Reflexión desde las Lecturas del Domingo
XX Ciclo B “EL HAMBRE DE DIOS
EN LOS HOMBRES. VENGAN, COMAN DE MI PAN, Y BEBAN DEL VINO QUE YO MEZCLÉ.
¡GUSTEN Y VEAN QUÉ BUENO ES EL SEÑOR! APROVECHAR BIEN EL MOMENTO PRESENTE.
“EL QUE COMA DE ESTE PAN VIVIRÁ ETERNAMENTE” Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso
Brant 1. “VENGAN, COMAN DE MI PAN” Dios Padre, que nos ha preparado el alimento, nos invita con insistencia a su banquete: “Vengan, coman de mi pan” Dios desea colmarnos de Vida. Las fuerzas del cuerpo se agotan, la vida física decae, pero Cristo nos quiere dar otra vida: “el que coma de este pan vivirá para siempre”. Sólo en la Eucaristía se contiene la vida verdadera y plena, la vida definitiva. Además, sólo alimentándonos de la Eucaristía podemos tener experiencia de la bondad y ternura de Dios “¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!”. Pero, ¿cómo saborear esta bondad sin masticar la carne de Dios? Es increíble hasta dónde llega la intimidad que Cristo nos ofrece: hacerse uno con nosotros en la comunión, inundándonos con la dulzura y el fuego de su sangre vestida en la cruz. Comer a
Cristo es sembrar en nosotros la resurrección de nuestro propio cuerpo. Por
eso, en la Eucaristía está todo: mientras “los ricos empobrecen y pasan
hambre, los que buscan al Señor no carecen de nada”. En comer a Cristo consiste
la máxima sabiduría. Pero no comerle de cualquier forma, no con rutina o
indiferencia, sino con ansia insaciables, con hambre de Dios, llorando de
amor. DE 2. PRIMERA LECTURA LA SABIDURÍA, MAESTRA DEL ARTE DE LA VIDA. Proverbios 9, 1-6 La Sabiduría, es maestra del arte de la vida, donde se invita al hombre a su propia escuela. El texto que hoy leeremos, nos muestra un personaje activo y laborioso, nos presenta la casa de la Sabiduría, acogedora y austera a la vez, donde se ha preparado un suculento banquete. La Sabiduría envía a sus criadas para que inviten a comensales, inexpertos y carentes de sabiduría, y participen en su rica mesa. Invitar a alguien a nuestra mesa significa compartir, con la invitación, el alimento y la amistad. A buen seguro, la parábola está dotada de un significado sapiencial. Con la imagen del banquete, el maestro de sabiduría manifiesta la íntima relación de comunión que debe existir entre él y los invitados. No es difícil vislumbrar en el personaje de la Sabiduría la figura de Dios, que repite la enseñanza de la Ley y los profetas, aunque por medio de una modalidad más escolar y con representaciones intelectuales. Invita a los comensales discípulos suyos, a los que ha convertido en su familia, a vivir en comunión con él y a saborear el sentido común en el pensar, y la prudencia en la acción. Esto vuelve la vida más serena y alegre, la arraiga en los verdaderos valores humanos y religiosos, fuente de sincero compartir entre los hombres. Por tanto, la sabiduría personificada es como la revelación que se adelanta a guiar hacia la vida. Personificada, la Sabiduría del Señor está deseosa de comunicarse a los hombres, de dialogar con ellos. ¿Qué hacer a este fin, sino preparar la mesa y hacer beber el vino? Una comida es lo más indicado cuando se trata de compartir lo más íntimo de sí. Pero ¿quienes serán los invitados? Sin duda: los pobres y todos los que aceptaron convertirse de sus extravíos. Los demás no apreciarían los manjares que el Señor les prepara. La Sabiduría que personifica a Dios nos invita a comer y beber su palabra para tener inteligencia de la vida. Lectura del libro de los
Proverbios 9, 1-6 La Sabiduría edificó su casa,
talló sus siete columnas, inmoló sus víctimas, mezcló su vino, y también
preparó su mesa. Ella envió a sus servidoras a proclamar sobre los sitios más
altos de la ciudad: El que sea incauto, que venga aquí. Y al falto de
entendimiento, le dice: Vengan, coman de mi pan, y beban del vino que yo
mezclé. Abandonen la ingenuidad, y vivirán, y sigan derecho por el camino de
la inteligencia. Palabra de Dios. 2.1 LIBRO
DE LOS PROVERBIOS. El libro de los Proverbios lleva
en el texto hebreo el título Mislé Selomo, se dio al libro de los Proverbios su actual
título, considerando la referencia del capitulo 1
versículo 1; “Proverbios de Salomón,
hijo de David, rey de Israel, para aprender sabiduría e instrucción, para
entender sensatos dichos, para alcanzar instrucción y discreción, justicia,
equidad y rectitud; para dar prudencia a los inexpertos, perspicacia y
circunspección a los jóvenes”.(Prov. 1, 1-4) Proverbio es una breve sentencia que, generalmente bajo una imagen o comparación, recoge una observación interesante, a veces curiosa; casi siempre un consejo útil para la vida práctica, cuya inteligencia exige frecuentemente atenta reflexión. También es una forma de sabiduría popular que se encuentra en todos los pueblos, cada cual tiene su refranero, especialmente en los orientales. Alguien la definió “sabiduría de muchos e ingenio de uno” que supo expresar aquélla en su forma proverbial. El contenido del Libro Proverbios contiene un maravilloso conjunto de máximas sobre la sabiduría divina y la humana, que hacen del libro un precioso manual de conducta que enseña el arte del buen vivir. Pues, como observó San Basilio, contiene la ordenación de las costumbres, la enmienda de las pasiones, enseñando en brevísimas advertencias todo aquello que hay que hacer o hay que evitar. Su contenido más importante lo encierran los capítulos 8-9, en los que el autor hace un cumplido elogio de la sabiduría divina, señala su origen y excelencias y describe sus efectos maravillosos en la creación. Añade una apremiante exhortación a su búsqueda y a regir la vida por los principios que de ella proceden. Los demás capítulos contienen sentencias de orden moral y humano de dimensión universalista. Para toda virtud tiene su recomendación, especialmente para el principio de todas ellas, que es el temor de Dios, y para todo vicio su reproche, particularmente para el libertinaje, la injusticia, la ociosidad, la ira y el odio. Todas las diversas clases de hombres encuentran en el libro consejos adecuados a su profesión: los reyes, los jueces y los magistrados, los que tienen negocios y los que carecen de ellos, los amigos y los enemigos, los jóvenes y las personas de edad madura; se regulan incluso las relaciones entre los padres y los hijos, los hombres y las mujeres, los señores y los siervos. Y en todos los aspectos de su vida, religioso, moral, político, social, con sus circunstancias concretas, señala la norma práctica a seguir dictada por la sabiduría. 2.2 EL
BANQUETE DE LA SABIDURÍA, PROVERBIOS 9:1-6 Se presenta aquí la sabiduría personificada, sumamente activa, preparando un suntuosa morada. “La Sabiduría edificó su casa, talló sus siete columnas”. Las siete columnas darían una idea de su esplendidez y lujo o tal vez significan la plenitud de los dones de la sabiduría (el número siete se usa con mucha frecuencia tratándose de cosas sagradas), si es que no están requeridas por la construcción arquitectónica del tiempo. Construida la casa, prepara el banquete: “inmoló sus víctimas, mezcló su vino, y también preparó su mesa”. Ninguna de las dos cosas puede faltar en un banquete. Este, que simboliza a veces en la Sagrada Escritura el reino de los cielos, es aquí figura de los bienes que comunica la sabiduría. Probablemente los judíos no comían carne todos los días, sino sólo en ocasiones especiales, que tenían carácter religioso. Era costumbre entre los orientales el mezclar el vino con agua para atenuar su fuerza, o con especias aromáticas para hacerlo más gustoso. El lujo de la habitación y la abundancia de víctimas y vino quieren poner de manifiesto las riquezas de la sabiduría y son, como advierten algunos sabios teólogos, es símbolo de los bienes mesiánicos. Hechos los preparativos, la
sabiduría envía a sus doncellas a hacer la invitación desde lo más alto de la
ciudad, con el fin de que pueda ser oído por todos: “Ella envió a sus servidoras a
proclamar sobre los sitios más altos de la ciudad”. Son aquí todos aquellos que tienen la misión
de instruir a los demás para comunicarles las enseñanzas de la sabiduría,
haciéndolos así aptos para recibir sus dones. La invitación de la sabiduría,
como se ve por los capítulos anteriores, se dirige a todos, pero son los
simples, los que no tienen experiencia ni formación moral, sus más indicados
alumnos. “El que sea incauto, que venga aquí. Y al falto de entendimiento, le
dice: Vengan, coman de mi pan, y beban del vino que yo mezclé”. El
pan y vino que ofrece la sabiduría son la instrucción que enseña al arte de
ser feliz, contenida en las sentencias del libro. “Abandonen la ingenuidad, y
vivirán, y sigan derecho por el camino de la inteligencia”. 2.3 UNA NUEVA LECTURA ACOMODADA AL NUEVO
TESTAMENTO Este fragmento, que es una
alegoría, tiene una lectura literal que se presta muy bien para ser acomodada
al Nuevo Testamento en su sentido místico, ya que las semejanzas con
realidades del Nuevo Testamento son grandes e interesantes. Es así, como los
Padres de la Iglesia han hecho muchas adaptaciones de sus diversos elementos.
Basados en ellas, se pueden proponer las siguientes: la casa, en un sentido
místico, puede significar “el cuerpo” que Jesucristo tomó en la encarnación
(San Atanasio, San Agustín, San Gregorio Magno), el seno virginal de María,
que le sirvió de tabernáculo, sentido íntimamente unido con el primero (San
Gregorio Niseno, Teodoreto, San Bernardo).
Siguiendo la línea de los versos siguientes, podríamos decir que la gran casa
edificada por la Sabiduría es el Cuerpo místico de Jesucristo, la Iglesia.
Las siete columnas podrían ser tipo de los siete dones del Espíritu Santo,
con que enriquece las almas, o de los siete sacramentos, por medio de los
cuales da la vida a las almas. Algunos se complacen en aplicarlas a las tres
virtudes teologales y las cuatro cardinales, que son fundamento y sostén de
la vida de las almas; y otros a los apóstoles y sus sucesores, los obispos y
doctores de la Iglesia. De las víctimas (comenta Henri Lesétre,
Le lime des Proverbes, París 1879)): “Esta
inmolación es principalmente la del Hijo de Dios sobre la cruz de modo
cruento; en el cenáculo y en el altar, de modo incruento... La Iglesia,
observa, adoptando y repitiendo este paso en el Oficio del Santísimo
Sacramento, no hace más que reproducir el pensamiento general de los Padres”.
Con la víctima inmolada en la casa de su humanidad, Lesétre
ve las víctimas inmoladas en la casa de su Iglesia, que son los mártires.
Estos son también víctimas que con sus merecimientos para el Cuerpo místico y
con su ejemplo heroico sostienen con Cristo la vida de los cristianos. El
vino mezclado recuerda el que, mezclado con agua, utilizó Jesús en la noche
de la cena y el que, con las gotas de agua, se utiliza cada día en nuestros
altares para la consagración. La mesa recuerda el altar, sobre el que se
coloca el pan y el vino, que, convertidos en el cuerpo y sangre de Cristo,
sirve de alimento a las almas que se acercan a él para participar del
banquete eucarístico. El pan y el vino, en la nueva alianza, son la palabra
de Dios contenida en la Sagrada Escritura, alimento espiritual de la
inteligencia, y el cuerpo y sangre de Jesucristo, alimento real del alma, sin
el cual ésta no puede vivir. Las doncellas enviadas a hacer la invitación
prefiguran a los apóstoles y, después de ellos, a los ministros de la
iglesia, que han de llamar a los fieles al doble banquete de la instrucción
cristiana y a la Eucaristía. Los simples, a quienes en particular se dirige
la invitación de la sabiduría, nos hace pensar en la preferencia de
Jesucristo por los sencillos, los ignorantes, los pobres, los pecadores. (LA BIBLIA COMENTADA, LIBROS SAPIENCIALES, ADAPTACION PEDAGOGICA: Dr.
Carlos Etchevarne, Bach. Teol) 3. EL SEÑOR ES PROTECTOR DE LOS JUSTOS,
SALMO 33, 2-3. 10-15 Frente a este don de Dios, el salmo bendice y alaba al Señor. Participamos de esta oración, aclamando: ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! Sal 33, 2-3. 10-15 R. ¡Gusten y vean qué bueno es
el Señor! Bendeciré al Señor en todo
tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el
Señor; que lo oigan los humildes y se alegren. R. Teman al Señor, todos sus
santos, porque nada faltará a los que lo temen. Los ricos se empobrecen y
sufren hambre, pero los que buscan al Señor no carecen de nada. R. Vengan, hijos, escuchen: voy a
enseñarles el temor del Señor. ¿Quién es el hombre que ama la vida y desea
gozar de días felices? R. Guarda tu lengua del mal, y tus
labios de palabras mentirosas. Apártate del mal y practica el bien, busca la
paz y sigue tras ella. R. En la Liturgia de este domingo, se repite esta composición del salmo 33, la que podemos agrupar en dos secciones: a) acción de gracias por haber salido de un peligro (2-11); b) la protección del Señor sobre los justos (12-22). El los versos elegido para la Liturgia de este domingo 19, reconociendo la ayuda del Señor, el salmo alaba y glorifica a Dios con la antífona: 3.1 BENDECIRÉ
AL SEÑOR EN TODO TIEMPO El salmista inicia un himno de
alabanza al Señor para que los que le escuchan se relacionen con El. “Bendeciré al Señor en todo tiempo, su
alabanza estará siempre en mis labios”. Los humildes serán los
primeros que se asociarán a su alabanza, porque serán los primeros en
reconocer la mano protectora del Señor en sus vidas de sufrimiento. “Mi
alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren”.
Humildes aquí no significa tanto los que practican la virtud de la humildad
cuanto los “piadosos” o seguidores incondicionales del Señor por sus
preceptos, y, como tales, muestran espíritu de obediencia y docilidad; son
los que aman al Señor y lo siguen
fervorosos y que por lo general eran de las clases sociales modestas.
Estos serían los que mejor entenderían los favores otorgados al salmista. Por
ello les invita a magnificar a al Señor, reconociendo su grandeza y
celebrando su soberanía sobre todo. Tiene una experiencia personal de su
protección, que le libró de sus temores: “Busqué al Señor: Él me respondió y me
libró de todos mis temores”. Dios es la fuente de la luz y de
la vida; de El procede la vida espiritual y la física, y, por tanto, la
felicidad; por ello, el salmista invita a que los humildes, que saben valorar
las íntimas alegrías de la amistad divina, se dirijan hacia El, pues serán iluminados, en cuanto que sus rostros
volverán radiantes de alegría y de optimismo ante la vida, porque saben que
tienen a Dios a su lado; “Miren hacia él y quedarán
resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán”. Nunca serán
confundidos o avergonzados de haber confiado en el Señor, pues en la hora
difícil les tenderá la mano. El salmista habla por propia experiencia, “Este
pobre hombre invocó al Señor”, pues el
Señor le salvó de todas sus angustias: Él lo escuchó y lo salvó de sus
angustias”. 4. SEGUNDA LECTURA Ef 5, 15-20 San Pablo nos exhorta a vivir con una sabia sensatez, aprovechando el tiempo de esta vida. El problema para el cristiano consiste en vivir y celebrar el tiempo del hombre como tiempo de Dios simultáneamente. Sólo así se saca verdadero provecho del tiempo presente. La tentación permanente reside en elegir de un lado o del otro. O nos evadimos en el tiempo de Dios por una esperanza prematura o desencadenada; o absolutizamos el tiempo del hombre, dramatizando así los simples accidentes del trayecto. Pero el Padre es tan respetuoso de la libertad humana que no se le impone en forma avasalladora, sino que le deja un espacio de libre búsqueda. Por eso el cristiano debe estar atento a la bolsa de los valores del Reino, para saber comprar la ocasión ofrecida. Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los cristianos de Éfeso 5, 15-20 Hermanos: Cuiden mucho su
conducta y no procedan como necios, sino como personas sensatas que saben
aprovechar bien el momento presente, porque estos tiempos son malos. No sean
irresponsables, sino traten de saber cuál es la voluntad del Señor. No abusen
del vino que lleva al libertinaje; más bien, llénense del Espíritu Santo.
Cuando se reúnan, reciten salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y
celebrando al Señor de todo corazón. Siempre y por cualquier motivo, den
gracias a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo. Palabra de Dios. 3.2 EFESIOS Era
Éfeso una de las ciudades más conocidas del mundo greco-romano, y sabemos que
allí fundó San Pablo una floreciente comunidad cristiana (Cf. Hech 19:1-41).
Parece obvio, pues, suponer que sean los fieles de Éfeso los destinatarios de
la carta, ya que en todos los manuscritos griegos y versiones aparece con el
título A los Efesios. Cierto que estos títulos no son de San Pablo, pero
están puestos ya desde muy antiguo e indican claramente una tradición. Por lo
demás, en la misma carta se dice:” a los santos que están en Éfeso” (1:1). La
opinión tradicional (Orígenes, San Jerónimo, Santo Tomás) ha sido que la
carta fue dirigida efectivamente a la iglesia de Éfeso. Allí vivió el Apóstol
San Pablo cerca de tres años, y a cuyos fieles conocía personalmente y
recordaba con cariño (cf. Hech 20:17-38). Esta
carta a los Efesiós, en gran himno de bendición,
donde celebra el misterio que Dios Padre ha manifestado en Jesucristo: el
proyecto de salvación del que todos los hombres están llamados a
beneficiarse. Jesucristo es el modelo y el artífice del plan eterno de Dios.
Todo tiene lugar en él y por medio de él: el don gratuito de la elección y de
la adopción filial, la redención llevada a cabo a través del perdón de los
pecados, la revelación de la sabia voluntad de Dios y su actuación en la
plenitud de los tiempos. 3.3 LLÉNENSE DEL ESPÍRITU SANTO Del mismo texto de esta carta a los
Efesios; “En otro tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor”
(Ef 5,8). Vivir como “hijos de la luz” significa producir los frutos de la
luz (Ef 8-10); llevar a la luz a los que se encuentran en las tinieblas (Ef 11-14); y este fragmento de la carta que
leemos hoy, buscar con sabiduría la voluntad de Dios vigilando nuestra propia
conducta; “traten de saber cuál es la voluntad del Señor”. Y dejarnos
llenar del Espíritu Santo; “llénense del Espíritu Santo”. “Aprovechar bien el momento presente”; la palabra griega empleada, kairós, tiene un valor más rico que nuestro término tiempo. Incluye también el contenido de este tiempo, la situación que crea y las posibilidades que ofrece. No se trata de una realidad anónima o indiferente, sino de un momento favorable, de un tiempo oportuno. El cristiano posee este tiempo decisivo. Como hombre del Espíritu, posee la capacidad de reconocer la presencia de Dios y de realizar su voluntad (Gal 6,10), viendo la posibilidad de cumplir las exigencias del Espíritu. “No abusen del vino que lleva al libertinaje; más bien, llénense del Espíritu Santo”. La amonestación para que no se emborrachen con vino resulta verdaderamente sorprendente. Y además, si prosiguiera la serie de las exhortaciones particulares iniciada más arriba (Ef 4,25), cabría esperar, contra el alcoholismo, una invitación a la templanza. Lo que Pablo le opone, sin embargo, es que se llenen del Espíritu (o que se “embriaguen del Espíritu”, según algunas traducciones). A continuación, habla de actividades que no es posible imaginar más que en el contexto de una comunidad litúrgica. El paso no se da de una manera explícita, pero si hemos de arriesgar una interpretación, nos viene a la mente pensar que -de vez en cuando- el hombre necesita ser aliviado de las preocupaciones de todos los días y vivir en “otro mundo”. Ahora bien, ha de ser en un mundo en el que el Espíritu pueda aliviarle, dándole un pequeño anticipo de la vida en Dios, hacia la cual nos dirigimos. 3.4 CUANDO SE REÚNAN, RECITEN SALMOS, HIMNOS
Y CANTOS ESPIRITUALES, CANTANDO Y CELEBRANDO AL SEÑOR DE TODO CORAZÓN El Apóstol San Pablo, insiste sobre todo en los pecados de la carne, tan extendidos entre los paganos (cf. Rom 1:24-27; 1 Cor 5:10), y que los cristianos deben evitar. Comienza con la recomendación general, propuesta ya antes por Jesucristo, de que los cristianos deben esforzarse por imitar al Padre que tenemos en los cielos; “Sean, en fin, imitadores de Dios, como hijos amados” (Ef.1, 1; cf. Mt 5:48). Luego, fijando su mirada en Cristo, dice que la vida del cristiano debe estar totalmente informada por la caridad, a ejemplo de aquel que para demostrarnos su amor se ofreció en sacrificio a Dios por nosotros en suave olor; “vivid en caridad, como Cristo nos amó y se entregó por nosotros en oblación y sacrificio a Dios en olor suave”. (Ef.2). Evidentemente, es una alusión al sacrificio cruento de la cruz, en el cual Jesucristo fue a la vez víctima y sacerdote (cf. Heb 10:5-14). La expresión “en olor suave,” significando que se trata de víctima agradable a Dios, está inspirada en el humo del incienso en los sacrificios (cf. Gen 8:21; Lev 1:9). Los pecados enumerados en Ef 5,
3-5, fornicación y cualquier género de impureza o avaricia, palabras torpes,
groserías, etc, nos hablan de la impureza. El término “avaricia” tiene aquí
su sentido obvio de avidez en poseer más y más, que convierte al hombre en
esclavo del dinero, del que hace su dios (cf. Mt 6:24), y que, junto con la
impureza, era otro de los grandes vicios de la sociedad pagana (cf. Rom 1:29).
Todos estos pecados nos excluyen del reino de Dios, y ni siquiera deben
“nombrarse” entre los cristianos (Ef. 5, 8). Sigue ahora (Ef 5, 6-20) una
serie de consejos que, dada la manera de expresarse del Apóstol, parecen
referirse a las reuniones cultuales de los gentiles, donde se daban múltiples
abusos, que los cristianos deben evitar, sustituyendo aquellas reuniones
orgiásticas y tenebrosas por otras espirituales y llenas de luz. Esos que
tratan de arrastrarles a su modo de vivir “con razonamientos vanos” (Ef 5,
6-7) serían los propagandistas de esos cultos; cultos tenebrosos (Ef. 11-12),
donde abundaba el vino y la liviandad a los que el Apóstol contrapone la
luminosidad de los cultos cristianos; “y
todas estas torpezas, una vez manifestadas por la luz, quedan al descubierto,
y todo lo descubierto, luz es”. (Ef. 5.13-14), donde, en vez de vino y
liviandad, hay cánticos y acción de gracias a Dios, fruto de la inspiración
del Espíritu Santo; “Cuando
se reúnan, reciten salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y
celebrando al Señor de todo corazón. Siempre y por cualquier motivo, den
gracias a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo”. 5. EVANGELIO Jn 6, 51-59 Jesús explica con insistencia que él es el Pan bajado del cielo y necesitamos comerlo para tener la verdadera vida en nosotros. La carne del Hijo del hombre para la vida del mundo, entraña, para Juan, todo el realismo de la Encarnación hasta la muerte en la cruz. Comer la carne y beber la sangre del Hijo del hombre es entrar en el itinerario de obediencia al Padre, hasta la cruz, es aceptar ser alimentado por este pan y saciado por esta bebida. Éstas son las realidades de fe a las que nos remite la celebración de la Eucaristía. Por tanto, nuestra Iglesia nunca debería recurrir a signos deslumbrantes para imponerse a los hombres, sino correr la misma suerte del Maestro, aceptando el escándalo de los no contaminados de este mundo. Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Juan 6, 51-59 Jesús dijo a los judíos: “Yo
soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente,
y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”. Los judíos
discutían entre sí, diciendo: ¿Cómo este hombre puede darnos a comer su
carne?. Jesús les respondió: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo
del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi
carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último
día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como
yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la
misma manera, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo;
no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá
eternamente”. Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún. Palabra del Señor. 5.1
YO SOY EL PAN VIVO BAJADO DEL CIELO” El
que come de este pan vivirá siempre. Y el pan que yo daré es mi carne. Yo la
doy para la vida del mundo”. En esta parte del fragmento de
este evangelio, San Juan concluye el “discurso del pan de vida”, y el relato
está unido a todo cuanto el evangelista nos ha dicho anteriormente; sin
embargo, el mensaje se hace aquí más profundo y se vuelve más sacrificial y
eucarístico. Se trata de hacer sitio a la persona de Jesús en su dimensión
eucarística. Jesús es el pan de vida no sólo por lo que hace, sino
especialmente en el sacramento de la eucaristía, lugar de unidad del creyente
con Cristo. Jesús-pan queda identificado con su humanidad, la misma que será
sacrificada para salvación de los hombres en la muerte de cruz. Jesús es el
pan -bien como Palabra de Dios o como víctima sacrificial- que se hace don
por amor al hombre. La
subsiguiente murmuración de los judíos los cuales se preguntaban:”
¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”, denuncia la mentalidad
incrédula de quienes no se dejan regenerar por el Espíritu y no pretenden
adherirse a Jesús. Jesús
insiste con vigor exhortando a consumir el pan eucarístico para participar en
su vida: “Yo os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del
hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros”. Más aún,
anuncia los frutos extraordinarios que obtendrán los que participen en el
banquete eucarístico: quien permanece en Cristo y participa en su misterio
pascual permanece en él con una unión íntima y duradera; “El que come
mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo le resucitaré el último
día”. El discípulo de Jesús recibe como don la vida en Cristo,
que supera todas las expectativas humanas porque es resurrección e
inmortalidad; “el que coma de este pan vivirá para siempre”. 5.2 EL
QUE COME MI CARNE Y BEBE MI SANGRE TIENE VIDA ETERNA. Jesús,
nos explica cuidadosamente, en forma muy explicita,
con una claridad admirable la eucaristía, se repiten algunos conceptos ya
antes dicho, pero con un nuevo matiz, con un cambio notable, ya no dice el
que cree, sino que El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna. En
el fragmento anterior de este Evangelio, (v 48), Jesús se proclama a sí
mismo: Yo soy el pan de vida. Es pan de vida, en el sentido que El causa y
dispensa esta vida (San Juan 6:35.50.51.53-58). En
este mismo Evangelio, fragmento anterior, (v 30.31) los judíos le habían
hecho ver o argüir el prodigio del maná, que Dios hizo en favor de los padres
en el desierto. Y Jesús recoge ahora aquella alusión para decirles, una vez
más, que aquel pan no era el pan verdadero. Era sólo un alimento temporal.
Por eso, los padres comieron de él, pero murieron. Hay,
en cambio, un pan verdadero. Y éste es el que está bajando del cielo,
precisamente para que el que coma de él no muera. No morirá en el espíritu,
ni eternamente en el cuerpo. Porque este pan postula la misma resurrección
corporal. Es
interesante notar la formulación del versículo 58, Jesús ahora no dice: “Yo
soy el pan vivo,” sino “Este es el pan bajado del cielo”
con lo que se palpa muy de cerca la fórmula de la consagración eucarística: “Este
es mi cuerpo.” Y
este pan hasta aquí aludido encuentra de pronto su concreción:
“Yo soy el pan vivo bajado del cielo”. Antes (v.48) se definió como
el Pan de vida, acusando el efecto que causaría ser comido y masticado en el
alma; ahora se define por la naturaleza misma viviente: tiene en sí mismo la
vida (San Juan 5:26). 5.3 EL QUE COMA DE ESTE PAN VIVIRÁ PARA
SIEMPRE Y la
tiene, porque ese pan es el mismo Jesús, que bajó del cielo en la
encarnación, cuyo momento histórico en que se realizó esa bajada se acusa por
la forma como los dice. Es el verbo que tomó carne. Y al tomarla, es pan
vivo. Porque es la carne del Verbo, en quien, en el principio, ya estaba la
vida (San Juan 1:4) que va a comunicar a los seres humanos. Si
ese pan es viviente, no puede menos de conferir esa vida y vivificar así al
que lo recibe. Y como la vida que tiene y dispensa es eterna, se sigue que el
que coma de este pan vivirá para siempre, porque tendrá Vida eterna El tema,
una vez más, se presenta, según la naturaleza de las cosas, sapiencialmente,
sin considerarse posibles deserciones o abandonos que impidan o destruyan en
el sujeto esta vida eterna (San Juan 15:1-7). Y
aún se matiza más la naturaleza de este pan: “el pan que yo daré es mi
carne para la Vida del mundo”. Al
hablarles antes del Pan de vida, que era asimilación de Jesús por la fe, se
exigía el venir y el creer en El, ambos verbos en participio de presente,
como una necesidad siempre actual (v.35); pero ahora este Pan de vida se
anuncia que él lo dará en el futuro. Es, se verá, la santa Eucaristía, que
aún no fue instituida. Un año más tarde de esta promesa, este pan será manjar
que ya estará en la tierra para alimento de los seres humanos. Con ello se
acusa la perspectiva eclesial eucarística. Éste
pan es, dice Jesús, “mi carne, pero dada en favor y en provecho
de la vida del mundo”. Este pasaje es, doctrinalmente, muy
importante. Se
trata, manifiestamente, de destacar la relación de la Eucaristía con la
muerte de Jesús, como lo hacen los sinópticos y Pablo. San Juan utilizará el
término más primitivo y original de carne. Si
la proposición vida del mundo concordase directamente con el pan, se tendría,
hasta por exigencia gramatical, la enseñanza del valor sacrifical de la
Eucaristía. Pero vida del mundo ha de concordar lógicamente con mi carne, y
esto tanto gramatical como conceptualmente. 5.4 ES LA CARNE DE JESÚS Pero
ya, sin más, se ve que esta carne de Jesús, que se contiene en este pan que
Jesús dará, es la carne de Jesús; pero no de cualquier manera, , la carne de
Jesús como estaba en su nacimiento, sino en cuanto entregada a la muerte para
provecho del mundo, mi carne para la Vida del mundo es la equivalente, y está
muy próxima de la de Lucas-Pablo: Esto es mi cuerpo, que se da por vosotros
(a la muerte)” (Lc 22:19; 1 Cor 11:24). Aquí
Jesús no habla de la entrega de su vida sino de la entrega de su carne.
Podría ser porque se piensa en la participación del cuerpo y sangre en el
banquete eucarístico, o porque se piensa en la unidad del sacrificio
eucarístico/Calvario. Y ésta,
para San Juan, es el pan que contiene la carne de Jesús. En el uso semita,
carne, o carne y sangre, designa el hombre entero, el ser humano completo.
Aquí la Eucaristía es la carne de Jesús, pero en cuanto está sacrificada e
inmolada por la vida del mundo Precisamente el uso aquí de la palabra carne,
que es la palabra aramea que, seguramente, Jesús usó en la consagración del
pan, unida también al el pan que yo daré, es un buen índice de la evocación
litúrgica de la Eucaristía que San Juan hace con estas palabras. Si
por una lógica filosófica no se podría concluir que por el solo hecho de
contener la Eucaristía la carne de Jesús inmolada no fuese ella actualmente
verdadero sacrificio, esto se concluye de esta enseñanza de San Juan al
valorar esta expresión tanto en el medio ambiente cultual judío como
grecorromano. 5.5 ¿CÓMO ESTE HOMBRE PUEDE DARNOS A COMER SU
CARNE? Ante
la afirmación de Jesús de dar a comer un pan que era precisamente su carne,
los judíos no sólo susurraban o murmuraban como antes, al decir que bajó del
cielo (v.41), sino que, ante esta afirmación, hay una protesta y disputa
abierta, acalorada y prolongada entre ellos, como lo indica la forma
imperfecta en que se expresa: ¿Cómo este hombre puede darnos a comer su
carne? Esto sugiere acaso, más que un bloque cerrado de censura, el
que unos rechazasen la proposición de comer ese pan, que era su carne, como
absurda y ofensiva contra las prescripciones de la misma Ley, por
considerársela con sabor de antropofagia, mientras que otros pudiesen opinar
(San Juan 6:68), llenos de admiración y del prestigio de Jesús, el que no se
hubiesen entendido bien sus palabras, o que hubiese que entenderlas en un
sentido figurado y nuevo, como lo tienen en el otro discurso (San Juan
7:42.43; 10:19-21). Preguntaban
despectivamente el cómo podía darles a comer su carne. ¡El eterno cómo del
racionalismo! Ante este alboroto, Jesús no sólo no corrige su afirmación, la
atenúa o explica, sino que la reafirma, exponiéndola aún más clara y
fuertemente, con un realismo máximo. La expresión se hace con la fórmula
introductoria solemne de "Les aseguro que, y liego les agrega;
si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán
Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y
yo lo resucitaré en el último día”. 5.6 LA NECESIDAD DE COMER Y BEBER LA CARNE Y
SANGRE DE JESÚS La
doctrina que aquí se expone es por una parte la necesidad de comer y beber la
carne y sangre de Jesús; por otra, porque sin ello no se tiene la vida eterna
como una realidad que ya está en el alma (San Juan 4:14.23), y que sitúa ya
al alma en la vida eterna, y finalmente y como consecuencia de la posesión de
la vida eterna, que esta comida y bebida confieren, se enseña el valor
escatológico de este alimento, pues exigido por él, por la vida eterna por él
conferida, Jesús, a los que así hayan sido nutridos, los resucitará en el
cuerpo en el último día. La
enseñanza trascendental que aquí se hace es la de la realidad eucarística del
cuerpo y sangre de Jesús como medio de participar en el sacrificio de Jesús:
necesidad absoluta para el cristiano. Sacrificio que está y se renueva en
esta ingesta sacrificial eucarística. Como
verdadera comida y bebida que son la carne y la sangre eucarísticas de Jesús,
producen en el alma los efectos espirituales del alimento. “El
que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él”. Es
una forma que aquí se usa para expresar esta presencia de Jesús en el alma,
la unión de ambos, tiene en los escritos de San Juan el valor, no de una
simple presencia física, aunque eucarística, sino el de una unión y sociedad
muy estrecha, muy íntima (San Juan 14:10.20; 15:4.5; 17:21; 1 San Juan 3:24;
4:15.16). Este es el efecto eucarístico en el alma: así como el alimento se
hace uno con la persona, así aquí la asimilación es a la inversa: el alma es
poseída por la fuerza vital del alimento eucarístico. 5.7 COMO YO, QUE HE SIDO ENVIADO POR EL PADRE
QUE TIENE VIDA, VIVO POR EL PADRE Luego
Jesús nos dice; “Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene vida, vivo
por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí”. Así
como Jesús vive por el Padre, del que recibe la vida (San Juan 5:26), así
también el que recibe eucarísticamente a Jesús vive por Jesús, pues El es el que le comunica, por necesidad, esa vida (San
Juan 1.16; 15:4-7). El Padre es la fuente de la vida que el Hijo goza; esta
vida, difundiéndose luego a su humanidad, constituye aquella plenitud de que
todos hemos de recibir (San Juan 1:16) 46. Así el discípulo que se nutre del
Pan de vida eucarístico se consagrará enteramente, por ello, a promover los
intereses de Jesús. Con esta interpretación estaríamos en presencia de una
noción nueva. Unido a Jesús en la Eucaristía, el fiel se consagraría
enteramente a promover los intereses de aquel que se le da a él. Finalmente,
san Juan ha querido precisar donde se dijo este discurso con exactitud, Jesús
enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún. “Jesús
enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún”. Talvez los hace, para certificar que
estas cosas se decían en reuniones públicas, no de una forma clandestina. Sus
características esenciales giran, más que sobre el sacramento en sí, sobre el
misterio de la persona y de la vida de Jesús, que se va revelando de manera
gradual. Ese misterio abarca en unidad la Palabra y el sacramento. La Palabra
y el sacramento ponen en marcha dos facultades humanas diferentes: la escucha
y la visión, que sitúan al hombre en una vida de comunión y obediencia a
Dios. Los
sacramentos nos comunican la gracia, la Eucaristía nos da a Jesucristo, el
mismo autor de la gracia, es así como la Eucaristía nos produce un efecto
admirable. San Agustín, en una ocasión nos indica: Al comer la carne de
Cristo y beber su sangre, nos transformamos en su sustancia. Deseosa
del “Pan Eterno”, Teresa de Jesus
dice con toda su alma qué; “Algunas veces me vienen unas ganas de
comulgar tan grandes... que, aunque me pusieran lanzas en los pechos, pasaría
por ellas” (Vida 39, 22). Cristo
Jesús, viva en nuestros corazones Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Muchas veces dijo Jesús a la gente: “El que tenga oídos, que oiga”. Reflexión a las Lecturas del Domingo XX Ciclo B Publicado en este link: PALABRA DE DIOS Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga Algunos conceptos están tomados de los comentarios a los Evangelios por Manuel de Tuya, O. P. Comentarios a las Epístolas Paulinas, por Lorenzo Turrado. Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol. |
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