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P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d. |
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El próximo
miércoles comienza la Cuaresma. La palabra latina «Quadragesima»
hace referencia al número 40. Este periodo de preparación a la Pascua surgió
por el deseo de imitar el retiro de Jesús en el desierto, al inicio de su
vida pública: «[Jesús], al abstenerse durante
cuarenta días de tomar alimento, inauguró la práctica de nuestra penitencia
cuaresmal» (prefacio del domingo I). Pero, ¿por qué Jesús se retiró durante
ese preciso periodo de tiempo? Debemos recordar que la Biblia hace un uso
abundante del simbolismo de los números, que hay que saber interpretar para
comprender su mensaje. Los 40 días. En
concreto, el número 40 aparece más de cien veces, pero pocas con un
significado matemático. Recordemos que, en la antigüedad, morían muchos niños
y los adultos vivían unos 40 años. Sólo una minoría superaba esa edad. Por
eso, era el símbolo de una generación, de una vida, de un tiempo
suficientemente largo para realizar algo importante. La vida de Moisés es un
ejemplo claro. Murió con 120 años (Dt 34,7), que
San Esteban divide en tres etapas de 40: el tiempo que pasó en Egipto,
adorando a los dioses falsos, el tiempo que pasó en el desierto,
purificándose, y el tiempo que vivió al servicio de Dios y de su pueblo (Hch 7,20-40). Es como si hubiera vivido tres «vidas». En
otros textos sucede algo similar. Isaac se casó con Rebeca a los 40 años (Gn 25,20) y también su hijo Esaú
(Gn 26,34). Es el tiempo que Israel, guiado por
Moisés, caminó por el desierto (Dt 29,4), que duró
el reinado de David (1Re 2,11) y que Job vivió felizmente, después de sus
desgracias (Job 42,16). Igual que 40 años
son una vida, 40 días significan un tiempo suficientemente largo para que se
realice algo importante. Es lo que duró el diluvio (Gn
7,12), el tiempo que Moisés pasó en oración antes de recibir las tablas de la
Ley (Ex 24,18), lo que tardaron sus enviados en explorar la Tierra Prometida
(Nm 13,25) y lo que Elías anduvo antes de
encontrarse con Dios (1Re 19,8). Jonás anunció la destrucción de Nínive a los
40 días (Jon 3,4). Jesús fue presentado en el Templo a los 40 días de su
nacimiento (Lc 2,22), como mandaba la Ley (Lv 12). Como ya hemos dicho, es lo que duró la
permanencia de Jesús en el desierto (Mt 4,2) y,
después de la resurrección, se apareció también durante 40 días (Hch 1,3). Por otra parte, los que cometen un delito deben
recibir un máximo de 40 azotes, ya que superar ese número sería un exceso
irracional (Dt 25,3). Con estas
premisas, la Cuaresma supone el tiempo necesario, el tiempo completo, el
tiempo oportuno, que la Iglesia nos ofrece para nuestra salvación. Los Santos
Padres ofrecen otra interpretación del número 40, que es un número cósmico
(el 4, imagen de los cuatro confines de la tierra y de los elementos)
multiplicado por un número moral (el 10, en referencia al Decálogo, a los 10
mandamientos), para convertirse en «una expresión simbólica de la historia de
este mundo». Así, los Padres encontraron en el ayuno de 40 días una
recapitulación de toda la historia de la humanidad, con sus esperanzas y con sus
desobediencias, que «Jesús asume en sí y lleva consigo hasta el fondo». Las 6 semanas.
Los 40 días de Cuaresma suponen 6 semanas, que también fueron interpretadas
simbólicamente por los Santos Padres. En la Biblia, el 7 es un número
perfecto, «divino». Se usa para indicar que algo posee la plenitud, como la
creación de Dios (Gn 1) o el libro de los 7 sellos,
que contiene los designios de Dios sobre la historia (Ap
5,1). Por el contrario, el 6 indica que algo no está completo. Se pueden
recordar las tinajas de Caná (Jn
2,6) o el número de la bestia inmunda, «que es número humano, el 666» (Ap 13,18). Además, el séptimo día es de descanso,
mientras que los seis previos son de trabajo. Eusebio de Cesaréa
(s. IV) afirma que, igual que Dios trabajó durante seis días y el séptimo
descansó, los cristianos deben esforzarse en trabajos espirituales durante
las seis semanas de Cuaresma antes de vivir las siete semanas de Pascua, que
son el anticipo de la vida eterna. San Juan pone de
relieve que, en Caná, el agua que Jesús transformó
en vino se encontraba en 6 tinajas, de las que los judíos usan para los baños
de purificación ritual antes de la boda. Al transformar el agua de esas
tinajas en vino, indica que aquellos ritos preparaban el banquete de bodas
entre Cristo y su Iglesia. Las 6 semanas de Cuaresma son como las 6 tinajas
de la purificación. Indican el tiempo del noviazgo, el tiempo dedicado a la
limpieza, para que todo esté preparado el día de la boda. La semana séptima
se celebra la Pascua, las bodas del Cordero. Que estos 40 días
sean para nosotros un tiempo de camino hacia la tierra prometida. Que estas 6
semanas sean un tiempo de trabajo espiritual para entrar en el descanso
final. Que vivamos la Cuaresma como un tiempo de gracia, como una oportunidad
de salvación. Amén. P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d. Teresianum Piazza San Pancrazio
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Caminando con Jesús Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds |