Reflexión desde las Lecturas del Domingo
XXIX Ciclo B Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso
Brant ocds 1.
SERVIR Y DAR LA
VIDA El texto de este Evangelio del domingo
vigésimo noveno, Mc 10,35-45, es un ejemplo más del contraste entre la
actitud de Jesús y la de los discípulos. Frente a la búsqueda de gloria
humana por parte de los discípulos, Jesús aparece una vez más como el “Siervo”
que da su vida en rescate por todos. Y su gloria consiste precisamente en
justificar a una multitud inmensa “Mi Servidor justo justificará a muchos y
cargará sobre sí las faltas de ellos”. (Primera Lectura Is 53,10-11). Para moderar las ansias de
grandeza de los discípulos Jesús ante todo exhibe su conducta y su estilo;
más que muchas explicaciones, les pone ante los ojos el camino que él mismo
sigue: del mismo modo, el que quiera ser realmente grande y primero no tiene
otro camino que hacerse siervo y esclavo de todos. La actitud de Jesús es
normativa para la comunidad cristiana. Ejercer la autoridad no es tiranizar,
sino servir y dar la vida. Como en tantos otros pasajes, Jesús corrige
a sus discípulos sus ideas excesivamente terrenas, sobre todo en su afán de
poder y dominio. Apuntados al seguimiento de Jesús, el Maestro, también
nosotros hemos de dejarnos corregir en nuestra mentalidad no evangélica. La
Iglesia, comunidad de los seguidores de Jesús, no es una sociedad o
institución cualquiera: el estilo de Jesús es radicalmente distinto al del
mundo. Frente a las pretensiones de grandeza, de
superioridad e incluso de dominio sobre los demás, Jesús propone el modelo de
su propia vida: la única grandeza es la de servir. Esto es lo que Él ha
hecho: El eterno e infinito Hijo de Dios se ha convertido voluntariamente en
esclavo andrajoso –y hace falta entender todo el realismo de la palabra, lo
que era un esclavo en tiempos de Jesús: alguien que no contaba, que no tenía
ningún derecho, que vivía degradado y humillado–, en esclavo de todos, y ha
ocupado en último lugar. Pero Jesús no es sólo un esclavo, con todo
lo que tiene de humillante; es “el Siervo de Yahvé”, que ha cargado con todos los
crímenes y pecados de la humanidad, que se ha hecho esclavo para liberar a
los que eran esclavos del pecado. Su servicio no es insignificante. Su
servicio consiste en dar la vida en rescate por todos. Y nosotros, apuntados
a la escuela de Jesús, somos llamados a seguirle por el mismo camino:
hacernos esclavos de todos y dar la vida en expiación por todos, para que
todo hombre oprimido por el pecado llegue a ser realmente libre. 2.
PRIMERA LECTURA El mensaje del siervo del Señor consiste
en que su figura tiende un puente entre la humillación y la exaltación.
Concentra en sí toda la historia de la salvación, que saca al hombre de
servidumbre y lo sitúa en vida plena. El Señor se revela en ese movimiento,
tanto en su origen como en su meta. La oración del inocente tiene audiencia;
es mediación atendida, salvadora; servicio infinito a la humanidad en
servidumbre. LECTURA
DEL LIBRO DE ISAÍAS Is 53, 10-11 El Señor quiso aplastarlo con el
sufrimiento. Si ofrece su vida en sacrificio de reparación, verá su descendencia,
prolongará sus días, y la voluntad del Señor se cumplirá por medio de él. A
causa de tantas fatigas, él verá la luz y, al saberlo, quedará saciado. Mi
Servidor justo justificará a muchos y cargará sobre sí las faltas de ellos. Palabra de Dios 2.1 ISAÍAS Y LOS CÁNTICOS DEL SIERVO DE YAHVÉ. El nombre de Isaías (en hebreo Yesa'yahu)
significa etimológicamente “Dios salva,” y parece reflejar simbólicamente la
misión de “salvación” del gran profeta escritor. La idea central de la predicación isaiana
es la de la “santidad” de Dios, que exige también una atmósfera de “santidad”
en el pueblo elegido. Por eso, el título que enfáticamente da el profeta a
Yahvé es del “Santo de Israel.” Toda su vida fue consagrada a esta misión de
preparar al pueblo espiritualmente para que fuera “santo,” en consonancia con
las exigencias de la “santidad” divina. Y su labor no sólo se limitó a la
predicación en el pueblo, sino que tuvo intervenciones solemnes, como
consejero, en los momentos críticos de la vida política de Judá. El párrafo que nos trae la Liturgia de
hoy, en síntesis, es parte del mensaje teológico y espiritual del “Cuarto
canto del Siervo de Yahvé. Este titulo honorifico en la Biblia se refiere a
un hombre previamente elegido por el Señor para instrumento de su obra de
salvación. Para la exégesis cristiana estos fragmentos, que giran en torno a
un misterioso personaje llamado Siervo de Yahvé, constituyen la culminación
de la revelación mesiánica en el Antiguo Testamento. Ninguna otra profecía
lleva el sello de lo divino y de lo paradójico como estas del Siervo de
Yahvé. En la literatura profética y salmódica es corriente presentar al
Mesías como dominador material, omnipotente, al modo de los antiguos
conquistadores orientales entronizado y tratando a sus súbditos como el
alfarero a sus tornos. En las profecías suele haber, al lado de una
concepción moral grandiosa al anunciar un Rey que implanta un reinado de
justicia y de equidad, un ropaje literario nacionalista, que es, sin duda, un
tributo a la mentalidad del Antiguo
Testamento del ambiente histórico. En cambio, en estos cánticos sobre el Siervo
de Yahvé nos encontramos un horizonte totalmente nuevo e inesperado, ya que
el futuro Mesías se presenta con los caracteres de modestia, humildad,
mansedumbre, y con un porte que suscita el desprecio en los que le
contemplan, y, sobre todo, triunfa por la muerte después de haber cumplido
una misión de predicación a todas las gentes y a su pueblo en particular. Es
más, sus sufrimientos y muerte misma tienen un carácter expiatorio, de
satisfacción delegada por los demás, concepto que es una verdadera isla en el
Antiguo Testamento. 2.2 GRACIAS A
LAS TRIBULACIONES SUFRIDAS, EL SIERVO VERA EL FRUTO DE ELLAS Todos sus sufrimientos no son sino
expresión de la voluntad de Dios, pues le había escogido para expiar los
pecados de muchos y en orden a su reconciliación con Dios. Por el hecho de
haber ofrecido su vida en sacrificio por el pecado; “El Señor quiso aplastarlo con
el sufrimiento. Si ofrece su vida en sacrificio de reparación”, Dios
le bendecirá y le otorgará una descendencia numerosa, “verá su descendencia,
prolongará sus días, y la voluntad del Señor se cumplirá por medio de él”,
y así los designios de Dios se cumplirán (el deseo de Yahvé prosperará en sus
manos) por su intervención; el deseo o designio del Señor es el plan de
nuestra salvación, la justificación y reconciliación de los hombres con Dios. A causa de tantas fatigas, él verá la luz
y, al saberlo, quedará saciado. Esto es, gracias a las
tribulaciones sufridas, el Siervo vera el fruto de ellas, es decir, las
muchedumbres (Is 53, 12), que serán
el botín de su pasión, conquistadas para Dios, y se saciará de su
conocimiento, sentirá una profunda satisfacción al conocer el fruto de sus
humillaciones y sufrimientos. En el supuesto de la exégesis católica de que
se trata aquí del Mesías Jesús, muerto y glorificado, la explicación es
sencilla, ya que Cristo, al entrar en el cielo victorioso, aparece aureolado,
según el Apocalipsis, del trofeo de su victoria, los redimidos del pecado,
los ciudadanos de la nueva Jerusalén, la Iglesia triunfante. Porque el Justo,
mi Siervo, justificará a muchos; “Mi Servidor justo justificará a muchos y
cargará sobre sí las faltas de ellos”, reconciliándolos con Dios por haber cargado con las iniquidades
de ellos. Los sufrimientos del Siervo han aplacado la ira divina, y su fruto
será un ejército innumerable de rescatados, es decir su botín será tan grande que dividirá la presa con los poderosos; “Por
eso yo le daré por parte suya muchedumbres, y dividirá la presa con los
poderosos por haberse entregado a la muerte y haber sido contado entre los
pecadores, llevando sobre sí los pecados de muchos e intercediendo por los
pecadores”. (Is 53,12); expresión
proverbial para indicar una gran victoria (“Mejor
es humillar el corazón con los humildes que partir con los soberbios los
despojos” Prov 16:19). Y todo esto después de haber sido entregado a la
muerte, figurando como malhechor, para expiar por los pecadores. San Pablo
nos dirá que Cristo se hizo “pecado” para expiar por nuestros pecados (2 Cor
5:21). Es el mejor comentario a la frase del poema del Siervo de Yahvé. Los
Santos Padres han considerado todo este cántico como un quinto evangelio, ya
que encuentra su pleno paralelo y cumplimiento en los relatos de la pasión de
Jesucristo. 3.
SALMO, DIOS,
CREADOR DEL UNIVERSO Y PROTECTOR DE LOS FIELES. Este salmo es un poema y un himno a la
omnipotencia y justicia del Señor. Se canta el señorío de Dios sobre el
universo como Creador y su fidelidad hacia su pueblo elegido, Israel, y a los
que le son fieles. En este sentido, la composición es como una justificación
de la exhortación a alegrarse en el Señor. El estilo majestuoso y solemne de los
primeros versos, “Aclamen, justos, al Señor”, es una gran invitación a alabar
al Señor, por eso sigue; “Alaben al Señor con la citara, ensálcelo con el
arpa de diez cuerdas, cántenles un cántico nuevo, etc. y luego viene el verso
de la Liturgia de hoy, “La palabra del Señor es recta y él obra
siempre con lealtad; él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena
de su amor “, todo esto porque Él es digno de especial alabanza y
confianza: por sus atributos morales, por su misericordia y su protección
ante la muerte. “Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que
esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte” La Liturgia de este domingo, solo ha
tomado algunos versos de este Salmo, por lo que les invito a rezarlo en
alguna oportunidad con toda sus estructura, a fin de apreciar su simetría, junto
a la bella y notable distribución de las ideas, así de esta forma, darse
cuenta del estilo majestuoso y solemne que nos hace el poeta para alabar al
Señor, en los versos 1 al 3, la profesión de confianza en Dios de los versos
20 al 22, tanto por sus atributos morales, versos 4 al 5, como por su
omnipotencia creadora de los versos 6 al 9, por su providencia de los versos
10 al 11, por la elección de Israel, versos 12 al 15, del que es Protector,
versos 16 al 19. Sal 32, 4-5. 18-20. 22 R. Señor, que descienda tu amor sobre
nosotros. La palabra del Señores recta y Él obra
siempre con lealtad; El ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena
de su amor. R. Los ojos del Señor están fijos sobre sus
fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la
muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R. Nuestra alma espera en el Señor: Él es
nuestra ayuda y nuestro escudo. Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti. R. 3.1 SEÑOR, QUE
DESCIENDA TU AMOR SOBRE NOSOTROS. “Porque la palabra del Señor es recta y él
obra siempre con lealtad; él ama la justicia y el derecho, y la tierra está
llena de su amor”. El salmista se refiere a términos como la
“palabra”, con el deseo de celebrar la palabra creadora de Dios, la “lealtad”
porque admira la nobleza de Dios, la “justicia”, porque reconoce a un Dios
ecuánime y el “Amor”, porque el siente y conoce el cariño y la amistad de su
Dios con el y todo su pueblo. Es así entonces que canta con alegría: “Porque
la palabra del Señor es recta y él obra siempre con lealtad; él ama la
justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor”. Todo ellos
porque tiene la confianza que el Señor es fiel a su palabra, y todas sus
acciones llevan el sello de la verdad y de la fidelidad a sus promesas de
protección a los justos y cumplidores de su Ley. Toda su providencia está
gobernada por las exigencias de la justicia y del derecho, que es la
aplicación de aquélla en cada acto, es así como toda la tierra rebosa de la bondad
y piedad del Señor. “Los ojos del Señor están fijos sobre sus
fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la
muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia”. El salmista nos
habla de cómo el Señor mira a sus amigos, a los fieles, “Los ojos del Señor están fijos
sobre sus fieles”, frecuentemente agobiados y al borde del peligro de
muerte, los estimula a tener esperanza en el Señor de que Él nos los
abandonará y tampoco permitirá que se hundan en el abismo de la desgracia,
refiriéndose a los que “esperan en su misericordia, para librar sus vidas de
la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia”. Por tanto, el salmo
pasa a ser una llamada de fe y esperanza en el Señor que se compadece de la
debilidad de los hombres. La omnipotencia divina está al servicio
del justo, objeto de sus complacencias; por eso, en las horas de la
adversidad y de la miseria, los libra de la muerte violenta y los mantiene y
los sustenta en la necesidad. “sustentarlos en el tiempo de indigencia”. “Nuestra alma espera en el Señor: Él es
nuestra ayuda y nuestro escudo. Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti”. De los versos
finales, se obtienen la conclusión de la doctrina expuesta, si el Señor es
único que da la salvación y la victoria, el alma del justo debe confiarse a
El como único auxilio y escudo protector. “Él es nuestra ayuda y nuestro
escudo”. Esta certeza de estar bajo la protección
del Señor, “Nuestra alma espera en el Señor” “crea en el alma una íntima
satisfacción y alegría, pues su nombre, lleno de misterio, es también prenda
de salvación. Por tanto este salmo se termina con el deseo de ser esencia
benévola de la piedad divina. Tal como era el deseo del salmista, es
también nuestro anhelo el ser objeto compasivo y amoroso de la piedad divina,
por que siempre estamos necesitados de la protección de Dios todopoderoso,
por eso nos unimos con entusiasmo al canto de la antífona, “Señor,
que descienda tu amor sobre nosotros”. 4.
SEGUNDA LECTURA En la Iglesia el sacerdocio no es un
privilegio o una excepción, sino una participación total en el esfuerzo
humano. Sólo en Jesús encontramos el único sumo sacerdote que cuenta, ya que
él ha compartido toda la debilidad humana menos el pecado y nos ha logrado la
salvación que esperamos. LECTURA
DE LA CARTA A LOS HEBREOS. Hermanos: Ya que tenemos en Jesús, el Hijo
de Dios, un Sumo Sacerdote insigne que penetró en el cielo, permanezcamos
firmes en la confesión de nuestra fe. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote
incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario, Él fue
sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado. Vayamos,
entonces, confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia
y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno. Palabra de Dios 4.1 UN SUMO
SACERDOTE INSIGNE QUE PENETRÓ EN EL CIELO Breve y conmovedora exhortación a la
confianza. La idea fundamental es que, teniendo un tal Pontífice, Jesucristo,
Hijo de Dios, que ha entrado ya en el lugar del descanso e intercede por
nosotros ante el trono del Padre, no deben desanimarnos las dificultades. En
este sentido, la presente historia es conclusión de lo que precede; así lo
insinúa, además la expresión; “Ya que tenemos en Jesús”. Sin embargo, no parece caber duda que el
autor de la carta está pensando en ofrecer también una especie de
introducción al tema que va a desarrollar a continuación, el del sacerdocio
de Jesucristo, en Hebreos 5:1-10, donde expone la finalidad de probar que
Jesucristo es nuestro sumo sacerdote, De Cristo sumo sacerdote se había hablado
ya anteriormente, pero como de pasada (Hebreos 2:17; 3:1); ahora se va a hablar de modo
amplio y directo a lo largo de varios capítulos. En esta especie de
introducción se le llama “Sumo
Sacerdote”, título de doble
grandeza, y se da a entender ya desde un principio que el santuario donde
ejerce su función sacerdotal medianera es el cielo, adonde subió, después de
haber padecido y muerto acá en la tierra para llevar a cabo la obra
redentora: “tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un Sumo Sacerdote insigne que
penetró en el cielo, permanezcamos firmes en la confesión de nuestra fe”.
Se añade que, no obstante su grandeza, está lleno de compasión hacia
nosotros, dispuesto a ayudarnos en todo, pues en su misma persona pasó por la
prueba de nuestras debilidades, excepto la del pecado; “Porque no tenemos un Sumo
Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario, Él
fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado”.
La conclusión, pues, se impone: con la presencia allí de Jesucristo,
acerquémonos con plena confianza al trono de Dios; “Vayamos, entonces,
confiadamente” el cual será para nosotros, no tribunal de justicia,
sino que: “trono de la gracia”,” de donde derivarán favores y ayudas
para cada ocasión y circunstancia: “a fin de obtener misericordia y alcanzar
la gracia de un auxilio oportuno”. Cabe destacar que Jesucristo, igual que
nosotros, padeció las “tentaciones” o “pruebas” de cansancio, hambre,
temor ante el sufrimiento “Él fue sometido a las mismas pruebas que
nosotros, a excepción del pecado”, incluso fue tentado por el diablo (cf. Lc
4:13). Sin embargo, cuando se metía de por medio el pecado, hubo una gran
diferencia: la de que El, no solamente no cometió pecado, sino que ni lo
podía cometer, y las tentaciones en este sentido no podían provenir sino del
exterior, como se relata en la tentación del Cristo en el desierto (Mt 4:8-10), nunca de su interior,
donde no existía esa lucha entre carne y espíritu que tantas veces a nosotros
nos arrastra al pecado (cf. Gal 5,
16-25). Mas esa “impecabilidad,” que le coloca aparte y por encima de
nosotros, en nada disminuía de “compadecerse de nuestras debilidades”. 5.
EVANGELIO La Iglesia debe presentar una imagen
distinta a la sociedad civil. En esta última frecuentemente el poder adquiere
la forma de tiranía y opresión. En la Iglesia, por el contrario, la autoridad
ha de ser un servicio. Por eso, todo intento de configurarla a imagen y
semejanza de una sociedad civil, contradice el Evangelio. Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos 10, 35-45 Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se
acercaron a Jesús y le dijeron: “Maestro, queremos que nos concedas lo que te
vamos a pedir”. Él les respondió: “Qué quieren que haga por ustedes?” Ellos
le dijeron: “Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda,
cuando estés en tu gloria”. Jesús les dijo: “No saben lo que piden. ¿Pueden
beber el cáliz que Yo beberé y recibir el bautismo que Yo recibiré?”
“Podemos”, le respondieron. Entonces Jesús agregó: “Ustedes beberán el cáliz
que Yo beberé y recibirán el mismo bautismo que Yo. En cuanto a sentarse a mi
derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlos, sino que esos puestos
son para quienes han sido destinados”. Los otros diez, que habían oído a
Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. Jesús los llamó y les dijo:
“Ustedes saben que aquéllos a quienes se considera gobernantes, dominan a las
naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su
autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser
grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que
se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser
servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”. Palabra del Señor 5.1 EL MISMO
HIJO DEL HOMBRE NO VINO PARA SER SERVIDO, SINO PARA SERVIR “Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se
acercaron a Jesús y le dijeron: Maestro, queremos que nos concedas lo que te
vamos a pedir”. En el Evangelio de San Marcos son
Juan y Santiago los que hacen la petición a Jesús, en cambio en el Evangelio de San Mateo es su
madre. Ambas divergencias se compaginan bien, porque ellos lo piden por su
madre, como recurso más discreto y hábil, o posiblemente se debe a las fuentes. En el fondo de la petición posiblemente hubiese
razones de posible parentesco,
(Junto a la cruz de Jesús estaban su
madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena Jn 19:25), Esta fuerza de parentesco, era de costumbres en esos tiempos. Ellos le dijeron a Jesús, “cuando estés en tu gloria”. En San Mateo se pide que se sienten
junto a El en tu reino. Parecería que se tratase de la fase celeste. Sin
embargo, en el medio ambiente se esperaba que el reinado del Mesías
precediese aquí a la fase final del reino de Dios. Esto es lo que piden, (“Los
que estaban reunidos le preguntaron: Señor, ¿es en este momento cuando vas a
restablecer el Reino de Israel?”(Hech1:6). Sin embargo,
parece aludir a la parusía, (“cuando venga en la gloria de su Padre con
los santos ángeles” Mc 8:38), aunque es discutible a qué aluden estos textos. La frase no es ajena a
la teología de San Marcos. Jesús les pone su ejemplo de servidor que vino a
dar la vida en redención por muchos; “Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser
servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”. Jesús censura la ambición de esta pretensión; “Jesús les dijo: “No saben lo que piden, ¿Pueden beber el cáliz que Yo beberé y
recibir el bautismo que Yo recibiré?”, y luego se daría por buena, al excusarla con la predestinación del
Padre. “En cuanto a
sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlos, sino que
esos puestos son para quienes han sido destinados”. La ambición que reflejan aquí los dos
apóstoles está en la misma línea de incomprensión de un Mesías doliente y de
su reino espiritual. Para ellos se pide los dos primeros puestos en su reino.
Se lo concibe como terreno. La petición no miraba sólo a los puestos de
honor, sino también a los de ejercicio y poder. Estos dos puestos
correlativos de su derecha e izquierda eran los dos primeros puestos de una
serie. Santiago y Juan, son primo de Jesús y quieren hacer prevalecer este parentesco. 5.2 ¿PUEDEN
BEBER EL CÁLIZ QUE YO BEBERÉ? En la respuesta de Jesús les corrige el
enfoque de su concepción terrena del reino. Este es de dolor, entonces Jesús
les pregunta; “¿Pueden beber el
cáliz que Yo beberé y recibir el bautismo que Yo recibiré?”, entonces nos preguntamos ¿Podrán ellos
beber el cáliz que a Él le aguarda de su pasión?, la pregunta es un contexto
lógico, para precisarles bien la naturaleza del reino. El martirio —
testimonio — estaba bien experimentado en la Iglesia a esta hora. En la literatura judía se presenta
frecuentemente el cáliz como imagen de alegría y fortuna, derivando acaso su
uso de los festines, pero luego, por influjo de la copa de la venganza
divina, que usaron los profetas, vino a significar también, y preferentemente,
el sufrimiento y la desgracia El mismo sentido tiene en la literatura
rabínica. El cáliz que Jesús bebería era el de su pasión y muerte. A la pregunta que les hace Jesús si
estarían dispuestos a “beber este cáliz” y a sumergirse, como El en este dolor, “Podemos”,
le respondieron”. No era una respuesta de fácil inconsciencia. Y Jesús les confirma, con
vaticinio, este martirio de dolor. De hecho, Santiago el Mayor sufrió el
martirio sobre el año 44, por orden de Agripa; (“Hizo morir por la espada a
Santiago, el hermano de Juan”-Hech 12:2), siendo decapitado. Juan murió en edad muy
avanzada de muerte natural; (“Corrió, pues, entre los hermanos la voz
de que este discípulo no moriría”. Jn
21:23) Pero, antes de ser desterrado a la isla de Patmos, sufrió el
martirio, pues fue sumergido en una caldera de aceite hirviendo, de la que
Dios le libró milagrosamente. Quedaba con ello corregido el erróneo
enfoque sobre la naturaleza de su reino. Y les aprobaba su coraje cristiano, cuyo
ímpetu se refleja en otras ocasiones. Pero había en esta petición un plan más
profundo del Padre que no competía a Jesús el cambiarlo; había en todo ello
una predestinación: “esos puestos son
para quienes han sido destinados” y Dios dispone
libremente de sus dones: de la donación gratuita de su reino y de los puestos
del mismo. 5.3 LOS OTROS DIEZ, QUE HABÍAN OÍDO A SANTIAGO Y A
JUAN, SE INDIGNARON CONTRA ELLOS “Los otros diez, que habían oído a Santiago y a
Juan, se indignaron contra ellos” por esta pretensión y proposición. Al ver aquella disputa, Jesús los llamó. Y va a restablecer la armonía
con una gran lección de humildad, dada especialmente para los que van a tener
puestos jerárquicos, para ellos, que son apóstoles y se sentarán en tronos en
su reino -Lc 22:30-. Les va a dar una lección por capítulo doble, primero con
la verdadera doctrina del mando, y luego con su mismo ejemplo. Es así como Jesús les dice; “Ustedes saben
que aquéllos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como
si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad”. En el mundo, los que gobiernan las
naciones fácilmente abusan de su poder, y, en lugar de ser en servicio
benéfico del bien común, lo es en provecho propio, y así oprimen a los
pueblos. Los apóstoles comprendieron y asumieron como misión el hecho
político y social desigual de su época. Eran galileos y habían oído hablar de
los abusos de Herodes el Grande, de Arquelao y Antipas, lo mismo que de los
abusos de algunos de los procuradores romanos. Y Jesús les pide a sus amigos; “Entre ustedes no debe suceder así”... En efecto, sucede de hecho, ya que no
es ésa la misión del poder entre gobernantes de pueblos, no ha de ser así
entre los que son apóstoles y se sentarán en tronos del reino para juzgar a
las doce tribus de Israel. 5.4 EL QUE QUIERA SER GRANDE QUE SE HAGA SERVIDOR DE
USTEDES Jesús luego les dice, “Al contrario, el
que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser
el primero, que se haga servidor de todos”. Porque que éstos no son para honor ni
provecho propio, sino para ministerio, servicio y provecho directo del bien
común. No siendo para provecho propio, en lugar de tener esos sentimientos de
ambición, si alguno pensase en ello, que piense que ha de tener sentimientos,
en este orden, de servidor y de servidor de todos. Pues ha de tener los
sentimientos de servicio. Deberá ser servidor de todos. Así enfocados, los
puestos jerárquicos y de mando cobran su auténtica proyección y excluyen
automáticamente las apetencias en el Reino terreno. Pues nadie tiene
apetencia por egoísmo de ser servidor de todos. Y luego de la doctrina, pone el gran
ejemplo de su vida, que es el Rey-Mesías. “Porque
el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su
vida en rescate por una multitud”. No vino a ser servido. Sus sufrimientos, su pobreza, las intrigas
armadas contra El, la perspectiva de su pasión y muerte, hacían ver bien que
no vino a ser servido, sino a servir; al contrario, vino a dar su “vida en rescate
por una multitud”. Esta enseñanza
de Jesús, responde a la idea de la liberación por
rescate, una liberación mediante un sacrificio, es decir dar su vida por
salvar a los hombres. 5.5 UNA GRAN LECCIÓN DE HUMILDAD Hay que saber beber a tiempo el cáliz
amargo de la Pasión, las contradicciones, las penas, las amarguras, las
tristezas y enfermedades, las persecuciones y las malas interpretaciones,
pero todo esto nos ayudará a purificar nuestros corazones y lo preparará la
gloria de la resurrección y luego, para la alegría del triunfo en unión con
Jesús, nuestro Señor. Jesús nos da en este fragmento del
Evangelio una gran lección de humildad, algo que para nosotros es necesario
comprender, nos llega a nuestro amor propio, o por que sufrimos si otros nos
aventajan, o porque queremos ser los primeros en todas partes, sobresaliendo
en todo y sin importar si estamos relegando a los demás. El tratar de ser
primeros, sin importar como y a costa de quien, no esta conforme al espíritu
cristiano. Jesús no enseño a ser humildes por amor a El. El que tiene que sobresalir siempre, es
Jesús y nosotros no ser notado. El Señor les Bendiga Pedro Sergio Antonio Donoso Brant XXIX Domingo Ciclo B El Señor les Bendiga, Cristo Jesús, viva en nuestros
corazones Publicado en este link: PALABRA DE DIOS Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y
Biblia de Jerusalén Algunos conceptos están tomados de los comentarios
a los Evangelios por Manuel de Tuya, O. P. Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr. Carlos
Etchevarne, Bach. Teol. Lectura de la Lectio Divina para cada día del año,
de Giorgio Zevini y Pier Giordano Cabra (Eds.) Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M.
Magdalena ocd. |
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