Reflexión desde las Lecturas del II Domingo de
Pascua, Ciclo A Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1. CONTINÚA ACTUANDO “Vivían
todos unidos”. En medio de la alegría pascual la liturgia proyecta nuestra mirada a
la primera comunidad cristiana. «Todo el mundo estaba impresionado...»
«Tenían todo en común». «Día tras día el Señor iba agregando al grupo los que
se iban salvando». La Iglesia es fruto de la Pascua. La comunidad cristiana
es posible porque Cristo ha resucitado. Toda esa belleza tan atrayente brota
de la victoria de Cristo sobre el pecado. La Iglesia no es nada sin la
presencia y la fuerza del Resucitado. Pero este tampoco se hace visible sin
hombres y mujeres que se dejen transformar por su poder. “Éste
es el día que hizo el Señor”. No sólo actuó en el pasado. Este es el día
en que el Señor continúa actuando. Estamos en el día de la resurrección, en
el tiempo en que Cristo, a quien «ha sido dado todo poder», desea seguir
mostrando sus maravillas. El tiempo de Pascua es el tiempo por excelencia de
las obras grandes del Resucitado. Si lo creemos y lo deseamos, si nos ponemos
a acogerlo, seguiremos experimentando que «es el Señor quien lo ha hecho, ha
sido un milagro patente». “Nos
ha hecho nacer de nuevo”. Por la
resurrección de Cristo somos ya criaturas nuevas. La vida del Resucitado nos
inunda ya ahora. Hemos nacido de nuevo. Y, sin embargo, lo mejor está por
llegar. Hay “una herencia
incorruptible, incontaminada e imperecedera, que ustedes tienen reservada en
el cielo”. ¿Hay acaso
motivo para la tristeza, la desilusión
o el desencanto? 2. PRIMERA LECTURA Hech 2, 42-47Las consecuencias de la resurrección
abarcan toda la vida de los cristianos. Incluso el modo de vivir comunitario.
Desde este hecho, la comunidad se transforma en signo vital para la sociedad:
nadie pasa necesidad, todos aprenden, oran y celebran. La fe se expresa y
traduce en la vida cotidiana. Lectura de los Hechos de los apóstoles. Todos se reunían asiduamente para escuchar
la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del
pan y en las oraciones. Un santo temor se apoderó de todos ellos, porque los
Apóstoles realizaban muchos prodigios y signos. Todos los creyentes se
mantenían unidos y ponían lo suyo en común: vendían sus propiedades y sus
bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada
uno. Íntimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en
sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón; ellos alababan
a Dios y eran queridos por todo el pueblo. Y cada día, el Señor acrecentaba
la comunidad con aquellos que debían salvarse. Palabra de Dios. 2.1 “TODOS LOS
CREYENTES SE MANTENÍAN UNIDOS”. Bellísimo retrato de la vida íntima de la
comunidad cristiana de Jerusalén, es lo que aquí nos presenta San Lucas. La
idea fundamental es la asistencia
asidua a la enseñanza de los Apóstoles, unión, fracción del pan y oraciones.
Podríamos decir que aparecen ya aquí en acción los tres elementos quizás más
característicos de la vida de la Iglesia: enseñanza jerárquica, unión de caridad,
culto público y sacramental. “Todos se reunían asiduamente para
escuchar la enseñanza de los Apóstoles”. Se trata de una
instrucción o catequesis que completaba la formación cristiana de los recién
convertidos y los sensibilizaba en su ser de cristianos, de modo que tomasen
conciencia de su incorporación a la obra de bendiciones de Cristo, con la
consiguiente alegría que eso llevaba consigo. Esta predicación o catequesis,
más íntima y pormenorizada que la simple proclamación del kerigma, continuará
también en otras comunidades fuera de Jerusalén, una vez que el cristianismo
se vaya difundiendo, siendo muy de notar que esta predicación aparece
estrechamente unida a la “fracción del pan” . “Todos los creyentes se mantenían unidos”.
Por lo que toca a la unión, más adelante Lucas dice que; “La multitud
de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma”. (Hechos 4,32), lo que algunos dicen por
“vida en común”; más o menos con el significado con que esta expresión suele
usarse en las Órdenes religiosas.
Desde luego, precisar el sentido y alcance de esta unión o de la “koinonia” aquí aludida por San Lucas no
es tarea fácil. Quizás, en orden a perfilar esa idea de koinonia, nos den
algo de luz los términos mismos con que solían designarse entre sí los
cristianos. Se denominaban: creyentes, discípulos, hermanos, santos, cuatro
nombres en que podemos ver como compendiada la koinonia: creyendo en Cristo,
del que eran fervientes discípulos, vivían una vida de hermandad, separados
del mundo para dedicarse al Señor. Pero, aparte esa unión de espíritus y de
corazones a que les empujaba su fe en Cristo, ¿hay también vida en común,
incluso respecto de los bienes materiales? Si nos fijamos en el texto de los
Hechos tal como está redactado actualmente, todo da la impresión de que era
así: “Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común:
vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos,
según las necesidades de cada uno”. 2.2 PARTICIPAR EN LA
VIDA COMÚN, EN LA FRACCIÓN DEL PAN Y EN LAS ORACIONES En cuanto a qué quiere significar San
Lucas con la expresión “fracción del pan”, han sido siempre muchas las
discusiones. Reconocemos que la expresión “partir el pan,” acompañada incluso
de acción de gracias y de oraciones, de suyo puede no significar otra cosa
que una comida ordinaria al modo judío, en que el hacía de cabeza pronunciaba
algunas oraciones antes de partir el pan: “levantando los ojos al cielo,
pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y
los discípulos a la gente. (Mateo
14:19;). Probablemente ése es el sentido que tiene, sin embargo, también es
cierto que en el lenguaje cristiano, como aparece en los documentos
primitivos, fue la expresión con que se designó la eucaristía, y su recuerdo
se conservará a través de todas las liturgias, aunque, a partir de un época
se haga usual el nombre “eucaristía,” prevaleciendo la idea de agradecimiento
(eucaristía) sobre la de convite (fracción del pan). Lo que sucede es que en este versículo se
alude también a una comida en común que, en consonancia con la situación
creada por la comunidad de bienes (v.44-45), hacían diariamente “con alegría
y sencillez de corazón” esos primeros fieles de Jerusalén, unida a la cual
tenía lugar la “fracción del pan.” San Lucas hace notar también que
perseveraban “en las oraciones”, esto parece indicar que se trata no de
oraciones en general, sino de las que acompañaban a la “fracción del pan.” 2.3 UN SANTO TEMOR
SE APODERÓ DE TODOS ELLOS Llama un poco la atención el “temor” que
se apodera de todos, “Un santo temor se apoderó de todos
ellos”. Probablemente no se trata sino de ese sentimiento, mezcla de
admiración y de reverencia, que surge espontáneo en el hombre ante toda
manifestación imprevista de orden sobrenatural. A él se alude frecuentemente
en el Evangelio con ocasión de los milagros de Jesucristo. Este “temor”
afectaría también a los convertidos, particularmente en algunas ocasiones
(cf. Hechos 5:10-11), pero sobre todo
había de afectar a los no convertidos, que con ello se sentían cohibidos para
impedir el nuevo movimiento religioso dirigido por los apóstoles. Es muy de notar la frase con que San Lucas
termina la narración: “Y cada día, el Señor acrecentaba la
comunidad con aquellos que debían salvarse”, con la que da a entender que el conjunto de
todos los fieles cristianos constituían una especie de “unidad universal,” en
la que se entraba por la fe y el bautismo (cf. Hechos 2:38-39), y dentro de
la cual únicamente se obtendrá la “salud” en el día del juicio (cf. Hechos
2:21; 4:12). Es la misma idea que encontramos en Hechos 13:48: “Al oír esto
los gentiles se alegraron y se pusieron a glorificar la Palabra del Señor; y
creyeron cuantos estaban destinados a una vida eterna”. Muy pronto se hará
usual el término “iglesia” para designar esta unidad universal (cf. Hechos
5:11; 8:3; 9:31; 20:28), llamada también por San Pablo “Israel de Dios” (Gal
6, 16), y por Santiago “nuevo pueblo de Dios” (cf. 15:14). 3. SALMO Sal 117, 2-4. 13-15. 22-24Continuando la alegría pascual, el salmo
canta la bondad del Señor y nos invita a alegrarnos. Participamos de esta
oración, aclamando: ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno
su amor! R. ¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor! O bien: Aleluya. Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es
eterno su amor! Que lo diga la familia de Aarón: ¡es eterno su amor! Que lo
digan los que temen al Señor: ¡es eterno su amor! R. Me empujaron con violencia para
derribarme, pero el Señor vino en mi ayuda. El Señor es mi fuerza y mi
protección; él fue mi salvación. Un grito de alegría y de victoria resuena en
las carpas de los justos. R. La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a
nuestros ojos. Éste es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos
en él. R. 3.1 “DEN GRACIAS AL SEÑOR, PORQUE ES BUENO, PORQUE ES ETERNO SU AMOR” Este salmo que cantamos hoy, en nuestro segundo
de Pascua, es un himno triunfal, el salmista entona un himno de acción de
gracias por una victoria recientemente obtenida contra los enemigos de
Israel, ¡Aleluya!. Este salmo es el último del grupo
aleluyático (“Gran Hallel”) y resume un profundo sentido eucarístico. El
Señor ha liberado milagrosamente a su pueblo de un gran peligro y el poeta,
recogiendo el sentir colectivo, expresa, durante una procesión al templo para
ofrecer las víctimas eucarísticas, los sentimientos de gratitud hacia el Dios.
“¡Den gracias al
Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor, Que lo diga el pueblo de
Israel: ¡es eterno su amor!" El Señor, es salvador de su pueblo. Así lo
expresa más adelante el salmista: “En la angustia invoqué al Señor, y me escuchó, poniéndome en salvo”. Y
a continuación el salmista declara cómo el Señor ha mostrado su piedad con
él, pues le ha librado de una situación angustiosa En realidad, teniendo a su
favor al Señor, nada puede temer de sus enemigos: “Está por mí Señor: ¿Qué puedo temer? ¿Qué podrá hacerme el hombre?
Está el Señor por mí como socorro mío”. Y luego el salmista pone toda su confianza
en Dios: “Mejor es confiar en el Señor
que confiar en los hombres; mejor acogerse al Señor que fiar en los
príncipes…..”Fui fuertemente empujado para que cayera, pero fue el Señor mi
auxilio. El Señor es mi fortaleza y a Él le canto salmos; fue para, mí la
salvación.” Los auxilios humanos son insuficientes y aun engañadores; por
eso, sólo debe confiarse en el Señor, que no engaña y es omnipotente Continúa el Salmo, con manifestaciones de
exultación y agradecimiento. Después de la victoria sobre los obstinados
enemigos, los israelitas, agradecidos, el salmo entona himnos jubilosos de
triunfo, pues se ha manifestado la mano poderosa del Señor, la mano del Señor
ha hecho proezas, por eso el pueblo entra solemnemente en el templo de
Jerusalén y canta las nuevas hazañas de su Dios. “La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas. No,
no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor.” 3.2 ESTO
HA SIDO HECHO POR EL SEÑOR Y ES ADMIRABLE A NUESTROS OJOS “La piedra que desecharon los
constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y
es admirable a nuestros ojos.” Los constructores del edificio de la historia
humana no habían reparado en una piedra despreciable por su tamaño, pero que
en los designios de Dios ocupa el lugar central de la vida espiritual de los
pueblos, ya que es la clave en el proceso del establecimiento del reino de
Dios en la tierra. Israel es, en efecto, la piedra angular en
el edificio de la salvación de la humanidad, pues es el vehículo de
transmisión de los designios salvadores de Dios en la historia. Jesucristo se
aplicó este texto a sí mismo, pues las clases dirigentes de Israel no le han
querido reconocer como Mesías, cuando es la piedra angular del mesianismo. En
efecto, Cristo es el punto de conjunción del Israel de las promesas y el de
las realizaciones mesiánicas universalistas. Continuando con el resto del salmo, vemos
como el salmista, entusiasmado ante los destinos de Israel, dice: “Esto
ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos.”; la
actual victoria y liberación forma parte de un proceso providencialista de
Dios, que es realmente admirable a nuestros ojos. La resurrección de Israel
después del exilio babilónico prueba su elección entre todos los pueblos. El
Señor es fiel a sus antiguas promesas, y ello es prenda del glorioso futuro
que espera al pueblo elegido. “Éste es el día que hizo el Señor: alegrémonos
y regocijémonos en él” El salmista, invita a la alegría general por el
éxito logrado. Entusiasmado ante el espectáculo de júbilo, pide al Señor que
continúe protegiendo a su pueblo. “Éste es el día que hizo el Señor:
alegrémonos y regocijémonos en él”. Y luego continúa cantando:
Sálvanos, Señor, asegúranos la prosperidad. ¡Bendito el que viene en nombre
del Señor! Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor”. Recordamos ahora la entrada triunfal de
Jesús a Jerusalén; “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!:” Es así
como las gentes de Jerusalén saludan con estas palabras del salmo a Jesús al
entrar triunfante en la ciudad santa. El grito de “¡Hosanna!” está también
tomado del versículo 25 de este salmo procesional, que debía de ser muy
recitado por los peregrinos al entrar en la ciudad santa. El salmo se cierra con una frase de fe y
esperanza; “El Señor es nuestro Dios; Él nos ilumina”…. 4. SEGUNDA LECTURA 1 Ped 1, 3-9Las pruebas a las que se refiere la carta
son, muy probablemente, las persecuciones a las que se vieron sometidas las
comunidades de finales del siglo I. El imperio romano perseguía y encarcelaba
a quienes consideraban sus enemigos.
Sin embargo, estos hombres y mujeres veían que su fe era más fuerte que las
dificultades y que la meta era más alta que el camino. Lectura de la primera carta del apóstol
san Pedro. Bendito sea Dios, el Padre de nuestro
Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, nos hizo renacer, por la
resurrección de Jesucristo, a una esperanza viva, a una herencia incorruptible,
incontaminada e imperecedera, que ustedes tienen reservada en el cielo.
Porque gracias a la fe, el poder de Dios los conserva para la salvación
dispuesta a ser revelada en el momento final. Por eso, ustedes se regocijan a
pesar de las diversas pruebas que deben sufrir momentáneamente: Así, la fe de
ustedes, una vez puesta a prueba, será mucho más valiosa que el oro
perecedero purificado por el fuego, y se convertirá en motivo de alabanza, de
gloria y de honor el día de la Revelación de Jesucristo. Porque ustedes lo
aman sin haberlo visto, y creyendo en Él sin verlo todavía, se alegran con un
gozo indecible y lleno de gloria, seguros de alcanzar el término de esa fe,
que es la salvación. Palabra de Dios. 4.1 UNA HERENCIA
INCORRUPTIBLE, INCONTAMINADA E IMPERECEDERA, QUE USTEDES TIENEN RESERVADA EN
EL CIELO Gracias a la inmensa misericordia de Dios,
los cristianos han sido hechos participantes de los méritos de la pasión y de
los frutos de la resurrección de Cristo. Han sido reengendrados 27 por medio
del bautismo, que les ha comunicado una nueva vida 28, constituyéndolos hijos
adoptivos suyos. Esta nueva vida ha infundido en el corazón de los cristianos
una viva esperanza de la vida eterna. El fundamento de esta esperanza es la
resurrección de Jesucristo, la cual es el modelo y causa de nuestra
resurrección, porque del mismo modo que Jesús resucitó, así resucitaremos
nosotros 29. La nueva vida conseguida en el bautismo obtendrá a los fieles la
salvación definitiva, que todavía es considerada como futura. Pero la
esperanza de conseguirla es una esperanza viva, que no engaña, sino que
sostiene y conduce a la vida eterna 30. La regeneración divina, que ha producido
en los cristianos una nueva vida, confirió a éstos una esperanza viva de
conseguir una herencia imperecedera y segura. He aquí el objeto principal de
nuestra esperanza. Por el hecho de ser hijos de Dios tenemos derecho a la
herencia, que consiste en el reino de los cielos; pues, como dice San Pablo,
“si somos hijos, también seremos herederos, herederos de Dios, coherederos de
Cristo.” (Romanos 8,17). Pedro describe con tres epítetos la excelencia de
esta herencia: “una herencia incorruptible, incontaminada e imperecedera”, en cuanto que está libre de toda corrupción,
de toda mancha, de toda marchitez. Siempre está llena de suavidad inefable y
como reservada en los cielos, esperando el tiempo oportuno para ser revelada.
Este tiempo es el día de la manifestación de Jesucristo, es decir, el día del
juicio. (Cf. Jn 6:39). La herencia que está reservada a los
cristianos difiere totalmente de la herencia terrena, que se puede perder y
fácilmente se mancha con pecados cometidos en su adquisición o en su uso.
Dios ha preparado para los cristianos esa herencia desde el principio del
mundo, y, además, la ha preparado en el cielo, es decir, en un lugar seguro,
en “donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y
roben. (Mateo 6,20) 4.2 LA FE Y LA
ESPERANZA DE LA GLORIA FUTURA ANIMA Y ALEGRA, AL PRESENTE, A LOS CRISTIANOS Dios tiene gran cuidado de los cristianos,
y los defiende, como en una fortaleza, de todo peligro mediante la fe; “Porque
gracias a la fe, el poder de Dios los conserva para la salvación dispuesta a
ser revelada en el momento final”, por la cual el fiel puede superar
las insidias del diablo. Gracias a la fe, los cristianos escapan a los
peligros que amenazan su salvación y logran llegar a las realidades
invisibles de la esperanza cristiana. Por el hecho de que Dios defiende
poderosamente a los cristianos, éstos deben tener una esperanza ciertísima y
viva de que llegarán a poseer la herencia que les tiene reservada en el
cielo, pues nadie podrá arrebatar de la mano de Dios lo que él tiene. La fe y la esperanza de la gloria futura
anima y alegra, al presente, a los cristianos; Por eso, ustedes se regocijan a
pesar de las diversas pruebas que deben sufrir momentáneamente”, en medio de las dificultades y tentaciones
de la vida terrena. Porque saben que Dios se sirve de las aflicciones para instruir a sus verdaderos hijos y se
dan cuenta que la tribulación será breve; en cambio, el fruto será
abundantísimo y eterno. Jesucristo, en
el sermón de la Montaña Mateo 5, 1-11 y Lucas 6, también habla de la alegría de
aquellos que son insultados y perseguidos, porque saben que su recompensa
será grande en los cielos. El sentirse alegre en medio del dolor y de las
persecuciones ha de ser una de las características del verdadero cristiano. 4.3 ASÍ, LA FE DE
USTEDES, UNA VEZ PUESTA A PRUEBA Las pruebas y tentaciones de la vida
presente servirán para perfeccionar nuestra fe; porque, saliendo victoriosa
de la lucha, será purificada y aparecerá incomparablemente más preciosa que
el oro perecedero que ha pasado por el crisol; “Así, la fe de ustedes, una vez puesta a
prueba, será mucho más valiosa que el oro perecedero purificado por el fuego,
y se convertirá en motivo de alabanza, de gloria y de honor el día de la
Revelación de Jesucristo”. Una tal fe purificada y perfeccionada por
el sufrimiento será nuestro título de gloria en el día de la manifestación
del Señor. El triunfo de los fieles sobre las pruebas
de esta vida supone un gran mérito, por-que aman al Señor sin haberle visto
nunca y creen en El sin haberle contemplado; “Porque ustedes lo aman sin
haberlo visto, y creyendo en Él sin verlo todavía”. Esta fe les hace sentir un gusto anticipado
del “un gozo indecible y lleno de gloria” que experimentan los
bienaventurados en el cielo. Y, al mismo tiempo, les hace saber que
conquistan, mediante su fidelidad, el fin mismo de la fe, que es su propia
salvación; “seguros de alcanzar el término de esa fe, que es la salvación”.
La fe se ordena a la salvación del alma, que ya es iniciada en este mundo por
la gracia y será consumada en la gloria. Por eso, los cristianos pueden
alegrarse ya al presente, porque poseen en germen lo que esperan alcanzar en
el cielo. 5. EVANGELIO Jn 20, 19-31Las palabras de Jesús a los apóstoles son
un modo de anunciar el inicio de lo que luego será la comunidad eclesial: los
exhorta a vivir la reconciliación y los envía al mundo. En definitiva, eso
mismo vino a hacer Jesús: enviado por el Padre, vino a reconciliar a todos
los hombres. La comunidad, entonces, es enviada como lo fue el Hijo, para
continuar con su obra. Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan. Al atardecer del primer día de la semana,
los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los
judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: « ¡La paz esté con ustedes!». Mientras decía esto,
les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría
cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: « ¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me
envió a Mí, Yo también los envío a ustedes». Al decirles esto, sopló sobre
ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a
los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los
retengan». Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con
ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: « ¡Hemos visto al Señor!». Él les respondió:
«Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el
lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré». Ocho días más
tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con
ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso
en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con
ustedes!». Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos.
Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino
hombre de fe». Tomás respondió: « ¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «Ahora
crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!». Jesús
realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se
encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes
crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su
Nombre. 5.1 AL ATARDECER DEL PRIMER DÍA DE LA SEMANAEstas apariciones a los apóstoles son
destacadas en el Evangelio de San Juan para relatarnos su particular
importancia, estos son hechos excepcionales. La primera aparición, sucede en
la “tarde”
del mismo día de la resurrección, cuyo nombre de la semana era llamado por
los judíos como lo pone aquí San Juan, “el primer día de la semana.” Los discípulos se encontraban con las
puertas cerradas por temor a los judíos. Suponemos que los once apóstoles
están juntos, sin embargo también se puede presumir que posiblemente hubiese
con ellos otras personas, pero estas no se citan. El relato evangélico no precisa el lugar
donde sucedieron estos hechos, no obstante creíblemente podría ser en el
cenáculo (Hechos 1:4.13). Los
sucesos de aquellos días, siendo ellos los discípulos del Crucificado, les
tenían temerosos. Esa es la razón por la cual se ocultaban y permanecían a
puertas cerradas. Temía la intromisión inesperada de sus enemigos 5.2 EL ESTADO “GLORIOSO” EN QUE SE HALLA CRISTO RESUCITADOPero la entrega de este detalle tiene
también por objeto demostrar el estado “glorioso” en que se halla Cristo
resucitado cuando se presenta ante ellos. Es así como inesperadamente, Cristo
se apareció en medio de ellos. En el relato de Lucas, se comenta que quedaron
“despavoridos,” pues creían ver un “espíritu” o un fantasma. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio
de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Con
ello les dispensó lo que ésta llevaba adjunto (cf. Lc 24:36-43). San Juan
omite lo que dice en evangelio de Lucas, sobre que no se turben ni duden de
su presencia. Aquí, al punto, como garantía, les muestra “las manos,” que con
sus cicatrices les hacían ver que eran las manos días antes perforadas por
los clavos, y “el costado,” abierto por la lanza; en ambas heridas, mostradas
como títulos e insignias de triunfo, tal así que Tomás podría poner sus
dedos. En evangelio de Lucas se relata que les
muestra “sus manos y pies,” y se omite lo del costado, sin duda porque se
omite la escena de Tomás. Ni quiere decir esto que Cristo tenga que conservar
estas señales en su cuerpo. Como se mostró a Magdalena seguramente sin ellas,
y a los peregrinos de Emaús en aspecto de un caminante, así aquí, por la
finalidad apologética que busca, les muestra sus llagas. Todo depende de su
voluntad. Esta, como la escena en Lucas, es un relato de reconocimiento:
aquí, de identificación del Cristo muerto y resucitado; en Lucas es prueba de
realidad corporal, no de un fantasma. Bien atestiguada su resurrección y su
presencia sensible, San Juan transmite esta escena de trascendental alcance
teológico. 5.3 COMO EL PADRE ME
ENVIÓ A MÍ, YO TAMBIÉN LOS ENVÍO A USTEDES. Jesús anuncia a los apóstoles que ellos
van a ser sus “enviados,” como Él lo es del
Padre. Es un tema constante en los evangelios. Ellos son los “apóstoles” (Mt
28:19; Jn 17:18, etc.). Jesucristo tiene todo poder en cielos y
tierra y los “envía” ahora con una misión concreta. Los apóstoles son sus
enviados con el poder de perdonar los pecados. Para ese tiempo, ese envío era
algo insólito. En el Antiguo Testamento, sólo Dios perdonaba los pecados. Por
eso, de Cristo, al considerarle sólo hombre, decían los fariseos
escandalizados: Este “blasfema. ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo
Dios?” (Mc 2:7). 5.4 AL DECIRLES ESTO,
SOPLÓ SOBRE ELLOS Y AÑADIÓ: “RECIBAN EL ESPÍRITU SANTO” El Espíritu Santo es el “don” por
excelencia, infinito como infinito es Dios; aunque quien cree en Cristo ya lo
posee, puede sin embargo recibirlo y poseerlo cada vez más. La donación del
Espíritu Santo los Apóstoles en la tarde de la Resurrección demuestra que ese
don inefable, indescriptible, está estrechamente unido al misterio pascual;
es el supremo don de Cristo que, habiendo muerto y resucitado por la
redención de los hombres, tiene el derecho y el poder de concedérselo. La
bajada del Espíritu en el día de Pentecostés renueva y completamente este
don, y se realiza no de una manera íntima y privada, como en la tarde de
Pascua, sino en forma solemne, con manifestaciones exteriores y públicas indicando
con ello que el don del Espíritu no está reservado a unos pocos privilegiados
sino que está destinado a todos los hombres como por todos los hombres murió,
resucitó y subió a los cielos Cristo. El misterio pascual culmina por lo
tanto no sólo en la Resurrección y en la Ascensión, sino también en el día de
Pentecostés que es su acto conclusivo. 5.5 “LOS PECADOS
SERÁN PERDONADOS A LOS QUE USTEDES SE LOS PERDONEN, Y SERÁN RETENIDOS A LOS
QUE USTEDES SE LOS RETENGAN”. Al decir esto, “sopló” sobre ellos. Es
símbolo con el que se comunica la vida que Dios concede (Gen 2:7; Ez 37:9-14;
Sab 15:11). Por la penitencia, Dios va a comunicar su perdón, que es el dar a
los hombres el “ser hijos de Dios” (Jn 1:12): el poder de perdonar, que es
dar vida divina. Precisamente en Génesis, Dios “sopla” sobre Adán el hombre
de “arcilla,” y le “inspiró aliento de vida” (Gen 2:7) Por eso, con esta
simbólica sopladura explica su sentido, que es el que “reciban el Espíritu Santo.”
Dios les comunica su poder y su virtud para una finalidad muy concreta: “Los
pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos
a los que ustedes se los retengan”. Aquí el regalo del Espíritu Santo a los
apóstoles tiene una misión de “perdón.” Los apóstoles se encuentran en
adelante investidos del poder de perdonar los pecados. Este poder exige para
su ejercicio un juicio. Si han de perdonar o retener todos los pecados,
necesitan saber si pueden perdonar o han de retener. Evidentemente es éste el
poder sacramental de la confesión. Por otra parte, para no confundirse, esta
no es la promesa del Espíritu Santo que les hace en el evangelio de Juan, en
el Sermón de la Cena (Jn 14:16.17.26; 16:7-15), ya que en esos fragmentos se
les promete al Espíritu Santo, que se les comunicará en Pentecostés, una
finalidad “defensora” de ellos e “iluminadora” y “docente.” En este relato
san Juan trata sólo del poder que se confiere del perdón de los pecados. “Los
pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos
a los que ustedes se los retengan”. 5.6 “¡HEMOS VISTO AL
SEÑOR!” En esta aparición del Señor a los
apóstoles no estaba el apóstol Tomás, de sobrenombre el mellizo. Si aparece,
por una parte, el hombre de corazón y de arranque que relata san Juan 11:16.
En el capítulo 14:5 san Juan
lo muestra un tanto escéptico. Entonces se diría que es lo que va a
reflejarse aquí. No solamente no creyó en la resurrección del Señor por el
testimonio de los otros diez apóstoles, y no sólo exigió para ello el verle
él mismo, sino el comprobarlo. Es así como el necesitaba ver las llagas de
los clavos en las manos del Señor, y aún más, meter su dedo en ellas, lo mismo que su mano en la llaga del costado
de Cristo, la que había sido abierta por el golpe de lanza del centurión.
Entonces, sólo a este precio creerá. 5.7 “TRAE AQUÍ TU
DEDO: AQUÍ ESTÁN MIS MANOS.” Pero a los ocho días se realizó otra vez
la visita del Señor. Estaban los apóstoles juntos, probablemente en el mismo
lugar, y Tomás con ellos. Y vino el Señor otra vez, cerradas las puertas. San
Juan relata esta escena muy sobriamente. Y después de desearles la paz "¡La
paz esté con ustedes!", se dirigió a Tomás y le dijo: Trae aquí
tu dedo: aquí están mis manos y le mandó que cumpliese en su cuerpo la
experiencia que él exigía diciéndole: Acerca tu mano, métela en mi costado.
En adelante, no seas incrédulo, sino hombre de fe. No dice explícitamente el relato si Tomas
llegó a introducir el dedo en las llagas para cerciorarse, al contrario lo
exceptúa al decirle Cristo: Ahora crees, porque me has visto. La evidencia de
la presencia de Cristo había de deshacer la obstinación de Tomás. 5.8 ¡SEÑOR MÍO Y
DIOS MÍO! Tomas exclamo: ¡Señor mío y Dios mío!
Esta exclamación encierra una riqueza teológica grandiosa y hermosísima. Esta
es un reconocimiento de Cristo, es un afirmación de quién es El. Es, además,
esta enunciación, uno de los pasajes del evangelio de san Juan junto con el
prólogo, en donde explícitamente se proclama la divinidad de Cristo. Dado el
lento proceso de los apóstoles en ir valorando en Cristo su divinidad hasta
la gran clarificación de Pentecostés, sin duda la frase es una explicitación
de san Juan a la hora de la composición de su evangelio. Pero supone el acto
de fe de Tomás. 5.9 “AHORA CREES,
PORQUE ME HAS VISTO.” Tomás fue reprochado, no porque el ver
para creer sea malo, sino por haber rechazado el testimonio de los otros
apóstoles que vieron. Para creer hay que verlo directamente, como los
apóstoles, o indirectamente, como nosotros, que nos apoyamos en el ver y en
la predicación solemne y pública de los apóstoles. La fe es un don de Dios, pero tiene
también sus bases humanas, como es el estudio y el testimonio de los
testigos. Este Evangelio nos enseña una lección de
fe y, nos invita a no esperar signos visibles para creer. Pero también es
comprensible que Tomás quisiera experimentar por sí mismo, del mismo modo como nos gusta a
nosotros experimentar por nosotros mismos, porque a Cristo se le debe experimentar en primera persona. Es cierto que la
ayuda de los amigos como los consejos de nuestro director espiritual son válidos, pero al final solo depende de nosotros
mismos dar ese gran paso a la fe, y entregarnos con toda confianza a los
brazos del Señor. El Señor permite a Tomás esta experiencia,
se aparece a los apóstoles e inmediatamente le habla, me imagino la emoción
de Tomás al verle, tal vez entristecido por haber dudado, pero al mismo
tiempo agradecido por este actitud de Cristo y, así, el hace ese hermoso
reconocimiento a la divinidad de Jesús con esta hermosa oración de alabanza: “Señor
mío y Dios mío.” 5.10 ¡FELICES LOS QUE CREEN SIN HABER VISTO! Dice el Señor: “¡Felices los que creen sin haber visto!” La respuesta de Cristo a esta confesión
de Tomás acusa el contraste, se diría un poco irónico, entre la fe de Tomás y
la visión de Cristo resucitado, para proclamar bienaventurados a los que
creen sin ver. No es censura a los motivos racionales de la fe y la
credibilidad, como tampoco lo es a los otros diez apóstoles, que ocho días
antes le vieron y creyeron, pero que no plantearon exigencias ni condiciones
para su fe, ya que ellos no tuvieron la actitud de Tomás, que se negó a creer
a los testigos para admitir la fe si él mismo no veía lo que no sería posible
verlo a todos, ni por razón de la lejanía en el tiempo, ni por haber sido de
los elegidos por Dios para ser testigos de su resurrección (Hechos 2:32; 10:40-42). Es la bienaventuranza de
Cristo a los fieles futuros, que aceptan, por tradición ininterrumpida, la fe
de los que fueron elegidos por Dios para ser testigos oficiales de su
resurrección y para transmitirla a los demás. Es lo que Cristo pidió en la
Oración Sacerdotal: No ruego sólo por éstos (por los apóstoles), sino por
cuantos crean en mí por su palabra” (Jn 17:20). Cristo
es "nuestra paz" (Ef 2, 14), la Paz de Cristo Resucitado para todos Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar
Colunga y Biblia de Jerusalén Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica:
Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol. |
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