Reflexión desde las
Lecturas del Domingo XXX Ciclo B Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso
Brant ocds 1.
TU FE TE HA
SALVADO La
ceguera de los discípulos –es decir, su incapacidad de entender y seguir a
Jesús– requiere una intervención sanadora del propio Jesús. Es lo que aparece
en el evangelio del domingo trigésimo (10,46-52). Bartimeo se convierte en
modelo del verdadero discípulo que, reconociendo su ceguera, apela con una fe
firme y perseverante a la misericordia de Jesús y, una vez curado, le sigue
por el camino. Sólo curado de la ceguera e iluminado por Cristo se le puede
seguir hasta Jerusalén y adentrarse con Él por la senda oscura de la luz. Así
Bartimeo se convierte en signo de la multitud doliente de desterrados que por
el camino de Jerusalén –por el camino de la cruz– es reconducida por Cristo a
la casa del Padre (1ª lectura: Jer 31,7-9). Es
de resaltar la insistencia de la súplica del ciego –repetida dos veces– y su
intensidad –a voz en grito, y cuando intentan callarle grita aún más–, una
súplica que nace de la conciencia de su indigencia –la ceguera– y sobre todo
de la confianza cierta y segura en que Jesús puede curarle –de ahí la
respuesta sorprendente de Jesús: “tu fe te ha salvado”– En
la manera de escribir, el evangelista está sugiriendo con fuerza que la falta
de fe se identifica con la ceguera, lo mismo que la fe se identifica con
recobrar la vista. El que creé en Cristo es el que ve las cosas como son en
realidad, aunque sea ciego de nacimiento –o aunque sea inculto o torpe
humanamente hablando–; en cambio, el que no cree está rematadamente ciego,
aunque tenga la pretensión de ver e incluso alardee de ello (Jn 9,39). Es
significativa también la petición –“Ten piedad de mí”–, que tiene
que resultarnos muy familiar, porque todos necesitamos de la misericordia de
Cristo. Pero no menos significativo es el hecho de que esta compasión de
Cristo no deja al hombre en su egoísmo, viviendo para sí. Se le devuelve la
vista para seguir a Cristo. El que ha sido librado de su ceguera no puede
continuar mirándose a sí mismo. Si de verdad se le han abierto los ojos, no
puede por menos de quedar deslumbrado por Cristo, sólo puede tener ojos para
Él y para seguirle por el camino con la mirada fija en Él. 2.
PRIMERA
LECTURA Un pueblo desterrado y disperso entiende la salvación en términos de
regreso a la patria. Como un nuevo éxodo y marcha por un desierto transformado.
El resultado no es una nación que se reconstruye. Es un resto que congrega la
fragilidad y la debilidad humanas, redimidas. La redención está en que el
Señor se le ha revelado padre y salvador. Lectura del libro de Jeremías 31, 7-9 Así habla el Señor: ¡Griten jubilosos por Jacob, aclamen a la primera
de las naciones! Háganse oír, alaben y digan: «El Señor ha salvado a su
pueblo, al resto de Israel!» Yo los hago venir del país del Norte y los reúno
desde los extremos de la tierra; hay entre ellos ciegos y lisiados, mujeres
embarazadas y parturientas: ¡es una gran asamblea la que vuelve aquí! Habían
partido llorando, pero Yo los traigo llenos de consuelo; los conduciré a los
torrentes de agua por un camino llano, donde ellos no tropezarán. Porque Yo soy
un padre para Israel y Efraím es mi primogénito. Palabra de Dios 2.1 JEREMÍAS Jeremías, en hebreos es Yirmeyahu: “Yahvé exalta”?). Aparece en la
introducción histórica a sus profecías como “hijo de Releías, del linaje de
los sacerdotes que habitaban en Anatot,” (1 Jer 1:1) la actual Anata, a unos
cuatro kilómetros al nordeste de Jerusalén, camino del desierto, que era
también la patria del sumo sacerdote Abiatar, (1 Re 1:26) a cuya familia
sacerdotal podía pertenecer el profeta. Cuando Jeremías era aún muy joven, en el año del reinado de Josías,
fue llamado al ministerio profético, (Jer 1:2-19) que ejerció durante los
reinados de este rey y de sus sucesores Joacaz y Joaquim, Joaquín o Jeconías,
y Sedecías y aún sobrevivió a la catástrofe nacional del 586 a.C. Jeremías fue llamado por Dios, “Entonces
me fue dirigida la palabra del Señor en estos términos”: y le aseguro: “Por
tu parte, te apretarás la cintura, te alzarás y les dirás todo lo que yo te
mande. No desmayes ante ellos, y no te haré yo desmayar delante de ellos;
pues, por mi parte, mira que hoy te he convertido en plaza fuerte, en pilar
de hierro, en muralla de bronce frente a toda esta tierra, así se trate de
los reyes de Judá como de sus jefes, de sus sacerdotes o del pueblo de la
tierra. Te harán la guerra, mas no podrán contigo, pues contigo estoy yo para
salvarte”. (Jeremías 1, 11. 17-19) Su vida fue muy agitada, ya que tuvo que sufrir en los vaivenes de la
política después de la muerte del piadoso rey Josías. Durante el reinado de
éste, colaboró extraordinariamente en la reforma religiosa emprendida cuando
fue hallado el libro de la Ley en los cimientos del templo. Su vida, en este
sentido, es paralela a la de Isaías, que un siglo antes había prestado
auxilio moral en la reforma religiosa emprendida por el también piadoso rey
Ezequías. Bajo el rey Joaquim (609-598), el profeta Jeremías tuvo que sufrir
mucho, en primer lugar de sus propios conciudadanos de Anatot; y en
Jerusalén, por recriminar la impía conducta del pueblo, fue encarcelado (Jer
19:1-20,6); y por anunciar la ruina de la ciudad, los sacerdotes quisieron
atentar contra su vida, siendo librado de la muerte por algunos príncipes que
recordaron la profecía de Miqueas sobre la destrucción de Jerusalén. (Jer
26:1-19) 2.2 EL SEÑOR ES UN PADRE PARA ISRAEL, PARA LA
IGLESIA, PARA CADA UNO DE NOSOTROS. “Hay entre ellos ciegos y lisiados, mujeres embarazadas y
parturientas” En la historia de la salvación, solo a la
luz de la fe y de la Revelación puede el hombre descubrir los designios
amorosos de Dios en los acontecimientos de la vida. El anuncio de la inminente liberación está formulado por el profeta
con una invitación litúrgica a celebrar y alabar al Señor, porque ha cumplido
su obra a favor del pueblo elegido. La felicidad de Israel proviene
únicamente de la bondad y omnipotencia de su Dios tanto en el pasado como en
el futuro. A Él va dirigida toda la alabanza y toda gloria. La Biblia es un
inmenso coro de cantos de exultación y de gratitud por las continuas
intervenciones salvíficas del Señor. El Señor invita a celebrar el retorno glorioso de Israel, la primera
de las naciones; “Así habla el Señor: ¡Griten jubilosos por Jacob, aclamen a la
primera de las naciones! Háganse oír, alaben y digan: «El Señor ha salvado a
su pueblo, al resto de Israel!”, en cuanto que ha sido escogida por
El como heredad particular para que participara de sus beneficios materiales
y espirituales. Por eso es su pueblo, y ésa es la razón de que le haya
salvado, a pesar de estar reducido a un resto, después de tantas calamidades
y guerras. A continuación describe el retorno de la Diáspora y de los extremos de
la tierra; “Yo los hago venir del país del Norte y los reúno desde los extremos
de la tierra.” El retorno será completo, alcanzando aun a los
enfermos físicos e impedidos; “hay entre ellos ciegos y lisiados,
mujeres embarazadas y parturientas”.
Ningún obstáculo se opondrá a la manifestación de la omnipotencia liberadora
del Señor, que los guiará y asistirá paternalmente durante la travesía de
retorno. La caravana de los repatriados es inmensa. El profeta se complace en
contemplar la muchedumbre que retorna: ¡qué gran comunidad la que vuelve! Y
contrapone dos situaciones históricas: Salieron entre llanto; “Habían
partido llorando”, en otro tiempo camino del destierro, y ahora
vuelven con consolaciones bajo la guía paternal del Señor, que dirige la
repatriación, facilitando el paso de la caravana por caminos llanos para que
no tropiecen; “los conduciré a los torrentes de agua por un camino llano, donde
ellos no tropezarán”, llevándolos a las corrientes de las aguas. El paso por el desierto lleva consigo el peligro de perecer de sed.
Pero esto no ocurrirá en el retorno de los exilados por el desierto, ya que
el Señor, que los guía personalmente, se encargará de llevarlos por senderos
que lleven a los oasis y pozos que jalonan las rutas de la estepa para los
que las conocen. Porque el Señor es el Padre de Israel, que siente un afecto
profundo hacia el pueblo que ha elegido y criado como hijo suyo; “Porque
Yo soy un padre para Israel y Efraím es mi primogénito”. Efraím era
la tribu principal del reino del Norte, y aquí es sinónimo del mismo, que es
el primogénito de Dios, según expresión conocida aplicada a Israel en
general. 3 SALMO Y
con razón seguimos gozando con el
Salmo 125: “Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía que soñábamos: nuestra boca se llenó de risas y nuestros labios,
de canciones”. “Hasta los mismos paganos decían: El Señor
hizo por ellos grandes cosas!”. Así es. Por eso en la liturgia cristiana siempre cantamos con
alegría al Señor. Sal 125,1-6 R. ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros! Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía que soñábamos:
nuestra boca se llenó de risas y nuestros labios, de canciones. R. Hasta los mismos paganos decían: «El Señor hizo por ellos grandes
cosas!» ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de
alegría! R. ¡Cambia, Señor, nuestra suerte como los torrentes del Négueb! Los que
siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones. R. El sembrador va llorando cuando esparce la semilla, pero vuelve
cantando cuando trae las gavillas. R. 3.1 PLENA
RESTAURACIÓN DE LA NACIÓN. Este salmo es un bello poema donde se refleja la situación moral de
los repatriados de la cautividad babilónica, los cuales, de un lado, están
gozosos al ver que se han cumplido las profecías del Señor sobre el final del
exilio, pero al mismo tiempo sufren grandes penalidades y ansían que la
nación recupere su plenitud política y económica, como en los tiempos
antiguos. Los vaticinios proféticos hablaban de una reconstrucción gloriosa,
pero la realidad es mucho más modesta; y, por ello, las almas justas que
vivían de las promesas mesiánicas esperaban el cumplimiento de los
deslumbradores vaticinios de los profetas. El retorno de la cautividad resultó tan insólito, que los que asistían
al espectáculo no creían lo que veían, como si fuera un sueño. El júbilo
popular fue grande al ver llegar las caravanas después del decreto de retorno
firmado por Ciro, conquistador de Babilonia (538 a. C.). Los mismos paganos
estaban admirados del cumplimiento de los antiguos oráculos sobre el retorno
de los exilados. El Señor había cumplido sus promesas. El salmista se suma a
esta admiración por las magnificencias de su Dios; “El Señor hizo por ellos
grandes cosas! ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes
de alegría!”, pero desea que se
cumplan las antiguas promesas de restauración plena. Con bellas metáforas anuncia la futura transformación de la nación
israelita: “¡Cambia, Señor, nuestra suerte como los torrentes del Négueb!”, Los
torrentes del Negueb están secos en verano y se llenan de agua en el otoño
con las primeras lluvias impetuosas, así la nación israelita recuperará su
plena vitalidad nacional; y como los que siembran lo hacen con no pocas
penalidades, pero sus trabajos son compensados con la recolección de las
ricas gavillas, así los israelitas ahora trabajan penosamente en la
reconstrucción de la nación, pero al fin verán alegres coronada su obra y
sentirán la íntima satisfacción del “sembrador” que recoge su mies,
que le compensa de los trabajos de siembra. “El sembrador va llorando
cuando esparce la semilla, pero vuelve cantando cuando trae las gavillas”. La frase tiene un aire de proverbio, que refleja bien la situación
psicológico-moral de los repatriados en los tiempos de Zacarías y aun
después, en la época de Esdras y Nehemías. La hostilidad de los pueblos
vecinos agravaba su penuria material, y sólo la esperanza de un futuro mejor
podía reanimar a aquellas gentes depauperadas y desilusionadas. ¡Grandes
cosas hizo el Señor por nosotros! 4 SEGUNDA LECTURA JESÚS, ES QUIEN ELIGE DE ENTRE SUS
DISCÍPULOS AQUELLOS QUE DEBEN PARTICIPAR ESPECIALMENTE DE SU SACERDOCIO
MINISTERIAL. El sacerdote no es un hombre aparte, sino un miembro de la comunidad
con la que comparte la vida y la muerte. Precisamente por participar de la
misma condición humana de los otros puede cumplir con su misión de mediador
entre Dios y los hombres. Decía al respecto el beato Santiago Alberione: “Es absolutamente necesario que trabaje
por la salvación de los demás, y que en la propia bandera escriba yo-Dios- pueblo”. Jesús, Testigo del Padre y Pontífice y
Mediador de nuestra salvación, es quien elige de entre sus discípulos
aquellos que deben participar especialmente de su sacerdocio ministerial.
Escribe San Juan Crisóstomo: “Al
preguntar a Pedro si le ama, no se lo pregunta porque necesite conocer el
amor de su discípulo, sino porque quiere mostrar el exceso de su propio amor.
Y así al decir: “¿quién es el siervo fiel y prudente?” no lo dice como
ignorando quién es, sino para enseñarnos la singularidad de este hecho y la
grandeza del oficio. Mira si es grande, mirando su recompensa: por él lo
constituye sobre todos sus bienes, y concluye que, moralmente, el sacerdote
debe sobresalir por su santidad” (Sobre
el Sacerdocio 2,1-2). Lectura de la carta a los Hebreos 5, 1-6 Hermanos: Todo Sumo Sacerdote del culto antiguo es tomado de entre los
hombres y puesto para intervenir en favor de los hombres en todo aquello que
se refiere al servicio de Dios, a fin de ofrecer dones y sacrificios por los
pecados. Él puede mostrarse indulgente con los que pecan por ignorancia y con
los descarriados, porque él mismo está sujeto a la debilidad humana. Por eso
debe ofrecer sacrificios, no solamente por los pecados del pueblo, sino
también por sus propios pecados. Y nadie se arroga esta dignidad, si no es
llamado por Dios como lo fue Aarón. Por eso, Cristo no se atribuyó a sí mismo
la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que la recibió de Aquél que le dijo:
«Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy». Como también dice en otro lugar:
“Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec”. Palabra de Dios. 4.1 JESUCRISTO
ES NUESTRO “SUMO SACERDOTE”, La finalidad de este fragmento, es probar que Jesucristo es nuestro “Sumo
Sacerdote”, cuyo título ostenta con todo derecho. El razonamiento es
muy sencillo: se señalan primeramente los caracteres que todo sacerdocio debe
tener para poder presentarse como legítimo y eficaz; “en favor de los hombres en todo aquello
que se refiere al servicio de Dios”, “a fin de ofrecer dones y sacrificios
por los pecados”, haciendo luego aplicación a Jesucristo; “Por
eso, Cristo no se atribuyó a sí mismo la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino
que la recibió de Aquél que le dijo: “Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado
hoy”. Es de notar, sin
embargo, que el autor de la carta de los Hebreos, más que discurrir sobre el
sacerdocio en abstracto, está con la vista puesta en el sacerdocio levítico,
valiéndose de términos y nociones que eran familiares a sus lectores judíos.
Con todo, no puede negarse que su descripción del sacerdocio, no obstante esa
limitación de perspectiva, contiene cierto carácter de universalidad, al
menos con referencia a la humanidad actual, afectada por el pecado original. Las cualidades exigidas a “Todo Sumo Sacerdote” están
indicadas en los primeros versículos, pertenecer a la humanidad y representar
a ésta en las cosas que miran a Dios, “ofrecer dones y sacrificios por los
pecados”, capacidad para compadecerse de las ignorancias; “mostrarse
indulgente con los que pecan por ignorancia y con los descarriados”, y debilidades de aquellos a quienes
representa, elección o llamada divina. De estas condiciones, “sacrificios
por los pecados”, y “mostrarse indulgente con los que pecan”, están
íntimamente relacionadas. También “ofrecer dones y sacrificios por los pecados”, están
íntimamente relacionadas. “Por eso debe ofrecer sacrificios, no
solamente por los pecados del pueblo, sino también por sus propios pecados”. Si,
como representante de hombres, el sacerdote conviene que sea miembro de la
sociedad que representa, y no un ángel, por la misma razón conviene que,
aleccionado por la propia experiencia de hombre sujeto a flaquezas, esté
inclinado a la misericordia y compasión con los que se equivocan. La última
de las condiciones señaladas es la vocación o llamada divina; “Y
nadie se arroga esta dignidad, si no es llamado por Dios como lo fue Aarón”..
Sin esa llamada, inmediata o mediata, el sacerdote no podría llenar el objeto
primordial del sacerdocio, que es el de ser mediador entre Dios y la
humanidad. Se trata de un “honor,” pero de un honor lleno de responsabilidad,
y nadie puede tomárselo por propia iniciativa. Expuestas así las condiciones de “todo Sumo Sacerdote” viene ahora
la aplicación a Jesucristo. Se comienza por la última de las condiciones
señaladas: la llamada divina. La prueba de que Jesucristo, nuestro sumo
sacerdote, no se arrogó por sí mismo la dignidad del sacerdocio, sino que fue
llamado a ella por Dios; “Por eso, Cristo no se atribuyó a sí mismo
la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que la recibió de Aquél que le dijo: Tú
eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy”,
esta expresión la tomo el auto de Salmo 2,7. “Como
también dice en otro lugar: “Tú eres sacerdote para siempre, según el orden
de Melquisedec”. Esta expresión a tomo el auto del Salmo 110,1,
(ambos salmos son mesiánicos). 5 EVANGELIO Como siempre, es la fe la que únicamente puede captar el sentido de un
signo milagroso. Bartimeo, el mendigo ciego, sentado junto al camino, sin
esperanzas en la vida, no creyó porque fue curado, sino al contrario, fue
curado de su ceguera porque tenía fe. Es más, todo el relato indica que
Bartimeo estaba esperando a Jesús con el corazón confiado. Y el Maestro se acerca
a él en actitud dialogante a preguntarle: “qué quieres que haga por ti?”.
A lo que Bartimeo respondió: “Maestro, que yo pueda ver”. Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 10, 46-52 Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una
gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado
junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a
gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!” Muchos lo reprendían para
que se callara, pero él gritaba más fuerte: “Hijo de David, ten piedad de
mí!”. Jesús se detuvo y dijo:
“Llámenlo”. Entonces llamaron al ciego y le dijeron: “¡Animo, levántate! Él
te llama”. Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue
hacia El. Jesús le preguntó: “Qué quieres que haga por ti?” Él le respondió:
“Maestro, que yo pueda ver”. Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado”. En
seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino. Palabra del Señor. 5.1 BARTIMEO,
UN MENDIGO CIEGO “El hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego, estaba sentado junto al
camino”. Este relato lo encontramos en los
evangelios según San Marcos y según San Mateo, la diferencia esta en que
Mateo pone la curación de dos ciegos, y Marcos de uno. Otra diferencia es que
Marcos es el único que da el nombre de éste, “Bartimeo”, “el hijo de Timeo”.
Ambos relatos, mencionan que el milagro tiene lugar al salir Jesús de Jericó;
“Cuando
Jesús salía de Jericó”, en cambio en le relato de Lucas al acercarse
a Jericó. Se han propuesto diferentes teorías para armonizar esto, pero los
evangelistas no dan grandes precisiones, pero al exponer que el ciego “estaba
sentado junto al camino”, nos sugiere que está fuera de la ciudad,
pues el ciego, curado, seguía a Jesús por el camino, y la curación la pone a
la salida de Jericó. 5.2 UN CIEGO
VE LA LUZ DEL MUNDO “Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar:
“¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!”. El ciego estaba pidiendo limosna, “al
enterarse de que pasaba Jesús”, a quien lo acompañaban “sus
discípulos y de una gran multitud”, seguramente preguntó qué sucedía.
El ciego y mendigo no conocía a Jesús, por supuesto él no lo había visto
antes. Es así como él pregunta porque tanta gente. Así fue como él se entero
de que pasaba Jesús, el Nazareno. Con todo, el “se puso a gritar: “¡Jesús, Hijo de David,
ten piedad de mí!”. Cabe entonces una pregunta ¿Si no lo conoce y
nunca la ha visto, por qué llama a Jesús así? Ciertamente, el título de “Hijo
de David” es título mesiánico. Con ello lo están proclamando Mesías. ¿Cómo conoce este ciegos la mesianidad de Cristo?, el sin ver como los
que tienen la vista sana, ve la Luz del Mundo. Que el ciego le grite a Jesús, es señal de su confianza en el poder de
Jesús, es así como el Señor lo manda a llamar y le pregunta “¿Qué
quieres que haga por ti?”. Jesús quiere constatar bien el milagro en
su confianza. Que no se vaya sólo por un provecho material (Jn 6:26.27), o
sólo se lo pida a título de ensayo a ver lo que pasa. El ciego le responden
su confianza diciendo: “Maestro, que yo pueda ver”. ¿Cómo estaría nuestro corazón si estuviéramos al alcance de las manos
del Señor, esperando que Él nos toque y nos acaricie? En el Evangelio de
Mateo, donde son dos los ciegos, Jesús tocó sus ojos. Y, al tiempo que ponía sus
manos en los ciegos, aquellos ojos sin luz, les dijo: “Que se haga en ustedes conforme a su fe”. Y en ese momento
recobraron la vista. Ahora imaginemos ¿como se habrán sentido estos dos
ciegos o en el caso de Bartimeo, luego de curados, es decir que ya no son
ciegos y ver la Luz de Cristo? 5.3
“¡ANIMO, LEVÁNTATE! EL TE LLAMA”. “Animo, levántate! Él te llama”. Y el ciego, arrojando su manto, se
puso de pie de un salto y fue hacia El” Jesús, no solo esta atento a atendernos para aliviar nuestros padecimientos,
además él no deja de llamarnos aún en medio de la oscuridad, habla de corazón
a corazón; en oírle está todo nuestro bien. Y cuando Jesús llama, todo
cambia. Hay que estar atento del paso de Jesús por nuestra vida, en este relato el ciego estaba sentado
junto al camino y el paso del Señor le cambio la vida, lo transformo en un
hombre nuevo. Quizá a nosotros nos encuentre en cualquier recodo del camino,
y tengamos por seguro, que Jesús espera que nosotros, a igual que Bartimeo,
con todo el ánimo del mundo nos pongamos a su servicio y le sigamos con
fidelidad. Ciertamente, muchas veces nos hace falta ese “ánimo animoso” tan
teresiano para ser como Bartimeo, ante este llamado donde se puso de pie de
un salto y fue hacia Jesús. Teresa nos
dice: “Harto gran misericordia hace a quien da gracia y ánimo para
determinarse a procurar con todas sus fuerzas este bien; porque si persevera,
no se niega Dios a nadie; poco a poco va habilitando Él el ánimo para que
salga con esta victoria”. (Vida 1, 4.5.) 5.4 ¿QUÉ
QUIERES QUE HAGA POR TI? ¿Qué mas quiero, Señor, que oír tu voz? ¿Qué más puedo pedir? ¿Qué
otra cosa puedo buscar? “Jesús le preguntó: “Qué quieres que haga por ti?”. Quizás como muchos judíos, sabían que el
Mesías nacería de la estirpe de David, ¿pero como iba a saber que era El que
pasaba por allí? Como sería que los que iban delante lo “reprendían para que se
callara”, “pero él gritaba más fuerte”. Bartimeo, dándonos un gran
ejemplo, no se acobardó, como sabiendo que la fe que lucha, es la que triunfa
por sobre los obstáculos. “Jesús se detuvo y dijo: “Llámenlo”. Jesús, oye y se detiene a la voz del que
lo llama con fe y así es como mira a los que lo invocan. Entonces,
deteniéndose manda que le traigan a este hombre que le había llamado y cuando
estuvo cerca le pregunta; “¿Qué quieres que haga por ti?”.
La pregunta se la hace por su natural misericordia y para que los presentes
vean que el ciego no pedía limosna, sino que la gracia divina y lo hacía con
fe. Entonces cuando el ciego expuso su petición, Maestro, que yo pueda ver,
Jesús le dice: “Vete, tu fe te ha salvado”. Los beneficios del Señor se obtienen por la fe y según sea esta es la
gracia que se recibe. Mientras mas abras la ventana de tu corazón, más luz
entrará. Las palabra de Jesús, se transforman en luz para los ciegos. El Evangelio continúa; “En seguida comenzó a ver y lo siguió por
el camino”. En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió
a Jesús, glorificando a Dios. Un doble beneficio gana el ciego, la vista y la
fe en Dios, esto es, termina con su ceguera corporal y aumenta su fe en el
Señor. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios. Muchos son los que desconocen la luz y viven en las tinieblas, pero
quien se acerca a la verdadera Luz, esto es a Jesús, vera la luz eterna. 5.5
MIENTRAS
MÁS SE CLAME O MÁS SE PIDA, MAS SE RECIBE El ciego nos demuestra que mientras más se clame o más se pida, mas se
recibe. Así como cuando insistimos en la oración con toda nuestra vehemencia,
Dios se detiene en nuestro corazón y recobramos la vista perdida. Expone el relato del Evangelio,
“pero él gritaba más fuerte”,
para que se oiga por sobre el ruido que produce el tumulto, así
nuestra oración debe oírse por sobre todo lo demás, con insistencia, por
encima de la ceguera que nos rodea, para que el mundo sea testigo de la luz
de Jesús. La fe salvo al ciego, y la fe puede salvarnos a nosotros, siempre que
nuestra fe sea como la del ciego, confiada, firme y perseverante. Y cuando recibamos beneficios del Señor, seamos como el ciego de
Jericó, que recobro la vista y siguió glorificando a Dios. Jesús, siempre estará esperando que acudamos a El, si le llamamos
siempre vendrá nosotros a iluminarnos. ¿Que aprendemos de este relato? el que sigue a Jesús, ha de ver la
verdad, como este ciego que llama a Jesús para pedir como cuando nos hemos
enceguecido, “Señor ten piedad, Cristo ten piedad”. Jesucristo, igual que
siempre, actúa mostrando su gran corazón misericordioso. Jesús sabe muy bien
lo que es un sentimiento de amor al prójimo y de compasión ante las
desgracias ajenas. Entonces en este fragmento del Evangelio observamos como los que
carecen de vista, reciben la fe por el oído, sin embargo mucho veían con sus
propios ojos los milagros de Jesús y se declaraban contrarios a la fe. En consecuencia, la enseñanza de este Evangelio, es que para conseguir
una gracia de Dios, se requiere como condición previa tener fe y confianza.
Entonces debemos perseverar en la oración para recibir lo que pedimos, y no
debemos perder la confianza en el Señor, si la gracia pedida no llega de
inmediato. Jesús nos enseña que si nos acercamos a El, podemos ver la verdad.
Todos de alguna manera, necesitamos abrir nuestros ojos para ver mejor las
cosas del Señor. Si tenemos cerrados nuestros ojos como consecuencia de las
dificultades, optemos por acercarnos más a Jesucristo, pero hagámoslo con el
corazón limpio, con fe, con conciencia recta, para que Jesús nos descubra los
secretos del Reino de los Cielos. El Señor les Bendiga Pedro Sergio Antonio
Donoso Brant XXX Domingo Ciclo B Publicado en este link: PALABRA DE DIOS Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y
Biblia de Jerusalén Algunos conceptos están tomados de los comentarios
a los Evangelios por Manuel de Tuya, O. P. Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr.
Carlos Etchevarne, Bach. Teol. Lectura de la Lectio Divina para cada día del año,
de Giorgio Zevini y Pier Giordano Cabra (Eds.) Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M.
Magdalena ocd. |
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