Comentario personal al poema de San Juan de la Cruz “Sin arrimo y con arrimo” Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Nuevamente, me atrevo a comentar lo
que me hace reflexionar esta poesía de San Juan de la Cruz. Alguien me dijo
que no siendo erudito en temas filológicos era muy audaz hacerlo, pero lo que
no hago es un análisis en el plano lingüístico, sino de lo que me provoca en
mi interior deleitarme con su lectura y lo que a mí me dice. El santo, era un
hombre sencillo, y no creo que haya compuesto sus poesías para el análisis de
sabios y eruditos, sino para cantarle a su amado y ha tenido la fineza de
dejarnos esta bella Glosa, para compartir los estados de su alma enamorada de
Dios. No obstante, los amantes de la filología, pueden seguir realizando sus
análisis lingüísticos y en el plano estilístico que a ellos les interese,
pero sin olvidar que san Juan de la Cruz, escribe a los enamorados. No obstante, gozando
cada verso con una lectura, constatamos que el santo comenta el mismo su
primer verso “sin arrimo y con arrimo” en
la primera estrofa, del segundo verso “sin luz y a oscuras viviendo”,
en la segunda estrofa y del tercer verso “todo me voy consumiendo” en la
tercera estrofa. Me parece que si pensamos qué cosas
nos son difíciles para el alma, llegamos a la conclusión que es tener una
gran confianza en Dios para salir adelante cuando se siente un vacío casi
insuperable de llenar y se atemoriza por las tormentas de la vida. ¿Qué nos
pasa? Y nos es cuestión de si estamos
cerca o lejos del Señor. El ejemplo está en un relato evangélico de Lucas. Dice
sobre el temor en los íntimos amigos de Jesús, que mientras ellos navegaban,
el Señor se durmió y cuando estaban en peligro, por una borrasca, le
despertaron: « ¡Maestro, Maestro, que perecemos! ». El, despertándose, calmó
la tormenta y les dijo: « ¿Dónde está vuestra fe? » (Cfr. Lc 8,25) Lo más seguro es que no hay cosa
creada en la que nos podamos apoyar cuando estamos en las dificultades de la
noche, pero si las hay nos apoyamos y
depositamos toda nuestra confianza en Dios. Por eso creo que el santo nos dice
en este poema en el que nos dice el poeta-místico que nos podemos encontrar “Sin arrimo y con
arrimo.” Los hombres siempre
tenemos algunas contrariedades que nos producen decepciones, algunas veces
contamos con ellas y otras veces no contamos, es decir tenemos apoyo y no
tenemos apoyo, como lo que el santo dice; “Sin arrimo y con
arrimo.” Del mismo modo muchas
veces no sabemos si nos van a corresponder en nuestro amor, entonces parece
que nuestra vida languidece lentamente, como dice el santo: “sin luz y a
obscuras viviendo”, y desde nuestro interior nos vamos consumiendo. Pero ahí está la
diferencia, como en el relato evangélico de Lucas que he mencionado, no nos damos cuenta que el Señor siempre
está junto a nosotros y en él tenemos el apoyo que buscamos, la luz que
deseamos, y la vida interior que nos regala. Canta el santo poeta en Subida a Monte Carmelo: “claro está
que la fe es noche oscura para el alma, y de esta manera nos da luz: cuanto
más nos oscurece más luz nos da de sí” (2S 3,4) Canta
el poeta: Primera
estrofa, vive con
el apoyo de su amado, una sabrosa vida arrimada solo por su Dios. 1. Mi alma está desasida
El santo, a mi entender,
reflexionando más sobre sus versos, experimentando el fuego del amor, a la
vez unitivo y purificador, dice; “Mi alma está desasida,” es decir desprendida. ¿De
qué? De lo efímero, de lo pasajero, “de
toda cosa criada”; y añade “y sobre sí levantada./ y en una sabrosa vida / sólo en su Dios
arrimada”. Me parece que habla de un estado muy espiritual, libre de tantas
servidumbres en el sentido de decir lo bien que está el alma cuando viviendo la
vida de Dios, el Amante-Amado. Lo mismo nos dice en Llama de Amor: “Desembarazar el alma y ponerla en
soledad y ociosidad, de manera que no esté atada a alguna noticia particular
de arriba o de abajo, o con codicia de algún jugo o gusto, o de alguna otra
aprehensión”. (LB 3,46). Esto es, según el verso del poema comentado: “y en una sabrosa vida sólo en su Dios arrimada”. Canta el salmista; “Pues tú eres mi esperanza, Señor, mi
confianza desde mi juventud. En ti tengo mi apoyo desde el seno…. tú eres mi
seguro refugio”, (Sal 71, 5-6) Es así como entendemos su estado de decir: “la cosa que más
estimo, que mi alma se ve ya sin arrimo y con arrimo, es decir con apoyo y
sin apoyo, deleitándose cuando su amor
es correspondido y justificándose cuando su amor no está correspondido. Segunda
estrofa, en
ausencia del amado, aunque el día sea clarísimo, se siente como “sin luz y a oscuras
viviendo.” 2. Y, aunque tinieblas padezco 2. Ciertamente, vemos en el santo una necesidad de
expresar sus experiencias espirituales, y lo hace recurriendo a las expresiones
poéticas del amor humano. Parece ahora sentir un abandono del rostro de Dios.
Me recuerda un verso de Job: “no
he desaparecido en las tinieblas, pero él ha cubierto de oscuridad mi
rostro.” (Job 23,17), y canta el salmista: ¡Alza sobre nosotros la luz de tu
rostro! Señor” (Sal 4,7). En un claro
día, padece de obscuridades; sin luz y a oscuras viviendo. Nuevamente el santo
nos introduce en sus oscuridades, donde el alma se siente angustiada, y como
nos enseñan los entendidos en San Juan de la Cruz, en esta desolación, es
sumergida el alma por Dios, para desprenderla de todo lo que no es Él. Pero en
esta noche, también se realiza la unión con Dios, solo que no se experimenta. Por eso canta el santo
padre San Juan de la Cruz: “si de luz carezco, tengo vida celestial; porque
el amor da tal vida, cuando más ciego va siendo, que tiene al alma
rendida”. El mismo canta también en: “sea Dios servido darme su divina
luz, porque es bien menester (necesario) en noche tan oscura” (N 7,5) Y dice
el profeta “al alma afligida dejas saciada, resplandecerá en las tinieblas tu
luz, y lo oscuro de ti será como mediodía.” (Is 58, 10), es decir, alumbrará
Dios el alma. Dice el santo; tengo
vida celestial.” San Pablo, recodando de los peligros que le salvó Dios, le
escribe a Timoteo; “El
Señor me librará de toda obra mala y me salvará guardándome para su Reino
celestial.” (2 Tim 4,18). Algunos nos vamos conformando con esta patria
terrena, pero el autor de la carta a los hebreos dice que algunos: “aspiran a
una mejor, (vida) a la celestial.” (Hb 11,16) El santo nos recuerda que Dios
da tal vida, por eso dice; “el amor (Dios) da tal vida” Se pregunta el sabio;
¿Habéis visto al amor
de mi alma? (Cant 3,3) y sigue; Apenas habíalos pasado cuando encontré al
amor de mi alma. (Cant 3,4) Añado del santo: “cuando más ciego va siendo, que
tiene al alma rendida”. Mejor
es lo que los ojos ven que lo que el alma desea. (Eclesiastés 6,7) Tercera
estrofa, no le
queda al poeta otra opción que abandonarse; “sin quedar cosa, todo me voy
consumiendo” 3. Hace tal obra el amor 3. Parece que se detiene el poeta en
el amor humano cuando expresa los versos de “Sin arrimo y con arrimo”, “sin luz y a
oscuras viviendo”, “todo me voy
consumiendo.” Quizá quiere expresar esta experiencia anímica en la que se
encuentra subyugando lo inexplicable del lenguaje místico a algo más
humanitario. Deduzco esto porque en el primero verso se plantea una situación
“sin” y “con”, sin el apoyo del rostro del amado y con el apoyo, “sin arrimo
y con arrimo.” Luego parece que el amado sigue ausente, porque dice “sin luz
y a oscuras viviendo.” Dice el santo; “Hace
tal obra el amor (Dios) después que le conocí”. El evangelista nos dice; “Mirad qué amor nos ha tenido el
Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!” (1 Jn 3,1), ¿Y qué hijo
que conoce el bien que le hace su padre no le ama?.
El santo nos recita; “que, si hay bien o mal en mí, todo lo hace de un
sabor, y al alma transforma en sí.” El alma transformada del santo se nos
muestra encendido de amor. Entonces en este tercer verso, no le queda más que
abandonarse a contemplar cómo se consume: “todo me voy consumiendo”, ¿Es esto
un volar alto hacia el término de la vida terrenal, deseando pronto la vida
celestial?, ¿Cómo también lo deseaba el apóstol Pablo cuando dice; “pues para mí la vida es Cristo, y la
muerte, una ganancia.”? (Filp 1,21) Nos deja el poema en
el silencio que
experimenta el alma. Este silencio es presencia de Dios, que se comunica en
el alma pasiva y secretamente, tan contiguamente arrimado, (con arrimo) es
decir con tal cercanía que oscurece y silencia cualquier otra cosa que no sea
El; y como la verdad de Dios es tan ajena a todo lo que el alma ha conocido
hasta ahora; “sin luz y a oscuras viviendo”, es que el santo
canta; “sin quedar cosa, todo me voy consumiendo.” Es un silencio tan callado, que
parece embelesar al alma sumiéndola en su abismo secreto y que queda fuera de
sí de todo para colocarla en una profundísima y dilatadísima soledad, como
algo infinito que por ninguna parte se le ve fin. Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Escrito con la ayuda del P. Maximiliano Herráiz G., en Ávila, Pascua
2016 |