Reflexión desde las Lecturas del Domingo de Corpus Christi, Ciclo B

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


DOMINGO DE CORPUS CHRISTI

Mc 14,12-16.22-26

El relato que nos trae el Evangelio de San Marco, incluye los preparativos para la cena, en que Jesús aparece – como en la entrada en Jerusalén – gobernando y dirigiendo los acontecimientos, y el relato de la institución de la Eucaristía, en el que Jesús realiza anticipadamente el gesto de donación de su propia vida que llevará a cabo al día siguiente en la cruz. La mención en el último versículo del camino hacia el monte de los Olivos apunta hacia lo trágicamente real de ese gesto.

1.    COMER NUESTRA REDENCIÓN

“Esto es mi Cuerpo...” Ante todo, la fiesta de hoy nos debe hacer tomar una conciencia más intensa de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. El cuerpo significa la persona entera. Cristo está presente con su cuerpo glorioso, con su alma humana, con su personalidad divina. ¿Somos de veras conscientes de que en cada sagrario hay un hombre viviente, infinitamente más real que todos nosotros? ¿Qué me es más real, la presencia de las demás personas humanas o la presencia de Cristo en la Eucaristía? ¿Soy consciente de tener en el Sagrario a Dios con nosotros, a mi disposición, esperándome eternamente?

“...que se entrega por vosotros”. (Lc 22, 19) Sin embargo, la presencia de Cristo en la Eucaristía no es inerte ni pasiva. Cristo vive apasionadamente en la Eucaristía su amor infinito por nosotros, su entrega sin límites por cada uno. El amor manifestado en la cruz perdura eternamente; no ha menguado; por el contrario, es ahora más intenso. Y se hace especialmente presente y eficaz en cada celebración de la Eucaristía. Y eso “por vosotros y por todos los hombres”, por cada uno de todos los hombres, por los que fueron, son y serán.

“...para perdón de los pecados” (Mt, 26-28). Cristo sabe muy bien por quién y a quién se entrega; por hombres que son pecadores. Pero para esto ha venido precisamente, para quitar el pecado del mundo. Cristo en la Eucaristía anhela borrar nuestro pecado y hacernos santos. Para eso se ha entregado. Y para eso se queda en la eucaristía, para ser alimento de pecadores. Y nosotros necesitamos acudir con ansia y comer y beber nuestra redención.

2.    PRIMERA LECTURA

Por medio de Moisés, Dios sella la primera Alianza con su pueblo rociándolo con la sangre de los terneros ofrecidos en sacrificio. El vínculo que surge entre el Dios salvador y el pueblo salvado en la Biblia se denomina con la palabra alianza. La salvación no es sólo pasado; es también presente y futuro. La Alianza del Sinaí es verdaderamente la puesta en común de dos vidas, y el rito que mejor la expresa es el de la sangre. Dios se humaniza para que él se divinice. En realidad, sólo Jesucristo cumplirá de una vez para siempre, el rito de la sangre, uniendo definitivamente a Dios a los hombres en una vida común. Una misma sangre, que es vida, une los dos extremos: el altar, signo de Dios y las doce piedras, representación del pueblo. Sólo el sacrificio de Cristo hará a los hombres hijos de Dios. Sólo la confianza y obediencia al Dios liberador es lo que sigue liberando al pueblo.

Lectura del libro del Éxodo. Éx 24, 3-8

En aquellos días: Moisés fue a comunicar al pueblo todas las palabras y prescripciones del Señor, y el pueblo respondió a una sola voz: «Estamos decididos a poner en práctica todas las palabras que ha dicho el Señor». Moisés consignó por escrito las palabras del Señor, y a la mañana siguiente, bien temprano, levantó un altar al pie de la montaña y erigió doce piedras en representación de las doce tribus de Israel. Después designó a un grupo de jóvenes israelitas, y ellos ofrecieron holocaustos e inmolaron terneros al Señor, en sacrificio de comunión.

Moisés tomó la mitad de la sangre, la puso en unos recipientes, y derramó la otra mitad sobre el altar. Luego tomó el documento de la alianza y lo leyó delante del pueblo, el cual exclamó: “Estamos resueltos a poner en práctica y a obedecer todo lo que el Señor ha dicho”. Entonces Moisés tomó la sangre y roció con ella al pueblo, diciendo: “Ésta es la sangre de la alianza que ahora el Señor hace con ustedes, según lo establecido en estas cláusulas”.

Palabra de Dios.

2.1  “ESTAMOS RESUELTOS A PONER EN PRÁCTICA Y A OBEDECER TODO LO QUE EL SEÑOR HA DICHO”.

Moisés transmitió las palabras: “En aquellos días: Moisés fue a comunicar al pueblo todas las palabras y prescripciones del Señor”. Las palabras son, pues, el conjunto de disposiciones y declaraciones del Señor; no sólo el Decálogo, sino también las aplicaciones que hemos visto en el código de la alianza. Por eso el pueblo concluye solemnemente: “Estamos decididos a poner en práctica todas las palabras que ha dicho el Señor”. Esto es, todo cuanto ha dicho el Señor lo cumpliremos y luego: “Moisés consignó por escrito las palabras del Señor”

Esta aceptación del primer código de leyes (las palabras y juicios del Señor) va a ser solemnizada con un sacrificio: “designó a un grupo de jóvenes israelitas, y ellos ofrecieron holocaustos e inmolaron terneros al Señor, en sacrificio de comunión.” No se especifica si este grupo de jóvenes eran primogénitos o no. Quizá su juventud e inocencia los hacía más aptos para acercarse al altar, o quizá Moisés con este acto quiere santificar a las nuevas generaciones, a las que exclusivamente les estará reservada la entrada en la tierra prometida.

“Moisés tomó la mitad de la sangre, la puso en unos recipientes, y derramó la otra mitad sobre el altar”. La sangre es lo más sagrado para el hombre y pertenece a la divinidad, pues es el vehículo de la vida. Las alianzas familiares y entre las tribus se sellaban con sangre, ordinariamente con sangre de animales. En el contrato del Sinaí esta solidaridad se establece por la aspersión de la sangre sobre el altar y el pueblo reunido ante él. Esa sangre debía sellar la unión que había de haber entre el Señor y su pueblo. Jesucristo en la última cena, parafraseando las palabras de Moisés sobre el pueblo, dijo solemnemente a sus discípulos: “Esta es mi sangre de la alianza, que será derramada por muchos.”

Antes de la aspersión con la sangre, Moisés leyó públicamente las estipulaciones del pacto: Luego tomó el documento de la alianza y lo leyó delante del pueblo, el cual exclamó: “Estamos resueltos a poner en práctica y a obedecer todo lo que el Señor ha dicho”,   llamando la atención sobre la gravedad del compromiso a contraer, y el pueblo, consciente de su responsabilidad, aceptó las estipulaciones: “Estamos resueltos a poner en práctica y a obedecer todo”.

3.    SALMO

En reconocimiento a la Alianza con Dios, el salmo da gracias al Señor recordando el gesto ritual de alzar el cáliz. Participamos de esta oración, aclamando: Alzaré la copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor.

Salmo Sal 115,12-13.15-18

R. Alzaré la copa de la salvación e invocaré el Nombre del Señor O bien: Aleluya.

¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo? Alzaré la copa de la salvación e invocaré el Nombre del Señor. R.

¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus amigos! Yo, Señor, soy tu servidor, tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el Nombre del Señor. Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo. R.

3.1  SALMO DE ACCIÓN DE GRACIAS.

Este salmo eucarístico tiene dos partes bien definidas, desde el verso 1 al 9, está dedicado a agradecer por liberación de un inminente peligro de muerte como consecuencia de una enfermedad y en la segunda parte, desde el verso 10 al 19,  es un himno de acción de gracias por el beneficio obtenido.

El salmista, agradecido por haber sido liberado de un peligro de muerte, comienza los primeros versos rezado; “Le amo, porque oye el Señor la voz de mis súplicas, porque inclinó a mí sus oídos en el día en que le invoqué”. Y concluye ésta primera parte; “Pues libró mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la vacilación. Andaré en presencia del Señor en la tierra de los vivientes”.

Reconocido a los beneficios recibidos, el salmista declara su amor para con Dios, que nunca ha desoído sus plegarias; pero ahora esto tiene un particular sentido, ya que el Señor le ha dispensado una gracia excepcional al salvarlo de un peligro grave de muerte a causa de una enfermedad que no especifica. En el momento crítico de su vida, Dios inclino sus oídos hacia él desde el cielo para recibir y despachar su ansiosa súplica.

Luego, en la segunda parte, desde donde la liturgia de hoy ha tomado algunos versos, el salmista hace sus promesas de acción de gracias.

Entonces el tono lacrimoso de la primera parte se cambia en ésta segunda en eucarístico.

Recapitulando sobre su situación angustiosa pasada, el salmista declara que nunca perdió su confianza en medio de su mayor postración física y moral. Reflexionando en el lecho del dolor, había llegado a la conclusión de que es vano buscar consuelos y ayudas humanas, pues todos los hombres son engañosos, y que sólo Dios merece la esperanza confiada del afligido.

Una vez recuperada la salud, el salmista aspira hacer manifestaciones de gratitud a su Dios por el beneficio obtenido, y quiere corresponder con un sacrificio de alabanza, es decir, el sacrificio llamado “pacífico”: “Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el Nombre del Señor.”

3.2  ALZARÉ LA COPA DE LA SALVACIÓN  E INVOCARÉ EL NOMBRE DEL SEÑOR”.

El salmista ha sido salvado de la muerte por el Señor, y, por tanto, en sus labios no habrá más cáliz que el de la alabanza, en el que se recuerde su salvación milagrosa; “¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo? Alzaré la copa de la salvación e invocaré el Nombre del Señor”.

Insistiendo sobre su liberación milagrosa, el salmista declara que la muerte de sus fieles no les es indiferente; “¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus amigos!”, Los justos son objeto de una providencia especial de Dios, y por eso no permite su muerte sin grandes motivos. En la perspectiva del salmista no hay retribución en el más allá, y por eso cree que Dios protege especialmente la vida de los que le son adictos para premiarles su virtud con una prolongada y próspera vida; Rescatará sus almas de la opresión y de la violencia, y será preciosa su sangre a los ojos de él. (Sal 72:14)

En la panorámica cristiana, la muerte es la auténtica liberación del espíritu, pues el alma del justo va a gozar de la presencia divina. En este sentido es empleado el verso en la liturgia eclesiástica.

El salmista se declara siervo de su Dios, pero no accidental o comprado, sino nacido en su casa, como hijo de su esclava “Yo, Señor, soy tu servidor, tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas”.  El Señor ha reconocido su vinculación familiar, pues le ha liberado de la muerte rompiendo sus cadenas, las enfermedades, instrumento de la muerte y del seol, (el salmista presenta a la muerte y al Seol como dos cazadores al acecho de vidas humanas, poniendo lazos — enfermedades — para que éstos caigan en ello), no obstante el sabe que cuenta con el Señor; Con Dios haremos proezas; El quebrantará a nuestros enemigos. (Sal 107:10-14) Agradecido a su liberación, promete el salmista cumplir los votos pronunciados durante su situación angustiosa y ofrecer un sacrificio de acción de gracias; “Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo”. Es el sacrificio de alabanza que ofrecerá públicamente delante de todo su pueblo en el templo de Jerusalén.

4.    SEGUNDA LECTURA

Con Cristo se inaugura una nueva Alianza sellada con su Sangre que nos purifica de todo pecado. En la fiesta judía de la Expiación el sumo sacerdote entraba solo en el lugar reservado para él, allí expiaba los pecados del pueblo, mediante la ofrenda de los sacrificios. Asumido por Cristo, el servicio del sumo sacerdote es renovado totalmente: el nuevo santuario es la humanidad glorificada del mismo Cristo y lo es para siempre; la sangre ofrecida es su propia sangre, tanto más eficaz, cuanto que al liberar a los hombres del pecado, los capacita para rendir culto en espíritu y en verdad al Dios viviente y para recibir la herencia eterna de la promesa.

Lectura de la carta a los Hebreos. Heb 9, 11-15

Hermanos: Cristo, a diferencia de los sacerdotes del culto antiguo, ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes futuros. Él, a través de una Morada más excelente y perfecta que la antigua –no construida por manos humanas, es decir, no de este mundo creado–, entró de una vez por todas en el Santuario, no por la sangre de chivos y terneros, sino por su propia sangre, obteniéndonos así una redención eterna. Porque si la sangre de chivos y toros y la ceniza de ternera, con que se rocía a los que están contaminados por el pecado, los santifica, obteniéndoles la pureza externa, ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por obra del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que llevan a la muerte, para permitirnos tributar culto al Dios viviente!. Por eso, Cristo es mediador de una Nueva Alianza entre Dios y los hombres, a fin de que, habiendo muerto para redención de los pecados cometidos en la primera Alianza, los que son llamados reciban la herencia eterna que ha sido prometida.

Palabra de Dios.

3.1  ¡CUÁNTO MÁS LA SANGRE DE CRISTO,

El autor del libro, nos habla del sacrificio de Cristo.  Con terminología inspirada en el santuario y sacrificios mosaicos, a la que ahora hay que atribuir mucho de metafórico, hace una síntesis maravillosa de la obra de Cristo, nuestro sumo sacerdote, haciendo resaltar la inmensa “Hermanos: Cristo, a diferencia de los sacerdotes del culto antiguo, ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes futuros”, estos son los bienes mesiánicos, y de tabernáculo “mejor y más perfecto”: “Él, a través de una Morada más excelente y perfecta que la antigua”,  que es el del cielo, del que el mosaico no era sino sombra y figura. Lo mismo que el sumo sacerdote judío, atravesando el Santo o primera estancia, entraba en el Santísimo o segunda estancia, avalado por sangre de animales (cf. v.7), así Cristo, atravesando los cielos, entra en el verdadero santuario donde mora Dios, avalado “por su propia sangre”: “entró de una vez por todas en el Santuario, no por la sangre de chivos y terneros, sino por su propia sangre, obteniéndonos así una redención eterna”.

Y esta entrada de Cristo no se repite cada año, como la del sumo sacerdote judío, sino que se hizo “de una vez para siempre,” habiéndonos obtenido con esa sola vez una “redención eterna”. Tratando de explicar el porqué de esa “redención eterna,” suficiente para salvar a todos los hombres de todos los tiempos, el autor establece comparación entre la sangre de animales y la sangre de Cristo, y dice: Porque si la sangre de chivos y toros y la ceniza de ternera, con que se rocía a los que están contaminados por el pecado, los santifica, obteniéndoles la pureza externa, ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por obra del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que llevan a la muerte, para permitirnos tributar culto al Dios viviente!. Si aquélla era capaz de santificar a los inmundos obteniéndoles una limpieza carnal, liberando de toda mancha ante la Ley, ¿no será la sangre de Cristo, inmolado por nosotros en la cruz, mucho más capaz de producir limpieza interior, llegando hasta lo más íntimo de la conciencia y purificando de todo pecado? Por eso, Cristo es mediador de una Nueva Alianza entre Dios y los hombres, a fin de que, habiendo muerto para redención de los pecados cometidos en la primera Alianza, los que son llamados reciban la herencia eterna que ha sido prometida.

5.    EVANGELIO

San Marcos reproduce el momento de la Ultima Cena en que Cristo asegura que su sangre sella la nueva Alianza. La Eucaristía es la continuación y actualización de la pascua judía. Para comprenderla es necesario situarla en su contexto pascual. 

El acontecimiento celebrado no es ya la liberación de la esclavitud de Egipto, sino la liberación definitiva de la Humanidad lograda por la cruz. El verdadero cordero pascual es el propio Maestro, condenado a muerte porque amó a los hombres hasta el límite.

Participar en la Eucaristía es aceptar seguir al Maestro en esta aventura del amor que le condujo a la cruz. Nuestras eucaristías nunca deberían dejar de ser signo y estímulo del paso de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos. Mc 14, 12-16. 22-26

El primer día de la fiesta de los panes ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?”. Él envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: ‘¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?’. Él les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario”. Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.

Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen, esto es mi Cuerpo”. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: “Ésta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”.

Palabra del Señor.

5.1  “PRIMER DÍA DE LOS ÁCIMOS,”

Los tres Evangelios sinópticos sitúan la preparación de la última cena “en el primer día de los Ácimos”. Primitivamente, solamente se comía el pan ácimo la semana pascual, que comenzaba el 15 de Nisán a la puesta del sol (Ex 12:15, etc.). Posteriormente, los rabinos, para asegurar mejor el cumplimiento de este precepto de la Ley, extendieron la obligación de comer el pan ácimo desde el mediodía del 14. De ahí el que, en el uso vulgar, la “Fiesta de los Ácimos” viniese a tener el valor de ocho días. Vocabulario que es el que reflejan los evangelios.

Nisán es el séptimo mes del año según el cómputo de los meses desde la creación del mundo (a partir del mes de Tishrei), y el primer mes según el cómputo desde el Éxodo de Egipto (a partir del mes de Nisán).

El origen del nombre Nisán, al igual que los nombres de los demás meses del calendario hebreo, es babilonio, y fue posteriormente adoptado por los judíos que retornaron del exilio en Babilonia.

5.2  “SALDRÁ AL ENCUENTRO UN HOMBRE CON UN CÁNTARO DE AGUA.”

Cristo los envió a Jerusalén, y les dice que al llegar les “saldrá al encuentro un hombre con un cántaro de agua.” Les manda seguirle, y, donde entre, pide que le digan al dueño que él desea celebrar en su casa la Pascua con sus discípulos, que son los apóstoles.

Jesús les anuncia la respuesta: les mostrará una “gran sala” en la parte alta de la casa, a la que ordinariamente se subía por una escalera exterior, independiente de comunicación con el resto del edificio; esta sala estará “alfombrada,” o cubierta de esteras, y preparada con todo el ajuar necesario para recibir allí huéspedes de Pascua. Sólo faltaban los manjares rituales, que Jesús les manda “preparar.”

Era característico que jamás ningún forastero había dejado de encontrar hospitalidad, un aposento entre los jerosolimitanos (de Jerusalén), para celebrar la Pascua; hospitalidad que era gratuita. Pero la costumbre había establecido que les dejasen como compensación la piel del cordero pascual inmolado. Esta persona en cuya casa se va a celebrar la Pascua debía de ser algún discípulo o simpatizante de Jesús, y es posible que ya le hubiese ofrecido su casa para esto en otra ocasión.

5.3  MIENTRAS COMÍAN” TIENE LUGAR LA INSTITUCIÓN EUCARÍSTICA.

La narración de la institución eucarística de Marcos forma un conjunto muy marcado con Mateo, diferenciándose accidentalmente, aunque manifiestamente, del conjunto Lucas y San Pablo.

“Mientras comían” tiene lugar la institución eucarística. Sin embargo para Lucas, “después de haber comido.” La razón es que Lucas precisa el momento; fue después de haber terminado la cena estricta, habiendo ya comido el cordero pascual, pero continuando con los ritos de la cena. Marcos-Mateo sólo dicen que se celebró durante ella y sin más precisiones.

En cambio, al relatar la consagración del cáliz, Marcos tiene una redacción distinta. Según él, Cristo tomó el cáliz, dio gracias, se lo dio, y bebieron todos de él. Y después de esto consagra su sangre. Marcos seguramente lo relata así por lograr una “eliminación” del tema en orden a una mayor claridad. Se comprende que Marcos desea hacer ver que todos bebieron de aquel único cáliz consagrado, no obstante para sus lectores no podía haber la menor confusión, ya que conocían y vivían el rito histórico preciso en la “fractio pañis.” (fracción del pan)

5.4  LES ASEGURO QUE NO BEBERÉ MÁS DEL FRUTO DE LA VID HASTA EL DÍA EN QUE BEBA EL VINO NUEVO EN EL REINO DE DIOS.

Otro punto de interés, es que en el Evangelios según san Marcos, como en Mateo, se omite la instrucción de repetir la celebración eucarística, que aparece en Lucas y Pablo. Marcos no recogió este elemento, o lo omitió por innecesario, ya que estaba incluido en el hecho de la celebración. Pues una “rúbrica” (un signo) no se la recita, se la ejecuta. Siendo la “nueva Alianza” había, como la otra, de repetirse, “conmemorarse” (Ex 12:14; Dt 16:3; Ex 13:3.9). Sin embargo, igualmente se define que con esas palabras Cristo ordenó a los apóstoles y preceptuó el sacrificio eucarístico.

Luego Jesús, pone a continuación la frase “escatológica” de reunirse con ellos en la etapa celeste del reino: “Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”. Esta frase está representada, en el medio ambiente, bajo el símbolo de un banquete. La conciencia de Cristo es clara en toda esta tragedia.

5.5  TOMEN, ESTO ES MI CUERPO

Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen, esto es mi Cuerpo”. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: “Ésta es mi Sangre”. Jesús ofrece a los discípulos su cuerpo y su sangre.

Esta es una frase que requiere una profunda meditación, debemos estar claro si estamos convencidos de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. La presencia de Cristo en la Eucaristía es muy activa.

El hecho que Jesús ofrezca su cuerpo y su sangre debe siempre hacernos conmemorar el don de su vida, su muerte en cruz. En la cruz él ha derramado su sangre; con su muerte ha fundado una nueva alianza, la comunión definitiva de Dios con los hombres. Jesús permanecerá para siempre con ellos y será “el crucificado”, que ha donado su vida por ellos”

5.6  SANGRE DE LA ALIANZA, QUE SE DERRAMA POR MUCHOS

El provecho de esta sangre es por “muchos.” Es semitismo por “todos,” como se ve en diversos contextos neotestamentarios y en la literatura rabínica. Hay además una alusión literaria al “Siervo de Yahvé,” que sufre por “muchos”, por las multitudes (Is 53:12).

“Que se entrega por vosotros”. “Por vosotros y por todos los hombres”, esto es por nosotros y por cada uno de todos los hombres, por los que fueron, son y serán.

Cristo vive apasionadamente en la Eucaristía su amor infinito por nosotros, su entrega sin límites por cada uno. El amor manifestado en la cruz perdura eternamente; no ha disminuido en nada, por el contrario, es ahora más intenso. Y se hace especialmente presente y eficaz en cada celebración de la Eucaristía.

5.7  JESÚS  EN LA EUCARISTÍA ANHELA BORRAR NUESTRO PECADO

Y todo esto lo ha hecho Cristo “para perdón de los pecados”. En efecto, Cristo sabe muy bien por quién y a quién se entrega, por gente como nosotros, por hombres que somos pecadores. Porque para esto él ha venido precisamente, para quitar el pecado del mundo. Cristo en la Eucaristía anhela borrar nuestro pecado y hacernos santos. Para eso se ha entregado. Y para eso se queda en la eucaristía, para ser alimento de pecadores.

Y nosotros necesitamos acudir con ansia y comer su cuerpo y beber nuestra redención. Pero cuando decimos “el Cuerpo”, debemos meditar que nos referimos a una persona total, no una sólo a una parte. Es así, como Cristo está presente con su cuerpo glorioso, con su alma humana, con su personalidad divina.

Y habrá que preguntarse: ¿En verdad estamos conscientes de que en cada sagrario hay un hombre viviente, infinitamente más real que todos nosotros? ¿Qué me es más real, la presencia de las demás personas humanas o la presencia de Cristo en la Eucaristía? ¿Soy consciente de tener en el Sagrario a Dios con nosotros, a mi disposición, esperándome eternamente?

5.8  JESÚS, QUIERE CELEBRAR CADA DÍA LA PASCUA CON NOSOTROS

El eje del relato está en las palabras de Jesús sobre el pan y el vino. Reflejan, junto con los relatos de san Mateo y san Marcos, y también de san Pablo, cómo se celebraba la eucaristía en las primeras comunidades cristianas.

Hoy se hace presente en el mundo a través de los discípulos que siguen al Maestro y celebran comiendo juntos la cena pascual y entregándose al servicio los unos de los otros, para que el mundo crea. Es así, como en nuestras comunidades eucarísticas continuamos el memorial de Jesús, celebramos la nueva alianza y encendemos nuestros corazones con el fuego de su ardiente caridad.

Jesús, quiere celebrar cada día la pascua con nosotros y se nos hace presente en la celebración eucarística, Él quiere estar con nosotros, y le pedimos al mismo tiempo que se quede con nosotros. La eucaristía, nos fortalece, no anima, nos entrega paz en nuestro corazón, acudimos a ella llenos de esperanza y la convertimos en nuestra principal celebración.

La Paz de Cristo Jesús viva en sus corazones

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

DOMINGO DE CORPUS CHRISTI, CICLO B

Publicado en este link: PALABRA DE DIOS


Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén

Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol.

www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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