1.
“CUARESMA, TIEMPO
DE CONVERSIÓN”
“Convertíos,
porque el Reino de los Cielos ha llegado”
(Mateo (SBJ) 4)
Cuaresma,
tiempo de pensar en la conversión y en el verdadero arrepentimiento, es el
período de vivir nuestra reconciliación con Dios. -- Convertíos, porque el Reino de los
Cielos ha llegado. -- (Mateo 4), es el llamado con el cual Jesucristo
inicia su predicación.
¿Pero
porque nos cuesta acoger este llamado del
Señor?, ¿porque nos es difícil el arrepentimiento sincero? o ¿Por
qué no nos damos tiempo en pensar en el arrepentimiento?. ¿Son tantas las
cosas o preocupaciones de nuestra vida moderna que no nos queda tiempo para
preocuparnos de convertirnos, de arrepentirnos y de reconciliarnos?
Oí
a alguien decir, ojala en esta cuaresma alcance a confesarme. Es decir consideramos la confesión un mero trámite
para recibir la absolución y luego, a esperar la cuaresma del próximo año o
si no alcanzo este año, espero poder hacerlo el próximo.
Cada
cual debe meditar, sobre el sentido personal de esta invitación cuaresmal
para hacer un esfuerzo espiritual y acercarse a la amistad de Dios,
mediante la penitencia y la reconciliación.
“Es
que no me gusta confesarme con los curas”, se oye decir y no se mide la
importancia que tiene para nuestra vida, para nuestra fe como miembro de
nuestra Iglesia Católica.
Cada
católico debe reflexionar como es de necesario comprender lo que nos pide
nuestro catolicismo y nuestra Iglesia, ya que es parte de nuestra vida, y
de esta forma renovar con el corazón nuestra fe.
Con
gozo recibíamos hace unos tres mese atrás el tiempo de Adviento, luego el
tiempo de Navidad, tiempos de preparación para vivir con un corazón
dedicado al tiempo cuaresmal, con sentimientos de humildad, de perdón, de
preparación para el día final y de solidaridad con todos.
Nos
preguntamos: ¿Como quiere Dios que sean sus hijos?, a continuación,
meditando algunos textos de los
Santos Evangelios, podemos reflexionar sobre esta pregunta
2.
DIOS NOS QUIERE
HUMILDES
Dijo también a
algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola:
“Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El
fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: "¡OH Dios! Te
doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos,
adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy
el diezmo de todas mis ganancias." En cambio el publicano,
manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino
que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡OH Dios! ¡Ten compasión de mí,
que soy pecador!" Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél
no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille,
será ensalzado.
(Lucas 18)
La
finalidad de esta parábola, es enseñar el valor de la oración, pero con una
condición esencial de la misma: la humildad. Es condición esencial, pues
todo el que pide ha de reconocer lo que no tiene. Jesús, según Lucas, dijo
esta parábola “a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los
demás.” En la oración, pues, la actitud humilde es lo que hace a Dios
aceptarla, mientras que la actitud soberbia del que pide con exigencia, más
o menos camuflada, Dios no la escucha. Así termina la parábola con una
sentencia, citada varias veces, pero que insertada aquí comenta el sentido
del intento: “Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se
humilla será elevado.”
Dos
hombres suben al templo a orar. La escena presenta más bien una oración
privada. Uno fariseo: soberbio, engreído por la práctica material de la
Ley; despreciador de los demás, por considerarlos pecadores. El fariseo se
consideraba siempre “el justo.” El publicano, al servicio de Roma y
predispuesto a negocios ilícitos, era considerado como gente “pecadora,”
odiada y despreciable.
“El
fariseo, de pie,” La oración de pie era normal. No ora: relata sus
necedades, porque sólo lo que refiere, aunque fuese verdad, no evitaba el
orgullo. Además alega obras de supererogación. Ayuna “dos veces” por
semana. No había más obligación que el ayuno anual del día de Kippur, el 9
del mes de abril. Pero los fariseos ayunaban los días segundo y quinto de
la semana. Pagaba, además, el diezmo de todo lo que vendía o adquiría.
"¡Dios
mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!" La oración del publicano,
por su humildad, por reconocer lo que era ante Dios, pecador, sin levantar
los ojos ni las manos al cielo, como era normal, y pedirle misericordia,
era válida y adecuada. En cambio, la exhibición del fariseo, que alegaba
ante Dios sus obras como si fuesen suyas, Infunde soberbia, vanidad y
presunción en su complacencia, no le trajo la “justificación,” que es el
único término que aquí se compara No le justifican sus obras solas.
La
parábola que expone Jesús, nos presenta dos posiciones opuestas del hombre
frente a Dios, una es simbolizada por el fariseo, “la soberbia”.
Hablamos
de soberbia y nos referimos a una actitud de arrogancia, y los soberbios se
auto califican en sus hechos de grandiosos, magníficos, o estupendos, y
disfrutan placenteramente en la contemplación de sus cualidades propias,
con menosprecio a los demás.
El
soberbio es orgulloso, se cree superior, por lo que trata de forma
despectiva y desconsiderada a los demás, es decir es altanero, con actitud
despreciativa hacia los demás en palabras, gestos y miradas. Además es
vanidoso, aparenta lo que no es, todo lo que hace es una actuación para
quedar bien, a costa de todo incluso de la verdad.
El
soberbio no trepida y no tiene vergüenza para hacerse dueño de los meritos
que no le corresponden, se apropia del éxito ajeno, y acomoda y adapta las
cosas para sacar provecho de las iniciativas que no le pertenecen. Además
pone todo su esfuerzo para vanagloriarse y presumir llamado la atención y
arrogarse ventajas y beneficios, incluso derechos especiales que no goza
todo el mundo.
El
soberbio es aquel que desea imponer su propio juicio y gusto personal. Pero
aún más, el quiere a toda costa que todos aprueben, acepten y apoyen sus
opiniones, sus gusto e iniciativas, pero sin aceptar la de los demás.
Además impone su orgullo, con cierta rebeldía, para que todo se haga como
él quiere, y se molesta y muestra enojo si le contradicen.
El
soberbio mira con malos ojos cualidades y éxitos de otros, entonces es
envidioso y busca desanimar al que va bien, manifiesta su deseo de fracaso
a otro que no es él. Pero además es egoísta, y busca ser el punto central,
interesado solo por si mismo y sus bienes y cosas.
El
soberbio es desconfiado, sospecha de todo, complica todo lo que puede,
enreda las expresiones de los demás, es burlón e irónico, lastima y
ridiculiza a otros. También su juicio es duro, terco, juzga despreciativamente
al que puede e interpreta siempre mal los actos de las personas. Además
vive cavilando, le da vuelta una y otra vez a las cosas y complicándola
mucho mas de lo que es.
El
soberbio es ambicioso, se empeña a toda costa en triunfar, pasa por encima
de cualquiera que se oponga a su éxito, busca todas las formas para
sentirse bien consigo mismo. Es poderoso y mejor que los demás. Es
calculador y para tener beneficios, reflexiona con cuidado y atención si va
a tener perjuicios. Todo lo hace por conveniencia.
La
otra posición opuesta, simbolizada por el publicano, es la de una profunda
humildad.
La
humildad, es una actitud derivada del conocimiento de las propias
limitaciones y que lleva a obrar sin orgullo: La humildad permite reconocer
los propios errores. Así es, como el publicano, que con esta actitud de
profunda humildad, hace un reconocimiento sincero de sus faltas, el se mira
interiormente a sí mismo y lo hace con verdad y honestidad, entonces se
sabe pecador, y por lo mismo, se reconoce necesitado del perdón de Dios.
El
sentimiento de humildad del publicano, lo hace abrirse a sí mismo, y busca
apoyarse en la infinita misericordia de Dios, así es como dice: "¡Dios
mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!". La suplica es con ahínco.
Somos
humildes, cuando no nos fijamos en los demás y no los juzgamos, sino que
los hacemos a sí mismo.
Finalmente
Jesús, pronuncia una sentencia sobre la actitud de soberbia del fariseo y
la humilde del publicano. El fariseo, llenos de si, se vuelve vacío de
Dios, el publicano, vacío de sí mismo y se ve envuelto por el amor y la
misericordia de Dios. Es decir la oración humilde justifica, es decir, nos
hace aceptables a Dios, y la soberbia nos cierra las puertas de su
misericordia.
Mantengámonos
humildes, Dios nos va a enriquecer con lo beneficios de su gracia y de su
amor.
3.
DIOS NOS QUIERE
CON VERDADERO ARREPENTIMIENTO
Dijo el Señor:
“Un hombre tenía dos hijos; y el
menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que
me corresponde." Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el
hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su
hacienda viviendo como un libertino.
“Cuando hubo
gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar
necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel
país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su
vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba.
Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen
pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré,
iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no
merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros."
Y, levantándose,
partió hacia su padre. “Estando él todavía lejos, le vió su padre y,
conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le
dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser
llamado hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed
aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas
sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y
celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la
vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta.
“Su hijo mayor
estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música
y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
El le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo
cebado, porque le ha recobrado sano." El se irritó y no quería entrar.
Salió su padre, y le suplicaba. Pero
él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de
cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una
fiesta con mis amigos;. y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha
devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo
cebado!"
“Pero él le dijo:
"Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía
celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y
ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado." (Lucas 15: 11-32)
Es
de común acuerdo, que la parábola del hijo pródigo es una de las más bellas
del Evangelio, algunos dicen que es un “clásico” de Lucas, porque ha
entrado a formar parte de la tradición por su importancia y por su calidad
en los Evangelios y, porque expresa más efusivamente la misericordia de
Dios sobre el pecador arrepentido. No hay otra parábola que muestre tan
hermosamente el amor de Dios y al mismo tiempo la ingratitud del pecador y
la indigencia en la que cae por el pecado. Todos los elementos de su
desarrollo están mostrando esta solicitud de Dios por el pecador para
perdonarlo. Los detalles de esta solicitud son acusadísimos.
Es
evidente que este “padre” de la parábola es Dios. Pero ¿a quiénes
representan los hijos “mayor” y “menor”?
Es
seguro que el “hijo menor” estaba alegóricamente por los “publícanos y pecadores,”
ya que éstos eran gentes que no se preocupaban gran cosa de no incurrir en
la impureza “legal,” o acaso, máxime en la proyección de Lucas
“moralizante,” que mira a la gentilidad, a los pecadores en general, sin
estas especificaciones judías.
El
hijo menor se marchó a un país lejano. Se separó de Dios, no por el lugar,
pues Dios está en todas partes, sino por el afecto; así huye el pecador de
Dios y se pone lejos de El.
Pero
el “hijo mayor,” ¿a quién representa? Algunos piensan que a los fariseos, esto
no es posible, porque en esta parábola el “hijo mayor,” que está siempre en
la casa de su padre y en todo le obedece, por eso, resulta más lógico
identificarlo con “los justos,” que en esta redacción de Lucas se extiende
a los cristianos. Podrá extrañar que éstos protesten, personificados en el
“hijo mayor,” de la conducta misericordiosa de Dios con el pecador. No
olvidemos que es un rasgo pedagógico de la parábola para más resaltar estos
planes de Dios. El “hijo mayor” está “por los justos que, al modo humano,
muestran no comprender los misterios de la divina misericordia”. En esto,
puede haber una cierta ironía contra los cristianos. Pero también, los dos
hijos pueden estar, sin más matices de ambiente judío, por justos y
pecadores.
Así
es, como esta parábola, nos muestra el modo y la forma que siguen los
hombres al caer en el pecado. También nos hace ver con mucha claridad, la
vida miserable que alcanza el pecador. Pero hay algo muy importante, que
debe destacarse, esto es, el regreso del pecador a Dios, y cuando así
sucede, nos encontramos con la infinita bondad y con la mayor de todas las
misericordias, con la que Dios recibe a los arrepentidos de sus faltas y
pecados. El que vuelve a EL, en busca del perdón, encontrara lo que busca.
El
hijo menor había despreciado a su padre marchándose de su lado y había
disipado su patrimonio; pero cuando hubo pasado tiempo y se vio abrumado
por los trabajos, viéndose convertido en un criado y alimentándose de lo
mismo que los cerdos, volvió castigado a la casa de su padre. Al haberse
alejado de su padre, se encontró consigo mismo, pero con su propio yo vacío
y se sometió a los sufrimientos de la indigencia material y espiritual que
lo humilló, entonces se desespero y sintió la necesidad del regreso a casa.
Dice
Jesús; “Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió
profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó”, sale su padre,
y, lo compadecido, corrió a él, llenándole de cariño, es alegoría de la
providencia misericordiosa de Dios. El beso es signo de perdón. La
misericordia de Dios, no solamente no castiga al pecador, sino que lo
espera, le ofrece el perdón. Cuando vuelve al Padre, este, lo recibe brazos
abiertos y no le pregunta nada, no le echa en cara su mala conducta
anterior, no le recuerda que fue ingrato, al contrario, siente compasión y
lo hace antes del arrepentimiento de su hijo.
Sigue
el Evangelio; "El padre dijo a sus servidores: "Traigan enseguida
la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies.
El mandar ponerle el vestido, el anillo y las sandalias, expresa,
probablemente y globalmente, su restitución al estado de hijo en la casa,
pero con atuendo festivo y de honor.
El
hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la
música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los
sirvientes, le preguntó qué significaba eso. Él le respondió: "Tu
hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo
ha recobrado sano y salvo". Él se enojó y no quiso entrar. El hermano
mayor, que era el pueblo de Israel, tuvo envidia del hijo menor (esto es,
del pueblo gentil), por el beneficio de la bendición paterna, lo mismo que
los judíos cuando Jesucristo comía con los gentiles.
Pero
su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: "Hace
tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus
órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos.
Todavía sigue indignándose y no quiere entrar. Pero cuando haya entrado la
totalidad de los gentiles, saldrá oportunamente su Padre para la salvación
de todo el pueblo de Israel. Esto sucederá cuando sean llamados
abiertamente los judíos a la salvación del Evangelio, cuya manifiesta
vocación está figurada por la salida del padre a rogar al hijo mayor.
¡Y
ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con
mujeres, haces matar para él el ternero engordado!" Pero el padre le
dijo: "Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo
que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la
vida, estaba perdido y ha sido encontrado"".
La
bondad de Dios, con los pecadores es inmensa, — sin distinción de
gravedades — tiene sobre sí el perdón de Dios, “su Padre.” Así como el tema
central es “el hijo pródigo,” es también el permanente perdón de Dios.
Siempre
que nos alejemos de Dios, nos estamos alejando de la felicidad, de la
fuente del amor, entonces luego caemos.
Cuantas
veces Dios, nuestro Padre, nos ha recibido como el hijo pródigo, con los
brazos abiertos a la reconciliación, al perdón, a la paz y a su bondad. En
verdad, no podemos hacer esperar más tiempo a Dios, dejemos abrazarnos por
sus brazos, pidamos perdón con sencillez, humildad y confianza.
4.
DIOS NOS QUIERE
PREPARADOS PARA EL JUICIO FINAL
“Cuando el Hijo
del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se
sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las
naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las
ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su
izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: "Venid, benditos
de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la
creación del mundo. (Mateo 25: 31-34)
En
esta hora de la parusía final, el Hijo del hombre vendrá “en su gloria,” y,
como parte de ella, vendrá “con todos los ángeles,” que son sus ángeles,
como ornamento suyo y como ejecutores de sus órdenes. Todo ello indica, dentro
del género apocalíptico, la grandeza de la majestad con que Cristo
realizará aquel acto, lo que no excluye, naturalmente, la realidad de esta
presencia de los ángeles. Y pondrá a aquéllas a su derecha y a éstos a su
izquierda. En el uso rabínico de casos de separación, a la derecha se pone
siempre lo mejor. Por cuanto los pecadores conocerán sus delitos y los
justos verán patentes los frutos de su justicia que les acompañaron hasta
el fin.
Se
llaman ovejas los que se salvan, por la mansedumbre con que aprendieron de
Aquél que dijo: aprended de mí, que soy manso (Mt 11,29); y por cuanto
estuvieron dispuestos hasta sufrir la muerte, imitando a Jesucristo, que
como oveja fue llevado a la muerte (Is 53,7). Los malos, en cambio, son
llamados cabritos, los que trepan los más ásperos peñascos y caminan por
sus precipicios. La Sagrada Escritura suele designar la sencillez y la
inocencia con el nombre de oveja. Bellamente, pues, se designan aquí los
elegidos con este nombre. Sin embargo el cabrito es animal lascivo, que en
la ley antigua se ofrecía para víctima de los pecados.
5.
DIOS NOS QUIERE
SOLIDARIOS
Porque tuve
hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era
forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me
visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme." Entonces los justos
le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de
comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te
acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la
cárcel, y fuimos a verte?" . Y el Rey les dirá: "En verdad os
digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí
me lo hicisteis." Entonces dirá también a los de su izquierda:
"Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y
sus ángeles.
Porque tuve
hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era
forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo
y en la cárcel, y no me visitasteis." Entonces dirán también éstos:
"Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o
enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?" Y él entonces les
responderá: "En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno
de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo." E irán
éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna. Mateo 25, 35-43)
“Porque
tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber;
era forastero, y me alojaron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me
visitaron; preso, y me vinieron a ver". Y hay que notar que lo que
menciona Jesús, son las siete obras de misericordia, las cuales, cualquiera
que tenga cuidado de cumplirlas, merecerá alcanzar el reino preparado a los
escogidos desde el establecimiento del mundo.
Pues
en un sentido místico observa las leyes del verdadero amor, quien al que
tiene hambre y sed de justicia le alimenta con el pan de la palabra, o bien
le da de beber la bebida de la sabiduría, y el que recibe en la Iglesia al
que anda errante por el pecado, y el que admite al que está enfermo en la
fe.
Los
justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos
de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te
alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y
fuimos a verte?". Los Santos, pues, que obraron obras derechas,
recibieron en premio de sus obras rectas, la derecha del Rey, en la cual
está el descanso y la gloria. Y a causa de su humildad se proclaman indignos
de alabanza por sus buenas obras; no por haberse olvidado de aquello que
hicieron, pues El mismo les muestra su compasión en los suyos. Dicen esto
ciertamente no desconfiando de las palabras del Señor, sino pasmándose de
tan extraordinaria excelencia y de la grandeza de su majestad.
Y
el Rey les responderá: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con
el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo". Libremente
podemos entender que Jesucristo hambriento es alimentado en todo pobre, y
sediento saciado, y de la misma manera respecto de lo otro. ¿Por qué los
llama pequeños? Por lo mismo que son humildes, pobres y despreciados.
Y
dice mis hermanos, recordándonos que nos dijo; "Son hermanos míos, los
que hacen la voluntad de mi Padre" (Mt 12,50).
Así
como había dicho a los justos, vengan, así también dice a los injustos,
malvados y crueles, "Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno
que fue preparado para el demonio y sus ángeles” Los que se apartan de
Jesús, caen en el fuego eterno, el cual es de distinta naturaleza del fuego
de que hacemos uso: pues ningún fuego es eterno entre los hombres, y ni
siquiera de mucha duración. Y tengamos presente que no dice que el reino
está preparado, en verdad, para los ángeles, mas sí que el fuego eterno lo
está para el diablo y para sus ángeles. Porque por lo que a El toca, no ha
creado a los hombres para que se pierdan, pero los que pecan son los que se
unen con el diablo, para que así como los que se salvan son comparados a
los ángeles santos, de la misma manera sean comparados a los ángeles del
diablo los que perecen.
“Porque
tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de
beber; era forastero, y no me alojaron; estaba desnudo, y no me vistieron;
enfermo y preso, y no me visitaron".
Así
es, cómo los malos hombres, abandonaron la misericordia, y no en un sólo
concepto, sino en todos. Porque no tan sólo no dieron de comer al
hambriento, sino que tampoco visitaron al enfermo. Nótese que Jesús no esta
diciendo estaba en la cárcel y no me sacaron; enfermo y no me curaron; sino
dice, no me visitaron, no se acercaron a mi. Todas estas cosas, por tanto,
bastan para sufrir la pena del infierno.
Además,
ninguna de las cosas que pedía Jesús era difícil dar, (tampoco lo es hoy),
era un poco de pan porque tenía hambre, era darse cuenta de la miseria pues
era pobre, era sentir compasión de la naturaleza, pues era hombre, era el
deseo de alcanzar lo que se prometía, tan deseable como el reino, era
sentir la dignidad del que recibía, pues era Dios el que recibía por medio
de los pobres; era un trato con honor, porque se dignó recibir de mano de
los hombres, lo justo que era dar, pues recibía de nosotros lo que es suyo,
sin embargo los hombres ante todas estas cosas estuvieron cegados por la
avaricia.
Éstos
a su vez, le preguntarán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o
sediento, forastero o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos
socorrido?" No es menos cierto, que es propio de los hombres malos,
excusarse, dar a entender que no tienen culpas, o que son leves y pocas las
faltas; y esto mismo lo indica la respuesta de Jesucristo. "Les
aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos,
tampoco lo hicieron conmigo". Queriendo demostrar que las acciones
buenas de los justos son sublimes, y que las culpas de los pecadores no lo
son Dice Jesús, “mis hermanos” verdaderamente, los que son perfectos, son
sus hermanos.
Finalmente
dice Jesús; Éstos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna”.
La sentencia que se da es eterna. Los malvados “irán al suplicio eterno, y
los justos a la vida eterna” “El castigo será “eterno.” La palabra cobra un
espantoso realismo, sin atenuación alguna posible, en este contexto. Los unos
y los otros tienen un destino igualmente eterno. Eso si, algunos irán por
la derecha y otros por la izquierda.
El
Señor les Bendiga
Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant
Cuaresma
2002
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