“ENTREME DONDE NO SUPE” COMENTARIO PERSONAL AL POEMA DE SAN JUAN DE LA CRUZ Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Ya he comentado que la poesía de san Juan de la
Cruz no me deja indiferente. He leído y releído ya no sé cuántas veces este
poema y me dice desde mi interior muchas cosas difíciles comentar. Pero lo
bueno es la invitación a releer sus comentarios tratados en Subida de Monte
Carmelo y sus declaraciones en Noche Oscura, Cántico Espiritual o Llama de
Amor. Todas las aclaraciones a este poema están allí, pero cada uno puede
decir según sentir místico, cual es el comentario que responde a este poema. Canta
el poeta místico: Entréme
(¿Entróme?) donde no supe, y
quedéme no sabiendo, toda ciencia trascendiendo. El santo dice “Entréme”, pero contemplando el poema, me atrevo a pensar que es
“Entróme”, lo explico más adelante. Me parece que entrar y salir, puede
designar algo parecido, se entra por la puerta y se sale por ella. Se sale
del vientre de la madre y se entra al mundo. Así comienza la vida del hombre.
Que sale de donde se sabía que estaba (el vientre materno) y se entra donde
no se sabía (el mundo). o “Entróme quien me vive
dentro y me llama a su intimidad de amor en el “palacio” que él creó para sí,
según palabra de Teresa. Y así termina la experiencia en la tierra. Se sale
de este mundo y se entra en el eterno (la pascua), pero no se sabe dónde,
porque no le conocemos con los ojos humanos donde se entra, pero por fe,
sabemos dónde entraremos y con mayor certeza si hemos oído y creído la
palabra de Cristo: “el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado,
tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a
la vida.” (Jn 5,24) “Entréme” en
mí me, dice que me entró en sí mismo. Entrar “en” mí también supone un
misterio, y si me quedo, es porque me gusta quedarme. Aunque no sepa a
primeras donde estoy. El santo dice “Yo
no supe donde entraba.” El recién nacido sale y no sabe dónde entra, pero
cuando se ve en los brazos de la madre, ahí se queda. Y San Juan dirá en la
primera estrofa; “cuando allí me vi”. Canta
el salmista: “mantengo mi alma en paz y silencio como niño destetado en el
regazo de su madre.” (Sal 131, 2) Cuando el alma se une a Dios, se queda
fuera del tiempo y del espacio. Cuando
el alma entra a la unión, no quiere
salir de allí y grandes cosas gusta y entiende. Ciertamente, adentrándose en sí
mismo, vamos saliéndonos de donde no está Dios viviendo en nuestra intimidad.
En sus meditaciones con Dios, decía San Agustín; “No te hallaba yo, Señor, de
fuera, porque mal te buscaba de fuera a ti que estabas dentro.” Y añade San
Juan de la Cruz: “Está, pues, en el alma escondido, y allí le ha de buscar el
buen contemplativo, diciendo: “¿Adónde te escondiste?” (C 1,4). Recita el
santo; “Y quedéme no sabiendo.” El santo nos hace retener en la
memoria; “¿Adónde te escondiste, Amado?” (CA), porque no sabe dónde está,
porque se quedó “no
sabiendo”. ¿Por
ignorancia? Comenta San
Juan del Cruz en Noche; “cuando el alma va aprovechando más, va a oscuras y
no sabiendo. Por tanto, siendo, como habemos dicho, Dios el maestro y guía de
este ciego del alma bien puede ella, ya que le ha venido a entender, como
aquí decimos, con verdad alegrarse y decir
“a oscuras y segura” (2N 16,8).
Y pone el santo su estribillo; “Toda ciencia trascendiendo” [superando]. Dice el santo en Noche; “Esto da muy bien a entender el mismo
profeta Isaías, diciendo: ¿A quién enseñará Dios su ciencia y a quién hará
oír su audición?(28, 9)” (N 12,5). Me parece que el sentido de este poema se
descubre releyéndolo muchas veces y repasándole junto con otras declaraciones
de santo en Subida de Monte Carmelo, Noche Oscura y Cántico Espiritual. Canta el poeta, primera
estrofa: 1.
Yo no supe dónde entraba, pero,
cuando allí me vi, sin
saber dónde me estaba, grandes
cosas entendí; no diré
lo que sentí, que me
quedé no sabiendo, toda ciencia trascendiendo. 1. Este poema de San Juan de la Cruz, me invita a pensar cómo los
sentidos pasan desde la experiencia de no saber a la sabiduría pura. Si nos
proponemos un viaje hacia nuestro interior, hacemos un pequeño esfuerzo
humano, nuestra mente se va aquietando, parece que se nos apaciguan los
sentidos, se nos reduce el pensar, se nos calma el entendimiento y se nos
sosiega el ego. Y cuando finalmente, nuestra agilidad mental queda
espontáneamente pasiva, entra la acción divina. Y me parece que en vez de “Entréme”, ahora podemos decir; “Entróme”, me entró, me adentró en mí, donde habita y se celebra la
comunión amistosa, la unión. Y en ese estado, como dice el santo más adelante
(estrofa 3); “se quedó mi sentido de
todo sentir privado”. Allí ahora nos encontramos, sin discernimientos, ni
ideologías, ni actividad del intelecto o del yo propio. Todo lo que llenaba
nuestra mente han finalizado, no nos queda otra cosa que la consciencia a
solas con Él: “en profunda soledad”,
(de mi mundo externo, superficial, pero en compañía de El: soledad acompañada.
Claro, si experimentamos esto por primera vez, nos parece que entramos en lo
desconocido y decimos como el santo “Yo
no supe dónde entraba, pero, cuando allí me vi, sin saber dónde me estaba, grandes cosas
entendí”. Cuando entramos en el misterio, no
sabemos bien qué encontraremos, aunque entremos buscando lo que creemos por
fe y esperamos disfrutar. “Aquí estoy, porque me has llamado” y
frente al silencio seguir diciendo; “¡Habla, que tu siervo escucha!” (Cfr 1
Sam 3,5) Pero, cuando nos damos cuenta dónde estamos, como
dice el santo; “pero, cuando allí me vi, sin saber dónde me estaba, grandes
cosas entendí”. Entendió porque escuchó al amado diciéndole:
“Oíd, porque tengo que
hablar de grandes cosas” (1S 4,8). El evangelio nos recuerda en diversos
relatos; “Quien tenga oídos para oír, que oiga” (Mc 4,9). Pero no solo hay
que oír, además hay que sentir, aunque eso lo guardemos para nuestra
intimidad. El santo recita en este poema; “no diré lo que sentí”. En Cántico Espiritual comenta; “el alma que lo experimenta, como ve
que se le queda por entender aquello de que altamente siente, llámalo un no
sé qué, porque así como no se entiende, así tampoco se sabe decir, aunque,
como he dicho, se sabe sentir.” (C 7,10) Siegue el poeta; “que me quedé no sabiendo”. Expone el santo en el libro Subida; “para venir el alma a unirse con la
sabiduría de Dios, antes ha de ir no sabiendo que por saber.” (1S 4,5). Y
sigue: “toda
ciencia trascendiendo”, es
decir toda la sabiduría que viene de Él, se está comunicando. Segunda
estrofa: 2. De paz y de piedad era la ciencia perfecta, en profunda soledad entendida, vía recta; era cosa tan secreta, que me quedé balbuciendo, toda ciencia trascendiendo. 2. Pero entonces ahora, ya puedo experimentar un
estado nuevo. El amado lo ha provocado, ha entrado en mí y donde no supe,
pero sé que está ahí, porque me da total paz y perfección, es así como se
siente mi alma, como dice le santo;
“De paz y de piedad era la ciencia perfecta”. Comenta el santo en Noche;
“Esto lo da muy bien a
entender el mismo profeta Isaías (Is 28, 9), diciendo: ¿A quién enseñará Dios
su ciencia y a quién hará oír su audición? (N 12,5). Declara San Juan de la Cruz en Noche
Oscura (¿”en
profunda soledad”, de las
cosas que queda el alma?);
“porque la contemplación es ciencia de amor, la cual, como habemos dicho, es
noticia infusa de Dios amorosa, que juntamente va ilustrando y enamorando el
alma, hasta subirla de grado hasta Dios, su Criador, porque sólo el amor es
el que une y junta al alma con Dios.” (2N 18,5). Dice San Juan de la Cruz; “Era Ciencia perfecta en profunda
soledad” y dice en cantico; “alabar la soledad en que antes el alma quiso
vivir, diciendo cómo fue medio para en ella hallar y gozar a su Amado a solas
de todas las penas y fatigas que antes tenía” (C 35,2) Esto es algo que se
hace “Entendida”, es decir,
concebida, pensada, creída y por “vía
recta” en única dirección, en ausencia de cosas ajenas, en contemplación,
recibiendo solo del divino amado, infusa de Dios, y como; “era cosa tan secreta, que me quedé
balbuciendo”, musitando, mascullando. Como dice en Subida; “sabiduría de Dios secreta; porque es
secreta al mismo entendimiento que la recibe”. Comenta en Cantico; “el
espíritu en esta contemplación está en soledad de todas las cosas, desnudo de
todas ellas, ni consiente en sí otra cosa que soledad en Dios. (C 14,24) Y
sigue: “toda
ciencia trascendiendo”, es
decir todas las sabidurías que viene de Él, se está notificando. Tercera
estrofa: 3. Estaba tan embebido, 3. Me parece que en esta estrofa, el santo nos
declara que su conciencia experimenta una tranquilidad incondicional,
empapado de esos contentos que no desean nada mayor que eso que experimenta y
lo deja embelesado y realizado, por eso dice; “Estaba
tan embebido, tan absorto y ajenado” (enajenado). Ciertamente, el santo nos habla de
su experiencia personal; “que se quedó mi sentido de todo sentir privado”,
puedo suponer que se quedó como paralizado, sin “poder ya meditar ni discurrir en el sentido de la
imaginación” (N 9,8) Como cuando escuchamos una bella melodía, que nos traen
suavidad del alma, como expresa San Juan de la Cruz al comentar Cántico
Espiritual; “porque así como la música de las liras llena el ánimo de
suavidad y recreación, (de manera que tiene el ánimo tan embebecido y
suspenso que le tiene ajenado de penas y sinsabores)” (C 29,10). Y añado por
mi cuenta, “estando ya mi casa sosegada”. Recita el
poeta; “el espíritu dotado de un
entender no entendiendo.” Algo
que me supera comentar, es el privilegio que se da el santo con términos como
“un entender no entendiendo”,
y me invita a crear un comprender no comprendiendo, un saber no sabiendo etc.
Entender puede ser deducir, comprender, captar, y no entendiendo puede ser no
concibiendo. Yo puedo entender lo que se me dice, pero no concibo lo que se
me ha dicho. El alma muchas veces solo entiende de amor, y no concibe que no
esté dotado de él. Será por eso que dice “el
espíritu dotado de un entender no entendiendo.” Cuarta
estrofa: 4. El que allí llega de vero 4. Desde el primer verso, sabemos que
el tema principal del poema es la contemplación. El santo define en Noche
Oscura; “Porque contemplación no es otra cosa que infusión secreta, pacífica
y amorosa de Dios, que, si la dan lugar, inflama al alma en espíritu de amor”
(N 10,5). Aquí en esta estrofa dice que el “allí llega de vero (verdad), de sí mismo desfallece.” ¿Y cuando
uno desfallece? En el comentario que hace el santo en Noche Oscura, dice que
se desfallece por estar enfermo de amor por el amado; “que, si encontrares a
mi Amado, le digáis que estoy enferma de amores. Pero esta enfermedad no es
para muerte, sino para la gloria de Dios, porque en esta enfermedad
desfallece el alma al pecado y a todas las cosas que no son Dios, por el
mismo Dios” (2N 19, 1). El arrobamiento, hace al hombre
salir de sí, hay abandono de todos los sentidos y, además, de "sí mismo". Las fuerzas
humanas lo abandonan por una fuerza superior. "En mí yo no vivo
ya", dice el santo en Coplas del alma que pena por ver a Dios, y también
dice; “y sin Dios vivir no puedo”,
con la misma verdad o idea de ese desfallecimiento o abandono de sí
mismo. Como cuanto canta en Noche (verso 8), “Cesó todo y dejéme". Por
eso luego dice en el poema; “cuanto sabía primero mucho bajo le parece”, donde creo que, como místico, el santo hace una comparación,
de los dos saberes: él pone en un lugar superior el saber místico, [saber por
amor, por experiencia]. En comparación con este conocimiento por amor halla bajo al saber racional. Y lo que él
dice es que el conocimiento o saber
[ciencia] por amor, trasciende y se
supera la ciencia por conocimiento racional. La superioridad de esta ciencia
mística, está consiste en la fascinación
que produce en el alma lo que llama Sabiduría
Divina. Quinta
estrofa: 5. Cuanto más alto se sube, 5. Los místicos, siempre descubren,
conocen a Dios de una forma muy distinta de
la que le conocen racionalmente. A la primera, llamamos “sabiduría”, a
la manera de la fe, comunión de vida, sin discurrir con nuestra mente,
“conocimiento oscuro y secreto”, porque excede nuestra
capacidad racional natura, aunque después los místicos traten comunicarnos su
conocimiento en símbolos y terminología propia de la cultura y de la religión
que profesan. El místico conoce a Dios por experiencia de Dios y hace una
síntesis del mensaje después de interiorizar todo lo que, gratis, recibe de
Él. (Cfr Mt 10.8) En la experiencia mística, el alma goza, y sufre en las etapas de acento purificativo, que el poeta Juan de la cruz llama “Noche
oscura”. El santo nos enseña que; “el
alma que hubiere de subir a este monte de perfección a comunicar con Dios, no
sólo ha de renunciar todas las cosas y dejarlas abajo”, (1S 5,6), sino que
dice también que “en este camino el
bajar es subir, y el subir, bajar, pues el que se humilla es ensalzado, y el
que se ensalza, humillado” (2N 18,2) ¿Pero porque dice en esta poesía; “¿Cuánto
más alto se sube, tanto menos se entendía? ”,
hay que seguir con el verso siguiente para saber qué es lo que no
entiende, “qué es la
tenebrosa nube que a la noche oscurecía.” El santo nos habla en Subida de
una nube tenebrosa y alumbradora (2S 3,4), explicando: “Admirable cosa es
que, siendo tenebrosa, alumbrase la noche; esto era porque la fe, que es nube
oscura y tenebrosa para el alma -la cual es también noche, pues, en presencia
de la fe, de su luz natural queda privada y ciega-, con su tiniebla alumbra y
da luz a la tiniebla del alma.” (2S 3,5).
Porque así convenía que fuese semejante al maestro el discípulo (Lc.
6, 40). “Porque el hombre, que está en tiniebla, no podía convenientemente
ser alumbrado sino por otra tiniebla.” (2S 3,5) Luego nos explica san Juan de
la Cruz que el día rebosa y respira palabra al día, y la noche muestra
ciencia a la noche. “Que, hablando más claro, quiere decir: el día, que es
Dios, en la bienaventuranza, donde ya es de día, a los bienaventurados
ángeles y almas que ya son día, les comunica y pronuncia la Palabra, que es
su Hijo, para que la sepan y la gocen. Y la noche, que es la fe, en la
iglesia militante, donde aún es de noche, muestra ciencia a la Iglesia y, por
consiguiente, a cualquiera alma, la cual le es noche, pues está privada de la
clara sabiduría beatifica; y en presencia de la fe, de su luz natural está
ciega.” (2S 3,5) y así termina la estrofa recitando; “por eso quien la sabía,
queda siempre no sabiendo, toda ciencia trascendiendo.” Sexta
estrofa: 6. Este saber no sabiendo 6. En esta estrofa, san Juan de la
Cruz, es consecuente con lo que va diciendo en los comentarios a sus otros
poemas como Subida al Monte Carmelo y Cántico Espiritual. En esta estrofa
canta el santo poeta; “Este saber no
sabiendo es de tan alto poder”. En Subida dice: “para venir el alma a
unirse con la sabiduría de Dios, antes ha de ir no sabiendo que por saber.”
(1S 4,5). Antes nos ha dicho que “toda alma que hiciese caso de todo su saber
y habilidad para venir a unirse con la sabiduría de Dios, sumamente es
ignorante delante de Dios, y quedará muy lejos de ella. Porque la ignorancia
no sabe qué cosa es sabiduría” (1S 4,5) Sigue el
poema; “que los sabios arguyendo jamás
le pueden vencer; que no llega su saber” Me parece que “este
saber” es un saber para el místico y luego cuando dice; “no sabiendo”, es para la razón. “Los sabios arguyendo”, me parece que
está pensando en los letrados, filósofos, y aquellos que son amigos de la
polémica. A eso que; “jamás le
pueden vencer”, (superar) aunque sean estudiosos de las mismas cosas que se
les ha dado a conocer a los místicos por experiencia de Dios y por fe, y que son “de tan alto poder”. Pero la supremacía .de la
contemplación no está en la razón. Dice el santo místico, que; “para llegar a
él, (Dios) antes ha de ir no entendiendo que queriendo entender,” (1S 8,5).
En Cántico Espiritual dice: “Esta noche en que el alma desea ver estas cosas,
es la contemplación, porque la contemplación es oscura que por eso la llaman
por otro nombre mística teología, que quiere decir sabiduría escondida y
secreta de Dios, en la cual, sin ruido de palabras enseña Dios ocultísima y
secretísimamente al alma, sin ella saber cómo; lo cual algunos espirituales
llaman entender no entendiendo.” (C 38,9). Reza el Hijo amado: “Yo te
bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas
cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños.” (Mt 11,25) Séptima
estrofa: 7. Y es de tan alta excelencia 7. El santo místico
reafirma la superioridad y la alta excelencia del sumo conocimiento
del alma que Dios le ha otorgado. Y sigue: “Y es de tan alta excelencia aqueste (este) sumo saber”. Que explica en Subida: “está claro que para mover Dios al
alma y levantarla del fin y extremo de su bajeza al otro fin y extremo de su
alteza (alta excelencia) en su divina unión, halo de hacer ordenadamente y
suavemente y al modo de la misma alma.” (2S 17,3); también nos dice en el mismo
capítulo que, como el modo de su conocer y saber sea por los sentidos,
de aquí es que, para levantar Dios al alma al sumo conocimiento, para hacerlo
suavemente ha de comenzar y tocar desde el bajo fin y extremo de los sentidos
del alma, para así irla llevando al modo de ella hasta el otro fin de su
sabiduría espiritual, que no cae en sentido. Por lo cual, la lleva primero
instruyendo por formas e imágenes y vías sensibles a su modo de entender,
ahora naturales, ahora sobrenaturales, y por discursos, a ese sumo espíritu
de Dios. “aqueste sumo saber, que no hay facultad ni ciencia que la puedan
emprender”. Me parece que
en esta estrofa siguen ampliando los conceptos de la estrofa anterior.
Y no hay sabio capaz de vencer, ni ciencia que pueda hacerlo ni ningún poder
que lo haga. Sigue el poema; “quien se supiere vencer con un no saber
sabiendo, irá siempre trascendiendo.” Es siempre la lucha del místico por la fe contra el que solo quiere
saber racionalmente. Dice el sabio; “mi corazón ha contemplado mucha
sabiduría y ciencia. He aplicado mi corazón a conocer la sabiduría”
(Eclesiastés 1,16) Octava
estrofa: 8. Y, si lo queréis oír, 8. Hemos llegado a la última
estrofa, en la que el santo nos propone en lo que consiste esta ciencia
“secreta”: “consiste esta suma ciencia”:
es “un subido sentir de la divinal esencia.” Esta “divinal
esencia” está siempre en la poesía de San Juan de la Cruz. “Y,
si lo queréis oír”: “para
oír a Dios le conviene al alma estar muy en pie” (N12, 5). Se pregunta “¿A quién enseñará Dios su
ciencia y a quién hará oír su audición?” (N12, 5). Responde en Jesús: “En el
cual Hijo de Dios están escondidos todos los tesoros de sabiduría y ciencia
de Dios. Los cuales tesoros de sabiduría serán para ti muy más altos y
sabrosos y provechosos que las cosas que tú querías saber.” (2S 22,6) Declara en Noche que “la
contemplación es ciencia de amor, la cual, como habemos dicho, es noticia
infusa de Dios amorosa, que juntamente va ilustrando y enamorando el alma,
hasta subirla de grado hasta Dios, su Criador, porque sólo el amor es el que
une y junta al alma con Dios.” (2N
18,5). Es lo que dice en el poeta que comento: “Y, si lo queréis oír, consiste
esta suma ciencia en un subido sentir de la divinal esencia/ es obra de su
clemencia hacer quedar no entendiendo”.
Dios “ama con bondad; y siendo santo, sientes que te ama y hace
mercedes con santidad; y siendo él justo, sientes que te ama y hace mercedes
justamente; siendo él misericordioso, piadoso y clemente, sientes su
misericordia y piedad y clemencia; y siendo fuerte y subido y delicado ser,
sientes que te ama fuerte, subida y delicadamente; y como sea limpio y puro,
sientes que con pureza y limpieza te ama, “toda ciencia trascendiendo.” “Que se
purgue (purifique) iluminándose el alma con este fuego de sabiduría amorosa (porque
nunca da Dios sabiduría mística sin amor, pues el mismo amor la infunde)” (2N 12,2) Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Escrito con la asistencia del P. Maximiliano
Herráiz G. OCD En Ávila, Pascua 2016 S= Subida
a Monte Carmelo N= Noche
Oscura C= Cantico
Espiritual |