Reflexión desde las Lecturas del Domingo de Corpus
Christi, Ciclo B Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant DOMINGO DE CORPUS CHRISTI Mc 14,12-16.22-26 El relato que nos trae el
Evangelio de San Marco, incluye los preparativos para la cena, en que Jesús
aparece – como en la entrada en Jerusalén – gobernando y dirigiendo los
acontecimientos, y el relato de la institución de la Eucaristía, en el que
Jesús realiza anticipadamente el gesto de donación de su propia vida que llevará
a cabo al día siguiente en la cruz. La mención en el último versículo del
camino hacia el monte de los Olivos apunta hacia lo trágicamente real de ese
gesto. 1. COMER NUESTRA REDENCIÓN “Esto es mi Cuerpo...” Ante
todo, la fiesta de hoy nos debe hacer tomar una conciencia más intensa de la
presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. El cuerpo significa la persona
entera. Cristo está presente con su cuerpo glorioso, con su alma humana, con
su personalidad divina. ¿Somos de veras conscientes de que en cada sagrario
hay un hombre viviente, infinitamente más real que todos nosotros? ¿Qué me es
más real, la presencia de las demás personas humanas o la presencia de Cristo
en la Eucaristía? ¿Soy consciente de tener en el
Sagrario a Dios con nosotros, a mi disposición, esperándome eternamente? “...que se entrega por
vosotros”. (Lc 22, 19) Sin embargo, la presencia de Cristo en la Eucaristía
no es inerte ni pasiva. Cristo vive apasionadamente en la Eucaristía su amor
infinito por nosotros, su entrega sin límites por cada uno. El amor
manifestado en la cruz perdura eternamente; no ha menguado; por el contrario,
es ahora más intenso. Y se hace especialmente presente y eficaz en cada
celebración de la Eucaristía. Y eso “por vosotros y por todos los hombres”,
por cada uno de todos los hombres, por los que fueron, son y serán. “...para perdón de los pecados”
(Mt, 26-28). Cristo sabe muy bien por quién y a quién se entrega; por hombres
que son pecadores. Pero para esto ha venido precisamente, para quitar el
pecado del mundo. Cristo en la Eucaristía anhela borrar nuestro pecado y
hacernos santos. Para eso se ha entregado. Y para eso se queda en la
eucaristía, para ser alimento de pecadores. Y nosotros necesitamos acudir con
ansia y comer y beber nuestra redención. 2. PRIMERA LECTURA Por medio de Moisés, Dios sella
la primera Alianza con su pueblo rociándolo con la sangre de los terneros
ofrecidos en sacrificio. El vínculo que surge entre el Dios salvador y el
pueblo salvado en la Biblia se denomina con la palabra alianza. La salvación
no es sólo pasado; es también presente y futuro. La Alianza del Sinaí es
verdaderamente la puesta en común de dos vidas, y el rito que mejor la
expresa es el de la sangre. Dios se humaniza para que él se divinice. En
realidad, sólo Jesucristo cumplirá de una vez para siempre, el rito de la
sangre, uniendo definitivamente a Dios a los hombres en una vida común. Una
misma sangre, que es vida, une los dos extremos: el altar, signo de Dios y las
doce piedras, representación del pueblo. Sólo el sacrificio de Cristo hará a
los hombres hijos de Dios. Sólo la confianza y obediencia al Dios liberador
es lo que sigue liberando al pueblo. Lectura del libro del Éxodo. Éx 24, 3-8 En aquellos días: Moisés fue a comunicar al pueblo todas las palabras
y prescripciones del Señor, y el pueblo respondió a una sola voz: «Estamos
decididos a poner en práctica todas las palabras que ha dicho el Señor».
Moisés consignó por escrito las palabras del Señor, y a la mañana siguiente,
bien temprano, levantó un altar al pie de la montaña y erigió doce piedras en
representación de las doce tribus de Israel. Después designó a un grupo de
jóvenes israelitas, y ellos ofrecieron holocaustos e inmolaron terneros al
Señor, en sacrificio de comunión. Moisés tomó la mitad de la sangre, la puso en unos recipientes, y
derramó la otra mitad sobre el altar. Luego tomó el documento de la alianza y
lo leyó delante del pueblo, el cual exclamó: “Estamos resueltos a poner en
práctica y a obedecer todo lo que el Señor ha dicho”. Entonces Moisés tomó la
sangre y roció con ella al pueblo, diciendo: “Ésta es la sangre de la alianza
que ahora el Señor hace con ustedes, según lo establecido en estas
cláusulas”. Palabra de Dios. 2.1 “ESTAMOS RESUELTOS A PONER EN PRÁCTICA Y A OBEDECER TODO LO QUE
EL SEÑOR HA DICHO”. Moisés transmitió las palabras: “En aquellos días: Moisés fue a comunicar
al pueblo todas las palabras y prescripciones del Señor”. Las
palabras son, pues, el conjunto de disposiciones y declaraciones del Señor;
no sólo el Decálogo, sino también las aplicaciones que hemos visto en el código
de la alianza. Por eso el pueblo concluye solemnemente: “Estamos decididos a poner en práctica todas las palabras que ha dicho
el Señor”. Esto es, todo cuanto ha dicho el Señor lo
cumpliremos y luego: “Moisés
consignó por escrito las palabras del Señor” Esta aceptación del primer
código de leyes (las palabras y juicios del Señor) va a ser solemnizada con
un sacrificio: “designó a un grupo de
jóvenes israelitas, y ellos ofrecieron holocaustos e inmolaron terneros al
Señor, en sacrificio de comunión.” No se especifica si este
grupo de jóvenes eran primogénitos o no. Quizá su juventud e inocencia los
hacía más aptos para acercarse al altar, o quizá Moisés con este acto quiere
santificar a las nuevas generaciones, a las que exclusivamente les estará
reservada la entrada en la tierra prometida. “Moisés tomó la mitad de la sangre, la puso en unos recipientes, y
derramó la otra mitad sobre el altar”. La sangre es lo más
sagrado para el hombre y pertenece a la divinidad, pues es el vehículo de la
vida. Las alianzas familiares y entre las tribus se sellaban con sangre, ordinariamente
con sangre de animales. En el contrato del Sinaí esta solidaridad se
establece por la aspersión de la sangre sobre el altar y el pueblo reunido
ante él. Esa sangre debía sellar la unión que había de haber entre el Señor y
su pueblo. Jesucristo en la última cena, parafraseando las palabras de Moisés
sobre el pueblo, dijo solemnemente a sus discípulos: “Esta es mi sangre de la
alianza, que será derramada por muchos.” Antes de la aspersión con la
sangre, Moisés leyó públicamente las estipulaciones del pacto: Luego tomó el documento de la alianza y lo
leyó delante del pueblo, el cual exclamó: “Estamos resueltos a poner en
práctica y a obedecer todo lo que el Señor ha dicho”, llamando la atención sobre la gravedad del
compromiso a contraer, y el pueblo, consciente de su responsabilidad, aceptó
las estipulaciones: “Estamos
resueltos a poner en práctica y a obedecer todo”. 3. SALMO En reconocimiento a la Alianza
con Dios, el salmo da gracias al Señor recordando el gesto ritual de alzar el
cáliz. Participamos de esta oración, aclamando: Alzaré la copa de la
salvación e invocaré el nombre del Señor. Salmo Sal 115,12-13.15-18 R. Alzaré la copa de la
salvación e invocaré el Nombre del Señor O bien: Aleluya. ¿Con qué pagaré al Señor todo
el bien que me hizo? Alzaré la copa de la salvación e invocaré el Nombre del
Señor. R. ¡Qué penosa es para el Señor la
muerte de sus amigos! Yo, Señor, soy tu servidor, tu servidor, lo mismo que
mi madre: por eso rompiste mis cadenas. R. Te ofreceré un sacrificio de
alabanza, e invocaré el Nombre del Señor. Cumpliré mis votos al Señor, en
presencia de todo su pueblo. R. 3.1 SALMO DE ACCIÓN DE GRACIAS. Este salmo
eucarístico tiene dos partes bien definidas, desde el verso 1 al 9, está
dedicado a agradecer por liberación de un inminente peligro de muerte como
consecuencia de una enfermedad y en la segunda parte, desde el verso 10 al 19, es un himno de
acción de gracias por el beneficio obtenido. El salmista,
agradecido por haber sido liberado de un peligro de muerte, comienza los
primeros versos rezado; “Le amo, porque
oye el Señor la voz de mis súplicas, porque inclinó a mí sus oídos en el día
en que le invoqué”. Y concluye ésta primera parte; “Pues libró mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies
de la vacilación. Andaré en presencia del Señor en la tierra de los
vivientes”. Reconocido a los
beneficios recibidos, el salmista declara su amor para con Dios, que nunca ha
desoído sus plegarias; pero ahora esto tiene un particular sentido, ya que el
Señor le ha dispensado una gracia excepcional al salvarlo de un peligro grave
de muerte a causa de una enfermedad que no especifica. En el momento crítico
de su vida, Dios inclino sus oídos hacia él desde el cielo para recibir y
despachar su ansiosa súplica. Luego, en la
segunda parte, desde donde la liturgia de hoy ha tomado algunos versos, el
salmista hace sus promesas de acción de gracias. Entonces el tono
lacrimoso de la primera parte se cambia en ésta segunda en eucarístico. Recapitulando
sobre su situación angustiosa pasada, el salmista declara que nunca perdió su
confianza en medio de su mayor postración física y moral. Reflexionando en el
lecho del dolor, había llegado a la conclusión de que es vano buscar
consuelos y ayudas humanas, pues todos los hombres son engañosos, y que sólo
Dios merece la esperanza confiada del afligido. Una vez
recuperada la salud, el salmista aspira hacer manifestaciones de gratitud a
su Dios por el beneficio obtenido, y quiere corresponder con un sacrificio de
alabanza, es decir, el sacrificio llamado “pacífico”: “Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el Nombre del
Señor.” 3.2 ALZARÉ LA COPA DE LA SALVACIÓN E
INVOCARÉ EL NOMBRE DEL SEÑOR”. El salmista ha
sido salvado de la muerte por el Señor, y, por tanto, en sus labios no habrá
más cáliz que el de la alabanza, en el que se recuerde su salvación
milagrosa; “¿Con qué pagaré al Señor
todo el bien que me hizo? Alzaré la copa de la salvación
e invocaré el
Nombre del Señor”. Insistiendo
sobre su liberación milagrosa, el salmista declara que la muerte de sus
fieles no les es indiferente; “¡Qué
penosa es para el Señor la muerte de sus amigos!”, Los justos son
objeto de una providencia especial de Dios, y por eso no permite su muerte
sin grandes motivos. En la perspectiva del salmista no hay retribución en el
más allá, y por eso cree que Dios protege especialmente la vida de los que le
son adictos para premiarles su virtud con una prolongada y próspera vida; Rescatará sus almas de la opresión y de la
violencia, y será preciosa su sangre a los ojos de él. (Sal 72:14) En la panorámica
cristiana, la muerte es la auténtica liberación del espíritu, pues el alma
del justo va a gozar de la presencia divina. En este sentido es empleado el
verso en la liturgia eclesiástica. El salmista se
declara siervo de su Dios, pero no accidental o comprado, sino nacido en su
casa, como hijo de su esclava “Yo,
Señor, soy tu servidor, tu
servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas”. El Señor ha reconocido su
vinculación familiar, pues le ha liberado de la muerte rompiendo sus cadenas,
las enfermedades, instrumento de la muerte y del seol,
(el salmista presenta a la muerte y al Seol como
dos cazadores al acecho de vidas humanas, poniendo lazos — enfermedades —
para que éstos caigan en ello), no obstante el sabe
que cuenta con el Señor; Con Dios
haremos proezas; El quebrantará a nuestros enemigos. (Sal 107:10-14)
Agradecido a su liberación, promete el salmista cumplir los votos
pronunciados durante su situación angustiosa y ofrecer un sacrificio de
acción de gracias; “Cumpliré mis
votos al Señor, en presencia de todo su pueblo”. Es el sacrificio de
alabanza que ofrecerá públicamente delante de todo su pueblo en el templo de
Jerusalén. 4. SEGUNDA LECTURA Con Cristo se inaugura una nueva
Alianza sellada con su Sangre que nos purifica de todo pecado. En la fiesta
judía de la Expiación el sumo sacerdote entraba solo en el lugar reservado
para él, allí expiaba los pecados del pueblo, mediante la ofrenda de los
sacrificios. Asumido por Cristo, el servicio del sumo sacerdote es renovado
totalmente: el nuevo santuario es la humanidad glorificada del mismo Cristo y
lo es para siempre; la sangre ofrecida es su propia sangre, tanto más eficaz,
cuanto que al liberar a los hombres del pecado, los capacita para rendir
culto en espíritu y en verdad al Dios viviente y para recibir la herencia
eterna de la promesa. Lectura de la carta a los
Hebreos. Heb 9, 11-15 Hermanos: Cristo, a diferencia
de los sacerdotes del culto antiguo, ha venido como Sumo Sacerdote de los
bienes futuros. Él, a través de una Morada más excelente y perfecta que la
antigua –no construida por manos humanas, es decir, no de este mundo creado–,
entró de una vez por todas en el Santuario, no por la sangre de chivos y
terneros, sino por su propia sangre, obteniéndonos así una redención eterna.
Porque si la sangre de chivos y toros y la ceniza de ternera, con que se
rocía a los que están contaminados por el pecado, los santifica,
obteniéndoles la pureza externa, ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por
obra del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra
conciencia de las obras que llevan a la muerte, para permitirnos tributar
culto al Dios viviente!. Por eso, Cristo es mediador
de una Nueva Alianza entre Dios y los hombres, a fin de que, habiendo muerto
para redención de los pecados cometidos en la primera Alianza, los que son
llamados reciban la herencia eterna que ha sido prometida. Palabra de Dios. 3.1 ¡CUÁNTO MÁS LA SANGRE DE
CRISTO, El autor del libro, nos habla del
sacrificio de Cristo. Con terminología
inspirada en el santuario y sacrificios mosaicos, a la que ahora hay que
atribuir mucho de metafórico, hace una síntesis maravillosa de la obra de
Cristo, nuestro sumo sacerdote, haciendo resaltar la inmensa “Hermanos:
Cristo, a diferencia de los sacerdotes del culto antiguo, ha venido como Sumo
Sacerdote de los bienes futuros”, estos son los bienes mesiánicos, y
de tabernáculo “mejor y más perfecto”: “Él, a través de una Morada más excelente
y perfecta que la antigua”, que es el del cielo, del que el mosaico no
era sino sombra y figura. Lo mismo que el sumo sacerdote judío, atravesando
el Santo o primera estancia, entraba en el Santísimo o segunda estancia,
avalado por sangre de animales (cf. v.7), así Cristo, atravesando los cielos,
entra en el verdadero santuario donde mora Dios, avalado “por su propia
sangre”: “entró de una vez por todas en el Santuario, no por la sangre de
chivos y terneros, sino por su propia sangre, obteniéndonos así una redención
eterna”. Y esta entrada de Cristo no se
repite cada año, como la del sumo sacerdote judío, sino que se hizo “de una
vez para siempre,” habiéndonos obtenido con esa sola vez una “redención
eterna”. Tratando de explicar el porqué de esa “redención eterna,”
suficiente para salvar a todos los hombres de todos los tiempos, el autor
establece comparación entre la sangre de animales y la sangre de Cristo, y
dice: Porque si la sangre de chivos y toros y la ceniza de ternera, con que
se rocía a los que están contaminados por el pecado, los santifica,
obteniéndoles la pureza externa, ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por
obra del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra
conciencia de las obras que llevan a la muerte, para permitirnos tributar
culto al Dios viviente!. Si aquélla era capaz de santificar a los
inmundos obteniéndoles una limpieza carnal, liberando de toda mancha ante la
Ley, ¿no será la sangre de Cristo, inmolado por nosotros en la cruz, mucho
más capaz de producir limpieza interior, llegando hasta lo más íntimo de la
conciencia y purificando de todo pecado? Por eso, Cristo es mediador de una Nueva
Alianza entre Dios y los hombres, a fin de que, habiendo muerto para
redención de los pecados cometidos en la primera Alianza, los que son
llamados reciban la herencia eterna que ha sido prometida. 5. EVANGELIO San Marcos reproduce el momento
de la Ultima Cena en que Cristo asegura que su sangre sella la nueva Alianza.
La Eucaristía es la continuación y actualización de la pascua judía. Para
comprenderla es necesario situarla en su contexto pascual. El acontecimiento celebrado no
es ya la liberación de la esclavitud de Egipto, sino la liberación definitiva
de la Humanidad lograda por la cruz. El verdadero cordero pascual es el
propio Maestro, condenado a muerte porque amó a los hombres hasta el límite. Participar en la Eucaristía es
aceptar seguir al Maestro en esta aventura del amor que le condujo a la cruz.
Nuestras eucaristías nunca deberían dejar de ser signo y estímulo del paso de
la esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida. Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Marcos. Mc 14, 12-16. 22-26 El primer día de la fiesta de
los panes ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos
dijeron a Jesús: “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida
pascual?”. Él envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan a la ciudad;
allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y
díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: ‘¿Dónde está mi
sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?’. Él les
mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya
dispuesta; prepárennos allí lo necesario”. Los discípulos partieron y, al
llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon
la Pascua. Mientras comían, Jesús tomó el
pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
“Tomen, esto es mi Cuerpo”. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó,
y todos bebieron de ella. Y les dijo: “Ésta es mi Sangre, la Sangre de la
Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto
de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”. Palabra del Señor. 5.1 “PRIMER DÍA DE LOS ÁCIMOS,” Los tres Evangelios sinópticos
sitúan la preparación de la última cena “en el primer día de los Ácimos”.
Primitivamente, solamente se comía el pan ácimo la semana pascual, que
comenzaba el 15 de Nisán a la puesta del sol (Ex 12:15, etc.).
Posteriormente, los rabinos, para asegurar mejor el cumplimiento de este
precepto de la Ley, extendieron la obligación de comer el pan ácimo desde el
mediodía del 14. De ahí el que, en el uso vulgar, la “Fiesta de los Ácimos”
viniese a tener el valor de ocho días. Vocabulario que es el que reflejan los
evangelios. Nisán es el séptimo mes del año
según el cómputo de los meses desde la creación del mundo (a partir del mes
de Tishrei), y el primer mes según el cómputo desde
el Éxodo de Egipto (a partir del mes de Nisán). El origen del nombre Nisán, al
igual que los nombres de los demás meses del calendario hebreo, es babilonio,
y fue posteriormente adoptado por los judíos que retornaron del exilio en
Babilonia. 5.2 “SALDRÁ AL ENCUENTRO UN
HOMBRE CON UN CÁNTARO DE AGUA.” Cristo los envió a Jerusalén, y
les dice que al llegar les “saldrá al encuentro un hombre con un cántaro de
agua.” Les manda seguirle, y, donde entre, pide que le digan al dueño que él
desea celebrar en su casa la Pascua con sus discípulos, que son los apóstoles.
Jesús les anuncia la respuesta:
les mostrará una “gran sala” en la parte alta de la casa, a la que
ordinariamente se subía por una escalera exterior, independiente de
comunicación con el resto del edificio; esta sala estará “alfombrada,” o
cubierta de esteras, y preparada con todo el ajuar necesario para recibir
allí huéspedes de Pascua. Sólo faltaban los manjares rituales, que Jesús les
manda “preparar.” Era característico que jamás
ningún forastero había dejado de encontrar hospitalidad, un aposento entre
los jerosolimitanos (de Jerusalén), para celebrar la Pascua; hospitalidad que
era gratuita. Pero la costumbre había establecido que les dejasen como
compensación la piel del cordero pascual inmolado. Esta persona en cuya casa
se va a celebrar la Pascua debía de ser algún discípulo o simpatizante de
Jesús, y es posible que ya le hubiese ofrecido su casa para esto en otra
ocasión. 5.3 MIENTRAS COMÍAN” TIENE
LUGAR LA INSTITUCIÓN EUCARÍSTICA. La narración de la institución
eucarística de Marcos forma un conjunto muy marcado con Mateo,
diferenciándose accidentalmente, aunque manifiestamente, del conjunto Lucas y
San Pablo. “Mientras comían” tiene lugar la
institución eucarística. Sin embargo para Lucas, “después de haber comido.”
La razón es que Lucas precisa el momento; fue después de haber terminado la
cena estricta, habiendo ya comido el cordero pascual, pero continuando con
los ritos de la cena. Marcos-Mateo sólo dicen que se
celebró durante ella y sin más precisiones. En cambio, al relatar la consagración
del cáliz, Marcos tiene una redacción distinta. Según él, Cristo tomó el
cáliz, dio gracias, se lo dio, y bebieron todos de él. Y después de esto
consagra su sangre. Marcos seguramente lo relata así por lograr una
“eliminación” del tema en orden a una mayor claridad. Se comprende que Marcos
desea hacer ver que todos bebieron de aquel único cáliz consagrado, no
obstante para sus lectores no podía haber la menor confusión, ya que conocían
y vivían el rito histórico preciso en la “fractio
pañis.” (fracción del pan) 5.4 LES ASEGURO QUE NO BEBERÉ
MÁS DEL FRUTO DE LA VID HASTA EL DÍA EN QUE BEBA EL VINO NUEVO EN EL REINO DE
DIOS. Otro punto de interés, es que en
el Evangelios según san Marcos, como en Mateo, se omite la instrucción de
repetir la celebración eucarística, que aparece en Lucas y Pablo. Marcos no
recogió este elemento, o lo omitió por innecesario, ya que estaba incluido en
el hecho de la celebración. Pues una “rúbrica” (un signo) no se la recita, se
la ejecuta. Siendo la “nueva Alianza” había, como la otra, de repetirse,
“conmemorarse” (Ex 12:14; Dt 16:3; Ex 13:3.9). Sin
embargo, igualmente se define que con esas palabras Cristo ordenó a los
apóstoles y preceptuó el sacrificio eucarístico. Luego Jesús, pone a continuación
la frase “escatológica” de reunirse con ellos en la etapa celeste del reino:
“Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba
el vino nuevo en el Reino de Dios”. Esta frase está representada, en el medio
ambiente, bajo el símbolo de un banquete. La conciencia de Cristo es clara en
toda esta tragedia. 5.5 TOMEN, ESTO ES MI CUERPO Mientras comían, Jesús tomó el
pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
“Tomen, esto es mi Cuerpo”. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó,
y todos bebieron de ella. Y les dijo: “Ésta es mi Sangre”. Jesús ofrece a los
discípulos su cuerpo y su sangre. Esta es una frase que requiere
una profunda meditación, debemos estar claro si estamos convencidos de la
presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. La presencia de Cristo en la
Eucaristía es muy activa. El hecho que Jesús ofrezca su
cuerpo y su sangre debe siempre hacernos conmemorar el don de su vida, su
muerte en cruz. En la cruz él ha derramado su sangre; con su muerte ha
fundado una nueva alianza, la comunión definitiva de Dios con los hombres.
Jesús permanecerá para siempre con ellos y será “el crucificado”, que ha
donado su vida por ellos” 5.6 SANGRE DE LA ALIANZA, QUE
SE DERRAMA POR MUCHOS El provecho de esta sangre es
por “muchos.” Es semitismo por “todos,” como se ve en diversos contextos
neotestamentarios y en la literatura rabínica. Hay además una alusión
literaria al “Siervo de Yahvé,” que sufre por “muchos”, por las multitudes
(Is 53:12). “Que se entrega por vosotros”.
“Por vosotros y por todos los hombres”, esto es por nosotros y por cada uno
de todos los hombres, por los que fueron, son y serán. Cristo vive apasionadamente en
la Eucaristía su amor infinito por nosotros, su entrega sin límites por cada
uno. El amor manifestado en la cruz perdura eternamente; no ha disminuido en
nada, por el contrario, es ahora más intenso. Y se hace especialmente
presente y eficaz en cada celebración de la Eucaristía. 5.7 JESÚS EN LA EUCARISTÍA ANHELA BORRAR NUESTRO
PECADO Y todo esto lo ha hecho Cristo
“para perdón de los pecados”. En efecto, Cristo sabe muy bien por quién y a
quién se entrega, por gente como nosotros, por hombres que somos pecadores.
Porque para esto él ha venido precisamente, para quitar el pecado del mundo.
Cristo en la Eucaristía anhela borrar nuestro pecado y hacernos santos. Para
eso se ha entregado. Y para eso se queda en la eucaristía, para ser alimento
de pecadores. Y nosotros necesitamos acudir
con ansia y comer su cuerpo y beber nuestra redención. Pero cuando decimos
“el Cuerpo”, debemos meditar que nos referimos a una persona total, no una
sólo a una parte. Es así, como Cristo está presente con su cuerpo glorioso,
con su alma humana, con su personalidad divina. Y habrá que preguntarse: ¿En
verdad estamos conscientes de que en cada sagrario hay un hombre viviente,
infinitamente más real que todos nosotros? ¿Qué me es más real, la presencia
de las demás personas humanas o la presencia de Cristo en la Eucaristía? ¿Soy
consciente de tener en el Sagrario a Dios con nosotros,
a mi disposición, esperándome eternamente? 5.8 JESÚS, QUIERE CELEBRAR CADA
DÍA LA PASCUA CON NOSOTROS El eje del relato está en las
palabras de Jesús sobre el pan y el vino. Reflejan, junto con los relatos de
san Mateo y san Marcos, y también de san Pablo, cómo se celebraba la
eucaristía en las primeras comunidades cristianas. Hoy se hace presente en el mundo
a través de los discípulos que siguen al Maestro y celebran comiendo juntos
la cena pascual y entregándose al servicio los unos de los otros, para que el
mundo crea. Es así, como en nuestras comunidades eucarísticas continuamos el
memorial de Jesús, celebramos la nueva alianza y encendemos nuestros
corazones con el fuego de su ardiente caridad. Jesús, quiere celebrar cada día
la pascua con nosotros y se nos hace presente en la celebración eucarística,
Él quiere estar con nosotros, y le pedimos al mismo tiempo que se quede con
nosotros. La eucaristía, nos fortalece, no anima, nos entrega paz en nuestro
corazón, acudimos a ella llenos de esperanza y la convertimos en nuestra
principal celebración. La Paz de Cristo Jesús viva en sus corazones Pedro Sergio Antonio Donoso Brant DOMINGO DE CORPUS CHRISTI, CICLO B Publicado
en este link: PALABRA DE DIOS Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar
Colunga y Biblia de Jerusalén Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica:
Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol. |
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