ÍNDICE DE LA NOCHE
OSCURA
PRÓLOGO
CANCIONES DEL ALMA
LIBRO PRIMERO
Comienza la declaración de las
canciones que tratan del modo y manera que tiene el alma en el camino de la
unión del amor con Dios, por el padre fray Juan de la Cruz.
CAPÍTULO 1
Pone el primer verso y comienza a
tratar de las imperfecciones de los principiantes.
CAPÍTULO 2
De algunas imperfecciones
espirituales que tienen los principiantes acerca del hábito de la soberbia.
CAPÍTULO 3
De algunas imperfecciones que
suelen tener algunos de éstos acerca del segundo vicio capital, que es la
avaricia, espiritualmente hablando.
CAPÍTULO 4
De otras imperfecciones que suelen
tener estos principiantes acerca del tercer vicio, que es lujuria.
CAPÍTULO 5
De las imperfecciones en que caen
los principiantes acerca del vicio de la ira.
CAPÍTULO 6
De las imperfecciones acerca de la
gula espiritual.
CAPÍTULO 7
De las imperfecciones acerca de la
envidia y acidia espiritual.
CAPÍTULO 8
En que se declara el primer verso
de la primera canción y se comienza a explicar esta noche oscura.
CAPÍTULO 9
De las señales en que se conocerá
que el espiritual va por el camino de esta noche y purgación sensitiva.
CAPÍTULO 10
Del modo que se han de haber éstos
en esta noche oscura.
CAPÍTULO 11
Decláranse los tres versos de la canción.
CAPÍTULO 12
De los provechos que causa en el
alma esta noche.
CAPÍTULO 13
De otros provechos que causa en el
alma esta noche del sentido.
CAPÍTULO 14
En que se declara el último verso
de la primera canción.
PRÓLOGO
En este libro se ponen primero todas las canciones
que se han de declarar. Después se declara cada canción de por sí, poniendo
cada una de ellas antes de su declaración, y luego se va declarando cada
verso de por sí, poniéndole también al principio.
En las dos primeras canciones se declaran los
efectos de las dos purgaciones espirituales de la parte sensitiva del hombre
y de la espiritual. En las otras seis se declaran varios y admirables efectos
de la iluminación espiritual y unión de amor con Dios.
CANCIONES DEL ALMA
1. En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.
2. A oscuras
y segura,
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
3. En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
4. Aquésta me guiaba
más cierto que la luz de mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
5. ¡Oh noche que guiaste!
¡oh noche amable más que el alborada!
¡oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!
6. En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
7. El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
8. Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
FIN
Comienza la declaración de las canciones que tratan
del modo y manera que tiene el alma en el camino de la unión del amor con
Dios, por el padre fray Juan de la Cruz.
Antes que entremos en la declaración de estas
canciones, conviene saber aquí que el alma las dice estando ya en la
perfección, que es la unión de amor con Dios, habiendo ya pasado por los
estrechos trabajos y aprietos, mediante el ejercicio espiritual del camino
estrecho de la vida eterna que dice nuestro Salvador en el Evangelio (Mt. 7,
74), por el cual camino ordinariamente pasa para llegar a esta alta y dichosa
unión con Dios. El cual por ser tan estrecho y por ser tan pocos los que
entran por él, como también dice el mismo Señor (Mt. 7, 14), tiene el alma por
gran dicha y ventura haber pasado por él a la dicha perfección de amor, como
ella lo canta en esta primera canción, llamando noche oscura con harta
propiedad a este camino estrecho, como se declarará adelante en los versos de
la dicha canción.
Dice, pues, el alma, gozosa de haber pasado por
este angosto camino de donde tanto bien se le siguió, en esta manera:
LIBRO PRIMERO
En que se trata de la noche del sentido.
CANCIÓN 1ª
En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.
DECLARACIÓN
1. Cuenta el alma en esta primera canción el modo y
manera que tuvo en salir, según la afición, de sí y de todas las cosas,
muriendo por verdadera mortificación a todas ellas y a sí misma, para venir a
vivir vida de amor dulce y sabrosa con Dios. Y dice
que este salir de sí y de todas las cosas fue una noche oscura, que aquí
entiende por la contemplación purgativa, como después se dirá, la cual
pasivamente causa en el alma la dicha negación de sí misma y de todas las
cosas.
2. Y esta salida dice ella aquí que pudo hacer con
la fuerza y calor que para ello le dio el amor de su Esposo en la dicha
contemplación oscura. En lo cual encarece la buena dicha que tuvo en caminar
a Dios por esta noche con tan próspero suceso que ninguno de los tres
enemigos, que son mundo, demonio y carne, que son los que siempre contrarían
este camino, se lo pudiese impedir; por cuanto la dicha noche de
contemplación purificativa hizo adormecer y
amortiguar en la casa de su sensualidad todas las pasiones y apetitos según
sus apetitos y movimientos contrarios. Dice, pues, el verso:
En una noche oscura.
CAPÍTULO 1
Pone el primer verso y comienza a tratar de las
imperfecciones de los principiantes.
1. En esta noche oscura comienzan a entrar las
almas cuando Dios las va sacando de estado de principiantes, que es de los
que meditan en el camino espiritual, y las comienza a poner en el de los
aprovechantes, que es ya el de los contemplativos, para que, pasando por
aquí, lleguen al estado de los perfectos, que es el de la divina unión del
alma con Dios. Por tanto, para entender y declarar mejor qué noche sea ésta
por que el alma pasa, y por qué causa la pone Dios en ella, primero convendrá
tocar aquí algunas propiedades de los principiantes. Lo cual, aunque será con
la brevedad que pudiere, no dejará también de servir a los mismos
principiantes, para que, entendiendo la flaqueza del estado que llevan, se
animen y deseen que los ponga Dios en esta noche, donde se fortalece y confirma
el alma en las virtudes y para los inestimables deleites del amor de Dios. Y,
aunque nos detengamos un poco, no será más de lo que basta para tratar luego
de esta noche oscura.
2. Es, pues, de saber que el alma, después que
determinadamente se convierte a servir a Dios, ordinariamente la va Dios
criando en espíritu y regalando, al modo que la amorosa madre hace al niño
tierno, al cual al calor de sus pechos le calienta, y con leche sabrosa y
manjar blando y dulce le cría, y en sus brazos le trae y le regala. Pero, a
la medida que va creciendo, le va la madre quitando el regalo y, escondiendo
el tierno amor, pone el amargo acíbar en el dulce pecho, y, abajándole de los
brazos, le hace andar por su pie, porque, perdiendo las propiedades de niño,
se dé a cosas más grandes y sustanciales. La amorosa madre de la gracia de
Dios, luego que por nuevo calor y hervor de servir a Dios reengendra al alma,
eso mismo hace con ella; porque la hace hallar dulce y sabrosa la leche
espiritual sin algún trabajo suyo en todas las cosas de Dios, y en los
ejercicios espirituales gran gusto, porque le da Dios aquí su pecho de amor
tierno, bien así como a niño tierno (1 Pe. 2, 23).
3. Por tanto, su deleite halla pasarse grandes
ratos en oración, y por ventura las noches enteras; sus gustos son las
penitencias, sus contentos los ayunos, y sus consuelos usar de los
sacramentos y comunicar en las cosas divinas; las cuales cosas, aunque con
grande eficacia y porfía asisten a ellas y las usan y tratan con grande
cuidado los espirituales, hablando espiritualmente, comúnmente se han muy
flaca e imperfectamente en ellas. Porque, como son movidos a estas cosas y
ejercicios espirituales por el consuelo y gusto que allí hallan, y, como
también ellos no están habilitados por ejercicios de fuerte lucha en las
virtudes, acerca de estas sus obras espirituales tienen muchas faltas e
imperfecciones; porque, al fin, cada uno obra conforme al hábito de
perfección que tiene; y, como éstos no han tenido lugar de adquirir los
hábitos fuertes, de necesidad han de obrar como flacos niños, flacamente.
Lo cual para que más claramente se vea, y cuán
faltos van estos principiantes en las virtudes acerca de lo que con el dicho
gusto con facilidad obran, irémoslo notando por los
siete vicios capitales, diciendo algunas de las muchas imperfecciones que en
cada uno de ellos tienen, en que se verá claro cuán de niños es el obrar que
éstos obran; y veráse también cuántos bienes trae
consigo la noche oscura de que luego habemos de tratar, pues de todas estas
imperfecciones limpia al alma y la purifica.
CAPÍTULO 2
De algunas imperfecciones espirituales que tienen
los principiantes acerca del hábito de la soberbia.
1. Como estos principiantes se sienten tan
fervorosos y diligentes en las cosas espirituales y ejercicios devotos, de
esta propiedad (aunque es verdad que las cosas santas de suyo humillan) por
su imperfección les nace muchas veces cierto ramo de soberbia oculta, de
donde vienen a tener alguna satisfacción de sus obras y de sí mismos. Y de
aquí también les nace cierta gana algo vana, y a veces muy vana, de hablar
cosas espirituales delante de otros, y aun a veces de enseñarlas más que de
aprenderlas, y condenan en su corazón a otros cuando no los ven con la manera
de devoción que ellos querrían, y aun a veces lo dicen de palabra,
pareciéndose en esto al fariseo, que se jactaba alabando a Dios sobre las
obras que hacía, y despreciando al publicano (Lc. 18, 1112).
2. A estos
muchas veces los acrecienta el demonio el fervor y gana de hacer más estas y
otras obras porque les vaya creciendo la soberbia y presunción. Porque sabe
muy bien el demonio que todas estas obras y virtudes que obran, no solamente
no les valen nada, mas antes se les vuelven en vicio. Y a tanto mal suelen
llegar algunos de éstos, que no querrían que pareciese bueno otro sino ellos;
y así, con la obra y palabra, cuando se ofrece, les condenan y detraen,
mirando la motica en el ojo de su hermano, y no
considerando la viga que está en el suyo (Mt.7,37);
cuelan el mosquito ajeno y tráganse su camello (Mt.
23, 24).
3. A veces
también, cuando sus maestros espirituales, como son confesores y prelados, no
les aprueban su espíritu y modo de proceder (porque tienen gana que estimen y
alaben sus cosas), juzgan que no los entienden el espíritu, o que ellos no
son espirituales, pues no aprueban aquello y condescienden con ello. Y así,
luego desean y procuran tratar con otro que cuadre con su gusto; porque
ordinariamente desean tratar su espíritu con aquellos que entienden que han
de alabar y estimar sus cosas, y huyen, como de la muerte, de aquellos que se
los deshacen para ponerlos en camino seguro, y aun a veces toman ojeriza con
ellos. Presumiendo, suelen proponer mucho y hacen muy poco. Tienen algunas
veces gana de que los otros entiendan su espíritu y su devoción, y para esto
a veces hacen muestras exteriores de movimientos, suspiros y otras
ceremonias; y, a veces, algunos arrobamientos, en público más que en secreto,
a los cuales les ayuda el demonio, y tienen complacencia en que les entiendan
aquello, y muchas veces codicia.
4. Muchos quieren preceder y privar con los
confesores, y de aquí les nacen mil envidias y desquietudes.
Tienen empacho de decir sus pecados desnudos porque no los tengan sus
confesores en menos, y vanlos coloreando porque no
parezcan tan malos, lo cual más es irse a excusar que a acusar. Y a veces
buscan otro confesor para decir lo malo porque el otro no piense que tienen
nada malo, sino bueno; y así, siempre gustan de decirle lo bueno, y a veces
por términos que parezca antes más de lo que es que menos, con gana de que le
parezca bueno, como quiera que fuera más humildad, como lo diremos,
deshacerlo y tener gana que ni él ni nadie lo tuviesen en algo.
5. También algunos de éstos tienen en poco sus
faltas, y otras veces se entristecen demasiado de verse caer en ellas,
pensando que ya habían de ser santos, y se enojan contra sí mismos con
impaciencia, lo cual es otra imperfección. Tienen muchas veces grandes ansias
con Dios porque les quite sus imperfecciones y faltas, más por verse sin la
molestia de ellas en paz que por Dios; no mirando que, si se las quitase, por
ventura se harían más soberbios y presuntuosos. Son enemigos de alabar a
otros y amigos que los alaben, y a veces lo pretenden; en lo cual son
semejantes a las vírgenes locas, que, teniendo sus lámparas muertas, buscaban
óleo por de fuera (Mt. 25, 8).
6. De estas imperfecciones algunos llegan a tener
muchas muy intensamente, y a mucho mal en ellas; pero algunos tienen menos,
algunos más, y algunos solos primeros movimientos o poco más; y apenas hay
algunos de estos principiantes que al tiempo de estos fervores no caigan en
algo de esto.
Pero los que en este tiempo van en perfección, muy
de otra manera proceden y con muy diferente temple de espíritu; porque se
aprovechan y edifican mucho con la humildad, no sólo teniendo sus propias
cosas en nada, mas con muy poca satisfacción de sí; a todos los demás tienen
por muy mejores, y les suelen tener una santa envidia, con gana de servir a
Dios como ellos; porque, cuanto más fervor llevan y cuantas más obras hacen y
gusto tienen en ellas, como van en humildad, tanto más conocen lo mucho que
Dios merece y lo poco que es todo cuanto hacen por él; y así, cuanto más
hacen, tanto menos se satisfacen. Que tanto es lo que de caridad y amor
querrían hacer por él, que todo lo que hacen no les parezca nada; y tanto les
solicita, ocupa y embebe este cuidado de amor, que nunca advierten en si los
demás hacen o no hacen; y si advierten, todo es, como digo, creyendo que
todos los demás son muy mejores que ellos. De donde, teniéndose en poco,
tienen gana también que los demás los tengan en poco y que los deshagan y
desestimen sus cosas. Y tienen más, que, aunque se los quieran alabar y
estimar, en ninguna manera lo pueden creer, y les parece cosa extraña decir
de ellos aquellos bienes.
7. Estos, con mucha tranquilidad y humildad, tienen
gran deseo que les enseñe cualquiera que los pueda aprovechar; harta
contraria cosa de la que tienen los que habemos dicho arriba, que lo querrían
ellos enseñar todo, y aun cuando parece les enseñan algo, ellos mismos toman
la palabra de la boca como que ya se lo saben. Pero éstos, estando muy lejos
de querer ser maestros de nadie, están muy prontos de caminar y echar por
otro camino del que llevan, si se lo mandaren, porque nunca piensan que
aciertan en nada. De que alaben a los demás se gozan; sólo tienen pena de que
no sirven a Dios como ellos.
No tienen gana de decir sus cosas, porque las
tienen en tan poco, que aun a sus maestros espirituales tienen vergüenza de
decirlas, pareciéndoles que no son cosas que merezcan hacer lenguaje de
ellas. Más gana tienen de decir sus faltas y pecados, o que los entiendan,
que no sus virtudes; y así se inclinan más a tratar su alma con quien en
menos tienen sus cosas y su espíritu, lo cual es propiedad de espíritu
sencillo, puro y verdadero, y muy agradable a Dios. Porque, como mora en
estas humildes almas el espíritu sabio de Dios, luego las mueve e inclina a
guardar adentro sus tesoros en secreto y echar afuera sus males. Porque da
Dios a los humildes, junto con las demás virtudes, esta gracia, así como a
los soberbios la niega (Sab. 4, 6).
8. Darán éstos la sangre de su corazón a quien
sirve a Dios, y ayudarán, cuanto esto es en sí, a que le sirvan. En las
imperfecciones que se ven caer, con humildad se sufren, y con blandura de
espíritu y temor amoroso de Dios, esperando en él.
Pero almas que al principio caminen con esta manera
de perfección, entiendo son, como queda dicho, las menos
y muy pocas; que ya nos contentaríamos que no cayesen en las cosas
contrarias. Que, por eso, como después diremos, pone Dios en la noche oscura
a los que quiere purificar de todas estas imperfecciones para llevarlos
adelante.
CAPÍTULO 3
De algunas imperfecciones que suelen tener algunos
de éstos acerca del segundo vicio capital, que es la avaricia,
espiritualmente hablando.
1. Tienen muchos de estos principiantes también a
veces mucha avaricia espiritual, porque apenas les verán contentos en el espíritu
que Dios les da; andan muy desconsolados y quejosos porque no hallan el
consuelo que querrían en las cosas espirituales. Muchos no se acaban de
hartar de oír consejos y aprender preceptos espirituales y tener y leer
muchos libros que traten de eso, y váseles más en
esto el tiempo que en obrar la mortificación y perfección de la pobreza
interior de espíritu que deben. Porque, a más de esto, se cargan de imágenes
y rosarios bien curiosos; ahora dejan unos, ya toman otros; ahora truecan,
ahora destruecan; ya los quieren de esta manera, ya de esotra, aficionándose
más a esta cruz que a aquélla, por ser más curiosa. Y veréis a otros arreados
de "agnusdeis" y reliquias y nóminas,
como los niños de dijes.
En lo cual yo condeno la propiedad de corazón y el
asimiento que tienen al modo, multitud y curiosidad de cosas, por cuanto es
muy contra la pobreza de espíritu, que sólo mira en la sustancia de la
devoción, aprovechándose sólo de aquello que basta para ella, y cansándose de
esotra multiplicidad y de la curiosidad de ella; pues que la verdadera
devoción ha de salir del corazón, sólo en la verdad y sustancia de lo que
representan las cosas espirituales, y todo lo demás es asimiento y propiedad
de imperfección, que, para pasar a alguna manera de perfección, es necesario
que se acabe el tal apetito.
2. Yo conocí una persona que más de diez años se
aprovechó de una cruz hecha toscamente de un ramo bendito, clavada con un
alfiler retorcida alrededor, y nunca la había dejado, trayéndola consigo
hasta que yo se la tomé; y no era persona de poca razón y entendimiento. Y vi otra que rezaba por cuentas que eran de huesos de las
espinas del pescado, cuya devoción es cierto que por
eso no era de menos quilates delante de Dios; pues se ve claro que éstos no
la tenían en la hechura y valor.
Los que van, pues, bien encaminados desde estos
principios, no se asen a los instrumentos visibles, ni se cargan de ellos, ni
se les da nada de saber más de lo que conviene saber para obrar; porque sólo
ponen los ojos en ponerse bien con Dios y agradarle, y en esto es su codicia.
Y así con gran largueza dan cuanto tienen, y su gusto es saberse quedar sin
ello por Dios y por la caridad del prójimo, no me da más que sean cosas
espirituales que temporales; porque, como digo, sólo ponen los ojos en las
veras de la perfección interior: dar a Dios gusto, y no a sí mismo en nada.
3. Pero de estas imperfecciones tampoco, como de
las demás, no se puede el alma purificar cumplidamente hasta que Dios le
ponga en la pasiva purgación de aquella oscura noche que luego diremos. Mas
conviene al alma, en cuanto pudiere, procurar de su parte hacer por
perfeccionarse, porque merezca que Dios le ponga en aquella divina cura,
donde sana el alma de todo lo que ella no alcanzaba a remediarse; porque, por
más que el alma se ayude, no puede ella activamente purificarse de manera que
esté dispuesta en la menor parte para la divina unión de perfección de amor,
si Dios no toma la mano y la purga en aquel fuego oscuro para ella, cómo y de
la manera que habemos de decir.
CAPÍTULO 4
De otras imperfecciones que suelen tener estos
principiantes acerca del tercer vicio, que es lujuria.
1. Otras muchas imperfecciones más de las que
acerca de cada vicio voy diciendo tienen muchos de estos principiantes, que
por evitar prolijidad dejo, tocando algunas de las más principales, que son
como origen y causa de las otras.
Y así, acerca de este vicio de lujuria (dejado
aparte lo que es caer en este pecado en los espirituales, pues mi intento es
tratar de las imperfecciones que se han de purgar por la noche oscura) tienen
muchas imperfecciones muchos, que se podrían llamar lujuria espiritual, no
porque así lo sea, sino porque procede de cosas espirituales. Porque muchas
veces acaece que en los mismos ejercicios espirituales, sin ser en manos de
ellos, se levantan y acaecen en la sensualidad movimientos y actos torpes, y
a veces aun cuando el espíritu está en mucha oración, o ejercitando los
Sacramentos de la Penitencia o Eucaristía. Los cuales, sin ser, como digo, en
su mano, proceden de una de tres causas:
2. La primera, proceden muchas veces del gusto que
tiene el natural en las cosas espirituales; porque, como gusta el espíritu y
sentido, con aquella recreación se mueve cada parte del hombre a deleitarse
según su porción y propiedad; porque entonces el espíritu se mueve a
recreación y gusto de Dios, que es la parte superior; y la sensualidad, que
es la porción inferior, se mueve a gusto y deleite sensual, porque no sabe
ella tener y tomar otro, y toma entonces el más conjunto a sí, que es el
sensual torpe. Y así, acaece que el alma está en mucha oración con Dios según
el espíritu, y, por otra parte, según el sentido siente rebeliones y
movimientos y actos sensuales pasivamente, no sin harta desgana suya; lo cual
muchas veces acaece en la Comunión, que, como en este acto de amor recibe el
alma alegría y regalo, porque se le hace este Señor, pues para eso se da, la
sensualidad toma también el suyo, como habemos dicho, a su modo. Que, como,
en fin, estas dos partes son un supuesto, ordinariamente participan entrambas de lo que una recibe, cada una a su modo;
porque, como dice el Filósofo, cualquiera cosa que se recibe, está en el
recipiente al modo del mismo recipiente. Y así en estos principios, y aun
cuando ya el alma está aprovechada, como está la sensualidad imperfecta,
recibe el espíritu de Dios con la misma imperfección muchas veces. Que,
cuando esta parte sensitiva está reformada por la purgación de la noche
oscura que diremos, ya no tiene ella estas flaquezas; porque no es ella la que
recibe ya, mas antes está recibida ella en el espíritu; y así lo tiene todo
entonces al modo del espíritu.
3. La segunda causa, de donde a veces proceden
estas rebeliones, es el demonio, que, por desquietar y turbar el alma al
tiempo que está en oración o la procura tener, procura levantar en el natural
estos movimientos torpes, con que, si al alma se le da algo de ellos, le hace
harto daño. Porque no sólo por el temor de esto aflojan en la oración, que es
lo que él pretende, por ponerse a luchar con ellos, mas algunos dejan la
oración del todo, pareciéndoles que en aquel ejercicio les acaecen más
aquellas cosas que fuera de él, como es la verdad, porque se las pone el
demonio más en aquella que en otra cosa, por que dejen el ejercicio
espiritual. Y no sólo eso, sino que llega a representarles muy al vivo cosas
muy feas y torpes, y a veces muy conjuntamente acerca de cualesquier cosas
espirituales y personas que aprovechan sus almas, para aterrarlas y
acobardarlas; de manera, que los que de ello hacen caso, aun no se atreven a
mirar nada ni poner la consideración en nada, porque luego tropiezan en
aquello.
Y esto en los que son tocados de melancolía acaece
con tanta eficacia y frecuencia, que es de haberlos lástima grande, porque
padecen vida triste, porque llega a tanto en algunas personas este trabajo
cuando tienen este mal humor, que les parece claro que sienten tener consigo
acceso el demonio, sin ser libres para poderlo evitar, aunque algunas
personas de éstas puedan evitar el tal acceso con gran fuerza y trabajo.
Cuando estas cosas torpes acaecen a los tales por medio de la melancolía,
ordinariamente no se libran de ellas hasta que sanan de aquella calidad de
humor, si no es que entrase en la noche oscura el alma, que la priva
sucesivamente de todo.
4. El tercer origen, de donde suelen proceder y
hacer guerra estos movimientos torpes, suele ser el temor que ya tienen
cobrado estos tales a estos movimientos y representaciones torpes; porque el
temor que les da la súbita memoria en lo que ven o tratan o piensan, les hace
padecer estos actos sin culpa suya.
5. Hay también algunas almas, de naturales tan
tiernos y deleznables, que, en viniéndoles cualquier gusto de espíritu o de
oración, luego es con ellos el espíritu de la lujuria, que de tal manera les
embriaga y regala la sensualidad, que se hallan como engolfados en aquel jugo
y gusto de este vicio; y dura lo uno con lo otro pasivamente; y algunas veces
echan de ver haber sucedido algunos torpes y rebeldes actos. La causa es que,
como estos naturales sean, como digo, deleznables y tiernos, con cualquier
alteración se les remueven los humores y la sangre, y suceden de aquí estos
movimientos; porque a éstos lo mismo les acaece cuando se encienden en ira o
tienen algún alboroto o pena.
6. Algunas veces también en estos espirituales, así
en hablar como en obrar cosas espirituales, se levanta cierto brío y
gallardía con memoria de las personas que tienen delante, y tratan con alguna
manera de vano gusto; lo cual nace también de lujuria espiritual, al modo que
aquí la entendemos; lo cual ordinariamente viene con complacencia en la
voluntad.
7. Cobran algunos de éstos aficiones con algunas
personas por vía espiritual, que muchas veces nacen de lujuria, y no de
espíritu; lo cual se conoce ser así cuando, con la memoria de aquella
afición, no crece más la memoria y amor de Dios, sino remordimiento en la
conciencia. Porque, cuando la afición es puramente espiritual, creciendo
ella, crece la de Dios, y cuanto más se acuerda de ella, tanto más se acuerda
de Dios y le da gana de Dios, y creciendo en lo uno crece en lo otro; porque
eso tiene el espíritu de Dios, que lo bueno aumenta con lo bueno, por cuanto
hay semejanza y conformidad. Pero cuando el tal amor nace del dicho vicio
sensual, tiene los efectos contrarios; porque cuanto más crece lo uno, tanto
más decrece lo otro y la memoria juntamente; porque, si crece aquel amor,
luego verá que se va resfriando en el de Dios y olvidándose de él con aquella
memoria y algún remordimiento en la conciencia; y, por el contrario, si crece
el amor de Dios en el alma, se va resfriando en el otro y olvidándole,
porque, como son contrarios amores, no sólo no ayuda el uno al otro, mas
antes el que predomina apaga y confunde el otro y se fortalece en sí mismo,
como dicen los filósofos. Por lo cual dijo nuestro Salvador en el Evangelio
(Jn. 3, 6) que lo que nace de carne, es carne, y lo que nace de espíritu, es
espíritu, esto es: el amor que nace de sensualidad, para en sensualidad, y el
que de espíritu, para en espíritu de Dios y hácele
crecer. Y ésta es la diferencia que hay entre los dos amores para conocerlos.
8. Cuando el alma entrare en la noche oscura, todos
estos amores pone en razón; porque al uno fortalece y purifica, que es el que
es según Dios, y al otro quita y acaba; y, al principio a entrambos los hace
perder de vista, como después se dirá.
CAPÍTULO 5
De las imperfecciones en que caen los principiantes
acerca del vicio de la ira.
1. Por causa de la concupiscencia que tienen muchos
principiantes en los gustos espirituales, les poseen muy de ordinario muchas
imperfecciones del vicio de la ira; porque, cuando se les acaba el sabor y
gusto en las cosas espirituales, naturalmente se hallan desabridos y, con
aquel sinsabor que traen consigo, traen mala gracia en las cosas que tratan,
y se aíran muy fácilmente por cualquier cosilla, y aun a veces no hay quien
los sufra. Lo cual muchas veces acaece después que han tenido algún muy
gustoso recogimiento sensible en la oración, que, como se les acaba aquel
gusto y sabor, naturalmente queda el natural desabrido y desganado; bien así
como el niño cuando le apartan del pecho de que estaba gustando a su sabor.
En el cual natural, cuando no se dejan llevar de la desgana, no hay culpa,
sino imperfección que se ha de purgar por la sequedad y aprieto de la noche
oscura.
2. También hay otros de estos espirituales que caen
en otra manera de ira espiritual, y es que se aíran contra los vicios ajenos
con cierto celo desasosegado, notando a otros; y a veces les dan ímpetus de
reprenderles enojosamente, y aun hacen algunas veces, haciéndose ellos dueños
de la virtud. Todo lo cual es contra la mansedumbre espiritual.
3. Hay otros que, cuando se ven imperfectos, con
impaciencia no humilde se aíran contra sí mismos; acerca de lo cual tienen
tanta impaciencia, que querrían ser santos en un día. De éstos hay muchos que
proponen mucho y hacen grandes propósitos, y como no son humildes ni
desconfían de sí, cuantos más propósitos hacen, tanto más caen y tanto más se
enojan, no teniendo paciencia para esperar a que se lo dé Dios cuando él
fuere servido: que también es contra la dicha mansedumbre espiritual; que del
todo no se puede remediar sino por la purgación de la noche oscura. Aunque
algunos tienen tanta paciencia en esto del querer aprovechar, que no querría
Dios ver en ellos tanta.
CAPÍTULO 6
De las imperfecciones acerca de la gula espiritual.
1. Acerca del cuarto vicio, que es gula espiritual,
hay mucho que decir, porque apenas hay uno de estos principiantes que, por bien
que proceda, no caiga en algo de las muchas imperfecciones que acerca de este
vicio les nacen a estos principiantes por medio del sabor que hallan a los
principios en los ejercicios espirituales.
Porque muchos de éstos, engolosinados con el sabor
y gusto que hallan en los tales ejercicios, procuran más el sabor del
espíritu que la pureza y discreción de él, que es lo que Dios mira y acepta
en todo el camino espiritual. Por lo cual, demás de las imperfecciones que
tienen en pretender estos sabores, la golosina que ya tienen les hace salir
mucho del pie a la mano, pasando de los límites del medio en que consisten y
se granjean las virtudes. Porque, atraídos del gusto que allí hallan, algunos
se matan a penitencias, y otros se debilitan con ayunos, haciendo más de lo
que su flaqueza sufre, sin orden y consejo; antes procuran hurtar el cuerpo a
quien deben obedecer en lo tal; y aun algunos se atreven a hacerlo aunque les
han mandado lo contrario.
2. Estos son imperfectísimos,
gente sin razón, que posponen la sujeción y obediencia, que es penitencia de
razón y discreción, y por eso es para Dios más acepto y gustoso sacrificio
que todos los demás, a la penitencia corporal, que, dejada estotra parte, no
es más que penitencia de bestias, a que también como bestias se mueven por el
apetito y gusto que allí hallan. En lo cual, por cuanto todos los extremos
son viciosos, y en esta manera de proceder éstos hacen su voluntad, antes van
creciendo en vicios que en virtudes; porque, por lo menos, ya en esta manera
adquieren gula espiritual y soberbia, pues no va en obediencia (lo que
hacen).
Y tanto empuja el demonio a muchos de éstos,
atizándoles esta gula por gustos y apetitos que les acrecienta, que ya que
más no pueden, o mudan o añaden o varían lo que les mandan, porque les es
aceda toda obediencia acerca de esto. En lo cual algunos llegan a tanto mal,
que, por el mismo caso que van por obediencia los tales ejercicios, se les
quita la gana y devoción de hacerlos, porque sola su gana y gusto es hacer lo
que les mueve; todo lo cual por ventura les valiera más no hacerlo.
3. Veréis a muchos de éstos muy porfiados con sus
maestros espirituales porque les concedan lo que quieren, y allá medio por
fuerza lo sacan; y si no, se entristecen como niños y andan de mala gana, y
les parece que no sirven a Dios cuando no los dejan hacer lo que querrían.
Porque, como andan arrimados al gusto y voluntad propia, y esto tienen por su
Dios, luego que se lo quitan y les quieren poner en voluntad de Dios, se
entristecen y aflojan y faltan. Piensan éstos que el gustar ellos y estar
satisfechos, es servir a Dios y satisfacerle.
4. Hay también otros que por esta golosina tienen
tan poco conocida su bajeza y propia miseria y tan echado aparte el amoroso
temor y respeto que deben a la grandeza de Dios, (que) no dudan de porfiar
mucho con sus confesores sobre que les dejen comulgar muchas veces. Y lo peor
es que muchas veces se atreven a comulgar sin licencia y parecer del ministro
y despensero de Cristo, sólo por su parecer, y le procuran encubrir la
verdad. Y a esta causa, con ojo de ir comulgando, hacen como quiera las
confesiones, teniendo más codicia en comer que en comer limpia y
perfectamente; como quiera que fuera más sano y santo tener la inclinación
contraria, rogando a sus confesores que no les manden llegar tan a menudo;
aunque entre lo uno y lo otro mejor es la resignación humilde, pero los demás
atrevimientos cosa es para grande mal y castigo de ellos sobre tal temeridad.
5. Estos, en comulgando, todo se les va en procurar
algún sentimiento y gusto más que en reverenciar y alabar en sí con humildad
a Dios: y de tal manera se apropian a esto, que, cuando no han sacado algún
gusto o sentimiento sensible, piensan que no han hecho nada, lo cual es
juzgar muy bajamente de Dios, no entendiendo que el menor de los provechos
que hace este Santísimo Sacramento es el que toca al sentido, porque mayor es
el invisible de la gracia que da; que, porque pongan en él los ojos de la fe,
quita Dios muchas veces esotros gustos y sabores sensibles. Y así, quieren
sentir a Dios y gustarle como si fuese comprensible y accesible, no sólo en
éste, sino también en los demás ejercicios espirituales, todo lo cual es muy
grande imperfección y muy contra la condición de Dios, porque es impureza en
la fe.
6. Lo mismo tienen éstos en la oración que
ejercitan, que piensan que todo el negocio de ella está en hallar gusto y
devoción sensible, y procuran sacarle, como dicen, a fuerza de brazos,
cansando y fatigando las potencias y la cabeza; y, cuando no han hallado el
tal gusto, se desconsuelan mucho pensando que no han hecho nada. Y por esta
pretensión pierden la verdadera devoción y espíritu, que consiste en
perseverar allí con paciencia y humildad, desconfiando de sí, sólo por
agradar a Dios. A esta causa, cuando no han hallado una vez sabor en este u
otro ejercicio, tienen mucha desgana y repugnancia de volver a él, y a veces
lo dejan; que, en fin, son, como habemos dicho, semejantes a los niños, que
no se mueven ni obran por razón, sino por el gusto.
Todo se les va a éstos en buscar gusto y consuelo
de espíritu, y por esto nunca se hartan de leer libros, y ahora toman una
meditación, ahora otra, andando a caza de este gusto con las cosas de Dios; a
los cuales les niega Dios muy justa, discreta y amorosamente, porque, si esto
no fuese, crecerían por esta gula y golosina espiritual en males sin cuento.
Por lo cual conviene mucho a éstos entrar en la noche oscura que habemos de
dar, para que se purguen de estas niñerías.
7. Estos que así están inclinados a estos gustos,
también tienen otra imperfección muy grande, y es que son muy flojos y
remisos en ir por el camino áspero de la cruz; porque el alma que se da al
sabor, naturalmente le da en rostro todo sinsabor de negación propia.
8. Tienen éstos otras muchas imperfecciones que de
aquí les nacen, las cuales el Señor a tiempos les cura con tentaciones,
sequedades y otros trabajos, que todo es parte de la noche oscura. De las
cuales, por no me alargar, no quiero tratar aquí más, sino sólo decir que la
sobriedad y templanza espiritual lleva otro temple muy diferente de
mortificación, temor y sujeción en todas sus cosas, echando de ver que no
está la perfección y valor de las cosas en la multitud y gusto de las obras,
sino en saberse negar a sí mismo en ellas; lo cual ellos han de procurar
hacer cuanto pudieren de su parte, hasta que Dios quiera purificarlos de
hecho entrándolos en la noche oscura, a la cual por llegar me voy dando priesa con estas imperfecciones.
CAPÍTULO 7
De las imperfecciones acerca de la envidia y acidia
espiritual.
1. Acerca también de los otros dos vicios, que son
envidia y acidia espiritual, no dejan estos principiantes de tener hartas
imperfecciones. Porque acerca de la envidia muchos de éstos suelen tener
movimientos de pesarles del bien espiritual de los otros, dándoles alguna
pena sensible que les lleven ventaja en este camino, y no querrían verlos
alabar; porque se entristecen de las virtudes ajenas, y a veces no lo pueden
sufrir sin decir ellos lo contrario, deshaciendo aquellas alabanzas como
pueden, y les crece, como dicen, el ojo no hacerse con ellos otro tanto,
porque querrían ellos ser preferidos en todo. Todo lo cual es muy contrario a
la caridad, la cual, como dice san Pablo (1 Cor. 13, 6), se goza de la
verdad; y, si alguna envidia tiene, es envidia santa, pesándole de no tener
las virtudes del otro, con gozo de que el otro las tenga, y holgándose de que
todos le lleven la ventaja porque sirvan a Dios, ya que él está tan falto en
ello.
2. También, acerca de la acidia espiritual, suelen
tener tedio en las cosas que son más espirituales y huyen de ellas, como son
aquellas que contradicen al gusto sensible; porque, como ellos están tan
saboreados en las cosas espirituales, en no hallando sabor en ellas las
fastidian. Porque, si una vez no hallaron en la oración la satisfacción que
pedía su gusto (porque en fin conviene que se le quite Dios para probarlos),
no querrían volver a ella, o a veces la dejan o van de mala gana. Y así, por
esta acidia, posponen el camino de perfección, que es el de la negación de su
voluntad y gusto por Dios, al gusto y sabor de su voluntad, a la cual en esta
manera andan ellos por satisfacer más que a la de Dios.
3. Y muchos de éstos querrían que quisiese Dios lo
que ellos quieren, y se entristecen de querer lo que quiere Dios, con
repugnancia de acomodar su voluntad a la de Dios. De donde les nace que,
muchas veces, en lo que ellos no hallan su voluntad y gusto, piensen que no
es voluntad de Dios; y que, por el contrario, cuando ellos se satisfacen,
crean que Dios se satisface, midiendo a Dios consigo, y no a si mismos con
Dios, siendo muy al contrario lo que él mismo enseñó en el Evangelio (Mt. 16,
25), diciendo que el que perdiese su voluntad por él, ese la ganaría, el que
la quisiese ganar, ése la perdería.
4. Estos también tienen tedio cuando les mandan lo
que no tiene gusto para ellos. Estos, porque se andan al regalo y sabor del
espíritu, son muy flojos para la fortaleza y trabajo de perfección, hechos
semejantes a los que se crían en regalo, que huyen con tristeza de toda cosa
áspera, y oféndense de la cruz, en que están los
deleites del espíritu; y en las cosas más espirituales más tedio tienen,
porque, como ellos pretenden andar en las cosas espirituales a sus anchuras y
gusto de su voluntad, háceles gran tristeza y
repugnancia entrar por el camino estrecho, que dice Cristo (Mt. 7, 14), de la
vida.
5. Estas imperfecciones baste aquí haber referido
de las muchas en que viven los de este primer estado de principiantes, para
que se vea cuánta sea la necesidad que tienen de que Dios los ponga en estado
de aprovechados, que se hace entrándolos en la noche oscura que ahora
decimos, donde, destetándolos Dios de los pechos de estos gustos y sabores en
puras sequedades y tinieblas interiores, les quita todas estas impertinencias
y niñerías, y hace ganar las virtudes por medios muy diferentes. Porque, por
más que el principiante en mortificar en sí se ejercite todas sus acciones y
pasiones, nunca del todo, ni con mucho, puede hasta que Dios lo hace
pasivamente por medio de la purgación de la dicha noche. En la cual para
hablar algo que sea en su provecho, sea Dios servido darme su divina luz,
porque es bien menester en noche tan oscura y materia tan dificultosa para
ser hablada y recitada. Es, pues, el verso:
En una noche oscura.
CAPÍTULO 8
En que se declara el primer verso de la primera
canción y se comienza a explicar esta noche oscura.
1. Esta noche, que decimos ser la contemplación,
dos maneras de tinieblas causa en los espirituales o purgaciones, según las
dos partes del hombre, conviene a saber, sensitiva y espiritual.
Y así, la una noche o purgación será sensitiva, con
que se purga el alma según el sentido, acomodándolo al espíritu; y la otra es
noche o purgación espiritual, con que se purga y desnuda el alma según el
espíritu, acomodándole y disponiéndole para la unión de amor con Dios. La
sensitiva es común y que acaece a muchos, y éstos son los principiantes, de
la cual trataremos primero; la espiritual es de muy pocos, y éstos ya de los
ejercitados y aprovechados, de que trataremos después.
2. La primera purgación o noche es amarga y
terrible para el sentido, como ahora diremos. La segunda no tiene
comparación, porque es horrenda y espantable para el espíritu, como luego
diremos. Y porque en orden es primero y acaece primero la sensitiva, de ella
con brevedad diremos alguna cosa primero, porque de ella, como cosa más
común, se hallan más cosas escritas, por pasar a tratar más de propósito de
la noche espiritual, por haber de ella muy poco lenguaje, así de plática como
de escritura, y aun de experiencia muy poco.
3. Pues, como el estilo que llevan los
principiantes en el camino de Dios es bajo y que frisa mucho con su propio
amor y gusto, como arriba queda dado a entender, queriendo Dios llevarlos
adelante, y sacarlos de este bajo modo de amor a más alto grado de amor de
Dios y librarlos de bajo ejercicio del sentido y discurso, con que tan
tasadamente y con tantos inconvenientes, como habemos dicho, andan buscando a
Dios, y ponerlos en el ejercicio de espíritu, en que más abundantemente y más
libres de imperfecciones pueden comunicarse con Dios; ya que se han
ejercitado algún tiempo en el camino de la virtud, perseverando en meditación
y oración, en que con el sabor y gusto que allí han hallado se han desaficionado
de las cosas del mundo y cobrado algunas espirituales fuerzas en Dios, con
que tienen algo refrenados los apetitos de las criaturas, con que podrán
sufrir por Dios un poco de carga y sequedad sin volver atrás, al mejor
tiempo, cuando más a sabor y gusto andan en estos ejercicios espirituales, y
cuando más claro a su parecer les luce el sol de los divinos favores,
oscuréceles Dios toda esta luz y ciérrales la puerta y manantial de la dulce
agua espiritual que andaban gustando en Dios todas las veces y todo el tiempo
que ellos querían; porque, como eran flacos y tiernos, no había puerta
cerrada para éstos, como dice san Juan en el Apocalipsis (3, 8). Y así, los
deja tan a oscuras que no saben dónde ir con el sentido de la imaginación y
el discurso, porque no pueden dar un paso en meditar como antes solían,
anegado ya el sentido interior en estas noches, y déjalos tan a secas que no
solo no hallan jugo y gusto en las cosas espirituales y buenos ejercicios en
que solían ellos hallar sus deleites y gustos, mas, en lugar de esto, hallan
por el contrario sinsabor y amargura en las dichas cosas; porque, como he
dicho, sintiéndolos ya Dios aquí algo crecidillos, para que se fortalezcan y
salgan de mantillas los desarrima del dulce pecho y, abajándolos de sus brazos,
los veza a andar por sus pies; en lo cual sienten
ellos gran novedad porque se les ha vuelto todo al revés.
4. Esto a la gente recogida comúnmente acaece más
en breve, después que comienzan, que a los demás, por cuanto están más libres
de ocasiones para volver atrás y reformar más presto los apetitos de las
cosas del siglo, que es lo que se requiere para comenzar a entrar en esta
dichosa noche del sentido. Ordinariamente no pasa mucho tiempo, después que
comienzan, en entrar en esta noche del sentido; y todos los más entran en
ella, porque comúnmente les verán caer en estas sequedades.
5. De esta manera de purgación sensitiva, por ser
tan común, podríamos traer aquí grande número de autoridades de la Escritura
divina, donde a cada paso, particularmente en los Salmos y en los Profetas,
se hallan muchas. Por tanto, no quiero en esto gastar tiempo, porque el que
allí no las supiere mirar, bastarle ha la común experiencia que de ella se
tiene.
CAPÍTULO 9
De las señales en que se conocerá que el espiritual
va por el camino de esta noche y purgación sensitiva.
1. Pero, porque estas sequedades podrían proceder
muchas veces no de la dicha noche y purgación del apetito sensitivo, sino de
pecados e imperfecciones o de flojedad y tibieza, o de algún mal humor o
indisposición corporal, pondré aquí algunas señales en que se conoce si es la
tal dicha purgación, o si nace de alguno de los dichos vicios. Para lo cual
hallo que hay tres señales principales.
2. La primera es si, así como no halla gusto ni
consuelo en las cosas de Dios, tampoco le halla en alguna de las cosas
criadas; porque, como pone Dios al alma en esta oscura noche a fin de
enjugarle y purgarle el apetito sensitivo, en ninguna cosa le deja
engolosinar ni hallar sabor. Y en esto se conoce muy probablemente que esta
sequedad y sinsabor no proviene ni de pecados ni de imperfecciones nuevamente
cometidas; porque, si esto fuese, sentirse hía en
el natural alguna inclinación o gana de gustar de otra alguna cosa que de las
de Dios; porque, cuando quiera que se relaja el apetito en alguna
imperfección, luego se siente quedar inclinado a ella, poco o mucho, según el
gusto y afición que allí aplicó.
Pero, porque este no gustar ni de cosa de arriba ni
de abajo podría provenir de alguna indisposición o humor melancólico, el cual
muchas veces no deja hallar gusto en nada, es menester la segunda señal y
condición.
3. La segunda señal para que se crea ser la dicha
purgación es que ordinariamente trae la memoria en Dios con solicitud y
cuidado penoso, pensando que no sirve a Dios, sino que vuelve atrás, como se
ve en aquel sinsabor en las cosas de Dios. Y en esto se ve que no sale de
flojedad y tibieza este sinsabor y sequedad; porque de razón de la tibieza es
no se le dar mucho ni tener solicitud interior por las cosas de Dios.
De donde entre la sequedad y tibieza hay mucha
diferencia; porque la que es tibieza tiene mucha flojedad y remisión en la
voluntad y en el ánimo, sin solicitud de servir a Dios; la que sólo es
sequedad purgativa tiene consigo ordinaria solicitud con cuidado y pena, como
digo, de que no sirve a Dios. Y ésta, aunque algunas veces sea ayudada de la
melancolía u otro humor, como muchas veces lo es, no por eso deja de hacer su
efecto purgativo del apetito, pues de todo gusto está privado, y sólo su
cuidado trae en Dios; porque, cuando es puro humor, sólo se va en disgusto y
estrago del natural, sin estos deseos de servir a Dios que tiene la sequedad
purgativa, con la cual aunque la parte sensitiva está muy caída y floja y
flaca para obrar por el poco gusto que halla, el espíritu, empero, está
pronto y fuerte.
4. Porque la causa de esta sequedad es porque muda
Dios los bienes y fuerza del sentido al espíritu, de los cuales, por no ser
capaz el sentido y fuerza natural, se queda ayuno, seco y vacío. Porque la
parte sensitiva no tiene habilidad para lo que es puro espíritu, y así,
gustando el espíritu se desabre la carne y se afloja para obrar; mas el
espíritu que va recibiendo el manjar, anda fuerte y más alerto y solícito que
antes en el cuidado de no faltar a Dios, el cual, si no siente luego al
principio el sabor y deleite espiritual, sino la sequedad y sinsabor, es por
la novedad del trueque; porque, habiendo tenido el paladar hecho a esotros
gustos sensibles (y todavía tiene los ojos puestos en ellos), y porque
también el paladar espiritual no está acomodado ni purgado para tan sutil
gusto, hasta que sucesivamente se vaya disponiendo por medio de esta seca y
oscura noche no puede sentir el gusto y bien espiritual, sino la sequedad y sinsabor,
a falta del gusto que antes con tanta facilidad gustaba.
5. Porque éstos que comienza Dios a llevar por
estas soledades del desierto son semejantes a los hijos de Israel, que luego
que en el desierto les comenzó Dios a dar el manjar del cielo, que de suyo
tenía todos los sabores, y, como allí dice (Sab.
16, 2021), se convertía al sabor que cada uno quería, con todo, sentían más
la falta de los gustos y sabores de las carnes y cebollas que comían antes en
Egipto, por haber tenido el paladar hecho y engolosinado en ellas, que la
dulzura delicada del maná angélico, y lloraban y gemían por las carnes entre
los manjares del cielo (Núm. 11, 46). Que a tanto llega la bajeza de nuestro
apetito, que nos hace llorar nuestras miserias y fastidiar el bien incomunicable
del cielo.
6. Pero, como digo, cuando estas sequedades
provienen de la vida purgativa del apetito sensible, aunque el espíritu no
siente al principio el sabor por las causas que acabamos de decir, siente la
fortaleza y brío para obrar en la sustancia que le da el manjar interior, el
cual manjar es principio de oscura y seca contemplación para el sentido; la
cual contemplación, que es oculta y secreta para el mismo que la tiene,
ordinariamente, junto con la sequedad y vacío que hace al sentido, da al alma
inclinación y gana de estarse a solas y en quietud, sin poder pensar en cosa
particular ni tener gana de pensarla.
Y entonces, si a los que esto acaece se supiesen
quietar, descuidando de cualquier obra interior y exterior, sin solicitud de
hacer allí nada, luego en aquel descuido y ocio sentirán delicadamente
aquella refección interior; la cual es tan delicada que, ordinariamente, si
tiene gana o cuidado en sentirla, no la siente; porque, como digo, ella obra
en el mayor ocio y descuido del alma; que es como el aire, que, en queriendo
cerrar el puño, se sale.
7. Y a este propósito podemos entender lo que a la
Esposa dijo el Esposo en los Cantares (6, 4): Aparta tus ojos de mí, porque
ellos me hacen volar; porque de tal manera pone Dios al alma en este estado y
en tan diferente camino la lleva, que, si ella quiere obrar con sus
potencias, antes estorba la obra que Dios en ella va haciendo, que ayuda; lo
cual antes era muy al revés. La causa es porque ya en este estado de
contemplación, que es cuando sale del discurso y entra en el estado de
aprovechados, ya Dios es el que obra en el ánima, porque por eso la ata las
potencias interiores, no dejándole arrimo en el entendimiento, ni jugo en la
voluntad, ni discurso en la memoria. Porque, en este tiempo, lo que de suyo
puede obrar el alma no sirve sino, como habemos dicho, de estorbar la paz
interior y la obra que en aquella sequedad del sentido hace Dios en el
espíritu. La cual, como espiritual y delicada, hace obra quieta, delicada,
solitaria, satisfactoria y pacífica, muy ajena de todos esotros gustos
primeros, que eran muy palpables y sensibles; porque es la paz ésta que dice
David (Sal. 84, 9) que habla Dios en el alma para hacerla espiritual. Y de
aquí es la tercera.
8. La tercera señal que hay para que se conozca
esta purgación del sentido es el no poder ya meditar ni discurrir en el
sentido de la imaginación, como solía, aunque más haga de su parte. Porque,
como aquí comienza Dios a comunicarse, no ya por el sentido, como antes hacía
por medio del discurso que componía y dividía las noticias, sino por el
espíritu puro, en que no cae discurso sucesivamente, comunicándosele con acto
de sencilla contemplación, la cual no alcanza los sentidos de la parte
inferior, exteriores ni interiores, de aquí es que la imaginativa y fantasía
no pueden hacer arrimo en alguna consideración ni hallar en ella pie ya de
ahí adelante.
9. En esta tercera señal se ha de tener que este
empacho de las potencias y del gusto de ellas no proviene de algún mal humor;
porque, cuando de aquí nace, en acabando aquel humor (porque nunca permanece
en un ser), luego con algún cuidado que ponga el alma vuelve a poder lo que
antes, y hallan sus arrimos las potencias, lo cual en la purgación del
apetito no es así, porque, en comenzando a entrar en ella, siempre va delante
el no poder discurrir con las potencias. Que, aunque es verdad que, a los
principios, en algunos, a veces no entra con tanta continuación que algunas
veces dejen de llevar sus gustos y discursos sensibles, porque, por ventura,
por su flaqueza no convendría destetarlos de un golpe, con todo van siempre
entrando más en ella y acabando con la obra sensitiva, si es que han de ir
adelante. Porque los que no van por camino de contemplación muy diferente
modo llevan, porque esta noche de sequedades no suele ser en ellos continua
en el sentido, porque, aunque algunas veces las tienen, otras veces no; y
aunque algunas no pueden discurrir, otras pueden; porque, como sólo les mete
Dios en esta noche a éstos para ejercitarlos y humillarlos y reformarles el
apetito porque no vayan criando golosina viciosa en las cosas espirituales, y
no para llevarlos a la vida del espíritu, que es la contemplación (porque no
todos los que se ejercitan de propósito en el camino del espíritu lleva Dios a
contemplación, ni aún la mitad: el por qué, él se lo sabe), de aquí es que a
éstos nunca les acaba de hecho de desarrimar el sentido de los pechos de las
consideraciones y discursos, sino algunos ratos a temporadas, como habemos
dicho.
CAPÍTULO 10
Del modo que se han de haber éstos en esta noche
oscura.
1. En el tiempo, pues, de las sequedades de esta
noche sensitiva (en la cual hace Dios el trueque que habemos dicho arriba,
sacando el alma de la vida del sentido a la del espíritu, que es de la
meditación a contemplación, donde ya no hay poder obrar ni discurrir en las
cosas de Dios el alma con sus potencias, como queda dicho) padecen los
espirituales grandes penas, no tanto por las sequedades que padecen, como por
el recelo que tienen de que van perdidos en el camino, pensando que se les ha
acabado el bien espiritual y que los ha dejado Dios, pues no hallan arrimo ni
gusto en cosa buena. Entonces se fatigan y procuran, como lo han habido de
costumbre, arrimar con algún gusto las potencias a algún objeto de discurso,
pensando ellos que, cuando no hacen esto y se sienten obrar, no se hace nada;
lo cual hacen no sin harta desgana y repugnancia interior del alma, que
gustaba de estarse en aquella quietud y ocio, sin obrar con las potencias. En
lo cual, estragándose en lo uno, no aprovechan en lo otro; porque, por buscar
espíritu, pierden el espíritu que tenían de tranquilidad y paz. Y así son
semejantes al que deja lo hecho para volverlo a hacer, o al que se sale de la
ciudad para volver a entrar en ella, o al que deja la caza que tiene para
volver a andar a caza. Y esto en esta parte es excusado, porque no hallará
nada ya por aquel primer estilo de proceder, como queda dicho.
2. Estos, en este tiempo, si no hay quien los
entienda, vuelven atrás, dejando el camino, aflojando, o, a lo menos, se
estorban de ir adelante, por las muchas diligencias que ponen de ir por el
camino de meditación y discurso, fatigando y trabajando demasiadamente el
natural, imaginando que queda por su negligencia o pecados. Lo cual les es
escusado, porque los lleva ya Dios por otro camino, que es de contemplación,
diferentísimo del primero; porque el uno es de meditación y discurso, y el
otro no cae en imaginación ni discurso.
3. Los que de esta manera se vieren, conviéneles que se consuelen perseverando en paciencia,
no teniendo pena; confíen en Dios, que no deja a los que con sencillo y recto
corazón le buscan, ni los dejará de dar lo necesario para el camino, hasta
llevarlos a la clara y pura luz de amor, que les dará por medio de la noche
oscura del espíritu, si merecieren que Dios los ponga en ella.
4. El estilo que han de tener en ésta del sentido
es que no se den nada por el discurso y meditación, pues ya no es tiempo de
eso, sino que dejen estar el alma en sosiego y quietud, aunque les parezca
claro que no hacen nada y que pierden tiempo, y aunque les parezca que por su
flojedad no tienen gana de pensar allí nada; que harto harán en tener
paciencia en perseverar en la oración sin hacer ellos nada. Sólo lo que aquí
han de hacer es dejar el alma libre y desembarazada y descansada de todas las
noticias y pensamientos, no teniendo cuidado allí de qué pensarán y
meditarán, contentándose sólo con una advertencia amorosa y sosegada en Dios,
y estar sin cuidado y sin eficacia y sin gana de gustarle o de sentirle;
porque todas estas pretensiones desquietan y distraen el alma de la sosegada
quietud y ocio suave de contemplación que aquí se da.
5. Y aunque más escrúpulos se vengan de que pierde
tiempo y que sería bueno hacer otra cosa, pues en la oración no puede hacer
ni pensar nada, súfrase y estése sosegado, como que no va allí más que a
estarse a su placer y anchura de espíritu; porque, si de suyo quiere algo
obrar con las potencias interiores, será estorbar y perder los bienes que
Dios por medio de aquella paz y ocio del alma está asentando e imprimiendo en
ella; bien así como si algún pintor estuviera pintando o alcoholando un
rostro, que si el rostro se menease en querer hacer algo, no dejaría hacer
nada al pintor, y deturbaría lo que estaba
haciendo. Y así, cuando el alma se quiere estar en paz y ocio interior,
cualquiera operación o afición o advertencia que ella quiera entonces tener,
la distraerá y desquietará y hará sentir la sequedad y vacío del sentido,
porque, cuanto más pretendiere tener algún arrimo de afecto y noticia, tanto
más sentirá la falta, de la cual no puede ya ser suplida por aquella vía.
6. De donde a esta tal alma le conviene no hacer
aquí caso que se le pierdan las operaciones de las potencias, antes ha de
gustar que se le pierdan presto, porque, no estorbando la operación de la
contemplación infusa que va Dios dando, con más abundancia pacífica la
reciba, y dé lugar a que arda y se encienda en el espíritu el amor que esta
oscura y secreta contemplación trae consigo y pega al alma. Porque
contemplación no es otra cosa que infusión secreta, pacífica y amorosa de
Dios, que, si la dan lugar, inflama al alma en espíritu de amor, según ella
da a entender en el verso siguiente, es a saber.
Con ansias en amores inflamada.
CAPÍTULO 11
Decláranse los
tres versos de la canción.
1. La cual inflamación de amor, aunque comúnmente a
los principios no se siente, por no haber uviado o
comenzado a emprenderse por la impureza del natural, o por no le dar lugar pacífico
en sí el alma por no entenderse, como habemos dicho (aunque, a veces, sin eso
y con eso comienza luego a sentirse alguna ansia de Dios), cuanto más va, más
se va viendo el alma aficionada e inflamada en amor de Dios, sin saber ni
entender cómo y de dónde le nace el tal amor y afición, sino que ve crecer
tanto en sí a veces esta llama e inflamación, que con ansias de amor desea a
Dios, según David estando en esta noche, lo dice de sí por estas palabras
(Sal. 72, 2122), es a saber: Porque se inflamó mi corazón, es a saber en amor
de contemplación, también mis renes se mudaron,
esto es, mis apetitos de afecciones sensitivas se mudaron, es a saber, de la
vida sensitiva a la espiritual, que es la sequedad y cesación en todos ellos
que vamos diciendo; y yo, dice, fui resuelto en nada y aniquilado, y no supe;
porque, como habemos dicho, sin saber el alma por dónde va, se ve aniquilada
acerca de todas las cosas de arriba y de abajo que solía gustar, y sólo se ve
enamorada sin saber cómo y por qué. Y, porque a veces crece mucho la
inflamación de amor en el espíritu, son las ansias por Dios tan grandes en el
alma, que parece se le secan los huesos en esta sed, y se marchita el
natural, y se estraga su calor y fuerza por la viveza de la sed de amor,
porque siente el alma que es viva esta sed de amor. La cual también David
(Sal. 41, 3) tenía y sentía, cuando dijo: Mi alma tuvo sed a Dios vivo; que
es tanto como decir: Viva fue la sed que tuvo mi alma. La cual sed, por ser
viva, podemos decir que mata de sed. Pero es de notar que la vehemencia de
esta sed no es continua, sino algunas veces, aunque de ordinario suele sentir
alguna sed.
2. Pero hase de advertir
que, como aquí comencé a decir, que a los principios comúnmente no se siente
este amor, sino la sequedad y vacío que vamos diciendo; y entonces, en lugar
de este amor que después se va encendiendo, lo que trae el alma en medio de
aquellas sequedades y vacíos de las potencias es un ordinario cuidado y
solicitud de Dios, con pena y recelo de que no le sirve; que no es para Dios
poco agradable sacrificio ver andar el espíritu contribulado y solícito por
su amor (Sal. 50, 19). Esta solicitud y cuidado pone en el alma aquella
secreta contemplación hasta que, por tiempo habiendo purgado algo el sentido,
esto es, la parte sensitiva, de las fuerzas y aficiones naturales por medio
de las sequedades que en ella pone, va ya encendiendo en el espíritu este
amor divino. Pero entretanto, en fin, como el que está puesto en cura, todo
es padecer en esta oscura y seca purgación del apetito, curándose de muchas
imperfecciones e imponiéndose en muchas virtudes para hacerse capaz del dicho
amor, como ahora se dirá sobre el verso siguiente:
¡Oh dichosa ventura!
3. Que por cuanto pone Dios el alma en esta noche
sensitiva a fin de purgar el sentido de la parte inferior y acomodarle y
sujetarle y unirle con el espíritu, oscureciéndole y haciéndole cesar acerca
de los discursos, como también después, al fin de purificar el espíritu para
unirle con Dios, como después se dirá, le pone en la noche espiritual, gana
el alma, aunque a ella no se lo parece, tantos provechos, que tiene por
dichosa ventura haber salido del lazo y apertura del sentido de la parte
inferior por esta dicha noche. Dice el presente verso, es a saber: ¡oh
dichosa ventura! Acerca de la cual nos conviene aquí notar los provechos que
halla en esta noche el alma, por causa de los cuales tiene por buena ventura
pasar por ella. Todos los cuales provechos encierra el alma en el siguiente
verso, es a saber:
Salí sin ser notada.
4. La cual salida se entiende de la sujeción que
tenía el alma a la parte sensitiva en buscar a Dios por operaciones tan
flacas, tan limitadas y tan ocasionadas como las de esta parte inferior son;
pues que a cada paso tropezaba con mil imperfecciones e ignorancias, como
habemos notado arriba en los siete vicios capitales, de todos los cuales se
libra, apagándole esta noche todos los gustos de arriba y de abajo, y
oscureciéndole todos los discursos, y haciéndole otros innumerables bienes en
la ganancia de las virtudes, como ahora diremos. Que será cosa gustosa y de
gran consuelo para el que por aquí camina, ver cómo cosa que tan áspera y
adversa parece al alma y tan contraria al gusto espiritual, obra tantos
bienes en ella.
Los cuales, como decimos, se consigue en salir el
alma según la afección y operación, por medio de esta noche, de todas las
cosas criadas, y caminar a las eternas, que es grande dicha y ventura: lo
uno, por el grande bien que es apagar el apetito y afección acerca de todas
las cosas; lo otro, por ser muy pocos los que sufren y perseveran en entrar
por este puerta angosta, y por el camino estrecho que guía a la vida, como
dice nuestro Salvador (Mt. 7, 14). Porque la angosta puerta es esta noche del
sentido, del cual se despoja y desnuda el alma para entrar en ella,
juntándose en fe, que es ajena de todo sentido, para caminar después por el
camino estrecho, que es la otra noche de espíritu, en que después entra el
alma para caminar a Dios en pura fe, que es el medio por donde el alma se une
con Dios. Por el cual camino, por ser tan estrecho, oscuro y terrible (que no
hay comparación de esta noche de sentido a la oscuridad y trabajos de
aquélla, como diremos allí), son muchos menos los que caminan por él, pero
son sus provechos sin comparación mucho mayores que los de ésta. De los
cuales comenzaremos ahora a decir algo, con la brevedad que se pudiere, por
pasar a la otra noche.
CAPÍTULO 12
De los provechos que causa en el alma esta noche.
1. Esta noche y purgación del apetito, dichosa para
el alma, tantos bienes y provechos hace en ella (aunque a ella antes le
parece, como habemos dicho, que se los quita), que así como Abraham hizo gran
fiesta cuando quitó la leche a su hijo Isaac (Gn.
21, 8), se gozan en el cielo de que ya saque Dios a esta alma de pañales, de
que la baje de los brazos, de que la haga andar por su pie, de que también,
quitándola el pecho de la leche y blando y dulce manjar de niños, la haga
comer pan con corteza, y que comience a gustar el manjar de robustos, que en
estas sequedades y tinieblas del sentido se comienza a dar al espíritu vacío
y seco de los jugos del sentido, que es la contemplación infusa que habemos
dicho.
2. Y éste es el primero y principal provecho que
causa esta seca y oscura noche de contemplación: el conocimiento de sí y de
su miseria. Porque, demás de que todas las mercedes que Dios hace al alma
ordinariamente las hace envueltas en este conocimiento, estas sequedades y
vacío de la potencia acerca de la abundancia que antes sentía y la dificultad
que halla el alma en las cosas buenas, la hacen conocer de sí la bajeza y
miseria que en el tiempo de su prosperidad no echaba de ver.
De esto hay buena figura en el Exodo
(33, 5), donde, queriendo Dios humillar a los hijos de Israel y que se
conociesen les mandó quitar y desnudar el traje y atavío festival con que
ordinariamente andaban compuestos en el desierto, diciendo: Ahora ya de aquí
adelante despojaos el ornato festival y poneos vestidos comunes y de trabajo,
para que sepáis el tratamiento que merecéis; lo cual es como si dijera: Por
cuanto el traje que traéis, por ser de fiesta y alegría, os ocasionáis a no
sentir de vosotros tan bajamente como vosotros sois, quitaos ya ese traje,
para que de aquí adelante, viéndoos vestidos de vilezas, conozcáis que no merecéis
más y quién sois vosotros. De donde la verdad, que el alma antes no conocía,
de su miseria: porque en el tiempo que andaba como de fiesta, hallando en
Dios mucho gusto y consuelo y arrimo, andaba más satisfecha y contenta,
pareciéndole que en algo servía a Dios; porque esto, aunque entonces
expresamente no lo tenga en sí, a lo menos, en la satisfacción que halla en
el gusto, se le asienta algo de ello y ya puesta en estotro traje de trabajo,
de sequedad y desamparo, oscurecidas sus primeras luces, tiene más de veras
éstas en esta tan excelente y necesaria virtud del conocimiento propio, no se
teniendo ya en nada ni teniendo satisfacción ninguna de sí; porque ve que de
suyo no hace nada ni puede nada.
Y esta poca satisfacción de sí y desconsuelo que tiene
de que no sirve a Dios, tiene y estima Dios en más que todas las obras y
gustos primeros que tenía el alma y hacía, por más que ellos fuesen, por
cuanto en ellos se ocasionaba para muchas imperfecciones e ignorancias; y de
este traje de sequedad, no sólo lo que habemos dicho, sino también los
provechos que ahora diremos y muchos más, que se quedarán por decir, nacen,
que como de su fuente y origen, del conocimiento propio proceden.
3. Cuanto a lo primero, nácele al alma tratar con
Dios con más comedimiento y más cortesía, que es lo que siempre ha de tener
el trato con el Altísimo, lo cual en la prosperidad de su gusto y consuelo no
hacía; porque aquel sabor gustoso que sentía, hacía ser al apetito acerca de
Dios algo más atrevido de lo que bastaba y descortés y mal mirado. Como
acaeció a Moisés (Ex. 3, 26): cuando sintió que Dios le hablaba, cegado de
aquel gusto y apetito, sin más consideración, se atrevía a llegar, si no le
mandara Dios que se detuviera y descalzara. Por lo cual se denota el respeto
y discreción en desnudez de apetito con que se ha de tratar con Dios; de
donde, cuando obedeció en esto Moisés, quedó tan puesto en razón y tan
advertido, que dice la Escritura que no sólo no se atrevió a llegar, más que
ni aun osaba considerar; porque, quitados los zapatos de los apetitos y
gustos, conocía su miseria grandemente delante de Dios, porque así le
convenía para oír la palabra de Dios.
Como también la disposición que dio Dios a Job para
hablar con él, no fueron aquellos deleites y glorias que el mismo Job allí
refiere que solía tener en su Dios (Jb. 1, 18),
sino tenerle desnudo en el muladar, desamparado y aun perseguido de sus
amigos, lleno de angustia y amargura, y sembrado de gusanos el suelo (2930);
y entonces de esta manera se preció el que levanta al pobre del estiércol
(Sal. 112, 7), el Altísimo Dios, de descender y hablar allí cara a cara con
él, descubriéndole las altezas profundas, grandes, de su sabiduría, cual
nunca antes había hecho en el tiempo de la prosperidad (Jb.
3842).
4. Y así nos conviene notar otro excelente provecho
que hay en esta noche y sequedad del sensitivo apetito, pues habemos venido a
dar en él, y es: que en esta noche oscura del apetito (porque se verifique lo
que dice el profeta (Is. 58, 10), es a saber: Lucirá tu luz en las
tinieblas), alumbrará Dios al alma, no sólo dándole conocimiento de su bajeza
y miseria, como habemos dicho, sino también de la grandeza y excelencia de
Dios. Porque, demás de que, apagados los apetitos y gustos y arrimos
sensibles, queda limpio y libre el entendimiento para entender la verdad
(porque el gusto sensible y apetito, aunque sea de cosas espirituales, ofusca
y embaraza el espíritu), y, demás también que aquel aprieto y sequedad del
sentido ilustra y aviva el entendimiento, como dice Isaías (28, 19), que
(con) la vejación hace entender Dios cómo en el alma vacía y desembarazada,
que es lo que se requiere para su divina influencia, sobrenaturalmente por
medio de esta noche oscura y seca de contemplación la va, como habemos dicho,
instruyendo en su divina sabiduría, lo cual por los jugos y gustos primeros
no hacía.
5. Esto da muy bien a entender el mismo profeta
Isaías (28, 9), diciendo: ¿A quién enseñará Dios su ciencia y a quién hará
oír su audición? A los destetados, dice, de la leche, a los desarrimados de
los pechos; en lo cual se da a entender que para esta divina influencia no es
la disposición la leche primera de la suavidad espiritual, ni el arrimo del
pecho de los sabrosos discursos de las potencias sensitivas que gustaba el alma,
sino el carecer de lo uno y desarrimo de lo otro, por cuanto para oír a Dios
le conviene al alma estar muy en pie y desarrimada, según el afecto y
sentido, como de sí lo dice el profeta (Hab. 2, 1), diciendo: Estaré en pie
sobre mi custodia, esto es, desarrimado el apetito, y afirmaré el paso, esto
es, no discurriré con el sentido, para contemplar, esto es, para entender lo
que de parte de Dios se me alegare. De manera que ya tenemos que de esta
noche seca sale conocimiento de sí primeramente, de donde, como de
fundamento, sale esotro conocimiento de Dios. Que por eso decía san Agustín a
Dios: Conózcame yo, Señor, a mí, y conocerte he a ti. Porque, como dicen los
filósofos, un extremo se conoce bien por otro.
6. Y para probar más claramente la eficacia que
tiene esta noche sensitiva en su sequedad y desabrigo para ocasionar la luz
que de Dios decimos recibir aquí el alma, alegaremos aquella autoridad de
David (Sal. 62, 3) en que da bien a entender la virtud grande que tiene esta
noche para este alto conocimiento de Dios. Dice, pues, así: En la tierra
desierta, sin agua, seca y sin camino parecí delante de ti para poder ver tu
virtud y tu gloria. Lo cual es cosa admirable; que no da aquí a entender
David que los deleites espirituales y gustos muchos que él había tenido le
fuesen disposición y medio para conocer la gloria de Dios, sino las
sequedades y desarrimos de la parte sensitiva, que se entiende aquí por la
tierra seca y desierta; y que no diga también que los conceptos y discursos
divinos, de que él había usado mucho, fuesen camino para sentir y ver la
virtud de Dios, sino el no poder fijar el concepto en Dios, ni caminar con el
discurso de la consideración imaginaria, que se entiende aquí por la tierra
sin camino. De manera que, para conocer a Dios y a sí mismo, esta noche
oscura es el medio con sus sequedades y vacíos, aunque no con la plenitud y
abundancia que en la otra del espíritu, porque este conocimiento es como
principio de la otra.
7. Saca también el alma en las sequedades y vacíos
de esta noche del apetito humildad espiritual, que es la virtud contraria al
primer vicio capital que dijimos ser soberbia espiritual; por la cual
humildad, que adquiere por el dicho conocimiento propio, se purga de todas
aquellas imperfecciones en que caía acerca de aquel vicio de soberbia en el
tiempo de su prosperidad. Porque, como se ve tan seca y miserable, ni aun por
primer movimiento le parece que va mejor que los otros, ni que los lleva
ventaja, como antes hacía; antes, por el contrario, conoce que los otros van
mejor.
8. Y de aquí nace el amor del prójimo, porque los
estima y no los juzga como antes solía cuando se veía a sí con mucho fervor y
a los otros no. Sólo conoce su miseria y la tiene delante de los ojos: tanto,
que no la deja ni da lugar para poner los ojos en nadie, lo cual
admirablemente David, estando en esta noche, manifiesta, diciendo: Enmudecí y
fui humillado y tuve silencio en los bienes y renovóse
mi dolor (Sal. 38, 3). Esto dice, porque le parecía que los bienes de su alma
estaban tan acabados, que no solamente no había ni hallaba lenguaje de ellos,
mas acerca de los ajenos también enmudeció con el dolor del conocimiento de
su miseria.
9. Aquí también se hacen sujetos y obedientes en el
camino espiritual, que, como se ven tan miserables, no sólo oyen lo que los
enseñan, mas aun desean que cualquiera los encamine y diga lo que deben
hacer; quítaseles la presunción afectiva que en la prosperidad a veces
tenían. Y, finalmente, de camino se les barren todas las demás imperfecciones
que notamos allí acerca de este vicio primero que es soberbia espiritual.
CAPÍTULO 13
De otros provechos que causa en el alma esta noche
del sentido.
1. Acerca de las imperfecciones que en la avaricia
espiritual tenía, en que codiciaba unas y otras cosas espirituales y nunca se
veía satisfecha el alma de unos ejercicios y otros, con la codicia del
apetito y gusto que hallaba en ellos, ahora en esta noche seca y oscura anda
bien reformada; porque, como no halla el gusto y sabor que solía, antes halla
en ellas sinsabor y trabajo, con tanta templanza usa de ellas, que por
ventura podría perder ya por punto de corto como antes perdía por largo.
Aunque a los que Dios pone en esta noche comúnmente les da humildad y
prontitud, aunque con sinsabor, para que sólo por Dios hagan aquello que se
les manda; y desaprovéchanse de muchas cosas porque
no hallan gusto en ellas.
2. Acerca de la lujuria espiritual también se ve
claro que, por esta sequedad y sinsabor de sentido que halla el alma en las
cosas espirituales, se librará de aquellas impurezas que allí notamos; pues,
comúnmente, dijimos que procedían del gusto que del espíritu redundaba en el
sentido.
3. Pero de las imperfecciones que se libra el alma
en esta noche oscura acerca del cuarto vicio, que es la gula espiritual, puédense ver allí, aunque no están allí dichas todas,
porque son innumerables; y así yo aquí no las referiré, porque querría ya
concluir con esta noche para pasar a la otra, de la cual tenemos grave
palabra y doctrina.
Baste, para entender los innumerables provechos que
demás de los dichos gana el alma en esta noche acerca de este vicio de la
gula espiritual, decir que de todas aquellas imperfecciones que allí quedan
dichas se libra, y de otros muchos y mayores males y feas abominaciones que,
como digo, allí no están escritas, en que vinieron a dar muchos de que
habemos tenido experiencia, por no tener ellos reformado el apetito en esta
golosina espiritual. Porque, como Dios en esta seca y oscura noche, en que
pone al alma, tiene refrenada la concupiscencia y enfrenado el apetito de
manera que no se puede cebar de ningún gusto ni sabor sensible de cosa de
arriba ni de abajo, y esto lo va continuando de tal manera que queda impuesta
el alma, reformada y emprensada según la
concupiscencia y apetito, pierde la fuerza de las pasiones y concupiscencia y
se hace estéril, no usándose el gusto, bien así como no acostumbrando a sacar
leche de la ubre se secan los cursos de la leche. Y, enjugados así los
apetitos del alma, síguense, demás de los dichos,
por medio de esta sobriedad espiritual admirables provechos en ella; porque,
apagados los apetitos y concupiscencias, vive el alma en paz y tranquilidad
espiritual; porque donde no reina apetito y concupiscencia no hay
perturbación, sino paz y consuelo de Dios.
4. Sale de aquí otro segundo provecho, y es que
trae ordinaria memoria de Dios, con temor y recelo de volver atrás, como
queda dicho, en el camino espiritual; el cual es grande provecho y es no de
los menores en esta sequedad y purgación del apetito, porque se purifica el
alma y limpia de las imperfecciones que se le pegaban por medio de los
apetitos y afecciones, que de suyo embotan y ofuscan el ánima.
5. Hay otro provecho muy grande en esta noche para
el alma, y es que se ejercita en las virtudes de por junto, como en la
paciencia y longanimidad, que se ejercita bien en estos vacíos y sequedades,
sufriendo el perseverar en los espirituales ejercicios sin consuelo y sin
gusto. Ejercítase la caridad de Dios, pues ya no
por el gusto atraído y saboreado que halla en la obra es movido, sino sólo
por Dios. Ejercita aquí también la virtud de la fortaleza, porque en estas
dificultades y sinsabores que halla en el obrar saca fuerzas de flaquezas, y
así se hace fuerte. Y, finalmente, en todas las virtudes, así teologales como
cardinales y morales, corporal y espiritualmente se ejercita el alma en estas
sequedades.
6. Y que en esta noche consiga el alma estos cuatro
provechos que habemos dicho, conviene a saber: delectación de paz, ordinaria
memoria y solicitud de Dios, limpieza y pureza del alma y el ejercicio de
virtudes que acabamos de decir, dícelo David (Sal.
76, 4), como lo experimentó él mismo estando en esta noche, por estas
palabras: Mi alma desechó las consolaciones, tuve memoria de Dios y hallé
consuelo y ejercitéme, y desfalleció mi espíritu. Y
luego dice (v. 7): Y medité de noche con mi corazón, y ejercitábame,
y barría y purificaba mi espíritu, conviene a saber, de todas las afecciones.
7. Acerca de las imperfecciones de los otros tres
vicios espirituales que allí dijimos que son ira, envidia y acidia, también
en esta sequedad del apetito se purga el alma y adquiere las virtudes a ellas
contrarias; porque, ablandada y humillada por estas sequedades y dificultades
y otras tentaciones y trabajos en que a vueltas de esta noche Dios la
ejercita, se hace mansa para con Dios y para consigo y también para con el
prójimo; de manera que ya no se enoja con alteración sobre las faltas propias
contra sí, ni sobre las ajenas contra el prójimo, ni acerca de Dios trae
disgusto y querellas descomedidas porque no le hace presto bueno.
8. Pues acerca de la envidia, también aquí tiene
caridad con los demás; porque, si alguna envidia tiene, no es viciosa como
antes solía cuando le daba pena que otros fuesen a él preferidos y que le llevasen
la ventaja, porque ya aquí se la tiene dada, viéndose tan miserable como se
ve; y la envidia que tiene, si la tiene, es virtuosa, deseando imitarlos, lo
cual es mucha virtud.
9. Las acidias y tedios que aquí tiene de las cosas
espirituales tampoco son viciosas como antes; porque aquéllos procedían de
los gustos espirituales que a veces tenía y pretendía tener cuando no los
hallaba; pero estos tedios no proceden de esta flaqueza del gusto, porque se
le tiene Dios quitado acerca de todas las cosas en esta purgación del
apetito.
10. Demás de estos provechos que están dichos,
otros innumerables consigue por medio de esta seca contemplación; porque en
medio de estas sequedades y aprietos, muchas veces, cuando menos piensa,
comunica Dios al alma suavidad espiritual y amor muy puro y noticias
espirituales, a veces muy delicadas, cada una de mayor provecho y precio que
cuanto antes gustaba; aunque el alma en los principios no piensa así, porque
es muy delicada la influencia espiritual que aquí se da, y no la percibe el
sentido.
11. Finalmente, por cuanto aquí el alma se purga de
las afecciones y apetitos sensitivos, consigue libertad de espíritu, en que
se van granjeando los doce frutos del Espíritu Santo. También aquí
admirablemente se libra de las manos de los tres enemigos, mundo, demonio y
carne; porque, apagándose el sabor y gusto sensitivo acerca de las cosas, no
tiene el demonio, ni el mundo, ni la sensualidad armas ni fuerzas contra el
espíritu.
12. Estas sequedades hacen, pues, al alma andar con
pureza en el amor de Dios, pues que ya no se mueve a obrar por el gusto y
sabor de la obra, como por ventura lo hacía cuando gustaba, sino sólo por dar
gusto a Dios. Hácese no presumida ni satisfecha,
como por ventura en el tiempo de la prosperidad solía, sino recelosa y
temerosa de sí, no teniendo en sí satisfacción ninguna, en lo cual está el
santo temor que conserva y aumenta las virtudes. Apaga también esta sequedad
las concupiscencias y bríos naturales, como también queda dicho; porque aquí,
si no es el gusto que de suyo Dios le infunde algunas veces, por maravilla
halla gusto y consuelo sensible por su diligencia en alguna obra y ejercicio
espiritual, como ya queda dicho.
13. Crécele en esta noche seca el cuidado de Dios y
las ansias por servirle, porque, como se le van enjugando los pechos de la
sensualidad, con que sustentaba y criaba los apetitos tras que iba, sólo
queda en seco y en desnudo el ansia de servir a Dios, que es cosa para Dios
muy agradable, pues, como dice David (Sal. 50, 19), el espíritu atribulado es
sacrificio para Dios.
14. Como el alma, pues, conoce que en esta
purgación seca por donde pasó, sacó y consiguió tantos y tan preciosos
provechos como aquí se han referido, no hace mucho en decir, en la canción
que vamos declarando, el dicho verso, es a saber: ¡oh dichosa ventura! salí
sin ser notada; esto es: salí de los lazos y sujeción de mis apetitos
sensitivos y afecciones, sin ser notada, es a saber, sin que los dichos tres
enemigos me lo pudiesen impedir. Los cuales, como habemos dicho, con los
apetitos y gustos, así como con lazos, enlazan al alma y la detienen que no
salga de sí a la libertad de amor de Dios; sin los cuales ellos no pueden
combatir al alma, como queda dicho.
15. De donde, en sosegándose por continua
mortificación las cuatro pasiones del alma, que son: gozo, dolor, esperanza y
temor, y en durmiéndose en la sensualidad por ordinarias sequedades los
apetitos naturales, y en alzando de obra la armonía de los sentidos y
potencias interiores, cesando sus operaciones discursivas, como habemos
dicho, lo cual es toda la gente y morada de la parte inferior del alma, que
es lo que aquí llama su casa, diciendo:
Estando ya mi casa sosegada.
CAPÍTULO 14
En que se declara el último verso de la primera
canción.
1. Estando ya esta casa de la sensualidad sosegada,
esto es, mortificada, sus pasiones apagadas y apetitos sosegados y dormidos
por medio de esta dichosa noche de la purgación sensitiva, salió el alma a
comenzar el camino y vía del espíritu, que es de los aprovechantes y
aprovechados, que, por otro nombre, llaman vía iluminativa o de contemplación
infusa, con que Dios de suyo anda apacentando y reficionando
al alma, sin discurso ni ayuda activa de la misma alma.
Tal es, como habemos dicho, la noche y purgación
del sentido en el alma; la cual, en los que después han de entrar en la otra
más grave del espíritu, para pasar a la divina unión de amor (porque no
todos, sino los menos, pasan ordinariamente), suele ir acompañada con graves
trabajos y tentaciones sensitivas, que duran mucho tiempo, aunque en unos más
que en otros. Porque a algunos se les da el ángel de Satanás (2 Cor. 12, 7),
que es el espíritu de fornicación, para que les azote los sentidos con
abominables y fuertes tentaciones, y les atribule el espíritu con feas
advertencias y representaciones más visibles en la imaginación, que a veces
les es mayor pena que el morir.
2. Otras veces se les añade en esta noche el
espíritu de blasfemia, el cual en todos sus conceptos y pensamientos se anda
atravesando con intolerables blasfemias, y a veces con tanta fuerza sugeridas
en la imaginación, que casi se las hace pronunciar, que les es grave
tormento.
3. Otras veces se les da otro abominable espíritu,
que llama Isaías (19, 14) spiritus vertiginis, no porque caigan, sino porque los ejercite;
el cual de tal manera les oscurece el sentido, que los llena de mil
escrúpulos y perplejidades tan intrincadas al juicio de ellos, que nunca
pueden satisfacerse con nada, ni arrimar el juicio a consejo ni concepto; el
cual es uno de los más graves estímulos y horrores de esta noche, muy vecino
a lo que pasa en la noche espiritual.
4. Estas tempestades y trabajos ordinariamente
envía Dios en esta noche y purgación sensitiva a los que, como digo, ha de
poner después en la otra, aunque no todos pasan a ella, para que castigados y
abofeteados de esta manera se vayan ejercitando y disponiendo y curtiendo los
sentidos y potencias para la unión de la Sabiduría que allí les han de dar.
Porque si el alma no es tentada, ejercitada y probada con trabajos y
tentaciones, no puede avivar su sentido para la sabiduría. Que por eso dijo
el Eclesiástico (34, 910): El que no es tentado, ¿qué sabe? Y el que no es
probado, ¿cuáles son las cosas que reconoce? De la cual verdad da Jeremías
(31, 18) buen testimonio, diciendo: Castigásteme,
Señor, y fui enseñado. Y la más propia manera de este castigo para entrar en
sabiduría son los trabajos interiores que aquí decimos, por cuanto son de los
que más eficazmente purgan el sentido de todos los gustos y consuelos a que
con flaqueza natural estaba afectado, y donde es humillada el alma de veras
para el ensalzamiento que ha de tener.
5. Pero el tiempo que al alma tengan en este ayuno
y penitencia del sentido, cuánto sea, no es cosa cierta decirlo, porque no
pasa en todos de una manera ni unas mismas tentaciones; porque esto va medido
por la voluntad de Dios conforme a lo más o menos que cada uno tiene de
imperfección que purgar; y también, conforme al grado de amor de unión a que
Dios la quiere levantar, la humillará más o menos intensamente, o más o menos
tiempo. Los que tienen sujeto y más fuerza para sufrir con más intensión, los
purga más presto. Porque a los muy flacos con mucha remisión y flacas
tentaciones mucho tiempo les lleva por esta noche, dándoles ordinarias
refecciones al sentido porque no vuelvan atrás, y tarde llegan a la pureza de
perfección en esta vida, y algunos de éstos nunca; que ni bien están en la
noche, ni bien fuera de ella; porque, aunque no pasan adelante, para que se
conserven en humildad y conocimiento propio, los ejercita Dios algunos ratos
y días en aquellas tentaciones y sequedades; y les acude con el consuelo
otras veces y temporadas, para que desmayando no se vuelvan a buscar el del
mundo. A otras almas más flacas anda Dios con ellas como pareciendo y
trasponiendo, para ejercitarlas en su amor, porque sin desvíos no aprendieran
a llegarse a Dios.
6. Pero las almas que han de pasar a tan dichoso y
alto estado como es la unión de amor, por muy apriesa
que Dios las lleve, harto tiempo suelen durar en estas sequedades y
tentaciones ordinariamente, como está visto por experiencia.
Tiempo es, pues, de comenzar a tratar de la segunda
noche.
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