“EL
ESPÍRITU SANTO, Y NOSOTROS MISMOS, HEMOS DECIDIDO NO IMPONERLES NINGUNA CARGA
MÁS QUE LAS INDISPENSABLES” ….. “¡QUE LOS
PUEBLOS TE DEN GRACIAS, SEÑOR!”..... “LA CIUDAD NO NECESITA LA LUZ
DEL SOL NI DE LA LUNA, YA QUE LA GLORIA DE DIOS LA ILUMINA, Y SU LÁMPARA ES
EL CORDERO”…. “PERO EL PARÁCLITO, EL ESPÍRITU SANTO, QUE EL PADRE ENVIARÁ EN
MI NOMBRE, LES ENSEÑARÁ TODO Y LES RECORDARÁ LO QUE LES HE DICHO. LES DEJO LA
PAZ, LES DOY MI PAZ” Reflexión desde las Lecturas del Domingo VI de
Pascua, Ciclo C Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1.
TEST DE AMOR “Iremos a él y habitaremos en
él”. He aquí el fruto
principal de la Pascua. La mayor realización del amor de Dios. El amor busca
la cercanía, la intimidad, la unión. Dios no nos ama a distancia. Su deseo es
vivir en nosotros, inundarnos con su presencia y con su amor. Esta es la
alegría del cristiano en este mundo y lo será en el cielo. Somos templos,
lugar donde Dios habita. Hemos sido rescatados del pecado para vivir en su
presencia. ¿Cómo seguir pensando en un Dios lejano? Lo que deberemos
preguntarnos es cómo recibimos esta visita, cómo acogemos esta presencia. “El que me ama será fiel a mi palabra”.
Esta es la condición para
que las Personas divinas habiten en nosotros: amar a Cristo. Lo cual no es un
puro sentimiento, sino que supone «guardar su palabra», la actitud de
fidelidad a Él y cada una de sus enseñanzas. Por el contrario, «el que no me
ama no guardará mis palabras». Encontramos aquí un test para comprobar la autenticidad
de nuestro amor a Cristo. Dios comprende y perdona los fallos, pero no puede
aceptar al que reniega del evangelio. “Les
enseñará todo”.
Estamos a la espera de Pentecostés y es conveniente conocer lo que el
Espíritu Santo quiere hacer en nosotros. Él es el Maestro interior y su
acción es necesaria para entender las palabras de Cristo. Si él no ilumina,
si no hace atractiva la palabra de Cristo, si no da fuerzas para cumplirla,
nunca llegaremos a vivir el evangelio. Sin él, el evangelio queda en letra
muerta; sólo el Espíritu da vida (2 Cor 3,6). (Julio
Alonso Ampuero, Meditaciones Bíblicas sobre el Año Litúrgico) 2.
PRIMERA LECTURA Hech 15, 1-2. 22-29 Después de la resurrección de Jesús, la comunidad de los discípulos y discípulas
fue creciendo y fueron apareciendo nuevos conflictos para resolver. En este
caso, se trata de la necesidad o no de imponer la circuncisión a los que
venían de otras culturas. La Iglesia, afirmando que quien nos salva es
Jesucristo y no el cumplimiento de los ritos, no impone a los nuevos
cristianos más requisitos que la fe, la pureza y abandonar la idolatría. Lectura de los Hechos de los
Apóstoles. Algunas personas venidas de
Judea enseñaban a los hermanos que si no se hacían circuncidar según el rito
establecido por Moisés, no podían salvarse. A raíz de esto, se produjo una
agitación: Pablo y Bernabé discutieron vivamente con ellos, y por fin, se
decidió que ambos, junto con algunos otros, subieran a Jerusalén para tratar
esta cuestión con los Apóstoles y los presbíteros. Entonces los Apóstoles,
los presbíteros y la Iglesia entera, decidieron elegir a algunos de ellos y
enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas, llamado
Barsabás, y a Silas, hombres eminentes entre los hermanos, y les encomendaron
llevar la siguiente carta: “Los Apóstoles y los presbíteros saludamos
fraternalmente a los hermanos de origen pagano, que están en Antioquía, en
Siria y en Cilicia. Habiéndonos enterado de que
algunos de los nuestros, sin mandato de nuestra parte, han sembrado entre
ustedes la inquietud y provocado el desconcierto, hemos decidido de común
acuerdo elegir a unos delegados y enviárselos junto con nuestros queridos
Bernabé y Pablo, los cuales han consagrado su vida al nombre de nuestro Señor
Jesucristo. Por eso les enviamos a Judas y a Silas, quienes les transmitirán
de viva voz este mismo mensaje. El Espíritu Santo, y nosotros
mismos, hemos decidido no imponerles ninguna carga más que las
indispensables, a saber: que se abstengan de la carne inmolada a los ídolos,
de la sangre, de la carne de animales muertos sin desangrar y de las uniones
ilegales. Harán bien en cumplir todo esto. Adiós”. Palabra de Dios. 2.1 HAN SEMBRADO ENTRE USTEDES LA INQUIETUD Y
PROVOCADO EL DESCONCIERTO. Parece que “Algunas personas venidas de Judea”, (Jerusalén), logran
turbar la paz de la iglesia de Antioquía “enseñaban a los hermanos que si no se
hacían circuncidar según el rito establecido por Moisés, no podían salvarse”,
se presentaban como enviados de los apóstoles, entonces, una vez enterados de
lo sucedido en Antioquía, se creen en la obligación de decir que no tenían
comisión alguna suya “Habiéndonos enterado de que algunos de
los nuestros, sin mandato de nuestra parte, han sembrado entre ustedes la
inquietud y provocado el desconcierto”. Sus afirmaciones eran
tajantes: “si no se hacían circuncidar según el rito establecido por Moisés, no
podían salvarse”, o lo que es lo mismo, para poder participar de la
“salud” traída por Cristo hay que incorporarse antes a Moisés, practicando la
circuncisión y observando la Ley. El pacto de Dios con Abraham, del que los
judíos se mostraban tan orgullosos (cf. Mt 3:9; Jn 8:33), no podía ser
abolido, puesto que las promesas de Dios no pueden fallar. Estaba muy bien la
fe en Cristo, pero había que pasar por Moisés. ¿No había dicho el mismo Jesús
que “no había venido a abolir la Ley,
sino a cumplirla?” (cf. Mt 5:17-18). Estas y otras razones aducirían sin duda esos defensores de la
obligatoriedad de la Ley. “A raíz de esto, se produjo una agitación:
Pablo y Bernabé discutieron vivamente con ellos”, Visto cómo se
pusieron las cosas en Antioquía, es natural que se terminara por enviar
comisionados a la iglesia de Jerusalén. La cuestión era de tal naturaleza que
estaba pidiendo una intervención de las autoridades supremas, “y
por fin, se decidió que ambos, (Pablo y Bernabé) junto con algunos otros,
subieran a Jerusalén para tratar esta cuestión con los Apóstoles y los
presbíteros”. 2.2 “NO IMPONERLES NINGUNA CARGA MÁS”. Podemos pensar que llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la
comunidad con particular deferencia, asistiendo los “apóstoles y presbíteros”. Desde luego, también es obvio suponer que,
durante los días que Pablo y Bernabé estuvieron en Jerusalén, no una, sino
varias veces hablarían en particular con los apóstoles acerca del tema de la
Ley mosaica, es así como el texto dice que en esa reunión pública “discutieron
vivamente con ellos” y es de
creer que la voz cantante la llevarían los judío-cristianos (v.5), por un
lado, y Pablo y Bernabé, por el otro, con la consiguiente división entre los
fieles asistentes. Hubo discurso de Pedro y Santiago. Terminado el discurso
de Santiago, la cosa pareció ya suficientemente clara: a los cristianos
procedentes del paganismo no debe imponérseles la obligación de la
circuncisión y demás prescripciones de la Ley mosaica; pero, en atención a
sus hermanos procedentes del judaísmo, con los que han de convivir, deben
abstenerse de ciertas prácticas; “que se abstengan de la carne inmolada a
los ídolos, de la sangre, de la carne de animales muertos sin desangrar y de
las uniones ilegales”, que para éstos, dada su educación, resultaban
particularmente abominables. En ese sentido está redactado el decreto, que
suscriben con su autoridad los “apóstoles y presbíteros”. “Por eso les
enviamos a Judas y a Silas, quienes les transmitirán de viva voz este mismo
mensaje”. Es de notar la frase;
“El Espíritu Santo, y nosotros mismos, hemos decidido”, con
la que dan a entender que toman esa decisión bajo la infalible guía del
Espíritu Santo. La parte más positiva y fundamental del decreto está en las
palabras “no imponerles ninguna carga más que las indispensables”. La
frase es poco precisa; pero, dado el contexto, es lo suficientemente clara
para que veamos en ella una rotunda afirmación de que los gentiles que se
convierten no quedan obligados a la circuncisión ni, en general, a las
prescripciones mosaicas. De eso era de lo que se trataba (cf. v.2.6), y a eso
se habían venido refiriendo Pedro y Santiago en sus discursos (cf. v. 10.19);
por tanto, en ese sentido ha de interpretarse la frase general: “no
imponerles ninguna carga más”. Además, el hecho de que públicamente
se alabe en el decreto a Pablo y Bernabé; “nuestros queridos Bernabé y
Pablo, los cuales han consagrado su vida al nombre de nuestro Señor
Jesucristo”, y se desautorice a los defensores de la obligatoriedad
de la circuncisión; “Habiéndonos enterado de que algunos de
los nuestros, sin mandato de nuestra parte”, nos confirma en la misma
idea. Añádase el testimonio explícito de Pablo en su carta a los Gálatas,
quien sólo recoge esta parte más positiva y fundamental de la decisión
apostólica: “ni Tito fue obligado a
circuncidarse.., nada añadieron a mi evangelio.., nos dieron a mí y a Bernabé
la mano en señal de comunión” (Gal 2:3-9). 2.3 LA PROHIBICIONES Y LAS UNIONES ILEGALES En cuanto a la parte disciplinaria del decreto, se recogen las cuatro
prohibiciones que había aconsejado Santiago (cf. v.20). “que se abstengan de la carne
inmolada a los ídolos, de la sangre, de la carne de animales muertos sin
desangrar y de las uniones ilegales”. La única diferencia, aparte el
cambio de orden respecto de la “fornicación,” (uniones ilegales) es
que Santiago habla de “contaminaciones
de los ídolos,” en realidad se alude a la misma cosa, es decir, a las
carnes sacrificadas a los ídolos, parte de las cuales, en el uso de entonces,
quedaban reservadas para el dios y sus sacerdotes, pero otra parte era comida
por los fieles, bien allí junto al templo o bien luego en casa, e incluso era
llevada para venta pública en el mercado. Referente a las “uniones ilegales”, (fornicación) última de las cuatro
prescripciones del decreto apostólico, se ha discutido mucho sobre cuál sea
el sentido en que deba interpretarse. Hay bastantes autores que entienden esa
palabra en su sentido obvio de relación sexual entre hombre y mujer no
casados. Pero arguyen otros: si tal fuese el sentido, ¿a qué vendría hablar
aquí de las “uniones ilegales?”.
Porque, en efecto, lo que se trata de resolver en esta reunión de
Jerusalén es si los étnicos-cristianos habían de ser obligados a la
observancia de la Ley mosaica, conforme exigían los judaizantes, o, por el
contrario, debían ser declarados libres. Pero la prohibición de las “uniones
ilegales”, (fornicación)
pertenece al derecho natural, y aunque ciertamente era vicio muy extendido en
el mundo pagano no se ve motivo para que se hable aquí de ella. Por eso,
muchos otros autores, y esto parece ser lo más probable, creen que en este
contexto la palabra “uniones ilegales”, tiene el
sentido particular de “uniones ilícitas según la Ley,”
consideradas por los judíos como transgresoras, como se lee en Lev 18:6-24,
que prohíbe las relaciones incestuosas y relaciones homosexuales, todas
condenadas por ellos, en cuyo caso esta prohibición está en perfecta armonía
con las tres anteriores. Para llevar el decreto a Antioquía, Siria y Cilicia son elegidos
algunos delegados que acompañen a “Pablo y a Bernabé”, de los que
explícitamente se nos dan los nombres: “Por eso les enviamos a Judas y a Silas,
quienes les transmitirán de viva voz este mismo mensaje. Con todo, recordemos además que Jesús recogió todos los preceptos en
el único mandamiento del amor, ahora las distintas prescripciones de orden
cultual han sido superadas en lo que corresponde a la letra, para hacer
brotar lo esencial, o sea, la necesidad del camino de conversión y la muerte
al pecado. Si aún subsisten algunas normas no es tanto por su valor en sí
mismas, cuanto por favorecer la serena convivencia eclesial entre
judeocristianos y paganos convertidos. La historia no procede sólo por
principios indeterminados, sino que requiere discernimiento, que es la
sabiduría de esperar el momento oportuno para proponer cambios, de modo que
sirvan para el crecimiento y no sean causa de divisiones más graves. 3. SALMO
66, 2-3, 5-6.8 R. ¡Que los pueblos te den gracias, Señor! El Señor
tenga piedad y nos bendiga, haga brillar su rostro sobre nosotros, para que en
la tierra se reconozca su dominio, y su victoria entre las naciones. R. Que canten
de alegría las naciones, porque gobiernas a los pueblos con justicia y guías
a las naciones de la tierra. R. ¡Que los
pueblos te den gracias, Señor, que todos los pueblos te den gracias! Que Dios
nos bendiga, y lo teman todos los confines de la tierra. R. 3.1 CONOZCAN A DIOS TODOS LOS PUEBLOS. Habló el Señor a Moisés y le dijo: Habla a
Aarón y a sus hijos y diles: “Así habéis de bendecir a los israelitas. Les
diréis: “El Señor te bendiga y te guarde; ilumine el Señor su rostro sobre ti
y te sea propicio; El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz”
(Números 6:22-27) Este salmo, parece un comentario poético a
esta bendición sacerdotal, versículos del Libro de los Números 6:22-27, “El
Señor tenga piedad y nos bendiga, haga brillar su rostro sobre nosotros”, por
lo que parece que fue compuesto como acción de gracias, tal vez con motivo de
la cosecha. También puede ser que fue compuesto para ser cantado en el templo
con motivo de las tres grandes fiestas anuales, a saber, Pascua, Pentecostés
y Tabernáculos, fiestas en las cuales se daba gracias por las primicias de
las cosechas y por la terminación de la recolección de los frutos El salmista sabe elevarse de las
bendiciones temporales otorgadas a Israel a la bendición universal sobre
todas las gentes, como fue predicho a Abraham: todos los pueblos deben
alegrarse y felicitarse por el gobierno justo de Dios sobre todo el universo.
“Que
canten de alegría las naciones, porque gobiernas a los pueblos con justicia y
guías a las naciones de la tierra”. Estas alabanzas que ahora dirige
a El Señor el pueblo escogido, deben repetirse por gentes de todas las
naciones; la perspectiva es universal y mesiánica. 3.2 ISRAEL, MISIONERO DE LA SALVACIÓN ENTRE
LOS PUEBLOS. La generosidad divina se manifiesta en el
resplandor del rostro del Señor sobre los suyos; “haga brillar su rostro sobre
nosotros”. Se decía que Dios apartaba su rostro a quien despojaba de
su protección y cuando privilegiaba su ayuda y protección se decía que su
rostro brillaba sobre él que era protegido. El salmista aquí considera al
pueblo elegido como un camino importante: “Para que en la tierra se
reconozca su dominio, y su victoria entre las naciones. La protección
dispensada a Israel será como una lámpara que atraerá la atención de todas
las gentes hacia Dios. La glorificación del pueblo elegido será una prueba de
que Dios protege a los que les son fieles, y en ese sentido es un reclamo
para dar a conocer sus caminos. 3.3 EL RECONOCIMIENTO DEL GOBIERNO EQUITATIVO
DE DIOS. Todas las gentes
deben sentirse felices: “Que canten de alegría las naciones”
y exultantes, porque es el propio Dios quien lleva las riendas del gobierno
en el mundo, “porque gobiernas a los pueblos” y, en consecuencia, sus
decisiones tienen que llevar el sello de la equidad y de la justicia: “con
justicia y guías a las naciones de la tierra”. Ello debe dar
seguridad a sus fieles que se conforman a las exigencias de su Ley. Esto que
se manifiesta en la historia de Israel, debe ser reconocido por todas las
naciones, vinculadas al pueblo elegido en virtud de la bendición de Dios a
Abraham sobre todas las gentes. Por eso se invita a todos los pueblos a
unirse en alabanza del Dios omnipotente y justo, que gobierna el mundo
conforme a sus designios salvadores. “¡Que
los pueblos te den gracias, Señor!, Señor, que todos los pueblos te
den gracias”. La benevolencia divina se ha manifestado
concretamente en la abundancia de los frutos de la tierra. El salmista, agradecido
por los beneficios recibidos, vuelve a implorar la bendición divina para su
pueblo: “Que Dios nos bendiga”, Todos los habitantes de la tierra,
desde sus más remotos confines, deben reconocer reverencialmente este poder
superior de Dios, que gobierna el mundo con equidad: “y lo teman todos los confines
de la tierra”. . Por el amor que Dios nos tiene, cantamos también hoy: ¡Que los pueblos te den gracias, Señor! 4. SEGUNDA
LECTURA Apoc 21, 10-14. 22-23 Jesús resucitado está con el Padre y allí nos ha preparado una morada.
La Jerusalén celestial simboliza este estado de plenitud y felicidad en el
que permaneceremos con Dios y ya no tendremos necesidad de nada más. Ya no
habrá necesidad de templos ni de ritos, porque viviremos en el amor y la
alabanza. Lectura del libro del
Apocalipsis. El Ángel me llevó en espíritu a
una montaña de enorme altura, y me mostró la Ciudad santa, Jerusalén, que
descendía del cielo y venía de Dios. La gloria de Dios estaba en ella y
resplandecía como la más preciosa de las perlas, como una piedra de jaspe
cristalino. Estaba rodeada por una muralla de gran altura que tenía doce
puertas: sobre ellas había doce ángeles y estaban escritos los nombres de las
doce tribus de Israel. Tres puertas miraban al este, otras tres al norte, tres
al sur, y tres al oeste. La muralla de la Ciudad se asentaba sobre doce
cimientos, y cada uno de ellos tenía el nombre de uno de los doce Apóstoles
del Cordero. No vi ningún templo en la Ciudad, porque su Templo es el Señor
Dios todopoderoso y el Cordero. Y la Ciudad no necesita la luz
del sol ni de la luna, ya que la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es
el Cordero. Palabra de Dios. 4.1 LA GLORIA DE DIOS ESTABA EN ELLA Y
RESPLANDECÍA COMO LA MÁS PRECIOSA DE LAS PERLAS El vidente de Patmos nos está describiendo el esplendor y la gloria de
la nueva Jerusalén y es transportado, como Ezequiel, (Ez 40:2) en espíritu a
un monte grande y alto “El Ángel me llevó en espíritu a una
montaña de enorme altura”, y el ángel; “me mostró la Ciudad santa,
Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios”. La nueva
Jerusalén será edificada sobre ese monte elevado. La “ciudad santa” será
como la acrópolis del mundo nuevo, de la tierra nueva, fundada para la
eternidad, la cual atraerá hacia sí a todas las gentes (Is 2:2-3). La
descripción de esta ciudad, que viene a continuación, está inspirada en la
descripción que hace Ezequiel de la Jerusalén ideal de los tiempos mesiánicos:
(Ez 40:2-43:12 62.) Si profundizamos el texto, descubrimos que esta sección
del Apocalipsis contiene numerosas alusiones a Ezequiel 40-48. El profeta
Ezequiel es transportado también en espíritu a Jerusalén, edificada sobre un
monte altísimo. Y un ángel, con instrumentos de medir, le fue mostrando todas
las partes del templo. Describe sus puertas gigantes y un manantial que salía
del mismo templo. La diferencia que existe entre Ezequiel y San Juan está en
que el Apocalipsis se detiene principalmente en la descripción de la nueva
Jerusalén, mientras que a Ezequiel le interesa más el templo. La razón de
esto nos la da el mismo San Juan al decirnos que no vio templo en la nueva
Jerusalén, porque el Señor, como el Cordero, era su templo: “No
vi ningún templo en la Ciudad, porque su Templo es el Señor Dios todopoderoso
y el Cordero”. Juan ve la nueva Jerusalén bajar del cielo envuelta en
la gloria de Dios como “jaspe cristalino” es decir
brillante. “La gloria de Dios estaba en ella y resplandecía como la más preciosa
de las perlas, como una piedra de jaspe cristalino”. Esta claridad de
la Jerusalén celeste es la claridad misma de Dios, es el fulgor de su
presencia, pues Dios habita en ella y la ilumina. “Y la Ciudad no necesita la luz
del sol ni de la luna, ya que la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es
el Cordero”. El resplandor, comparable al de las piedras más preciosas, proviene de
esta divina presencia; es una participación de la gloria de Dios que en ella
mora. La hermosura de todas sus partes es el reflejo de la belleza espiritual
de todos los que la habitan. La ciudad tenía un muro grande y alto, como
todas las ciudades antiguas. “Estaba rodeada por una muralla de gran
altura” No se podía concebir en aquellos tiempos una ciudad sin
murallas que le sirvieran de protección. Sin embargo, en este caso, el muro
es puramente ornamental, pues no habrá peligro de ataques por parte de
fuerzas enemigas. El muro de la ciudad tenía “tenía doce puertas”, que llevaban
por nombre los de las doce tribus de Israel, como sucedía también en la
Jerusalén de la visión de Ezequiel; “sobre ellas había doce ángeles y estaban
escritos los nombres de las doce tribus de Israel”. Además, en cada
puerta había un ángel, que tenía por misión vigilar la entrada y defenderla.
Las puertas estaban distribuidas tres en cada uno de los puntos cardinales,
de donde se infiere que la ciudad era cuadrada y que estaba perfectamente
orientada; “Tres puertas miraban al este, otras tres al norte, tres al sur, y
tres al oeste”. El muro
constaba de doce hiladas, o doce cimientos, sobre los cuales se levantaba la
muralla y la ciudad. “La muralla de la Ciudad se asentaba sobre
doce cimientos” Tal vez habría que concebir estos cimientos
dispuestos en hiladas superpuestas y quizá un poco salientes; “y
cada uno de ellos tenía el nombre de uno de los doce Apóstoles del Cordero”.
La nueva Jerusalén, que es la Iglesia, está edificada, pues, sobre el
fundamento de los apóstoles y profetas, como decía también San Pablo (Ef
2:20) 4.2 LA GLORIA DE DIOS LA ILUMINA, Y SU LÁMPARA
ES EL CORDERO El esplendor de la descripción de la ciudad está en armonía con la
descripción del trono de Dios y la corte celestial en Ap 4-5. San Juan se
inspira en Ezequiel 48:30-35. Pero la descripción del Apocalipsis es más rica
y más llena de colorido. Las “doce puertas” tienen relación,
sin duda, con las doce tribus místicas que forman el Israel de Dios, el
Israel espiritual, y expresan la idea de catolicidad. Los nombres de los doce
apóstoles en las doce hiladas de los muros significan la parte que los
apóstoles han tenido en la fundación de la Iglesia y destacan su
apostolicidad. El autor sagrado ha querido mostrar con estas cifras y estas
alusiones la unión existente entre el Antiguo y Nuevo Testamento. El muro de la ciudad estaba flanqueado por “doce puertas”, tres a
cada lado. Cada una de las puertas era una “perla” (v.21). La
literatura rabínica nos habla de perlas con una anchura y una longitud de
treinta álamos, que Dios emplearía para construir las puertas de Jerusalén de
los tiempos mesiánicos. Las tales puertas no se cerraban ni de día ni de
noche (v.25), porque allí no había peligro de enemigos. En esta maravillosa ciudad, San Juan no vio “ningún templo”, porque
el Dios todopoderoso, con el Cordero, era su templo “No vi ningún templo en la
Ciudad, porque su Templo es el Señor Dios todopoderoso y el Cordero”.
Sorprende un poco esta constatación del vidente de Patmos, ya que antes nos
ha hablado de un templo y de un altar en el cielo, en donde sus siervos, los
elegidos, le dan culto día y noche; (Ap 5:12 88). Juan empleó esta imagen
tradicional para simbolizar diversas realidades. Pero cuando quiere expresar
la gran realidad de la vida gloriosa en el cielo, esta imagen ya no le parece
apropiada. El templo era el signo de la presencia invisible de Dios en medio
de su pueblo. Más en la nueva Jerusalén, Dios y el Cordero estarán presentes
visiblemente y los bienaventurados verán a Dios cara a cara. Por
consiguiente, no es necesario un templo, porque todo el cielo es un templo.
La gloria conjugada de Dios y del Cordero lo llena todo. La Jerusalén celeste
está inundada de la presencia inmediata de Dios y del Cordero, que
constituyen su verdadero templo. El autor sagrado tenía posiblemente en el
pensamiento aquel texto de Isaías: “Ya
no será el sol tu lumbrera, ni te alumbrará la luz de la luna. El Señor será
tu eterna lumbrera, y tu Dios será tu luz. Tu sol no se pondrá jamás y tu
luna nunca se esconderá, porque será el Señor tu eterna luz.” (Is 60:19-20. 92) Dios y el Cordero son puestos en este pasaje en pie de igualdad como
en otros lugares del Apocalipsis. De donde se deduce claramente que el
Cordero es considerado por San Juan como una persona divina semejante al
Padre. Los ciudadanos de la nueva Jerusalén están iluminados por el resplandor
luminoso de Dios y del Cordero. Por eso, la ciudad no había menester de sol
ni de luna que la iluminasen; “Y la Ciudad no necesita la luz del sol ni
de la luna, ya que la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero”.
Todas estas expresiones han de ser tomadas en sentido espiritual.
Dios es el sol que ilumina toda la vida interior del cristiano y será la luz
indefectible, la verdadera bienaventuranza de los pre-destinados. 5. EVANGELIO
Jn 14, 23-29 Este pasaje forma parte de las palabras del Maestro en la Última Cena.
Estando todavía, entre los discípulos, deja sus palabras para cuando él ya no
esté físicamente. También estas palabras se dirigen a nosotros que no tenemos
la presencia física de Jesús. A nosotros él nos envía el Espíritu Santo, la
paz y nos comunica su vida nueva. Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Juan. Durante la Última Cena, Jesús
dijo a sus discípulos: “El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo
amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis
palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me
envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el
Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará
todo y les recordará lo que les he dicho. Les dejo la paz, les doy mi paz,
pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir:
‘Me voy y volveré a ustedes’. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto
al Padre, porque el Padre es más grande que Yo. Les he dicho esto antes que
suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean”. Palabra del Señor. 5.1 EL QUE RECIBE MIS MANDAMIENTOS Y LOS
CUMPLE, ESE ES EL QUE ME AMA Nuestro Señor Jesucristo nos entregó muchas pruebas de todo su amor por
nosotros, así es como también El espera que le amemos con fuerza, con
perseverancia y por sobre todas las cosas. El que ama a Cristo, es amado por
el Padre, del mismo modo como tuvo sus complacencias en su Hijo, las tendrá a
los que aman a su Hijo Jesucristo. Dice Jesús: El que recibe mis
mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; el que me ama a mi será
amado de mi Padre y Yo le amare y me manifestare a él. (Jn 14,21) Cristo promete también su venida a los apóstoles y a todo aquel que
recibe sus mandamientos y los cumple. Observamos que esta promesa no es solo
para los apóstoles, va a todo aquel que recibe los mandamientos de Él. Mis
mandamientos; otra vez se legislan los mismos preceptos de Dios como suyos y
los guarda. La fe con obras es tema repetido en el evangelio de San Juan (Jn
3:8) lo mismo que en su primera carta. 5.2 YO LE AMARE Y ME MANIFESTARE A EL. (Jn
14,21) Esto de “me manifestare en él”,
quiere decir me mostrare, Se refiere esta venida de Cristo después de
resucitado? la parusía?, no es así, ya que todos lo verán y será el momento
de la definitiva reunión con él. Parece haber relación entre el momento de
amarle y la presencia en el creyente. Se debe, pues, de referir, si no
exclusiva, al menos si preferentemente, a una venida espiritual y permanente.
Los efectos o frutos de esta venida se los presenta en dos aspectos.
Uno es que me verán porque Yo vivo y ustedes vivirán. Siendo Jesucristo la
Vida y no pudiendo hacerse nada sin Él, no obstante, después de la
resurrección será el momento de la plenitud caudalosa de todo tipo de
gracias. -toda vida espiritual y divina-, que se inaugurara cuando Él envíe
el Espíritu Santo. Él vive después de la tragedia de la muerte, y porque El
derrama, normal y totalmente, esa vida es por lo que ellos vivirán
colmadamente su vida. 5.3 YO ESTOY EN MI PADRE, Y USTEDES EN MI, Y
YO EN USTEDES. Otro fruto es que en aquel día, frase usada en los profetas, conque se
expresan las grandes intervenciones de Dios, y que, como aquí, puede indicar
todo un periodo, ustedes conocerán que “Yo
estoy en mi Padre, y ustedes en mí, y yo en ustedes”. (Jn 14, 20). Por efecto de estas gracias que van a recibirse en abundancia después
de Pentecostés, --bien lo experimentaron en su plena transformación ese día los
apóstoles--, van a comprender por efecto de gracias de todo tipo,
iluminaciones intelectuales y experimentaciones sobrenaturales, aunque en
grados diversos, lo que tanto les costaba comprender en la vida de Cristo:
que El está con el Padre; que es el verdadero Hijo
de Dios; que El está con ellos como Dios y como
Vid, que les dispensa toda gracia, sin cuya unión a El nada pueden sobre
naturalmente; y que ellos están en El, por la necesidad de su unión vital de
sarmientos, y como miembros del Cuerpo místico. Y todo, aunque en grados
diversos, sabido con certeza y experimentando de un modo íntimo y
maravilloso. 5.4 EL QUE ME AMA SERÁ FIEL A MI PALABRA, Y MI
PADRE LO AMARÁ Le dijo, Judas, -no el Iscariote-: Señor, ¿qué ha sucedido para que
hayas de manifestarte a nosotros, y no al mundo? La enseñanza de Cristo sobre
su manifestación a ellos y no al mundo, interpretada de un modo erróneo por
el apóstol Judas, no Iscariote, posiblemente pensando en una teofanía, de un
modo sensible y maravilloso, es lo que hace a Cristo exponer la doctrina de
la epifanías trinitarias. Respondió Jesús y le dijo: “El que me ama será fiel a mi
palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él”. También
vendrá el Padre. Porque el amor a Cristo Jesús, garantizado con obras, trae
como premio el ser amado por el Padre. Lo que tiene como efecto el que
vendremos a él y haremos en el nuestra morada, “iremos a él y habitaremos en
el” Esta venida, pues, del Padre y de Cristo no es transitoria, sino
permanente, pues en el que le ama establece su morada; y es presencia
distinta de la que tiene Dios como Creador, pues es solo para los que le aman
en este orden sobrenatural: de amor al Padre y al Hijo; ni es presencia
carismática, pues es condición normal para todo el que así los ame. Esta
venida del Padre es también espiritual e íntima. Va entrañando en su mismo
concepto de morar Dios en el alma. Aunque aquí explícitamente no se dice que también venga con ellos el
Espíritu Santo, es lo que está suponiendo el capítulo, ya que se dice que en
el que ama a Cristo el Espíritu Santo esta y permanece en el (Jn 14, 17). Es
lo que la teología llamo inhabitacion de la Trinidad en el alma. 5.5 EL ESPÍRITU SANTO QUE MI PADRE LES
ENVIARÁ EN MI NOMBRE Dice Jesús: “Yo les digo estas cosas mientras
permanezco con ustedes. Pero el Espíritu Santo, (el Paráclito) que el Padre
enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho”.
Después de la partida de Cristo, el Espíritu es quien los sustituye
entre sus fieles seguidores, es decir es el Paráclito, el Abogado que
intercede ante el Padre y aboga por fieles a Cristo. Nuestro Señor Jesucristo promete que derramará su Espíritu sobre todos
los que lo aman, así con la recepción del Espíritu Santo nuestros cuerpos se
han convertidos en verdaderos templos. (1Cor 3,16) 5.6 EL ESPÍRITU SANTO…LES ENSEÑARA TODO Jesús rogará al Padre por los que le aman, amor garantizado con
cumplir mis mandamientos, que son los mandamientos de Dios. Cristo se pone en la línea de Dios
encarnado, para que les de otro Paráclito. El sentido de esta última palabra
puede ser múltiple, conforme a su etimología. En el Nuevo Testamento solo
sale en san Juan, y en su primera carta tiene el sentido específico de
abogado, que es el sentido más ordinario, junto con el de intercesor, con cuyos
sentidos aparece en la literatura rabínica. Pero puede tener otros
significados distintos. Para valorar su sentido en este contexto hay dos
elementos. Uno es que Cristo pide al Padre que les de otro Paráclito en su
ausencia. Cristo es, pues, un Paráclito. De aquí se deduce una enseñanza
dogmática de gran importancia; al ser el Paráclito otro ser al modo de
Cristo, se sigue que es una persona y divina y, además, va a sustituir a
Cristo en su oficio: continuar, en forma misteriosa, la misión de Cristo en los
hombres. Entonces dijo Jesús: “El Espíritu Santo, que el Padre enviara
en mi Nombre, les enseñara todo”. Según él, esta misión es educativa.
Luego añade: les enseñara todo y les recordara lo que les he dicho. Se trata,
pues, de una acción del Paráclito en ellos por una sugerencia interna,
preferentemente al menos, si no exclusiva (Jn 16:13.14), de la enseñanza de
Cristo. Por esta obra educativa es por lo que el Paráclito es llamado aquí
Espíritu de verdad; lo mismo que por ser el Espíritu de Cristo (Jn 16:13.14), que es la Verdad (Jn 16:4). Es el tema de la donación del Espíritu Santo, tan marcado en el
Evangelio de San Juan, hasta decir que el Espíritu Santo aún no había sido
dado porque Jesús no había sido glorificado (Jn 7:39); lo mismo que por la
misión doctrinal con que aquí aparece, y por su paralelo con otros pasajes de
este mismo discurso de la cena (Jn 15:26;16:5, 15); esta promesa futura se
refiere a la donación oficial del Espíritu Santo en Pentecostés, pero
prolongada indefinidamente en la Iglesia y en las almas de los que lo reciben
Esta acción del Paráclito entre ellos: les enseñara todas las cosas y ese os
lo enseñara todo y os traerá a la memoria todo lo que les he dicho. 5.7 ¿A QUE SE REFIERE ESTA ACCIÓN DEL ESPÍRITU
SOBRE TODAS LAS COSAS QUE LES HE DICHO? Cabrían dos precisiones: O referirse a la enseñanza que Cristo hizo a
los apóstoles en su periodo terreno (Jn 15:15; 4:25), incluso con las
complementarias revelaciones que les hizo después de resucitado hasta la
ascensión (Hech 1:3), o admitir nuevas revelaciones hechas directamente por
el Espíritu a los apóstoles para completar el tesoro objetivo de la
revelación. Pero el primer sentido, en su aspecto que tiene dos partes, es el
que directamente está más en situación y encuentra su complemento en el lugar
paralelo del capítulo 16, en el que se dice que, al venir el Espíritu en
Pentecostés, comenzara su obra de llevarles, conducirles, encaminarles, hacia
la verdad completa, porque no hablara de sí mismo, sino que, tomara de lo mío
y les dará a conocer (Jn 16:13.14). Es la función del Espíritu haciendo
comprender a los apóstoles a la
Iglesia el sentido pleno de la
enseñanza y obra de Cristo. (cf. Jn 16:13). Aunque literalmente estas palabras se dirigían a los apóstoles, hay
datos que hacen ver que, como promesa doctrinal, se refieren a la Iglesia. En
primer lugar, no se probaría esto por el solo hecho de decirles que
permanecería con ellos --apóstoles-- para siempre, pues este es un término
muy relativo. Así se lee frecuentemente: siervo eterno, y cuya eternidad solo
se refiere al periodo de su vida de siervo. La primera razón es que, en varios de estos pasajes del Evangelio de
san Juan, las promesas aparecen entremezcladas literariamente, pues unas
veces se dirigen a los apóstoles (v.15 17.26) y otras están en forma
impersonal: “Si alguno me ama” (v.21.23.24). Y a este sujeto indefinido
es al que se le promete el amor suyo y el del Padre, lo mismo que el
manifestarse a Él, y el que en El moren. Encuadradas, pues, estas promesas, en las que antes y después se habla
del Paráclito, parece que, aunque literalmente se dirijan a los apóstoles, la
promesa doctrinal tiene la perspectiva universal de la Iglesia. Al menos en
la comprensión e intención del evangelista al situarlas aquí, en esta perspectiva
literaria, si es que ellas pudieran pertenecer a otro contexto histórico. Esto encuentra una confirmación en las palabras que cita el Evangelio
de san Lucas después de la consagración eucarística: Haced esto en memoria
mía (Lc 22:19; 1 Cor 11:24 25). Directamente se refieren a los apóstoles, y,
sin embargo, el concilio de Trento definió de fe que con esas palabras de
Cristo no solo ordeno sacerdotes a los apóstoles, sino que con ellas
preceptuó que ellos y sus sucesores ofreciesen el sacrificio eucarístico. Dios Uno y Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, está en el interior
del cristiano que vive en gracia. Quiero ser una morada de Dios buscando que mi corazón viva en la
Trinidad... Un alma en estado de gracia es una casa de Dios, en donde habita
Dios mismo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (Beata Isabel de la
Trinidad) 5.8 LES DEJO LA PAZ, LES DOY MI PAZ, PERO NO
COMO LA DA EL MUNDO. “¡No se inquieten ni teman!” - Jesús no quiere que se inquieten o se alteren con su partida, pues
les deja su paz. La paz, entre los judíos, abarca todos los bienes y es
sinónimo de felicidad. La paz verdadera era una promesa mesiánica (Ez 37:26;
Is 9:6) No es la paz que Jesús les anuncia y como la del mundo. Esta es paz
externa, alejada de molestias. La de Jesús es paz íntima, inalterable en el
fondo del alma, pero compatible con persecuciones por El. Quizás no sería
improbable que esta paz a que alude se refiera a la triple venida de que
acaba de hablarles: el gran don trinitario en ellos. Concretamente alude a su
vuelta, que es a esa venida de que les habló, “Me voy y volveré a ustedes”. Además, si de verdad le aman, no deben entristecerse, pues han de
desearle lo mejor. Y Él va al Padre, porque el Padre es más grande que él. El
sentido de la frase es que el Padre es mayor que Él, no en cuanto el Verbo
recibe por eterna generación la naturaleza divina, sino que, en cuanto es el
Verbo encarnado, se proclama, por razón de su naturaleza humana, inferior al
Padre. Es el sentido en que se habla abiertamente en otros pasajes de San
Juan (6:62; 16:28; 17:5.24). San Agustín lo comentaba así: En cuanto aquello
por lo cual el Hijo no es igual al Padre se iba al Padre. El Señor
nos Bendiga Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant VI DOMINGO DE PASCUA C Publicado
en este link: PALABRA DE DIOS Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M.
Magdalena ocd. Julio Alonso Ampuero, Meditaciones
Bíblicas sobre el Año Litúrgico |
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