Reflexión desde las Lecturas del I Domingo de
Pascua de Resurrección, Ciclo A Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1. ¡HA RESUCITADO! “¡Ha resucitado!”: Es la noticia que hoy nos
es gritada, proclamada. Esta es la noticia. Es la certeza que se nos da a
conocer. La gran certeza, la que sostiene toda nuestra vida, la que le da
sentido y valor. ¡Ha resucitado! No podemos seguir viviendo como si Cristo no
hubiese resucitado, como si no estuviese vivo. No podemos seguir viviendo
como si no le hubiera sido sometido todo. No podemos seguir viviendo como si
Cristo no fuera el Señor, mi Señor. No podemos seguir viviendo “como si”.
Sólo cabe buscar con ansia al Resucitado, como María Magdalena o los
apóstoles; o mejor, dejarse buscar y encontrar por Él. “¡Ha resucitado!”: También nosotros
podemos ver, oír, tocar al Resucitado (1 Jn 1,1). No, no es un fantasma (cfr.
Lc 24, 37-43). Es real, muy real. Cristo vive, quiere entrar en tu vida.
Quiere transformarla. No, nuestra fe no se basa en simples palabras o
doctrinas, por hermosas que sean. Se basa en un hecho, un acontecimiento. Sí,
verdaderamente ha resucitado el Señor. Para ti, para mí, para cada uno de
todos los hombres. Hoy puede ser decisivo para ti. Él quiere irrumpir en tu
vida con su presencia iluminadora y omnipotente. Es a Él, el mismo que salió
del sepulcro, a quien encuentras en la Eucaristía. “¡Ha resucitado!”: La noticia que hemos
recibido hemos de gritarla a otros. Si de verdad hemos tocado a Cristo,
tampoco nosotros podemos callar “lo que hemos visto y oído” (Hech 4,20). No
somos sólo receptores. Cristo resucitado nos constituye en heraldos,
pregoneros de esta noticia. Una noticia que es para todos. Una noticia que
afecta a todos. Una noticia que puede cambiar cualquier vida: “Cristo ha
resucitado, está vivo, para ti, te busca, tú eres importante para Él, ha
muerto por ti, ha destruido la muerte, te infunde su vida divina, te abre las
puertas del paraíso, tus problemas tienen solución, tu vida tiene sentido”.
(Padre Julio Alonso Ampuero) 2. PRIMERA LECTURAEn el relato de los Hechos de los
Apóstoles, el apóstol Pedro nos ofrece una estupenda síntesis del misterio de
Jesucristo: ungido por Dios, pasó haciendo el bien, y curando todas las
enfermedades y dolencias; lo mataron, pero Dios lo resucitó. Testigo de esto
son los Doce, que comieron y bebieron con él. Los que creen en él reciben el perdón
de sus pecados. Lectura
de los Hechos de los Apóstoles. Hech 10, 34. 37-43 Pedro,
tomando la palabra, dijo: Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea,
comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan: cómo Dios ungió
a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. Él pasó
haciendo el bien y sanando a todos los que habían caído en poder del demonio,
porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el
país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un
patíbulo. Pero
Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara, no a todo el
pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que
comimos y bebimos con él, después de su resurrección. Y
nos envió a predicar al pueblo, y a atestiguar que él fue constituido por
Dios Juez de vivos y muertos. Todos los profetas dan testimonio de él,
declarando que los que creen en él reciben el perdón de los pecados, en
virtud de su Nombre. Palabra
de Dios. 2.1 LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES.En los manuscritos griegos antiguos suele aparecer este libro bajo el
título de Hechos de Apóstoles; algunos manuscritos añaden el artículo,
“Hechos de los Apóstoles,” y otros ponen simplemente “Hechos.” Lucas se ocupa
de dos personajes por él elegidos, los apóstoles Pedro y Pablo, es decir
apenas habla de otros apóstoles, pero todo da la impresión de que Lucas
presenta a los “apóstoles” como colegio, de ahí que solo le es suficiente con
detenerse en sus portavoces y figuras fundamentales. Con todo, el libro es de
importancia suma para la historia del cristianismo, pues nos presenta a éste
en ese momento clave en que comienza a desarrollarse. Con razón se ha dicho que este libro es como una continuación de los
Evangelios y un preludio a las Epístolas. En efecto, los Evangelios terminan
su narración con la muerte, resurrección y ascensión de Jesucristo; a su vez,
las Epístolas (paulinas y católicas) suponen ya más o menos formadas las
comunidades cristianas a las que van dirigidas; pues bien, a llenar ese
espacio intermedio entre Evangelios y Epístolas, hablándonos de la difusión
del cristianismo a partir de la ascensión del Señor a los cielos, viene el
libro de los Hechos. El tema queda claramente reflejado en las palabras del Señor a sus
apóstoles: “Descenderá el Espíritu
Santo sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda la Judea,
en Samaría y hasta los extremos de la tierra” (1:8). En efecto, a través
del libro de los Hechos podemos ir siguiendo los primeros pasos de la vida de
la Iglesia, que nace en Jerusalén y se va extendiendo luego gradualmente,
primero a las regiones cercanas de Judea y Samaría y, por fin, al mundo todo.
Por otra parte, tan en primer plano aparecen las actividades del
Espíritu Santo, que no sin razón ha sido llamado este libro, ya desde
antiguo, el evangelio del Espíritu Santo. Apenas hay capítulo en que no se
aluda a esas actividades, cumpliéndose así la promesa del Señor a sus
apóstoles de que serían “bautizados,” es decir, como “sumergidos” en el campo
de acción del Espíritu Santo (1:5-8). Con su efusión en Pentecostés se abre
la historia de la Iglesia (2:4.33), interviniendo luego ostensiblemente en
cada una de las fases importantes de su desarrollo. El Espíritu Santo es
quien ordena, prohíbe, advierte, da testimonio, llena de sus dones, en una palabra, es el principio de vida que
anima todos los personajes. Los fieles vivían y respiraban esa atmósfera de
la presencia del Espíritu Santo. Por eso, como la cosa más natural, dirá San
Pedro a Ananías que con su mentira ha pretendido engañar al Espíritu Santo
(5:3); y como la cosa más natural también, San Pablo se extrañará de que en
Efeso unos discípulos digan que no saben nada de esas efusiones del Espíritu
Santo (19:2-6). Tan manifiesta era su presencia en medio de los fieles, que
Simón Mago trata de comprar por dinero a los apóstoles ese poder con que, por
la imposición de manos, comunicaban el Espíritu Santo (8:18). 2.2 “USTEDES YA SABEN QUÉ HA OCURRIDO…. DIOS LO RESUCITÓ AL TERCER DÍA”Es éste el primer discurso de Pedro ante un auditorio no judío.
Podemos distinguir en este discurso de Pedro, una especie de introducción, en
que presenta la idea fundamental de aquel momento (v.34-36), y una exposición
o resumen de la vida de Jesús (v.37-41), a quien Dios constituye juez de
vivos y muertos; “Y nos envió a predicar al pueblo, y a atestiguar
que él fue constituido por
Dios Juez de vivos y muertos” y del que dan testimonio todos los profetas; “Todos los
profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el
perdón de los pecados, en virtud de su Nombre”. Presentada, como introducción de su discurso, algunas verdades
fundamentales, Pedro ofrece a continuación a sus oyentes un breve resumen de
la vida pública de Jesucristo, “Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda
Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan…..”, insistiendo particularmente en el hecho de
sus milagros, “cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el
Espíritu Santo, llenándolo de poder. Él pasó haciendo el bien y sanando a
todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él” y de su muerte y resurrección; “Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un
patíbulo. Pero Dios lo
resucitó al tercer día”.
Les dice, además, que ellos, los apóstoles
fueron “testigos de todo lo que hizo en el país de los
judíos y en Jerusalén” y también testigos de su resurrección
elegidos de antemano por Dios” Nosotros somos sino a testigos elegidos de
antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su
resurrección. Y que además, han recibido el encargo de
predicar al pueblo y de testificar que ese Jesús de Nazaret ha sido
constituido por Dios; “Y nos envió a predicar al pueblo, y a
atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos”. Otra razón añade Pedro, exhortando a sus oyentes a creer en
Jesucristo, y es el testimonio de los profetas (cf. Is 49:6; Zac 9:9) de que
por la fe en su nombre es como obtendremos la remisión de nuestros pecados o,
lo que es lo mismo, la salud mesiánica; “Todos los profetas dan testimonio de él,
declarando que los que creen en él reciben el perdón de los pecados, en
virtud de su Nombre”. Nueva prueba de las
sobresalientes prerrogativas de que está investido Jesús de Nazaret. A esta
fe, necesaria para obtener la salud, había aludido ya Pedro en sus anteriores
discursos ante el auditorio judío (cf. 2:38; 3:16; 4:12). 2.3 EL APASIONAMIENTO POR JESÚS QUE TUVO PEDRO Y EL QUE NOS CORRESPONDE A NOSOTROSEn síntesis, en esta lectura de los Hechos, observamos a Pedro, lleno
del Espíritu Santo, resumiendo en un emocionado discurso todo el itinerario
de Jesús de Nazaret. Es así como Pedro, ha dejado caer las barreras de la
estricta observancia judía, y en esta ocasión, llega por primera vez a los
paganos el anuncio de la salvación -el -kerigma-. Muchos de estos paganos
llegan a la fe porque su corazón está abierto a la escucha y muchos de los
paganos de hoy, estarían dispuestos a escuchar si nos dirigiéramos a ellos
con la simpleza y apasionamiento por Jesús que tuvo Pedro. Tal como nos transmite Lucas, sobre los acontecimientos de las
primeras actividades de la Iglesia naciente, reflexionemos en el sentido de
que el tema de la predicación es único: la persona misma de Jesús de Nazaret,
el Mesías consagrado por Dios en el Espíritu Santo. Los apóstoles pudieron
atestiguar que Jesús, durante su vida terrena, hizo milagros, curó a
enfermos, liberó del maligno a los que estaban bajo el poder de Satanás. Hoy,
nosotros, como discípulos y misioneros de Jesucristo, con todo lo que
posemos, aprendamos de la experiencia de los apóstoles, que con la fe, el
impulso misionero y la incontenible alegría de ser discípulos de Jesús,
proceden de la experiencia del misterio pascual, del encuentro con Cristo
resucitado, al que creían muerto para siempre. Y de eso mismo dan testimonio: aquel Jesús que, rechazado, murió
crucificado, “Dios lo resucitó”, ratificando así la verdad de su
predicación. Y así como Pedro insiste en su fogosidad, ya que para él no se
trata de leyendas o sugestiones, sino de una realidad tan concreta que puede
ser descrita con dos términos muy cotidianos: “Comimos y bebimos con él”, ahora
nos corresponde a nosotros ser testimonio de que Cristo está vivo entre nosotros. Jesús se ha manifestado a “a los testigos elegidos de antemano por
Dios”, pero esta elección está orientada a una apertura católica,
universal. En aquel tiempo, los apóstoles recibieron el encargo de anunciar,
hoy lo tenemos nosotros, porque todos deben saber que “Dios los ha constituido juez
de vivos y muertos” al
Crucificado-Resucitado, que, mediante por su propio sacrificio; “reciben el
perdón de los pecados, en virtud de su Nombre” 3. SALMO Sal 117, 1-2. 16-17. 22-23Este salmo que cantamos hoy, en nuestro primer domingo de Pascua, es
un himno triunfal, el salmista entona un himno de acción de gracias por una
victoria recientemente obtenida contra los enemigos de Israel, ¡Aleluya!. Este salmo es el último del grupo aleluyático (“Gran
Hallel”) y resume un profundo sentido eucarístico. El Señor ha liberado
milagrosamente a su pueblo de un gran peligro y el poeta, recogiendo el
sentir colectivo, expresa, durante una procesión al templo para ofrecer las
víctimas eucarísticas, los sentimientos de gratitud hacia el Dios R.
Éste es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él. O
bien: Aleluya, aleluya, aleluya. ¡Den
gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! Que lo diga el
pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! R. La
mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas. No, no moriré:
viviré para publicar lo que hizo el Señor. R. La
piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha
sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. R. 3.1 EL SEÑOR, ES SALVADOR DE SU PUEBLO. Expresa más adelante el salmista: “En la angustia invoqué al Señor, y
me escuchó, poniéndome en salvo”. Y a continuación el salmista declara cómo el
Señor ha mostrado su piedad con él, pues le ha librado de una situación
angustiosa En realidad, teniendo a su favor al Señor, nada puede temer de sus
enemigos: “Está por mí Señor: ¿Qué puedo temer? ¿Qué podrá hacerme el hombre?
Está el Señor por mí como socorro mío”. Y luego el salmista pone toda su confianza en Dios: “Mejor es confiar
en el Señor que confiar en los hombres; mejor acogerse al Señor que fiar en
los príncipes…..”Fui fuertemente empujado para que cayera, pero fue el Señor
mi auxilio. El Señor es mi fortaleza y a Él le canto salmos; fue para, mí la
salvación.” Los auxilios humanos son insuficientes y aun engañadores; por
eso, sólo debe confiarse en el Señor, que no engaña y es omnipotente “La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas. No, no
moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor". Continúa el Salmo, con manifestaciones de
exultación y agradecimiento. Después de la victoria sobre los obstinados
enemigos, los israelitas, agradecidos, el salmo entona himnos jubilosos de
triunfo, pues se ha manifestado la mano poderosa del Señor, la mano del Señor
ha hecho proezas, por eso el pueblo entra solemnemente en el templo de
Jerusalén y canta las nuevas hazañas de su Dios. “La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra
angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos.” Los constructores del edificio de la
historia humana no habían reparado en una piedra despreciable por su tamaño,
pero que en los designios de Dios ocupa el lugar central de la vida
espiritual de los pueblos, ya que es la clave en el proceso del
establecimiento del reino de Dios en la tierra. Israel es, en efecto, la piedra angular en el edificio de la salvación
de la humanidad, pues es el vehículo de transmisión de los designios
salvadores de Dios en la historia. Jesucristo se aplicó este texto a sí
mismo, pues las clases dirigentes de Israel no le han querido reconocer como
Mesías, cuando es la piedra angular del mesianismo. En efecto, Cristo es el
punto de conjunción del Israel de las promesas y el de las realizaciones
mesiánicas universalistas. Continuando con el resto del salmo, vemos como el salmista,
entusiasmado ante los destinos de Israel, dice: “Esto ha sido hecho por el
Señor y es admirable a nuestros ojos.”; la actual victoria y
liberación forma parte de un proceso providencialista de Dios, que es
realmente admirable a nuestros ojos. La resurrección de Israel después del
exilio babilónico prueba su elección entre todos los pueblos. El Señor es
fiel a sus antiguas promesas, y ello es prenda del glorioso futuro que espera
al pueblo elegido. Y así canta el Salmista: “Te alabo porque me oíste y fuiste para mí la
salvación. “La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra
angular”. Obra del Señor es ésta, y es admirable a nuestros ojos. “Éste es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él.”
El salmista, invita a
la alegría general por el éxito logrado. Entusiasmado ante el espectáculo de
júbilo, pide al Señor que continúe protegiendo a su pueblo. “Éste es el día
que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él”. Y luego continúa
cantando: ¡Oh Señor, sálvanos! ¡Oh Señor, haznos prosperar! ¡Bendito quien
viene en el nombre del Señor! Nosotros os bendecimos desde la casa del Señor.
El Señor es nuestro Dios; Él nos ilumina….Tú eres mi Dios, yo te alabaré; mi
Dios, yo te ensalzaré. Alabad al Señor, porque es bueno, porque es eterna su
piedad.” Recordamos ahora la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén; “¡Bendito
el que viene en el nombre del Señor!:” Es así como las gentes de Jerusalén
saludan con estas palabras del salmo a Jesús al entrar triunfante en la
ciudad santa. El grito de “¡Hosanna!” está también tomado del versículo 25 de
este salmo procesional, que debía de ser muy recitado por los peregrinos al
entrar en la ciudad santa. El salmo se cierra con la antífona inicial repetida por el pueblo:
Alabad al Señor, porque es bueno. Aleluya, aleluya, aleluya. 4. SEGUNDA LECTURAJesucristo resucitado ya vive “los bienes
del cielo”. El Bautismo hace al cristiano participar de la vida gloriosa del
Señor resucitado. Pablo nos exhorta a mostrar con obras concretas una vida
renovada y distinta. Bautizados en Cristo, hombres y mujeres nuevos, tenemos
el don de Dios para vivir esa vida de resucitados ya ahora, en la alegría del
amor y creando cada día más lazos de comunión. Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas. Col 3, 1-4 Hermanos:
Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde
Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las
cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y
su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste
Cristo, que es la vida de ustedes, entonces ustedes también aparecerán con
él, llenos de gloria. Palabra
de Dios. 4.1 “RESUCITADOS CON CRISTO”, Comienza la parte moral de la carta, en que el Apóstol hace aplicación
de la doctrina expuesta a la vida cotidiana. En el presente párrafo, San
Pablo recuerda a los colosenses su nuevo estado de “resucitados con Cristo”,
que les exige vivir para el cielo: “Tengan el pensamiento puesto en las cosas
celestiales y no en las de la tierra”, más
adelante les dirá como, despojándose cada día más del hombre viejo y revistiéndose
del nuevo (v.5-17). San Pablo parte del principio de que el cristiano, muerto y resucitado
místicamente con Cristo en el bautismo (cf. 2:12; Ef 2:6), ha roto sus
vínculos con el mundo y con sus doctrinas religiosas, habiendo entrado en una
vida nueva, la vida de la gracia, vida que posee ya realmente, pero que no se
manifestará de modo pleno hasta después de la parusía, cuando todos los
miembros del cuerpo de Cristo seamos asociados públicamente a su triunfo
glorioso. Este nuevo estado pide que nuestros pensamientos no estén puestos
en las “cosas de la tierra,” sino en “las cosas celestiales”,
como corredores que piensan únicamente en la meta, a la que dirigen todos sus
pensamientos. Es este pensamiento del cielo el que debe constituir la regla de
nuestra conducta, subordinando todo al progreso de esa nueva vida, cuya plena
manifestación esperamos (cf. Rom 8:14-25). En síntesis, San Pablo quiere que comprendamos que esto trae consigo
no sólo el compromiso de renunciar al pecado para caminar en una vida nueva,
sino también una orientación resuelta a las realidades celestes, sostenida
por la conciencia de nuestra propia identidad de hijos de Dios, peregrinos a
la ciudad eterna, hacia la que, por una parte, tiende, mientras que, por otra
-en Cristo resucitado-, se encuentra ya. De ahí la necesidad de elegir bien y de buscar “las cosas celestiales”, de
acuerdo con una vida resucitada, celeste. De ahí procede asimismo la
invitación a prescindir de todo lo que vuelve la vida demasiado exterior y
vacía. El cristiano ha muerto “a las cosas de la tierra” y vive
escondido en Aquel que vive. “Cuando se manifieste Cristo, que es la
vida de ustedes”, entonces se revelará también, a los ojos de
todos, la belleza espiritual de aquellos que, actuando por la fe en adhesión
a Cristo en la vida diaria, han encontrado en él la unidad y la plenitud y; “entonces ustedes
también aparecerán con él, llenos de gloria”. 5. EVANGELIO“Se han llevado al Señor y no sabemos
dónde lo han puesto”. Es el anuncio de María Magdalena que reciben Pedro y
Juan. Éstos corren hasta el sepulcro y constatan los hechos. No se trata de
un robo, sino de un signo que habla de la resurrección del Maestro. Entonces
Pedro y Juan se abren a la fe. Pero esta fe necesita aún ser profundizada:
han de revivir toda la esperanza mesiánica a la luz de la cruz para
comprender por qué, “según las escrituras “, Jesús debía “resucitar de entre
los muertos”. Por eso los apóstoles y principalmente Pedro, el primero que
entra en la tumba vacía, serán los primeros testigos de la fe en la
Resurrección. Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Juan. Jn 20, 1-9 El
primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María
Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al
encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo:
“Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Pedro
y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos,
pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después
llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en
el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba
con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro
discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de
entre los muertos. Palabra
del Señor. 5.1 “MARÍA MAGDALENA FUE AL SEPULCRO Y VIO QUE LA PIEDRA HABÍA SIDO SACADASegún san Juan, el relato lo sitúa en “el
primer día de la semana.” Es decir, al día siguiente del sábado, y la hora en
que viene al sepulcro es de “madrugada”, esto es muy de mañana y cuando aún
hay “todavía estaba oscuro”. Es en la hora crepuscular del amanecer. “María Magdalena fue al sepulcro y vio que
la piedra había sido sacada.” Por los sinópticos se sabe que esta visita
de María al sepulcro no la hace ella sola, sino que viene en compañía de
otras mujeres, cuyos nombres se dan: María, la madre de Santiago, y Salomé,
la madre de Juan y Santiago el Mayor (Mc 16:1) y otras más (Lc 24:10). Al
ver, desde cierta distancia, “sacada” la piedra rotatoria o golel, dejó a las
otras mujeres, que llevaban aromas para acabar de preparar el
“embalsamamiento” del cuerpo de Cristo, y “Corrió al encuentro de Simón Pedro
y del otro discípulo al que Jesús amaba”, que, por la confrontación de
textos, es, con toda probabilidad, el mismo Juan. 5.2 “EL OTRO DISCÍPULO AL QUE JESÚS AMABA”.Me parece bonita esta expresión que se lee
en este fragmento del evangelio, “El otro discípulo al que Jesús amaba”. Es
hermoso saber del amor de Jesús por sus apóstoles, pero en el caso de san
Juan, hay una predilección especial, pero aún es más hermosa esa humildad,
esa modestia y esa demostración de no ser vanidoso, san Juan en lugar de
nombrarse, utiliza esta frase “El otro discípulo al que Jesús amaba”. 5.3 “SE HAN LLEVADO DEL SEPULCRO AL SEÑOR Y NO SABEMOS DÓNDE LO HAN PUESTO”.Como ella, Magdalena, no entró en el
sepulcro, supuso la noticia que da a estos apóstoles: “Se han llevado del sepulcro al
Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. El plural con que habla: no
“sabemos”, entronca fielmente la narración con lo que dicen los sinópticos de
la compañía de las otras mujeres que allí fueron (Mt 28,1ss; Mc 16ss; Lc
24:1ss; cf. Lc 24:10). Seguramente, al ver, a cierta distancia, removida la
piedra de cierre, cuya preocupación de cómo la podían rodar para entrar
temían (Mc 16:3), cambiaron, alarmadas, sus impresiones, y Magdalena, más
impetuosa, se dio prisa en volver, para poner al corriente a Pedro y al
anónimo Juan. 5.4 ESTE “DISCÍPULO” CORRÍA MÁS QUE PEDRO.Pedro y Juan debieron de salir enseguida
de recibir esta noticia, pues ambos “corrían.” Pero el evangelista
dejará en un rasgo su huella literaria. Este “discípulo” corría más
que Pedro. En efecto, Pedro debía de estar sobre la mitad de su edad, sobre
los cincuenta años (Jn 21:18.19), y, según San Ireneo, vivió hasta el tiempo
de Trajano (98-117) Esto hace suponer que Juan pudiese tener entonces sobre
veinticinco o treinta años. Juan, por su juventud y su fuerte ímpetu de amor
a Cristo, “corrió más rápidamente” y “llegó antes.” al
sepulcro. Pero “no entró.” 5.5 “VIO LAS VENDAS EN EL SUELO, Y TAMBIÉN EL SUDARIO QUE HABÍA CUBIERTO LA CABEZA DE JESÚS”.Juan no entró, esperando a Pedro que es el
primero que entra en el sepulcro y “vio las vendas en el suelo, y también el sudario
que había cubierto la cabeza de Jesús”. El evangelista, al recoger
estos datos, pretende, manifiestamente, hacer ver que no se trata de un robo;
de haber sido esto, los que lo hubiesen robado no se hubiesen entretenido en
llevar un cuerpo muerto sin su mortaja, ni en haber cuidado de dejar “las
vendas” y “sudario” puestos cuidadosamente en sus sitios respectivos “sino
enrollado en un lugar aparte” 5.6 “LUEGO ENTRÓ EL OTRO DISCÍPULO, QUE HABÍA LLEGADO ANTES AL SEPULCRO: ÉL TAMBIÉN VIO Y CREYÓ.”Juan nos muestra unos hermosos detalles,
el lento examen a que somete la mirada de Pedro, “Asomándose al sepulcro, vio
las vendas en el suelo, aunque no entró”. Cada detalle particular
dentro del sepulcro vacío crea un clima de gran silencio, de expectante
interrogación: “Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al
sepulcro: él también vio y creyó.” El discípulo, al ver, intuye lo que ha
sucedido. San Juan cree, porque es limpio de corazón, su pureza no le hace
tener ninguna duda. Sin embargo, luego pasa de la realidad que
tiene delante a otra más escondida: “Todavía no habían comprendido que, según
la Escritura, Él debía resucitar de entre los muertos.”. De esto se
desprende que la fe no es, para el hombre, una posesión estable, sino el
comienzo de un camino de comunión con el Señor, una comunión que ha de ser
mantenida viva y en la que hemos de ahondar más y más, para que llegue a la
plenitud de vida con él en el reino de la luz infinita. La
alegría de Cristo resucitado vivan en sus corazones Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCION CICLO A Publicado
en este link: PALABRA DE DIOS Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar
Colunga y Biblia de Jerusalén Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica:
Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol. |
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