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Los evangelios
nos presentan la oración del Padrenuestro a través de dos versiones. |
En Los evangelios nos presentan la
oración del Padrenuestro a través de dos versiones. En el evangelio de Mateo, encontramos
el Padrenuestro en el capítulo 6, formando parte del Sermón de En el evangelio de Lucas, el
Padrenuestro también se encuentra enmarcado en una catequesis sobre la
oración. Las enseñanzas se agrupan en tres temas: el Padrenuestro (Lc. 11,
1-4), la confianza y seguridad de que Dios escucha siempre (Lc. 11, 5-8) y la
eficacia de la oración al Padre (Lc. 11, 9-13). En Lucas, los discípulos reconocen en
la práctica de Jesús una nueva forma de orar, que les impresiona y quieren
imitar. Un día, al finalizar su oración, uno de ellos le pide que les enseñe
a orar. La comparación con Juan el Bautista y sus discípulos es importante.
Era común que cada maestro transmitiese a su grupo de seguidores una oración
que los uniera, una especie de credo que los identificase. Los discípulos le
reclaman al Señor que él también les enseñe una oración que los reúna, que
los congregue como comunidad que intenta vivir como él. El Padrenuestro es
una síntesis del mensaje de Jesús, un resumen de sus motivaciones más profundas.
Es importante descubrir que Jesús, cuando quiere transmitir lo medular de su
predicación y su vida, no utiliza un discurso doctrinal, sino una breve
oración que reúne lo más importante del sentido de su vida. Jesús reza y
enseña el Padrenuestro porque primero lo vive y lo practica. Ambos evangelistas sitúan el
Padrenuestro en un contexto de enseñanzas sobre la oración, pero sus
destinatarios son diferentes. Conocemos que Mateo escribió para una comunidad
cristiana de origen judío. Son personas que han aprendido a orar, dentro de
la tradición judía, pero deben estar atentos para que su oración no se
desvirtúe. De ahí el contexto de duro ataque a la forma de orar de los
fariseos. No olvidemos también que por la época que Mateo escribe existe ya
una franca separación entre los cristianos y los judíos. Lucas escribe para
una comunidad de cristianos helenistas o de origen griego. Son paganos,
provenientes de un mundo donde la oración se hallaba en crisis y declinación.
Había que enseñarles a orar. Es importante observar que en ambas
comunidades de los orígenes cristianos, el Padrenuestro formaba parte
esencial de la enseñanza de la oración. Este lugar privilegiado también lo
encontramos en Los textos evangélicos, que reflejan
la vida de las comunidades que les dieron origen, nos transmiten que se enseña
a orar con el Padrenuestro. Los evangelistas recogen algunas
diferencias en el texto de la oración. Lucas incluye cinco peticiones, y
Mateo, en una versión más larga, siete. La pregunta de rigor ¿Cuál de las dos
versiones es más antigua (o refleja mejor el pensamiento de Jesús) es
compleja de contestar? Teniendo en cuenta la extensión de ambos textos, la
versión de Lucas, más breve, se halla contenida totalmente en el texto de
Mateo. Esto hace pensar que el texto de Lucas
es el más primitivo. Mateo, más extenso, incluye peticiones colocadas en
lugares determinados (al final de la invocación inicial, al final de las
peticiones en singular y al final de las peticiones en plural) que ayudan a
obtener un estilo literario más cuidado. LUCAS Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes
caer en la tentación. MATEO Padre nuestro que estás en los cielos santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu
Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánolsle
hoy; y perdónanos nuestras deudas así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, más líbranos
del mal. Sin embargo al considerar los
elementos comunes de ambos textos (en el esquema están escritos en verde), es
el texto de Mateo el que parece ser más antiguo. Mateo incluye la expresión
aramea "deuda", al referirse a los pecados, en la petición de
perdón; mientras que Lucas utiliza un término griego, más adaptado a sus
interlocutores. El uso de los tiempos verbales también fortalece al texto de
Mateo. La estructura más primitiva del
Padrenuestro sería, entonces, la siguiente: - Una invocación. - Dos peticiones (o deseos) en
singular, en paralelo. - Dos peticiones en plural, en
paralelo. - El pedido final. Abba, Padre bueno. La invocación de la divinidad como
Padre se puede rastrear en varias culturas y civilizaciones del Antiguo
Oriente, y en el mismo pueblo judío. Sin constituir la forma más común de
referirse a Dios podemos encontrar varios ejemplos en el Antiguo Testamento . Sin embargo las palabras de Jesús encierran
una novedad radical, que desconcierta a sus contemporáneos. Para hablar con
Dios Jesús utiliza el término arameo Abba, que usaban los niños pequeños para
llamar a su Padre. Con esta forma de comunicarse Jesús revela un rostro
desconocido de Dios. El Dios lejano, que está en los cielos, se hace cercano
y compañero, en la figura del Padre bondadoso que espera, acompaña, protege y
busca el bienestar de sus hijo (Lc. 15, 11 ss) Jesús recurre al lenguaje común del
pueblo, para hablar de Dios. El hebreo estaba reservado para el culto y el
arameo lo hablaba el pueblo. De esta manera nos enseña que no lo encontramos
al margen de la vida, sino en medio de ella, a nuestro lado, como un Padre
que sufre y se desvela por sus hijos. Jesús, que llama a Dios, Papá, nos
invita a repetir con él sus palabras. También nosotros estamos llamados a ser
sus hijos, y a demostrarlo con nuestras vidas y obras, como lo hizo Jesús. Ser hijo (y poder llamar a Dios
"Papá") es un gran honor y una serísima
responsabilidad. Santificado sea tu nombre. Venga tu Reino. Las dos peticiones en singular se
dirigen al Padre Bueno para pedirle con confianza que su Voluntad y su
Proyecto se cumplan en la historia. Ambas peticiones, en paralelo, apuntan
a lo mismo. Pedimos que el nombre de Dios sea santificado, que llegue a
nosotros su Reino de justicia. Nos confiamos en sus manos para que este
mundo, de pecado, injusticia y opresión, donde muchos conocen la muerte
temprana de la enfermedad, la desnutrición, la desocupación, la falta de
vivienda y educación, la ausencia de oportunidades para vivir, cambie y
brille "un cielo y una tierra nuevas". Pedimos que su nombre sea
santo, que se realice su voluntad, que Dios, que es un Dios de Vida y
Justicia, sea reconocido, tenga su lugar acá en la tierra. Pedimos para que
su nombre no se tome en vano, para que no se justifique en el nombre de Dios
una sociedad y un sistema que genera exclusión y desigualdad. Pedimos que su
Reinado se haga efectivo. Que llegue a nosotros. Que irrumpa en la historia y
la haga nueva. Pedimos porque confiamos, contra todo desaliento y angustia
existencial, que el buen Dios va a reinar, e instaurar su Justicia, "así
en la tierra como en el cielo". En todas partes, en toda la creación. Nuestro pan cotidiano dánolsle hoy; y perdónanos nuestras deudas así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; Luego de invocar a Dios, Padre
nuestro, y de suplicar al cielo "que venga tu Reino", volvemos los
ojos a la vida cotidiana. Nos encontramos que, en este mundo, para construir
el Reino, todos debemos alcanzar lo necesario para vivir, el pan nuestro,
compartido, de hoy y de mañana. El pan que simboliza todo lo que es
imprescindible para la vida: el pan material y el pan espiritual. El pan de La segunda de las peticiones en plural
nos recuerda la importancia de las relaciones humanas. La fragilidad de las
mismas y la necesidad de la reconciliación para reestablecerlas. Pedimos
perdón al Padre por nuestras faltas, por las ofensas que cometemos, por las
deudas que contraemos al no comprometernos eficazmente en la justicia y la
construcción del Reino. Pedimos perdón por nuestras omisiones, por nuestro
cristianismo cómodo que evita el conflicto y las opciones. Pedimos perdón, y
nos comprometemos también a perdonar a los demás. Manifestamos con claridad
nuestra intención de promover relaciones nuevas entre las personas, a partir
de nuestro gesto concreto. Nos presentamos ante Dios para decirle que estamos
dispuestos a perdonar, que nos animamos a ser transmisores de su perdón,
porque reconocemos el perdón que Dios nos concede y la nueva oportunidad que
nos brinda. Las cuatro peticiones se entralazan, pedimos que venga el Reino y que se
manifieste concreto en el pan compartido para todos (la igualdad de
oportunidades y la dignidad para todos) y una nueva manera de relacionarse,
basado en el perdón y la justicia de Dios. Y no nos dejes caer en la tentación. La última petición sorprende. Es la
única que se realiza en negativo. Implica un corte abrupto y un final
tajante. Después de elevar nuestra voz al Padre, sentimos el peso de nuestras
propias limitaciones. Con los pies bien puestos sobre la tierra reconocemos
que es duro y difícil ser consecuente con lo que hemos pedido. Seguir a
Jesús, pidiendo por el Reino, y buscando su concreción en este mundo, puede
ser muchas veces un trago amargo. Sentimos la tentación de bajar los brazos,
de escatimar esfuerzos, de convencernos con justificaciones, de crearnos un
dios menos exigente, o simplemente, de cerrar los ojos y los oídos, y seguir
nuestro propio camino. La tentación existe, Jesús es testigo de su permanente
actualidad. A lo largo de su vida conoció la tentación, de decir no la
voluntad del Padre. De dar vuelta la cara a su proyecto. A fuerza de oración,
entrega y fe, salió adelante y marcó el camino. No pedimos no tener
tentaciones. Son parte de la vida. Pedimos fuerza, coraje y perseverancia,
para no dejarnos arrastrar por ellas y olvidar la causa del Padre: el Reino. Rezar el Padrenuestro puede ser una
costumbre, arraigada desde pequeños, casi un acto reflejo, que esquive la
decisión de la voluntad y el compromiso. En ese caso, no estaremos orando al
mismo Dios que nos mostró Jesús. En los tiempos que vivimos, en medio
de una historia colectiva atravesada por la injusticia del anti-Reino, que se hace visible en la exclusión creciente
de la mayor parte de nuestro pueblo al acceso a una vida digna; en estos
días, rezar el Padrenuestro se torna una imperiosa militancia, un desafío
cotidiano, un oasis donde abrevar para la lucha por Rezar el Padrenuestro, como nos enseño
Jesús, puede hasta ser una acto subversivo, una memoria utópica. Porque
subvierte y arrasa con los cimientos de una sociedad egoísta e injusta. Eso sí, rezarlo como Jesús: con la
vida compartida, con la entrega hasta la cruz, con la pasión por el Reino,
con la opción por los más débiles, con los gestos liberadores de vida nueva,
y también, y por todo eso, con los labios, como hijos y hermanos, repitiendo sus
palabras: "Padre nuestro..." Unidos en Que el Señor les Bendiga |
Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant |