Reflexión desde las Lecturas del Domingo XXVIII,
Ciclo A Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1. RECHAZAR
LAS INVITACIONES DE DIOS La parábola de hoy – lo mismo que las de
los dos domingos anteriores – subraya la gravedad de la condena de Jesús. Más
aún que en la parábola de los viñadores homicidas, se subraya la ternura de
Dios. Él es el Rey que invita a los hombres a las bodas de su Hijo. Jesús
aparece como el Esposo que va a desposarse con la humanidad y todo hombre –
se llama a todos los que se encuentren en los cruces de los caminos – es
invitado a este festín nupcial, a esta intimidad gozosa. Las fuertes expresiones de la parábola –
el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos
homicidas e incendiaran su ciudad – indican las tremendas consecuencias del
rechazo de Cristo. Nosotros, que somos tan sensibles a las relaciones
sociales humanas, ¿nos damos cuenta de verdad de lo que significa rechazar
las invitaciones de Dios? El hecho de que a Dios no le veamos con los ojos o
de que Él no “proteste” cuando le decimos “no”, no quiere decir que el
rechazo de sus invitaciones no sea un desprecio bochornoso. Las excusas – el
campo, los negocios...– no son más que excusas y en realidad significan no
querer responder. También puede parecernos dura la última
parte de la parábola – el invitado que es arrojado fuera porque no lleva
vestido de bodas –. Dios invita a todos, no hace distinciones, la entrada en
la Iglesia es gratuita, pero no hemos de olvidar que se trata de la Iglesia
del Rey. El vestido de bodas, es decir, una vida según el evangelio, es
necesario. La gracia es exigente. Con Dios no se juega y no podemos juntar a Cristo y a Satanás. 2. PRIMERA
LECTURA Is 25, 6-10 ¿Cómo describir en palabras lo que Dios
nos tiene preparado? El profeta acumula aquí todos los signos de lo bueno, de
la abundancia, de la alegría, de la fiesta: manjares, vinos y no más
lágrimas. El Reino de Dios no es tristeza ni escasez, el Reino de Dios es un
banquete. Con la imagen de un banquete, el Señor anuncia a todos los pueblos
la felicidad eterna del cielo. Lectura del libro de Isaías. El Señor de los ejércitos ofrecerá a todos
los pueblos sobre esta montaña un banquete de manjares suculentos, un
banquete de vinos añejados, de manjares suculentos, medulosos, de vinos
añejados, decantados. Él arrancará sobre esta montaña el velo que cubre a
todos los pueblos, el paño tendido sobre todas las naciones. Destruirá la
muerte para siempre; el Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros, y
borrará sobre toda la tierra el oprobio de su pueblo, porque lo ha dicho él,
el Señor. Y se dirá en aquel día: “Ahí está nuestro Dios, de quien
esperábamos la salvación: es el Señor, en quien nosotros esperábamos;
¡alegrémonos y regocijémonos de su salvación!” Porque la mano del Señor se
posará sobre esta montaña. Palabra de Dios. 2.1 “AHÍ ESTÁ
NUESTRO DIOS, DE QUIEN ESPERÁBAMOS LA SALVACIÓN.” El profeta presenta inesperadamente un
cuadro fascinador y bellísimo, en el que resplandece en toda su amplitud el
universalismo mesiánico. “El Señor de los ejércitos ofrecerá a
todos los pueblos sobre esta montaña un banquete de manjares suculentos, un
banquete de vinos añejados, de manjares suculentos, medulosos, de vinos
añejados, decantados”. El Señor, es concebido como un gran señor que
da un banquete a todas las naciones en su mansión real, en este monte, Sión,
sede de la nueva teocracia. Los profetas presentaban las realidades
espirituales de la era mesiánica con imágenes vivas materiales para captar la
atención de sus oyentes. En realidad, el banquete mesiánico que Dios dará en
la era mesiánica sobrepasará a todas las descripciones proféticas, ya que
éstos nunca pudieron llegar a vislumbrar la realidad del banquete eucarístico
en toda su realidad espiritual y universal. Todas las imágenes materiales que
ellos proporcionan quedan en la realidad sublimadas y elevadas a una
categoría superior para ellos insospechada. Dios inaugurará con este banquete
mesiánico una era de alegría sin fin, quitando el velo o signo de duelo que
cubría el rostro de los pueblos, representados aquí como apesadumbrados y
tristes por la desgracia que sobre ellos pesa: “El Señor de los ejércitos
ofrecerá a todos los pueblos sobre esta montaña un banquete de manjares
suculentos, un banquete de vinos añejados, de manjares suculentos, medulosos,
de vinos añejados, decantados”. El velo era signo de duelo en la
antigüedad: “el Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros, y borrará sobre
toda la tierra el oprobio de su pueblo, porque lo ha dicho él, el Señor.”. Una vez quitado el velo de duelo, Dios
limpiará las lágrimas del rostro. La frase: “Destruirá la muerte para
siempre”, es considerada por
algunos críticos como comentario. San Pablo la trae para probar la
resurrección de los muertos, aunque un tanto cambiada con respecto al
original, pues lee: ha sido absorbida la muerte en la victoria (1 Cor 15:54).Dice
el Profeta; “Borrará sobre toda la tierra
el oprobio de su pueblo”, en
Dt 28:37 se anuncia a Israel que, sirviendo a dioses extraños, sufrirá la
afrenta y la mofa de parte de todos los pueblos, como consecuencia de haberse
salido del camino trazado por Dios. Ahora Dios les promete redimirlos de este
oprobio entre los pueblos, pues todas las gentes reconocerán la superioridad
del pueblo escogido. “Y se dirá en aquel día: “Ahí está nuestro
Dios, de quien esperábamos la salvación.” Parece que aquí
nos encontramos con otra sección, como indica el encabezamiento del “Y se dirá en aquel día”. La
salvación son los auxilios prestados por el Señor en los momentos de prueba
para su pueblo, que serán prenda del socorro que les proporcionará. “Es
el Señor, en quien nosotros esperábamos; ¡alegrémonos y regocijémonos de su
salvación!” Porque la mano del Señor se posará sobre esta montaña.” 3. SALMO
Sal 22, 1- 6 Ante el maravilloso designio que Dios anuncia,
el salmo expresa una profunda confianza. Participamos de esta oración,
aclamando R. El Señor nos prepara una mesa. El Señor es mi pastor, nada me puede
faltar. Él me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas
tranquilas y repara mis fuerzas. R. Me guía por el recto sendero, por amor de
su Nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque
tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza. R. Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis
enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa. R. Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo
largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo. R. 3.1 DIOS, PASTOR DEL
JUSTO. En este bello poema idílico, el salmista
juega con dos similitudes alegóricas, el buen pastor desde los versículos 1
al 4 y en los versículos siguientes al padre de familias, que hace gala de
espléndida y generosa hospitalidad. Bajo estas semejanzas, el salmista
expresa la confianza ciega del justo en la providencia solícita de su Dios.
Nada le puede turbar. El tono es marcadamente personal; por tanto, no se
presta a una interpretación colectiva. Como en los salmos anteriores, se atribuye
este magnífico segmento poético al propio David. Realmente, ninguno mejor que
David sabía lo que era la vida del pastor y su solicitud por las ovejas, pues
era su profesión en los tiempos de su niñez. Sin embargo, como en el
versículo 6 se alude a la “casa del Señor,” el templo de Jerusalén, parece
que la composición es posterior a Salomón, constructor del santuario. Desde el punto de vista doctrinal, el
salmo es una lección de confianza tranquila en Dios, solícito Pastor y Padre
de familias, que protege al huésped de todo peligro y le provee
abundantemente de todo. 3.2 EL SEÑOR BUEN
PASTOR En los primeros cuatro versículos,
bellísimamente, el salmista compara su Dios al pastor solícito; “El
Señor es mi pastor, nada me puede faltar”, que se preocupa de sus ovejas. Como tal, busca los mejores pastos
para su rebaño y las frescas aguas. “me conduce a las aguas tranquilas y repara
mis fuerzas”. En tierras un tanto estériles como las de Palestina,
los pequeños oasis y praderías son codiciosamente buscados por los pastores.
En los salmos es frecuente la afirmación que el Señor es el Pastor de Israel,
su pueblo. 3.3 EL SEÑOR
HOSPITALARIO. En los versículos siguientes, 5 y 6, hay
una nueva semejanza para expresar la providencia solícita del Señor para con
el salmista. Antes era el buen Pastor que le defendía contra los peligros y
le llevaba a fecundos pastizales, ahora es el bondadoso padre de familia que
recibe amorosamente al justo en su tienda, prodigándole todas las atenciones
que son de ley en la tradicional hospitalidad oriental. Frente a los “enemigos” del
salmista, para dar una sensación más de favor, el Señor dispone una mesa bien
abastecida a su huésped honrado, y, conforme al rito de las grandes casas
señoriales, le derrama el óleo sobre su cabeza; ”Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa”. En los banquetes orientales no puede
faltar la unción perfumada. El anfitrión, además, ofrece personalmente la
copa rebosante de bebida al huésped: “mi copa rebosa”. Todo es
generosidad y señorío en la casa del Señor, que honra delicadamente al
salmista. Su copa (cáliz), es decir, la amistad íntima del salmista con su
Dios, rebosa sin medida ante la envidia y despecho de sus enemigos, que son
testigos de las generosidades del Señor del justo. Al lado de su Dios se
siente seguro, porque experimenta diariamente su bondad y benevolencia. Como
es ley en los salmos, el justo encuentra su máxima felicidad en vivir en la
casa del Señor:
“Tú
bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa
del Señor, por muy largo tiempo”, participando de sus solemnidades
litúrgicas, en las que se manifiesta diariamente la “faz del Señor.” Quizá el
salmista sea de la clase levítica o sacerdotal, y entonces la casa del Señor
tiene para él un sentido especial, ya que es el huésped cualificado de la
misma por prescripción oficial de la Ley. Ante el
maravilloso designio que Dios anuncia, el salmo expresemos una profunda confianza
en el Señor rezando: “El Señor nos
prepara una mesa” 4. SEGUNDA
LECTURA Flp 4, 12-14. 19-20 En la tarea evangelizadora, san Pablo ha
vivido tiempos en los cuales nada le faltó y otros momentos de mucha
necesidad. La comunidad de los filipenses estuvo cerca de él de manera muy
concreta, incluso prestando su ayuda material cuando esto fue necesario, como
muestra de la fe compartida y el caminar juntos en la misma senda. Pablo da
un claro testimonio de desprendimiento por el Reino de los cielos. Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Filipos. Hermanos: Yo sé vivir tanto en las privaciones
como en la abundancia; estoy hecho absolutamente a todo, a la saciedad como
al hambre, a tener de sobra como a no tener nada. Yo lo puedo todo en Aquel
que me conforta. Sin embargo, ustedes hicieron bien en interesarse por mis
necesidades. Dios colmará con magnificencia todas las necesidades de ustedes,
conforme a su riqueza, en Cristo Jesús. A Dios, nuestro Padre, sea la gloria
por los siglos de los siglos. Amén. Palabra de Dios. 4.1 “YO LO PUEDO
TODO EN AQUEL QUE ME CONFORTA”. San Pablo no quiere terminar su carta sin
agradecer expresamente a los filipenses la generosidad de sus limosnas. Es
admirable la delicadeza y altura con que muestra esa gratitud, donde no
faltan palabras llenas de amor y reconocimiento, pero manteniéndose siempre
en el plano de independencia apostólica necesario. La afirmación que quiere vaya en primer
lugar es la de que sus limosnas le han causado gran gozo, pues demuestran el
afecto que le tienen (v.10). Y aún
añade, con delicadeza exquisita, que ese afecto es de siempre, pero no habían
tenido ocasión de demostrárselo (v.11a). No crean, sin embargo, que lo que le
mueve a hablar así es el haber podido satisfacer a sus necesidades materiales:
“Yo
sé vivir tanto en las privaciones como en la abundancia”, pues sabe
pasar hambre y sabe abundar, siendo Cristo quien le da fuerzas para todo: “Yo
lo puedo todo en Aquel que me conforta”. Dicho en otras palabras: tiene completa
libertad de espíritu para no estar atado a cosas materiales, ni de los
filipenses ni de nadie. Salvada esa su independencia apostólica y
como tratando de evitar la mala impresión que pudieran haber producido sus
palabras, cual si estimase en poco la ayuda recibida, reanuda el elogio de
los filipenses y agradece su acción, trayendo a la memoria otras ayudas
pasadas, y que sólo de ellos había aceptado: “Sin embargo, ustedes hicieron
bien en interesarse por mis necesidades. A las iglesias por él fundadas daba bienes
espirituales, pero era opuesto a recibir de ellas, en cambio, bienes
materiales, a fin de no poner obstáculo alguno a la difusión del Evangelio;
únicamente hizo excepción con los filipenses, lo que era prueba de que tenía
gran confianza en ellos. Todavía vuelve a insistir en que lo que
realmente le alegra no es la “dádiva” o limosna que le han entregado, sino el
“fruto” que esa dádiva produce a favor de los filipenses; ella es como un
sacrificio ofrecido a Dios en olor de suavidad, y Dios es el que se encargará
de la recompensa, colmándoles de toda clase de bendiciones: “Dios
colmará con magnificencia todas las necesidades de ustedes, conforme a su
riqueza, en Cristo Jesús. Digno remate de esta hermosa perícopa es la
doxología final, que brota espontánea en el corazón de Pablo ante el
pensamiento de la liberalidad divina: “A Dios, nuestro Padre, sea la gloria por
los siglos de los siglos. Amén.” 5. EVANGELIO
Mt 22, 1-14 ¿Qué cosa, por tanto, es la vestidura
nupcial? El fin del evangelio, dice el Apóstol, es la caridad de un corazón
puro, de una conciencia buena y de una fe no fingida. Ésta es la vestidura
nupcial. No una caridad cualquiera, pues, a veces, parecen amarse hasta los
hombres que tienen mala conciencia. Los que se aúnan para robar, los que se
juntan para los maleficios, los que van juntos a los espectáculos públicos,
los que al unísono aplauden a los cocheros y gladiadores circenses, con
frecuencia se aman entre sí; mas no está en ellos la caridad del corazón
puro, de la conciencia buena y de la fe no fingida. Esta caridad es la
vestidura nupcial. “Ya están dentro, ya se acercan al convite; se lo digo a
los que todavía: vistan el traje de boda” (San Agustín, Sermón XC). Jesús
retorna la comparación del banquete para mostrarnos la amorosa solicitud con
que Dios invita a todos sus hijos. Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo. Jesús habló en parábolas a los sumos
sacerdotes y a los fariseos, diciendo: “El Reino de los Cielos se parece a un
rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para
avisar a los invitados, pero éstos se negaron a ir. De nuevo envió a otros servidores con el
encargo de decir a los invitados: «Mi banquete está preparado; ya han sido
matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a
las bodas». Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno
a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los
maltrataron y los mataron. Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus
tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad.
Luego dijo a sus servidores: «El banquete nupcial está preparado, pero los
invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten
a todos los que encuentren». Los servidores salieron a los caminos y
reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se
llenó de convidados. Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró
a un hombre que no tenía el traje de fiesta. «Amigo, le dijo, ¿cómo has
entrado aquí sin el traje de fiesta?». El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias:
«Átenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá
llanto y rechinar de dientes». Porque muchos son llamados, pero pocos son
elegidos”. Palabra del Señor 5.1 "MI BANQUETE ESTÁ PREPARADO” Jesús se dirige a los sumos sacerdotes y
fariseos, diciendo esta parábola: “El Reino de los Cielos se parece a un rey
que celebraba las bodas de su hijo.” El rey, es Dios, y el Hijo es
Jesucristo. El banquete está preparado, es
decir la alegría y felicidad del Reino. Envió entonces a sus servidores para
avisar a los invitados. Esto servidores son los profetas, y a quienes les van
avisar como invitados es a los judíos, pero éstos se negaron a ir. De este
modo fue como después envió a otros servidores, es este caso los apóstoles,
con el encargo de decir a los invitados: "Mi banquete está preparado”,
El banquete es la felicidad mesiánica. 5.2 LA LLAMADA INSISTENTE DE DIOS A SU PUEBLO
QUE AL PARECER ESTA SORDO En aquel tiempo, en esta parábola Jesús se
dirige a los judíos y lo
hace de forma insistente, como es la llamada insistente de Dios a su pueblo
que al parecer esta sordo. Para mayor gravedad, los judíos no solo parecen
faltos de interés por el llamado de Dios, además no muestran provecho en oír
a su Dios. Lo que hace Dios es de toda lógica, esto es, considerar que el
primer pueblo que es invitado es Israel, y esto es natural, porque Dios primero cumple su promesa con su
pueblo. Sin embargo ante el rechazo de los judíos,
Dios invita a todos, incluso a los pecadores a disfrutar de su reino, pero no
basta aceptar la invitación e ir, además el invitado deberá entrar con las
debidas disposiciones espirituales, es decir con una vida de gracia y
rectitud. 5.3 NO TUVIERON EN CUENTA LA INVITACIÓN “Pero ellos no tuvieron en cuenta la
invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio”; Es decir, estos
malagradecidos consideraron más importante que aceptar la invitación,
dedicarse a sus asuntos económicos, preocuparse de su apego a lo material,
sus cosas personales, sus propiedades, todo ello mucho más interesante que
asistir a tan bella invitación. Así fue, como por preferir las comodidades,
estos se hicieron indignos y no merecedores del Reino de los Cielos. 5.4 PERO LOS INVITADOS NO ERAN DIGNOS DE ÉL También se acusa, que hubo otros que
aumentaron su error, es decir quedaron en una situación que no podía ser
peor, pues se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron. En
uno de estos caso es lo que le sucedió a Juan Bautista, quien fue decapitado
por orden de Herodes Antipas a fin de complacer a su ilegal relación con
Herodías y la hija de esta Salome. Al enterarse, el rey se indignó y envió a
sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad y
luego dijo a sus servidores, es decir los apóstoles: "El banquete nupcial está
preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de
los caminos e inviten a todos los que encuentren". Entonces,
cumpliendo el mandato del rey, reunieron e invitaron a todo los que vivían en
las cercanías, a los caminantes, a los gentiles y, a cuanta persona
encontraron, siendo estas personas buenas y también malas, y la sala de
fiesta se llenó de una gran variedad de convidados. 5.5 "AMIGO, ¿CÓMO HAS ENTRADO AQUÍ SIN EL
TRAJE DE FIESTA?" Cuando el rey, Dios, entró para ver a los
comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta y le
pregunto "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?".
Lo que está representando
esta pregunta, es que este invitado no está investido de la gracia, la piedad, la bondad, la justicia y la fe, y
como éste permaneció en silencio, entonces el rey, Dios, dijo a los guardias,
es decir a los ángeles: "Átenlo de pies y manos, y arrójenlo
afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes".
Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos. 5.6 JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR, NOS INVITA EN
CADA EUCARISTÍA A SU BANQUETE Jesucristo Nuestro Señor, nos invita en
cada Eucaristía a su banquete, y a el debemos llegar con la gracia. Jesús, a
todos quien lo acepta le da su consuelo espiritual, a todo quien responde a
su llamado, a todo el que va a Él y se entrega
aceptando el llamado radical, incondicional, si reservas, esto es con todo el
alma, dando todo de sí, Él le tiene un
buen sitio en el banquete, este es el festín del Reino de los Cielos. Sin embargo lo triste es que de los
invitados hay muchos que están muy preocupados de muchos problemas o
situaciones que acaparan su atención o consideran que es más importante y con
ello renuncian a la posibilidad de participar en la Vida Eterna. 5.7 ‘AMIGO, LE DIJO—, ¿CÓMO HAS ENTRADO AQUÍ
SIN EL TRAJE DE FIESTA? Los servidores salieron a los caminos y
reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se
llenó de convidados. Estos son los publícanos y pecadores, las gentes
depreciables de Israel. Frente a los dirigentes, sabios y fariseos, que
rechazaron su ingreso en el Reino a primera hora, que no fueron “dignos”. Los
fariseos y los superiores religiosos de Israel — fueron los primeros
invitados a ingresar en el reino; pero Dios es bueno con todos, y por eso
abre también su reino para todos. Cuando el rey entró para ver a los
comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. “Amigo
—le dijo—, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?”. El traje
de fiesta, es la disposición moral requerida para participar en el reino. La
unión a él por la fe se supone en todos los convidados — incluso en el que no
está con el “traje de fiesta” —, pero hacen falta otras disposiciones de
lealtad y entrega. El bautismo cristiano se supone como “ingreso” a este
banquete de boda mesiánico, pero se exigen condiciones de permanencia en él,
con aceptación y cumplimiento de los preceptos del Señor. 5.8
“SON MUCHOS LOS LLAMADOS, PERO POCOS
LOS ELEGIDOS” También es importante considerar que a
pesar de que la entrada sea gratuita y que todos tienen la posibilidad de
participar, no es menos importante que los invitados lleven el traje de
fiesta y la disposición correspondiente. Los cristianos deben “revestirse de
Cristo” (Rom 13,14; Gal 3,27), tener sus mismos pensamientos y sentimientos
(cf. F1p 2,5). El final de aquel que participa en el
banquete sin el traje de boda, permaneció en silencio y fue apartado como la
cizaña que está junto al buen
trigo (Mt 13,42) y como los peces malos de los buenos (13,50). La frase
terminante de la parábola es una delicada advertencia: “Son muchos los llamados,
pero pocos los elegidos”. El
Señor nos bendiga Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Domingo
XXVIII Ciclo A Publicado
en este link: PALABRA DE DIOS Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén |
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