Reflexión desde las Lecturas del Domingo XXXIV Ciclo B

Jesucristo, Rey del Universo

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


 

1.    EL SEÑOR REINA

Es aleccionador que todo el año litúrgico confluya en esta fiesta: al final Cristo lo será todo en todos. Cristo, a quien hemos contemplado humillado, despreciado, sufriente, lo vemos ahora vencedor; el sufrimiento fue pasajero, pero el triunfo y la gloria son definitivos: “Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido”. El mal, la muerte, el pecado han sido destruido por Él de una vez por todas y ya permanece para toda la eternidad no sólo glorificado, sino Dueño y Señor de todo. Nada escapa a su dominio absoluto de Rey del Universo. Y aunque el presente parezca tener fuerza aún el mal, es sólo en la medida en que Él lo permite, pues está bajo su control. “¡Reina el Señor, revestido de majestad!..... su trono está firme desde siempre” . Esta fe inconmovible en el señorío de Cristo es condición necesaria para una vida auténticamente cristiana.

Pero Cristo tiene una manera de reinar muy peculiar. No humilla, no pisotea. Al contrario, al que acoge su reinado le convierte en rey, le hace partícipe de su reinado, hizo de nosotros un Reino”. El que deja que Cristo reina en su vida es él mismo enaltecido, constituido señor sobre el mal y el pecado, sobre la muerte. El que acoge con fe a Cristo Rey no es dominado ni vencido por nada ni por nadie; aunque le quiten la vida del cuerpo, será siempre un vencedor (Ap 2,7).

El reino de Cristo no es de este mundo, sigue otra lógica. A ningún rey de este mundo se le ocurriría dejarse matar para reinar o para vencer. Pero Cristo reina en la cruz y precisamente en cuanto crucificado. Todo su influjo como Señor de la historia y Rey del Universo viene de la cruz. Es su sangre vertida por amor la que ha vencido el mal en todas sus manifestaciones.

2.    PRIMER LECTURA DANIEL

En la literatura apocalíptica la imagen del Mesías, mediador de salvación se desprende de las realidades históricas (rey, sacerdote, profeta) y se proclama de origen celestial. En su apariencia humana es una revelación del poder salvador del Señor. Por el “hijo del hombre” se anuncia el Reino de Dios, que llena el espacio del tiempo y de la historia y los rebasa. Esa visión del final ilumina el presente de los humildes que esperan.

Lectura de la profecía de Daniel 7,13-14

Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; El avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta El. Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido.

Palabra de Dios.

2.1   EL PROFETA DANIEL RECIBE MENSAJES DE DIOS POR INTERMEDIO DE SUS ÁNGELES

La Lectura de hoy, solo es una parte del capitulo 7, para para comprender y reflexionar mejor hay que ampliar la lectura a otros versículos. Con el capítulo 7, se abre la segunda parte del libro de Daniel, de carácter visionario. El profeta ahora se presenta como profeta que recibe mensajes de Dios por intermedio de sus ángeles.

Al profeta Daniel, se le ha revelado el misterio de la historia. Ve la sucesión de diferentes reinos, representados simbólicamente por cuatro fieras espantosas, pero su prepotencia está destinada a desaparecer. Mientras los acontecimientos se suceden en el tiempo, en la dimensión contemporánea al mismo de la eternidad, la historia es juzgada por Dios sobre la base de las acciones de los hombres; “Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un anciano de muchos días, cuyas vestiduras eran blancas como la nieve, y los cabellos de su cabeza como lana blanca. Su trono llameaba como llamas de fuego, y las ruedas eran fuego ardiente” (Dan. 9ss).

Las potencias de este mundo han sido condenadas y algunas ya sufren la pena; “Yo seguía mirando a la bestia a causa de las grandes arrogancias que hablaba su cuerno, y la estuve mirando hasta que la mataron, y su cuerpo fue destrozado y arrojado al fuego para que se quemase” (Dan 7,11), otras, en cambio, la ven diferida; “A las otras bestias se les había quitado el dominio, pero les había sido prolongada la vida por cierto tiempo”. (Dan 7,12) Y entonces que aparece en la trascendencia divina: “venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre”,  a quien Dios le da un poder eterno y un reino invencible, que abarcará a todos los pueblos. Eso significa que su persona y su señorío son celestiales y terrenos, divinos y humanos al mismo tiempo. Contra su reino, que coincide con el Reino de los santos del Altísimo; “Esas grandes bestias, las cuatro, son cuatro reyes que se alzarán en la tierra. Después recibirán el reino los santos del Altísimo y lo retendrán por siglos, por los siglos de los siglos” (Dan 17,18), se levantará aún la violencia de los poderosos de este mundo y parecerá victoriosa; “Los diez cuernos son diez reyes que en aquel reino se alzarán, y tras ellos se alzará otro que diferirá de los primeros y derribará a tres de estos reyes”. (Dan 7,24)

Ahora bien, cuando el juicio de Dios se haga definitivo, el Reino del “Hijo del hombre”, o bien de los santos del Altísimo, triunfará para siempre;se sentará el tribunal y le arrebatarán el dominio, hasta destruirle y arruinarle del todo, dándole el reino, el dominio y la majestad de todos los reinos de debajo del cielo al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino será eterno, y le servirán y obedecerán todos los señoríos.” (Dan 7,26-27). Para expresar de manera eficaz esta realidad, Pablo adoptará la imagen del cuerpo místico, cuya cabeza es Cristo y los fieles sus miembros.

El Reino de Cristo es, por consiguiente, también nuestro; nosotros también estamos llamados a participar en su realeza venciendo al pecado que nos asedia. Sumergidos como estamos en la historia, se nos pide que juzguemos los acontecimientos con el sentido de la fe y que vivamos en conformidad con la ley fundamental del amor, para que todo hombre pueda entrar por fin en el Reino de Dios.

2.2  COMO UN HIJO DEL HOMBRE

En las nubes del cielo, en contraposición al mar Grande, de donde venían las bestias, contempla el profeta a “un como hijo de hombre”, es decir, algo parecido a un hombre. Como las bestias eran semejantes a un león, a un leopardo, así ahora lo que ve en lo alto es semejante a un hombre, que se acerca al anciano de días, “el Juez eterno”; “Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; El avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta El”. La expresión “hijo de hombre” significa en la Biblia, como hemos visto en el libro de Ezequiel, simplemente uno que pertenece a la especie humana. Todo aquí tiene un valor simbólico, pues los cuatro reinos son simbolizados en cuatro bestias que vienen del mar, mientras que el nuevo reino que los suplanta definitivamente es muy superior a aquéllos, y por eso es figurado no en una bestia, sino en un hombre, y no viene de abajo, sino de lo alto, es decir, viene de Dios.

Y aquí un reino que viene de lo alto, de Dios, recibe el señorío, la gloria y el imperio: “Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido”.  Algunos autores han querido ver en esta procedencia, en las nubes del cielo, una alusión a un personaje de origen divino, un personaje cumbre que la sintetice, el Mesías. De hecho sabemos que Cristo se apropió el título de Hijo del hombre en su predicación y aludió a su aparición solemne en las nubes del cielo. “Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta” (Mt 1,27). El sentido mesiánico, pues, del fragmento es claro.

En el contexto de la profecía de Daniel se trata del anuncio de un futuro señorío e imperio, reconocido por todos los pueblos y naciones, y ese dominio será eterno. “Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido” Así lo declara uno de los asistentes al trono al propio Daniel, cuando dice que después de los cuatro reinos surgirá el reino de los santos del Altísimo, que lo retendrá por los siglos de los siglos; “Después recibirán el reino los santos del Altísimo y lo retendrán por siglos, por los siglos de los siglos” (Dan 18). Esos santos del Altísimo no son otros que los judíos fieles, que serán los ciudadanos del reino mesiánico.

3.    SALMO 92,1-2. 5

Como un eco de este anuncio, el salmo canta la realeza del Señor cuyo adorno es la santidad. Participamos de esta oración, aclamando: R. ¡Reina el Señor, revestido de majestad!

R. ¡Reina el Señor, revestido de majestad!

¡Reina el Señor, revestido de majestad! El Señor se ha revestido, se ha ceñido el poder. R.

El mundo está firmemente establecido: ¡no se moverá jamás! Tu trono está firme desde siempre, tú existes desde la eternidad. R.

Tus testimonios, Señor, son dignos de fe, la santidad embellece tu Casa a lo largo de los tiempos. R.

3.1   EL SEÑOR, REY DE LA CREACIÓN.

Es éste un himno grandioso en el que se canta la magnificencia de Dios como Soberano del universo. “¡Reina el Señor, revestido de majestad! El Señor se ha revestido, se ha ceñido el poder”. A pesar de ser sumamente breve, impresiona su lenguaje, lleno de la más altísima teología natural. Los salmistas han sabido captar el mensaje divino de la creación, que es un reflejo de la grandeza del Señor.

Por esta soberanía superior deben ser acatados sus testimonios y mandamientos. Pero, además, el Señor tiene su morada en Israel, y ésta es fuente de santidad para los que a ella se acercan.

En la obra de la creación se manifestó el poder del Señor, al poner orden en el caos primitivo y al sujetar las fuerzas indómitas de los mares. Una de las maravillas de la obra divina es haber cimentado el orbe en una masa acuosa movible sin que el orbe se conmueva. “El mundo está firmemente establecido: ¡no se moverá jamás!”. Según las ideas cosmológicas hebraicas, la tierra descansaba en unos pilares sobre el abismo de aguas saladas. La obra de Dios es, pues, un prodigio de equilibrio, digno de su sabiduría y omnipotencia. “La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas” (Gen 1,2). Como Soberano del universo, tiene el Señor su trono firme descansando en la bóveda celeste, sobre las cimas de las montañas; “El Señor  en su Templo santo, el Señor, su trono está en los cielos; ven sus ojos el mundo, sus párpados exploran a los hijos de Adán” (Sal 11,4). Y esta permanencia del trono divino es desde la eternidad: antes que se organizara el cosmos. Asentado en su trono celeste, El Señor domina las fuerzas del mar: (Job 38, 8-11) cuyos oleajes y ríos no llegan hasta EL ruido ensordecedor de sus olas, lejos de empañar su magnificencia, es un himno a su poder superior.

“Tus testimonios, Señor, son dignos de fe, la santidad embellece tu Casa a lo largo de los tiempos” .El poeta nos habla en este versos de las vinculaciones del Señor con su pueblo a través de su santuario de Jerusalén. Sus leyes son, en realidad, testimonios verídicos de su voluntad; sus promesas son, por ello, indefectibles; y su presencia en la casa de santidad — el templo jerosolimitano — es una prenda de fidelidad a sus promesas de protección a su pueblo y a los que sigan sus mandatos, y esto, no momentáneamente, sino por el transcurso de los días, presentes y futuros: “a lo largo de los tiempos”

4.    SEGUNDA LECTURA

Resucitado por haber testimoniado hasta la muerte, el designio de su Padre, Cristo ha venido a ser «príncipe de los reyes de la tierra», recibiendo todo el poder para guiar la historia de los hombres. Pero a esta realeza asociará el Resucitado a cuantos él ha liberado del pecado y que profesan su señorío sobre el mundo aceptando las conversiones necesarias para ello. Cristo está allá en la plenitud de la vida y nos estimula y nos espera. Él es el punto Omega, al que converge toda la creación, y en el que esta pobre historia humana encontrará un final digno y glorioso.

Lectura del libro del Apocalipsis 1, 5-8.

Jesucristo es el “Testigo fiel, el Primero que resucitó de entre los muertos, el Rey de los reyes de la tierra”. Él nos ama y nos liberó de nuestros pecados, por medio de su sangre, e hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios, su Padre. ¡A Él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Amén. El viene sobre las nubes y todos lo verán, aun aquéllos que lo habían traspasado. Por Él se golpearán el pecho todas las razas de la tierra. Sí, así será. Amén. Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso.

Palabra de Dios

4.1   “EL NOS AMA Y NOS LIBERÓ DE NUESTROS PECADOS, POR MEDIO DE SU SANGRE”,  

En estos versículos, tomados del prólogo del Apocalipsis, se presenta esencialmente la realeza de Jesucristo como la realeza del Hijo del hombre: “El viene sobre las nubes y todos lo verán”.  Aludiendo a la profecía de Daniel, el vidente puede afirmar, por tanto, que Jesús es el revelador del Padre digno de fe, es en otras palabras, “testigo fidedigno”, puesto que procede de Dios mismo. En cuanto Resucitado, es el modelo de una nueva estirpe destinada a la vida eterna. Por último, es “soberano de los reyes de la tierra”,  “el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios”, porque ha venido a traer a la tierra el Reino de Dios al que todos estarán sometidos al final.

“El Hijo del hombre”, Jesús, es el crucificado, “traspasado” por la incredulidad y por la violencia de muchos. Y precisamente de este modo ha manifestado su amor por nosotros y nos ha liberado de los pecados: “Él nos ama y nos liberó de nuestros pecados, por medio de su sangre”,  dándonos la posibilidad de que se cumpla la antigua promesa: “Si me obedecéis y guardáis mi alianza, vosotros seréis el pueblo de mi propiedad entre todos los pueblos, porque toda la tierra es mía; seréis para mí un reino de sacerdotes, una nación santa” (Ex 19,6).

Cuando llegue la hora siempre inminente de su venida gloriosa, hasta los que le han rechazado deberán reconocerle y comprender el mal que han cometido. Ahora bien, los que desde ahora acogen el señorío de Cristo en su vida participan de su función real y sacerdotal. De este modo entran en comunión con Dios, principio y fin de todo lo que existe, origen eterno del tiempo, que, sin embargo, viene a la historia para asumir la fatiga de todas las criaturas y llevarlas con el poder del amor a la libertad y a la salvación: “Sí, así será. Amén. Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso”.

5.    EVANGELIO

El Reino de Dios, proclamado por el Maestro, no está regido por las leyes de nuestro pobre mundo empecatado: «la ambición humana, la codicia de los ojos y la arrogancia del dinero» (cf. 1 Jn 2,16). Por eso, la Iglesia no deberá jamás aliarse ni identificarse con ningún poder de este mundo, ni mucho menos ofrecerse como alternativa ideal del poder civil. Actualmente, la realeza de Cristo se expresa en el testimonio de los cristianos dispersos entre los demás hombres. Es necesario que el cristiano aparezca apasionado por la verdad del hombre. En su lucha por la dignidad del hombre descubrirá que ha recibido esa pasión de Cristo, al mismo tiempo que éste le hará apasionado del verdadero Dios.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 33-37

Pilato llamó a Jesús y le preguntó: “a, Eres Tú el rey de los judíos?”. Jesús le respondió: “Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?”. Pilato replicó: “¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?”. Jesús respondió: “Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que Yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí”. Pilato le dijo: “Entonces Tú eres rey?”. Jesús respondió: “Tú lo dices: Yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz”.

Palabra del Señor.

5.1   PILATO LLAMÓ A JESÚS Y LE PREGUNTÓ: “A, ERES TÚ EL REY DE LOS JUDÍOS?”.

El relato este fragmento del Evangelio, no cuenta un proceso que es presentado a Pilato sólo bajo el aspecto político de un competidor del Cesar, al hacerse el Rey Mesías.

Los tribunales romanos se abrían muy de mañana: “prima luce”. Podría suponerse el comienzo de este proceso sobre las seis o siete de la mañana. Mateo introduce sin más el proceso, yendo, como es su estilo, a la sustancia de los hechos, preguntándosele si es el “Rey de los judíos.” Esto supone el conocimiento que de esta acusación tenía Pilato, ya que el acusado tenía que haber sido presentado al procurador con una notificación oral o escrita de su acusación.

Este relato también esta en los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas. En Mateo pone la respuesta afirmativa de Jesús: “Tú lo dices.” La fórmula no era ordinaria, pero su uso revestía solemnidad. Juan destacará bien el sentido teológico de esta interrogación de Pilato y la precisión de la respuesta de Jesús: “a, Eres Tú el rey de los judíos?, Jesús le respondió: “Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?”

5.2   PERO HUBO OTRAS “ACUSACIONES” DE LOS PRÍNCIPES DE LOS SACERDOTES Y ANCIANOS.

En Lucas, estas acusaciones eran todas convergentes en llevar la acusación al terreno político de su realeza, lo que era una competición contra Roma. Jesús no se presentaba como un “zelote” exigiendo la libertad política, sino como el mismo Rey Mesías profetizado.

Pilato comienza este interrogatorio de Cristo preguntándole, sin que los sanedritas le hayan acusado de nada en concreto, lo mismo que en Mateo (27:11) y Marcos (15:2), sobre si él es “el rey de los judíos.” Es ello una prueba que supone el informe y acusación previa, al menos prenotificada en privado.

Lucas pone, en cambio, al principio del proceso, la acusación terminante que le hacen. Le presentan, malintencionadamente y desnaturalizando los hechos, una versión política de su mesianismo: a) “pervierte a nuestro pueblo”; b) “prohíbe pagar tributo al César”; c) “dice ser El Mesías-Rey” (Lc 23:1-2). Las dos primeras eran, ciertamente falsas, y la tercera estaba desnaturalizada, al dar de ella, en el contexto de lo anterior, una versión política. Marcos lo presenta así: los dirigentes “le acusaban de muchas cosas” (Mc 15:3) insistiendo en esto.

5.3  EL DIÁLOGO DE JESÚS CON PILATO, COMO ESTE INTERROGATORIO, ES ALGO MISTERIOSO E INSÓLITO

En todo caso, tanto el diálogo de Jesús con Pilato, como este interrogatorio, es algo misterioso e insólito. Jesús es interrogado si es o no es el Mesías. Y Jesús es el Mesías del Señor, su Ungido, su Consagrado, es el Siervo, enviado al mundo precisamente para esto, para realizar en Sí en su persona y en su vida, todas las palabras dichas por los profetas por la ley y por los salmos de Él. Palabras de persecución, de sufrimiento, de llanto, heridas y sangre, palabras de muerte por Jesús, por el Ungido del Señor, que es nuestro respiro, aquél a la sombra del cual viviremos entre las naciones, como dice el Profeta Jeremías (Lam 4, 20). Palabras que hablan de asechanzas, de insurrecciones, conjuras, (Sal 2,2).

Observamos a Nuestro Señor Jesucristo, herido, como varón de dolores; tan irreconocible, si no es sólo por parte de aquel amor, que como Él, bien conoce el padecer. “¡Sepa pues con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a Jesús a quien vosotros habéis crucificado!” (Hech 2, 36). Sí, es un rey atado, el mío, un rey entregado, arrojado fuera, despreciado; es un rey ungido para la batalla, pero ungido para perder, para ser sacrificado, para ser crucificado, inmolado como un cordero. Este es el Mesías: el rey que tiene como trono la cruz, como púrpura su sangre derramada, como palacio el corazón de los hombres, pobres como Él, pero hechos ricos y consolados por una continua resurrección. Estos son nuestros tiempos, los tiempos de la consolación por parte del Señor, en los cuales él envía incesantemente al Señor Jesús, al que nos ha destinado como Mesías. (ocarm)

5.4  “MI REALEZA NO ES DE ESTE MUNDO.

“Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que Yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí”

Debe de ser después de estas acusaciones que dicen los sinópticos cuando, maravillado Pilato de que aquel reo es distinto de todos, “entró de nuevo en el pretorio” y, mandando venir a Cristo, le hace un interrogatorio privado, lo que no excluye la presencia de otras personas — asesores, etc. — sobre su realeza.

La pregunta fue sobre si era en verdad El “el rey de los judíos.” Pero Cristo tenía que precisarle bien el sentido de aquella expresión, que podía ser gravemente equívoca.

Si lo decía Pilato por su cuenta, Él no era rey en ese sentido; no era un rey político, no era un competidor del César; El no venía a aprovecharse de Palestina para dársela a los judíos quitándosela al César.

Si se lo habían dicho los dirigentes judíos, en parte era verdad: Él era el Mesías, pero no el Mesías político que ellos esperaban, el rey político que ellos allí le presentaban.

La pregunta de Cristo incomodó a Pilato, que corta por lo sano, preguntándole que responda “qué ha hecho.”

Pilato puede estar tranquilo. Porque el reino de Cristo no es de este mundo. La prueba la tiene él: no tiene soldados, está prisionero, sin que nadie le defienda ni luche por Él.

5.5  “¿LUEGO TÚ ERES REY?”

Hasta aquí la respuesta de Cristo había sido negativa. Y no podía ser ajeno a la información de Pilato la entrada “mesiánica” de Cristo el día de Ramos, sus disputas y enseñanzas con los fariseos en los últimos días jerosolimitanos y su confesión en la noche anterior ante el Sanedrín. De ahí la pregunta que le hace con ironía y medio piedad y desprecio. A este momento deben de corresponder las frases de los sinópticos sobre su realeza (Mt 27:11); Cristo lo afirma: “Tú lo dices.” Esta frase es de muy raro uso y supone una cierta solemnidad.

Cristo expresa cómo su reinado es espiritual, por someter los seres humanos a la verdad. Esta es la finalidad de su venida a este mundo. Los autores subrayan, salvando el contenido histórico interpretativo, cómo el estilo de estas palabras está fuertemente sumido en términos Joánicos (Jn 3:11.32; 8:14ss; 1:7.8; Ap 1:5).

5.6  YO SOY REY. PARA ESTO HE NACIDO Y HE VENIDO AL MUNDO: PARA DAR TESTIMONIO DE LA VERDAD.

“El que es de la verdad, escucha mi voz”. Al llegar a este punto y oír hablar de la “verdad”, Pilato pregunta qué cosa sea la “verdad.” Acaso piensa en los filósofos ambulantes que en Roma andaban exponiendo sus sistemas y sus sabidurías. El gesto de Pilato refleja una perfecta situación histórica. ¿La verdad? ¿Quién la iba a discernir entre tantos sistemas? Se acusa bien en él el escepticismo especulativo de un romano y de un político, a quien sólo le interesaba lo práctico. Y, acaso encogiéndose de hombros, pensó que Cristo fuese uno de estos iluminados orientales y no dio más importancia a aquel asunto. Y terminó así el interrogatorio. “Salió” de la parte interior del pretorio al exterior del mismo, para decir a los dirigentes judíos que no encontraba ningún crimen en este hombre para condenarle a muerte. Fue para él un soñador, un filósofo o un oriental iluminado. En todo caso, no había lugar a más proceso.

Se cotejan aquí conceptos muy diferentes de realeza: Pilato tenía el concepto político-militar que se podía hacer un romano, pero aparece también el teocrático y a la vez político de los judíos; sin embargo, la realeza de Jesús pertenece a otra esfera: “no es de este mundo”; más aún, puede dejarse aplastar por éste y resultar, de todos modos, vencedora. Jesús es verdaderamente rey, pero no de aquí abajo. Ha venido a este mundo a traer su Reino sobrenatural sin imponer su absoluta superioridad, asumiendo nuestra condición: “Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz”, para iluminarla con la luz de la verdad y hacer al hombre capaz de elegir el Reino de Dios.

La venida de Cristo obra, por consiguiente, una discriminación entre los que acogen su testimonio y los que lo rechazan. Es un testimonio verdadero sobre Dios -cuyo rostro revela Jesús en sí mismo- y, al mismo tiempo, sobre el hombre, tal como es según el designio del Padre, “¡Ecce homo!” (Jn 19,5): acogerlo significa entrar ya desde ahora en su Reino. En cambio, el que lo rechaza se somete al príncipe de este mundo (12,31): no es posible mantenerse en un escepticismo neutral, como intenta hacer Pilato (18,38). Quien reconoce a Jesús como rey no se preocupa de triunfar en este mundo, sino más bien de escuchar la voz de su Señor y de seguirle para extender aquí abajo su Reino de verdad y de amor.

5.7  CRISTO ES UN REY CRUCIFICADO

Estamos invitados a vigorizar en nosotros el deseo de que Cristo reine verdaderamente en nuestra vida. Para que esto ocurra, es necesario revivir siempre en nosotros una adhesión plena a él, que nos amó primero y libró por nosotros la gran batalla hasta dejarse herir de muerte para destruir en su cuerpo clavado en la cruz nuestro pecado. Cristo venció así. Su triunfo es el triunfo del amor sobre el odio, sobre el mal, sobre la ingratitud. Su victoria es, en apariencia, una derrota: el modo de vencer del amor es, en efecto, dejarse vencer.

Cristo es un rey crucificado; sin embargo, su poder está precisamente en la entrega de sí mismo hasta el extremo: es un rey coronado de espinas, colgado en la cruz, y sigue como tal para siempre, incluso ahora que está en la presencia del Padre, a donde ha vuelto después de la resurrección. Se trata de una realeza difícil de comprender desde el punto de vista humano, a no ser que emprendamos el camino del amor humilde, de la vida que se hace servicio y entrega. Si emprendemos ese camino, el mismo Espíritu nos hará capaces de configurarnos con el humilde rey de la gloria, de quien todo cristiano está llamado a ser discípulo enamorado. Esto traerá consigo, necesariamente, una sombra de muerte, de muerte a todo un mundo de egoísmos, de pasiones, de vanos deseos y de arrogancias indebidas: una muerte que, sin embargo, se traduce en libertad para nosotros mismos y en crecimiento para los otros, en vida verdadera y en plenitud de alegría.

Nuestro camino en la historia prosigue con sus cansancios, pero nuestro corazón puede saborear de manera anticipada la dulzura de este Reino de luz infinita en el que sólo se entra por la puerta estrecha de la cruz. (Giorgio Zevini y Pier Giordano Cabra, Lectio Divina (eds.) “Venga a nosotros, Señor, tu Reino de luz”

¡Oh Rey de gloria y Señor de todos los reyes! ¡Cómo no es vuestro reino armado de palillos, pues no tiene fin!........ ¡Oh Señor mío, oh Rey mío! ¡Quién supiera ahora representar la majestad que tenéis!. (Santa Teresa de Jesús, Vida, capitulo 6)

     El Señor les Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

     XXXIV Domingo Ciclo B

Publicado en este link: PALABRA DE DIOS


Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén

Algunos conceptos están tomados de los comentarios a los Evangelios por Manuel de Tuya, O. P.

Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol.

Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M. Magdalena ocd.

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