Reflexión desde las Lecturas del Domingo
Bautismo del Señor, Ciclo C Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso
Brant 1.
HIJOS DE DIOS Siendo Hijo, Jesús pasa por el Bautismo
para que los que éramos “hijos de ira” (Ef 2,3) llegásemos a ser hijos de
Dios. Gracias a Cristo se han abierto para nosotros los cielos, cerrados
desde que Adán y Eva fueron expulsados del paraíso (Gén 3,23-24). Gracias a
Cristo somos “miembros de la familia de Dios” (Ef 2,19). No deberíamos
olvidar nunca la gratitud ni apartar de nuestro corazón el gozo ante esta
realidad: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de
Dios, pues ¡lo somos!” (1 Jn 3,1). Hemos sido bautizados “con Espíritu Santo y en el
fuego”. El Espíritu es fuego que, derramado en nuestros corazones por
el bautismo, nos incendia en el amor a Cristo y a los hombres. No hemos
recibido un Espíritu cobarde, sino un Espíritu de energía (2 Tim 1,7) que nos
impulsa sin cesar, como a Cristo. Pues también nosotros hemos sido “ungidos
con la fuerza del Espíritu para pasar haciendo el bien y curando a los
oprimidos por el diablo”. La fiesta de hoy debe hacernos reconocer
nuestra dignidad de bautizados. En el bautismo radica nuestra identidad. En
él hemos recibido la vida misma de Dios y la capacidad de vivir en intimidad
con el Padre, con Cristo, en el Espíritu Santo. Dejemos que la gracia del
bautismo fructifique en nosotros para la vida eterna. 2.
PRIMERA
LECTURA El profeta espera y anuncia, un cambio
total en el mundo. Por fin Dios viene a reinar. Y hay que prepararse para
este momento crucial de la historia de la humanidad. El mensajero pregona la
Buena Noticia de que el triunfo de Dios terminará con los dolores y
sufrimientos del pueblo. Lectura del libro de Isaías 40, 1-5. 9-11 Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su
Dios! Hablen al corazón de Jerusalén y anúncienle que su tiempo de servicio
se ha cumplido, que su culpa está pagada, que ha recibido de la mano del
Señor doble castigo por todos sus pecados. Una voz proclama: Preparen en el
desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro
Dios! Que se rellenen todos los valles y se aplanen todas las montañas y
colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras y los terrenos
escarpados, en planicies! Entonces se revelará la gloria del Señor y todos
los hombres la verán juntamente, porque ha hablado la boca del Señor. Súbete
a una montaña elevada, tú que llevas la buena noticia a Sión; levanta con
fuerza tu voz, tú que llevas la buena noticia a Jerusalén. Levántala sin
temor, di a las ciudades de Judá: “Aquí está su Dios!”. Ya llega el Señor con
poder y su brazo le asegura el dominio: el premio de su victoria lo acompaña
y su recompensa lo precede. Como un pastor, El apacienta su rebaño, lo reúne
con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las
que han dado a luz. Palabra de Dios. 2.1 PROMESA DE LIBERACIÓN Estas primeras palabras; “Consuelen,
consuelen a mi Pueblo, dice su Dios”, han hecho que se llame a estos
capítulos “libro de consolación” para Israel, pues la idea de consuelo domina
y penetra estas maravillosas profecías de restauración. La repetición
enfática de “Consuelen, consuelen” indica la certeza de la liberación en
la mente del profeta, que intenta levantar los ánimos de los pusilánimes,
apesadumbrados por la sucesión de tantas calamidades. ¿A quién se dirige el
profeta? Se supone que eran los
sacerdotes los destinatarios, y hay algunos comentarios que suponen que el
autor habla a los profetas, representantes de los intereses espirituales del
pueblo ante Dios, y los grupos de selectos que vivían en torno a personajes
proféticos. Deben hablar a mi pueblo, Israel, con el que Dios vuelve a
reanudar sus relaciones íntimas y a considerarle como pueblo suyo. Se trata de un mensaje de perdón al
pueblo. Por ello debe hablar al corazón de Jerusalén; “Hablen al corazón de Jerusalén
y anúncienle que su tiempo de servicio se ha cumplido, que su culpa está
pagada”, y hablarle amorosamente, confortarle. Jerusalén aquí
representa a Israel en general, como metrópoli santa elegida por Dios. La
gran nueva comunicada a ella es que ha terminado su servidumbre, que quedó como sinónimo de trabajo duro. La
alusión es a la época de servidumbre en Egipto, donde el pueblo estuvo
condenado a trabajos forzados. Esta servidumbre quedó como tipo del exilio
babilónico, al que se refiere el hagiógrafo. Jerusalén había pecado y tenía
que sufrir una época de expiación, como un condenado a trabajos forzosos. Con
ello; “su culpa está pagada”. Jerusalén “que ha recibido de la mano del
Señor doble castigo por todos sus pecado”. La idea parece extraña en
labios de un autor que tiene una idea muy alta de la justicia divina. Es una
frase que no debe tomarse al pie de la letra, pues indica, en general, que el
castigo sufrido por Israel ha sido de proporciones aparentemente
desorbitadas. Por otra parte, no debemos perder de vista que el hagiógrafo
pensaba, al afirmar esto, en el Siervo de Yahvé, incluido dentro del pueblo
de Israel, verdadera víctima inocente de propiciación por todos sus
compatriotas. 2.2 LA GLORIA DEL SEÑOR VINIENDO POR EL
DESIERTO. La mente del profeta se proyecta sobre el
retorno glorioso idealizado de su pueblo, precedido de la gloria del Señor; “Una
voz proclama: Preparen en el desierto el camino del Señor”. Delante va un heraldo del cortejo glorioso
del Señor; “Una voz proclama”. Es el Precursor, encargado de preparar lo
necesario para que la visita resulte grandiosa, en conformidad con el Rey que
se aproxima. Ante todo es necesario preparar una calzada amplia, digna de Él, para que pase el cortejo real sin
obstáculo ni tropiezo; “tracen en la estepa un sendero para
nuestro Dios!” Por eso se
invita a la naturaleza a que contribuya a la manifestación gloriosa del
Señor. Todos los declives montañosos y los valles deben transformarse; “Que se rellenen todos los valles y se
aplanen todas las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en
llanuras y los terrenos escarpados, en planicies”, para construir una gran avenida llana por la
que pase el cortejo de la gloria del Señor. “Entonces se revelará la gloria
del Señor” Todos serán testigos de esta gran epifanía gloriosa del
Dios de Israel, “y todos los hombres la verán juntamente, porque ha hablado la boca
del Señor” y ese gran camino
real será trazado en el desierto, en la estepa. La imagen está construida
sobre el relato del Éxodo en el que Israel aparece atravesando el desierto
del Sinaí camino de la tierra de promisión. Aunque el sentido inmediato aluda
al retorno del exilio, no obstante, los Padres comúnmente han visto aquí una
invitación a las almas a prepararse moralmente, con el ejercicio de las
virtudes, para recibir a Dios con el cortejo de sus gracias sobrenaturales.
Los evangelistas aplican el pasaje a San Juan Bautista, como precursor de
Jesús el Mesías, al preparar las conciencias de los judíos para recibirle
debidamente, con espíritu de penitencia y de humildad (cf. Mt 3:2; Lc 3:4-6). La gloria del Señor va a mostrarse a
todos. El profeta concibe la manifestación de Dios al modo de la nube que
aparecía durante la peregrinación de los israelitas en el desierto. La gloria
de Dios, su manifestación gloriosa, con sus hazañas y milagros en favor de su
pueblo. 2.3 VUELTA DEL SEÑOR A SIÓN El profeta invita a unos supuestos
mensajeros de buenas nuevas a que anuncien la proximidad de la llegada del
Señor, que retorna a su pueblo después de haberse separado de él por sus
pecados. “Súbete a una montaña elevada, tú que llevas la buena noticia a Sión;
levanta con fuerza tu voz, tú que llevas la buena noticia a Jerusalén.
Levántala sin temor”, aquí
puede referirse a un grupo ideal de anunciadores o profetas fieles al Señor,
quizá los mismos a quienes poco antes se les encargaba que consolaran al
pueblo. Son portadores de júbilo para Sión-Jerusalén y las “ciudades
de Judá”, la familia israelita
en general. Y el objeto de su anuncio es el retorno victorioso del Señor, que
viene con fortaleza, “Ya llega el Señor con poder y su brazo le
asegura el dominio”, y trae, como los conquistadores, su salario, su
paga, el botín de los enemigos, “el premio de su victoria lo acompaña y su
recompensa lo precede” llevado, al estilo oriental, delante de él
como trofeo. El Señor ha vencido a los
enemigos de Israel y ahora vuelve con los trofeos de la victoria a su pueblo.
Por otra parte, ese salario del Señor es también la salvación y liberación
del pueblo escogido una vez vencidos los enemigos. Y, en contraste con esta actitud de
vencedor bélico, El Señor será para su pueblo redimido “Como un pastor, El apacienta su
rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con
cuidado a las que han dado a luz”, prodigando los cuidados máximos a los
componentes más débiles y necesitados de la comunidad israelita. 3.
SALMO
Sal 103, 1-4. 24-25. 27-30 R. ¡Bendice al Señor, alma mía! Señor, Dios mío, qué grande eres! Estás
vestido de esplendor y majestad y te envuelves con un manto de luz. Tú
extendiste el cielo como un toldo. R. Construiste tu mansión sobre las aguas.
Las nubes te sirven de carruaje y avanzas en alas del viento. Usas como
mensajeros a los vientos, y a los relámpagos, como ministros. R. Qué variadas son tus obras, Señor! Todo lo
hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas! Allí está el
mar, grande y dilatado, donde se agitan, en número incontable, animales
grandes y pequeños. R. Todos esperan de ti que les des la comida
a su tiempo: se la das, y ellos la recogen; abres tu mano, y quedan saciados.
R. Si escondes tu rostro, se espantan; si les
quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son
creados, y renuevas la superficie de la tierra. R. 3.1 HIMNO A DIOS, CREADOR Y CONSERVADOR DEL
UNIVERSO Y DE TODO LO QUE EN ÉL HAY Este maravilloso poema, de profunda
sensibilidad lírica y religiosa, es, en realidad, un himno a Dios, creador y
conservador del universo y de todo lo que en él hay: la naturaleza muda, el
reino vegetal, el animal y el nombre, es decir, todas las maravillas y
esplendores de la creación, en su diversa y rica manifestación. Es una
lección maravillosa de alta teología natural, en la que se descubre la
profunda teología de los seres bajo la providencia divina. Es un comentario
poético del primer capítulo del Génesis: el mundo inanimado al servicio del
mundo viviente, éste al servicio del ser humano, y éste, rey de la creación,
al servicio de Dios. En su maravillosa obra se transparenta su grandeza
deslumbradora, su magnificencia, su bondad y su poder. Todo es maravilloso —
las fuerzas de la naturaleza y los seres vivientes —, porque todo es reflejo
de la sabiduría divina. Después de haber creado el universo dio la vida, y
ésta se renueva incesantemente por su soplo conservador. Todo lleva el sello
de una finalidad concreta, lo que supone orden, belleza, bondad y armonía Cuando oramos el Salmo completo, vemos que
este poema del Salterio es un simple comentario poético del relato bíblico de
la creación: lo que el autor sacerdotal dice escuetamente sobre la aparición
progresiva de las obras de la creación, el salmista lo embellece con
maravillosos recursos líricos. Para él, la creación es la revelación de la
incomparable majestad de Dios; ¡Señor, Dios mío, qué grande eres!, su
omnipotencia se refleja en la manifestación de las fuerzas de la naturaleza:
los mares son confinados a sus límites; la lluvia fertiliza la tierra; la
luna y el sol señalan las estaciones; los animales viven de la fertilidad de
la tierra. En todo se refleja la mano poderosa y providente del Creador. El poeta se extasía ante la grandeza del
Creador; las maravillas de la naturaleza pregonan su majestad y sabiduría. Todo está maravillosamente ordenado por el
Creador, ¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡La tierra está llena de tus
criaturas! Hasta el tenebroso y caótico océano abismal está bajo las
órdenes del Omnipotente. En él pululan los grandes cetáceos, y los pequeños
peces, todos obra de Dios; “Allí está el mar, grande y dilatado,
donde se agitan, en número incontable, animales grandes y pequeños” Para todos los animales, Dios es el
administrador general, por eso el salmo reza más adelante; “Si
les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son
creados, y renuevas la superficie de la tierra” y, por eso, todos
están pendientes de su generosidad para poder satisfacer su apetito. “Todos
esperan de ti que les des la comida a su tiempo: se la das, y ellos la
recogen; abres tu mano, y quedan saciados”. Si
les da el alimento, lo toman con avidez, mientras que, cuando escasea; “escondes
tu rostro”, al punto se quedan descoloridos. El mismo aliento vital
depende del Señor. “si les quitas el aliento, expiran y
vuelven al polvo”, pero, si
vuelve a otorgar el aire vital, surgen de nuevo otros que se recrían,
renovándose así, en ciclo constante, la superficie de la tierra con sus
moradores. “Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la
tierra”. El salmista concluye su maravilloso poema
con un canto de alabanza al Dios que obra tales maravillas; “¡Gloria
al Señor para siempre, alégrese el Señor por sus obras!” sus
criaturas son para su gloria, y por eso desea que el mismo Dios se goce en
sus obras como en el momento de la creación, cuando veía que todas eran
“buenas”. Y así agradecido plenamente de Dios y lleno de alegría, el Salmista
concluye con un bello canto expresando: Que mi canto le sea agradable, y yo me
alegraré en el Señor….., ¡Bendice al
Señor, alma mía! 4. SEGUNDA LECTURA Cristo Dios, se hizo visible e impartió
enseñanzas que pulen y elevan la vida: nos enseñó a seleccionar ideas y
costumbres. Señaló las virtudes, que cumplidas ennoblecen y dan estabilidad.
Su obra salvadora fue un gesto de bondad; no hay méritos para jactarse, pero
nace el compromiso de vivir con rectitud. Lectura
de la carta
del Apóstol san Pablo a Tito 2, 11-14; 3, 4-7 Querido
hijo: La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres,
se ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos
mundanos, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad,
mientras aguardamos la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria de
nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús. Él se entregó por nosotros, a fin de
librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y
lleno de celo en la práctica del bien. Pero cuando se manifestó la bondad de
Dios, nuestro Salvador, y su amor a los hombres, no por las obras de justicia
que habíamos realizado, sino solamente por su misericordia, Él nos salvó,
haciéndonos renacer por el bautismo y renovándonos por el Espíritu Santo. Y
derramó abundantemente ese Espíritu sobre nosotros por medio de Jesucristo,
nuestro Salvador, a fin de que, justificados por su gracia, seamos en
esperanza herederos de la Vida eterna. Palabra de Dios. 3.1 TITO
Aunque el libro de los Hechos no menciona nunca a Tito, su nombre
aparece doce veces en las cartas paulinas, que se destacan más adelante. Gracias a estos datos podemos reconstruir, aunque imperfectamente,
su biografía. Aparece por primera vez en la historia durante la asamblea o concilio de
Jerusalén, en compañía de Pablo (cf. Gal 2:1-3). Expresamente se dice ahí
(Gal 2:3) que era de origen gentil. Probablemente pertenecía a la comunidad
de Antioquía, formando parte del grupo de fieles que, por encargo de aquella
iglesia, acompañaron a Pablo y Bernabé en su viaje a Jerusalén (cf. Hech 15:2). Nada volvemos a saber ya de él
hasta el tercer viaje apostólico de Pablo, cuando éste, primero desde Efeso
(cf. 2 Cor 2:13; 7:6-14) y luego desde Macedonia (cf. 2 Cor 8:16), le envía a
Corinto con misiones delicadas. No consta que estuviera con Pablo en Roma
durante su cautividad. Pero vemos que, al final ya de la vida del Apóstol,
éste le deja encargado de la iglesia de Creta (cf. Tit 1:5), y que poco
después le manda ir a verse con él en Nicópolis (cf. Tit 3:12), desde donde
probablemente lo envió con alguna misión a Dalmacia (cf. 2 Tim 4:10). La
tradición eclesiástica, ya desde Eusebio, le ha considerado como el primer
obispo de Creta. El Martirologio romano
celebra su fiesta, de obispo confesor, el 26 de enero. La ocasión de esta carta de Pablo es la
misma, salvo las diferencias de lugares y personas, que motivó la carta
primera a Timoteo: dar instrucciones a Tito en orden al buen gobierno de los
fieles. 3.2 LA GRACIA DE DIOS, QUE ES FUENTE DE
SALVACIÓN PARA TODOS LOS HOMBRES, SE HA MANIFESTADO. Todas esas virtudes que Pablo exige a las
diversas categorías de fieles tienen su fundamento en Cristo, quien, con su
venida al mundo, nos ha hecho visible la voluntad que Dios tiene de salvar a
todos los hombres y nos ha enseñado cómo debemos vivir; “La gracia de Dios, que es
fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos
enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida
presente con sobriedad, justicia y piedad”, al mismo tiempo que
alienta nuestro trabajo con la esperanza de la gloria del cielo y de su
gloriosa manifestación en la parusía. El, que ofreció su vida por nosotros
para adquirirse un pueblo santo; “mientras aguardamos la feliz esperanza y
la Manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús. Él se entregó por nosotros, a fin de
librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y
lleno de celo en la práctica del bien”. Esto, que constituye la verdadera doctrina,
es lo que Tito debe exponer con toda energía, haciendo valer la autoridad que
le da su cargo. Evidentemente, es éste uno de los pasajes
de las cartas de San Pablo más cargado de doctrina, resumen de su teología.
Como es corriente en él, no se contenta con señalar preceptos y reglas de
vida práctica, sino que se eleva a los principios, indicando las razones
profundas que justifican esas exigencias. En este caso lo hace mediante una
especie de himno a la “La gracia de Dios, que es fuente de
salvación para todos los hombres, se ha manifestado”. Parece que el
lenguaje está inspirado en escenas, entonces frecuentes, de monarcas que
hacían su solemne manifestación al pueblo y repartían numerosos beneficios,
llamados colectivamente “gracia,” recibiendo a cambio de sus súbditos el apelativo de “salvadores.” Pablo se
vale de esta terminología palaciega, sin duda muy expresiva para sus
lectores, aplicándola a Jesucristo y a su obra de salud. Sentimos aflorar
aquí toda la doctrina paulina de la justificación, obra gratuita de Dios (cf.
Rom 3:21-24; 13:14; Gal 6:14). La aparición de Jesucristo en el mundo,
haciendo visible la “gracia” o amor benéfico de Dios, fue un continuo reparto
de beneficios, que tendrá su consumación cuando llegue la segunda aparición
en la parusía; “mientras aguardamos la feliz esperanza y la Manifestación de la
gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús”. Él es nuestro “gran Dios y Salvador”.
Con razón se ha hecho notar que hay aquí una neta afirmación de la divinidad
de Jesucristo, pues ambos nombres “Dios” y “Salvador” se aplican a
la misma persona, dado que llevan el mismo artículo, el que precede al
adjetivo “grande”; ni Pablo habla nunca de la venida gloriosa del Padre en la
parusía, sino sólo de la de Cristo. El amor del Padre nos viene dado por medio
del Hijo y del Espíritu para ponernos en grado de poseer en plenitud el don
de la salvación. Sólo una comunidad de fe que vive estos ideales puede ser
luz para los no creyentes y obtener el premio que Jesús nos ha prometido: la
vida eterna. Pero el ideal de vida cristiana, al que el cristiano y la misma
comunidad deben mirar, continúa siendo la persona misma de Jesús, que, en su
existencia terrena fue siempre dócil al Padre, supo resistir a toda tentación
del Maligno, practicó la justicia en su misión pública, amando a todos hasta
el don de su propia vida 5.
EVANGELIO
Era comprensible que muchos tuvieran una
idea confusa sobre la verdadera identidad del Bautista, ante su personalidad
y su predicación. Sin embargo, Juan no se equivocaba, sabía cuál era su rol y
su lugar. Él no era el
Mesías, sino simplemente quien preparaba al pueblo para la llegada de éste.
El bautismo de Jesús es una nueva epifanía, porque el Padre revela quién es
el Hijo. No es sólo el Salvador, no es simplemente un predicador, ni siquiera
un líder religioso o político. Se trata del mismo Hijo de Dios encarnado en
la tierra. Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 3, 15-16.
21-22 Como el pueblo estaba a la expectativa y
todos se preguntaban si Juan Bautista no sería el Mesías, él tomó la palabra
y les dijo: “Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que
yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; El los
bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego”. Todo el pueblo se hacía
bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió
el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre El en forma corporal, como una
paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo muy querido, en
quien tengo puesta toda mi predilección”. Palabra del Señor. 5.1 LA
FIGURA DEL BAUTISTA CAUSÓ UNA FORTÍSIMA CONMOCIÓN EN ISRAEL. Hasta Joséfo,
historiador Judío, se hace eco de ella, diciendo que Antipas “temió la grande
autoridad de aquel hombre.” Hubo un momento en que las gentes pensaron, ante
aquella figura ascética y profética que anunciaba la llegada inminente del
Reino, si él mismo no sería el Mesías. “Y este fue el testimonio de Juan,
cuando los judíos enviaron donde él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a
preguntarle: ¿Quién eres tú?” (Juan 1,19) Es Lucas, de
los evangelios sinópticos, el único que da la razón de esta confesión de
humildad del Bautista ante lo que era Cristo. El mismo Sanedrín de Jerusalén
le envió una representación para que dijese si era él el Mesías: “¿Quién
eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de
ti mismo?” (Juan 1, 20). Y éste es el momento, tanto en los
sinópticos como en Juan, en que el Bautista declara que él sólo es un
“esclavo,” pues él no es digno de ejercer con El oficio de los esclavos:
“descalzarle.” Además, su bautismo es en “agua,” pero el del Mesías es “en
fuego.” Probablemente la forma primitiva es ésta, en contraposición al
bautismo externo de Juan. Por el “fuego,” purificador profundo, se decía en
la ley, se ejercían las grandes purificaciones “rituales.” La forma “Espíritu
Santo,” en oposición a “fuego,” puede ser ya original de Lucas, pero
posiblemente no lo fue en las primeras fuentes, sino sólo en “fuego.” Como Mt, pone
la alegoría de la “era,” con lo que declara la grandeza de Cristo en la obra
de su Reino, como juez de los hombres, que da destinos eternos. Esta función
de juez de los hombres en el Antiguo Testamento estaba reservada a Dios.
Lucas presenta, a la hora de la composición de su evangelio, a Cristo como
Dios: Y todos verán la salvación de Dios. (Lucas 3,6). 5.2 DESPUÉS
DE BAUTIZADO CRISTO, ESTABA “ORANDO Lucas, como los
otros evangelios sinópticos, relata el bautismo de Cristo muy brevemente.
Destaca que éste tiene lugar “cuando todo el pueblo se bautizaba.” Pero la
frase sólo tiene un sentido genérico: sucedió en esos momentos. Lucas resalta
que, cuando después de bautizado Cristo, estaba “orando,” tiene lugar la
teofanía. Es tema característico de Lucas. Suele destacar este aspecto de
Cristo antes de tomar grandes decisiones: Sucedió que por aquellos días se
fue él al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios. (Lucas 6,12) o “Y sucedió que mientras él
estaba orando a solas, se hallaban con él los discípulos y él les preguntó:
¿Quién dice la gente que soy yo?”
(Lucas 9,12). La proclamación de la voz del Padre, en esta perspectiva
de Lucas, tiene el sentido de la filiación divina. 5.3 “TÚ
ERES MI HIJO MUY QUERIDO, EN QUIEN TENGO PUESTA TODA MI PREDILECCIÓN”. Apenas fue
bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento, se abrieron los cielos, y
vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. El
Señor nos ha concedido el lavado del bautismo con la inmersión de su cuerpo,
y en ello nos ha demostrado que puede abrirnos las puertas del cielo cuando
recibimos el bautismo, y concedernos el Espíritu Santo. Y se oyó una
voz del cielo que decía: “Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta
toda mi predilección”. La voz del Padre que baja del cielo para proclamar a
Cristo, en Mt se dirige al “pueblo,” en cambio, en san Marco y en san Lucas
se dirige a él (Jesús), mientras que en Juan esta voz no aparece ni se dirige
a nadie; solamente se da el descenso de la “paloma” como “contraseña” a Juan
de que Cristo es el Mesías. Él se abrieron los
cielos es un elemento escenográfico para dar lugar, plásticamente, al paso de
la paloma y a la “voz” del Padre. Al abrirse los cielos, en el contexto
penitencial del Bautista, indica que Dios baja para iniciar el tiempo
salvador prometido. 5.4 EN
FORMA DE PALOMA O COMO UNA PALOMA. Esta forma
aparece en los tres sinópticos e incluso en Juan: Y Juan dio testimonio
diciendo: He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se
quedaba sobre él. (Juan 1,32). La
paloma aparece en la literatura bíblica y extra-bíblica simbolizando diversas
cosas. Pero sugerido por el pasaje de Génesis en el que el Espíritu de Dios
se “cernía” sobre las aguas, la paloma vino a ser símbolo del Espíritu Santo.
La voz del
Padre. Esta proclama a Cristo Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco. La
frase la traen los tres sinópticos. Se dice que ese Hijo es “el Amado” por
excelencia. “El Amado no indica que Jesús sea el primero entre los iguales,
sino que indica una ternura especial; en el Antiguo Testamento, se dice que
no hay gran diferencia entre “amado” y “único”. Es muy probable que aquí “el
Amado” pueda ser equivalente del “Único,” o mejor, del “Unigénito,” puesto
que habla el Padre. En el Nuevo Testamento, ese término se reserva al Mesías.
El “en ti me
complazco” Es el gozo del Padre en su Hijo encarnado, en su Mesías. 5.5 EL
MISTERIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD SE DEMUESTRA EN EL BAUTISMO. El misterio de
la Santísima Trinidad se demuestra en el bautismo. Jesucristo (el Hijo), es
bautizado, el Espíritu Santo baja en forma de paloma y se oye la voz del
Padre, dando testimonio del Hijo. Aunque el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo sean una misma naturaleza. El Padre, quien dijo, “Tú eres mi Hijo
amado”, el Hijo, sobre quien se oye la voz del Padre; y el Espíritu Santo,
quien aparece en forma de paloma sobre el Hijo bautizado. Dice San
Agustín: Esta obra es la de toda la Trinidad. El Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo, existen en una misma esencia, sin diferencias de tiempo ni de lugares.
En estas palabras se distinguen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y no
puede decirse que se presenten en una misma esencia. En cuanto a lo que se
dice visiblemente en las sagradas letras, aparecieron separadamente en cuanto
a los espacios que cada persona ocupaba. Desde luego se sabe que la Santísima
Trinidad se conoce en sí misma inseparable, pero se puede mostrar
separadamente por medio de aspectos materiales. Que sea sólo la voz propia
del Padre, se demuestra por las palabras que dijo: Este es mi Hijo. El Padre, pues,
ama al Hijo, como un buen padre, por eso dice; en ti me complazco. Este es mi
Hijo Amado, para que se indicase especialmente a aquellos que oían, que Aquél
mismo era el Hijo de Dios. El Señor les Bendiga Pedro Sergio Antonio Donoso Brant BAUTISMO DEL SEÑOR,
CICLO C Publicado en este link: PALABRA DE DIOS Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y
Biblia de Jerusalén Algunos conceptos están tomados de los comentarios
a los Evangelios por Manuel de Tuya, O. P. Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr.
Carlos Etchevarne, Bach. Teol. Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M.
Magdalena ocd. |
…..
………