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El
profeta Eliseo en la Biblia y en la tradición judía P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d. |
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Hace dos semanas hablamos del Monte
Carmelo en la biblia y en la tradición judía y la
semana pasada hicimos lo mismo con el profeta Elías y sus gestas. Continuamos
hoy nuestra formación carmelitana con una breve reflexión sobre el profeta
Eliseo, el sucesor de Elías. La semana próxima, si Dios quiere, trataremos
sobre la lectura que hicieron los primeros cristianos de las gestas de Elías
y Eliseo, a los que consideraron los inspiradores de la vida monástica. Más
tarde veremos las tradiciones carmelitanas que se formaron en torno a estas
figuras. El ciclo de Eliseo (2Re
2-13) El
nombre de Eliseo (‘Él-iShâ) significa «mi
Dios es salud» o «mi Dios salva». Elías colocó su manto sobre él, llamándolo
a su seguimiento. El gesto es muy significativo, porque Eliseo era un
terrateniente, importante representante de los agricultores sedentarios,
mientras que Elías vestía con un manto de pieles ceñido con un cinturón, como
sus antepasados ganaderos y seminómadas. La relación de unos y otros nunca
fue fácil, como recuerda el relato de Caín (agricultor) que mata a Abel
(ganadero). Para muchos contemporáneos de Elías y Eliseo, la entrada de los
hebreos en Canaán había significado un progresivo alejamiento de la fe
sencilla de los antepasados, al adoptar el estilo de vida y las creencias de
los pueblos cananeos. Elías, que no tiene una residencia fija y viste con la
pobreza de los antepasados, llama a Eliseo, que se dedica al cultivo de la
tierra, para que abandone su estilo de vida y se haga su discípulo. Eliseo
quemó los aperos de labranza y mató sus bueyes para hacer un banquete de
despedida antes de seguir a Elías, al que acompaña desde entonces sin
separarse de él. Para Eliseo este gesto supone una ruptura total con la vida
que había llevado hasta entonces. Eliseo
permaneció virgen toda su vida, como Elías, algo muy raro en el Antiguo
Testamento, que solo encontramos en algunos personajes totalmente volcados a
su ministerio en tiempos de crisis radical, casi como anunciando los tiempos
últimos (otros ejemplos son Jeremías y –a caballo entre el Antiguo y el Nuevo
Testamento– Juan Bautista). A diferencia de su
maestro, que actuaba siempre en solitario, Eliseo recogió a su alrededor una
comunidad de profetas, con los que vivía en relación y de los que se servía
para distintos encargos. Fijó su morada en el Monte Carmelo, desde donde se
trasladaba para realizar su ministerio. El
ciclo del profeta Eliseo se encuentra en 2Re 2-13. En él se recogen los
acontecimientos transcurridos desde que Elías lo nombra profeta colaborador
suyo (y más tarde, su sucesor), hasta el momento de su muerte. En la
narración se alternan los prodigios realizados por el profeta y sus
intervenciones en los acontecimientos sociales y políticos de su época en
este orden: ascensión de Elías en un carro de fuego y entrega de su manto a
Eliseo, división de las aguas del Jordán usando el manto de Elías (como hizo
en su tiempo Josué con el bastón de Moisés), purificación de las aguas
amargas de Jericó, ataque de dos osas contra los chiquillos que se reían de
su calvicie, oráculo contra Moab a favor de los reyes de Israel y Judá,
multiplicación del aceite a favor de la viuda de uno de los miembros de la
escuela de los profetas, fecundidad de la sunamita
y posterior resurrección de su hijo (Sarepta, Sunam y Naím están cerca, al
noroeste del lago de Galilea. En estas tres poblaciones, Elías, Eliseo y
Jesús resucitaron al hijo único de una viuda), desintoxicación de la olla
envenenada, multiplicación de los panes para alimentar a los hijos de los
profetas, curación de la lepra al sirio Naamán
(episodio recordado por Cristo en su predicación), castigo del criado
codicioso, recuperación del hacha caída al río, consejos al rey de Israel y
liberación de emboscadas de los sirios, liberación del asedio de Samaría, unción del rey Jehú
(que será el que acabe con la familia del impío rey Ajab),
anuncio de victoria contra Siria, muerte del profeta y resurrección de un
difunto al contacto con su tumba. Los
numerosos milagros realizados por el profeta son causa de admiración y
respeto para sus seguidores, para los gobernantes y para el pueblo. Si los
adoradores de los Baales decían que sus dioses
procuraban la fecundidad a los hombres y a los campos, los milagros de Eliseo
muestran que todo viene de Yhwh: los hijos, el
trigo, el aceite, el agua… e incluso las victorias militares y los castigos.
Eliseo intervino de manera decisiva en las cuestiones sociales y políticas,
pronunciándose severamente contra los cultos idolátricos, aceptando o
rechazando alianzas militares, nombrando reyes, dando sabios consejos al rey
en las guerras contra Siria, animando a la población durante el asedio de Samaría, etc. En todas sus obras se movió guiado por la
fe en Yhwh y por la certeza de que la Alianza con
Él es eterna. Fue severo perseguidor de la impiedad y del delito, pero
indulgente y bondadoso con los atribulados y los pobres. Recordó a Israel que
toda su actividad, incluida la política y las relaciones con los otros
pueblos, tiene que estar guiada por su fe y que la obra de Yhwh no se circunscribe en las fronteras de su pueblo,
sino que abarca todos los lugares y todos los pueblos, porque es el único
Dios y Señor del mundo. Eliseo y los hijos de los
profetas Los
«hijos de los profetas» llaman siempre a Eliseo «el hombre de Dios» y lo
tienen por padre y maestro. Estos «hijos de los profetas» (la Biblia de
Jerusalén traduce «hermanos profetas» y la de la CEE «comunidad de profetas»)
eran hebreos de una fe profunda, que llevaban una cierta vida comunitaria,
dedicados a la oración, aceptando en algunas ocasiones la dirección de uno de
ellos, al que llamaban «padre». Su amor a Israel no les hace buscar el éxito
militar, sino la fidelidad religiosa. Desde los inicios de la historia de
Israel se los encuentra en distintos lugares: en Guibeá
(1Sam 10,10), en Ramá (1Sam 19,20), en Betel y
Jericó (2Re 2,3.5), en Guilgal (2Re 4,38), etc.
Cuando la reina Jezabel los persiguió para
exterminarlos, Abdías logró salvar de sus
persecuciones a 100; lo que nos indica que eran muchos más. En algunas
ocasiones fueron motivo de burlas por parte del pueblo, aunque en otras eran
respetados y consultados antes de tomar decisiones importantes. Como sus
hermanos profetas, Eliseo también fue objeto de burlas, severamente
castigadas (cf. 2Re 2,23s). Los prodigios que
realizó le valieron el respeto y la admiración de los nobles y del pueblo. El
libro del Eclesiástico recoge esta alabanza del profeta: «Cuando Elías fue
arrebatado en el torbellino, Eliseo quedó lleno de su espíritu. Durante su
vida ningún príncipe le hizo temblar y nadie fue capaz de subyugarlo. Nada
fue demasiado difícil para él, e incluso muerto profetizó su cuerpo. Durante
su vida hizo prodigios y una vez muerto fueron admirables sus obras» (Eclo 48,12-14). La tradición judía lo alabará por sus
obras pero, sobre todo, porque «ve al Invisible» y conoce sus proyectos. De
su comunión con Dios brotan sus curaciones y sus palabras proféticas. En el Tárgum
de los profetas se lo presenta también como modelo a imitar por los
estudiantes de la Ley, que tienen que aprender a relacionarse con sus
maestros con la misma fidelidad con la que Eliseo seguía a Elías y aprendía
de él. También es el modelo de los rabinos (maestros), que tienen que velar
por el bienestar de sus discípulos, como hizo Eliseo saneando sus alimentos,
ampliando el lugar donde vivían, recuperando un objeto que habían perdido,
etc.
Via Gaspare Spontini, 17 00198-ROMA http://www.caminando-con-jesus.org/CARMELITA/ESDM/index.htm |
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Caminando con Jesús Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds |