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EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA
La Eucaristía es la consagración del
pan en el Cuerpo de Cristo y del vino en su Sangre, renueva mística y
sacramentalmente el sacrificio de Jesucristo en la Cruz.
Por otra parte, la recepción de
Jesucristo sacramentado bajo las especies de pan y vino en la sagrada Comunión
significa y verifica el alimento espiritual del alma. Y así, en cuanto que en
ella se da la gracia invisible bajo especies visibles, guarda razón de
sacramento.
Tiene razón de sacrificio en cuanto
se ofrece, y de sacramento en cuanto se recibe.
La Eucaristía es el sacramento en el
cual, bajo las especies de pan y vino, Jesucristo se halla verdadera, real y
substancialmente presente, con su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad.
Es por eso, el más grande e
importante de los sacramentos, de donde salen y hacia el que van todos los
demás, centro de la vida litúrgica, expresión y alimento de la comunión
cristiana.
La
Eucaristía fue también preanunciada varias veces en el Antiguo Testamento.
Salomón
en el libro de los Proverbios: "La Sabiduría se edificó una casa con siete
columnas (los siete sacramentos), preparó una mesa y envió a sus criados a
decir: " Venid, comed el pan y bebed el vino que os he preparado".
(Prov. 9,1).
El
profeta Malaquías, hablando de las impurezas de los sacrificios de la ley:
"Desde donde sale el sol hasta el ocaso, grande es mi nombre entre las
gentes, y en todo lugar se sacrifica y ofrece a mi nombre una oblación
pura" (Mal. l,10ss).
La verdad de la presencia real,
corporal y substancia de Jesús en la Eucaristía, fue profetizada por el mismo
Señor antes de instituirla, durante el discurso que pronunció en la Sinagoga de
Cafarnaúm, al día siguiente de haber hecho el milagro de la multiplicación de
los panes y de los peces. "Yo soy el pan de la vida, si uno come de este
pan vivirá para siempre, pues el pan que yo os daré es mi carne, para la vida
del mundo" (Jn.6,32-34, 51).
El signo externo del sacramento, son
la materia (pan y vino) y las palabras de la consagración (forma).
Confiere la gracia, como afirma el
mismo Cristo: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida
eterna".(Jn 6,54), o sea, la gracia, que es
prenda de vida eterna.
Fue instituido por Jesucristo en la
Ultima Cena, como consta repetidamente en la escritura: "Mientras comían,
Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y dándoselo a los discípulos, dijo:
"Tomad y comed, esto ES mi cuerpo". Y tomando el cáliz y dando
gracias, se lo dio, diciendo: "Bebed de el todos, que esta ES mi sangre
del Nuevo Testamento; que será derramada por muchos para remisión de los
pecados". (Mt.26,26-28).
La materia para la confección de la
Eucaristía es el pan de trigo y el vino de la vid. Esta es una verdad de fe
definida en el Concilio de Trento.
El
recibir la Eucaristía produce en el alma los siguientes efectos:
Aumento de la gracia santificante.
Producción de gracia sacramental.
Perdón de los pecados veniales.
Es prenda de vida eterna.
Sabemos que el único sacramento
absolutamente indispensable para salvarse es el bautismo: si un niño recién
bautizado muere, se salva, aunque no haya comulgado. Sin embargo, para un
bautizado que ha llegado al uso de razón, la Eucaristía resulta también requisito
indispensable, según las palabras de Jesucristo: "Si no coméis la Carne
del Hijo del Hombre y no bebéis su Sangre, no tendréis vida Eterna". ( Jn.6,53.
No sería razonable que un hombre
alcanzara la salvación que es unión con Dios, sin tener en la tierra al menos
el deseo de la Eucaristía, que es también unión con Dios.
La iglesia ordena en su tercer
Mandamiento de La Santa Madre Iglesia, que al menos una vez al año y por Pascua
de Resurrección, todo cristiano con uso de razón debe recibir la Eucaristía.
También hay que comulgar cuando se está en peligro de muerte.
Esto es lo que la Iglesia nos
sugiere como mínimo, ya que desea que se reciba al Señor con frecuencia,
incluso diariamente.
Lo que se realiza, pues, en la
Eucaristía es la conversión del pan y del vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo,
que es lo que llamamos la transubstanciación.
Bajo cada una de las especies
sacramentales (pan y vino), y bajo cada una de sus partes cuando se fraccionan,
está contenido Jesucristo entero, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su
Divinidad.
Lo cual quiere decir que Cristo está
presente hasta en una migajita de la hostia, por eso el sacerdote tiene mucho
cuidado al dar la comunión de que no se caiga ningún pedacito al suelo.
A la Misa se le llama BANQUETE
EUCARISTICO. ¿ Porqué se le ha dado este nombre de
Banquete Eucarístico?
Jesús
cuando hablaba del Reino de los Cielos lo comparaba con un banquete. Y su Ultima Cena que fuera como un banquete, como un festín, una
comida entre amigos. Un banquete es una comida alegre. Se colocan los manteles mas bonitos, la mejor cristalería, luces y flores. Hay
música y canciones. Los corazones están llenos de alegría. Así es la Misa.
Si
hay un banquete es porque se celebra un acontecimiento importante. Por eso cada
banquete es la celebración de un acontecimiento, en cada Misa se celebra el
acontecimiento de nuestra salvación.
El
banquete no lo hacemos solos. Nos encontramos con personas que llegan de otras
partes, venidos de distintos sitios y condiciones, y allí nos sentimos unidos
por nuestro común amor a Cristo y a su Iglesia. Sentimos comunión de unos para
otros.
En
un banquete nos alimentamos con manjares escogidos. En la Santa Misa Dios nos
alimenta con el Pan bajado del cielo que es el cuerpo de Cristo, del cual dijo
el mismo Jesús: "El que coma de este pan vivirá para siempre" (Jn 6).
¿ Es nuestra misa una fiesta? ¿Participamos en ella con alegría? ¿nos sentimos más hermanos en cada celebración? ¿Comemos el
Pan Celestial comulgando? Sería muy triste que nos dijeran: "vengan a ver
comer a los demás". Eso no sería un verdadero banquete para nosotros. Y si
no comulgamos en la Misa nos quedaremos así: viendo comer a los demás mientras
que nosotros seguimos desfallecidos de debilidad espiritual. Jesús dijo:
"Tomad y comed" y no solamente " Tomad y mirad".
Quiere que nos alimentemos con su
cuerpo en la Eucaristía. Nos preparemos lo mejor posible, pero no nos
quedaremos sin comulgar.
¿ Qué responder a los que dicen: "yo no comulgo porque soy pecador?
San Francisco de Sales repondía así:
Si eres débil debes comulgar para volverte fuerte. Si has pecado mucho te
conviene comulgar (después de confesarte bien) para que la presencia de
Jesucristo te traiga fuerzas para no seguir pecando tanto. Si te domina el mal
genio, al recibir en la comunión al que es "manso y humilde de
corazón", El te irá contagiando de su bondad y su buen genio. Si tienes
inclinación a la impureza y al vicio, la presencia en tu alma de Cristo el
Cordero Inmaculado que jamás tuvo la más mínima mancha de pecado, te irá dando
fortaleza hacia todo lo que es impuro, y amor por la virtud. Si te vence el
orgullo, Jesús que es humilde te irá haciendo semejante a El. No comulgas por
que ya eres santo, sino porque deseas llegar a la santidad. Y sin comulgar no
lo lograrías quizá jamás.