“TODOS
QUEDARON LLENOS DEL ESPÍRITU SANTO”….. “TODOS LOS OÍMOS PROCLAMAR EN NUESTRAS LENGUAS
LAS MARAVILLAS DE DIOS”….. “SEÑOR, ENVÍA TU ESPÍRITU Y RENUEVA LA FAZ DE LA
TIERRA”….. “NADIE PUEDE DECIR: “JESÚS ES EL SEÑOR”, SI NO ESTÁ IMPULSADO POR
EL ESPÍRITU SANTO”….. “SOPLÓ SOBRE ELLOS Y AÑADIÓ: “RECIBAN EL ESPÍRITU SANTO”. Reflexión desde las Lecturas del Domingo de Pentecostés,
Ciclo C Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1.
SED DEL ESPÍRITU “Reciban el Espíritu Santo”. El gran don
pascual de Cristo es el Espíritu Santo. Para esto ha venido Cristo al mundo,
para esto ha muerto y ha resucitado, para darnos su Espíritu. De esta manera
Dios colma insospechadamente sus promesas: “Les daré un corazón nuevo,
infundiré en vosotros un Espíritu nuevo” (Ez 36,26). Necesitamos del Espíritu
Santo, pues “el Espíritu es el que da la vida, la carne no sirve para nada”
(Jn 6,63). El Espíritu Santo no sólo nos da a conocer la voluntad de Dios,
sino que nos hace capaces de cumplirla dándonos fuerzas y gracia: “Les
infundiré mi Espíritu y haré que caminéis según mis preceptos y que guardéis
y cumpláis mis mandatos” (Ez 36,27). “Sopló sobre ellos”. Para recibir el
Espíritu hemos de acercarnos a Cristo, pues es Él – y sólo Él – quien lo
comunica. Él mismo había dicho: “El que tenga sed que venga a mí y beba” (Jn
7,37). Es preciso acercarnos a Cristo en la oración, en los sacramentos,
sobre todo en la Eucaristía, para beber el Espíritu que mana de su costado
abierto. Y es preciso acercarnos con sed, con deseo intenso e insaciable. De
esta manera, Cristo no nos deja huérfanos (Jn 14,18), pues nos da el Espíritu
que es maestro interior (Jn 14,26; 16,13), que consuela y alienta (Jn 14,16;
16,22). “Como
el Padre me envió a mí, Yo también los envío a ustedes”. Jesús afirma al
inicio de su ministerio que ha sido “ungido por el Espíritu del Señor para
anunciar la Buena Noticia a los pobres” (Lc 4,18). Y a los apóstoles les
promete: “Recibiréis la fuerza del Espíritu y seréis mis testigos” (Hech
1,8). Jesús nos hace partícipes de la misma misión de anunciar el evangelio
que él ha recibido del Padre y lo hace comunicándonos la fuerza del Espíritu
Santo. El Espíritu nada tiene que ver con la lentitud, la falta de energías,
la pasividad; es impulso que nos hace testigos enviados y apóstoles. (P. Julio Alonso Ampuero, Meditaciones Bíblicas Sobre el Año
Litúrgico) 2.
PRIMERA LECTURA Utilizando dos símbolos, el viento y el
fuego, Lucas describe la venida del Espíritu Santo. En la celebración del
Pentecostés judío, la pequeña comunidad de discípulos toma conciencia de que
la Alianza del Sinaí, que ahora se conmemora, ha sido reemplazada por la
Nueva Alianza realizada en Cristo y caracterizada por el don del Espíritu y
de la libertad, y no ya por una ley grabada en tablas de piedra, sino en el
corazón. Si el viejo relato de la torre de Babel, evocaba la humanidad
profundamente dividida, Pentecostés reúne a los hombres y les revela las
maravillas de Dios. El don que recibimos se transforma ahora en compromiso y
solidaridad con el mundo. Ojalá este milagro se realice hoy para todos
aquellos que buscan la unidad entre los hombres y creen en el poder del amor. Lectura
de los Hechos de los Apóstoles. Hech 2, 1-11 Al
llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De
pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que
resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces
vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado
sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y
comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía
expresarse. Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones
del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de
asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Con gran
admiración y estupor decían: “¿Acaso estos hombres que hablan no son todos
galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua?
Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma
Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en
Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos,
cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las
maravillas de Dios”. Palabra
de Dios. 2.1 ESCENA DE ENORME TRASCENDENCIA EN LA
HISTORIA DE LA IGLESIA Escena de enorme trascendencia en la
historia de la Iglesia, es la narrada aquí por San Lucas. A ella, como a algo
extraordinario, se refería Jesucristo cuando, poco antes de la ascensión,
avisaba a los apóstoles de que no se ausentasen de Jerusalén hasta que
llegara este día, “Mientras estaba comiendo con ellos, les mandó que no se
ausentasen de Jerusalén, sino que aguardasen la Promesa del Padre, - que
oísteis de mí: Que Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados en
el Espíritu Santo dentro de pocos días- “(Hechos 1, 4-5). Es ahora
precisamente cuando puede decirse que va a comenzar la historia de la
Iglesia, pues es ahora cuando el Espíritu Santo desciende visiblemente sobre
ella para darle la vida y ponerla en movimiento. Los apóstoles, antes
tímidos: “Entonces los discípulos le abandonaron todos y huyeron. (Mt 26:56),
se transforman en intrépidos propagadores de la doctrina de Cristo: “Entonces
Pedro, presentándose con los Once, levantó su voz y les dijo: Judíos y
habitantes todos de Jerusalén: Que os quede esto bien claro y prestad
atención a mis palabras” (Hechos 2:14). 2.2 LA UNIVERSALIDAD DE ESTA IGLESIA Es probable que este hecho de Pentecostés
haya sido coloreado en su presentación literaria con el trasfondo de la
teofanía del Sinaí y quizás también con la de la confusión de lenguas en
Babel, a fin de hacer resaltar más claramente dos ideas fundamentales que
dirigirán la trama de todo el libro de los Hechos, es a saber, la presencia
divina en la Iglesia: “Mientras estaba comiendo con ellos” (Hechos 1-4) y la
universalidad de esta Iglesia, representada ya como en germen en esa larga
lista de pueblos enumerados: “Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí
residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo……..Partos,
medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto,
Asia, Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene,
forasteros romanos, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos les oímos
hablar en nuestra lengua las maravillas de Dios” (Hechos 2, 5-13) 2.3 FIESTA DE PENTECOSTÉS ERA UNA DE LAS TRES
GRANDES FIESTAS JUDÍAS Esa fiesta de Pentecostés era una de las
tres grandes fiestas judías llamadas de “peregrinación,” pues en ellas debían
los israelitas peregrinar a Jerusalén para adorar a Dios en el único y
verdadero templo que se había elegido. Las otras dos eran Pascua y los
Tabernáculos. Estaba destinada a dar gracias a Dios por el final de la recolección,
y en ella se le ofrecían los primeros panes de la nueva cosecha. Una
tradición rabínica posterior añadió a este significado el de conmemoración de
la promulgación de la Ley en el Sinaí; y, en este sentido, los Padres hablan
muchas veces de que, así como la Ley mosaica se dio el día de Pentecostés,
así la Ley nueva, que consiste principalmente en la gracia del Espíritu Santo
y ha de sustituir a la Ley antigua, debía promulgarse en ese mismo día. Es
posible que Lucas, comenzando precisamente por hacer notar la coincidencia
del hecho cristiano con la fiesta judía, esté tratando ya de hacer resaltar
la misma idea. 2.4 EL DIA QUE DEBÍA CELEBRARSE Los judíos de Palestina solían llamarla la
fiesta de las “semanas” (hebr. shabuoth), pues había de celebrarse siete
“semanas” después de Pascua (cf. Lev 23:15; Núm 28:26; Dt 16:9); en cambio,
los judíos de la diáspora parece que la designaban con el término griego
pentecosté (= quincuagésimo), por la misma razón de tener que celebrarse el
“quinquagésimo” día después de Pascua. Había seria discusión sobre cuándo
habían de comenzar a contarse esos “cincuenta” días, pues el texto bíblico
está oscuro, y no es fácil determinar cuál es ese día “siguiente al sábado”
(Lev 23:11.15), que debe servir de base para comenzar a contar. Los fariseos,
cuya interpretación, al menos en época posterior, prevaleció, tomaban la
palabra “sábado,” no por el sábado de la semana pascual, sino por el mismo
día solemne de Pascua, 15 de Nisán, que era día de descanso “sabático”; en
consecuencia, el día “siguiente al sábado” era el 16 de Nisán, fuese cual
fuese el día de la semana. No así los saduceos, que afirmaban tratarse del
“sábado” de la semana, y, por consiguiente, el día “siguiente al sábado” era
siempre el domingo, y la fiesta de Pentecostés (cincuenta días más tarde)
había de caer siempre en domingo 30. 2.5 ESTANDO TODOS JUNTOS En cuanto al lugar en que sucedió la
escena, parece claro que fue en una casa o local cerrado: “Al llegar el día
de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del
cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda
la casa donde se encontraban” (Hechos 1-2), probablemente la misma en que se
habían reunido los apóstoles al volver de los Olivos, después de la
ascensión: “Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los
Olivos, que dista poco de Jerusalén, el espacio de un camino sabático cuando
llegaron subieron a la estancia superior, donde vivían, Pedro, Juan, Santiago
y Andrés; Felipe y Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago de Alfeo, Simón el
Zelotes y Judas de Santiago. Todos ellos perseveraban en la oración, con un
mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y
de sus hermanos” (Hechos 1:13-14). Si ahora estaban reunidos todos los 120 de
cuando la elección de Matías (1:15), o sólo el grupo apostólico presentado
antes (1:13-14), no es fácil de determinar. De hecho, en la narración sólo se
habla de los apóstoles (2:14.37), pero la expresión “estando todos juntos”
(v.1) parece exigir que, si no el grupo de los 120, al menos estaban todos
los del grupo apostólico de que antes se comentó. 2.6 “QUEDARON TODOS LLENOS DEL ESPÍRITU
SANTO.” La afirmación fundamental del pasaje está
en aquellas palabras: “quedaron todos llenos del Espíritu Santo.” Todo lo
demás, de que se habla antes o después, no son sino manifestaciones
exteriores para hacer visible esa gran verdad. A eso tiende el ruido, como de
viento impetuoso, que se oye en toda la casa: “De pronto, vino del cielo un
ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento” (Hechos 2). Era como el
primer toque de atención. A ese fenómeno acústico sigue otro fenómeno de
orden visual: “Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego”, que se
reparten y van posando sobre cada uno de los reunidos. Ambos fenómenos
pretenden lo mismo: llamar la atención de los reunidos de que algo
extraordinario está sucediendo. Y nótese que lo mismo el “viento” que el
“fuego” eran los elementos que solían acompañar las teofanías en las
escrituras del A.T. y, por tanto, es obvio que los apóstoles pensasen que se
hallaban ante una teofanía, la prometida por Jesús pocos días antes, al
anunciarles que serían bautizados en el Espíritu Santo: sino que recibiréis
la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros”, (Hechos 1:6-8). Es
clásica, además, la imagen del “fuego” como símbolo de purificación a fondo y
total: Entonces voló hacia mí uno de los serafines con una brasa en la mano,
que con las tenazas había tomado de sobre el altar, y tocó mi boca y dijo:
“He aquí que esto ha tocado tus labios: se ha retirado tu culpa, tu pecado
está expiado”. (Isaías 6:5-7) y es así como probablemente eso quiere indicar
también aquí. 2.7 COMENZARON A HABLAR EN DISTINTAS LENGUAS,
SEGÚN EL ESPÍRITU LES PERMITÍA EXPRESARSE. El texto, sin embargo, parece que, con esa
imagen de las “lenguas de fuego,” apunta sobre todo al don de lenguas, de que
se hablará después: “comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el
Espíritu les permitía expresarse.” Qué es lo que incluye ese “quedaron llenos
del Espíritu Santo,” que constituye la afirmación fundamental del pasaje, no
lo especifica San Lucas. Él se fija sólo en el primer efecto manifiesto de
esa realidad, y fue que comenzaron a hablar en lenguas extrañas, pero no por
propia iniciativa, sino según que el Espíritu les movía a expresarse. No cabe
duda, sin embargo, que la causa no se extiende sólo al efecto ahí puesto de
relieve, es decir, en orden a hablar en lenguas. Esa misma expresión “llenos
del Espíritu Santo” se repetirá luego de Pedro: Entonces Pedro, lleno del
Espíritu Santo, (Hechos 4:8), Pablo: “me ha enviado a ti el Señor Jesús, el
que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista
y seas lleno del Espíritu Santo.” (Hechos 9:17), Esteban (Hechos 6:5; 7:55),
Bernabé (Hechos 11:24) Y otros (4:31) con un significado de mucha más
amplitud, significado que evidentemente también queda insinuado aquí.
Añadamos que si Lucas habla de que la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles
tuvo lugar en Pentecostés (ver Hechos 1:8; 2:4), ello no se opone a que ya
antes hayan recibido el Espíritu Santo: Dicho esto, sopló sobre ellos y les
dijo: Recibid el Espíritu Santo. (Jn 20:22). Es una nueva efusión del
Espíritu sobre ellos, o mejor, un nuevo aspecto de la actuación en ellos de
ese Espíritu, en orden a la difusión del Reino de Dios en el mundo, que va a
comenzar. 3.
SALMO Como el Espíritu de Dios anima la creación
entera, el salmo bendice y glorifica al Señor por su obra creadora.
Participamos de esta oración, aclamando: Señor, envía tu Espíritu y renueva
la faz de la tierra. Sal
103, 1. 24. 29-31. 34 R.
Señor, envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra. O
bien: Aleluya. Bendice
al Señor, alma mía: ¡Señor, Dios mío, qué grande eres! ¡Qué variadas son tus
obras, Señor! ¡La tierra está llena de tus criaturas! R. Si
les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son
creados, y renuevas la superficie de la tierra. R. ¡Gloria
al Señor para siempre, alégrese el Señor por sus obras! Que mi canto le sea
agradable, y yo me alegraré en el Señor. R. 3.1 SEÑOR, ENVÍA TU ESPÍRITU Y RENUEVA LA FAZ
DE LA TIERRA Este maravilloso poema, de profunda
sensibilidad lírica y religiosa, es, en realidad, un himno a Dios, creador y
conservador del universo y de todo lo que en él hay: la naturaleza muda, el
reino vegetal, el animal y el nombre, es decir, todas las maravillas y
esplendores de la creación, en su diversa y rica manifestación. Es una
lección maravillosa de alta teología natural, en la que se descubre la
profunda teología de los seres bajo la providencia divina. Es un comentario
poético del primer capítulo del Génesis: el mundo inanimado al servicio del
mundo viviente, éste al servicio del ser humano, y éste, rey de la creación,
al servicio de Dios. En su maravillosa obra se transparenta su grandeza
deslumbradora, su magnificencia, su bondad y su poder. Todo es maravilloso —
las fuerzas de la naturaleza y los seres vivientes —, porque todo es reflejo
de la sabiduría divina. Después de haber creado el universo dio la vida, y
ésta se renueva incesantemente por su soplo conservador. Todo lleva el sello
de una finalidad concreta, lo que supone orden, belleza, bondad y armonía Cuando oramos el Salmo completo, vemos que
este poema del Salterio es un simple comentario poético del relato bíblico de
la creación: lo que el autor sacerdotal dice escuetamente sobre la aparición
progresiva de las obras de la creación, el salmista lo embellece con
maravillosos recursos líricos. Para él, la creación es la revelación de la
incomparable majestad de Dios; ¡Señor, Dios mío, qué grande eres!, su
omnipotencia se refleja en la manifestación de las fuerzas de la naturaleza:
los mares son confinados a sus límites; la lluvia fertiliza la tierra; la
luna y el sol señalan las estaciones; los animales viven de la fertilidad de
la tierra. En todo se refleja la mano poderosa y providente del Creador. El poeta se extasía ante la grandeza del
Creador; las maravillas de la naturaleza pregonan su majestad y sabiduría. Todo está maravillosamente ordenado por el
Creador, ¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡La tierra está llena de tus
criaturas! Hasta el tenebroso y caótico océano abismal está bajo las
órdenes del Omnipotente. En él pululan los grandes cetáceos, y los pequeños
peces, todos obra de Dios. Para todos los animales, Dios es el
administrador general, Si les quitas el aliento, expiran y
vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie
de la tierra”, y, por eso, todos
están pendientes de su generosidad para poder satisfacer su apetito. Si les
da el alimento, lo toman con avidez, mientras que, cuando escasea — escondes
tu rostro —, al punto se quedan descoloridos. El mismo aliento vital depende
del Señor. Si lo retira, se convierten en polvo pero, si vuelve a otorgar el
aire vital, surgen de nuevo otros que se recrían, renovándose así, en ciclo
constante, la superficie de la tierra con sus moradores. El salmista concluye su maravilloso poema
con un canto de alabanza al Dios que obra tales maravillas; ¡Gloria
al Señor para siempre, alégrese el Señor por sus obras! sus criaturas
son para su gloria, y por eso desea que el mismo Dios se goce en sus obras
como en el momento de la creación, cuando veía que todas eran “buenas”. Y así
agradecido plenamente de Dios y lleno de alegría, el Salmista concluye con un
bello canto expresando: Que mi canto le sea agradable, y yo me
alegraré en el Señor., Junto con el salmista, cantemos con
alegría: R. Señor, envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra. 4.
SEGUNDA LECTURA San Pablo enseña que un mismo Espíritu que
se manifiesta en diversidad de dones y actividades, anima un mismo cuerpo,
que es la Iglesia. Lectura
de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto. 1Cor
12, 3-7. 12-13 Hermanos:
Nadie puede decir: “Jesús es el Señor”, si no está impulsado por el Espíritu
Santo. Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo
Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad
de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En
cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. Así como el cuerpo
tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de
ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo.
Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo
Cuerpo, judíos y griegos, esclavos y hombres libres, y todos hemos bebido de
un mismo Espíritu. Palabra
de Dios 4.1 “JESÚS ES EL SEÑOR” San Pablo le está diciendo a los corintios
en el cristianismo, ya no “nadie puede decir: “Jesús es el Señor”,
si no está impulsado por el Espíritu Santo”. Sí, pues, en alguna de sus
asambleas aparece un presunto carismático y grita “anatema sea Jesús,” ése no
es movido por el Espíritu de Dios y, por tanto, no tiene verdadero carisma,
aunque acompañe sus afirmaciones de fenómenos extraordinarios; al contrario,
si grita “Jesús es el Señor,” ése habla en el Espíritu Santo. Es muy
de notar la importancia que da San Pablo a la confesión del “señorío” de Jesucristo. Proclamada
esa regla de carácter general, prosigue el Apóstol ahondando en la naturaleza
de los carismas. 4.2 “TODOS PROCEDEN DEL MISMO ESPÍRITU” San Pablo expone que los carismas “todos
proceden del mismo Espíritu” y ahora
agrega; “Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor”, más esa
verdad, que es la base de todo, y a la que no estaban acostumbrados los
paganos, para quienes cada divinidad concedía sus carismas especiales. Es
cierto que el Apóstol no habla sólo del Espíritu, sino también de Jesucristo,
a quien atribuye los ministerios, y del Padre, a quien atribuye las “actividades”;
“Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza
todo en todos”. Sin embargo, luego
además llama a todos los carismas indistintamente manifestaciones del
Espíritu, dónde; “En cada uno, el Espíritu se
manifiesta para el bien común”, y
cómo en el último versículo de este relato los atribuye todos expresamente al
Espíritu; “y todos hemos bebido de un mismo Espíritu”. 4.3 “DONES…MINISTERIOS……DIVERSIDAD DE
ACTIVIDADES” Y es que Padre, Hijo y Espíritu Santo
constituyen un solo Dios, con un único principio de acción, que es la
naturaleza divina. Los carismas, pues, proceden en realidad de las tres
divinas personas, y es lo que el Apóstol hace resaltar expresando; “Ciertamente,
hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay
diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades,
pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos”, pero son atribuidos de modo particular al
Espíritu Santo, que es espíritu de amor y de santificación. “Dones…ministerios……diversidad de
actividades”, podemos pensar que entre los “dones” está la
glosolalia, entre los “ministerios” la palabra de
sabiduría o de ciencia que llevan los apóstoles y discípulos del Señor, entre
las “diversidad de actividades”, el poder de milagros. Más
probable parece, sin embargo, que con estos tres nombres Pablo esté pensando
en una misma realidad, es a saber, las gracias divinas en general, las cuales
en cuanto “carismas” o dones gratuitos de Dios son atribuidos al Espíritu, en
cuanto “ministerios” o servicios prestados en bien de la Iglesia son atribuidos
a Jesucristo, fundador y cabeza de la Iglesia, en cuanto diversidad de actividades”, o
actos de la omnipotencia divina son atribuidos al Padre, origen primero del
ser y del poder. De hecho, en v.10 se ponen las “diversidad de actividades”
entre los carismas, y en v.28-31 se atribuyen a Dios no sólo las “diversidad
de actividades”” sino también “carismas” y “ministerios.” 4.4 ASÍ TAMBIÉN SUCEDE CON CRISTO”. La imagen del cuerpo humano, que aquí
emplea el Apóstol para mejor declarar la función de los carismas en la
Iglesia, era clásica en la literatura greco-romana y se encuentra con
múltiples aplicaciones. Por lo demás, nada más obvio y natural que comparar a
un cuerpo un grupo de hombres reunidos con un fin determinado. “Así
como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos
miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también
sucede con Cristo”. Podemos
distinguir tres como fases o etapas en el desarrollo del pensamiento del
Apóstol. Primeramente, se expone la comparación y se señala cuál es el
principio de unidad “y sin embargo, es uno” en ese
cuerpo, que es la Iglesia. No parece caber duda, conforme ha sido y sigue
siendo opinión común de los intérpretes, que el término “Cristo” tiene aquí, no
sentido personal, sino colectivo, y equivale prácticamente al “solo
cuerpo” del v.13, es decir, al Cristo místico. El principio de unidad
en el cuerpo de la Iglesia es el Espíritu, que nos incorpora a Cristo ya
desde el bautismo; “Porque todos hemos sido bautizados en un
solo Espíritu para formar un solo Cuerpo, judíos y griegos, esclavos y
hombres libres, y todos hemos bebido de un mismo Espíritu”. Es
probable que San Pablo, al añadir “hemos bebido de un mismo Espíritu,”
después de haber dicho que “hemos sido bautizados en un solo
Espíritu,” esté pensando en algo distinto del bautismo y como su
complemento. Así interpretan la frase muchos eruditos, que creen se refiere a
la confirmación, administrada en un principio junto con el bautismo, pero del
que pronto se separó; “Entonces les
imponían las manos y recibían el Espíritu Santo”. 18 (cf. Hech 8:17). 5.
EVANGELIO El Espíritu Santo, dado por Jesús, anima y
sostiene la misión que él nos encomendó. Según el testimonio de Juan, el
envío en misión y el don del Espíritu ocurrieron durante la primera aparición
del Resucitado a sus apóstoles la noche de Pascua: es decir, lo esencial del
misterio de Pentecostés en su plena manifestación. El Pentecostés judío, que
evocaba la Alianza del Sinaí, era apropiado para servir de punto de apoyo al
primer testimonio autorizado sobre la resurrección. Una nueva Alianza se ha
concluido en el Espíritu del Padre y del Hijo. Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Juan. Jn 20, 19-23 Al
atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las
puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en
medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les
mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando
vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La
paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, Yo también los envío a
ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu
Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y
serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. Palabra
del Señor. 5.1 AL ATARDECER DEL PRIMER DÍA DE LA SEMANA Estas apariciones a los apóstoles son
destacadas en el Evangelio de San Juan para relatarnos su particular
importancia, estos son hechos excepcionales. La primera aparición, sucede en
la “tarde” del mismo día de la resurrección, cuyo nombre de la semana era
llamado por los judíos como lo pone aquí San Juan, “el primer día de la semana.” Los discípulos se encontraban con las
puertas cerradas por temor a los judíos. Suponemos que los once apóstoles
están juntos, sin embargo también se puede presumir que posiblemente hubiese
con ellos otras personas, pero estas no se citan. El relato evangélico no precisa el lugar
donde sucedieron estos hechos, no obstante creíblemente podría ser en el
cenáculo (Hech 1:4.13). Los sucesos de aquellos días, siendo ellos los discípulos
del Crucificado, les tenían temerosos. Esa es la razón por la cual se
ocultaban y permanecían a puertas cerradas. Temía la intromisión inesperada
de sus enemigos. 5.2 EL ESTADO “GLORIOSO” EN QUE SE HALLA
CRISTO RESUCITADO Pero la entrega de este detalle tiene
también por objeto demostrar el estado “glorioso” en que se halla Cristo
resucitado cuando se presenta ante ellos. Es así como inesperadamente, Cristo
se apareció en medio de ellos. En el relato de Lucas, se comenta que quedaron
“despavoridos,” pues creían ver un “espíritu” o un fantasma. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio
de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Con
ello les dispensó lo que ésta llevaba adjunto (cf. Lc 24:36-43). San Juan
omite lo que dice en evangelio de Lucas, sobre que no se turben ni duden de
su presencia. Aquí, al punto, como garantía, les muestra “las manos,” que con
sus cicatrices les hacían ver que eran las manos días antes perforadas por
los clavos, y “el costado,” abierto por la lanza; en ambas heridas, mostradas
como títulos e insignias de triunfo, tal así que Tomás podría poner sus
dedos. En el evangelio de Lucas se relata que les
muestra “sus manos y pies,” y se omite lo del costado, sin duda
porque se omite la escena de Tomás. Ni quiere decir esto que Cristo tenga que
conservar estas señales en su cuerpo. Como se mostró a Magdalena seguramente
sin ellas, y a los peregrinos de Emaús en aspecto de un caminante, así aquí,
por la finalidad apologética que busca, les muestra sus llagas. Todo depende de
su voluntad. Esta, como la escena en Lucas, es un relato de reconocimiento:
aquí, de identificación del Cristo muerto y resucitado; en Lucas es prueba de
realidad corporal, no de un fantasma. Bien atestiguada su resurrección y su
presencia sensible, San Juan transmite esta escena de trascendental alcance
teológico. 5.3 COMO EL PADRE ME ENVIÓ A MÍ, YO TAMBIÉN
LOS ENVÍO A USTEDES. Jesús anuncia a los apóstoles que ellos
van a ser sus “enviados,” como Él lo es del Padre. Es un tema constante en
los evangelios. Ellos son los “apóstoles” (Mt 28:19; Jn 17:18, etc.). Jesucristo tiene todo poder en cielos y
tierra y los “envía” ahora con una misión concreta. Los apóstoles son sus
enviados con el poder de perdonar los pecados. Para ese tiempo, ese envío era
algo insólito. En el Antiguo Testamento, sólo Dios perdonaba los pecados. Por
eso, de Cristo, al considerarle sólo hombre, decían los fariseos
escandalizados: Este “blasfema. ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo
Dios?” (Mc 2:7). 5.4 AL DECIRLES ESTO, SOPLÓ SOBRE ELLOS Y
AÑADIÓ: “RECIBAN EL ESPÍRITU SANTO” “Reciban el Espíritu Santo”. El Espíritu
Santo es el “don” por excelencia, infinito como infinito es Dios; aunque
quien cree en Cristo ya lo posee, puede sin embargo recibirlo y poseerlo cada
vez más. La donación del Espíritu Santo los Apóstoles en la tarde de la
Resurrección demuestra que ese don inefable está estrechamente unido al
misterio pascual; es el supremo don de Cristo que, habiendo muerto y
resucitado por la redención de los hombres, tiene el derecho y el poder de
concedérselo. La bajada del Espíritu en el día de Pentecostés renueva y
completamente este don, y se realiza no de una manera íntima y privada, como
en la tarde de Pascua, sino en forma solemne, con manifestaciones exteriores
y públicas indicando con ello que el don del Espíritu no está reservado a
unos pocos privilegiados sino que está destinado a todos los hombres como por
todos los hombres murió, resucitó y subió a los cielos Cristo. El misterio
pascual culmina por lo tanto no sólo en la Resurrección y en la Ascensión,
sino también en el día de Pentecostés que es su acto conclusivo. 5.5 “LOS PECADOS SERÁN PERDONADOS A LOS QUE
USTEDES SE LOS PERDONEN, Y SERÁN RETENIDOS A LOS QUE USTEDES SE LOS
RETENGAN”. Al decir esto, “sopló” sobre ellos. Es
símbolo con el que se comunica la vida que Dios concede (Gen 2:7; Ez 37:9-14;
Sab 15:11). Por la penitencia, Dios va a comunicar su perdón, que es el dar a
los hombres el “ser hijos de Dios” (Jn 1:12): el poder de perdonar, que es
dar vida divina. Precisamente en Génesis, Dios “sopla” sobre Adán el hombre
de “arcilla,” y le “inspiró aliento de vida” (Gen 2:7) Por eso, con esta
simbólica sopladura explica su sentido, que es el que “reciban el Espíritu
Santo.” Dios les comunica su poder y su virtud para una finalidad muy
concreta: “Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y
serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. Aquí el regalo del Espíritu Santo a los
apóstoles tiene una misión de “perdón.” Los apóstoles se encuentran en
adelante investidos del poder de perdonar los pecados. Este poder exige para
su ejercicio un juicio. Si han de perdonar o retener todos los pecados,
necesitan saber si pueden perdonar o han de retener. Evidentemente es éste el
poder sacramental de la confesión. Por otra parte, para no confundirse, esta
no es la promesa del Espíritu Santo que les hace en el evangelio de Juan, en
el Sermón de la Cena (Jn 14:16.17.26; 16:7-15), ya que en esos fragmentos se
les promete al Espíritu Santo, que se les comunicará en Pentecostés, una
finalidad “defensora” de ellos e “iluminadora” y “docente.” En este relato
san Juan trata sólo del poder que se confiere del perdón de los pecados. “Los
pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos
a los que ustedes se los retengan”. 5.6 EL ESPÍRITU DEL SEÑOR LLENÓ TODA LA
TIERRA, Y ÉL QUE DA UNIDAD A TODAS LAS COSAS, HABLA CON SABIDURÍA. (Sab 1, 7) Esta realidad, anunciada en el libro de la
Sabiduría, se cumplió en toda su plenitud el día de Pentecostés, cuando los
Apóstoles y los que estaban con ellos se llenaron todos de Espíritu Santo y
empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el
Espíritu le sugería” (Hech 2, 4). Pentecostés es el cumplimiento de la
promesa de Jesús: Pero yo les digo la verdad: conviene que yo me vaya; porque
si no me voy, no vendrá a ustedes el Paráclito; pero si me voy, se los
enviaré: (Jn 16,7); es el bautismo anunciado por él antes de subir al cielo: “serán bautizados en el Espíritu Santo”
(Hech 1, 5); como también el cumplimiento de sus palabras: ”El último día
de la fiesta, el más solemne, Jesús puesto en pie, gritó: “Si alguno tiene
sed, venga a mí, y beba el que crea en mí , como dice la Escritura: De su
seno correrán ríos de agua viva. Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que
iban a recibir los que creyeran en él. Porque aún no había Espíritu, pues
todavía Jesús no había sido glorificado. (Jn 7, 38-39) No había sido dado en su plenitud, pero no
quiere decir que el Espíritu faltara a los justos. El Evangelio o atestigua
de Isabel, de Simeón y de otros más. Jesús lo declaró de sus Apóstoles en la
vigilia de su muerte: “ustedes le conocen, porque permanece con ustedes” (Jn
14, 17); y más aún en la tarde del día de Pascua, cuando apareciéndose a los
Once en el cenáculo, “sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” 5.7 VEN, ESPÍRITU SANTO, LLENA LOS CORAZONES
DE TUS FIELES Y ENCIENDE EN ELLOS EL FUEGO DE TU AMOR. ALELUYA. Pentecostés, no es un hecho que sucedió
cincuenta días después de la Pascua para que haya quedado cerrado y cumplido,
esto es una realidad vigente y presente, y cada vez estamos más deseosos de
poder atenderlo y recibirlo con toda plenitud, agrandemos nuestro corazón
para recibirlo efusivamente, como en la secuencia de la liturgia de
Pentecostés que incluye hoy un himno de súplica y alabanza al Espíritu Santo Ven, Espíritu Santo, y envía desde el
cielo un rayo de tu luz. Ven, Padre de los pobres, ven a darnos tus dones,
ven a darnos tu luz. Consolador lleno de bondad, dulce huésped del alma,
suave alivio de los hombres. Tú eres descanso en el trabajo, templanza de las
pasiones, alegría en nuestro llanto. Penetra con tu santa luz en lo más íntimo
del corazón de tus fieles. Sin tu ayuda divina no hay nada en el hombre, nada
que sea inocente. Lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, sana nuestras
heridas. Suaviza nuestra dureza, elimina con tu calor nuestra frialdad,
corrige nuestros desvíos. Concede a tus fieles, que confían en ti, tus siete
dones sagrados. Premia nuestra virtud, salva nuestras almas, danos la eterna
alegría. El Señor
nos Bendiga Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant DOMINGO DE PENTECOSTES Publicado
en este link: PALABRA DE DIOS Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M.
Magdalena ocd. Julio Alonso Ampuero, Meditaciones
Bíblicas sobre el Año Litúrgico |
…..
………