Reflexión desde las Lecturas del Domingo VI del
Ciclo A Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1.
SABIDURÍA DIVINA “Hablamos...una sabiduría divina, misteriosa...” Uno de los grandes dones que Cristo nos ha traído es esta sabiduría, este conocimiento de Dios y de sus planes. Es el misterio de Cristo, mantenido en secreto durante siglos, que ahora, en esta etapa final de la historia, nos ha sido dado a conocer por beneplácito de Dios para nuestra salvación (Ef 3,4-6; Rom 16,25-26). ¡Cuánta gratitud debería desbordar nuestro corazón! ¡Cómo deberíamos vivir a tono con este misterio y con esta sabiduría revelada! Por fin conocemos el sentido de la vida y de la muerte, del sufrimiento y del trabajo... Por fin sabemos el por qué y el para qué... « ¡Cuántos desearon ver lo que vosotros veis y no lo vieron y oír lo que vosotros oís y no lo oyeron!» (Mt 13,17). “Dios nos lo ha revelado por su Espíritu”. Necesitamos invocar continuamente el Espíritu para que nos dé a conocer a Cristo y al Padre. Sin Él somos ciegos, incapaces de ver y de entender (Mc 8,17-21). Sin Él no entendemos los planes de Dios, sin Él no comprendemos las Escrituras. Necesitamos pedir la acción de este Maestro interior para que nos invada con su luz y Cristo no nos parezca un fantasma, un extraño. Sólo Él, que sondea lo profundo de Dios, que conoce lo íntimo de Dios, puede dárnoslo a conocer, y de manera atractiva, de modo que ese conocimiento nos haga amarle hasta dar la vida por Él. “Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó...” Nos equivocamos continuamente al valorar las cosas de Dios con nuestras capacidades naturales. Lo que Él tiene preparado para nosotros es infinitamente más grande, más bello, más rico de lo que imaginamos y pensamos. Y no sólo en el cielo; ya en este mundo Dios quiere colmarnos de manera insospechada, quiere hacer cosas grandes en nosotros. Por eso necesitamos dejar que el Espíritu Santo nos dilate la capacidad y el deseo de recibir estos dones. 2. PRIMERA LECTURA Ecli 15, 15 20 Se desarrolla aquí el tema de la libertad personal para elegir entre el
bien ye! mal, la vida o la muerte. El pecado, así como los antivalores
existentes en el mundo, no son obra de Dios ni corresponden a su designio
sobre el mundo. De ahí la invitación aguardar sus mandatos y cumplir su
voluntad. Lectura del libro del Eclesiástico Si quieres puedes observar los
mandamientos y cumplir fielmente lo que agrada al Señor. Él puso ante ti el
fuego y el agua hacia lo que quieras, extenderás tu mano Ante los hombres
están la vida y la muerte: a cada uno se le dará lo que prefiera Porque
grande es la sabiduría del Señor, Él es fuerte’ y poderoso, y ve todas las
cosas. Sus ojos están fijos en aquellos que lo temen y El conoce todas las
obras del hombre. A nadie le ordenó ser impío ni dio a nadie autorización
para pecar. Palabra de Dios. 2.1 OBSERVAR LOS MANDAMIENTOS
Y CUMPLIR FIELMENTE LO QUE AGRADA AL SEÑOR Los pecadores no poseen la sabiduría, porque ésta es incompatible con sus pecados Pero ¿quién es el responsable de éstos? No es Dios, como se sentiría tentado a decir el malvado, sino él mismo, que, siendo libre para escoger entre el bien — que cuesta — y el mal — que halaga —, se inclina por éste. En efecto, Dios no es la causa del pecado ni puede inducir a él al hombre. Sería irreverente y blasfemo afirmarlo. El pecado es la negación de Dios, una insolencia contra sus mandatos, y por lo mismo Él lo aborrece. Los cristianos que hemos contemplado a su Hijo unigénito expiándolo en la cruz, y aprendido de la revelación el castigo eterno que espera a los no arrepentidos, sabemos hasta qué punto Dios detesta el pecado. Por lo demás, Dios es todopoderoso, y no precisa del mal para llevar a cabo sus planes. Más aún, El da al ser humano las gracias convenientes para que pueda evitar el pecado, y cuantos prestan su colaboración lo evitan. Esto hacen cuantos llevan en su corazón sentimientos de piedad, amor y reverencia a Dios, que los hace detestar lo que Dios aborrece. El pecado tiene su origen en el
mal uso que del don de la libertad ha hecho el ser humano. Dios creó al
hombre, dotándole de la libertad, en virtud de la cual puede escoger entre el
bien y el mal y es responsable de sus actos. Dios le impuso mandatos y
preceptos al hombre, lo que no hubiera podido hacer si no lo hubiera creado
libre. No obstante, el pecado original “debilitó” sus facultades y le dejó
cierta propensión al mal, pero el ser humano no perdió su libre albedrío, de
modo que está en su mano el guardar los mandamientos o no guardarlos; “Si
quieres puedes observar los mandamientos y cumplir fielmente lo que agrada al
Señor”, siendo sólo él responsable de su pecado, sin que ello
excluya, claro está, la necesidad de la gracia para hacer el bien y vencer la
concupiscencia, que nos lleva al mal. “PORQUE GRANDE ES LA SABIDURÍA DEL SEÑOR” El Señor ha puesto ante el hombre cosas tan contrarias como el agua, que refrigera, y el fuego, que abrasa; al que tú quieras puedes extender tu mano: “Él puso ante ti el fuego y el agua hacia lo que quieras, extenderás tu mano”. El agua y el fuego son aquí símbolo de cosas tan contrarias como el cumplimiento de los mandamientos divinos y la desobediencia de los mismos; del premio y del castigo respectivamente; de la vida y de la muerte. Él don de la libertad del hombre es una de las más hermosas creaciones de la sabiduría divina y que en más estima tiene el hombre. “Ante los hombres están la vida y la muerte: a cada uno se le dará lo que prefiera”. Ella le hace merecedor de la felicidad o responsable al castigo. Y Dios, infinitamente sabio; “Porque grande es la sabiduría del Señor”, que conoce todas y cada una de las obras del hombre con sus más íntimas intenciones; “Él es fuerte’ y poderoso, y ve todas las cosas”, e infinitamente poderoso para dar a cada uno según su merecido, premiará las acciones buenas de los que le temen; “Sus ojos están fijos en aquellos que lo temen” a quienes mira con ojos de complacencia, y castigará los pecados de los impíos; “El conoce todas las obras del hombre. A nadie le ordenó ser impío ni dio a nadie autorización para pecar”. El ser humano, al cumplir libremente los mandamientos, escoge, por lo mismo, el premio que Dios le ha establecido, y al negar la obediencia a los mismos, escoge implícitamente el castigo que le es debido. La conclusión de toda la narración es que Dios no sólo no manda pecar, sino que ni siquiera da permiso para ello, castigando además a quien lo comete. No puede en modo alguno atribuírsele a Él el pecado. Dios únicamente permite el pecado, en cuanto que respeta la libertad del ser humano, tratándole conforme a su naturaleza libre. Es el hombre el único responsable del pecado que comete al abusar de la libertad, que le fue dada, no para que pudiese escoger impunemente, a su libre albedrío, el bien o el mal, sino para que, pudiendo escoger entre ambos, eligiese libremente el bien, que de ordinario cuesta, y renunciase al mal, que tantas veces halaga. 3. SALMO
Sal 118, 1-2. 4-5. 17-18. 33-34 R. Felices los que siguen la ley del Señor: Felices los que van por un camino intachable, los que siguen la ley
del Señor Felices los que cumplen sus prescripciones y lo buscan de todo
corazón. R. Tú promulgaste tus mandamientos para que se cumplieran
íntegramente ¡Ojala yo me mantenga
firme en la observancia de tus preceptos! R. Sé bueno con tu servidor, para qué yo viva y pueda cumplir tu palabra.
Abre mis ojos, para que contemple las maravillas de tu ley. R. Muéstrame, Señor, el camino de tus preceptos, y yo los cumpliré a la
perfección instrúyeme, para que observe tu ley y la cumpla de todo corazón.
R. 3.1 LAS EXCELENCIAS DE LA LEY
DIVINA Este Salmo, es de las Excelencias de la Ley Divina. (Biblia Nácar-Colunga), es el más extenso del Salterio, 176 versículos, donde el poeta canta las alabanzas de la Ley de Dios, sin duda para responder a los escépticos de su tiempo, que procuraban olvidarla para vivir conforme a sus intereses y concupiscencias personales. Pero la Ley en sus labios “no tiene el sentido estricto de la legislación mosaica o del Pentateuco. Tiene una acepción más amplia; y aquí, como en los salmos 1 y 19, significa toda revelación divina como regla de vida. No es un código rígido de preceptos y de prohibiciones, sino un cuerpo de doctrina, cuya plena significación no puede ser comprendida sino gradualmente y con la ayuda de la instrucción “divina”. Por eso la palabra Ley es sinónima en este salmo de “revelaciones divinas”, promesas y enseñanzas proféticas, sobre todo la voluntad de Dios, su “beneplácito”. A través de la Ley se revela la misericordia divina, aun cuando corrige y castiga. El salmista se extasía ante las excelencias de la Ley, que refleja la voluntad divina para con los hombres. Por ello, para el salmista es el objeto constante de su meditación y a ella procura conformar totalmente su vida. El orante, se siente débil y reconoce sus caídas, y, sobre todo, confiesa la necesidad de la gracia divina para mantener su fidelidad integral a la Ley. Por eso, constantemente afloran a sus labios los gritos de socorro y de súplica para no desviarse del verdadero sendero señalado por ella en la vida. El cumplimiento de la Ley otorga
ya una satisfacción íntima al alma piadosa: da ciencia, prudencia, sabiduría
para conducirse en la vida, y, al mismo tiempo, procura consuelo, alegría
íntima y conciencia tranquila. “Felices los que van por un camino intachable,
los que siguen la ley del Señor. Felices los que cumplen sus prescripciones y
lo buscan de todo corazón”. El poema se inicia declarando la satisfacción de los que procuran mantenerse íntegros en su proceder, conformándose con las exigencias de la Ley del Señor y cumpliendo sus prescripciones. Sólo la amistad con Dios puede atraer la felicidad al hombre, ya que éste depende en todo de su providencia. Dios sólo otorga su protección y beneficios al que es fiel a sus mandamientos. “Tú promulgaste tus mandamientos para que se cumplieran íntegramente”. El deuteronomista declara enfáticamente: “Y ¿cuál es la gran nación cuyos preceptos y normas sean tan justos como toda esta Ley que yo os expongo hoy? (Deuteronomio 4, 8) La alianza del Sinaí y los preceptos de la Ley mosaica colocaban al pueblo hebreo en una situación privilegiada respecto de las otras naciones, pues era la expresión de la voluntad divina, y ningún pueblo podía gloriarse de tener un Dios tan cerca de él como lo estaba El Señor de la nación israelita, su “heredad” particular entre todos los pueblos; “Y, en efecto, ¿hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está Yahvé nuestro Dios siempre que le invocamos? (Deuteronomio 4,7). Por ello, el autor del Deuteronomio pone en boca de Moisés estas palabras dirigidas a su pueblo en una monumental homilía: “Mira, como Yahvé mi Dios me ha mandado, yo os enseño preceptos y normas para que los pongáis en práctica….Guardadlos y practicadlos, porque ellos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos que, cuando tengan noticia de todos estos preceptos, dirán: Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente.” (Deuteronomio 4, 5-6) 3.2 LA PALABRA DE DIOS; ES LA
“REVELACIÓN COMO GUÍA DE VIDA El salmista se hace eco de estas advertencias, si bien para él la palabra Ley tiene un sentido amplio: instrucción, cuerpo de doctrina, palabra de Dios; es la “revelación como guía de vida, exhortación profética y aun como dirección sacerdotal; es la suma del deber del israelita.” Los preceptos del Señor son, en realidad, sus testimonios, en cuanto que son declaración oficial de su voluntad en el orden religioso y moral. En los textos del Pentateuco, la palabra “testimonio” es sinónimo del Decálogo (Estos son los estatutos, preceptos y normas que dictó Moisés a los israelitas a su salida de Egipto, (Deuteronomio 4, 45); pero aquí tiene un sentido más amplio. El conformarse con la Ley divina supone en primer lugar apartarse de toda iniquidad, pues el pecado no se compagina con los caminos que llevan a Dios; pero, además, supone una orientación positiva hacia todo lo que implique beneplácito divino: sólo los que le buscan con sinceridad de corazón podrán encontrar la íntima felicidad del alma. La voluntad del Señor, expresada en sus preceptos, implica el deseo de que se cumplan; “¡Ojalá yo me mantenga firme en la observancia de tus preceptos!” y guarden con toda diligencia, conforme a la declaración; “No añadiréis nada a lo que yo os mando, ni quitaréis nada; para así guardar los mandamientos de Yahvé vuestro Dios que yo os prescribo.” (Deuteronomio 4,2) Los israelitas, por el hecho de pertenecer al pueblo elegido, no son libres para desentenderse de los preceptos divinos. El salmista vive en un ambiente de abandono espiritual, y por eso recuerda la necesidad de observar la Ley divina como condición necesaria para agradar a Dios y ser objeto de su beneplácito. “Muéstrame, Señor, el camino de tus preceptos, y yo los cumpliré a la
perfección instrúyeme, para que observe tu ley y la cumpla de todo corazón” Después de declarar la necesidad de adherirse a los preceptos divinos, el poeta piensa en su situación personal, ansiando mantenerse firme en sus propósitos de fidelidad a su Dios. Sólo así podrá sentirse seguro, pues al amparo de la omnipotencia divina nunca será defraudado en sus propósitos ni confundido ante sus adversarios, que se burlan de su confianza en Dios y de la fidelidad a sus preceptos. La guarda de los mandamientos divinos le preservará del abandono total de su Dios, que niega su protección a los impíos. 4. SEGUNDA
LECTURA 1Cor 2, 6-10 Para acercarse al misterio de Dios y describir de alguna forma lo que
significa esa experiencia, Pablo recurre al profeta Isaías: “ningún ojo vio,
ni oído oyó, ni mente humana concibió” (Is 64, 3) a lo que él agrega: “lo que
Dios preparó para quienes lo aman’ Así deja de manifiesto a un Dios que sigue
saliendo al encuentro del hombre. Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de
Corinto. Hermanos: Es verdad que anunciamos una sabiduría entre aquellos que
son personas espiritualmente maduras, pero no la sabiduría de este mundo ni
la que ostentan los dominadores de este mundo, condenados a la destrucción.
Lo que anunciamos es una sabiduría de Dios, misteriosa y secreta, que El preparó
para nuestra gloria antes que existiera el mundo; aquélla que ninguno de los
dominadores de este mundo alcanzó a conocer, porque si la hubieran conocido
no habrían crucificado al Señor de la gloria. Nosotros anunciamos, como dice Palabra de Dios. 4.1 LO QUE ANUNCIAMOS UNA SABIDURÍA ENTRE
AQUELLOS QUE SON PERSONAS ESPIRITUALMENTE MADURAS Los secretos o “sabiduría” divina, no son predicados a todos
indistintamente, sino sólo a los “perfectos” o ya avanzados en la fe; “Es
verdad que anunciamos una sabiduría entre aquellos que son personas
espiritualmente maduras”. No que entre los cristianos, a imitación de
las religiones de los misterios, haya dos categorías: los iniciados o
perfectos, a los que esté reservado este conocimiento o “sabiduría,” y el
común de fieles; eso chocaría contra la esencia misma de la doctrina de San
Pablo, que a todos intenta llevar hasta el pleno conocimiento e imitación de
Cristo (cf. Ef 4:13). Lo que sucede es que ese ideal no se consigue sino
gradualmente, y es necesario que la predicación se acomode a la capacidad de
los oyentes. Evidentemente, hay ocasiones en que no podrá darse sino una
enseñanza cristiana elemental, predicación pura y simple de la salvación por
la cruz, sin entrar en profundidades. Es este párrafo una como réplica o complemento aclaratorio del mismo
Apóstol a sus afirmaciones anteriores. Había insistido en que Dios rechazó la
sabiduría humana de filósofos para la difusión del Evangelio (1:17-31), y que
él no se había valido de ella para la predicación en Corinto (2:1-5); ahora
completa su pensamiento, añadiendo que en el Evangelio hay, sin embargo,
verdadera “sabiduría,” sabiduría que no lograron comprender los sabios del
mundo; pero que el Espíritu Santo ha revelado a quienes tienen la misión de
predicar el Evangelio (v.10-16). No es “sabiduría” a lo humano, sino
“sabiduría” divina, pues se adentra en los planes mismos de Dios y sólo se
alcanza con las luces que vienen de Dios. Con esto, parece decir San Pablo,
el cristianismo ofrece también campo donde satisfacer esas ansias de “sabiduría,”
tan propias del espíritu griego. Lo primero que el Apóstol recalca es el lado negativo de esa
“sabiduría,” diciendo; “Pero
no la sabiduría de este mundo ni la que ostentan los dominadores de este
mundo”. Se supone que el Apóstol alude a los grandes de la tierra,
como parece desprenderse de lo que dice luego; “Aquélla que ninguno de los
dominadores de este mundo alcanzó a conocer, porque si la hubieran conocido
no habrían crucificado al Señor de la gloria”, en que vuelve a
repetirse la misma expresión, aplicándola a los que crucificaron a Cristo
(sanedrín, Herodes, Pilato). 4.2 LO QUE ANUNCIAMOS ES UNA SABIDURÍA DE
DIOS, MISTERIOSA Y SECRETA Descrito así el lado negativo, pasa el Apóstol a explicar más en
concreto cuál es esa “sabiduría” que él predica, de la que dice que “lo
que anunciamos es una sabiduría de Dios, misteriosa y secreta, que El preparó
para nuestra gloria antes que existiera el mundo”. Evidentemente,
está aludiendo al plan divino de salud mediante nuestra incorporación a la muerte
y resurrección de Cristo (cf. Rom 6:3-11), participando así de la vida misma
divina, comenzando ya esa participación aquí abajo en la tierra mediante la
gracia, para tener luego su remate en el cielo con la gloria. Hay, pues, una
“sabiduría” propiamente cristiana; es, a saber, una doctrina que tiene
coherencia interna y da una explicación religiosa de la historia de la
humanidad y del plan de Dios sobre ella. Se destaca la expresión “Señor de la gloria”, con que el
Apóstol designa a Jesucristo. En el Antiguo Testamento este atributo se
presenta como exclusivo de Dios (cf. Ex 24:16; 40:34; Is 42:8), y si Pablo
ahora lo atribuye a Cristo, ello es señal de que implícitamente le coloca en
el rango de Dios, volviendo aquí a aparecer la equivalencia Cristo-El Señor. Para mejor ponderar cuan oculto estaba a los hombres ese plan divino
de salud o “sabiduría,” San Pablo se vale de unas palabras de Isaías;
“Nunca se oyó. No se oyó decir, ni
se escuchó, ni ojo vio a un Dios, sino a ti, que tal hiciese para el que
espera en él”. (Isaías 64, 2), San
Pablo la expone así; “Nosotros anunciamos, como dice Mas, continúa el Apóstol, esa “sabiduría” o plan divino de salud, que
estaba tan oculto, Dios nos lo ha revelado ahora por su Espíritu: “Dios
nos reveló todo esto por medio del Espíritu, porque el Espíritu lo penetra
todo, hasta lo más íntimo de Dios”. Al tratar de desarrollar esta
afirmación, San Pablo enuncia tres verdades fundamentales respecto del
Espíritu Santo: su divinidad, puesto que posee la omnisciencia, que es
atributo divino; su consustancialidad con el Padre, siendo para Dios lo que
el espíritu del hombre es para el hombre; su procesión u origen, pues “viene
del Padre” 5. EVANGELIO
Mt 5, 17-37. Jesús expone su pastura frente a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo. Jesús dijo a sus discípulos: No piensen que vine para abolir Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los
escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído
que se dijo a los antepasados: «No matarás, y el que mata, debe ser llevado
ante el tribunal». Pero Yo les digo que todo aquél que se irrita contra su
hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquél que lo insulta,
merece ser castigado por el Tribunal. Y el que lo maldice, merece el
infierno. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas
de que tu hermano tiene alguna queja contra ti deja tu ofrenda ante el altar,
ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu
ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras
vas caminando con él, no sea que el adversario té entregue al juez, y el juez
al guardia, y te pongan preso, Te aseguro que no saldrás de allí hasta que
hayas pagado el último centavo. Ustedes han oído que se dijo: «No cometerás adulterio». Pero Yo les
digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su
corazón. Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y
arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y
no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha es para
ti una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti: es preferible que
se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al
infierno. También se dijo: «El que se divorcia de su mujer, debe darle una
declaración de divorcio». Paro Yo les digo: El que se divorcia de su mujer,
excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se
casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio. Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: «No jurarás
falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor». Pero Yo les digo que
no juren dé ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por
la tierra, porque es el estrado de su pies; ni por Jerusalén, porque es Palabra del Señor. 5.1 NO
PIENSEN QUE VINE PARA ABOLIR LA LEY O LOS PROFETAS Jesús hace una
declaración de mucha importancia para todo el cristianismo, en la que fija su
actitud doctrinal frente al judaísmo. Jesucristo proclama que no vino a
abolir ni Jesús no vino a
anular los valores normativos del Antiguo Testamento, sino que hacer posible
su total efectividad y realización en la novedad del Evangelio. ¿Entonces,
qué sentido conviene aquí al verbo Cumplir o perfeccionar El sentido que aquí
le corresponde es el de “perfeccionar”? El sentido que aquí le corresponde es
el de perfeccionar. Se ve esto porque Jesús cumple con su práctica muchas
cosas del Antiguo Testamento, pero perfecciona ésta con su doctrina al
interpretar el sentido recto de muchas cosas del Antiguo Testamento
deformadas por el leguleyismo farisaico y añade otras muchas como la nueva
revelación, lo mismo que por el espíritu evangélico que ha de informarla. Jesús
perfecciona Jesús dice: Les
aseguro que no quedarán ni una coma de Dice Jesús; “El
que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a
hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos”. Cabe destacar
que Jesús dice El que no cumpla el más pequeño, no habla explícitamente de
preceptos mayores, es algo lógico, porque cuando dice; Les aseguro que no
quedarán ni una y ni una coma de El que no
cumpla, o el que quebrantase o, por el contexto, mejor, descuidase cumplir
uno de estos preceptos pequeños o mínimos y además enseñase así a los
hombres, será el menor en el reino de los cielos, es decir no está excluido
de él. Y la contraposición se hace con los preceptos grandes y su premio
correspondiente. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado
grande en el Reino de los Cielos. Así es, como
Jesús nos afirmó que Ahora, nos
hacemos una pregunta, ¿somos fieles en el cumplimiento de los que el
Evangelio se nos propone cumplir? o bien, ¿cumplimos todo lo que Jesucristo
nos ha enseñado como norma de vida? También es bueno preguntarse, ¿sino
cumplimos, aparte de no cumplir, estamos enseñando o incentivando a otros a
no cumplir? Ser cristiano,
tener fe en Cristo, se resume en ser incondicional a Él, es decir, esforzarte
para ser como Él nos ha enseñado, y trabajar por implementar el Reino de Dios
en todo lugar, y ese Reino, es la justicia, la paz, el amor por implementar
el Reino de Dios en todo lugar, y ese Reino, es la justicia, la paz, el amor
por los hombres, el ser solidario y la inclinación natural por hacer el bien. 5.2 SI LA
JUSTICIA DE USTEDES NO ES SUPERIOR A LA DE LOS ESCRIBAS Y FARISEOS Jesús, se
atribuye una autoridad superior a la de Moisés, así es como lo dice
explícitamente. Jesús es superior a la misma Ley y tiene además autoridad
para cambiarla. Jesús, ahora no
solo prohíbe el homicidio, también veda la ira, los insultos, las injurias,
es decir, se deben evitar los pecados y faltas externas e internas, como las
ofensas, la rabia, agravios y ultrajes. Jesús dijo a sus
discípulos: “Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los
escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.” Se
trata, pues, de fidelidad a la Ley, pero de fidelidad al cumplimiento del espíritu
de la Ley, pues en su cumplimiento material, aquéllos eran maestros
insuperables. Ya los profetas habían urgido la necesidad de poner el espíritu
y el corazón en los sacrificios. El rito material no cuenta. Por el simple
cumplimiento del rito cultual, Dios no lo atiende ni retribuye. Esto es lo
que Jesús censura, al tiempo que enseña cómo ha de ser la práctica de la
nueva Ley, de la justicia mesiánica; no hipocresía de un rito sin vida. La
justicia del reino mesiánico es sencillamente la justicia de la autenticidad
religiosa. Este versículo, es un término completivo del tema sobre la
relación de Jesús y Dice Jesús: “Ustedes
han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata debe ser
llevado ante el tribunal”. Jesús se está refiriendo al quinto
precepto del Decálogo (Diez Mandamientos): No matarás. Refiriéndose al
auditorio les dice: Ustedes han oído que se dijo a los antepasados. Estos
antepasados son las generaciones judías anteriores. La cita se hace
literalmente del Decálogo, pero la segunda parte, No matarás, y el que mata
debe ser llevado ante el tribunal, no se encuentra citada así en Esta legislación
del Decálogo había sido interpretada materialmente: realización física del
homicidio. Pero Jesús, al contraponer su enseñanza a la interpretación
rabínica del mismo mandamiento, está dando la interpretación del contenido
primitivo. Hay también en
ello otro valor. Al contrastar lo que se les había dicho por Moisés a los
antiguos, sin embargo al decir Jesús Pero yo les digo, está implícitamente
declarándose superior a Moisés. Jesús ira luego gradualmente declarándose
superior a los reyes, profetas, sábado y Templo (Mt 16:6). Aquí se presenta
ya como el supremo Legislador de Israel. Pero yo les digo
que todo aquel que se enoja contra su hermano merece ser condenado por un
tribunal. En este precepto no solamente se condena el acto de homicidio real,
sino la injuria al hermano. Este, en la apreciación judía, era el equivalente
al prójimo, y éste era sólo el judío. Aquí también se condena el irritarse
contra el hermano injustamente (Mc 3:5) al llamarlo racá. Es palabra
aramaica; se proponen varias etimologías, como abominable, o loco, pero ésta
significa además rebelde contra Dios, ateo. Naturalmente,
Jesús no pretende establecer este triple y exclusivo código de penas y
castigos. Toma los términos de la jurisprudencia judía como medio de
expresión de valoración moral. El tribunal ante el que Jesús cita no es más
que uno: el de Dios. Luego Jesús, expone
en dos pequeñas parábolas la necesidad de la reconciliación con el prójimo,
Él quiere que vivamos en paz los unos con los otros. Por lo tanto, si
al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene
alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con
tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Esta presenta con
una semejanza tomada del sacrificio y la presenta con la urgencia del que
está ya a punto de ofrecerle. Que la deje ante el altar y que vaya primero a
reconciliarse con su hermano, si tiene algo contra ti, por suponerse que el
oyente hizo algo injusto contra él. Con ello encarece la necesidad de la
caridad al ponerlo en comparación con el sacrificio. Ya que, siendo éste
representación vicaria del oferente, no es grata a Dios sin el amor al
prójimo (Os 6:6). “Trata de llegar
en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no
sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan
preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último
centavo”. Esta segunda comparación está tomada de la vida civil: más vale
componerse los litigantes de un pleito entre ellos que venir a la sentencia
inapelable del juez, aparte de pagar costas y tener incomodidades y pleito.
Se pagará hasta el último centavo. Es una pequeña parábola, de la que luego
se alegorizan algunos elementos, el tiempo que están en camino probablemente
alegoriza el tiempo que se está in vía; el juez y su sentencia son el
tribunal de Dios; el castigo en prisión, de la que no se saldrá hasta que se
pague el último centavo, es decir, hasta que se cumpla estrictamente la
justicia, y porque el tono de esta redacción parabólica sólo habla popular y
sapiencialmente del anuncio de un castigo que corresponde a una culpa contra
la caridad, pero sin más precisiones. Jesús, nos pide
siempre que vivamos en paz y armonía con todos nuestros hermanos y, que
tengamos una actitud constante de reconciliación frente a las diferencia que
a veces nos separan. Dios aprecia de sobremanera la unidad fraternal, nos
está diciendo que: deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu
hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda, es decir el
sacrificio no será agradable a Él, sino en cuanto vivamos en amor y paz con
nuestros hermanos. 5.3 “NO
COMETERÁS ADULTERIO”. Jesús dijo a sus
discípulos: “Ustedes han oído que se dijo: No cometerás adulterio”. La
ley judía condenaba en el Decálogo (Diez Mandamientos) (Ex 20:14) el
adulterio. Pero explícitamente no se legislaba sobre la simple fornicación,
entonces la interpretación de la prohibición del adulterio en el Decálogo era
usualmente entendida del acto externo. El mismo Decálogo daba, aparentemente,
pie a ello, pues lo valoraba solamente desde el punto de vista de la
justicia. También se condenaban otros pecados externos como el de lujuria y
seducción, esto se lee en varios fragmentos del Antiguo Testamento, donde se
hace ver el peligro del pecado interno (Job 31:1; Eclo 9:5). El décimo mandamiento
del Decálogo, se prohíbe el deseo de la mujer ajena sólo por ser propiedad
del marido (Ex 20:17; Dt 5:21). Pero ante esta
legislación interpretada restrictivamente, Jesús da su interpretación
auténtica: en este precepto está incluido todo mal deseo de adulterio. El
corazón es el verdadero responsable ante la moral. Dice Jesús: “Pero
yo les digo: El que mira a una mujer deseándola ya cometió adulterio con ella
en su corazón”. Es verdad que en la literatura rabínica se encuentran
textos de todas las épocas expresando un sentimiento constante que condena la
impureza que se comete con los ojos o el pensamiento. Rabí Simeón dice: No
cometerás adulterio, ni tampoco con los ojos ni con el corazón. Pero la
práctica debía de ser muy distinta, cuando Jesús tiene que tomar esta actitud
ante la interpretación del Decálogo. Declarado el
sentido del sexto mandamiento, surge su cumplimiento, haciendo ver la
necesidad de evitar la ocasión del pecado, este se hace con un grafismo
hiperbólico, aumentado y paradójico. Dice Jesús: “Si
tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos
de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu
cuerpo sea arrojado al infierno”. Si el ojo derecho, por
especialmente estimado (1 Sam 11:2), lo mismo que si la mano derecha
escandalizan, vale más sacárselo o cortarla que ir con ambos al infierno. Naturalmente,
esto no se dice en el sentido de una realización material, porque el que se
saque una persona el ojo derecho, no le impide que siga pecando con mismo
izquierdo, por eso es el sentido etimológico de que es tropiezo u ocasión de
pecado. Lo que Jesús destaca es la necesidad de la precaución, de la
vigilancia y el heroísmo, para superar todo escándalo temporal, a fin de no
ir por él al infierno. Luego Jesús
agrega: “También se dijo: El que se divorcia de su mujer debe darle una
declaración de divorcio. Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer,
excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se
casa con una mujer abandonada por su marido comete adulterio”. En este
fragmento, se encuentra una dificultad ya clásica. Parecería que el divorcio
fuese lícito en el caso de fornicación, aquí se trata especialmente del
repudio, pero esto, se aclara mejor cuando leemos a san Mateo 19, 3-9, que se
refiere a la indisolubilidad, sucede cuando los fariseos preguntan a Jesús;
¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?. Pero
Jesús afirma categóricamente sobre lo indisoluble del vínculo matrimonial,
revalidando la dignidad del matrimonio, rechazando la teoría del repudio, y
restaura el derecho en su sentido original, sin dejar de recordar que Moisés
les permitió divorciarse de su mujer, debido a la dureza del corazón, pero al
principio no era así. Jesús quiere
devolver a la ley divina, su primitivo vigor, y dice: Por lo tanto, yo les
digo: “El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la
expone a cometer adulterio”. Sus discípulos le dijeron como
respuesta: Si ésta es la situación del hombre con respecto a su mujer, no
conviene casarse. Es cierto que
muchas veces el matrimonio no es algo fácil, en otras palabras tiene su cruz
y en ocasiones muy pesada, más aún si se mira como algo del cuerpo y de sus
instintos, o relacionado con ellos, esto es carnal, pero si al contrario, si
lo miramos con algo más de espíritu, y tomamos conciencia de que es un gran
sacramento, descubriremos la riqueza del matrimonio. 5.4 NO
JURARÁS FALSAMENTE, Y CUMPLIRÁS LOS JURAMENTOS HECHOS AL SEÑOR. El mal produce
el los hombres palabras de desconfianzas, mentiras y falsedades, se habla con
hipocresía y lo peor, es el abuso de la palabra en juramento con falsas
promesas. Jesús nos encamina y nos orienta a ser hombres sencillos y fieles
en todo y con todos, con una conducta sincera, franca en el trato con los
demás. Jesús dijo a sus
discípulos: “Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No jurarás
falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor”. El uso de
los juramentos había venido a ser un abuso en Israel. Se juraba por Dios, por
el cielo, por el Todopoderoso, por el templo, por esta morada, sinónimo del
mismo; por el altar, por Entonces le dice
Jesús; “Pero yo les digo que no juren de ningún modo”. No es que lo
excluya en absoluto, pues El mismo responderá ante la conjuración que por
Dios le hace Caifás, sino que es la forma rotunda de expresión contra la
moral relajada. También dice
Jesús; “por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque
es el estrado de sus pies”; destacando algunos juramentos, como
modelo y más frecuentes, que se hacían por las criaturas, para hacer ver que
en ellos está Dios y que por eso se utilizaban, y dice ni por el cielo, pues
es la morada de Dios; allí está el trono de Dios (Is 66:1); ni por la tierra,
pues también en ella está Dios. También dice
Jesús; “Ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey”, que es
Dios, en la que puso su nombre. Por eso es Jesús dice: “No
jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno
solo de tus cabellos”. Ni por tu cabeza jures tampoco, pues aun en
este juramento se incluía a Dios. Se lo incluía al usar la palabra técnica
jurar, y porque ella es la representación del hombre, que está bajo el
dominio de Dios. Por eso no puede cambiar por un acto de su determinación el
color de sus cabellos. Ante esta
frivolidad religiosa, Jesús propone Cuando ustedes digan sí, que sea sí, y
cuando digan no, que sea no. pues, además de salvar el honor de Dios, se
trata de revalorizar la dignidad y lealtad del hombre. Añadiéndose todo
lo que pasa de esto, de decir sí o no, procede del mal, Todo lo que se dice
de más, viene del Maligno, en su obra de mal contra el Reino. Además, que el
Maligno al introducir la mentira y el mal en el mundo (Jn 8:44), hizo
necesaria, a veces, la garantía del juramento. De esta forma de
expresarse san Mateo no se sigue que se niegue la legalidad del juramento en
ocasiones. La fórmula rotunda de prohibición no es más que el exceso de un
estilo oratorio y oriental. A lo que era un abuso total se le opone en este
estilo una prohibición total. Pero como contraprueba de su permisión está que
Jesús responde a la conjuración que le hace Caifás, lo mismo que la práctica
de San Pablo y el ángel del Apocalipsis, que jura por el que vive por los
siglos (Ap 10:6). El que sabe
expresarse, el que sabe hablar de verdad, no es el que utiliza bellos
términos para impresionar, si el corazón no es sincero, las palabras no se
oirán como verdad, sin embargo, el que habla con el corazón sabe hablar bien
y con sencillez, sus palabras muestran sinceridad y convicción. Al hablar con
nuestros hermanos, hagámoslo con lealtad, sin fingimiento, sin hablar de
frente algo y de espalda otra cosa. El Señor les Bendiga Pedro Sergio Antonio Donoso Brant VI
Domingo Ciclo “A” Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén |
…..
………