufrido? (Mdt C 2, 21). 1206 ¡Oh,
Señor mío y misericordia mía y bien mío!, y ¿qué mayor lo quiero yo en esta
vida que estar junto a Vos, que no haya división entre Vos y yo? Con esta
compañía, ¿qué se puede hacer difícil? ¿Qué no se puede emprender, teniéndoos
tan unido? ¿Qué hay que agradecerme, Señor? Que culparme, mucho por lo que no
os sirvo. Y así os suplico con san Agustín, con toda determinación, que
"me deis lo que mandareis, y mandadme lo que quisiereis"; no volveré
las espaldas con vuestro favor y ayuda (Mdt C 4, 7). 1207 Las
que más me lastiman son las almas de los cristianos que, aunque ve que es tan
grande la misericordia de Dios que, por mal que vivan se pueden enmendar y
salvarse, teme que se condenen muchos (V M 2, 10). 1208 En
fin, que ningún remedio hay en esta tempestad, sino aguardar a la
misericordia de Dios (VI M 1, 10). 1209 Viendo
lo que su Majestad hace con ella y volviéndose a mirar a sí misma lo poco que
hace para lo que está obligada, y lo poquillo que hace lleno de faltas y
defectos y flojedad, que para no acordarse de cuán imperfectamente hace
alguna obra, si la hace, prefiere olvidarla y considerar sus pecados y
sumergirse en la misericordia de Dios, que, pues ella no tiene con qué pagar,
supla la misericordia que el siempre tuvo con los pecadores (VI M 5, 5). 1210 Consideremos
la gran misericordia y paciencia de Dios en no hundirnos allí en seguida y
démosle grandísimas gracias, y tengamos vergüenza de ofendernos por cualquier
cosa que se haga o se diga contra nosotras, que es la mayor maldad del mundo
ver que sufre Dios, nuestro Creador, tantas a sus criaturas dentro de sí
mismo, y que nosotros sintamos alguna vez alguna palabra que se dijo en
nuestra ausencia, y quizá sin mala intención (VI M 10, 4). 1211 Y
me saque del purgatorio, que allí estaré quizá, por la misericordia de Dios,
cuando esto se os diere a leer (VII M 4, 24). 1212 ¡Oh,
Dios mío, misericordia mía!, ¿qué haré para que no deshaga yo las grandezas
que Vos hacéis conmigo? (E 1). 1213 ¡Oh,
qué grandísima misericordia y qué favor que no podemos nosotros merecer! ¡Y
que los mortales olvidemos todo esto! Acordaos Vos, Dios mío, de tantas
miserias y mirad nuestra flaqueza, pues de todo sois sabedor (E 7). 1214 Espera
en Dios, que aún confesaré a El mis pecados y sus misericordias, y de todo
junto haré cantar de alabanzas con suspiros perpétuos al Salvador mío y Dios
mío (E 17). 1215 Sea
su nombre bendito que en todo tiempo tiene misericordia con todas sus
criaturas (Cta 440, 1). 1216 Mi
madre... aunque murió de treinta y tres años, ya su vestido era como de
persona de mucha edad...Murió muy cristianamente (V 1, 3). 1217 Me
tenían por tan muerta, que hasta la cera me hallé después en los ojos (V 5,
9). 1218 En
este tiempo dio a mi padre la enfermedad de que murió que duró algunos días.
fui yo a cuidarlo. Tuve gran ánimo para no demostrarle pena y estar hasta que
murió como si ninguna cosa sintiera, pareciéndome que se me arrancaba el alma
cuando veía acabar su vida, porque le quería mucho. Estuvo casi tres días sin
sentido. El día que murió se lo tornó el Señor tan entero que nos
espantábamos, y lo tuvo hasta que a la mitad del Credo, diciéndolo él mismo,
expiró. Quedó como un ángel (V 7, 16). 1219 Fue
para alabar a Dios la muerte que murió y la gana que tenía de morirse, los
consejos que nos daba después de recibir 1220 ¿Qué
hacéis Vos Señor mío, que no sea para mayor bien del alma que sabéis que ya
es vuestra y que se entrega para serviros hasta la muerte de cruz, y que está
dispuesta a ayudárosla a llevar y a no dejaros solo con ella? (V 11, 12; CN
1). 1221 Como
yo estoy tan enferma, hasta que me determiné a no hacer caso del cuerpo ni de
la salud siempre estuve atada sin valer para nada; y ahora hago bien poco,
mas como quiso Dios que comprendiera este ardid del demonio, cuando me ponía
delante el perder la salud, decía yo: "Poco va en que me muera; si el
descanso: ya no he menester descanso sino cruz" (V 13, 7; CN 3). 1222 Apenas
está desocupada le sobrevienen casi siempre estas ansias de muerte y teme
cuando ve que comienzan porque sabe que no se ha de morir; mas cuando ya está
en ello quisiera que toda su vida futura estuviera sumergida en este padecer
(V 20, 12; CN 10). 1223 Toda
mi ansia es morirme entonces; ni me acuerdo del purgatorio ni de los grandes
pecados que he hecho. Todo se me olvida con aquel ansia de ver a Dios; y
aquel desierto y soledad le parece mejor que toda la compañía del mundo... Es
como alguien que se está ahogando con la soga a la garganta y lucha por
respirar. Creo que el deseo de tener compañía proviene de nuestra flaqueza;
pues como la pena nos pone en peligro de muerte...la exigencia que tienen el
cuerpo y el alma de no separarse es la que les hace pedir socorro para
respirar, manifestándolo y quejándose (V 20, 13-14; CN 10). 1224 ¡Oh,
si no estuviésemos atados a nada ni tuviésemos puesto nuestro contento en
ninguna cosa de la tierra, cómo la pena que nos daría vivir siempre sin
alegría mundana, amortiguaría el miedo de la muerte con el deseo de gozar la
vida verdadera! (V 21, 6; CN 11). 1225 Su
muerte fue como fue su vida, pues murió predicando y exhortando a sus
frailes. Cuando vio que se le acababa la vida, dijo el salmo 121, 1:
"Qué alegría cuando me dijeron..." e hincado de rodillas,
murió...Cuando expiró se me apareció y dijo cómo se iba a descansar. Yo no lo
creí y lo dije a algunas personas, y después de ocho días llegó la noticia de
que había muerto, o comenzado a vivir para siempre, por mejor decir (V 27,
8). 1226 Me
sentía morir de deseo de ver a Dios, y no sabía dónde debía buscar la vida
más que en la muerte (V 29, 8). 1227 Me
quedó también poco miedo de la muerte a la que yo siempre temía mucho; ahora
me parece cosa facilísima para quien sirve a Dios, porque en un instante se
ve el alma libre de esta cárcel y puesta en descanso. Este llevarme Dios el
espíritu y enseñarle cosas tan excelentes en estos arrobamientos, me parece
muy semejante a cuando sale el alma del cuerpo, pues en un momento se ve
introducida en todo este bien; dejemos aparte los dolores de cuando es
arrancada el alma a los que hay que dar poca importancia; y los que aman a
Dios de veras y han dejado las cosas de esta vida, más suavemente deben de
morir (V 38, 5). 1228 Algunas
veces le digo con toda mi voluntad: "Señor, o morir o padecer", no
te pido otra cosa para mí. Me consuela oír el reloj, porque me parece que me
estoy acercando un poquito más para ver a Dios, al ver que se ha pasado
aquella hora de la vida (V 40, 20). 1229 No
le importa la muerte de acá (C 7, 1). 1230 Determinaos,
mis hijas, que venís a morir por , y no a regalaros por (CE 15, 3). 1231 Si
no os determináis a tragar de una vez la muerte y la falta de salud, nunca
haréis nada (CE 16, 4). 1232 ¡Oh,
Señor mío, y quién se viese tan engolfada en esta agua viva, que se le
acabase la vida! Más, ¿no puede suceder esto? Sí, que puede crecer tanto el
amor y el deseo de Dios, que la humana naturaleza no lo pueda soportar, y así
ha habido personas que han muerto de amor (C 19, 8). 1233 Yo
se de una persona que si no la hubiera socorrido Dios pronto con esta agua
viva en grandísima abundancia con arrobamiento, tenía una sed tan grande y
crecía tanto su deseo que veía claro que era muy posible... que se muriera de
sed (CE 31, 5). 1234 ¡Qué
dulce será la muerte de quien ha hecho penitencia de todos sus pecados y no
ha de ir al purgatorio... No tendrá temor, sino paz (C40, 9). 1235 Será
gran cosa a la hora de la muerte (que vamos a donde no sabemos) haber amado
sobre todas las cosas y con pasión de amor que nos saque de nosotras, al
Señor que nos ha de juzgar. Seguras podremos ir con el pleito de nuestras
deudas; no será ir a tierra extraña, sino propia, pues es a la de quien tanto
amamos (CE 70, 3). 1236 ¿Qué será de la pobre alma que, acabada de
salir de tales dolores y trabajos como son los de la muerte, cae en seguida
en ellas? Negro descanso le viene, negro; despedazada irá al infierno (CE 70,
4). 1237 Gócese
en estos gozos; admírese de sus grandezas; no tema perder la vida de beber
tanto que supere la flaqueza de su natural; muérase en ese paraíso de
deleites. ¡Bienaventurada tal muerte que así hace vivir! (Mdt C 6, 3). 1238 No
penséis que es exageración decir que muere, porque en realidad pasa así, porque
el amor obra con tanta fuerza algunas veces, que se enseñorea de tal manera
de todas las fuerzas de la naturaleza, que se de una persona que estando en
oración semejante, oyó cantar una voz y certifica que si el canto no hubiera
cesado, iba ya a salirse el alma del gran deleite y suavidad que nuestro
Señor le daba a gustar, y así quiso Su Majestad que cesara el canto, que la
que estaba en esa suspensión bien se podía morir, mas no podía decir que
cesara...El alma no querría salir de allí ni le causaría pena, sino gran
alegría porque eso es lo que desea. Y ¡cuán dichosa muerte a manos de este
amor! (Mdt C 7, 1-2). 1239 La
memoria le representa en lo que acaban todas las cosas, haciéndole presente
la muerte de los que mucho gozaron estas cosas (II M 1, 4). 1240 ¡Oh,
Señor mío y Bien mío!, ¿cómo queréis que se desee vida tan miserable?; que no
es posible dejar de querer y pedir que nos saquéis de ella, si no es por la
esperanza de perderla por Vos o gastarla muy de veras en vuestro servicio y
sobre todo que es vuestra voluntad que vivamos. Si lo es, Dios mío, muramos
con Vos, como dijo santo Tomás (Jn 16, 11), que no es otra cosa vivir sin Vos
sino morir muchas veces y sobre todo con estos temores de que puede ser
posible perdernos para siempre (III M 1, 2). 1241 Pues
ya veis aquí, hermanas, lo que nuestro Dios hace ahora para que esta alma ya
se conozca por suya; da de lo que tiene, que es lo que tuvo su Hijo en esta
vida; no nos puede hacer mayor merced. ¿Quién más que él debía de querer
salir de esta vida? Y así lo dijo Su Majestad en 1242 De
estas mercedes tan grandes queda el alma tan deseosa de gozar del todo al que
las hace, que vive con harto tormento, aunque sabroso; unas ansias
grandísimas de morirse, y así con lágrimas muy frecuentes pide a Dios que la
saque de este destierro (VI M 6, 1). 1243 Estando
el alma..., que se muere por morir cuando aprieta tanto, que ya parece que no
le falta casi nada para salir del cuerpo, verdaderamente teme y querría que
disminuyera la pena para no acabar de morir (VI M 11, 9). 1244 Dos
cosas me parece a mí que hay en este camino espiritual que son peligro de
muerte: una es ésta, que verdaderamente lo es, y no pequeño; la otra, de muy
excesivo gozo y deleite, que es tan inmensamente intenso, que verdaderamente
parece que desfallece el alma hasta el punto de que no le falta tantito para
acabar de salir del cuerpo; a la verdad, no sería poca dicha la suya (VI M
11, 11). 1245 Sea
Dios alabado y conocido un poquito más y gríteme todo el mundo. Sobre todo
pensando que cuando esto se lea yo ya me habré muerto. Bendito sea el que
vive para siempre, amén (VII 1, 2). 1246 Lo
que más me espanta de todo es cómo han cambiado respecto al deseo de morirse.
¡Lo que han sufrido y padecido estas almas de ver que no se morían para gozar
de nuestro Señor! Pues ahora es tan grande el deseo que tienen de servirle y
de alabarle y de poder ayudar a algún alma, que no sólo no desean morirse,
sino vivir muchos años padeciendo grandísimos trabajos, aunque fuese en cosa
muy pequeña... Tienen puesta su gloria en si pudiesen ayudar en algo al
Crucificado...Verdad es que algunas veces que se olvida de esto, vuelven a
sentir con ternura los deseos de gozar de Dios y vuelven a desear salir de
este destierro...No tienen ningún temor de la muerte (VII M 3, 4-5). 1247 Gusto
yo mucho de san Pedro cuando iba huyendo de la cárcel y se le apareció
nuestro Señor y le dijo que iba a Roma a ser crucificado otra vez...¿Cómo
quedó san Pedro de esta merced del Señor o qué hizo? Irse luego a la muerte.
Y no es poca misericordia del Señor hallar quien se la de (VII M 4, 5). 1248 ¡Oh,
muerte, muerte!, ¡no se quién te teme, pues está en tí la vida! (E 6). 1249 Temerosa
cosa es la hora de la muerte (E 14). 1250 ¡Ay
de mí, ay de mí, Señor, que es muy largo este destierro y se pasa con grandes
penalidades del deseo de mi Dios! Señor, ¿qué hace mi alma metida en esta
cárcel? (E 15, 1). 1251 Fuerte
es como la muerte el amor (E 17). 1252 Vivo
sin vivir en mí Y
tan alta vida espero, Que
muero porque no muero. 1253 ¡Ay,
qué larga es esta vida Que
duros estos destierros, Esta
cárcel, estos hierros En
que el alma está metida! Sólo
esperar la salida Me
causa dolor tan fiero, Que
muero porque no muero 1254 ¡Ay,
qué vida tan amarga Do
no se goza al Señor! Porque
si es dulce el amor, No
lo es la espaera larga; Quítame,
Dios, esta carga, Más
pesada que de acero, Que
muero porque no muero. 1255 Sólo
con la confianza Vivo
de que he de morir, Porque
muriendo, el vivir Me
asegura mi esperanza Muerte
do el vivir se alacanza No
te tardes, que te espero Que
muero porque no muero. 1256 Mira
que el amor es fuerte, Vida,
no me seas molesta, Mira
que sólo te resta Para
ganarte, perderte; Venga
ya la dulce muerte, Venga
el amor muy ligero, Que
muero porque no muero. 1257 Aquella
vida de arriba, Que
es la vida verdadera, Hasta
que esta vida muera No
se goza estando viva. Muerte,
no seas esquiva; Viva
muriendo primero Que
muero porque no muero. 1258 Vida,
¿qué puedo yo darle A
mi Dios que vive en mí, Si
no es perderte a tí Para
mejor a él gozarle? Pues
a él sólo es al que quiero. Que
muero porque no muero. 1259 El
pez que del agua sale Aun
de alivio no carece; A
quien la muerte padece Al
fin la muerte le vale. ¿qué
muerte habrá que se iguale A
vivir tan lastimero? que
muero porque no muero. 1260 Sácame
de aquesta muerte, Mi
Dios, y dame la vida; No
me tengas impedida En
este lazo tan fuerte. Mira
que muero por verte, Y
vivir sin tí no puedo, Que
muero porque no muero. 1261 Lloraré
mi muerte ya Y
lamentaré mi vida, en
tanto que detenida Por
mis pecados está. ¡Oh,
mi Dios! ¿Cuándo será Cuando
yo diga de vero Que
muero porque no muero? 1262 ¡Cuán
triste es, Dios mío, La
vida sin Tí! Ansiosa
de verte Deseo
morir. Es
la de este suelo, Morada
penosa, Muy
duro destierro. ¡Oh,
dueño adorado Sácame
de aquí! 1264 ¡Oh,
muerte benigna, Socorre
mis penas! Tus
golpes son dulces 1265 Que
el alma liberan. ¡Qué
dicha, oh mi Amado, Estar
junto a Tí! Es
contínuo duelo; vida
verdadera La
hay sólo en el cielo. Permite,
Dios mío, Que
viva yo allí. 1267 ¿Quién
es el que teme La
muerte del cuerpo, Si
con ella logra Un
placer inmenso? ¡Oh,
sí, el de amarte, Dios
mío, sin fin! En
doloso anzuelo Encuentra
en la muerte el
fin del tormento. ¡Ay!,
también yo sufro, Bien
mío sin Tí! Tan
larga agonía, Socorre
a tu sierva Que
por Tí suspira. Rompe
aquestos hierros Y
sea feliz (P 7). Pues
todos temen la muerte, ¿Cómo
es tan dulce morir? ¡Oh!,
que voy para vivir En
más encumbrada suerte. ¡Oh,
mi Dios!, que con tu muerte Al
más flaco hiciste fuerte, ¡Qué
gozo nos dará el verte! (P 16) 1270 Acaeció
estando yo aquí, darle el mal de la muerte a una hermana... Poco antes de que
expirase entré yo a estar allí (que me había ido delante del santísimo
Sacramento a suplicarle al Señor que le diese buena muerte), y cuando entré
vi a Su Majestad a la cabecera de la cama. Tenía algo abiertos los brazos,
como que la estaba esperando, y me dijo que tuviese por cierto que a todas
las monjas que muriesen en estos monasterios él las ampararía así y que no
tuviesen miedo de tentaciones a la hora de la muerte. Yo quedé harto
consolada y recogida. Después me acerqué un poquito a hablarle y me dijo:
"Oh, madre, qué grandes cosas tengo que ver!" Así murió como un
ángel. Y las que vi morir desde entonces, observé que iban con una quietud y
sosiego, como si les diese un arrobamiento o quietud de oración, sin señal
ninguna de tentación (F 16, 4-5). 1271 Porque
vida es vivir sin que se tema la muerte...¿A qué se puede comparar la paz
interior y exterior con que siempre andáis? En vuestra mano está vivir y
morir con ella, como veis que mueren las que hemos visto morir en estas casas
(F 27, 12). 1272 Acuérdate
de que no tienes más que un alma, ni has de morir más que una vez... y te
despreocuparás de muchas cosas (Av. 68). 1273 Yo
ya sabía la muerte del rey de Francia (Cta 65, 1274 Mas
gran consuelo es ver tal muerte, que tan cierta seguridad nos pone de que
vivirá para siempre (Cta 151, 3, al P. Gracián). 1275 Si
esa monja es tan buena, acéptela, que necesita tener muchas, según se mueren.
Ellas se van al cielo, no tenga pena (Cta 195, 1276 Todas
hemos suplicado por vuestra señoría y por aquel alma santa, que espero en él
la tiene ya consigo y que antes de que entendiese más las cosas del mundo
quiso sacarla de él. Todo se ha de acabar tan presto que, si tuviésemos la
razón despierta y con luz, no sería posible sentir tristeza por los que
mueren conociendo a Dios, sino alegrarnos de su bien (Cta 223, 1277 Mucho
me ha dolido la muerte de tan católico rey, como era el de Portugal y enojado
de los que le dejaron ir a meter en tan gran peligro (Cta 246, 2, al P.
Gracián). 1278 Lo
que han hecho con fray Juan de 1279 Su
Majestad nos haga fuertes para morir por él, que en verdad ha sido
misericordia suya esta refriega (Cta 269, 6, al P. Nicolás Doria). 1280 Es
cierto que pensé que memoría, auque no lo creía del todo, ni se me daba más
morir que vivir. Esta merced me hace Dios, que la tengo por grande, porque me
acuerdo del miedo que en otros tiempos solía tener (Cta 319, 3, al P.
Gracián). 1281 Sepa
que se ha dignado llevarse consigo a su buen amigo y servidor Lorenzo de
Cepeda. Le dio un flujo de sangre tan apresuradamente que le ahogó, que no
duró ni seis horas. Hacía dos días que había comulgado y murió consciente,
encomendándose a nuestro Señor (Cta 326, 1282 Me
parece, mi hija, que todo se pasa tan presto, que más habíamos de traer el
pensamiento en cómo morir que en cómo vivir. Quiera Dios que ya que me quedo
acá, pueda servirle en algo, que cuatro años le llevaba y nunca me acabo de
morir (Cta 326, 1283 A
todas las hermanas de muchos recuerdos y a las que se les mueren esos
parientes dígales mucho de mi parte y que yo se los encomendaré a Dios (Cta
430, 1284 Morir
y padecer han de ser nuestros deseos (ap 3ª, 3). 1285 ¡Oh, virtud de la obediencia, que todo lo
puedes! (V 18, 7; CN 8). 1286 Siempre que el Señor me mandaba una cosa en
la oración, si el confesor me mandaba otra, el Señor volvía a hablarme diciéndome
que obedeciera al confesor; después Su Majestad le cambiaba el corazón para
que me mandara la voluntad del Señor (V 26, 5). 1287 Me acordaba de las injurias que le habían
hecho los judíos y le suplicaba que me perdonara, pues yo lo hacía para
obedecer a quien le representaba, y que no me echara a mí la culpa pues me lo
mandaban los ministros que él tenía puestos en 1288 Que no temiera que se fallara en esto jamás
que aunque la obediencia no se prometía a mi gusto, su Hijo estaría con
nosotras. 1289 Yo obedecí al Rector, y con lo que se me
había dicho en la oración, iba sin miedo (V 34, 3). 1290 Digo que quien tenga voto de obediencia y
falte contra él en vez de llevar todo el cuidado necesario para ver cómo lo
cumplirá con la mayor perfección, no se para qué está en el monasterio; yo le
aseguro que mientras falte en esto nunca llegará a ser contemplativa, ni
siquiera buena activa; y esto lo tengo por muy cierto (C 18, 8). 1291 Aunque no sea persona que tenga voto de
obediencia si quiere o pretende llegar a contemplación, debe someter su
voluntad con toda determinación a un confesor competente. Porque es cosa muy
sabida que aprovechará más así en un año, que en muchos años que viva sin
esta determinación (C 18, 8). 1292 Pocas cosas que me ha mandado la obediencia
se me han hecho tan difíciles como escribir ahora sobre la oración...Mas como
se que la fuerza de la obediencia suele facilitar cosas que parecen
imposibles, la voluntad se decide a escribir de buena gana, aunque la
naturaleza parece que se aflige mucho. Si tampoco me diere el Señor esto, con
cansarme y acrecentar el dolor de cabeza por obediencia, quedaré con
ganancia, aunque de lo que dijere no se saque ningún provecho (M prl 1-2). 1293 Yo no lo se, preguntadle a quien me lo manda
escribir, que yo no estoy obligada a disputar con los superiores, ni sería
correcto, sino a obedecer III M 2, 11). 1294 Lo que les haría mucho provecho a los que por
la bondad del Señor están en ese estado, es estudiar mucho en la prontitud de
la obediencia (III M 2, 12). 1295 Y aunque no sean religiosos sería muy
importante tener a quien acudir para no hacer en nada su voluntad (que es lo
que más nos perjudica) y no buscar a otro de su talante que vaya con tanto
tiento en todo, sino buscar a uno que esté muy desengañado del mundo, que es
muy provechoso tratar con quien ya conoce el mundo para conocernos (III M 2,
12). 1296 Mas ¡cuántos debe de haber a quienes llama el
Señor al apostolado, como a Judas..., y después por su culpa se pierden! De
lo cual deduciremos que para ir mereciendo más y más y para no perdernos como
éstos, lo único que nos puede dar seguridad es la obediencia y no desviarnos
de la ley de Dios (V M 3, 2). 1297 Guardo obediencia a quien me confiesa, aunque
imperfectamente; pero cuando veo que quiere una cosa o me la manda, no la
dejaría de hacer, y si no la hiciera pensaría que andaba muy engañada (Cc 1ª,
15). 1298 Estando pensando una vez en la gran
penitencia que hacía doña Catalina de Cardona y cómo yo hubiera podido hacer
más, según mis deseos, si no hubiera sido por obedecer a los confesores, que
si sería mejor no obedecerles en adelante, me dijo: "eso no, hija; buen
camino llevas y seguro. ¿Ves todala penitencia que hace?; en más tengo tu
obediencia (Cc 20ª). 1299 Procuraba todo lo que podía no ofender a Dios
y obedecer siempre (Cc 53ª, 19). 1300 Por experiencia he visto, aparte de lo que en
muchos lugares he leído, el gran bien que es para un alma no salir de la
obediencia. En esto entiendo está el ir adelantando en la virtud y el ir
ganando la de la humildad; en esto está la seguridad de la duda de errar el
camino del cielo. Aquí se halla la quietud que tan preciada es en las almas
que desean contentar a Dios. Porque si de veras se han resignado en esta
santa obediencia y han rendido el entendimiento a ella, no queriendo tener
otro parecer más que el de su confesor o el de su superior, el demonio cesa
de acometer con sus contínuas inquietudes; y también nuestros bulliciosos
movimientos amigos de hacer su voluntad cesan, acordándose de que
determinadamente pusieron su voluntad en la de Dios, tomando por medio
someterse a quien toman en su lugar. Habiéndome Su Majestad dado luz para
conocer el gran tesoro que está encerrado en esta preciosa virtud, he
procurado tenerla, auque muchas veces protesta la poca virtud que veo en mí,
porque para algunas cosas que me mandan entiendo que no llega (F prl 15). 1301 Muchas veces me parecía que no se podía
soportar el trabajo conforme a mi instinto natural, me dijo el Señor:
"Hija, la obediencia da fuerzas" (F prl 2). 1302 De la virtud de la obediencia (de la que soy
muy devota, aunque no sabía tenerla hasta que estas siervas de Dios me
enseñaron), pudiera decir muchas cosas que allí vi. Una recuerdo ahora y es
que, estando un día en refectorio, nos dieron raciones de cohombro, a mí me
tocó una muy delgada y podrida por dentro. Llamé con disimulo a una hermana
de las de mejor entendimiento y talento
que allí había, para probar su obediencia, y le dije que sembrara
aquel cohombro en un huertecillo que teníamos. Ella me preguntó si lo había
de poner alto o tendido; yo le dije que tendido. Ella fue y lo puso, sin
pensar que era imposible que no secara, sino que al hacerlo por obediencia se
le cegó la razón natural, y creyó que era muy acertado (F 1, 3). 1303 Y en lo que toca a la obediencia, no querrá
que quien bien lo quisiere, vaya por otro camino que él, "obediente
hasta la muerte" (F 5, 3). 1304 Yo creo que como el demonio ve que no hay
camino que más pronto lleve a la suma perfección que la obediencia, pone
tanto disgusto y dificultades debajo de color de bien, para guardarla; y esto
se observe bien y verán claro que digo verdad (F 5, 10). 1305 ¡Oh, Señor, cuán diferentes son vuestros
caminos de nuestras torpes imaginaciones, y cómo de un alma que está ya
determinada a amaros y abandonada en vuestras manos no queréis otra cosa sino
que obedezca y se informe bien de lo que es más servicio vuestros y eso
desee! No ha menester ella buscar los caminos ni escogerlos, que ya su
voluntad es vuestra (F 5, 6). 1306 Pues créanme que para adquirir este tesoro no
hay mejor camino que cavar y trabajar para sacarlo de esta mina de la
obediencia; que mientras más cavemos hallaremos más, y mientras más nos
sometamos a los hombres no teniendo otra voluntad que la de los superiores,
más señores seremos de ella para conformarla con la de Dios. Esta es la unión
que yo deseo y querría en todas, que no unos embebecimientos muy regalados
que hay, a los que tienen puesto el nombre de unión. Mas si después de esa suspensión
queda poca obediencia y poca sumisión de la voluntad, unida con su amor
propio me parece a mí que estará, que no con la voluntad de Dios (F 5, 13). 1307 Aquí se ve bien que somos esclavos suyos,
vendidos por su amor con nuestra voluntad a la virtud de la obediencia, pues
por ella dejamos de alguna manera de gozar al mismo Dios. Y no es nada si
consideramos que él vino del seno del Padre por obediencia a hacerse esclavo
nuestro (F 5, 17). 1308 Quisiera más verla obedecer a una persona que
no tanta comunión (F 6, 18). 1309 Si es por contentar a Dios, ya saben que se
contenta más con la obediencia que con el sacrificio (F 6, 22). 1310 En
este monasterio se ejercitaban mucho en mortificación y en obediencia; de
manera que algún tiempo que estuve en él, a veces se había de mirar lo que
decía la priora, que aunque fuese con descuido, ellas lo ponían enseguida por
obra (F 16, 3) 1311 Espántame
lo mucho que hace en este camino animarse a grandes cosas, aunque luego no
tenga fuerzas el alma, da un vuelo y llega a mucho aunque, como avecita que
tiene pelo malo, se cansa y se detiene. 1312 En
otro tiempo pensaba yo muchas veces lo que dice San Pablo, que todo se puede
en Dios (Flp 4, 13). De mí sabía que no podía nada. Esto me aprovechó mucho y
lo que dice san Agustín: "Dame, Señor, lo que me mandas, y manda lo que
quieras" (Conf 10, 29). 1313 Pensaba
yo muchas veces que no habría perdido nada San Pedro en arrojarse al mar,
aunque después temió (Mt 14, 29-30) (V 13, 3; CN 3). 1314 Creo
que me ocurría que, cuanto menos iban por camino natural los misterios, más
firme era mi fe y me causaba gran devoción: en ser todopoderoso hallaban
explicación para mí todas las grandezas que podáis hacer, y de esto jamás
tenía duda (V 19, 9; CN 9). 1315 Los
efectos del éxtasis son grandes: en primer lugar, se manifiesta el gran poder
del Señor y que no podemos, cuando Su Majestad quiere, detener ni el cuerpo
ni el alma, ni somos dueños de ellos: mal que nos pese, vemos que tenemos
superior y que estas mercedes las da El y que nosotros no podemos en nada
nada; con esto se infunde mucha humildad. 1316 Yo
confieso que sentí gran temor, al principio grandísimo, al ver cómo se
elevaba mi cuerpo de la tierra que, aunque el espíritu lo lleva consigo y es
con suavidad grande si no se resiste, no se pierde el sentido; al menos yo
era consciente y me daba cuenta de que se me llevaba. 1317 Se
manifiesta una majestad de quien puede hacer aquello, que espeluzna los
cabellos, y queda un gran temor de ofender a tan gran Dios (V 20, 7; CN 10). 1318 ¡Oh
Señor mío, cómo sois Vos el amigo verdadero; y, como poderoso, cuando queréis
podéis, nunca dejáis de querer si os quieren! ¡Que os alaben todas las cosas,
Señor del mundo! (V 25, 17). 1319 ¡Oh
Dios mío! ¡Quién tuviera entendimiento y estudios y palabras brillantes para
enaltecer vuestras obras como lo entiende mi alma! Fáltame todo, Señor mío;
mas, si Vos no me desamparáis, no os faltaré yo a Vos. 1320 Levántense
contra mí todos los letrados, persíganme todas las cosas criadas,
atorméntenme todos los demonios; no me faltéis Vos, Señor, que ya tengo
experiencia de la ganancia con que sacáis a quien sólo en Vos confía. 1321 Pues
estando en esta gran tribulación, me la quitaron del todo y me pacificaron
estas pocas palabras: "No tengas miedo, hija, que Yo soy y no te
desampararé; no temas". 1322 Según
el estado de turbación de mi alma parece que eran necesarias muchas horas para
persuadirme a sosegarme y que nadie lo podría conseguir. Sin embargo, he aquí
que con solas estas palabras quedé sosegada, con fortaleza, con ánimo, con
seguridad, con una paz y luz, que en un instante vi mi alma transformada en
otra, y creo que con todo el mundo discutiría que el espíritu que recibía era
de Dios (V 25, 17-18). 1323 ¡Oh,
qué buen Dios! ¡Oh, qué buen Señor y qué poderoso! No sólo da el consejo,
sino el remedio. Sus palabras son obras (Flp 4, 13). ¡Oh, válgame Dios, y
cómo fortalece la fe y se aumenta el amor! 1324 Esto
es tan gran verdad, que muchas veces me acordaba de cuando el Señor mandó que
se calmasen los vientos en el mar, cuando se levantó la tempestad (Mc 4, 39),
y así decía yo: ¿Quién es éste que así le obedecen todas mis potencias, y en
un instante hace brillar la luz en tan gran oscuridad y ablanda un corazón
que parecía de piedra y da agua de lágrimas suaves donde parece que durante
mucho tiempo había sequedad? ¿Quién pone estos deseos? ¿Quién este ánimo?; y
me acaeció pensar: ¿De que tengo miedo?, ¿Qué es esto? (V 25, 18-19). 1325 Pues
tenemos Rey poderoso y tan gran Señor que todo lo puede y a todos manda, no
hay que temer, andando, como he dicho, en verdad delante de Su Majestad y con
limpia conciencia. 1326 Para
esto, como he dicho, querría yo todos los temores: para no ofender en un
punto a quien en el mismo punto nos puede deshacer; que, contento Su
Majestad, no hay quien se oponga contra nosotros, que no se vaya con las
manos en la cabeza (V 26, 1). 1327 Estando
afligida por los muchos problemas que llevaba sobre mis espaldas, con decirme
el Señor: "¿De qué temes? ¿No sabes que soy Todopoderoso? Yo cumpliré lo
que te he prometido", y así se ha cumplido puntualmente, he quedado con
fortaleza (V 26, 2). 1328 Dentro
de mí quedó esculpida una verdad de 1329 Todo
lo dispone, todo lo puede; su querer es obrar. Pues justo será que procuremos
deleitarnos en estas grandezas que tiene nuestro Esposo y que sepamos con
quién estamos desposadas y qué vida hemos de vivir (C 22, 7). 1330 ¿Qué
nos cuesta pedir mucho, pues pedimos a Poderoso? Vergüenza daría pedir a un
emperador unas monedas. Y para
acertar, dejemos a su voluntad el dar, pues ya le tenemos dada la
nuestra (CE 72, 6). 1331 Si
los letrados no son disipados, sino hombres de Dios, nunca se espantan de sus
grandezas, pues saben muy bien que puede mucho más y más. Y, en fin, aunque
no conozcan algunas cosas tan detalladamente, deben de haber leído otras, por
las que deducen que éstas pueden pasar. 1332 De
esto tengo grandísima experiencia y también la de unos medioletrados
espantadizos, porque me cuestan muy caro. 1333 Estoy
segura de que quien no creyere que Dios puede mucho más y que ha querido y
quiere comunicarse a sus criaturas, tiene bien cerrada la puerta para recibir
los carismas. 1334 Por
eso, hermanas, nunca os ocurra esto, sino creed de Dios mucho más y más, y no
os fijéis en si los que los reciben son buenos o malos que Su Majestad lo
sabe, como os lo he dicho (V M 1, 8). 1335 ¡Oh
grandeza de Dios, y cómo sale un alma de aquí después de haber estado un
poquito metida en la grandeza de Dios y tan unida a El que, a mi parecer,
nunca llega a media hora. Yo os digo en verdad que la misma alma no se
conoce; porque mirad la diferencia que hay de un gusano feo a una mariposica
blanca, que la misma hay acá. No sabe de dónde pudo merecer tanto bien (de
dónde le pudo venir, quise decir, que bien sabe que no lo merece). Se ve con
un deseo de alabar al Señor que se quisiera deshacer y morir por El mil
muertes (VM 2, 7). 1336 Poderoso
es el Señor para enriquecer a las almas por muchos caminos y llevarlas a
estas moradas, y no por el atajo que queda dicho (V M 3, 4). 1337 A
deshora, con una palabra suya, o con una circunstancia que acaso sucedió, lo
quita todo tan de presto que parece que no hubo nublado en el alma, según
queda llena de sol y de mucho más consuelo. Y como quien se ha librado de una
batalla peligrosa habiendo ganado la victoria, queda alabando a nuestro
Señor, que fue el que peleó para vencer; porque ve muy claro que ella no
peleó, que todas las armas con que se podía defender le parece que las ve en
las manos de su enemigo, y así experimenta claramente su miseria y lo
poquísimo que podemos nosotros si nos desampara el Señor (VI M 1, 10). 1338 ¿Y
por qué hay que maravillarse de lo que hace el Todopoderoso? Bien sabéis Vos,
mi Dios, que entre todas mis miserias nunca dejé de conocer vuestro gran
poder y misericordia. Válgame, Señor, esto en que no os he ofendido.
Recuperad, Dios mío, el tiempo perdido, con darme gracia en el presente y
porvenir, para que aparezca delante de Vos con vestiduras de bodas, pues, si
queréis, podéis (E 4). 1339 Y
si todo esto no basta, básteos conocer que no podéis nada contra su poder, y
que tarde o temprano habéis de pagar con fuego eterno tan gran desacato y
atrevimiento (E 12). 1340 ¡Oh,
grandeza de Dios, y cómo manifestáis vuestro poder dando osadía a una
hormiga! ¡Y cómo, señor mío, no queda por Vos el no hacer grandes obras los
que os aman, sino por nuestra cobardía y pusilanimidad! Como nunca nos
decidimos, sino llenos de temores y prudencias humanas, así, Dios mío, no
obráis Vos maravillas y grandezas. ¿Quién más amigo de dar, si tuviese a
quien, ni de recibir servicios a su costa? Haga Vuestra Majestad que os haya
servido yo en algo, y no tenga más cuenta que dar de lo mucho que he
recibido, amén (F 2, 7). 1341 Comenzó
el Señor a concederme tantos regalos desde los principios de este camino, que
ya al término de mi estancia en esta soledad de casi nueve meses, me concedía
oración de quietud y alguna vez, hasta de unión, aunque yo ignoraba lo que
era una y otra y lo muy preciosas que eran; haberlo entendido creo que me
hubiera hecho un gran bien. 1342 Duraba
tan poco la oración de unión, que no se si llegaba al tiempo de una Avemaría;
mas quedaba con unos efectos tan grandes que, aunque no tenía veinte años, me
parece que traía el mundo bajo los pies, y recuerdo que tenía lástima a los
que vivían para el mundo, aunque fuese en cosas lícitas (V 4, 7). 1343 Procuraba
todo lo que podía traer a Jesucristo, nuestro Bien y Señor, presente dentro
de mí, y ésta era mi manera de oración. 1344 Si
pensaba en algún misterio de 1345 Y
aunque no ejercitando la inteligencia se llega más pronto a contemplación si
perseveran, es muy duro y penoso; porque si la voluntad no se ejercita en
amar algo presente, se queda el alma sin arrimo y vacía y le dan grandísima
guerra los pensamientos (V 4, 7). 1346 Las
personas que tienen esta psicología necesitan mayor limpieza de conciencia
que las que pueden discurrir con el entendimiento. Porque quien reflexiona lo
que es el mundo y lo que debe a Dios y lo mucho que sufrió y lo poco que le
sirve y lo poco que da el mundo a quien le ama, saca doctrina para defenderse
de los pensamientos y de las ocasiones y peligros. Quien no se puede
aprovechar de esto, tiene mayor peligro de distraerse y conviene que lea
mucho, ya que él por si solo no puede reflexionar (V 4, 8). 1347 Es
tan penosísima esta forma de orar, que si el maestro que le enseña le exige
que no lea y le hace estar mucho rato en la oración sin la ayuda del libro,
será imposible que persevere mucho tiempo en la oración y le dañará la salud
si porfía, pues es cosa muy penosa (V 4, 8). 1348 Ahora
me parece que fue providencial que yo no encotrase quien me enseñase, porque
si me hubiera exigido hacer oración sin libro, no hubiera podido perseverar
dieciocho años que sufrí este tormento con grandes sequedades por no poder
discurrir (V 4, 9). 1349 En
todo este tiempo, sólo después de comulgar me atrevía a ir a la oración sin
libro. Tanto temía mi alma estar sin libro en la oración, como si con mucha
gente fuese a pelear. Con este remedio, que era como una compañía o escudo
donde había de recibir los golpes de los muchos pensamientos, andaba
consolada (V 4, 9). 1350 La
sequedad no era constante, mas siempre me sobrevenía cuando no tenía libro,
pues mi alma se inquietaba y me asaltaban los pensamientos desbocados; con el
libro los comenzaba a recoger y como por halago conducía el alma. Muchas
veces leía un poco, otras, mucho, según la gracia que el Señor que concedía
(V 4, 9). 1351 Cuando
comencé este camino me parecía que teniendo libros y pudiendo estar sola, no
tenía peligro de dejar tanto bien como es la oración (V 4, 9). 1352 Como
quería tanto a mi padre, le deseaba el bien que yo tenía con hacer oración,
que me parecía que en esta vida no podía ser mayor. Con rodeos y como pude
comencé a procurar con él que hiciese. Le dí libros para que la hiciera. Como
era tan virtuoso, se cimentó tan bien en él este ejercicio, que en cinco o
seis años adelantó tanto, que yo alababa mucho al Señor y me daba grandísimo
consuelo (V 7, 10). 1353 Ya
después que yo andaba tan distraída y sin hacer oración, como veía que él
pensaba que yo era la que solía, no lo pude sufrir sin desengañarle; porque
estuve un año y más sin tener oración, pareciéndome más humildad. Y ésta,
como después diré, fue la mayor tentación que tuve, que por ella me iba a
acabar de perder; pues con la oración, un día ofendía a Dios y tornaba
después a recogerme y a apartarme más de la ocasión (V 7, 11). 1354 En la misma enfermedad y en las ocasiones se
hace la verdadera oración, cuando es alma que ama, ofreciendo aquello y
acordándose del Señor por quien lo sufre, y conformándose con ello, y mil
cosas que se ofrecen. Aquí ejercita el amor, que no es indispensable tener
tiempo de soledad para que se haga oración (V 7, 12). 1355 Con
un poquito de cuidado grandes bienes se encuentran cuando con trabajos el
Señor nos quita el tiempo de la oración V 7, 12). 1356 No
sólo procuré que hiciese oración mi padre sino también algunas otras
personas. Aun metida yo en estas vanidades, como las veía amigas de rezar,
les decía el modo de hacer meditación y les ayudaba y les daba libros; porque
tenía deseo de que otros sirviesen a Dios desde que comencé a hacer oración
(V 7, 13). 1357 Este
padre dominico con quien me confesé me hizo harto provecho y se empeñó en
hacer bien a mi alma con tacto y haciéndome ver la perdición que traía.
Hacíame comulgar de quince en quince días; y poco a poco, comenzándole a
tratar, le hablé de mi oración. Me dijo que no la dejase, que de ninguna
manera me podía hacer más que provecho. Comencé a tornar a ella, aunque no a
apartarme de las ocasiones, y nunca más la dejé (V 7, 17). 1358 Pasaba
una vida trabajosísima, porque en la oración entendía más mis faltas: Por una
parte me llamaba Dios; por otra yo seguía al mundo. Dábanme gran contento
todas las cosas de Dios; teníanme atada las del mundo (V 7, 17). 1359 En
la oración pasaba gran trabajo, porque no andaba el espíritu señor, sino
esclavo; y así no me podía encerrar
dentro de mí...sin encerrar conmigo mil vanidades (V 7, 17). 1360 Pasé
muchos años... Bien se que dejar la oración no estaba ya en mi mano, porque
me tenía con las suyas el que que quería para hacerme mayores mercedes (V 7,
17). 1361 Por
estar arrimada a esta fuerte columna de la oración pasé este mar tempestuoso
casi veinte años con estas caídas. Y con levantarme y mal, -pues tornaba a
caer-, y en vida tan baja de perfección, que casi no hacía caso de los
pecados veniales y, aunque temía los mortales, no como debía, pues no me
apartaba de los peligros, sé que es una de las vidas penosas que me parece se
puede imaginar; pues ni yo gozaba de Dios ni me llenaba el mundo. Cuando
estaba en los contentos del mundo y me acordaba de Dios, tenía pena; cuando
estaba con Dios, las aficiones del mundo me desasosegaban. Ello es una guerra
tan penosa, que no sé cómo un mes la pude sufrir, cuánto más tantos años (V
8, 2). 1362 El
bien que tiene quien se ejecita en la oración, hay muchos santos y personas
que lo han escrito; me refiero a la oración mental, ¡gloria a Dios por ello!
Y aunque así no fuera, aunque soy poco humilde, no tan soberbia que osara
hablar de esto (V 8, 5). 1363 Por
muchos pecados que haga quien ha comenzado a hacer oración, no la deje, pues
la oración es el remedio para tornarse a remediar y sin oración será mucho
más difícil. Y no se deje tentar por el demonio como a mí me tentó, para
dejarla por humildad (V 8, 5). 1364 Crea
que no pueden fallar las palabras de Dios que, en cuanto nos arrepentimos de
veras y nos determinamos a no ofenderle, se reanuda la amistad con él y hace
las mercedes que antes hacía, y a veces muchas más, si el arrepentimiento lo
merce. Y quien no la ha comenzado, por amor del Señor le ruego yo que no
carezca de tanto bien (V 8, 5). 1365 No
es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando
muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama (V 8, 5). 1366 Para
que el amor sea verdadero y dure la amisted, se han de encontrar las
condiciones: las del Señor, ya se sabe que no pueden tener falta; la nuestra
es viciosa, sensual, ingrata. Si tú aún no le amas, no puedes conseguir
amarle porque no es de tu manera de ser. Mas viendo lo mucho que te va en
tener su amistad y lo mucho que te ama, pasarás por esta pena de estar mucho
con con quien es tan diferente de tí (V 8, 5). 1367 ¡Cuán
cierto es que sufrís Vos a quien soporta que estéis con él! ¡Oh, qué buen
amigo hacéis, Señor mío! ¡Cómo le vais regalando y sufriendo, y esperáis a
que se haga de vuestro estilo, y mientras tanto le sufrís el suyo! ¡Tomáis en
cuenta, mi Señor, los ratos que os quiere, y con un punto de arrepentimiento
olvidáis lo que os ha ofendido! 1368 He
visto esto claro en mí misma y no entiendo, Creador mío, por qué todo el
mundo no se decide a acercarse a Vos mediante esta particular amistad: los
malos, que no son como Vos, para que los hagáis buenos, con tal de que sufran
que estéis con ellos al menos dos horas cada día, aunque ellos no estén con
Vos sino con mil revueltas y cuidados y pensamientos de mundo, como yo hacía
(V 8, 6). 1369 No
entiendo lo que temen los que temen comenzar a hacer oración mental ni sé de qué
tienen miedo (V 8, 7). 1370 Esta
fue toda mi oración y ha sido cuando anduve en estos peligros, y aquí era el
pensar cuando podía; y muchas veces, algunos años, tenía más cuenta y deseaba
que se acabase la hora y escuchar cuando sonaba el reloj, que en pensar en
otras cosas buenas; y hartas veces no sé qué penitencia grave hubiera hecho
de mejor gana que recogerme a hacer oración (V 8, 7). 1371 Pues
si a cosa tan ruín como yo tanto tiempo sufrió el Señor y por aquí se
remediaron todos mis males, ¿qué persona, por mala que sea, podrá temer?...
¿Ni quién podrá desconfiar, pues a mí tanto me sufrió, sólo porque deseaba y
procuraba algún lugar y tiempo para que estuviese conmigo, y esto muchas
veces sin ganas, a fuerza de vencerme o de forzarme el mismo Señor? 1372 Si,
pues a los que no le sirven, sino que le ofenden, les va tan bien la oración
y les es tan necesaria, y nadie puede de ella esperar daño que no sea mayor
el no hacerla, los que sirven a Dios y le quieren servir, ¿por qué la ha de
dejar? (V 8, 8). 1373 Por
cierto, si no es para pasar con más trabajo los trabajos de la vida, yo no lo
puedo entender, y para cerrar a Dios la puerta para que no les de alegría en
la oración. 1374 Cierto,
les tengo lástima, porque a su costa sirven a Dios; porque a los que hacen
oración el mismo Señor corre con el gasto de los trabajos, pues por un poco
de trabajo, les da gusto para que con él se pasen los trabajos (V 8, 8). 1375 Para
las mercedes tan grandes que me ha hecho a mí es la puerta la oración;
cerrada ésta, no sé cómo las hará; porque aunque quiera entrar a regalarse
con un alma y regalarla no hay por dónde, que la quiere sola y limpia y con
gana de recibir los regalos. Si le ponemos muchos tropiezos y no ponemos nada
para quitarlos, ¿cómo ha de venir a nosotros? ¡Y queremos que nos haga Dios
grandes mercedes! (V 8, 9). 1376 Hacía
la oración de esto modo: como no podía discurrir con el entendimiento,
intentaba representarme a Cristo dentro de mí y me encontraba mejor, creo, en
los lugares donde le veía más solo. Me parecía que estando solo y afligido,
como persona necesitada de compañía, me admitiría a mí. De estas
simplicidades tenía muchas. 1377 En
especial me hallaba muy bien en la oración del Huerto; allí era mi
acompañarle; si podía pensaba en aquel sudor y aflicción que allí había
tenido; deseaba limpiarle aquel tan penoso sudor, mas recuerdo que jamás
osaba determinarme a hacerlo, porque se me representaban mis pecados tan
graves; estaba allí con él todo el tiempo que me dejaban los pensamientos,
porque eran muchos los que me atormentaban (V 9, 4). 1378 Parece
que lo que otros con gran trabajo procuran adquirir, granjeaba el Señor
conmigo que yo lo quisiese recibir, que era darme ya, en estos últimos años,
gustos y regalos. Jamás me atreví yo a suplicarle me los diese, ni ternura de
devoción; sólo le pedía que me diese gracia para que no le ofendiese y me
perdonase mis grandes pecados. Como los veía grandes, nunca osaba desear,
dándome cuenta, ni gustos ni regalos. Harto me parece hacía su piedad, y en
verdad hacía mucha misericordia conmigo, consintiendo que estuviera con él y
atrayéndome a su presencia, que yo veía que, si tanto él no la procurara, yo
no viniera (V 9, 9). 1379 Si
el que comienza, se esfuerza con el favor de Dios a llegar a la cumbre de la
perfección, creo que jamás va solo al cielo; siempre lleva mucha gente
consigo y, como a buen capitán, le da Dios quien vaya en su compañía (V 11,
4; CN 1). 1380 El
que comienza a hacer oración, ha de pensar que comienza a hacer un huerto
para que se deleite el Señor, en tierra muy infructuosa, que tiene muy malas
hierbas. Su Majestad arranca las malas hierbas y ha de plantar las buenas. 1381 Pues
hagamos cuenta que el huerto ya está hecho cuando un alma se determina a
hacer oración. Y con la ayuda de Dios hemos de procurar, como buenos
hortelanos, que crezcan estas plantas y hemos de tener cuidado de regarlas
para que no se sequen, sino que lleguen a dar flores que den de sí gran olor
para dar recreación a este Señor nuestro, y así venga a deleitarse muchas
veces a esta huerta y a gozar entre estas virtudes (V 11, 6; CN 1). 1382 Creo
que se puede regar el huerto de cuatro maneras: 1383 sacando
agua de un pozo que supone un gran trabajo de nuestra parte; 1384 con
noria y arcaduces, que se saca con un torno;...es menor trabajo que el
anterior y se saca más agua; 1385 de
un río o arroyo; así se riega mejor, pues queda más harta la tierra de agua y
no es menester regar tan a menudo, y exige menor esfuerzo del hortelano; 1386 lloviendo
mucho, que lo riega el Señor sin ningún trabajo nuestro; este modo es mejor
que todos los anteriores (V 11, 7; CN 1). 1387 Los
que comienzan a hacer oración son los que sacan el agua del pozo, que lo
hacen con mucho trabajo de su parte, pues se han de cansar en recoger los
sentidos, y como están acostumbrados a ir dispersos, les cuesta mucho
recogerse. Es necesario que se vayan acostumbrando a que no les importe ver
ni oir... durante las horas de la oración, buscando la soledad para en ella
pensar en su vida pasada... 1388 Al
principio les aflige pensar en los pecados de su vida porque no acaban de
entender que se arrepienten de ellos; y sí lo hacen, pues se determinan a
servir a Dios tan de veras. Han de meditar la vida de Cristo y el
entendimiento se cansa de esto. Esto lo podemos hacer nosotros... 1389 Esto
es comenzar a sacar agua del pozo, y quiera Dios que tenga agua. Por lo menos
no queda por nosotros, que ya vamos a sacarla y hacemos lo que podemos para
regar estas flores (V11, 9-10; CN 1). 1390 ¿Qué
hará en la sequedad el hortelano? Alegrarse y consolarse y tener por
grandísima merced poder trabajar en el huerto de tan gran Emperador. Y pues
sabe que le contenta en aquello y su intención no ha de ser contentarse a sí
sino a él, alábele mucho por la confianza que tiene en él, pues ve que sin
pagarle nada, tiene tan gran cuidado de lo que le encomendó. Tiempo vendrá en
que se lo pague todo junto. No tenga miedo de perder el trabajo. A buen amo
sirve. Mirándole está (V 11, 11; CN 1). 1391 A
los que pueden discurrir, no se les vaya el tiempo en esto; porque aunque es
muy meritorio, les parece que como es oración sabrosa, no ha de haber día de
domingo, ni rato que no sea trabajar; les parece que pierden el tiempo si no
razonan, y tengo yo por muy ganada esta pérdida. 1392 En
vez de discurrir tanto, represéntense delante de Cristo y sin cansancio del
entendimiento, se estén hablando y regalando con él, sin cansarse en componer
razones, sino presentándole necesidades y la razón que tiene para no
soportarnos allí: una cosa durante un tiempo y la otra en otro, para que no
se canse el alma de comer siempre el mismo manjar. Estos son muy gustosos y
provechosos si el paladar se acostumbra a comerlos; traen consigo gran
alimento para dar vida al alma y muchas ganancias (V 13, 11; CN 3). 1393 Ocupe
el entendimiento en que mire que le mira, y acompáñele y háblele y pídale y
humíllese y regálese con él y recuerde que no merece estar allí. Cuando pueda
hacer esto, aunque sea al principio de la oración, hallará grande provecho, y
causa muchos provechos este modo de oración; al menos los halló mi alma (V
13, 22; CN 3). 1394 Digamos
el segundo modo de sacar el agua con un torno y arcaduces para que el
hortelano saque con menos trabajo más agua y, sin necesidad de trabajar
contínuamente, pueda descansar. Este grado se llama oración de quietud (V 14,
1; CN 4). 1395 Aquí
se comienza a recoger el alma, toca ya aquí cosa sobrenatural que, por muchos
esfuerzos que haga el alma, no puede conseguir. 1396 Es
verdad que durante algún tiempo se ha cansado dándole al torno y trabajando
con el entendimiento y que se han llenado los arcaduces; mas aquí el agua
está más alta y por eso se trabaja mucho menos que sacándola del pozo. Digo
que el agua está más cerca porque la gracia se da más claramente a conocer al
alma (V 14, 2; CN 4). 1397 La
oración de quietud es un recogerse las potencias dentro de sí para gozar de
aquel contento con más gusto; mas no quedan suspendidas ni absortas; sola la
voluntad está ocupada de tal manera que, sin saber cómo, queda cautivada
consintiendo que la encarcele Dios, como quien sabe que es cautiva de quien
ama (V 14, 2; CN 4). 1398 Las
otras dos potencias, memoria y entendimiento, ayudan a la voluntad para que
se vaya haciendo capaz de gozar tanto bien, aunque algunas veces, aún estando
unida la voluntad con Dios, las potencias pueden estorbarla un poco; mas
entonces no hay que hacer caso de ellas, sino quedarse en su gozo y quietud;
porque si las quiere recoger, el alma y las potencias perderán, pues entonces
son como palomas que no se contentan con el cebo que les da el dueño del
palomar sin trabajo de ellas y van a buscar de comer por otros lugares, y lo
hallan tan malo que se vuelven; y así la memoria y el entendimiento van y
vienen a ver si la voluntad les participa algo de lo que ella goza en su
Dios. (V 14, 3; CN 4). 1399 Todo
lo que pasa aquí es con grandísimo consuelo y con tan poco trabajo que no
cansa la oración, aunque dure mucho rato; porque el entendimiento obra aquí
muy lentamente y saca mucha más agua que la que sacaba del pozo; las lágrimas
que aquí Dios da ya van con gozo; aunque se sienten, no se provocan. 1400 Esta
agua de grandes bienes y mercedes que el Señor da aquí, hace crecer las
virtudes muchísimo más sin comparación que en la oración anterior (V 14, 4;
CN 4). 1401 La
tercera agua con que se riega esta huerta es agua corriente de rio o de
fuente. Se riega con mucho menos trabajo, sólo el de encaminar el agua. 1402 Quiere
aquí el Señor ayudar al hortelano tanto que casi él es el hortelano y el que
lo hace todo. Es un sueño de potencias en el que ni del todo se perden ni
entienden cómo obran. El gusto, suavidad y deleite es mayor sin comparación
que el de la oración anterior, porque llega el agua de la gracia a la
garganta de esta alma, y ni puede seguir adelante, ni sabe cómo, ni puede
volver atrás; quisiera gozar de grandísima gloria. 1403 Es
como uno que está, con la candela en la mano, que le falta poco para morir muerte
que la desea, gozando en aquella agonía con el mayor deleite que se puede
decir. Es un morir casi total a todas las cosas del mundo y gozar de Dios (V
16, 1; CN 6). 1404 En
la cuarta agua ya no actuan los sentidos, sino que se nada en gozo sin
entender lo que se goza. Se da cuenta el hombre de que está gozando de un
bien que abarca todos los bienes, mas no comprende este bien. Todos los
sentidos se gozan en este gozo, de modo que ninguno puede actuar en otra cosa
exterior ni interior. 1405 En
los otros grados de oración se les permite a los sentidos dar muestras del
gran gozo que sienten; en el cuarto grado goza más el alma sin comparación y
no se puede manifestar porque ni queda poder en el cuerpo ni el alma lo puede
comunicar (V 18, 1; CN 8). 1406 Esta
agua que viene del cielo para empapar y hartar con su abundancia todo este
huerto de agua, si el Señor la diera siempre que fuera necesaria, ya se ve el
descanso que tendría el hortelano. Y si no hubiera invierno y el tiempo fuera
siempre templado, nunca faltarían flores y frutos; ya se ve qué deleite
tendría el hortelano; mas, mientras vivimos eso es imposible; siempre ha de
haber cuidado de procurar un agua cuando falte otra (V 18, 9; CN 9). 1407 Esta
agua del cielo viene muchas veces cuando más descuidado está el hortelano. Es
verdad que al principio casi siempre llueve después de larga oración mental.
Cumplidos los tres grados de oración, viene el Señor a tomar esta avecita y
ponerla en el nido para que descanse.... ¡Y qué gran premio, que basta un
momento para que queden pagados todos los trabajos pasados! (V 18, 9; CN 8) 1408 Que
no desmaye nadie de los que han comenzado a hacer oración diciendo: "Si
vuelvo a caer, es peor seguir haciendo oración". Yo así lo creo si se
deja la oración y no se corrige; mas si no la deja, crea que el Señor la
sacará a puerto de luz (V 19, 4; CN 9). 1409 Me
dio mucha guerra el demonio con esto, y sufrí tanto, porque me parecía poca
humildad hacer oración siendo tan ruín, y la dejé año y medio, lo que fue ni
más ni menos, meterme yo misma en el infierno, sin necesidad de demonios que
me empujasen (V 19, 5; CN 9). 1410 Prefiero
oración joven con efectos muy grandes (pues no se puede dejar todo sin un
amor muy fuerte), que oración de muchos años que nunca consiguió decisión
radical por Dios ni el primer año ni el último. Sólo consiguió unas cositas
menudas como sal sin peso ni entidad, que un pájaro puede llevarse en el
pico... (V 39, 13). 1411 Dice
nuestra primera regla que oremos sin cesar. Si se hace esto con todo el
cuidado que podemos, no se dejarán de cumplir los ayunos y disciplinas y
silencio que manda 1412 Yo
aconsejo a todos que hagan meditación -aunque no tengan virtudes- porque es
principio para alcanzar todas las virtudes y cosa en que nos va la vida
comenzarla a todos los cristianos, y ninguno por perdido que esté debía de
dejar de hacer (C 16, 3). 1413 Yo
estuve más de catorce años sin poder hacer ni siquiera meditación, si no la
hacía apoyándome en la lectura. Habrá muchas personas que les ocurrirá lo
mismo, y otras que aunque hagan lectura no podrán meditar, sino sólo rezar
vocalmente y en esto se detendrán más (C 17, 3). 1414 Por
eso, hermanas, oración mental, y la que no pueda mental, oración vocal y
lectura y diálogo con Dios. No deje de hacer la oración como todas; no sabe
cuándo llamará el Esposo, no os suceda como a las vírgenes necias (C 18, 4). 1415 A
quien Dios quiere dar contemplación, Su Majestad lo hará fuerte (C 18, 10). 1416 Y
siempre es bueno fundamentar vuestra oración sobre las oraciones pronunciadas
por la boca del Señor. En eso tienen razón, que si no estuviera ya nuestra
flaqueza tan flaca y nuestra devoción tan tibia, no sería necesaria otra
clase de oraciones, ni serían necesarios otros libros (C 21, 3). 1417 Yo
no digo ahora que la oración haya de ser mental o vocal para todos; a
vosotras os digo que una y otra vais a necesitar: este es el oficio de los
religiosos. A quien os diga que en la oración hay peligro, tenedle a él por
el mismo peligro y huid de él (C 21, 7) 1418 Peligro
será no tener humildad y las otras virtudes; pero que el camino de la oración
sea camino peligroso, nunca permita Dios que lo sea. El demonio parece que ha
inventado meter estos miedos, y ha sido muy ladino haciendo caer a algunos
que parecía que hacían oración (C 21, 7). 1419 Y
mirad en qué ceguedad vive el mundo, que no miran los muchos millares que han
caído en herejías sin tener oración, sino distracción y si el demonio, para
hacer mejor su negocio, entre la multitud de los herejes ha hecho caer a
algunos, bien contados, que hacían oración, ha utilizado esto para infundir
en algunos un miedo enorme hacia la práctica de la virtud (C 21, 8). 1420 Los
que dejan la oración para librarse de los peligros, tengan cuidado; porque
huyen del bien para librarse del mal. Nunca he visto tan mala invención;
claramente se ve que es del demonio. ¡Oh, Señor mío!, defendeos...(C 21, 8). 1421 Sabed,
hijas, que la oración mental no consiste en tener la boca cerrada. Si
mientras estoy hablando me estoy dando perfecta cuenta y viendo que hablo con
Dios con mayor atención que pongo en las palabras que digo, eso es a la vez
oración vocal y mental (C 22, 1). 1422 ¿Qué
es esto, cristianos? Los que decís que no es necesaria la oración mental, os
entendéis? Yo quisiera dar voces y disputar, siendo la que soy, con los que
dicen que no es necesaria la oración mental. Ciertamente, creo que no os
entendéis, y por eso queréis que desatinemos todos: ni sabéis lo que es oración
mental, ni cómo se ha de hacer la vocal, ni lo que es contemplación, porque
si lo supierais, no condenaríais por un lado lo que alabáis por otro (C 22,
2). 1423 Yo
siempre que me de cuenta, escibiré juntas oración mental y vocal, para que no
os espanten, hijas; que yo se en qué paran estas cosas, pues he tenido que
sufrir no poco por esta causa y por eso no quisiera que nadie os
desasosegara, porque es muy perjudicial ir con miedo por este camino. 1424 Es
muy importante que sepáis que vais bien, porque cuando a un caminante le
dicen que va errado, le hacen ir de un cabo a otro, y todo lo que anda
buscando por dónde ha de ir, se cansa y pierde el tiempo y llega más tarde (C
22, 3). 1425 ¿Quién
puede decir que es malo que cuando comenzamos a rezar 1426 Para
rezar vocalmente como es debido, ya sabéis que enseña Su Majestad que sea a
solas; pues así lo hacía él siempre que oraba... Esto bien sabido es, pues no
es compatible hablar con Dios y con el mundo a la vez, que eso es lo que se
pretende cuando se reza mientras se está escuchando lo que están hablando, o
cuando se reza dejando que el pensamiento divague en lo que se le va
ocurriendo, sin cortar los pensamientos (C 24, 4). 1427 Hay
temporadas de mal humor, cuando se está deprimido o se tiene debilidad
cerebral en las que queriendo pensar no se puede; y hay días en los que Dios
permite grandes tempestades para mayor bien de sus siervos; entonces, aunque
se afligen e intentan relajarse, no pueden ni están en lo que dicen por mucho
que se se esfuercen ni pueden mantener la atención y están alterados y
nerviosos como si tuvieran frenesí (C 24, 4). 1428 En
la pena que les producen estas situaciones, comprenderán que no es culpa de
ellos, no se fatiguen pues, que es peor, ni se cansen queriendo que discurra
el entendimiento cuando no puede razonar, sino rece entonces como pueda, o
incluso no rece, sino como una persona enferma, procure dar alivio a su alma
y dedíquese a otra obra de virtud (C 24, 5). 1429 Lo
que nosotros podemos hacer es procurar estar solos..., a fin de que nos demos
cuenta de con quién estamos y de lo que responde el Señor a nuestras
peticiones. ¿Pensáis que está callado? Aunque no le oímos, bien que habla al
corazón cuando le pedimos de corazón (C 24, 5). 1430 Y
bueno será que consideremos que esta oración nos la enseñó a cada una de
nosotras y que nos la está enseñando, pues nunca está el Maestro tan lejos
del discípulo que sea necesario gritar, sino que está muy cerca. Esto... es
lo que os conviene para rezar bien el Padrenuestro; que no os separéis de
junto al Maestro que os lo enseñó (C 24, 5). 1431 Diréis
que esto ya es meditación y que vosotras no podéis meditar, y que tan sólo
queréis rezar vocalmente; porque también hay personas poco pacientes y amigas
de no hacer ningún esfuerzo que, como no tienen costumbre, les cuesta al
principio recoger el pensamiento; y por no cansarse un poco, dicen que no
pueden más y que no lo saben hacer y sólo quieren rezar vocalmente. 1432 Tenéis
razón cuando decís que eso ya es oración mental; mas yo os digo con seguridad
que yo no se separar la oración mental de la vocal... 1433 Yo
lo he probado algunas veces, y no encuentro medio mejor que poner el
pensamiento en aquél a quien dirijo las palabras. Por eso, tened paciencia y
acostumbraos a cosa tan necesaria. Porque esto es necesario para ser monjas,
y aun para rezar como buenos cristianos (C 24, 6). 1434 Y
para que no creáis que se saca poca ganancia de rezar vocalmente con
perfección, os digo que es muy posible que mientras rezáis el Padrenuestro u
otra oración vocal, os ponga el Señor en contemplación perfecta; que así es
cómo demuestra Su Majestad que oye al que habla y le habla su grandeza,
suspendiéndole el entendimiento y cogiéndole la imaginación y quitándole la
palabra de la boca, de modo que le cueste mucho esfuerzo hablar (C 25, 1). 1435 Entiende que sin ruído de palabras le está
enseñando el Maestro divino, suspendiendo la actividad de las potencias que
si actuaran, más que ayudar, dañarían; entonces gozan sin entender cómo
gozan; está el alma abrasándose en amor, y no sabe cómo ama; conoce que goza
porque está amando, y no sabe cómo goza; bien que se da cuenta de que es un
gozo que el entendimiento no alcanza a desearlo; mas lo goza la voluntad sin saber
cómo, y cuando puede comprender un poco, ve que este bien no se puede merecer
con todos los trabajos de la tierra juntos. Es don gratuito del Señor de
cielos y tierra, que, en fin, da como quien es. Esta es contemplación
perfecta (C 25, 2). 1436 Ahora
entenderéis la diferencia que hay de la contemplación a la oración mental,
que consiste en pensar y entender lo que decimos y con quién hablamos, y
quiénes somos los que osamos hablar con tan gran Señor. Pensar esto y otras
cosas semejantes sobre lo poco que hemos hecho por él y lo mucho que le
debemos, es oración mental; no penséis que es otra algarabía, ni os espante
el nombre de oración mental (C 25, 3). 1437 Rezar
el Padrenuestro y el Avemaría y otras oraciones es oración vocal. Pues mirad
qué mala música hará la oración vocal sin la mental (C 25, 3). 1438 En
la oración vocal y la mental o meditación, podemos hacer algo nosotros, con
el favor de Dios; en la contemplación no podemos nada: es Su Majestad el que
lo hace todo, pues es obra suya sobrenatural (C 25, 3). 1439 Representaos
al mismo Señor junto a vos y mirad con cuánto amor y humildad os está
enseñando; y mientras podáis no estéis sin tan buen amigo. Si os acostumbráis
a traerle junto a vos y él ve que lo hacéis con amor y que andáis procurando
contentarle, no podréis apartarlo de vos; lo tendréis con vos en todas
partes: ¿pensáis que es gracia pequeña tener tal amigo al lado? (C 26, 1). 1440 Las
que no podéis discurrir con el entendimiento ni podéis pensar sin distraeros;
¡acostumbraos, acostumbraos! Mirad que yo se que esto lo podéis hacer, porque
yo he pasado durante muchos años este trabajo de no poder sosegar el
pensamiento y se que es muy duro; mas se que no nos deja el Señor tan
desiertos sin acompañarnos, si se lo pedimos con humildad; y si no podemos
adquirir esta costumbre en un año, que nos cueste más: no nos duela gastar el
tiempo en una trabajo en que tan bien se emplea. ¿Quién nos acosa? Yo os
aseguro que se puede adquirir esta costumbre y que se puede trabajar a fin de
caminar al lado de este Maestro verdadero (C 26, 2). 1441 Sólo
os pido que le miréis. Pues ¡quién os impide volver los ojos del alma, aunque
sea rápidamente si no podéis deteneros más, a este gran Señor? podéis mirar
cosas muy feas, ¿y no vais a poder mirar la cosa más hermosa que se puede
imaginar? Pues nunca aparta vuestro Esposo sus ojos de vosotras..., ¿es mucho
pediros que apartando los ojos de las cosas exteriores, le miréis algunas
veces a él? Mirad que no está esperando otra cosa, como dice a la esposa en
los Cantares, más que le miremos. Cuando queráis le encontraréis. Desea tanto
que le miremos que no quedará por él (C 26, 3). 1442 Este
modo de rezar aunque sea vocalmente recoge la mente más pronto y es oración
que trae muchos bienes. Se llama oración de recogimiento porque el alma
recoge todas sus potencias y entra dentro de sí con su Dios, y su divino
Maestro viene a enseñarla y a darle oración de quietud más pronto que por
otros métodos. Porque metida allí consigo misma puede pensar en 1443 Las
que se pueden acostumbrar a no mirar y a huir de los lugares donde los
sentidos exteriores se pueden distraer, tengan la seguridad de que van por
excelente camino y de que llegarán a beber el agua de la fuente, porque
avanzarán mucho en poco tiempo. Como el que va en barco, que con poco que
sople el viento favorable llega al puerto en pocos días, mientras los que van
por tierra tardan más (C 28, 5). 1444 Si
el recogimiento es auténtico, se nota muy claramente porque hace operación en
el alma y aun en el cuerpo; no sé cómo explicarlo, pero quien lo haya vivido
o lo esté viviendo, seguramente que me entiende (C 28, 6). 1445 Señora
el alma de sus sentidos y pasiones, entra en su castillo fortificado para no
tener que temer que la estorben sus enemigos: los sentidos dejan de ocuparse
en las cosas exteriores y sin darse cuenta se le cierran los ojos para no
verlas y para estar más despierta para mirar las del alma. Por eso quien va
por este camino casi siempre que reza tiene los ojos cerrados, lo cual es una
admirable costumbre con muy buenos efectos... (C 28, 6). 1446 Al
principio cuesta esfuerzo, pero cuando la persona se ha acostumbrado, se
suaviza el esfuerzo. Después ocurre lo contrario, pues lo que entonces cuesta
es tener que abrir los ojos...En el mismo recogimiento percibe la persona que
el espíritu se robustece para luchar contra la carne (C 28, 7). 1447 No
creáis los que sois enemigos de la contemplación que estáis libres de ser
contemplativos, si rezáis las oraciones vocales como se deben rezar,
guardando limpia la conciencia (C 30, 7). 1448 Las
almas que no hacen oración son como un cuerpo con hemiplegía o paralítico (I
M 1, 6). 1449 La
puerta para entrar en este castillo es la oración y meditación; no digo más
mental que vocal, que para ser oración ha de ser con meditación (I M 1, 7). 1450 Lo
mejor es acordarse de que está delante de Dios y tomar conciencia de quién es
este Dios (IV M 3, 8). 1451 Aunque
todas las que traemos este hábito sagrado del Carmen estamos llamadas a la
oración y contemplación..., pocas nos disponemos para que nos la descubra el
Señor (V M 1, 3). 1452 El
alma no es el pensamiento ni la voluntad es mandada por él, por eso el
aprovechamiento del alma no está en pensar mucho sino en amar mucho. ¿Cómo se
adquirirá este amor? Determinándose a obrar y padecer, y hacerlo cuando se le
presente la ocasión (F 5, 2-3). 1453 El
amante verdadero en todas partes ama y siempre se acuerda del Amado. ¡Recia
cosa sería que sólo se pudiera hacer oración en los rincones! Mas, ¡oh, Señor
mío! ¡cuánta fuerza tiene ante Vos un suspiro salido de las entrañas! (F 5,
15) 1454 Lo
que medita por la mañana, tráigalo presente todo el día, y en esto ponga
mucha diligencia, porque hay gran provecho (Av 31). 1455 No
sea vuestra merced tan incrédulo, que todo lo puede la oración (Cta 13, 5). 1456 Dicen
que desde hace unos días hace Dios todo lo que le piden. Yo he visto algunas
cosas,y tienen razón (Cta 134, 9). 1457 Los
deseos que tiene de la honra de Dios se demuestren en mirar por ella muy de
veras y en emplear su memoria y entendimiento en cómo le ha de agradar y
demostrar más el amor que le tiene. 1458 ¡Oh!,
que ésta es la verdadera oración y no unos gustos para nuestro gusto no más.
Y cuando se ofrece lo que he dicho -mucha tibieza y temores y sentimientos de
si no somos estimados- yo no desearía otra oración, sino la que me hiciera
crecer las virtudes. Si es con grandes tentaciones y sequedades y
tribulaciones y esto me dejase más humilde, esto tendría por buena oración;
pues lo que más agradare a Dios tendría yo por más oración, porque no se
entiende que no ora el que padece, pues lo está ofreciendo a Dios, y muchas
veces mucho más que el que se está quebrando la cabeza a solas y piensa, si
ha estrujado algunas lágrimas, que aquello es la oración (Cta 133, 8. al
P.Jerónimo Gracián). 1459 Cada
día voy entendiendo más el fruto de la oración y lo que debe de valer delante
de Dios un alma que por sola su gloria pide remedio para otra (Cta 158, 5). No
piense que siempre estorba el demonio la oración, que es misericordia de Dios
quitarla algunas veces; y estoy por decir que casi es tan gran merced como
cuando da mucha (Cta 167, 27). ORACION CONTEMPLATIVA O CON CARISMAS MISTICOS 1460 Cuando
hay arrobamientos queda el cuerpo como muerto muchas veces sin poderse mover,
y se queda en la posición en que es sorprendido (V 20, 18; CN 10). 1461 Veíale
en las manos al ángel un dardo de oro largo, y la punto de hierro me parecía
que tenía un poco de fuego; éste me parecía que metía en el corazón algunas
veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarlo, me parecía que las llevaba
consigo y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el
dolor que me hacía dar aquellos quejidos y tan excesiva la suavidad que me
pone este grandísimo dolor, que no hay que desear que se quite ni se contenta
el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no
deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que
pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo de a gustar a quien
pensare que miento (V 29, 13). 1462 Los
días que duraba esto andaba como embobada; no quisiera ver ni hablar, sino
abrazarme con mi pena, que para mí era mayor gloria que cuantas hay en todo
lo criado (V 29, 13). 1463 Cuando
quiso el Señor que tuviera estos arrobamientos tan grandes me ocurría que
aunque estuviera con la gente no los podía impedir y con harta pena mía se
comenzaron a divulgar (V 29, 14). 1464 Después
de estos arrobamientos ya no siento tanto la pena que llevan con ellos, sino
la que dije en otra parte, que es muy diferente y de mayor precio; en cambio,
cuando comienzo a sufrir esta pena en estos arrobamientos de que estoy
hablando, parece que arrebata el Señor el alma en éxtasis, y así no puede
tener pena ni padecer porque viene luego el gozar (V 29, 14). 1465 Y
a medida que las obras van demostrando mejor que lo que le hemos ofrecido no
son palabras de cumplimiento, más y más se nos une el Señor y nos levanta sobre
todo lo del mundo y sobre nosotros mismos para disponernos a recibir grandes
mercedes, pues no acaba de pagar en esta vida este servicio. Tanto lo aprecia
que ni nosotros sabemos ya qué pedir ni Su Majestad se cansa nunca de dar.
Porque no contento con haberse unido al alma, comienza a reagalarse con ella,
a descubrirle secretos, a regocijarse de que ella se de cuenta de lo que ha
crecido y de que conozca algo de lo que le tiene que dar. 1466 Le
va amorteciendo los sentidos exteriores para que quede vacía, lo cual ya es
arrobamiento. Y comienza a tratarla con tanta intimidad que no sólo le
devuelve la voluntad que ella le había entregado, sino que le da la suya con
ella; porque se goza el Señor de que a veces mande el alma cumpliendo él lo
que ella le pide, como ella cumple lo que él le manda, y mucho mejor de lo
que ella le pide, porque es poderoso y puede todo lo que quiere y siempre
quiere (C 32, 12) 1467 Manda
el Esposo cerrar las puertas de las moradas y aun las del castillo y cerca
pues, cuando quiere arrebatar al alma, se le para la respiración de tal
manera que aunque dure un poquito más el uso de los otros sentidos, no puede
hablar, aunque otras veces todos los sentidos se pierden repentinamente y se
enfrían las manos y el cuerpo de modo que parece que no tiene alma ni se nota
algunas veces si respira. Esto dura poco tiempo porque, cuando desaparece un
poco esta suspensión, parece que el cuerpo vuelve algo en sí y alienta para
tornarse a morir y dar mayor vida al alma; y con todo no dura mucho este gran
éxtasis (VI M 4, 13). 1468 Cuando
Dios suspende el alma en la oración con arrobamiento o éxtasis o rapto, que
todo es uno, es menester gran ánimo para recibir estas grandes mercedes de Su
Majestad (VI M 4). 1469 Este
apresurado arrebatar el espíritu es de tal manera que verdaderamente parece
que sale del cuerpo y por otra parte claro está que no queda la persona
muerta; al menos ella no puede decir si durante algunos instantes, está en el
cuerpo o no (VI M 5, 7). 1470 La
diferencia que hay entre el arrobamiento y la suspensión es ésta: que dura y
se siente más en lo exterior, porque se va acortando la respiración, de
manera que no se puede hablar ni abrir los ojos. Aunque en la unión ocurre lo
mismo, acá es con mayor fuerza, porque desaparece el calor natural. Cuando el
arrobamiento es profundo quedan las manos como heladas y algunas veces
extendidas como palos; y el cuerpo si está en pie o de rodillas, así se
queda; y goza tanto con lo que el Señor le representa que parece que se
olvida de animar el cuerpo y le deja desamparado y si dura quedan los nervios
con dolor. Me parece que aquí quiere el Señor que el alma entienda más lo que
goza que en la unión, y así casi siempre se le descubren algunos misterios de
Su Majestad. 1471 Los
efectos con que queda el alma son grandes, y el olvidarse de sí por querer
que sea conocido y alabado tan gran Dios y Señor. Me parece que si es de Dios
no puede quedar sin un gran conocimiento de que ella allí no puede nada y de
su miseria e ingratitud de no haber servido a quien le hace tan gran merced
por sola su bondad (Cc 54). 1472 La
diferencia que hay entre arrobamiento y rapto es que en el arrobamiento va
poco a poco muriéndose a estas cosas exteriores y perdiendo los sentidos y
viviendo a Dios. El rapto viene con sola una noticia que Su Majestad da en lo
íntimo del alma con una velocidad que la arrebata a lo superior de ella, a
donde se le va el cuerpo; y por eso al principio es menester ánimo para
entregarse en los brazos del Señor para que la lleve a donde quiere; porque
hasta que Su Majestad la pone en paz a donde quiere llevarla, es menester
estar bien determinada a morir por él; porque la pobre alma no sabe qué ha de
ser aquello (Cc 54ª) 1473 De
esto quedan las virtudes más fuertes; porque desprende más y se manifiesta el
poder de este gran Dios para temerlo y amarle, pues así, sin estar en nuestra
mano, arrebata el alma como Señor de ella. Queda gran arrepentimiento de
haberle ofendido y espanto de cómo osó ofender a tan gran majestad y
grandísima ansia de que no haya nadie que le ofenda y de que todos le alaben.
Pienso que deben venir de aquí estos deseos tan grandísimos de que se salven
las almas y de poder hacer algo para ello y para que este Dios sea alabado
como merece (Cc 54ª). 1474 El
vuelo del espíritu es un no sé qué cómo lo llame, que sube de lo más íntimo
del alma. Sola esta comparación me viene al caso:...como un fuego grande que
ha estado disponiéndose para arder, así el alma como el fuego cuando arde de
repente, lanza una llama que llega a lo alto, aunque es tan fuego como el
otro que está en lo bajo, y no porque suba esta llama deja de quedar el
fuego. Así acá en el alma parece que produce de sí una cosa tan veloz y tan
delicada que sube a la parte superior y va donde el Señor quiere y parece
vuelo, que yo no sé compararlo a otra cosa. Se que se entiende muy claro y
que no se puede detener. Parece que aquella avecica del espíritu se escapó de
la miseria de esta carne y cárcel de este cuerpo, y así puede emplearse más
en lo que el Señor le da. 1475 Es
cosa tan delicada y preciosa que le parece que en ello no hay
ilusión...Después venían los temores..., aunque en lo interior del alma queda
una gran certeza y seguridad... (Cc 53ª, 10). 1476 Bueno
anda nuestro Señor. Me parece que quiere manifestar su grandeza llevando a
gente ruín con tantos favores. Sepa que desde hace más de ocho días ando de
suerte que si me durara, mal podría acudir a otros negocios. Desde antes que
escribiese a vuestra merced me han vuelto los arrobamientos y me ha dado
pena; porque son en público, y así me ha acaecido en maitines. No basta
resistir ni se puede disimular. Quedo avergonzadísima y me querría meter no
se dónde. Harto ruego a Dios se me quite esto en público; pídaselo vuestra
merced, que trae hartos inconvenientes y no me parece que es más oración.
Ando estos días como un borracho; y así, como las potencias no están libres,
es penosa cosa entender en más que lo que el alma quiere (Cta 173, ORIGEN DIVINO DE LAS CRIATURAS 1477 Es
cosa muy clara que amamos más a una persona cuando mucho recordamos las
buenas obras que nos hace. Pues si es lícito y tan meritorio que recordemos
siempre que nos ha dado el ser y que nos creó de la nada y de que nos
sustenta, y de su muerte y sufrimientos, y de que, mucho antes de crearnos
había hecho tantos beneficios a cada uno de los que ahora viven, ¿por qué no
será lícito que conozca yo y vea y considere muchas veces que antes solía
hablar de vanidades, y que ahora me concede el Señor que sólo quiera hablar
de El? (V 10, 5). 1478 Sólo
me parece que está como espantada de ver cómo el Señor hace tan buen
hortelano que no quiere que el alma haga ningún esfuerzo, sino que se deleite
en comenzar a oler las flores; que en una avenida de agua de éstas, por poco
que dure, como es tal el hortelano, en fin Creador del agua, la da sin
medida,... y crece la fruta y la madura tanto, que quiere el Señor que se
pueda sustentar de su huerto (V 17,2; CN 7). 1479 En
cada cosita que creó Dios hay más de lo que se entiende, aunque sea en una
hormiguita (IV M 2, 2). 1480 Pues
¿qué sucedería si conociéramos la naturaleza de todas las cosas? Es muy
provechoso pensar en estas grandezas y regalarnos en ser esposas de Rey tan
sabio y poderoso (V M 2, 2). 1481 Que
no piensa ni acierta a hablar sino de lo que procede de su gozo, que son
alabanzas de Dios. Ayudemos a esta alma, hijas mías, todas; ¿para qué
queremos tener más prudencia?, ¿qué nos puede dar mayor contento? Y ayúdennos
todas las criaturas, por todos los siglos de los siglos, amén, amén, amén (VI
M 6, 12). 1482 Así
que, cuando no está encendido el fuego que queda dicho en la voluntad, ni se
siente la presencia de Dios, es menester que la busquemos, que esto quiere Su
Majestad, como lo hacía la esposa de los Cantares (3, 3), y que preguntemos a
las criaturas quién las hizo, como dice San Agustín, creo que en sus
Confesiones (Conf 1, 10, 4) (VI M 7, 9). 1483 Yo
os digo, hermanas, que no les falta la cruz, salvo que no las inquieta ni les
hace perder la paz, sino que pasan de presto, como una ola, algunas
tempestades, y torna la bonanza; que la presencia que traen del Señor les
hace que luego se les olvide todo. Sea por siempre bendito y alabado de todas
las criaturas, amén (VII M 3, 15). 1484 Aunque
sólo se habla de siete moradas, en cada una de éstas hay muchas, en lo bajo y
alto y a los lados, con lindos jardines y laberintos, cosas tan deleitosas,
que desearéis deshaceros en alabanzas del gran Dios que lo creó a su imagen y
semejanza (VII M 4, 22). 1485 Esta
monja hace cuarenta años que tomó el hábito, y desde el primero comenzó a
pensar en 1486 Procurar
meditar otro tema que, siendo en cosas de Dios, da lo mismo que se ocupen en
un tema o en otro, pues meditando en cosas suyas, tanto le gusta que
consideren sus criaturas y el poder que tuvo en crearlas, como que piensen en
el mismo Creador (F 6, 6) 1487 Quizá
lo quiso el Señor para que yo lo escribiera aquí, para que El sea alabado en
sus criaturas (F 23, 11). 1488 Quiera
Su Majestad ser siempre servido en aquella casa y le alaben todas las
criaturas por siempre jamás, amén (F 28, 45). 1489 Quiere
este gran Dios de Israel ser alabado en sus criaturas (Cta 144, 3). 1490 Que
aun el mismo Señor parece que se quiere ayudar de sus criaturas con
serpoderoso, para que venza la virtud sin el apoyo de ellas (Cta 214, 4). PACIENCIA, 1491 Había una monja enferma de grandísima
enfermedad y muy dolorosa. Tenía obturación en el vientre, que le había
producido unas bocas o heridas por donde salía lo que comía. Yo veía que todas
temían aquella enfermedad; a mí me daba gran envidia su paciencia. Pedía a
Dios que si me daba tanta paciencia que me enviase las enfermedades que
quisiera (V 5, 2). 1492 Ahora me espanto y tengo por gran merced del
Señor la paciencia que Su Majestad me dio, que se veía claro que venía de él.
Mucho me aprovechó para tenerla haber leído la historia de Job en los
"Morales" de san Gregorio, que parece me había prevenido el Señor
con esto, y con haber comenzado a hacer oración, para que yo lo pudiera
llevar con tanta conformidad. Toda mi conversación era con él. Pensaba
frecuentemente estas palabras de Job y las decía: "Pues recibimos los
bienes de la mano del Señor, ¿por qué no hemos de sufrir los males?" Me
parece que esto me daba fuerzas (V 5, 8). 1493 Aunque yo era tan malísima tenía algún
cuidado de servir a Dios y procuraba no hacer ninguna cosa de las que en el
mundo no dan importancia, además de sufrir grandes enfermedades con la gran
paciencia que me daba el Señor (V 32, 7). 1494 Porque os puede ocurrir que a la menor
palabra que os disguste vaya la paciencia por el suelo C 38, 8). 1495 El temor que solía tener a los sufrimientos
ya está más amortiguado, porque está más viva la fe y entiende que si los
pasa por Dios, Su Majestad le dará gracia para que los sufra con paciencia
(IV M 3, 9). 1496 Este es mucho mayor sufrimiento cuando son
dolores agudos. Estos sufrimientos descomponen el interior y el exterior y
angustian el alma que no sabe qué hacer de sí y de muy buena gana sufriría
cualquier martirio rápido antes que estos dolores; aunque tan exacerbados no
duran tanto, pues, en fin, no da Dios más de lo que se puede sufrir y da Su
Majestad primero la paciencia (VI M 1, 7). 1497 Nada te turbe Nada
te espante, Todo
se pasa, Dios
no se muda; La
paciencia todo
lo alcanza; Quien
a Dios tiene Nada
le falta: Sólo
Dios basta (P 9). 1498 Amala cual merece Bondad
inmensa; Pero
no hay amor fino Sin
la paciencia (P 30). 1499 Una
persona recogida, por santa que se crea ser, no sabe si tiene paciencia ni
humildad (F 5, 15). 1500 Beatriz de 1501 Vuestra reverencia tenga paciencia. Pues le
ha dado el Señor tanto deseo de padecer, alégrese de que lo cumple con eso,
que ya entiendo que no es pequeño trabajo Cta 287, 3). PERSEVERANCIA Y DE 1502 Aunque no progresara y se esforzara por ser
perfecto tanto que merezca los gustos y regalos que a éstos da Dios a poco
ganar, irá entendiendo el camino del cielo; y si persevera, espero yo en la
misericordia de Dios que nadie lo tomó por amigo que no se lo pagase (V 8,
5). 1503 Harto gran misericordia hace el Señor a quien
concede esta gracia y ánimo para determinarse a procurar con todas sus fuerzas
este bien porque si persevera no se niega Dios a nadie, poco a poco va
capacitando él el ánimo para que gane esta victoria (V 11, 4; CN 1). 1504 Sabe el traidor que el alma que persevere en
la oración la tiene perdida y que todas las caídas que le hace dar le ayudan,
por la bondad de Dios, a dar después mayor salto en la santidad: ¡algo le va
en ello! (V 19, 5; CN 9). 1505 Volviendo
ahora a los que quieren volver por este camino y no parar hasta el fin, que
es llegar a beber de esta agua de vida, qué deben hacer para comenzar, digo
que es muy importante y el fundamento de todo, tener una grande y determinada
determinación de no parar hasta llegar al agua, venga lo que viniere, suceda
lo que sucediere, trabájese lo que se tenga que trabajar, murmure quien quiera
murmurar, llegue a la fuente o no llegue o se muera en el camino o no tenga
corazón para sufrir las pruebas que hay en él aunque se hunda el mundo (C 21,
2). 1506 No
tengáis en poco esta primera gracia ni os desconsoléis aunque no respondáis
en seguida al Señor, que bien sabe Su Majestad aguardar días y años, sobre
todo cuando ve perseverancia y buenos deseos. Esto es lo más necesario aquí,
con ella jamás se deja de ganar mucho (II M 1, 3). 1507 A los que por la misericordia de Dios han
vencido estos combates y con la perseverancia han entrado en las terceras
moradas, ¿qué les diremos sino "bienaventurado el varón que teme al
Señor"? (Sal 111, 1)(III M 1, 1). 1508 Muy buena disposición es si persevera en
aquello y no se vuelve a meter con las sabandijas de las primeras moradas,
aunque sólo sea con el deseo, que no hay duda que si persevera en esta
desnudez y abandono de todo alcanzará lo que pretende (III M 1, 8). 1509 No hay que creer que por una o dos veces que
Dios haga esta merced a un alma recibe todas éstas que he enumerado, si no va
perseverando en recibirlas, que en esta perseverancia está todo nuestro bien
(IV M 3, 9). 1510 Mirad los juicios de Dios y la obligación que
tenemos de servirle las que nos ha dejado perseverar hasta hacer la profesión
y quedarnos para siempre en la casa de Dios y con las hijas de 1511 Quise confesarme, que siempre era amiga de
confesarme a menudo. Pensaban que era por miedo de morirme y, por no darme
pena, mi padre no me dejó (V 5, 9). 1512 Grande era la pena de mi padre de no haberme
dejado confesar (V 5, 10). 1513 Enseguida quise confesarme. Comulgué con
hartas lágrimas...; quedé con poca lucidez mental, aunque hice una buena confesión
de todo lo que pensé que había ofendido a Dios, que esta gracia me ha
concedido Dios entre otras, de no dejar nunca de confesar nada que yo creyese
que era pecado, aunque fuera venial (V 5, 10). 1514 Y que diera cuenta de mi vida por una
confesión general, con mucha claridad, a un padre de 1515 Mas, si advierte en el confesor alguna
vanidad, sospechen de todo, y de ninguna manera tengan conversación con él,
aunque las conversaciones sean espirituales, sino confiésense con brevedad y
concluyan. Y lo mejor será decirle a la priora que no se encuentra a gusto
con él y cambiarlo. Esto es lo más acertado, si se puede hacer sin difamar al
confesor (C 4, 13). 1516 La confesión es para decir las culpas y
pecados, y no las virtudes ni cosas semejantes de oración, si no fuera con
quien se entienda que se puede tratar (Ap 5ª, 2). PIEDAD Y OBSERVANCIA, VIRTUD DE LA 1517 Cuando salí de casa de mi padre lo sentí
tanto que no creo será mayor el sentimiento cuando me muera; porque me parece
que se me descoyuntaban los huesos, pues como no tenía amor de Dios que
quitase el amor al padre y parientes, todo era haciéndome una fuerza tan
grande que si el Señor no me ayudara, no hubieran bastado las reflexiones
para seguir adelante (V 4, 1). 1518 Siendo la que soy, me dan grandes ímpetus de
decir esto a los que mandan, que me deshacen. Cuando no puedo más, me dirijo
a Vos, Señor mío, para pediros remedio de todo; y bien sabéis Vos que de muy
buena gana me despojaría yo de las mercedes que me habéis hecho..., y se las daría a los reyes; porque se que
sería imposible consentir cosas que ahora se consienten y que sería fuente de
grandísimos bienes. ¡Oh, Dios mío! Dadles a entender a lo que están obligados
(V 21, 2-3; CN 11). 1519 Otra vez, una persona estaba muy grave de una
enfermedad muy dolorosa... Hacía dos meses que sufría un tormento
insoportable que la destrozaba. Fue a visitarla mi confesor, que era rector
de 1520 Amor noble, que es lícito tenerlo con los
parientes y amigos (C 4, 12). 1521 Creed hermanas, que si le servís vosotras
como debéis, no encontraréis mejores hermanos que los que su Majestad os
envíe...Creed también que podéis confiar más en los que os quieran por el
Señor, que en todos vuestros parientes, y que no os faltarán, y que en quien
menos pensáis encontraréis padres y hermanos (C 9, 4). 1522 Por eso, a todas las personas que os traten,
si tienen buena disposición y tenéis alguna amistad con ellas, procurad
quitarles el miedo de comenzar camino de tan gran bien; y os pido por amor de
Dios, que vuestra conversación vaya siempre orientada a conseguir algún bien
de aquel con quien habláis, pues vuestra oración ha de ser para provecho de
las almas (C 20, 3). 1523 Porque pariente y amigo se pierden por falta
de comunicación (C 26, 9). 1524 Está el mundo tan perdido que si el padre es
de inferior clase social que el hijo, éste se siente humillado de tenrlo que
reconocer por padre (C 27, 5). 1525 Estando yo un día encomendando a Dios a un
hermano mío... dije al Señor: ¿Por qué está este hermano mío donde corre
peligro su salvación? Si yo viera, Señor, un hermano vuestro en ese peligro,
¿qué no haría por remediarle?; creo que no dejaría nada por hacer. Me dijo el
Señor: "Oh, hija, hija; hermanas mías son éstas de 1526 Como vinieron mis hermanos, y yo debo a uno
tanto, no dejo de estar con él y tratar lo que conviene a su alma y su
situación, y todo me daba cansancio y pena; y estando ofreciéndolo al Señor y
pareciéndome que lo hacía por obligación, recordé que nuestras constituciones
nos dicen que nos desviemos de deudos, y estando pensando si estaba obligada,
me dijo el Señor: "No, hija, que vuestros institutos son para ir sino
conforme a mi ley" (Cc 35ª). 1527 De ver terminada la separación de descalzos
de los calzados, quien no sabe los trabajos que he padecido, no puede
entender el gozo que vino a mi corazón y el deseo que yo tenía de que todo el
mundo alabase a nuestro Señor y lo ofreciéramos a este nuestro santo rey don
Felipe, por cuyo medio lo había Dios traído a tan buen fin; que el demonio se
había dado tal maña, que ya iba todo por el suelo si no hubiera sido por él
(F 29, 31). 1528 No hay contento para mí tan grande como el de
que a quienes tanto quiero como a mis hermanas tengan luz para querer lo
mejor (Cta 23, 3). 1529 Al Rey Don Felipe II. Madrid. Bien creo tiene
vuestra majestad entendido el incesante cuidado que tengo de encomendar a
vuestra majestad a nuestro Señor en mis pobres oraciones. Y aunque esto -por
ser tan miserable- sea pequeño servicio, en despertar para que lo hagan a
estas hermanas de monasterios de descalzas de nuestra Orden, es alguno,
porque se que sirven a nuestro Señor; y en esta casa que ahora estoy se hace
lo mismo, junto con pedir para 1530 Por la merced que vuestra majestad me hizo
con la licencia para fundar el monasterio de Caravaca, beso a vuestra
majestad muchas veces las manos. Por amor de Dios suplico a vuestra majestad
me perdone, que ya veo que soy muy atrevida, mas considerando que oye a los
pobres el Señor y que vuestra majestad está en su lugar, no pienso ha de
cansarse. De Dios a vuestra majestad tanto descanso y años de vida como yo
contínuamente le suplico y la cristiandad ha menester (Cta 84, 4-5). 1531 Suplico a vuestra majestad me perdone lo que
me he alargado, que el gran amor que tengo a vuestra majestad me ha hecho
atreverme, considerando que pues sufre mucho nuestro Señor mis indiscretas
quejas, también las sufrirá vuestra majestad. Quiera él oir todas las
oraciones que en esta Orden de descalzos y descalzas se hacen para que guarde
a vuestra majestad muchos años, pues ningún otro amparo tenemos en la tierra
(Cta 203, 6-7). 1532 También
me dijo que a lo mejor el Señor quería hacer bien a muchas personas por mi medio,
y otras cosas (parece que profetizó lo que el Señor ha hecho después por mí).
Y que mi responsabilidad era muy grande si no correspondía a las mercedes que
Dios me hacía. Creo que el Espíritu Santo hablaba por él para curar mi alma,
y así se me quedaba en ella grabado (V 23, 16). 1533 Cuando
las palabras han provenido de Dios, yo he podido comprobar que todas se han
cumplido; algunas se me habían dicho dos o tres años antes de cumplirse y ni
una sola ha resultado falsa (V 25, 2). 1534 Las
palabras divinas son realidades que, aunque con el tiempo se olvidan un poco,
mas no del todo, de no ser que haya pasado mucho tiempo o sean palabras
favorables o doctrinales. Pero si son de profecía no se olvidan, al menos a
mí, aunque tengo poca memoria (V 25, 7). 1535 Otras
veces me avisaba de algunos peligros que iba a tener yo o algunas personas,
tres o cuatro años antes de que sucedieran, y todo se ha cumplido. Son tantas
las circunstancias que demuestran que es Dios quien habla, que no se puede ni
dudar que es El (V 26, 2). 1536 Un
año antes de su muerte, estando él (san Pedro de Alcántara) en otro sitio, se
me apareció; entonces supe que se había de morir y se lo avisé. Estaba
algunos kilómetros de aquí. Cuando expiró se me apareció y me dijo que se iba
a descansar. Yo no lo creí y lo dije a algunas personas, y a los cinco días
llegó la noticia de que había muerto o, mejor dicho, comenzado a vivir para
siempre (V 27, 19). 1537 Todas
las profecías que he escrito sobre esta casa y otras que diré sobre ella y
sobre otras cosas, todas se han cumplido. El Señor me las revelaba, algunas
tres años antes de que sucediesen; otras con más anticipación y otras con
menos. Yo siempre las comunicaba a mi confesor y a mi amiga viuda, con la que
tenía permiso para hablar. He sabido que ella las decía a otras personas y
éstas saben que no miento, ni lo permita Dios, pues soy incapaz de mentir en
nada, y menos en cosas tan serias (V 34, 18). 1538 Habiéndose
muerto un cuñado mío, y estando yo con mucha pena porque no había tenido
tiempo de confesarse, se me dijo en la oración que así había de morir mi
hermana, que fuera allá para que se preparara. Se lo dije a mi confesor y,
como no me dejaba ir, lo oí varias veces más. Al saber esto el confesor me
mandó ir, diciendo que no se perdía nada. Ella vivía en una aldea y allá fuí.
Sin decirle nada, la fui preparando como pude en todas las cosas, e hice que
se confesara muy frecuentemente, procurando que tuviese cuidado de su alma.
Ella era muy buena y así lo hizo. A los
cuatro o cinco años que seguía esta costumbre y con limpieza de conciencia,
se murió sin verla nadie y sin poderse confesar. Afortunadamente, como estaba
acostumbrada, hacía poco más de ocho días que se había confesado. A mí me dio
mucha alegría cuando supe su muerte. Estuvo muy poco en el purgatorio. Aún no
habían pasado ocho días cuando, acabando de comulgar, se me apareció el Señor
y quiso que viera cómo se la llevaba a la gloria. 1539 En
estos años, desde que se me dijo hasta que murió, no se me olvidaba lo que se
me había dado a entender, ni a mi compañera tampoco que, apenas murió, vino a
mí sobrecogida de ver cómo se había cumplido (V 34, 19). 1540 He
visto las grandes mercedes que el Señor le concedía al Rector de 1541 La
tercera señal de que estas palabras son divinas, es que no se olvidan después de largo tiempo, - y algunas
jamás-, como se olvidan las palabras que oímos en la tierra; me refiero a las
palabras de los hombres; que aunque sean muy importantes y doctos no las
conservamos tan esculpidas en la memoria, ni tampoco, si de cosas futuras se
trata, las creemos como éstas, pues queda una certeza grandísima de manera
que, algunas veces en cosas muy imposibles el entendimiento llega a dudar si
será o no será, y anda vacilando, siempre hay una seguridad en la misma alma
que no se puede rendir, aunque le parezca que sucede todo lo contrario de lo
que entendió, y pasan años, y no se le quita aquel pensamiento de que Dios
buscará otros medios que los hombres no entienden, mas que en fin, se ha de
hacer, y así es que se hace. 1542 Aunque,
como digo, no se deja de padecer cuando ve muchos desvíos, porque, como hace
tiempo que lo entendió y ya han pasado los efectos y la certeza que
produjeron en el alma, le vienen dudas de si fueron palabras del demonio o de
la imaginación. Ninguna de estas dudas le quedan en la actualidad, sino que
moriría por aquella verdad (M VI 3, 7). 1543 Ninguna
cosa he entendido en la oración, aunque sea dos años antes, que no la haya
visto cumplida (Cc 6ª, 3). 1544 Yo
pensaba que en la fundación de Medina nunca había entendido nada para
escribir su fundación. Me dijo que qué más quería para ver que esa fundación
había sido milagrosa; quiso decir que la había hecho El solo, cuando, a pesar
de que parecía imposible, me había determinado yo a ponerlo por obra (Cc 6ª,
3). 1545 Una
vez entendí: "Tiempo vendrá en que esta iglesia se harán muchos
milagros; la llamarán la iglesia santa". Es san José de Avila, año 1571
(Cc 19). 1546 La
suma perfección no está en regalos interiores, ni en grandes arrobamientos,
ni en visiones, ni en espíritu de profecía (F 5, 10). 1547 Cuando
Dios dice que se hagan algunas cosas, o que han de suceder, es menester
tratarlo con un confesor discreto y letrado y no hacer ni creer nada sino lo
que aquél le diga. Lo puede comunicar con la priora, para que le de confesor
que sea tal (F 8, 5). 1548 Una
vez vino a verme un confesor muy admirado, que confesaba a una persona y que
ésta le decía que venía muchas veces nuestra Señora y se sentaba sobre su
cama y le estaba hablando más de una hora y le decía cosas futuras y otras
muchas. Entre tantos desatinos acertaba alguna, y creían que todo era cierto.
Yo entendí en seguida lo que era, aunque no lo osé decir; porque estamos en
un mundo en que es menester pensar lo que pueden pensar de nosotros para que
hagan efecto nuestras palabras; y así le dije que esperase a ver si aquellas
profecías eran verdad y preguntara otros efectos y se informase de la vida de
aquella persona (F 8, 7). 1549 No
quiero dejar de decir cómo el Señor les dio agua, que se tuvo como un
milagro. Estando un día después de cenar, el padre fray Antonio, que era
prior, en la clausura de sus frailes, hablando de la necesidad de agua que
tenían, se levantó y tomó un bordón que traía en las manos y señaló con el
palo y dijo: "Ahora cavad aquí". A muy poco que cavaron salió tanta
agua, que aun para limpiarlo es difícil de agotar. Después que cercaron una
huerta, han procurado tener agua en ella y han hecho una noria y gastado
harto y hasta ahora no han podido hallar (F 14, 10). 1550 Sólo
una pena tenía Teresa de Láiz, no tener hijos. Estando muchos años con este
deseo y encomendándolo a san Andrés, que le dijeron que era abogado para
esto... Una vez, estando con este mismo deseo, ni sabe si despierta o
dormida, le pareció que se hallaba en su casa, y en el patio, debajo del
corredor, había un pozo; y vio allí un prado y verdura con unas flores
blancas de tanta hermosura, que no sabe ella encarecer...Cerca del pozo se le
apareció san Andrés en forma de una persona venerable y muy hermosa. que le
dio gran consuelo mirarle, y le dijo: "Otros hijos son éstos que los que
tú quieres", y entendió claramente que la voluntad de nuestro Señor era
que hiciese un monasterio...Su esposo compró una casa y envió a por su mujer.
Vino con gran fatiga. Cuando entró en el patio vio al mismo lado el pozo
donde había visto a san Andrés, y se le representó todo igual que lo había
visto. Ella, cuando vio aquello, quedó turbada y determinada a hacer allí
monasterio (F 20, 7-11). 1551 Y
así he dejado de narrar hartas cosas que, quien las ha visto y sabido, no las
puede dejar de tener por milagrosas, porque son sobrenaturales (F 20, 15). 1552 Sus
hermanas y parientes, como vieron la merced y el milagro que el Señor había hecho dándole tan de
repente la salud, no osaron estorbarle la ida, aunque parecía desatino (F 22,
18). 1553 Este
camino se ha de andar con libertad, puestos en las manos de Dios; si Su
Majestad nos quiere elevar a la categoría de sus íntimos y hombres de
confianza a quienes confía sus secretos, aceptemos de buena gana; si no,
dediquémonos a las tareas humildes, sin pretender sentarnos en el primer
lugar (Lc 14, 10) (V 22, 12; CN 12). 1554 Sea
Dios alabado por siempre, que tanto cuidado tiene de las almas para que no se
pierdan (V 34, 19). 1555 En
estos sufrimientos grandes siempre me enviaba el Señor, como lo tengo
comprobado, una persona que me diera la mano de su parte, como me lo
profetizó en esta visión, sin otro interés que el de servir al Señor. Esto ha
servido para sostenerme esta poquita virtud que yo tenía de desear ser útil
en su Iglesia (V 39, 19). 1556 Vuestra
preocupación no cambia el pensamiento del otro, ni le pone deseo de dar
limosna. Dejad este cuidado a Quien los puede mover a todos, porque es el
Señor de las rentas y de los renteros. Por su mandato hemos venido aquí;
verdaderas son sus palabras, no pueden faltar; antes faltarán los cielos y la
tierra (Lc 21, 23) (C 2, 2). 1557 De
otro pan no tengáis cuidado las que muy de veras os habéis abandonado en la
voluntad de Dios; quiero decir que nos os preocupéis de otro pan durante la
oración, en la que os ocupáis de cosas más importantes, que ya tendréis
tiempo para trabajar y ganaros la comida. Mas tened cuidado de que nunca
gastéis el cerebro con la preocupación del trabajo y de la comida; sino procurad que trabaje
el cuerpo, pues es justo que procuréis sustentaros, y descanse el alma. Dejad
ese cuidado a vuestro Esposo, que El lo tendrá siempre (C 34, 4). 1558 Si
un criado se pone al servicio de un señor debe tener cuidado de contentar a
su señor en todo; mas el señor está obligado a dar de comer al servidor
mientras esté en su casa, a menos queel señor sea tan pobre, que no tenga
para sí ni para el criado. Ese no es nuestro caso, pues el Señor siempre es
rico y será rico y poderoso. Y no estaría bien que el criado fuese por ahí
pidiendo de comer, sabiendo que su amo tiene cuidado de darle de comer y lo
ha de tener. Con razón le dirá el amo al criado que se ocupe él en servir y
en cómo le complacerá que, por estar preocupado en lo que no lo ha de estar,
no hace cosa derecha (C 34, 5). 1559 Dios
ayuda a los que por El se exponen a mucho, y nunca falta a quien en El solo
confía, y quisiera encontrar a quien me ayudase a creerlo así, y a no tener
cuidado de lo que ha de comer y vestir, sino dejarlo todo a Dios (Cc 1ª, 21). 1560 ¡Oh,
Señor, cuán diferentes son vuestros caminos de nuestras torpes imaginaciones,
y cómo de un alma que está ya determinada a amaros y abandonada en vuestras
manos, no queréis otra cosa sino que obedezca y se informe bien de lo que es
más servicio vuestro, y eso desee! No ha menester ella buscar caminos ni
escogerlos, que ya su voluntad es vuestra. Vos, Señor mío, tomáis ese cuidado
de guiarla por donde más se aproveche (F 5, 6). 1561 Volví
a la ciudad de Toledo, donde estuve algunos meses, hasta comprar la casa y
dejarlo todo en orden. Estando ocupada en esto, me escribió el rector de 1562 Pues
habiendo tenido ya cuatro hijas, cuando nació Teresa de Laiz, dio mucha pena
a sus padres ver que también era hija. Cosa ciertamente para llorar mucho,
ver que sin entender los hombres lo que más les conviene, como los que del
todo ignoran los juicios de Dios, no sabiendo los grandes bienes que pueden
venir de las hijas ni los grandes males de los hijos, no quieran dejar actuar
al que todo lo entiende y los crea, y se matan por lo que se habían alegrar.
Como gente que tiene dormida la fe, no piensan más allá, ni se acuerdan de
que es Dios quien así lo ordena, para dejarlo todo en sus manos (F 20, 3). 1563 En
todas las cosas creadas mire 1564 Me
parece que es poca confianza en nuestro Señor pensar que nos ha de faltar lo
necesario, pues Su Majestad tiene cuidado de proveer de alimento hasta al más
mínimo animalico. Hijas mías, expongan su cuidado y diligencia a nuestro buen
Jesús y procuren servirle, que yo aseguro que no nos falte ni nos desampare.
(Frag 1). 1565 Si
entonces la oprimen es peor y dura más el mal. Hay que tener discreción para
discernir que de aquí proviene la sequedad, y no ahogar a la pobre alma (V
11, 16; CN 1). 1566 Hay muchas cosas en que es bueno tomar
recreación, incluso para volver con más fuerza a la oración. En esto es
menester discreción (V 13, 1; CN 3). 1567 Estas primeras determinaciones son gran cosa,
aunque en este primer grado es menester ir más despacio y sometidos a la
discreción y criterio del maestro; mas han de mirar que sea tal que no les enseñe
a ser sapos, ni que se contente con que el alma se dedique sólo a cazar
lagartijas (V 13, 3; CN 3). 1568 Otra tentación es también muy frecuente, que
es desear que todos sean muy espirituales, en cuanto comienzan a gustar el
sosiego y ganancia que produce. El desearlo no es malo; el procurarlo podrían
no ser bueno, si no hay mucha discreción y disimulo en hacerlo con tacto,
para que no parezca que quieren enseñar (V 13, 8; CN 3). 1569 Y algunos que ya han tenido un poco de
oración de quietud, creen que porque han quedado quietos algún tiempo, podrán
prescindir de meditar; y en vez de progresar, retrocederán. Así que en todo
es menester experiencia y discreción. El Señor nos la conceda (V 22, 18; CN
12). 1570 Con discreción, poco a poco iba dándome
consejos para vencer al demonio (V 23, 10). 1571 Cuando se comienza, es menester gran
discreción para que todo vaya con suavidad y se acostumbre el espíritu a
obrar interiormente; procúrese mucho evitar manifestaciones exteriores (V 29,
9). 1572 Si con este amor espiritual amamos a personas
espirituales, especialemente al confesor, con templanza y discreción, es
provechoso (C 4, 13). 1573 Así que unas se apiaden de las necesidades de
las otras; pero tengan cuidado de que no falte la discreción en cosas que
vayan contra la obediencia (C 7, 7). 1574 El Señor nos de luz para todo, por su bondad;
gran cosa es la discreción y confiar en los superiores y no en nosotras (Mdt
C 2, 17). 1575 Os parecerá, hijas, que eso no va bien, pues
es tan loable cosa hacer las cosas con discreción (Mdt C 3, 2). 1576 También podría hacer brotar esta tentación
con la priora, y sería más peligroso. Para este caso hace falta mucha
discreción (I M 2, 18). 1577 No penséis que está la cosa en que, si se
muere mi padre o mi hermano, me conforme tanto con la voluntad de Dios que no
lo sienta, y que si hay trabajos y enfermedades lo sufra con alegría. Bueno
es esto, y a veces es discreción, porque no podemos más y hacemos de la
necesidad virtud (V M 3, 7). 1578 Tengan mucho cuidado en que cosas como éstas
se comuniquen con los de fuera ni con confesores que no tengan prudencia para
callar; aunque sean muy de Dios, ni mercedes conocidas como milagrosas;
porque importa mucho esto -más de lo que podrán entender-, y no lo traten
unas con otras. Y vean a la priora con prudencia, más inclinada siempre a
alabar a las que se distinguen en la humildad y mortificación y obediencia,
que a las que Dios llevare por este camino de oración muy sobrenatural,
aunque tengan todas las otras virtudes. Porque si es espíritu del Señor, trae
consigo humildad para gustar de ser despreciada, y a ella no hará daño y a
las otras hace provecho; porque como a esto no pueden llegar -pues lo da Dios
a quien quiere-, se desconsolarían, y las otras virtudes, aunque también las
da Dios, se pueden adquirir mejor y son de gran precio para la religión (F
18, 6). 1579 La discreción es gran cosa para el gobierno y
en estas casas muy necesaria... porque es mayor el cuidado que se tiene con
las súbditas, tanto de lo interior como de lo exterior (F 18, 6). 1580 En especial en la mortificación importa mucho
y por amor de nuestro Señor que adviertan en ello las superioras, porque es
cosa muy importante la discreción en estas cosas y el conocer los talentos; y
si en esto no van muy atentos, en vez de aprovecharlas las harán gran daño y
las traerán en desasosiego (F 28, 7). 1581 Informaos siempre de quien tenga letras, que
en éstas hallaréis el camino de la perfección con discreción y verdad.
Necesitan mucho las prioras, si quieren hacer bien su oficio, confesarse con
letrado (y si no, harán muchos borrones, pensando que es santidad), e incluso
aun procurar que sus mojas se confiesen con quien tenga letras (F 19, 1). 1582 Viene conmigo una compañera lega, mas tan
gran sierva de Dios y discreta, que me puede ayudar más que otras que son de
coro (F 29, 10). 1583 La maestra de novicias sea de mucha prudencia
y oración y espíritu (Cnst 9, 7). 1584 Las prioras siempre necesitan comunicarse con
las que entienden mejor y son más discretas (Vta D 19). 1585 Nunca reprender a nadie sin discreción y
humildad y confusión propia de sí (Av 2). 1586 ¡Oh, lo que él se ha alegrado de sus cartas!
No acaba de hablar de su discreción (Cta 108). 1587 El padre visitador está bien, que hace dos
días me dieron carta suya. Tiene gran cuidado de escribirme y hasta ahora le
va muy bien con aquella gente; mas él lo lleva con una discreción y suavidad
grandes (Cta 139, 4). 1588 También suplico a usted que hable con mucho
tiento si tiene queja de alguno, que tengo miedo que se descuide en esto -como
es tan claro-, y aun lo se y quiera Dios que no llegue a sus oídos (Cta 186,
4 al P. Ambrosio Mariano, en Madrid). 1589 Ahora es menester la prudencia, y así la de
dé Dios, como hizo en la cuestión del obispo. Sea por todo bendito, que en
fin favorecerá su obra (Cta 186, 7 al P. Ambrosio Mariano de san Benito en
Madrid). 1590 Ninguna pena me da pensar que ha de ayudar a
esas almas a que sean muy perfectas; mas esté advertida de que no las ha de
llevar a todas por el mismo rasero. Y a esa hermana a quien nuestro padre dio el hábito, hay que
llevarla como enferma, y no se le nada que no vaya con mucha perfección;
basta que haga lo que pudiere y que no
ofenda a Dios (Cta 1591 Lo
que hemos de vencer en nosotras es el amor de este cuerpo, porque algunas
somos tan regaladas por naturaleza, que no tenemos poco que hacer en esta
materia, y somos tan amigas de nuestra salud, que es para alabar a Dios ver
la guerra que dan los cuerpos, especialmente a las monjas, y también a los
que no lo son. Mas algunas monjas parece que vinimos al monasterio a procurar
no morirnos; cada una lo procura como puede (C 10, 5). 1592 Convenceos
y determinaos de que habéis venido a morir por Cristo; porque el demonio os
mete en la cabeza que os habéis de cuidar para poder soportar y observar 1593 Tengo
para mí que obrando así, quiere el Señor que estemos más enfermas; al menos a
mí me hizo una gran misericordia dándome enfermedades, porque como de todas maneras
me había de cuidar y regalar, quiso que lo hiciera con causa (C 11, 2). 1594 Es
cosa donosa lo que les ocurre a las que andan con este tormento que ellas
mismas se dan, de temer las enfermedades; pues algunas veces les entra un
deseo de hacer penitencias sin camino ni concierto, que les dura dos días;
después les sugiere el demonio en la imaginación que les hizo daño; con lo
cual les hace que tengan miedo de la penitencia, para que no cumplan lo que
manda Este
cuerpo tiene una falta, que cuanto más lo regalan más necesidades
descubre. Es cosa extraña lo que
quiere ser regalado; y como en esto tiene algún pretexto, por pequeña que sea
la necesidad engaña a la pobre alma para que no crezca (C 11, 2). 1595 Aún
no nos ha venido a la imaginación que nos duele la cabeza, y ya dejamos de ir
al coro -que tampoco nos mata-, un día porque nos dolió, y otro porque nos ha
dolido, y otros tres para que no nos duela (CE 15, 4). 1596 Predica
uno un sermón con la intención de hacer bien a las almas; mas no está tan
desasido de provechos humanos, que no lleve alguna intención de agradar, o
por ganar fama y prestigio, o buscando ganar alguna canojía por predicar
bien. Así ocurre con otras muchas cosas que se hacen en provecho del prójimo,
con buena intención, mas con mucha precaución de no perder por ellas ni
descontentar. Temen la persecución; quieren caer bien a los reyes y señores y
al pueblo; ellos van con la discreción que el mundo tanto honra. Esta es la
amparadora de tantas imperfecciones; porque le ponen nombre de discreción, y
quiera Dios que lo sea (Mdt C 7, 4). 1597 Como
vamos con tanta precaución todo nos ofende, porque tenemos miedo de todo y
por eso no osamos pasar adelante ¡como si pudiésemos nosotros llegar a estas moradas
y que otros anduviesen el camino. Pues no es esto posible, esforcémonos por
amor del Señor; dejemos nuestra razón y temores en sus manos; el cuidado de
estos cuerpos ténganlo los prelados, allá su responsabilidad; nosotras sólo
preocupadas de caminar aprisa por ver a este Señor, que aunque el regalo que
tenéis es poco o ninguno, el cuidado de la salud nos podría engañar, cuánto
más que no tendrá más salud por más cuidado, yo lo se, y también se que no
está el problema en lo que se refiere al cuerpo, que esto es lo de memos (III
M 2, 8). 1598 Aquí es el acudir a los Sacramentos; aquí se
robustece su fe viva en la fuerza que Dios depositó en ellos; el alabaros
porque dejasteis tal medicina y un ungüento para nuestras llagas, que no las
sobresanan, sino que las quitan del todo (V 19, 6; CN 9). 1599 1600 Y ya que su santo Hijo nos dio un medio tan
bueno para que le podamos ofrecer en sacrificio muchas veces, que valga tan
precioso don para que se detenga tan grandísimo mal y tantas profanaciones
como se hacen entre los luteranos en los lugares sagrados donde moraba este
santísimo Sacramento, dejando deshechas las iglesias, perdidos tantos
sacerdotes y suprimidos los sacramentos (C 35, 3). 1601 La segunda, por qué caminos puede entrar el
demonio tan peligrosamente que haga perder vuestra alma, si estáis tan
alejadas del mundo y con tanta frecuencia de sacramentos (V M 4, 7). 1602 Era un gran jugador... pero se confesó muy
bien y recibió los sacramentos con tal devoción, que se puede creer que se
salvó (F 16, 7). SACRAMENTO DEL ORDEN, CONFESORES. 1603 Creo que hubiera sido fiel a la oración con
el favor de Dios, si hubiera tenido un buen maestro o una persona que me aconsejara
que debía huir de las ocasiones de pecado y me hiciera salir de ellas pronto,
cuando hubiera caído (V 4, 9). 1604 Comenzándome a confesar con el cura de
Becedas, él se enamoró extremadamente de mí... Con el gran amor que me tenía,
me confesó su perdición. Y no era poca, porque hacía siete años que vivía con
una mujer y en esta situación decía misa. Era cosa tan pública, que tenía
perdida la honra y la fama...Me dio el idolillo, que yo hice tirar al río.
Una vez se hubo desprendido de él..., comenzó a recordar todo lo que había
hecho aquellos años; espantándose de sí mismo, comenzó a aborrecer a la
mujer...Justo un año después que lo conocí, murió...Tengo por cierto que está
en camino de salvación...Parece que el Señor quiso que por estos medios se salvara
(V 5, 4-6). 1605 Si veía a alguien predicar con espíritu y
bien, un amor particular le cobraba, sin procurarlo yo, que no se quién me lo
ponía (V 8, 12). 1606 Importa mucho que el maestro sea sensato,
quiero decir que tenga talento y que tenga experiencia; si además tiene
estudios, es grandísimo negocio. Mas, si no reúne las tres cualidades a la
vez, las dos primeras son más importantes, porque hombres de estudios los
pueden buscar cuando sea necesario... 1607 Al principio, si los directores no son
hombres de oración, de poco sirven los estudios, no digo que no traten con
letrados, porque espíritu no fundamentado en doctrina sólida, yo lo
preferiría sin oración; y los estudios son una gran cosa, porque estos
hombres nos enseñan a los que sabemos poco y nos dan luz y nos enseñan a
entender las verdades de 1608 Comienza una monja a hacer oración; si la
gobierna un simple y se le ocurre, le hará creer que es mejor que le obedezca
a él que a su superior,...creyendo que acierta... Por ser corto no sabe
ordenar ni el tiempo ni las cosas, para que se hagan según la verdad. Por
faltarle a él luz no la da a los otros, aunque quiera (V 13, 17; CN 3). 1609 Y aunque parece que para esto las letras no
son necesarias, mi opinión ha sido siempre y será que cualquier cristiano
procure tratar, si puede, con quien las tenga buenas, y cuanto más, mejor; y
los que van por camino de oración tienen mayor necesidad de esto y cuanto más
espirituales, más (V 13, 18; CN 3). 1610 Y no se equivoque diciendo que letrados sin
oración no son para quien la hace. Yo he tratado a muchos, pues desde hace
unos años los he buscado más por haber tenido mayor necesidad, y siempre fuí
amiga de ellos, y aunque algunos no tienen experiencia, no aborrecen el
espíritu ni lo ignoran; porque en la sagrada Escritura que estudian, siempre
hallan la verdad del buen espíritu (V 13, 18; CN 3). 1611 Tengo para mí que persona de oración que
trate con letrados, si ella no se quiere engañar, no la engañará el demonio
con ilusiones, porque creo que los demonios temen en gran manera las letras
humildes y virtuosas, y saben que serán descubiertos y que saldrán perdiendo
(V 13, 18; CN 3). 1612 Hay quien dice que los teólogos sin espíritu
no sirven para gente de oración. Ya he dicho que hace falta maestro
espiritual, mas si éste no es letrado, gran inconveniente es. Y ayudará mucho
tratar con ellos; si son virtuosos, aunque no tengan espíritu, me
aprovecharán y Dios les dará entender lo que han de enseñar, y aun lo hará
espiritual para que nos ayude. Y esto no lo digo sin haberlo experimentado y
después de haber ocurrido en más de dos casos (V 13, 19; CN 3). 1613 Digo que para que un alma se rinda del todo a
la dirección de un solo maestro yerra mucho si no procura que sea letrado, si
es religioso, pues él ha de estar sometido a su prelado, al que quizá le
falten todas tres cosas, lo que no será pequeña cruz, si el maestro no está
decidido a no someter el entendimiento a quien no lo tenga bueno. 1614 Yo esto no lo trago, ni me parece que
conviene. Pues si es seglar, alabe a Dios porque puede escoger a quien ha de
obedecer, y no pierda esta tan virtuosa libertad; mejor que esté sin director
hasta que encuentre uno capaz, que el Señor se lo dará si su decisión está
fundada en humildad y con deseo de acertar (V 13, 19; CN 3). 1615 Yo alabo mucho a Dios, y las mujeres y los
que no tienen estudios siempre le habíamos siempre de dar infinitas gracias
porque haya quienes, con tantos esfuerzos, hayan alcanzado la verdad que los
ignorantes ignoramos. ¡Y que haya personas que no quieran aprovecharse de
esto! ¡No lo quiera Dios! 1616 Los veo sometidos a los trabajos de la orden,
que son grandes, con penitencias y mal comer, sometidos a la obediencia, y a
veces es verdad que me confundo muchísimo. Aparte de esto, dormir mal, todo
trabajo, todo cruz. Me parece que sería un gran mal que tanto bien lo pierda
alguien por su culpa. Y podría ocurrir que algunos que estamos libres de
estos trabajos y que nos lo dan guisado, y vivimos a nuestro placer, pensemos
que por hacer un poco más de oración hemos de aventajar a los letrados (V 13,
19-20; CN 3). 1617 Había de ser muy contínua nuestra oración por
éstos que nos dan luz. ¿Qué seríamos sin ellos entre tan grandes tempestades
que sufre ahora 1618 Hasta los predicadores van ordenando sus
sermones para no descontentar. Buena intención tendrán y la obra será buena;
mas ¡así se enmiendan pocos! 1619 ¿Por qué son tan pocos los que por los
sermones dejan los vicios públicos? ¿Sabe qué me parece? Porque tienen mucho
seso los que los predican. No están si él, con el gran fuego de amor de Dios,
como estaban los Apóstoles, y así calienta poco esta llama. No digo yo que
sea tan grande como la que en ellos ardía, mas quisiera que fuese mayor de la
que veo (V 16, 7; CN 6). 1620 Quedé con gran temor pensando que, si hubiera
sido visión de Dios, Su Majestad no hubiera permitido que yo viera la maldad
que había en aquella alma. Me dijo el Señor que rogara por él y que lo había
permitido para que viera su gran bondad, que se pone en las manos de su
enemigo, por bien mío y de todos. Entendí muy bien cuán obligados están los
sacerdotes a ser mejores que los otros, y cuán recia cosa es recibir este
sacratísimo Sacramento indignamente (V 38, 23). 1621 Lo más acertado será consultar a una persona
bien formada en estudios..., y confesarse con él, y obedecer lo que le diga;
porque como hay que tomar una determinación grave, se podría errar mucho; y
¡cuántos errores se cometen por no hacer las cosas con consejo, sobre todo
cuando se puede perjudicar a alguna persona! Pero debe ponerse remedio;
porque cuando el demonio comienza por aquí, no es por poco, si no se ataja
con rapidez; y así, lo que he dicho de hablar con otro confesor, es lo más
acertado, si hay oportunidad, y espero en el Señor que la habrá (C 4, 14). 1622 No esperen a que se vea mucho mal, sino que lo
corten desde el principio por todos los medios que puedan y entiendan, con la
conciencia bien tranquila. Mas yo espero que el Señor no permitirá que
personas que han de estar siempre en oración puedan cobrar afecto a quien no
sea persona de oración y busque la santidad. Esto es evidente, y también está
muy claro que las que obren de otra manera no hacen oración ni buscan la
santidad... Si no ven que entiende su lenguaje y que no es aficionado a
hablar de Dios, no le podrán amar, porque no es su semejante. Si lo es, con
las poquísimas ocasiones que aquí encontrará, o será muy simple, o no querrá
desasosegarse y desasosegar a las siervas de Dios (C 4, 15). 1623 Si el confesor quiere dar lugar a vanidad por
tenerla él, no da importancia a nada, y hace que las almas tampoco se la den.
Dios nos libre... de cosas semejantes. Turbaría a todas las monjas porque su
conciencia les dice lo contrario de lo que les dice su confesor, y si les
obliga a no buscar otro, no saben cómo actuar ni cómo tener paz; porque quien
las había de apaciguar y poner remedio, es el que hace el daño (C 4, 16). 1624 Si la superiora es amiga del confesor, no se
atreverán las monjas a hablarle de él, ni a él de la superiora. Entonces
caerán en la tentación de no confesar pecados muy graves, por miedo de perder
el sosiego (C 5, 1). 1625 ¡Cuánto daño puede hacer en esto el demonio,
y qué caro se paga el no dejar en libertad para no perder el buen nombre!
Pues creen que ganan fama de piedad y de honor para el monasterio teniendo
sólo un confesor y por este camino, ya que no puede por otro, pierde el
demonio las almas (C 5, 1). 1626 Esta santa libertad pido yo por amor de Dios
a la superiora; consiga siempre licencia del Obispo o del Provincial para que
ella y todas las monjas puedan confesarse con personas competentes, sobre
todo si los confesores ordinarios, aunque sean buenos sacerdotes, no tienen
estudios (C 5, 2). 1627 Son gran cosa letras para dar luz en todo. Es
posible encontrar virtud y letras en algunas personas; y cuantas más mercedes
os haga el Señor en la oración, más necesario será que vuestras obras y
oración tengan buenos cimientos. Dios os libre de ser dirigidas
exclusivamente por un sacerdote que parezca espiritual, si no es letrado (C
5, 2). 1628 La primera piedra del edificio de la santidad
es la limpia conciencia, luchando con todas vuestras fuerzas incluso contra
los pecados veniales, buscando siempre lo más perfecto. Podéis creer que esto
lo sabe cualquier confesor, pero no es así; a mí me acaeció tratar cosas de
conciencia con uno que había estudiado todo el curso de teología y me hizo
mucho daño, en cosas que me decía que no eran nada; y lo mismo me ocurrió con
dos o tres (C 5, 3). 1629 Este tener luz para guardar la ley de Dios
con perfección es todo nuestro bien; sobre esto asienta bien la oración; sin
este cimiento fuerte, todo el edificio se construye en falso. 1630 Si no les dieran libertad para poder
confesarse, que se la den para comunicar los asuntos de su alma con los
hombres de letras que he dicho que tengan también espíritu. Y aún me atrevo a
decir más, que, anque el confesor lo tenga todo, algunas veces se haga lo que
digo; porque puede ocurrir que él se engañe, y no se vayan a engañar todas
por su causa (C 5, 4). 1631 Los caminos por donde Dios conduce a las
almas son diferentes, y puede suceder que el confesor no los conozca todos;
que yo les aseguro que no les faltarán personas santas que quieran tratarlas
y consolar sus almas, si ellas son lo que deben ser, aunque sean pobres; que,
quien les alimenta los cuerpos, despertará y pondrá voluntad en quien
gustosamente de luz a sus almas; por tanto, póngase remedio a este mal, que
es el que yo temo; y así cuando el demonio pueda tentar al confesor,
seduciéndole con alguna falsa doctrina, sabiendo que las monjas tratan con
otros, irá con cuidado, y mirará mejor todo lo que hace (C 5, 5). 1632 Y aquí el demonio da mucha guerra de
escrúpulos que desasosiegan mucho al alma, que es lo que él pretende;
especialmente si el confesor la guía a más perfección la turba tanto, que al
final llega a dejarlo. Y ni con otro confesor ni con otro, deja de atormentar
esta tentación. Lo que en esto puede hacer el alma es procurar no cavilar
pensando si le quiere o no le quiere. Al contrario, si lo quiere, pues
quiéralo; porque si cobramos amor a quienes nos hacen algunos bienes del
cuerpo, ¿por qué no hemos de querer a quien procura y trabaja siempre por
hacer bien a nuestra alma? (CE 7, 2). 1633 Tengo por gran principio de adelantar mucho,
tener amor al confesor, si es santo y espiritual y veo que pone mucho empeño
en aprovechar a mi alma; porque nuestra flaqueza es tal, que algunas veces
esto nos ayuda mucho para hacer cosas muy grandes en servicio de Dios. Si no
es tal como he dicho, aquí está el peligro, y puede ser muy peligroso que él
sepa que le tiene voluntad (CE 7, 2). 1634 Lo que es muy necesario, hermanas, es que
tengáis gran sinceridad y verdad con el confesor; no digo en manifestar los
pecados, que eso claro está, sino en dar cuenta de la oración; porque si no
hay esto, no os aseguro que vais bien ni que es Dios el que os enseña que es
muy amigo de que al que está en su lugar, se le hable con la verdad y
claridad que a El mismo, deseando que conozca todos sus pensamientos y cuánto
más las obras, por pequeñas que sean (VI M 9, 12). 1635 A los fundadores, como los escogió Dios para
gran oficio, les dio más gracia (F 4, 7). Mucha merced nos hace usted dejando en tan
buenas manos lo que toca al capellán. Si el que vuestra merced dice que tiene
las cualidades que conviene, poco importa que sea joven (Cta 22, 7). SIMPLICIDAD Y PERFECCION ABSOLUTA DE DIOS 1636 Tiene
tan grandísima fuerza esta visión, cuando el Señor quiere manifestar al alma
mucha parte de su grandeza y majestad, que si el Señor no la ayudase sobrenaturalmente
poniéndola en arrobamiento y en éxtasis, con lo que al gozar de Dios pierde
la visión, ninguna persona lo podría resistir. Tan imprimida queda aquella
majestad y hermosura que no se puede olvidar, de no ser cuando quiere el
Señor que padezca el alma gran sequedad y soledad, pues entonces parece que
se olvida incluso de Dios (V 28, 9). ¡Oh
Emperador nuestro, sumo Poder, suma Bondad, la misma Sabiduría, sin
principio, sin fin y sin límite en sus obras! ¡Son infinitas e
incomprensibles, un abismo sin fondo de maravillas, una Hermosura que tiene
en sí todas las hermosuras, la misma Fortaleza! ¡Oh, válgame Dios! ¡quién
tuviera ahora toda la elocuencia de los mortales y la sabiduría, para saber
bien, como aquí se puede saber, -que todo es no saber nada en este caso-
algunos de los atributos que podemos considerar para conocer un poco quién es
este Señor y Bien nuestro. (C 22, 6). 1637 Totalmente desprovista del temor de Dios,
sólo me quedaba el miedo de perder la honra que en todo lo que hacía me tenía
atromentada. Con pensar que no se había de saber me atrevía a muchas cosas
muy contra la honra y contra Dios (V 2, 5). 1638 Me determiné a decirlo a mi padre, que era
casi como tomar el hábito; pues tenía tanto pundonor que creo que no volvería
atrás por nada del mundo, después de habérselo dicho (V 3, 7). 1639 Parece también que dejamos los honores al ser
religiosos o al comenzar a vivir vida espiritual y perfección y aún no nos
han tocado un punto de honra cuando ya no recordamos que se la hemos dado a
Dios y queremos volver a luchar por ella y tomársela de las manos, después de
haberle hecho voluntariamente señor de nuestra voluntad (V 11, 2; CN 1). 1640 Hay una especie de soberbia en querer
nosotros subir más alto, pues demasiado hace Dios permitiendo que nos
acerquemos a él, siendo lo que somos (V 12, 4; CN 2). 1641 ¡Qué disparate, huir de la luz para andar
siempre tropezando! ¡Qué humildad tan soberbia inventaba en mí el demonio:
apartarme de estar arrimada a la columna y báculo que me ha de sostener para no
dar gran caída! (V 19, 10; CN 9). 1642 Se arrepiente de que hizo caso de los honores
y de haber vivido engañada creyendo que era honra lo que el mundo llama
honra; ve que es grandísima mentira y que todos andamos en ella; entiende que
la verdadera honra no es mentirosa sino verdadera y estima lo que de verdad
vale y desprecia lo que es nada, pues todo es nada y menos que nada lo que se
acaba y no contenta a Dios (V 20, 26; CN 10). 1643 Se ríe entre sí algunas veces cuando ve a
personas importantes de oración y vida consagrada que hacen caso del honor
que esta alma tiene ya bajo los pies. Dicen que lo hacen por discreción y
para consolidar su autoridad y poder servir mejor a 1644 ¿Y quién será el soberbio y miserable como yo
que después de haber trabajado toda su vida con todas las penitencias y
oraciones que se pueden imaginar, no se ve enriquecido y bien pagado cuando
el Señor le permite estar al pie de la cruz con san Juan? (V 22, 5; CN 12). 1645 ¡Qué espantados nos traen estos demonios
porque nos queremos nosotros espantar con otras ataduras de honores, riquezas
y placeres!; pues entonces juntos ellos con nosotros mismos, que nos hacemos
enemigos nuestros al amar y querer lo que hemos de aborrecer, nos harán mucho
daño; porque les permitimos que peleen contra nosotros con nuestras mismas
armas, pues ponemos en sus manos las que nos habían de servir para
defendernos (V 25, 21). 1646 ¿Y con honores mundanos pensamos imitar el
desprecio que él sufrió para que nosotros reinemos para siempre? (V 27, 13). 1647 Quiere el Señor que veamos muy claro que no
es ésta obra nuestra, sino de Su Majestad; lo cual, en vez de engendrar
soberbia nos hace estar humildes y temerosos (V 29, 3). 1648 En cuestiones de amor propio y en otras
muchas cosas no crea usted que todos los que pensamos que estamos libres del
todo lo estamos, y es necesario nunca descuidarse en esto (V 31, 20). 1649 Cualquier persona que se de cuenta de que es
esclava del amor propio, si quiere adelantar en la virtud, créame y luche
contra esa esclavitud, porque es una cadena que no hay lima que la rompa, si
no es Dios con oración y todo el esfuerzo nuestro. Creo que es una atadura en
el camino de la santidad que yo me espanto del daño que hace (V 31, 20). 1650 Conozco a algunas personas santas que hacen
obras tan grandes que causan la admiración de la gente. ¡Válgame Dios! ¿Por
qué está aún en la tierra esta persona? ¿Qién detiene a quien tanto hace por
Dios? ¡Oh, que tiene mucho amor propio! Y lo peor que tiene es que no se
quiere dar cuenta de que lo tiene y es porque algunas veces le hace creer el
demonio que tiene obligación de tenerlo (V 31, 20). 1651 Pues, créanme, ¡crean por amor del Señor a
esta hormiguita que el Señor quiere que hable, que si no quitan esta oruga,
aunque no dañe a todo el árbol porque algunas virtudes quedarán, mas todas
carcomidas. No es árbol hermoso, sino que él no medra ni deja medrar a los
árboles que crecen junto a él; porque la fruta que da de buen ejemplo no es
sana; poco durará. Muchas veces lo digo que, por pequeño que sea el punto de
orgullo, es como una nota, o un compás que falla en la música de órgano, que
hace disonar toda la sinfonía; y si en cualquier actividad humana hace mucho
daño al alma el amor propio, en este camino de oración es pestilencia (V 31,
21). 1652 Ve que le mandan que piense en Dios para
librarse de peligros y por otra parte ve que no cumple todas las normas
sociales, con peligro de que se ofendan los que ponen su honor en esos
detalles; me encontraba agobiada y siempre tenía que estar pidiendo
disculpas, porque cometía muchas desatenciones de esa clase (V 37, 10). 1653 Ni ¿qué importan sus honores, si yo se muy
bien que la honra de un pobre es ser verdaderamente pobre? Tengo para mí que
honores y dinero casi siempre van juntos y que quien quiere honores no
aborrece el dinero, y a quien lo aborrece, poco le importan los honores.
Entiéndase bien esto, porque me parece que los honores siempre llevan consigo
algún interés de rentas o de dinero; porque es muy raro ver algún hombre
cubierto de honores si es pobre, al contrario, al que es pobre, aunque tenga
valores personales lo tienen en poco. La verdadera pobreza trae una honraza
consigo que no hay quien la sufra (C 2, 5-6). 1654 Cuando pidamos honores o rentas o dinero o
cosa que tenga sabor a mundo, no nos oigáis; mas ¿por qué no nos habéis de
oir, Padre Eterno, cuando os pidamos la extensión del reino de vuestro Hijo,
a quienes perderíamos mil honores y mil vidas por Vos? (C 3, 7). 1655 Si por casualidad espontáneamente se dice
alguna palabra hiriente, pongan remedio en seguida y hagan mucha oración; y
si alguna guarda el resentimiento o se hacen partidos o se tiene deseos de
sigularizarse o se mete el orgullo por medio..., dense por perdidas. Piensen
y crean que han echado a su Esposo de casa y que le obligan a buscar otra
posada... Clamen a Su Majestad. Busquen remedio; porque si no lo pone
confesar y comulgar tan frecuentemente, teman si hay algún Judas (C 7, 10). 1656 Si los gustos en la oración no son de Dios
tienen mucho peligro, porque el demonio pone mucho empeño en infundirles
soberbia (C 17, 3). 1657 En este mundo no se consideran los méritos de
las personas para honrarlas, sino sus posesiones y su poder (C 22, 4). 1658 ¡Oh, válgame Dios, hermanas, si entendiésemos
qué cosa es honra y en qué consiste perder la honra! Ahora no hablo con
vosotras..., sino conmigo el tiempo que estimé la honra...¡Oh, de qué cosas
me agraviaba de las que ahora me avergüenzo. Y sin embargo no era de las que
más se fijaban en estos puntos de amor propio...; provecho del alma y esto
que el mundo llama honor nunca pueden estar juntos. ¡Qué cosa tan espantosa
es cuán al revés anda el mundo! Bendito sea el Señor que nos sacó de él (c
36, 3). 1659 Mas mirad, hermanas, que no nos tiene
olvidadas el demonio; también inventa sus honores en los monasterios e impone
sus leyes, por las que suben y bajan en honores como los del mundo (C 36, 4). 1660 Y Dios quiera que no se pierda algún alma por
guardar estos negros puntos de honra, sin entender en qué consiste la honra
(C 36, 6). 1661 De la paz que da el mundo en honores no tengo
para qué deciros nada, que pobres nunca son tenidos en consideración. En lo
que os puede hacer daño grande si no tenéis aviso es en las alabanzas, que
nunca acaban desde que comienzan para después humillar más. Lo más corriente
es decir que sois santas con palabras tan encarecidas que parece se las
enseña el demonio. Y así debe de ser a veces; porque si lo dijesen en vuestra
ausencia, pasaría; mas en presencia, ¿qué fruto puede traer, sino daño, si no
andáis con mucho aviso? (Mdt C 2. 12). 1662 Otros hay que han dejado todas las cosas por
el Señor y ni tienen casa ni hacienda...Mas tienen mucho orgullo; no querrían
hacer nada que no fuese bien aceptado por los hombres y por el Señor; gran
discreción y prudencia... A estas almas generalmente las hiere cualquier cosa
que digan de ellas y llevan la cruz arrastrando y por eso las lastima y cansa
y hace pedazos; porque si es amada es suave de llevar (Mdt C 2, 31). 1663 Cuando os quisieran dar una cosa muy
honorífica... temed que por vuestros pecados no lo podréis llevar con
rectitud (Mdt C Consuegra 3, 5). 1664 Allá se arreglen los del mundo con sus
señoríos y con sus riquezas y con sus placeres y con sus honores, que si todo
lo pudiesen gozar sin los trabajos que traen consigo, que es imposible, no
llegaría a mil años la alegría que en un momento tiene el alma a quien el
Señor la llega aquí (Mdt C 4, 5). 1665 Nunca estas virtudes fingidas vienen sin
alguna vanagloria como que nacen de tal raiz, así como las de Dios están
libres de ella y de soberbia (V M 3, 9). 1666 Vanagloria, gloria a Dios que yo entienda, no
hay por que tenerla; porque veo claro en éstas que Dios da, no poder nada de
mí, antes me da Dios a sentir miserias mías, que pensando yo todo lo que
pudiera me parece que no podría ver tantas verdades como en un rato conozco
(Cc 1, 22). 1667 Si lo que ha de ser para humillarse viendo
que no merece aquella merced la ensoberbece, será como la araña que todo lo
que come lo convierte en veneno, o la abeja que lo convierte en miel (F 8,
3). 1668 El demonio por incitar a soberbia hace estas
apariciones (F 8, 4). 1669 No era inclinada a casarse, que le parecía
cosa humillante estar sujeta a nadie, ni entendía por dónde le venía la
soberbia (F 22, 5). 1670 Vuestra merced es inclinado y aun está
acostumbrado a mucha presunción. Es menester que se mortifique en eso (Cta
109, 1671 Mas terible cosa es en aquella hora no haber
hecho lo que es más seguro, sin mirar puntos de honra; que allí se acaba la
del mundo y se comienza a entender lo que nos importa sólo mirar la gloria de
Dios (Cta 319, 2 al P Gracián). 1672 Parece que quería concertar estos dos
contrarios -tan enemigo el uno del otro- como es vida espiritual y contentos
y pasatiempos sensuales (v 7, 17). 1673 Le parece que ve el premio con tanta
claridad, que no es posible ya en cosa que aun para esta vida es tan
deleitosa y suave, dejarla por cosa tan baja y sucia como es el deleite (V
19, 16; CN 9). 1674 Ve la gran ceguera que proviene de los
placeres y que con ellos compra sufrimiento, aún en esta vida y desasosiego.
¡Qué inquietud! ¡Qué poca alegría! ¡Cuánto trabajo en vano! (V 20, 27; CN 9). 1675 Buen castigo se han ganado con sus propias
manos y bien se han merecido por sus deleites fuego eterno. ¡Allá se lo
hayan! (C 1, 4). 1676 No quisieron dejar sus gustos de esta vida
que es muy variable, por eso ya harán bastante si permanecen en la virtud;
porque al no apartarse de los contentos y gustos del mundo pronto volverán a
aflojar en el camino del Señor, que hay grandes enemigos para que no lo
sigamos (Mdt C 2, 25). 1677 Como ha probado ya los gustos de Dios, ve que
son una basura los del mundo; y se va apartando de ellos poco a poco, y es
más señora de sí para hacerlo (IV M 3, 9). 1678 Escribo
casi hurtando el tiempo de hilar, que he de trabajar porque vivo en casa
pobre, y con muchas ocupaciones (V 10, 7). 1679 Muchas
veces me admiro de ver a los teólogos, sobre todo religiosos, que han
conseguido con tanto trabajo, lo que sin ninguno más que el de preguntar, me
aproveche a mí (V 13, 20; CN 3). 1680 lo
que la pobre alma en veinte años de cansar el entendimiento no ha podido
acaudalar, lo hace el hortelano celestial en un momento (V 17, 2; CN 7). 1681 Son
como soldados deseosos de que haya guerra para conseguir el botín y hacerse
ricos con él; porque saben que no hay otra forma de enriquecerse. Este es su oficio,
trabajar. Hemos menester trabajar mucho para lo que ayuda tener pensamientos
elevados a fin de que nos esforcemos para que las obras correspondan al ideal
(C 4, 1). 1682 Aunque
en las batallas el alférez no pelea, no por eso deja de estar en gran peligro,
e interiormente debe de trabajar más que todos; porque, como lleva la
bandera, no se puede defender y aunque le hagan pedazos, no la ha de soltar (
C 18, 5). 1683 Suele
acaecer que cuando con su trabajo, con harto trabajo ha vencido a los
primeros enemigos, algunos se dejan vencer por los segundos y prefieren morir
de sed antes de beber el agua que tanto les ha de costar. Se les acabó el
esfuerzo, les faltó ánimo (C 19, 2). 1684 Así
rezaremos vocalmente con mucho sosiego y con menos esfuerzo, porque al poco
tiempo de esforzarnos para estar con este Señor, nos entenderá por señas, de
manera que si habíamos de rezar muchas veces el Padrenuestro, con una sola
vez nos entenderá. Es muy amigo de aliviarnos el trabajo (C 29, 6). 1685 Nada
se aprende sin un poco de esfuerzo (C 29, 8). 1686 No
os preocupéis del pan material durante la oración en la que os ocupáis de
cosas más importantes, que ya tendréis tiempo para trabajar y ganaros la
comida. Mas tened cuidado de que nunca gastéis el cerebro en la preocupación
del trabajo y de la comida; sino procurad que trabaje el cuerpo, pues es
justo que procuréis sustentaros, y descanse el alma. Dejad ese cuidado a
vuestro Esposo, que él lo tendrá siempre (C 34, 4). 1687 Yo
me doy por bien pagada del trabajo que me ha costado escribir (C 42, 7). 1688 Dios
da estos regalos tan subidos y hace estas mercedes tan grandes a personas que
han trabajado mucho en su servicio (Mdt C 5, 3). 1689 Y
también tiene razón de pedir trabajos imitando la vida trabajosísima que
Cristo vivió, que no ha de ser todo gozar sin servir y trabajar en algo (Mdt
C 7, 9). 1690 Y
procurar cargar con el trabajo por quitarlo al prójimo, cuando se presenta la
ocasión (V M 3, 12). 1691 Porque
si no hubiera peligro de perder y ofender a Dios, sería descanso que no se
acabase la vida hasta el fin del mundo para trabajar por tan gran Dios y
Señor y Esposo (V M 4, 12). 1692 Aunque
cuando comencé a escribir esto que he escrito lo hice contra mi voluntad,
ahora que lo he acabado, me causa mucha alegría y doy por bien empleado el
trabajo, aunque confieso que ha sido harto poco (VII 4, 20, epílogo). 1693 Esto
me dijo el Señor: "¿Piensas, hija, que el merecer está en gozar? No está
sino en trabajar y en padecer y en amar"...(Cc 26ª, 1). 1694 El
amor hace tener por descanso el trabajo (E 5). 1695 Decís
Vos: "Venid a mí todos los que trabajáis y estáis cargados, que yo os
aliviaré (E 8). 1696 Si me mandáis trabajar, Morir
quiero trabajando (P 5). 1697 Mis tesoros en pobreza Y
mi triunfo en pelear, Mi
descanso en trabajar, Y
mi contento en tristeza (P 25). 1698 Estando
en Salamanca en 1573, el maestro Ripalda me mandó que escribiera sobre la
fundación de los siete monasterios... Pareciéndome a mí que era imposible a
causa de los muchos trabajos así de cartas como de otras ocupaciones forzosas
por ser cosas mandadas por los prelados, me estaba encomendando a Dios y algo
apurada por ser yo para tan poco y con tan mala salud, me dijo el Señor:
"Hija, la obediencia da fuerzas" (F prl 2). 1699 Me
contó un religioso que había decidido no decir que no a ninguna cosa que le
mandase el prelado por mucho trabajo que le diese; y un día estaba echo
pedazos de trabajar y ya tarde, que no se podía tener en pie e iba a
descansar sentándose un poco, le encontró el superior y le dijo que tomase el
azadón y fuese a cabar en la huerta. El calló, aunque la naturaleza muy
afligida porque ya no podía más; tomó el azadón y se le apareció nuestro
Señor con la cruz a cuestas, que le dio a entender que no era nada el que él
tenía en su comparación (F 5, ). 1700 Siendo
tan pocas y ayudándose con el trabajo de sus manos, me determiné a hacerlo
(fundar en Salamanca) (F 18, 1). 1701 En
esto me hacía Dios mucha merced, que en el trabajo me gustaba ser la primera
(F 19, 6). 1702 Ninguna
fundación ha querido el Señor que se haga sin mucho trabajo mío (F 24, 15). 1703 Acordaos
con qué pobreza y trabajo se ha hecho lo que vosotras gozáis con descanso (F
27, 11). 1704 Y
también por el gran trabajo y trabajos que me cuesta lo que he escrito,
aunque como siempre ha sido mandado por la obediencia, yo lo doy por bien
empleado (F 27, 22). 1705 Animada
en visión intelectual por la santa Cardona, me dijo que no me cansara sino
que continuara estas fundaciones...Yo quedé harto consolada y con deseo de
trabajar (F 28, 36). 1706 Además
de la mucha pobreza y el trabajo que tenían para ganar la comida (en Villanueva
de 1707 El
obispo se había ido ya al Burgo, porque no pierde día ni hora de trabajo (F
30, 9). 1708 Mucha
ha de ser la necesidad que las haga pedir limosna, sino ayúdense con la labor
de manos como hacía san Pablo, que el Señor las proveerá de lo necesario
(Cnst 2, 1). 1709 Su
trabajo no sea en labor primorosa sino en hilar o en cosas que no sean tan
delicadas que impidan tener el pensamiento en nuestro Señor; no trabajen en
oro ni plata ni discutan el jornal, sino que buenamente acepten lo que les
den y si ven que no les conviene no hagan aquella labor (Const 2, 2). 1710 No
se marque jamás el trabajo a las hermanas; cada una procure trabajar para que
coman las demás. Téngase mucha cuenta con lo que manda la regla que quien
quisiere comer que ha de trabajar... (Const 2, 6). 1711 Cuando
terminen de comer, podrá la madre priora dispensar que todas juntas
hablen...y tengan allí sus ruecas y labores (Const 2, 6). 1712 Hartos
años ha que no tuve tanto trabajo como después que andan estas reformas (Cta
93, 10). 1713 Mi
hermano nos lo había de prestar y anda en la obra, que me quita de harto
trabajo (Cta 102, 3). 1714 Le
he dicho que ponga mucho interés en el trabajo manual, que importa
infinitísimo (Cta 120, 10, al P. Jerónimo Gracián). 1715 No
hile con esa calentura, que nunca se le quitará, según lo que ella bracea
cuando hila y lo mucho que hila (Cta 128, 12). 1716 La
otra cosa que le encarecí mucho es que impusiera el trabajo manual, aunque
fuera hacer cestas de cualquier cosa, y cuando no hubiera otro tiempo, que lo
hicieran en la hora de la recreación, porque donde no hay estudio, es cosa
importantísima (Cta 156, 9). 1717 No
dejaba de ser santo Job por cuidar de sus ganados, ni Abraham, ni san
Joaquín, que como queremos huir del trabajo todo nos cansa (Cta 167, 1718 No
me cansan sus cartas que me consuelan mucho, y así me consolará poderle
escribir más a menudo; mas es tanto el trabajo, que no podrá ser más a
menudo, y aun esta noche me ha impedido la oración. Ningún escrúpulo tengo,
si no es pena de no tener tiempo. Dios nos lo de para poder gastarlo siempre
en su servicio, amén (Cta 167, 32). 1719 Me dieron el sacramento de 1720 Acaeció estando yo aquí, darle el mal de la
muerte a una hermana. Recibidos los sacramentos, y después de administrarle
la santa Unción, era tanta su alegría y contento, que se le podía decir que
en el cielo nos encomendara a Dios, y a los santos a los que tenemos
devoción, como si se fuera a otra tierra (F 16, 4). Y aunque le dieron la santa Unción dos veces
-la segunda tan al final que decía el médico que no daría tiempo de ir a por
el santo óleo, pues moriría antes-, nunca dejaba de confiar en el Señor que
había de morir monja (Dº Catalina Godínez) (F 22, 18). 1721 El
alma se ve sabia en un instante y con un conocimiento del misterio de 1722 Después
de esta visión queda el alma siempre embebida; parece que comienza a experimentar
un nuevo amor vivo de Dios, según me parece de mucha calidad; pues, aunque la
visión intelectual de la que hablé es más aquilatada, sin embargo la visión
imaginaria es más útil porque queda grabada en la memoria y dura más tiempo,
y el haber quedado representada en la imaginación tan divina presencia, ayuda
para que la memoria la recuerde y quede absorta en la visión. 1723 Casi
siempre vienen juntos estos dos modos de visión; y es así como vienen porque
con los ojos del alma se ve la excelemcia y hermosura y gloria de 1724 Estando
una vez rezando el salmo "Quicumque vult", Me sirvió de mucho provecho para conocer
mejor la grandeza de Dios y sus maravillas, y me parece que entiendo cómo
puede ser el misterio de 1725 Dentro
de esta morada, viendo de algún modo la verdad por visión intelectual, se le manifiesta 1726 El
martes después de 1727 Quedaron
tan imprimidas en mí aquellas Tres Personas que ví, siendo un solo Dios, que
si hubiera durado la visión, hubiera sido imposible salir de ese recogimiento
con tan divina compañía (Cc 14, 4). 1728 Me
pareció que se me presentó Dios como cuando en una esponja se incorpora y se
embebe el agua, así me parecía el alma que se llenaba de la divinidad y de
alguna manera gozaba y tenía las Tres Personas. También entendí: "No
trabajes tú para tenerme a Mí encerrado en tí, sino para encerrarte tú en
Mí". Me pareció que dentro de mi alma estaban y veía yo estas Tres
Personas y se comunicaban a todo lo criado, sin dejar de estar conmigo (Cc 15ª
2-4). 1729 Esta
presencia de las Tres divinas Personas he traído hasta hoy-que es día de la
conmemoración de san Pablo-presentes en mi alma constantemente, y como yo
estaba acostumbrada a traer sólo a Jesu, parece que me producía algún
impedimento ver Tres Personas-aunque entiendo que son un solo Dios-, y me
dijo el Señor cuando pensaba en esto: que erraba imaginando las cosas del
alma con la misma representación que las del cuerpo, que entendiera que eran
muy diferentes y que el alma era capaz de gozar mucho (Cc 15ª). 1730 Una
vez, estando en oración, me mostró el Señor, por una extraña manera de visión
intelectual, cómo estaba en el alma que vive en gracia, en cuya compañía vi a
1731 Después
de esto me quedé yo en oración estando mi alma con 1732 Se
me dio a entender y casi a ver (aunque fue visión intelectual y que pasó
presto), cómo las Tres Personas de 1733 Esta
no es como otras visiones porque lleva fuerza con la fe, de manera que no se
puede dudar de que está 1734 Veo
con claridad aunque no veo nada ni oigo; mas es una certeza extraña, aunque
no vean los ojos del alma, y cuando me falta aquella presencia, veo que me
falta. El cómo yo no lo se, mas bien se que no es imaginación porque, aunque
después me deshaga para volverlo a representar no puedo, pues lo he probado,
y así es todo lo que aquí veo, que, como hace ya tantos años, hay que haberlo
visto para poderlo decir con esta firmeza. 1735 Puedo
muy bien afirmar con verdad cuál me parece que es 1736 Aunque
estas Personas distintas se dan a conocer de una manera extraña, entiende el
alma que son un solo Dios. 1737 No
me acuerdo de si habla Nuestro Señor, de no ser su Humanidad. Y ya digo que
puedo afirmar que eso no es ilusión (Cc 54ª, 18-22). 1738 Un
día..., estando como suelo, vi la visión de 1739 A
las personas ignorantes nos parece que todas las Tres Personas de 1740 Lo
que a mí se me representó son Tres Personas distintas, que cada una se puede
ver y cada una puede hablar. Y después he pensado que solo el Hijo tomó carne
humana, por donde se ve esta verdad. Estas Personas se aman y se comunican y
se conocen (Cc 6ª). 1741 Pues
si cada una es por sí, ¿como decimos que todas tres son una esencia? Y lo
creemos, y es muy gran verdad y por ella moriría yo mil muertes. En todas
tres Personas no hay más que un querer y un poder y un señorío, de manera que
nada puede una sin las otras, y hay un solo Creador de todas las criaturas.
¿Podría el Hijo crear una hormiga sin el Padre? No, que son un solo poder, y
lo mismo el Espíritu Santo; así que es un solo Dios todopoderoso, y todas
tres Personas una majestad. ¿Podría uno amar al Padre sin querer al Hijo y al
Espíritu Santo? No, porque son una esencia y donde está el uno están todos
tres, porque no se pueden separar. 1742 Pues
¿cómo vemos que son tres Personas distintas, y cómo tomó carne humana el Hijo
y no el Padre ni el Espíritu Santo? Esto no lo entendí yo; los teólogos lo
saben bien. Yo se que en aquella obra tan maravillosa estaban todas las tres
Personas, y no me entretengo mucho en pensar esto. Luego se concluye mi
pensamiento viendo que es Dios todopoderoso y lo quiso y lo pudo, y así podrá
todo lo que quiera; y cuanto menos lo entiendo, más lo creo y me causa mayor
devoción (Cc 60ª). 1743 Me
parece que siempre está presente en mí la visión intelectual de las tres
Personas y de 1744 La
paz interior y la poca fuerza que tienen los contentos o las tristezas para
poder quitar por largo tiempo esta presencia tan cierta de las tres Personas,
hacen que aparezca claro que se experimenta lo que dice san Juan, "que
haría morada en el alma"; esto no sólo por gracia, sino porque quiere
hacer sentir esta presencia que trae tantos bienes que no se pueden decir,
especialmente que no es menester buscar argumentos para conocer que está allí
Dios. Esto es casi permanente en mí, de no ser que apriete mucho la
enfermedad; pues algunas veces parece que quiere Dios que se padezca sin
consuelo interior, mas nunca, ni instintivamente, se rebela mi voluntad a la
de Dios (Cc 66ª, 10). 1745 ¡Oh,
alma mía!, considera el gran deleite y el gran amor que tiene el Padre en
conocer a su Hijo y el Hijo en conocer a su Padre, y el incendio con que el
Espíritu Santo se une a ellos y cómo ninguna de las tres Personas se puede
separar de este amor y conocimiento, porque son una misma esencia. Estas tres
Personas se conocen, éstas se aman y una con otras se deleitan (E 7). VERDAD, DIOS ES 1746 En
esta majestad se me reveló una verdad, que es suma de todas las verdades; no
se decir cómo ocurrió porque yo no ví nada. Oí que me decían, sin que yo
viera quién, mas supe que hablaba la misma Verdad: "No es poco esto que
hago por tí, pues es una cosa que me debes mucho; porque todo el daño del
mundo procede por ignorancia de las verdades de A mí me pareció
que siempre había creído esto y que todos los fieles lo creían. Y me dijo:
¡Ay, hija, qué pocos me aman de verdad, pues si me amaran, no les encubriría
yo mis secretos. ¿Sabes qué es amar de verdad? Comprender que todo lo que no
es agradable a Mí, es mentira. Con claridad verás esto que ahora no entiendes
en el provecho que hace a tu alma". Y así lo he visto,
sea el Señor alabado que, desde entonces, todo lo que veo que no conduce al
reino de Dios, me parece vanidad y mentira, aunque no sabría decir cómo lo
entiendo. Y me dan lástima todos los que veo que están en la oscuridad e
ingnorancia de esta verdad. Además de estos efectos he recibido otras
ganancias que diré, y otras que no sabré decir. Me dijo entonces
el Señor una palabra de grandísima ternura. Yo no se cómo ocurrió esto,
porque no ví nada. Dentro de mí quedó
esculpida una verdad, sin saber cómo ni qué, de la divina Verdad que se
me reveló, que me hace tener un nuevo
respeto a Dios, porque da noticia de su majestad y poder de una manera que no
se puede decir: se entender que es una gran cosa. Quedóme muy gran
gana de no hablar más que de cosas muy verdaderas, superiores a las que se
hablan en el mundo, y así comencé a tener pena de vivir en él. Me dejó gran
ternura y regalo y humildad. Creo que sin entender cómo, me dió el Señor en
este momento mucho. Ninguna duda me quedó de que fuera ilusión. No vi nada, mas
entendí el gran bien que hay en no hacer caso de ninguna cosa que no nos
sirve para acercarnos más a Dios, y comprendí qué cosa es andar mi alma en
verdad delante de la misma Verdad. Todo lo que he dicho
lo entendí una veces con palabras, y otras sin hablarme, y lo que se me decía
sin palabras lo entendía con mayor claridad que lo que se me decía con
palabras. Esta verdad que
digo que se me dio a entender es Verdad en sí misma, y es sin principio ni fin,
y todas las demás verdades dependen de esta verdad, como todos los amores de
este amor y todas las demás grandezas de esta grandeza; aunque esto lo digo
muy oscuro, comparado con la claridad con que a mí me lo dio a entender el
Señor. ¡Y cómo se nota el poder de esta Majestad, pues en tan poco tiempo
deja tan gran ganancia y tales cosas imprimidas en el alma! (V 40, 1-4). 1747 ¡Oh
saber sobre todos los saberes, la misma Sabiduría; sois, Señor, la misma
Verdad! (CE 37, 6). 1748 No
se qué explicación tiene que de el alma tanta importancia a que estas
palabras resulten verdaderas. Pues si a la misma persona la pillaran en
algunas mentiras no creo que lo sentiría tanto; como si ella, que no dice
sino lo que le dicen, en esto pudiese más. Infinitas veces se acordaba cierta
persona de Jonás, profeta, sobre todo cuando temía que no se perdería Nínive. En fin, como es
espíritu de Dios, es de razón que se le tenga esta fidelidad de desear que no
se le tenga por falso, pues es 1749 También
acaece así muy de presto, y de manera que no se puede decir, revelar Dios en
sí mismo una verdad, que parece que deja oscurecidas todas las verdades que
hay en las criaturas, dando a entender con mucha claridad que El solo es 1750 Una
vez estaba yo considerando por qué razón Nuestro Señor era tan amigo de esta
virtud de la humildad, y me vino a la mente, a mi parecer sin reflexionar,
sino instantáneamente, esto: que Dios es Suma Verdad, y la humildad es andar
en verdad; que lo es muy grande no tener nada bueno de nosotros, sino la
miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en mentira. Quien más lo
entiende agrada más a 1751 ¡Oh,
cuándo será aquel dichoso día, en que te has de ver sumergido en aquel mar
infinito de 1752 Quisiera yo que así como me han dado larga
licencia para que escriba el modo de la oración y de las mercedes que el Señor
me ha hecho, me la hubieran dado para que muy por menudo y claridad pudiera
decir mis grandes pecados y ruín vida; esto me hubiera dado gran consuelo;
mas no han querido, sino que me han limitado mucho para esto (V prl). 1753 A ésta que digo me aficioné a tratar. Con
ella sostenía mi conversación y pláticas, porque me ayudaba en los juegos de
los requiebros que yo quería, y aun me lo fomentaba y me comunicaba sus
conversaciones y vanidades. Hasta que traté con ella, que fue a mis catorce
años, o quizá más..., creo que no había dejado a Dios por culpa mortal ni
había perdido el temor de Dios, aunque lo tenía mayor de perder la honra.
Este temor fue la causa de que no la perdiera del todo (V 2, 3). 1754 Como me veían que buscaba soledad y que
lloraba por mis pecados algunas veces, creían que no era feliz y así lo
decían (V 5, 1). 1755 Estoy con tan gran espanto escribiendo esto y
viendo cómo parece que me resucitó el Señor, que estoy casi temblando. Me
parece que sería prudente, oh alma mía, que reflexionaras sobre el peligro de
que el Señor te había librado y ya que por amor no le dejabas de ofender, lo
dejaras por temor de que pudiera otras mil veces matarte en estado más
peligroso. Creo que no exagero cuando digo otras mil, aunque me riña quien me
mandó que moderase el contar mis pecados, y harto hermoseados van. Por amor
de Dios le pido que de mis culpas no quite nada, pues se ve en ellas la
magnificencia de Dios y lo que soporta a un alma (V 5, 11). 1756 Pues así comencé de pasatiempo en pasatiempo,
de vanidad en vanidad, de ocasión en ocasión, a meterme tanto en tan grandes
peligros y andar tan estragada mi alma en muchas vanidades, que ya tenía yo
vergüenza de acercarme a Dios con tan particular amistad como es la oración
(V 7, 1). 1757 Están tan permitidos en los monasterios los
honores y recreaciones del mundo y con tan escasa formación sobre los deberes
de su consagración, que Dios quiera que no tengan por virtud lo que es
pecado, como muchas veces yo hacía (V 7, 4). 1758 He contado todo esto para que se vea la
misericordia de Dios y mi ingratitud; y para que sepa que si persevera en la
oración, por muchos pecados y tentaciones y caídas de mil maneras que ponga
el demonio, al fin, tengo por cierto que la saca el Señor a puerto de
salvación, como...me ha sacado a mí (V 8, 4). 1759 Somos tan miserables y tan inclinados a cosas
de la tierra que mal podrá aborrecer todo lo de acá efectivamente con gran
desasimiento, quien no entiende que tiene alguna prenda de lo de allá; porque
con estos dones el Señor nos da la fortaleza que por nuestros pecados
perdimos (V 10, 6). 1760 Suplico por amor al Señor a quien esto envío
que publique lo que he dicho hasta ahora de mi ruín vida y pecados; y si
quieren, ya en vida (V 10, 7). 1761 Y porque pienso que usted y los otros que lo
han de leer harán esto que por amor del Señor les pido, escribo con libertad.
De otra manera lo haría con escrúpulo, a excepción de decir mis pecados, que
para esto ninguno tengo (V 10, 8). 1762 Hay otra tentación..., que es tener pena de
los pecados y faltas que ven en los otros: el demonio persuade de que la pena
sólo es de querer que no ofendan a Dios y que les pesa por su honra, y en
seguida quieren corregirlo. Inquieta esto tanto que impide la oración, y lo
peor es que creen que es virtud y perfección y gran celo de Dios (V 13, 10;
CN 3). 1763 Si por su flaqueza y maldad y ruín y
miserable naturaleza cayeron, como yo hice, tengan siempre presente el bien
que perdieron y tengan sospecha y vayan con temor... de que si no vuelven a
la oración han de ir de mal en peor. Que a ésta llamo yo verdadera caída, a
la que aborrece el camino por donde ganó tanto bien, y con estas almas hablo;
que no digo yo que no han de ofender a Dios y caer en pecados, aunque sería
justo que se librase mucho de ellos quien ha comenzado a recibir estas
mercedes, mas somos miserables. Crea que si se aparta de la oración está en
peligro (V 15, 3; CN 3). 1764 Lo que ha de hacer el alma cuando viene esta
quietud ha de ser todo con suavidad y sin ruido: llamo ruido a trabajar con
el entendimiento buscando muchas palabras y consideraciones para dar gracias
de este beneficio, y amontonar pecados suyos y faltas para ver que no lo
merece (V 15, 6; CN 5). 1765 Hay ocasiones en que personas tan unidas con
Dios que se dejarían atormentar y morir mil muertes antes que cometer una
imperfección, se ven tan atormentadas y perseguidas, que para no cometer
pecados, mecesitan utilizar las primeras armas de la oración, teniendo que
volver a meditar que todo se acaba y que hay cielo e infierno, etc. (V 15,
12; CN 5). 1766 A mí me tiene cansada la imaginación y
aborrecida la tengo y muchas veces suplico al Señor que si tanto me ha de
molestar, me la quite durante la oración...En esto veo el mal que nos causa
el pecado, pues así nos sometió a no hacer lo que queremos, que es estar
siempre ocupados en Dios (V 17, 5; CN 7). 1767 ¡Oh, Jesús mío! ¡Qué hermosura es ver un alma
que habiendo llegado a este grado de oración, cae en pecado y Vos por vuestra
misericordia le volvéis a dar la mano y la levantáis! ¡Cómo reconoce la
multitud de vuestras grandezas y misericordias y su miseria! Aquí es el
deshacerse de veras y reconocer vuestras grandezas; aquí el no osar alzar los
ojos (V 19, 6; CN 9). 1768 Cuando me dijo que le parecía que me movía
mal espíritu, con el miedo que yo tenía, fue grande mi aflicción y lágrimas
porque yo quería de veras agradar a Dios y no podía persuadirme de que
aquello procediese del demonio; mas temía por si mis pecados eran la causa de
que Dios me privase de luz para que no entendiera mi situación (V 23, 2). 1769 Otras veces me hace recordar mis pecados
pasados, especialmente cuando quiere hacerme alguna merced extraordinaria.
Parece entonces que el alma se ve en el Juicio divino donde le hace ver con
claro conocimiento la verdad de su vida, y no sabe dónde esconderse (V 26,
2). 1770 Algunas veces mi confesor se admiraba de mis
ignorancias y jamás pude explicar cómo hizo Dios esto o cómo pudo hacerlo, ni
siquiera deseaba razonarlo ni lo preguntaba aunque como he dicho desde hace
años tenía relación con buenos teólogos. Lo único que quería saber y les
preguntaba es lo que era o no pecado (V 28, 6). 1771 Pienso mucho en el daño que nos hizo el
primer pecado... Además está la carga de mis pecados personales que, si no
tuviera tantos, con mayor abundancia gozaría del bien de la contemplación (V
30, 16). 1772 También llegué a otro extremo, que fue
suplicar a Dios... que cuando alguna persona pensara bien de mí, le revelara
Su Majestad mis pecados... Mi confesor me dijo que no lo hiciera; mas hasta
hace poco, cuando veía que alguien tenía buen concepto de mí, me las
arreglaba para manifestarle mis pecados... (V 31, 15). 1773 Entendí que quería el Señor que viese el
lugar que los demonios me tenían preparado allí en el infierno, y yo merecido
por mis pecados (V 32, 1). 1774 No quiso el Señor que entonces viera más de
todo el infierno; después he visto en otra ocasión cosas espantosas como
castigo de determinados vicios (V 32, 3). 1775 Comencé a considerar el lugar del infierno
merecido por mis pecados (V 38, 9). 1776 Se me representó cómo se ven en Dios todas las
cosas y cómo todas existen en él... Yo no se escribir esto mas quedó muy
grabado en mi alma y ésta ha sido una de las mayores mercedes que el Señor me
ha hecho y que más me han confundido y avergonzado, recordando los pecados
que he cometido. Creo que si esto lo hubiera visto antes y si lo vieran los
que le ofenden, no tendrían corazón ni atrevimiento para hacerlo (V 40, 9). 1777 En un instante, llena de asombro y de pena,
vi tantas cosas a la vez en este claro diamante que cuando recuerdo que en
aquella limpieza de claridad veía representadas cosas tan feas como mis
pecados, me sentía muy lastimada. Cuando lo recuerdo no se cómo lo puedo
soportar y así quedé tan avergonzada que no sabía dónde esconderme. ¡Oh,
quién pudiera hacer comprender esto a los que cometen pecados muy deshonestos
y feos, para que supieran que no están ocultos y que con razón los siente
Dios pues se hacen tan presentes a 1778 ¡Oh, válgame Dios, en cuánta ceguedad he vivido!
Escribiendo esto muchas veces he quedado abrumada (por mis pecados) y no se
extrañe usted de ello sino de cómo puedo vivir viendo estas cosas y mirándome
a mí. ¡Sea por siempre bendito quien tanto me ha soportado! (V 40, 11). 1779 ¿No había pagado ya abundantísimamente por el
pecado de Adán? ¿Siempre que volvemeos a pecar lo ha de pagar este amantísimo
Cordero? ¡Apláquese ya Vuestra Majestad! ¡No miréis nuestros pecados, sino
que nos redimió vuestro sacratísimo Hijo, y sus méritos y los de su Madre
gloriosa...! (C 3, 8). 1780 Si una mujer es muy desgraciada en su
matrimonio y, para que no sepa su marido que lo dice y que se queja, pasa su
desgracia sin comunicarlo con nadie, ¿no pasaremos entre Dios y nosotras
solas, algo de los males que nos da por nuestros pecados? (C 11, 3). 1781 Siempre que oía que decían alguna cosa mala
de mí, veía que se quedaban cortos; porque, aunque yo no había ofendido a
Dios en las mismas cosas que decían, le había ofendido en otras muchas, y
demasiado habían callado éstas... Y si lo miramos bien, nunca nos culpan sin
culpas, pues siempre estamos llenos de ellas, pues siete veces al día cae el
justo (Prv 24, 16), y sería mentira decir que no tenemos pecado (1 Jn 1, 8).
Así que aunque no sea en lo mismo que nos culpan, nunca estamos exentos de
culpa como el buen Jesús (Hb 4, 15) (C 15, 3-4). 1782 ¡Oh, mi Dios, quién pudiera importunaros
mucho y haberos servido mucho para poderos pedir tan gran merced en pago de
mis servicios, pues no dejáis ninguno sin paga! Mas no os he servido, Señor;
antes quizá, soy yo la que os he enojado de manera que por mis pecados vengan
tantos males (C 35, 5). 1783 Estas personas están muy lejos de su propia
estima en ningún aspecto; les gusta que sean conocidos sus pecados y decirlos
cuando ven que tienen estima de ellas (C 36, 40). 1784 ¡Qué dulce será la muerte de quien ha hecho
penitencia de todos sus pecados y no ha de ir al purgatorio! (C 40, 9). 1785 Y se va notando que crece el temor y el amor
de Dios, porque no cometen pecados mortales y por nada del mundo cometerán un
pecado venial con advertencia; y los mortales los temen como el fuego (C 41,
1). 1786 De pecado con plena advertencia por pequeño
que sea Dios nos libre. Yo no se cómo nos atrevemos a enfrentarnos con tan
gran Señor, aunque sea en muy poca cosa. Tanto más cuanto no hay cosa pequeña
contra una tan gran Majestad y sabiendo que nos está mirando. Esto es lo que
yo entiendo por pecado deliberado, y es como si le dijéramos: "Señor,
aunque no os guste haré tal cosa; ya se que lo veis y se que no queréis que
lo haga, pero prefiero seguir mi capricho y gusto que vuestra voluntad (C 41,
3). 1787 Cuando un mundano está muy tranquilo estando
metido en grandes pecados y sosegado en sus vicios y la conciencia no le
remuerde de nada, esta paz ya es señal de que el demonio y él son amigos (Mdt
C 2, 1). 1788 Si tienen lo que necesitan con abundancia y
mucho dinero en el banco, con que se guarden de hacer pecados graves, ya les
parece que está todo hecho (Mdt C 2, 8). 1789 Jamás el mundo ensalza sino para humillar, si
son hijos de Dios los ensalzados. Yo solía afligirme mucho de ver tanta
ceguedad en estas alabanzas y ya me río como si oyese hablar a un loco.
Acordaos de vuestros pecados y si en alguna cosa os dicen la verdad, advertid
que no es vuestro y que estáis obligadas a servir más (Mdt C 2, 14). 1790 Hay una amistad de personas que se guardan de
ofender al Señor mortalmente. Harto han alcanzado según está el mundo. Pero,
aunque se guardan de pecar mortalmente, no dejan de caer de cuando en cuando,
a lo que creo; porque no se les da nada de pecados veniales, aunque cometan
muchos al día y ahí están muy cerca de los mortales. Creyendo que no tienen
pecados grandes, cuando ven a otros juzgan que son muy ruínes. Y puede ser
que sean mucho mejores, porque lloran sus pecados con gran arrepentimiento y
tal vez con mejor propósito que ellos (Mdt C 2, 23). 1791 Cuando la traté comencé a entender que en
ella todo estaba pacífico mientras no se tocaban sus intereses; en esto su
conciencia no hilaba tan fino sino muy grueso. Entendí que tenía tal amor
propio, que no era capaz de perder una puntita de su estima; era tan amiga de
saber y entender y hablar lo uno y lo otro, que yo me espantaba de cómo
aquella persona podía estar una hora sola, y muy amiga de su regalo. Todo esto
lo hacía y lo doraba de tal forma que no lo consideraba pecado. Casi todos la
tenían por santa. Yo no tuve envidia de su santidad, sino que ella y otras
dos almas que he visto, santas a su parecer, me han causado más temor que
cuantas pecadoras he visto (Mdt C 2, 28). 1792 ¿Qué ha de poder un gusano a quien el pecado
lo tiene tan acobardado y miserable, que todas las virtudes las imaginamos
tasadamente como nuestra baja naturaleza? (Mdt C 3, 7). 1793 ¿Qué será este castillo tan resplandeciente y
hermoso (Ap 21, 2-10), esta perla oriental (Mt 13, 45), este árbol de vida
que está plantado en las mismas aguas de la vida (Gn 3, 23; Sal 1, 3; Ap 22,
1; Mt 7, 17) que es Dios, cuando cae en un pecado mortal? No hay tinieblas
más tenebrosas, ni cosa tan oscura y negra que el hombre en pecado no lo esté
mucho más (Mt 22, 13; 8, 12) (I M 2, 1). 1794 Aunque el mismo sol que le daba tanto
resplandor y hermosura todavía está en el centro del alma, para recibir su
luz y hermosura es como si allí no estuviese, siendo tan capaz el alma de
gozar de Su Majestad, como lo es el cristal para que resplandezca en él el
sol. Nada le aprovecha. Y por eso todo lo que haga estando en pecado mortal
es de ningún fruto para alcanzar gloria. Porque al no proceder las buenas
obras de aquel principio que es Dios de donde nuestra virtud es virtud, no
pueden ser agradables a sus ojos pues, en fin, la intención del que hace un
pecado mortal no es contentarle sino agradar al demonio que, como es las
mismas tinieblas, así la pobre del alma queda hecha una misma tiniebla (I M
2, 1). 1795 Yo se de una persona a quien quiso nuestro
Señor manifestar cómo quedaba un alma cuando peca mortalmente. Dice esa
persona que si los que pecan supiesen lo que hacen, nadie pecaría, aunque los
sufrimientos que tuviesen que soportar para huir de las ocasiones fuesen los
más terribles que se pueden imaginar. Y tuvo un inmenso deseo de que todo el
mundo lo comprendiera. Os de a vosotras, hijas, el deseo de rogar mucho a
Dios por lo que están en pecado todos sumergidos en la oscuridad, y así son
sus obras. El alma que por su culpa se aparta de esta fuente y se planta en
otra de muy negrísima agua y de muy mal olor todo lo que nace de ella es la
misma desventura y suciedad. La fuente y aquel sol resplandeciente que está
en el centro del alma no pierden su resplandor y hermosura sino que viven así
siempre dentro del alma y no existe nada que pueda despojarlos de su
hermosura. Mas si un cristal puesto al sol se cubriese con un paño muy negro,
claro está que aunque el sol de en él, su claridad no iluminará el cristal
cubierto (I M 2, 2), 1796 ¡Oh, almas redimidas por la sangre de Jesu!
¡Comprended vuestra grandeza y tened lástima de vosotras! ¿Cómo es posible
que entendiendo esto no procuréis quitar este estiércol de este cristal? ¡Oh,
Jesús, qué pena da ver un alma separada de esta luz!... Oí a un hombre
espiritual que nada de lo que hacía un hombre en pecado mortal le extrañaba;
al contrario, se extrañaba de lo que no hacía. Dios por su misericordia nos
libre de tan gran mal, pues mientras vivimos nada merece el nombre de mal más
que el pecado pues acarrea males eternos para sin fin (I M 2, 14). 1797 Nuestros más grandes amigos y parientes, que
son memoria, entendimiento y voluntad, con quienes siempre hemos de vivir
aunque no queramos, son los que nos han declarado la guerra y nos la hacen
vengándose de la guerra que a ellos les han hecho nuestros vicios (II M 1,
9). 1798 La bienaventuranza que hemos de pedir es
estar ya en seguridad con los bienaventurados; que con estos temores, ¿qué
contento puede tener quien todo su contento es contentar a Dios? Y considerad
que este temor y mucho mayor tenían algunos santos que habían cometido graves
pecados, y no tenemos seguro que nos dará Dios la mano para salir de los
pecados y hacer la penitencia que los santos hicieron (entiéndese del auxilio
particular) (III M 1, 2). 1799 No es bueno que nos turbemos por las
imaginaciones o distracciones ni nos importe padecerlas, que si las causa el
demonio, se cansará con que no le hagamos caso; y si es, como lo es, de la
miseria que nos quedó del pecado de Adán, con otras muchas, tengamos
paciencia y sufrámoslo por amor de Dios (IV M 1, 11). 1800 ¡Oh!, que quedan unos gusanos que no se
manifiestan hasta que, como el que royó la yedra a Jonás (Jon 4, 6), nos han
roído las virtudes con un amor propio, una propia estima, un juzgar a los
hermanos, aunque sea en cosas pequeñas; una falta de caridad con los hermanos
no queriéndolos como a nosotros mismos. Porque aunque a rastras cumplimos con
la obligación para no pecar, no llegamos con mucho a lo que debe hacerse para
estar del todo unidos con la voluntad de Dios (V M 3, 6). 1801 Si son favores y regalos del Señor, mire con
atención si por ello se tiene por mejor y si cuando mayor palabra de regalo
oiga no queda más confundida, crea que no es espíritu de Dios; porque es cosa
muy segura que cuando lo es, mientras mayor merced le hace, el alma se tiene
mucho más en menos y más presentes tiene sus pecados (VI M 3, 17). 1802 Os parecerá que estas almas a quienes el
Señor se comunica tan íntimamente estarán ya tan seguras de que han de
gozarle para siempre, que no tendrán que temer ni llorar sus pecados. Esto
sería un gran engaño, porque el dolor de los pecados crece más mientras más
se recibe de nuestro Dios. Y tengo para mí que hasta que no estemos donde
nada puede causar pena, éste no se quitará (VI M 7, 1). 1803 Esto de los pecados está como un cieno que
siempre parece que se avivan en la memoria, y es harto gran cruz (VI M 7, 2). 1804 Mientras más favorecidas de Su Majestad
andan, más acobardadas y temerosas de sí; y como en estas grandezas suyas (de
él) han conocido más sus miserias y se les hacen más graves sus pecados,
andan muchas veces que no osan alzar los ojos, como el publicano (Lc 18, 13)
(VII M 3, 14). 1805 Tampoco creáis que porque estas almas tienen
tan grandes deseos y determinación de no cometer una imperfección por nada de
este mundo, no caen en muchas, e incluso en pecados (VII M 4, 3). 1806 Soy muy frecuentemente reprendida por mis
faltas -y de manera que me llega a las entrañas- y recibo avisos cuando hay o
puede haber algún peligro en asuntos que trato, que me han hecho harto
provecho, trayéndome los pecados pasados a la memoria muchas veces, lo que me
lastima harto (Cc 1ª, 38). 1807 Me preserva Dios tanto de ofenderle que algunas
veces me espanto pues veo el gran cuidado que tiene de mí sin poner yo en
ello casi nada; habiendo sido un piélago de pecados y maldades antes de
recibir estas mercedes, y creyendo yo que no era dueña de mí para dejarlas de
hacer (Cc 3ª,12). 1808 Estando yo después agradeciendo al Señor tan
gran merced viéndome indigna de ella, decía a Su Majestad con harto
sentimiento que pues me había de hacer semejantes mercedes, por qué me había
dejado de su mano para que fuese tan ruín, porque el día anterior había
tenido gran pena por mis pecados teniéndolos presentes (Cc 14, 2). 1809 Me enseñó también cómo está el alma que está
en pecado sin ningún poder, sino como una persona que estuviese totalmente
atada y enredada y con los ojos tapados que aunque quiere ver no puede ni
puede andar ni oir y en gran oscuridad. Me dieron tanta lástima las almas que
están así que cualquier trabajo me parece ligero para librar una. Me pareció
que si entendieran esto como yo lo ví, no sería posible que nadie quisiera
perder tanto bien ni estar en tanto mal (Cc 21ª, 2-4). 1810 Octava de Todos los Santos, pasé dos o tres
días muy duros por el recuerdo de mis grandes pecados (Cc 44ª, 1). 1811 Si en algo sirve al Señor y las mercedes que
le hacen pasan rápidamente por su memoria y aunque las recuerda muchas veces
no puede detenerse en ellas tanto como en los pecados, que siempre la están
atormentando como un cieno de mal olor. El haber tenido tantos pecados debe
de ser la causa de no tener tentaciones de vanagloria (Cc 53ª, 23). 1812 ¡Oh, Dios de mi alma, qué prisa nos damos a
ofenderos y cómo os la dais Vos mayor a perdonarnos! ¿Qué causa hay, Señor,
para tan desatinado atrevimiento? ¿Será por haber entendido ya vuestra gran
misericordia, y olvidarnos de que es justa vuestra justicia? "Cércaronme
los dolores de la muerte". ¡Oh, oh, oh, qué grave cosa es el pecado, que
bastó para matar a Dios con tantos dolores! 1813 ¡Oh, cristianos!; tiempo es de defender a
vuestro Rey y de acompañarle en tan gran soledad, que son muy pocos los
soldados que le han quedado y mucha la multitud que acompaña a Lucifer; y lo
peor es que se muestran amigos en lo público y le venden en secreto; casi no
halla de quien fiarse. ¡Oh amigo verdadero, qué mal os paga el que os es
traidor! ¡Oh cristianos verdaderos!, ayudad a llorar a vuestro Dios, que
llora no sólo por Lázaro aquellas piadosas lágrimas, sino por los que no
habían de querer resucitar, aunque Su Majestad les diese voces. ¡Oh, Bien
mío, qué presentes teníais las culpas que he cometido contra Vos! Sean ya
acabadas, Señor, sean acabadas y las de todos. Resucitad a estos muertos;
sean vuestras voces, Señor, tan poderosas que aunque no os pidan la vida se
la deis para que después, Dios mío, salgan de la profundidad de sus deleites
(E 10). 1814 No os pidió Lázaro que le resucitaseis; por
una mujer pecadora lo hicisteis. Veisla aquí, Dios mío, y muy mayor;
resplandezca vuestra misericordia; yo, aunque miserable, lo pido por los que
no os lo quieren pedir; ya sabéis, Rey mío, lo que me atormenta verlos tan
olvidados de los grandes tormentos que han de padecer para sin fin si no se
convierten. ¡Oh, los que estáis acostumbrados a deleites y contentos y
regalos y a hacer siempre vuestra voluntad, tened lástima de vosotros!,
acordaos de que habéis de estar sujetos siempre sin fin a las furias infernales.
Mirad, mirad, que os ruega ahora el Juez que os ha de condenar, y que no
tenéis un solo momento segura la vida; ¿por qué no queréis vivir para
siempre? ¡Oh, dureza de corazones humanos! ¡Ablándelos vuestra inmensa
piedad, mi Dios! (E 10). 1815 ¡Oh, mi Dios y mi verdadera fortaleza!; ¿qué
es esto, Señor, que para todo somos cobardes, menos para ir contra Vos? Aquí
se emplean todas las fuerzas de los hijos de Adán, Y si la razón no estuviera
tan ciega, no bastaría la de todos juntos para atreverse a tomar armas contra
su Creador y sostener guerra contínua contra quien los puede hundir en los
abismos en un momento; pero como está ciega, quedan como locos que buscan la
muerte, porque en su imaginación les parece que con ella ganan la vida; en
fin, como gente sin razón, ¿qué podemos hacer, Dios mío, a los que están con
esta enfermedad de locura? Dicen que el mismo mal les hace tener grandes
fuerzas; así son los que se apartan de mi Dios, gente enferma, que toda su
furia la dirigen contra Vos, que les hacéis más bien. 1816 ¡Oh Sabiduría que no se puede comprender!
¡Cómo fue necesario todo el amor que tenéis a vuestras criaturas para poder
sufrir tanto desatino y aguardar a que sanemos y procurarlo con mil maneras
de medios y de remedios! Cosa es que me espanta cuando considero que falta el
esfuerzo para dominarse en algo muy leve y se quieren convencer a sí mismos
de que no pueden aunque quieren apartarse de una ocasión y de un pelgro donde
pierden el alma, y que tengamos esfuerzo y ánimo para atacar a una tan gran
Majestad como sois Vos. ¿Qué es esto, Bien mío, qué es esto?; ¿quién les da
estas fuerzas? ¿Por ventura el capitán a quien siguen en esta batalla contra
Vos, no es vuestro siervo y condenado en el fuego eterno? 1817 ¿Por qué se levanta contra Vos?, ¿cómo da
ánimo el vencido?, ¿cómo siguen al que es tan pobre que le echaron de las
riquezas celestiales? ¿Qué puede dar quien no tiene nada de sí, sino muchas
desventuras? ¿Qué es esto, Dios mío?, ¿qué es esto, mi Creador?, ¿de dónde
vienen estas fuerzas contra Vos y tanta cobardía contra el demonio? Aunque
vos, Príncipe mío, no favorecierais a los vuestros, aunque debíeramos algo a
este príncipe de las tinieblas, no llevaba camino por lo que para siempre nos
tenéis guardado y viendo que todos sus gozos y promesas son falsos y
traidores; ¿qué ha de hacer con nosotros quien se rebeló contra Vos? (E 12). 1818 ¡Oh ceguedad grande, Dios mío!; ¡oh qué
grande ingratitud, Rey mío!; ¡oh qué incurable locura, que sirvamos al
demonio con lo que nos dais Vos, Dios mío, que paguemos el gran amor que nos
tenéis con amar a quien así os aborrece y ha de aborrecer para siempre!; que
la sangre que derramasteis por nosotros y los azotes y grandes dolores que
pasasteis, en lugar de vengar a vuestro Padre Eterno, ya que Vos no queréis venganza
y perdonasteis el gran crimen que se hizo con su Hijo, tomamos por compañeros
y amigos a los que así le trataron. Pues seguimos a su infernal capitán,
claro está que hemos de ser todos uno y vivir siempre en su compañía, si
vuestra piedad no nos remedia devolviéndonos el seso y perdonándonos lo
pasado (E 12). 1819 ¡Oh, mortales!, volved, volved a vosotros,
mirad a vuestro Rey que ahora le hallaréis manso; vuélvanse vuestras furias y
fuerzas contra quien os hace la guerra y os quiere quitar vuestra primogenitura;
tornad, tornad en vosotros, abrid los ojos, pedid con grandes clamores y
lágrimas luz a quien la dio al mundo; daos cuenta, por amor de Dios, de que
vais a matar con todas vuestras fuerzas a quien por daros vida perdió la
suya; mirad quién es el que os defiende de vuestros enemigos. Y si todo eso
no basta, que os baste conocer que no podéis nada contra su poder y que tarde
o temprano habéis de pagar con fuego eterno tan gran desacato y atrevimiento.
¿Es porque veis a esta Majestad atado y ligado con el amor que nos tiene?
¿Qué más hacían los que le dieron muerte, sino después de atado, darle golpes
y heridas? (E 12). 1820 ¡Oh, que no entendemos que el pecado es una
guerra campal contra Dios de todos nuestros sentidos y potencias del alma!;
el que más puede más traiciones inventa contra su Rey (E 14). 1821 ¡Oh, desventurada miseria humana, que
quedaste tal por el pecado, que aun en lo bueno hemos menester tasa y medida
para no dar con nuestra salud en el suelo (F 6, 7). 1822 Es
muy importante comprender que Dios no lleva a todos por el mismo camino y, a
lo mejor, el que cree que va por camino más vulgar, está más alto a los ojos
de Dios. Así que, no porque en esta casa todas hagan oración han de ser todas
contemplativas. Es imposible. Y será motivo de gran desconsuelo para la que
no es contemplativa no entender esta verdad, ya que esto es don de Dios; y
como no es necesario ser contemplativa para salvarse, ni el Señor nos lo pide
con apremio, no vaya a creer que se lo exigirá a nadie; que no por no ser
contemplativa dejará de ser muy perfecta, si hace lo que queda dicho. Al
contrario, es posible que tenga mucho más mérito, porque le cuesta más
trabajo propio la oración y la lleva el Señor como a fuerte y le tiene
reservado todo junto, lo que aquí no goza. No desmaye por eso ni deje la
oración, ni deje de cumplir lo que hacen todas, que a veces viene el Señor
muy tarde y paga tan bien y todo a la vez, tanto como lo que ha ido dando a
otros durante muchos años de oración (C 17, 2). 1823 Yo
estuve más de catorce años sin poder hacer ni siquiera meditación, si no la
hacía apoyándome en la lectura. Habrá muchas personas a las que les ocurrirá
lo mismo y otras que, aunque hagan lectura no podrán meditar, sino sólo rezar
vocalmente, y en esto ocuparán más tiempo (C 17, 3). 1824 Hay
pensamientos tan inestables que no pueden detenerse en una idea, sino que
están siempre desasosegados hasta el punto de que si los quieren forzar para
que piensen en Dios, se escapan a mil disparates y escrúpulos y dudas (C 17,
3). 1825 Yo
conozco a una monja muy mayor, que yo quisiera que mi vida hubiera sido como
la suya, muy santa y penitente y en todo gran monja y de mucha y larga
oración vocal, que nunca ha podido hacer oración mental; lo más que puede
hacer es detenerse poco a poco en el rezo de las avemarías y padrenuestros, y
es muy santa oración. Y hay otras muchas
personas a quienes sucede lo mismo; y, si tienen humildad, no creo que al
final salgan perdiendo, sino estarán muy igualadas con las que tienen muchos
gustos en la oración y con garantía mayor; porque los que tienen gustos no
sabemos si proceden de Dios o los causa el demonio. Y si no son de Dios, son
muy peligrosos, porque el demonio pone mucho empeño en infundirles soberbia;
mas si son de Dios no hay que temer, pues traen humildad consigo (C 17, 3). 1826 Los
que no tienen gustos en la oración andan con humildad sospechando si es por
culpa suya, pero siempre siguiendo pacientemente su camino. Apenas ven que
los otros lloran una lágrima, si ellos no las tienen, les parece que van muy
retrasados en el servicio de Dios y a lo mejor están más adelantados; porque
las lágrimas, aunque son buenas, no todas son perfectas; en cambio, en la
humildad y mortificación y en otras virtudes, siempre hay más seguridad. No
hay que temer, ni tengáis miedo de no llegar a la santidad, como los que son
muy contemplativos (C 17, 4). 1827 Santa
era santa Marta, aunque no dicen que fuera contemplativa; pues ¿qué más
queréis que poder llegar a ser como esta bienaventurada, que mereció tener a
Cristo nuestro Señor tantas veces en su casa, y darle de comer y servirle y
comer en su mesa? Si hubiera estado como 1828 Pues
pensad que esta Congregación es la casa de santa Marta y que ha de haber de
todo; y las que sean llevadas por Dios por la vida activa, no murmuren de las
que se absorben mucho en la contemplación, pues aunque ellas callen porque la
contemplación las hace despreocuparse de sí mismas y de todo, saben que el
Señor las ha de defender (C 17, 5). 1829 Recuerde
que es necesario que haya quien le guise la comida, ténganse dichosas por andar sirviendo como
Marta. Miren que la verdadera humildad consiste en estar muy dispuestos a
contentarse con lo que el Señor quiera hacer con nosotros, y en hallarse
siempre indignos de llamarse sus siervos (C 17, 6). 1830 Pues
si tanto contemplar como hacer oración mental y vocal y cuidar enfermos y
servir en las faenas de la casa, aunque sea en los servicios más humildes,
todo es servir al Huésped que se viene con nosotras a vivir y a comer y a
recrear, ¿que más da hacer una cosa que otra? (C 17, 6). 1831 Esta
es una gran merced que hace el Señor que unifica la vida activa y
contemplativa. En todo lo que hacen sirven al Señor contemplando y trabajando
a la vez; porque la voluntad está en lo que hace, sin saber cómo lo hace y en
su contemplación; la memoria y el entendimiento trabajan como Marta; y así
Marta y María andan juntas. Yo conozco a una
persona a quien el Señor le daba esta oración muchas veces, y no sabía lo que
le pasaba; lo preguntó a un gran contemplativo y le dijo que era muy posible
y que a él también le acaecía. Así que pienso que la razón de que el alma
esté tan satisfecha en esta oración de quietud es que la voluntad está unida
con quien sólo puede satisfacerla (C 31, 5). 1832 De
otro olor son estas flores que las que olemos en la tierra. Entiendo yo aquí
que pide hacer grandes obras en servicio de nuestro Señor y del prójimo, y
por eso se alegra de perder aquel deleite y contento; que aunque es vida más
activa que contemplativa y parece que perderá si le concede esta petición,
cuando el alma está en este estado, nunca dejan de obrar casi juntas Marta y
María; porque en la vida activa y que parece exterior, obra la interior, y
cuando las obras activas salen de esta raiz, son admirables y olorosísimas
flores; porque proceden de este árbol de amor de Dios y por solo El, sin
ningún interés propio, y se difunde el perfume de estas flores para
aprovechar a muchos; y es perfume que dura, no pasa presto, sino que hace
gran operación (Mdt C 7, 3). 1833 Por
eso tengan la precaución de que cuando sintieren esto en sí (embebecimiento
que debilita las fuerzas naturales), díganlo a la priora y distráiganse lo
que puedan, y mándenles que no hagan tantas horas de oración, sino muy poca;
y procure que duerman y coman bien, hasta que vayan recobrando la salud, si
por esta causa se perdió. Si es de
naturaleza tan débil que no le basta esto, créame que no la quiere Dios sino
para la vida activa, que de todo ha de haber en los monasterios; confíenle
trabajo y procuren que no tenga mucha soledad, porque llegará a perder la
salud del todo. Bastante mortificación tendrá ella; aquí quiere probar el
Señor el amor que le tiene en cómo lleva esta ausencia, y El le devolverá la
salud después de algún tiempo; y si no, con oración vocal ganará y con
obedecer, y merecerá lo que había perdido por ahí y quizá más (IV M 3, 13). 1834 Esto
quiero yo que procuremos alcanzar, que deseemos y procuremos la oración no
para gozar, sino para tener estas fuerzas para servir. No pensemos ir por
camino no andado, que al mejor tiempo nos perderemos; y sería bien nuevo
camino pensar conseguir estas mercedes de Dios por otro camino distinto del
que El siguió y por el que han ido todos los santos. No nos pase por el
pensamiento (VII M 4, 14). 1835 Creedme
que Marta y María han de andar juntas para hospedar al Señor y tenerle
siempre consigo y no hacerle mal hospedaje no dándole de comer (Mt 10,
38-39). ¿Como se lo hubiera dado María sentada siempre a sus pies, si su
hermana no le hubiera ayudado? Su manjar es que le acerquemos almas para que
se salven y le alaben siempre de todas las maneras que pudiéremos (VII M 4,
14). 1836 Son
tantas las mercedes que el Señor hace ahora en estas casas que, por una o dos
en cada casa que Dios la lleva por meditación, todas las demás llegan a tener
arrobamientos; a otras hace Dios merced por otro camino, además de esto les
da revelaciones y visiones, que claramente se entiende que son de Dios. No
hay ahora ninguna casa en la que no haya una o dos o tres de éstas. Bien
entendido que no está en esto la santidad, ni es mi intención solamente
alabarlas, sino para que se entienda que no van descaminados los avisos que
quiero decir ( F 4, 8). 1837 Conozco
de vista a algunas personas -aparte de lo que yo he experimentado-, que me
han hecho entender esta verdad, cuando yo estaba con pena grande de ver que
tenían poco tiempo, y así les tenía lástima de verlas siempre ocupadas en
asuntos y en muchas cosas que la obediencia les mandaba; y pensaba yo -y aun
lo decía-, que era imposible que el espíritu pudiera crecer entre tanta
baraúnda. ¡Oh, Señor, cuán diferentes son vuestros caminos de nuestras
imaginaciones, y cómo de un alma que ya está determinada a amaros y
abandonada en vuestras manos, no queréis otra cosa sino que obedezca y se
informe bien de lo que es más servicio vuestro, y eso desee! (F 5, 6). 1838 No
es menester que busque ella los caminos ni que los escoja, pues su voluntad
ya es vuestra. Vos, Señor mío, tomáis ese cuidado de guiarla por donde más
aproveche. Y aunque el superior no tenga esa intención, Vos, Dios mío, la
tenéis y vais disponiendo al alma y los asuntos que se tratan de manera que,
sin entender cómo, nos hallamos con espíritu y con gran aprovechamiento, que
después nos deja espantadas. Hace pocos días,
hablé con una persona a la que la obediencia había tenido casi quince años
tan ocupada en oficios y en gobierno, que no recordaba haber tenido un día
para sí, aunque él procuraba tener lo mejor que podía, algunos ratos de
oración y traer limpia conciencia. Es un alma de las más inclinadas a
obediencia que yo he visto y así la contagia a cuantas trata. Le ha pagado
bien el Señor pues, sin saber cómo, se halló con aquella libertad de espíritu
tan preciada y deseada que tienen los perfectos, en la que se halla toda la
felicidad que en esta vida se puede desear (F 5, 6). 1839 Comencé
a rezar muchas oraciones vocales y a procurar que todas me encomendasen a
Dios, para que me diese el estado en que le había de servir; mas todavía
deseaba que no fuese el de monja (V 3, 2). 1840 En
este tiempo, aunque yo no andaba descuidada de mi remedio, andaba más ganoso
el Señor de disponerme para el estado que me convenía (V 3, 3). 1841 ¡Oh,
válgame Dios! ¡Por qué caminos me andaba Su Majestad preparando para el
estado en que quiso que le sirviera que, sin quererlo yo, me forzó a que me
hiciese fuerza (V 3, 4). 1842 Aunque
mi voluntad no acababa de decidirse a ser monja, vi que era el mejor y más
seguro estado, y así poco a poco me determiné a hacerme fuerza para serlo (V
3, 5). 1843 Me
sugería el demonio que no podría sufrir los trabajos de la vida religiosa,
por ser tan regalada. De estos ataques me defendía con los sufrimientos de
Cristo y no sería mucho, pensaba, que yo pasase algunos por El; que El me
ayudaría a llevarlos... Pasé hartas tentaciones estos días (V 3, 6). 1844 En
estos días que andaba con estas determinaciones, había persuadido a un
hermano mío a que se metiese fraile, diciédole la vanidad del mundo, y nos
comprometimos a irnos un día muy de mañana al monasterio donde estaba mi
amiga..., aunque yo ya estaba dispuesta a irme a cualquier otro donde pudiera
servir más a Dios, o mi padre quisiera; pues miraba ya más el provecho de mi
alma (V 4, 1). 1845 Apenas
tomé el hábito, me dio el Señor a entender cómo favorece a los que se hacen
fuerza para servirle; de mí nadie sospechaba que me costaba tanto (V 4, 2). 1846 Al
cabo de una hora, sentí una gran alegría de haber ingresado en el monasterio,
que nunca, hasta hoy, ha cesado, y cambió Dios la sequedad de mi alma por
grandísima ternura (V 4, 2). 1847 Me
hacían feliz todos los ejercicios de la vida religiosa. Verdad es que las
horas que antes gastaba en engalanarme y embellecerme, las empleaba ahora en
barrer, y cuando me venía a la memoria la libertad conseguida, sentía un
nuevo gozo que yo no podía discernir de dónde procedía (V 4, 2). 1848 Por
esto me parece que me hizo mucho daño no estar en monasterio de clausura;
porque la libertad que lícitamente podían tener las que eran buenas, pues
como no se prometía clausura no tenían obligación, a mí, que soy ruín, seguro
que me hubiera llevado al infierno, si el Señor con tantos remedios y medios
y con mercedes muy particulares suyas, no me hubiera sacado de este peligro. Por eso me parece
que es grandísimo peligro monasterio de mujeres con libertad, y más me parece
paso para ir al infierno las que quieran ser ruínes, que remedio para sus
debilidades (V 7, 3). 1849 ¡Oh,
grandísimo mal!, ¡grandísimo mal de religiosos! -no digo ahora más de mujeres
que de hombres-, donde no hay recogimiento, y donde hay dos caminos en un
mismo monasterio; uno de virtud y otro de relajación y falta de espíritu, y
todos casi se andan por igual; mal he dicho, por igual, que por nuestros
pecados, se sigue más el imperfecto, y como el número de los imperfectos es
mayor, es más favorecido (V 7, 5). 1850 Se
sigue tan poco el camino del verdadero espíritu, que el fraile y la monja que
quieren vivir de veras su vocación han de temer más a los mismos de su casa,
que a todos los demonios; y ha de tener más cautela y disimulo para hablar de
la amistad que desean tener con Dios, que de otras amistades y aficiones, que
el demonio organiza en los monasterios (V 7, 5). 1851 Pensando
qué podría hacer por Dios, creí que lo primero era vivir mi vocación
observando la regla con la mayor perfección que pudiera V 32, 9). 1852 Una
vez, una persona me dijo a mí y a otras, si no seríamos capaces de ser como
las monjas descalzas y fundar un monasterio. Como yo tenía los mismos deseos,
lo comuniqué a aquella señora viuda amiga mía, que también tenía el mismo
deseo. Ella comenzó a hacer planes para dar renta al futuro monasterio (V 32,
10). 1853 Por
otra parte, yo no estaba decidida del todo, porque vivía muy contenta en el
monasterio y muy a gusto en mi celda, que estaba muy bien situada... Un día, después de
comulgar, Su Majestad me mandó, con mucha insistencia, que lo intentara con
todas mis fuerzas...y que Cristo estaría con nosotras y que sería una
estrella que daría gran resplandor, que aunque 1854 Si
hubiera sido yo sola no me importaría nada vivir en pobreza, pues era gran
regalo para mí observar los consejos de Cristo Señor nuestro, porque Su
Majestad ya me había dado grandes deseos de pobreza... Mas temía que, si
el Señor no daba a las demás estos deseos, viviesen descontentas, y que el
ser pobres fuese causa de disipación: porque había visto algunos monasterios
pobres poco observantes, y no me daba cuenta de que la relajación era la
causa de que fueran pobres, y no la pobreza de la relajación; porque ésta no
hace más ricas, ni falta Dios jamás a quien le sirve (V 35, 2). 1855 ¡Oh,
grandeza de Dios!, muchas veces me espantaba cuando lo considero y veo cuán
especialmente quería Su Majestad ayudarme para que se edificara este
rinconcito de Dios, que yo creo que lo es, y morada en que Su Majestad se
deleita, como estando una vez en oración me dijo, que esta casa era paraíso
de su deleite. Y así parece que
Su Majestad ha escogido las almas que ha traído aquí, en cuya compañía yo
vivo con mucha confusión; porque yo no hubiera sabido desearlas mejores, para
vivir en tanta austeridad y pobreza y oración. Y viven con una alegría y
gozo, que todas se sienten indignas de haber merecido ser elegidas (V 35,
12). 1856 Otro
fraile de nuestra Orden, muy buen fraile, estaba muy grave y, estando yo en
misa, me dio un recogimiento y vi que había muerto y subía al cielo sin
entrar en el purgatorio. Entendí que por haber sido fraile que había guardado
bien su profesión, le habían aprovechado las bulas de 1857 Lo
que hemos de pedir a Dios es que, de los buenos cristianos que están en este
castillo o ciudad, no se pase ninguno al enemigo, y que a los capitanes, que
son los predicadores y teólogos, los haga muy santos. Y ya que la mayor parte
de ellos son religiosos, es muy necesario que vivan su vocación con
perfección (C 3, 2). 1858 Y
ya que en el servicio de nuestro Rey no servimos para una cosa ni para otra,
procuremos ser tales que nuestras oraciones sean eficaces para ayudar a estos
siervos de Dios, que con tanto trabajo y tanto esfuerzo y sufrimiento, se han
preparado con letras y virtudes, para poder ayudar ahora al Señor (C 3, 2). 1859 Grandes
e íntimas amistades pocas veces van ordenadas a ayudarse a amar más a Dios,
sino que parece que las engendra el demonio para comenzar a dividir a la
comunidad y para que haya varios partidos en las Ordenes Religiosas. Cuando las grandes
amistades sirven para entregarse mejor a Dios pronto se ve (C 4, 6). 1860 En
cuanto a lo exterior, ya se ve cuán apartadas del todo nos quiere el Señor a
las que aquí nos ha llamado, para acercarnos a El más sin estorbos. ¡Oh, hermanas!,
entended, por amor de Dios, la gran merced que el Señor ha hecho a las que
trajo aquí, y que cada una lo piense bien, pues de solas doce quiso Su
Majestad que fuerais una. ¡Y cuántas mejores que yo, sé que vendrían aquí de
buena gana, y me trajo el Señor a mí,
habiéndolo merecido tan mal! (C 8, 2). 1861 ¡Oh,
si entendiésemos las religiosas el daño que procede de tratar mucho con los
parientes, cómo huiríamos de ellos! Yo no comprende cuál es el consuelo que
nos dan, pues no podemos, ni nos el lícito, gozar de sus diversiones, y
sufrir sus trabajos, sí; ninguno dejan de llorar y algunas veces más que
ellos mismos (C 9, 1). 1862 ¡Y
qué olvidada parece que está hoy la verdad del valor del desprendimiento del
trato con los parientes en las congregaciones religiosas! No se yo qué es lo
que abandonamos del mundo las que decimos que lo hemos dejado todo por Dios,
si no nos apartamos de lo principal, que son los parientes. Hemos llegado al
extremo de que se considera falta de virtud el no querer y amar mucho los
religiosos a sus parientes, y ellos mismos lo dicen, alegando sus propias
razones (C 9, 2). 1863 ¿No
sabéis, hermanas, que la vida del buen religioso, que quiere ser amigo íntimo
de Dios, es un largo martirio? (C 12, 2). 1864 Hay
que discernir la intención de la que ingresa en el monasterio, que no entre
sólo por buscar refugio (como acaecerá a muchas), aunque el Señor puede
purificar esa intención, si es una persona con sentido común (C 14, 1). 1865 Pues
creedme vosotras y que nadie os engañe, enseñándoos otro camino que no sea el
de la oración. No digo yo ahora que haya de ser mental o vocal para todos;
una y otra vais a necesitar: este es el oficio de los religiosos (C 21, 6-7). 1866 Pero
vosotras, hijas, diciendo y haciendo, palabras y obras, como en realidad
parece que hacemos los religiosos (C 32, 8). 1867 Si
se le dice a un religioso que está acostumbrado a vivir libremente y a su
gusto, que ha de dar ejemplo...y que es voluntad de Dios que cumpla sus
votos... y no hay manera de que algunos lo quieran oir, ¿qué ocurriría si el
Señor no hubiera hecho lo más, dándonos el pan de la eucaristía? (C 33, 1). 1868 Cuando
la religiosa comienza a relajarse en cosas pequeñas, y persevera mucho así
sin que le remuerda la conciencia, esa paz es mala, y de ahí puede el demonio
conducirla a mil males, por ejemplo, a faltar a sus constituciones..., a no
ir con cuidado en lo que manda el superior, que ocupa el lugar de Dios...Lo
que digo es que, cuando se cometan estas faltas, se sientan y tengan
conciencia de que han faltado; porque si no, se puede alegrar de esto el
demonio, y poco a poco ir haciendo insensible al alma (Mdt C 2, 2). 1869 ¡Válgame
Dios!, ¿qué hacemos los religiosos en el monasterio?, ¿para qué dejamos el
mundo?, ¿a qué hemos venido?, ¿en qué cosa mejor nos podemos emplear, que en
hacer moradas en nuestras almas a nuestro Esposo y llegar a poderle decir que
nos bese con su boca? Venturosa será la que tal petición hiciere y cuando
venga el Señor no halle su lámpara muerta y, cansado de llamar, se vaya (Mdt
C 2, 5). 1870 Os
parecerá que las que vestimos hábito religioso y hemos dejado todas las cosas
del mundo...por el Señor (aunque sean las redes de san Pedro, que mucho le
parece que da quien da lo que tiene), que ya está todo hecho (III M 1, 8). 1871 Mas
¡ay de nosotros, qué pocos debemos de conseguir la unión con la voluntad de
Dios aunque les parezca que, porque no ofenden a Dios y se han consagrado en
la vida religiosa, ya lo tienen todo hecho! (V M 3, 6). 1872 Será
imposible hacer entender cuán sensible cosa es el padecer del alma y cuán
diferente del del cuerpo, si no se experimenta; y quiere el mismo Señor que
lo entendamos, para que más conozcamos lo mucho que le debemos por habernos
dado esta vocación en la que, por su misericordia, tenemos esperanza de que
nos de ha de librar y perdonar nuestros pecados (VI M 11, 7). 1873 Oigo
decir algunas veces sobre los comienzos de las Ordenes religiosas que, como
eran los cimientos, hacía el Señor mayores mercedes a aquellos santos
nuestros pasados. Y es así, mas habíamos de mirar siempre que somos cimientos
de los que han de venir (F 4, 6). 1874 Cuando
me dijo el género de su vida (Mariano de san Benito), yo le enseñé nuestra
Regla primitiva y le dije que sin tanto trabajo podía ganar todo aquello,
pues era lo mismo, especialmente el vivir del trabajo de sus manos, que era a
lo que él sentía mucha inclinación, diciéndome que el mundo estaba perdido de
codicia y que ésta era la causa de no tener en nada a los religiosos (F 17,
9). 1875 Habiendo
estado tantos años sin saber a qué estado determinarse, pues estaba allí
retirado sin hacer votos con los ermitaños de El Tardón, que tan pronto le
hubiera movido Dios y le hubiera dado a entender lo mucho que le había de
servir en este estado (F 17, 10). 1876 Me
dijo esta hermana que hace casi veinte años, se acostó una noche deseando
encontrar 1877 Hablar
bien de todas las cosas espirituales, como de religiosos, sacerdotes y
ermitaños (Av 2). 1878 Tiene
vuestra merced mucha razón de estar contenta, pues yo creo que no le puede
caber dicha mejor que haberla llamado Dios a un estado en el que, sirviendo a
Su Majestad, se vive con harto más descanso del que se puede imaginar (Cta
229, VIDA, DIOS ES 1879 Sí,
que no matáis a nadie, ¡Vida de todas las vidas!, de los que se fían de Vos, y
de los que os quieren por amigo; sino que sustentáis la vida del cuerpo con
más salud y le dais vida al alma (V 8, 6). 1880 Se
experimenta con mucha más claridad que es Dios quien da la vida a nuestra
alma. Porque le brotan unos secretos afectos muy muchas veces tan vivos, que
no puede ni dudar que nacen de Dios, porque los siente perfectamente el alma,
aunque no los sabe expresar. Mas, es tan fuerte este sentimiento de que goza,
que le hace exclamar, sin poderlo impedir, unas palabras suavísimas: ¡Oh Vida
de mi vida y alimento que me nutres!, y frases semejantes; porque de aquellos
pechos divinos de donde parece que siempre está Dios alimentando al alma,
salen chorros de leche que confortan a todas las gentes del castillo. Parece
que el Señor quiere que gocen algo de lo mucho que el alma goza. Y quiere
también que de aquel río caudaloso adonde se consumió esta fontecica pequeña,
salga algunas veces algún golpe de aquella agua, que alimenta a las potencias
y sentidos que han de prestar servicio a los desposados. Si una persona
cuando estuviera descuidada la bañasen de repente en agua, al verse inundada
¿no lo notaría? Pues así, y aún con mayor certeza se comprenden estas
acciones de la gracia. Pues así como no
nos podría venir un gran golpe de agua si no hubiera manantial de donde
brotara, como he dicho, así se entiende con claridad que hay en lo interior
quien arroje estas saetas y de vida a esta vida, y que hay sol de donde
procede una gran luz, que se envía a las potencias desde el interior del alma
(VII M 2, 7-8). 1881 Estaba
una vez recogida con esta compañía que traigo siempre en el alma, y me
pareció que Dios estaba de tal manera en ella, que me acordé de cuando san
Pedro dijo: "Tú eres , el Hijo de
Dios Vivo"; porque así estaba Dios vivo en mi alma (Cc 41, 1). 1882 Estaba
pensando cuán presente había traído antes a Nuestro Señor, que con tanta
verdad me parecía que es Dios vivo. Pensando esto me dijo muy dentro de mí,
como al lado del corazón, por visión intelectual: "Aquí estoy, pero
quiero que veas lo poco que puedes sin Mí" (Cc 44ª, 3). 1883 ¡Oh,
vida, vida! ¿cómo puedes vivir estando ausente de tu Vida? (E 1). 1884 ¡Oh,
Vida que la dais a todos!, no me neguéis a mí esta agua dulcísima que
prometéis a los que la quieren. Yo la quiero, Señor, y la pido, y vengo a
Vos; no os escondáis, Señor, de mí, pues sabéis mi necesidad y que es
verdadera medicina del alma que se acerca a Vos. ¡Oh, Señor, cuántas clases
de fuego hay en esta vida! Unos consumen el alma, otros la purifican, para
que viva siempre gozando de Vos. ¡Oh, fuentes vivas
de las llagas de mi Dios, cómo manaréis siempre con gran abundancia para
nuestro sustento y qué seguro irá por los peligros de esta miserable vida el
que procure alimentarse de este divino licor! (E 9). 1885 Aquella
Vida de arriba, que es hasta que esta
vida muera no se goza estando
viva (P 2) 1886 Sea
por todo alabado y bendito, que así paga con eterna vida y gloria la pequeñez
de nuestras obras y las hace grandes siendo de pequeño valor (F 10, 5). 1887 Cuando
comencé a andar a gatas, alababa a Dios. Pasé todos los dolores con gran
conformidad, con gran alegría; pues todo me parecía nonada, comparado con los
dolores y tormentos del principio. Estaba muy conforme con 1888 Este
es nuestro engaño, no abandonarnos del todo a lo que el Señor hace, que sabe
mejor lo que nos conviene. (V 6, 5). 1889 Podría
decir lo que san Pablo, aunque no con la misma perfección, que "no vivo
yo, sino que Vos, Creador mío, vivís en mí" (Gal 2, 20), pues creo que
ya hace algunos años que me tenéis de vuestra mano y me veo con deseos y
determinaciones, y he experimentado en estos años muchas cosas, que no hago
ni una pequeña cosa contra vuestra voluntad, aunque debo de hacer hartas
ofensas a Vuestra Majestad sin advertencia (V 6, 9). 1890 Si
El quiere que crezcan estas plantas y flores a unos dando agua sacada del
pozo, y a otros sin agua, ¿qué me importa a mí? Haced Vos, Señor, lo que
quisiereis, que no os ofenda yo, que no se pierdan las virtudes, si alguna me
habéis dado ya, por sola vuestra voluntad (V 11, 13; CN 7). 1891 Aquí
hay que dejarse del todo en los brazos de Dios: si quiere llevarla al cielo,
vaya; si al infierno, no tiene pena como vaya con su Bien; si acabar del todo
la vida, eso quiere; haga Su Majestad del alma como de cosa propia; ya que no
es suya, se ha dado del todo al Señor; descúidese del todo (V 17, 2; CN 7). 1892 He
aquí al hortelano convertido en gobernador de la fortaleza; no quiere más que
hacer la voluntad del Señor; no quiere ser dueño de sí, ni de nada, ni de una
fruta de esta huerta, para que, si hay en ella algo de bueno, lo reparta Su
Majestad. De ahora en adelante no quiere tener cosa propia, sino que el Señor
disponga de todo conforme a su gloria y a su voluntad (V 20, 23; CN 10). 1893 Yo
deseo servir a este Señor; no pretendo otra cosa sino agradarle; no quiero
alegría, ni descanso, ni otro bien más que hacer la voluntad de Dios (V 25,
19). 1894 El
Señor me deje atinar en cumplir su voluntad (V 26, 6). 1895 Haga
el Señor, pues es poderoso y si quiere puede, que acierte yo a hacer su
voluntad en todo (V 40, 24). 1896 El
Señor ponga sus manos en todo lo que diga, para que se haga según su
voluntad, ya que estos son siempre mis deseos, aunque las obras sean
imperfectas como yo (C pról 2) 1897 ¡Oh
buen Jesús! ¡Con cuánta claridad habéis manifestado que sois uno con el
Padre, y que vuestra voluntad es la suya y la suya vuestra (C 27, 4). 1898 Y
en la contemplación perfecta no podemos hacer nada nosotros, ni podemos conseguirla
trabajando, ni negociando, ni con ninguna actividad nuestra; más bien todo
esto estorba y nos impide decir "hágase tu voluntad"; cúmplase,
Señor, en mi vuestra voluntad de todos los modos y maneras queVos, Señor mío,
queráis; si queréis con trabajos, dadme fuerza y vengan; si con persecuciones
y enfermedades y deshonras y pobrezas, aquí estoy, no volveré el rostro,
Padre mío, ni es justo que vuelva las espaldas (C 32, 10). 1899 El
Señor vio que era difícil cumplir lo ofrecido, porque, si se le dice a un rico
sibarita, que es voluntad de Dios que tenga cuenta de moderar su plato para
que otros que mueren de hambre puedan al menos comer pan, dará mil razones
para demostrar que no lo entiende y poder seguir haciendo su capricho. Y si
se le dice a un murmurador que es voluntad de Dios que quiera para su prójimo
lo mismo que para sí, no tiene paciencia para soportarlo, ni habrá razones
suficientes que se lo hagan entender. Y si se le dice a un religioso, que
está acostumbrado a vivir libremente y a su gusto, que ha de dar ejemplo y
que ha de vivir lo que ha jurado y prometido, y que es voluntad de Dios que
cumpla sus votos y que, si da escándalo, aunque no los quebrante del todo,
peca contra ellos y ya que ha prometido pobreza que la guarde sin rodeos, que
eso es lo que el Señor quiere, no lo entenderá (C 33,1). 1900 ¡Qué
diferente es la vida que el Rey le ha revelado, de la que tiene que vivir en
este mundo! ¡Cómo no ha de desear la muerte! ¡Cuán diferente es la
inclinación de nuestra voluntad a lo que es la voluntad de Dios! Ella quiere
que queramos la verdad, y nosotros queremos la mentira; quiere que queramos
lo eterno, y en el mundo nos inclinamos a lo que se acaba; quiere que
queramos cosas grandes y elevadas, y aquí queremos las caducas y las de la
tierra; querría que quiséramos lo seguro y aquí amamos lo engañoso (C 42, 4). 1901 ¡Oh,
qué dicha tan grande será alcanzar esta merced! pues es unirse con la
voluntad de Dios, de manera que no haya división entre El y ella, sino que
sean una misma voluntad; no por palabras, no por solos deseos, sino puesto
por obra, de manera que, entendiendo que sirve más a su Esposo en una cosa,
tenga tanto amor y deseo de contentarle, que no escuche las razones que le
dará el entendimiento, ni los temores que le pondrá, sino que deje obrar a la
fe de manera que no mire su provecho ni descanso, sino que acabe ya de
entender que en esto está todo su provecho. (Mdt C 3, 1). 1902 Toda
la pretensión de quien comienza a hacer oración -y no olvide esto, que es muy
importante- ha de ser trabajar y determinarse y disponer con todo el ingenio
y solicitud que pueda, que su voluntad se conforme con la de Dios; y estad
muy ciertos de que en esto consiste toda la mayor perfección que se puede
alcanzar en el camino espiritual. Quien más perfectamente tuviere esto, más
recibirá del Señor y más adelantado está en este camino; no penséis que hay
aquí más complicaciones ni cosas abstractas y rebuscadas, que en esto
consiste todo bien. Pues si erramos ya en el comienzo queriendo en seguida
que el Señor haga nuestra voluntad y que nos lleve por donde imaginamos, ¿qué
firmeza tendrá este edificio? (II M 1, 8). 1903 Y
creedme, que no está el problema en llevar hábito religioso o no, sino en
procurar ejercitar las virtudes y rendir nuestra voluntad a la de Dios en
todo y que el orden de nuestra vida sea el que Su Majestad ordenare en ella,
y no queramos nosotros que se haga nuestra voluntad sino la suya (Lc 22 42;
Mt 6, 10) (III M 2, 6). 1904 ¡Oh
gran deleite, padecer en hacer la voluntad de Dios! (V M 2, 14). 1905 ¿Qué
pensáis, hijas, que es voluntad de Dios? Que seamos del todo perfectas; que
para ser con El y con el Padre como Su Majestad le pidió (Jn 17, 22), daos
cuenta de lo que nos falta. Acá solas estas dos cosas nos pide el Señor: Amor
a Su Majestad y al prójimo. Por esto debemos luchar. Guardando estas dos
cosas con perfección hacemos su voluntad y así estaremos unidas con El (V M
3, 7). 1906 Me
preguntaréis o tendréis duda sobre dos cuestiones: la primera que, si está el
alma tan anclada en la voluntad de Dios como queda dicho, cómo se puede
engañar, pues ella no quiere hacer su voluntad en nada. Respondiendo a lo
primero, digo, que si el alma está siempre asida a la voluntad de Dios, está
claro que no se perderá; mas viene el demonio con sus sutilezas grandes, y
debajo de color de bien la va desquiciando en cosas pequeñas y metiendo en
algunas circunstancias que él le persuade de que no son malas, y poco a poco
va oscureciendo el entendimiento y enfriando la voluntad y haciendo crecer en
ella el amor propio, hasta que de una caida a otra, la va apartando de la
voluntad de Dios y llevando a la suya (V M 4, 7-8). 1907 Es
mucho atrevimiento que yo quiera escoger el camino sin saber el que conviene
más, sino dejar al Señor que me conoce, que me lleve por el que conviene,
para que en todo haga su voluntad (VI M 9, 16). 1908 De
estas mercedes hace el Señor al alma, porque como a verdadera esposa que ya
está determinada a hacer en todo su voluntad, le quiere dar alguna noticia de
en qué la ha de cumplir y de sus grandezas (VI M 10, 9). 1909 Estando
pensando si tenían razón los que les parecía mal que yo saliese a fundar, que
estaría mejor ocupándome siempre en oración, entendí: "Mientras se vive,
no está la ganancia en procurar gozar más, sino en hacer mi Voluntad"
(Cc 16ª). 1910 ¡Oh,
alma mía!, deja hacer la voluntad de tu Dios; eso te conviene; sirve y espera
en su misericordia, que remediará tu pena cuando la penitencia de tus culpas
haya ganado algún perdón de ellas; no quieras gozar sin padecer (E 6). 1911 Vuestra
soy, para Vos nací, ¿Qué mandáis hacer de mí? Soberana Majestad, Eterna Sabiduría, Bondad buena al alma mía; Dios, alteza, un ser,
bondad, La gran vileza mirad Que hoy os canta amor así, ¿Qué mandáis hacer de mí? Vuestra soy, pues me
criasteis, Vuestra, pues me
redimisteis, Vuestra, pues me
sufristeis, Vuestra, pues me
llamasteis, Vuestra, pues me
conservasteis, Vuestra, pues no me perdí, ¿Qué mandáis hacer de mí? ¿Qué mandáis, pues, buen
Señor, Que haga tan vil criado? ¿Cuál oficio le habéis dado A este esclavo pecador? Veisme aquí, mi dulce Amor, Amor dulce, veisme aquí ¿Qué madáis hacer de mí? Veis aquí mi corazón, yo lo pongo en vuestra
palma, Mi cuerpo, mi vida y alma, Mis entrañas y afición; Dulce Esposo y redención, Pues por vuestra me ofrecí, ¿Qué mandáis hacer de mí? Dadme riqueza o pobreza, Dad consuelo o desconsuelo, Dadme alegría o tristeza, Dadme infierno o dadme
cielo, Vida dulce, sol sin velo, Pues del todo me rendí ¿Qué mandáis hacer de mí? Si queréis, dadme oración, Si no, dadme sequedad, Si abundancia o devoción, Y si no, esterilidad. Soberana Majestad, Sólo hallo paz aquí. Qué mandáis hacer de mí? Dadme pues, sabiduría, por amor ignorancia, Dadme años de abundancia, de hambre y carestía; Dad tiniebla o claro día, Revolvedme aquí o allí, ¿Qué mandáis hacer de mí? Si queréis que esté
holgando, Quiero por amor holgar. Si me mandáis trabajar, Morir quiero trabajando. Decid ¿dónde, cómo y
cuándo? Decid, dulce Amor, decid, ¿Qué mandáis hacer de mí? Dadme Calvario o Tabor, Desierto o tierra abundosa, Sea Job en el dolor, Juan que al pecho reposa; Sea viña fructuosa estéril, si cumple así. ¿Qué mandáis hacer de mí? Sea José puesto en cadenas,
de Egipto Adelantado, David sufriendo penas, ya David encumbrado. Sea Jonás anegado, libertado de allí. ¿Qué mandáis hacer de mí? Esté callando o hablando, Haga fruto o no lo haga, Múestreme Goce de Evangelio blando; Esté penando o gozando, Sólo Vos en mi vivid. ¿Qué mandáis hacer de mí? Vuestra soy, para Vos nací, ¿Qué mandáis hacer de mí?
(P 2). 1912 La
suma perfección está en tener nuestra voluntad tan conforme con la de Dios,
que ninguna cosa entendamos que quiere, que no la queramos con toda nuestra
voluntad, y tan alegremente tomemos lo sabroso como lo amargo, entendiendo
que lo quiere Su Majestad. Esto es difilísimo, no el hacerlo, sino el
contentarnos con lo que contradice nuestra voluntad según el instinto, y
difícil de conocer. Mas esta fuerza tiene el amor si es perfecto, que olvidamos
nuestro contento por contentar a quien amamos. Y verdaderamente es así, que
aunque sean grandísimos los trabajos, entendiendo que contentamos a Dios con
ellos, se nos hacen dulces. Y de esta manera aman los que han soportado las
persecuciones y deshonras y agravios (F 5, 10). 1913 Quedará
bien pagado el dejar el gusto de la soledad y yo os digo, que no por falta de
ella dejaréis de disponeros para alcanzar esta verdadera unión que es hacer
nuestra voluntad una con la de Dios (F 27, 15). 1914 De
ninguna manera hubiera hecho nada ni lo he hecho en estas fundaciones, si yo
hubiera tenido conciencia de desviarme un punto de 1915 Y
déjense en las manos de Dios para que cumpla su Voluntad en ellas, que ésta
es la perfección, y lo demás podría ser tentación (Cta 60, 1916 Nunca
nos venga bien contra 1917 Harta
merced le hace Dios en soportar tan bien la falta de oración, que es señal de
que está rendido a su Voluntad, que éste creo que es el mayor bien que trae
consigo la oración (Cta 182, 13). 1918 De
este Rey somos todos vasallos. Quiera Su Majestad que los del Hijo y los de 1919 Si
hubiésemos de ir escogiendo los sufrimientos que queremos y dejando los
otros, no imitaríamos a nuestro Esposo que, a pesar de sentir tanto en la
oración del Huerto su Pasión, al final dijo: "Hágase tu Voluntad".
Esta voluntad hemos menester hacer siempre, y haga El lo que quisiere de
nosotros (Cta 287, |
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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |