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CAMINANDO CON JESUS Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |
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CAPITULO
I : IMPORTANCIA DE LA LITURGIA DE LAS HORAS U OFICIO DIVINO EN LA VIDA DE LA
IGLESIA CAPITULO II : LA SANTIFICACIÓN DEL DÍA MEDIANTE LAS
DISTINTAS HORAS LITÚRGICAS CAPITULO III : LOS DISTINTOS ELEMENTOS DE LA
LITURGIA, DE LAS HORAS CAPITULO IV : LAS DIVERSAS CELEBRACIONES A
LO LARGO DEL AÑO CAPITULO
V : LOS RITOS QUE SE HAN DE OBSERVAR EN LA CELEBRACIÓN COMÚN CAPITULO I IMPORTANCIA DE LA LITURGIA DE LAS HORAS U OFICIO DIVINO EN LA
VIDA DE LA IGLESIA 1. La oración pública y comunitaria
del pueblo de Dios figura con razón entre los principales cometidos de la
Iglesia. Ya en sus comienzos, los bautizados "perserveraban en oír la
enseñanza de los Apóstoles y en la unión, en la fracción del pan y en la
oración" (Act. 2,42). Por lo demás, la oración unánime de la comunidad
cristiana es atestiguada muchas veces en los Hechos de los Apóstoles ... Testimonios
de la primitiva Iglesia ponen de manifiesto que cada uno de los fieles solía
dedicarse individualmente a la oración a determinadas horas. En diversas
regiones se estableció luego la costumbre de destinar algunos tiempos
especiales a la oración común, como la última hora del día, cuando se hace
noche y se enciende la lámpara, o la primera, cuando la noche se disipa con
la luz del sol. Andando
el tiempo se llegó a santificar con la oración común también las restantes
Horas, que los Padres veían claramente aludidas en los Hechos de los
Apóstoles. Allí aparecen los discípulos congregados a la "hora
tercia". El Príncipe de los Apóstoles "subió a la terraza para orar
hacia la hora sexta" (10, 9); 'Pedro... y Juan subían al templo a la
hora de oración, que era la noria" ( 2. Tales oraciones realizadas en
común poco a poco se iban configurando como un conjunto definido de Horas.
Esta Liturgia de las Horas u Oficio Divino, enriquecida también con lecturas,
es principalmente oración de alabanza y de súplica, y ciertamente oración que
la Iglesia realiza con Cristo y que dirige a él. I. LA ORACIÓN DE CRISTO Cristo
intercesor ante el Padre 3. Cuando vino para comunicar a los
hombres la vida de Dios el Verbo que procede del Padre como esplendor de su
gloria, "el Sumo sacerdote de la nueva y eterna Alianza Cristo Jesús, al
tomar la naturaleza humana, introdujo en este exilio terrestre aquel himno
que se canta perpetuamente en las moradas celestiales". 3 Desde entonces
resuena en el corazón de Cristo la alabanza a Dios con palabras humanas de
adoración, propiciación e intercesión: todo ello lo presentó al Padre, en
nombre de los hombres y para bien de todos ellos, el que es príncipe de la
nueva humanidad y Mediador ante Dios. 4. El Hijo de Dios, "que es una
sola cosa con el Padre" (Jn 10, 30), y que al entrar en el mundo dijo:
"He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad" (Hbr 10, 9; c£
Jii 6, 38), se ha dignado ofrecernos ejemplos de su propia oración. En
efecto, los Evangelios nos lo presentan muchísimas veces en oración: cuando
el Padre revela su misión , antes del llamamiento de
los Apóstoles, cuando bendice a Dios en la multiplicación de los panes , en
la transfiguración . cuando sana al sordo y mudo y
cuando resucita a Lázaro antes de requerir de Pedro su confesión cuando
enseña a orar a los discípulos , cuando los discípulos regresan de la misión
cuando bendice a los niños, cuando ora por Pedro. Su
actividad diaria estaba tan unida con la oración que incluso aparece fluyendo
de la misma, como cuando se retiraba al desierto o al monte para orar
levantándose muy de mañana, o al anochecer, permaneciendo en oración 17 hasta
la cuarta vigilia de la noche . Tornó
parte también, como fundamentalmente se sostiene, en las oraciones públicas,
tanto en las sinagogas, donde entró en sábado, "como tenía por
costumbre"' , corno en el templo, al que llamó
casa de oración , y en las oraciones privadas que los israelitas piadosos
acostumbraban recitar diariamente. También al comer dirigía a Dios las
tradicionales bendiciones, como expresamente se narra cuando la
multiplicación del pan , en la Ultima Cenas, en la
comida de Emaús, de igual modo recitó el himno con los discípulos . Hasta
el final de su vida, acercándose ya el momento de la Pasión en la última
Cena, en la agonía y en la cruz, el Divino Maestro mostró que era la oración
lo que le animaba en el ministerio mesiánico y en el tránsito pascual.
"Habiendo ofrecido en los días de su vida mortal oraciones y súplicas
con poderosos clamores y lágrimas al que era poderoso para salvarlo de la
muerte, fue escuchado por su reverencial temor" (Heb 5, 7) y con la
oblación perfecta del ara de 12 cruz "perfeccionó para siempre a los
santificados" (Heb 10, 14); y después de resucitar de entre los muertos
vive para siempre y ruega por nosotros. II. LA ORACIÓN DE LA IGLESIA El
mandato de orar 5. Lo que Jesús Puso por obra nos lo
mandó también hacer a nosotros. Muchas veces dijo "orad",
"pedid", "en mi nombre", incluso nos proporcionó una
fórmula de plegaria en la llamada oración dominical y advirtió que la oración
es necesaria y que debe ser humilde, atenta, perseverante y confiada en la
bondad del Padre, pura de intención y concorde con lo que Dios es. Los
apóstoles, que frecuentemente nos aportan en las Epístolas oraciones sobre
todo de alabanza y de acción de gracias, también insisten en la oración
asidua a Dios, por medio de Jesús, en el Espíritu Santo, en su eficacia para
la santificación, en la oración de alabanza de acción de gracias, de
peticiones y de intercesión por todos. La
Iglesia continúa la oración de Cristo 6. Ya que el hombre proviene todo él
de Dios, debe reconocer y confesar este dominio de su Creador, como en todos
los tiempos hicieron al orar los hombres piadosos. La
oración, que se dirige a Dios, ha de establecer conexión con Cristo, Señor de
todos los hombres y único Mediador, por quien tenemos el único acceso a Dios.
Pues de tal manera él une así a toda la comunidad humana, que se establece
una íntima unión entre la oración de Cristo y la de todo el género humano.
Pues en Cristo y solo en Cristo la religión del hombre alcanza su valor
salvífico y su fin. 7. Una especial y estrechísima unión
se da entre Cristo y aquellos hombres a los que él ha hecho miembros de su
Cuerpo, la Iglesia, mediante el sacramento del Bautismo. Todas las riquezas
del Hijo se difunden así de la cabeza a todo el cuerpo: la comunicación del
Espíritu, la verdad, la vida y la participación de su filiación divina que se
hacía patente en toda su oración mientras estaba en el mundo. También
el sacerdocio de Cristo es participado por todo el cuerpo celestial, de tal
forma que los bautizados, por la regeneración y la unción del Espíritu Santo,
quedan consagrados como templo espiritual y sacerdocio sanioso y son
depurados para el culto del Nuevo Testamento que brota no de nuestras
energías, sino de los méritos y donación de Cristo. "No
pudo Dios hacer a los hombres un don mayor que el de darles por cabeza a su
Verbo, por quien ha fundado todas las cosas, uniéndolos a 61 como miembros
suyos, de forma que el es Hijo de Dios e Hijo del hombre al mismo tiempo,
Dios uno con el Padre y hombre con el hombre, y así, cuando nos dirigimos a
Dios con súplicas, no establecemos separación con el Hijo, y cuando es el
cuerpo del Hijo quien ora, no se separa de su cabeza, y el mismo salvador del
cuerpo, nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es el que ora por nosotros,
ora en nosotros y es invocado por nosotros. Ora por nosotros como sacerdote
nuestro, ora en nosotros por ser nuestra cabeza, es invocado por nosotros
como Dios nuestro. Reconozcamos, pues, en él nuestras propias voces y
reconozcamos también su voz en nosotros" En
Cristo radica, por tanto, la dignidad de la oración cristiana, al participar
ésta de la misma piedad para con el Padre y de la misma oración que el
Unigénito expresó con palabras en su vida terrena y es continuada ahora
incesantemente por la Iglesia y por sus miembros en representación de todo el
género humano y para su salvación. La
acción del Espíritu Santo 8. La unidad de la Iglesia orante es
realizada por el Espíritu Santo, que es el mismo en Cristo, en la totalidad
de la Iglesia y en cada uno de los bautizados. El mismo "Espíritu viene
en ayuda de nuestra flaqueza" y "aboga por nosotros con gemidos
inefables" (Rom. 8 26); siendo el Espíritu del Hijo, nos infunde
"el espíritu de adopción, por el que clamamos: Abba, Padre" (Rom 8,
15; Cf Gal 4, 6, 1 Cor 12, 3; Ef 5, 18; Jd 20). No puede darse, pues oración
cristiana sin la acción del Espíritu Santo, el cual, realizando la unidad de
la Iglesia nos , lleva al Padre por medio del Hijo. Carácter
comunitario de la oración 9. Por tanto, el ejemplo y el
mandato de Cristo y de los Apóstoles de orar siempre e insistentemente, no
han de tomarse como simple norma legal, ya que pertenecen a la esencia íntima
de la Iglesia, la cual, al ser una comunidad, debe manifestar su propia
naturaleza comunitaria incluso cuando ora. Por eso, en los Hechos de los
Apóstoles, donde por vez primera se habla de la comunidad de fieles, aparece
ésta congregada en oración "con las mujeres y con María la madre de
Jesús y sus hermanos" (Act 1, 14), "La muchedumbre de los que
habían creído tenían un corazón y un, alma sola" (Act 4, 37), y esta
unanimidad se fundaba en la Palabra de Dios, la comunión fraterna, la oración
y la Eucaristía. Sí
bien la oración hecha en oculto y cerrada la puerta que es necesaria y debe
recomendarse siempre, la realizan los miembros de la Iglesia por medio de
Cristo y en el Espíritu Santo, la oración comunitaria encierra una especial
dignidad conforme a lo que el mismo Cristo manifestó: "Donde están dos o
tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18,
20). III. LA LITURGIA DE LAS HORAS Consagración
del tiempo 10. Fiel y obediente al mandato de
Cristo: "Es necesario orar siempre y no desfallecer" (Lc 11. Consiguientemente, siendo fin
propio de la Liturgia de las Horas la santificación del día y de todo el
esfuerzo humano, se ha llevado a cabo su reforma procurando que en lo posible
las Horas respondan de verdad al momento del día, y teniendo en cuenta al
mismo tiempo las condiciones de la vida actual. Porque
"ayuda mucho tanto para santificar realmente el día como para recitar
con fruto espiritual las Horas, que la recitación se tenga en el tiempo más
aproximado al verdadero tiempo natural de cada Hora canónica. Relación
entre la Liturgia de las Horas y la Eucaristía 12. La Liturgia de las Horas
extiendes a los distintos momentos del día la alabanza y la acción de
gracias, así como el recuerdo de los misterios de la salvación, las súplicas
y el gusto anticipado de la gloria celeste, que se nos ofrecen en el misterio
eucarístico, "centro y cumbre de toda la vida de la comunidad
cristiana" La
celebración eucarística halla una preparación magnífica en la Liturgia de las
Horas, ya que esta suscita y acrecienta muy bien las disposiciones que son
necesarias para celebrar la Eucaristía, como la fe, la esperanza, la caridad,
la devoción y el espíritu de sacrificio. La
función sacerdotal de Cristo en la liturgia de las Horas 13.
La "obra de
la redención de los hombres y de la perfecta glorificación Y de Dios. es realizada por Cristo en él Espíritu Santo por medio de
su Iglesia, no sólo en la celebración de la Eucaristía y en la administración
de los sacramentos, sino también con preferencia a los modos restantes,
cuando se desarrolla la Liturgia de las Horas. En ella Cristo está presente
en la Asamblea congregada, en la Palabra de Dios que se proclama y
"cuando la Iglesia suplica y canta salmos" La
santificación humana 14. La santificación humana y el culto
a Dios se dan en la Liturgia de las Horas de forma tal que se establece aquí
aquella especie de correspondencia o diálogo entre Dios y los hombres, en que
"Dios habla a su pueblo... y el pueblo responde a Dios con el canto y la
oración". Los
que participan en la Liturgia de las Horas pueden hallar una fuente
abundantísima de santificación en la Palabra de Dios que tiene aquí principal
importancia. En efecto, tanto las lecturas, como los salmos que se cantan en
su presencia están tomados de la Sagrada Escritura y las demás preces,
oraciones e himnos están penetradas de su espíritu. Por
tanto, no sólo cuando se lee lo que "fue escrito para nuestra
enseñanza" (R.M. 15, 4), sino también cuando la Iglesia ora y canta, se
alimenta la fe de cuantos participan y las mentes se dirigen a Dios
presentándole la ofrenda espiritual y recibiendo de él su gracia con mayor
abundancia. Alabanza
a Dios en unión con la Iglesia del cielo 15.
En la Liturgia de
las Horas la Iglesia, desempeñando la función sacerdotal de Cristo su cabeza,
ofrece a Dios, "sin interrupción" el sacrificio de alabanza, es
decir, la primicia de los labios que cantan su nombre. Esta oración es
"la voz de la misma Esposa que habla al Esposo; más aún:
es la oración de Cristo, con su Cuerpo, al Padre" "Por tanto, todos
aquellos que ejercen esta función, por una parte cumplen la obligación de la
Iglesia y por otra participan del altísimo honor de la Esposa de Cristo, ya
que, mientras alaban a Dios, están ante su trono en nombre de la madre
Iglesia." 16. Con la alabanza que a Dios se
ofrece en las Horas, la Iglesia canta asociándose al himno de alabanza que
perpetuamente resuena en las moradas celestiales; y sienta ya el sabor de
aquella alabanza celestial que resuena de continuo ante el trono de Dios y el
Cordero, como Juan la describe en el Apocalipsis. Porque la estrecha unión
que se da entre nosotros y la iglesia, se lleva a cabo cuando
"celebramos juntos, con fraterna alegría, la alabanza de la Divina
Majestad y todos los redimidos por la sangre de Cristo de toda tribu, lengua,
pueblo y nación (c£ Ap 5, 9), congregados en una misma Iglesia, ensalzamos
con un mismo cántico de alabanza al Dios Uno y Trino"
. Esta
liturgia del ciclo casi aparece intuida por los profetas en la victoria del
día sin ocaso, de la luz sin tinieblas. "Ya no será el sol tu luz en el
día ni te alumbrará la claridad de la luna; será el Señor tu luz
perpetua" (Is 60, 19-, CE Ap 21, 23, 25). "Será un día único,
conocido del Señor, sin día ni noche, pues por la noche habrá luz" (Zac
14, 7). Pero "hasta nosotros ha llegado ya la plenitud de los tiempos
(c£ 1 Cor 10, 11) y la renovación del mundo está irrevocablemente decretada y
empieza a realizarse en cierto modo en el siglo presente." De este modo
la fe nos enseña también el sentido de nuestra vida temporal, a fin de que
unidos con todas las criaturas anhelemos la manifestación de los hijos de
Dios". En la Liturgia de las Horas proclamamos esta fe, expresamos y
nutrimos esta esperanza, participamos en cierto modo del gozo de la perpetua
alabanza y del día que no conoce ocaso. Súplica
a intercesión 17. Además de la alabanza a Dios, la
Iglesia expresa en la Liturgia los ofrecimientos y deseos de todos los
fieles, más aún: se dirige a Cristo, y por medió de él al Padre,
intercediendo por la salvación del mundo. No es sólo de la Iglesia esta voz,
sino también de Cristo, ya que las súplicas se profieren en nombre de Cristo,
es decir, "por medio de Nuestro Señor Jesucristo" y la Iglesia
continúa las plegarias y súplicas que brotaron de Cristo durante su vida
mortal y que por lo mismo poseen singular eficacia. Por tanto, la comunidad
eclesial ejerce su verdadera función de conducir las almas a Cristo no sólo
con la caridad, el ejemplo y los actos de penitencia, sino también con la
oración. Esta
incumbencia atañe principalmente a todos aquellos que han recibido especial
mandato para celebrar la Liturgia de las Horas: los obispos y presbíteros,
que cumplen el deber de orar por su grey y por todo el pueblo de Dios , y los demás ministros sagrados y los religiosos. Cumbre
y fuente de la acción pastoral 18. Por consiguiente, los que tornan
parte en la Liturgia de las Horas contribuyen de modo misterioso y profundo
al crecimiento del pueblo de Dios ; ya que las tareas apostólicas se ordenan
"a que todos, una vez hechos hijos de Dios por la fe y por el bautismo,
se reúnan, alaben a Dios en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio
y coman la cena del Señor de este modo los fieles expresan en su vida y
manifiestan a los otros "el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica
de la verdadera Iglesia, que tiene como propiedad el ser... visible y dotada
de elementos invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación,
presente en el mundo y, sin embargo, peregrina. A su
vez, las lecturas y oraciones de la Liturgia de las Horas constituyen un
manantial de vida cristiana. esta se nutre de la
mesa de la Sagrada Escritura y de las palabras de los Santos, y se robustece
con las plegarías. Pues sólo el Señor, sin el cual nada podemos hace?4, y a
quien acudimos con nuestros ruegos, puede dar a nuestras obras la eficacia y
el incremento , para que diariamente seamos edificados como morada de Dios en
el Espíritu , y redoblemos las energías para llevar la buena nueva de Cristo
a los que están fuera. Que
la mente concuerde con la voz 19. Para que se adueñe de esta
oración cada uno de los que en ella participan, para que sea manantial de
piedad y de múltiples gracias divinas y nutra al mismo tiempo la oración
personal y la acción apostólica, conviene que la celebración sea digna,
atenta y devota, de forma que la mente concuerde con la voz. Muéstrense todos
diligentes en cooperar con la gracia divina, para que ésta no caiga en el
vacío. Buscando a Cristo y penetrando cada vez más por la oración en su misterios alaben a Dios y eleven súplicas con los
mismos sentimientos con que oraba el Divino Redentor. IV. LOS QUE CELEBRAN LA LITURGIA DE LAS HORAS a)
La celebración en común 20. La Liturgia de las Horas, como
las demás acciones litúrgicas, no es una acción privada, sino que pertenece a
todo el cuerpo de la Iglesia, lo manifiesta e influye en él. Su celebración
eclesial alcanza el mayor esplendor, y por lo mismo es recomendable con grado
sumo, cuando con su obispo, rodeado de los presbíteros y ministros, la
realiza una Iglesia particular, en que verdaderamente está y obra la Iglesia
de Cristo, que es una, santa, católica y apostólica". Esta celebración,
incluso, cuando ausente el obispo, la realiza el cabildo de canónigos u otros
presbíteros, téngase siempre de forma que, responda de veras a la hora del
día, y en lo posible con participación del pueblo. Lo cual vale también para
los cabildos colegiales. 21. Allí donde sea posible celebrarán
comunitariamente y en la iglesia las Horas principales también las otras
asambleas de fieles, que "en cierto modo representarán la Iglesia y
visible constituida por todo el orbe de la tierra". Entre ellas ocupan
lugar eminente las parroquias, que son como células de la diócesis
constituidas localmente bajo un pastor que hace las veces del obispo. 22. Por tanto cuando los fieles son
convocados y se. reúnen para la Liturgia de las
Horas, uniendo sus corazones y sus voces, visibilizan a la Iglesia que
celebra el misterio de Cristo. 24. Las comunidades de canónigos,
monjes, monjas y demás religiosos que por Regla o Constituciones celebran la
Liturgia de las Horas en su totalidad o en parte, bien sea con el rito común
o con un rito particular, representan de modo especial a la Iglesia orante:
reproducen más de lleno el modelo de la Iglesia, que ataba incesantemente al
Señor con armoniosa voz, y cumplen con el deber "de cooperar",
principalmente con la oración, "en la edificación e incremento de todo
el cuerpo místico de Cristo y en bien de las Iglesias particulares"' Lo
cual ha de decirse principalmente de los que viven consagrados a la vida
contemplativa. 25. Los ministros sagrados y todos
aquellos clérigos que no están obligados de algún modo a la celebración
común, cuando conviven o celebran reuniones, procuren tener comunitariamente
siquiera alguna parte de la Liturgia de las Horas, sobre todo Laudes a la
mañana y Vísperas por la tarde. 27. Se recomienda asimismo a los
laicos, dondequiera que se reúnan en asambleas de oración, de apostolado, o
por cualquier otro motivo, que reciten el Oficio de la Iglesia
, celebrando alguna parte de la Liturgia de las Horas. Es conveniente
que aprendan, en primer lugar, a adorar al Padre en espíritu de verdad. y que se den cuenta de que el culto público y la oración
que celebran atañe a todos los hombres y puede contribuir en considerable
medida a la salvación del mundo entero. Conviene
finalmente que la familia, que es corno un santuario doméstico dentro de la
Iglesia, no sólo oro en común, sino que además lo haga recitando algunas
partes de la Liturgia de las Horas, cuando resulte oportuno, con lo que se
sentirá más insertada en la Iglesia. b)
El mandato de celebrar la Liturgia de las Horas El
obispo, puesto que de modo eminente y visible representa a la persona de
Cristo y es el gran sacerdote de su grey, de quien en cierto modo se deriva y
depende la vida en Cristo de los fieles, deberá sobresalir por su oración
entre todos los miembros de su Iglesia; su oración en la celebración de las
Horas es siempre en nombre de la Iglesia, y a favor de la Iglesia y a él encomendada . Los
presbíteros, unidos al obispo y a todo el presbiterio, que también actúan de
modo especial en lugar de la persona de Cristo sacerdote, participan en la
misma función, al rogar a Dios por todo el pueblo a ellos encomendado y por
el mundo entero. Todos
ellos realizan el ministerio del buen Pastor, que ora por los suyos para que
tengan vida y para que sean consumados en la unidad. En la Liturgia de las
Horas que la Iglesia pone en sus manos tratarán de hallar un manantial de
piedad y un alimento para su oración persona, pero también deberán nutrir y
alentar ahí la acción pastoral y misional con la abundancia de la
contemplación para gozo de la Iglesia de Dios . 29. Por consiguiente, los obispos,
presbíteros y demás ministros sagrados que han recibido de la Iglesia (c£ n.
17) el mandato de celebrar la Liturgia de las Horas, deberán recitarlas
diariamente en su integridad y, en cuanto sea posible, en los momentos del
día que de veras correspondan. Ante
todo darán la importancia que le es debida a las Horas que vienen a
constituir el núcleo de esta Liturgia, es decir los Laudes de la mañana y las
Vísperas; y guardarán de no omitirlas si no es por causa grave. Hagan
con fidelidad el oficio de lecturas, que es principalmente una celebración
litúrgica de la Palabra de Dios; cumplirán así cada día con el deber, que a
ellos les atañe con particular razón, de acoger en sus propios corazones la
Palabra de Dios, con lo que crecerán en la perfección de discípulos M Señor y
saborearán más a fondo las riquezas de Cristo . Para
santificar mejor el día íntegro, tomarán con sumo interés el recitar la Hora
intermedia y las completas con que coronarán en su totalidad el "Opus
Dei" y se encomendarán a Dios antes de acostarse. 30. Conviene muchísimo que los
diáconos permanentes reciten diariamente alguna parte al menos de la Liturgia
de las Horas, en la medida que determine la Conferencia Episcopal. b)
Las comunidades religiosas obligadas a la Liturgia de las Horas, y cada uno
de sus miembros, celebrarán las Horas conforme a sus particulares estatutos,
salvo lo que se prescribe en el n. 29 para cuantos
han recibido el Orden sagrado. La
misma exhortación se hace también a los seglares. . c)
Estructura de la celebración. 33. La Liturgia de las Horas se rige
por sus propias leyes, estructurando de un modo peculiar los diversos
elementos que se dan en las demás celebraciones cristianas; así está
dispuesto que siempre se tenga la salmodia, precedida de un himno;
seguidamente la lectura, breve o más extensa, de la Sagrada Escritura, y
finalmente, las preces. Tanto
en la celebración comunitaria, como en la recitación a solas, se mantiene la
estructura esencial de esta Liturgia, que es un coloquio entre Dios y el
hombre. Sin embargo, la celebración comunitaria pone más de manifiesto la
índole eclesial de la Liturgia de las Horas, facilita la participación activa
de todos, conforme a la condición de cada uno, con el diálogo, la salmodia
alternada y otros medios semejantes, y tiene más en cuenta los diversos géneros
de expresión. De aquí el que siempre que pueda tenerse una celebración
comunitaria con concurrencia y participación activa de los fieles, haya de
preferirse a una celebración a solas y en cierto modo privada.
Cuando proceda, será ventajoso, además, cantar el Oficio en coro y en
comunidad, teniendo en cuenta la naturaleza y la función propia de cada
parte. De
este modo daremos cumplimiento a la advertencia M Apóstol:"La Palabra de
Dios habite en vosotros con toda su riqueza; instruíos y amonestaos con toda
sabiduría, cantad agradecidos a Dios en vuestros corazones con salmos, himnos
y cánticos inspirados" (Col 3. 16; c£ Eph 5,19-20). CAPITULO II LA SANTIFICACIÓN DEL DÍA MEDIANTE LAS DISTINTAS HORAS
LITÚRGICAS 1. LA INTRODUCCIÓN A TODO EL OFICIO 34. Se acostumbra iniciar todo el
Oficio con el Invitatorio. Consta éste del verso "Señor, ábrenos los
labios: Y mi boca proclamará tu alabanza", y el del salmo 94, que
diariamente invita a los fieles a cantar las alabanzas de Dios y a escuchar
su voz, y los estimula a esperar anhelantes el "descanso del Señor" Sin
embargo, puede sustituirse este salmo, cuando se juzgue oportuno, por uno de
los salmos 99, 66 ó 23. Es conveniente recitar el salmo invitatorio en forma
responsorial, como se indica en su propio lugar, es decir, con su antífona
propia, que se dice al principio del salmo y luego la repite la asamblea y la
intercala después de cada una de las estrofas. 35. El lugar del invitatorio es el
principio de todo el curso de la oración cotidiana, es decir, que antecede a
los Laudes de la mañana o al oficio de Lecturas, según que se comience el día
por una u otra acción litúrgica. No obstante, cuando el salmo invitatorio
hubiere de preceder a los Laudes, podría omitirse si se juzga oportuno. 36. En el lugar correspondiente, se
indica el modo de variar la antífona del invitatorio, según los distintos
días litúrgicos. II. LOS LAUDES DE LA MAÑANA Y LAS VÍSPERAS 37. "Los Laudes, como oración
matutina, y las Vísperas, como oración vespertina, que, según la venerable
tradición de toda la Iglesia, son el doble quicio sobre el que gira el Oficio
cotidiano, se deben considerar y celebrar como las Horas principales. 38. Los Laudes matutinos están
dirigidos y ordenados a santificar la mañana, como salta a la vista en muchos
de sus elementos. San Basilio expresa muy bien este carácter matinal con las
siguientes palabras: "Al comenzar el día oramos para que los primeros
impulsos de la mente y del corazón sean para Dios, y no nos preocupemos de
cosa alguna antes de habernos llenado de gozo con el pensamiento en Dios,
según está escrito: "Me acordé del Señor y me llené de gozo" (Sal
76, 4), ni empleemos nuestro cuerpo en el trabajo antes de poner por obra lo
que fue dicho: "por la mañana escucharás mi voz, por la mañana te
expongo mi causa, me acerco y te miro" (Sal. 5, 4-5)". Esta
Hora, que se tiene con la primera luz del día, trae, además, a la memoria el
recuerdo de la resurrección del Señor Jesús que es la luz verdadera que
ilumina a todos los hombres (c£ Jn 1, 9) y "el sol de justicia"
(Mat 4, 2), "que nace de lo alto" (Lc 1, 78). Así se comprende bien
la advertencia de San Cipriano: "Se hará oración a la mañana para
celebrar la Resurrección del Señor con la oración matutina. 39. Se celebran las Vísperas a la
tarde, cuando ya declina el día, "en acción de gracias por cuanto se nos
ha otorgado en la jornada y por cuanto hemos logrado realizar con
acierto". También hacernos memoria de la Redención por medio de la
oración que elevamos "como el incienso en presencia del Señor", y
en la cual "el alzar de las manos" es "oblación vespertina" . Lo cual "puede aplicarse también con mayor
sentido sagrado a aquel verdadero sacrificio vespertino que el Divino
Redentor instituyó precisamente en la tarde en -que cenaba con los Apóstoles,
inaugurando así los sacrosantos misterios, y que ofreció al Padre en la tarde
del día supremo, que representa la cumbre de los siglos, alzando sus manos
por la salvación del mundo" . Y para
orientarnos con la esperanza hacia la luz que no conoce ocaso, "oramos y
suplicamos para que la luz retorne siempre a nosotros, pedimos -que venga
Cristo a otorgarnos el don de la luz eterna"8 * Precisamente en esta
Hora concuerdan nuestras voces con las de las Iglesias orientales, al invocar
"a la luz gozosa de la santa gloria del eterno Padre, Jesucristo
bendito, llegados a la puerta del sol, viendo la luz encendida en la tarde,
cantamos a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo..." 40. La oración de la comunidad
cristiana deberá consistir, ante todo, en los Laudes de la mañana y las
Vísperas: foméntese su celebración pública o comunitaria, sobre todo entre
aquellos que hacen vida común. "Encomiéndese incluso su recitación
individual a los fieles que no tienen la posibilidad de tomar parte en la
celebración común". 41. Los Laudes de la mañana y las
Vísperas se inician con la invocación inicial: "Dios mío, ven en mi
auxilio: Señor, date prisa a socorrerme", al que sigue el "Gloria
al Padre" con el "Como era" y el Aleluya (que se omite en el
tiempo de Cuaresma). Todo ello se suprime en los Laudes, cuando precede
inmediatamente el Invitatorio. 42. Seguidamente se dice un himno
apropiado. El himno está situado de forma que dé a cada Hora una especie de
colorido propio y también, sobre todo en la celebración con el pueblo, para
que el comienzo de la oración resulte más fácil y se cree un clima más
festivo. La
salmodia de Vísperas consta de dos salmos, o de dos partes de un salmo más
extenso, apropiado a esta Hora y a la celebración con el pueblo, y de un
cántico tomado de las Epístolas o del Apocalipsis. 44. Terminada la salmodia, se tiene
la lectura, bien sea breve o más extensa. 45. La lectura está señalada de
acuerdo con las características del día, del tiempo o de la fiesta; deberá
leerse y escucharse como una proclamación de la Palabra de Dios, que inculca
con intensidad algún pensamiento dado y que ayude a poner de relieve
determinadas palabras a las que posiblemente no se presta toda la atención en
la lectura continua de la Sagrada Escritura. Las
lecturas breves son distintas en cada uno de los días en que se divide el
salterio. 46. Hay libertad para hacer una
lectura bíblica más extensa, principalmente en la celebración con el pueblo,
tomándola o del Oficio de lecturas, o de las lecturas de la misa, eligiendo
principalmente aquellos textos que por diversas razones no se hubieran podido
emplear. Nada impide que se elija algunas veces otra lectura más adecuada al
caso, conforme a los nn. 248, 249, 25 1. 47. En la celebración con el pueblo
puede tenerse una homilía ilustrativa de la lectura precedente, si se juzga
oportuno. 48. Igualmente, si se juzga oportuno,
puede tenerse también un espacio de silencio a continuación de la lectura o
de la homilía. 49. Como respuesta a la palabra de
Dios, se ofrece un canto responsorial o responsorio breve, que puede omitirse
si conviene. En
su lugar pueden tenerse otros cantos del mismo género y función, con tal que
hayan sido debidamente aprobados por las Conferencias Episcopales. 50. Seguidamente se dice, con su
correspondiente antífona, el cántico evangélico, que en los Laudes será el
cántico de Zacarías "Benedictus", y en las Vísperas el cántico de
la B. V. María "Magnífica". Tales cánticos que la Iglesia Romana ha
empleado y ha popularizado a lo largo de los siglos, expresan la alabanza y
acción de gracias por la obra de la Redención. Las antífonas correspondientes
al Benedictus y al Magníficat están señaladas de acuerdo con las
características del día, del tiempo o de las fiestas. 51. Terminado el cántico, en los
Laudes se tienen preces, consagrando a Dios el día y el trabajo; a las
Vísperas, las preces son de intercesión (e£ nn. 179-193). 53. Una vez recitado el Padre
nuestro, se dice inmediatamente la oración conclusiva que figura en el
salterio, para las ferias extraordinarias, y en el Propio, para los demás
días. 54. Si es un sacerdote o un diácono
el que preside despide luego al pueblo con el saludo "El Señor esté con
vosotros" y con la bendición, lo mismo que en la misa, diciendo a
continuación: "Podéis ir en paz" R/ "Demos gracias a
Dios". No siendo así la celebración finaliza con "El Señor nos bendiga , etc. III. EL OFICIO DE LECTURA 55. El Oficio de Lectura se orienta a
ofrecer al pueblo de Dios y principalmente a quienes se han entregado al
Señor con una consagración especial, una más abundante meditación de la
palabra de Dios y las mejores páginas de los autores espirituales. Pues si
bien es verdad que en la misa de cada día es más rica la serie de lecturas
bíblicas, no puede negarse que el tesoro de la revelación y de la tradición
contenido en el Oficio de lectura es de grande provecho espiritual. Traten de
buscar estas riquezas, ante todo, los sacerdotes, para que puedan transmitir
a otros la palabra de Dios que ellos han recibido y convertir su doctrina en
"alimento para el pueblo de Dios" 56. La oración debe acompañar "a
la lectura de la Sagrada Escritura, a fin de que se establezca un coloquio
entre Dios y el hombre, puesto que con él hablamos cuando oramos y lo
escuchamos a él cuando leemos los divinos oráculos" y, por lo mismo, el
Oficio de lectura consta también de salmos, de un himno, de una oración y de
otras fórmulas, y tiene de suyo carácter de oración. 57. El Oficio de lectura, conforme a
la Constitución Sacrosanctum Concilium, "aunque en el coro conserve el
carácter de alabanza nocturna, compóngase de manera que pueda rezarse a
cualquier hora del día menos salmos y lecturas más largas". 58. Por tanto, los que están
obligados por sus particulares leyes a mantener el carácter de alabanza
nocturna en este Oficio y los que cosa laudable quieran hacerlo así, y
reciten de noche, ya al anochecer y antes de los Laudes, en el tiempo
"per annum" elegirán el himno dentro de la seric destinada a este
fin. En los domingos, solemnidades y en ciertas fiestas habrá de tenerse en
cuenta, además, lo que se dice en los nn. 70-73 acerca de las vigilias. 59. Permaneciendo vigente la
disposición que precede, el Oficio de lectura puede recatarse a cualquier
hora del día, e incluso en la noche del día precedente, después de haberse
celebrado las Vísperas. 60. Si el Oficio de lectura se recita
antes de los Laudes, habrá de proceder el invitatorio, como arriba se
ha dicho (rin. 34-36). De lo contrario, se comienza por el verso "Dios
mío, ven en mi auxilio% con el "Gloria, Como era" y fuera del
tiempo de Cuaresma, el Aleluya. 62. Se prosigue con la salmodia, que
consta de tres salmos (o fragmentos, cuando los salmos que corresponden son
más largos). En el triduo pascual, en los días comprendidos en las octavas de
Pascua y Navidad, así como en las solemnidades y fiestas, figuran salmos
propios, con sus antífonas propias. En
los domingos y en las ferias los salmos con sus antífonas se toman del
Salterio en curso. De aquí se toman también las memorias de los Santos, a no
ser que se tengan salmos y antífonas propios (c£ número 218 ss.). 63. Entre la salmodia y las lecturas
se dice, como es costumbre, el verso, que sirve para enlazar ambas partes. 64. Se hace una doble lectura: la
primera es bíblica: la otra puede estar tomada de las obras de los Padres o
de escritores eclesiásticos o ser hagiográfica. 65. Después de cada lectura se dice
un responsorio (c£ n. 169-172). 66. Ordinariamente se ha de tomar la
lectura bíblica que corresponda en el Propio del tiempo, conforme a las
normas que más abajo se darán, en los nn. 140-155. En cambio, en las
solemnidades y fiestas, la lectura bíblica se ha de tomar del Propio o del
Común. 67. La segunda lectura con el correspondiente
responsorio se toma, o bien del libro Liturgia de las Horas o del Leccionario
libre, de que se hablará en el n. 161. Ordinariamente será la que corresponda
en el Propio del Tiempo. En
las solemnidades y fiestas de los Santos, se empleará la lectura hagiográfica
correspondiente; si no la hubiera se tomará la lectura patrística del lugar
respectivo del Común de los Santos. En las memorias de los Santos, no
impedidas de celebración, también se tiene la lectura hagiográfica en vez de
la segunda lectura que hubiera correspondido (c£ nn. 166, 235). 68. En los domingos fuera de la
Cuaresma, en los días comprendidos en las octavas de Pascua y de Navidad, en
las solemnidades y fiestas, después de la segunda lectura seguida de su
responsorio, se recita el Te Deum, el cual se omite en las memorias y en las
ferias. La última parte de este himno, desde el versículo "Salvum fac
populum tuum" hasta el fin, puede omitirse libremente. 69. El Oficio de lectura concluye con
la oración propia del día y, al menos cuando se celebra en común, con la
aclamación "Bendigamos al Señor. R. Demos gracias a Dios". IV. LAS VIGILIAS 70. La Vigilia Pascual es celebrada
en toda la Iglesia, como se indica en los correspondientes libros litúrgicos.
"Es tan grande la Vigilia de esta noche, dice San Agustín, que ella sola
reclamaría para sí como propio el nombre que es común a las demás";
"pasamos en vela la noche en que el Señor resucitó y en la que inauguró
para nosotros en su carne aquella vida... del todo ajena a la muerte y al sueño .... y así querrá que con
él vivamos y reinemos eternamente aquel a quien nosotros, vigilantes,
cantamos resucitado al amanecer". 72. Los Padres y autores espirituales
con muchísima frecuencia exhortan a los fieles, sobre todo a los que se
dedican a la vida contemplativa, a la oración en la noche, con la que se
expresa y se aviva la espera del Señor que ha de volver "En medio de la
noche se oyó un clamor que viene el esposo, salid a su encuentro" (Mt
25, 6). "Vigilad pues, porque no sabéis cuándo va a venir el señor de la
casa: si a la tarde, o a media noche, o al canto del gallo, o al amanecer, no
sea que viniendo de súbito os encuentre durmiendo" (Me. 13, 35-36). Son,
por tanto dignos de alabanza los que mantienen el carácter nocturno del
Oficio de lectura. 73. Además, como quiera que en el
Rito Romano, y en atención principalmente a los que se dedican a una tarea
apostólica, el Oficio de lectura mantiene siempre la misma brevedad, los que
deseen una celebración más extensa de la vigilia del domingo, de las solemnidades
y de las fiestas, procederán del modo siguiente:Celébrese
en primer lugar el Oficio de lectura Según figura en el libro Liturgia de las
Horas hasta las lecturas inclusive. Terminadas ambas lecturas, y antes del Te
Deum, añádanse los cánticos que se han puesto en el Apéndice con este fin;
léase a continuación el Evangelio, sobre el que podrá tenerse la homilía, si
conviene; luego se canta el Te Deum y se dice la oración. En
las solemnidades y fiestas el Evangelio se tomará del Leccionario de la Misa,
y los domingos de la serie del misterio pascual que aparece detallada en el
apéndice del libro Liturgia de las Horas. V. TERCIA, SEXTA, NONA: LA HORA INTERMEDIA 74.
Conforme a una
tradición muy antigua de la Iglesia, los cristianos acostumbraron a orar por
devoción privada en determinados momentos del día, incluso en medio del
trabajo, a imitación de la Iglesia apostólica; esta tradición, andando el
tiempo, cristalizó de diversas maneras en celebraciones litúrgicas. 75. Tanto en Oriente como en
Occidente, se ha mantenido la costumbre litúrgica de rezar Tercia, Sexta y
Nona, principalmente porque se unía a estas horas el recuerdo de los
acontecimientos de la Pasión del Señor y de la primera propagación del
Evangelio. 76. El Concilio Vaticano II ha
establecido que las Horas menores de Tercia, Sexta y Nona se mantengan en el
Oficio coral. Deberá
mantenerse este uso litúrgico, salvo derecho particular, por todos
aquellos que se consagran a la contemplación; lo cual se aconseja a todos,
principalmente los que se encuentran en retiro espiritual o en alguna reunión
de pastoral. 77. Sin embargo, fuera del Oficio
coral, y salvo derecho particular, cabe elegir una de estas Horas, aquella
que más se acomode al momento del día. Los
que no dicen las tres Horas, habrán de celebrar una al menos, a fin de que se
mantenga la tradición de orar durante el día en medio del trabajo. 78. La disposición de las Horas
Tercia, Sexta y Nona se han hecho teniendo en cuenta tanto a los que sólo
recitan una Hora u "Hora intermedia", como a los que por obligación
o libre voluntad celebran las tres. 79. Tercia, Sexta y Nona o la
"Hora intermedia" se comienzan con la invocación "Dios mío,
ven en mi auxilio" con el Gloria, "Como era" y Aleluya (que se
omite en el tiempo de Cuaresma). Luego se dice el himno correspondiente a la
Hora. A continuación se tiene la salmodia, seguida de la lectura breve y del
verso. Concluye la Hora con la oración conclusiva y, al menos cuando se
recita en común, con la aclamación "Bendigamos al Señor. R. Demos
gracias a Dios". Además,
las lecturas breves y las oraciones varían de acuerdo con el día, el tiempo o
la fiesta. 81. La salmodia que se ofrece es
doble: una habitual y otra complementaria. Cuando se reza solamente una Hora
se tomará la salmodia habitual. El que reza varias Horas dirá en una la
salmodia habitual y la complementaria en las restantes. 82. La salmodia habitual consta de
los tres salmos (o fragmentos, si se trata de salmos más extensos) que se
encuentran en el curso del Salterio, y tienen sus propias antífonas si en su
lugar no se dice lo contrario. Las
solemnidades, el triduo pascual y los días de la octava de Pascua tienen
antífonas propias, con tres salmos que se tomarán de la salmodia
complementaria si no hubieren de emplearse salmos especiales, o la
celebración de la solemnidad coincidiere en domingo, en cuyo caso se toman
los salmos del domingo de la primera semana. 83. La salmodia complementaria consta
de temas de salmos escogidos entre los que se llaman "graduales". VI. LAS COMPLETAS 84.
Las Completas son
la última oración del día que se ha de hacer antes del descanso nocturno,
aunque haya pasado ya la media noche. 85.
Las Completas
comienzan, como las demás Horas, con la invocación inicial "Dios mío,
ven en mi auxilio% con el Gloria "Como era" y el Aleluya (que se
omite en tiempo de Cuaresma). 87. Después se dice el himno
correspondiente. 88. En cuanto a la salmodia, el
domingo, después de las I Vísperas, se dicen los salmos 4 y 133; después de
las II Vísperas, el salmo 90. Los
demás días se han elegido aquellos salmos que estimulen sobre todo la
confianza en el Señor, se concede, sin embargo, que éstos puedan ser
sustituidos por los salmos del domingo, principalmente para comodidad de
aquellos que quizá prefieran recitar las Completas de memoria. 89.
Después de la
salmodia se hace la lectura breve, a la cual sigue el responsorio "A tus
manos, Señor"; después se dice el cántico evangélico "Ahora,
Señor" con su antífona. Con ¿I podemos decir
que culmina esta Hora. 90.
La oración
conclusiva es la correspondiente al día de la semana. 91. Después de la oración, incluso en
la recitación privada, se dice la bendición El Señor todopoderoso nos
conceda. 92. Después se dice una de las
antífonas de la B. Virgen María. Pero en tiempo pascual será siempre
"Reina del ciclo alégrate". Además de las antífonas que se
contienen en el libro Liturgia de las Horas, pueden ser aprobadas otras por
la Conferencia Episcopal. VIII. MODO DE UNIR, SEGÚN
LA OPORTUNIDAD, 93.
En casos
particulares, cuando lo aconsejan las circunstancias, se puede llegar, en la
celebración pública o común, a una unión más estrecha entre la Misa y una
Hora del Oficio, según las normas que siguen con tal de que tanto la Misa
como la Hora sean del mismo Oficio. Pero téngase cuidado de que esto no vaya
en detrimento de la utilidad pastoral, sobre todo el domingo. 94. Cuando los Laudes matutinos que
se celebran en el coro o en común preceden inmediatamente a la Misa, la
acción litúrgica puede comenzar por la invocación inicial y el himno del
Oficio, especialmente los días de feria, o por el canto de entrada de la Misa
con la procesión y saludo del celebrante, especialmente los días festivos.
Según el caso se omite, pues, uno de los ritos iniciales. A
continuación se prosigue con la salmodia de los Laudes, como de costumbre,
hasta la lectura breve exclusive. Después de la salmodia, omitido el rito
penitencial, y según la oportunidad el Kyrie, se dice u omite según las
rúbricas el Gloria y el celebrante recita la colecta
de la Misa. Después se continúa con la liturgia de la Palabra, como de
costumbre. La
Oración de los fieles se hace en su lugar y según la forma acostumbrada en la
Misa. Pero los días de feria, en la Misa de la mañana, en lugar del
formulario corriente de la Oración de los fieles, se pueden decir las preces
matutinas de los Laudes. Después
de la comunión con su canto propio, se canta el Benedictus con su antífona de
Laudes. Después se dice la oración para después de la comunión y lo demás
como de costumbre. 95. Si la Hora intermedia, Tercia,
Sexta y Nona, según pido el momento del día, se celebra pública e
inmediatamente antes de la Misa, la acción litúrgica puede empezar igualmente
o por la invocación inicial e himno de la Hora, especialmente los días de
feria, o por el canto de entrada de la Misa con la procesión y saludo del
celebrante, especialmente los días festivos Según el caso se omite, pues, uno
de los ritos iniciales. Después
se prosigue la salmodia de la Hora como de costumbre hasta la lectura breve
exclusive. Después de la salmodia, omitido el acto penitencial y, según la
oportunidad el Kyrie, se dice u omite según las rúbricas el
Gloria, y el celebrante dice la colecta de la Misa. 96. Las Vísperas se unen a la Misa
cuando preceden inmediatamente a la misma, del mismo modo que los Laudes.
Pero las primeras Vísperas los días de solemnidad, domingos y fiestas del
Señor, no podrán celebrarse hasta que se haya celebrado la Misa del día
precedente o del sábado. 97. Cuando siguen a la Misa, la Hora
intermedia, es decir, Tercia, Sexta y Nona, o bien las Vísperas, la Misa se
celebra como de costumbre hasta la oración para después de la comunión,
inclusive. Dicha la oración para después de la comunión, comienza
inmediatamente la salmodia de la Hora. En
la Hora intermedia, terminada la salmodia y omitida la lectura breve, se dice
la oración y se despide como en la Misa. Para las Vísperas, terminada la
salmodia y omitida la lectura, se continúa con el Magníficat y su antífona y,
omitidas las preces y Padrenuestro se dice la oración conclusiva y se bendice
al pueblo. 98. Excepto en el caso de la Navidad
del Señor, se excluye normalmente la unión de la Misa con el Oficio de
lectura, puesto que la Misa contiene ya su ciclo de lecturas, que se ha de
distinguir de aquel otro del Oficio. Pero si en algún caso especial conviene
hacerlo, después de la segunda lectura del Oficio y su responsorio, omitido
todo lo demás del mismo, comienza la Misa por el himno Gloria, en el caso de
que lo prescriba la rúbrica, si no por la colecta. 99. Si se celebra el Oficio de
lectura inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, se puede adelantar al
comienzo de toda la celebración el himno correspondiente de esta Hora;
después, al fin del oficio de lecturas, se omite la oración y la conclusión,
y en la Hora siguiente se omite la invocación inicial y el
Gloria al Padre. CAPITULO III LOS DISTINTOS ELEMENTOS DE LA LITURGIA, DE LAS
HORAS I. LOS SALMOS Y SU CONEXIÓN CON LA ORACIÓN CRISTIANA 100. En la Liturgia de las Horas, la
Iglesia ora sirviéndose en buena medida de aquellos cánticos insignes que
bajo la inspiración del Espíritu Santo compusieron los autores sagrados del
antiguo Testamento. Pues por su origen tienen la virtud de elevar hacia Dios
la mente de los hombres, excitan en ellos sentimientos santos y piadosos, les
ayudan de un modo admirable a dar gracias en los momentos de alegría y les
proporcionan consuelo y firmeza de espíritu en la adversidad. 101. Sin embargo, los salmos no son
más que una sombra de aquella plenitud de los tiempos que se reveló en Cristo
Señor y de la que recibe toda su fuerza la oración de la Iglesia; por lo cual
no es de extrañar que, a pesar de la suma estima de los salmos, en la que se
muestran concordes todos los fieles, surja a veces alguna dificultad cuando
alguien al orar intenta hacer suyos tan venerables poemas. 102. Sin embargo, el Espíritu Santo,
bajo cuya inspiración cantaron los salmistas, asiste siempre con su gracia a
los que "creyendo con buena voluntad" cantan estas composiciones
poéticas. Pero es necesario, ante todo, que "adquieran una instrucción
bíblica más rica, principalmente acerca delos salmos"
, y cada cual, conforme a su capacidad, considere de qué modo y con
qué método puede orar rectamente cuando los recita. 103. Los salmos no son lecturas ni
preces compuestas en prosa sino composiciones poéticas de alabanza. Por lo
tanto, aunque posiblemente hayan sido proferidos alguna vez en forma de
lectura, sin embargo, atendiendo a su género literario, con acierto se les
llama en hebreo: "Tehillim", es decir "cánticos de
alabanza", y en griego: "psalmoi" es decir, "cánticos que
han de ser entonados al son del salterio". En verdad, todos los salmos
están dotados de cierto carácter musical que determina el modo adecuado de
recitarlos. Por lo tanto, aunque los salmos se reciten sin canto, e incluso
de modo individual y silencioso, convendrá que se atienda a su índole
musical: ciertamente ofrecen un texto a la consideración de la mente, pero
tienden sobre todo a remover los corazones de los que los recitan y de los
que los escuchan, e incluso de los que tocan "el salterio y la
cítara". 104. Quien, por tanto, gusta de la
salmodia, medite verso tras verso, dispuesto siempre en su corazón a
responder conforme a la voluntad del Espíritu que inspiró al salmista y sigue
asistiendo también a todo el que con piedad esté dispuesto a recibir su
gracia. Por lo cual, la salmodia, aunque exija la reverencia debida a la
majestad divina, debe realizarse con alegría de espíritu y dulzura amorosa,
tal como conviene a la poesía y al canto sagrado y sobre todo a la libertad
de los hijos de Dios. 106. Quien recita los salmos abre su
corazón a los sentimientos que éstos inspiran según el género literario de
cada uno, ya sea de lamentación, confianza, acción de gracias u otros que
acertadamente señalan los exegetas. 107. Adhiriéndose al sentido literal,
el que recita los salmos fija su atención en la importancia del texto para la
vida del creyente. En
efecto, consta que cada uno de los salmos fue compuesto en circunstancias
peculiares, como nos lo indican los títulos que los preceden en el salterio
hebreo. Pero sea lo que fuere de su origen histórico, cada salmo tiene un
sentido literal que incluso en nuestros tiempos no podemos desatender. Pues
aunque tales cánticos traigan su origen de los pueblos orientales de hace
bastantes siglos, expresan, sin embargo, de un modo adecuado el dolor y la
esperanza, la miseria y la confianza de los hombres de todas las edades y
regiones, cantando sobre todo la fe Dios, la revelación y la redención. 108. Quien recita los salmos en la
Liturgia de las Horas no lo hace tanto en nombre Propio como en nombre de
todo el Cuerpo de Cristo, e incluso en nombre de la persona de] mismo Cristo.
Teniendo esto presente se desvanecen las dificultades que surgen cuando
alguien, al recitar el salmo advierte tal vez que los sentimientos de su
corazón difieren de los expresados en el mismo, así, por ejemplo, si el que
está triste y afligido se encuentra con un salmo de júbilo o, por el
contrario, sí sintiéndose alegre se encuentra con un salmo de lamentación.
Esto se evita fácilmente cuando se trata simplemente de la oración privada en
la que se da la posibilidad de elegir el salmo más adaptado al propio estado
de ánimo. Pero en el Oficio divino se recorre toda la cadena de los salmos,
no a título privado, sino en nombre de la Iglesia, incluso cuando alguien
hubiere de recitar las Horas individualmente. Pero quien recitare los salmos
en nombre de la Iglesia, siempre puede encontrar un motivo de alegría y
tristeza, porque también aquí tiene su aplicación aquel dicho del Apóstol:
"Alegrarse con los que se alegran y llorar con los que lloran" (Rom
12, 1) y así la fragilidad humana, indispuesta por el amor propio, se sana
por la caridad, que hace que concuerden el corazón y la voz del que recita el
salmo . 109. Quien recita los salmos en nombre
de la Iglesia debe dirigir su atención al sentido pleno de los salmos, en
especial al sentido mesiánico que movió a la Iglesia a servirse del Salterio.
El sentido mesiánico se manifestó plenamente en el Nuevo Testamento, y el
mismo Cristo Señor lo puso de manifiesto al hablar a los Apóstoles: "es
necesario que se cumplan todas las cosas que fueron escritas de Mí en la ley
de Moisés, los profetas y los salmos" (Luc 24, 44). Es un ejemplo
conocidísimo el diálogo que nos refiere San Mateo acerca del Mesías, Hijo de
David y Señor suyo, en el que el salmo 109 es aplicado al Mesías. Siguiendo
esta senda, los Santos Padres aceptaron y comentaron todo el salterio a modo
de profecía acerca de Cristo y su Iglesia; por el mismo motivo fueron
elegidos los salmos para su uso en la sagrada Liturgia. Aunque a veces eran
aceptadas algunas interpretaciones artificiosas, sin embargo, por lo general,
tanto los Padres como la Liturgia procedieron rectamente al oír en los salmos
a Cristo que clama al Padre o el Padre que habla a su hijo, reconociendo
incluso la voz de la Iglesia, de los Apóstoles o de los mártires. Este método
interpretativo siguió floreciendo en la Edad Media: en muchos códices del
salterio, escritos durante este período, se les proponía a los que recitaban
los salmos el sentido cristológico de los mismos, expresando en los títulos
que precedían a cada uno de los salmos. La interpretación cristológica no se
limita en modo alguno a aquellos salmos que son considerados como mesiánicos,
sino que se extiende a muchos otros, en los que sin duda se dan meras
apropiaciones, pero refrendadas por la tradición de la Iglesia. Sobre
todo en la salmodia de los días festivos, los salmos fueron elegidos con
cierto criterio cristológico, para cuya ilustración se proponen generalmente
antífonas sacadas de los mismos salmos. II. ANTÍFONAS Y OTROS ELEMENTOS QUE FACILITAN LA ORACIÓN DE LOS
SALMOS 110.
Tres cosas hay en
la tradición latina que contribuyeron grandemente a la inteligencia de los
salmos o a su adaptación para la oración cristiana, a saber, los títulos, las
oraciones sálmicas y, sobre todo, las antífonas. 111. En el Salterio de la Liturgia de
las Horas, cada salmo va precedido de un título que denota su sentido e
importancia para la vida del creyente. Estos títulos se proponen en el libro
de la Liturgia de las Horas tan sólo para utilidad de los que recitan los
salmos. Para fomentar la oración a la luz de la revelación cristiana, se
añade una sentencia del Nuevo Testamento o de los Padres invitando a orar en
sentido cristológico. 112. Las oraciones sálmicas que sirven
de ayuda para su interpretación específicamente cristiana, se proponen en el
apéndice del libro de la Liturgia de las Horas para cada uno de los salmos y
pueden ser utilizadas libremente según la norma de la antigua tradición:
concluido el salmo y observando un momento de Silencio, se concluye con una
oración que sintetiza los sentimientos de los participantes. 113. Aunque la Liturgia de las Horas
se celebre sin canto, todo salmo tiene su antífona, que deberá recitarse incluso
en privado. Las antífonas, en efecto, ayudan a poner de manifiesto el género
literario del salmo; lo transforman en oración personal; iluminan mejor
alguna frase digna de atención y que pudiera pasar inadvertida; proporcionan
a un determinado salmo cierta tonalidad peculiar en determinadas
circunstancias; más aún, siempre que se excluyan arbitrarias acomodaciones,
contribuyen en gran medida a poner de manifiesto la interpretación topológica
o festiva y pueden hacer agradable y variada la recitación de los salmos. 114. Las antífonas en el salterio
están redactadas de tal forma que puedan ser traducidas a las lenguas
vernáculas, e incluso ser repetidas después de cada estrofa según lo que se
especifica en el núm. 125. Pero en el Oficio sin canto del tiempo ordinario,
en lugar de estas antífonas se pucden utilizar según la oportunidad, las
sentencias añadidas a los salmos (Cf, n.11l). 115. Cuando a consecuencia de su
extensión se puede dividir un salmo en varias partes dentro de una misma
Hora, a cada una de las partes se le añade su propia antífona para lograr una
mayor variedad, sobre todo en la celebración con canto, y para captar mejor
la riqueza de¡ salmo: es lícito, sin embargo,
rccitar el salmo íntegro sin interrupción, utilizando sólo la primera antífona. 116. Poseen antífonas propias todos
los salmos de Laudes y Vísperas del triduo pascual, los de los días que caen
dentro de las octavas de Pascua y Navidad; los de las domínicas de Adviento,
Navidad, Cuaresma y Pascua, asimismo los de los días feriales de Semana
Santa, del tiempo pascua] y los de los días comprendidos entre el 17 y el 24
de diciembre. 117. En las solemnidades hay antífonas
propias para el Oficio de lectura de Laudes matutinos, Tercia, Sexta, Nona y
Vísperas; en caso de que no las hubiera se tomarán del Común. En las fiestas
se observará otro tanto en el Oficio de lectura en los Laudes y en las
Vísperas. 118. Las memorias de los Santos, que
tienen sus antífonas propias, las conservan (CE n. 235). 119. Las antífonas del
"Benedictus" y del "Magnificat" en el Oficio del Tiempo
se tomarán del Propio del Tiempo, si las hay, si se tomarán del salterio
habitual; en las solemnidades y en las fiestas se toman del Propio, si las
posee, y en caso contrario, del Común; pero en las memorias que no tienen
antífonas propias se puede escoger libremente la antífona del Común o de la
feria que corresponda. 120. Durante el tiempo pascual, a
todas las antífonas se les añade el Aleluya, a no ser que discrepe del
sentido de la antífona. III. MODO DE RECITAR LOS SALMOS 121.
Según las
exigencias del género literario, de la extensión de cada salmo; según sea
recitado en latín o en lengua vernácula, y principalmente según se reciten
por uno solo o por muchos o se celebren con el pueblo, pueden proponerse
distintos modos de recitación que ayuden a percibir mejor la fragancia
espiritual y literaria de los mismos. Porque el empleo de los salmos no se
establece por una especie de criterio cuantitativo de oración, sino que se ha
atendido a la variedad del salterio y a la índole propia de cada salmo. 122. Los salmos se cantan o recitan
bien sea en forma seguida (o "en directo"), bien sea alternando los
versos o estrofas entre dos coros o dos partes de la asamblea, bien sea en
forma responsorial, según las diversas modalidades que nos brinda la
tradición o la experiencia. 123. Al comienzo de cada salmo
recítese siempre su antífona tal corno queda dicho en los nn. 113-120; pero
al final de cada salmo se mantiene en vigor el concluir con el Gloria al
Padre y Como era. Pues el Gloria es la conclusión
adecuada que recomienda la tradición que da a la oración del Antiguo
Testamento un sentido laudatorio, cristológico y trinitario. Recitado el
salmo, se repite la antífona, según convenga. 124. Cuando se emplean salmos de mayor
extensión, las divisiones de los mismos vienen señaladas en el salterio,
dividiendo los miembros de la salmodia de forma que hagan patente la
estructura temaria de la Hora, y teniendo en cuenta, sin embargo, el sentido
objetivo del salmo en cuestión. Conviene
observar dicha división, sobre todo en la celebración coral en latín,
añadiendo el Gloria al Padre al final de cada una de
las partes. Es
lícito, sin embargo, mantener este modo tradicional o interponer una pausa
entre las diversas partes del mismo salmo, o recitar todo el salmo sin
interrupción acompañado de su antífona. 125. Además, cuando así lo aconsejare
el género literario del salmo, se indicarán las divisiones estróficas de modo
que, sobre todo si los salmos se han de cantar en lengua vernácula, puedan
ser recitados interponiendo la antífona después de cada estrofa, en cuyo caso
bastará con decir el Gloria al Padre cuando haya
finalizado todo el salmo. IV. DISTRIBUCIÓN DE LOS SALMOS EN EL OFICIO 126.
Los salmos están
distribuidos a lo largo de un ciclo de cuatro semanas, de tal forma que
quedan omitidos muy pocos salmos, mientras que otros, insignes por su
tradición, se repiten con mayor frecuencia y se reservan a los Laudes de la
mañana, a las Vísperas y Completas salmos adecuados a las respectivas Horas. 127. Para Laudes y Vísperas, por ser
Horas más destinadas a la celebración con el pueblo, se han elegido los
salmos más adecuados a este fin. 128. Por lo que se refiere a las
Completas, se observa la norma descrita en el número 88. 129. Para el domingo, incluso para el
Oficio de lectura y para la Hora intermedia se han seleccionado aquellos
salmos que conforme a la tradición expresan de un modo más adecuado el
misterio pascual. A los viernes se les han asignado algunos salmos
penitenciales o de Pasión. 130. Se reservan para el tiempo de
Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua tres salmos, a sabor 77, 104 y 105, que
manifiestan con especial claridad la historia de la salvación de] Antiguo
Testamento, como anticipo de lo que se realiza en el Nuevo. 131. En el curso del salterio se
omiten los salmos 57, 82 y 108, en los que predomina el carácter
imprecatorio. Asimismo se han pasado por alto algunos versos de ciertos
salmos, como se indica al comienzo de cada uno de ellos. La omisión de estos
textos se debe a cierta dificultad psicológica, a pesar de que los mismos
salmos imprecatorios afloran en la espiritualidad noetestamentaria, Por
ejemplo: Apoc. 6, 10, sin que en modo alguno induzcan a maldecir. 132. Los salmos demasiado largos para
ser recitados en una Hora del Oficio, se distribuyen a lo largo de varios
días dentro de la misma Hora, de modo que los puedan recitar quienes no
acostumbran a rezar otras Horas. Así el salmo 118, según su propia división,
se distribuye a lo largo de veintidós días en la Hora intermedia puesto que
tradicionalmente es asignado a las horas del día. 133. El ciclo de las cuatro semanas
del Salterio se relaciona de tal modo con el año litúrgico que en la Primera
semana, prescindiendo acaso de otras, comienza el primer domingo de Adviento,
la primera semana per annum, el primer domingo de Cuaresma y el primer
domingo de Pascua. Después
de Pentecostés, como en el tiempo per annum el ciclo del Salterio sigue una
serie de semanas, se comienza por aquella semana del Salterio que es indicada
en el Propio del Tiempo al comienzo de su respectiva semana per annum. 134. En las solemnidades y en las
fiestas, en el triduo pascual en los días que caen dentro de las octavas de
Pascua y Navidad, los sal nos propios para el Oficio de lectura son elegidos
entro aquellos que están respaldados por la tradición Y cuya oportunidad se
aclara, la mayor parte de las veces, mediante una antífona. Otro tanto se
hace con la Hora intermedia en ciertas solemnidades del Señor y en la octava
de Pascua. Los salmos y el cántico para los Laudes de la mañana se toman del
primer domingo del Salterio. Los salmos de las primeras Vísperas de las
solemnidades pertenecen a la serie Laudáte, según una antigua costumbre. Las
II Vísperas de las solemnidades y las Vísperas de las fiestas tienen salmos y
cánticos propios. Para la Hora intermedia de las solemnidades, exceptuando
aquellas de las que se habló arriba y a no ser que caigan en domingo, se
tomarán de los salmos graduales; en la Hora intermedia de las fiestas se
dicen los salmos del día correspondiente. 135. En los demás casos se dicen los
salmos del Salterio en curso si no hubiere antífonas o salmos propios. V. LOS CÁNTICOS DEL ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTO 136. En los Laudes, entre el primero y
segundo salmo, se intercala, según costumbre, un cántico del Antiguo
Testamento. Además de la serie aceptada por la antigua tradición romana y de
la nueva ordenación introducida por S. Pío X en el Breviario, se han añadido
en el Salterio muchos cánticos sacados de los libros del Antiguo Testamento,
de forma que cada día ferial de las cuatro semanas tenga su cántico propio y
en los domingos alternen las dos partes del cántico de los tres jóvenes. 137. En las Vísperas, después de los
dos salmos, se intercala un cántico del Nuevo Testamento, sacado de las
Epístolas o del Apocalipsis. Se indican siete cánticos para cada uno de los
días de la semana. Pero en los domingos de Cuaresma, en lugar del cántico
aleluyático sacado del Apocalipsis, se dice el cántico tomado de la primera
Epístola de S. Pedro. Además, en la solemnidad de la Epifanía y en la fiesta
de la Transfiguración del Señor, se recitará el cántico indicado en su lugar,
de la primera Epístola a Timoteo. 139. La salmodia y las lecturas están
ordenadas conforme a una ley firme de la tradición que sitúa, en primer
lugar, el Antiguo Testamento, luego el Apóstol y por último el Evangelio. VI. LA LECTURA DE LA SAGRADA ESCRITURA a)
La Lectura de la Sagrada Escritura en General 140. La lectura de la Sagrada
Escritura, que conforme a una antigua tradición se hace públicamente en la
Liturgia, no sólo en la celebración eucarística, sino también en el Oficio
divino, ha de ser tenida en máxima estima por todos los cristianos porque es
propuesta por la misma Iglesia, no por elección individual o mayor propensión
del espíritu hacia ella, sino en orden al misterio que la Esposa de Cristo
"desarrolla en el círculo del año, desde la Encarnación y la Navidad
hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectación de la dichosa esperanza y
venida del Señor"6 ' Además, en la celebración litúrgica, la lectura de
la Sagrada Escritura siempre va acompañada de la oración, de modo que la
lectura produce frutos más plenos y a su vez la oración, sobre todo la de los
salmos, es entendida, por medio de las lecturas, de un modo más profundo y la
piedad se vuelve más intensa. 141. En la Liturgia de las Horas se
propone una lectura larga y una lectura corta de la Sagrada Escritura. 142. La lectura que se ha de hacer en
los Laudes matutinos y en las Vísperas libremente, queda descrita en el n.
46. b)
Distribución de las lecturas de 1 Sagrada Escritura en el Oficio de la
lectura 143. En la distribución de las
lecturas de la Sagrada Escritura, en el Oficio de lectura se tienen en cuenta
tanto aquellos tiempos sagrados en los que siguiendo
una tradición venerable se han de leer ciertos libros, como la distribución
de las lecturas en la Misa. De esta forma, pues, la Liturgia de las Horas se
coordina con la Misa de modo que la lectura de la Sagrada Escritura en el
Oficio complete las lecturas hechas en la Misa, ofreciendo así un panorama de
toda la historia de la Salvación. 144. Siguiendo en pie la excepción de
que se habla en el n. 72, no se leerá el Evangelio
en la Liturgia de las Horas puesto que se lee íntegramente todos los años en
la Misa. 145. Hay un doble curso de lectura
bíblica: el primero, que va inserto en el libro de la Liturgia de las Horas,
comprende tan sólo un año; el segundo, que se puede utilizar libremente, va
incluido en el apéndice y es bienal, lo mismo que el curso de la lectura per
annum en la Misa ferial. 146. El curso bienal de las lecturas
está dispuesto de forma que casi todos los libros de la Escritura son leídos
cada año siguiendo a la Liturgia de las Horas aquellos textos más largos y
más difíciles que apenas pueden tener cabida en la Misa. Pero mientras el
Nuevo Testamento se lee íntegramente todos los años, ya sea en la Misa ya en
la Liturgia de las Horas, se han seleccionado de los libros del Antiguo
Testamento tan sólo aquéllas partes que son de mayor importancia para la inteligencia
de la historia de la Salvación y para tal fomento de la piedad. Sin
embargo, la coordinación entre las lecturas de la Liturgia de las Horas y las
lecturas de la Misa, para que no se propongan los mismos textos en los mismos
días o se distribuyan con relativa frecuencia los mismos libros para las
mismas épocas del año (lo que dejaría a la Liturgia de las Horas perícopas de
menos importancia y perturbaría la lectura seguida de los textos), exige
necesariamente que el mismo libro figure en años alternos en la Misa y en la
Liturgia de las Horas o, al menos, dejar cierto intervalo de tiempo si se ha
de leer en el mismo año. 147. En tiempo de Adviento se leerán,
siguiendo una antigua tradición, las perícopas del libro de Isaías, en
lectura semicontinua, alterna en años alternos. Se leerán además el libro de
Ruth y algunas profecías del libro de Miqueas. Pero como desde el 17 hasta el
24 de diciembre se hacen lecturas especialmente asignadas a estos días, se
omitirán aquellas lecturas de la tercera semana de Adviento que no tengan
cabida. 148. Desde el día 29 de diciembre
hasta el 5 de enero se leerá el primer año la Epístola a los Colosenses, en
la que se considera la Encarnación del Señor en el marco de toda la historia
de la Salvación, y en el segundo año, el Cantar de los Cantares, en el que se
prefigura la unión de Dios y el hombre en Cristo: "Dios Padre se desposó
con Dios su Hijo en el instante en que lo uni6 a la naturaleza humana en el
seno de la Virgen, en el t momento en que Dios, antes de todos los siglos,
determinó que se hiciese hombre al final de los tiempos" . 149. Desde el 7 de enero hasta el
sábado después de Epifanía se leen textos escatológicos tomados de Baruch y
de Isaías 60-66; la lecturas que no hayan tenido
cabida se omitirán ese año. 150. Durante la Cuaresma se leerán el
primer año fragmentos del libro de] Deuteronomio y de la Epístola a los
Hebreos. En el segundo año se ofrece una visión panorámica de la historia de
la Salvación tomada de los libros del Éxodo, del Levítico y de los Números.
La Epístola a los Hebreos interpreta la antigua alianza a la luz del misterio
pascual de Cristo. De esta misma Epístola se leerán el día de Viernes Santo el fragmento acerca del sacrificio de Cristo
(9, 11-28), y el Sábado Santo, el que trata del descanso del Señor (4, 1-16).
En los otros días de Semana Santa se leen en el primer año los
cantos tercero y cuarto del Siervo del Señor, tomados del libro de
Isaías, y perícopas del libro de las Lamentaciones; en el segundo año se
leerá a jeremías como figura de Cristo paciente. 151. En el tiempo pascual, exceptuando
la dominica primera y segunda de Pascua y las solemnidades de la Ascensión y
Pentecostés, se leerán, según es tradicional, el primer año la primera
Epístola de S. Pedro, el Apocalipsis y las Epístolas de S. Juan, y el segundo
año, los Hechos de los Apóstoles. 152. Desde el lunes después de la
domínica de] Bautismo del Señor hasta la Cuaresma y desde el lunes después de
Pentecostés hasta el Adviento, discurre una serie continua de treinta y
cuatro semanas per annum. Dicha
serie queda interrumpida desde el miércoles de Ceniza hasta el día de
Pentecostés; en el lunes después de la domínica de Pentecostés se toma de
nuevo la lectura per annum a partir de la semana que sigue a la que fue
interrumpida por la llegada de la Cuaresma, pero omitiendo la lectura que le
corresponde a la dominica. En
los años que tienen sólo treinta y tres semanas per annum, se omite la semana
que cae inmediatamente después de Pentecostés, de modo que siempre sean
leídas las lecturas de las últimas semanas, que son de índole escatológica. Los
libros del Antiguo Testamento se distribuyen según la historia de la
Salvación: Dios se revela a sí mismo en el decurso de la vida del pueblo, que
es guiado e iluminado paulatinamente. Por ello los profetas son leídos entre
los libros históricos teniendo en cuenta el tiempo en que vivieron y
enciñaron. Así, el primer año la serie de lecturas del Antiguo Testamento
presenta juntamente los libros históricos y los oráculos de los profetas
desde el libro de Josué hasta el tiempo del exilio inclusive. El segundo año,
después de las lecturas del Génesis que se han de realizar antes de Cuaresma,
se continúa la narración de la historia de la Salvación desde el exilio hasta
los tiempos de los Macabeos. En ese mismo año se incluyen, además, los
profetas más recientes, los libros sapienciales y las narraciones de los
libros de Esther, Tobías y Judit. Las
Epístolas de los Apóstoles que no se lean en períodos especiales, van
distribuidas teniendo en cuenta ya las lecturas de la Misa, ya el orden
cronológico en que fueron escritas. 153. El curso de un año queda
abreviado de modo que todos los años se ¡can las
partes seleccionadas de la Sagrada Escritura, habida cuenta de los dos ciclos
de lecturas de la Misa a la que sirven de complemento. 155. Cada una de las perícopas guarda,
en la medida de lo posible, cierta unidad por ello para no sobrepasar los
limites adecuados que, por lo demás, son distintos según los diversos géneros
literarios, se omiten a veces algunos versos, lo cual es señalado en cada
caso: Pueden, no obstante, ser leídas con provecho íntegramente en un texto aprobado. c)
Las lecturas breves 156. Las lecturas breves, o
"capítulos", cuya importancia en la Liturgia de las Horas se señaló
en el n. 45, fueron seleccionadas en forma que expresen sucinta y
distintamente una sentencia o exhortación. Se ha prestado atención asimismo a
la variedad. 157. Se han constituido cuatro series
semanales de lecturas breves per annum, que van incluidas en el Salterio, de
modo que cada día a lo largo de cuatro semanas se cambie lectura. Hay además
series semanales para el tiempo de Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua. Y por
último, lecturas breves propias para las solemnidades y las fiestas y algunas
conmemoraciones, y también, una serie semanal para Completas. 158. En la selección de lecturas
breves se han seguido los siguientes criterios: VII. LA LECTURA DE LOS PADRES DE LOS ESCRITORES
ECLESIÁSTICOS 159.
Según la
tradición de la Iglesia Romana, en el Oficio de lectura, a continuación de la
lectura bíblica tiene lugar la lectura de los Padres o de 108 escritos
eclesiásticos con su responsorio correspondiente, ha no ser que haga una
lectura hagiográfica (e£ nn 228-239). 160. En esta lectura se proponen
diversos textos tomados de los escritos de los Santos Padres, de los doctores
y de otros escritores eclesiásticos pertenecientes, ya la Iglesia Orienta],
ya a la Occidental, cuidando no obstante, de conceder el primer lugar a los
santos Padres, que gozan en la Iglesia de una autoridad especial. 161. Además de las lecturas asignadas
para cada día en el libro de la Liturgia de las Horas, hay un Leccionario
libre que contiene un mayor abundancia de lecturas
para que sean más accesibles a los que rezan el Oficio divino el tesoro de la
tradición de la Iglesia. Se concede a todos la facultad
de tomar la segunda lectura o del libro de la Liturgia de las Horas o del
Leccionario libre. 162. Además de las Conferencias
Episcopales pueden proponer otros textos acordes con las tradiciones y la
mentalidad de su demarcación, los cuales han de incluirse a modo de
suplemento en el Leccionario libre. Dichos
textos estarán tomados de 8 las obras de escritores católicos insignes por su
doctrina y santidad de vida 163. La finalidad de esta lectura en
ante todo, la meditación de la Palabra de Dios tal como es entendida por la
Iglesia en su tradición. Porque la Iglesia siempre estimó necesario declarar
auténticamente a los fieles la Palabra de Dios de modo que "la línea de
la interpretación profética y apostólica se guíe conforme a la norma del
sentido eclesiástico y católico 164. Mediante el trato asiduo con los
documentos que presenta la tradición universal de la Iglesia, los lectores
son llevados a una meditación más plena de la Sagrada Escritura y a un amor
suave y vivo. Porque los escritos de los Santos Padres son testigos preciaros
de aquella meditación de la palabra de Dios, producida a lo largo de los
siglos, mediante la cual la Esposa del Verbo Encarnado, es decir, la Iglesia,
"que tiene consigo el consejo y el Espíritu de su Dios y Esposo"10
' se afana por conseguir una inteligencia cada vez más profunda de las
Sagradas Escrituras. 165. La lectura de los Padres conduce
asimismo a los cristianos al verdadero sentido de los tiempos y de las
festividades litúrgicas. Además, les hace accesibles las inestimables
riquezas espirituales que constituyen el egregio patrimonio de la Iglesia y
que a la vez son el fundamento de la vida espiritual y el alimento ubérrimo
de la piedad. Y por lo que se refiere a los pregoneros de la Palabra de Dios,
tendrán así todos los días a su alcance ejemplos insignes de la sagrada
predicación. VIII. LA LECTURA HAGIOGRÁFICA 166.
Con el nombre de
lectura hagiográfica se designa, ya el texto de algún Padre o escritor
eclesiástico que o bien hable directamente del Santo cuya festividad se
celebra o que pueda aplicarsele rectamente, ya un fragmento de los escritos
del Santo en cuestión, ya la narración de su vida. 167. En la elaboración de los
Principios particulares de los Santos se ha de atender a la verdad histórica
y al verdadero aprovechamiento espiritual de aquellos que han de leer o
escuchar la lectura hagiográfica; se ha de evitar cuidadosamente todo lo que
suscite tan sólo la admiración; más bien se ha de poner a la luz la peculiar
índole espiritual de los Santos, de un modo adecuado a las condiciones
actuales, así como su importancia para la vida y la espiritualidad de la
Iglesia. 168. Antes de la lectura misma y para
instrucción tan sólo, no para ser proferida en la celebración, se pone una
breve noticia hagiográfica que contiene datos meramente históricos y describe
brevemente la historia del Santo. IX. LOS RESPONSORIOS 170. Asimismo la segunda lectura lleva
que no va tan estrechamente ligado con el texto de la lectura favoreciendo
así más la libertad de la meditación. 171. Los responsorios, junto con sus
partes que han de ser repetidas, conservan, por tanto, su valor, incluso
cuando la recitación ha de ser hecha por uno sólo. No obstante, la parte que
se suele repetir en el responsorio puede omitirse en la recitación sin canto
a no s exigida por el sentido mismo. 172. De modo semejante, aunque más
sencillo, el responsorio breve de los Laudes matutinos, Vísperas Y Completas,
del cual se habló en los nn. 49 y 89 y los versos que acompañan a Tercia,
Sexta y Nona, responden a la lectura breve a modo de cierta aclamación
mediante la cual la Palabra de Dios penetra más profundamente el espíritu del
que escucha o del que lee. X LOS HIMNOS Y OTROS CANTICOS NO BÍBLICOS 173. Los himnos, que según una
antiquísima tradición formaban parte del Oficio, conservan ahora también su
importancia ' En realidad no sólo han sido destinados expresamente, por su
naturaleza lírica, para la alabanza de Dios, sino que constituyen una parte
popular, y aún más, casi siempre ponen más de manifiesto el carácter
diferencialmente de las Horas o de cada una de las fiestas, que las otras
partes de] Oficio, a la vez que mueven e incitan los ánimos a una celebración
piadosa. Dicha eficacia se ve alimentada a menudo por la belleza literaria.
Por lo demás, los himnos se encuentran en el Oficio como el principal
elemento poético introducido por la Iglesia. 174. Siguiendo la norma de la tradición,
el himno termina con una doxología que, de acuerdo con la costumbre, se
dirige a la misma persona divina a la que se dirige el mismo himno. 175. Para fermentar la variedad, se
establece en el Oficio del tiempo ordinario un doble curso de himnos para todas
las Horas, a utilizar en semanas alternas. 176. Se introduce, además, en el
Oficio de lectura un doble curso de los himnos del tiempo ordinario, según
que los himnos sean recitados de día o de noche. 177. Los himnos introducidos por
primera vez pueden ejecutarse con melodías del mismo número y metro que las
tradicionales. 178. En lo referente a la celebración
en lengua vernácula se les concede a las Conferencias Episcopales la facultad
de adaptar a la naturaleza de la propia lengua los himnos latinos, y asimismo
la de introducir corno himnos nuevas composiciones poéticas 13 siempre que
estén acordes plenamente con el espíritu de la Hora, del tiempo o de la
festividad; se ha de evitar cuidadosamente el que sean admitidas canciones
populares carentes de todo valor artístico y no consentáneas verdaderamente
con la dignidad de la liturgia. XI. LAS PRECES, EL PADRENUESTRO, LA ORACIÓN CONCLUSIVA a)
Las preces o intercesiones en los Laudes y Vísperas 179.
La Liturgia de
las Horas celebra ciertamente las alabanzas de Dios. Ahora bien, tanto la
tradición judaica como la cristiana no separan la oración de petición de la
alabanza divina; a menudo la súplica es en alguna manera una deducción de la
alabanza divina. El apóstol San Pablo exhorta a que se hagan "peticiones,
oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los
reyes y por todos los constituidos en dignidad, a fin de que gocemos de vida
tranquila y quieta con toda piedad y honestidad. Esto es bueno y grato ante
Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y
vengan al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2, 1-4). Dicha amonestación
fue interpretada a menudo por los Padres en el sentido de que se debían hacer
intercesiones por la mañana y por la tarde 180. Las intercesiones que se hacen en
la Misa de rito Romano se repiten también a la Hora de Vísperas, aunque de
modo distinto, tal como se describe más adelante. 181. Corno es tradicional en la
oración el que, sobre todo por la mañana, se encomienda a Dios todo el día, en
los Laudes matutinos se hacen invocaciones para encomendar o consagrar el día
a Dios. 182. Con el nombre de preces se
designan canto las intercesiones que se hacen en las Vísperas, como las
invocaciones hechas para consagrar el día a Dios en los Laudes matutinos. 183. Para fomentar la variedad 1 d y,
sobre todo, para expresar mejor las distintas necesidades de la Iglesia y de
los hombres según los diversos estados, grupos, personas, condiciones y
tiempos, se proponen diversas formulas de preces para cada uno de los dias
del curso del Salterio y para los tiempos sagrados del año litúrgico lo mismo
que para la celebración de ciertas festividades. 184. Además, las Conferencias
Episcopales poseen la facultad tanto de adaptar las fórmulas propuestas en el
libro de la Liturgia de las Horas, como de aprobar otras nuevas 185. Como se hace en el Padrenuestro
conviene enlazar las peticiones con la alabanza de Dios o la confesión de su
gloria, o la conmemoración de la historia de la salvación. 186. En las preces que tienen lugar en
las Vísperas, la última intención es siempre por los difuntos. 187. Como la Liturgia de las Horas es,
ante todo, la oración de toda la Iglesia e incluso por la salvación de todo
el mundo conviene que en las Preces las intenciones universales
obtengan absolutamente le primer lugar, ya se ore por la Iglesia Y los
Ordenados, por las autoridades civiles, por los que sufren pobreza,
enfermedad o aflicciones, por los necesidades de todo el mundo, a saber, por
la paz y otras causas semejantes. 188. Es lícito, sin embargo, tanto en
los Laudes matutinos como en las Vísperas añadir ciertas intenciones
particulares. 189. Las preces que han de ser
utilizadas en el Oficio están dotadas de tal estructura que pueden adaptarse
a la celebración con el pueblo, a una pequeña comunidad y a la recitación
hecha por uno solo. 190. Por ello, las Preces en la
recitación con el pueblo o en común van precedidas de una breve invitación
hecha por el sacerdote o el ministro, en la que se propone el tipo de
respuesta que ha de ser repetida de un modo invariable por la asamblea. 191. Las intenciones se enuncian,
además, en lenguaje dirigido a Dios, de forma que puedan convenir tanto a la
celebración común como a la recitación por uno solo. 192. Cada fórmula de las intenciones
consta de dos partes, la segunda de las cuales puede utilizarse como
respuesta variable. 193. Por ello, se pueden seguir
diversos modos de forma que el sacerdote o el ministro digan ambas partes y
la asamblea interponga una respuesta uniforme o una pausa de silencio, o que
el sacerdote o el ministro digan tan solo la primera parte y la asamblea la
segunda. b)
El Padrenuestro 194. En los Laudes matutinos y en las
Vísperas, como Horas más populares, a continuación de las preces ocupa el
Padrenuestro el lugar correspondiente a su dignidad, de acuerdo con una
tradición venerable. 195. Así, la oración dominical, de
ahora en adelante, se dirá solemnemente tres veces al día, a saber en la
Misa, en los Laudes matutinos y en las Vísperas. 196. El Padrenuestro será dicho por
todos, antecediéndole, según fuere oportuno, una breve monición. c)
la oración conclusiva 197. Al final de toda la Hora se dice
la oración conclusiva, que en la celebración pública popular, según la norma
de la tradición, correrá a cargo del sacerdote o del diácono 198. Esta oración, en el Oficio de la
lectura suele ser la misma que en la Misa. Para las Completas, siempre se
encuentra en el Salterio. 199. Para los Laudes matutinos y las
Vísperas, la oración se tomará del Propio, los siguientes días: domingos,
ferias del tiempo de Adviento, de Navidad, Cuaresma y Pascua, y asimismo en
las solemnidades, las festividades y las memorias. Pero en las ferias del
tiempo ordinario se dirá la oración indicada en el curso del Salterio para
manifestar la índole propia de estas Horas. 200. Por lo que se refiere a Tercia,
Sexta y Nona, u Hora intermedia, la oración se tornará del Propio, los
domingos y ferias de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua, lo Mismo que las
solemnidades y las fiestas. Los de más días se dirán aquellas oraciones que
expresan la índole de cada Hora y que figuran en el Salterio. XII. EL SILENCIO SAGRADO 201.
Como se ha de
procurar de un modo general que en las acciones litúrgicas se guarde
asimismo, a su debido tiempo- un silencio sagrado"" también se ha
de dar cabida al silencio en la Liturgia de las Horas. 202. Por lo tanto, según la
oportunidad y la prudencia, para lograr la plena resonancia de la voz del
Espíritu Santo en los corazones y para unir más estrechamente la oración
personal con la palabra de Dios y la voz pública de la Iglesia, es lícito
dejar un espacio de silencio o después de cada salmo, una vez repetida su
antífona, según la costumbre tradicional, sobre todo si después del silencio
se añade la oración sálmica (c£ n. 112); o después de las lectura tanto
breves, como más largas, indiferentemente antes o después del responsorio. Se
ha de evitar, sin embargo, que el silencio introducido sea tal que deforme la
estructura del Oficio o resulte molesto o fatigoso para los participantes. 203. Cuando la recitación haya de ser
hecha por uno solo, se concede una mayor libertad para hacer una pausa en la
meditación de alguna fórmula que suscite sentimientos espirituales, sin que
por eso el Oficio pierda su carácter público. CAPITULO IV LAS DIVERSAS CELEBRACIONES A LO LARGO DEL AÑO 1. LA CELEBRACION DE LOS MISTERIOS DEL SEÑOR El
domingo 204. El Oficio del domingo comienza
con las 1 Vísperas, en las que todos los elementos son tomados del Salterio,
a excepción de aquellos que se originan como propios. 205. Cuando una festividad del Señor
se celebra el domingo, tiene 1 Vísperas propias. 206. De modo de celebrar las vigilias
dominicales, cuando se juzgue oportuno, se habló arriba, en el n. 73. 207. Es sumamente conveniente que
donde fuere posible, se celebren con asistencia 1 del pueblo, al menos, las
Vísperas, conforme a la antiquísima costumbre . b)
El triduo pascual 208. En el triduo pascual, el Oficio
se celebra como se describe en el Propio del tiempo. 209. Los participantes en la Misa
vespertina del Jueves Santo o de la celebración de la Pasión del Señor el
Viernes Santo, no dicen las Vísperas del día respectivo. 210. El Viernes y el Sábado Santo se
organizará, antes de las Laudes matutinas, según fuese posible, una
celebración pública del Oficio de la lectura con asistencia del pueblo. 211. Las Completas del Sábado Santo se
dirán tan sólo por aquellas que no asisten a la Vigilia Pascual. 212. La Vigilia pascua] ocupa el lugar
del Oficio de lecturas: quienes, por tanto no asisten a la solemne Vigilia
pascual, lean de ella al menos cuatro lecturas, junto con los cánticos y
oraciones. Conviene elegir las lecturas del Éxodo, Ezequiel, del Apóstol y del
Evangelio. Siguen el himno Te Deum y la oración del día. 213. Los Laudes del domingo de
Resurrección deben ser dichos por todos conviene celebrar las Vísperas de un
modo más solemne para santificar el ocaso de un dia tan sagrado y para
conmemorar las apariciones del Señor que se manifiesta a sus discípulos.
Póngase sumo cuidado en conservar, donde estuviese vigente, la tradición
particular de celebrar el día de Pascua aquellas Vísperas bautismales en las
que, mientras son cantados los salmos, se hace una procesión al baptisterio. c)
El tiempo pascual 214. La Liturgia de las Horas toma
carácter pascual con la aclamación ¡Aleluya!, con la que concluyen la mayoría
de las antífonas (c£ n. 120); y también con los himnos, las antífonas y las
preces especiales, finalmente de las lecturas propias asignadas a cada Hora. d)
La Natividad del Señor 215. En la noche de la Natividad del
Señor conviene celebrar antes de la Misa una vigilia solemne con el Oficio de
lectura. No dicen Completas q ur asisten a esta vigilia. 216. Los Laudes del día de Natividad
se dicen de la Misa de la aurora. e)
Otras solemnidades y fiestas del Señor 217. En la distribución del Oficio en
las solemnidades y fiestas del Señor, obsérvese lo que se dice más adelante,
en los nn. 225 y 233, haciendo, sin embargo, los cambios oportunos. III. CELEBRACIÓN DE LOS SANTOS 218.
Las celebraciones
de los Santos se disponen de forma que no prevalezcan sobre las festividades
o los tiempos sagrados que conmemoran los mismos misterios de la salvación , ni interrumpan a cada paso el curso de la
salmodia y de la lectura divina o den origen a repeticiones indebidas y, por
otro lado, se fomente oportunamente la legítima devoción de cada uno. En
estos principios se fundan tanto la reforma del calendario llevada a cabo por
mandato del Concilio Vaticano II, como el modo de celebrar a los Santos en la
Liturgia de las Horas, que se describe en los números siguientes. 219. Las celebraciones de los Santos
son o solemnidades, o fiestas memorias. 220. Las memorias son u obligatorias
o, si no se indica nada, libres. Para averiguar si conviene o no celebrar tal
memoria libre en un Oficio con el pueblo o en la celebración común, téngase
presente el bien común, o sea la verdadera devoción de dicha asamblea y no
tan sólo la del que la preside. 221. Si coinciden en el mismo día
muchas memorias libres, puede celebrarse una tan sólo, omitiendo las otras. 222. Tan sólo son trasladables las
solemnidades, según las normas de las rúbricas. 223. Las normas que siguen son válidas
tanto para los Santos que figuran en el Calendario general Romano, como para
aquellas que registran los calendarios particulares. 224. En caso de que falten las partes
propias, las suplirán los respectivos Comunes de los Santos. 1.
Cómo se ha de ordenar el Oficio en las solemnidades 225. Las solemnidades tienen I
Vísperas el día anterior. 226. Tanto las primeras Vísperas como
las segundas tienen himno, antífonas, lectura breve con su responsorio, y
oración conclusiva propias; en caso de que no los tuvieren, se tomarán del
Común. En
las primeras Vísperas ambos salmos se tomarán, según costumbre, de la serie
Laudáte (a saber, de los salmos 112, 116, 134, 145, 146, 147), de acuerdo con
la antigua tradición; el cántico del Nuevo Testamento se indica en su lugar.
En las II Vísperas tanto los salmos como el cántico son propios. Las preces
son propias o se tornan de] Común. 227. El himno, las antífonas, la
lectura breve con su responsorio y la oración conclusiva de los Laudes de la
mañana, son propios; en caso de que no les hubiere, tómense del Común. Los
salmos han de ser tomados de la primera domínica de] Salterio. Las preces son
propias de] Común. 228. En el Oficio de lectura todas las
partes son propias; el himno, las lecturas y los responsorios. La primera
lectura es bíblica, la segunda hagiográfica. Si se tratare de un Santo al que
no se le han señalado partes especiales ni siquiera en el Propio local, se
han de tomar todas ellas del Común. Al
final del Oficio de Lectura, se dice el himno Te Deum y la oración propia. 229. En la Hora intermedia, es decir
en Tercia, Sexta y Nona, se dice el himno cotidiano, a no ser que se indique
otra cosa; los salmos se toman de los graduales con la antífona propia; en
domingo, los salmos se toman del 1 domingo del Salterio, la lectura breve y
la oración conclusiva son propias. Sin
embargo, en algunas solemnidades del Señor se proponen salmos especiales.. 230. Para, las Completas, todo se
tornará del domingo después de las I y las II Vísperas, , respectivamente 2.
Estructuración del Oficio en las fiestas 231. Las fiestas no tienen 1 Vísperas
a no ser las fiestas del Señor que caigan en domingo. Por lo que se refiere
al Oficio de la lectura, los Laudes matutinos y las Vísperas se harán lo
mismo que en las solemnidades. 232. En la Hora intermedia, es decir
en Tercia, Sexta y Nona se dice el himno de todos los días; los salmos con
sus antífonas se tomarán de la feria correspondiente, a no ser que alguna
razón peculiar o la tradición requieran que se diga una antífona propia, lo
que se indicará en su lugar. La lectura breve y la oración conclusiva son
propias. 233. Las Completas se dicen en los
días ordinarios. 3.
Estructuración del Oficio en las memorias de los Santos 234. Entre la memoria obligatoria y la
memoria libre, en caso de que ésta se celebre, no existe diferencia alguna en
lo que se refiere a la composición del Oficio, a no ser que se trate de
memorias libres que caigan casualmente en tiempos privilegiados. a)
las memorias que tienen lugar en días ordinarios 235.
En el Oficio de
lectura los Laudes matutinos y las Vísperas: a)
Los salmos, con sus antífonas, se tomarán de la feria correspondiente, a no
ser que haya antífonas o salmos propios, lo que se indicará en cada lugar. No
se dice el Te Deum. 236. Por lo que se refiere a las Horas
intermedia, o Tercia, Sexta y Nona y a Completas, todo se tomará de la feria
correspondiente. b)
Las memorias que tienen lugar en un tiempo privilegiado 237.
No se celebrará
ninguna memoria que coincida con domingos, solemnidades y fiestas, lo mismo
que con el miércoles de Ceniza, Semana Santa y la octava de Pascua 238. No se celebrará ninguna memoria
obligatoria ni siquiera en los calendarios particulares en los días
comprendidos entre el 17 y el 24 de diciembre, en la octava de Navidad y en
Cuaresma. Las que accidentalmente cayeren en tiempo de Cuaresma se consideran
aquel año como memorias libres. 239. Durante esos mismos tiempos, si
alguien quisiera celebrar la memoria de algún santo que correspondiera a
dichas fechas: a)
En el Oficio de lectura, a continuación de la lectura de los Padres en el
Propio del Tiempo, junto con su responsorio, se ha de añadir la lectura
hagiográfica propia con su responsorio, concluyendo con la oración del Santo. 240. En los sábados, a través del año
en que se permita memorias libres, podrá celebrarse, con el mismo rito la
conmemoración libre de Santa María con su lectura propia. III. EL CALENDARIO QUE SE HA DE SEGUIR Y LA FACULTAD DE ELEGIR
ALGÚN OFICIO O ALGUNA DE SUS PARTES a)
El calendario que se ha de seguir 241. El Oficio se ha de recitar en el
coro o en común siguiendo un calendario propio, a saber el de la diócesis, el
de la familia religiosa o el de la Iglesia particular. Los miembros de
familias religiosas se unirán con la comunidad de la Iglesia local para
celebrar la dedicación de la Iglesia, catedral y los Patronos principales del
lugar y zonas más amplias . 242. Cualquier clérigo o religioso,
obligado por algún título al Oficio divino, que tome parte en la recitación
del Oficio en común, según otro calendario u otro rito distinto del suyo,
cumple con su obligación por lo que se refiere a esta parte del Oficio. 243. En la recitación hecha
individualmente puede observarse tanto calendario del lugar como el
calendario propio des y las fiestas propias. b)
La facultad de elegir algún Oficio 244. En los días feriales que admiten
la celebración de una memoria libre, podrá celebrarse, habiendo una justa
causa en el mismo rito (Cf. nn. 234-239) el Oficio de algún santo señalado
para aquel día en el Martirologio Romano o en su Apéndice debidamente
aprobado. 245. Fuera de las solemnidades, los
domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua, miércoles de Ceniza, Semana Santa,
octava de Pascua y el 2 de noviembre, se podría celebrar, por una causa
pública o por devoción, ya totalmente ya en parte, algún Oficio votivo; v.g.:
con motivo de una peregrinación, de una fiesta local, o la solemnidad externa
de algún santo. c) Facultad
de decir algunos formularios 246. En algunos casos particulares
pueden elegirse para el Oficio formularios distintos de los que correspondan,
siempre que se respete la ordenación general de cada Hora y se observen las
reglas que siguen. 247. En el Oficio de los domingos,
solemnidades, fiestas del Señor que están señaladas en el Calendario general,
lo mismo que en el Oficio de los días feriales de Cuaresma y Semana Santa y
en los días comprendidos entre el 17 y el 24 de diciembre inclusive, nunca
sea lícito cambiar aquellos formularios que son propios o apropiados a esta
celebración, como son las antífonas, los himnos, las lecturas, los
responsorios, las oraciones y, muy a menudo, también los salmos. Sin
embargo, los salmos dominicales de la semana en curso podrán ser sustituidos,
si fuere oportuno, por los salmos dominicales de otra semana, e incluso, si
se tratase de un Oficio con el pueblo, se podrán elegir otros salmos de forma
que el pueblo sea llevado gradualmente a una mejor inteligencia de los
mismos. 248. En el Oficio de lectura siempre
se ha de preferir la lectura en curso de la Sagrada Escritura. Se refiere
también al Oficio el deseo de la Iglesia "de que en un período
determinado de años, se lean al pueblo las parta más significativas de la
Sagrada Escritura. Teniendo
esto presente, respétese el curso de las lecturas de la Escritura propuesto
en el Oficio de lectura para el tiempo de Adviento, Navidad, Cuaresma y
Pascua; durante el tiempo ordinario podrán elegirse, por una justa causa, en
algún día o unos pocos días continuos, otras lecturas entre las propuestas
para otros días o incluso otras lecturas bíblicas; v.g.;.cuando
se celebran ejercicios espirituales o asambleas pastorales u oraciones por la
unidad de la Iglesia y otras cosas semejantes. 249. Si alguna vez se interrumpe la
lectura continua a consecuencia de alguna solemnidad, fiesta o celebración
peculiar, será lícito en esa misma semana, teniendo presente toda su
distribución, o bien unir las partes que se omiten con las otras o bien
determinar qué textos han de ser preferidos a los demás. 250. En el mismo Oficio de la lectura,
en lugar de la segunda lectura asignada a aquel día, podrá elegirse por un
motivo justo otra lectura del Mismo tiempo, tornada del libro de la Liturgia
de las Horas o del Leccionario libre (n. 161). Sobre todo en los días
feriados a lo largo del año y si se considerase oportuno, incluso en el
tiempo de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua, se puede hacer una lectura
casi continua de algún fragmento patrístico en consonancia con los textos
bíblicos y litúrgicos. 251. Las lecturas de Laudes, Vísperas
y otras Horas y las oraciones, cantos y preces propuestas para los días
feriales de un tiempo peculiar, pueden ser dichas en otros días del mismo
tiempo, a excepción de ¡os casos señalados en el n.
274. 252. Aunque todos deben tener en la
mayor estima la observación de todo el curso del Salterio distribuido a lo
largo de las semanas sin embargo, si fuese oportuno desde el punto de vista
espiritual o pastoral, se pueden decir en lugar de los salmos asignados a un
día determinado, los salmos de la misma Hora, correspondientes a otro día.
Se dan también de un modo ocasional ciertas circunstancias en las que es licito elegir salmos adecuados y otras partes de modo a
Oficio votivo. CAPITULO V LOS RITOS QUE SE HAN DE OBSERVAR EN LA CELEBRACIÓN COMÚN 1. LOS DIVERSOS OFICIOS QUE SE HAN DE DESEMPEÑAR 253. En la celebración de la Liturgia
de las Horas, lo mismo que en las demás acciones litúrgicas, "cada cual,
ministro o simple fiel, al desempeñar su oficio, hará todo y sólo aquello que
le corresponde por la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas" 254. Si preside el obispo, sobre todo
en la Iglesia catedral, estará acompañado de su presbiterio y de los
ministros, con la participación plena y activa del pueblo. No obstante, toda
celebración con asistencia del pueblo la presidirá ordinariamente, el
sacerdote o el diácono, debiendo estar presentes asimismo los ministros. 255. El presbítero o el diácono que
preside la celebración puede llevar la estola sobre el alba o el sobrepelliz e incluso el pluvial en el caso del
presbítero. No hay inconveniente en que en las mayores solemnidades varios
presbíteros vayan revestidos de pluvial y los diáconos de dalmática. 256. Pertenece al sacerdote o diácono
que presida el dar comienzo al Oficio, desde su sede, con el Padrenuestro,
empezar la invocación inicial, recitar la oración conclusiva, saludar al
pueblo, bendecirlo y despedirlo. 257. Puede recitar las preces el
sacerdote o el ministro. 258. Si no estuvieran presentes el
presbítero o el diácono, el que preside el Oficio es solamente uno entre
iguales; no sube al presbiterio y no saluda ni bendice al pueblo. 259. Quienes desempeñan el oficio de
lector recitarán de pie en un lugar adecuado, las lecturas, tanto las largas
como las breves. 260. El comienzo de las antífonas, de
los salmos y de los otros cantos ha de hacerse por uno o varios cantores. En
lo que atañe a la salmodia, obsérvese lo dicho más arriba en los nn. 121-125. 261. Mientras se profiere el cántico
evangélico, en los Laudes matutinos y Vísperas se puede incensar el altar y,
a continuación, también al sacerdote y al pueblo. 262. La obligación coral afecta a la
comunidad; pero no al lugar de la celebración, que no es necesariamente el
templo, sobre todo tratándose de aquellas horas que no son recitadas de un
modo solemne. 263. Todos los participantes estarán
de pie: 264. Todos escucharán sentados las
lecturas, a no ser la del Evangelio. 265. Mientras se recitan los salmos y
los otros cánticos con sus antífonas, la asamblea estará sentada o de pie,
según fuere costumbre. 266. Todos harán la señal de la cruz,
desde la frente hasta el pecho y desde el hombro izquierdo al derecho: Harán
la señal de la cruz sobre la boca al comienzo del Invitatorio al proferir las
palabras "Señor, ábreme los labios". II. EL CANTO EN EL OFICIO 267.
En las rúbricas y
normas de esta Ordenación las palabras "decir" o
"proferir" se refieren al canto o la recitación, según los
principios que se establecen más adelante. 268. "Se recomienda vivamente a
los que rezan el Oficio en el coro o en común el uso del canto corno algo que
responde mejor a la naturaleza de esta oración y que es además indicio de una
mayor solemnidad y de 2 una unión más profunda de los corazones al proferir
las alabanzas divinas" . 269. Pues si es aplicable a toda
acción litúrgica lo especificado por el Concilio Vaticano II cerca del canto
litúrgico, lo es de un modo especial tratándose de la Liturgia de las Horas . Pues aunque todas y cada una de las partes han
sido ordenadas de forma que pueden recitarse, con provecho incluso
individualmente, muchas de ellas pertenecen al género lírico y, por tanto,
sólo mediante el canto alcanzan un sentido más pleno, sobre todo tratándose
de salmos, cánticos, himnos y responsorios. 270. Por ello, el canto no ha de ser
considerado en la Liturgia de las Horas como cierto ornato que se añada a la
oración, como algo extrínseco, sino más bien corno algo que dimana de lo
profundo del espíritu del que ora y alaba a Dios, y pone de manifiesto de un
modo pleno y perfecto la índole comunitaria del culto cristiano. Son
de alabar, por tanto, los grupos cristianos de cualquier género que se
esfuerzan por adoptar esta modalidad de plegaria el mayor número de veces
posible; para ello se los ha de proporcionar tanto a los clérigos y
religiosos corno a los fieles la debida instrucción catequética y práctica,
de modo que, especialmente en los días festivos, estén en disposición de
cantar con gozo las Horas. Pero, dado que resulta difícil cantar todo el
Oficio y, por otro lado, no se ha de considerar a la alabanza de la Iglesia
como algo que por su origen o por su naturaleza sea exclusivo de los clérigos
o de los monjes, sino corno algo que atañe a toda la comunidad cristiana, se
han de tener presentes a la vez varios principios para que la celebración de
la Liturgia de las Horas con canto pueda a la vez ser realizada adecuadamente
y resplandecer por su autenticidad y belleza. 271. Conviene, ante todo, utilizar el
canto al menos los domingos y días festivos, poniendo de manifiesto mediante
su uso los diversos grados de solemnidad. 272. Asimismo, Puesto que no todas las
Horas poseen la misma importancia, conviene destacar mediante el uso del
canto aquellas que son en verdad los quicios sobre los que gira el Oficio, a
saber, los Laudes matutinos y las Vísperas. 273. Además, aunque se recomiende la
celebración íntegra con canto, siempre que se señale por su. arte y unción,
puede, sin embargo, adoptarse a veces con provecho el principio de la
solemnidad "progresiva" tanto por razones prácticas como en
atención al hecho de que los distintos elementos de la celebración litúrgica
no se equiparan entre sí de un modo indiscriminado, sino que cada uno vuelve
a alcanzar su sentido originario y su verdadera función. De ese modo la
Liturgia de las Horas no es contemplada como un monumento insigne de una
época pretérita que casi exija ser conservado de un modo intangible para
provocar la admiración hacia sí, sino que, por el contrario, puede revivir e
incrementarse con un sentido nuevo, y ser otra vez verdadero signo
manifestativo de la vida pujante de algunas comunidades. El
principio, pues, de la solemnidad "progresiva" es el que admite
varios grados intermedios entre el Oficio cantado íntegramente y la simple
recitación de todas las partes. Este modo de proceder produce una variedad
grande y agradable, cuya medida ha de ser calculada atendiendo a la tonalidad
del día o de la Hora que se celebra, la naturaleza de cada uno de los
elementos que constituyen el Oficio, y, por último, el número o índole de la
comunidad y asimismo al número de cantores de que se dispone en tales
circunstancias. Mediante
esta mayor posibilidad de variación, la alabanza pública de la Iglesia podrá
realizarse con canto con más frecuencia que antes y adaptarse de muchos modos
a las diferentes circunstancias, existiendo un sólo fundamento para esperar
que se habrán de encontrar nuevas vías y nuevas formas para nuestro tiempo
tal como ha ocurrido siempre en la vida de la Iglesia. 274. En las acciones litúrgicas que se
han de celebrar con canto en latí en igualdad de circunstancias ocupará el
puesto principal el canto gregoriano, como propio de la Liturgia
Romana. En el Oficio cantado, si no hubiere melodía para la antífona
propuesta, tómese otra antífona de las que se hallan en el repertorio,
siempre que sea esta de acuerdo con lo señalado en los nn. 113, 121-125. No
obstante, "la Iglesia no excluye de las acciones litúrgicas ningún
género de música sacra con tal que responda al espíritu de la acción
litúrgica y a la naturaleza de cada una de sus partes y no suponga un
obstáculo para la debida participación activa del pueblo". 275. Como la Liturgia de las Horas
puede celebrarse en lengua vernácula, "póngase el debido cuidado en
preparar melodías para su empleo en el canto del Oficio divino en
lengua vernácula". 276. Nada impide, sin embargo, que
dentro de una misma Hora las partes sean cantadas en lenguas distintas . 277. Qué elementos hayan de ser
elegidos en primer lugar para ser cantados, habrá que deducirlo de la
ordenación genuina de la celebración litúrgica, que exige observar fielmente
el sentido y naturaleza de cada parte y del canto; pues hay partes que por su
naturaleza exigen ser cantadas , tales son, en primer lugar, las
aclamaciones, las respuestas al saludo del sacerdote y los ministros, y en
las preces litánicas, y, además, las antífonas y los salmos, como también los
estribillos o respuestas repetidas, los himnos y cánticos. 278. Consta que los salmos están
estrechamente ligados con la música (cf. nn. 103-120), tal como confirman la
tradición judaica y cristiana. En verdad, para la plena inteligencia de
muchos salmos es de no escaso provecho el que los mismos sean cantados o al
menos el que se les considere siempre bajo esta luz poética y musical. Por lo
tanto. si es factible, se ha de preferir esta forma,
al menos en los dias y Horas principales, según el carácter originario de los
salmos. 279. Se señalan arriba en los nn.
121-123 los diversos modos de ejecutar la salmodia, con los que se logrará la
variedad atendiendo no tanto a las circunstancias externas, como al diverso
género de los salmos que figuran en una celebración: así será mejor, quizá,
escuchar los salmos penitenciales o históricos, mientras que, por el
contrario, los himnos o las acciones de gracias exijan de por sí ser
cantados. Importa, sobre todo, no obstante, el que la celebración no resulte
rígida ni artificiosa ni preocupada tan sólo de cumplir con las normas
meramente formales, sino que responda a la verdad de la cosa. Hay que
esforzarse en primer lugar por que los espíritus estén movidos por el deseo
de la genuina oración de la Iglesia y resulte agradable celebrar las
alabanzas divinas (c£ salmo 146). 280. Los himnos pueden fomentar
también la oración de quien recita las Horas, si se distinguen por la
excelencia de su arte y doctrina; de por sí, sin embargo, están destinados a
ser cantados, y, por eso, se aconseja que en la medida de lo posible, sean
proferidos de esta forma en la celebración comunitaria. 281. El responsorio breve después de
la lectura en Laudes y Vísperas, del que se habló en el n. 49, se destina de
por sí al canto, y, por cierto, al canto del pueblo. 282. También los responsorios que
sigan a las lecturas en el Oficio de lectura piden por su índole Y función el ser cantados. En el curso del Oficio están dispuestos,
no obstante, de forma que mantengan su valor incluso en la recitación
privada. Aquellos que han sido provistos de melodías especialmente sencillas
y fáciles, se podrán cantar con mayor frecuencia que los provenientes de los fuentes litúrgicas. 283. Las lecturas ya largas ya breves
de por sí no están destinadas a ser cantadas; al proferirlas se ha de atender
cuidadosamente a que sean leídas digna, clara y distintamente y que sean
percibidas y entendidas fielmente por todos. Por tanto, sólo resulta
aceptable para la lectura aquella melodía que hace posible obtener una mejor
audición de las palabras e inteligibilidad del texto. 284. Los textos que son leídos
individualmente por el que preside la asamblea, como las oraciones, son apto
por ser cantados decorosamente, sobre todo en latín. No obstante, esto
resultará más difícil en algunas lenguas vernáculas, a no ser que, mediante
el canto, las palabras del texto puedan ser percibidas más claramente por
todos. |
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