Reflexión desde las Lecturas del Domingo XXX,
Ciclo A Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1. AMAR CON TODO Hermosa ocasión para ver si
realmente estamos en el buen camino. Porque este doble mandamiento es el
principal: no sólo el más importante, sino el que está en la base de todo lo
demás. El que lo cumple, también cumple –o acaba cumpliendo – el resto, pues
todo brota del amor a Dios y del amor al prójimo como de su fuente (Rom
13,8-10). Pero el que no vive esto, no ha hecho nada, aunque sea
perfectamente cumplidor de los detalles –es el drama de los fariseos,
“sepulcros blanqueados”–. El amor a Dios está marcado por
la totalidad. Siendo Dios el Único y el Absoluto, no se le puede amar más que
con toda la persona. El hombre entero, con todas sus capacidades, con todo su
tiempo, con todos sus bienes... ha de emplearse en este amor a Dios. No se
trata de darle a Dios algo de lo nuestro de vez en cuando. Como todo es suyo,
hay que darle todo y siempre. Pero ¡atención! El amor a Dios no es un simple
sentimiento: “En esto consiste el amor a Dios, en que guardemos sus
mandamientos” (1Jn 5,3). Amar a Dios es hacer su voluntad en cada instante. Y el segundo es “semejante” a
este. El punto de referencia es “como a mí mismo” ¿Cómo me amo a mí mismo?
Por desgracia, el contraste entre las atenciones para con el prójimo y para
con uno mismo suele ser muy grande. Porque amar al prójimo no es sólo no
hacerle mal, sino hacerle todo el bien posible, como el buen samaritano (Lc
10,29-37). Y amar al prójimo como a uno mismo es todavía un mandamiento del
Antiguo Testamento (Lev 19,18); Cristo va más allá: “Amaos unos a otros como yo
os he amado” (Jn 13,34), es decir, “hasta el extremo” (Jn 13,1). 2. PRIMERA LECTURA Éx 22,20-26 El decálogo o diez mandamientos
son las normas o palabras para la vida. El pueblo tenía temor de que Dios les
hablara desde la nube y murieran. Dios da entonces a Moisés estas claves para
el bien de su pueblo y para que lleguen a la tierra prometida. ¡Cómo
traicionamos su contenido cuando se ven sólo como leyes a cumplir! Lectura del libro del Éxodo. Éstas son las normas que el
Señor dio a Moisés: No maltratarás al extranjero ni lo oprimirás, porque
ustedes fueron extranjeros en Egipto. No harás daño a la viuda ni al
huérfano. Si les haces daño y ellos me piden auxilio, Yo escucharé su clamor.
Entonces arderá mi ira, y Yo los mataré a ustedes con la espada; sus mujeres
quedarán viudas, y sus hijos huérfanos. Si prestas dinero a un miembro de mi
pueblo, al pobre que vive a tu lado, no te comportarás con él como un
usurero, no le exigirás interés. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo,
devuélveselo antes que se ponga el sol, porque ese es su único abrigo y el
vestido de su cuerpo. De lo contrario, ¿con qué dormirá? Y si él me invoca,
Yo lo escucharé, porque soy compasivo. Palabra de Dios 2.1 LAS NORMAS QUE EL
SEÑOR DIO A MOISÉS En la primera parte de esta
lectura, se destaca una instrucción a Favor de los Extranjeros: “Éstas
son las normas que el Señor dio a Moisés: No maltratarás al extranjero ni lo
oprimirás, porque ustedes fueron extranjeros en Egipto”. Las normas del Señor tienen una especial preocupación de proteger
a los débiles y desamparados, como los extranjeros, los huérfanos y las
viudas. Los profetas — representantes del mejor espiritualismo en la
tradición israelita — recalcarán estos deberes sociales como algo fundamental
en la vida religiosa y como condición necesaria para obtener la benevolencia
divina. Entre los nómadas, el extranjero o peregrino fuera de su tribu queda
bajo la protección de aquella en que está. El peregrino o forastero en Israel
es considerado como miembro permanente de la misma comunidad israelita. El
recuerdo de la esclavitud egipcia sirvió para que el legislador inculcara la
comprensión para con los extranjeros y peregrinos, como seres desamparados de
los suyos. Dios garantiza los derechos fundamentales de ellos, como en
general los de los oprimidos. En el
Deuteronomio esta ordenación favorable al extranjero es particularmente
recomendada y ampliada. (Cf. Dt 10:18) Luego el libro pide protección
de las Viudas y de los Huérfanos: “No harás daño a la viuda ni al huérfano”. En
la misma línea que la ley anterior, Dios prohíbe hacer perjuicios a los
desamparados, como la viuda y el huérfano. En tiempos en que no había ninguna
organización de previsión social en favor de estos seres desventurados, esta
ley era la única salvaguardia de los derechos mínimos de ellos. La moral
religiosa en Israel siempre se ha distinguido por su preocupación de los intereses
sociales de la comunidad y comunica el Señor: “Si les haces daño y ellos me
piden auxilio, Yo escucharé su clamor”. Continúa con una prohibición del
Préstamo a Usura. Contra esta gran
plaga de la usura en la antigüedad, el legislador hebreo proclama que ha de
prestarse al pobre sin interés pecuniario: “Si prestas dinero a un miembro
de mi pueblo, al pobre que vive a tu lado, no te comportarás con él como un
usurero, no le exigirás interés”. Conviene advertir que, a diferencia de
nuestros días, en que los hombres de negocios y los Estados contraen
empréstitos para emprender obras productivas, en los tiempos pasados eran los
pobres los que acudían al usurero para atender a sus necesidades del momento,
con lo que aumentaban su miseria. Los profetas atestiguan que, a pesar de la
Ley, el préstamo usurario era frecuente en Israel, y una página histórica de
Nehemías nos hace ver hasta qué extremo gravaba la usura al pobre pueblo,
que, obligado por la necesidad, acudía al usurero sin entrañas: Así se relata
en el Libro de Nehemías: “Un gran clamor se suscitó entre la gente del pueblo
y sus mujeres contra sus hermanos judíos. Había quienes decían: « Nosotros
tenemos que dar en prenda nuestros hijos y nuestras hijas para obtener grano
con que comer y vivir. » Había otros que decían: « Nosotros tenemos que
empeñar nuestros campos, nuestras viñas y nuestras casas para conseguir grano
en esta penuria. » Y otros decían: «
Tenemos que pedir prestado dinero a cuenta de nuestros campos y de nuestras
viñas para el impuesto del rey; y
siendo así que tenemos la misma carne que nuestros hermanos, y que nuestros
hijos son como sus hijos, sin embargo tenemos que entregar como esclavos a
nuestros hijos y a nuestras hijas; ¡hay incluso entre nuestras hijas quienes
son deshonradas! Y no podemos hacer nada, ya que nuestros campos y nuestras
viñas pertenecen a otros. (Nehemías,
1-5). Pero tal vez pudiéramos sacar de esta ley que lo mejor es enemigo de lo
bueno. El que presta a un pobre, corre el riesgo de perder lo prestado, y
esta consideración sería una razón que movería a no prestar, y entonces el
pobre quedaría en peor condición. El capital prestado se podía asegurar con
alguna prenda, una especie de hipoteca que garantiza el capital: “Si
tomas en prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo antes que se ponga el
sol, porque ese es su único abrigo y el vestido de su cuerpo”, pero
aquí se ponen inconvenientes
elementales a este derecho, en cuanto que no se ha de privar al pobre de sus
necesidades primarias como el vestirse. Por eso, si el prestamista tiene en
prenda el manto del pobre, debe devolvérselo antes de la noche, para que
pueda defenderse del sereno de la madrugada. El profeta Amos (Amos 2,8) se indigna contra
los ricos que hacen caso omiso de esta prescripción de humanitarismo
elemental. Aquí el Señor se apiada del que sufre y expresa: “Y
si él me invoca, Yo lo escucharé, porque soy compasivo. 3. SALMO Sal 17, 2-4.47.51 R. Yo te amo, Señor, mi
fortaleza. Yo te amo, Señor, mi fuerza,
Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador. R. Mi Dios, el peñasco en que me
refugio, mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoqué al Señor, que
es digno de alabanza y quedé a salvo de mis enemigos. R. ¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi
Roca! ¡Glorificado sea el Dios de mi salvación! Él concede grandes victorias
a su rey y trata con fidelidad a su Ungido. R. 3.1 SALMO, UN CANTO
TRIUNFAL DE LIBERACIÓN. Este himno de acción de gracias
que nos invita a rezar la Liturgia de hoy, puesto en boca de David, tiene el
aire de una antología salmódica. Después de una breve introducción, el
salmista describe la situación apurada en que se hallaba por efecto del ataque
de sus enemigos. Una intervención milagrosa de Dios le salva del peligro,
entregando en sus manos a sus enemigos, más adelante cantara que el
Señor le protege, porque siempre ha
sido fiel a sus preceptos y finalmente cantará una descripción del triunfo
sobre los enemigos con la ayuda de Dios, al que da gracias. De este salmo, la Liturgia de
hoy, solo nos invita a cantar algunos versos. 3.2 DIOS, MI FUERZA
SALVADORA Comprendemos de estos versos,
como el salmista expresa su confianza total en Dios, que es su refugio y
fortaleza en las adversidades. Los análogos están tomados de la estrategia
militar. Si el compositor es el propio David, como se afirma en el primer
verso, se entienden bien estos parecidos en un poeta-guerrero que pasó gran
parte de su vida luchando a la intemperie, aprovechando las irregularidades
del terreno contra las incursiones de sus enemigos, más organizados, como
eran las huestes de Saúl; “roca, fortaleza, escudo”... son nombres que
encuentran su explicación en el trasfondo geográfico de la atormentada
geografía del desierto de Judá. Estos parecidos son corrientes en la literatura salmódica.
El Señor es “mi fuerza salvadora”,
expresión que encontramos en Sal 27:7.8 como “mi cuerno salvador”. El
cuerno es símbolo de poder. Las primitivas divinidades mesopotámicas llevan
una tiara formada a base de “cuernos” enroscados hacia arriba, tomados del
uroc o toro salvaje primitivo, símbolo de la fortaleza física incontrolada. Consciente del poder absoluto
del Señor, el salmista le alaba e invoca, “Invoqué al Señor, que es digno de
alabanza y quedé a salvo de mis enemigos”, pues sabe que en él está la
salvación contra sus enemigos. Esta confianza está basada en la experiencia,
como lo demuestran los versos siguientes, a los que invito a leer y meditar. 4. SEGUNDA LECTURA 1Tes 1,5-10 Pablo tiene la conciencia
tranquila sobre su actuar en medio de la comunidad de Tesalónica, habiendo
servido a ejemplo del Señor. Como resultado, de la misión de Pablo, esa
comunidad se convirtió en difusora de la fe en Macedonia y Acaya. La fe
comunicada y testimoniada no es un peso asumirla y luego se expande por la
fuerza interior que genera. Lectura de la primera carta del
Apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica. Hermanos: Ya saben cómo
procedimos cuando estuvimos allí al servicio de ustedes. Y ustedes, a su vez,
imitaron nuestro ejemplo y el del Señor, recibiendo la Palabra en medio de
muchas dificultades, con la alegría que da el Espíritu Santo. Así llegaron a
ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y Acaya. En efecto, de
allí partió la Palabra del Señor, que no sólo resonó en Macedonia y Acaya: en
todas partes se ha difundido la fe que ustedes tienen en Dios, de manera que
no es necesario hablar de esto. Ellos mismos cuentan cómo ustedes me han
recibido y cómo se convirtieron a Dios, abandonando los ídolos para servir al
Dios vivo y verdadero, y esperar a su Hijo, que vendrá desde el cielo: Jesús,
a quien El resucitó de entre los muertos y que nos libra de la ira venidera. Palabra de Dios. 4.1 “CON LA ALEGRÍA QUE
DA EL ESPÍRITU SANTO”, San Pablo explica cómo tuvo
lugar esa “elección” o entrada de los tesalonicenses en el cristianismo. Habla
primeramente de que, cuando él les predicó el Evangelio, no fue sólo cuestión
de palabras, como cuando se trata de una obra humana, sino que hubo
manifiesta intervención de Dios, lo que era claro indicio de que los había
“elegido,” pues así quería intervenir : “Hermanos: Ya saben cómo procedimos
cuando estuvimos allí al servicio de ustedes. Y ustedes, a su vez, imitaron
nuestro ejemplo y el del Señor, recibiendo la Palabra en medio de muchas
dificultades, con la alegría que da el Espíritu Santo”. En efecto, la expresión “con la alegría que da el
Espíritu Santo”, claramente alude a una intervención especial divina,
aunque, si tratamos de dar en detalle su sentido, la frase no es del todo
clara. Hay bastantes autores que la interpretan en el sentido de que la
predicación en Tesalónica habría sido acompañada de milagros y de carismas (“Espíritu Santo”), y todo eso
en gran abundancia y en mucha plenitud. Se explica de algún modo aquí, el sentido de
acción o fuerza divina que acompañaba la predicación de Pablo, operando
eficazmente en la conversión de los tesalonicenses; y esta fuerza procedía
del Espíritu Santo, traduciéndose para Pablo en plena convicción de que
tendría allí éxito su predicación, lo que le llenaba de entusiasmo, cuya
cabeza es Cristo, sin cuya savia y unión a Él no podemos vivir, y el cual, a
su vez, está en el Padre, fuente y raíz primera de todo bien natural y
sobrenatural. Es lo que ya antes había dicho Jesucristo: “Yo en ellos y tú en
mí, para que sean consumados en la unidad” (Jn 17:23). 5. EVANGELIO Mt 22, 34-40 Un fariseo dolido por lo que le
había pasado a un saduceo, intentó poner nuevamente a prueba a Jesús. Y Jesús
también lo dejó como otro desubicado, ya que en su respuesta unió en uno a
dos de los mandamientos: el amor a Dios y el amor al prójimo. Es más, amplió
diciendo que en estos dos mandamientos está contenida “toda” la Ley y los
Profetas. Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Mateo. Cuando los fariseos se
enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con
El, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a
prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?” Jesús le
respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y
con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El
segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De
estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas”. Palabra del Señor. 5.1 “MAESTRO, ¿CUÁL ES
EL MANDAMIENTO MÁS GRANDE DE LA LEY?” “Cuando los fariseos se enteraron de que
Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con él”. Los
fariseos se caracterizaban por su rigor y austeridad en el cumplimiento de la
letra de la ley y en la atención a los aspectos externos de los preceptos
religiosos y los saduceos eran ciertas personas, que pertenecían a la
aristocracia sacerdotal judía que negaban la inmortalidad del alma, aquí en
este Evangelio, el fariseo quiere probar la opinión de Jesús, con habilidad y
astucia para conseguir algo con oscuros propósitos y así comprometerlo, en
otras palabras, mediante una treta, busca perjudicar a Jesús. Entonces uno de ellos, que era
doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el
mandamiento más grande de la Ley?”. Jesús le responde con el
mandamiento tomado del Deuteronomio: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu” y les asegura que: “este
es el más grande y el primer mandamiento.” Y luego tomado de
Levíticos 19,18 les amplía: “El segundo es semejante al primero: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo”. Estos eran mandamientos conocidos, pero muy tenidos
en menos como los más importantes. 5.2 EL AMBIENTE DONDE
SURGE LA PREGUNTA QUE SE LE VA A HACER A JESÚS. La pregunta del fariseo, no es
sólo un recuerdo histórico de los interrogatorios frecuentes entre Jesús y
sus antagonistas, los que siempre buscaban poner en aprietos al Señor, es
ademán una natural preocupación de la comunidad a la cual Mateo escribe el
evangelio, la que en este caso quiere saber qué precepto resume todas las
enseñanzas de la Ley y los profetas y evitar la confusión que supone el
cumplimiento de una minada de obligaciones y deberes. Aquí se busca conocer el
pensamiento de Jesús, sobre un mandamiento de la ley, seguramente éste estaba
en las habituales discusiones del ambiente rabínico, porque sabemos que era
común de aquel tiempo discutir sobre la importancia de los preceptos. Sucedía
que de todos los mandatos, una buena parte se consideraban como positivos y
otros negativos, como del mismo modo se calificaban en graves y otros en
leves. En este ambiente surge la pregunta que se le va a hacer a Jesús. 5.3 EL AMOR ES LA ÚNICA
RESPUESTA VERDADERAMENTE ADECUADA QUE EL CREYENTE PUEDE DARLE AL DIOS La respuesta de Jesús a la
pregunta del fariseo, no quiere encaminar a que nos quede claro que el amor
es la única respuesta verdaderamente adecuada que el creyente puede darle al
Dios que lo ha amado primero y que le ofrece su amistad. Un amor, como ya
enseñaba el Antiguo Testamento, único e indiviso y que reúne todos los
componentes del ser humano; la inteligencia, la voluntad y las fuerzas
importantes. Un amor así necesita salir de la dispersión y encontrar la
integración, una unidad de vida consciente y libre; “con todo tu corazón, con
toda tu alma y con todo tu espíritu” El verdadero amor a Dios,
síntesis de la Ley, posee un vínculo inseparable con el amor al prójimo: “El
segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. En
caso contrario, hay que denunciar el carácter hipócrita, tal como lo han
hecho con insistentes avisos los profetas de Israel, de un culto formalista
que no practique la justicia y la misericordia con el prójimo. La unidad
inseparable entre los dos mandamientos es indudablemente el corazón de la
predicación profética y de la Toráh, como muestra, por ejemplo, la primera
lectura, tomada del antiguo código de la alianza. 5.4 “AMARÁS AL SEÑOR,
TU DIOS, CON TODO TU CORAZÓN, CON TODA TU ALMA Y CON TODO TU ESPÍRITU”. Entonces la novedad es que no es
necesario ya para nosotros discernir cuáles cual es el más grande de los
mandamientos, porque nos quedamos con uno solo “el amor” y para todos los
efectos la novedad está en ubicarlos en primer lugar, es así como el Señor
insistirá en situar el precepto del amor a Dios sobre todas las cosas, en su
lugar primero, absoluto y excepcional, “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu”. Y luego va a
insistir y situar en su propio lugar otro mandamiento descuidado por el
judaísmo y pospuesto a otros preceptos menores, “Amarás a tu prójimo como a ti
mismo”. Jesús da este segundo mandamiento sin que el doctor de la Ley
se lo haya preguntado. ¿A qué se debe esta insistencia y la proclamación de
su excelencia? Moralmente, quizás a
los judíos les sonaba bien esto como un valor moral, en este caso para Jesús
es un mandato y se los anuncia con las palabras del Levítico: “Amarás a tu
prójimo como a ti mismo” (Lev 19:18). Jesús, les declara que “De estos
dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas”, y lo que hace con
esto, al relacionar esto dos preceptos, los transforma en uno solo, y nos
enseña que la voluntad del Padre, se concentra en el doble precepto del amor
a Dios y al prójimo. 5.5 EL AMOR A DÍOS, Y EL
AMOR AL PRÓJIMO Pero en su mismo contexto se ve
que este prójimo de un judío es sólo otro judío, y a lo más el “peregrino”
que morase con ellos. Los samaritanos, los publícanos y las gentes de mala
vida no eran para ellos prójimo; los samaritanos y los publícanos eran
positivamente odiados (Eclo 50:27.28).
Entonces, Jesús sitúa este precepto en el puesto que le corresponde, y
lo reglamenta en función de Dios. Por eso se da aquí a este mandamiento dos
características. Por una parte saca el concepto de prójimo de los estrechos
límites judíos para darle la universalidad de lo “humano”; es la doctrina de
Jesús. Por otra parte, Él pone y destaca la gravedad e importancia del mismo,
al ponerlo, por encima de todas las insignificancias y pequeñeces del amor de
Dios, porque no hay otro mandamiento mayor que éstos. Precisamente el
precepto del amor al prójimo es “semejante” al mandamiento del amor a Dios.
“La semejanza está en la caridad, que no va al prójimo sino por amor de
Dios.” Pero lo que aquí también se urge es la gran obligación semejante al
primero, la práctica del amor al “prójimo”
El amor a Dios, y el amor al prójimo, sumados las dos recopilan y
sintetizan toda la Ley, de estos preceptos las leyes restantes cobran mucho
sentido. 5.6 “AMARÁS”, Y CON TODO
EL CORAZÓN Este es nuestro deber, “Amarás”,
y con todo el corazón, sin ninguna restricción y con todo lo que te da la
vida, con toda el alma, esto con el primer principio de nuestra vida, lo más
importante, la parte espiritual e inmortal, capaz de entender, querer y
sentir, y que, junto con el cuerpo, constituye su esencia humana, con toda la
mente, con la capacidad intelectual humana, con el pensamiento, más allá de
toda imaginación y voluntad. Esto es amar con todo lo que hemos recibido de
Dios, por tanto con todo lo que podemos acercarnos a Dios y estar con Él. Así es como Jesús, nos exige un amor total,
El no aceptas un amor parcial o limitado, y lo mismo nos enseña y nos exige,
la entrega y el amor, tanto a Dios como al prójimo. Eso quizás fue
sorprendente para el fariseo, Jesús puso al mismo nivel los dos mandamientos,
y así lo aclara el evangelio cuando diciendo “De estos dos mandamientos
dependen toda la Ley y los Profetas".
5.7 ES LA LECCIÓN DE LA
CARIDAD CRISTIANA VOLCÁNDOSE EN LA FRATERNIDAD DE TODOS LOS SERES HUMANOS Para nosotros, cristianos,
seguidores de Jesús, debemos ser absolutamente contrarios a cualquier
sentimiento acentuado de hostilidad, antipatía, rechazo y odio a los hombres,
sin embargo es algo con lo que convivimos a diario, está a la vista de
cualquiera en la familia, en la amistad, con los vecinos, con los que piensan
diferente, entre los políticos, entre las naciones y pueblos. Esto es los que nos enseña Jesús, el hombre
es imagen de Dios, y si tu amas a tu prójimo, amas a Dios, y si amas a Dios,
lo amas en también en el prójimo.
Estos preceptos son nuestros fundamentos de la vida cristiana, ambos
basados en el amor, y por amor a Dios y al prójimo, juntos el mandamiento más
grande de la Ley Jesús, con estas
palabras, nos ha dado a toda la Humanidad otra de esas lecciones
trascendentales. Es la lección de la caridad cristiana volcándose en la
fraternidad de todos los seres humanos.
El Señor les Bendiga Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Domingo
XXX Ciclo A Publicado
en este link: PALABRA DE DIOS Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén |
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