SANTA ISABEL DE LA TRINIDAD "OS DEJO MI FE EN LA PRESENCIA DE
DIOS." Disertación preparada para el Carmelo Seglar
de la Habana, Cuba Febrero 2017 Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Queridos
hermanos del Carmelo Seglar: Nuevamente agradezco a Dios por estar por tercera vez aquí en
Cuba y especialmente entre ustedes. Me han pedido que hoy les hable de nuestra
nueva santa, Isabel de la Trinidad, es un agrado hablar de su vida de amistad
con Dios, y como ella nos enseña a vivir en este mundo en la “Presencia de
Dios.” 1.
ISABEL
DE LA TRINIDAD DEJAR VER A TODAS LAS ALMAS LA PRIORIDAD DE LA VIDA INTERIOR Y
DE LA UNIÓN CON DIOS. Cuando el mundo sigue dando un llamado desesperado a Dios,
cuando muchos quieren entregar su experiencia de hijos de Dios, cuando se
hacen grande esfuerzos para hacer ver al
mundo la trascendencia de Dios, cuando se hace un esfuerzo para que
todos nos demos cuenta de su presencia como Padre de todos los hombres, que
nos ama de la misma manera como a su Hijo Jesucristo, tenemos la grata
noticia de que la Beata Isabel de la Trinidad ha subido a los alteres de
santa, destacándose en su vida esa necesaria “Presencia de Dios” en todo los
hombres. En efecto, Isabel de la Trinidad es la monja carmelita amiga de
Dios, que con su vida evangélica nos viene a proponer que nos volvamos a esa
necesidad urgente de este tiempo, mirar a Dios, sentir su presencia como
Padre, y a recordarnos que él no nos pide otra cosa que le amemos. Isabel lo
presintió poco antes de pasar de esta vida terrena a la vida de amor por
siempre y escribe; "Me parece que en el cielo, mi misión será atraer a
las almas, ayudándolas a salir de sí, para adherirse a Dios por un movimiento
muy simple y muy amoroso, y guardarlas en ese gran silencio interior que
permite a Dios imprimiese en ellas y transformarlas en Él". Y esa así como Isabel de la Trinidad dejar ver a todas las almas
la prioridad de la vida interior y de la unión con Dios. Ella con su vida de
amistad con Dios, nos enseña a vivir en este mundo donde estamos más
preocupados de los exterior, a que volvamos la mirada a la intimidad divina,
que lo hagamos por nuestra fe y por el amor que Dios nos tiene, sin otra meta
que el mismo Dios, y a imitación de su Hijo, no viviendo más que para la
gloria del Padre. Ciertamente, la vida de Isabel, nos recuerda que el ideal
de toda criatura y el fin supremo del universo, no es otra cosa que la
glorificación de Dios, "la alabanza de gloria de la indivisible
Trinidad". 2.
"TODO
MI ESFUERZO CONSISTE EN ENTRAR AHÍ DENTRO, Y PERDERME ENTRE LOS QUE ESTÁN
ALLÍ" Isabel de la Trinidad, es una joven enamorada de Dios, una mujer
de silencio y de recogimiento, ella tomo la determinación, por encima de
muchas cualidades que la harían una mujer muy interesante en la vida mundana,
irse a vivir al Carmelo para dedicarse a gozar de su amistad con Dios. Ella,
en el interior de su alma habitada por la Santísima Trinidad, quiso
"cantar la gloria del Eterno, y solamente la gloria del Eterno".
Ella no quiso otra cosa que su interior sea una santa morada de la Presencia
de Dios. Isabel de la Trinidad, nació el 18 de julio de 1880 en el campo
militar de Avord, cerca de Bourges, en Francia, en donde su padre era
oficial. Fue bautizada como Isabel Catez,
el 22 de julio de ese mismo año. El 2 de octubre de 1887, a sus 7 años
de edad, muere su padre, dejándola huérfana con su hermana Margarita, dos
años más joven. Ese mismo año, hace su primera confesión, que ella llamaba su
“conversión”. El 13 de abril de 1891, casi a sus 11 años de edad, hace su
primera comunión. El 2 de agosto de 1901, a los 21 años, entra en el Carmelo
de Dijón. El 8 de diciembre de 1901 hace su toma de hábito. En la fiesta de
la Epifanía de 1903, hace su profesión religiosa. El 21 de noviembre de 1904,
a los 24 años, escribe su célebre oración: “¡Oh Dios mío, Trinidad que
adoro!”. En el transcurso de las licencias de Pascua de 1905, descubre en san
Pablo su vocación suprema de “alabanza de gloria de la Trinidad”. Por las
fiestas de Domingo de Ramos de 1906, después de una grave crisis de estómago,
recibe la extremaunción. El 19 de marzo de 1906, entra definitivamente en la
enfermería. Pasa a vivir al cielo el 9 de noviembre de 1906. 3.
"LA
SANTIDAD ES OBRA DE TODA UNA VIDA." La santidad es obra de toda una vida. Pero es muy importante
darse cuenta como Dios va realizando maravillas en nosotros. Él nos va
preparando hasta que sin darnos cuenta, interviene inesperadamente en
nosotros a su manera divina. Como muchos otros santos, en Isabel de la
Trinidad, su vida adolescente y juvenil no pasa de ser una vida muy normal,
en el seno de una familia cristiana junto a su madre y a su hermana, en la
casualidad de las reuniones mundanas a que le induce su medio social,
mezclada alegremente con sus amigas. Cuando niña en reuniones sociales de la
vida militar, en paseos de verano, etc., pero en todas las situaciones,
secretamente entregada a un amor intenso por Cristo, tan crecido que es un amor inseparable y ansiosa de "amarle
hasta morir por Él" y, de ser cada día más y más acorde a esa imagen
adorada por ella. Por eso escribe; "Sueño ser pura como un ángel y morir
transformada en Jesús Crucificado, Aquél que fue la perfecta alabanza del
Padre." Parece ser, que esa idea escrita por ella está todo el secreto
de esa existencia de joven, que se hizo carmelita y que luego de cinco años
de claustro, pasa a vivir en el cielo a la edad de 26 años, consumida por el
amor, enteramente dócil a la acción creadora y transformadora de Dios, que
realizó en ella uno de los más hermosos tipos de santidad contemplativa. Pueden seguirse, en el caminar de los acontecimientos, las
principales etapas de su camino espiritual hacia Dios. Curiosamente, ella
realiza en sí misma el plan de Dios en una indivisible unidad. 4.
TESTIMONIOS
SOBRE LOS RAGOS DE ISABEL Cuando el Padre M. Philipon escribió por los años 1931 sobre la
doctrina espiritual de Isabel de la
Trinidad”, recogió hermosos testimonios fielmente descritos, que hablaban de
espontaneidad y la frescura de un bello recuerdo de Isabel. La maestra que dio a Isabel Catez sus primeras lecciones de
francés y que la vio vivir bajo sus ojos desde los seis a los nueve años, la
observó atentamente. Ha notado en ella dos rasgos esenciales: una voluntad
inflexible y una rara aptitud para la oración. "Esta niña tiene una
voluntad de hierro —repetía—, "es preciso que consiga lo que
desea." Por otra parte, a los seis años, Isabel sorprendía por su
recogimiento en la iglesia, cuando rezaba." Este es un testimonio
espiritual acerca de su infancia. Bastará añadir a esa "voluntad de
hierro", "alma de oración" y "sensibilidad de
artista", entonces tendremos los tres rasgos característicos más
fundamentales de Isabel Catez. Del conjunto de estos testimonios sobre Isabel Catez, se obtiene
un retrato vivido que nos la muestra a una chiquilla sencilla y alegre en su
ambiente social, y no porque vive animosamente sus fiestas mundanas, deja de
lado una sagrada fidelidad a Cristo, y este modo de ser, deja sorprendidos a
todos sus cercanos la imagen y el brillo de una chica que va a ser santa. Una
de sus amiga intimas, María Luisa Hallo declara: "Isabel entraba en la
iglesia, y ya no era la misma persona; esto me impresionó siempre. Nunca he
visto a rezar como Isabel." Por otra parte, las cartas y el Diario que nos ha dejado Isabel,
nos revelan dulcemente algunos secretos de su vida. Desde los escritos más
adolescentes, nos damos cuenta de un alma santa, contemplativa y que nos va
revelando su lenguaje interior. Es que en cada hoja que escribe, en cada
confidencia relatada por ella, con su encantadora naturalidad, se nos muestra
más ensimismada por Dios. 5.
UNA
VIDA DE AGRADO CON SU FAMILIA Y SUS AMIGOS. A sus dieciséis años, Isabel escribe en su diario; “Hemos pasado
algunos días en Saint-Hilaire, encantadora capital de provincia, donde habitó
mamá cuando tenía mi edad... Aquí me dedico mucho a la música. Mi amiga tiene
un piano de cola excelente que es delicioso. Tiene sonidos soberbios y me
pasaría ante él horas y horas. Acompaño a la prima de Gabriela que toca muy
bien el violín; su marido es un excelente pianista e interpretamos a cuatro
manos". Un año después, (19 julio 1897) escribe de otro rincón de
Francia: —"En Lunéville, hacemos una vida de lo más agradable, desayunando
con unos, almorzando con otros, amén de las numerosas partidas de tenis con
muchachas muy amables; en fin no disponemos ni de un minuto y no sabemos ni
lo que hacemos. También escribe: "El 14 de julio asistimos a una soberbia
revista en el Campo de Marte. No puedes imaginarte lo hermoso que era ver
aquella carga de caballería con todos aquellos cascos y corazas que brillaban
al sol. Por la tarde, estuvimos en el Bosquecito, soberbio paseo, más bello
que el parque. Las iluminaciones eran muy bonitas. Nos creíamos estar en
Venecia." 6.
VACACIONES
A LOS 18 AÑOS Al año siguiente, durante las vacaciones de verano en la ciudad
de Tarbes escribe: "Nuestra estancia aquí ha sido una serie de
diversiones, festivales de danzas, festivales musicales, excursiones al
campo. Todo en sucesión. La sociedad de Tarbes es muy agradable. He visto
muchas jóvenes, cuál más encantadora que las otras. Estamos muy impresionadas
de la acogida que se nos ha hecho y nos llevamos un delicioso recuerdo de
Tarbes... No nos separábamos del piano y las tiendas de música no bastaban a
darnos partituras.” “Ayer cumplí 18 años y me regaló (La Sra. Rosentad) un
maravilloso encaje para mi camisolín en turquesa. Al parecer ha conquistado a
un negro. Me siento curiosa de conocer esa historia, cuyos ecos han llegado
hasta mí. Escríbeme pronto. "En Lourdes pensaré mucho en ti. Desde allí iremos a dar
una vuelta por los Pirineos: Luchón, Cauterets, etc. Estoy loca por esas
montañas que contemplo mientras escribo. Me parece que ya no podré pasarme
sin ellas." (31 julio 1898.) Otra carta del verano de 1898: "Al salir de Tarbes, nos
fuimos a Lourdes, ese rincón del cielo donde hemos pasado ocho días
deliciosos, como no pueden pasarse más que allí. He pensado mucho en vosotras
al pie de la Gruta. ¡Ah, sí supierais qué buenos ratos se pasan allí y cómo
se conmueve una! No había grandes peregrinaciones. Pudimos comulgar en la
gruta. Me gusta Lourdes con esa calma" Con todo, no nos podemos engañarnos con una opinión distinta
sobre la vida de esta distinguida muchacha por la vida que lleva, ella tiene
el alma de una santa. Lo cierto es que se adapta magníficamente a todos los
ambientes y a todos los medios. No obstante, Isabel, a la edad de los 14 años, en la acción de gracias de una
comunión eucarística, en un impulso de amor irresistible, hace voto de
virginidad. Quiere entregarse plenamente a Cristo y sólo a Él. Dios responde
a su amor colmándola de nuevas gracias de unión y de recogimiento. 7.
ISABEL
LEE A TERESA DE JESÚS Isabel es un alma privilegiada que Dios eleva muy pronto hacia
las cimas de la vida mística. La confesión explícita se halla en su Diario:
"Estoy leyendo el Camino de perfección de santa Teresa. Me interesa
enormemente..." "¡La oración!, me gusta el modo como que trata este tema
santa Teresa, cuando habla de la contemplación, ese grado de oración en el
cual es Dios quien lo hace todo (y nada hacemos nosotros); en el que une
nuestra alma tan íntimamente a Él, que ya no somos nosotros los que viven,
sino Dios que vive en nosotros... Escribe el 20 febrero de1899: “He reconocido en esto los
momentos de éxtasis sublime a los que el Maestro se ha dignado elevarme
frecuentemente en el transcurso de este retiro y aun después. ¡Qué darle a
cambio de tantos beneficios! Pasados estos éxtasis, estos sublimes
arrobamientos, durante los cuales el alma todo lo olvida y no ve más que a su
Dios, ¡cuán dura y penosa parece la oración ordinaria!" Por el movimiento oculto de su vida, Isabel de la Trinidad se
une a la más pura tradición carmelitana y pasa a ser hija de santa Teresa de
Jesús. En la lectura del Camino de Perfección, descubre la intuición
religiosa que llegó a ser la gracia fundamental de su vida de intimidad con
Dios por dentro. La espiritualidad teresiana es una interiorización
progresiva del alma en Dios, en el centro más profundo de ella misma. Es allá
donde debe establecerse y vivir, tal cual como es el itinerario descrito la
Maestra de Oración en las siete moradas del Castillo del alma. 8.
TERESA
DE JESUS, LA DESLUMBRA La lectura del Camino de perfección, la deslumbra y marca su
vida para siempre. Isabel queda impresionada cuando Santa Teresa se dispone a comentar el
padrenuestro, al que juzga en buena ley como la más perfecta oración. Escribe
Teresa: “Ahora mirad que dice vuestro Maestro: Que estás en los cielos.
¿Pensáis que importa poco saber qué cosa es cielo y adónde se ha de buscar
vuestro sacratísimo Padre? Pues yo os digo que para entendimientos derramados
que importa mucho, no sólo creer esto, sino procurarlo entender por
experiencia; porque es una de las cosas que ata mucho el entendimiento y hace
recoger el alma.” (C 28,1) Sigue Teresa; “Ya sabéis que Dios está en todas partes. Pues
claro está que adonde está el rey, allí dicen está la corte; en fin, que
adonde está Dios, es el cielo. Sin duda lo podéis creer, que adonde está su
Majestad, está toda la gloria. Pues mirad que dice san Agustín que le buscaba
en muchas partes y que le vino a hallar dentro de sí mismo. ¿Pensáis que
importa poco para un alma derramada entender esta verdad, y ver que no ha
menester para hablar con su Padre Eterno ir al cielo, ni para regalarse con
él, ni ha menester hablar a voces? Por paso que hable, está tan cerca que nos
oirá; ni ha menester alas para ir a buscarle, sino ponerse en soledad y
mirarle dentro de sí y no extrañarse de tan buen huésped; sino con gran
humildad hablarle como a Padre, pedirle como a Padre, contarle sus trabajos,
pedirle remedio para ellos, entendiendo que no es digna de ser su hija.” (C
28,2) Ciertamente, almas como las de Isabel, que saben refugiarse así
en el pequeño cielo de su alma donde mora el Padre que la ha creado, puede
resistirse a mirar afuera, como tampoco quedarse allá donde los sentidos
exteriores hallan una continua distracción. Como enseña Teresa de Jesús, esas
almas llegarán, sin duda alguna, a la Fuente de agua viva. Así es como Teresa
le ha engolosinado y le ha hecho ver la Presencia de Dios "en el cielo
de su alma". Ahora Isabel se ha afirmado en su gracia personal y en su
propia vocación: "he hallado mi cielo en la tierra, pues el cielo es
Dios y Dios está en mi alma". Este ideal reaparecerá en todas las etapas
de su vida interior y la acompañará hasta el fin de su vida. Soñará entonces
vivir "en el cielo de su alma" su vocación suprema de "alabanza
de gloria de la Trinidad". 9.
"ORIENTAR"
SU VIDA HACIA LOS TRES PARA SIEMPRE Fue en el transcurso de los dos últimos años que pasó en el
mundo, cuando Isabel encontró en el Carmelo a un dominico, el padre Vallée,
que debía marcar su alma con una señal indeleble y "orientar" su
vida hacia los Tres para siempre. Durante una larga conversación que duró
cerca de dos horas, le explicó cómo el alma en estado de gracia se hace
templo del Espíritu Santo y cómo la Trinidad mora en lo más íntimo de
nosotros mismos desde nuestro bautismo. Sí están ahí justamente los Tres en
el trasfondo del alma: el Padre, el Verbo que es el Hijo y el fuego del Amor
que es el Espíritu Santo, envolviéndola en su caridad infinita, colmándola de
sus beneficios, ayudándola a vivir en profunda compañía con Ellos. Eso fue
para ella una iluminación que le llego íntimamente, quizás no lo había
pensado así, pero le vino para siempre. A partir de ese día, su "Camino de la Presencia de
Dios" estaba trazado: Isabel viviría dentro de sí misma, con los Tres.
Inmediatamente, escribió sobre su felicidad al virtuoso canónigo amigo de su
familia el 14 junio 1901, al que había hecho sus primeras confidencias de
niña: "desde hace diez días, tengo un ligero derrame sinovial en una
rodilla... No puedo ir a la iglesia, privada de la santa comunión, mas, ved
como el Buen Dios no necesita ningún sacramento, para venir hasta mí, me
parece que le tengo lo mismo. ¡Es tan buena esta Presencia de Dios! Es allí,
en lo más profundo, en el cielo de mi alma, donde me gusta encontrarle, puesto
que Él no me abandona nunca. "Dios en mí, yo en Él" ¡Oh, es mi
vida!... ¡Es tan bueno, ¿no es cierto?, pensar que, salvo la visión, lo
poseemos ya como los bienaventurados lo poseen allá en lo alto, que no podemos
dejarle jamás, ni dejar que nada nos distraiga nunca de Él! ¡Rezadle bien
para que yo me deje tomar del todo, y arrebatar por entero!... ¿Os he dicho
cuál es mi nombre en el Carmelo?: "María Isabel de la Trinidad".
Creo que este nombre indica una vocación particular, ¿verdad que es hermoso?
¡Amo tanto ese misterio de la Santísima Trinidad! ¡Es un abismo en el que me
pierdo!" 10. ENTRADA AL CARMELO, EL SILENCIO DE
LA PRESCENCIA DE DIOS Entrada en el Carmelo, esta alma de silencio y de recogimiento,
encuentra allí en seguida el lugar privilegiado, el clima ideal que le
permite alcanzar su plena floración. Isabel le escribe a su hermana el 10 de
octubre de 1901; "La vida de una carmelita es el silencio" El
silencio es presencia de Dios. Para Isabel, los primeros meses de vida
claustral fueron encantadores: "No puedo llevar este peso de
gracias", repetía la joven postulanta. Vivía sin esfuerzo de la
Presencia de Dios, ¡en la admiración de un primer amor! Es así como le escribe a su madre en agosto de 1901; "Todo
es delicioso en el Carmelo: se encuentra al Buen Dios tanto en la colada como
en la oración, sólo Él en todas partes." A su tía Roland ese mismo año
le escribe; "He hallado mi cielo en la tierra en mi querida soledad del
Carmelo, donde estoy sola con Dios solo. Todo lo hago con Él, como voy a todo
con un goce divino. Cuando barro, o trabajo, o estoy en oración, todo lo
encuentro bueno y delicioso, pues que es a mi Maestro a quien veo por
doquier" 11. PONIENDO ANIMACIÓN Y ALEGRÍA EN LA
INTIMIDAD DEL CLAUSTRO No ha de creerse que para llegar a ser un alma de oración, hay
que adoptar una actitud mojigata y tener, en medio de las dificultades de la
vida, los ojos cerrados. Es así como Santa Teresa de Ávila criticaba a esas
almas que no atreven a moverse durante la oración por miedo a que levante el
vuelo el Espíritu Santo. Ciertamente, el silencio y la soledad ayudan
poderosamente al silencio interior, pero el recogimiento contemplativo se
sitúa ante todo en las profundidades de un alma que vive en contacto continuo
con Dios. Isabel no es de esas persona que toma una actitud rígida y que
esta solo dirigida hacia lo sublime. Es así como ella, la chiquilla de las
veladas mundanas, que además fue buscada y pedida varias veces en matrimonio,
la que fue incansable animadora de los juegos infantiles y de las reuniones
de familia o de amigos, hecha carmelita apareció como una compañera
agradable, poniendo animación y alegría en la intimidad del claustro; la más
sencilla y deliciosa de las postulantas. Así le escribe ella a su madre en
agosto de 1902; "Ya que os gusta
que os cuente muchas cosas, he aquí algo muy interesante: hemos hecho la
colada. Para la circunstancia, me puse mi gorro de dormir, mi vestido oscuro,
remangado del todo, un gran delantal por encima, y para terminar, los
zapatos. Así bajé al lavadero, donde se fregaba de lo lindo e intenté hacer
como las demás. ¡Chapoteaba y me salpicaba no poco, pero eso no tiene
importancia, estaba entusiasmada!"
Sor Isabel de la Trinidad manifestaba una maravillosa facilidad de
adaptación y un perfecto equilibrio. 12. COGIENDO EL MANGO DE LA SARTÉN Durante el verano de 1905, con ocasión de la fiesta de las
hermanas conversas, escribió a sus tías Roland; "El día de santa Marta, festejamos a
nuestras buenas hermanas del velo blanco. En honor de su santa patrona,
tienen asueto en sus oficios, a fin de descansar con Magdalena en el dulce
reposo de la contemplación. Ellas son las novicias las que las remplazan y
hacen la cocina. Aún estoy en el noviciado, porque en él permanecemos tres
años desde la profesión. Pasé, pues, una buena jornada cerca de la hornilla.
Cogiendo el mango de la sartén, no entré en éxtasis como mi madre santa
Teresa, pero creí en la divina Presencia del Maestro, que estaba en medio de
nosotras, y mi alma adoraba en el centro de sí misma a Aquél que Magdalena
supo reconocer bajo velo de humanidad." Toda para todos en la vida de la comunidad, sor Isabel de la
Trinidad sólo vivía de Dios y para Dios en el secreto de su alma, cada vez
más invadida por esa presencia divina. "La vida de una carmelita es una
comunión con Dios de la mañana a la noche y de la noche a la mañana." Le
escribe a Francisca de Sourdon en el año 1904; "Si Él no llenase
nuestras celdas y nuestros claustros, ¡qué vacío estaría! Pero le vemos entre
todo, porque le llevamos en nosotras y nuestra vida es un cielo
anticipado." 13. COMPRENDÍ QUE MI CIELO COMENZABA EN
LA TIERRA Tras las alegrías del postulantado, el noviciado fue tenebroso.
También ella hubo de pasar por esas necesarias purificaciones de la noche
oscura, descritas por san Juan de la Cruz. Es camino que hay que recorrer en
toda santidad. Tampoco, nadie puede escapar de la cruz. Sor Isabel de la
Trinidad supo de estas horas de impotencia, de sequedad, de tedio, de
escrúpulos, de sinrazón. Soportó todo eso con valentía y ninguna persona a su
alrededor, excepto su priora, pudo darse cuenta o sospecharlo. La víspera de
su profesión, en la fiesta de la Epifanía de 1903, halló su fuerza y su
tranquilidad. En lo sucesivo ya nada vendrá a turbar su inalterable paz. Así
le escribe al canónigo Angles, en 15 julio de 1903; "¡En la noche que
precedió al gran día, comprendí que mi cielo comenzaba en la tierra, el cielo
en la fe, con el sufrimiento y la inmolación por Aquél que amo!..." Por toques de gracia, cada vez más profundos, el Dios-Trino,
modelaba en ella a la carmelita perfecta, a la vez apostólica y
contemplativa, enteramente entregada a Cristo por la gloria del Padre y por
el bien espiritual de la Iglesia entera. 14. UNA COMUNIÓN INCESANTE CON LA
TRINIDAD El 21 de noviembre de 1904, sor Isabel escribe su clásica
Elevación a la Santísima Trinidad, es el día de la renovación de votos
religiosos. No lleva título y carece de firma. En un movimiento de gracia
había compuesto de una sola vez, sin la menor corrección, su sublime
elevación a la Trinidad, le quedaba subir a las últimas cimas del amor. “¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayudadme a olvidarme
enteramente para establecerme en Vos, inmóvil y tranquila, como si mi alma
estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir
de Vos, ¡oh mi Inmutable!, sino que cada minuto me haga penetrar más en la
profundidad de vuestro misterio. Pacificad mi alma, haced de ella vuestro
cielo, vuestra morada amada y el lugar de vuestro reposo. Que no os deje allí
jamás solo, sino que esté allí toda entera, completamente despierta en mi fe,
en adoración total, completamente entregada a vuestra acción creadora ¡Oh, mi
Cristo amado, crucificado por amor, quisiera ser una esposa para vuestro
Corazón; quisiera cubriros de gloria amaros... hasta morir de amor! Pero
siento mi impotencia y os pido os dignéis «revestirme de Vos mismo»,
identificad mi alma con todos los movimientos de la vuestra, sumergidme,
invadidme, sustituidme, para que mi vida no sea más que una irradiación de
vuestra vida. Venid a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador. ¡Oh,
Verbo eterno, Palabra de mi Dios!, quiero pasar mi vida escuchándoos, quiero
hacerme dócil a vuestras enseñanzas, para aprenderlo todo de Vos. Y luego, a
través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias,
quiero miraros siempre y permanecer bajo vuestra gran luz. ¡Oh, Astro amado!,
fascinadme para que no pueda ya salir de vuestra irradiación. ¡Oh!, Fuego
consumidor, Espíritu de Amor, descended a mí para que se haga en mi alma como
una encarnación del Verbo. Que yo sea para Él una humanidad complementaria en
la que renueve todo su Misterio. Y Vos, ¡oh Padre Eterno!, inclinaos hacia
vuestra pequeña criatura, «cubridla con vuestra sombra”, no veáis en ella más
que al “Amado en quien Vos habéis puesto todas vuestras complacencias” ¡Oh, mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita,
Inmensidad donde me pierdo!, yo me entrego a Vos como una presa. Encerraos en
mí para que yo me encierre en Vos, mientras espero ir a contemplar en vuestra
luz el abismo de vuestras grandezas….” Esta Elevación a la Santísima Trinidad revela toda la
espiritualidad trinitaria de sor Isabel. Solo un alma que ha experimentado
estas realidades, puede escribir una plegaria como esta. 15. LEYÓ ISABEL UN PASAJE DE PABLO Y
QUEDÓ MARAVILLADA. Una nueva fase de vida espiritual comenzaba para Isabel de la
Trinidad, en total olvido de sí, con la sola ocupación de amar y de cantar
"en el cielo de su alma", "la gloria del Eterno, sólo la
gloria del Eterno." Dios la había encaminado poco a poco hacia esa gracia suprema.
En diciembre siguiente, (año 1905) escribió al abate Chevignard, cuñado de su
hermana: "Puesto que sois un gran pontífice, ¿queréis, el 8 de diciembre,
consagrarme a la potestad de su amor, para que yo sea de verdad Laudem
gloriae"? Por vez primera asocia la fórmula de san Pablo "alabanza
de gloria". Y añade, en el tono confidencial de un descubrimiento:
"Leí esto en san Pablo y comprendí que ésa era mi vocación en el
destierro, esperando al Sanctus eterno" para ser nosotros alabanza de su
gloria, los que ya antes esperábamos en Cristo. Dice san Pablo a los Efesios,
(1,13-14) “En él también vosotros, tras haber oído la Palabra de la verdad, el
Evangelio de vuestra salvación, y creído también en él, fuisteis sellados con
el Espíritu Santo de la Promesa, que es prenda de nuestra herencia, para
redención del Pueblo de su posesión, para alabanza de su gloria.” Al mes siguiente, con ocasión de los votos de año nuevo, el 19
de enero de 1906, escribió al venerable canónigo de Carcasona: "Os voy a
hacer una confidencia muy íntima: mi sueño es ser la "alabanza de su
gloria". Fue en san Pablo donde leí esto y mi Esposo me dio a entender
que allí estaba mi vocación desde el destierro, en espera de ir a cantar el
Sanctus eterno en la ciudad de los santos". Se nota cómo ahora se siente
firme en su vocación suprema. La comunión con sus aflicciones y la
conformidad con su muerte. 16. "YO LO PUEDO TODO EN AQUÉL QUE ME
FORTIFICA" Su ascensión hacia la unión transformadora habría podido ser
poco a poco. Dios precipitó los acontecimientos. Sor Isabel de la Trinidad
llevaba varios meses resintiéndose de una extrema debilidad. Se refugiaba en
el rezo junto a su adorado Maestro: "Yo lo puedo todo en Aquél que me
fortifica", murmuraba. "Por la mañana, después del rezo de las
horas menores me sentía ya al cabo de mis fuerzas y me preguntaba cómo podría
llegar a la noche. Después de las completas, mi cobardía llegaba a su colmo:
a veces tuve la tentación de envidiar a una hermana dispensada del oficio de
maitines... Escribió Isabel; “Pasaba el tiempo del gran silencio en
verdadera agonía, que juntaba a la del divino Maestro, permaneciendo a su
lado, cerca de la reja del coro. Era una hora de puro sufrimiento, pero que
me daba fuerza para los maitines.” “Tenía así cierta facilidad para dedicarme a Dios. Luego, volvía
a caer en mis debilidades y, sin que nadie lo advirtiese, gracias a la
oscuridad, regresaba, mal que bien, a nuestra celda, apoyándome a menudo en
el muro." La joven carmelita se unía valientemente a los sufrimientos de
su Maestro por la salud del mundo. Al comienzo de la Cuaresma, después de
haber oído en el recreo los proyectos de sus hermanas en vista de la salvación
de las almas, apenas regresada a su celda, interrogaba a su querido san
Pablo, "el Padre de su alma". Abrió al azar sus epístolas y dio sobre este pasaje: "Lo
que yo deseo, es conocerle a Él, la comunión con sus aflicciones, la
conformidad con su muerte". Poco después, mediada la Cuaresma, se
declararon los síntomas de una grave enfermedad de estómago y el 19 de marzo,
en la festividad de san José, se le instaló definitivamente en la enfermería.
Aquellos ocho meses de enfermería fueron una ascensión vertiginosa hacia la
Trinidad. "Nosotras no podíamos ya seguirla", han testimoniado
todas sus hermanas. 17. "¡OH AMOR! ¡AMOR! ¡AMOR!" El domingo de Ramos, un síncope vino a agravar súbitamente su
estado de debilidad. Se le administró con urgencia la Extremaunción. "¡Cuán bella estaba en esa hora, inflamada la mirada, las
manos juntas, estrechando el Cristo de su profesión y repitiendo sin
fatigarse: "¡Oh Amor! ¡Amor! ¡Amor!" (Testimonio de la madre
Germana). Pasó la crisis. El alma de Isabel subía siempre. Su correspondencia
nos la muestra en lo sucesivo preocupada únicamente "de apurar su vida
gota a gota por la Iglesia" y de cumplir ante Dios su oficio de
"alabanza de gloria". Un solo pensamiento la perseguía: ser, cada
vez más, conforme a la imagen de su Maestro adorado, "el crucificado por
amor". Avanzaba heroicamente en la ruta que la conduce al Calvario,
"con la majestad de una reina". Ya nada cuenta a sus ojos, sino es
ese Dios- Trino que ha sido el todo de su vida. Hablaba de ello sin cesar y
quería revelar a todas las almas el secreto de su felicidad. Se muestra
verdaderamente como la santa de la Presencia de Dios. 18. "OS DEJO MI FE EN LA PRESENCIA
DE DIOS." "Antes de partir, quiero enviaros una palabra de mi
corazón, testamento de mi alma. Jamás el Corazón del Maestro estuvo tan
desbordante de amor como en el instante supremo en que Él iba a dejar a los
suyos. Me parece que algo análogo pasa en su pequeña esposa al acabarse su
vida, y siento como una oleada que sube de mi corazón hasta el vuestro." "Querida Antonieta, a la luz de la eternidad, el alma ve
las cosas en su verdadero punto. ¡Qué vacío está todo lo que no ha sido hecho
para Dios y con Dios! Os lo ruego, mareadlo todo con el sello del Amor. Sólo
esto es lo que subsiste... "Mi Antonieta amada, os dejo mi fe en la Presencia de Dios,
ese Dios todo Amor que mora en nuestras almas. Os lo confío: es esta intimidad con él por dentro, la que ha
sido el hermoso sol que irradiaba en mi vida, haciendo ya como un cielo
anticipado..." (Carta a Mme. de Bobet, 1906). 19. HA LLEGADO LA HORA DE PASAR DE ESTE
MUNDO A MI PADRE El mismo ímpetu de eternidad atraviesa por la despedida a su
hermana Margarita. "Hermanita querida: no sé si ha llegado la hora de
pasar de este mundo a mi Padre... pero, ves, a veces me parece que el Águila
divina quiere caer sobre su pequeña presa para llevarla allá donde Él está, a
la luz deslumbradora. "Tú has sabido siempre olvidarte de ti por la felicidad de
tu Isabelita y estoy segura de que si vuelo, me escurriré hasta el interior
del secreto de su Faz; y allí pasaré mi eternidad, en el seno de esa Trinidad
que ya fue mi morada aquí abajo." "¡Piensa, Margarita mía! Contemplar en su luz los
esplendores del Ser divino, escrutar las profundidades de su misterio, ser
fundida en Aquél que amas, cantar sin reposo su gloria y su amor, ser
semejante a Él, para que le veamos tal como es" (1 Jn 3, 2).
"Hermanita, seré dichosa yendo a lo alto para ser tu ángel. ¡Cuán celosa
estaré de la belleza de tu alma, tan amada ya en la tierra! 20. "TE DEJO MI DEVOCIÓN POR LOS
"TRES"... Escribe a Mme. Chevignard; con lápiz, año 1906; "Te dejo mi
devoción por los "Tres"... Vive por dentro con Ellos en el cielo de
tu alma. El Padre te cubrirá con su sombra como una nube entre ti y las cosas
de la tierra, para tenerte toda suya. Te comunicará su Potestad para que le
ames con amor fuerte como la muerte. El Verbo imprimirá en tu alma, como en un cristal, la imagen de
su propia belleza, para que seas pura de su Pureza, luminosa de su Luz. El
Espíritu Santo te transformará en una lira mística que, en el silencio, bajo
su toque divino, producirá un magnífico canto al Amor. Entonces serás "la alabanza de gloria", lo que yo
soñaba ser en la tierra. Tú eres quien me remplazará. Yo seré "Laudem
gloriae" ante el Trono del Cordero y tú: "Laudem gloriae" en
el centro de tu alma... Enseña a los pequeños a vivir bajo la mirada del
Maestro. Desearía que Isabelita tuviera mi devoción a los Tres... ¡Adiós! ¡Cómo te amo, hermanita! Acaso vaya pronto a perderme en el
fuego de amor. ¿Qué importa? En el cielo o en la tierra, vivimos en el Amor
para glorificar el Amor" 21. "CÓMO HALLAR SU CIELO EN LA
TIERRA". Sor Isabel compuso todo un retiro para revelarle el secreto de
esa vida de intimidad con Dios. Se titula: "Cómo hallar su cielo en la
tierra". Algunos días antes de su muerte, el 20 octubre de 1906, dirigió
a su madre ésta esquela: "Mi querida mamaíta... Hay un Ser que es el
Amor y que quiere que vivamos en sociedad con Él... ¡Oh querida mamá, es
delicioso! Ahí está Él, que me hace compañía, me ayuda a sufrir, me enseña a
traspasar mi dolor para descansar en Él. Haz como yo: verás cómo eso todo lo
transforma." 22. "VOY HACIA LA LUZ, EL AMOR, LA
VIDA." Un mal implacable la asolaba. Rápidamente, iba hacia la muerte. El
pensamiento del cielo ya no la dejaba. Los capítulos finales del Apocalipsis habían llegado a ser el
alimento de su alma. En la fiesta de Todos los Santos envió a su segunda mamá
el último mensaje: "Aquí está, creo, el gran día tan ardientemente
deseado de mi encuentro con el Esposo únicamente amado y adorado". "Tengo la esperanza de hallarme esta noche con "esa
gran muchedumbre" que san Juan vio ante el Trono del Cordero,
"sirviéndole noche y día en su Templo" (Apoc. 7, 9, 15). Os doy
cita en este bello capítulo del Apocalipsis y en el último, en que lleva al
alma por encima de la tierra, a la visión en la cual voy a perderme para
siempre." A mediodía, cuando sonaron las campanadas del Ángelus, Isabel
dijo muy alto: "¡Oh Madre mía!, esas campanas me dilatan; suenan para la
partida de Laudem gloriae". Y tendía los brazos hacia el cielo. Aquel día, en presencia de toda la comunidad reunida a su
alrededor y creyendo llegada la hora suprema murmuró: "¡Todo pasa!... Al
final de la vida solo subsiste el amor... Es menester hacerlo todo por amor.
¡Es preciso olvidarse sin cesar; ama
tanto el Buen Dios, que uno se olvide!... ¡Ah, si yo lo hubiera hecho
siempre!" Después, se estuvo como postrada durante nueve días. 23. “DENTRO DE DOS DÍAS ESTARÉ EN EL
SENO DE MIS “TRES”. Poco antes de su muerte el médico le confesó la extremada
debilidad de su pulso; entró ella en gozo y tuvo la fuerza de decir: “Dentro
de dos días estaré en el seno de mis “Tres”. Es la Virgen, ese ser todo
luminoso, quien me tomará de la mano para llevarme al cielo.” El doctor,
incrédulo, se extrañaba de semejante alegría. Sor Isabel le habló de la
adopción divina, del gran misterio del Amor inclinado sobre nosotros... Estos
últimos esfuerzos acabaron de agotarla. Pudo oírsela murmurar aún, con voz encantadora:
“Voy a la Luz, al Amor, a la Vida.” Fueron éstas sus últimas palabras
inteligibles. El viernes 9 de noviembre a las 5:45 hr., se volvió del lado
derecho y echó la cabeza hacia atrás; se le iluminó el rostro; sus bellos
ojos, cerrados y casi apagados desde hacía ocho días, se abrieron y se
detuvieron, con admirable expresión, algo arriba de su Priora arrodillada
junto a la cama. Estaba hermosa como un ángel. Las hermanas que a su
alrededor rezaban las oraciones de los agonizantes no se cansaban de
contemplarla. Luego, sin que hubiesen podido sorprender su último suspiro,
advirtieron que sor Isabel no vivía ya. Era por la mañana de la festividad de
la Dedicación, una de sus más queridas fiestas. Mientras en el coro, en
presencia de sus restos, las hermanas cantaban las alabanzas de la Casa de
Dios «Beata pacis visio», Sor Isabel ya en la inmutable visión de paz y los
esplendores de la Jerusalén celestial, cuyo pensamiento había dominado sus
últimos días, estaba mezclada con la muchedumbre de los Bienaventurados que
tienen una palma en sus manos y dicen sin descanso día y noche: Santo, Santo,
Santo, el Señor Omnipotente, que era, que es, que será por los siglos de los
siglos. Con ellos, adorando y arrojando su corona, recompensa de su martirio
de amor, no cesaba de repetir ante el Trono del Cordero: “Dignus es, Domine.”
Digno sois, Señor, de recibir honor, poder, sabiduría, fortaleza y divinidad”
(Ap 5). Ante la Faz de la Santísima Trinidad, sor Isabel se había vuelto
“Alabanza de Gloria por la eternidad.” Pedro Donoso
Brant La Habana, 14
de febrero de 2017 Fuentes y
Bibliografía: Pedro Donoso
Brant, Isabel de la Trinidad, “Alabanza y Gloria para la Eternidad”, Fr. M. Philipon
OP, En Presencia de Dios, Isabel de La Trinidad, Editorial Balmes, Barcelona Isabel de la
Trinidad, Obras Completas Editorial
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