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El Monte Carmelo |
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Formación carmelitana. Presentación Nací el 21 de septiembre de 1966 en El Burgo de Osma (histórica villa
episcopal de Soria, en Castilla la Vieja). En 1984 comencé estudios de
derecho en Zaragoza. Allí sentí la llamada al Carmelo Descalzo, por lo que
dejé todo para iniciar el postulantado en Valencia el 5 de enero de 1985.
Hice el noviciado en Úbeda, en el convento donde murió san Juan de la Cruz.
Profesé el 21 de septiembre de 1986 (el mismo día que cumplía 20 años).
Estudié filosofía en Valencia y Teología en Roma. Recibí la ordenación
sacerdotal con 25 años, el 26 de abril de 1992 (mañana se cumple el 20º
aniversario del acontecimiento). Siempre sentí una vocación misionera en el corazón, por lo que cada
vez que en la Orden pedían religiosos para alguna fundación de África,
América o Asia, me ofrecía sin dudarlo. Pero el Señor tenía preparados otros
caminos para mí. Se me pidió que siguiera estudiando y me encargaron diversas
responsabilidades, que he intentado realizar lo mejor que he sabido. He dicho
muchas veces que me he encontrado bien en todos los destinos que me han dado.
El Señor siempre me ha bendecido poniendo en mi camino personas maravillosas,
que me han dado mucho afecto y de las que he aprendido tanto. En estos
momentos me encuentro en Roma, formando parte de una comunidad
interprovincial al servicio del Carmelo italiano. En mi infancia leí algo de santa Teresa de Jesús y de san Juan de la
Cruz, que me fascinaban, aunque un contacto serio con sus escritos no lo tuve
hasta el postulantado (en que leí sistemáticamente a la santa) y el noviciado
(en que leí sistemáticamente al santo). En los años posteriores hice lo mismo
con otros autores carmelitas (santa Teresita, el beato Francisco Palau, la
beata Isabel de la Trinidad, santa Teresa de Jesús de los Andes…). He tenido
ocasión de profundizar en sus vidas y enseñanzas y he encontrado en ellos una
gran ayuda en mi camino espiritual. En estos años he compartido la fe y la
esperanza con muchas personas de diversas condiciones y nacionalidades, y he
comprobado que los autores carmelitas son profundamente actuales, porque no
pierden el tiempo en tratar de cosas secundarias, accidentales, sino que
hablan de lo esencial y lo hacen desde su experiencia, no teorizando. Por eso
me he decidido a iniciar este proceso de formación carmelitana on-line. En la comunicación anterior hablé con cierto detenimiento de la Orden
Seglar del Carmelo Descalzo y de este proyecto. Muchas personas me han
escrito interesándose (Pido perdón a todos los que no he podido responder
personalmente). Algunos son ya miembros del Carmelo Seglar, otros quieren
serlo y otros ni lo son ni tienen interés en formar parte de él. Por eso me
he decidido a hacer una oferta lo más amplia posible, que sirva para todos.
Terminada mi presentación (en el futuro añadiré auto presentaciones de
otras personas relacionadas cordialmente con esta familia carmelitana) y la
explicación del sentido de este proyecto, os presento el tema primero. El
Monte Carmelo El Monte Carmelo ha suscitado
desde siempre la admiración de las personas sensibles. Quienes lo hemos
visitado y hemos tenido la posibilidad de alojarnos en el monasterio de los
Carmelitas Descalzos, sobre su cima, nunca podremos olvidar las preciosas
vistas sobre la bahía de Haifa ni los olores de las hierbas aromáticas. Los
poetas lo han cantado muchas veces. Pedro Calderón de la Barca, por ejemplo,
tiene unos romances titulados Descripción del Carmelo, que empiezan
así: «En la apacible Samaria, / hacia donde el sol se pone, / en túmulo de
esmeraldas / yace un gigante de flores. // Verde Atlante de los cielos, /
tanto su beldad se opone, / que, siendo cielo en la tierra, / parece en el
cielo monte…»
Geografía, flora y fauna
El Monte Carmelo (en hebreo Har HaKarmel),
más que un monte es una cadena montañosa de unos El promontorio noroccidental
(que forma el pico del triángulo) se adentra en el mar Mediterráneo como la
proa de un barco. Los palestinos lo llaman en árabe anf
el-jebej (la nariz de la montaña) y los judíos,
en hebreo ro’sh hakkarmel
(la cabeza del Carmelo). En su cima, a A pesar de encontrarse en un
país semidesértico y de que solo llueve en invierno, el Monte Carmelo se conserva
verde todo el año. El rocío proveniente del mar se posa cada noche sobre la
montaña, refrescando los pinos, algarrobos, higueras, olivos, laureles,
romeros, retamas y rosales silvestres, que crecen abundantemente. (La UNESCO
lo declaró reserva de la biosfera en 1996). Además, el torrente Quijón y otras fuentes permiten el cultivo de
plantaciones de olivos, almendros, viñedos, cítricos y campos de cereales a
sus pies. Hoy la fauna se reduce a algunos
corzos, felinos menores, roedores, reptiles, aves e insectos; pero en tiempos
pasados había abundantes conejos, jabalíes, gamos, osos, lobos, leones y
panteras. La presencia de fuentes y la posibilidad de alimentarse con los
frutos de la tierra y la caza de animales, favoreció desde antiguo el
establecimiento de grupos humanos en el Carmelo. La montaña contiene
numerosas cuevas, algunas de ellas habitadas desde el Paleolítico. Distintas
excavaciones en el wadi Murara han
sacado a la luz restos de un homínido, que ha sido llamado homo carmelitanus y que, gracias al Carbono 14, se han
datado hacia el 50- El Carmelo está situado en el
norte de Israel, a modo de frontera natural entre la tierra de Canaán (hoy
Israel-Palestina) y la de los fenicios (los filisteos bíblicos, el actual
Líbano). Como sus laderas son escarpadas, la vegetación era muy espesa y las
fieras abundantes, normalmente se atravesaba a través del paso natural de Meguido. Allí, las excavaciones arqueológicas han
encontrado restos de veinte ciudades, sucesivamente destruidas y reconstruidas
cada una sobre las ruinas de la anterior a lo largo de 5.000 años. Cada vez
que un imperio surgía en la zona, era lugar de paso obligado para conquistar
la estratégica Canaán (nexo de unión entre Europa, Asia y África) y
expansionarse, tal como testimonia abundantemente la Biblia: «El faraón Necao, rey de Egipto, fue al encuentro del rey de Asiria
hacia el río Eúfrates. Josías
le salió al paso, pero el faraón le mató en Meguido»
(2Re 23,29). Las guerras en las laderas del Carmelo fueron tantas y los
muertos tan numerosos, que el Apocalipsis llega a identificar ese espacio con
el lugar elegido por Dios para el combate y juicio finales: «Y reunieron a
los reyes en el lugar que en hebreo llaman Harmaguedón»
(Ap 16,16). La antiquísima fortaleza que defiende
el paso por el Carmelo desde las tierras de Canaán hacia el Norte es
indiferentemente llamada Meguido y Harmaguedón (deformación de Har
Meguido, el Monte de Meguido,
también transcrito como Armagedón, Argamedón y Hargamedón). Los
evangélicos tienen una literatura abundante sobre el Harmaguedón,
que ha inspirado numerosas novelas y películas de origen norteamericano sobre
temas apocalípticos. Tradicionalmente se ha hecho
derivar la palabra «Carmelo» del hebreo Karem
El, que significa «jardín de Dios» o «viña de Dios», aunque también se
puede traducir sencillamente por «huerto» o «vergel». La Biblia lo describe
como un paraje hermoso y rico de frutos. Las traducciones de la Biblia hebrea
al griego (los LXX) y al latín (la Vulgata) conservan la palabra «Carmelo» en
los pasajes que hablan de un lugar verde y ameno cultivado por el hombre,
aunque las ediciones contemporáneas traduzcan por jardín, huerta, vergel…
según el contexto. Se dice que su altura domina sobre el mar como símbolo de
estabilidad, de fortaleza, del poder de Dios, que va a actuar a favor de su
pueblo, venciendo sobre sus enemigos: «Por mi vida, dice el rey, cuyo nombre
es Yhwh de los ejércitos, que va a venir alguien
como el Carmelo que domina sobre el mar…» (Jer
46,18). En otros textos extrabíblicos antiguos, el Carmelo también sirve para
evocar la belleza, la fecundidad, la fortaleza o la fidelidad de Dios: «Dijo
el Santo –sea Él bendito– a Israel: tu cabeza es
como el Carmelo, amo a tus pobres como a Elías cuando estaba en el Carmelo» (Cant Rabba VII,6,1). Significado religioso del Monte
Al menos desde hace 3.000 años
tenemos documentada la presencia ininterrumpida de
santuarios en honor de las divinidades cananeas y fenicias en el Carmelo. De
hecho, en inscripciones egipcias del tiempo de Tutmosis
III es denominado Rusa gedes (que significa
«cabo sagrado»). El filósofo sirio Jámblico (Iamblichus), del siglo IV, en su libro Vida de
Pitágoras explica que este se retiró a vivir en la soledad del Carmelo
antes de su viaje a Egipto. También escribió que el Monte Carmelo era «el más
santo de todos los montes, por lo que el acceso está prohibido a la mayoría».
Desde el siglo III a. C. fue un importante centro de culto en honor de Zeus
(en el convento de Stella Maris se conserva un pie
de mármol, exvoto a Zeus Carmelus Heliopolitanus). El historiador romano Tácito afirma
que el año 66 d. C. Vespasiano acudió al Carmelo a consultar el oráculo de la
montaña (Oraculum Carmeli
Dei) antes de emprender su campaña contra Jerusalén. Son muy numerosos
los testimonios arqueológicos y bibliográficos sobre la persistencia de
cultos paganos en distintos lugares de la montaña. Dada la presencia multisecular
de estos centros de culto pagano, no es extraño que el profeta Elías retara
allí a los profetas de los falsos dioses y eligiera esta montaña para afirmar
la divinidad de Yhwh, el único Dios verdadero.
Desde Elías, el Carmelo se convirtió en un punto de referencia para el
judaísmo posterior, que veía en él un reclamo perenne a la pureza de la fe y
a la práctica sincera de las cláusulas de la Alianza. La relación entre Elías
y el Carmelo es tan fuerte, que los palestinos llaman a la montaña Jebel
Mar Elías (montaña de san Elías en árabe) y numerosos lugares conservan
en su nombre referencias al profeta («jardín de Elías», «cueva de Elías»,
«fuente de Elías», «lugar del sacrificio de Elías», etc.). Incluso unas
plantas que crecen en la zona son llamadas «barbas de Elías» y unas piedras
redondeadas y huecas, con cristales de cuarzo en su interior (las «geodas»),
bastante comunes en la zona, son llamadas «melones de Elías» o «ciruelas de
Elías», dependiendo del tamaño. La leyenda sobre la aparición de las geodas
en el «jardín de Elías» es muy curiosa. Cuenta la tradición que el profeta
subía desde el wadi ‘ain
es-Siah a la cima del Carmelo un día de mucho
calor. Al pasar junto a un campo de melones, pidió al dueño que le diera uno
para mitigar la sed. El propietario, no queriendo compartirlos con Elías,
dijo: «No son melones, sino piedras»; a lo que este respondió: «Está bien,
que se conviertan en piedras». Por eso, también se conoce la zona como «campo
de la maldición». Los recuerdos de la historia, las tradiciones y las
leyendas locales han unido con tanta fuerza al Monte Carmelo y al profeta
Elías, que ya no se pueden separar el uno del otro. En esto son concordes las
tradiciones de judíos, cristianos, musulmanes y drusos. La importancia religiosa de las
gestas de Elías sobre el Carmelo, hizo que el pueblo mirara con especial
simpatía todo el monte y lo asoció a significados nuevos, siempre positivos.
A esto ayudó también la abundante flora y fauna. En una tierra tan árida, se
convirtió en símbolo de la hermosura y de la fertilidad. Su belleza sirve
para piropear a la esposa en el Cantar de los Cantares: «Tu cabeza es como el
Carmelo, ¡qué hermosa eres!» (Cant 7,6-7), e
incluso para cantar la belleza de la Jerusalén futura, a la que se dará la
hermosura del Carmelo (cf. Is 35,1ss). El Carmelo en la tradición bíblica
Con el pasar del tiempo, el
Carmelo se convirtió en el arquetipo de toda la historia de la salvación: es
la imagen del jardín que Dios plantó para el hombre, al principio de los
tiempos, cargado de todo tipo de frutos apetitosos. Mientras Adán vivió en
comunión con Dios, pudo habitar en el jardín y comer sus frutos. Cuando
rompió la comunión, fue expulsado del jardín y se le vedaron sus frutos. Lo
mismo que sucedió entonces, sigue sucediendo hasta el presente: si el hombre
obedece a Dios, el Carmelo florece y le regala sus frutos. Por el contrario,
si el hombre peca, el Carmelo se seca y se transforma en desierto. Nos puede servir de ejemplo un
texto del profeta Jeremías, en el que Dios llama a juicio a su pueblo,
recordándole las gestas de su amor: lo ha sacado de la esclavitud de Egipto y
lo ha conducido a través del desierto para introducirlo en la Tierra
prometida, a la que él llama «la tierra del Carmelo». Allí se concretizan las
promesas que Dios hizo a Moisés: «Os daré una tierra buena, tierra de
torrentes y de fuentes, que produce trigo y cebada, viñas, higueras y
ganados…» (Dt 8,7ss). Pero Israel ha traicionado a Yhwh, adorando a los dioses falsos, aliándose a los
pueblos poderosos y actuando como ellos, abandonando la Alianza, profanando
el jardín de Dios (el Carmelo), que ya no puede ofrecer sus frutos al pueblo
traidor: «Yo os traje a la tierra del Carmelo (la versión griega traduce «al
Carmelo» sin más) y os di a comer sus frutos y sus bienes, pero vosotros
profanasteis mi tierra y la habéis convertido en un lugar aborrecible» (Jer 2,7). Por eso, los profetas anuncian en numerosas
ocasiones la devastación del Carmelo como castigo por las infidelidades de
Israel, como llamada apremiante a volver al Señor: «Oíd cómo lloran
amargamente […]. La tierra está de luto, el Carmelo está pelado…» (Is 33,9);
«Por las maldades de su corazón […], el Carmelo se ha convertido en un
desierto» (Jer 4,26); «Ruge el Señor desde Sión;
los campos de pastoreo están desolados y reseca la cumbre del Carmelo» (Am 1,2); «El Señor se venga de sus enemigos […]. El
Carmelo languidece» (Nah 1,4). Si el hombre persiste en sus
pecados y pone su confianza en sus propias fuerzas y no en Dios, el Carmelo
no puede ofrecerle sus frutos ni ser para él lugar de descanso. La
devastación del Carmelo es la mejor imagen para explicar las graves consecuencias
del pecado del hombre. Por el contrario, cuando este se arrepiente de sus
faltas, Dios envía su lluvia fecunda sobre el Carmelo, que vuelve a ser lugar
de bendición y de promesa de plenitud para el creyente. El Carmelo florecido
es la mejor imagen para explicar la bendición de Dios. Los profetas anuncian el
reverdecer del Carmelo, o la transformación del desierto en un gran «Carmelo»
(vergel), como imagen del perdón de Dios y de los tiempos mesiánicos: «Dentro
de muy poco tiempo el Líbano se convertirá en Carmelo y el Carmelo será un
bosque, los sordos oirán, los ciegos verán, los humildes se alegrarán con Yhwh y los pobres serán felices…» (Is 29,17). Este
Carmelo transfigurado por el poder de Dios, donde reinará la paz y la
justicia, será el gran regalo de Dios a su pueblo, que está invitado a poner
la confianza solo en Él. Los dones de la salvación definitiva y del Espíritu
Santo también van unidos al Carmelo: «El derecho habitará en la soledad y la
justicia en el Carmelo. La paz será obra de la justicia […]. Mi pueblo
descansará en la hermosura de la paz y de la confianza» (Is 32,16-18).
Después de cumplir su condena, los desterrados de Israel podrán regresar a
una Sión renovada y embellecida con la gloria del Carmelo: «Se alegrará el
desierto y la tierra árida, la estepa se regocijará y florecerá como un
narciso, dará gritos de alegría, porque le darán la gloria del Líbano y la
hermosura del Carmelo y del Sarón; y verán la
gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios...» (Is 35,1ss). El regreso de
la esclavitud desde Babilonia a la Tierra Prometida se identifica con el
regreso al Carmelo, donde se disfrutará de sus frutos: «Haré volver a Israel
a su pradera y pacerá hasta saciarse en el Carmelo» (Jer
50,19). Aunque se hace referencia al
Monte Carmelo también en otros textos (Jos 12,22;
19,26; Jdt 1,8; 2Cron 26,10; Miq
7,14; Is 10,18; 16,10; Jer 48,32…), para nosotros,
el principal es el que recoge la historia del profeta Elías (1Re 17 - 2Re 2),
especialmente el episodio de la victoria sobre los falsos profetas de Baal
(1Re 18,41-46) y el de la nubecilla (1Re 18,41-45), así como la historia de
su sucesor, el profeta Eliseo (2Re 2-13). La presencia y la actividad de
estos profetas hacen que este monte adquiera un significado mucho más
profundo que el geográfico. El Carmelo en la tradición cristiana
Como vemos, en el Carmelo se
reúnen las tradiciones bíblicas sobre la Creación, la Alianza, el pecado del
pueblo, el Exilio, las promesas de los profetas… hasta la llegada del Mesías.
Todo este bagaje espiritual fue recogido y desarrollado por los Santos
Padres, que ven en su hermosura una pregustación de la armonía final. Un
apócrifo del s. IV cuenta que María fue llevada en sueños hasta la gruta del
profeta Elías en el Carmelo. Desde allí vio el mar, la montaña, las fértiles
huertas… Al contemplar la belleza del lugar, se dijo: «Estoy en el Paraíso».
Entonces, el Ángel del Señor le respondió: «No estás en el Paraíso, pero si
quieres colaborar con Dios, ofreciéndole tu vida, la tierra entera se
convertirá en un Paraíso». Al leer el Cantar de los
Cantares, que hablan de la belleza de la esposa, a la que se ha dado «la
hermosura del Carmelo», los Padres lo aplican a María y a la Iglesia,
embellecidas por la gracia de Cristo. Un autor desconocido del s. IV escribe:
«Con justicia se compara la cabeza de la Iglesia con el Carmelo. De hecho, la
palabra Carmelo significa “ciencia de la circuncisión” y Cristo concluyó con
la circuncisión del cuerpo e inauguró la circuncisión del corazón». Esta
extraña etimología se repite entre los Padres griegos y pasó después a los
escritores latinos: «Carmelo significa “ciencia de la circuncisión”; por eso
la Virgen es llamada Carmelo, porque no estuvo sometida a los deseos carnales
y su hijo no fue concebido por el querer humano, sino solo por la obra de
Dios» (Felipe de Harveng. S. XII). Pero serán los autores
carmelitas los que más desarrollen el significado espiritual del monte y sus
relaciones con el profeta Elías y la Virgen María, «reina y hermosura del
Carmelo». Especialmente san Juan de la Cruz, con su obra Subida al Monte
Carmelo, ha unido el nombre de la santa montaña al esfuerzo espiritual
del cristiano que quiere unirse con Cristo. Benedicto XVI habla del
Carmelo
El Carmelo, alto promontorio que
se yergue en la costa oriental del Mar Mediterráneo, a la altura de Galilea,
tiene en sus faldas numerosas grutas naturales, predilectas de los eremitas.
El más célebre de estos hombres de Dios fue el gran profeta Elías, quien en
el siglo IX antes de Cristo defendió valientemente de la contaminación de los
cultos idolátricos la pureza de la fe en el Dios único y verdadero.
Inspirándose en la figura de Elías, surgió la Orden contemplativa de los
«Carmelitas», familia religiosa que cuenta entre sus miembros con grandes
santos, como Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, Teresa del Niño Jesús y Teresa
Benedicta de la Cruz (en el siglo, Edith Stein).
Los Carmelitas han difundido en el pueblo cristiano la devoción a la
Santísima Virgen del Monte Carmelo, señalándola como modelo de oración, de
contemplación y de dedicación a Dios. María, en efecto, antes y de modo
insuperable, creyó y experimentó que Jesús, Verbo encarnado, es el culmen, la
cumbre del encuentro del hombre con Dios. Acogiendo plenamente la Palabra,
llegó felizmente a la santa montaña, y vive para siempre, en alma y cuerpo,
con el Señor. A la Reina del Monte Carmelo deseo hoy confiar todas las
comunidades de vida contemplativa esparcidas por el mundo, de manera especial
las de la Orden Carmelitana. Que María ayude a cada cristiano a encontrar a
Dios en el silencio de la oración. (Ángelus, 16-07-2006). Juan Pablo II habla del Carmelo
Ya desde los primeros ermitaños
que se establecieron en el monte Carmelo y que habían ido como peregrinos a
la tierra del Señor Jesús, la vida se suele representar como una ascesis
hasta llegar a Cristo nuestro Señor, monte de salvación. Orientan esa
peregrinación interior dos iconos bíblicos muy apreciados por la tradición
carmelitana: el del profeta Elías y el de la Virgen María. El profeta Elías
arde en celo por el Señor […]. Contemplando su ejemplo, los Hermanos de la
Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo comprenden que solo quien
se mantiene entrenado para escuchar a Dios e interpretar los signos de los
tiempos es capaz de encontrar al Señor y reconocerlo en los acontecimientos
diarios. […] El otro icono es el de la Virgen María, a quien veneráis bajo el
título de Hermana y Belleza del Carmelo. […] Vuestro viaje espiritual
continúa en el mundo de hoy. Estáis llamados a releer vuestra rica herencia
espiritual a la luz de los desafíos actuales, a fin de que el gozo y la
esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo,
especialmente de los pobres y de todos los afligidos, sean también gozo y
esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo, y, de manera
singular, de todo carmelita. (Mensaje, 08-09-2001). Aquí podéis escuchar un canto
hebreo en honor del Monte Carmelo, acompañado de varias fotos del monte y de
Haifa. Dice así en hebreo: «El monte siempre verde. Aún sueño y pido inhalar
tus vientos como la primera vez y recostarme en tu sombra, Carmelo». http://www.youtube.com/watch?v=GbMi9Zo-3fs&feature=related
Via Gaspare Spontini, 17 00198-ROMA http://www.caminando-con-jesus.org/CARMELITA/ESDM/index.htm |
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Caminando con Jesús Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds |