CONOCIENDO A
SAN JUAN DE Publicado en |
Juan de Lucio del Burgo Es interesante contemplar a Juan
de Relaciones entre Teresa y Juan Son frutos de la misma tierra y
la geografía conforma a las personas en su manera de pensar y sentir. Teresa
nace en Avila el año 1515 y muere en Alba de Tormes
el 1582. Juan vino a este mundo en Fontiveros (Avila)
en 1542 y muere en Ubeda (Jaén) en 1591. El mismo
momento histórico moldea sus vidas, Coincidieron en este mundo un periodo bastante largo, cuarenta años. La mitad de ellos comprometidos e ilusionados en la tarea de Reforma del Carmelo. Teresa como Madre Fundadora y Juan como el primer carmelita descalzo. Esta ilusión llevada a cabo a través de tantos años y que dio origen a tantos encuentros, cartas y conversaciones, forma parte de una historia que se ha tejido y constituye el carisma teresiano. Agosto de 1567 es el encuentro
de Teresa y Juan de Teresa ve realizados sus sueños, descubre en el joven Juan de Santo Matías el ideal para empezar una nueva vida entre los Carmelitas Descalzos. Juan ve en Teresa una mujer con una hondura espiritual, una capacidad de liderazgo y una claridad de ideas que le entusiasma. Desde este momento los destinos de Teresa y Juan van a caminar bastante entrelazados. «Todos le tienen por santo» Tenemos un testimonio de los
primeros años de «Estando en este convento
(Medina del Campo 1579, probablemente) nuestra Santa madre Teresa de Jesús,
hablaba de él con gran estima. Y entre otras cosas santas y buenas que decía
del dicho Venerable Padre, en presencia mía y de muchas religiosas de este
convento dijo que el dicho Venerable Padre había llegado a la perfección más
alta que podía llegar un hombre humano mediante su gran virtud y santidad. Y
personas religiosas de esta casa que con él comunicaban y trataban, decían
grandes cosas de su vida y santidad, que estando preso mucho tiempo en la
cárcel de Toledo en su prisión hizo y compuso las canciones de En la mente de la madre Teresa,
Juan de «Puso en este monasterio del Carmen prior y suprior y portero y sacristán descalzos, y acá ha días que confiesa uno de ellos harto santo; ha hecho gran provecho, y todos estotros son bien a mi gusto» (Cta. 45,3). «En gracia me ha caído, hija, cuán
sin razón se quejan pues tiene allá a mi padre fray Juan de Los elogios no pueden ser
mayores. Teresa ve a Juan de Ningún otro juicio ha conseguido históricamente tanta fortuna. Lo que en definitiva le identifica, en opinión de Teresa, es el «santo» sin más. Hablar de fray Juan para ella es recordar a un santo. Esta palabra lo encierra todo; los demás son títulos marginales» (E. Pacho, Diccionario de San
Juan de La santidad es la fuente que
mana y corre, de esta fuente nacen todos los carismas que embellecen a Juan
de Todos conocían la estima que
tenía «Oí contar muchas veces a mi madre Ana de Jesús y a mi buena madre María del Nacimiento, que esté en gloria, que nuestra Santa madre Teresa de Jesús, que estimaba y quería mucho a este venerable padre, y fue su confesor mucho tiempo, y que decía de él que le amaba tiernamente, porque tenía un alma muy cándida y pura, y que era un varón sin malicia ni marañas, y que tenía altísima contemplación y una paz grandísima» (BMC 13, p. 369). ¿Qué opinión tiene Juan de Es muy mesurado a la hora de dar
afirmaciones relacionadas con otras personas. A veces las pocas palabras
pueden ser expresión de una gran estima y un gran reconocimiento. Aunque las
referencias son escasas pero pueden ser muy significativas. Para el Santo
Carmelita En el Cántico Espiritual podemos
encontrar dos referencias que son muy valiosas. En la primera aparece Teresa
expresamente como maestra en las cosas del espíritu. En la segunda trata de
los Fundadores, de su riqueza espiritual y el influjo en sus hijos. Dios se
derrama de un modo especial en ellos. Aunque no dice expresamente el nombre
de «Y porque también la bienaventurada Teresa de Jesús, nuestra madre, dejó escritas estas cosas de espíritu admirablemente» (CB 13,7). «Pocas almas llegan a tanto como esto; mas algunas han llegado, mayormente las de aquellos cuya virtud y espíritu se había de difundir en la sucesión de sus hijos, dando Dios la riqueza y valor a las cabezas en las primicias del espíritu según la mayor o menor sucesión que había de tener su doctrina y espíritu» (Ll B 2,12). |
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