EL
CUIDADO Y DE
LOS ENFERMOS Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant “Estuve enfermo y fueron a visitarme” (San Mateo 25,36)” |
VIII LOS DIEZ MANDAMIENTOS DE Extraído
del Libro “Manual del Laico para el Ministerio de Sanación” del autor Rey.
Robert De Grandis S.S.J. Yo soy la vid, ustedes las ramas. Si alguien permanece en mí, y yo en
él, produce mucho fruto, pero sin mí no pueden hacer nada” (Jn. 15:5). Se dice que San Francisco Javier enseñó a los niños en India a orar y
sanar a los enfermos. Después de haber sido sanados, eran traídos ante él y
éste les explicaba lo que había ocurrido. Se dice también que Vicente Ferrer,
el domínico, resucitó más gente de la tumba que Jesús. Estas personas no
fueron más perfectas de lo que somos nosotros y todos estamos habilitados por
el mismo Espíritu Santo que reside dentro de cada uno de nosotros. Se supone
que podemos hacer obras más grandes que Jesús, “...pero les digo: el que cree
en mí hará las mismas cosas que yo hago y aún hará cosas mayores” (Jn.
14:12). Las siguientes son unas guías que a veces denomino “mandamientos”.
Pueden ser de utilidad en tus esfuerzos de orar por la sanación de las demás.
1. CREE QUE DIOS, POR LO GENERAL, QUIERE QUE TODOS LOS HOMBRES ESTÉN
SANOS, SALUDABLES, ÍNTEGROS EN CUERPO, MENTE Y ESPÍRITU. “Cuando Jesús bajó del monte, lo siguió mucha gente. Un leproso vino
a arrodillarse delante de él y le dijo: Señor, si quieres, tú puedes
limpiarme. Jesús alargó la mano, lo tocó y le dijo: ¡Lo quiero, queda limpio!
(Mt. 8:1-3). En este pasaje bíblico tomado de Esta historia, tomada del Evangelio, ilustra convincentemente el
deseo de Jesús de sanar a todo aquel que viniera a El. Está escrita cuatro
veces en los Evangelios: Jesús quería que todo aquel que viniera a El fuera
sanado; Mateo 8:16, Mateo 12:15, Lucas 4:40, Lucas 6:19. Las mismas obras que
Jesús realizó, las comisionó a sus apóstoles y discípulos. Nunca los envió
únicamente a predicar, todo lo contrario. Siempre dijo: “Prediquen Jesús dio a sus apóstoles las siguientes instrucciones: No vayan a
tierras extranjeras ni entren en ciudades de los samaritanos, sino que primero
vayan en busca de las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Mientras vayan
caminando, proclamen que el Reino de Dios se ha acercado. Sanen enfermos,
resuciten muertos, limpien leprosos, echen demonios. Den gratuitamente,
puesto que recibieron gratuitamente” (Mt 10:5-8). Nuestra misión, hoy día, es
como fue la de los apóstoles en su época, convertirnos en seguidores de
Jesús. Como católicos hemos aceptado abiertamente la invitación de ser
testigos de Jesús, hacer sus obras ahora como El las hubiera hecho, a través
del poder del sacramento de la confirmación. Por lo tanto, ahora que tú
empiezas a orar por los enfermos y a leer el Nuevo Testamento prestando
especial atención a la sanación, puedes preguntarte: ¿Dónde he estado todos
estos años? Los Evangelios claramente expresan lo que Jesús dijo: “Prediquen
el Evangelio y sanen a los enfermos”. En el libro Sanación de Francis MacNutt hay un capítulo sobre
sanación que recomiendo leer a todos. “El mensaje fundamental de la
cristiandad: Jesús salva”. MacNutt dice que el mensaje del Evangelio es que
Jesús salva y los domingos cuando el sacerdote o predicador está en el
púlpito, debe predicar precisamente esto. Este simple mensaje puede ser
enseñado, bien sea por la palabra hablada o dada, o por la comprensión que la
gente derive a través de la sanación. Creo que Jesús concibió ambas cosas. Cuando Kathryn Kuhlman vino a Mobile, Alabama en 1975, las entradas
se agotaron. De hecho, hubo mucha gente que se quedó sin entrar. Por la misma
época se presentó también en Mobile otro evangelista, un excelente orador y
quien contaba con una enorme campaña publicitaria, pero que no contó con la
cantidad de público que fue a escuchar a Kathryn Kuhlman. El único método que
utilizó fue el de la predicación mientran que Kathryn usó la predicación y la
sanación. Siempre que se han utilizado la predicación y la sanación, los
ofrecimientos de Jesús, los auditorios donde se han llevado a cabo las
presentaciones no han tenido la capacidad suficiente para albergar a toda la
gente que ha querido acudir. Esto ha ocurrido en muchas ocasiones. En mi propio ministerio tuve la misma experiencia recientemente
cuando estaba en unos retiros espirituales en Brasil con sacerdotes,
religiosas y laicos. La noticia de que se estaban llevando a cabo unos
retiros espirituales de sanación se esparció por todos los vecindarios. Las
puertas del lugar donde se desarrollaban los retiros fueron colmadas por
personas provenientes de toda la región que querían asistir. ¿Por qué? Porque
hay una atracción natural hacia la sanación. Esta atracción fue evidente
también en la época de Jesús, cuando leemos que era seguido por multitudes.
Todos necesitamos sanación, de una forma o de otra, porque seguimos siendo
personas con necesidades. Algunos teólogos afirman que el Señor no sana a la gente enferma de
hoy porque esto era solamente para las personas del siglo primero. Sin
embargo, en estas épocas modernas podemos ver claramente como la gente común
y corriente tiene, en cierto sentido, un entendimiento más profundo del
Señor, y visitan santuarios para hallar sanación, o siguen a predicadores, o
acuden a la última aparición de Nuestra Santísima Madre para ser sanados.
Personalmente, no tengo nada en contra de tomar un avión para ir a Lourdes,
claro que el ochenta por ciento de los cristianos hoy en día no puede
costearse este lujo, y la cristiandad no es sólo ese veinte por ciento que
puede saltar a un avión e ir a santuarios o a lugares santos. La cristiandad
está siempre a disposición de todos los hombres sin importar su raza, y el
poder de sanación de Jesucristo está donde haya un cristiano, donde haya una
apertura al poder sanador del Señor Jesucristo. Mi método total de sanación se basa en la idea de que la sanación es “una
respuesta a la oración”, opinión que ha sido objetada por algunas personas.
Otros la ubican en la comunidad. Esto está bien ya que queremos darle
importancia a la comunidad. Si podemos creer en el amor que el Señor nos
tiene, entonces, El va a actuar a través de nosotros, que somos sus
instrumentos, para darnos la respuesta a nuestra oración. Yo creo que Jesús,
por lo general, quiere que todos los hombres sean sanados, porque El prometió
darnos signos. “Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi
nombre(...) pondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán (Mc 16:17-
18). Este relato bíblico refleja la actitud de Jesús sobre la sanación, fue
resaltado, utilizado y vivido entre los primeros cristianos y cuyo poder nos
fue dado a nosotros por el Evangelio según San Marcos. En cada sanación existen cuatro factores: la persona que ora, la
persona por la que se ora, la oración que se dice y la fe de la comunidad.
Mencionaré aquí brevemente el cuarto factor. ¿Cuánta fe tenemos dentro de la
comunidad católica para alcanzar la sanación? Hago siempre énfasis en la fe
de la comunidad porque la experiencia me ha mostrado lo importante que es.
Por ejemplo, estando en Birmingham, Alabama, una mujer que había pertenecido
a la iglesia pentecostal antes de ser católica, me dijo un día algo con
respecto a sus experiencias de sanación: “Padre, cada vez que nos
enfermábamos, como miembros de Esta mujer me hizo reflexionar sobre la fe de la comunidad que oró
por ella. Concluí lo siguiente: Empezamos a orar por sanación y no nos
sorprendamos si nuestras oraciones son contestadas. La comunidad entera, a
diario, crece en afirmación y experiencia a medida que extiende la mano y ora
por la sanación de los enfermos. La experiencia es supremamente importante ya
que la mayoría de nosotros duda como Santo Tomás, y necesitamos ver la
sanación para creer. Es triste decirlo, pero no espero que la mayoría de los
católicos crean en la sanación sino hasta que la vean debido a la fuerte
resistencia que tienen. Ellos la buscan en santuarios, lugares santos, y
rezando novenas. Una de las mejores experiencias de fe en mi vida ha sido la cruzada
de Kathryn Kuhlman, en la que fui testigo de 100 sanaciones en Pittsburg. Mi
experiencia personal hizo crecer mi fe. Algunas personas están haciendo un
seguimiento a estas cruzadas de sanación argumentando que la gente no es en
realidad sanada, sino solo aparentemente. A mi modo de ver lo que pasa es que
cuando las personas salen de las sesiones de sanación, la fe y el amor
retornan a sus comunidades negativas en donde no hay amor, paz o alegría,
sino solo rabia, frustración y culpa. Estos últimos síntomas empiezan a
aflorar de nuevo y los que habían sanado se enferman de nuevo porque el
ambiente donde viven no cambia. En la cátedra de “oración de sanación”, llevada a cabo en Mobile,
Alabama, la gente entraba a la cafetería donde se estaban dando las clases, y
los que tenían un dolor físico dejaban de sentirlo. Podían sentarse por dos
horas en la clase sin experimentar ningún tipo de dolor, sintiéndose
maravillosamente, pero cuando abandonaban la cafetería, el dolor regresaba.
¿Por qué? La fe de la comunidad es muy importante en toda el área de sanación
y ciertamente uno de los factores primordiales. “Señor Jesús, sé que deseas que todos te amemos en forma completa y
que estemos totalmente bien para que podamos orar y alabar. Permite que el
Espíritu Santo se manifieste hoy y que nos enseñe la verdad de que Tú
realmente nos quieres saludables en cuerpo, mente y espíritu. Aumenta hoy
nuestra fe como comunidad para creer en tu amor sanador”. 2. RECIBE LOS SACRAMENTOS TAN FRECUENTEMENTE COMO TE SEA POSIBLE PARA
LOGRAR Nuestro Señor Jesús dio su vida por los hombres de todas las épocas.
Para continuar con su trabajo de redención y de santificación a través de los
tiempos, dio a El teólogo Donald Gelpi S.J., escribió lo siguiente en su libro La
piedad pentecostal: “Pero los católicos no pueden redescubrir el propósito de
estos sacramentos de manera significativa a menos que estén plenamente
convencidos de que estos poseen un don efectivo de sanación. Esto,
simplemente, significa que no podemos desechar o desdeñar más la sanación por
la fe practicada por muchos de nuestros hermanos no católicos”. Por el contrario, debemos entender su verdadero significado y lugar
en la vida de cada comunidad cristiana. Debemos también contemplar el
ministerio sacramental de la sanación como una parte integrante de las
vocaciones sacerdotales. Y debemos llegar a un entendimiento teológico sólido
de la relación entre un ministerio sacramental y un ministerio caristmático
de la sanación. Como católicos, el centro de nuestra vida espiritual es la misa, -cuerpo, mente y espíritu- no susceptible de separación, entiendo que
ésta es una solicitud de protección contra el mal físico, psicológico y
espiritual. En la oración que el sacerdote dice a la congregación: “La paz del
Señor esté siempre con vosotros”, Cristo está presente en su gente. Esto
significa repetidamente la paz total del hombre: cuerpo, mente y espíritu. Si
alguien tiene un dolor intenso durante La segunda oración antes de la comunión: “Señor Jesucristo, con fe en
tu amor y en tu misericordia, como de tu cuerpo y bebo de tu sangre, no me
condenes sino dame salud en mente y cuerpo”, es una referencia directa a la
sanación sin requisitos. Los sacerdotes harían bien en llamar la atención de
los fieles. Ciertamente se ayudaría a muchas más personas si llegaran a Todos hemos repetido esta oración antes de la sagrada comunión:
“Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará
para sanarme”. Pero ¿cuántos han reflexionado realmente sobre esta súplica?
Esta es una magnífica oportunidad de mostrar al Señor nuestra necesidad de
sanación y de esperar que, así como El se entregó por nosotros, nos dé un don
menor, como es la sanación total del hombre. El Reino de Dios está sobre nosotros y en la misa nos damos cuenta de
su presencia en forma muy profunda. Este es el momento para los frutos del
Reino, uno de ellos es la integridad, la cual debe ser hecha y recibida por
el creyente. Hemos recibido los sacramentos como ayuda para lograr la sanación,
Dios tocando al hombre, el hombre tocando a Dios. “Extiende la mano y toca a
Dios cuando El pasa”, como dice la canción. Esto es lo que ocurre en los
sacramentos: Jesús desciende y nos toca. Recíbelos con la confianza de
recibir la sanación. “Señor Jesús, tócanos y sánanos hoy. Renueva dentro de cada uno de
nosotros nuestro compromiso de recibir tu amor sanador que nos es dado en los
sacramentos”. 3. ORA POR EL ENFERMO TANTAS VECES COMO TE SEA POSIBLE Aparentemente, entre más oremos con el enfermo, más relajada y
profunda se vuelve la oración. Si éste es el caso, es valioso orar por él
tantas veces como sea posible. Así como existen barreras a la sanación, el
enfermo tiene barreras también y entre más se ore por él, más receptivo se
volverá y más barreras se removerán, permitiendo que el amor de Dios fluya
libremente. Generalmente, cuando las familias me traen a sus enfermos, les digo:
“Oren por ellos tres veces al día: en la mañana, al mediodía y en la noche.
Impongan las manos sobre ellos por lo menos tres veces al día. Oren tantas
veces como les sea posible, especialmente por los enfermos que hay en casa ya
que se consiguen muchas más cosas de las que se creen mediante la oración”.
Raras veces oramos demasiado por los enfermos. El peligro está en que oramos
muy poco, no lo contrario. Es imperativo que nunca dejemos de orar, sin
importar que tanto lo hayamos hecho con nuestros enfermos antes. Jesús es el
modelo que debemos seguir ya que El dedicó mucho tiempo de su vida a la
oración. Nosotros mismos estamos recibiendo la sanación cuando oramos por los
enfermos. Estamos creciendo en amor, fe y confianza. Este crecimiento, además
de justificar nuestra preocupación por la sanación de los enfermos, debe
justificar una frecuente oración. Por lo tanto, sea constante y ore por los
enfermos tantas veces como le sea posible. “Señor Jesús, fortalécenos y haznos alcanzar la fe. Pon tus manos
sobre los enfermos sabiendo que tu deseo de sanación es más fuerte que el
nuestro. Al seguir tu ejemplo, Jesús, ayúdanos a percibir las necesidades de
tu pueblo y a ayudar con compasión. Gracias, Jesús”. 4. TEN CONFIANZA EN EL AMOR DE JESÚS PARA Cuando la mayoría de los laicos se ve ante la posibilidad de orar por
otras personas para pedir sanación, se sienten temerosas porque se creen
carentes de la suficiente fe. La fe personal de la mayoría se vuelve un nudo,
incluso la de aquellas personas que han estado orando durante muchos años por
los enfermos. El Señor sólo nos pide que tengamos fe como un grano de
mostaza. Es aconsejable poner toda nuestra atención en Jesús, haciendo
énfasis en el Señor y no en nuestra propia fe. Al poner nuestra fe en el amor
de Jesús durante la oración, podemos orar de la siguiente manera: “Señor, tú
amas a esta persona. Yo estoy aquí para canalizar tu amor y creo y confío en
tu amor”. Luego, si es posible, visualice a Jesús allí de pie con sus manos
sobre la persona por la que se está orando; pídale a ella que haga también
esta visualización. La visualización es muy importante en el ministerio de la
sanación porque ayuda a enfocamos en Jesús y no en la fe suya o en la de la
persona por la que se está orando. El don carismático de la sanación, como yo lo entiendo, es una
apertura, una “pasividad” hacia el Señor. No lo puede encender y apagar.
Inclusive si usted se siente como un tubo oxidado, el amor del Señor puede
fluir a través suyo. El agua cristalina corre por tubos oxidados. Por esto,
cuando se les enseña a los niños a orar, ocurren milagros. Los niños no
tienen los complejos de los adultos. Hace algunos años, un grupo de
misioneros en el Africa tradujo el Evangelio de San Juan a la lengua nativa
del lugar antes de que fueran expulsados por el gobierno. Al regreso de los
misioneros años más tarde, estos se quedaron atónitos al ver que los enfermos
de las diversas poblaciones estaban sanos. Atribuyeron esto al hecho de que
la gente estaba leyendo el Evangelio de San Juan, a que creían de todo
corazón en lo que leían y a que vivían la vida cristiana escrita en el
Evangelio. Esto dice mucho de cómo obra la fe en los niños y en las personas
simples.: sencillamente creen. Niños de tres, cuatro, cinco años de edad han
dicho: “Déjame orar por tí” Los niños oran y después corren a jugar. Poco
después la mamá está sorprendida porque se sanó. En repetidas ocasiones he
escuchado esta historia. Los chicos no han sido educados en teología. El
Evangelio de Jesús siempre ha sido para todos los hombres sin distingos de
raza, y es relativamente fácil de seguir. No es sólo para los intelectuales o
los teólogos, es para todo aquel que esté abierto a El. Hoy en día, muchos jóvenes se están adhiriendo a sectas religiosas
orientales, situación que nos preocupa. Para sus seguidores, el atractivo de
estas sectas religiosas parece radicar en que éstas profesan la garantía de
un conocimiento profundo que conlleva a la felicidad. Puedes ir a la cima de
una montaña y sentarte con un gurú y aprender los secretos de todos los
tiempos, así dicen. Sin embargo, ¿no tiene sentido que tú tengas el Evangelio
de Jesús que enseña a entregarse y a enlodarse los pies y ayudar al pobre, o
te permite encerrarte en un armario y alcanzar la más alta contemplación? La
cristiandad es, ciertamente, la religión más realista. Jesús tenía los pies
en la tierra aunque pasó noches enteras orando en las montañas. Ya que
profesamos la fe cristiana, sea en lo más alto de una montaña o en las calles
de Calcuta o en las ciudades donde vivimos, cree en el amor de Jesús
acompañándolo, confía en el amor del Señor para sanar. “No se turben; ustedes
creen en Dios, crean también en mí” (Jn. 14:1). “Señor Jesús, creemos en tu amor y creemos en tí, pero existen
momentos en que estamos pensando sólo en nosotros. En estos momentos, cuando
nuestra fe se tambalea, ayúdanos a centrar de nuevo nuestra atención en tí y
en tu amor. Quédate con nosotros, Jesús, dondequiera que estemos, para
traernos de regreso a tu luz sanadora”. 5. PON TUS MANOS SOBRE Existe una comunicación especial cuando tocamos a alguien con amor.
Si no lo crees, pregunta a una joven pareja de enamorados que van por la
calle con las manos entrelazadas y diles que no es necesario que se tomen de
las manos. Ellos te contestarán: “Usted no sabe lo que se siente”. Existe,
definitivamente, una comunicación por el tacto, porque es una manera no verbal
de transmitir amor. Aquellas personas, en el ministerio de la sanación, que han orado
imponiendo sus manos, pueden dar fe de su poder. Muchos han sentido calor o
alguna otra sensación como vibraciones cuando lo hacen. Es natural que cuando
nos encontramos con alguien le estrechamos la mano. Ya que el tacto es un
gesto natural de comunicación para transmitir nuestro amor y nuestra
preocupación, grandes cosas parecen ocurrir cuando combinamos oración e
imposición de manos. El Nuevo Testamento cita muchos ejemplos de imposición de manos hecha
por Jesús y por sus discípulos. Jesús sabía del valor de la imposición de
manos. “Entonces trajeron a Jesús algunos niños, para que les impusiera las
manos y rezara por ellos” (Mt. 19:13). “Jesús alargó la mano, lo tocó y le dijo: Lo quiero, quedas limpio”
(Mt. 8:3). “Había ido Jesús a la casa de Pedro, encontró a la suegra de éste en
cama, con fiebre. Jesús la tomó de la mano y le pasó la fiebre” (Mt. 8:15). “Le rogaba: Mi hija está agonizando; ven, pon tus manos sobre ella
para que sane y viva” (Mc 5:23). “Tomando la mano de la niña, le dijo: Talita Kum, que quiere decir:
Niña, a tí te lo digo: levántate. Y ella se levantó al instante y empezó a
corretear” (Mc. 5:41- 42). “Al verla Jesús, la llamó. Luego le dijo: Mujer, quedas libre de tu
mal. Y le impuso las manos. Y ese mismo momento ella se enderezó, alabando a
Dios” (Lc. 13:12-13). “Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo:
Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde
venías, me ha enviado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu
Santo. Al instante fue como si le cayeran escamas de los ojos y pudo ver
(Hechos 9:17). Nosotros, como discípulos de Jesús, también somos enviados por El
para comunicar su amor a través de la imposición de manos en la búsqueda de
la sanación. “Y estas señales acompañarán a los que crean: en mi nombre (...)
impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán” (Mc. 16:17). “Jesús, cuando oramos por otros en tu Nombre te pedimos que uses
nuestras manos como si fueran las tuyas para alcanzar y tocar a aquellos por
quienes oramos. Permite que el Espíritu Santo actúe a través de nosotros hoy,
especialmente cuando oramos por los miembros de nuestras familias o
comunidad. Gracias Jesús por tu amor sanador que fluye a través de mí en este
momento”. 6. PONGAMOS NUESTRAS VIDAS EN LAS MANOS DE JESÚS En la medida en que nos entreguemos más a Jesús, El vivirá más dentro
de nosotros y más podrá actuar a través de nosotros. ¿No es acaso esto lo que
es la vida cristiana, un total abandono en las manos del Señor? Nosotros
cantamos, “A donde me lleves te seguiré”, y esto es tan cierto como que
tenemos que seguir a Jesús tan cerca y sinceramente como podamos. Debemos recordar siempre que somos “sanadores divididos”. No existe
nadie que sea verdaderamente completo en todos los sentidos, es decir, en
mente, cuerpo y espíritu. Algunos se excusan: Bien, no puedo orar por los
demás porque yo mismo tengo demasiados problemas... Recuerde que somos sanadores
divididos y cuanto más sirvamos de canal al Espíritu Santo, más sanación
tendremos y más efectiva será nuestra intermediación. El don del Espíritu Santo dentro de nosotros parece ser una apertura
continua, de manera que cuando El quiera actuar a través de nosotros lo pueda
hacer. De esto se trata. “Y ahora no vivo yo, sino que Cristo vive en mí”
(Gál. 2:20). Se trata de estar en total unión con Cristo en su Espíritu
Santo. Esta es la luz de Cristo que brilla a través de nosotros. Una de las formas en que más podemos ponernos en las manos del Señor
es por medio de la alabanza. Podemos entregarnos más a Dios si lo alabamos en
este momento, sin importar nuestra situación. Si pierde el camino de regreso
a casa una noche cualquiera, debe orar y alabar a Dios. Si al salir de una
reunión de sanación se da cuenta que su grabadora portátil no está
funcionando, alabe a Dios. La alabanza es una hermosa forma de espiritualidad
porque se mezcla de manera perfecta con lo que hemos aprendido, que es el don
de ser capaces de vivir en el momento presente. Debemos recordar siempre que Jesús es el sanador y que “...sin mí no
pueden hacer nada” (Jn. 15:5). Somos únicamente el canal que El escoge. Su
Espíritu actuará con mayor libertad a través de una oración profunda a la
vida, una alabanza y una constante dependencia de El. “Jesús, aumenta mi dependencia en tí a medida que mi entrega se hacer
mayor por el poder de la oración y de la alabanza en mi vida diaria. Me
entrego a ti en forma completa y te pido que tu Espíritu me llene de luz y
permita que cada parte de mi mente sea iluminada. A tí Señor Jesús, el poder
y la gloria por siempre jamás”. 7. PERDONA A TODOS LOS QUE TE HAN OFENDIDO O HERIDO La falta de perdón es una de las pocas cosas que son una verdadera
barrera para lograr la sanación. Algunos dirían que la falta de fe es lo más,
pero la experiencia que tengo en mi propio ministerio me ha demostrado que la
falta de perdón es el obstáculo más común. Muchas, veces, personas de poca fe
son sanadas por la inmensa fe de la comunidad, pero si la persona por la que
se está orando alberga falta de perdón, no se sanará hasta que haya perdonado
del todo. El poder sanador del Señor Jesucristo no puede penetrar debido a la
falta de perdón. “Queda bien claro que si ustedes perdonan las ofensas de los
hombres, también el Padre celestial los perdonará. En cambio si no perdonan
las ofensas de los hombres, tampoco el Padre los perdonará a ustedes” (Mt. 6:14-15). La gente nunca está segura de haber perdonado. Frecuentemente me preguntan:
¿cómo se sabe que uno perdonó del todo? Siempre respondo: Cuando ore por la persona que lo ofendió o hirió, puede estar
absolutamente seguro de que fue perdonado porque al orar por ella, se está
pidiendo al Señor que le brinde a esta persona bondad y cosas buenas. Amar es
desear lo que más le convenga al otro y hacer lo que razonablemente se puede
para brindarle felicidad y cosas buenas. Las definiciones de amor y oración
en estas circunstancias son paralelas: en la oración se pide lo que más convenga
y en el amor se desea lo mejor. Por lo tanto, cuando oramos por una persona,
nuestra oración se convierte en manifestación de amor en acción. Lo repito
una vez más, una vez que hayamos orado por alguien sinceramente, podemos
estar seguros de que la hemos perdonado en un acto de voluntad. ¡El perdón es
decisión, no sentimiento!. Es la decisión de perdonar la que te libera y te redime, y esto es
todo lo que el Señor te pide. “Jesús, ayúdame a amar y a orar por aquellos que me han herido porque
conozco tu amor y los perdono incondicionalmente así como tú me has
perdonado. Dejo bajo tu luz sanadora cualquier resentimiento o falta de
perdón que albergue hacia ellos. Elevo una oración en este momento por la
persona que más me haya ofendido en la vida y te pido que colmes de
bendiciones su vida. Te agradezco el haberme liberado del mal de la falta de
perdón". 8. Ora por quienes te han herido Cree en las palabras de Jesús,
"Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen a la puerta y les abrirán"
(Mt. 7:7). La sanación no es otra cosa que un ministerio de oración y fe, y
el Señor lo dice claramente en las Escrituras. Como dije con anterioridad,
cuando oramos por una persona se puede estar razonablemente seguro de que
estamos amando y haciendo lo mejor que podemos. Le pedimos al Señor que le
brinde bienestar en su vida. Si después de haber orado por alguien todavía
sentimos dolor, podemos pedirle al Señor que sane este sentimiento. Un método
para eliminar los sentimientos negativos es visualizar a la persona en
nuestra mente y verla como Dios la ve. Decimos: "Te perdono y te amo
porque Jesús te ama". Podemos repetir esto cuantas veces sea necesario y
tan despacio como sea posible para permitir que el amor de Nuestro Señor
Jesús se haga presente y sature a esta persona. Eventualmente, se producirá
un verdadero cambio en nuestros sentimientos y actitudes hacia la persona por
quien estamos orando. Durante mis clases de oración de sanación en "Jesús le contestó: En verdad les digo: si tienen realmente fe y
no vacilan, no solamente harán lo que acabo de hacer con la higuera, sino que
dirán a ese cerro: Quítate de ahí y échate al mar, y así sucederá. Todo lo
que pidan con una oración llena de fe, lo conseguirán”. (Mt. 21:21-22) Desde
la montaña estamos haciendo que sucedan cosas. ¿significa esto, literalmente
que debemos mover montañas, o podría significar mover las montañas de maldad,
falta de amor, falta de fe, ansiedad, miedo, frustración, bronquitis,
artritis, pies y espaldas doloridos? Estas son las montañas de mal que
tenemos en nuestras vidas por las que podemos orar y decir: ¡Deseparezcan en
el Nombre del Señor! ¡Láncense al mar! Es cierto, el Señor ha prometido honrar las plegarias de los fieles.
Cuando oremos, depositemos toda nuestra confianza en “Jesús, me aferro y confío en tí y en tus palabras como aparecen en
las Escrituras. Que tu amor sanador fluya de mí hacia los demás así como creo
en tu deseo de que todos disfrutemos de tu vida en abundancia. Te pido que me
uses como instrumento de tu amor sanador, hoy”. 10. ALABA Y DA GRACIAS A JESÚS POR SU AMOR TANTAS VECES COMO TE SEA
POSIBLE Es imperativo que alabemos y demos gracias al Señor por todas las
cosas: por la oración contestada y por la que no. Más alabemos y demos
gracias al Señor, con mayor perfección pondremos en práctica el primer gran
mandamiento: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con
toda tu fuerza...” (Lc. 10:27). A medida que abrimos nuestros corazones y mentes en alabanza al
Señor, nos estamos abriendo a su poder sanador. La mayoría de estas personas
gasta su vida lamentándose de sus problemas, dolores y sufrimientos. Están
tan absortas en sus dificultades que éstas se convierten en el centro de su
oración cuando este lugar debe ser ocupado por el Señor. Cuando alabamos y
damos gracias a Dios, hacemos de Jesús el centro de nuestra oración y nos
apartamos de nuestro centro. A medida que apartamos la vista de nosotros y la
volvemos hacia el Señor, El se manifiesta de manera extraordinaria. Cuando
alabamos al Señor, le estamos dedicando nuestra atención y, olvidándonos de
nosotros, nos volvemos más receptivos a lo que El tiene para darnos. Cuando una persona recibe oraciones de sanación, la podemos invitar a
una reunión y pedirle que de gracias y alabe al Señor por el trabajo que el
Espíritu Santo está haciendo dentro de ella. De esta manera, la persona se
apresta a recibir la sanación que probablemente ya se está llevando a cabo. Recomiendo los libros escritos por Merlín Carothers, Campo de
Alabanza, El poder de “Padre celestial, te damos gracias y te alabamos por el hermoso don
que nos has dado en Jesús y por el maravilloso poder que existe cuando
abrimos nuestros corazones en la oración. Señor, te pido que todos te
alabemos y te demos gracias siempre y en todo lugar. Te pido que te alabemos
y te demos gracias sin importar las circunstancias por las que estemos
pasando, y que tu amor nos llene en abundancia. Que cuando estemos sufriendo
alguna pena o apretando los dientes, podamos ser capaces de alabarte sabiendo
que todas las cosas funcionan para aquellos que amas. Pido que tu amor
sanador fluya en nosotros y que las áreas difíciles de nuestra existencia
sean sanadas, especialmente la de la autoestima. Que podamos aprender a
amarnos para poder amarte y amar a los demás. Te damos gracias y te alabamos, Jesús, por el trabajo que estás
realizando dentro de nosotros en este momento. Amén”. |
La
oración, bella oportunidad para dialogar con Dios. Estén
siempre alegres, oren si cesar, (1 Tes 5,15) Unidos
en la Oración Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant |