"Goza
de la vida con la mujer que amas" (Eclesiastés 9,9). Autor:
Pedro Donoso Brant www.caminando-con-jesus.org El Eclesiástico (9, 1-9) exhorta no
solamente a estar en guardia ante los celos por la mujer amada, sino también
a evitar la familiaridad con la mujer licenciosa y con la mujer ajena; sobre
todo invita calurosamente a evitar a las prostitutas y a no dejarse seducir
por la belleza de una mujer, ya que su amor quema como el fuego. Este es el texto Bíblico: “No seas celoso de tu mujer, no la
vayas a maliciar en daño tuyo, No te
dejes dominar de tu mujer, no se alce sobre ti. Huye de la cortesana, no
caigas en sus lazos. No te entretengas con la cantadora, no te coja en sus
redes. No fijes tu atención en
doncella, no vayas a incurrir en castigo por su menoscabo. No te entregues a
las meretrices, no vengan a perder tu hacienda. No pasees tus ojos por las calles de la
ciudad ni andes rondando por sitios solitarios. Aparta tus ojos de la mujer
muy compuesta y no fijes la vista en la hermosura ajena. Por la hermosura de
la mujer muchos se extraviaron, y con eso se enciende como fuego la
pasión. No te sientes nunca junto a
mujer casada ni te recuestes con ella a la mesa; ni bebas con ella vino en los banquetes; no
se incline hacia ella tu corazón y seas arrastrado a la perdición.” El texto bíblico nos viene a decir
los peligros que pueden provenir del trato con las mujeres son tan numerosos
y tan sutiles, que merecen una sección especial. El autor va recorriendo las
diversas clases de mujeres de quienes aquéllos pueden provenir, para dar en
cada caso su consejo oportuno. Comienza advirtiendo al marido dos
cosas respecto de su mujer. La primera, que no sea celoso de ella; el hombre
ha de tener confianza en su mujer y no concebir sospechas infundadas sobre su
fidelidad; éstas, además de destruir la paz y fidelidad conyugal, pueden enseñarle
caminos, tal vez por ella ignorados, de pecado, lo que repercutiría en daño
del esposo, que vería venir a menos el amor de la esposa y tal vez
quebrantada la misma fidelidad matrimonial. La segunda, que, si bien ha de
amarla entrañablemente, no ha de dejarse dominar por ella. Por derecho
natural, divino y humano, él es el superior. El Génesis la presenta formada
de su costilla, como queriendo indicar su dependencia de él San Pablo dice
que el varón es la cabeza de la mujer, como Cristo lo es de la Iglesia. Y
como la Iglesia está sujeta a Cristo, así las mujeres deben estarlo a sus
maridos en todo 2. Adán, Sansón, Salomón y
otros muchos sufrieron las consecuencias de la inversión del orden
establecido por Dios. La mujer, por lo demás, fácilmente hace mal uso o abusa
de un poder que no fue hecho para ella. Entre las categorías de hombres que
enumera el Talmud para quienes la vida, dice, no es vida, una es la de
aquellos que se dejan dominar por las propias mujeres. Hay mujeres sumamente peligrosas,
cuyo trato hay que evitar si no se quiere caer en sus lazos: las cortesanas,
prostitutas profesionales, generalmente extranjeras 3, y las cantadoras,
presentadas a veces como rameras 4,
pues eran en Oriente con frecuencia mujeres depravadas que con sus cantos y
bailes fácilmente excitaban la concupiscencia del hombre y movían su ánimo al
pecado. Pero también es necesaria la circunspección para con la joven no
desposada cuyo atractivo, por la flor de su edad, puede ser mayor que
respecto de las anteriores. Para con ella es preciso cautela en las miradas,
pues por los ojos entra la tentación al corazón. Job dice haber hecho un
pacto con sus ojos de no mirar virgen 5.
Alejandro Magno no quiso ver a las hijas de Darío hechas prisioneras por los
suyos, diciendo: “No lo haré, no sea que, habiendo vencido a los hombres, sea
vencido por las mujeres.”6 El
Deuteronomio ordenaba que quien “yació con ella dará al padre de la joven
cincuenta siclos de plata, y ella será su mujer, por haberla él deshonrado, y
no podrá repudiarla en su vida.”7
El trato con las meretrices trae, además, consigo la ruina de la hacienda de
quien se entrega a ellas; excitadas las pasiones, ya no podrá contenerse
mientras tenga dinero con que sostenerlas, como ocurrió al hijo pródigo 8. Por lo que las meretrices vienen a
ser, en expresión de Spicq, como sanguijuelas, que
absorben toda la sangre de aquellos que caen en sus manos 9. La conducta del sabio ha de ser huir
de las ocasiones que llevan a tales extremos (v.7-8). Quien voluntariamente
se coloca en la tentación, dada la proclividad de la naturaleza humana hacia
la sensualidad, difícilmente evitará la caída. Por eso deberá controlar sus
ojos a su paso por las calles, absteniéndose de fijarlos en hermosuras
peligrosas, que comienzan a encender la pasión, que termina por abrasar, y
sobre todo evitará frecuentar los lugares solitarios, en que suelen merodear
las mujeres de mala vida 10. Los últimos versos recomiendan
evitar las relaciones demasiado familiares con las mujeres casadas, que
pueden arrastrar el corazón y llevar al pecado, como sentarse junto a ella en
la mesa, dado que los comensales se recostaban en los asientos, de modo que
la cabeza de uno venía casi a rozar el pecho de quien estaba a su izquierda 11; el tomar vino con ella en los
banquetes, que fácilmente nubla la razón y excita la sensualidad. El
adulterio, además de exponer a la ira del marido, era castigado en la Ley con
la muerte 12, si bien parece se
aplicaba un castigo menos riguroso en los tiempos posteriores. Por otra parte, los sabios de Israel
exhortan a amar profunda e intensamente a la propia mujer para experimentar
gozo y felicidad: "Goza de la vida con la mujer que amas" (Eclesiastés
9,9). Entre las cosas que dan al hombre
una satisfacción mayor y le compensan más las desilusiones a que ha ido
haciendo mención a lo largo de sus experiencias, ocupa un lugar preeminente
la mujer, cuya alegra compañía es la mejor compensación frente a los trabajos
y contrariedades de la vida. El embriagador amor conyugal hará
superar las asechanzas y las seducciones de otras mujeres, más allá del
peligro de la infidelidad. "Bendita sea tu fuente, y que te
regocijes en la mujer de tu juventud: cierva amable y graciosa gacela, sus
encantos te embriaguen de continuo, siempre estés prendado de su amor. ¿Por
qué, hijo mío, desear a una extraña y abrazar el seno de una
desconocida?" (Pr 5,18-20). Pedro
Donoso Brant Fuentes: Biblia Nácar-Colunga Biblia de Jerusalén La Biblia Comentada, Libros Sapienciales, Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol Referencias 2 Ef 5:22-24 3 Cf. Prov 2:16; 5:3.20; 7:5. 4 Is 23:16 5 31:1. 6 Plutarco en Alexandr. 7 22:23; Ex 22:15-16. 8 Prov 5:10-14; 6:26; 29:3. 9 O.c., a.9:6-8 p.615. 10 Los v.10-11, que faltan en el hebreo y el griego, se leen en la Vulgata: Toda prostituta es como basura en el camino, que es pisada de cuantos pasan. 16 Muchos, alucinados por la belleza de una mujer extraña, se hicieron reprobos, pues su conversación es como fuego que quema. Ponen de relieve la bajeza y desprecio de la mujer de mala vida. 11 Cf. Jn 13:23 12 Lev 20:10 |