MELQUISEDEC, REY DE SALÉM, QUE ERA SACERDOTE DE DIOS, EL ALTÍSIMO, HIZO TRAER PAN Y VINO, Y BENDIJO A ABRÁM”…… “TÚ ERES SACERDOTE PARA SIEMPRE, A LA MANERA DE MELQUISEDEC”….. “EL SEÑOR JESÚS, LA NOCHE EN QUE FUE ENTREGADO, TOMÓ EL PAN, DIO GRACIAS, LO PARTIÓ Y DIJO: “ESTO ES MI CUERPO, QUE SE ENTREGA POR USTEDES. HAGAN ESTO EN MEMORIA MÍA”…. “JESÚS..LEVANTANDO LOS OJOS AL CIELO, PRONUNCIÓ SOBRE ELLOS LA BENDICIÓN, LOS PARTIÓ Y LOS FUE ENTREGANDO A SUS DISCÍPULOS PARA QUE SE LOS SIRVIERAN A LA MULTITUD”.

Reflexión desde las Lecturas del Domingo de CORPUS CHRISTI, Ciclo C

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    COMIERON TODOS Y SE SACIARON

La eucaristía es el alimento que sacia totalmente los anhelos más profundos del ser humano. Cristo no defrauda. Él es el pan de vida eterna: “El que venga a mí nunca más tendrá hambre” (Jn 6,35). Él – y sólo Él – calma el ansia de felicidad, la necesidad de ser querido, la búsqueda de la felicidad... ¿No es completamente insensato apagar nuestra sed en cisternas agrietadas que dejan insatisfecho y que, al fin, sólo producen dolor?

“Denles de comer ustedes mismos”. Cristo no se contenta con darnos su cuerpo en la eucaristía. Lo pone en nuestras manos para que llegue a todos. Es tarea de todos –no sólo de los sacerdotes– el que la eucaristía llegue a todos los hombres. Todo apostolado debe conducir a la eucaristía. Y que Cristo tenga cada vez más personas en quienes vivir, según las palabras del salmista: “No daré sueño a mis ojos ni reposo a mis párpados hasta que encuentre un lugar para el Señor”.

Pero las palabras “Denles de comer” sugieren también otra aplicación. El que ha sido alimentado por Cristo no puede menos de dar y darse a los demás. La eucaristía es semilla de caridad. El que los pobres tengan qué comer también brota de la eucaristía. Por eso, el que frecuentando la eucaristía no crece en la caridad, es que en realidad no recibe a Cristo y le está rechazando.

2.    PRIMERA LECTURA  Gn 14, 18-20

El relato presenta a Abrám bendecido por el rey-sacerdote Melquisedec. Éste ofrece pan y vino, y bendice al Dios creador del cielo y la tierra. En este personaje y en el gesto sagrado, el Nuevo Testamento ve un anticipo de la figura de Cristo, sumo y eterno sacerdote de la nueva alianza.

Lectura del libro del Génesis.

En aquellos días: Melquisedec, rey de Salém, que era sacerdote de Dios, el Altísimo, hizo traer pan y vino, y bendijo a Abrám, diciendo: “¡Bendito sea Abrám de parte de Dios, el Altísimo, creador del cielo y de la tierra! ¡Bendito sea Dios, el Altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos!”. Y Abrám le dio el diezmo de todo.

Palabra de Dios.

2.1   MELQUISEDEC, REY DE SALEM Y SACERDOTE DEL ALTÍSIMO.

La tradición judía ha identificado a Salem con Jerusalén y se considera a Salem y Sión como sinónimos. En Sal. 109 se compara a Melquisedec con el rey que debe reinar en Sión, la antigua colina llamada Jerusalén. Salem sería, pues, un nombre diminutivo que conserva sólo la última parte del nombre. Según la Biblia, Melquisedec es sacerdote del Altísimo, es “rey y sacerdote,” como era corriente en los reyezuelos cananeos. Abraham le ofrece, en calidad de sacerdote, parte del botín, que la costumbre reservaba a la divinidad. Melquisedec, en cambio, le bendice como sacerdote y obsequia al séquito de Abraham con un refrigerio de pan y vino. Clemente de Alejandría ve en este pan y vino un símbolo de la Eucaristía. San Cipriano considera este ofrecimiento de pan y vino como un sacrificio hecho a Dios, figura del sacrificio eucarístico. En el canon de la misa se menciona el sacrificio de Melquisedec en este sentido. Pero hemos de tener en cuenta que el autor de la Carta a los Hebreos no menciona para nada el sentido eucarístico de la ofrenda de Melquisedec, a pesar del amplio uso que hace de la persona de éste como tipo del Sumo Sacerdote, Jesús. “En efecto, este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote de Dios Altísimo, que salió al encuentro de Abraham cuando regresaba de la derrota de los reyes, y le bendijo”, (Heb 7,1).  El salmista atribuye al Mesías un sacerdocio al modo de Melquisedec, el cual juntaba la dignidad real y sacerdotal; “Tú eres por siempre sacerdote, según el orden de Melquisedec”. (Sal 109,4). El autor de la Carta a los Hebreos ve en Melquisedec una figura de Cristo, por cuanto el rey de Salem, contra el uso corriente en la Escritura, se nos presenta en la historia “sin padre, ni madre, ni genealogía, sin comienzo de días, ni fin de vida, asemejado al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre….” (Heb 7:1-19)

Melquisedec es rey y sacerdote, lo que era corriente en la antigüedad. Melquisedec, con la misma fórmula, bendice a Abraham y da gracias a Dios por la victoria, al que se le da el título de creador del cielo y de la tierra, en correspondencia, “Abraham le dio el diezmo de todo”, reconociéndole como “sacerdote.” Los templos de Babilonia se sostenían con los “diezmos” de sus devotos. Este reconocimiento del sacerdocio de Melquisedec por Abraham es una prueba más de la antigüedad de la tradición sobre el encuentro entre ellos, pues no se concibe que un judío celoso posterior haya fingido a su gran patriarca humillándose ante un sacerdote cananeo, reconociéndole como sacerdote y ofreciéndole los diezmos. Esta escena reviste cierta grandeza: el antepasado de Israel es recibido con honor y bendecido por un rey. Generoso y piadoso, da con generosidad el diezmo del botín. El hebreo que llevaba su diezmo al templo podía recordar que el padre de su pueblo, muy cerca de la Ciudad Santa, había pagado un impuesto semejante; “llevaréis al lugar elegido por el Señor vuestro Dios para morada de su nombre todo lo que yo os prescribo: vuestros holocaustos y vuestros sacrificios, vuestros diezmos y las ofrendas reservadas de vuestras manos, lo más selecto de vuestras ofrendas que hayáis prometido con voto al Señor” (Cf. Dt 12:11).  Pocos personajes del A.T. han tenido en la tradición la fortuna de Melquisedec. Este rey-sacerdote, que no hace sino atravesar el horizonte de Abraham, ha excitado la curiosidad. El misterio que le rodea le ha permitido vastos desarrollos a la exégesis alegórica, que ha sabido sacar, ya en la Escritura, magníficas enseñanzas bajo la luz del Espíritu. La Carta a los Hebreos es el monumento capital. “Tú eres sacerdote para siempre, a semejanza de Melquisedec” (Heb 5,6)…. “llegado a la perfección, se convirtió en causa proclamado por Dios Sumo Sacerdote a semejanza de Melquisedec” (Heb 5,10). Si nada autoriza a poner en duda la historicidad del episodio de Melquisedec, al menos se tiene derecho a acentuar el carácter misterioso del personaje.

3.    SAL MO Sal 109, 1-4

3.1    El Mesías, Rey y Sacerdote.

Este breve salmo es quizá el más importante de todo el Salterio; al menos en ninguno se concreta tan bien la personalidad del Mesías. En el salmo 2 se habla del Mesías como lugarteniente del Señor; aquí se le presenta además como Sacerdote, reuniendo así las dos potestades: la civil y la religiosa, que tradicionalmente estaban disociadas, pues el rey debía proceder de la tribu de Judá, mientras que el sumo sacerdote debía provenir de la de Leví. En los tiempos mesiánicos, ambas dignidades se juntarán en una persona, representante del Señor.

El salmista habla en estilo oracular profético, como si hubiese recibido una revelación particular sobre la persona del Mesías, al que llama su “Señor.” El lugarteniente de Dios someterá a sus enemigos, estableciendo su centro de gobierno en Sión. Al mismo tiempo se le conferirá la potestad sacerdotal “al modo de Melquisedec,” y con la ayuda del Señor mantendrá su dominio sobre las gentes. Parece que el salmo incluye dos oráculos profetices: uno relativo al Mesías vencedor, y otro al Mesías como sacerdote y juez universal. El estilo es conciso, enérgico, lleno de majestad y no exento de brevedad misteriosa.

R. Tú eres Sacerdote para siempre, a la manera de Melquisedec.

Dijo el Señor a mi Señor: “Siéntate a mi derecha, mientras yo pongo a tus enemigos como estrado de tus pies”. R.

El Señor extenderá el poder de tu cetro: “¡Domina desde Sión, en medio de tus enemigos!”. R.

“Tú eres príncipe desde tu nacimiento, con esplendor de santidad; Yo mismo te engendré como rocío, desde el seno de la aurora”. R.

El Señor lo ha jurado y no se retractará: “Tú eres sacerdote para siempre, a la manera de Melquisedec”. R.

3.2    EL MESÍAS, LUGARTENIENTE DEL SEÑOR

El salmista habla con la autoridad de un profeta que es consciente de haber recibido un mensaje directamente de Dios; por eso emplea la palabra característica de la profecía que alude a una comunicación divina en el lenguaje profético. En el Salterio sólo aparece en Sal 36:2. Aquí alude a la comunicación misteriosa (como un “susurro,”) recibida de Dios; “Dijo el Señor a mi Señor”. El contenido de este profecía se refiere al establecimiento del Señor del salmista a la diestra de Yahvé, lo que implica su entronización como representante suyo en la tierra, tal como se declara a continuación. En el rito de entronización de los antiguos reyes, solían estos sentarse a la derecha de la estatua del dios de la nación, para indicar que era su representante ante el pueblo. El salmista, pues, juega con este sentido folklórico, y presenta a su Señor participando de la soberanía de Dios sobre su pueblo y sobre las naciones en general: “Siéntate a mi derecha, mientras yo pongo a tus enemigos como estrado de tus pies”. Esta soberanía y realeza quedan explicitadas en el hecho de someter a sus enemigos, poniéndolos como estrado de sus pies. En la antigüedad, los reyes vencedores ponían materialmente sus pies sobre las espaldas del vencido para indicar la sujeción total de éste.

Después de una batalla, Josué mandó que llevaran ante él a los reyes vencidos (entre ellos el de Jerusalén y el de Hebrón), y ordenó a sus jefes: “Acercaos y poned vuestros pies sobre los cuellos de esos reyes. Ellos se acercaron y pusieron los pies sobre las cuellos” (Josué 10,24)

Aquí, el salmista presenta a su Señor con dominio total sobre sus enemigos. “El Señor extenderá el poder de tu cetro: “¡Domina desde Sión, en medio de tus enemigos!”. El dominio procederá de Sión, como centro de la nueva teocracia. Desde allí, el Lugarteniente del Señor  extenderá su poderoso cetro — símbolo de autoridad — con dominio pleno sobre los enemigos que se opongan a la implantación de su reinado. Será ese día de su entronización como representante del Señor  el momento de su plena manifestación militar: el pueblo se le ofrecerá espontáneamente a su servicio para luchar por El, y su juventud acudirá misteriosa y abundantemente, como misterioso y abundante es el rocío nacido del seno de la aurora. El misterioso rocío que cubre la tierra sin haber llovido es para los poetas bíblicos considerado como hijo de la aurora y símbolo de lo desconocido e inesperado. “Tú eres príncipe desde tu nacimiento, con esplendor de santidad; Yo mismo te engendré como rocío, desde el seno de la aurora”. Se destaca el origen misterioso del Lugarteniente del Señor, al que se presenta engendrado antes del lucero de la mañana. Sería esta declaración un eco de la afirmación del salmo 2,7: “Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy.”  Hay diversas interpretaciones dadas a esta declaración divina, que se inclinan por unas relaciones de filiación moral entre el Mesías y el señor.

Completando la profecía anterior, se anuncia ahora una nueva dignidad para el Lugarteniente de Señor; “Tú eres sacerdote para siempre, a la manera de Melquisedec”. Esta nueva prerrogativa es conferida con solemne juramento por parte de Dios: “El Señor lo ha jurado y no se retractará”. La fórmula implica juramento y fidelidad. Pero su sacerdocio no estará vinculado a la línea de Aarón, como era de ley en la tradición bíblica, sino que empalmará con el antiguo de los tiempos patriarcales: al modo de Melquisedec, que fue rey de Salem (Jerusalén) y sacerdote del Altísimo. Ante él se postró el gran patriarca Abraham y le ofreció los diezmos del botín tomado a los reyes que atacaron a la Pentápolis del mar Muerto. Con su doble dignidad — real y sacerdotal — es tipo del nuevo sacerdocio del Lugarteniente del Señor en los tiempos mesiánicos. El autor de la Carta a los Hebreos (7:3) hace una exégesis rabí nica aprovechando el detalle de que en la Biblia no se mencionan los padres de Melquisedec, y, así, argumenta que Cristo tiene un sacerdocio superior, distinto del hereditario levítico.

De nuevo vuelve el salmista a insistir en las prerrogativas del Lugarteniente del Señor, pues tendrá siempre a Dios a su “derecha” ayudándole y sosteniéndole en la lucha contra los que se opongan a su dominio universal. “Siéntate a mi derecha, mientras yo pongo a tus enemigos como estrado de tus pies”. Conforme a la mentalidad del Antiguo Testamento, los presenta como a un guerrero implacable que somete y vence en la batalla a sus enemigos.

4.    SEGUNDA LE CTURA 1Cor 11, 23-26

Pablo nos frece ya una versión “eclesial” del relato de la Cena, a diferencia del relato de Lucas (22, 19-20), donde la bendición sobre el pan está aún separada de la bendición sobre el vino, las dos reunidas en el ritual de las comunidades paulinas. Pablo insiste, además, sobre la comida del Señor como proclamación de su muerte (vv 24-25), y la fe en la presencia de Cristo en el corazón de la acción eucarística es ciertamente afirmada. Finalmente, cabe decir que Pablo parece más sensible a los comportamientos y gestos de la comunidad, mientras que los sinópticos lo son a los del ministro que preside la celebración.

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.

Hermanos: Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía”. Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que Él vuelva.

Palabra de Dios.

4.1   LA CELEBRACIÓN DE LA CENA EUCARÍSTICA

En los versículos anteriores, denuncia San Pablo otro abuso en las asambleas litúrgicas de los corintios, más grave que el del velo de las mujeres. Resulta que cuando se reunían para “comer la cena del Señor” (v.20), no se contentaban con la celebración simplemente de los misterios eucarísticos, sino que añadían una comida en común, en la que no sólo se faltaba a la caridad con la formación de grupos entre sí separados, sino por muchos también a la moderación. Sabe de esos abusos porque se lo han dicho y de ellos va a tratar “primeramente” (v.18), lo que parece indicar que luego piensa tratar de otros (Cf. 12:1).

Tal proceder es duramente censurado por el Apóstol. Les dice que eso “no se lo puede alabar” (v.17 y 22), y que, al obrar de ese modo, las reuniones llamadas a servirles de provecho espiritual, se convierten en perjudiciales (v.17). ¿Es que no tenéis casas, añade, para allí poder comer y beber? Si alguno tiene hambre, que coma en su casa antes de ir a la asamblea, y así todo procederá luego dignamente (v.22 y 34). Lo de “es preciso que haya disensiones” (V.19), parece presentarse como una cita profética, aunque explícitamente nada se diga.

Como razón fundamental de su absoluta disconformidad con ese proceder de los corintios, aduce el Apóstol la naturaleza misma de la cena eucarística tal como la instituyó el Señor, que a lo que se refiere el texto elegido para la Liturgia de hoy. Esta referencia a la eucaristía que aquí hace el Apóstol es para nosotros un testimonio histórico de valor extraordinario, donde  no entrega las principales enseñanzas sobre la eucaristía.

En los versículos siguientes, hecha esa referencia a la institución de la eucaristía, el Apóstol saca las consecuencias para el caso concreto de los corintios (v.27-32). Les habla primeramente de la gran responsabilidad de quienes se acercan a participar de la eucaristía sin las disposiciones convenientes, no haciendo de hecho distinción entre el cuerpo de Cristo y una comida ordinaria, con lo que convierten en “pan de muerte” lo que es de suyo “pan de vida” (v.27-29). Por eso, añade, “entre vosotros, corintios, dada vuestra forma irreverente de celebrar la eucaristía, han sido muchos heridos con enfermedades e incluso con la muerte; son castigos que Dios os envía con valor medicinal, a fin de no tener luego que ser condenados en el último día junto con el mundo (v.30-32). Cuando el Apóstol afirma que, si recibimos dignamente la eucaristía, no atraeremos sobre nosotros esos castigos (v.31), esto no ha de entenderse como si la eucaristía dignamente recibida inmunizase a los fieles de toda enfermedad y de la muerte; quiere decir sencillamente que, a veces, determinados males físicos son castigos de un mal moral. Tal entonces entre los corintios. Los enfermos y duelos recientes serían ya señal de castigo divino.

La conclusión final la resume el Apóstol; “En resumen, hermanos míos, que cuando os juntéis para comer, os esperéis unos a otros. Si alguno tiene hambre, que coma en su casa, que no os reunáis para vuestra condenación. Lo demás lo dispondré cuando vaya” (v.33-34), es decir, si alguno tiene hambre, que coma antes en casa; lo demás ya lo arreglará cuando vaya.

5.    EVANGELIO Lc 9, 11-17

Todas las actividades de Jesús, sus palabras y acciones, tienen como eje central la instauración del reino de Dios en la tierra. Un reino de Dios que empieza a verse en los signos y gestos como el milagro del desprendimiento y el compartir del compromiso generoso y solidario hacia los demás que Él provoca entre sus seguidores.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser sanados. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: “Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto”. Él les respondió: “Denles de comer ustedes mismos”. Pero ellos dijeron: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente”. Porque eran alrededor de cinco mil hombres. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: “Háganlos sentar en grupos de alrededor de cincuenta personas”. Y ellos hicieron sentar a todos. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.

Palabra del Señor.

5.1   LA GENTE, LO SIGUIÓ A PIE DESDE LOS PUEBLOS. 

Jesús se retira en barca a un lugar desierto a causa de la noticia de la muerte del Bautista; Va a un lugar desierto, cerca de Betsaida, al saberlo la gente, lo siguió a pie desde los pueblos. La multitud que oyó esto y que le iba a buscar debía de ser en gran parte gentes que se iban concentrando allí para ir a la muy cercana Pascua, en caravanas, a Jerusalén. Probablemente estas gentes se encontraron en Cafarnaúm, centro caravanero para ir a Jerusalén por el valle del Jordán, evitando así las molestias de ir por Samaría. De Cafarnaúm a Betsaida hay a pie 10 kilómetros.

5.2   JESÚS DEVOLVIÓ LA SALUD A LOS QUE TENÍAN NECESIDAD DE SER SANADOS.

Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser sanados. En efecto, al regresar vio Jesús a la muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos. Podemos suponer el deseo de las gentes d encontrarse con Jesús. En el Evangelio de Mateo, se nos relata que Jesús se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario y en cuanto lo supieron las gentes, salieron tras él viniendo a pie de las ciudades, por eso se puede suponer que un retraso por conversación o con viento en contra permitió a las gentes llegar a aquella zona antes que Él. También relata Mateo que: Al desembarcar vio Jesús a la muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos. Hubo curaciones. Marcos dirá que se compadeció de ellos porque estaban como ovejas sin pastor, frase de evocación bíblica (Ez 34:5), que aquí tiene su aplicación por estar a merced del fariseísmo y sin la enseñanza del verdadero Pastor (Ez c.34).

5.3   SIEMPRE MOTIVADO POR UN AUTENTICO SENTIMIENTO DE AFECTO

Jesús nos muestra como en casi en todos los Evangelios su carácter lleno de sentimientos de pena y lástima por la desgracia o por el sufrimiento ajeno. Siempre nos enseña esa natural inclinación a compadecerse y mostrarse comprensivo ante las miserias y sufrimientos, siempre motivado por un auténtico sentimiento de afecto, cariño y solidaridad hacia aquella gente que estaba cansada y hambrienta, por querer estar en su compañía, es así como sintió una gran compasión y curó a los enfermos que ellos traían.

5.4   LOS DISCÍPULOS ESTÁN PREOCUPADOS

Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: “Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto”. En Mateo (14, 13) se relata: Como ya se hacía tarde, pone en conocimiento que el día está por terminar, y ya no hay tiempo necesario para poder ir a proveerse de víveres y alojamientos, entonces se acercaron sus discípulos a decirle: Estamos en despoblado y empieza a oscurecer. Los discípulos están preocupados, lo que había llevado como provisiones, no era suficiente para tanta gente. La enseñanza que impartía de Jesús debe haber sido cautivante, se había quedado más tiempo de lo considerado y se habían agotado los víveres, por eso los discípulos le dicen al Señor que despida a la multitud.

5.5   DENLES DE COMER USTEDES MISMOS

Pero Jesús les contestó: “No hace falta que vayan; denles ustedes de comer ustedes mismos”. Ellos le respondieron: No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados. El Corazón de Jesús, siempre está dispuesto a dar una solución y no titubea en recurrir a lo que Él puede hacer, para ir en ayuda a tanta gente hambrienta, entonces le dijo: “Háganlos sentar en grupos de alrededor de cincuenta personas”. Jesús dan pan material a las gentes, pero él sabe que también los hombres sienten hambre de Dios, las dos hambres que experimenta el hombre y los dos son urgentes de atender.

5.6   MANDÓ QUE LA GENTE SE SENTARA EN GRUPOS DE CINCUENTA.

Luego mandó que la gente se sentara en la hierba. “Háganlos sentar en grupos de alrededor de cincuenta personas”. Tomó los cinco panes y los dos pescados, alzó la mirada al cielo, pronunció una bendición. Jesús elevó los ojos al cielo. Este gesto de Jesús era frecuente en su oración. En cambio, no era usual en las costumbres rabínicas, porque se decía: “La regla es que el que ora ha de tener los ojos bajos y el corazón elevado al cielo.” Jesús nos enseña nuevamente que todo viene del Padre, Él está con su corazón en ese momento en la tierra, pero levanta los ojos al cielo, enseñándonos que es allí donde debemos mirar, porque todo viene de Dios y todo nos debe llevar a Dios. También el relato nos dice que: pronunció una bendición. Jesús sigue la tradición judía. La costumbre rabínica había establecido que no se comiese o bebiese sin bendecir los alimentos, pues equivalía a un pecado de infidelidad.

5.7   PARTIÓ LOS PANES Y SE LOS DIO A LOS DISCÍPULOS

Jesús partió los panes y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud. También dice Mateo que: partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente. El milagro se hizo en las manos de Jesús, y se puede suponer que se fue multiplicando en las manos de los discípulos, porque de lo contrario hubiese sido incesante e inacabable ir y venir a Jesús. Entonces, Jesús no sació directamente el hambre, lo hace a través de sus discípulos, es así como les dios a ellos los panes y estos a las gentes.

5.8   TODOS COMIERON HASTA SACIARSE

Así han de ser los apóstoles de hoy, en ningún caso indiferente a las necesidades de los demás, siempre dispuestos a atender y acudir en la ayuda de los necesitados, con generosidad y sin pensar muchas veces en el descanso, porque esto se hace por el amor a Cristo, por amor al Padre Bueno y a todos sus hermanos.

Los apóstoles le ofrecieron a Jesús todo lo que tenían, fruto del trabajo y del esfuerzo, solo cinco panes y Jesús hizo todo los demás. El Evangelio continúa: Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que habían sobrado se llenaron doce canastos. También en Mateo se relata que los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños.

El milagro fue tan abundante, que todos se saciaron y luego recogieron doce canastos sobrantes. Era uso judío recoger, después de las comidas, los trozos de comida caídos a tierra. El milagro se constataba bien: las sobras eran más que la materia de cinco panes para el milagro.

5.9   LAS GENTES QUE NO TIENEN QUÉ COMER EN EL DESIERTO

En el trasfondo de este hecho está la evocación de Moisés, viniendo a ser ello una tipología de esta obra de Jesús. A las gentes que no tienen qué comer en el desierto (Núm 11:13.14), Moisés, con su oración, logra el maná. En esta época se esperaba que el Mesías saliese del desierto, y aparecieron por entonces varios pseudo Mesías, que llevaban las gentes al desierto, donde las prometían señales prodigiosas y de donde saldrían triunfadores, pero se cuenta que su fin fue desastroso. Igualmente, en los días mesiánicos, como renovación de los días del desierto, se esperaba una lluvia perpetua de maná.

Todo esto podía provocar una explosión de entusiasmo mesiánico en torno a Jesús. Pero Jesús despachó a las gentes y discípulos, para que no se dejasen contagiar de aquel mesianismo, no era el auténtico, ni la hora de su plena proclamación, por eso el mismo Jesús luego se marchó solo a un monte a hacer oración.

5.10   PAN QUE PODRÍA ESTABLECER UNA MÁS PROFUNDA INTIMIDAD DE DIOS

Este relato evangélico según San Lucas, nos permite descubrir, que en el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces hay un signo del nuevo pan. Ciertamente Jesús efectuó este milagro porque sintió compasión por toda esta gente que lo seguía desde hacía varios días, multitud hambrienta de su Palabra, con una necesidad de humanidad que los llevó hasta de olvidarse del alimento material. El Señor nos lo defrauda y les ofrece un alimento con el cual pueden saciar su hambre.

Entonces podemos afirmar que Jesús, que ama en forma natural a todos los hombres, ya tenía en su corazón la idea de darles un pan incomparable, un pan que podría establecer una más profunda intimidad de Dios con los hombres; un pan que podía dar libre acceso a Dios, para penetrar en nuestro cuerpo y fusionar nuestra carne con la Suya, nuestra sangre con la Suya.

5.11   ALIMENTÁNDONOS CON LA EUCARISTÍA, ES EL MISMO JESÚS QUIEN NOS ASEGURA LA VIDA ETERNA.

Luego el relato de San Lucas, como para reafirmar esta idea, nos trae más adelante las palabras de Jesús; “haced esto en recuerdo mío”, (Lc, 22,19). y nos invita a que este memorial sea repetido hasta la venida del Señor, permitiendo así, que se pueda expresar toda nuestra lealtad a la voluntad de Cristo, lealtad que es memoria, porque es la representación siempre actual del misterio de Cristo, de su muerte y resurrección, que es comunión, porque comiendo su Cuerpo nos ponemos en comunión con el Resucitado, realizando en la tierra la unión con Cristo, similar a la que tienen el Padre y el Hijo, y que es esperanza, porque alimentándonos con la Eucaristía, es el mismo Jesús quien nos asegura la vida eterna.

Que Cristo Jesús viva en sus corazones

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Publicado en este link: PALABRA DE DIOS

DOMINGO DE CORPUS CHRISTI CICLO


Fuentes Bibliográficas:

Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén

Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M. Magdalena ocd.

Julio Alonso Ampuero, Meditaciones Bíblicas sobre el Año Litúrgico


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caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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