|
|
EL
BAUTISMO DEL SEÑOR P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d. |
|
Introducción litúrgica. El bautismo es el contenido de Durante El lugar del bautismo. Juan bautizaba en «Betania, al otro lado del
Jordán» (Jn 1,28). Un lugar profundamente
simbólico. Por allí cruzaron los patriarcas en cada uno de sus viajes entre
Mesopotamia y Canaán. Cerca de allí Jacob luchó con el ángel, que le cambió
su nombre por Israel. Se encuentra a los pies del Monte Nebo, desde el que
Moisés divisó Reflexión teológica. Juan predicaba la conversión, invitando a la
penitencia, y la gente se hacía bautizar «confesando sus pecados» (Mt 3,6).
Jesús se somete a este rito (con escándalo del mismo Juan), para que se
cumpla todo lo que Dios ha dispuesto (cf. Mt 3,15). Descendiendo a la
profundidad de la oscuridad y de la muerte que causan nuestros pecados, Jesús
nos abre el camino de la luz y de la vida. Por eso, entonces se abren los
cielos, se derrama el Espíritu Santo y Jesús es declarado Hijo por la voz del
Padre (cf. Mt 3,16-17 y paralelos). El contexto revela qué tipo de Mesías es
Jesús y cuál es su misión: es el siervo de YHWH que carga con los pecados del
pueblo, tal como cantó Isaías. El Padre reconoce a Jesús como su «Hijo». La palabra utilizada es pais, que puede significar tanto hijo joven, como siervo.
Como si dijera: «Éste es mi muchacho», utilizando a propósito una palabra
ambigua. Encontramos aquí un eco del salmo 2, de contenido mesiánico: «Tú
eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy» (Sal 2,7) así como de los cánticos del
siervo: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo, a mi elegido, en quien se
complace mi alma. He puesto mi Espíritu sobre él» (Is
42,1). En el momento en que Jesús inaugura su misión, se presenta con los
rasgos del rey davídico, al mismo tiempo que con los del profeta-siervo, que
quita el pecado del mundo (Jn 10,36), cargándolo
sobre sus espaldas. No se distancia de nuestra historia, de nuestras
miserias. Por el contrario, se hace solidario con nosotros hasta las últimas
consecuencias. De ahí que Cristo tenga que recibir un bautismo final que le
angustia, que es su muerte violenta (Lc 12,49-50) y
que nuestro bautismo sea participación en su misterio pascual (Rom 6). El mismo Espíritu que lo consagra, después lo empuja al desierto,
donde es tentado (Mt 4,1). Las tentaciones se refieren, precisamente, a la
manera de entender su mesianismo. Satanás le presenta otros modelos (Mt
4,1-11), distintos del que ha recibido de Dios, tal como se ha manifestado en
el bautismo. Dios le pide el servicio, el sufrimiento y la obediencia. El
demonio le ofrece el triunfo, el poder y la gloria humana. Jesús las supera
no usando de Dios para su provecho, sino sirviéndole con obediencia. Se
abandona, confiadamente, en las manos del Padre; a pesar de que el papel del
siervo sufriente no sea claro y parezca condenado al fracaso: «Aprendió
sufriendo a obedecer» (Hb 5,7-8). P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d. Teresianum Piazza San Pancrazio
5/A 00152-ROMA (Italia) |
|
Caminando con Jesús Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds |