“TODO LO QUE HIZO Y ENSEÑÓ
JESÚS, DESDE EL COMIENZO, HASTA EL DÍA EN QUE SUBIÓ AL CIELO”….. “LOS APÓSTOLES LO VIERON ELEVARSE”…..
“FUE ELEVADO AL CIELO, VENDRÁ DE LA MISMA MANERA”… “EL SEÑOR ASCIENDE ENTRE
ACLAMACIONES”….. . “Y LO HIZO SENTAR A SU DERECHA EN
EL CIELO”….. “JESÚS… ELEVANDO SUS MANOS,
LOS BENDIJO. MIENTRAS LOS BENDECÍA, SE SEPARÓ DE ELLOS Y FUE LLEVADO AL CIELO”. Reflexión desde las Lecturas del Domingo VII de
Pascua, Ciclo C La Ascensión del Señor Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1.
LA ASCENSIÓN DEL
SEÑOR El texto de la carta de los Efesios nos da
la clave para entender el significado verdadero de la ascensión: en Cristo,
Dios Padre ha desplegado todo su poder, sentándolo a su derecha y sometiéndolo
todo. La ascensión pone de relieve que Cristo es “Señor”, que todo
–absolutamente todo– está bajo su dominio soberano. Y este dominio se traduce
en influjo vital sobre la Iglesia, hasta el punto de que toda la vida de la
Iglesia le viene de su Señor, de Cristo glorioso, al cual debe permanecer
fielmente unida. El evangelio nos subraya que, después de
la ascensión, los discípulos se volvieron llenos de alegría. Es la alegría de
contemplar la victoria total y definitiva de Cristo; la alegría de entender
el plan de Dios completo y de descubrir el sentido de la humillación, de los
padecimientos y de la muerte de Cristo. Es la alegría de saber que Cristo
glorioso sigue misteriosamente presente en su Iglesia, infundiéndole su
propia vida. En el momento de la ascensión, Cristo
reitera su promesa: plenamente glorificado, derrama en su Iglesia el Espíritu
Santo. Esta semana es semana de cenáculo. Toda la Iglesia sólo tiene esta
tarea que realizar: permanecer con María a la espera del Espíritu, que viene
con su fuerza poderosa para hacernos testigos de Cristo. (Julio Alonso Ampuero, Meditaciones Bíblicas sobre el Año Litúrgico) 2.
PRIMERA LECTURA El libro de los Hechos narra la Ascensión
de Jesús y la promesa de enviar el Espíritu Santo. Jesús no niega que el
Reino de Dios tendrá una realización material; pero afirma que a los
auténticos discípulos no les es lícito hacer cálculos. La plenitud del Reino
vendrá cuando Dios lo quiera y en los momentos menos esperados. En cuanto a
la Ascensión se ofrece como respuesta a la pregunta de los apóstoles. Es
necesario que el Maestro les sea “quitado”, para que éstos comprendan, al
fin, que él es verdaderamente el Señor, que su Reino no es de este mundo,
sino que debe construirse aquí y ahora bajo el impulso del Espíritu, y
gracias al testimonio misionero, hasta fines de la tierra. A partir de aquí
lo que importa es poner manos a la obra y dejar de “quedarse mirando al
cielo”. Lectura
de los Hechos de los apóstoles. Hech 1, 1-11 En
mi primer Libro, querido Teófilo, me referí a todo lo que hizo y enseñó
Jesús, desde el comienzo, hasta el día en que subió al cielo, después de
haber dado, por medio del Espíritu Santo, sus últimas instrucciones a los
Apóstoles que había elegido. Después de su Pasión, Jesús se manifestó a ellos
dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se les
apareció y les habló del Reino de Dios. En una ocasión, mientras estaba
comiendo con ellos, les recomendó que no se alejaran de Jerusalén y esperaran
la promesa del Padre: “La promesa”, les dijo, “que yo les he anunciado.
Porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu
Santo, dentro de pocos días”. Los que estaban reunidos le preguntaron:
“Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?”. Él les
respondió: “No les corresponde a ustedes conocer el tiempo y el momento que
el Padre ha establecido con su propia autoridad. Pero recibirán la fuerza del
Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en
Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra”. Dicho
esto, los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de
ellos. Como
permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía, se les
aparecieron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: “Hombres de
Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado
y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir”. Palabra
de Dios. 2.1 POR MEDIO DEL ESPÍRITU SANTO Como hizo cuando el Evangelio, también
ahora antepone San Lucas un breve prólogo a su libro, aludiendo a la obra
anterior, y recordando la dedicación a Teófilo, personaje del que no sabemos
nada en concreto, pero parece ser que sería persona constituida en autoridad.
Está claro, sin embargo, dado el carácter
de la obra, que San Lucas, aunque se dirige a Teófilo, no intenta redactar un
escrito privado, sino que piensa en otros muchos cristianos que se
encontraban en condiciones más o menos parecidas a las de Teófilo. Esta
práctica de dedicar una obra a algún personaje insigne era entonces
frecuente. Es de notar la expresión con que Lucas
caracteriza la narración evangélica: “todo lo que hizo y enseñó Jesús”
como indicando que Jesús, a la predicación, hizo preceder el ejemplo de su
vida, y que la narración evangélica, más que a la información histórica, está
destinada a nuestra edificación. También es de notar la mención que Lucas
hace del Espíritu Santo, al referirse a las instrucciones que Jesús da a los
apóstoles durante esos cuarenta días que median entre la resurrección y la
ascensión, y en que se les aparece repetidas veces. Son días de enorme
trascendencia para la historia de la Iglesia. De estos días, en que les
hablaba del “reino de Dios”, arrancan, sin
duda, muchas tradiciones en torno a los sacramentos y a otros puntos
dogmáticos que la Iglesia ha considerado siempre como inviolables, aunque no
se hayan transmitido por escrito. Si Lucas habla de que Jesús da esas
instrucciones y consignas “por medio del Espíritu Santo”, no hace sino continuar la norma que sigue en
el evangelio, donde muestra un empeño especial en hacer resaltar la
intervención del Espíritu Santo cuando la concepción de Jesús (Lc
1:15.35.41.67), cuando la presentación en el templo (Lc 2:25-27), cuando sus
actuaciones de la vida pública (Lc 4:1-14-18). Es obvio, pues, que también ahora, al dar Jesús sus instrucciones a
los que han de continuar su obra, lo haga “por medio del Espíritu Santo”. Y hasta pudiera ser que San Lucas se
refiera a las dos cosas, instrucciones y elección, hechas ambas por Jesús “por
medio del Espíritu Santo”.” 2.2 BAUTIZADOS EN EL ESPÍRITU SANTO “Después de su Pasión, Jesús se manifestó a ellos
dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se les
apareció y les habló del Reino de Dios”. Es normal que Jesús, después de su resurrección, aparezca a sus
apóstoles, como en el curso de
una comida y coma con ellos “En una ocasión,
mientras estaba comiendo con ellos”. De esa manera, la prueba de que estaba realmente resucitado era más
clara. En una de estas apariciones, al final ya de los cuarenta días que
median entre resurrección y ascensión, les da un aviso importante: “les recomendó que no se alejaran de
Jerusalén”, que no se
ausenten de Jerusalén hasta después que reciban el Espíritu Santo. Quería el
Señor que esta ciudad, centro de la teocracia judía, fuera también el lugar
donde se inaugurara oficialmente la Iglesia, adquiriendo así un hondo
significado para los cristianos. Jerusalén será la iglesia-madre, y de ahí,
una vez recibido el Espíritu Santo, partirán los apóstoles para anunciar el
reino de Dios en el resto de Palestina y hasta los extremos de la tierra. Llama al Espíritu Santo “promesa del Padre,”
y
esperaran la promesa del Padre: “La promesa”, les dijo, “que yo les he
anunciado pues repetidas veces
había sido prometido en el Antiguo Testamento para los tiempos mesiánicos (Is
44:3; Ez 36:26-27; Jl 2:28-32), como luego hará notar San Pedro en su
discurso del día de Pentecostés, dando razón del hecho (cf. 2:16). También
Jesús lo había prometido varias veces a lo largo de su vida pública para
después de que él se marchara (cf. Lc 24:49; Jn 14:16; 16:7). Ni se contenta
con decir que recibirán el Espíritu Santo, sino que, haciendo referencia a
una frase del Bautista (cf. Lc 3:16), dice “ustedes serán bautizados en el
Espíritu Santo”, es decir,
como sumergidos en el torrente de sus gracias y de sus dones 24.
Evidentemente alude con ello a la gran efusión de Pentecostés (cf. 11:16),
que luego se describirá con detalle (cf. 2:1-4). 2.3 RECIBIRÁN LA FUERZA DEL ESPÍRITU SANTO QUE
DESCENDERÁ SOBRE USTEDES Los que estaban reunidos le preguntaron:
“Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?”. La pregunta de
los apóstoles de si iba, por fin, a “restaurar el reino de Israel?” no
está claro si fue hecha “mientras estaba
comiendo con ellos” o más bien en otra reunión distinta, la cosa
no es clara, pues la frase “dicho esto” , Lucas narra a
renglón seguido la ascensión, por lo que no exige necesariamente que ésta
hubiera de tener lugar en el mismo sitio donde comenzó la reunión. Pudo muy
bien suceder que la reunión comenzara en Jerusalén y luego salieran todos
juntos de la ciudad por el camino de Betania, llegando hasta la cumbre del
monte donde habría tenido lugar la ascensión. La misma pregunta de “Señor, ¿es ahora cuando vas a
restaurar el reino de Israel?”, parece estar sugerida por la anterior
promesa del Señor de que, pasados pocos días, serían “bautizados en el Espíritu Santo”. No renegaban con ello de su fe en Jesús,
antes, al contrario, viéndole ahora resucitado y triunfante, se sentían más
confiados y unidos a él. De momento, Jesús no cree oportuno volver a insistir
sobre el particular, y se contenta con responder a la cuestión cronológica,
diciéndoles que el pleno establecimiento del reino mesiánico, de cuya
naturaleza él ahora nada específica, es de la sola competencia del Padre, “No
les corresponde a ustedes conocer el tiempo y el momento que el Padre ha
establecido con su propia autoridad”, Es
el Padre quien ha fijado los diversos “tiempos y momentos” de
preparación, inauguración, desarrollo
y consumación definitiva. En tal
ignorancia, lo que a ellos toca, una vez recibida la fuerza procedente del
Espíritu Santo, es trabajar por ese restablecimiento, presentándose como
testigos de los hechos y enseñanzas de Jesús, primero en Jerusalén, luego en
toda la Palestina y, finalmente, en medio de la paganismo. Tal es la consigna dada por Cristo a su
Iglesia con palabras que son todo un programa: Pero recibirán la fuerza del
Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en
Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra”. 2.3 MIENTRAS JESÚS SUBÍA Narra aquí San Lucas, con preciosos
detalles, el hecho trascendental de la ascensión de Jesús al cielo. “Dicho
esto, los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de
ellos”. Ya lo había narrado también en su evangelio, aunque más
concisamente (cf. Lc 24:50-52). Lo mismo hizo San Marcos (Mc 16:19). San
Mateo y San Juan lo dan por supuesto, aunque explícitamente nada dicen (cf.
Mt 28, 16-20; Jn 21:25). Parece que la acción fue más bien lenta, “permanecían
con la mirada puesta en el cielo” pues los apóstoles están mirando al
cielo “mientras Jesús subía Evidentemente, se trata de una
descripción según las apariencias físicas, sin intención alguna de orden
científico-astronómico. Se les aparecieron dos hombres vestidos de
blanco”, estos personajes son dos ángeles en forma humana, igual que
los que aparecieron a las mujeres junto al sepulcro vacío de Jesús (Lc 24:4;
Jn 20:12). En cuanto a la nube, “una nube lo ocultó de la vista
de ellos”, ya en el Antiguo Testamento una nube reverencial
acompañaba casi siempre las teofanías. También en el Nuevo Testamento aparece
la nube cuando la transfiguración de Jesús (Lc 9:34-35). El profeta Daniel
habla de que el “Hijo del Hombre” vendrá sobre las nubes a establecer el
reino mesiánico (Dan 7:13-14), pasaje al que hace alusión Jesucristo
aplicándolo a sí mismo (cf. Mt 24:30; 26:64). Es obvio, pues, que, al entrar
Jesucristo ahora en su gloria, una vez cumplida su misión terrestre, aparezca
también la nube, símbolo de la presencia y majestad divinas. 2.4 ¿POR QUÉ SIGUEN MIRANDO AL CIELO? Los dos personajes de “vestidos de blanco”,
de modo semejante a lo ocurrido en la escena de la resurrección (cf. Lc
24:4), anuncian a los apóstoles que Jesús reaparecerá de nuevo de la misma
manera que lo ven ahora desaparecer, sólo que a la inversa, pues ahora
desaparece subiendo y entonces reaparecerá descendiendo. “¿por qué siguen mirando al
cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de
la misma manera que lo han visto partir”. Alusión, sin duda, al
retorno glorioso de Jesús en la parusía, que desde ese momento constituye la
suprema expectativa de la primera generación cristiana, y cuya esperanza los
alentaba y sostenía en sus trabajos. Es claro que, teológicamente hablando,
Jesús ha entrado en la Vida desde el momento mismo de la Resurrección, sin
que haya de hacerse esa espera de cuarenta días hasta la Ascensión. Lo que se
trata de indicar es que Jesús, aunque viviera ya en el mundo futuro escatológico,
todavía se manifestaba en este mundo nuestro, a fin de instruir y animar a
sus fieles. 3.
SALMO 46, 2-3.
6-9 Frente al triunfo de Cristo, el salmo 46
es un canto triunfal, a Dios, rey de toda la tierra. La Iglesia lo aplica a
Jesús. Participamos de esta oración, aclamando: “El Señor asciende entre
aclamaciones.” R.
El Señor asciende entre aclamaciones. O
bien: Aleluya. Aplaudan,
todos los pueblos, aclamen al Señor con gritos de alegría; porque el Señor,
el Altísimo, es temible, es el soberano de toda la tierra. R. El
Señor asciende entre aclamaciones, asciende al sonido de trompetas. Canten,
canten a nuestro Dios, canten, canten a nuestro Rey. R. El
Señor es el Rey de toda la tierra, cántenle un hermoso himno. El Señor reina
sobre las naciones; el Señor se sienta en su trono sagrado. R. 3.1 INVITACIÓN
A LAS GENTES A RECONOCER LA SOBERANÍA DEL SEÑOR. Esta composición tiene el aire de un himno
de alabanza al Señor, que muestra su majestad y poder sobre todos los pueblos
y su protección especial sobre Israel. El salmista invita a todas las naciones de
la tierra a participar en este homenaje solemne al Señor que triunfa sobre
todos los pueblos. El poeta escenifica pomposamente el triunfo del Señor,
que, después de bajar a la tierra a luchar por su pueblo, sube a su morada
celeste entre las aclamaciones de los pueblos del orbe, brillando así su
gloria y majestad. Desde allí gobernará sobre todos los pueblos, cuyos
príncipes serán sus vasallos. Esta predicción de la sumisión de todos los
reyes de la tierra al Señor tiene el sello de las profecías mesiánicas. Los
salmistas — como en general los profetas — vivían de la esperanza en el
establecimiento de la futura teocracia mesiánica, y por eso su imaginación se
dirige constantemente a esta panorámica maravillosa caracterizada por el
triunfo total del Señor y el reconocimiento de su soberanía por todos los
pueblos. 3.2 EL SEÑOR ES DIOS DE TODOS LOS
PUEBLOS Aplaudan, todos los pueblos, aclamen
al Señor con gritos de alegría. El Salmista invita a todas las naciones a unirse
al triunfo espectacular del Señor como Soberano de todos los pueblos. Es el
gran rey no sólo de Israel, sino de todas las gentes. Aquí el salmista aplica
este título al Señor, único Señor de los hombres todos. Porque el Señor, el Altísimo. Para destacar su
carácter superior y trascendente se le llama el Altísimo. En la literatura
poética arcaizante no es extraño este nombre para designar al Dios de Israel.
Es temible. Aquí se le da, además,
el calificativo de temible, pues tiene a disposición la omnipotencia, y nadie
puede hacerle frente. La divinidad es concebida como una fuerza temible, que
puede dar la muerte al que indignamente se acerque a ella o trate de empañar
sus derechos. La misma “santidad” es concebida como una fuerza aislante de lo
divino, que lo protege contra toda contaminación indigna. Aquí el salmista da
al Señor el calificativo de temible para hacer reflexionar a las naciones que
puedan oponerse al reconocimiento de su soberanía de toda la tierra. Es
el soberano de toda la tierra. Si bien El Señor es Dios de todos los
pueblos, - y, en consecuencia, todas las naciones y gentes deben reconocer su
soberanía-, está particularmente vinculado en los destinos históricos a
Israel, que ha elegido como heredad, su parte selecta entre los pueblos; por
eso a Él los someterá, poniéndolos a su servicio. Es la concepción
nacionalista que encontramos en muchos vaticinios profetices. Los hagiógrafos
del A.T., al no tener luces sobre la retribución en el más allá, esperan una
era de prosperidad material para la sociedad israelita, tantas veces conculcada
y afligida por la invasión de los ejércitos extranjeros. Cuando veían a éstos
pasar y dominar su país, surgía, por contraste, la idealización de los
tiempos futuros, en que Israel habría de ser la nación soberana sobre todos
los pueblos, por ser la heredad particular del Señor del universo. 3.3 EL SEÑOR HA TOMADO POSESIÓN DE SU TIERRA
SANTA Y DE SU PUEBLO Es el orgullo de Jacob o el “primogénito”
de Yahvé. La tierra de Canaán fue entregada por decreto divino a Israel, y
constituye por eso el orgullo de los descendientes de Jacob. Jeremías pone en
boca del Señor estas palabras: “¿Cómo voy a contarte entre mis hijos y darte
una tierra escogida, una magnífica heredad, preciosa entre las preciosas de
todas las gentes?” Israel, como colectividad nacional, nace en las estepas
del Sinaí, y, en comparación con las regiones desérticas de esta península,
Canaán resultaba para las mentalidades semibeduinas hebreas como una “tierra
que mana leche y miel”. Este país de fertilidad excepcional — que en realidad
no podía compararse a la de los pueblos mesopotámicos, fenicios y egipcios —
fue cantado por los poetas de Israel como la tierra más deliciosa del orbe;
es el orgullo o magnificencia de Jacob. La elección de Israel por Dios se
debe al amor que le tuvo, no a los méritos de aquél: Jacob, a quien amo. El Señor asciende entre aclamaciones, asciende al
sonido de trompeta. El Señor ha tomado posesión de su tierra santa y
de su pueblo, como lo hizo al manifestarse sensiblemente el día de la
inauguración del templo salomónico; ha descendido a auxiliar a su pueblo en
momentos críticos, y ahora se eleva a su morada celeste entre aclamaciones y
al son de las trompetas. Durante los primeros tiempos de la monarquía y antes
en el desierto, el arca era el símbolo de la presencia del Señor en su
pueblo; en torno a ella, la multitud mostraba su devoción al Dios de Israel;
cuando procesionalmente subía las gradas del templo, se simbolizaba su
entrada triunfal también en la morada celeste, el “cielo de los cielos,” en
la cúspide del firmamento, desde donde contemplaba a los hombres y gobernaba
los pueblos. El salmista parece ahora aludir a esta entronización solemne del
Señor, que asciende, glorificado por las aclamaciones populares, a sus
mansión celestial. 3.4 LLEGA LA HORA DE QUE SE LE ACLAME COMO REY
DE TODOS LOS PUEBLOS Canten, canten a nuestro Dios, canten,
canten a nuestro Rey. El salmista se dirige a Israel y a los príncipes de las naciones que
(se han sumado a esta aclamación jubilosa del Dios de Israel, que se eleva
majestuoso a tomar posesión de su trono celestial como soberano único del
orbe y de los pueblos. El reinado de Yahvé no se limita a Israel, sino que se
extiende a las gentes o naciones paganas, y el poeta quiere que éstas
reconozcan su soberanía. El
Señor es el Rey de toda la tierra, cántenle un hermoso himno. El Señor reina
sobre las naciones; el Señor se sienta en su trono sagrado. Desde antiguo, su reinado fue reconocido por
Israel; pero llega la hora de que se le aclame como Rey de todos los pueblos,
cuando se siente en su santo trono celestial para juzgar a todos los seres
humanos. Su morada en el templo de Jerusalén es un símbolo de la otra
celestial. Idealizando la situación, el salmista presenta ya a los príncipes
de los pueblos reunidos en torno al pueblo elegido, el pueblo del Dios de
Abraham. Es el cumplimiento de la promesa hecha al gran patriarca de que en
él serían bendecidas todas las gentes. En los vaticinios mesiánicos no faltan
alusiones a esta adhesión de las naciones a la religión de Israel, formando sus
ciudadanos una categoría subordinada a la de los propios israelitas, que
serán ciudadanos por derecho propio en la nueva teocracia. Se les admite al
culto, pero no constituyen propiamente el “pueblo de Dios,” título reservado
a Israel, “primogénito” de Yahvé. El título Dios de Abraham recuerda las
promesas hechas al gran patriarca sobre la gloria de su descendencia,
multiplicada como las arenas del mar. Los príncipes y grandes le pertenecen y
le están sometidos, y bajo este aspecto también están sometidos al pueblo que
es su heredad particular entre todas las naciones. Hoy, domingo de La Ascensión, aclamamos con alegría: ¡El
Señor asciende entre aclamaciones! 4.
SEGUNDA LECTURA En un texto muy bello, san Pablo explica
como Dios resucitó y glorificó a Jesús y “lo sentó a su derecha”. San Pablo
quiere inspirar nuestra esperanza cristiana que consiste en esperar
firmemente la realización de las promesas de Dios al hombre: total liberación
y felicidad en Cristo. Se subraya la causa de nuestra esperanza: la promesa
ya se realizó en la humanidad de Jesús, que resucitó de entre los muertos. Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso. Ef 1, 17-23 Hermanos:
Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda
un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo
verdaderamente. Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar
la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra
su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con que
él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza. Éste es el
mismo poder que Dios manifestó en Cristo, cuando lo resucitó de entre los
muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, elevándolo por encima de
todo Principado, Potestad, Poder y Dominación, y de cualquier otra dignidad
que pueda mencionarse tanto en este mundo como en el futuro. Él puso todas
las cosas bajo sus pies y lo constituyó, por encima de todo, Cabeza de la
Iglesia, que es su Cuerpo y la Plenitud de Aquél que llena completamente
todas las cosas. Palabra
de Dios 4.1 POR ENCIMA DE TODO, CABEZA DE LA IGLESIA”.
Después del himno de triunfo, cantando en
panorama de conjunto el plan divino de salud (v.3-14), San Pablo se dirige a
Dios Padre para darle gracias por la “fe” y “caridad” de los efesios y
pedirle “Que él ilumine
sus corazones”, más y más cada día a fin de que entiendan
la grandeza de la “esperanza” cristiana; “valorar la esperanza a la que han sido llamados”, esperanza que no puede fallar, pues se
apoya en el poder de Dios, tan claramente manifestado en lo realizado con
Jesucristo, “Este es el mismo
poder que Dios manifestó en Cristo, cuando lo resucitó de entre los muertos”. Es de notar que aquí, como en muchos otros
lugares, San Pablo se complace en mencionar juntas las virtudes teologales,
fundamento de la vida cristiana;
La expresión “el Dios de nuestro Señor Jesucristo” y “el Padre de la gloria”, que pudiera parecer un poco extraña, es
muy semejante a la empleada en 2 Cor 1:3, los dos expresiones “de sabiduría y de revelación”, mutuamente se complementan, y están
significando un conocimiento íntimo y profundo de Dios y de sus planes de
salud, al que el hombre por solas sus propias fuerzas no puede llegar. “Para que ustedes puedan valorar la
esperanza a la que han sido llamados”, aquí san Pablo, no hace sino desarrollar más la misma idea,
concretando en la “esperanza” cristiana el objeto de ese conocimiento; con el
término “esperanza,” que tiene aquí sentido objetivo, se designa todo el
conjunto de bienes de gracia y de gloria al que los cristianos hemos sido
“llamados,” y que recibimos en calidad de “herencia,” una vez
elevados al plano de hijos adoptivos, “los tesoros de gloria que encierra su herencia
entre los santos” Tratando de completar su pensamiento y
evitar que nos desalentemos ante las dificultades, San Pablo añade que toda
esa gran riqueza de bienes, reservados al cristiano, son obra del “poder” de
Dios, “y la
extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes,
por la eficacia de su fuerza”, cuya extraordinaria eficacia fácilmente puede desprenderse por lo realizado con Jesucristo; “cuando lo resucitó de entre los muertos y
lo hizo sentar a su derecha en el cielo”. Aunque, dentro del contexto general del pasaje, esta exaltación de
Cristo es presentada simplemente como un ejemplo que permita formarnos idea
del gran “poder” de Dios, San Pablo se complace en irla detallando en un
maravilloso crescendo, que culmina con la prerrogativa de haber sido
constituido “cabeza” de la Iglesia. Parece que, en la mente de San Pablo,
esto es una dignidad superior incluso a la de ser soberano sobre todos los
ángeles y tener sujetas a sí todas las cosas; y es que entre cabeza y cuerpo
no hay separación y Cristo está unido más íntimamente con los fieles que con
los ángeles, hasta el punto de que, en cierto sentido, la Iglesia puede
considerarse como elevada al orden mismo hipostático. La expresión “lo
hizo sentar a su derecha en el cielo”, es una expresión figurada, tomada de Sal 110:1, con la que se designa
el supremo honor conferido a Cristo, superior al conferido a cualquier otro,
ya en los cielos, ya en la tierra, como luego se concreta en los versículos siguientes; “elevándolo por
encima de todo Principado, Potestad, Poder y Dominación, y de cualquier otra
dignidad que pueda mencionarse tanto en este mundo como en el futuro. Él puso
todas las cosas bajo sus pies y lo constituyó, por encima de todo, Cabeza de
la Iglesia”. La resurrección, la ascensión, la soberanía de Cristo sobre todas las
realidades creadas, manifiestan la supereminente gloria de Dios, que, en él,
ha vencido ya a la muerte y a cualquier potencia espiritual que se oponga al
designio de la salvación. El miedo ya no tiene razón de ser: Cristo,
ascendido a la derecha del Padre, reina desde ahora. Él es la cabeza de toda
la creación y, en particular, de la Iglesia, con la que forma una unidad
indisoluble. 5.
EVANGELIO Jesús asciende al cielo, y nos constituye
en “testigos” de su resurrección y su mensaje. La fiesta de la Ascensión del
Señor nos recuerda el hecho de nuestra futura ascensión al cielo. Es muy
difícil para nosotros imaginar nuestra vida más allá de la muerte, ya que
sólo tenemos la limitada experiencia de vivir de acuerdo con el tiempo y
lugar. Desprendámonos de cualquier imaginación y aceptemos con fe este gran
acontecimiento. EVANGELIO
Lc 24, 46-53 Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas. Jesús
dijo a sus discípulos: “Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar
de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre
debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los
pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y Yo les enviaré lo que mi Padre
les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la
fuerza que viene de lo alto”. Después Jesús los llevó hasta las proximidades
de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se
separó de ellos y fue llevado al cielo. Los discípulos, que se habían postrado
delante de Él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían
continuamente en el Templo alabando a Dios. Palabra
del Señor. 5.1 UNA SÍNTESIS DEL KERIGMA Este pasaje, quiere responder, en su
fondo, a las conversaciones de Cristo con los apóstoles en los 40 días en que
les habló del reino (Hech 1:3). En su exposición hay una síntesis del
kerigma: el “cumplimiento” el sufrimiento del Mesías y su resurrección al
tercer día junto con el
arrepentimiento de los pecados. 5.2 ESTÁ ESCRITO EN LA LEY DE MOISÉS Y EN LOS
PROFETAS Y EN LOS SALMOS DE MÍ Hacerles ver por la Escritura que enuncia
en sus tres partes, y sobre todo al especificar los Salmos — quizá por su
gran valor mesiánico, ya que, generalmente, sólo se citaban la Ley y los
Profetas —, que el plan del Padre no era el mesianismo ambiental,
nacionalista y político, sino que el Mesías había de morir y resucitar. Y
entonces “les abrió la inteligencia para que entendiesen las Escrituras, y
les dijo que así estaba escrito que el Mesías padeciese y al tercer día
resucitase de entre los muertos.” 5.3 “ABRIRLES LA INTELIGENCIA PARA QUE
ENTENDIESEN LAS ESCRITURAS,” Previamente (Lc 24,44), Lucas relata que les abrió la
inteligencia para que entendiesen las Escrituras.” Esto podría tener dos sentidos: o que Jesús les
concede un carisma para que ellos penetren este sentido de las Escrituras, a
diferencia de los de Emaús, a los que él abiertamente se las explicaba (Lc
24:26.27), o que se trate de una frase fundamentalmente equivalente a la de
los de Emaús, aunque la redacción literaria sea algo distinta, pues aquí
mismo dice Lucas que después de “abrirles la inteligencia,” que es hacer
comprender, “les dijo que así estaba escrito, que el Mesías padeciese y al
tercer día resucitase de entre los muertos.” Es decir, explicación hecha por
él mismo. 5.4 SE LES CAPACITÓ PARA QUE TUVIESEN UNA
VISIÓN NUEVA Probablemente este segundo sentido sea
preferible, si entendemos que se les capacitó para que tuviesen una visión
nueva — la auténtica — del A.T. Que se predicase en “su nombre,” del Cristo
muerto y resucitado, la “penitencia”
para la remisión de los pecados. Esta “penitencia” es cambiar el modo
de ser, y de ver en El, con su mesianismo de cruz y de resurrección, al único
Salvador que Dios puso para la salvación. En los Hechos de los Apóstoles dirá
San Pedro ante el Sanedrín: “En ningún otro (Cristo) hay salud, pues ningún
otro nombre (semitismo por persona) nos ha sido dado bajo el cielo, entre los
hombres, por el cual podamos ser salvos” (Hech 4:12). Con la “conversión” a
este Mesías y a su doctrina, se tiene la remisión de los pecados. 5.5 LA CONVERSIÓN Y LA REMISIÓN DE LOS PECADOS
A TODAS LAS NACIONES Esta predicación de Cristo Mesías y la
salvación anexa a su fe es para “todas las naciones.” Es el universalismo de
la fe (Mt 28:19.20). Pero en el plan de Dios será irradiada esta Buena Nueva
comenzando por Jerusalén (Hech 1:8). Era todavía la bendición del Mesías al
pueblo que lo crucificó, y como gran beneficio, al tiempo que pasaba el
privilegio de Israel a las gentes. El mismo San Pablo reconocerá estas
“primacías” privilegiadas de Israel. Los apóstoles serán “los testigos” de toda
esta verdad y enseñanza. La expresión “a todas las gentes,” vocabulario del
Ν. Τ., pero que es el mesianismo profético, refleja también,
redaccionalmente, la Iglesia primitiva ya en marcha (cf. Mc 16:20). 5.6 VAN A RECIBIR EL ESPÍRITU SANTO Pero van a ser preparados con la gran
fuerza renovadora y fortalecedora de Pentecostés. Van a recibir el Espíritu
Santo, de cuyo envío y obras tanto habló Jn en los discursos de la cena. El
complemento de esto lo expone Lc en los Hechos de los Apóstoles (Hech 1:48;
c.2). La enseñanza — orden (Mt 28:19-20) — de
que se “predique” a “todas las gentes” la salvación en “su nombre,” tema
frecuente en Hechos de los Apóstoles (2:38; 3:6; 4:10.30), es la proclamación
de la divinidad de Cristo, pues tiene dos poderes de Yahvé: el perdón de los
pecados y el “enviar” la promesa del Padre: el Espíritu Santo. 5.7 LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR EN PRESENCIA DE LOS
APÓSTOLES. Marcos sólo consigna el hecho de la
ascensión del Señor en presencia de los apóstoles. Lucas describe algo más.
Acaso sólo pone un resumen de lo que pudiera ser ya en su propósito la
escritura del libro de los Hechos, en donde da una más amplia descripción de
la ascensión. El relato no tiene conexión cronológica con lo anterior. Lleva un día a los apóstoles hacia
Betania, en el monte de los Olivos (Hech). La tradición señala un lugar en la
cima del monte de los Olivos como lugar de la ascensión. 5.8 ELLOS “SE POSTRARON” ANTE EL. Era el acto de acatamiento ante la
majestad de Cristo, que así subía a los cielos. Cuando, ante la pesca
milagrosa (Lc 5:8ss), Pedro, admirado, “se postró” a los pies de Jesús,
diciéndole que se apartase de él porque era pecador, ahora era la reacción
espontánea ante Cristo subiendo a los cielos. 5.9 VOLVIERON A JERUSALÉN. Se comprende el “gozo” de ellos al ver
este término apoteósico del Cristo crucificado. Lucas, que comienza su
evangelio en el templo con el oficio sacerdotal de Zacarías, lo termina
igualmente en el templo con la asidua oración de los apóstoles. “Y estaban de
continuo en el templo bendiciendo a Dios”. Lucas nos quiere decir que con
gran frecuencia, asistían a los actos
de culto en el templo. El cristianismo no rompió de golpe con ciertas
prácticas judaicas. El templo era el lugar de la oración, y allí, siguiendo
el plan de Dios, asistían asiduamente, preparándose para la recepción del
Espíritu Santo prometido. El Señor
nos Bendiga Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant VII DOMINGO DE PASCUA C, ASCENSION DEL SEÑOR Publicado
en este link: PALABRA DE DIOS Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M.
Magdalena ocd. Julio Alonso Ampuero, Meditaciones
Bíblicas sobre el Año Litúrgico |
…..
………