|
|
P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d. |
|
El Carmelo está de moda. En los últimos años se han sucedido las
celebraciones carmelitanas, acompañadas por numerosas publicaciones, conferencias,
programas de radio y televisión, exposiciones, etc. El cuarto centenario de
la muerte de santa Teresa de Jesús (1982), el cuarto centenario de la muerte
de san Juan de la Cruz (1991), el primer centenario de la muerte de santa
Teresita del Niño Jesús y su declaración como Doctora de la Iglesia universal
(1997), la declaración de santa Teresa Benedicta de
la Cruz (Edith Stein) como copatrona de Europa
(2000), el 750 aniversario de la entrega del escapulario (2001). Y ahora nos
estamos preparando al cuarto centenario de la beatificación de santa Teresa
de Ávila (2014) y al quinto centenario de su nacimiento (2015). El mes de julio es el mes carmelitano por excelencia, en el que se
celebra la fiesta de la Virgen del Carmen (el 16), además de las de los
beatos Luis y Celia, padres de santa Teresita (el 12), santa Teresa de Jesús
de los Andes (el 13), las carmelitas mártires de Compiègne
(el 17), el profeta Elías (el 20), las carmelitas mártires de Guadalajara (el
24) y el Beato Tito Brandsma (el 27). La novena en
honor de la Virgen del Carmen es una buena ocasión para reflexionar
brevemente sobre la historia y espiritualidad del Carmelo. El libro del Apocalipsis habla de «una muchedumbre inmensa, que nadie
puede contar, de toda raza, lengua, pueblo y nación, que se encuentra ante el
trono de Dios» (Ap 7,9ss). Los Carmelitas Descalzos
somos una pequeña imagen de esta Iglesia del Cielo. Efectivamente, somos una
Orden religiosa compuesta por hombres y mujeres de todas las razas y
extendida por los cuatro continentes. La rama femenina del Carmelo Teresiano
tiene unas 13.000 monjas contemplativas en 900 monasterios y están presentes
en casi todos los países del mundo. La masculina cuenta con algo más de 4.000
frailes distribuidos en 500 conventos repartidos en 69 naciones. Más de 60
congregaciones religiosas de vida activa afiliadas a la Orden y unos 30.000
miembros del Carmelo Seglar, junto con otros grupos de laicos de todo el
mundo se nutren en la actualidad de nuestra espiritualidad. Nos puedes encontrar en los lugares más insospechados, como Irak,
Egipto, Burkina Faso, Camerún, Japón, Australia... o a la vuelta de la
esquina. Atendemos casas de oración, institutos de espiritualidad,
editoriales, estaciones misioneras, damos clases, tenemos parroquias y colegios...
Hay hermanos nuestros trabajando en congregaciones del Vaticano y en
orfanatos de la India, en universidades europeas y en leproserías africanas.
Tenemos presencias en grandes ciudades, como Dallas o París y en pequeños
pueblos, como Amorebieta o Benicasim.
Sin embargo, independientemente de dónde nos encontremos o qué hagamos,
descubrirás en nosotros un aire de familia que nos une y caracteriza. Pero no
corramos demasiado. Para comprender algo de lo que quiero contarte, tenemos
que hacer un largo viaje en el tiempo. LOS ORÍGENES: En
el s. IX a.C. vivió en el Monte Carmelo Elías, el
profeta de fuego. Desde el s. IV d.C. numerosos
ermitaños se retiraron allí para vivir dedicados a la oración, siguiendo su
ejemplo. En el s. XII se les unieron algunos caballeros europeos, para los
que escribió una regla de vida el patriarca de Jerusalén. A lo largo del
siglo XIII regresaron a Europa y fundaron conventos por todo el continente,
extendiendo la devoción a la Virgen del Carmen. SANTA TERESA DE
JESÚS: En 1515 nació en Ávila Teresa de Cepeda y Ahumada.
Mujer excepcional, inquieta y andariega, mística y escritora, que con 20 años
se hizo Carmelita en el Monasterio de la Encarnación de su ciudad natal y más
tarde dio origen a una nueva familia religiosa en la Iglesia: El Carmelo
Teresiano. Conservó todo lo bueno que encontró en la tradición carmelitana y
lo enriqueció con otros valores nuevos en su época: radical igualdad entre
todas las monjas, valoración del trabajo manual como medio de subsistencia,
desarrollo de una oración y espiritualidad afectivas, afirmación de las
virtudes humanas y de las relaciones fraternas como cimiento de la
consagración religiosa... En torno suyo se creó un movimiento de
religiosas, frailes, sacerdotes y seglares, a los que ella formó en el camino
de la oración y de la interioridad. Pronto, sus palomarcicos,
como ella llamaba a los conventos que iba fundando, se extendieron por toda
la geografía española. En 1582 falleció en Alba de Tormes. Teresa de Jesús estuvo adornada de una simpatía natural, que la hacía
enormemente atractiva. Repetía que «un Santo triste es un triste Santo» y que
«tristeza y melancolía no las quiero en casa mía». Tenía, además, una
extraordinaria capacidad de comunicación, lo que hizo que numerosas personas de
todos los estamentos sociales buscaran su amistad: obispos y arrieros de los
caminos, nobles y campesinos, teólogos y estudiantes. Ella insistía en que
«cuanto más santos, han de ser más conversables». Profundamente enamorada de Cristo, nos enseña a poner los ojos en Él,
a mirarle siempre como «amigo que nunca falla, compañero de camino, valiente
capitán en la batalla, siempre cercano... Si estáis tristes, miradle camino
del calvario y Él, por consolar vuestras penas olvidará las suyas; si estáis
contentos, miradle resucitado y veréis cómo su gloria os inunda». Insiste en
que «la oración es un trato de amistad con quien sabemos que nos ama» y nos
invita a vivir nuestra existencia en una continua relación amorosa con el
Señor Jesús. SAN JUAN DE LA
CRUZ: Juan de Yepes nació en Fontiveros en 1542, en una familia pobre de tejedores. Su
padre y un hermano murieron como consecuencia del hambre y su madre tuvo que
comenzar una larga peregrinación para que no se le murieran también los dos
hijos que le quedaban. Terminaron estableciéndose en Medina del Campo. Allí
Juan fue admitido en un colegio para niños huérfanos, que le ofreció la
oportunidad de realizar estudios elementales. Desde los 10 años entra a
servir en un hospital, donde se compagina el estudio, la vida de piedad, la
atención a los enfermos y las cuestaciones de limosnas para atender el
centro. Además, tiene la oportunidad de estudiar humanidades con los
Jesuitas, que acababan de establecerse en la ciudad. De todas estas
experiencias le quedarán conocimientos de albañilería y otros oficios
manuales, una sólida formación intelectual, un profundo amor hacia los
enfermos y la capacidad de contentarse sólo con lo esencial, rechazando todo
lo accesorio. Con 21 años ingresó en los Carmelitas, que pronto le envían a
estudiar Teología a Salamanca, donde entra en contacto con los más
importantes pensadores del momento. En 1567 es ordenado sacerdote y regresa a
Medina para cantar su primera Misa. Allí se encuentra con Teresa de Jesús.
Desde el primer momento se sentirá cautivado por la Santa, que termina
convirtiéndole en el primer fraile de la rama masculina de su Orden. Santa Teresa escribió de él que era un «hombre celestial y divino...
muy espiritual y de grandes experiencias y letras». Realizó un infatigable magisterio
oral entre jóvenes Carmelitas en formación, monjas y seglares, adaptándose a
las capacidades de cada uno, sabiendo ser suave y exigente al mismo tiempo.
Resumía toda la vida cristiana en «actuar como actuaría Cristo si tuviera mi
edad, mi condición y se encontrara en las circunstancias en las que yo me
encuentro, meditando frecuentemente en su vida para poder imitarla». Falleció
a los 49 años en Úbeda. NUESTRA VOCACIÓN
Y MISIÓN: Siguiendo el camino trazado por santa Teresa de
Jesús y san Juan de la Cruz, numerosos hombres y mujeres hemos consagrado
nuestra existencia en el Carmelo Descalzo para cultivar una íntima relación
de amistad con Jesucristo, amado sobre todas las cosas. Vivimos en pequeñas
comunidades orantes al servicio del Reino. Nuestra mayor riqueza es la
herencia espiritual que nos legaron nuestros Santos Padres y la inmensa
cantidad de Santos que han encarnado el espíritu del Carmelo Teresiano en las
distintas circunstancias que les ha tocado vivir a través del tiempo. Estos son los elementos fundamentales de nuestro carisma: Queremos
vivir en obsequio de Jesucristo, revestirnos de Él, a quien pertenecemos por
completo. En nuestra familia, María es la hermana mayor, compañera, madre,
protectora y modelo de consagración. Como el profeta Elías, buscamos momentos
de soledad para tener una fuerte experiencia de la cercanía del Dios vivo. La
pasión por la Iglesia nos lleva a asumir los trabajos pastorales y misioneros
en beneficio de los hermanos. Cultivamos la formación intelectual y las virtudes
humanas y sociales como base de la vida fraterna en comunidad. Nos esforzamos
por vivir en «esencialidad» de vida, no permitiendo que lo accesorio ocupe
puestos importantes en los corazones. ¿A que es un proyecto interesante? No
siempre lo conseguimos, pero queremos seguir intentándolo. Pide al Señor para
que nos ayude a ponerlo en práctica. Para profundizar en el significado bíblico y espiritual del Monte
Carmelo y en la historia del escapulario, podéis leer lo que os mandé el año
pasado en http://www.caminando-con-jesus.org/CARMELITA/ESDM/MESCARMEN.htm Podéis escuchar el himno Rosa Carmeli
en http://www.youtube.com/watch?v=6ikVRpJLoXg&NR=1 P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d. |
|
Caminando con Jesús Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds |