PEDRO SERGIO
ANTONIO DONOSO BRANT |
|
SANTA TERESA DE JESUS |
|
DICHOS BREVES,
SENTENCIAS Y PENSAMIENTOS DE SANTA
TERESA DE JESUS, EN |
|
|
|
SELECCIONADOS POR
JESUS MARTI BALLESTER CLASIFICADOS Y
ORDENADOS POR PEDRO SERGIO ANTONIO DONOSO BRANT LIBRO DE
REFERENCIA: TERESA DE JESUS
NOS HABLA HOY- SUMA ANTOLOGICA |
|
1
Mal deseará que todos le
desprecien y le aborrezcan, y todas las virtudes grandes que tienen los
perfectos, quien no tiene alguna prenda del amor que Dios le tiene, y
juntamente fe viva. (V 10, 6). 2
Algunas, si son muy sensibles,
sufren mucho pensando siempre en 3
¡Oh, Jesús y Señor mío! ¡Cuánto nos
ayuda aquí vuestro amor!, porque éste tiene cogido al nuestro, que no le deja
libertad para amar en aquel momento a nadie y nada, más que a Vos! (V 14, 2;
CN 4). 4
¿Es posible, Señor, que exista algún
alma que haya llegado a que Vos le hagáis mercedes semejantes y regalos y
haya entendido que Vos os gozáis con ella, que os haya vuelto a ofender
después de tantos favores y de tan grandes muestras del amor que le tenéis,
de lo cual no puede dudar, pues las obras se han visto claras? Sí la hay, por cierto, y no os ha ofendido
una vez sino muchas, que soy yo. Y quiera vuestra bondad, Señor, que sea yo
sola la ingrata y la que haya hecho tan gran maldad y tenido tan excesiva
ingratitud: porque incluso de esa ingratitud algún bien ha sacado vuestra
infinita bondad, y cuanto mayor es el mal, más resplandece el gran bien de
vuestras misericordias. ¡Y con cuánta razón las puedo yo para siempre cantar!
(Sal 88, 2). Yo os suplico, Dios mío, que así sea y que
las cante sin fin, ya que habéis querido hacerlas tan grandísimas conmigo,
que causan admiración a los que las ven, y a mí me sacan de mí muchas veces,
para poder alabaros mejor a Vos; que estando en mí sin Vos no podría, Señor
mío, nada, sino que otra vez volvieran a ser cortadas estas flores de este
huerto, de suerte que esta miserable tierra volviese a servir de muladar como
antes. No lo permitáis, Señor, ni queráis que se
pierda alma que con tantos trabajos comprasteis y tantas veces de nuevo la
habéis vuelto a rescatar y arrancar de los dientes del dragón (V 14, 11; CN
4). 5
Es pues esta oración una centellica que
comienza el Señor a encender en el alma del verdadero amor suyo, y quiere que
el alma vaya entendiendo qué cosa es este amor con regalo. Esta quietud y recogimiento y centellica, si
es espíritu de Dios y no gusto causado por el demonio y procurado por
nosotros... ; pues esta centellica encendida por Dios, aunque es tan
pequeñita hace mucho ruido, y si no la mata por su culpa, comienza a encender
el gran fuego llameante del grandísimo amor de Dios que hace Su Majestad que
tengan las almas perfectas (V 15, 4; CN 5). 6
Este temor va mezclado con grandísimo
amor que se cobra de nuevo a quien vemos lo tiene tan grande a un gusano tan
podrido, que parece que no tiene bastante con llevarse de veras al alma
consigo, que quiere llevarse también el cuerpo, siendo tan mortal y de tierra
tan sucia, por tantos pecados cometidos (V 20, 7; CN 10). 7
Siempre que se piense en Cristo,
acordémonos del Amor con que nos concedió tantas gracias, y de qué gran amor
nos demostró Dios dándonos tal prenda del que nos tiene; que amor saca amor. Y aunque estemos comenzando a hacer oración y
nosotras seamos tan ruines, procuremos ir mirando siempre esto y
despertándonos a amar; porque si el Señor nos concede la gracia de que se nos
grave en el corazón este Amor, todo nos resultará fácil y lo haremos todo muy
pronto y con muy poco esfuerzo. Que el Señor nos conceda este amor, que sabe
lo que mucho que nos conviene, por el amor que nos tuvo y por su glorioso
Hijo, a quienes nos demostró su Amor, que tan caro le costó, amén (V 22, 14;
CN 12). 8
¡Oh, Señor mío! ¡Qué delicada y fina y
sabrosamente sabéis tratar a quienes os aman! ¡Quién nunca se hubiera
entregado a amar a nadie sino a Vos! 9
Parece, Señor, que probáis con rigor a
quien os ama, para que en la mayor intensidad del sufrimiento se manifieste
la mayor intensidad de vuestro amor (V 25, 17). 10
En este modo de conocer Dios y el alma,
sólo con quererlo Su Majestad, se entienden estos amigos y se manifiestan el
amor, sin necesidad de palabras. Del mismo modo que en este mundo dos
personas inteligentes que se aman, con sólo mirarse y aun casi sin señas,
parece que se entienden. Así debe de ser este modo de conocimiento del
que estoy escribiendo, sin que veamos cómo, de hito en hito se miran estos
dos amantes, como creo que he oído que dice el Esposo a la esposa, en los
Cantares (4, 9). (V 27, 10). 11
Yo me he regalado hoy con el Señor y me
he atrevido a quejarme de Su Majestad, y le he dicho: "¿No basta, Dios
mío, que me tengáis en esta miserable vida y que por amor a Vos pase por
ello, y acepto vivir donde no hay más que obstáculos que me impiden gozar de
Vos, porque he de comer y dormir y preocuparme de los asuntos y hablar con todos,
y todo lo paso por vuestro amor, pues bien sabéis, Señor mío, que todo es
tormento grandísimo para mí, que los poquitos ratos que tengo para gozar de
Vos, también me os escondéis? Creo yo, Señor, que si yo pudiera esconderme de
Vos, como Vos de mí, el amor que me tenéis no lo soportaría; pero Vos estáis
conmigo y me veis siempre. ¡No se puede sufrir esto, Señor mío! Os suplico
miréis que lastimáis a quien tanto os ama (V 37, 8). 12
¡Oh, señor mío, que de todos los bienes
que nos hicisteis nos aprovechamos mal! Vuestra majestad buscando modos y
maneras e invenciones para manifestar el amor que nos tenéis; nosotros, como
mal experimentados en amaros a Vos, los apreciamos tan poco, que de mal
ejercitados en esto, se nos van los pensamientos a donde están siempre, olvidando
los misterios que este idioma encierra en sí, como ha dicho el Espíritu
Santo. ¿Qué más era menester para encendernos en amor suyo y pensar que
adoptó este estilo no sin gran causa? Recuerdo haber oído a un religioso un sermón
harto admirable, declarando estos regalos que la esposa trataba con Dios. Y
causó tanta risa y se recibió tan mal lo que dijo, porque hablaba de amor
(siendo el sermón del Mandato, que es para no tratar de otra cosa), que yo
estaba espantada. Y veo claro que nos ejercitamos tan mal en el amor a Dios,
que no nos parece posible que un alma trate así con Dios. Mas conozco a
algunas personas que sacaron tan gran bien, tanto regalo, tan gran seguridad
en sus temores, que hacían particulares alabanzas a nuestro Señor muchas veces,
porque dejó remedio tan saludable para las almas que con hirviente amor le
aman para que entiendan y vean que es posible que se humille Dios tanto (Mdt
C 1, 4-5). 13
Aunque no entendáis 14
¡Por cuántos caminos y de cuántas
maneras y de cuántos modos nos manifestáis el amor! Con trabajos, con muerte
tan áspera, con tormentos, sufriendo cada día injurias y perdonando; y no
sólo con esto, sino que además le decís en los Cantares unas palabras tan
heridoras al alma que os ama, y le enseñáis a que os las diga, que no se cómo
se pueden soportar, si Vos no ayudáis a que las sufra quien las siente (Mdt C
3, 11). 15
Pensaba yo ahora si hay alguna diferencia
entre la voluntad y el amor. Y paréceme que sí. No se si es soberbia. El amor
me parece que es una saeta que envía la voluntad, que si va con toda la
fuerza que ella tiene, libre de todas las cosas de la tierra, empleada en
solo Dios, muy de verdad debe de herir a Su Majestad; de suerte que, metida
en el mismo Dios, que es Amor, vuelve de allí con grandísimas ganancias (Mdt
C 6, 5). 16
Se podrá decir que parecen cosas
imposibles y que es importante no escandalizar a los débiles. Menos se pierde
en que ellos no crean lo que Dios obra, que en que se dejen de aprovechar los
que reciben los carismas, y se gozarán y estimularán a amar más a quien hace
tantas misericordias, viendo que es tan grande su poder y majestad. Tanto
más, cuando al escribir y decir estas maravillas, se que hablo con quien no
tendrá este peligro, porque saben y creen que hace Dios aún mayores muestras
de amor. Yo se que quien esto no creyere no lo verá
por experiencia; porque es muy amigo el Señor de que no pongan tasa a sus
obras y así, hermanas, jamás os ocurra a las que el Señor no llevare por este
camino, poner límites a sus grandezas (I M 1, 4). 17
Todas querréis, mis hijas, procurar
tener esta oración, y tenéis razón, que -como he dicho- no acaba de entender
el alma las mercedes que allí le hace el Señor y el amor con que la va
acercando más a sí. Lo cierto es que desearéis saber cómo alcanzamos esta
merced (IV M 2, 9). 18
Yo se que hay mucho que temer en este
caso, y conozco algunas personas que me tienen harto lastimada, y he visto lo
que digo, porque cayeron por haberse apartado de quien con tanto amor se les
quería dar por amigo y manifestárselo con obras. Y, aunque
el demonio no vea otra cosa sino que Su Majestad les demuestra amor
tan particular, basta para que él se deshaga por perderlas, y por eso son muy
combatidas, y aún mucho más perdidas que otras, si se pierden (IV M 3, 10). 19
Pues vengamos, con el favor del
Espíritu Santo, a hablar de las sextas moradas, donde el alma ya queda herida
del amor del Esposo y busca más tiempo para estar sola y evita todo lo que
puede, según su estado, lo que puede impedir esta soledad (VI M 1, 1). 20
Creedme que es lo más seguro no querer
sino lo que quiere Dios, que nos conoce más que nosotros mismos y nos ama.
Póngamonos en sus manos para que se haga su voluntad en nosotros, y no nos
equivocaremos si con determinada voluntad, permanecemos en esa decisión (VI M
9, 17). 21
Es un secreto tan grande y una gracia
tan alta lo que Dios comunica allí al alma en un instante, y el grandísimo
deleite que siente el alma, que no se a qué compararlo, sino a que el Señor
quiere manifestarle en aquel momento la gloria que hay en el cielo de modo
más perfecto, que por ninguna visión ni gusto espiritual (VII M 2, 4). 22
Sólo se puede decir que, a lo que se
puede entender, el alma, o mejor, el espíritu de esta alma, queda hecho una
cosa con Dios que, como también es espíritu, ha querido Su Majestad
manifestar el amor que nos tiene haciendo ver a algunas personas hasta dónde
llega para que alabemos su grandeza; porque de tal manera ha querido unirse a
la criatura, que no se quiere separar de ella como los que, ya casados, no se
pueden separar (VII M 2, 4). 23
La unión viene a ser como si dos velas
de cera se uniesen tanto que toda la luz fuese una, o que la mecha y la luz y
la cera es todo uno. Pero después que han estado unidos se pueden separar sin
dificultad una vela de la otra y quedan siendo como antes dos velas, o mecha
y cera (VII M 2, 6). 24
En el matrimonio es como si cae agua
del cielo en un río o en una fuente en donde queda hecho todo agua. Nadie
podrá dividir ni separar el agua del río de la que cayó del cielo; o como si
un arroyo pequeño entra en el mar, no habrá manera de separarlos; o como si
en un salón hubiese dos ventanas por donde entrara mucha luz, aunque la luz entra
separada, se hace toda una luz. Quizá es esto lo que dice san Pablo:
"Estar unido al Señor es ser un espíritu con El" (1 Cor 6, 17),
referido a este soberano matrimonio, que presupone que Su Majestad se ha
juntado al alma por unión. Y también dice san Pablo: "Para mí vivir
es Cristo y morir ganancia" (Fl 1, 21). Esto me parece que puede decir
aquí el alma, porque ahora es cuando la mariposilla de que hemos hablado,
muere, y con grandísimo gozo, porque su vida es ya Cristo (VII M 2, 6). 25
Que es muy cierto que si nosotros nos
vaciamos de todas las criaturas y de ellas nos desasimos por amor de Dios, el
mismo Señor nos llenará de sí mismo. ¡No se qué mayor amor puede ser que
éste! Y no dejaremos de entrar aquí todos, porque así dijo Su Majestad:
"No te pido sólo por éstos, te pido también por los que han de creer en
Mí mediante su mensaje" (Jn 17, 20). Y sigue diciendo: Yo unido con ellos y tú conmigo" (Jn 17, 23). ¡Oh, válgame Dios, qué palabras tan
verdaderas, y cómo las entiende el alma, que en esta oración lo ve realizado
en sí misma! Y ¡cómo lo entenderíamos todos si no fuese por nuestra culpa,
pues las palabras de Jesucristo, nuestra Rey y Señor, no pueden faltar (Lc
21, 3)!; mas como faltamos en no disponernos y apartarnos de todo lo que
puede oscurecer esta luz, no nos vemos en este espejo que contemplamos, donde
nuestra imagen está esculpida (VII M 2, 9-10). 26
Veía claramente lo mucho que el Señor
había puesto de su parte desde que era muy niña, para acercarme a El con
medios harto eficaces y de ninguno me aproveché. En lo cual se me representó
claramente el excesivo amor que Dios nos tiene perdonando todo esto cuando
queremos volver a el, y más conmigo que con nadie, por muchas causas (Cc 14ª,
3). 27
¡Oh, verdadero Amador, con cuánta
piedad, con cuánta suavidad, con cuánto deleite, con cuánto regalo y con cuán
grandísimas muestras de amor curáis estas llagas que con las saetas del mismo
amor habéis hecho! ¡Oh, Dios mío y descanso de todas las penas, qué
desatinada estoy! ¿Cómo podía haber medios humanos que curasen a los que ha
enfermado el fuego divino? ¿Quién ha de saber hasta dónde llega esta herida,
ni de qué procedió, ni cómo se puede aplacar tan penoso y deleitoso tormento?
No sería justo que tan precioso mal pudiera poderse aplacar con algo tan vulgar
como son los medios que pueden tomar los mortales. Con cuánta razón dice la
esposa en los Cantares: "Mi Amado para mí y yo para mi Amado" (2,
16); porque semejante amor no es posible que tenga su origen en amor tan
pobre como el mío. Pues si es pobre, Esposo mío, cómo no para en
ninguna criatura hasta llegar a su Creador? ¡Oh mi Dios!, ¿por qué yo para mi
Amado?. Vos, mi verdadero Amador, comenzáis esta guerra de amor, que no
parece otra cosa el desasosiego y desamparo de todas las potencias y sentidos
que salen por las plazas y barrios conjurando a las hijas de Jerusalén que le
digan a su Dios. ¡Oh, alma mía, qué batalla tan admirable has tenido en esta
pena, y cuán al pie de la letra pasa así! Pues mi Amado para mí y yo para mi
Amado, ¿quién será el que podrá extinguir y apagar dos fuegos tan encendidos?
Será trabajar en balde, porque ya se han convertido en uno (E 16). 28
¡Oh Amor que me amas más de lo que yo
puedo amar ni entiendo! ¿Para qué quiero, Señor, desear más de lo que Vos
quisiereis darme? ¿Para qué me quiero cansar en pediros cosa pedida por mi
deseo, pues todo lo que mi entendimiento puede organizar y mi deseo desear,
ya sabéis Vos en qué termina, cuándo yo no entiendo lo que más me aprovecha?
En lo que mi alma piensa salir con ganancia, quizá estará más perdida (E 17). 29
No deja de nos amar Nuestro Dios, y nos
llamar, Sigámosle sin
recelo, Monjas del Carmelo
(P 10). 30
¡Oh, nudo que así juntáis Dos cosas tan
desiguales! No se por qué os
desatáis, Pues atado fuerza
dais A tener por bien los
males. Juntáis quien no
tiene ser con el Ser que no se
acaba; Sin acabar acabáis, Sin tener que amar
amáis Engrandecéis nuestra
nada (P 6). 31
Quiso el Señor mostrarme solas las manos
con tan grandísima hermosura, que yo no lo podría encarecer... Pocos días
después ví también su divino rostro, que me dejó absorta... Cuando lo vi todo
entero, comprendí que el Señor tenía en cuenta mi debilidad y me iba
preparando...; y, como quien esto sabía, iba el piadoso Señor disponiendo (V
28, 1). 32
Se me representó 33
Esta visión de no es un resplandor que deslumbra, sino una
blancura suave y un resplandor difuso que da deleite grandísimo a la vista, y
la claridad que se ve para poder ver esta hermosura divina no le cansa. Es
una luz tan diferente de la de acá que la luminosidad del sol de la tierra es
tan opaca en comparación de aquella claridad y luz de la visión, que no se
querrían abrir los ojos después. Es como ver agua muy clara que corre sobre
cristal en la que reverbera el sol, comparada con un agua turbia con un cielo
muy nublado corriendo por la superficie de la tierra. Y no es que en la
visión se represente el sol, ni la luz es como la del sol; sino que la luz de
la visión parece luz natural y la de la tierra artificial. Es luz que no
tiene noche porque siempre hay luz y, por gran entendimiento que tenga una
persona, en toda su vida no podrá imaginar cómo es. (V 28, 5). 34
La visión de me dejó impresa su grandísima hermosura,
que aún me dura... (V 37, 4). 35
Después de haber visto la hermosura del
Señor, nadie me gustaba en comparación suya, ni nadie podía llenarme (V 37,
4). 36
¡Oh, Hermosura que excedéis a todas las hermosuras! (P VI). 37
No deje yo, mi Dios, no deje de gozar
de tanta hermosura en paz. (E 14, 2). 38
Estando así el alma buscando a Dios siente
que casi va desfalleciendo toda con un deleite grandísimo y suave y una
especie de desmayo, en que le va faltando la respiración y todas las fuerzas
corporales de tal modo, que sólo con dificultad puede mover las manos (V 18,
10; CN 8). 39
También me parece que Su Majestad va
probando a unos y a otros, manifestándoles quién es con deleite tan soberano,
para ver quién le quiere y para avivar la fe, si es que está muerta, en lo
que nos ha de dar, diciendo: "Mirad, que esto es sólo una gota del mar grandísimo
de bienes", para no dejar nada por hacer con los que ama y según ve que
le reciben, así da y se da (V 22, 17; CN 12). 40
Mirad que lo que digo no se puede
comparar con la realidad; sólo he dicho lo que es necesario para dar a
entender secretos y grandezas suyas, pues su deleite supera a todos los que
en este mundo se pueden gozar. Por eso con toda razón hace aborrecer los
deleites de esta vida, que son basura todos juntos. Asco da compararlos aquí,
aunque fuera para gozarlos sin fin, con éstos que da el Señor, que son sólo
una gota del gran río caudaloso que nos tiene preparado (V 27, 12). 41
Jamás me podía penar haber visto estas
visiones celestiales, que ni una sola cambiaría yo por todos los bienes y
deleites del mundo. Siempre las tuve por gran merced del Señor y me parecían
un gran tesoro y así me lo decía el Señor muchas veces. Yo me veía crecer
mucho en amarle (V 29, 4). 42
Yo quisiera poder dar a entender algo
de la mínima parte que veía, y pensando cómo lo podré conseguir, veo que me
parece imposible. Porque sólo la diferencia de esta luz a la de allá, aunque
una y otra son luz, es incomparable, porque incluso la luminosidad del sol
parece opaca. En fin, que por muy sutil que sea la imaginación, no puede
producir luz celeste, ni nada de lo que el Señor me daba a entender con un
deleite tan soberano que no se puede decir; porque todos los sentidos gozan
en tan alto grado y suavidad que no se puede expresar, y por eso es mejor
callar (V 38, 2). 43
En esta oración de que estoy hablando,
que yo llamo de quietud, porque el sosiego que produce en todas las potencias
parece que conforta todo el hombre interior y exterior, como si le echasen en
los tuétanos una unción suavísima de un gran perfume de muchas esencias, sin
que sepamos lo que es ni dónde está aquel perfume, sino que nos penetra
totalmente, así parece que es este amor suavísimo de nuestro Dios. Se
introduce en el alma con gran suavidad y la contenta y la satisface y no
puede entender cómo y por dónde entra aquél bien. Querría no perderlo,
querría no menearse ni hablar ni aún mirar, para que no se le fuese. Y esto
es lo que dice aquí la esposa a mi propósito, que dan de sí los pechos del
Esposo olor muy bueno, más que los ungüentos (Mdt C 4, 2). 44
Mas cuando este Esposo riquísimo la
quiere enriquecer y regalar más, la convierte tanto en Sí que, como una
persona que el gran placer y contento la desmaya, le parece que se queda
suspendida en aquellos divinos brazos y arrimada a aquel sagrado costado y a
aquellos pechos divinos. No sabe más que gozar, sustentada con aquella leche
divina con que la va curando su Esposo y mejorando en aquel sueño y en
aquella embriaguez celestial, y queda espantada y embobada y con un santo
desatino. Me parece a mí que puede decir estas palabras: "Mejores son
tus pechos que el vino" porque, cuando estaba en aquella borrachez, le
parecía que ya no podía subir más; mas, cuando se vio en más alto grado y
toda empapada en aquella inmensa grandeza de Dios y se vio que quedaba tan
satisfecha, delicadamente lo comparó, diciendo: "Mejores son tus pechos
que el vino". Porque así como un niño no entiende cómo crece ni sabe
cómo mama -que, aunque sin mamar él ni hacer nada, muchas veces le echan la
leche en la boca-, así sucede aquí, que totalmente el alma no sabe de sí ni
hace nada ni sabe cómo ni por dónde le vino aquel bien tan grande. Sabe que
es el mayor que en la vida se puede gustar, aunque se junten todos los
deleites y gustos del mundo; se ve crecida y mejorada, sin saber cuándo le
mereció; fortalecida en las virtudes, regalada por quien tan bien lo sabe y
puede hacer. No sabe a qué comparar su estado, sino al regalo de la madre que
ama mucho al hijo y lo cría y regala (Mdt C 4, 4). 45
Y ¡cuán venturosa es el alma que merece
estar debajo de esta sombra, aun para cosas que acá se pueden ver! Parece que
estando el alma en este deleite, siente que está toda engolfada y amparada
por una sombra como una nube de 46
No es otra cosa el alma del justo que
un paraíso donde El dice que tiene sus complacencias (Prv 8, 11) (I M 1, 1). 47
¿Cómo os podría yo decir la riqueza y
tesoros y deleites que hay en las quintas moradas? Creo que sería mejor no
decir nada de las que faltan, pues no lo he de saber decir, ni el
entendimiento lo sabe entender, ni las comparaciones pueden servir para
explicarlo, porque son muy pobres las cosas de la tierra para expresar tanta
grandeza (V M 1, 1). 48
Es así como, sabiendo que se comunica
con sus criaturas, alabaremos más su grandeza y nos animaremos a no
menospreciar al hombre, con quien tanto se deleita el Señor. Y cuánto más
supiéramos de esto, mejor (VII M 1, 1). 49
Porque el gran deleite que siente entonces
el alma es porque se ve cerca de Dios. En esta situación no entiende nada,
porque pierde el uso de todas las potencias (VII M 1, 6). 50
Cuando considero que decís que tenéis
vuestros deleites con los hijos de los hombres, se alegra mucho mi alma. ¡Oh
Señor del cielo y de la tierra, y qué palabras éstas para que ningún pecador
desconfíe!... Aquella voz que se oyó cuando el Bautismo, dijo que os
deleitáis con vuestro Hijo... Pues, ¿qué necesidad tenéis de mi amor? ¿Para
qué lo queréis, Dios mío, qué ganáis con él? ¡Oh, bendito seáis Vos!; ¡oh,
bendito seáis Dios mío, para siempre! Que os alaben todas las cosas, Señor,
en fin, pues no lo puede haber en Vos (E 7). 51
¡Oh almas que ya gozáis sin temor de
vuestro gozo y estáis siempre embebidas en alabanzas de mi Dios! Venturosa
fue vuestra suerte. ¡Qué gran razón tenéis para ocuparos siempre en estas
alabanzas y qué envidia os tiene mi alma, porque estáis ya libres del dolor
que dan las ofensas tan grandes que en estos desventurados tiempos se hacen a
mi Dios, y de ver tanta ingratitud, y de ver que no se quiere ver esta
multitud de almas que se lleva Satanás! ¡Oh bienaventuradas almas
celestiales!; ayudad nuestra miseria y sednos intercesoras ante la divina
misericordia para que nos de algo de vuestro gozo y reparta con nosotros ese
claro conociento que tenéis. 52
Dadnos, Dios mío, Vos a entender qué es
lo que se da a los que pelean varonilmente en este sueño de esta miserable
vida. Alcanzadnos, ¡oh almas amadoras!, a entender el gozo que os causa ver
la eternidad de vuestros gozos y cómo es cosa tan deleitosa ver con certeza
que no se han de acabar. ¡Oh desventurados de nosotros, Señor mío!, que bien
lo sabemos y creemos, sino que con la costumbre tan general de no meditar
estas verdades, son tan extrañas ya para las almas, que ni las conocen ni las
quieren conocer. 53
¡Oh, oh, oh, qué poco nos fiamos de
Vos, Señor! ¡Cuántas mayores riquezas y tesoros nos confiasteis a nosotros!,
pues treinta y tres años de grandes trabajos y después muerte tan intolerable
y lastimosa, nos disteis a vuestro Hijo tantos años antes de nuestro
nacimiento; y aun sabiendo que no os lo habíamos de pagar, no quisisteis
dejarnos de confiar tan inestimable tesoro, para que no quedase por Vos lo
que nosotros granjeando con El, podemos ganar con Vos, Padre piadoso (E 13). 54
El es bienaventurado porque se conoce y
se ama y goza de sí mismo, sin que sea posible otra cosa; no tiene, ni puede
tener, ni fuera perfección de Dios poder tener libertad para olvidarse de sí
y dejar de amarse (E 17). 55
Y Dios que es tan bueno que, cuando Su
Majestad sabe por qué, quizá para gran provecho quiere que esté seco el pozo,
si hacemos lo que podemos como buenos hortelanos, sin agua sustenta las
flores y hace crecer las virtudes (V 11, 10; CN 1). 56
Confíen en la bondad de Dios, que es
mayor que todos los males que podemos hacer y no se acuerda de nuestra
ingratitud cuando nosotros, reconociéndonos, queremos volver a su amistad, ni
de las mercedes que nos ha hecho para castigarnos por no haberlas
aprovechado. Al contrario, ellas sirven para perdonarnos más pronto, como
personas que ya eran de su casa y han comido su pan. 57
Acuérdense de sus palabras y miren lo
que ha hecho conmigo, que antes me cansé de ofenderle que Su Majestad de
perdonarme. Nunca se cansa de dar ni se puede agotar su misericordia; no nos
cansemos nosotros de recibir. Sea bendito por siempre, amén, y que le alaben
todas las cosas (V 19, 17: CN 9). 58
Lo que sí se muy bien es que la
fortaleza que deja Dios en el alma al principio, cuando la unión dura tiempo
tan breve como el abrir y cerrar los ojos, que si no fuera por los efectos
que deja sería casi imperceptible, es muy diferente de cuando dura más tiempo
esta merced. La razón de esta diferencia creo que está en que el alma no está
preparada del todo, y el Señor poco a poco la va formando y le da decisión y
fuerzas varoniles para que todo lo pisotee del todo. 59
Con la misma rapidez que lo hizo con 60
Pues ¿qué tal os parece que será la
habitación donde se deleita un rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio y tan
lleno de todos los bienes? No encuentro nada que se pueda comparar a la gran
hermosura del alma y a su gran capacidad. Y verdaderamente no pueden
comprenderla nuestros entendimientos, por muy agudos que sean. De la misma
manera que no pueden comprender a Dios, pues El mismo dice que nos crió a
imagen y semejanza suya (Gn 1, 28) (I M 1, 1). 61
Esta pena no se alivia pensando que
nuestro Señor tiene ya perdonados los pecados y olvidados, sino que aún
aumenta la pena viendo tanta bondad y que se hacen mercedes a quien no
merecía sino infierno. 62
Yo pienso que fue éste el gran martirio
de san Pedro y de 63
Mas este andar siempre el alma tan
asida de Dios y ocupado su pensamiento en El, le daría tanta rabia al demonio
que, aunque lo intentase, no volvería muchas veces, y es Dios tan fiel, que
no permitirá darle tanta mano en alma que no pretende otra cosa sino agradar
a Su Majestad y gastar su vida en su honra y gloria, sino que pronto ordenará
que sea desengañada (VI M 8, 7). 64
Y si no falta a Dios el alma, jamás El,
a mi parecer, dejará de manifestar con tanta claridad su presencia. Y tiene
el alma gran confianza de que Dios no dejará que pierda este don que le ha
regalado (VII M 1, 9). 65
Entonces, alma mía, entrarás en tu
descanso, cuando te entrañes con este Sumo Bien y entiendas lo que entiende,
y ames lo que ama, y goces lo que goza. Cuando veas ya perdida tu mudable
voluntad, y sin posibilidad de cambio; porque la gracia de Dios ha podido
tanto que te ha hecho partícipe de su divina naturaleza; con tanta perfección
que ya no puedas ni desees poder olvidarte del sumo Bien, ni dejar de gozarle
junto con amor (E 17). 66
Créanme por Dios... que no dormirá el
demonio para tentarnos cuando más daño nos piense hacer, como hizo a esta
mujer, que cierto me espantó mucho, aunque no porque crea que impediría su
salvación, que es grande la bondad de Dios.(F 6, 21). 67
Nos
poníamos de acuerdo para irnos a tierra de moros, pidiendo por amor de Dios
que allá nos descabezasen, y paréceme que nos daba el Señor ánimo en tan
tierna edad para realizarlo, si hubiéramos encontrado el modo (V 1, 5). 68
Gran
cosa fue haberme hecho el Señor la merced en la oración que me había hecho,
que ésta me hacía entender lo que era amarle (V 6, 3). 69
Era
más penoso para mi carácter recibir mercedes cuando había caído en grandes
culpas, que recibir castigos; que una merced sola me parece, cierto, me
deshacía y confundía más y fatigaba, que muchas enfermedades con otros
trabajos hartos juntas; porque esto veía que lo merecía y me parecía que con
ello pagaba algo mis pecados, aunque todo era poco, según ellos eran muchos;
mas verme recibir de nuevo mercedes pagando tan mal las recibidas, es un
tormento para mí terrible, y creo que para todos los que tuvieren algún
conocimiento o amor de Dios, y esto lo podemos deducir de lo que siente una
persona sensible, virtuosa y delicada (V 7, 19). 70
Por
eso era tan amiga de imágenes. ¡Desventurados de los que por su culpa pierden
este bien! Bien me parece que no aman al Señor, porque si le amaran, se
alegraría de ver su retrato, como nos ocurre con el de las personas queridas
(V 9, 6). 71
Comenzó
a crecer en mí la afición de estar más tiempo con El y a quitarme de los ojos
las ocasiones porque, quitadas, enseguida me volvía yo a amar a Su Majestad;
que bien entendía yo que le amaba, mas no entendía como lo había de entender,
en qué consiste el amor verdadero a Dios (V 9, 9). 72
Hablemos
ahora de los que comienzan a ser siervos del amor, que esos son los que se
determinan a seguir por el camino de la oración, a quien tanto nos amó.
Seguir por este camino constituye una dignidad tan grande, que me regalo
extraordinariamente pensando en ella (V 11, 1; CN 1). 73
¡Oh,
Señor de mi alma y bien mío!, ¿por qué no quisisteis que, cuando un alma se
determina a amaros haciendo lo que puede en dejarlo todo para dedicarse a
cultivar este amor de Dios, pudiese ya gozar del amor perfecto? (V 11, 1; CN
1). 74
Mal
he dicho antes: ¿por qué no quisisteis...? Habría de haber dicho: "no
nos lo das porque no queremos nosotros", y nos habríamos de quejar de
ello; pues es nuestra toda la culpa de que no empecemos a gozar enseguida de
tan gran dignidad, pues cuando se consigue tener con perfección este
verdadero amor de Dios, trae consigo todos los bienes (V 11, 1-2; CN 1). 75
¡Donosa
manera de buscar amor de Dios! Y luego lo queremos tener a manos llenas, por
decirlo de algún modo. Queremos seguir apegados a nuestras aficiones y
recibir muchos consuelos espirituales; esto no encaja bien, ni es compatible una
cosa con otra. Pues no procuramos realizar nuestros deseos de virtudes y no
nos decidimos a desarraigar los deseos de la tierra. Así que, porque no se
acaba de dar todo, no se nos da del todo este tesoro. Quiera el Señor
dárnoslo gota a gota, aunque sea costándonos todos los trabajos del mundo... 76
Porque
son tantas las dificultades que pone el demonio al principio para que no se
comience este camino de veras, porque sabe el daño que de aquí le viene, no
sólo de perder aquella alma, sino muchas..., que no es menester poco ánimo
para no volver atrás, sino muy mucho y mucho favor de Dios (V 11, 3-4). 77
Pasen
como puedan este destierro, que bastante desgracia tiene un alma que ama a
Dios ver que vive en esta miseria y que no puede lo que quiere por tener tan mal
huésped como es este cuerpo (V 11, 16; CN 1). 78
Puede
la persona representarse delante de y
acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad y traerle siempre
consigo y hablar con El, pedirle por sus necesidades y quejársele de sus
trabajos, alegrarse con El en sus alegrías y no olvidarle por ellas, no
buscando fórmulas de oraciones de sino diciéndole palabras brotadas del
corazón conforme a sus deseos y necesidades. 79
Es
ésta excelente manera de avanzar muy rápidamente; y a quien trabaje por traer
esta preciosa compañía y se aproveche mucho de ella y se encienda de veras en
el amor de este Señor, a quien tanto debemos, yo le doy por aprovechado (V
12, 12; CN 2). 80
Ve
el alma que le comienza a nacer un amor de Dios muy desinteresado. Desea
ratos de soledad para gozar más de aquel bien. En fin..., es un comienzo de
todos los bienes, un estar las flores a punto de brotar. Y esto lo verá el
alma muy claro, y no podrá aceptar que Dios no estuvo con ella, hasta que se
ve con faltas e imperfecciones, que entonces todo lo teme. 81
Y
es bueno que tema; aunque hay almas a quienes les aprovecha más creer que es
cierto que es Dios, que todos los temores que les pueden meter; porque si el alma
es de suyo amorosa y agradecida, la lleva más a Dios el recuerdo del carisma
recibido, que todos los castigos del infierno que le representen. Al menos a
mí, aunque tan ruín, esto me acaecía (V 15, 14; CN 5). 82
Parece
que salgo de quicio. Porque no puedo hacer otra cosa cuando el Señor me saca
de mí, y creo que no soy yo la que hablo desde esta mañana que comulgué.
Parece que sueño lo que veo y quisiera que todos estuviesen enfermos de este
mal. Suplico a usted que estemos todos locos de amor a quien fue llamado loco
por nosotros. Ya que usted dice que me quiere, disponiéndose para recibir
esta merced me lo ha de demostrar, porque veo pocos que no tengan demasiado
seso para recibirla (V 16, 6; CN 6). 83
Queda
el alma tan animosa que, si entonces la hiciesen pedazos por Dios, le daría
gran consuelo. En ese momento se hacen promesas y determinaciones heroicas.
Brotan ardentísimos deseos, comienza a aborrecer el mundo viendo tan
claramente su vanidad. Ha quedado mucho más mejorada que en los grados de
oración anteriores, y con la humildad más crecida; porque ve claro que
aquella excesiva merced grandiosa no fue traida por sus fuerzas. 84
Se
ve indignísima con mucha claridad, porque en una sala donde entra mucho sol
no hay telaraña escondida, ve su miseria...
Si se quedó sola con El, ¿qué ha de hacer más que amarle?... De sí ve
que merece el infierno y la castigan con gloria; se deshace en alabanzas de
Dios, y yo me quisiera deshacer ahora; ¡bendito seáis, Señor mío, que así
hacéis, de estiércol tan sucio como yo, agua tan clara que sea para vuestra
mesa! ¡Seáis alabado, oh regalo de los ángeles, que así queréis elevar un
gusano tan vil! (V 19, 2; CN 9). 85
..Si una cosa como yo, porque el Señor
me ha dado esta luz, teniendo tan tibia caridad...muchas veces siente tanto
verse en este destierro, ¿qué sería el sentimiento de los santos? ¿Cuánto
sufriría san Pablo y 86
Creo
que los que me dan algún alivio y descanso en su trato son las personas en
las que encuentro estos deseos; deseos con obras; digo con obras, porque hay
algunas personas que creen que están desprendidas y así lo publican, y así
debía ser, ya que así lo exige su estado y los muchos años que hace que
algunos comenzaron el camino de la perfección; mas conoce muy bien esta alma
desde muy lejos a los que tienen estos deseos sólo de palabra, y a los que lo
han demostrado con sus obras...(V 21, 7; CN 11). 87
88
En
todo encontraba medios para conocer más a Dios y amarle y darme cuenta de lo
que le debía y dolerme de haber sido como fuí. Bien entendía yo que aquello
no venía de mí, ni lo había conseguido con mi esfuerzo (V 21, 12; CN 11). 89
Bienaventurado
quien de verdad le amare y siempre lo trajere junto a sí. Miremos al glorioso
san Pablo, que parece que no se le caía de la boca siempre Jesús, como quien
lo tenía bien metido en el corazón. 90
Yo
he examinado cuidadosamente después de haber comprendido esta verdad, que
algunos santos grandes contemplativos, no iban por otro camino. San Francisco
con sus llagas lo demuestra; san Antonio de Padua con el Niño; san Bernardo
se deleitaba en 91
Estoy
persuadida de que cuando un alma forcejea para conseguir oración de unión,
aunque parezca que consigue algo, se desvanece muy pronto como algo
artificial. Y temo que no llegue nunca a la verdadera pobreza de espíritu,
que consiste en no buscar consuelo ni gusto en la oración..., sino consuelo en
los sufrimientos soportados por amor del que siempre vivió en ellos y
permanecer sosegada en ellos y en las sequedades (V 22, 11; CN 12). 92
Puede
además el alma sentir grandes indicios en su interior de que ama a Dios de
verdad, porque las que han llegado a este nivel no tienen el amor tan
escondido como en el comienzo de sus vida cristiana, sino con grandes ímpetus
y deseo de ver a Dios; todo les cansa, todo les fatiga, todo les causa
tormento. Si no es con Dios o por Dios, no hay descanso que no canse, y por
eso digo que no pueden disimular el amor (V 26, 1). 93
Me
dijo un compañero (de san Pedro de Alcántara), que le acaecía estar ocho días
sin comer. Esto debía de ser estando en oración, porque tenía grandes
arrobamientos e ímpetus de amor de
Dios, de los cuales yo fuí una vez tetigo (V 27, 17). 94
Aunque
quisiera distraerme no podía dejar de estar en oración; creo que incluso
durmiendo seguía orando; crecía el amor y las quejas que yo dirigía al Señor
de que no podía soportar el tener que dirigirle desprecios, y no estaba en mi
mano dejar de pensar en El, aunque yo lo quería y lo intentaba (V 27, 7). 95
Poco
después comenzó Su Majestad, como me lo había prometido, a dar mayores
pruebas de que era El quien se me aparecía, con lo cual crecía en mí un amor
tan grande de Dios que no sabía de donde venía, porque era muy sobrenatural y
yo no lo procuraba. Me sentía morir de deseo de ver a Dios, y no sabía donde
buscar la vida más que en la muerte (V 27, 8). 96
Me
daban unos ímpetus grandes de amor que, aunque no eran tan insufribles como
los que ya otra vez he dicho, ni de tanto valor, yo no sabía qué hacer de mí;
porque nada me satisfacía, ni cabía en mí, sino que verdaderamente me parecía
que se me arrancaba el alma. ¡Oh soberano arte del Señor! ¡Qué maravilla tan
delicada hacíais con vuestra esclava miserable! Os escondíais de mí y me
apretabais con vuestro amor, con una muerte tan sabrosa que nunca el alma
querría salir de ella (V 27, 8). 97
Quien
no haya experimentado estos ímpetus, es imposible que lo pueda entender, pues
no es un desasosiego del pecho, ni unos fervores que a veces se tienen que
ahogan el espíritu porque no se pueden dominar; es ésta una oración más
elemental, cuyos ímpetus hemos de contener procurando recogerlos en lo
interior con suavidad y acallar el alma...(V 27, 9). 98
Piense
en otra cosa pensando que aquello no es oración, sino movimiento de la
sensibilidad, y haga callar a este niño con un regalo de amor que le mueva a
amar suavemente y no a bofetadas, como suele decirse. 99
Recojan
el amor en lo interior para que no resulte ser una olla que hierbe demasiado
y se desparrama toda porque se ha puesto leña sin discreción. Moderen la
causa que inflamó este amor y procuren extinguir la llama con lágrimas suaves
y no penosas, que lo son las de estos sentimientos, y perjudican mucho (V 27,
9). 100 Aquellos ímpetus de amor son diferentísimos.
En ellos no ponemos nosotros la leña sino que parece que el fuego ya está
ardiendo y de repente nos echan dentro para que nos quememos. 101 No es el alma la que trabaja para que le
duela esta llaga de la ausencia del Señor, sino que a veces le clavan una
saeta en lo más vivo de sus entrañas y corazón, y el alma se queda sin saber
lo que le pasa y lo que quiere. 102 Bien entiende que quiere a Dios, y que la
saeta parece que trae hierba venenosa para que se aborrezca a sí misma por
amor del Señor, por quien de buena gana perdería la vida. 103 No se puede encarecer ni decir el modo con
que Dios llaga al alma y la grandísima pena que le causa sin saber qué le
pasa; mas es una pena tan sabrosa que no hay deleite en la vida que más
contento de. Siempre querría el alma estar muriendo de este mal (V 29, 10). 104 ¡Oh, qué es ver un alma herida! El alma
siente que está herida de amor divino y ve que no procede de ella este amor,
sino que parece que del muy grande que el Señor tiene por ella, cayó
vertiginosamente en su corazón la chispa que la hace arder. 105 ¡Oh, cuántas veces me acuerdo, cuando así
estoy, de aquel verso de David: "Como busca la cierva corrientes de
agua, así mi alma te busca a Tí, Dios mío" (Sal 42, 2), que me parece lo
veo cumplirse en mí al pie de la letra! 106 Cuando este ímpetu no es muy recio, parece
que se aplaca un poco, al menos busca el alma algún remedio porque no sabe
qué hacer, en algunas mortificaciones que no se sienten más ni causan más
dolor, aunque derrame sangre, que si el cuerpo estuviese muerto. Busca modos
y maneras para sufrir algo por amor de Dios; mas es tan grande el dolor de
amor, que no se yo que tormento corporal lo podría quitar. 107 Como no está en sufrir el remedio, son muy
bajas estas medicinas para tan subido mal; algo se aplaca y calma pidiendo a
Dios le de remedio para su mal, y ninguno ve sino la muerte, que con ésta
piensa gozar del todo su Bien (V 29, 11-12). 108 Otras veces da tan recio, que ni eso ni nada
se puede hacer, pues paraliza todo el cuerpo; ni pies ni brazos puede mover;
si está en pie tiene que sentarse, como un cuerpo traspuesto, que no puede ni
siquiera respirar: sólo da unos gemidos no grandes, porque no puede más; son
grandes en el sentimiento (V 29, 12). 109 Bien claro tengo yo que aún no he comenzado a
servir a Dios, aunque Su Majestad me ha concedido mercedes como si fuera
buena, y que soy una verdadera calamidad, excepto en los deseos y en el amor,
y en esto también veo claro que me ha favorecido el Señor para que pueda
servirle en algo. A mí me parece que le amo, mas me desconsuelan las obras y
las muchas imperfecciones que veo en mí (V 30, 17). 110 Este estado es como un navegar con un aire
muy sosegado, en el que se avanza mucho sin que se sienta. 111 En los grandes ímpetus de amor que Dios da,
el alma ve que mejora, porque los efectos son muy grandes y visibles; y bulle
en deseos que no puede realizar. Es como unas fontecicas que yo he visto
manar en las que la arena nunca cesa de empujar hacia arriba. 112 Al natural me parece este ejemplo o
comparación, pues así les ocurre a las almas en esta situación: siempre está
hirbiendo en ellas el amor pensando qué harán por Dios; no cabe en el alma el
amor, como el agua de la fontecica no cabe en la tierra y por eso se vierte
al exterior. 113 Así está el alma siempre, que no sosiega ni
cabe en sí con tanto amor como tiene y, pues ella está saturada de agua y no
le hace falta, quisiera que bebieran los demás para que le ayudasen a alabar
a Dios. 114 ¡Oh, cuántas veces me acuerdo del agua viva
que prometió el Señor a la samaritana! y por eso soy muy aficionada a aquel
evangelio; y desde niña, cuando no entendía tan bien como ahora, gozaba con
este pasaje, y suplicaba muchas veces al Señor me diese aquella agua, y la
tenía pintada donde estaba siempre, con este letrero de las palabras de la
samaritana cuando el Señor llegó al pozo: "dame agua" (Jn 4, 15) (V
30, 19). 115 Parecen también las almas con estos ímpetus
de amor una hoguera grande que hay que alimentar constantemente para que no
se extinga; y ellas quieren traer leña, aunque sea con sacrificio de sí
mismas, para que este fuego no se apague. Yo soy tan pobre que me contentaría
con poder echar pajas en ese fuego, y eso hago algunas veces; a veces me río
y otras lloro mucho por no poder echar leña grande. El ardor interior me
incita a servir en algo y, ya que no puedo hacer cosas grandes, pongo ramos y
flores a las imágenes, me dedico a barrer, ordeno el oratorio y hago unas
cositas tan insignificantes, que me llenan de vergüenza; si hago alguna
penitencia es tan pequeña y poca que, de no ser porque Dios mira la voluntad,
veo yo que no vale nada, y yo misma me burlo de mí (V 30, 20). 116 No es poco el trabajo que tienen las almas a
quienes Dios da, por su bondad, este fuego de amor suyo en abundancia, cuando
ven que no tienen fuerzas corporales para hacer algo por El: es una pena
grande porque, como le faltan fuerzas para echar leña en este fuego y ella
muere porque no se apague, me parece que ella interiormente se consume y se
hace ceniza y se deshace en lágrimas y se quema y es harto tormento, aunque
es sabroso. 117 Alabe mucho al Señor el alma que ha llegado
aquí y tiene fuerzas corporales para hacer penitencia, o le dio estudios y
talentos y libertad para predicar y confesar y acercar las almas a Dios; que
no sabe ni entiende el bien que tiene, si no ha experimentado lo que es no
poder hacer nada en servicio del Señor, cuando está recibiendo siempre mucho
de El (V 30, 21). 118 Me enseñó el Señor el grandísimo bien que es
pasar trabajo y persecución por El, porque como fruto ví que crecía en mi
alma el amor de Dios y las demás virtudes tanto, que yo esta anonadada. Esto
es lo que me mueve a desear los sufrimientos. 119 Los que me trataban pensaban que yo estaba
muy avergonzada, y sí lo estaría, si el Señor no me hubiera favorecido tan
extraordinariamente con merced tan grande. Entonces reaparecieron los ímpetus
de amor de Dios pero más intensos, y mayores arrobamientos, aunque yo
disimulaba y a nadie contaba estas ganancias (V 33, 4). 120 Entendí que podía estar contenta y segura de
que estaba en gracia por el gran amor de Dios que sentía, y las mercedes y
sentimientos que me regalaba no los podría recibir si estuviera en pecado
mortal (V 34, 10). 121 ¡Oh, Jesús mío, qué cosas hace un alma
abrasada en vuestro amor! ¡Cómo la habíamos de estimar en mucho y suplicar al
Señor que la deje en este mundo! (V 34, 15). 122 ¡Oh, Señor mío, cómo se os nota que sois
poderososo! No es menester buscar razones para lo que Vos queréis porque
hacéis tan posible lo que mandáis, que se comprende que sólo es necesario
amaros de veras y dejarlo todo de veras por Vos, para que Vos, Señor mío, lo
hagáis todo fácil. 123 Bien se puede decir que fingís trabajo en
vuestra ley; porque yo no lo veo, Señor, ni se cómo es estrecho el camino que
lleva a Vos. Camino real veo que es, que no senda; camino que quien de verdad
lo sigue va más seguro. Muy lejos están los puertos y las rocas para caer
porque están alejadas las ocasiones. Senda llamo yo, y ruín senda y angosto
camino, al que en una parte hay un valle muy hondo donde caer y en otra un
despeñadero: aún no se han descuidado, cuando se despeñan y hacen pedazos. 124 El que os ama de verdad, Bien mío, seguro va
por ancho y camino real; lejos está el despeñadero; apenas ha tropezado
cuando le dais Vos, Señor, la mano; no basta una caída ni muchas, si os ama a
Vos, y no las cosas del mundo, para perderse (V 35, 13-14). 125 Muy a gusto escojo todos los sufrimientos del
mundo por un poquito de gozar más por entender más profundamente las
grandezas de Dios; pues veo que quien más lo comprende más le ama y alaba (V
37, 2). 126 Fue grandísima la gloria de este
arrobamiento. Me quedé todo lo que quedaba del tiempo pascual tan embobada y
tonta, que no sabía qué hacer, y sin saber cómo podía soportar tan gran favor
y merced. Con tanto gozo interior parece que no oía ni veía nada. Creció más
intensamente el amor a Dios, y las virtudes se me robustecieron mucho más (V
38, 11). 127 Cuando estaba con esta pena, se me apareció
el Señor y me acarició mucho, y me dijo que hiciera yo estas cosas y las
sufriera por amor, pues mi vida era ahora necesaria. 128 Y desde ese momento en que me decidí a servir
con todas mis fuerzas al Señor y consolador mío, no me sentí ya apenada,
porque aunque me dejaba padecer un poco, me consolaba tanto, que no me cuesta
nada desear padecimientos. De tal manera que ahora me parece que la vida no
tiene sentido más que para sufrir y eso es lo que pido con toda mi voluntad
(V 40, 20). 129 Ya que las monjas hacemos lo más, que es
renunciar a la propia libertad por amor de Dios, dejándola en las manos del
superior, y pasamos tantos trabajos, ayunos, silencio, clausura, asistir al
coro que, por mucho que nos queramos regalar sólo alguna vez podremos...,
¿por qué no nos decidimos a mortificarnos interiormente, pues ahí está el
secreto de que todo lo demás sea más meritorio y más perfecto, y de que lo
podamos hacer con más suavidad y descanso? 130 Todo esto se consigue acostumbrándonos poco a
poco a no hacer nuestra voluntad y nuestro gusto, aun en cosas menudas, hasta
que el cuerpo esté sometido al espíritu (C 12, 1). 131 Comprenderéis cómo el verdadero amor de Dios,
cuando está en su madurez, libre ya de todo y volando sobre las cosas de la
tierra, es señor de todos los elementos y del mundo; y como el agua procede
de la tierra, no tengáis miedo de que mate este fuego de amor de Dios; no
tiene poder sobre él. Aunque el fuego y el agua son contrarios, el fuego del
amor de Dios es ya señor absoluto; no está sometido al poder del agua (C 19,
4). 132 Y si es agua que llueve del cielo, menos aún
apagará este fuego; no son elementos contrarios fuego de amor y lágrimas del
cielo, pues tienen el mismo origen; no tengáis miedo de que el uno perjudique
al otro, al contrario, se ayudan el uno al otro a encender más el amor;
porque el agua de las lágrimas verdaderas, que son las que proceden de
verdadera oración y son regalo del Rey del cielo, ayudan a encender más el
fuego y hacen que dure más, y el fuego ayuda a enfriar el agua (C 19, 5). 133 ¡Oh, válgame Dios, qué cosa tan hermosa y
maravillosa, ver que el fuego enfría! Sí, y no sólo enfría, sino que el fuego
hiela todos los afectos mundanos, cuando se une con el agua viva del cielo,
que es la fuente de donde brotan estas lágrimas, que son infusas y no
adquiridas con el esfuerzo nuestro. Es pues, bien seguro, que este fuego
enfría el amor a las cosas del mundo, hace que el alma no se detenga en
ellas, sino para ver si puede prender con ellas fuego, pues es propio de él
no contentarse con poco, sino que, si pudiera, abrasaría a todo el mundo (C
19, 5). 134 Si conociéramos a Dios, así le amaríamos en
este mundo, aunque no con tanta perfección ni de manera permanente, como en
el cielo; ¡ah, si le conociéramos, le amaríamos de muy distinta manera de como
le amamos! (C 30, 5). 135 El remedio que tenemos y nos dio Su Majestad,
es amor y temor: el amor nos hará apresurar los pasos; el temor nos hará ir
mirando dónde ponemos los pies para no caer en el camino por el que caminamos
todos los que vivimos, donde hay tantos peligros en que tropezar (C 40, 1-2). 136 Los que de veras aman a Dios, todo lo bueno
aman, todo lo bueno quieren, todo lo bueno favorecen, todo lo bueno alaban,
se unen siempre a los buenos y los favorecen y defienden; sólo aman verdades
y cosas dignas de ser amadas. ¿Creéis que es posible, que quien muy de veras
ama a Dios, pueda amar vanidades y riquezas y deleites del mundo, y honores?
¿Creéis que se mete en pleitos y se enzarza en envidias? No, porque no
pretende otra cosa que contentar al Amado. Andan muriendo por su amor, y así
ponen toda su vida en conocer cómo le agradarán más (V 40, 3). 137 ¡Es imposible esconder el amor de Dios, si de
veras es amor! Si no, mirad a san Pablo, mirad a 138 En los contemplativos, el amor no es poco;
siempre tienen mucho amor, si no, no serían contemplativos, y así se
manifiesta mucho y de muchas maneras. Es fuego grande, por eso da gran
resplandor (C 40, 4). 139 Así que no dejaréis de conocer dónde está
este amor, ni sé cómo se puede ocultar; pues no se puede ocultar si un
hombrecillo y una mujercilla se aman, y cuanto más intentan ocultarlo más se
descubre, aunque este amor se centra en un gusano, y ni merece el nombre de
amor, porque se funda en nonada, y da asco poner esta comparación, ¿y se
podría encubrir un amor tan fuerte, tan justo, que siempre va creciendo, pues
todo lo que ve en Dios es digno de amor, y fundamentado sobre tal cimiento
como es ser pagado con otro amor, del que no puede dudar por haber sido
demostrado tan a las claras, con tan grandes y sufrimientos y derramamiento
de sangre, hasta dar la vida, para que no nos quedase ninguna duda de este
amor? ¡Oh, válgame Dios, qué diferente debe de ser un amor del otro, para
quien lo ha experimentado! (C 40, 7). 140 Será muy hermoso a la hora de la muerte, ver
que vamos a ser juzgados por quien hemos amado sobre todas las cosas. Seguros
podremos ir con el pleito de nuestras deudas; no será ir a tierra extranjera,
sino propia, pues es la patria de quien tanto amamos y nos ama (C 40, 8). 141 Y lo que no puedo sufrir, Señor, es no poder
saber con certeza que os amo, ni si mis deseos os agradan (C 42, 2). 142 Es cosa sabrosa hablar del amor, ¿qué será
tenerlo? ¡Oh, Señor mío, dádmelo Vos! No me vaya yo de esta vida hasta que no
quiera nada de ella, ni sepa amar más que a Vos, ni ponga mi amor en nadie,
pues todo es falso, porque lo es el cimiento, y por eso no dura el edificio
(C 41, 1). 143 Quiso el Señor que oyese algunas palabras de
los Cantares, y en ellas entendió que iba bien encaminada su alma; porque
conoció que es posible que pase el alma enamorada por su Esposo todos estos
regalos y desmayos y muertes y aflicciones y deleites y gozos con El; después
que ha dejado todos los del mundo por su amor, está del todo puesta y
abandonada en sus manos; esto no de palabra sino con toda verdad, confirmada
por obras (Mdt C 1, 6). 144 Mi intención es hablar de lo que podemos
aprovecharnos las que nos dedicamos a la oración, aunque todo aprovecha para
animar a admirar a un alma que con ardiente amor ama al Señor (Mdt C 1, 10). 145 "Béseme con el beso de su boca".
¡Oh, Señor mío y Dios mío, y qué palabra es ésta para que la diga un gusano a
su Creador!... ¿Quién osará, Rey mío, decir esta palabra, si no fuera con
vuestra licencia? Es cosa que espanta, y así espantará decir yo que la diga
nadie. Dirán que soy ignorante, que no quiere decir esto, que tiene muchos
significados, que está claro que no habíamos de decir esta palabra a Dios,
que por eso no conviene que las gentes sencillas lean estas cosas. Yo
confieso que tiene muchos sentidos; mas el alma que está abrasada de amor,
tanto que la desatina, no quiere ningún otro, sino decir estas palabras
literalmente; sí, que no se lo quita el Señor (Mdt C 1, 11). 146 "Béseme con besos de su boca" Estas
palabras verdaderamente causarían temor si estuviera en sí quien las dice,
tomadas sólo a la letra; mas a quien vuestro amor, Señor, ha sacado de sí,
bien perdonaréis que diga eso y más, aunque sea atrevimiento (Mdt C 1, 12). 147 Si una persona esta viva, por poquito que la
pinchen con un alfiler o una espinita pequeñita ¿no lo siente? Pues si el
alma no está muerta, sino que tiene amor de Dios, no es merced grande de Dios
que cualquier cosita que se haga contra lo que hemos profesado y a lo que
estamos obligadas, se sienta? (Mdt C 2, 5). 148 ¡Oh, amor fuerte de Dios, que cree que no hay
cosa imposible a quien ama! ¡Oh, dichosa alma que ha llegado a alcanzar esta
paz de su Dios, que esté tan por encima de los trabajos y peligros del mundo,
que no le impidan servir a tan buen Esposo y Señor...! (Mdt C 3, 5). 149 ¡Cuántos prudentes le decían que era
disparate! A los que no llegamos a amar tanto al Señor, así nos parece; y
¡cuán mayor disparate es que se nos acabe este sueño de esta vida con tanto
seso!, que Dios quiera que merezcamos entrar en el cielo, cuánto menos ser de
estos que tanto se aventajaron en amar a Dios (Mdt C 3, 6). 150 Parece que este amor suavísimo al Señor
penetra en el alma con grandísima suavidad y la contenta y satisface y no
puede entender cómo ni de dónde entra aquel bien. Esto debe de ser lo que
dice la esposa, "que dan de sí tus pechos más olor que los ungüentos muy
buenos". Querría entonces la esposa no moverse ni hablar ni mirar, para
que no se le fuese su Amado, que claramente conoce que está muy cerca... Y
queda tan enseñada y con tan grandes efectos y con tan gran fortaleza en las
virtudes, que después no se conoce, ni querría hacer otra cosa sino alabar al
Señor; está, cuando está en este gozo, tan embebida y absorta, que no parece
que está en sí, sino en una manera de borrachez, que no sabe lo que aquí
cree, ni lo que dice ni lo que pide. En fin, no sabe de sí, mas no está tan fuera
de sí que no entienda algo de lo que le pasa (Mdt C 4, 3). 151 ¡Oh, Jesús mío, y quién pudiese dar a
entender la ganancia que hay en arrojarnos en los brazos de este Señor y
hacer un compromiso con El y decir con la esposa: mi Esposo para mí y yo para
mi Amado! Ya yo veo cómo, Esposo mío, que Vos sois para mí; no lo puedo
negar: por mí vinisteis al mundo, por mí pasasteis tan grandes trabajos, por
mí sufristeis tantos azotes, por mí os quedasteis en el santísimo Sacramento,
y ahora me hacéis grandísimos regalos (Mdt C 4, 6). 152 ¿En qué seré para Vos, mi Dios? ¿Qué puede
hacer por Vos quien se dio tan mala maña para perder las mercedes que me
habéis hecho? ¿Qué se podrá esperar de su servicio? Ya que con vuestro favor
hago algo, mirad que podrá hacer un gusano; ¿para qué le ha menester un tan
poderoso Señor? ¡Oh, Amor!, que en muchas partes querría repetir esta
palabra, porque sólo él es el que se puede atrever a decir con la esposa: yo
para mi Amado. El nos da licencia para que pensemos que tiene necesidad de
nosotros este verdadero Amador, Esposo y Bien mío (Mdt C 4, 5-6). 153 Dios da sus regalos a las personas que han
deseado su amor y han procurado disponerse para que sean agradables a Su
Majestad todas sus cosas. Cansadas ya de largos años de meditación y de haber
buscado a este Esposo, y cansadísimas de las cosas del mundo, se fundan en la
verdad, no buscan en otra parte su consuelo ni sosiego ni descanso, sino
donde entienden que en verdad lo pueden tener; se ponen debajo del amparo del
Señor; no quieren otro (Mdt C 5, 3). 154 ¡Oh, Dios mío y Creador mío! ¿es posible que
haya alguien que no os ame? ¡Oh, triste de mí, y cómo soy yo la que durante
mucho tiempo no os amé! ¿Por qué no
merecí conoceros? ¡Cómo baja sus ramas este divino manzano, para que las coja
el alma considerando sus grandezas y las mansedumbres de sus misericordias!
(Mdt C 5, 7). 155 ¡Oh, alma de Dios! No te fatigues, que cuando
Su Majestad te llega aquí y te habla tan regaladamente, no consentirá que le
descontentes, sino que te ayudará a lo que no supieres para que le contentes
más. La ve perdida de sí, enajenada por amarle, y que la misma fuerza del
amor le ha quitado el entendimiento para poderle amar más; sí, que no ha de
sufrir, ni suele, ni puede Su Majestad dejar de darse a quien se le da toda
(Mdt C 6, 9). 156 Esta alma -que es el oro-, está sin hacer más
movimiento ni obrar más por sí, que estaría el oro, y la divina sabiduría,
contenta de verla así, como hay tan pocas que le amen con esta fuerza, va
asentando en este oro muchas piedras preciosas y esmaltadas con mil
filigranas (Mdt C 6, 10). 157 Pues esta alma ¿qué hace entonces? Esto es lo
que no se puede entender ni saber más de lo que dice la esposa: "Ordenó
en mí la caridad". Ella al menos, si ama, no sabe cómo ni entiende qué
es lo que ama; el grandísimo amor que la tiene el Rey, que la ha traído a tan
gran estado, debe de haber unido el amor de esta alma a Sí, de manera que no
lo merece entender el entendimiento, y estos dos amores se funden en uno; y
puesto tan verdaderamente y tan unido su amor con el de Dios, ¿cómo lo ha de
alcanzar el entendimiento? Lo pierde de vista en aquel tiempo -que nunca dura
mucho, sino que es breve-, y allí lo ordena Dios, de tal manera, que sabe
bien contentar a Su Majestad entonces, y aún después, cuando ve a esta alma
tan esmaltada y compuesta de piedras y perlas de virtudes, que le tiene
espantado y puede decir: "¿Quién es ésta que ha quedado como el
sol?". 158 ¡Oh, verdadero Rey, y cuánta razón tuvo la
esposa de poneros este nombre, pues en un momento podéis dar riquezas y
ponerlas en un alma, que se gozan para siempre! Qué ordenada deja el amor a
esta alma! (Mdt C 6, 11). 159 Quedan las virtudes tan fuertes y el amor tan
encendido, que no se puede encubrir, porque siempre, aunque sin querer,
aprovechan a otras almas (Mdt C 6, 13). 160 "Ordenó en mí el Rey la caridad";
tan ordenada, que el amor que tenía al mundo se le quita, y el que a sí
misma, lo cambia en desamor; y el que a sus parientes, queda de suerte que
sólo los quiere por Dios; y el que a los prójimos y el que a los enemigos, no
se podrá creer si no se prueba; es muy crecido; el amor que tiene a Dios es
tan sin tasa, que la aprieta muchas veces más de lo que puede sufrir su débil
naturaleza, y como ve que ya desfallece y va a morir,dice: "Sostenedme
con flores y fortalecedme con manzanas, porque desfallezco de mal de amores
(Mdt C 6, 14). 161 No penséis que es exagerado decir que muere,
pues pasa así de verdad, porque el amor obra con tanta fuerza algunas veces,
que se enseñorea de todas las fuerzas del sujeto natural; y sé de una
persona, que estando en oración semejante, oyó cantar una voz y certifica,
que si no cesara el canto, iba ya a salirse el alma del gran deleite y
suavidad que nuestro Señor le daba a gustar, y así proveyó Su Majestad que
callara quien cantaba, que la que estaba en esta suspensión bien se podía
morir, mas no podía decir que cesara, porque no podía moverse. Y este peligro
en que se veía se entendía bien, mas como quien está en un sueño profundo del
que querría salir y no puede hablar, aunque quería. Aquí el alma no querría
salir de allí, ni le causaría pena, sino grande alegría, pues eso es lo que
desea. Y cuán dichosa muerte sería a manos de este amor! (Mdt C 7, 2). 162 Las almas que el Señor llega hasta aquí creo
que no se acuerdan más de sí que si no existieran, para calcular si perderán
o ganarán; sólo miran el servir y contentar al Señor, y porque saben el amor
que tiene a sus criados, gustan de dejar su sabor y bien, por contentarle en
servirlas y decirles las verdades lo mejor que pueden para que se aprovechen
sus almas, y sin pensar si perderán ellos; la ganancia de sus hermanos tienen
presente, no más. Por contentar más a Dios, se olvida a sí misma por ellos y
pierden la vida en la demanda, como hicieron muchos mártires, y envueltas sus
palabras en este tan subido amor de Dios, emborrachadas con aquel vino
celestial, no se acuerdan, y si se acuerdan, no se les da nada descontentar a
los hombres; éstos hacen mucho bien (Mdt C 7, 4). 163 Hacen mucho bien los que después de estar hablando
con Su Majestad algunos años, cuando ya reciben regalos y deleites suyos, no
quieren dejar de servir en las cosas penosas, aunque les impidan estos
deleites y contentos. El olor de estas flores y obras salidas y producidas
por árbol de tan fervoroso amor, dura mucho más, y aprovecha más un alma de
éstas con sus palabras y obras, que muchos que las hagan con el polvo de
nuestra sensualidad y con algún interés propio (Mdt C 7, 8). 164 Estas son las obras que produce la fruta;
éstos son los manzanos que dice luego la esposa: "fortalecedme con
manzanas". Dadme, Señor, trabajos, dadme persecuciones. Y verdaderamente
lo desea, y aun sale bien de ellos; porque como ya no mira su contento, sino
el contentar a Dios, su gusto es imitar en algo la vida trabajosísima
que vivió. Entiendo yo por manzano el
árbol de la cruz, porque dijo en otro lugar de los Cantares (8, 5):
"debajo del árbol manzano te resucité"; y un alma que está rodeada
de cruces, de trabajos y persecuciones..., acude más a las necesidades de los
hermanos, en especial a las de las almas, que por sacar una de pecado mortal,
darían muchas vidas (Mdt C 7, 9). 165 Porque si le volvemos las espaldas y nos
vamos tristes como el joven del evangelio, cuando nos dice lo que hemos de
hacer para ser perfectos, ¿qué queréis que haga Su Majestad, que ha de dar el
premio conforme al amor que le tenemos? Y este amor, hijas, no ha de ser
fabricado en nuestra imaginación, sino probado por obras; y no penséis que El
necesita nuestras obras, sino nuestro amor (III M 1, 7). 166 Para aprovechar mucho en este camino y subir
a las moradas que deseamos, no está la cosa en pensar mucho, sino en amar
mucho; y así lo que más os despertare a amar, eso haced (IV M 1, 7). 167 No hay otro medio mejor para conocer que las
mercedes son auténticas, que no pensar que las merecéis, ni las merceréis
nunca, y no buscarlas..., porque lo primero que para alcanzarlas es menester,
es amar a Dios sin interés ((IV M 2, 10). 168 Muchas veces estando la persona descuidada y
sin pensar en Dios, Su Majestad la despierta, a manera de una cometa que pasa
veloz, o un trueno, aunque no se oye su ruído, mas entiende muy bien el alma
que fue llamada por Dios, tan claro, que algunas veces, sobre todo las
primeras veces, la hace estremecer y aun quejar, sin que le duela nada.
Siente que es herida sabrosísimamente, mas no atina cómo ni quién la hirió;
mas bien conoce que es cosa preciosa y jamás querría curarse de aquella
herida. 169 Quéjase con palabras de amor a su Esposo,
incluso verbalmente, sin poder hacer otra cosa, porque siente que él está
presente, mas no se quiere manifestar más de manera que permita al alma
gozarle, y es harta pena, aunque sabrosa y dulce; y aunque quiera no tenerla,
no puede; mas querría jamás no tenerla. Le satisface mucho más que el
embebecimiento sabroso, que carece de pena, de la oración de quietud (VI M 2,
1). 170 Deshaciéndome estoy por hacer entender esta
operación de amor, y no sé cómo; porque parece cosa contraria que el Amado
esté manifestando claramente que está con el alma y que la llama, con una
señal tan cierta que no se puede dudar, y con un silbido tan penetrante para
que el alma lo sienta, que no puede dejar de oír; porque no parece sino que
apenas habla el Esposo, que está en la séptima morada, de esta manera -porque
no es palabra articulada-, toda la gente que está en las otras moradas, no se
atreve a moverse, ni sentidos, ni imaginación ni potencias (VI M 2, 2). 171 Parece que llega a las entrañas esta pena y
cuando de ellas saca la saeta el que la hiere, verdaderamente parece que se las
lleva consigo, según el sentimiento de amor que experimenta (VI M 2, 3). 172 Estaba ahora pensando si sería que de este
fuego del brasero encendido que es mi Dios, saltaba alguna centella y daba en
el alma, de manera que se dejaba sentir aquel encendido fuego y, como no era
aún bastante fuerte para quemarla y él es tan deleitoso, queda con aquella
pena, y al tocar hace aquella operación. Y me parece que ésta es la mejor
comparación que he acertado a decir. Porque este dolor sabroso -que no es
dolor-, no es constante; aunque a veces dura gran rato, otras se acaba
rápidamente, como quiere comunicarlo el Señor, que no es cosa que se puede
procurar por medios humanos. 173 Mas, aunque algunas veces dura un rato,
desaparece y vuelve a aparecer; en fin, nunca permanece fijo, y por eso no
acaba de abrasar al alma pues, cuando se va a encender, muérese la centella y
queda el alma con deseo de volver a padecer aquel dolor amoroso que le causa
(VI M 2, 4). 174 A veces a deshora, estando rezando vocalmente
y descuidado de lo interior, parece que viene una inflamación deleitosa, como
si rápidamente viniese un olor tan grande que se comunicase a los sentidos o
una cosa parecida, sólo para hacer sentir que está allí el Esposo; produce un
deseo sabroso de gozar el alma de él, y con esto queda dispuesta para hacer
grandes obras y alabanzas a nuestro Señor (VI M 2, 9). 175 Da Dios a estas almas un deseo tan grandísimo
de no descontentarle en nada, por poquito que sea, ni hacer ninguna
imperfección si pudiesen, que sólo por esto,... querrían huir de la gente y
tienen gran envidia a los que viven y han vivido en los desiertos. 176 Y por otra parte, se querría meter en medio
del mundo sólo por conseguir que un alma alabase más a Dios; y si es mujer,
se aflige de los límites que le impone su condición; porque no puede hacer
esto, y tiene gran envidia a los que tienen libertad para dar voces,
publicando quién es éste gran Dios de los ejércitos (VI M 6, 3). 177 Pues sabemos el camino para agradar a Dios
con la práctica de los mandamientos y consejos evangélicos, andemos muy
diligentes en esto y en meditar su vida y muerte y lo mucho que le debemos;
lo demás venga cuando el Señor quisiere (VI M 7, 9). 178 Cuando Su Majestad quiere, no podemos más que
andar siempre con él, como se ve claro por las maneras y modos con que Su
Majestad se nos comunica y nos manifiesta el amor que nos tiene, con algunas
apariciones y visiones tan admirables (VI M 8, 1). 179 Aunque en este camino de oración no hubiera
otra ganancia que comprender el interés particular que Dios tiene de
comunicarse con nosotros y andarnos rogando que nos estemos con él, me parece
que estaban bien empleados todos los sufrimientos que hay que soportar para
gozar estos toques de su amor tan suaves y penetrativos (VII 3, 9). 180 Porque si el alma está mucho con él, como es
razón, poco se debe de acordan de sí misma; toda la memoria se le va en cómo
le contentará más y en qué o por dónde manifestará el amor que le tiene. Para
esto es la oración, hijas mías; de esto sirve este matrimonio espiritual, de
que nazcan siempre obras, obras (VII M 4, 6). 181 Otras veces me dan unos ímpetus muy grandes
con un deshacimiento por Dios que no me puedo valer. Parece que se me va a
acabar la vida, y así me hace dar voces y llamar a Dios; y esto me da con
gran furor (Cc 1ª, 3). 182 Y así no hago más que encomendarlos a Dios,
porque veo yo que haría más provecho una persona perfecta del todo, con
fervor verdadero de amor de Dios, que muchas con tibieza (Cc 3ª, 7). 183 Hay días en que me acuerdo infinitas veces de
lo que dice san Pablo que ni parece que vivo yo, ni hablo, ni tengo querer,
sino que está en mí quien me gobierna y me da fuerza, y ando como casi fuera
de mí, y así me causa grandísima pena la vida. Y la mayor cosa que yo ofrezco
a Dios como gran servicio, es que siéndome tan penoso estar apartada de él,
por su amor quiero vivir con grandes trabajos y persecuciones; ya que no
sirvo para aprovechar a los demás, querría servir para sufrir, y cuantos
trabajos hay en el mundo pasaría por un tantico más de mérito cumpliendo
mejor su voluntad (Cc 3ª 10). 184 Otras veces parece que esta herida del amor
sale de lo íntimo del alma. Los efectos son grandes... Son como unos deseos
de Dios tan vivos y tan finos, que no se pueden decir (Cc 54ª, 15). 185 Parece que vivo sólo para comer y dormir y no
tener pena de nada, y aun esto no me da pena... No reina en mí con fuerza
apego de ninguna criatura ni de toda la gloria del cielo, sino deseo de amar
a este Dios, que esto no se menoscaba, sino que crece, y deseo de que todos
le sirvan (Cc 66ª, 5). 186 ¡Oh, amor poderoso de Dios, cuán diferentes
son tus efectos de los del amor del mundo! Este no quiere compañía, porque le
parece que le han de quitar algo de lo que posee; el de mi Dios, mientras más
amadores entiende que hay, más crece, y así sus gozos se mitigan viendo que
no todos gozan de aquel bien... y busca medios para buscarle compañía, y de
buena gana deja su gozo si puede conseguir que otros gocen este amor (E 2). 187 Tal vez le pareció que no la amabais tanto
como a su hermana, que esto lo sentiría más que el tener que servir a quien
ella tenía gran amor, porque el amor hace tener por descanso el trabajo; y
por eso no dijo nada a su hermana, sino que fue a Vos con toda su queja; el
amor la hizo atreverse a decir que cómo no teníais cuidado. Y aun en la respuesta
parece que brilla la razón de lo que digo: que sólo el amor es el que da
valor a todas las cosas, y que lo más necessario es que sea tan grande que
ninguna cosa le impida amar (E 5). 188 Considero yo muchas veces, mío, cuán sabrosos y cuán deleitosos se
muestran vuestros ojos a quien os ama, y Vos, Bien mío, queréis mirar con
amor. Me parece que sola una mirada tan suave a las almas que tenéis por
vuestras, basta como premio de muchos años de servicio (E 14). 189 ¡Oh, mi suave descanso de los amores de mi
Dios!; no faltéis a quien os ama, pues por Vos ha de crecer y mitigarse el
tormento que causa el Amado al alma que le desea. Deseo yo, Señor,
contentaros, mas mi contento bien se que no está en ninguno de los mortales;
siendo esto así, no culpéis mi deseo. Veisme aquí, Señor; si es necesario
vivir para haceros algún servicio, no rehuso todos cuantos trabajos me puedan
venir en la tierra, como decía vuestro amador san Martín (E 15). 190 Mira que mientras más peleares, más mostrarás
el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás con tu Amado, con gozo y
deleite que no puede tener fin (E 15). 191 El corazón que mucho ama, no admite consejo
ni consuelo, sino del mismo que le llagó; porque de ahí espera que ha de ser remediada
su pena. Cuando Vos queréis, Señor, presto sanáis la herida que habéis hecho;
antes no hay que esperar salud ni gozo, sino el que se saca de padecer tan
bien empleado (E 16). 192 Ya toda me entregué y dí Y de tal suerte he
trocado, Que mi Amado es para
mí Y yo soy para mi
Amado. Cuando el dulce
cazador Me tiró y dejó
herida, En los brazos del
amor Mi alma quedó
rendida, Y cobrando nueva
vida, De tal manera he
trocado Que mi Amado es
para mí Y yo soy para mi
Amado Hirióme con una
flecha Enarbolada de amor Y mi alma quedó
hecha Una con su Creador;
Ya yo no quiero
otro amor, Pues a mi Dios me
he entregado, Y mi amado es para
mí Y yo soy para mi
Amado (P 3). 193 Si
el amor que me tenéis, Dios mio, es como
el que yo os tengo, Decidme, ¿en qué me
detengo?. Vos, ¿en qué os
detenéis? Alma, ¿qué quieres
de mí? -Dios mío, no más
que verte. -Y ¿qué temes más
de tí? -Lo que más temo es
perderte. Un amor que ocupe
os pido, Dios mío, mi alma
os tenga, Para hacerte un
dulce nido Adonde más la
convenga. Un alma en Dios
escondida ¿Qué tiene que
desear, Sino amar y más
amar, Y en amor toda
encendida Tornarte de nuevo a
amar? (P 4). 194 Dichoso el corazón enamorado Que en solo Dios ha
puesto el pensamiento Por él renuncia a
todo lo criado, Y en él halla su gloria
y su contento; Aun de sí mismo
vive descuidado, Porque en Dios está
todo su intento, Y así alegre pasa y
muy gozoso Las ondas de este
mar tempestuoso (P 5). 195 ¡Oh, caridad de los que verdaderamente aman
al Señor y conocen su condición! ¡Qué poco descanso podrán tener, si ven que
pueden hacer algo para que sola un alma se aproveche y ame más a Dios. O para
darle algún consuelo o para apartarla de algún peligro! Y cuando no puede con
obras, con oración, importunando al Señor por las muchas almas que la lastima
ver que se pierden; pierde ella su descanso y lo tiene por bien perdido,
porque no se acuerda de su contento, sino de cómo cumplir mejor la voluntad
del Señor, y así en la obediencia (F 5, 5). 196 Sería recia cosa que nos estuviese diciendo claramente
Dios que hiciéramos alguna cosa que le interesa, y no quisiéramos sino
quedarnos mirándole, porque estamos más a nuestro placer. Donoso
adelantamiento en el amor de Dios es atarle las manos creyendo que no podemos
adelantar más que por un camino! (F 5, 5). 197 A
mi parecer, amarían mucho mejor no dejándose embobar... pues mucho más se
puede merecer con un acto y con despertar muchas veces la voluntad para que
ame a Dios, que no dejándola tanto tiempo embebida (F 6, 5). 198 Todo lo que hacía (Beatriz de 199 Más gozaremos en aquella eternidad, donde son
las moradas conforme al amor con que hemos imitado la vida de nuestro Buen
Jesús (F 14, 5). 200 ¡Oh
Dios mío! ¡Cuánto daño hace en el mundo pensar que puede haber alguna cosa
contra Vos que os sea secreta! (V 2, 7). 201 Más
delante de 202 Es
un glorioso desatino, una celestial locura, donde se aprende la verdadera
sabiduría y es deleitosísima manera de gozar el alma (V 16, 1; CN 6). 203 Dios
no necesita pedir el consentimiento del alma para que acepte entrar en el arrobamiento,
porque ella ya se lo dio y sabe El que se ha entregado en sus manos con toda
su voluntad, y que a El lo le puede engañar, porque lo sabe todo (V 21, 1; CN
11). 204 205 ¡Qué sabio el que se alegró de ser tenido
por loco, pues lo llamaron a la misma Sabiduría! (Lc 23, 11) (V 27, 14). 206 No
tenga miedo, ni crea que las gracias místicas son cosas imposibles -todo es
posible para el Señor- (Mc 9, 23), sino procure avivar la fe y humillarse, porque
el Señor hace a una viejecita más sabia quizá que él, por muy teólogo que sea
(V 34, 12). 207 Cuando
yo veo una Majestad tan grande disimulada en una pequeña Hostia, me admira
tanta sabiduría (V 38, 21). 208 Dejad
hacer al Señor de la casa; sabio es; poderoso es; entiende lo que os conviene
y lo que le conviene a El también (C 17, 7). 209 Adherida
pues, a este Maestro de 210 Así
que está claro qué es lo que dice la esposa, que la sabiduría de Dios suple
aquí por el alma y él ordena cómo gane tan grandísimas mercedes en aquel
tiempo (Mdt C 6, 6). 211 Imaginemos,
para entenderlo mejor, que vemos dos fuentes con dos pilas que se llenan de
agua. Que no encuentro cosa más apropiada para explicar alguna de espíritu
que el agua; y es que, como se poco y el ingenio no ayuda y soy tan amiga de
este elemento, lo he mirado con más atención que otras cosas, que en todas
las que creó Dios, tan sabio, debe de haber hartos secretos de que nos
podemos aprovechar, y así lo hacen los que lo entienden, aunque creo que en
cada cosita que creó Dios hay más de lo que se entiende, aunque sea en una
hormiguita (IV M 2, 2). 212 Ya
veis esta alma que la ha hecho Dios boba del todo para imprimir mejor en ella
la divina sabiduría (V M 1, 9). 213 Ya
habéis oido hablar de las maravillas de la cría de la seda, que sólo Dios
pudo hacer semejante invención, y cómo de una simiente, que es como granos de
pimienta pequeños..., con el calor, cuando comienza a brotar hoja en los
morales, empieza esta simiente a vivir; que mientras no hay este alimento con
que puedan vivir está muerta la simiente; y con hojas de moral se crían los
gusanos, hasta que, cuando se han hecho grandes, les ponen unas ramillas, y
allí con las boquillas van de sí mismos hilando la seda y hacen unos
capuchillos muy apretados donde se encierran; y acaba este gusano que es
grande y feo, y sale del mismo capucho una mariposa blanca muy graciosa. Mas
si esto no se viese sino que nos lo contaran de otros tiempos, ¿quién lo pudiera
creer, ni cómo podríamos explicar que una cosa tan sin inteligencia como es
un gusano y una abeja sean tan inteligentes en trabajar para nuestro provecho
y con tanta industria, y el pobre gusanillo pierda la vida en la demanda?
Para un rato de meditación basta esto, aunque sólo contempléis en ello las
maravillas y sabiduría de nuestro Dios (V M 2, 2). 214 Pues
comenzando a gustar de la buena y santa conversación de esta monja. (Dª María
de Briceño), holgábame de oirla cuán bien hablaba de Dios, porque era muy
discreta y santa. Según yo creo, nunca dejé de holgarme de oir hablar bien de
Dios (V 3, 1). 215 Hablaba
mucho de Dios, de manera que edificaba a todas (V 6, 2). 216 Quedóme
deseo de soledad, amiga de tratar con Dios y de hablar de El, que si hallaba
con quién, más contento y recreación me daba que toda la cortesía, o grosería
por mejor decir, de la conversación del mundo (V 6, 4). 217 El
no tenerme por tan ruín se debía a que, como me veían tan joven y en tantos
peligros, y a que buscaba muchas veces la soledad para rezar y leer; a que
hablaba mucho de Dios y era amiga de hacer pintar su imagen en muchos lugares
y de tener oratorio y procurar tener en él cosas que fomentasen la devoción;
no hablar mal de nadie y otras cosas como éstas que tenían apariencia de
virtud (V 7, 2). 218 Era
aficionadísima a los sermones, de tal manera que si veía a alguien predicar
con espíritu y bien, le cobraba un amor particular sin procuralo yo, que no
se quién me lo ponía. Casi nunca me parecía el sermón tan malo, como para no
escucharlo de buena gana; aunque los oyentes juzgasen que no era bueno, era
para mí recreo muy particular. De hablar de Dios y de oir hablar de El nunca
me cansaba, y esto después que comencé a hacer oración (V 8, 12). 219 Entendí
grandísimas verdades sobre esta Verdad, mejor que si me lo hubieran enseñado
muchos teólogos. Pues en este caso no se me hubieran quedado tan impresas ni
se me hubiera hecho comprender tan claramente la vanidad de este mundo (V 40,
4). 220 Ni
en mil vidas de las nuestras llegaríamos a entender cómo merece ser tratado
este Señor, ante quien tiemblan los ángeles (C 22, 7). 221 Jamás
nos acabamos de conocer, si no procuramos conocer a Dios (II M 2, 9). 222 No
hemos de buscar razones para comprender las cosas ocultas de Dios, sino que
como creemos que es poderoso, está claro que hemos de creer que un gusano de
tan limitado poder como nosotros no puede comprender sus grandezas.
Alabémosle mucho porque quiere que comprendamos algunas (VI M 4, 7). 223 Ni
el demonio podría representar cosas que tantos efectos interiores y paz y
sosiego y aprovechamiento dejan en el alma, de forma especial, conocimiento
de la grandeza de Dios, porque con cuanta mayor experiencia tuviéremos de
ella mejor se manifiesta El (VI M 5, 10). 224 Porque
en estas grandezas que le comunica comprende mucho más la de Dios. Espántase
de cómo fue tan atrevida, llora su poco respeto, parécele una cosa tan
desatinada su desatino, que no acaba de apenarse jamás cuando recuerda por
qué cosas tan bajas dejaba una tan gran majestad. Mucho más se acuerda de
esto que de las mercedes que recibe, siendo tan grandes como las dichas y las
que están por decir; parece que se las lleva un río caudaloso y las trae a
sus tiempos (VI M 7, 2). 225 Lo
mismo ocurre con otras cosas espirituales, que no se saben decir, mas se
comprende por ellas cuán importante es nuestra naturaleza que puede entender
las grandezas de Dios, y pues ni
siquiera somos capaces de entender éstas, emplee los días en admiración y
alabanza de Su Majestad quien las reciba; y así le de muchísimas gracias por
ellas que, pues no es carisma que se da a todos, se ha de estimar mucho y
procurar entregarse más, ya que de tantas maneras la ayuda Dios (VI M 8, 6). 226 ¿Habrán
bastado todas estas mercedes que ha hecho al alma el Esposo para que la
palomilla o la mariposilla esté satisfecha (no penséis que la tengo
olvidada), y haga asiento donde ha de morir? No por cierto, sino que está
mucho peor; aunque haga muchos años que recibe estos favores, siempre gime y
anda llorosa, porque de cada uno de ellos le queda mayor dolor. La causa está
en que, como va conociendo más y más las grandezas de su Dios y se ve que
está tan ausente y privada de gozarle, crece mucho más el deseo; porque
también crece el amor cuanto más se le descubre lo que merece ser amado este
gran Bien y Señor; y viene en estos años creciendo poco a poco este deseo,
hasta que la lleva a tan gran pena. He dicho años,
teniendo en cuenta lo que ha ocurrido en mi alma, pues se muy bien que a Dios
no hay que ponerle límites, pues en un momento puede hacer llegar a un alma a
lo más subido que se ha dicho aquí. Poderoso es Su Majestad para todo lo que
quisiere hacer y ganoso de hacer mucho por nosotros (VI M 11, 1). 227 Son
tantas las cosas que veo y lo que entiendo de las grandezas de Dios y cómo
las ha conducido, que casi ninguna vez comienzo a pensar en ello que no me
falle el entendimiento, como quien ve cosas que sobrepasan en mucho lo que
puedo entender y quedo en recogimiento (Cc 3ª 11). 228 ¡Oh
Dios mío, misericordia mía!, ¿qué haré para que no deshaga yo las grandezas
que Vos hacéis conmigo? Vuestras obras son santas, son justas, son de
inestimable valor y con gran sabiduría, pues la misma sois Vos, Señor. Si en
ella se ocupa el entendimiento, quéjase la voluntad, porque querría que nadie
la impidiera amaros - pues no puede el entendimiento en tan grandes grandezas
alcanzar quién es su Dios-, y desea gozarle y no ve cómo, metida en la cárcel
tan penosa de este cuerpo mortal, todo le estorba, aunque primero fue ayudada
en la consideración de vuestras grandezas, donde se hallan mejor las
innumerables bajezas mías (E 1). 229 ¡Oh
Sabiduría que no se puede comprender! (E 12). 230 ¡Oh
Dios mío y mi Sabiduría infinita, sin medida y sin tasa y sobre todos los
entendimientos angélicos y humanos! ( E 17). 231 Aprovechábame
a mí ver campo, agua o flores; en estas cosas encontraba yo memoria del
Creador, quiero decir que me despertaban y me recogían y me servían de libro
(V 9, 5). 232 Esto
de apartarse de lo corpóreo debe de ser bueno, ya que lo dice gente tan
espiritual; mas, según me parece, ha de ser cuando el alma está muy avanzada,
porque hasta que lo esté, está claro que se ha de buscar al Creador por las
criaturas (V 22, 8; CN 12). 233 ¡Oh,
Jesús mío! ¡Quién pudiese hacer entender la majestad con que os mostráis! Y
cuán Señor de todo el mundo y de los cielos, y de otros mil mundos, y mundos
y cielos incontables que Vos creaseis, entiende el alma por la majestad con
que os manifestais, que son nada para ser Vos Señor de todo (V 28, 8). 234 A
mí me parece que cuando una persona ha sido elevada por Dios a tener claro
conocimiento de lo que es el mundo, y de que hay otro mundo, y le ha hecho
conocer la diferencia que hay de un mundo a otro, y que el uno es eterno y el
otro soñado; y cuando le ha hecho experimentar que es muy diferente amar al
Creador de amar a la criatura; y le ha hecho ver lo que se gana con el uno y
lo que se pierde con el otro; y le ha dado experiencia de lo que es el
Creador y lo que es la criatura y otras muchas verdades que el Señor enseña a
quien se deja enseñar por El en la oración, o a quien Su Majestad quiere
enseñarlo, su amor es muy diferente del que tenemos los que no hemos llegado
aquí (C 6, 3). 235 Ahora
vengamos a tratar del desasimiento que hemos de tener, porque en esto está el
todo, si se hace con perfección. Digo que en esto está el todo porque, si nos
abrazamos con solo el Creador y no nos interesa nada de lo creado, Su Majestad
infunde tan copiosamente las virtudes, que practicando nosotros poco a poco
lo que está en nuestra mano, no tendremos necesidad de luchar mucho, porque
el Señor carga su mano contra los demonios y contra todo el mundo (C 8, 1). 236 Poderoso
es para librarnos de todo que, una vez que mandó hacer el mundo, fue hecho;
su querer es obrar (C 16, 6). 237 Las
que se puedan encerrar de esta manera en este pequeño cielo de nuestra alma,
donde está el que hizo el cielo y la tierra (C 28, 5). 238 Porque
todo lo que he escrito en este libro va dirigido a entregarnos del todo al
Creador, y a dejar nuestra voluntad en la suya y a desprendernos de las
criaturas, y ya sabéis cuán importante es esto, no insisto más en ello (C 32,
9). 239 ¡Oh
hermanas mías, qué fuerza tiene esta entrega! Si se hace con la determinación
debida, se une el Todopoderoso con nuestra pequeñez y nos transforma en El, y
consigue la unión del Creador con la criatura (C 32, 11). 240 Aun
sabiendo que existe la misma diferencia entre el Castillo y Dios que entre el
Creador y la criatura, ya que el castillo es criatura, basta que Su Majestad
diga que está hecha a su imagen, para que apenas podamos entender la gran
dignidad y hermosura del alma (I M 1, 1). 241 Deja
en el alma... propio conocimiento y humildad al ver cómo cosa tan vulgar, en
comparación del Creador de tantas grandezas, se ha atrevido a ofendenderla, y
osa mirarla; la tercera, tener en muy poco todas las cosas de la tierra, de
no ser las que pueda emplear en el servicio de Dios (VI M 5, 10). 242 Queda
con muy mayor desprendimiento del mundo que antes, porque ve que nada de él
le ayudó en aquel tormento, y muy desasida de las criaturas, porque ya ve que
sólo el Creador es el que puede consolar y hartar su alma, y con mayor temor
y cuidado de no ofenderle, porque ve que tan bien puede atormentar como
consolar (VI M 11, 10). 243 Muchas
veces, Señor mío, considero que si con algo se puede sustentar el vivir sin
Vos es en la soledad, porque descansa el alma con su descanso, puesto que,
como no se goza con entera libertad muchas veces, se dobla el tormento; mas
el que da el tener que tratar con las criaturas y dejar de entender el alma
con su Creador, hace tenerle por deleite (E 2). 244 Pues
¿qué podrá pedir una cosa tan miserable como yo? Que me deis, Dios mío, que
os de con san Agustín, para pagar algo de lo mucho que os debo, que os
acordéis de que soy vuestra hechura y conozca yo quién es mi Creador, para
que le ame (E 7). 245 ¡Oh,
esperanza mía y Padre mío y mi Creador y verdadero Señor y Hermano! (E 7). 246 ¡Oh,
Dios mío, Dios, Hacedor de todo lo creado! Y ¿qué es lo creado, si Vos
quisierais crear más? Pues haced, Señor, que no se aparten de mi pensamiento
vuestras palabras...¿Qué más queremos, Señor?, ¿qué pedimos?, ¿qué buscamos?
¿Por qué están los del mundo perdidos sino por buscar descanso?... Tened
piedad, Creador, de estas creaturas vuestras (E 8). 247 Muera
ya este yo, y viva en mí otro que es más que yo, y para mí mejor que yo, para
que yo le pueda servir: El viva y me de vida; El reine y yo sea cautiva, que
no quiere mi alma otra libertad. ¿Cómo será libre el que del Sumo estuviere
alejado? ¿Qué mayor ni más miserable cautiverio que estar el alma desligada
de la mano del Creador? (E 17). 248 Pues
comenzando a poblarse estos palomarcicos de 249 También
a veces me daban alegría las grandes contradiciones y murmuraciones que este
ir fundando ha provocado, con buena intención unos, otros por otros fines.
Mas tan gran alegría como de esto sentí, no me acuerdo, por trabajo que me
venga, haberla sentido; que yo confieso que en otro tiempo, cualquier cosa de
las tres que me vinieron juntas, fuera harto trabajo para mí. Creo que fue mi
gozo principal el parecerme que, pues las criaturas me pagaban así, es que
tenía contento al Creador (F 27, 21). (Se refiere al confinamiento por el General
con prohibición de fundar más conventos). 250 Lo
que hay que procurar, según ellos, es ver a Dios inmenso que está en todas
partes y verse engolfado en El (V 22, 1; CN 12). 251 El
Señor me enseñó esta verdad, que tuviera la certeza de que nada de lo que
tenía era mío, sino de Dios, y así como no me apenaba de oir alabar a otras
personas, sino que me alegraba y me consolaba mucho de ver que allí se
manifestaba Dios, tampoco podía sentir pena de que manifestara en mí sus
obras (V 31, 14). 252 Aprender
a mirar al Señor en lo muy interior de su alma, es una mirada muy unitiva y
mucho más provechosa que mirarle fuera de sí mismo; esto se lee en algunos
libros de oración que enseñan dónde hay que buscar a Dios. Sobre todo lo dice
San Agustín que ni en las plazas, ni en los deleites, ni en ninguna parte que
lo buscaba, lo encontraba como dentro de sí. Y esto es mucho mejor, pues no
es necesario subir al cielo, ni ir más lejos que a nuestro interior, porque
buscarlo fuera cansa el espíritu y distrae el alma y no produce tanto fruto
(V 40, 6). 253 Para
buscar a Dios en lo interior (donde se encuentra mejor y con más provecho que
en las criaturas, como dice san Agustín, que lo halló después de haberlo buscado
en muchas partes), es gran ayuda cuando Dios hace esta merced. Y no creáis
que este recogimiento es fruto del entendimiento activo, que se esfuerza en
pensar que Dios está dentro de sí, ni de la imaginación, que lo representa
dentro de sí. Bueno es esto y excelente manera de meditación, porque se funda
sobre la verdad de que Dios está dentro de nosotros mismos; mas no es esto,
que cada uno lo puede hacer -con el favor de Dios, ya se entiende-; mas lo
que digo es de diferente manera, y que algunas veces, antes de que comience a
pensar en Dios, ya esta gente está en el castillo, que no se por dónde ni
cómo oyó el silbo de su Pastor, que no fue por los oídos, pues no se oye
nada, mas siéntese notablemente un recogimiento suave en lo interior, como
verá quien lo experimenta, que yo no lo se explicar mejor. Paréceme que he
leído que sucede como a un erizo o tortuga cuando se retiran hacia sí; y
debíalo de entender quien lo escribió. Con la diferencia de que los erizos y
tortugas entran en sí cuando quieren; pero la oración de recogimiento no está
en nuestro querer, sino llega cuando Dios nos quiere hacer esta merced (IV M
3, 3). 254 Mas
entiendo que quedan unas verdades en esta alma tan fijas de la grandeza de
Dios, que aunque no tuviera fe que le dice quién es y que está obligada a
creerle por Dios, le adorara desde aquel punto por tal, como hizo Jacob
cuando vio la escala (Gn 28, 12), que con ella debía de entender otros
secretos, que no los supo decir; que sólo por ver una escala por la que
bajaban y subían ángeles, de no haber recibido más luz interior, no hubiera
entendido tan grandes misterios. Ni tampoco Moisés supo decir todo lo que vio
en la zarza, sino lo que quiso Dios que dijese (Ex 3, 12); mas si no hubiera
revelado Dios a su alma secretos con certidumbre para que viese y creyese que
era Dios no se hubiera expuesto a tantos y tan grandes trabajos; mas debió de
entender tan grandes cosas dentro de los espinos de aquella zarza, que le
dieron ánimo para hacer lo que hizo por el pueblo de Israel (IV M 4, 6-7). 255 No
hay nadie que sea estable sino Dios (V 39, 19). 256 Os
alabo, Señor, y os bendigo por siempre; en fin, vuestro Reino durará siempre
(C 22, 11). 257 ¡Oh
Rey de la gloria, Señor de los señores, Emperador de los emperadores, Santo
de los santos, no dejaréis de reinar por siempre (CE 37, 6). 258 Me
introdujo el Rey. Y ¡qué bien llena este nombre de Rey, que no tiene
superior, ni se acaba su Reino nunca! (Mdt C 6, 2). 259 Si
se pierde una cosa, una aguja o un gavilán, que sólo sirve para dar un
gustillo a la vista de verle volar por el aire, nos da pena, ¡y que no la
tengamos de perder esta águila caudalosa de 260 Mira
que mientras más peleares, más demostrarás el amor que tienes a tu Dios y más
te gozarás con tu Amado, con gozo y deleite que no puede tener fin (E 15). 261 Breve
es todo tiempo para darlo por vuestra eternidad (E 17). 262 Nada
te turbe, Nada
te espante, Dios
no se muda... (P 30). 263 Esto
nacía de tener muy presente la eternidad y el fin para que Dios nos ha creado
(F 12, 1). 264 Cuanto
menos tengamos aquí, más gozaremos en aquella eternidad (F 14, 3). 265 Bendito
seáis Vos, Dios y Señor mío, que sois inmutable por siempre jamás, amén;
quien os sirviere hasta el fin, vivirá sin fin en vuestra eternidad (F 27,
21). 266 Veis
aquí cómo ya acabaron estos trabajos y la gloria que tiene será sin fin (F
28, 36). 267 No
nos cansemos de alabar a tan gran Rey y Señor, que nos tiene preparado un
reino que no tiene fin, por unos trabajillos mezclados con mil contentos, que
se acabarán mañana (F 31, 47). 268 Bendito
sea Dios, que hemos de gozar de El con seguridad eternamente (Cta 75, 7). Y
así se habrá de quedar mi descanso para aquella eternidad que no tiene fin GOBIERNO Y CONSERVACION DE DIOS 269 Se
nos da a entender cómo es Dios y poderoso, y que todo lo puede y todo lo
dispone y todo lo gobierna y todo lo llena de su amor (V 28, 9). 270 Veía
que, aunque era Dios, era también Hombre, que no se extraña de las flaquezas
de los hombres, que comprende nuestra miserable condición, sujeta a muchas
caídas, por el primer pecado que El había venido a reparar (V 37, 6). 271 Comulgué
y estuve en misa, que no se cómo pude estar. Me pareció que todo había pasado
muy rápidamente. Quedé espantada cuando sonó el reloj y ví que había estado
dos horas en aquel arrobamiento y gloria. Espantábame después de que, cuando
viene de arriba este fuego de verdadero amor de Dios, que sólo llega cuando
quiere Su Majestad, y de mí no brota ni una chispa aunque me haga pedazos,
parece que consume las faltas y tibieza y miseria del hombre viejo; y así
como el ave fénix cuando se quema, de sus mismas cenizas sale otra, así queda
transformada el alma con diferentes deseos y fortaleza grande. No parece la
misma de antes, sino que comienza con nueva pureza el camino. Suplicando
yo a Su Majestad que así fuera, y que comenzara a servirle de nuevo, me dijo:
"Buena comparación has hecho; mira que no se te olvide para procurar
mejorarte siempre" (V 39, 23). 272 ¿No
es linda cosa que una pobre monja de san José pueda llegar a señorear la
tierra y sus elementos? Y ¿qué extraño es que los santos los dominaran como
ellos querían? A san Martín le obedecían el fuego y las aguas; a san
Francisco, las aves y los peces, y así a otros muchos santos (C 19, 4). 273 No
es pequeña lástima y vergüenza que, por nuestra culpa, no nos comprendamos a
nosotros mismos ni sepamos quiénes
somos. ¿No sería gran ignorancia que preguntasen a uno quién es y no se
conociese ni supiera quién fue su padre, ni su madre, ni de qué tierra? Pues
si esto sería tan irracional, lo es más, sin comparación, que nosotros no
procuremos saber quiénes somos, sino que nos quedamos en nuestros cuerpos, y
así a bulto, porque lo hemos oido y porque nos lo dice la fe, sabemos que
tenemos alma. Mas pensamos poco las riquezas que atesora y quién vive dentro,
y el gran valor del alma. Y, en consecuencia, se tiene poco interés en
conseguir con todo cuidado conservar su hermosura. Todo se nos va en la
tosquedad del engaste o cerca del castillo, que son estos cuerpos nuestros (I
M 1, 2) 274 Pues
pensemos bien que este castillo tiene muchas moradas: unas arriba, otras
abajo, otras a los lados, y en el centro y en el medio de todas está la más
principal, que es donde ocurren los misterios secretísimos entre Dios y el
alma (Ib 3). 275 Pues
si la grandeza de Dios no tiene término, tampoco lo tendrán sus obras. ¿Quién
acabará de contar sus misericordias y grandezas? (Ex 18, 2-4). Es imposible.
Y por eso no os maravilléis de lo que he escrito y de lo que voy a escribir,
porque es un resumen de lo que hay que contar de Dios. Demasiada misericordia
nos ha demostrado comunicando estas maravillas a quien nos las pueda contar.
Pues cada una de nosotras tiene alma pero, como no valoramos como lo merece
una criatura hecha a imagen de Dios, tampoco entendemos los grandes secretos
que encierra (VII M 1, 1). 276 ¿Por
qué está este hermano mío donde corre peligro su salvación¬? Si yo viera,
Señor, a un hermano vuestro en este peligro, ¿qué hiciera por remediarle?
Creo que no me quedara por hacer cosa que yo pudiera. Me dijo el Señor:
"Oh, hija, hija; hermanas mías son éstas de 277 Como
estaba espantada de ver tanta majestad en cosa tan baja como mi alma,
entendí: "No es baja, hija, pues está hecha a mi imagen". También
entendí algunas cosas tan delicadas, de la causa por la que Dios se deleita
con las almas más que con otras criaturas que, aunque el entendimiento las
entendió instantáneamente, no las sabré decir (Cc 41). 278 ¡Oh,
esperanza mía y Padre mío y mi Creador y mi verdadero Señor y Hermano! Cuando
considero en cómo decís que vuestros deleites los tenéis con los hijos de los
hombres, se alegra mucho mi alma! ¡Oh, Señor del cielo y de la tierra, y qué
palabras son éstas para que no desconfíe ningún pecador! ¿Os falta, Señor,
tal vez con quien os deleitéis, que buscáis un gusanillo de tan mal olor como
yo? Aquella voz que se oyó en el Bautismo, dijo que os deleitáis con vustro
Hijo. Pues, ¿hemos de ser todos igual, Señor? (E 7). A
su Unico Hijo Hoy
viene al mundo En
pobre cortijo, ¡Oh,
gran regocijo, Que ya el hombre es Dios (P 13). 279 Ni
se acuerdan de que es Dios el que así lo ordena... (F 20, 3). 280 ¡Oh
Rey de la gloria y Señor de todos los reyes! ¡Cómo no es vuestro reino
montado sobre palillos de romero seco, pues no tiene fin! ¡Cómo no es
necesario buscar recomendaciones para hablar con Vos! Sólo con ver vuestra
Persona, se ve en seguida que sois el único que merece que le llamen Señor,
según 281 ¡Oh
Señor mío! ¡Oh Rey mío! ¡Quién supiera ahora manifestar la majestad que
tenéis! Es imposible dejar de ver que sois gran Emperador en Vos mismo, que
anonada mirar esta Majestad; pero aún anonada más, Señor, mirar vuestra
humildad junto a vuestra Majestad y el amor que demostráis a una como yo. 282 Se
puede conversar y hablar con Vos de todo, cuando queramos, después de haber
perdido el primer asombro y el temor de ver Vuestra Majestad quedando mayor
temor de ofenderos; mas, no por miedo del castigo, Señor mío, porque éste no
se tiene en nada en comparación de perderos a Vos (V 37, 6). 283 Mas, si habéis de hablar con tan gran Señor,
es justo que advirtáis que estáis hablando con El, y que sois criatura para,
al menos, hablar con cortesía. Porque, ¿cómo podéis llamar al Rey Majestad,
ni conocer las ceremonias que se tienen que hacer cuando hay que hablar con
un personaje, si no tenéis presente su categoría y la vuestra? Porque el tratamiento
ha de corresponder a estas condiciones, y ha de estar reglamentado por la
costumbre, y esto lo tenéis que saber; de lo contrario os despedirán por
torpe, y no podréis negociar los asuntos. 284 Pues
¿qué es esto, Señor mío? ¿Qué es esto, mi Emperador? ¿Cómo se puede tolerar?
Rey sois, Dios mío, sin fin, que no es Reino prestado el que tenéis. Cuando
en el Credo decimos: "Vuestro reino no tiene fin, casi siempre me causa
consuelo especial (C 22, 1).
285 Mas
nosotras con llaneza tomemos lo que el Señor nos diere; y lo que no, no nos
cansemos, sino alegrémonos considerando qué gran Dios y Señor tenemos, que
una palabra suya tendrá en sí mil misterios, y así no entendemos nosotras su
principio (Mdt C 1, 2). 286 Pues
volviendo a nuestra santa Esposa, dice: "Me introdujo el Rey". Y
¡cuánto llena este nombre de Rey, que no tiene superior, ni se acaba su Reino
para sin fin! Cuando el alma está así, seguramente podemos creer que no le
falta fe para conocer y creer mucho de la grandeza de este Rey, cuanto en
esta vida mortal se puede entender (Mdt C 6, 2). 287 Os
parecerá que se ha hablado tanto de este camino espiritual que no es posible
decir nada más. Pensar eso sería una gran equivocación. Pues si la grandeza
de Dios no tiene término, tampoco lo tendrán sus obras. ¿Quién acabará de
contar sus misericordias y grandezas? (Ex 18, 2-4). Es imposible, y por eso,
no os maravilléis de lo que he escrito y de lo que voy a escribir porque es
un resumen de lo que hay que contar de Dios. 288 Demasiada
misericordia nos ha demostrado comunicando estas maravillas a quien nos las
puede contar. Asi, sabiendo que se comunica con sus criaturas, alabaremos más
su grandeza y nos animaremos a no menospreciar al hombre con quien tanto se
deleita el Señor. Y cuanto más supiéremos de esto, más. Pues cada uno de
nosotros tiene alma pero, como no valoramos como lo merece una criatura hecha
a imagen de Dios,tampoco entendemos los grandes secretos que encierra. 289 Quiera
el Señor, si es de su agrado, mover la pluma y darme a entender para que os
diga algo de lo mucho que hay que decir y lo mucho que enseña a quien mete en
esta morada. Mucho se lo he suplicado, ya que conoce que mi intención es que
no permanezcan ocultas sus misericordias, para que su nombre sea alabado y
glorificado (VII M 1, 1). 290 Pues
Dios es infinito, ¿por qué ha de estar el alma cautiva a una sola de sus
grandezas o misterios, pues hay tanto en qué ocuparnos? Y mientras más cosas
suyas quisiéramos considerar, más se descubren sus grandezas (F 6, 7). INMENSIDAD Y UBICUIDAD DE DIOS 291 Sabemos
que Dios nos oye siempre y está con nosotros. No hay duda de que esto es así,
mas quiere nuestro Emperador y Señor nuestro que entendamos aquí que nos
entiende y lo que hace su presencia, y quiere particularmente comenzar a
obrar en el alma, por la gran satisfacción interior y exterior que le da y
por la diferencia que hay de este deleite y contento a los de la tierra, tal
que parece que llena el vacío que nuestros pecados habían hecho en el alma (V
14, 6; CN 4). 292 Los
que no tenían estudios me decían que Dios estaba en el alma sólo por la
gracia. Yo no lo podía creer porque, como digo, me parecía que estaba
presente, y esto me afligía. Un gran letrado de 293 Estando
una vez en oración se me representó cómo se ven en Dios todas las cosas y
cómo existen todas en El, (aunque no vi ninguna figura, fue una
representación con gran claridad). Yo no se escribir esto mas quedó muy
grabado en mi alma, y ésta ha sido una de las mayores mercedes que el Señor
me ha hecho y que más me ha confundido y avergonzado, recordando los pecados
que he cometido. Creo que si esto lo hubiera sabido antes, y si lo vieran los
que le ofenden, no tendrían corazón ni atrevimiento para hacerlo. 294 Aunque
digo que no vi nada, algo se debe de ver, de muy sutil y delicado, que escapa
al entendimiento, y yo no entiendo estas visiones que, aunque no parezcan
imaginarias, algún elemento imaginario deben de tener, por lo que yo pondré
la siguiente comparación:...Podemos decir que 295 En
un momento, llena de asombro y de pena, vi tantas cosas a la vez en este
claro diamante que, cuando recuerdo que en aquella limpieza de claridad veía
representadas cosas tan feas como mis pecados, me sentía muy lastimada.
Cuando lo recuerdo no se cómo lo puedo soportar, y así quedé tan avergonzada,
que no sabía dónde esconderme. 296 ¡Oh
quién pudiera hacer comprender esto a los que cometen pecados muy deshonestos
y feos, para que tengan presente que no están ocultos, y que con razón los
siente Dios, pues se hacen tan presentes a 297 No
se puede comprender cuán gravísima falta es hacerla delante de tan gran
Majestad y cuán enemigas de El son semejantes maldades. Y así se ve más su
misericordia, pues aunque nosotros sabemos todo esto, nos soporta... 298 ¡Oh,
válgame Dios, en cuánta ceguedad he vivido! Escribiendo esto muchas veces he
quedado abrumada, y no se extrañe usted de ello, sino de cómo puedo vivir
viendo estas cosas y mirándome a mí. ¡Sea bendito por siempre que tanto me ha
sufrido! (V 40, 9-11). 299 Ya
sabéis que Dios está en todas partes. Y como donde está el Rey debe estar su
corte, donde está Dios está el cielo. Podéis creer sin ningún género de duda
que donde está Su Majestad está toda la gloria. Dice San Agustín que le buscaba
en muchas partes y que lo encontró dentro de sí mismo (C 28, 2). 300 Yo
bien sabía que tenía alma; mas, como yo me tapaba los ojos con las vanidades
de la vida que me impedían ver el respeto que esta alma merecía y quién vivía
dentro de ella, no lo entendía. 301 Si
yo hubiera sabido que en este palacio pequeñito de mi alma cabe tan gran Rey,
como ahora lo se, no lo hubiera dejado solo tantas veces; alguna vez me
hubiera estado con El, y hubiera procurado que no estuviera tan sucio. 302 Mas,
¡qué cosa tan admirable, que quiera estar encerrado en un sitio tn pequeño el
que puede llenar mil mundos y muchísimos más con su grandeza! Como
verdaderamente es Señor, trae consigo la libertad y como nos ama, se hace a
nuestra medida (C 28, 11). 303 Yo
se de una persona que no sabía que Dios estaba en todas las cosas por
presencia y esencia y potencia, y después de una gracia de esta clase que el
Señor le concedió, lo vino a creer tan firmemente que, aunque un medioletrado
de los que tengo dichos, a quien preguntó cómo estaba Dios en nosotros (él lo
sabía tan poco como ella antes de que Dios se lo manifestase), le dijo que
sólo estaba por gracia, ella tenía tan fija la verdad, que no le creyó, y lo
preguntó a otros que le dijeron la verdad, con lo que se consoló mucho (V M
1, 10). 304 Y
aunque, según creo, alguna mercedes de las anteriores son mayores, ésta trae
consigo un particular conocimiento de Dios, y de esta compañía tan contínua
nace un amor ternísimo a Su Majestad y unos deseos mayores aún que los de
antes, de entregarse a su servicio, y una limpieza grande de conciencia,
porque la presencia que va con ella le hace advertir a todo. Porque aunque ya
sabemos que Dios está presente a todo lo que hacemos, nuestra naturaleza es
tan frágil, que se descuida en pensarlo; esto no ocurre ahora, porque la
despierta el Señor que está a su lado. 305 Y
ocurre que incluso las mercedes que antes recibía, ahora las recibe más
habitualmente, porque el alma esta casi siempre inmersa en un amor a quien ve
y entiende que está cabe sí (VI M 8, 4). 306 Acaece,
cuando el Señor quiere, estando el alma en oración y con los sentidos bien
despiertos, venirle de repente una suspensión, en la que el Señor le da a
entender grandes secretos, que parece que los ve en el mismo Dios. Estas no
son visiones de la sacratísima Humanidad, ni aunque digo que ve, no ve nada,
porque no es visión imaginaria, sino muy intelectual, en la cual se le
descubre cómo en Dios se ven todas y las tiene todas en sí mismo. Y es de
gran provecho, porque, aunque ocurre en un momento, se queda muy grabado, y
sumerge en grandísima humillación, y se ve con mayor claridad la maldad de la
ofensa a Dios, porque en el mismo Dios, estando dentro de El, hacemos grandes
maldades. 307 Quiero
poner una comparación si acierto, para dároslo a entender, porque aunque esto
es así y lo oímos muchas veces, o no reparamos en ello o no lo queremos
entender, porque parece que no sería posible que fuéramos tan atrevidos si se
comprendiese cómo es. 308 Imaginemos
que Dios es como una morada o palacio muy grande y hermoso, y que este
palacio, como digo, es el mismo Dios. ¿Acaso puede el pecador para hacer sus
maldades, apartarse de este palacio? No por cierto, sino que dentro, en el
mismo palacio, que es el mismo Dios, ocurren las abominaciones y
deshonestidades que hacemos los pecadores (VI M 10, 3-4). 309 Una
vez entendí cómo estaba el Señor en todas las cosas y cómo en el alma, y se
me ocurrió la comparación de una esponja que embebe el agua en sí (Cc 49). 310 ¡Oh,
verdadero Dios y Señor mío! Gran consuelo es para el alma a quien fatiga la
soledad de estar ausente de Vos, ver que estáis en todas partes (E 16). 311 A
lo que me parece, el mote es del Esposo de nuestras almas, que dice:
"Búscate en Mí". Pues señal es que yerra el señor Francisco de
Salcedo poniendo tanto énfasis en que Dios está en todas las cosas, porque él
es sabedor de que está en todas las cosas (Vej 2). 312 (Cta 98, 19). 313 Una
vez rezando las Horas... llegué al verso que dice: "Señor, tú eres
justo, tus mandamientos son rectos" (Sal 119, 137) y comencé a pensar
qué gran verdad era (V 19, 9; CN 9). 314 Mas
cuando ha llegado el éxtasis en el que le da el sol de justicia que le hace
abrir los ojos, ve tantas motas en sí que quisiera volverlos a cerrar; porque
aún no es tan hija de esta águila caudalosa para poder mirar este sol de hito
en hito; mas por poco abiertos que los tenga, se ve toda turbia. Recuerdo el
salmo que dice: "¿Quién será justo delante de Tí?" (Sal 142) (V 20,
29; CN 10). 315 Estando
en un oratorio muy afligida sin saber lo que me iba a ocurrir, leí un libro,
que parece que el Señor lo puso en mis manos, en que decía san Pablo:
"Que Dios era muy fiel y no permitía que los que le amaban fueran
engañados por el demonio" (1 Cor 10, 13). Esto me consoló mucho (V 23,
15). 316 ¡Oh,
quién pudiera gritar en vuestro nombre, para decir cuán fiel sois a vuestros
amigos! Todas las cosas fallan: Vos, Señor de todas ellas, nunca falláis (V
25, 17). 317 Aquí
el alma se ve inundada de verdadera humildad al ver su miseria, pues no la
puede ignorar. Aquí la confusión y el verdadero arrepentimiento de los
pecados pues, aun viéndole manifestando amor, no sabe uno dónde meterse, y
así se deshace toda (V 28, 9). 318 No
es nada delicado mi Dios, no se fija en menudencias. Así es como tendrá algo
que agradeceros; eso es dar algo. Lo demás, bueno es para quien no es
generoso, sino tan mezquino, que no tiene corazón para dar. No es nada
minucioso para tomarnos cuentas, sino generoso; por grande que sea la deuda,
no le cuesta perdonarla. Para pagarnos es tan mirado, que no tengáis miedo de
que un alzar de ojos acordándonos de El, deje sin premio (C 23, 3). 319 ¡Oh,
hijas mías, que es Dios muy pagador, y tenéis un Señor y un Esposo a quien no
se le pasa nada sin que lo entienda y lo vea! Y así, aunque sean cosas muy
pequeñas, no dejéis de hacer por su amor lo que pudiereis. Su Majestad las
pagará; lo que mira es el amor con que lo hacéis (Mdt C 1, 6). 320 En
estas moradas no deja el Señor de pagar como justo, y aun como misericordioso
-que siempre da mucho más de lo que merecemos-, dándonos contentos harto
mayores que los que nos pueden dar los regalos y vanidades del mundo (III M
2, 8). 321 No
penséis que importa poco que no quede por nosotros, que cuando no es nuestra
la falta, justo es el Señor (Sal 118, 137), y Su Majestad os dará por otros
camino lo que os quita por éste, por lo que Su Majestad sabe, que son muy
ocultos sus secretos, al menos será lo que más nos conviene sin duda ninguna
(III M 2, 11). 322 ¡Oh,
poderoso Dios mío!, pues aunque no queramos, nos habéis de juzgar, ¿por qué
no miramos lo que nos importa teneros contento para aquella hora? (E 3). ¡Oh, Dios mío!, ¿cómo padecéis por
quien tan poco se duele de vuestras penas?. Tiempo vendrá, Señor, en el que
se manifieste vuestra justicia y si es igual que la misericordia. Mirad,
cristianos, considerémoslo bien y jamás podremos acabar de entender lo que
debemos a nuestro Señor Dios y las magnificencias de sus misericordias. Pues
si es tan grande su Justicia, ¡ay dolor!, ¡ay dolor!, ¿qué será de los que
hayan merecido que se ejecute y resplandezca en ellos? (E 12). 323 ¡Ay
de mí, Creador mío, que si quiero dar disculpa, ninguna tengo! ¡Ni tiene nadie
la culpa sino yo! Porque si os pagara algo del amor que me comenzasteis a
demostrar, no habría podido yo amar a nadie más que a Vos, y vuestro amor me
hubiera librado de todos mis pecados. Mas ya que no lo merecí ni tuve esta
dicha, válgame ahora Señor, vuestra misericordia (V 4, 4). 324 Muchas
veces he pensado espantada de la gran bondad de Dios y se ha regalado mi alma
de ver su gran magnificencia y misericordia (V 4, 10). 325 He
contado todo esto para que se vea la gran misericordia de Dios y mi
ingratitud (V 8, 4). 326 Y
¿quién, Señor de mi alma, no se ha de espantar de misericordia tan grande y
tan crecida merced a quien os ha traicionado con traición tan fea y
abominable? ¡Que no se cómo no se me parte el corazón cuando escribo esto!
¡Porque soy ruín! (V 19, 6; CN 9). 327 bis Mas mirad, Emperador mío, que ya sois Dios
de misericordia; habedla de esta pecadorcilla, gusanillo que así se os atreve
(CE 4, 3). 328 Por
cierto que es grande la misericordia de Dios. ¿Qué amigo hallaremos tan
sufrido? (Mdt C 2, 21). 329 ¡Oh,
Señor mío y misericordia mía y bien mío!, y ¿qué mayor lo quiero yo en esta
vida que estar junto a Vos, que no haya división entre Vos y yo? Con esta
compañía, ¿qué se puede hacer difícil? ¿Qué no se puede emprender, teniéndoos
tan unido? ¿Qué hay que agradecerme, Señor? Que culparme, mucho por lo que no
os sirvo. Y así os suplico con san Agustín, con toda determinación, que
"me deis lo que mandareis, y mandadme lo que quisiereis"; no
volveré las espaldas con vuestro favor y ayuda (Mdt C 4, 7). 330 Las
que más me lastiman son las almas de los cristianos que, aunque ve que es tan
grande la misericordia de Dios que, por mal que vivan se pueden enmendar y
salvarse, teme que se condenen muchos (V M 2, 10). 331 En
fin, que ningún remedio hay en esta tempestad, sino aguardar a la
misericordia de Dios (VI M 1, 10). 332 Viendo
lo que su Majestad hace con ella y volviéndose a mirar a sí misma lo poco que
hace para lo que está obligada, y lo poquillo que hace lleno de faltas y
defectos y flojedad, que para no acordarse de cuán imperfectamente hace
alguna obra, si la hace, prefiere olvidarla y considerar sus pecados y
sumergirse en la misericordia de Dios, que, pues ella no tiene con qué pagar,
supla la misericordia que el siempre tuvo con los pecadores (VI M 5, 5). 333 Consideremos
la gran misericordia y paciencia de Dios en no hundirnos allí en seguida y
démosle grandísimas gracias, y tengamos vergüenza de ofendernos por cualquier
cosa que se haga o se diga contra nosotras, que es la mayor maldad del mundo
ver que sufre Dios, nuestro Creador, tantas a sus criaturas dentro de sí
mismo, y que nosotros sintamos alguna vez alguna palabra que se dijo en
nuestra ausencia, y quizá sin mala intención (VI M 10, 4). 334 Y
me saque del purgatorio, que allí estaré quizá, por la misericordia de Dios,
cuando esto se os diere a leer (VII M 4, 24). 335 ¡Oh,
Dios mío, misericordia mía!, ¿qué haré para que no deshaga yo las grandezas
que Vos hacéis conmigo? (E 1). 336 ¡Oh,
qué grandísima misericordia y qué favor que no podemos nosotros merecer! ¡Y
que los mortales olvidemos todo esto! Acordaos Vos, Dios mío, de tantas
miserias y mirad nuestra flaqueza, pues de todo sois sabedor (E 7). 337 Espera
en Dios, que aún confesaré a El mis pecados y sus misericordias, y de todo
junto haré cantar de alabanzas con suspiros perpétuos al Salvador mío y Dios
mío (E 17). 338 Sea
su nombre bendito que en todo tiempo tiene misericordia con todas sus
criaturas (Cta 440, 1). 339 Espántame
lo mucho que hace en este camino animarse a grandes cosas, aunque luego no
tenga fuerzas el alma, da un vuelo y llega a mucho aunque, como avecita que
tiene pelo malo, se cansa y se detiene. 340 En
otro tiempo pensaba yo muchas veces lo que dice San Pablo, que todo se puede
en Dios (Flp 4, 13). De mí sabía que no podía nada. Esto me aprovechó mucho y
lo que dice san Agustín: "Dame, Señor, lo que me mandas, y manda lo que
quieras" (Conf 10, 29). 341 Pensaba
yo muchas veces que no habría perdido nada San Pedro en arrojarse al mar,
aunque después temió (Mt 14, 29-30) (V 13, 3; CN 3). 342 Creo
que me ocurría que, cuanto menos iban por camino natural los misterios, más
firme era mi fe y me causaba gran devoción: en ser todopoderoso hallaban
explicación para mí todas las grandezas que podáis hacer, y de esto jamás
tenía duda (V 19, 9; CN 9). 343 Los
efectos del éxtasis son grandes: en primer lugar, se manifiesta el gran poder
del Señor y que no podemos, cuando Su Majestad quiere, detener ni el cuerpo
ni el alma, ni somos dueños de ellos: mal que nos pese, vemos que tenemos
superior y que estas mercedes las da El y que nosotros no podemos en nada
nada; con esto se infunde mucha humildad. 344 Yo
confieso que sentí gran temor, al principio grandísimo, al ver cómo se
elevaba mi cuerpo de la tierra que, aunque el espíritu lo lleva consigo y es
con suavidad grande si no se resiste, no se pierde el sentido; al menos yo
era consciente y me daba cuenta de que se me llevaba. 345 Se
manifiesta una majestad de quien puede hacer aquello, que espeluzna los
cabellos, y queda un gran temor de ofender a tan gran Dios (V 20, 7; CN 10). 346 ¡Oh
Señor mío, cómo sois Vos el amigo verdadero; y, como poderoso, cuando queréis
podéis, nunca dejáis de querer si os quieren! ¡Que os alaben todas las cosas,
Señor del mundo! (V 25, 17). 347 ¡Oh
Dios mío! ¡Quién tuviera entendimiento y estudios y palabras brillantes para
enaltecer vuestras obras como lo entiende mi alma! Fáltame todo, Señor mío;
mas, si Vos no me desamparáis, no os faltaré yo a Vos. 348 Levántense
contra mí todos los letrados, persíganme todas las cosas criadas,
atorméntenme todos los demonios; no me faltéis Vos, Señor, que ya tengo
experiencia de la ganancia con que sacáis a quien sólo en Vos confía. 349 Pues
estando en esta gran tribulación, me la quitaron del todo y me pacificaron
estas pocas palabras: "No tengas miedo, hija, que Yo soy y no te
desampararé; no temas". 350 Según
el estado de turbación de mi alma parece que eran necesarias muchas horas
para persuadirme a sosegarme y que nadie lo podría conseguir. Sin embargo, he
aquí que con solas estas palabras quedé sosegada, con fortaleza, con ánimo,
con seguridad, con una paz y luz, que en un instante vi mi alma transformada
en otra, y creo que con todo el mundo discutiría que el espíritu que recibía
era de Dios (V 25, 17-18). 351 ¡Oh,
qué buen Dios! ¡Oh, qué buen Señor y qué poderoso! No sólo da el consejo,
sino el remedio. Sus palabras son obras (Flp 4, 13). ¡Oh, válgame Dios, y
cómo fortalece la fe y se aumenta el amor! 352 Esto
es tan gran verdad, que muchas veces me acordaba de cuando el Señor mandó que
se calmasen los vientos en el mar, cuando se levantó la tempestad (Mc 4, 39),
y así decía yo: ¿Quién es éste que así le obedecen todas mis potencias, y en
un instante hace brillar la luz en tan gran oscuridad y ablanda un corazón
que parecía de piedra y da agua de lágrimas suaves donde parece que durante
mucho tiempo había sequedad? ¿Quién pone estos deseos? ¿Quién este ánimo?; y
me acaeció pensar: ¿De que tengo miedo?, ¿Qué es esto? (V 25, 18-19). 353 Pues
tenemos Rey poderoso y tan gran Señor que todo lo puede y a todos manda, no
hay que temer, andando, como he dicho, en verdad delante de Su Majestad y con
limpia conciencia. 354 Para
esto, como he dicho, querría yo todos los temores: para no ofender en un
punto a quien en el mismo punto nos puede deshacer; que, contento Su
Majestad, no hay quien se oponga contra nosotros, que no se vaya con las
manos en la cabeza (V 26, 1). 355 Estando
afligida por los muchos problemas que llevaba sobre mis espaldas, con decirme
el Señor: "¿De qué temes? ¿No sabes que soy Todopoderoso? Yo cumpliré lo
que te he prometido", y así se ha cumplido puntualmente, he quedado con
fortaleza (V 26, 2). 356 Dentro
de mí quedó esculpida una verdad de 357 Todo
lo dispone, todo lo puede; su querer es obrar. Pues justo será que procuremos
deleitarnos en estas grandezas que tiene nuestro Esposo y que sepamos con
quién estamos desposadas y qué vida hemos de vivir (C 22, 7). 358 ¿Qué
nos cuesta pedir mucho, pues pedimos a Poderoso? Vergüenza daría pedir a un
emperador unas monedas. Y para
acertar, dejemos a su voluntad el dar, pues ya le tenemos dada la
nuestra (CE 72, 6). 359 Si
los letrados no son disipados, sino hombres de Dios, nunca se espantan de sus
grandezas, pues saben muy bien que puede mucho más y más. Y, en fin, aunque
no conozcan algunas cosas tan detalladamente, deben de haber leído otras, por
las que deducen que éstas pueden pasar. 360 De
esto tengo grandísima experiencia y también la de unos medioletrados
espantadizos, porque me cuestan muy caro. 361 Estoy
segura de que quien no creyere que Dios puede mucho más y que ha querido y
quiere comunicarse a sus criaturas, tiene bien cerrada la puerta para recibir
los carismas. 362 Por
eso, hermanas, nunca os ocurra esto, sino creed de Dios mucho más y más, y no
os fijéis en si los que los reciben son buenos o malos que Su Majestad lo
sabe, como os lo he dicho (V M 1, 8). 363 ¡Oh
grandeza de Dios, y cómo sale un alma de aquí después de haber estado un
poquito metida en la grandeza de Dios y tan unida a El que, a mi parecer,
nunca llega a media hora. Yo os digo en verdad que la misma alma no se
conoce; porque mirad la diferencia que hay de un gusano feo a una mariposica blanca,
que la misma hay acá. No sabe de dónde pudo merecer tanto bien (de dónde le
pudo venir, quise decir, que bien sabe que no lo merece). Se ve con un deseo
de alabar al Señor que se quisiera deshacer y morir por El mil muertes (VM 2,
7). 364 Poderoso
es el Señor para enriquecer a las almas por muchos caminos y llevarlas a
estas moradas, y no por el atajo que queda dicho (V M 3, 4). 365 A
deshora, con una palabra suya, o con una circunstancia que acaso sucedió, lo
quita todo tan de presto que parece que no hubo nublado en el alma, según
queda llena de sol y de mucho más consuelo. Y como quien se ha librado de una
batalla peligrosa habiendo ganado la victoria, queda alabando a nuestro
Señor, que fue el que peleó para vencer; porque ve muy claro que ella no peleó,
que todas las armas con que se podía defender le parece que las ve en las
manos de su enemigo, y así experimenta claramente su miseria y lo poquísimo
que podemos nosotros si nos desampara el Señor (VI M 1, 10). 366 ¿Y
por qué hay que maravillarse de lo que hace el Todopoderoso? Bien sabéis Vos,
mi Dios, que entre todas mis miserias nunca dejé de conocer vuestro gran
poder y misericordia. Válgame, Señor, esto en que no os he ofendido.
Recuperad, Dios mío, el tiempo perdido, con darme gracia en el presente y porvenir,
para que aparezca delante de Vos con vestiduras de bodas, pues, si queréis,
podéis (E 4). 367 Y
si todo esto no basta, básteos conocer que no podéis nada contra su poder, y
que tarde o temprano habéis de pagar con fuego eterno tan gran desacato y
atrevimiento (E 12). 368 ¡Oh,
grandeza de Dios, y cómo manifestáis vuestro poder dando osadía a una
hormiga! ¡Y cómo, señor mío, no queda por Vos el no hacer grandes obras los
que os aman, sino por nuestra cobardía y pusilanimidad! Como nunca nos
decidimos, sino llenos de temores y prudencias humanas, así, Dios mío, no
obráis Vos maravillas y grandezas. ¿Quién más amigo de dar, si tuviese a
quien, ni de recibir servicios a su costa? Haga Vuestra Majestad que os haya
servido yo en algo, y no tenga más cuenta que dar de lo mucho que he
recibido, amén (F 2, 7). 369 Este
camino se ha de andar con libertad, puestos en las manos de Dios; si Su Majestad
nos quiere elevar a la categoría de sus íntimos y hombres de confianza a
quienes confía sus secretos, aceptemos de buena gana; si no, dediquémonos a
las tareas humildes, sin pretender sentarnos en el primer lugar (Lc 14, 10)
(V 22, 12; CN 12). 370 Sea
Dios alabado por siempre, que tanto cuidado tiene de las almas para que no se
pierdan (V 34, 19). 371 En
estos sufrimientos grandes siempre me enviaba el Señor, como lo tengo
comprobado, una persona que me diera la mano de su parte, como me lo
profetizó en esta visión, sin otro interés que el de servir al Señor. Esto ha
servido para sostenerme esta poquita virtud que yo tenía de desear ser útil
en su Iglesia (V 39, 19). 372 Vuestra
preocupación no cambia el pensamiento del otro, ni le pone deseo de dar
limosna. Dejad este cuidado a Quien los puede mover a todos, porque es el
Señor de las rentas y de los renteros. Por su mandato hemos venido aquí;
verdaderas son sus palabras, no pueden faltar; antes faltarán los cielos y la
tierra (Lc 21, 23) (C 2, 2). 373 De
otro pan no tengáis cuidado las que muy de veras os habéis abandonado en la
voluntad de Dios; quiero decir que nos os preocupéis de otro pan durante la
oración, en la que os ocupáis de cosas más importantes, que ya tendréis
tiempo para trabajar y ganaros la comida. Mas tened cuidado de que nunca
gastéis el cerebro con la preocupación del trabajo y de la comida; sino procurad que trabaje
el cuerpo, pues es justo que procuréis sustentaros, y descanse el alma. Dejad
ese cuidado a vuestro Esposo, que El lo tendrá siempre (C 34, 4). 374 Si
un criado se pone al servicio de un señor debe tener cuidado de contentar a
su señor en todo; mas el señor está obligado a dar de comer al servidor
mientras esté en su casa, a menos queel señor sea tan pobre, que no tenga
para sí ni para el criado. Ese no es nuestro caso, pues el Señor siempre es
rico y será rico y poderoso. Y no estaría bien que el criado fuese por ahí
pidiendo de comer, sabiendo que su amo tiene cuidado de darle de comer y lo
ha de tener. Con razón le dirá el amo al criado que se ocupe él en servir y
en cómo le complacerá que, por estar preocupado en lo que no lo ha de estar,
no hace cosa derecha (C 34, 5). 375 Dios
ayuda a los que por El se exponen a mucho, y nunca falta a quien en El solo
confía, y quisiera encontrar a quien me ayudase a creerlo así, y a no tener
cuidado de lo que ha de comer y vestir, sino dejarlo todo a Dios (Cc 1ª, 21). 376 ¡Oh,
Señor, cuán diferentes son vuestros caminos de nuestras torpes imaginaciones,
y cómo de un alma que está ya determinada a amaros y abandonada en vuestras
manos, no queréis otra cosa sino que obedezca y se informe bien de lo que es
más servicio vuestro, y eso desee! No ha menester ella buscar caminos ni
escogerlos, que ya su voluntad es vuestra. Vos, Señor mío, tomáis ese cuidado
de guiarla por donde más se aproveche (F 5, 6). 377 Volví
a la ciudad de Toledo, donde estuve algunos meses, hasta comprar la casa y
dejarlo todo en orden. Estando ocupada en esto, me escribió el rector de 378 Pues
habiendo tenido ya cuatro hijas, cuando nació Teresa de Laiz, dio mucha pena
a sus padres ver que también era hija. Cosa ciertamente para llorar mucho,
ver que sin entender los hombres lo que más les conviene, como los que del
todo ignoran los juicios de Dios, no sabiendo los grandes bienes que pueden
venir de las hijas ni los grandes males de los hijos, no quieran dejar actuar
al que todo lo entiende y los crea, y se matan por lo que se habían alegrar.
Como gente que tiene dormida la fe, no piensan más allá, ni se acuerdan de
que es Dios quien así lo ordena, para dejarlo todo en sus manos (F 20, 3). 379 En
todas las cosas creadas mire 380 Me
parece que es poca confianza en nuestro Señor pensar que nos ha de faltar lo
necesario, pues Su Majestad tiene cuidado de proveer de alimento hasta al más
mínimo animalico. Hijas mías, expongan su cuidado y diligencia a nuestro buen
Jesús y procuren servirle, que yo aseguro que no nos falte ni nos desampare.
(Frag 1). SIMPLICIDAD Y PERFECCION ABSOLUTA DE DIOS 381 Tiene
tan grandísima fuerza esta visión, cuando el Señor quiere manifestar al alma mucha
parte de su grandeza y majestad, que si el Señor no la ayudase
sobrenaturalmente poniéndola en arrobamiento y en éxtasis, con lo que al
gozar de Dios pierde la visión, ninguna persona lo podría resistir. Tan
imprimida queda aquella majestad y hermosura que no se puede olvidar, de no
ser cuando quiere el Señor que padezca el alma gran sequedad y soledad, pues
entonces parece que se olvida incluso de Dios (V 28, 9). ¡Oh
Emperador nuestro, sumo Poder, suma Bondad, la misma Sabiduría, sin
principio, sin fin y sin límite en sus obras! ¡Son infinitas e
incomprensibles, un abismo sin fondo de maravillas, una Hermosura que tiene
en sí todas las hermosuras, la misma Fortaleza! ¡Oh, válgame Dios! ¡quién
tuviera ahora toda la elocuencia de los mortales y la sabiduría, para saber
bien, como aquí se puede saber, -que todo es no saber nada en este caso-
algunos de los atributos que podemos considerar para conocer un poco quién es
este Señor y Bien nuestro. (C 22, 6). 382 El
alma se ve sabia en un instante y con un conocimiento del misterio de 383 Después
de esta visión queda el alma siempre embebida; parece que comienza a
experimentar un nuevo amor vivo de Dios, según me parece de mucha calidad;
pues, aunque la visión intelectual de la que hablé es más aquilatada, sin
embargo la visión imaginaria es más útil porque queda grabada en la memoria y
dura más tiempo, y el haber quedado representada en la imaginación tan divina
presencia, ayuda para que la memoria la recuerde y quede absorta en la
visión. 384 Casi
siempre vienen juntos estos dos modos de visión; y es así como vienen porque
con los ojos del alma se ve la excelemcia y hermosura y gloria de 385 Estando
una vez rezando el salmo "Quicumque vult", Me sirvió de mucho provecho para conocer
mejor la grandeza de Dios y sus maravillas, y me parece que entiendo cómo
puede ser el misterio de 386 Dentro
de esta morada, viendo de algún modo la verdad por visión intelectual, se le manifiesta 387 El
martes después de 388 Quedaron
tan imprimidas en mí aquellas Tres Personas que ví, siendo un solo Dios, que
si hubiera durado la visión, hubiera sido imposible salir de ese recogimiento
con tan divina compañía (Cc 14, 4). 389 Me
pareció que se me presentó Dios como cuando en una esponja se incorpora y se
embebe el agua, así me parecía el alma que se llenaba de la divinidad y de
alguna manera gozaba y tenía las Tres Personas. También entendí: "No
trabajes tú para tenerme a Mí encerrado en tí, sino para encerrarte tú en
Mí". Me pareció que dentro de mi alma estaban y veía yo estas Tres
Personas y se comunicaban a todo lo criado, sin dejar de estar conmigo (Cc
15ª 2-4). 390 Esta
presencia de las Tres divinas Personas he traído hasta hoy-que es día de la
conmemoración de san Pablo-presentes en mi alma constantemente, y como yo
estaba acostumbrada a traer sólo a Jesu, parece que me producía algún
impedimento ver Tres Personas-aunque entiendo que son un solo Dios-, y me
dijo el Señor cuando pensaba en esto: que erraba imaginando las cosas del
alma con la misma representación que las del cuerpo, que entendiera que eran
muy diferentes y que el alma era capaz de gozar mucho (Cc 15ª). 391 Una
vez, estando en oración, me mostró el Señor, por una extraña manera de visión
intelectual, cómo estaba en el alma que vive en gracia, en cuya compañía vi a
392 Después
de esto me quedé yo en oración estando mi alma con 393 Se
me dio a entender y casi a ver (aunque fue visión intelectual y que pasó
presto), cómo las Tres Personas de 394 Esta
no es como otras visiones porque lleva fuerza con la fe, de manera que no se
puede dudar de que está 395 Veo
con claridad aunque no veo nada ni oigo; mas es una certeza extraña, aunque
no vean los ojos del alma, y cuando me falta aquella presencia, veo que me
falta. El cómo yo no lo se, mas bien se que no es imaginación porque, aunque
después me deshaga para volverlo a representar no puedo, pues lo he probado,
y así es todo lo que aquí veo, que, como hace ya tantos años, hay que haberlo
visto para poderlo decir con esta firmeza. 396 Puedo
muy bien afirmar con verdad cuál me parece que es 397 Aunque
estas Personas distintas se dan a conocer de una manera extraña, entiende el
alma que son un solo Dios. 398 No
me acuerdo de si habla Nuestro Señor, de no ser su Humanidad. Y ya digo que
puedo afirmar que eso no es ilusión (Cc 54ª, 18-22). 399 Un
día..., estando como suelo, vi la visión de 400 A
las personas ignorantes nos parece que todas las Tres Personas de 401 Lo
que a mí se me representó son Tres Personas distintas, que cada una se puede
ver y cada una puede hablar. Y después he pensado que solo el Hijo tomó carne
humana, por donde se ve esta verdad. Estas Personas se aman y se comunican y
se conocen (Cc 6ª). 402 Pues
si cada una es por sí, ¿como decimos que todas tres son una esencia? Y lo
creemos, y es muy gran verdad y por ella moriría yo mil muertes. En todas
tres Personas no hay más que un querer y un poder y un señorío, de manera que
nada puede una sin las otras, y hay un solo Creador de todas las criaturas.
¿Podría el Hijo crear una hormiga sin el Padre? No, que son un solo poder, y
lo mismo el Espíritu Santo; así que es un solo Dios todopoderoso, y todas
tres Personas una majestad. ¿Podría uno amar al Padre sin querer al Hijo y al
Espíritu Santo? No, porque son una esencia y donde está el uno están todos
tres, porque no se pueden separar. 403 Pues
¿cómo vemos que son tres Personas distintas, y cómo tomó carne humana el Hijo
y no el Padre ni el Espíritu Santo? Esto no lo entendí yo; los teólogos lo
saben bien. Yo se que en aquella obra tan maravillosa estaban todas las tres
Personas, y no me entretengo mucho en pensar esto. Luego se concluye mi
pensamiento viendo que es Dios todopoderoso y lo quiso y lo pudo, y así podrá
todo lo que quiera; y cuanto menos lo entiendo, más lo creo y me causa mayor
devoción (Cc 60ª). 404 Me
parece que siempre está presente en mí la visión intelectual de las tres
Personas y de 405 La
paz interior y la poca fuerza que tienen los contentos o las tristezas para
poder quitar por largo tiempo esta presencia tan cierta de las tres Personas,
hacen que aparezca claro que se experimenta lo que dice san Juan, "que
haría morada en el alma"; esto no sólo por gracia, sino porque quiere
hacer sentir esta presencia que trae tantos bienes que no se pueden decir,
especialmente que no es menester buscar argumentos para conocer que está allí
Dios. Esto es casi permanente en mí, de no ser que apriete mucho la
enfermedad; pues algunas veces parece que quiere Dios que se padezca sin
consuelo interior, mas nunca, ni instintivamente, se rebela mi voluntad a la
de Dios (Cc 66ª, 10). 406 ¡Oh,
alma mía!, considera el gran deleite y el gran amor que tiene el Padre en
conocer a su Hijo y el Hijo en conocer a su Padre, y el incendio con que el
Espíritu Santo se une a ellos y cómo ninguna de las tres Personas se puede
separar de este amor y conocimiento, porque son una misma esencia. Estas tres
Personas se conocen, éstas se aman y una con otras se deleitan (E 7). VERDAD, DIOS ES 407 En
esta majestad se me reveló una verdad, que es suma de todas las verdades; no
se decir cómo ocurrió porque yo no ví nada. Oí que me decían, sin que yo
viera quién, mas supe que hablaba la misma Verdad: "No es poco esto que
hago por tí, pues es una cosa que me debes mucho; porque todo el daño del
mundo procede por ignorancia de las verdades de A
mí me pareció que siempre había creído esto y que todos los fieles lo creían.
Y me dijo: ¡Ay, hija, qué pocos me aman de verdad, pues si me amaran, no les
encubriría yo mis secretos. ¿Sabes qué es amar de verdad? Comprender que todo
lo que no es agradable a Mí, es mentira. Con claridad verás esto que ahora no
entiendes en el provecho que hace a tu alma". Y
así lo he visto, sea el Señor alabado que, desde entonces, todo lo que veo
que no conduce al reino de Dios, me parece vanidad y mentira, aunque no
sabría decir cómo lo entiendo. Y me dan lástima todos los que veo que están
en la oscuridad e ingnorancia de esta verdad. Además de estos efectos he
recibido otras ganancias que diré, y otras que no sabré decir. Me
dijo entonces el Señor una palabra de grandísima ternura. Yo no se cómo
ocurrió esto, porque no ví nada. Dentro
de mí quedó esculpida una verdad, sin saber cómo ni qué, de la divina Verdad
que se me reveló, que me hace tener un
nuevo respeto a Dios, porque da noticia de su majestad y poder de una manera
que no se puede decir: se entender que es una gran cosa. Quedóme
muy gran gana de no hablar más que de cosas muy verdaderas, superiores a las
que se hablan en el mundo, y así comencé a tener pena de vivir en él. Me dejó
gran ternura y regalo y humildad. Creo que sin entender cómo, me dió el Señor
en este momento mucho. Ninguna duda me quedó de que fuera ilusión. No
vi nada, mas entendí el gran bien que hay en no hacer caso de ninguna cosa
que no nos sirve para acercarnos más a Dios, y comprendí qué cosa es andar mi
alma en verdad delante de la misma Verdad. Todo
lo que he dicho lo entendí una veces con palabras, y otras sin hablarme, y lo
que se me decía sin palabras lo entendía con mayor claridad que lo que se me
decía con palabras. Esta
verdad que digo que se me dio a entender es Verdad en sí misma, y es sin
principio ni fin, y todas las demás verdades dependen de esta verdad, como
todos los amores de este amor y todas las demás grandezas de esta grandeza;
aunque esto lo digo muy oscuro, comparado con la claridad con que a mí me lo
dio a entender el Señor. ¡Y cómo se nota el poder de esta Majestad, pues en
tan poco tiempo deja tan gran ganancia y tales cosas imprimidas en el alma!
(V 40, 1-4). 408 ¡Oh
saber sobre todos los saberes, la misma Sabiduría; sois, Señor, la misma
Verdad! (CE 37, 6). 409 No
se qué explicación tiene que de el alma tanta importancia a que estas
palabras resulten verdaderas. Pues si a la misma persona la pillaran en
algunas mentiras no creo que lo sentiría tanto; como si ella, que no dice
sino lo que le dicen, en esto pudiese más. Infinitas veces se acordaba cierta
persona de Jonás, profeta, sobre todo cuando temía que no se perdería Nínive. En
fin, como es espíritu de Dios, es de razón que se le tenga esta fidelidad de
desear que no se le tenga por falso, pues es 410 También
acaece así muy de presto, y de manera que no se puede decir, revelar Dios en
sí mismo una verdad, que parece que deja oscurecidas todas las verdades que
hay en las criaturas, dando a entender con mucha claridad que El solo es 411 Una
vez estaba yo considerando por qué razón Nuestro Señor era tan amigo de esta
virtud de la humildad, y me vino a la mente, a mi parecer sin reflexionar,
sino instantáneamente, esto: que Dios es Suma Verdad, y la humildad es andar
en verdad; que lo es muy grande no tener nada bueno de nosotros, sino la
miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en mentira. Quien más lo
entiende agrada más a 412 ¡Oh,
cuándo será aquel dichoso día, en que te has de ver sumergido en aquel mar
infinito de VIDA, DIOS ES 413 Sí,
que no matáis a nadie, ¡Vida de todas las vidas!, de los que se fían de Vos,
y de los que os quieren por amigo; sino que sustentáis la vida del cuerpo con
más salud y le dais vida al alma (V 8, 6). 414 Se
experimenta con mucha más claridad que es Dios quien da la vida a nuestra
alma. Porque le brotan unos secretos afectos muy muchas veces tan vivos, que
no puede ni dudar que nacen de Dios, porque los siente perfectamente el alma,
aunque no los sabe expresar. Mas, es tan fuerte este sentimiento de que goza,
que le hace exclamar, sin poderlo impedir, unas palabras suavísimas: ¡Oh Vida
de mi vida y alimento que me nutres!, y frases semejantes; porque de aquellos
pechos divinos de donde parece que siempre está Dios alimentando al alma,
salen chorros de leche que confortan a todas las gentes del castillo. Parece
que el Señor quiere que gocen algo de lo mucho que el alma goza. Y quiere
también que de aquel río caudaloso adonde se consumió esta fontecica pequeña,
salga algunas veces algún golpe de aquella agua, que alimenta a las potencias
y sentidos que han de prestar servicio a los desposados. Si
una persona cuando estuviera descuidada la bañasen de repente en agua, al verse
inundada ¿no lo notaría? Pues así, y aún con mayor certeza se comprenden
estas acciones de la gracia. Pues
así como no nos podría venir un gran golpe de agua si no hubiera manantial de
donde brotara, como he dicho, así se entiende con claridad que hay en lo
interior quien arroje estas saetas y de vida a esta vida, y que hay sol de
donde procede una gran luz, que se envía a las potencias desde el interior
del alma (VII M 2, 7-8). 415 Estaba
una vez recogida con esta compañía que traigo siempre en el alma, y me
pareció que Dios estaba de tal manera en ella, que me acordé de cuando san
Pedro dijo: "Tú eres , el Hijo de
Dios Vivo"; porque así estaba Dios vivo en mi alma (Cc 41, 1). 416 Estaba
pensando cuán presente había traído antes a Nuestro Señor, que con tanta
verdad me parecía que es Dios vivo. Pensando esto me dijo muy dentro de mí,
como al lado del corazón, por visión intelectual: "Aquí estoy, pero
quiero que veas lo poco que puedes sin Mí" (Cc 44ª, 3). 417 ¡Oh,
vida, vida! ¿cómo puedes vivir estando ausente de tu Vida? (E 1). 418 ¡Oh,
Vida que la dais a todos!, no me neguéis a mí esta agua dulcísima que
prometéis a los que la quieren. Yo la quiero, Señor, y la pido, y vengo a
Vos; no os escondáis, Señor, de mí, pues sabéis mi necesidad y que es
verdadera medicina del alma que se acerca a Vos. ¡Oh, Señor, cuántas clases
de fuego hay en esta vida! Unos consumen el alma, otros la purifican, para
que viva siempre gozando de Vos. ¡Oh,
fuentes vivas de las llagas de mi Dios, cómo manaréis siempre con gran
abundancia para nuestro sustento y qué seguro irá por los peligros de esta
miserable vida el que procure alimentarse de este divino licor! (E 9). 419 Aquella
Vida de arriba, que
es hasta
que esta vida muera no
se goza estando viva (P 2) 420 Sea
por todo alabado y bendito, que así paga con eterna vida y gloria la pequeñez
de nuestras obras y las hace grandes siendo de pequeño valor (F 10, 5). 421 Cuando
comencé a andar a gatas, alababa a Dios. Pasé todos los dolores con gran
conformidad, con gran alegría; pues todo me parecía nonada, comparado con los
dolores y tormentos del principio. Estaba muy conforme con 422 Este
es nuestro engaño, no abandonarnos del todo a lo que el Señor hace, que sabe
mejor lo que nos conviene. (V 6, 5). 423 Podría
decir lo que san Pablo, aunque no con la misma perfección, que "no vivo
yo, sino que Vos, Creador mío, vivís en mí" (Gal 2, 20), pues creo que
ya hace algunos años que me tenéis de vuestra mano y me veo con deseos y
determinaciones, y he experimentado en estos años muchas cosas, que no hago
ni una pequeña cosa contra vuestra voluntad, aunque debo de hacer hartas
ofensas a Vuestra Majestad sin advertencia (V 6, 9). 424 Si
El quiere que crezcan estas plantas y flores a unos dando agua sacada del
pozo, y a otros sin agua, ¿qué me importa a mí? Haced Vos, Señor, lo que
quisiereis, que no os ofenda yo, que no se pierdan las virtudes, si alguna me
habéis dado ya, por sola vuestra voluntad (V 11, 13; CN 7). 425 Aquí
hay que dejarse del todo en los brazos de Dios: si quiere llevarla al cielo,
vaya; si al infierno, no tiene pena como vaya con su Bien; si acabar del todo
la vida, eso quiere; haga Su Majestad del alma como de cosa propia; ya que no
es suya, se ha dado del todo al Señor; descúidese del todo (V 17, 2; CN 7). 426 He
aquí al hortelano convertido en gobernador de la fortaleza; no quiere más que
hacer la voluntad del Señor; no quiere ser dueño de sí, ni de nada, ni de una
fruta de esta huerta, para que, si hay en ella algo de bueno, lo reparta Su
Majestad. De ahora en adelante no quiere tener cosa propia, sino que el Señor
disponga de todo conforme a su gloria y a su voluntad (V 20, 23; CN 10). 427 Yo
deseo servir a este Señor; no pretendo otra cosa sino agradarle; no quiero
alegría, ni descanso, ni otro bien más que hacer la voluntad de Dios (V 25,
19). 428 El
Señor me deje atinar en cumplir su voluntad (V 26, 6). 429 Haga
el Señor, pues es poderoso y si quiere puede, que acierte yo a hacer su
voluntad en todo (V 40, 24). 430 El
Señor ponga sus manos en todo lo que diga, para que se haga según su
voluntad, ya que estos son siempre mis deseos, aunque las obras sean
imperfectas como yo (C pról 2) 431 ¡Oh
buen Jesús! ¡Con cuánta claridad habéis manifestado que sois uno con el
Padre, y que vuestra voluntad es la suya y la suya vuestra (C 27, 4). 432 Y
en la contemplación perfecta no podemos hacer nada nosotros, ni podemos
conseguirla trabajando, ni negociando, ni con ninguna actividad nuestra; más
bien todo esto estorba y nos impide decir "hágase tu voluntad";
cúmplase, Señor, en mi vuestra voluntad de todos los modos y maneras queVos,
Señor mío, queráis; si queréis con trabajos, dadme fuerza y vengan; si con
persecuciones y enfermedades y deshonras y pobrezas, aquí estoy, no volveré
el rostro, Padre mío, ni es justo que vuelva las espaldas (C 32, 10). 433 El
Señor vio que era difícil cumplir lo ofrecido, porque, si se le dice a un
rico sibarita, que es voluntad de Dios que tenga cuenta de moderar su plato
para que otros que mueren de hambre puedan al menos comer pan, dará mil
razones para demostrar que no lo entiende y poder seguir haciendo su
capricho. Y si se le dice a un murmurador que es voluntad de Dios que quiera
para su prójimo lo mismo que para sí, no tiene paciencia para soportarlo, ni
habrá razones suficientes que se lo hagan entender. Y si se le dice a un
religioso, que está acostumbrado a vivir libremente y a su gusto, que ha de
dar ejemplo y que ha de vivir lo que ha jurado y prometido, y que es voluntad
de Dios que cumpla sus votos y que, si da escándalo, aunque no los quebrante
del todo, peca contra ellos y ya que ha prometido pobreza que la guarde sin
rodeos, que eso es lo que el Señor quiere, no lo entenderá (C 33,1). 434 ¡Qué
diferente es la vida que el Rey le ha revelado, de la que tiene que vivir en
este mundo! ¡Cómo no ha de desear la muerte! ¡Cuán diferente es la
inclinación de nuestra voluntad a lo que es la voluntad de Dios! Ella quiere que
queramos la verdad, y nosotros queremos la mentira; quiere que queramos lo
eterno, y en el mundo nos inclinamos a lo que se acaba; quiere que queramos
cosas grandes y elevadas, y aquí queremos las caducas y las de la tierra;
querría que quiséramos lo seguro y aquí amamos lo engañoso (C 42, 4). 435 ¡Oh,
qué dicha tan grande será alcanzar esta merced! pues es unirse con la
voluntad de Dios, de manera que no haya división entre El y ella, sino que
sean una misma voluntad; no por palabras, no por solos deseos, sino puesto
por obra, de manera que, entendiendo que sirve más a su Esposo en una cosa,
tenga tanto amor y deseo de contentarle, que no escuche las razones que le
dará el entendimiento, ni los temores que le pondrá, sino que deje obrar a la
fe de manera que no mire su provecho ni descanso, sino que acabe ya de
entender que en esto está todo su provecho. (Mdt C 3, 1). 436 Toda
la pretensión de quien comienza a hacer oración -y no olvide esto, que es muy
importante- ha de ser trabajar y determinarse y disponer con todo el ingenio
y solicitud que pueda, que su voluntad se conforme con la de Dios; y estad
muy ciertos de que en esto consiste toda la mayor perfección que se puede
alcanzar en el camino espiritual. Quien más perfectamente tuviere esto, más
recibirá del Señor y más adelantado está en este camino; no penséis que hay
aquí más complicaciones ni cosas abstractas y rebuscadas, que en esto
consiste todo bien. Pues si erramos ya en el comienzo queriendo en seguida
que el Señor haga nuestra voluntad y que nos lleve por donde imaginamos, ¿qué
firmeza tendrá este edificio? (II M 1, 8). 437 Y
creedme, que no está el problema en llevar hábito religioso o no, sino en
procurar ejercitar las virtudes y rendir nuestra voluntad a la de Dios en
todo y que el orden de nuestra vida sea el que Su Majestad ordenare en ella,
y no queramos nosotros que se haga nuestra voluntad sino la suya (Lc 22 42;
Mt 6, 10) (III M 2, 6). 438 ¡Oh
gran deleite, padecer en hacer la voluntad de Dios! (V M 2, 14). 439 ¿Qué
pensáis, hijas, que es voluntad de Dios? Que seamos del todo perfectas; que
para ser con El y con el Padre como Su Majestad le pidió (Jn 17, 22), daos
cuenta de lo que nos falta. Acá solas estas dos cosas nos pide el Señor: Amor
a Su Majestad y al prójimo. Por esto debemos luchar. Guardando estas dos
cosas con perfección hacemos su voluntad y así estaremos unidas con El (V M
3, 7). 440 Me
preguntaréis o tendréis duda sobre dos cuestiones: la primera que, si está el
alma tan anclada en la voluntad de Dios como queda dicho, cómo se puede
engañar, pues ella no quiere hacer su voluntad en nada. Respondiendo a lo
primero, digo, que si el alma está siempre asida a la voluntad de Dios, está
claro que no se perderá; mas viene el demonio con sus sutilezas grandes, y
debajo de color de bien la va desquiciando en cosas pequeñas y metiendo en
algunas circunstancias que él le persuade de que no son malas, y poco a poco
va oscureciendo el entendimiento y enfriando la voluntad y haciendo crecer en
ella el amor propio, hasta que de una caida a otra, la va apartando de la
voluntad de Dios y llevando a la suya (V M 4, 7-8). 441 Es
mucho atrevimiento que yo quiera escoger el camino sin saber el que conviene
más, sino dejar al Señor que me conoce, que me lleve por el que conviene,
para que en todo haga su voluntad (VI M 9, 16). 442 De
estas mercedes hace el Señor al alma, porque como a verdadera esposa que ya
está determinada a hacer en todo su voluntad, le quiere dar alguna noticia de
en qué la ha de cumplir y de sus grandezas (VI M 10, 9). 443 Estando
pensando si tenían razón los que les parecía mal que yo saliese a fundar, que
estaría mejor ocupándome siempre en oración, entendí: "Mientras se vive,
no está la ganancia en procurar gozar más, sino en hacer mi Voluntad"
(Cc 16ª). 444 ¡Oh,
alma mía!, deja hacer la voluntad de tu Dios; eso te conviene; sirve y espera
en su misericordia, que remediará tu pena cuando la penitencia de tus culpas
haya ganado algún perdón de ellas; no quieras gozar sin padecer (E 6). 445 Vuestra
soy, para Vos nací, ¿Qué mandáis hacer
de mí? Soberana Majestad, Eterna Sabiduría, Bondad buena al
alma mía; Dios, alteza, un
ser, bondad, La gran vileza
mirad Que hoy os canta
amor así, ¿Qué mandáis hacer
de mí? Vuestra soy, pues
me criasteis, Vuestra, pues me
redimisteis, Vuestra, pues me
sufristeis, Vuestra, pues me llamasteis,
Vuestra, pues me
conservasteis, Vuestra, pues no me
perdí, ¿Qué mandáis hacer
de mí? ¿Qué mandáis, pues,
buen Señor, Que haga tan vil
criado? ¿Cuál oficio le
habéis dado A este esclavo
pecador? Veisme aquí, mi
dulce Amor, Amor dulce, veisme
aquí ¿Qué madáis hacer
de mí? Veis aquí mi
corazón, yo lo pongo en
vuestra palma, Mi cuerpo, mi vida
y alma, Mis entrañas y
afición; Dulce Esposo y
redención, Pues por vuestra me
ofrecí, ¿Qué mandáis hacer
de mí? Dadme riqueza o
pobreza, Dad consuelo o desconsuelo, Dadme alegría o
tristeza, Dadme infierno o
dadme cielo, Vida dulce, sol sin
velo, Pues del todo me
rendí ¿Qué mandáis hacer
de mí? Si queréis, dadme
oración, Si no, dadme
sequedad, Si abundancia o
devoción, Y si no,
esterilidad. Soberana Majestad, Sólo hallo paz
aquí. Qué mandáis hacer
de mí? Dadme pues,
sabiduría, por amor
ignorancia, Dadme años de
abundancia, de hambre y
carestía; Dad tiniebla o
claro día, Revolvedme aquí o
allí, ¿Qué mandáis hacer
de mí? Si queréis que esté
holgando, Quiero por amor
holgar. Si me mandáis
trabajar, Morir quiero
trabajando. Decid ¿dónde, cómo
y cuándo? Decid, dulce Amor,
decid, ¿Qué mandáis hacer
de mí? Dadme Calvario o
Tabor, Desierto o tierra
abundosa, Sea Job en el
dolor, Juan que al pecho
reposa; Sea viña fructuosa estéril, si cumple
así. ¿Qué mandáis hacer
de mí? Sea José puesto en
cadenas, de Egipto
Adelantado, David sufriendo
penas, ya David
encumbrado. Sea Jonás anegado, libertado de allí. ¿Qué mandáis hacer
de mí? Esté callando o
hablando, Haga fruto o no lo
haga, Múestreme Goce de Evangelio
blando; Esté penando o
gozando, Sólo Vos en mi
vivid. ¿Qué mandáis hacer
de mí? Vuestra soy, para
Vos nací, ¿Qué mandáis hacer
de mí? (P 2). 446 La
suma perfección está en tener nuestra voluntad tan conforme con la de Dios,
que ninguna cosa entendamos que quiere, que no la queramos con toda nuestra
voluntad, y tan alegremente tomemos lo sabroso como lo amargo, entendiendo
que lo quiere Su Majestad. Esto es difilísimo, no el hacerlo, sino el
contentarnos con lo que contradice nuestra voluntad según el instinto, y
difícil de conocer. Mas esta fuerza tiene el amor si es perfecto, que
olvidamos nuestro contento por contentar a quien amamos. Y verdaderamente es
así, que aunque sean grandísimos los trabajos, entendiendo que contentamos a
Dios con ellos, se nos hacen dulces. Y de esta manera aman los que han
soportado las persecuciones y deshonras y agravios (F 5, 10). 447 Quedará
bien pagado el dejar el gusto de la soledad y yo os digo, que no por falta de
ella dejaréis de disponeros para alcanzar esta verdadera unión que es hacer
nuestra voluntad una con la de Dios (F 27, 15). 448 De
ninguna manera hubiera hecho nada ni lo he hecho en estas fundaciones, si yo
hubiera tenido conciencia de desviarme un punto de 449 Y
déjense en las manos de Dios para que cumpla su Voluntad en ellas, que ésta
es la perfección, y lo demás podría ser tentación (Cta 60, 450 Nunca
nos venga bien contra 451 Harta
merced le hace Dios en soportar tan bien la falta de oración, que es señal de
que está rendido a su Voluntad, que éste creo que es el mayor bien que trae
consigo la oración (Cta 182, 13). 452 De
este Rey somos todos vasallos. Quiera Su Majestad que los del Hijo y los de 453 Si
hubiésemos de ir escogiendo los sufrimientos que queremos y dejando los
otros, no imitaríamos a nuestro Esposo que, a pesar de sentir tanto en la
oración del Huerto su Pasión, al final dijo: "Hágase tu Voluntad".
Esta voluntad hemos menester hacer siempre, y haga El lo que quisiere de nosotros
(Cta 287, |
|
|