Reflexión desde las Lecturas del Domingo I de Cuaresma Ciclo A

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


 

1.    CONVERSIÓN POSIBLE Y NECESARIA

 “Todos pecaron”. (Rom 5,12-19) Al inicio mismo de la Cuaresma la Iglesia pone ante nuestros ojos este hecho triste y desgraciado. La historia de Adán y Eva es nuestra propia historia: la historia de un fracaso y de una frustración como consecuencia del pecado. Por el pecado entró en el mundo la muerte. En el fondo, todos los males provienen del pecado, del querer ser como dioses, del deseo de construir un mundo sin Dios, al margen de Dios.

Por eso la conversión es necesaria. Estamos tocados por el pecado, manchados, contaminados... No podemos seguir viviendo como hasta ahora. Se hace necesario un cambio radical de mente, de corazón y de obras. La conversión es necesaria. O convertirse o morir. Y eso no sólo cada uno como individuo; también nuestras comunidades, nuestras parroquias, nuestras instituciones, la diócesis, la Iglesia entera... que han de ser continuamente reformadas para adaptarse al plan de Dios, para ser fieles al evangelio. “Si no se convierten, todos perecerán de la misma manera”. (Lc 13,5).

La conversión es necesaria. Esta es la buena noticia que nos da la Iglesia, que quiere sacarnos de nuestros pecados, de la mentira, de la muerte. Pero además nos anuncia que donde Adán fracasó Cristo ha vencido (evangelio). También Él ha sido tentado, pero el pecado no ha podido con Él: Satanás y el pecado han sido derrotados. Más aún, la victoria de Cristo es también la nuestra (segunda lectura). La conversión es posible. El pecado ya no es irremediable. No podemos seguir excusándonos diciendo que somos débiles y pecadores. La gracia de Cristo es más fuerte que el pecado. El pecado ya no debe dominar en nosotros. Entramos en la Cuaresma para luchar y para vencer; y no sólo nuestro pecado, sino también el de los demás; pero no con nuestras solas fuerzas, sino con la fuerza y las armas de Cristo.

2.    PRIMERA LECTURA Gn 2, 7-9; 3, 1-7

El hombre es una criatura limitada y, por ser imagen de Dios, tiene aspiración al infinito. Pero si intenta ser como Dios prescindiendo de Dios, se corta de la fuente de la vida y va a la muerte.

Lectura del libro del Génesis.

El Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente. Hizo brotar el árbol de la vida en medio del jardín y el árbol del conocimiento del bien y del mal. La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho, y dijo a la mujer: “¿Así que Dios les ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín?”. La mujer le respondió: “Podemos comer los frutos de todos los árboles del jardín. Pero respecto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: --No coman de él ni lo toquen, porque de lo contrario quedarán sujetos a la muerte--”. La serpiente dijo a la mujer: “No, no morirán. Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal”. Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir discernimiento, tomó de su fruto y comió; luego se lo dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió. Entonces se abrieron los ojos de los dos y descubrieron que estaban desnudos. Por eso se hicieron unos taparrabos, entretejiendo hojas de higuera.

Palabra de Dios.

2.1        EL SEÑOR DIOS MODELÓ AL HOMBRE

Con toda naturalidad, el autor sagrado presenta a Dios trabajando como un alfarero en la modelación de un cuerpo arcilloso, al que le imprime el hálito de vida: “El Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida”  y por ello se convirtió en “ser animado” o “alma viviente”. La descripción no puede ser más antropomórfica. Es de experiencia universal que el cuerpo humano, después de muerto, se convierte en polvo; por ello, según el modo primitivo de discurrir, si el cuerpo humano al morir se convierte en polvo, es que fundamentalmente está hecho de polvo.

En el relato bíblico parecen distinguirse dos principios en el hombre: uno corporal (el polvo) y otro indefinido, infundido directamente por Dios, que es llamado “aliento de vida”, principio vital que anima el cuerpo humano, al espíritu humano como principio intelectual. En el contexto del relato del Génesis parece que se trata del hálito que comunica fisiológicamente la vida al cuerpo humano. Por ello gráficamente dice el hagiógrafo que se lo “soplo en la nariz”  porque por ellas sale la respiración, signo de la vida. El autor sagrado sólo quiere destacar la intervención directa de Dios en la formación del hombre.

De esta descripción pintoresca han querido sacar no pocos autores argumentos contra la teoría evolucionista del cuerpo humano, pero hay que subrayar que el hagiógrafo es un catequista y no un profesor de ciencias; por tanto, enfoca los problemas exclusivamente desde el aspecto religioso, y, por tanto, su juicio formal no recae sobre la naturaleza objetiva e íntima de las cosas. Se expresa al modo de su tiempo, y, como buen pedagogo, procura poner al alcance de sus lectores de modo gráfico altas ideas teológicas, como la de que el hombre viene de Dios y que Dios tiene una especialísima providencia de él. Así, pues, el autor sagrado ni es evolucionista ni anti evolucionista, sencillamente porque no se planteó el problema del origen científico del hombre, sino el de su origen religioso, como ser procedente de Dios.

2.2        CARÁCTER ASTUTO E INTRIGANTE DE LOS QUE PROPONEN EL MAL

Va a comenzar el gran drama cuyo resultado fatídico dará explicación del dolor físico y del mal moral, y el autor sagrado prepara la escena presentando al principal protagonista de ella instigador de la desobediencia y rebelión contra el Creador. De todos los animales que Dios hizo, sobre un reptil, la serpiente, de carácter astuto y traidor obedece al papel que va a desempeñar en el relato. “La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho”. Este animal escurridizo, que muerde a traición al caminante es considerado en el folklore popular como animal especialmente maligno traidor. Jesucristo se hace eco de esta creencia popular al recomendar, de un lado, la astucia de la serpiente, y del otro, la sencillez de la paloma. (Sean astutos como las serpientes, y sencillos como las palomas,  Mateo 10, 16). Este carácter astuto e intrigante aparece en la insinuación maligna que a continuación hace a Eva, el ser débil y voluble: “¿Así que Dios les ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín?”. El interrogante va derecho al sentimiento de orgullo humano. El hecho de que no pudiera probar todos los árboles del paraíso es una limitación y una dependencia, en contra de la dignidad humana. El hagiógrafo no dice expresamente que la serpiente encarne al espíritu maligno, pero se deduce del contexto, ya que aparece la serpiente como ser inteligente envidiosa, conocedora del precepto e instigadora a la rebeldía contra Dios y se la identifica expresamente con el demonio: “por la envidia del diablo, la muerte entró en el mundo.” (Sabiduría 2,24)

Eva responde corrigendo la exageración de la serpiente, ya que sólo de un árbol les está prohibido comer, pero aquí Eva exagera también al decir que no deben tocar el árbol. “Podemos comer los frutos de todos los árboles del jardín. Pero respecto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: No coman de él ni lo toquen, porque de lo contrario quedarán sujetos a la muerte” Es de notar cómo Eva oye con toda naturalidad hablar a la serpiente, sin extrañarse de ello, como si estuviera acostumbrada a tener diálogos con ella. Esto es un indicio del carácter artificial del relato, en el que lo que importa tener en cuenta es el fondo doctrinal expresado en el diálogo.

2.3        TENTACION Y  CAIDA

Ante el temor de Eva de que el fruto del árbol prohibido traiga como consecuencia la muerte, “porque de lo contrario quedarán sujetos a la muerte”,  la serpiente dice categóricamente, sembrando la duda en ella: “No, no morirán”. Y ladinamente razona su afirmación: “Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal”. El razonamiento de la serpiente es de lo más insidioso y maligno, ya que abre brecha en lo más débil del espíritu humano, en su conciencia de dignidad personal: “serán como dioses”. La meta es alta, pero digna de escalarse. La sugestión ha sido realmente diabólica y consiguió su efecto, pues la mujer al punto se sintió atraída hacia el fruto de aquel árbol misterioso, al que ahora considera como clave de su felicidad: “Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir discernimiento, tomó de su fruto y comió” esto es, Eva vio que el árbol era bueno para ser comido, hermoso a la vista y deseable para alcanzar la sabiduría. En pocas palabras, el hagiógrafo hace intervenir la gula, la vanidad y el orgullo intelectual. Otro rasgo magistral de observación psicológica que retrata las profundidades del ser humano.

Eva tomó del fruto prohibido, comió de él, y su marido. Quizá en esto haya un fondo de ironía: el hombre obedeciendo dócilmente a las insinuaciones de la mujer, cuando era Adán quien debía, como jefe, reaccionar enérgicamente ante la perspectiva de una desobediencia a Dios. También esto pertenece a las debilidades del corazón humano. La mujer ha dirigido el hilo oculto de la historia al ser dueña del corazón del varón con sus encantos. El autor del Eclesiástico, echa toda la culpa del pecado a Eva: “Por la mujer fue el comienzo del pecado, y por causa de ella morimos todos”. (Eclesiástico 25,24) San Pablo, para justificar la subordinación de la mujer al marido, dice a Timoteo: “Y el engañado no fue Adán, sino la mujer que, seducida, incurrió en la transgresión”.  (1 Timoteo 2,14)

Queda claro que, conforme al relato del Génesis, el espíritu maligno primero abrió brecha en el ser más impresionable y débil, y después éste logró atraerse a Adán. La consecuencia de la transgresión fue fulminante, pues al punto los dos primeros padres sintieron el aguijón de la carne, el desequilibrio pasional, la lucha de la carne contra el espíritu, el desorden libidinoso, y por ello se avergonzaron de estar desnudos; “Por eso se hicieron unos taparrabos, entretejiendo hojas de higuera”.

En el versículo 25 del capítulo anterior se dice que ambos, a pesar de estar desnudos, no se avergonzaban. Es decir, sentían un perfecto equilibrio entre su razón y sus pasiones, sin que tuvieran noción de un desorden sexual que les pudiera turbar y avergonzar, no olvidemos que la mujer fue creada como complemento del varón, para formar “una sola carne.” Como teólogo, el hagiógrafo aborda el problema en su aspecto teológico, y quiere dar a entender a sus lectores que tanto el mal físico como el mal moral no entraban en los planes primitivos de Dios. Al salir de sus manos, los primeros padres se hallaban en una situación diferente de la actual; pero hubo una intervención del espíritu maligno, y el hombre pecó, y de ahí las terribles consecuencias del pecado en todos los órdenes.

3.    SALMO Sal 50, 3-6. 12-14. 17

Este es un salmo de penitencia por excelencia en la liturgia, porque en él se destacan el sentimiento de aflicción sincera y la súplica apasionada de rehabilitación ante el Dios ofendido. Consciente de su inclinación por muchos años al mal, el salmista pide fuerzas a Dios para seguir por sus caminos.

La composición expresa los sentimientos y de los afectos del corazón, en un estilo sencillo y claro, todo lleva el sello de lo natural.

R. ¡Piedad, Señor, pecamos contra ti!

¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! R.

Porque yo reconozco mis faltas y mi pecado está siempre ante mí. Contra ti, contra ti sólo pequé e hice lo que es malo a tus ojos. R.

Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu. R.

Devuélveme la alegría de tu salvación, que tu espíritu generoso me sostenga. Abre mis labios, Señor, y mi boca proclamará tu alabanza. R.

3.1        CONFESIÓN DE LOS PECADOS.

El salmista, obsesionado con su conciencia de culpabilidad ante Dios, acude a su bondad como único medio de tranquilizar su espíritu, pues sólo el Dios ofendido puede rehabilitarle en su antigua amistad con Él. ¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión!”. Sus transgresiones están escritas en el libro de la vida que Dios lleva el registro de las acciones de los hombres; “Culpa añade a su culpa, no tengan más acceso a tu justicia; del libro de la vida sean borrados, no sean inscritos con los justos.  (Salmos 69,28-29) por eso, el primer deseo del salmista es que sus faltas sean borrada de tal libro; “¡borra mis faltas!”. Para ello no cuenta más que con la bondad y piedad del mismo Dios, pues no tiene títulos para exigir su perdón. Toda su vida aparece ante sus ojos como nublada por la gran sombra de su pecado, que no queda especificado en este poema, pero que debe de ser el sentido de culpabilidad moral como consecuencia de muchas transgresiones en la vida. A pesar de sus pecados, el poeta tiene conciencia de la gran misericordia de su Dios. Recordemos que Moisés define al Señor como “Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad,  que mantiene su amor por millares, que perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado, pero no los deja impunes; (Éxodo  34, 6-7)

El pecado debe ser borrado, pues es una deuda en el libro de la vida que tiene Dios; pero, además, es una mancha en la conciencia, y por eso el salmista pide que se le limpie de toda la maldad. ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado!

3.2        SÚPLICA DE RENOVACIÓN ESPIRITUAL

Entonces, consciente de su debilidad llevada por muchos años, pide a Dios le otorgue un corazón puro y un espíritu recto o firme, para emprender una vida buena, de forma que no vuelva a pecar y a merecer el castigo que ahora siente y le hace sufrir. Crea en mí, Dios mío, un corazón puro”.

El salmista había dicho antes que tenía un apego al pecado desde su concepción en el seno materno; “Mira que en culpa ya nací, pecador me concibió mi madre”.  (Salmo 50,7); por ello pide que se haga en su interior como una nueva creación, una renovación total en su corazón y espíritu, asiento de su actividad espiritual; “y renueva la firmeza de mi espíritu” No sólo quiere no volver a las faltas pasadas, sino que ansía como una regeneración de todo su ser por obra del mismo Dios; sólo así se sentirá seguro de no volver a perder su amistad. Jeremías vaticina para los tiempos mesiánicos un cambio interior de los israelitas: “Les daré corazón para conocerme, pues yo soy Yahvé, y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, pues volverán a mí con todo su corazón”.  (Jeremías 24,7),  Ezequiel es más explícito: “yo les daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, (Ezequiel 11, 19)

3.3        SUPLICA PARA NO SER ABANDONADO NI RECHAZADO

La suerte espiritual y material del salmista está pendiente de la benevolencia divina; por ello pide encarecidamente que no le arroje de su presencia, echándole al olvido; “No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu”. Dios es el dispensador de todo bien; por eso ruega que no se retire de él el espíritu, santo de Dios, expresión que aparece sólo en Is 63:8-14, donde está en paralelo con el “ángel de su presencia”; “Rocíame con el hisopo, y seré limpio, lávame, y quedaré más blanco que la nieve.  (Salmo  50, 9), o manifestación sensible del Señor como guía de Israel por el desierto. El salmista, pues, parece que en el santo espíritu de Dios ve la acumulación de su presencia sensible en su alma para iluminarle por los caminos de la salvación; “no me rechaces lejos de tu rostro, no retires de mí tu santo espíritu”. .

3.4        PETICIÓN DE UN ESPÍRITU GENEROSO

La presencia del santo espíritu de Dios le devolverá la salvación o liberación de la postración física actual; Devuélveme la alegría de tu salvación” después pide que le dé, junto con la salud, un espíritu generoso para seguir las insinuaciones del espíritu santo de Dios; “que tu espíritu generoso me sostenga”.  Estos versos, del 12 al 15 responden a la estrofa de los versos 9-11. En ésta se pedía la purificación, la curación y la alegría juntamente con el olvido de los pecados; en aquélla se descubre más hondo, pues se pide una renovación interior y gozar de la amistad permanente de Dios.

Así como lo hizo el salmista, que reconoce sus faltas y confía en la promesa de Dios pidiendo piedad, purificación y renovación interior, nosotros ahora hacemos nuestra esta oración, suplicando: “¡Piedad, Señor, pecamos contra ti!”

4.    SEGUNDA LECTURA Rom 5, 12-19

La desobediencia de Adán nos trajo muchos males y la muerte; pero la obediencia de Cristo nos mereció muchos y mayores bienes: el perdón, la resurrección y la vida eterna.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.

Hermanos: Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron. En efecto, el pecado ya estaba en el mundo, antes de la Ley, pero cuando no hay Ley, el pecado no se tiene en cuenta. Sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso en aquellos que no habían pecado, cometiendo una transgresión semejante a la de Adán, que es figura del que debía venir. Pero no hay proporción entre el don y la falta. Porque si la falta de uno solo provocó la muerte de todos, la gracia de Dios y el don conferido por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron derramados mucho más abundantemente sobre todos. Tampoco se puede comparar ese don con las consecuencias del pecado cometido por un solo hombre, ya que el juicio de condenación vino por una sola falta, mientras que el don de la gracia lleva a la justificación después de muchas faltas. En efecto, si por la falta de uno solo reinó la muerte, con mucha más razón, vivirán y reinarán por medio de un solo hombre, Jesucristo, aquellos que han recibido abundantemente la gracia y el don de la justicia. Por consiguiente, así como la falta de uno solo causó la condenación de todos, también el acto de justicia de uno solo producirá para todos los hombres la justificación que conduce a la Vida. Y de la misma manera que por la desobediencia de un solo hombre, todos se convirtieron en pecadores, también por la obediencia de uno solo, todos se convertirán en justos.

Palabra de Dios.

4.1        “POR UN SOLO HOMBRE ENTRÓ EL PECADO EN EL MUNDO”

Nos había dicho San Pablo que la “reconciliación” y “paz” con Dios las obtuvimos por Jesucristo (Romanos 1-11). Esto le lleva a tratar del origen de esa “enemistad” que Cristo vino a suprimir, estableciendo un paralelismo contrapuesto entre la obra de Cristo y la de Adán, paralelismo que va desarrollando ampliamente a lo largo de toda este texto de la lectura de hoy, como si dijera “así, pues.” Es éste el lugar clásico para demostrar la existencia del pecado original; sin embargo, como aparece claro del contexto en que está enmarcado el texto, la intención directa del Apóstol no es tratar del pecado original, sino valerse de esa doctrina como punto de referencia para mejor declarar la acción reconciliadora y vivificadora de Jesucristo en calidad de segundo Adán. Para San Pablo, Adán y Jesucristo son como dos cabezas o troncos de raza que arrastran en pos de sí a toda la humanidad: el primero llevándola a la perdición, el segundo devolviéndole los dones perdidos e incluso enriqueciéndola con otros nuevos. Evidentemente, Pablo en esta anécdota está evocando la imagen de Adán, tal como es presentada en los primeros capítulos del Génesis, como el de la primera lectura de hoy.

La argumentación de San Pablo, en sustancia, se reduce a esto: “Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron”, esto es,  por Adán entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte, así por Jesucristo entró la justicia en el mundo y por la justicia: la vida. Es un trinomio contrapuesto: Adán-pecado-muerte, Cristo-justicia-vida. Más el Apóstol teme hacer agravio a la grandeza de la obra de Cristo si no da a entender al mismo tiempo que el paralelismo no es perfecto, pues el don aventaja a la pérdida y se recalca la idea de que es inmensamente superior la eficacia de la obra de Cristo para el bien, de lo que lo fue la de Adán para el mal.

San Pablo introduce un nuevo elemento, la Ley, para decir que la Ley, contra lo que algunos pudieran imaginarse, no sólo no ha contribuido a la reconciliación y paz con Dios, sino que ha aumentado los pecados, con lo que, en realidad, ha contribuido a hacer más abundante la eficacia de la obra de Cristo; “En efecto, el pecado ya estaba en el mundo, antes de la Ley, pero cuando no hay Ley, el pecado no se tiene en cuenta”

Evidentemente, en el pensamiento de San Pablo ese hombre por quien entró el “pecado” es Adán. “Sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés”, el Apóstol expresamente cita a Adán por su nombre “una transgresión semejante a la de Adán, que es figura del que debía venir”. Mas ¿cuál es ese “pecado” que entró en el mundo por Adán? El Apóstol añade, y esto puede darnos luz, que por ese pecado entró la “muerte” y vuelve a repetirlo aún de otra manera: “por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron” Vemos, pues, que establece clara relación entre “pecado” y “muerte,” considerando ésta como consecuencia de aquél: precisamente porque el pecado es universal, lo es también la muerte.

4.2        “TODOS SE CONVIRTIERON EN PECADORES”,

No parece caber duda de que ese “pecado” que por un hombre entró en el mundo, es el pecado de Adán; pero no en cuanto “transgresión” o “desobediencia” personal que afecta simplemente a él, sino en cuanto que esa “transgresión” introduce en el mundo un estado de pecado (pecado original) que afecta a todo el género humano. Es lo que de manera clara se dirá al final de este párrafo: “Y de la misma manera que por la desobediencia de un solo hombre, todos se convirtieron en pecadores, también por la obediencia de uno solo, todos se convertirán en justos”. En cuanto al término “muerte,” se está aludiendo a la muerte física, hecho visible y tangible, que está suponiendo la muerte espiritual, pues no habría tenido lugar de no haber venido el pecado. Reducir el significado del término “muerte” simplemente a muerte espiritual (separación de Dios) sin connotar al mismo tiempo la muerte física, es prácticamente darle el mismo sentido que al término “pecado” y hacer confuso el texto de Pablo. Más difícil resulta la expresión “todos se convirtieron en pecadores”, por cuanto todos pecaron. Es sabido que este apartado es traducido en la Vulgata latina por referencia a Adán, el “hombre” por quien entró “el pecado” en el mundo. Así interpretan también la frase la generalidad de los Padres latinos y la casi totalidad de los antiguos intérpretes y teólogos, con lo que la existencia del pecado original, como participación de todos los hombres en el pecado de Adán, quedaría afirmada de una manera explícita. Ahora Pablo, está tratando  de dar la razón de por qué mueren todos, porque; “todos se convirtieron en pecadores”. La interpretación tradicional sostiene que Pablo está refiriéndose al mismo “pecado” de que habló en el primer inciso, es decir, al pecado de todos los hombres en Adán, no a los pecados personales de cada uno.

En resumen, desde Adán a Moisés la “muerte” (muerte física connotando la muerte espiritual) no podía ser simplemente castigo de pecados personales y, por tanto, hay que suponer un pecado de todos en Adán. Contra esta interpretación, que podemos llamar tradicional, los autores que interpretan el “todos pecaron” del v.12 en sentido de pecados personales, dan a estos v.13-14 una nueva interpretación, en consonancia con la interpretación del “todos pecaron.” Dicen que Pablo añadió estos versículos explicativos, no para decir que desde Adán a Moisés la “muerte” no podía ser simplemente castigo de pecados personales y, por tanto, hay que suponer un pecado en Adán, sino que los añadió para afirmar que también en esa época, a pesar de no existir todavía la Ley (y donde no hay ley no hay transgresión), hubo “pecado” (pecados personales) que llevaba a la “muerte” (muerte eterna).

4.3        LA OBRA DE CRISTO, “FIGURA DEL QUE DEBÍA VENIR”,

No obstante, San Pablo quiere resaltar la obra de Cristo, “figura del que debía venir”, es decir, de Cristo. En todo el desarrollo de la argumentación se nota la preocupación de San Pablo por hacer ver la inmensa superioridad de la obra de Cristo para el bien sobre la de Adán para el mal; y, aunque nunca los pone de manera explícita, parecen estar apareciendo continuamente a la superficie estos dos principios; Adán es puro hombre, Jesucristo es mucho más y más desea y puede hacer Dios para el bien que el hombre para el mal.

Dice San Pablo “Porque si la falta de uno solo provocó la muerte de todos, la gracia de Dios y el don conferido por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron derramados mucho más abundantemente sobre todos”,  entonces tenemos ya establecida, de manera genérica, esa afirmación fundamental de que la eficacia redentora de la obra de Cristo es muy superior a la eficacia corruptora de la obra de Adán. San Pablo no da pruebas, pero parece evidente que los dos principios comentados antes están en la mente del Apóstol. Cuando habla de los que son “muchos más” ese “muchos” equivale a “todos,” y  no es para excluir la universalidad, sino por contraste con “uno,” y significa “todos los otros.” Mientras que en el caso de Adán, para su obra destructora, se parte de un solo pecado, que es el que origina la ruina, en el caso de Cristo, para su obra redentora, se parte no sólo del pecado de Adán, sino de otras muchas transgresiones que han seguido a aquella primera y que Cristo hubo de borrar también. Llevando las cosas hasta el final: si el pecado de Adán tuvo fuerza para establecer el reinado de la muerte, “así como la falta de uno solo causó la condenación de todos”, con mayor razón la gracia de Jesucristo tendrá fuerza para establecer el reinado de los justos en la vida. Y de la misma manera que por la desobediencia de un solo hombre, todos se convirtieron en pecadores, también por la obediencia de uno solo, todos se convertirán en justos.

5.    EVANGELIO Mt 4, 1-11

El maligno también a nosotros nos tienta apoyándose en nuestras necesidades y aspiraciones para alejarnos de Dios. Cristo nos enseña con su ejemplo cómo vencer las tentaciones.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo

Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. Y el tentador, acercándose, le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”. Jesús le respondió: “Está escrito: -El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios-”. Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole: “Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: -Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra--”. Jesús le respondió: “También está escrito: --No tentarás al Señor, tu Dios--”. El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: “Te daré todo esto, si te postras para adorarme”. Jesús le respondió: “Retírate, Satanás, porque está escrito: -Adorarás al Señor, tu Dios, y a él sólo rendirás culto-”. Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.

Palabra del Señor.

5.1        JESÚS FUE LLEVADO POR EL ESPÍRITU AL DESIERTO, PARA SER TENTADO POR EL DEMONIO

Nos encontramos con uno de los relatos más misteriosos e incomprensible o enigmático de los evangelios según san Mateo, en el se expone un elemento diabólico; la tentación.

Comienza el relato con la expresión entonces, con esta forma se está vinculando que sucedió luego del  bautismo de Jesús y la expresión se transforma en un simple cambio de escena. Jesús, sometido en todo a la acción del Espíritu Santo, el relato dice que “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio”.

Va al desierto para ser “tentado”. La palabra usada lo mismo puede significar “tentación” en el sentido de solicitar al pecado, que indicar, simplemente, ser sometido a prueba.

El desierto aparece en la literatura judía y oriental como lugar donde moraban los malos espíritus, y en especial los demonios como los dicen otros relatos evangélicos. Pero tiene también otro sentido mesiánico, además de lugar de penitencia y aislamiento. Las comunidades de esenios y Qumrán son un claro ejemplo de ello.

El demonio significa, conforme a su etimología “echador,” en sentido de acusador, calumniador o tentador. Se decía que su oficio era triple, solicitar al hombre al pecado (cf. Zac 3:1; Job 2:6ss), acusarlo luego ante el tribunal de Dios y aplicar la muerte en castigo al pecado; de ahí llamarle en la literatura rabínica, “el ángel de la muerte.”

5.2        SI TÚ ERES HIJO DE DIOS, MANDA QUE ESTAS PIEDRAS SE CONVIERTAN EN PANES”.

El tiempo que se establece para esta tentación es de cuarenta días y cuarenta noches. Podemos fijar atención en esta cifra, es de ambiente bíblico, así es como se menciona en el diluvio (Génesis 7:12), también en la estancia de Moisés en el Sinaí (Ex 24:18), lo mismo en los años de Israel en el desierto (Núm 14:33-34).

Dice el relato; “Y, habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre. Y acercándose el tentador, le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”,  con cuya respuesta esperaba saber si era el Mesías o no. Sugerencia bajo una capa de piedad: que no sufra un privilegiado hijo de Dios.

“Hijo de Dios” se refiere, como en otros casos (Mateo 8:29; 27:40.43; Marcos 1:1), al Mesías, esto se comprende en especial porque con el bautismo se le proclamó “su” Hijo (cf. Mateo 9:25). Se esperaba entonces que el Mesías, al modo de Moisés, haría descender otra vez del cielo una lluvia de “maná”, del que se comería en aquellos años. Probablemente pueda en el evangelista san Mateo un recuerdo de esto.

5.3        “EL HOMBRE NO VIVE SOLAMENTE DE PAN, SINO DE TODA PALABRA QUE SALE DE LA BOCA DE DIOS”.

Jesús le contesta con un argumento de la Escritura: “Está escrito.” La palabra de Dios cierra toda discusión. “El hombre no vive sólo de pan, sino de toda palabra que sale de boca de Dios” (Deuteronomio 8:3). Jesús alude aquí al sentido espiritual de confianza en la omnipotencia de Dios, en función de otra vida superior, a la que hay que atender con preferencia. Es lo que Jesús recordará más tarde junto al pozo de Siquem: “Mi alimento es hacer la voluntad de aquel que me envió” (Juan 4:34). Por eso dijo a sus discípulos: “Yo tengo una comida que vosotros no sabéis” (Juan 4:32).

Jesús pudo hacer el milagro. Pero éste no debe hacerse inútilmente. El abandono al Espíritu y a la Providencia fue el medio para rechazar la tentación.

5.4        “LUEGO EL DEMONIO LLEVÓ A JESÚS A LA CIUDAD SANTA”

Continua el relato con esta forma; “Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad Santa” ¿es el diablo quien tiene la iniciativa?, es un enigma, pero la expresión muestra que este sujeto tiene la iniciativa, pero sin exigir una acción física. Desde allí, el diablo interviene para que Jesús esté en la “Ciudad Santa,” Jerusalén, y sea “puesto” sobre el “pináculo” del Templo, probablemente era la techumbre desde donde se lograría mejor la espectacularidad de la propuesta que el maléfico hace.

En una de las concepciones rabínicas se contaba precisamente que el Mesías se revelaría estando de pie, sobre el techo del Templo, para anunciar a Israel que su redención había llegado.  En aquel ambiente, y a la hora de los sacrificios, hubiese sido un prodigio tal que acusaría ser él el Mesías.

5.5        “TAMBIÉN ESTÁ ESCRITO: --NO TENTARÁS AL SEÑOR, TU DIOS”.

De nuevo Jesús rechaza la tentación con la Escritura: “También está escrito: --No tentarás al Señor, tu Dios”. No tentarás al Señor tu Dios,” que se refiere al Dt 6:16, y se alude con él al pasaje del Éxodo cuando, faltos de agua en el desierto, exigían los israelitas a Moisés un milagro. “¿Por qué tentáis al Señor?” les dijo Moisés (Éxodo 17:2). Nuevamente Jesús, confiando en la providencia de Dios, rechazó la tentación. No era “confiar” en Dios arrojarse temerariamente, exponiendo su vida, y esperar que Dios milagrosamente lo salvase. Los ángeles protegen al “justo” (Sal 91:11ss), pero no al temerario suicida. Y esto suponiendo que no le propusiese tirarse, por lo descabellado, desde una altura 180 metros, (altura estimada según el historiador Judío Flaviano Josefo)

5.6        “TE DARÉ TODO ESTO, SI TE POSTRAS PARA ADORARME”.

En la tercera tentación el diablo interviene para que Jesús vea los reinos del mundo y su atracción, dice el relato que: De nuevo le llevó el diablo a un monte muy alto, y mostrándole todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, le dijo: “Te daré todo esto, si te postras para adorarme”. .

Los judíos contemporáneos de Jesús esperaban un Mesías político y nacional, que aparecería con pompa, dominación y prodigios. Así se presentaron una serie de pseudomesías, como se ve en los evangelios (Marcos 10:35ss; Lucas 24:21; Juan 6:15). No es que el diablo tenga dominio sobre el mundo. Únicamente en el sentido de que influye en sembrar el mal, Jesús le llamó “príncipe de este mundo” (Juan 12:31), y San Pablo le llega a llamar “Dios de este mundo” (2 Cor 4:4). Por eso Jesús, citando de nuevo la Escritura (Deuteronomio 6:13), desenmascara la falta de sus poderes y le ordena que se aparte: ‘Adorarás al Señor, tu Dios, y a Él sólo rendirás culto”. Sólo a Dios se puede adorar y temer como fuente y dador de todo poder.

5.7        “Y UNOS ÁNGELES SE ACERCARON PARA SERVIRLO”

Y el diablo se retiró, como dice Lucas, “temporalmente.” No directamente, pero sí indirectamente, tentó luego a Jesús a través de los fariseos y saduceos, queriendo intimidarle en el desarrollo de su mesianismo; de las turbas, que querían hacerle rey temporal; de los que intervinieron en la pasión. Todos colaboraron a aquel momento, del que Jesús dijo: “Viene el príncipe de este mundo contra mí” (Juan 12:31). Entonces el Padre, por el abandono de Jesús en su providencia, hizo lo que antes El no quiso realizar: “y unos ángeles se acercaron para servirlo”” es decir, le trajeron alimento: (Mateo 8:13; 25:44, etc.) tiene aquí este sentido.

5.8  “CONFIAD, YO HE VENCIDO AL MUNDO” (Jn 16:33).

Sobre estas tentaciones mesiánicas, se lee que muchos han pensado que fue una victoria ejemplar y eficiente de Jesús sobre las tentaciones y pecados genéricos de los hombres, tales como la gula, la vanagloria y la soberbia, que cita San Juan (1 Jn 2:16). Así se podía Jesús compadecer de nosotros y animarnos en la lucha: “Confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Para otros significan la absoluta impecabilidad de Jesús: “¿Quién de vosotros me argüirá de pecado?” (Juan 8:46). Otros querían ver que en el desierto donde Israel fue tentado y pecó, Jesús supera aquella conducta.

Si desconfiamos de Dios, nosotros mismos nos separamos de él. Esta es la mayor de las tentaciones. La tentación de la desconfianza está en el origen de la trágica caída de los primeros padres y aparece a lo largo de todas las etapas de la historia de salvación. La encontramos desde el primer libro de la Biblia (Gn 3), donde la serpiente tentadora induce a Adán y Eva a desconfiar de Dios, hasta el Apocalipsis (Apoc. 3 y 12), donde el dragón se encona contra la Iglesia, dispuesto a devorar a los santos, los hijos engendrados en la gracia. La envidia empuja continuamente al maligno, aunque ya vencido por Cristo, a la tentativa desesperada de hacer caer a los hijos de Dios. Por eso el cristiano debe estar siempre alerta, dispuesto al combate que tiene que mantener con la armadura que Dios le procura (cf. Efesios 6,12-18).

5.9        LA IGLESIA ESTÁ SOMETIDA A LA TENTACIÓN LO MISMO QUE TODO CRISTIANO

La Iglesia está sometida a la tentación lo mismo que todo cristiano; pero si perseveramos en la fe y en la oración, el Señor nos promete el auxilio para que no sucumbamos a la tentación (cf. Apocalipsis 3,10-12). La tentación es necesaria porque, después de la primera caída, todos deben someterse a la prueba. Nuestro corazón adolece de inconstancia y necesita robustecerse mediante una terapia intensiva y estimulante: la tentación libera nuevas y prodigiosas energías espirituales. El amor, en la prueba, se purifica y fortalece.

El Señor nos promete su ayuda: no seremos tentados por encima de nuestras Fuerzas; el apóstol nos dice: "Dios es fiel, no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas; al contrario, junto con la prueba os proporcionará fuerzas suficientes para superarla" (1 Cor 10,13). El ancla de salvación es la cruz, a la que debemos estar fuertemente abrazados. Cristo padeció por nosotros la tentación y ha vencido (A. M. Cánopi, Si, Padre. Meditazioni sul Padre nostro, Milán 1999, 114-116).

El Espíritu de Dios conduce a Jesús al desierto: tierra de soledad donde todo calla y el silencio amplifica las voces que percibe el corazón; tierra de libertad donde Dios puede hablar o callar. También el demonio, el tentador el que divide a los hombres, puede encontrarnos en el desierto.

"Estemos firmes en la prueba: nuestra fuerza es el amor de Cristo" (de la liturgia).

La Paz de Cristo Jesús viva en sus corazones

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 I Domingo de Cuaresma Ciclo “A”


Fuentes Bibliográficas:

www.caminando-con-jesus.org

Comentarios desde Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén


www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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