En 1933, con la toma
del poder por parte del nacionalsocialismo en Alemania, entraron en vigor
las medidas antihebreas, pro-arianas.
Tampoco Edith iba a poder continuar su magisterio en el Instituto
Pedagógico de Münster. Tuvo conocimiento de la
persecución a los hebreos, de las victimas del fanático racismo, a través
de las noticias comunicadas por un noticiero americano. Sufría terriblemente.
Pero rechazaba cualquier posibilidad de emigrar a Sudámerica,
donde le fue ofrecida una cátedra. Intuyó misteriosamente que su destino
era el de todo su pueblo.
La última clase de
la doctora Stein tuvo lugar en el Marianum el 25
de febrero de 1933. Un mes más tarde partía para Beuron,
para transcurrir allí la
Semana Santa y hablar de su renovada opción por el
Carmelo con el archiabad Waltzer.
En Münster, en la iglesia de San Ludgeri suplicó ante un gran Crucifijo una última
claridad "No me iré, se decía a si misma, sin obtener antes una
respuesta clara sobre mi entrada al Carmelo". Ella misma es quien lo
refiere en su relación acerca de su itinerario al Carmelo, escrita el 18 de
diciembre de 1938 y entregada a su Priora pocos días después como regalo de
Navidad. " A1 recibir la bendición final, ya
había conseguido yo el consentimiento del Buen Pastor", celebrado
litúrgicamente en ese domingo 30 de abril.
Ahora también
obtenía el permiso de su director espiritual, el padre Rafael Waltzer. Este comprendió la imposibilidad para Edith de
pensar en una carrera pública, universitaria. En la carta de recomendación,
dirigida al Carmelo de Colonia, el padre manifiesta, no obstante, alguna
reserva: la anciana madre de la postulante y sus preciosas actividades en
pro de la vida cató1ica de Alemania. Pero no podía dejar de hacer resaltar
"su madurez religiosa y su profundidad, que son de tal suerte que hay
que añadir una palabra...Desde hace mucho tiempo el Carmelo es su
ideal".
A pesar de sus 42
años, de su procedencia hebrea y de su conversión a los 32 años de edad, la
doctora Stein es aceptada por la Comunidad. Antes
de entrar, pasa un mes en la hospedería del Carmelo de Colonia y participa
desde la capilla externa en el rezo de las horas litúrgicas. Sacaba tiempo
para hablar, en el locutorio, con la Priora o con la Maestra de Novicias.
La impresión que dejó correspondía sin duda a la carta de recomendación de
su párroco y confesor en Münster, el decano de la
catedral, doctor Adolfo Donders.
"La señorita
doctora Edith Stein...es un alma privilegiada, rica en amor de Dios y del
prójimo, llena de espíritu de la Sagrada Escritura
y de la Liturgia...Será
para todas un modelo de profundísima piedad y de fervor en la oración, de
alegría para la comunidad, llena de bondad y amor al prójimo... Ha hecho
mucho bien con su pluma y su palabra, especialmente en la Asociación de
estudiantes cató1icos y en la
Unión de Mujeres Cató1icas. Sin embargo, desea renunciar
a la actividad externa para encontrar en el Carmelo, siguiendo el ejemplo
de santa Teresa, la,'perla preciosa', Jesucristo".
También las monjas,
al ver a Edith sumergida en la oración, pudieron constatara el grado de
vida interior alcanzado por la postulante. Edith misma recuerda el
significado para su vida interior de su formación en la oración litúrgica
recibida en Beuron, pero también afirma que no
acarició el pensamiento de hacerse benedictina. "Siempre he tenido la
impresión de que el Señor me reservaba algo que solamente podía conseguir
en el Carmelo". Así escribiría en 1938, añadiendo: "Esto ha
causado impresión".
Para atravesar el
umbral del Carmelo estaba previsto el día 14 de octubre. Ya desde antes
Edith había escrito a su casa avisando que había sido recibida en las
hermanas de Colonia. Los familiares, pensando que había simplemente
conseguido un nuevo empleo, le enviaron felicitaciones. A mediados de
agosto se dirigió a Breslavia, para dar su último
adiós a la madre, a los hermanos, de los que solamente volvería a ver a
Rosa, y eso durante una hora, cuando se encontraron en Colonia, camino de
América. En la relación de Edith a la Madre Teresa
Renata, está escrito con detalles el último encuentro con la madre. Quizás
sea la página más conmovedora de toda la aventura terrena de Edith Stein,
la que manifiesta en ella más sentimiento y emotividad. "
Lo que he pasado, ha sido terrible", confiesa. A1 encontrarse
sola en el tren hacia Colonia, "ninguna alegría fuerte" era capaz
de llenar su corazón. "Demasiado terrible lo que había dejado! Pero me encontraba en una calma profunda -en el puerto
de la voluntad divina" Así escribe
L a P o s t u l a n t e.
Después de las
primeras Vísperas de la solemnidad de Santa Teresa de Jesús, se abría la
puerta de la clausura. Edith "atravesaba en profunda paz este umbral
para entrar en la casa del Señor". Un gran ramillete de crisantemos,
llevado por algunas profesoras que habían venido a despedirla, acompañó
casi simbólicamente su entrada. Fue acogida con cordialidad y con verdadero
afecto fraterno, como todas las postulantes, sin distinción. Para las
religiosas, que quizás nunca habían oído su nombre, tan conocido en
círculos intelectuales cató1icos, Edith era simplemente una postulante,
destinada desde ahora a la fundación de Breslavia.
La consideraban igual a las otras tres hermanas del noviciado que serían
sus compañeras. Tenía que vestir un modesto traje negro con un velito, y
cubrirse su abundante cabellera con una cofia de tela negra. Se le asigna
su celda, sencilla y desprovista de adornos, como lo prescribe la Regla, con una gran cruz
en la pared, un jergón, algunas mantas, una mesita, una silla, y, en el
suelo, la palangana y la jarra pare asearse. Sus libros, expedidos en 6
cajas y bien clasificados en filosofía, teología, psicología, fueron a
parar a la biblioteca. Para usarlos, tendría que pedir licencia a su Madre
Maestra.
Pero Edith no
pensaba por el momento en continuar sus trabajos intelectuales. Tenía que
aprender el horario de la casa, las ceremonias, las costumbres, y sobre
todo las labores femeninas de las que entendía bien poco. Ir a la cocina
suponía a menudo esfuerzos considerables, ya que nunca había tenido que
prepararse sus alimentos. Alguna religiosa mayor estaba interesada en saber
si la nueva postulante sabía cocinar bien. Pues bien, alguna cosa sí la sabia. Pero estaba muy lejos de la perfección en el
cocido a la que habían llegado otras hermanas. Y había poca esperanza de
que llegara! No faltaron las humillaciones,
asumidas por Edith con serenidad, sin desanimarse, convencida de que eran
pare ella una "buena escuela de humildad", como diría en una
carta, necesarias "al cabo de tantos honores recibidos en la
vida".
Externamente, Edith
se manifestaba a todas siempre serena, equilibrada, humilde, caritativa,
capaz de adaptarse a cualquier situación, comprensiva con las alegrías y
los dolores de sus compañeras veinte años más jóvenes que ella (dos
profesas simples y una postulante de velo blanco). En la recreación, era
vivaz, sabía contar muchas cosas y hacer atractivo e interesante cualquier
acontecimiento, dispuesta siempre a encontrar las palabras espirituales que
caen bien a todas, que enriquecen, que den gusto. Con particular alegría,
casi infantil, festejó su primera Navidad en el Carmelo. Acerca de la Navidad había dicho en
una conferencia pronunciada en 1930 en Ludwgshafen:
"Pongamos
nuestras manos en las del Divino Niño, digamos nuestro sí a su sígueme, y
seremos suyos. Quedará libre nuestro camino para que se encarne en nosotros
su vida divina... Esta es precisamente la luz, venida a iluminar las
tinieblas, el milagro de la
Noche Santa, que se enciende en el alma".
También había dicho
que "sobre la misma luz, tan resplandeciente en el pesebre, desciende
la sombra de la cruz. . . El camino conduce irresistiblemente de Belén al
Gólgota, del pesebre a la cruz". Ciertamente, en su primera Navidad en
el Carmelo Edith experimentaba profunda paz, por la que rendía gracias al
Señor considerándola como una "gracia totalmente inmerecida".
Pero en su corazón tenía el pensamiento de la madre que no había podido
aceptar la opción de la hija. Todas las semanas, puntualmente los viernes,
tenía lista una cartica para la señora Stein. Así
lo había hecho siempre. Pero ahora no le llegaba la respuesta. Tal vez, en
las largas noches de invierno en el silencio de la celda, revuelve los
pensamientos torturadores del último día, ese 12 de octubre, fecha de su
cumpleaños pasado con su madre. Después de haberla acompañado a la función
de la sinagoga en la escuela de rabinos, de regreso en el tranvía le había
dicho que el primer período de la vida religiosa era solamente una prueba.
Pero la madre había replicado: "Si tú haces una prueba, seguramente la
vas a superar". Y después, en la noche, el largo llanto de la anciana
señora. La había abrazado, estrechando su blanca cabeza contra su seno, y
permaneciendo así por largo rato, hasta muy tarde. Luego, al ayudarla a
desvestirse, se había sentado en su lecho, para estar más cerca de ella,
hasta que le mandó a dormir. Recuerdos indelebles en el alma de Edith, y
quizás no desprovistos del todo de algún conflicto interior en el campo de
la conciencia, particularmente a causa de la incipiente persecución a los
hebreos, que ya se sentía en la familia. Ella podía vivir todavía en paz.
Pero su madre? Hasta cuándo?...
L a N o v i c i a
E1 15 de febrero de
1934 se hizo la votación pare admitir a Edith en el noviciado. Pocos días
antes había venido también el médico. La salud era excelente. Alguna
objeción? El hecho de que Edith no tuviera dote,
no creaba problemas. Por lo demás, Edith iría a la fundación de Breslavia. Se vería.
La vestición fue fijada pare el 15 de abril, fiesta del
Buen Pastor, precisamente un año después de la claridad recibida ante el
Crucifijo de San Ludgeri en Münster.
A la ceremonia acudieron algunas personalidades de alta cultura y de las
organizaciones católicas más cercanas a ella. Un público selecto en la
capilla del Carmelo de Colonia, cual nunca se había visto. Edith llevaba su
vestido blanco de esposa. La seda se la había regalado su hermana Rosa. No
vino ninguno de su familia, la que participó solamente por carta en su vestición. Pero estaba presente el archiabad
Rafael Walzer pare presidir la Eucaristía. Husserl le envió un telegrama. Entre
los invitados estaban su amiga Edwige Conrad Martius, Peter Wust, quien escribiría
un artículo para la
Kölner Voldszeitung
acerca del itinerario de Edith hacia la verdad, la que comprende la
filosofía de la ratio y de la mystica, un
itinerario simbólicamente expresado en el nuevo nombre "sor Benedicta, la que ha sido "bendecida" por la
verdad, con toda la plenitud de la Verdad".
Edith escogió este
nombre porque se sentía "bendecida" por Cristo que es vencedor en
la cruz, "bendecida" después de un largo camino y de una lucha
nocturna, parecida a la que libró Jacob con Dios a orillas del rio Jabboth;
"bendecida" por haber sido elegida por Dios para vivir la "esponsalidad eclesial" en el signo de la cruz, en
el sacrificio, en la expiación.
Poco se sabe del año
de noviciado. En la primera biografía de Edith, escrita por su Maestra, más
tarde Priora, M. Teresa Renata, y publicada en 1948, cuando no se pensaba
en lo más mínimo en una futura santificación, quedó bien puesta a la luz su
absoluta fidelidad y su puntualidad en el horario, en los actos comunes,
cosa no muy fácil en quien se dedica a trabajos intelectuales.
Efectivamente, el provincial había dado orden de dispensar a Edith de todas
las demás labores para darle tiempo suficiente para continuar su obra
"Poder de lo alto", que Edith no había logrado terminar antes de
su entrada en el Carmelo; había traído consigo el manuscrito. Además hizo
alguna traducción del latín, trabajaba para terminar el índice de su
traducción de las Questiones disputatae
de veritate de santo Tomás, y escribió algunas
páginas de la "Historia de su familia", iniciada ya desde su
casa. Este trabajo no excluía en ella una intensa lectura de los Santos de la Orden. Fruto de
ello fueron sin duda sus opúsculos Teresa de Avila, impreso en 1934, Santa
Teresa Margarita Redi (con ocasión de su canonización ), publicado en 1934 y un artículo sobre la
historia y espíritu del Carmelo, publicado con el fin de dar a conocer la Orden (en Ausburger Postzeitung,
1935).
Todos estos trabajos
y otros escritos espirituales y pedagógicos crearon indudablemente una
situación particular a la novicía sor Teresa Benedicta. Había que preguntarse si la Maestra, M. Teresa
Renata, que tenía aproximadamente la misma edad que ella (le llevaba apenas
6 meses a Edith), y que la estimaba por sus dotes intelectuales y la
posición que había tenido en el mundo de la ciencia, habría aplicado
indiscriminadamente a Edith los métodos y los principios de educación y de
formación usados en ese tiempo, como se lee en su primera biografía. Por
otra parte, Edith, que vivió independiente durante tantos años, y sobre
todo, acostumbrada naturalmente a hacerlo todo ella sola, a organizar todo
según sus propios criterios, a administrar su propia sensibilidad, tuvo no
poca dificultad para insertarse en el ambiente y para acoger las
sugerencias y los estímulos que le podían venir de el. Esto explica que le
hubiera respondido al Provincial, quien le había preguntado si había
experimentado alguna desilusión, con una sola palabra: "E1
Carmelo", incluyendo aquí la realidad de la vida común con las
obligaciones de obediencia, de dependencia, de de renuncia. El impacto del
ambiente, recibido en varios aspectos, debió haber sido para Edith el
problema más emergente de su vida carmelitana, y no solamente durante el
año de noviciado. Algunos años más tarde escribiría en la biografía de
Catalina Esser, la fundadora del
"segundo" Carmelo de Colonia:
"A la edad de
cuarenta y seis anos, no era pequeño sacrificio para ella ( Catalina Esser ) que había sido durante tanto tiempo la dueña de
sí, hacerse nuevamente niña, obedecer y someter su propio juicio al de los
superiores. Confesó ella más tarde que el asunto le había costado muchas
amarguras"
Edith era consciente
de esta dificultad. Sabía que tenía que hacer esfuerzos considerables para
superarse, para llegar a la liberación interior, esfuerzos que eran también
advertidos por las hermanas, pero rodeados de un esfuerzo por disimularlos.
La compañera de noviciado, sor Teresa Margarita, diría veinte años más
adelante acerca de estos esfuerzos escondidos:
"Como vivía un
continuo espíritu de fe, (Edith) tuvo una gran predilección por la virtud
de la obediencia. Sin embargo, no era posible notar ningún detalle ni
siquiera para los que podían observarla cada día en sus esfuerzos. Supo
someterse y adaptarse tan perfectamente que nunca sobresalió" . (E.Stein. Eine Heilige?, 8-9).
Más aún, esta
situación pudo servir a la novicia para madurar, para permanecer firme en
la decisión tomada. Nada influyó en su serenidad. Los testigos de su tiempo
repiten unánimes que vieron a Edith contenta y feliz. Ella misma lo subraya
en sus cartas y en sus conversaciones del locutorio.
L a P r o f e s a
Sor Teresa Benedicta pronunció sus votos simples por tres años el
21 de abril de 1935, domingo de Pascua. Se había preparado con 10 días de
ejercicios, recordando las Semanas Santas pasadas en el silencio de la gran
abadía de Beuron. Una joven postulante le
preguntó cómo se sentía. Edith le respondió: "como la esposa del
Cordero", evidentemente una alusión al Apocalipsis, al Cordero que
será matado, a su participación en los sufrimientos de Cristo. No se hace
ilusiones sobre su destino. "También vendrán a llevarme de aquí",
decía a una amiga que vino para saludarla en el locutorio pocos días después
de su profesión. "No puedo pensar que me dejarán en paz" Era
consciente de que tenía otra misión "No es la actividad humana la que
puede salvar sino solamente la pasión de Cristo. Esa es mi aspiración" .
Por entonces algo
nuevo empezaba a suceder en sus relaciones con la anciana madre. Rosa le
comunicó que la señora Augusta había ido un día. sin
decir nada a nadie, a ver el nuevo Carmelo de Brelau.
¿No sería, acaso, una señal de amor materno que deseaba conocer el estilo
de vida de la hija? En las cartas de Rosa aparecía también, a veces, un
breve saludo. Luego llegó la carta dirigida a "Schwester
Teresia". Este consuelo no duró mucho
tiempo. En 1936 le llegaba la noticía de la grave
enfermedad de la señora Courant. Edith padeció
mucho en silencio. El 14 de septiembre, durante la renovación de los votos,
la madre pasaba a mejor vida, confortada por la fe de los profetas. Hay que
dar gracias al Señor porque le ahorró el tormento de ver las sinagogas
incendiadas y a los amigos deportados a los campos de exterminio! Poco después de la muerte de su madre, pudo volver a
ver a su hermana Rosa, llegada a Colonia pare recibir el bautismo el 24 de
diciembre en la capilla del monasterio. Desde el coro, con el corazón pleno
de gratitud, tomó parte en la ceremonia.
La neoprofesa continuaba con los mismos trabajos
intelectuales de antes. Ante la solicitud de algunos sacerdotes, escribió
el artículo La oración de la
Iglesia (publicado en 1936). Pero sobre todo reorganizó
para la edición su estudio sobre Potencia y Acto que llevaría el titulo de
ser finito y ser eterno. Luego vinieron la biografía de Catalina Esser y la breve meditación Sancta discretio(1938) que
Edith presentó a la
Madre Teresa Renata, priora desde 1936. Esta acababa de
terminar su libro sobre los Dones y frutos del Espíritu Santo. La
discreción. le dice Edith, "es parte esencial
de todo don, hasta el punto que los siete dones constituyen diversas
manifestaciones de ella. De esta afirmación, tomada como punto de enlace,
aprovechó Edith para aconsejar a su Priora la " sabía prudencia"
(weise Masshaltung) en
el desempeño de su oficio, es decir, la discreción. "Quien debe guiar
almas necesita mucho de ella ( de la discreción ) . . . y no debe obrar
arbitrariamente"
Esta manera de
hablar tan sincera quizás era la que se debía usar en un tiempo tan difícil
para la Iglesia,
y especialmente para la vida religiosa en Alemania. Edith la usa
delicadamente, preocupada como siempre por ver la perfección en el
pensamiento y en las acciones de los demás. Por lo demás, si se trata de la
verdad, no se deja sugestionar por nada. Sus relaciones con la Madre Teresa
Remata eran buenas, a pesar de la diferencia de cultura y de carácter de
las dos mujeres. Para Edith, la
Priora era como una mamá.
El 21 de abril de
1938, que en ese año fue Viernes Santo, sor Teresa Benedicta
emitió sus votos perpetuos. Era en verdad la Esposa del Cordero
enclavada en la cruz de Cristo, estrechamente unida a sus sufrimientos.
Pero "El con su muerte y su cruz nos conducirá a la gloria de la
resurrección" (Sciencia crucis, 207). Y a la
contemplación del divino Crucificado asoció a María Santísima. De pie,
junto a la cruz, la veía como prototipo de todos los que se unen al
Redentor: ella que nos ha precedido en el camino de la entrega total al
Señor, y que es nuestra guía.
En 1938 las medidas
antisemíticas del nacionalsocialismo asumen proporciones espantosas. Edith
no disimulaba que estaba poniendo en peligro su comunidad con su sola
presencia. ¿Qué hacer? ¿Refugiarse en Israel? También este pensamiento se
le pone delante. Pero únicamente después de la noche del 9 de noviembre,
cuando las manos asesinas incendiaron todas las sinagogas de Alemania, se
le presentó como indispensable un traslado suyo al Exterior. En la noche de
san Silvestre. un amigo fiel del Carmelo la llevó
en su automóvil al otro lado de la frontera con Holanda, al Carmelo de Echt. Algunos días antes, sor Teresa Benedicta había escrito en una carta: "Tengo que
decirle que...hoy conozco mucho mejor lo que significa estar desposada con
Cristo en el signo de la cruz. Pero jamás podrá comprenderse a fondo, pues
es un misterio".
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