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CAMINANDO
HACIA EVANGELIO
SEGÚN SAN MATEO 6, 1-18 MODO CRISTIANO DE PRACTICAR Y EL AYUNO Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |
“Cuaresma, tiempo de conversión” |
Estamos ya en la cuarta semana de Cuaresma,
y hemos reflexionado sobre la necesidad de “Convertirse a Dios” y talvez
hemos pensado que es tiempos de penitencia. Juan Pablo II nos decía que “La
penitencia en sentido evangélico significa sobre todo conversión” Cumpliendo con estas enseñanzas, acatando
amorosamente estos actos de penitencia, también acotaba el Santo padre Juan
Pablo II.: (*1*) “Es un más profundo acercarse a Dios mismo para poderse
encontrar con Él en lo íntimo de la entidad humana, en el secreto del
corazón”. Por lo tanto, el significado primero y principal de la penitencia
es interior, espiritual. El esfuerzo principal de la penitencia consiste en
entrar en sí mismo, en lo más profundo de la propia entidad, entrar en esa
dimensión de la propia humanidad en la que, en cierto sentido, Dios nos
espera. Estamos habituados a pensar en ellas como
en obras piadosas y buenas que todo cristiano debe realizar, sobre todo en
este período. Tal modo de pensar es correcto, pero no completo. La oración,
la limosna y el ayuno requieren ser comprendidos más profundamente si
queremos insertarlos más a fondo en nuestra vida y no considerarlos
simplemente como prácticas pasajeras, que exigen de nosotros sólo algo
momentáneo o que sólo momentáneamente nos privan de algo. Con tal modo de
pensar no llegaremos todavía al verdadero sentido y a la verdadera fuerza que
la oración, el ayuno y la limosna tienen en el proceso de la conversión a
Dios y de nuestra madurez espiritual. Una y otra van unidas: maduramos
espiritualmente convirtiéndonos a Dios, y la conversión se realiza mediante
la oración, como también mediante el ayuno y la limosna, entendidos
adecuadamente. Acaso convenga decir que aquí no se trata
sólo de prácticas pasajeras, sino de actitudes constantes que dan una forma
duradera a nuestra conversión a Dios. La Cuaresma, como tiempo litúrgico,
dura sólo cuarenta días al año: en cambio, debemos tender siempre a Dios;
esto significa que es necesario convertirse continuamente. La Cuaresma debe
dejar una impronta fuerte e indeleble en nuestra vida. Debe renovar en
nosotros la conciencia de nuestra unión con Jesucristo, que nos hace ver la
necesidad de la conversión y nos indica los caminos para realizarla. La
oración, el ayuno y la limosna son precisamente los caminos que Cristo nos ha
indicado.” (*1*) Catequesis de Juan Pablo II, 14/2/79,
sobre la oración, ayuno y limosna Es interesante al extremo, los aspectos del
Evangelio según san Mateo 6, 1-18, donde Cristo nos enseña como debe ser
nuestra actitud frente a la limosna, la oración y el ayuno, tres aspectos de
mucha reflexión para este período. I. ACTITUDES COMO CRISTIANO, DOCTRINA
GENERAL SOBRE Evangelio según san
Mateo 6, 1 Estad atentos a no hacer vuestra justicia delante de el
hombre para que os vean; de otra manera no tendréis recompensa ante vuestro
Padre, que está en los cielos. Jesús no enseña cuales son las buenas
actitudes de los cristianos y cuales son propias de los fariseos. Jesús dijo
a sus discípulos: “Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los
hombres para ser vistos por ellos”: Estar atentos para evitar hacer justicia
con ostentosidad, es decir no se ha de practicar las buenas obras para ser
vistos por los hombres. La virtud se practica por amor a Dios. Sólo así se
tendrá “premio,” “recompensa” Pues “el que quiere hacer ostentación de su
virtud, no trabaja por la virtud, sino por la fama.” Por eso los que así
obran “recibieron” ya su recompensa. II. MODO CRISTIANO DE PRACTICAR Evangelio según san
Mateo 6, 2-4 Cuando hagas, pues, limosna, no vayas tocando la
trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en sus sinagogas y en las
calles, para ser alabados de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron
su recompensa. Cuando des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace la
derecha, para que tu limosna sea oculta, y el Padre, que ve en lo oculto, te
premiará. Cristo no enseña que cuando demos limosna,
no lo vayamos pregonando delante de nosotros, como hacían los hipócritas en
las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. El cuidado de los pobres era carga de la
comunidad. En tiempo de Jesús, los sábados se recogían en todas las sinagogas
a la salida de las mismas las aportaciones voluntarias. Este sistema era
anónimo. Aparte de esta colecta semanal se admitían dones voluntarios. Los
fariseos solían dar limosna con gran ostentación a los pobres encontrados en
los caminos o reunidos en plazas con motivo de alguna solemnidad. Y hasta
parece que para excitar la generosidad se había introducido la costumbre de
proclamar los nombres de los donantes, sea en las reuniones sinagogales, sea en
las calles o plazas con ocasión de alguna solemnidad especial ante las gentes
reunidas (Eclo 31:11). Dice el Señor; “Cuando tú des limosna, que
tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en
secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.” Rabí Eleazar (c.270 d.C.), decía: “Quien da
limosna en lo oculto es más grande que nuestro maestro Moisés.” No se trata
de la “vida interior” frente a la exterior. Es el “espíritu” de la obra lo
que se destaca. El espíritu cristiano de la enseñanza no exige naturalmente
el cumplimiento material de lo que se expresa. No es tanto la materialidad de
la realización lo que se censura, sino la intención con que se hace. En otro
pasaje que recoge Mateos, Jesús hará ver que el mérito de la limosna no está
tanto en la cantidad de ésta cuanto en el espíritu y amor a Dios que en ella
se ponga (Mt 12:41-43). III. MODO CRISTIANO DE HACER ORACIÓN Evangelio según san
Mateo 6, 5-6 Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que
gustan de orar de pie en las sinagogas y en los cantones de las plazas, para
ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa.
Tú, cuando ores, entra en tu cámara y, cerrada la puerta, ora a tu Padre, que
está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo dará. “Cuando ustedes oren, no hagan como los
hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas
de las calles, para ser vistos por los hombres. Les aseguro que ellos ya
tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación,
cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve
en lo secreto, te recompensará. Jesús, censura y expone cuál ha de ser el
espíritu cristiano de sus discípulos en la oración. Todo judío piadoso varón
había de orar tres veces al día, sobre las nueve de la mañana, mediodía y
sobre las tres de la tarde; Generalmente se oraba de pie, pero también era
frecuente orar de rodillas. Se solía orar tendidos los brazos al cielo, e
incluso vueltas las palmas de las manos, como esperando el don que esperaba
recibirse. Mas para el fariseo —”hipócrita” — también
la oración era motivo para su vanidad. Les gustaba orar ostentosamente en las
“sinagogas,” en el templo — también estaba permitida la oración en cualquier
lugar puro — y en los ángulos de las plazas, probablemente para no ser
interrumpidos en su exhibicionista oración por los transeúntes y bestias de
carga. Jesucristo los describe diciendo el modo que oran “estando de pie.”Lo
que se censura no es la posición, máxime cuando generalmente se oraba de pie,
sino el modo exhibicionista con que oraban, es decir en pose. Con ello ya
recibieron su recompensa al ser vistos por los hombres, por quienes lo
hicieron. Nuestra actitud cristiana de orar, en
contraste con el estilo de los fariseos, la hacemos dentro de la “habitación
y, cerrada la puerta, oramos al Padre, íntimamente, El ve en lo secreto, el
siempre nos oirá. Lo que Jesús censura es la oración público-exhibicionista
farisaica, y el contraste se presenta en el retiro privado del hogar. No se
trata de censurar la oración pública — no es éste su objetivo —, que Jesús
mismo recomendó en otras ocasiones. Se busca a Dios, que está en todas
partes, no la exhibición. También la oración cristiana debe evitar la
“charlatanería”, esto es diciendo cosas vanas o inútiles, sea pretendiendo
recitar unas fórmulas largas o calculadas, como si ellas tuviesen una
eficacia mágica ante Dios. No es ésta la actitud cristiana en la oración,
pues Dios conoce las cosas de las cuales tenemos necesidad antes de que se
las pidamos.” Porque la oración no es locuacidad, sino el corazón volcado en
Dios. No pretende Jesús con esta enseñanza
condenar la oración larga. No es éste el propósito de su enseñanza. La
censura va contra la mecanización formulista o semimágica de la oración. Ni
va contra la extensión de la oración. El mismo, en Getsemani, dio ejemplo de
oración larga, al permanecer en la misma “una hora” de oración (Mt
26:39.42.44, par.), lo mismo que al pasarse, en ocasiones, la noche en
oración. IV. Evangelio
según san Mateo 6, 7-8 Y orando, no seáis habladores como los gentiles, que
piensan ser escuchados por su mucho hablar. No os asemejéis, pues, a ellos,
porque vuestro Padre conoce las cosas de que tenéis necesidad antes que se
las pidáis. Jesús dijo a sus discípulos: Cuando oren,
no hablen mucho, como hacen los paganos: Jesús expuso una censura y una forma
correcta al orar y de orar, a través de esta enseñanza nos expuso cual debe
ser el espíritu cristiano en la oración. La oración cristiana exige como una
condición la sinceridad y sencillez, dejando que hable el corazón, con
actitud humilde, no como el practicado por los gentiles, que piensan que por
mucho hablar serán escuchados. Lo que estamos aprendiendo, que al orar no hay
que utilizar vanas palabras, no se debe farfullar, es decir hablar muy
deprisa y de manera atropellada o confusa y tampoco decir muchas cosas
inútiles. Es así como Jesús dijo: No hagan como
ellos. En el judaísmo, en general, gustaba de prolijas oraciones y, en
especial, acumular en ellas títulos a los nombres divinos. Pero Jesús no
enseña que no es ésta la actitud cristiana en la oración, porque el Padre que
está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo
pidan. Pero no se excluye la minuciosidad, porque no se estima como requisito
semimágico, cuando viene de la sinceridad del corazón. V. JESÚS NOS ENSEÑA A ORAR Evangelio según san
Mateo 6, 9-15 Así, pues, habéis de orar vosotros: Padre nuestro, que
estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad, como en el cielo, así en la tierra. El pan nuestro de
cada día dánosle hoy, y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros
perdonamos a nuestros deudores, y no nos pongas en tentación, más líbranos
del mal. Porque, si vosotros perdonáis a otros sus faltas, también os
perdonará a vosotros vuestro Padre celestial. Pero, si no perdonáis a los
hombres las faltas suyas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestros
pecados. Jesús nos enseña: Ustedes oren de esta
manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que
venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos
hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros
perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación,
sino líbranos del mal. Hermosa oración nos enseño Jesús, El Padre
Nuestro, es irremplazable, es una oración perfecta, en ella esta todo. Toda oración, máxime de petición, debe
comenzar dirigiendo a Dios alguna alabanza que nos haga grato al orar, y que
agradable es saber el verdadero sentido de paternidad y filiación divina que
tenemos al ser hijos de Dios. Comenzamos la oración que nos enseño Jesús
diciendo: Padre Nuestro En este pronombre, Nuestro, al iniciar la oración,
nos involucramos todos y así todos somos hermanos, Dios es Nuestro Padre, uno
solo y nuestro, de todos nosotros. Luego decimos; Que estás en el cielo,
También Dios está en todas partes, pero este concepto y ésta localización de
Dios en los cielos, es decir ricamente en la Casa del Padre. Dice San
Agustín, Dios, habita en le corazón de los hombres justos, complementado con
la idea del cielo, es entonces una idea mas allá de todo lo que podemos
imaginar. En el Padre Nuestro, hacemos siete
peticiones, primero pedimos: Santificado sea tu nombre. La santificación del
nombre de Dios, la hacemos por su gran intervención en el mundo, por todas
sus grandes obras. Santificado sea su gran nombre, Glorificado y santificado
sea el nombre del Señor por todo los que hace por sus hijos. Pero no solo
debemos santificar el nombre de Dios, El santifica todo lo que hay y todas
las cosas, debemos también considerar una promesa de ser santo para que Dios
habite en un digno lugar. En este un compromiso, necesitamos mucha ayuda del
Señor. Después hacemos una segunda petición; Venga
a nosotros tu Reino. Bellísima expresión, nos da fuerza y confianza, porque
estamos pidiendo lo que Dios nunca niega, que se haga presente en nosotros, a
todos, y para que Dios reine en nuestras vidas, en todos nuestros
pensamientos, palabras y acciones. El Evangelio no es otra cosa que el establecimiento
del reino esperado, en diversos pasajes evangélicos se identifica el reino
con la persona misma de Jesús. El preludio lo tiene el Bautista: Arrepentíos,
porque el reino de los cielos llegó o se acerca (Mt 3:2). Pero también, es un
hecho ya presente: el reino de Dios está en medio de vosotros (Lc 17:20.21;
11:20); una armonización perfecta en la persona de Jesús. Nuestra tercera petición es; Hágase tu
voluntad en la tierra como en el Cielo Pedimos que se cumpla la voluntad de
Dios en la tierra, con la prontitud y exactitud con que la cumplen los
ángeles en el cielo. A esto decimos, si Señor, nuestra total sumisión a Ti,
porque las determinaciones trascendentales dependen definitivamente de la
voluntad de Dios, y ha de ser la gran voluntad divina en el establecimiento
del Reino. Y ante todo las cosas que nos sucedan, no debemos entristecernos
por lo que Dios quiere de nosotros, por que solo El sabe lo que es bueno para
todos, y nos disponemos a aceptar su voluntad en sentimientos y acciones. Cuarta petición; Danos hoy nuestro pan de
cada día. Pedimos nuestro alimento de hoy y el del mañana. El alimento
diario, también es don de Dios, los hombres dependemos en todo de Dios.
Nuestro gozo en de Dios Padre, es pedir y recibir lo que viene de El .Jesús
es el Pan de Vida Eterna. Entonces pedimos que se nos dé este Pan. Jesús es
nuestro pan diario, presente en la Sagrada Comunión, ese es el alimento mas
saludable, y es triste privarse de el y es además un compromiso para
permanecer en estado de gracia. Quinta petición: Perdona nuestras ofensas.
Misericordia Señor, nos comprometemos a no faltarte, pero caemos y nos
perdonas, luego volvemos a caer, y te suplicamos que suspendas el castigo, y
tú eres tan bueno y lo haces, y en cuanto vemos que por tu confianza en
nosotros estas mirando para otro hermano, volvemos a caer y en todas las
ocasiones estas dispuesto al perdón. Así es Dios, lleno de piedad por los
pecadores, el perdón de Dios sobrepasa siempre al de la criatura. Como nosotros perdonamos a quienes nos
ofenden Que el hombre haya de pedir perdón, perdonando él, no es más que el
hombre tiene que amar a Dios, lo que es imitarle. Y el amor a Dios exige
amarle como El es y con lo que El determina. Amad a vuestros enemigos. Sed
misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso (Lc 6:35-36; Mt 5:48) Si
Dios es piadosos con nosotros, tenemos que ser igual con los demás, si no es
así, somos unos hipócritas. ¿Y cuantas veces tenemos que perdonar a nuestros
hermanos?, infinitamente nos enseño Jesús, por eso no dice: Si perdonan sus
faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a
ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a
ustedes. Hacemos ahora una sexta petición: No nos
dejes caer en la tentación. San Agustín decía: Muchos, cuando rezan, dicen:
No permitas que seamos puestos en tentación. Y San Hilario testifica que se
leía en algunos códices: No nos abandones a una tentación que no podamos
soportar. ¿Nos dejaría Dios caer en tentación? Es mejor pedir a Dios que nos
ilumine ante el peligro fulminante a que conducen ciertas tentaciones. Jesús
nos manda orar para no entrar en tentación (Mt 26:41). Entonces aquí pedimos
a Dios que no nos deje caer en el pecado, esto es, que nos regale su fuerza,
su amor, decisión y voluntad para enfrentar este diarios combate entre la
carne y el espíritu, le pedimos a Dios, capacidad para evitar las ocasiones
de pecar. Si queremos que Dios permanezca en nosotros, cuidemos nuestro
corazón, y protejamos nuestra alma de toda tentación, mental y física. Finalmente hacemos un séptima petición; Y
líbranos del mal Líbranos del maléfico, porque la tentación vine de Satanás,
para boicotear y tratar de destruir el establecimiento del Reino en nosotros.
La maldad esta a la vista de todos, la mentira, del crimen, del robo, la
xenofobia, la discriminación, la desidia, la irreverencia, el egoísmo, la
envidia, la pereza, la dureza del corazón, la incomprensión, la
irresponsabilidad, y tantas más que son el deleite de Satanás. Finalizamos, esta bella oración diciendo
Amen, así es, así sea, Dios es nuestro Padre, así es, nosotros somos tus
hijos, así es, nosotros somos todos hermanos, así es, la voluntad de Dios es
la que buscamos, así sea, queremos en nosotros el Reino de los Cielos, así
sea, que nos amemos, que nos unamos, nos santifiquemos, te sirvamos, te
adoremos, así sea, Amen, Amen. VI. MODO CRISTIANO DE AYUNAR Evangelio según san
Mateo 6, 16-18 Cuando ayunéis, no aparezcáis tristes, como los
hipócritas, que demudan su rostro para que los hombres vean que ayunan; en
verdad os digo que recibieron su recompensa. Tú, cuando ayunes, úngete la
cabeza y lava tú cara, para que no
vean los hombres que ayunas, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre,
que ve en lo secreto, te lo concederá. Dice Jesús: “Cuando ustedes ayunen, no
pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para
que los hombres noten que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su
recompensa.” Otro de los casos en que Jesús no habla del
espíritu cristiano es a propósito del ayuno, de tanta importancia en el
judaísmo y cristianismo. En aquel tiempo los judíos tenían prescrito
un ayuno obligatorio para todos en el día de Kippur, día de la gran expiación
(Lev 16:29), día del ayuno por excelencia (Act 27:9). Pero había también
otros ayunos supererogatorios, que vinieron a incorporarse a la práctica
colectiva de la vida piadosa. Algunos fariseos ayunaban todo el año. En los
días más severos estaba prohibido saludar, y por eso se caminaba con la
cabeza baja y, a veces, velada. En otros ayunos secundarios se prohibía
trabajar, tomar baños, ungirse con perfumes y llevar calzado. En este
ambiente, todavía había quienes, deseosos de ser vistos por los hombres y
cobrar fama de virtuosos por sus ayunos, querían acusar esto en la cara,
ensombreciendo ésta y presentándose “entristecidos.” Este ayuno era total
hasta la puesta del sol. Nuevamente ante este cuadro exhibicionista
de los fariseos, Jesús nos presenta el espíritu del ayuno cristiano. Y lo
presenta con las hipérboles orientales de contraste, cuando ayunes, perfuma
tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los
hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto,
te recompensará. Hecho sólo por Dios, El lo verá y “premiará.” Jesús nos ha enseñado a través de este
evangelio, un principio importante, no debemos buscar la recompensa en la
opinión de los hombres, El lo repite insistentemente, por tanto, nuestra
buenas obras la hacemos por amor a Dios, sin preocuparnos si los demás la
aprueban o no. Obramos por Dios, por amor y por fidelidad a EL, si lo hacemos
así en conciencia, podremos esperar la recompensa del Padre por nuestro buen
actuar. Nuestro Buen Padre, esta presente en toda
nuestra vida, el sabe lo que hacemos y por que lo hacemos. El Señor les Bendiga y les regale su
amorosa Paz Bibliografía Reflexiones
personales de www.caminando-con-jesus.org de Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Texto
del Evangelio de Catequesis
de Juan Pablo II, 14/2/79, sobre la oración, ayuno y limosna Cuaresma 2003 |
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