Reflexión desde las Lecturas del Domingo
Después de Navidad, La Sagrada Familia Ciclo C Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso
Brant 1.
LA SAGRADA
FAMILIA Nada más celebrar la Navidad, la liturgia
nos introduce en esta fiesta de la Sagrada Familia. Tiene un profundo
significado: Al entrar en este mundo, el Verbo lo renueva todo; al hacerse hombre,
sana y regenera todo lo humano. También la familia. Al sanar el corazón
humano, herido por el pecado, Cristo hace posible una familia nueva. Los valores naturales de la familia no son
anulados. Todo lo contrario. La gracia de Cristo los purifica, los potencia,
los eleva. Las virtudes que el Espíritu de Cristo siembra en el corazón
humano hacen posible vivir de una manera nueva el misterio de la familia. La
misericordia, la bondad, la dulzura, la humildad, el perdón, el amor, la
unidad, la paz son fruto del Espíritu Santo. Vividas a semejanza de Cristo,
hacen que la familia cristiana sea reflejo de la familia de Nazaret y –más
aún– de la Trinidad misma. En el mundo actual, cuando la familia se
deteriora por momentos, es más necesario que nunca contemplar a la Sagrada
Familia para comprender que la familia sólo en Cristo puede realizar su
ideal, pues sólo él une, da cohesión y hace a cada uno capaz de amar
generosamente, de perdonar, de darse sin medida, de comprender. Sin Cristo,
el hombre y la familia, dejados a su debilidad, sucumben. “El que escucha la
palabra de Dios y la cumple, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre” (Lc
8,21). 2.
PRIMERA LECTURA Una vez más queda demostrado el poder de
la oración. Otra madre estéril oró con perseverancia pidiendo a Dios poder
concebir un hijo, gracia que le fue concedida. Luego viene la acción de gracias por este
favor, no sólo por parte de Ana, sino de toda su familia. El niño fue
consagrado al Señor, por el resto de su vida. Lectura del primer libro de Samuel. 1Sam 1, 20-22. 24-28 En aquellos días, Ana concibió, y a su
debido tiempo dio a luz un hijo, al que puso el nombre de Samuel, diciendo: “Se lo he pedido al Señor”. El marido, Elcaná, subió con toda su
familia para ofrecer al Señor el sacrificio anual y cumplir su voto. Pero Ana
no subió, porque dijo a su marido: “No iré hasta que el niño deje de mamar. Entonces
lo llevaré y él se presentará delante del Señor y se quedará allí para
siempre”. Cuando el niño
dejó de mamar, lo subió con ella, llevando además un novillo de tres años,
una medida de harina y un odre de vino, y lo condujo a la Casa del Señor en
Silo. El niño era aún muy pequeño. Y después de
inmolar el novillo, se
lo llevaron a Elí. Ella dijo: “Perdón, señor mío, ¡por tu vida, señor!,
yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti, para orar al Señor. Era este niño lo que yo suplicaba al
Señor, y Él me concedió lo que le pedía. Ahora yo, a mi vez, se lo cedo a Él:
para toda su vida queda cedido al Señor”. Después se postraron delante del Señor. Palabra de Dios. 2.1 EL LIBRO DE SAMUEL Tenemos en la Biblia dos libros de Samuel,
Primero y Segundo de Samuel. En un principio formaban ambos un solo libro. Los dos libros fueron escritos
originariamente en hebreo. El texto griego de Samuel se ha conservado en los
códices Vaticano (B) y Alejandrino (A), corregido este último conforme al
texto original hebraico. En la cueva cuarta de Qumrán (49 Sama) se han
encontrado restos de todo el libro de Samuel en estado bastante perfecto de
conservación. Los libros de Samuel fueron de los primeros que San Jerónimo
tradujo del hebreo. Contenido doctrinal. Encierran ellos un
mensaje religioso, destinado en primer lugar a los israelitas, y después a
sus herederos espirituales, los cristianos. Los libros anuncian las
condiciones y las dificultades del establecimiento del reino de Dios sobre la
tierra. Yahvé es el Dios de Israel y su único rey; el monarca que elija el
pueblo debe ser el representante de Dios en la tierra y el instrumento del
que se servirá Dios para obrar grandes cosas. En ambos libros aparecen los
atributos de Dios. Por medio de sus profetas se comunica a los hombres. Desde
su infancia fue Samuel su confidente. Durante toda su vida se manifestó
Samuel como defensor acérrimo de los derechos del Señor, no temiendo oponerse al mismo rey y
echarle en cara su ingratitud para con Dios, que lo había elegido. 2.2 LOS HIJOS
SON DON DE DIOS, PERTENECEN AL SEÑOR Y SU VOCACIÓN ES SERVIRLO Es la madre la que impone el nombre a su
hijo, llamándole Samuel. “El marido, Elcaná, subió con toda su
familia para ofrecer al Señor el sacrificio anual y cumplir su voto”.
Ana no acudió, prefiriendo subir después de haber destetado al niño; “No iré hasta que el niño deje de mamar”, cabe suponer que tenía Samuel de tres a
cuatro años. Junto con el niño, ofreció la familia un “novillo de tres años una
medida de harina y un odre de vino”. Él niño es presentado a Elí.
Puesto que Dios se lo ha regalado, quiere Ana que quede propiedad del Señor,
sirviéndole en el santuario. Ana, como Sara, Rebeca, Raquel, como la
madre de Sansón y la madre del Bautista, era estéril, pero el Señor había
escuchado su oración llena de fe y esperanza, concediéndole el hijo tan
deseado, el pequeño Samuel, cuyo nombre significa “el nombre de Dios” o,
según la etimología dada por la madre, “Se lo he pedido al Señor”. El
texto bíblico es rico en contenido teológico, porque pone de relieve no sólo
el poder de Dios para sacar vida de la muerte, trayendo a la vida lo que no
existe (Rom 4,17), sino también porque subraya la misma iniciativa gratuita
de Dios, que lleva adelante su designio de salvación a través de su libre
amor. En la primera parte, el relato recuerda la
visita al templo de su marido Elcaná con su familia, pero sin la
participación de su mujer Ana, que decía: “No iré hasta que el niño deje
de mamar. Entonces lo llevaré y él se presentará delante del Señor y se
quedará allí para siempre”. En
la segunda parte “Cuando el niño dejó de mamar”, se describe la peregrinación
de Ana con el pequeño Samuel la
“Casa del Señor
en Silo” , lo subió con
ella para el sacrificio y la ofrenda del hijo, prometido al Señor, que ella
había cuidado hasta los dos años, consciente de que lo había recibido como
don de Dios. Los hijos son don de Dios, pertenecen al
Señor y su vocación es servirlo. La casa da Dios será la morada de los que le
están consagrados. También a María y José revelará Jesús, el día de su
reencuentro en el templo, que su morada está junto al Padre y desde allí
iniciará su misión universal de salvación. 3.
SALMO Haciéndose eco de esta atmosfera de
piedad, el salmo canta la felicidad de quienes cerca del Señor. Participamos
de esta oración, aclamando: ¡Señor, felices los que habitan en tu Casa! Sal 83, 2-3. 5-6. 9-10 R. ¡Señor, felices los que habitan en tu
Casa! ¡Qué amable es tu Morada, Señor del
Universo! Mi alma se consume de deseos por los atrios del Señor; mi corazón y
mi carne claman ansiosos por el Dios viviente. R. ¡Felices los que habitan en tu Casa y te
alaban sin cesar! ¡Felices los que encuentran su fuerza en ti, al emprender
la peregrinación! R. Señor del universo, oye mi plegaria,
escucha, Dios de Jacob; protege, Dios, a nuestro Escudo y mira el rostro de
tu Ungido. R. 3.1 PRESENCIA
DE DIOS EN EL TEMPLO. El fiel del Señor, fervoroso tenía toda su
ilusión en vivir a la sombra del templo, participando de la familiaridad con
su Dios en la asistencia a las funciones litúrgicas. Este salmo es similar a
los salmos 42 y 43. En éstos se refleja la nostalgia del levita que no puede
asistir a la vida de culto del templo; en este salmo 83 se dan gracias a Dios
y se entona un himno de alabanza por haberle otorgado el inmenso beneficio de
poder tener acceso al santuario. Es la voz agradecida del peregrino que puede
acercarse a la morada del Señor y vivir en intimidad espiritual con su Dios. “¡Señor, felices los que habitan en tu
Casa!”. El salmista ansia vivir junto a las moradas del Señor, el templo de
Jerusalén. “Mi alma se consume de deseos por los atrios del Señor”. Todo
su ser — “mi corazón y mi carne claman ansiosos” — se estremece ante
la perspectiva de poner los pies en los atrios del recinto sagrado,
santificados por la presencia del Altísimo. Bajo este aspecto, el poeta
siente envidia de los pajarillos, que pueden anidar cerca de los altares del
tabernáculo del Señor, “el Dios viviente”, que como tal
infunde vida espiritual — fe y esperanza — al que se acerca a Él. Por eso considera “ felices los que habitan en tu
Casa!” y alabarle incesantemente; “y te alaban sin cesar”
viviendo en una atmósfera de santidad. Luego el salmista piensa en el peregrino que avanza penosamente hacia el
santuario bendito. “¡Felices los que encuentran su fuerza en
ti, al emprender la peregrinación!”
A pesar de su duro caminar, el poeta siente envidia de él, pues se
acerca a la morada de Dios, y este pensamiento endulza su camino. Aunque
tenga que pasar por lugares áridos, el pensamiento de que se acerca a
Jerusalén convertirá el lugar en delicioso, como si fuera un oasis en el que
no falta la fuente y el verde césped surgido a merced de las ansiadas
primeras lluvias otoñales. El pensamiento de ver al Dios de los dioses —
asistir a las manifestaciones del culto del Señor — en el templo de Sión le
hace caminar más animoso. “Señor del universo, oye mi plegaria,
escucha, Dios de Jacob; protege, Dios, a nuestro Escudo y mira el rostro de
tu Ungido”, En estos versos,
se intercalan una oración por el ungido de Dios, el rey. El salmista piensa
en el representante del Señor y se siente vinculado espiritualmente a él,
porque, en su concepción teocrática, el rey representa los intereses de su
pueblo y la garantía de continuidad hacia los tiempos mesiánicos. El Señor es
el “escudo”
protector de su pueblo, y, en calidad de tal, debe tener especial solicitud
por su ungido. Su protección no se limita a defender, sino que es fuente de
vida y energía como el sol, pues de El proviene la gracia — manifestación
benevolente hacia, sus fieles — y la gloria: el honor y la prosperidad. El salmista termina declarando dichoso al
que se entrega incondicionalmente a su Dios. 4.
SEGUNDA LECTURA El amor del Padre se manifiesta de
diversas maneras, pero hay una que sobrepasa a todas: “Por voluntad suya,
somos reconocidos como sus hijos”. Una gracia mayor está aún pendiente.
“Después de nuestra resurrección veremos a Cristo tal como es”. Para
mantenernos en esta situación privilegiada tenemos dos compromisos: creer en
Jesucristo y que nos amemos sinceramente en su nombre. Lectura de la primera carta de san Juan
1Jn 3, 1-2. 21-24 Queridos hermanos: ¡Miren cómo nos amó el
Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente.
Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a él. Queridos
míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado
todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo
veremos tal cual es. Queridos míos, si nuestro corazón no nos hace ningún
reproche, podemos acercarnos a Dios con plena confianza, y Él nos concederá
todo cuanto le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le
agrada. Su mandamiento es éste: que creamos en el nombre de su Hijo
Jesucristo, y nos amemos los unos a los otros como Él nos ordenó. El que
cumple sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él; y sabemos
que Él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado. Palabra de Dios. 4.1 EL QUE CUMPLE SUS MANDAMIENTOS PERMANECE EN
DIOS, Y DIOS PERMANECE EN ÉL. San Juan desarrolla el pensamiento de que Jesús es justo, sin pecado,
se sometió a la voluntad del Padre y es modelo para el cristiano. A su vez el
creyente vive en la justicia y es hijo de Dios; “Quiso que nos llamáramos hijos
de Dios, y nosotros lo somos realmente” y no puede cometer pecado
(cf. 3, 9, 4, 7). Las obras del cristiano demuestran el nuevo nacimiento.
Pero es sólo el amor de Dios quien ha hecho posible esto y especialmente la
filiación divina. Con el nuevo nacimiento, pues, el Espíritu Santo ha creado
en el creyente una relación filial con el Señor en la profunda intimidad del
corazón. Tal filiación se manifestará plenamente con la visión de Dios: “Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios”. (Mt 5,8). Las expresiones de Juan “hijos de Dios” y “semejantes a Él” significan
ser un hombre nuevo, llamado a caminar por una vida nueva, imitando al Padre
en una progresiva asimilación y comunión con Él, que se convertirá en
identificación en la visión cara a cara; “Ahora
vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de
un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido”. (1 Cor 13,12).
El valor de la vida cristiana reside y aumenta en el hecho de que somos
hijos, fieles a sus mandamientos y salvados por un Padre que nos ama y nos
merece confianza, y al que podemos pedir cualquier cosa. Por su parte el mundo, que rechaza a Dios y no conoce a Jesús, no ama
a los cristianos y se opone al reino de Dios y al evangelio. El precepto que el Señor; “Su mandamiento”, que ha dejado a
sus discípulos es claro: “que creamos en el nombre de su Hijo
Jesucristo, y nos amemos los unos a los otros como Él nos ordenó”. La medida del amor cristiano es la
capacidad de darse. Quien practica esto vive en comunión con Dios y posee el
Espíritu. Es así como la adhesión a la verdadera fe y la práctica de la caridad
fraterna aseguran la comunión íntima y vital con Dios. Esta unión íntima con
Dios confiere a nuestras oraciones una confianza y una seguridad total. Tal
es el tema de las promesas de Jesucristo en el discurso después de la última cena. La observancia de los mandamientos será
prenda de nuestra permanencia en Dios y de Dios en nosotros: “El
que cumple sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él, y
sabemos que Él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado”. Dios
y el cristiano vienen a formar como una sola cosa. La caridad fraterna es
para San Juan garantía de la permanencia divina en el fiel y de la más
estrecha unión de éste con Dios. Un criterio que servirá para conocer si Dios
mora en el cristiano será la presencia en el alma del fiel del Espíritu
Santo. La posesión de este Espíritu divino será el signo indicador para
conocer nuestra comunión vital con Dios. 5.
EVANGELIO El episodio del templo es desconcertante.
Un adolescente se toma la libertad de disponer de su vida. Se quedó en el
Templo sin decir palabra a sus padres y sin que ellos lo noten. Se puede
preguntar ¿Hay que ser alguna vez desobediente como acto de afianzamiento de
la propia personalidad?...¿O se debe ser obediente en todo momento? En
realidad aquí no hubo desobediencia. Se trata de un caso muy especial. El
niño Dios debía ocuparse en las cosas de su Padre. Ya adulto reafirmó: “He venido del cielo para hacer la voluntad de
quien me envió”. Hay que
obedecer a Dios por encima de todo. Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas 2, 41-52 Los padres de Jesús iban todos los años a
Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años,
subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron,
pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo
que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a
buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a
Jerusalén en busca de Él. Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de
los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados
de su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, sus padres quedaron
maravillados y su madre le dijo: “Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que
tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Jesús les respondió: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que Yo
debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?” Ellos no entendieron lo que les decía. Él
regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba
estas cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en
gracia delante de Dios y de los hombres. Palabra del Señor. 5.1 LOS PADRES
DE JESÚS IBAN TODOS LOS AÑOS A JERUSALÉN EN LA FIESTA DE LA PASCUA. El relato de la pérdida y hallazgo de
Jesús en el templo es una escena de vida familiar. El contexto está
representado por dos breves descripciones de la vida de Nazaret: el viaje
anual a Jerusalén para la Pascua Y el retorno a casa de la familia de Jesús,
donde él permanece sumiso a sus padres como un hijo cualquiera. En este fragmento del Evangelio según San Lucas, invita a fijarse en
varios puntos, donde se habla de las costumbres de las familias judías en
tiempos de Jesús, reflejadas en la vida del matrimonio de San José y María
Santísima, pero también invita a reflexionar sobre como Jesús, hace ver que
su prioridad es su Padre celestial frente a la más que legítima angustia con
que María y José anduvieron tres días buscándolo a él, extraviado y hallado
finalmente en el templo. En los primeros versículos, detalle muy
importante a considerar, dice: “Los padres de
Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua”. Es decir, José y María tenían por
costumbre subir a estas fiestas de la Pascua, con este detalle, se puede
afirmar aún más la virginidad de María, como es lógico pensar, si hubiese
estado embarazada y con más hijos pequeños, no hubiese podido subir cada año
a Jerusalén, ya que habría tenido que cuidarse y su pequeños no le hubiesen
permitido hacerlo. 5.2 CUANDO EL NIÑO CUMPLIÓ DOCE AÑOS, SUBIERON COMO
DE COSTUMBRE Este relato nos dice que; “Cuando el niño cumplió doce años, subieron
como de costumbre”. No dice que el
motivo de subir fue porque el
niño cumplió
doce años, y es posible que
era costumbre llevarlo antes de esa edad. Lo que sí asegura el relato, que
ellos tenía la costumbre de subir, ya que: "iban todos los
años a Jerusalén” Luego, “acabada la fiesta, María y José regresaron”. Al parecer, no era indispensable
quedarse toda la semana pascual, si era obligatoria la estancia allí los dos
primeros días. Así entonces, ellos se vuelven a Nazaret. El Evangelio de Lucas, siempre relatas los
sucesos en episodios históricos. En este caso, este es una historia de
proclamación. Sabemos que los varones judíos tenían obligación de subir a
Jerusalén en las tres fiestas de peregrinación, estas son Pascua, Pentecostés
y Tabernáculos (Ex 23:14-17; 24:23; Dt 16:16). También sabemos, que en la
práctica, viviendo lejos de Jerusalén, sólo solían asistir a una. Otro dato
es que las mujeres no estaban obligadas a ir y ni tampoco los niños hasta los
trece años, aunque a los doce se los solía hacer cumplir las prácticas de la
Ley, para acostumbrarlos. 5.3
MARÍA Y JOSÉ
REGRESARON, PERO JESÚS PERMANECIÓ EN JERUSALÉN El relato continua diciéndonos que “María y José regresaron, pero Jesús
permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta”. Creyendo que Jesús estaba en la caravana,
caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos.
Un niño de doce años en Oriente tiene gran libertad de movimientos. Era
natural que fuese entre alguno de los grupos, un poco desordenados y
distanciados de la caravana. La aglomeración en Jerusalén era grande. El
historiador judío Josefo da una cifra fantástica, 2.700.000 personas, para
hacer ver la aglomeración que se reunía y lo nutrido de las caravanas. Tal vez por eso supusieron que estaría en la
caravana. Sin embargo al darse cuenta de su ausencia, después de haber
caminado un día, se devuelve a Jerusalén a buscarlo, preguntando, sin duda,
por todas partes. Al cabo de tres días, probablemente contados a partir del
comienzo de su retorno, le encontraron en el templo. Estaba en medio de los
doctores, sentado, y estaba oyéndoles y preguntándoles. Como sería esto de estar en medio de los
doctores? Los doctores solían enseñar en alguna cámara que daba a los atrios
o en los atrios mismos. A veces había reunión de varios doctores, para
discutir puntos de la ley, se admitían a ellas discípulos u oyentes, y se
permitía el interrogarles. Enseñaban sentados en un estrado, y los discípulos
también estaban sentados en torno suyo (Hech 22:3). El que estuviese en el medio indica sólo entre ellos.
Conforme, a las costumbres, no sólo se oía las explicaciones, sino que
también era posible preguntar. El evangelista destaca que los que le oían se
maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas. 5.4
“HIJO MÍO, ¿POR
QUÉ NOS HAS HECHO ESTO? Cuando los Padres de Jesús le encontraron,
se maravillaron del hecho de estarse entre los doctores, y acaso escucharon
alguna de aquellas respuestas maravillosas que daba a las preguntas de un
rabí. Al encontrarse María con Jesús, le dice: “Hijo
mío, ¿por qué nos has hecho esto?”. Ella, llevada por el impulso afectivo de madre, le manifestó a Jesús
la pena que tenían por ver su ausencia e ignorar su paradero. Pero la
respuesta de Jesús, es de un estudio clásico para muchos teólogos, “¿Por qué me buscaban?” Algunos sobrentienden que la pregunta va
a ¿Por qué me buscaban por las casas de los parientes y amigos? (en la
ciudad), sin embargo otros exponen que quiso decir que no era ahí donde iba a
estar, sino que en la casa de mi Padre (El Templo), ya que Jesús estaba en el
templo, que es donde lo encontraron. Entonces es allí es donde debían, sin
más, haberle buscado 5.5
OCUPARSE DE LAS
COSAS DE DIOS. Jesús, se presenta llamando a Dios su
Padre, - mi Padre - con una propiedad y una exclusividad única. Recordemos
que María le dijo: “Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto?” Piensa que tu padre y yo te buscábamos
angustiados” y EL responde que ellos deben saber, saben, que su obligación es
estar ocupado en las cosas y misión de mi Padre. Por eso estaba en el Templo,
porque allí moraba Dios, su Padre. Es un pasaje sinóptico que enlaza con las
enseñanzas del Evangelio de Juan, en donde Cristo se muestra como el Hijo de
Dios. Por lo que los judíos querían matarle, porque decía a Dios su Padre,
haciéndose igual a Dios (Jn 5:18). El evangelista resalta que ellos (sus
padres) no entendieron lo que les decía. Pero Jesús les dice, aunque en forma
interrogativa, que sabían que tenía que ocuparse -era su misión - en las
cosas –templo- de su Padre. Después del relato de la anunciación, de Lucas,
esto sería incomprensible. Esta ignorancia se refiere al desarrollo de la
obra mesiánica: al plan concreto cómo Dios lo iba realizando, y que ellos
ignoraban, por eso Jesús les pregunta: “¿No sabían que…?” El significado teológico del episodio, sin
embargo, es mesiánico y el gesto de Jesús es profético. Jesús afirma conocer
bien su misión y anuncia la separación futura de sus padres. Cuando la madre
lo encuentra en el templo lo interpela: “Tu padre y yo te buscábamos
angustiados” y Jesús responde con convicción: “por qué me buscaban? ¿No
sabían que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?”. Al decir tu
padre, María entendía referirse a José; pero cuando Jesús dice mi Padre, está
refiriéndose a Dios. Hay un contraste neto y significativo en esto, porque
Jesús trasciende a sus padres. Jesús reivindica el primado de la pertenencia
al Señor y la prioridad de la propia vocación. Sin embargo, inmediatamente
después, Jesús regresa a Nazaret y permanece sumiso y obediente a los suyos. La obediencia de los hijos a los padres es
un deber y florece donde existe un clima de crecimiento y maduración de la
persona, donde se reconoce el primado de Dios y de la propia vocación. Los
hijos, pues, no pertenecen a los padres, sino a Dios y a su proyecto
vocacional, valores más importantes que la familia misma. Por esto Jesús
abandonará su hogar para cumplir la voluntad del Padre, es decir, para
ocuparse de las cosas de Dios. 5.6
TODO CRISTIANO
ES ANTE TODO HIJO DE DIOS, PERTENECE A LA FAMILIA DE DIOS. Jesús, si bien ha nacido en una familia humana,
la trasciende, porque proviene al mismo tiempo de las profundidades del
misterio de Dios. El, creciendo obediente a sus padres, presenta un rasgo
particular: esconde el misterio de unidad con su Padre y pone de relieve un
mensaje especial que lo hace ser más sencillamente humano. María y José
debieron intuirlo y aceptarlo con humildad en su corazón. Todo cristiano es
ante todo hijo de Dios, pertenece a la familia de Dios. El mayor don de Dios,
escribe Juan, es que seamos sus hijos: “Mirad
que magnifico regalo nos ha hecho el Padre: que nos llamemos hijos de Dios”
(1 Jn 3,1-2). No se trata de una exhortación piadosa ni
de dejar con la boca abierta a la comunidad cristiana. Somos verdaderamente
hijos de un Padre que nos ama y todavía no comprendemos a fondo la grandeza
de este don. La filiación divina es un germen y un don en devenir que llegará
a plenitud en la visión del Señor. Es preciso vivirla, gozarla día tras día
en la fe y en la perseverancia amorosa para poder encaminarnos con alegría al
ideal que es certeza para el cristiano: seremos semejantes a Dios. La
seguridad de nuestra semejanza con Dios no se apoya sobre nuestra conquista o
sobre nuestros esfuerzos, sino sobre la bondad de un Padre, sobre el don
gratuito que nos ha concedido haciéndonos hijos suyos y pidiéndonos que la
hagamos crecer en nosotros con la acogida y el cumplimiento de su Palabra. 5.7
ÉL REGRESÓ CON
SUS PADRES A NAZARET Y VIVÍA SUJETO A ELLOS. Vueltos a Nazaret, el Niño, que había
manifestado su conciencia divina, les estará sujeto; “Él regresó con sus padres a Nazaret y vivía
sujeto a ellos”. Era el plan de su Padre hasta su aparición
pública. María, madre de Jesús, servidora sublime y
excelsa de Dios, se da cuenta en este minuto, que ya ha cambiado su relación
con Jesús, él ha dado ya una
temprana señal de emancipación al quedarse sin avisarles en el templo de
Jerusalén, aunque luego él regreso junto a sus Padres a Nazaret y sumiso a
ellos. En la edad adulta, toda la predicación que Jesús hace, obedece por
sobre todo, a lo que su Padre le envió. Otra vez Lucas hace saber que María
guardaba todo esto en su corazón, confrontándolo, meditándolo, viviéndolo. A
la luz de la teología mariana se comprende bien toda esta actitud de María
(Lc 2:19). ¿Fue María la fuente directa de todos estos conocimientos a Lucas?
Probablemente no. Quizá, si por razón de
coincidencias cronológicas
sería posible, pero no hay nada por ahora que asegure esto. 5.8
JESÚS IBA
CRECIENDO EN SABIDURÍA, EN ESTATURA Y EN GRACIA DELANTE DE DIOS Y DE LOS
HOMBRES. Más delante de este relato, Lucas termina
con una frase que prepara la hora de la presentación de Cristo a Israel. “Su madre conservaba estas cosas en su
corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres” Crecía en sabiduría (ciencia experimental
y en la manifestación de su misma sabiduría sobrenatural proporcional a su
edad), en edad o estatura, ya que ambas cosas significa la palabra griega
usada ο mejor aún, todo lo que implicaba su desarrollo físico (Lc 1:80),
y gracia, todo favor divino, ante Dios y ante los hombres. Todo esto se
manifestaba externamente, y proporcionalmente, para con Dios y para con los
seres humanos. Esta descripción evoca la niñez de Samuel (1 Sam 2:26), y el
tema de la Sabiduría en los libros sapienciales. El Beato Juan Pablo II, en el mensaje para la cuaresma 2004, concluye: cuando a
la edad de doce años se quedó en el templo de Jerusalén, mientras sus padres
le buscaban angustiados, les dijo: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo
debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?” (Lc 2,49). Ciertamente, toda su
existencia estuvo marcada por una fiel y filial sumisión al Padre celestial.
“Mi comida –decía– es hacer la voluntad de aquel que me envió y llevar a cabo
su obra” (Jn 4,34). El
Señor les Bendiga Pedro Sergio Antonio Donoso Bran LA SAGRADA FAMILIA CICLO C Publicado en este link: PALABRA DE DIOS Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y
Biblia de Jerusalén Algunos conceptos están tomados de los comentarios
a los Evangelios por Manuel de Tuya, O. P. Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr.
Carlos Etchevarne, Bach. Teol. Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M.
Magdalena ocd. |
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