Reflexión desde las Lecturas del Domingo
XXXI Ciclo B Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso
Brant 1.
AMAR AL SEÑOR CON TODO LO NUESTRO El Evangelio de hoy, nos presenta a un escriba a quien Jesús declara que
no está lejos del Reino de Dios (12,28-34). Obedeciendo a la voluntad de Dios
revelada por Moisés (Primera Lectura: Dt 6,2-6) sintoniza con lo esencial del
mensaje de Jesús. La esencia de éste une inseparablemente el amor a Dios y el
amor al prójimo. Y este doble amor constituye la base del culto verdadero y
perfecto. Y con todo el corazón “Amarás al Señor”. Este es el mandamiento primero y principal. De nada servirá cumplir
todos los demás mandamientos sin cumplir este. El amor al Señor da sentido y valor
a cada mandamiento, a cada acto de fidelidad. Para esto hemos sido creados,
para amar a Dios. Y sólo este amor da sentido a nuestra vida, sólo Él nos
puede hacer felices, sólo Él hace que nos vaya bien. Pues el amor a Dios no
es una simple obligación, sino una necesidad, una tendencia espontánea al
experimentar que “Él nos amó primero”
(1Jn 4,16). “Con toda tu alma”. Precisamente porque el amor de Dios a nosotros ha sido y es sin
medida (cfr. Ef 3,19), el nuestro para con él no puede ser a ratos o en parte.
No importa que seamos poca cosa y limitados; la autenticidad de nuestro amor
se manifiesta en que es total, en que no se reserve nada: todo nuestro
tiempo, todas nuestras energías y capacidades, todos nuestro bienes... Al
Dios que es único le corresponde la totalidad de nuestro ser. “Como a ti mismo”. No es difícil entender cómo ha de ser nuestro amor al prójimo. Basta
observar cómo nos amamos a nosotros mismos... y comparar. Podemos y debemos
amar al prójimo como a nosotros mismos porque forma parte de nosotros mismos,
porque no nos es ajeno. “No hay judío o griego, esclavo o libre, hombre o
mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús” (Gál 3,28). Gracias a Cristo,
el prójimo ha dejado de ser un extraño. 2.
PRIMERA LECTURA Dios quiere que sus mandamientos echen raíces en nuestro corazón. Esto
es posible si los cumplimos por y con amor, con toda el alma. Lectura del libro del
Deuteronomio 6,1-6 Moisés habló al pueblo
diciendo: Éste es el mandamiento, y éstos son los preceptos y las leyes que
el Señor, su Dios, ordenó que les enseñara a practicar en el país del que van
a tomar posesión, a fin de que temas al Señor, tu Dios, observando
constantemente todos los preceptos y mandamientos que yo te prescribo, y así
tengas una larga vida, lo mismo que tu hijo y tu nieto. Por eso, escucha,
Israel, y empéñate en cumplirlos. Así gozarás de bienestar y llegarás a ser
muy numeroso en la tierra que mana leche y miel, como el Señor, tu Dios, te
lo ha prometido. Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor.
Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas
tus fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Palabra de Dios. 2.1 DEUTERONOMIO. “Deuteronomio” significa en griego
“Segunda Ley”, y es una traducción del Misneh hattorah (“repetición de la
Ley”), en realidad, este título adecúa perfectamente al contenido del libro,
ya que se trata de una nueva promulgación de la mayor parte de la legislación
contenida en los libros anteriores del Pentateuco. Por su forma y contenido, el Deuteronomio
es un libro distinto a los cuatro anteriores del Pentateuco, ya que no es una
narración histórica ni una mera codificación fría, sino una composición
oratoria, que exhorta al cumplimiento de la ley del Señor y a convertir el
corazón, a tomar conciencia del propio pecado y a confiar en el perdón
amoroso de Dios. En este libro se recogen los discursos de Moisés en Moab
antes de entrar los israelitas en Canaán y al término de la gran
peregrinación por el desierto. Es como una recapitulación de los hechos
ocurridos desde el Sinaí y una nueva proclamación de las leyes básicas de la
teocracia hebrea. El tono es solemne y exhortatorio, como conviene en boca
del libertador y legislador de Israel en el momento en que se va a despedir
de su pueblo una vez cumplida su ingrata misión. La idea central de sus
discursos de despedida es que sólo el cumplimiento fiel de los preceptos
divinos atraerá la bendición del Señor. No es una mera exposición de hechos o
leyes, sino que ambas cosas están envueltas en un espíritu de amor a Dios y
al prójimo. Esto es característico del Deuteronomio. 2.2 EL AMOR DE DIOS Y LA OBSERVANCIA
DE LA LEY. Es de notar la insistencia del profeta en repetir las mismas ideas y
el uso de los sinónimos. El fundamento de la religión de Israel está en el
amor de Dios hacia los patriarcas y en la libre elección de su descendencia.
En virtud de este amor sacó a Israel de Egipto con muchos prodigios y le
condujo por el desierto hacia la tierra de promisión. Todo esto exige
correspondencia por parte de Israel, observando sus preceptos. En esto se
resume toda la Ley: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”, como condición
para disfrutar de su protección en la tierra prometida. Todo israelita debía
recitar la sema, u oración, que empezaba con el: “Oye (sema'), Israel el Señor,
nuestro Dios, es el único Señor”. Es la afirmación categórica de un
monoteísmo estricto: no hay más Dios que el Señor. Por eso el israelita debe
amarle sin reserva (con todo su corazón..., con todas sus fuerzas). No se
trata sólo de un sentimiento de terror ante la fuerza numérica de Dios, sino
una entrega amorosa de todo su ser en correspondencia al amor que ha mostrado
por su pueblo. Es el reflejo de la doctrina profética sobre el amor mutuo
entre Dios e Israel. Jesucristo declarará esta fórmula la fundamental de la
nueva ley. Prueba de ese amor a Dios es el cumplimiento de sus mandamientos
con toda fidelidad. Por eso debe tenerlos siempre presentes — en los viajes,
en la casa, al levantarse — y ponerlos en el frontis de la casa y en sus
manos como señal de pertenencia al Señor. En la época del judaísmo rabínico
se tomaba al pie de la letra esta ordenación, y se ponía a la entrada de
todas las casas en una cajita (mezuza) un trozo de pergamino con este texto
del Dt 6:4-9 y Dt 11:13-21. Y aun llevaban en la frente y en las manos
fragmentos de la Ley. El legislador hebreo insiste en esto porque conoce la
volubilidad de su pueblo, y teme que cuando se instalen en Canaán se olviden
de su Dios, que los ha llevado a tierra que mana leche y miel. 3.
SALMO, UN CANTO TRIUNFAL DE LIBERACIÓN. Este himno de acción de gracias que nos invita a rezar la Liturgia de
hoy, puesto en boca de David, tiene el aire de una antología salmódica.
Después de una breve introducción, el salmista describe la situación apurada
en que se hallaba por efecto del ataque de sus enemigos. Una intervención
milagrosa de Dios le salva del peligro, entregando en sus manos a sus
enemigos, mas adelante cantara que el Señor le protege, porque siempre ha sido fiel a
sus preceptos y finalmente cantará una descripción del triunfo sobre los
enemigos con la ayuda de Dios, al que da gracias. De este salmo, la Liturgia de hoy, solo nos invita a cantar algunos
versos. SALMO Sal 17, 2-4. 47. 51 R. Yo te amo, Señor, mi fortaleza. Yo te amo, Señor, mi fuerza, Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi
libertador. R. Mi Dios, el peñasco en que me refugio, mi escudo, mi fuerza salvadora,
mi baluarte. Invoqué al Señor, que es digno de alabanza y quedé a salvo de
mis enemigos. R. ¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca! ¡Glorificado sea el Dios de mi
salvación! Él concede grandes victorias a su rey y trata con fidelidad a su
Ungido. R. 3.1
DIOS,
MI FUERZA SALVADORA Comprendemos de estos versos, como el salmista expresa su confianza
total en Dios, que es su refugio y fortaleza en las adversidades. Los
análogos están tomados de la estrategia militar. Si el compositor es el
propio David, como se afirma en el primer verso, se entienden bien estos
parecidos en un poeta-guerrero que pasó gran parte de su vida luchando a la
intemperie, aprovechando las irregularidades del terreno contra las
incursiones de sus enemigos, más organizados, como eran las huestes de Saúl; “roca,
fortaleza, escudo”... son nombres que encuentran su explicación en el
trasfondo geográfico de la atormentada geografía del desierto de Judá. Estos
parecidos son corrientes en la
literatura salmódica. El Señor es “mi fuerza salvadora”, expresión que encontramos en Sal 27:7.8
como “mi cuerno salvador”. El cuerno es símbolo de poder. Las primitivas
divinidades mesopotámicas llevan una tiara formada a base de “cuernos”
enroscados hacia arriba, tomados del uroc o toro salvaje primitivo, símbolo
de la fortaleza física incontrolada. Consciente del poder absoluto del Señor, el salmista le alaba e
invoca, “Invoqué al Señor, que es digno de alabanza y quedé a salvo de mis
enemigos”, pues sabe que en él está la salvación contra sus enemigos.
Esta confianza está basada en la experiencia, como lo demuestran los versos
siguientes, a los que invito a leer y meditar. 4.
SEGUNDA LECTURA Cristo posee un sacerdocio eterno, que puede salvar a quienes se
acercan a Dios por medio de él. Él vive siempre intercediendo por nosotros. Lectura de la carta a los Hebreos 7, 23-28 Hermanos: En la antigua Alianza los sacerdotes tuvieron que ser
muchos, porque la muerte les impedía
permanecer; pero Jesús, como permanece para siempre, posee un sacerdocio
inmutable. De ahí que Él puede salvar en forma definitiva a los que se
acercan a Dios por su intermedio, ya que vive eternamente para interceder por
ellos. Él es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin
mancha, separado de los pecadores y elevado por encima del cielo. Él no tiene
necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada día,
primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una
vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. La Ley, en efecto, establece como
sumos sacerdotes a hombres débiles; en cambio, la palabra del juramento −que
es posterior a la Ley− establece a un Hijo que llegó a ser perfecto
para siempre. Palabra de Dios. 4.1
ÉL
PUEDE SALVAR EN FORMA DEFINITIVA A LOS QUE SE ACERCAN A DIOS POR SU
INTERMEDIO Continuamos este domingo con la Palabra que nos trae la Carta a los
Hebreos. El domingo anterior, nos hablaba de que la finalidad de ese
fragmento, era probar que Jesucristo es nuestro “Sumo Sacerdote”, cuyo título
ostenta con todo derecho. Ahora en este capitulo, nos muestra otra característica del nuevo
sacerdocio que fue instituido por Dios “con juramento” cosa que no había
sucedido con el sacerdocio levítico. Ello significa que se trata de un
sacerdocio más excelente que el de Aarón, y de que se introduce una economía
religiosa más perfecta, (de tanta mejor
alianza, se ha hecho fiador Jesús, Heb v.22), pues sólo se jura en las
decisiones de mayor importancia y cuando se quiere hacer resaltar la
estabilidad. (“Juró el Señor y no se
arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre” Heb 7,21) Esta estabilidad es la que luego el autor hace notar; “En
la antigua Alianza los sacerdotes tuvieron que ser muchos, porque la muerte
les impedía permanecer”,
contraponiendo la indefectible permanencia del sacerdocio de Cristo, que goza
de vida indestructible, a la multiplicidad de sacerdotes levíticos, a quienes
la muerte impedía permanecer en sus funciones. “pero Jesús, como permanece
para siempre, posee un sacerdocio inmutable” Consecuencia de esa permanencia indefectible de Cristo en el ejercicio
de sus funciones sacerdotales, y que ha de servirnos de gran consuelo a los
cristianos, es su poder para salvar “perfectamente” a cuantos lo toman por
mediador para acercarse a Dios, siempre viviente para “interceder” por ellos;
“De
ahí que Él puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios por
su intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos”. Santo Tomás explica esta “intercesión” perpetua de Cristo a favor
nuestro en el sentido de que en el cielo está continuamente mostrando al
Padre su santa humanidad, ofrecida e inmolada por nosotros, al mismo tiempo
que mantiene en su alma, a vista del Padre, el deseo ardiente de nuestra
salvación que siempre tuvo. 4.2
CRISTO, UN HIJO QUE LLEGÓ A SER PERFECTO
PARA SIEMPRE. Es así, como estos versículos forman algo así como un himno en que
exclama la humanidad agradecida, que, por fin, ha encontrado al sumo
sacerdote que necesitaba. Se trata de presentar la figura de Cristo, nuestro gran sacerdote,
enumerando sucintamente sus principales cualidades o excelencias. Ya a los
antiguos sacerdotes se exigía santidad y apartamiento de pecadores; pero
Jesucristo superó inmensamente; “Él
es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha, separado
de los pecadores y elevado por encima del cielo”, todo eso, siendo “santo” ya en su misma
concepción (cf. Lc 1:35), “inocente” en su rectitud para con
los hombres, “inmaculado” por su limpieza moral, “separado de los pecadores”
no sólo porque nunca tuvo pecado, sino porque tampoco lo podía tener (Heb.
4:15), en fin, “encima del cielo” por
su trascendencia de todo orden, que lo coloca por encima de todas las
criaturas. Otra excelencia de nuestro sumo sacerdote, consecuencia, en gran
parte, de lo anterior, es que no necesita ofrecer “cada día” víctimas por
sus propios pecados, y después por el pueblo, como hacían los pontífices de
la antigua Ley; pecados propios no los tiene, y por el pueblo le bastó
hacerlo “una sola vez, ofreciéndose a sí mismo”. Hay aquí una clara
referencia al sacrificio de la cruz y a su eficacia inagotable, en contraste
con los sacrificios del antiguo sacerdocio, continuamente repetidos, por
impotentes para procurar la salud. En la nueva economía religiosa inaugurada
por Cristo hay un solo sacrificio, el del Calvario, bastante por sí solo para
dar la salud al mundo. Cierto que tenemos el sacrificio de la misa; pero el
sacrificio de la misa, que cada día se celebra en la Iglesia, es el
sacrificio mismo de la cruz, que, según mandato del mismo Jesucristo, se
renueva continuamente de modo incruento y aplica a los hombres los méritos
infinitos allí alcanzados. Resumiendo y en son de triunfo, el autor hace notar; “La
Ley, en efecto, establece como sumos sacerdotes a hombres débiles; en cambio,
la palabra del juramento −que es posterior a la Ley− establece a
un Hijo que llegó a ser perfecto para siempre”, mientras la Ley mosaica establecía como
sumos sacerdotes a hombres débiles, que morían y estaban sujetos a miserias
morales, la “palabra del juramento” (Heb 7, 20-21), que viene después de la
Ley, como expresión última y definitiva del querer de Dios, constituye sumo
sacerdote al “Hijo eternamente perfecto” 5.
EVANGELIO El amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros
mismos, es el mandamiento más importante para el cristiano. Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 12, 28-34 Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: « ¿Cuál es el primero de
los mandamientos?» Jesús respondió: «El primero es: "Escucha, Israel: el
Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo
tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus
fuerzas". El segundo es: "Amarás a tu prójimo como a ti
mismo". No hay otro mandamiento más grande que éstos». El escriba le
dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay
otro más que Él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y
con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos
los holocaustos y todos los sacrificios». Jesús, al ver que había respondido
tan acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios». Y nadie se
atrevió a hacerle más preguntas. Palabra del Señor. 5.1
¿CUÁL ES EL PRIMERO DE LOS MANDAMIENTOS? Un escriba que oyó discutir a Jesús con los saduceos, al ver que les
había respondido bien, se acercó y le preguntó: “¿Cuál es el primero de los
mandamientos?” Este relato, está en los tres Evangelios sinópticos, en San Marcos
la pregunta se la hace en un tono de
respeto, sin embargo en los relatos de San Mateo, y más en San Lucas, en un
sentido hostil. Es cuestión del estilo redaccional de cada evangelista. La
diferencia entre los saduceos y los fariseos, es que los fariseos se
caracterizaban por su rigor y austeridad en el cumplimiento de la letra de la
ley y en la atención a los aspectos externos de los preceptos religiosos y
los saduceos eran ciertas personas, que pertenecían a la aristocracia
sacerdotal judía que negaban la inmortalidad del alma. En este Evangelio, se le acerca ahora a Jesús un escriba. ¿Qué busca?,
él quiere probar la opinión de Jesús, con habilidad y astucia, quizás para
conseguir algo con oscuros propósitos y así comprometerlo, en otras palabras,
mediante una treta, busca como perjudicar a Jesús. El tema del primer mandamiento era muy discutido en las escuelas
rabínicas. Pero San Marcos es el que destaca la argumentación basándose en
que Dios es único; luego exige la plenitud de amor y servicio. La repetición
de corazón, alma y mente es el procedimiento semita de prueba por
acumulación. Pero en el amor a Dios va incluido el amor al prójimo, todo ser
humano, que es lo que destaca especialmente el relato que hace San Lucas en
este pasaje similar (Lc 10:29ss). Pero para el judío, el prójimo era sólo el
judío. 5.2
“AMARÁS
A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO”. A la pregunta que hace el escriba, le responde Jesús; “El
primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú
amarás al Señor, tu Dios”. El Señor ha querido ver la intención,
resaltada, de una cuestión apologética contra el politeísmo del medio
ambiente al que se dirige el evangelio de San Marcos. Jesús luego añade; “con
todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus
fuerzas”. Y luego sigue; “El segundo es: “Amarás a tu
prójimo como a ti mismo”. Este es nuestro deber, amar, y con todo el
corazón, sin ninguna restricción y con todo lo que nos da la vida, con toda
el alma, esto con el primer principio de nuestra vida, lo mas importante, la
parte espiritual e inmortal, capaz de entender, querer y sentir, y que, junto
con el cuerpo, constituye su esencia humana, con toda la mente, con la
capacidad intelectual humana, con el pensamiento, mas allá de toda
imaginación y voluntad. Esto es amar con todo lo que hemos recibido de Dios,
por tanto con todo lo que podemos acercarnos a Dios y estar con El. Así es, como Jesús, nos exige un amor total a Dios, y no aceptar en
nosotros un amor parcial o limitado, y lo mismo nos enseña y nos exige, la
entrega y el amor, tanto a Dios como al prójimo. Eso quizás fue sorprendente
para el escriba, Jesús puso al mismo nivel los dos mandamientos, y así lo
aclara el evangelio cuando en san Mateo 22,34-40, dice; De estos dos
mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas. 5.3
SI
TU AMAS A TU PRÓJIMO, AMAS A DIOS Para nosotros, cristianos, muchas veces indignos seguidores de Jesús,
debemos ser absolutamente contrarios a cualquier sentimiento acentuado de
hostilidad, antipatía, rechazo y odio a los hombres, y esto es sin hacer
excepciones por raza, color o nacionalidad, sin embargo es algo con lo que
convivimos a diario, esta a la vista de cualquiera en la familia, en la
amistad, con los vecinos, con los que piensan diferente, entre los políticos,
entre las naciones y pueblos. Nos recuerda San Pablo, para que no
olvidemos; “No hay judío o griego,
esclavo o libre, hombre o mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús” (Gál
3,28). Esto es los que nos enseña Jesús, el hombre es imagen de Dios, y si tu
amas a tu prójimo, amas a Dios, y si amas a Dios, lo amas en también en el
prójimo. Estos preceptos son nuestros fundamentos de la vida cristiana, ambos
basados en el amor, y por amor a Dios y al prójimo, juntos el mandamiento más
grande de la Ley. El escriba le dijo: “Muy bien, Maestro, tienes razón al decir
que hay un solo Dios y no hay otro más
que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con
todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los
holocaustos y todos los sacrificios”. Jesús, al ver que había
respondido tan acertadamente, le dijo: “Tú no estás lejos del Reino de Dios”.
Estos Versículos son propios de San Marcos. En ellos se hace ver que el amor
al prójimo es mejor que todos los holocaustos y sacrificios. En esto San Marcos
se enlaza con la línea de los profetas sobre la autenticidad del culto y la
misericordia (1 Re 15:22; Os 6:6). A esta valoración del escriba que le
preguntó, Cristo le responde que su rectitud moral le está aproximando al
reino de Dios 5.4
EL COMPROMISO CON NUESTRO PRÓJIMO El compromiso con nuestro prójimo, es impactante, con todo tu corazón
y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas, porque si
aceptamos esta responsabilidad, tengamos presente que cuando decimos con todo
el corazón, es con todo lo nuestro, sin reservas, con todo tipo de
sacrificios, con todo lo que nos hace vivir, cuando decimos con toda el alma,
es con toda la sensibilidad del amor divino, y cuando dice con todas tus
fuerzas es ardientemente y no con tibieza, y añadimos para que no falte nada,
con todo nuestro entendimiento, con toda nuestra mente, con la inteligencia y
la reflexión. Pero el amor divino no se aprende. En efecto, no aprendemos de otro a
amar la vida, ni amar a nuestros padres, ni a nuestros amigos, ni mucho menos
podemos aprender las reglas del amor divino. Hay en nosotros cierto
sentimiento íntimo que nos inclina a amar a Dios. Todo el que obedece este
sentimiento y practica la doctrina de los divinos preceptos y llega a la
perfección de la divina gracia. Así entonces, amamos naturalmente el bien;
amamos también a nuestros prójimos y parientes, y además damos
espontáneamente a los hombres de bien, todo nuestro afecto. 5.5
EL, NOS MANDA AMAR AL PRÓJIMO Así es, como Dios es bueno, y todos deseamos lo bueno, lo que se
perfecciona por nuestra voluntad reside naturalmente en nosotros. A El,
aunque no le conozcamos por su bondad, pero porque procedemos de El, tenemos
obligación de amarle sobre todo, este es nuestro principio. Es también mayor
bien de todos los que se aman naturalmente. El primero y principal
mandamiento es, por consiguiente, el del amor a Dios. El segundo, que
completa al primero y es completado por El, nos manda amar al prójimo. Por
eso decimos y a tu prójimo como a ti mismo. Recibimos de Dios las fuerzas
necesarias para cumplir este precepto. Nada hay tan conforme con nuestra
naturaleza como el comunicarse con los demás, favorecerse mutuamente y amar a
los parientes y amigos. Por ese motivo, reflexionemos además lo que nos
enseña el Evangelista San Juan; “Nosotros debemos amarnos porque él nos amó
primero” (1 Jn 4,19). Y a tu prójimo como a ti mismo, lo mas prójimo, es decir lo más
próximo que tenemos, es quien habita en nuestro corazón, morada de Dios, a El
todo nuestro amor. “Y adonde no hay amor, ponga amor, y sacará amor” (San Juan de la
Cruz) El Señor les Bendiga Pedro Sergio Antonio Donoso Brant XXXI Domingo Ciclo B Publicado en este link: PALABRA DE DIOS Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y
Biblia de Jerusalén Algunos conceptos están tomados de los comentarios
a los Evangelios por Manuel de Tuya, O. P. Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr.
Carlos Etchevarne, Bach. Teol. Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M.
Magdalena ocd. |
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