1.
INTRODUCCION: EDITH STEIN CARMELITA DESDE LA CONVERSIÓN
Después de la celebración de las primeras vísperas de la solemnidad
de Santa Teresa de Jesús, el 14 de octubre de 1933, Edith Stein pasó la
puerta de la clausura del Carmelo de Colonia-Lindenthal. Por fin se hacía
realidad su gran deseo de ser carmelita: “El despido (de Münster) fue para mí
una señal del cielo de que ya podía seguir el camino que desde hacía tiempo
veía como el mío. Después... el pasado sábado entré en el convento de las
carmelitas, convirtiéndome en una hija de Sta. Teresa. Ella fue la que me
condujo a la conversión.”
De todos es sabido que, desde el encuentro casual con la
autobiografía de Santa Teresa que la llevó a hacerse católica, ella se
sentía inclinada a la vida contemplativa del Carmelo Teresiano. Entonces no
pudo ser. Sus confesores, y ella misma, vieron que no era llegado el
momento. La situación histórica que precede su ingreso en el Carmelo, el
triunfo de Hitler y su partido en 1933, favorecieron finalmente su entrada
en la vida religiosa. Desde su bautismo, el 1 de enero de 1922, hasta su
entrada, pasaron casi 12 años. Este largo período de tiempo, sin embargo,
no la alejó de su propósito de ser carmelita descalza. Ni la vida con las
dominicas de Espira, ni sus contactos con Beuron y con otras religiosas,
ensombrecieron su interior identificación con el carisma teresiano.
Estos doce años de espera estuvieron marcados, a parte de sus
diversas actividades, por una profunda sintonía y configuración vivencial con
cuanto significa el Carmelo. Es curioso observar cómo en estos años no
mantuvo ningún contacto -o al menos no existe constancia de ello-, con los
o las carmelitas. No obstante es evidente su identificación con el carisma.
Uno puede preguntarse el cómo, y la respuesta es clara: fundamentalmente a
través de la lectura de los escritos de Santa Teresa de Jesús -también de
Juan de la Cruz y Santa Teresa de Lisieux-, donde su espiritualidad aparece
claramente reflejada. Todos sus contemporáneos coinciden en resaltar su
dedicación constante a la oración, elemento determinante de la vida del
Carmelo Teresiano. Pero no sólo eso. Su sentido de la pobreza, de la
obediencia al confesor, del amor a la Iglesia, etc..., se inspiran claramente en el estilo teresiano.
Por otro lado no resulta extraño su amor al Carmelo, vivo en ella
durante todos estos años. En primer lugar porque fue Teresa de Jesús quien
le dio el último empujón hacia la conversión. Y en segundo lugar, gracias
al ambiente que se vivía entre los católicos alemanes, especialmente entre
figuras intelectuales, que tenían un gran amor hacia la espiritualidad
carmelitana. Es el caso de Erich Przywara y Gertrud von Le Fort, entre
otros.
Nuestra atención ahora quiere dirigirse, sin embargo, a sus años en
el Carmelo: desde 1933 hasta 1942. Dividimos nuestra exposición en dos
partes. La primera, en la que presentaremos el ambiente y su inserción
dentro de los dos conventos donde pasa estos años: Colonia y Echt. En un
segundo momento resaltaremos los aspectos centrales de su espiritualidad en
estos años.
2.
AMBIENTE Y VIDA
a) El Carmelo de Colonia
En los años treinta, cuando Edith ingresa en el Carmelo de Colonia,
éste está viviendo un momento muy especial. Se está preparando una
fundación en Silesia, en la ciudad natal de Edith Stein (Breslau). De hecho
ella es admitida con la condición de que después forme parte de la nueva
comunidad. Al mismo tiempo, el interés creciente en la sociedad católica
alemana por la espiritualidad teresiana les obliga a las carmelitas de Colonia
a dar respuestas a estas exigencias. La ausencia del Carmelo masculino por
esta región alemana les coloca a ellas en foco de atracción para los
interesados en conocer de cerca la espiritualidad propia de la Orden. De
esta demanda creciente se hace eco la Madre Josefa del Smo. Sacramento,
priora de Colonia, en una carta al P. General de la Orden: "En los
últimos años se observa un interés cada vez mayor por el Carmelo en la
parte septentrional de nuestra pobre Alemania tan atribulada y probada.
Parece ser que el espíritu del Carmelo duerma en muchas almas y que con
fuerza quisiese hacerse camino y dichos y obras. Por todas partes vemos
estos síntomas. Así sacerdotes y académicos se reúnen para consultarse y se
dirigen a nosotras como guías, llevando en el corazón el Carmelo como meta
de sus más profundos y ardientes deseos. Las publicaciones literarias, en
parte equivocadas, aumentan y excitan el interés general."
Las carmelitas de Colonia se sienten obligadas a dar una respuesta
conveniente a esta situación. Este factor explicaría su destacada actividad
literaria, -aunque de escasos recursos científicos-, muy por encima del
resto de los Carmelos femeninos alemanes, e incluso superior a la
producción o influjo ejercido por los mismos frailes. Sin duda alguna, este
ambiente va a colocar al Carmelo de Colonia en una situación privilegiada
en el campo de la difusión espiritual oral y escrita. Varias de sus monjas
se van a dedicar a este apostolado a través de la pluma. Ciertamente es
esta una condición que favorecerá también el que Edith Stein dedique parte
de su tiempo a esta actividad.
La comunidad de Colonia tratará de dar respuestas a estas exigencias
espirituales. Un modo de hacerlo será a través de la creación de las
diferentes cofradías y asociaciones propias de la Orden: Cofradía del
Escapulario (1911), Orden Tercera (1916), Hermandad de Santa Teresita
(1928) y Grupo de Oración Teresiana.
Tal como venimos afirmando, el interés por el Carmelo Teresiano y la
creación de estos grupos o asociaciones, van a ejercer un influjo notable
en la orientación de vida de este convento de Colonia. Las exigencias
externas obligan a profundizar más en lo que de propio y carismático tiene
la Orden. Entre las religiosas que se dedican a la actividad literaria, a
parte de Edith Stein, tenemos las siguientes: M0 Angela del Niño Jesús
(1880-1952), María de Deo (1904-1981), M0 Baptista del Espíritu
Santo (1905-1980) y Teresa Renata del Espíritu Santo (1891-1961).
b)
La
adaptación e inserción de Edith Stein
Cuando Edith entra en el Carmelo de Colonia era priora la M. Josefa
del Santísimo Sacramento, y maestra de novicias y subpriora la M. Teresa
Renata del Espíritu Santo. Además de Edith estaban en la fase de formación
cuatro novicias, todas ellas mucho más jóvenes que Edith, casi 20 años
menos. La Doctora Stein contaba con 42 años de edad y una formación que
superaba con creces la de cualquiera de las monjas de la comunidad. Sin
embargo, todo ello no fue causa de inadaptación, aunque es de suponer que
en muchas ocasiones sufrió por ello.
La vida en el convento supuso un cambio radical, fundamentalmente en
su actividad. Antes eran las letras las que ocupaban su tiempo. Ahora la
vida regular. La mayor parte del día dedicada a la oración y al trabajo
manual. La oración ciertamente no supuso para ella un cambio fuerte, pues
ésta constituía, desde hacía años, el centro de su vida. Pero sin lugar a
dudas muchas de las formas y ritos no sólo eran nuevos para ella, sino que
en ocasiones la sobrecarga de ceremonias y rituales se hacían difíciles de
asimilar al ser tantas y tan marcadas.
El postulantado (octubre 1933-abril 1934) va a ser para Edith
un tiempo de profundización y radicación en los valores esenciales de la
vida carmelitano-teresiana. Una confirmación de lo que en el mundo buscaba
y vivía. Nunca se consideró en las cimas del camino. En estos primeros
meses percibe la necesidad de lo pequeño, de lo que en otros ambientes no
recibe mayor importancia y que, sin embargo, constituye un factor esencial
en el crecimiento de la carmelita hacia la santidad. Y va a ser de manos de
Santa Teresita que lo descubre: “En estas semanas yo también he pensado
mucho en usted. Una vez en lo que hace algún tiempo usted escribió sobre el
“trabajito espiritual” de Santa Teresita. En este “trabajito” se refleja una
parte esencial de la vida carmelitana, y ello me parece que es un
grandísimo trabajo, un silencioso trabajo de profundización que tiene la
fuerza de romper las rocas. Y una vida religiosa en la que falten tiempo y
descanso, me parece un camino demasiado duro y lleno de peligro. Este es
una exhortación para nosotros, una exhortación que está muy en conformidad
con los pioneros de la Iglesia.” El “caminito” de lo espiritual se
transmite y hace realidad en lo cotidiano, en las pequeñas y humildes
tareas de la casa. Todo sencillo y común para la gran mayoría de las
mujeres de la época. Pero para Edith un pequeño martirio. Su fuerte nunca
fueron las labores de casa y ahora tiene que implicarse directamente en
ellas.
Otras exigencias o restricciones conllevaba
la vida de la postulante como era el no tener visitas durante ese período.
Esta norma no le tuvo que resultar muy fácil de llevar a cabo, y no tanto
por ella misma, cuanto por sus alumnas o ex-alumnas que buscaban en ella
consuelo y consejo. Este apostolado no podía abandonarlo y es por ello que
antes de entrar pidió dispensa para poder seguir escribiendo cartas a
través de las cuales poder seguir ejerciendo este servicio. Entre esas
cartas no faltaba, cada semana, la carta que dirigía a su madre. Este período
de tiempo, que duró seis meses, fue suficiente para que Edith se reafirmase
en la vocación y en el convento elegido. Dificultades de adaptación tuvo, y
fueron bastantes, pero ello no la desanimó. En ello vio la ocasión para
iniciar ese “caminito” de entrega que le enseñó Santa Teresita.
Un factor, sin embargo, se encuentra en el fondo de su elección y
permanencia en la comunidad de Colonia. Y es que, a pesar de la estrechez
de vida del Carmelo, en éste existía la suficiente libertad de espíritu que
permitía el crecimiento personal y comunitario maduro en el seguimiento de
Cristo. La importancia que Edith da a este aspecto resulta evidente en su
modo de aconsejar a otras personas en el momento de elegir convento.
El 15 de abril de 1934, domingo del Buen Pastor, Edith Stein tomaba
el hábito e iniciaba el noviciado. El simbolismo y riqueza interior
que supuso para Edith este momento lo encontramos reflejado en el nombre
religioso que ella voluntariamente solicita: Teresa Benedicta de la Cruz.
Su nombre es reflejo de una vida y de una vocación. Es el modo de hacer
presente un camino trazado por Dios y que ella asume en toda su amplitud,
incluso con lo que tiene de incomprensible. El nombre de Teresa ya
lo había adoptado en el bautismo, fundamentalmente como agradecimiento a
quien la llevó al encuentro definitivo con Cristo. Benedicta, en
reconocimiento a San Benito y a sus hijos. Y de la Cruz. Es el
misterio bajo el cual acoge y desarrolla su vocación.
Una de las principales actividades que llevará a cabo Edith Stein en
el Carmelo de Colonia es la de continuar con sus escritos. Aunque
tal actividad no venía contemplada como tradicional en el Carmelo femenino,
si es cierto que las condiciones en que se encuentra el Carmelo de Colonia
favorecen su dedicación a escribir. También, gracias a la intuición que el
Provincial tuvo, de que siguiese adelante con sus investigaciones
filosóficas, concretamente que preparase para la publicación el escrito Ser
finito y ser eterno. Ella no escribe por obediencia, aunque sí necesitó
del permiso del P. Provincial para poder dedicarse, casi exclusivamente, a
esta tarea. En su interior ella estaba dispuesta a renunciar a la actividad
científica, si así lo exigía la vida conventual. Pero una vez que esta
posibilidad queda abierta ella se dedica con celo y busca el tiempo
necesario para ello. Una renuncia total en ella sería casi impensable por
el hecho de que consideraba la investigación científica como un apostolado.
A pesar de la sensación que han dado algunas biografías de que Edith
hubiese casi preferido no seguir trabajando científicamente, y que ello le
costase mucho, en una carta inédita del Provincial a Edith Stein con fecha
10 de septiembre de 1935 y conservada en el ESA (cartas a Edith Stein), se
constata cómo ella solicita la dispensa de la recreación para poder seguir
escribiendo. De hecho la parte más voluminosa de sus escritos fue elaborada
en el Carmelo.
Terminado el año del noviciado hace la profesión simple de
los votos por un periodo de tres años, el 21 de abril de 1935. Con este
nuevo paso Edith ya es carmelita descalza. Sin embargo, tal y como
establecen las normas, aún debe permanecer en el noviciado hasta que llegue
el momento, después de tres años, en que emita los votos perpetuos. Cuando
Edith entró en el Carmelo de Colonia la intención primera era la de
prepararla para que formase parte de la nueva fundación de Breslau, su
ciudad natal. Y ella misma nos da testimonio en una carta. Sin embargo, tal
proyecto no llegó a realizarse. Los motivos parecen ser dos: El primero que
"Nuestro Rvdo. P. Provincial (Theodoro Rauch) ha desaconsejado el
enviarme a Silesia, porque él quiere que me dedique al trabajo científico;
y esto sería muy difícil de llevarlo a cabo allí. Además la casa no está
hecha todavía.". Y el segundo, desconocido por Edith, fue la opinión
de que la presencia de Edith en Breslavia sería peligrosa para la nueva
fundación, fundamentalmente porque el nacionalsocialismo era muy fuerte en
esa ciudad y la presencia de una "no aria" sería un obstáculo.
El encerramiento que, al menos físicamente, suponía la vida de la
carmelita, no fue suficiente para aislarla de la cruda realidad que
particularmente sufría su pueblo judío. Por otra parte ella siempre “estaba
muy abierta a los acontecimientos de su tiempo”. A partir de 1935 la
situación se vuelve cada vez más dramática. Sus cartas, su oración, su
vida, todo está invadido por esta cruda situación, que se intensifica
cuando afecta directamente a sus familiares: “Por favor, rece por mis
familiares. Cada vez la situación es más difícil para ellos. Tres sobrinos
están ya en América; otro se prepara para ir a Palestina. Sólo queda el
pequeño (13 años) que será bendecido el día 23, es decir, será integrado en
la comunidad como “Hijo de la Ley”.”
Mientras tanto y en medio de las dificultades, ella sigue viviendo
en intensidad su vocación y consagración. Acabada su obra Endliches und
Ewiges sein, se siente liberada de un gran peso que la distanciaba de
la marcha normal de la comunidad. Ahora, a partir de 1937, puede dedicarse
a otras cosas que le hacen sentirse más integrada en la comunidad. Se
ofrece para desempeñar el oficio de enfermera. Y a partir de diciembre de
1937 le encomiendan un nuevo servicio comunitario, el de tornera.
La preocupación y el amor para con las demás monjas no se manifiesta
solamente en estos servicios. Buscaba también ayudar en el crecimiento
cultural de las hermanas con la finalidad de enriquecer la vivencia
espiritual. Pero no siempre obtuvo el éxito pretendido. Ciertas
mentalidades pesaban mucho en la comunidad y difícilmente se acogían nuevas
ideas que supusieran una modernización y actualización.
Pero ya le quedaba a Edith poco tiempo para entrar a formar parte de
la comunidad con voz activa y pasiva, a raíz de la profesión perpetua.
Se fijó la fecha de tal celebración para el 21 de abril de 1938, y la
imposición del velo negro para el 1 de mayo. Con este paso se integra
totalmente a la vida de la comunidad. Una de las actividades desempeñadas
por Edith en estos últimos meses consistía en instruir a las monjas
externas. Pero la cruz no va a tardar en hacer sentir nuevamente el peso
sobre sus espaldas. La famosa noche de “los cristales rotos” (9-10
noviembre de 1938) fue la gota que colmó el vaso. Nadie deseaba que
marchase. Fue ella quien tomó la última decisión. Su primer objetivo era ir
a Palestina pero no fue posible. Por otra parte, tenían muy cercano al
Carmelo holandés de Echt, fundación del Carmelo de Colonia. Allí podría
estar al seguro y regresar en cuanto acabase esta situación. El 31 de
diciembre de 1938 abandona Edith el convento de Colonia y se transfiere a
Echt.
c) En el Carmelo holandés de Echt
El origen y la situación que vivía esta comunidad va
a favorecer la buena integración de Edith. Este convento es fundación del
Carmelo de Colonia. Aspecto que conviene subrayar ya que esto significa una
cierta continuidad y comunión de vida y costumbres entre ambas comunidades.
Cuando llega Edith la comunidad está compuesta por 13 hermanas corales y 4
conversas. A excepción de tres hermanas corales que eran holandesas, todas
las demás componentes de la comunidad eran de nacionalidad alemana. Por lo
que la lengua oficial seguía siendo el alemán. Situación que no va a durar
mucho por varias razones. En primer lugar no se encuentran en territorio
alemán y desde 1935 forman parte de la nueva provincia holandesa. A ello se
añade el "nacionalismo" floreciente en esta época por toda
Europa, especialmente a raíz de las invasiones hitlerianas. Además las
nuevas vocaciones son de origen holandés. Concretamente en 1941 entran 5
holandesas. El provincial holandés les va a imponer que en el rezo y la
recreación la lengua oficial sea el holandés.
Las exigencias apostólicas no eran aquí tan apremiantes como en
Colonia. Esto implica que la vida sea más "conventual". El
talante cultural interno tampoco es de gran altura por lo que en varias
ocasiones Edith va a ser dedicada a dar clases de latín a las novicias y
charlas espirituales a la comunidad. En 1938, antes de que llegase Edith,
hizo el convento de Echt una nueva fundación en la localidad de Beek
(Holanda).
La comunidad de Echt está encuadrada en un medio rural, mientras que
la de Colonia estaba más en contacto con la urbe. El número de monjas en
Echt es más reducido que en Colonia. Además el nivel cultural es inferior.
Esto se observa claramente en el número de hermanas legas, modestamente
superior al de Colonia. Este aspecto es de gran importancia en relación con
la hna. Benedicta, ya que esta situación es ocasión para que la comunidad
se encuentre a veces dividida como en dos clases sociales distintas.
d)
Edith y
la vida de comunidad
Es el aspecto que con mayor originalidad se destaca en estos años
que pasa en el Carmelo de Echt. Ciertamente el período de tiempo
transcurrido aquí no va a ser muy largo, tan sólo 3 años y medio. Dada su
condición de profesa y de intelectual va a desempeñar una serie de
servicios en favor de la comunidad conforme a su personalidad. Esto no quiere
decir que estuviese libre de otros oficios comunes, como refectorera,
tornera y celadora.
Un oficio nuevo para ella y de gran valor para la comunidad, es el
de maestra de las hermanas legas. En el desempeño de este oficio se
van a ver claras sus convicciones personales. Su espíritu fue siempre de
educadora y tenía doctrina y práctica para ello. Pero la formación de las
conversas no era cosa fácil, más que nada por el hecho de que dentro de la
Orden no existía ni tradición, ni manuales que
señalasen el modo y los contenidos de esta formación. Sin embargo, Sor
Benedicta no claudica en el seguir simplemente tirando. Ella está
convencida de que una buena formación es una base necesaria para vivir más
y mejor la vida con Cristo. Así que lo que no encuentra lo busca. Este
párrafo de una de sus cartas nos demuestra claramente su preocupación:
“Ahora tendría algo que pedirle. No sé quién de ustedes es actualmente la
maestra de las hermanas legas.) Podría usted pedirle, por favor, que me
escriba algo sobre la función de estas hermanas en su Orden, las normas
básicas de su formación, trabajo y oración, y de su participación en la
praxis comunitaria? (...) Si tuviera algo impreso,
me gustaría también poder echarle una ojeada.”. No pretende crear nada
nuevo, sino escribir algo que se adapte a la realidad y experiencia de
otras órdenes y al propio modo de ser del Carmelo. No sólo orientarse ella,
sino hacer algo que sirva de orientación para las demás. La diferencia
existente entre conversas y coristas nunca ha sido participada por Edith
Stein, aunque siempre se mantuvo respetuosa ante esta tradición.
Dentro de su labor de formación supo asumir otra gran necesidad de
las hermanas. Además de darles contenidos, sabía estar cerca de ellas para
ayudarlas espiritualmente. De hecho parte de su tiempo lo dedicaba a la dirección
espiritual, sin renunciar por ello, a los otros oficios. Paralelamente
da clases de latín y explica el Breviario a las novicias.
Su actividad como escritora tampoco va a encontrar descanso
aquí. Es más, a los trabajos de un carácter más intelectual y científico,
se suman una serie de escritos para el ámbito interno comunitario, en los
que ella va a expresar con más libertad su espíritu.
Aunque durante los primeros meses está libre de la persecución
nazista, no ocurre lo mismo con los familiares que han quedado en Alemania.
Y no sólo sus familiares, también le preocupa la suerte del pueblo judío en
general. A esta problemática se une la suya personal y la de su hermana
Rosa que está como terciaria en el convento de Echt. Con la invasión de
Holanda por parte de las tropas alemanas ya no están seguras aquí. Y no es
sólo la falta de seguridad lo que la preocupa, sino todo lo que implica el
tener que marchar a otro lugar y adaptarse a una nueva comunidad. Es la angustia
del perseguido y desterrado por los suyos.
Por entonces comienza a escribir la Ciencia de la Cruz (Kreuzeswissenschaft).
Su último escrito en honor de San Juan de la Cruz. Una obra que refleja
su profunda configuración con el misterio de la cruz de Cristo. Un escrito,
que a pesar de todas las infundadas afirmaciones ya tradicionales, es
completo.
Son muchos los elementos que caracterizan la espiritualidad
steiniana. Sin embargo en dos de ellos observamos de cerca el contenido
central de su vivencia en el Carmelo: la oración y la cruz. Dos elementos
que configuran su vocación al Carmelo y que en ella significan un modo de
apostolado y de entrega en las manos de Dios. Fundamentalmente desde estos
dos temas se comprende su vivencia carmelitana.
a) Oración
y apostolado
La oración es el elemento esencial en la vida del Carmelo Teresiano.
Y lo es también en la vida de Edith. Fue el centro de su jornada desde su
conversión, y lo es ahora en el Carmelo con más razón. La oración es su vida
y el camino para apoyar a su pueblo en el sufrimiento. Edith Stein sabe que
la oración de la carmelita es la razón de su existencia y el modo de servir
a Dios. Su importancia y centralidad surgen, además, de una realidad
carismática que configura y determina la espiritualidad propia del Carmelo
Teresiano. Todo lo demás gira en torno a esta realidad.
Edith Stein subraya con especial intensidad el fundamento último de
la vida de oración: Cristo. Sólo en Cristo y desde Cristo tiene sentido y
razón de ser la vivencia de la oración como vocación y apostolado: “toda
alabanza divina se da por, con y en Cristo.” Este valor cristológico no
sólo califica de auténtica la oración sino que además la “objetiviza” como
oración de la Iglesia.
Para Edith Stein la oración Aes un abrirse el alma a Dios”, Aes
contemplar el rostro del Eterno”. Con ello nos quiere decir que, sin
olvidar que toda oración es sólo auténtica en el Espíritu, tiene que surgir
en el hombre como un acto de amor, o lo que es lo mismo, como un acto libre
del alma ante Dios. De aquí que una oración será más auténtica cuanto más
libre sea el hombre que la realiza. Este obrar libre del hombre se
caracteriza porque se abre a una relación de amor: "La oración es el
trato del alma con Dios. Dios es amor, y amor es bondad que se regala a sí
misma; una plenitud existencial que no se encierra en sí, sino que se
derrama, que quiere regalarse y hacer feliz. A ese desbordante amor de Dios
debe toda la creación su ser. (...) La oración es la hazaña más sublime de
la cual es capaz el espíritu humano.
La vida de oración, en la medida en que va creciendo como acto libre
y amoroso, se transforma en un camino de unión, o camino de participación
en la esencia divina que es amor: “El hecho de que Dios sea acogido por el
alma significa más bien que ésta se abre libremente a Él y que se da en
esta unión que no es posible más que entre personas espirituales. Se trata
de una unión de amor: Dios es amor y la participación del ser
divino, que es la que garantiza la unión, debe ser una participación del
amor. Dios es la plenitud del amor.
El amor de Dios, que es don gratuito, transforma a quien lo
experimenta en don para los demás. Y no sólo eso, la misma vivencia del don
se hace apostolado: A cuanto más profundamente alguien está metido en Dios,
tanto más debe, en este sentido A salir de sí mismo”, es decir, adentrarse
en el mundo para comunicarle la vida divina”. El amor divino rompe con el
egoísmo del corazón, y hace que la voluntad del hombre se conforme con la
voluntad salvífica universal de Dios. Por eso la oración se transforma en
intercesión por el bien de la humanidad. Así lo comprendió Edith Stein: A
Interceder con el sufrimiento voluntario y alegre en favor de los pecadores
y así colaborar en la salvación de la humanidad.
La fuerza de la oración radica en su contenido íntimo, que realiza
la unión de Dios con el hombre. Ello es posible gracias a la obra de
reconciliación sellada con la sangre de Cristo en la Cruz. De aquí que el
sentido apostólico de la oración haya que buscarlo en la cruz de Cristo. La
unión con Dios se realiza mediante la participación y el seguimiento de la
vida de Cristo. La oración, en cuanto
participación y acogida del misterio de Cristo y de configuración con El,
conlleva participación en su obra de Redención. Quien quiera unirse con
Cristo tiene que recorrer su camino, dejarse crucificar con Él para
resucitar con Él. Es el camino del orante. Y su oración será realmente
eficaz y apostólica en la medida en que signifique comunión con el
Crucificado. La oración es pues, camino de expiación y de sacrificio. Es
medio de salvación para el orante y para la humanidad por la que intercede
junto con Cristo: “La expiación voluntaria es lo que nos une más
profundamente y de un modo real y auténtico con el Señor. Y ésa nace de una
unión ya existente con Cristo... Sólo puede aspirar a la expiación quien
tiene abiertos los ojos del espíritu al sentido sobrenatural de los
acontecimientos del mundo; esto resulta posible sólo en los hombres en los
que habita el Espíritu de Cristo, que como miembros de la Cabeza encuentran
en El la vida, la fuerza, el sentido y la dirección. Por otro lado la
expiación une más íntimamente con Cristo... Así como el ser-uno con
Cristo es nuestra beatitud y el progresar en llegar a ser-uno con Él
es nuestra felicidad en la tierra, entonces el amor por la Cruz y la gozosa
filiación divina no son contradictorias. Ayudar a Cristo a cargar con la
Cruz proporciona una alegría fuerte y pura, y aquellos que puedan y deban,
los constructores del Reino de Dios, son los auténticos hijos de Dios.”
La eficacia apostólica de la oración, permanece después de todo, un
gran misterio de la voluntad divina que se abaja y somete, en su infinito
amor, a la voluntad del orante: A El hecho más maravilloso de la vida religiosa
es que Dios, escuchando las oraciones, se somete a la voluntad de sus
elegidos. El por qué es algo que supera toda conceptualización.”
b)
Abandono y cruz
Edith Stein vivió su vocación al Carmelo como camino de entrega,
como medio a través del cual hacer algo por los suyos, por todos. Y donde
más claro aparece es, precisamente, en esa ofrenda que hace de sí en
holocausto por la paz. Así lo expresa a la Priora: “Querida Madre,
permítame Vuestra Reverencia, el ofrecerme en holocausto al Corazón de Jesús
para pedir la verdadera paz: que la potencia del Anticristo desaparezca sin
necesidad de una nueva guerra mundial y que pueda ser instaurado un orden
nuevo. Yo quiero hacerlo hoy porque ya es medianoche. Sé que no soy nada,
pero Jesús lo quiere, y El llamará aún muchos más en estos días.”
Este acto de ofrenda nos hace ver cómo Edith Stein vislumbra su
vocación a la luz de la fe y de los signos de los tiempos que vive. Ella
escribía que “si te decides por Cristo te puede costar la vida”. Está
dispuesta a asumir esa vocación a la que Dios la llama, vocación a la más
íntima unión con Cristo, ya que “el que quiera desposar al Cordero tiene
que dejarse clavar con él en la Cruz”.
Bajo la Cruz ella acogió y entendió su vocación al Carmelo. Una cruz
que el momento histórico le proporcionaba: “Bajo la Cruz entiendo el
destino del pueblo de Dios que por entonces ya comenzaba a anunciarse. Yo
pensaba que todos aquellos que comprendiesen que era la Cruz de Cristo,
tenían que cargarla sobre sí en nombre de todos. Ciertamente hoy comprendo
mejor lo que significa estar desposada con el Señor bajo el signo de la
Cruz.”
Y esta será la dinámica de su espíritu, capaz de asumir con
confianza la pesada cruz. A él ha sido llamada y ella lo ha acogido. Poco
antes de que la situación comenzase a agravarse ella escribía: “Mientras
estaba fuera he llevado una vida de sacrificio. Ahora todas las cargas me
han sido quitadas y poseo en abundancia lo que me faltaba. Desde luego,
entre nosotras hay hermanas a las que diariamente se les solicita grandes
sacrificios. Y yo espero que alguna vez sentiré más que ahora mi “Vocación
a la Cruz”, en la cual seré sostenida por el Señor como un niño pequeño.”
Su configuración y abandono a la cruz, no es sólo por la situación
externa. La vida de cada día es un continuo vivir bajo el lema de la cruz:
“Para las carmelitas, en sus condiciones de vida cotidiana, no existe otra
posibilidad de responder al amor de Dios sino es cumpliendo sus
obligaciones diarias, hasta las más pequeñas, con fidelidad; como un pequeño
sacrificio, que exige de un espíritu vital la estructuración de los días y
de toda la vida, hasta en sus detalles más pequeños, y esto llevado con
alegría en el día a día y año a año; presentando al Señor todas las
renuncias que exige la convivencia constante con personas totalmente
distintas, con una sonrisa de amor; no dejando escapar ninguna ocasión de
servir a los demás con amor. A todo ello hay que añadir, finalmente, lo que
el Señor pide a cada alma como sacrificio personal.
Con el pasar de los años en el Carmelo ella fue madurando y
acogiendo ese “sacrificio personal” que Dios le pedía. Una ofrenda que
busca realizarse en la entrega y servicio a los demás, a todos. Pero los
muros impiden esa entrega apostólica. Sin embargo, hay un camino, teológicamente
apostólico para la carmelita, para la hna. Benedicta. Y ello va a estar en
función del grado de su unión con Cristo, con su Cruz: “Libera tu corazón
por el fiel cumplimiento de tus votos y entonces se derramará en él el
caudal del amor divino hasta inundar todos los confines de la tierra. (...)
Tú no eres médico, ni tampoco enfermera, ni puedes vendar sus heridas. Tú
estás recogida en tu celda y no puedes acudir a ellos. Oyes el grito
agónico de los moribundos y quisieras ser sacerdote y estar a su lado ... Mira hacia el Crucificado. Si estás unida a él,
como una novia en el fiel cumplimiento de tus santos votos, es tu/su sangre
preciosa la que se derrama. Unida a él, eres como el omnipresente. ... pero
con la fuerza de la Cruz puedes estar en todos los frentes, en todos los
lugares de aflicción.”
Así vive ella su vocación contemplativa-apostólica. Es a través de
la cruz como ella sigue creciendo y alcanzando las vetas de la unión con
Dios. Sus palabras y sus gestos delatan una vida mística escondida y
profunda. Ella no teoriza, habla desde la experiencia y desde la profunda
convicción de que está cumpliendo su misión en función de su unión con
Cristo, y en favor de los demás. Por eso su modelo será la reina Ester. Su
misión no es la de morir, sino la de interceder con una disposición total
por su pueblo, incluso contando con la posible pérdida de la vida. Una
entrega que, siguiendo el ejemplo de Jesucristo y unida a Él, tiene un
valor apostólico redentivo. Quiere colaborar en lo que falta a la Pasión de
Cristo: AY es por eso que el Señor ha tomado mi vida por todos. Tengo que
pensar continuamente en la reina Ester que fue arrancada de su pueblo para
interceder ante el rey por su pueblo. Yo soy una pobre e impotente pequeña
Ester, pero el rey que me ha escogido es infinitamente grande y
misericordioso. Esto es un gran consuelo.”
Y el Rey quiso tomarla para sí, dejando que su amor se expresara en
el modo más grande: a través del martirio. Un texto, que ella reproduce en
su Ciencia de la Cruz, nos puede dar noción de su interioridad: “Yo
sólo deseo que la muerte me encuentre en un lugar apartado, lejos de todo
trato con los hombres, sin hermanos de hábito a quienes dirigir; sin
alegrías que me consuelen y atormentado de toda clase de penas y dolores.
He querido que Dios me pruebe como a siervo, después de que Él ha probado
en el trabajo la tenacidad de mi carácter; he querido que me visite en la
enfermedad, como me ha tentado en la salud y en la fuerza; he querido que
me tentase en el oprobio, como lo ha hecho con el buen nombre que he tenido
ante mis enemigos. Dígnate Señor, coronar con el martirio la cabeza de tu
indigno siervo.”
Francisco
Javier Sancho Fermín, ocd.
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