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P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d. |
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En la misa del día del Sagrado Corazón se lee el salmo 103 [102], que
dice: «El Señor es compasivo y misericordioso». En la Biblia se habla muchas
veces de la compasión y de la misericordia de Dios, que se han manifestado
plenamente en Jesús. La palabra compasión proviene del latín (de con patire) y significa «padecer con», haciendo
referencia a quien comparte los sentimientos de otro, sabiendo ponerse en su
lugar. El término hebreo es heded y se refiere a quien hace el bien a
otro, le ayuda o le perdona, después de haberlo pensado y tomado una
decisión. Por ejemplo, cuando se da una limosna a un pobre, se hace un favor
a un desconocido, se perdona una deuda a alguien que no puede pagarla, etc.
No es sólo un sentimiento, algo que queda en mi interior, sino que siempre es
algo práctico, una acción a la que no estoy obligado en favor de otro. La palabra misericordia también viene del latín (de miserum cor) y
hace referencia a quien tiene un «corazón compasivo», que es su significado
literal. El términos usado en hebreo es rehamîm,
que en singular designa el vientre materno, el «útero», y en plural las
«vísceras». Se usa para señalar el sentimiento profundo y amoroso que une a
dos personas por lazos de sangre, como a la madre o al padre con sus hijos o
a un hermano con otro. No brota de ninguna reflexión ni de ninguna
obligación. Es inexplicable, pero real. Ese sentimiento también es práctico,
y se traduce en acogida, ternura, paciencia, ayuda. Los judíos creían que
este vínculo está situado en lo más profundo del hombre, en sus vísceras.
Algo hemos heredado nosotros, que también hablamos de un amor entrañable o de
un odio visceral. Así, la misericordia es portarse bien con el otro, sin
necesidad de justificarlo, por una necesidad que brota del corazón y la compasión
es portarse bien con el otro como fruto de una decisión personal, después de
haberlo pensado y decidido. En la Biblia, a menudo las dos palabras van
unidas para hablar de Dios: «Acuérdate, Señor, de que tu ternura y tu
compasión son eternos» (Sal 25 [24],6); «Señor, no
me cierres tus entrañas, que tu amor y tu lealtad me guarden siempre» (Sal 40
[39],12); «Te desposaré conmigo en justicia y en derecho, en amor y en
ternura» (Os 2,21)… Y, por su puesto, en el texto que hemos citado: «Él Señor
es compasivo y misericordioso» (Sal 103 [102],8). El corazón traspasado del redentor es la mejor manifestación del amor
compasivo y misericordioso. Él no nos trata como merecen nuestros pecados. Al
contrario, nos bendice con gran generosidad, como fruto de una decisión
pensada y asumida (compasión) y como fruto de un sentimiento inexplicable e
ilógico (misericordia). Bendito y alabado sea el que tanto me amó y me ama. Quien quiera profundizar en los orígenes de la fiesta del Sagrado
Corazón y en su mensaje, puede pinchar aquí y leer la meditación que os envié
el año pasado: http://www.caminando-con-jesus.org/CARMELITA/ESDM/SAGRADO%20CORAZON.htm P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d. |
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Caminando con Jesús Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds |