Reflexión desde las Lecturas del III Domingo del
Tiempo Ordinario Ciclo “A” Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1. toda
división en la Iglesia es en realidad desgarrar al mismo Cristo (1Cor
1,10-13.17) “Yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones
entre ustedes”. San Pablo arremete con todas sus energías contra las
divisiones en la Iglesia. El evitar las divisiones no es algo simplemente deseable.
Si la Iglesia es una y la unidad es una nota tan esencial como la santidad,
cualquier división –por pequeña que parezca desfigura el rostro de la
Iglesia, destruye la Iglesia. “Yo soy de Pablo, yo de Apolo,
yo de Cefas, yo de Cristo”. Todas las divisiones nacen de una
consideración puramente humana. Mientras nos quedemos en los hombres
estaremos echando todo a perder. Los hombres somos sólo instrumentos, siervos
inútiles: «yo planté, Apolo regó, pero es Dios quien dio el crecimiento» (1
Cor 3,6). Quedarse en los hombres es una idolatría, y todo protagonismo es
una forma de robar la gloria que sólo a Dios corresponde. Por eso San Pablo
responde con absoluta contundencia: « ¿Acaso fue Pablo crucificado por
vosotros? ¿O habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?» Es como decir: No
hay más salvador que Cristo Jesús. El instrumento debe permanecer en su
lugar. Lo demás es mentir y desfigurar la realidad. “¿Acaso Cristo está dividido?”.
Puesto que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo (1 Cor 12,12), toda
división en la Iglesia es en realidad desgarrar al mismo Cristo. La falta de
unidad en nuestros criterios, en nuestras actuaciones, en nuestras
relaciones... tiene el efecto horrible de presentar un Cristo en pedazos. En
consecuencia, se hace imposible que la gente crea. Por eso San Pablo se muestra tan
intransigente en este punto y apela a la necesidad absoluta de estar todos
«unidos en un mismo pensar y en un mismo sentir». Lo cual viene a significar
no pensar ni actuar desde un punto de vista humano, sino siempre y en todo
desde la fe, que es la que da realmente consistencia y unidad: «poniendo
empeño en conservar la unidad del Espíritu... Un sólo cuerpo y un sólo
Espíritu... Un sólo Señor, una sola fe, un sólo bautismo, un sólo Dios y Padre
de todos» (Ef. 4,3-6). 2. PRIMERA LECTURA DEL LIBRO DE ISAÍAS. La presencia del Señor es
iluminadora, y pese a la noche en la que está sumergido el pueblo, éste debe
ser capaz de captarla luz de Dios que emerge de entre las tinieblas. El
mensaje de esperanza es propicio cuando un pueblo, o un individuo, no ve más
allá de sí mismo, porque todo está oscuro. La fe, sin embargo, debe señalarle
que Dios nunca abandona. Lectura del libro de Isaías. Is
8, 23—9,3 En un primer tiempo, el Señor
humilló al país de Zabulón y al país de Neftalí, pero en él futuro llenará de
gloria la ruta del mar, el otro lado del Jordán, el distrito de los paganos.
El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que
habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. Tú has multiplicado
la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia, como
se goza en la cosecha, -como cuando reina la alegría por el reparto del
botín. Porque el yugo que pesaba su
carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián. Palabra de Dios. 2.1 un rayo esplendoroso de luz y de redención para los oprimidos En medio de un horizonte cerrado de tragedia, el profeta, inesperadamente, divisa un rayo esplendoroso de luz y de redención para los oprimidos, que le hace prorrumpir en un canto lleno de exultación al ver vencido al opresor del pueblo elegido, y todo como consecuencia de la intervención de un misterioso niño adornado de dotes excepcionales que inaugurará una venturosa era de paz. Podemos considerar esta profecía como lógica continuación de la revelación sobre el Emmanuel; por tanto, de la época de la guerra siro-efraimita l. El profeta Isaías, comienza repentinamente un canto de alegría, comparando dos situaciones muy diferentes: la primera, en que Dios cubrió de vergüenza a la parte septentrional de Palestina; “En un primer tiempo, el Señor humilló al país de Zabulón y al país de Neftalí”, las dos al oeste del lago de Genesaret, en la que se llenara de gloria el camino del mar; “en él futuro llenará de gloria la ruta del mar, el otro lado del Jordán”, es decir, esta misma región que bordea el lago de Genesaret. Se la “llama ruta del mar” porque por ahí pasaba la ruta caravanera principal que subía de Egipto bordeando la costa palestina, para adentrarse por la derecha del Carmelo hacia Nazaret, y se volvía hacia Damasco por encima del lago de Genesaret. El profeta, pues, por un juego poético de paralelismo contrapone dos situaciones: una de vergüenza y humillación, y otra de engrandecimiento y de glorificación en la misma región del norte de Palestina, juntamente con la otra ribera del Jordán, todo lo cual constituía la Galilea de los gentiles, término despectivo dado por los del reino de Judá, que practicaban un amor al Señor más puro, a aquellos desafortunados israelitas que les había caído en suerte el vivir alejados de la capital de la teocracia y del templo, y en contacto inmediato con los gentiles, lo que, naturalmente, traía como consecuencia que su religiosidad y moralidad era semipagana El profeta ve, pues, iniciarse la primera etapa de la redención del pueblo israelita por aquella despreciada región del norte que ahora estaba tan castigada. El mejor comentario de esto nos lo da San Mateo en el Evangelio de hoy al presentarnos al Redentor inaugurando su misión apostólica a orillas del lago de Tiberíades, anunciando que; “A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”. Era la luz misma que había visto el profeta y que le había hecho saltar de gozo siete siglos antes. 2.2 “ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la
oscuridad ha brillado una luz”. En el capítulo anterior Isaías 5, el Profeta había dicho que Dios había escondido su faz a la casa de Jacob; ahora anuncia con júbilo un horizonte luminoso de salvación. “El pueblo que caminaba en las tinieblas”, esto es, estaba en sombras de muerte, es decir, como un país en el que el espectro de la muerte ha dejado su huella después de la devastación y la guerra. Habitar “en las tinieblas”, tierra de sombras es sinónimo de vivir en un estado de miseria y de desventura. Los habitantes de aquellas regiones, pues, del norte de Palestina, habituados ya a este ambiente de tristeza, resignados con su suerte, inesperadamente han visto un fulgor de esperanza y de salvación. “ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz”. Y el profeta se complace en describir la alegría nacida en aquellos corazones que se creían abocados a un estado de miseria sin esperanzas de redención; “Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo” y la compara al júbilo campestre y espontáneo que preside la época de la recolección de las cosechas, “ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha”, cuando se han colmado las esperanzas y han pasado las incertidumbres de la marcha de la recolección de los frutos. Otra imagen para reflejar la gozosa situación es la del ejército vencedor que se reparte el botín; “como cuando reina la alegría por el reparto del botín”. Y es que de pronto esas gentes humilladas de los confines de Galilea de los gentiles se han visto libres de un peso que los asfixiaba como una soga. La victoria de Gedeón sobre los madianitas había quedado como proverbial en el folklore del pueblo israelita, y por eso viene instintivamente a la memoria del profeta para expresar la alegría de la liberación; “Porque el yugo que pesaba su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián”. Y en la nueva situación desaparecen todos los vestigios de vestimenta bélica. Es la inauguración de una nueva edad venturosa cuya característica esencial será la paz. Luego, en los versículos que siguen a esta lectura, el profeta salta de júbilo al dar la razón de tal situación: inesperadamente ha surgido un Príncipe libertador, que describe bajo la forma de un niño, sin duda relacionado con el misterioso Emmanuel del adornado de dotes excepcionales de realeza. 3.
SALMO, Confianza del Justo en Medio del
Peligro. Este salmo tiene dos partes bien
definidas: a) confianza y alegría del justo por haber triunfado de los enemigos,
versos 1-6 y súplica al Señor para que tenga piedad de él por sentirse
abandonado y calumniado, versos 7-14, con lo que se puede pensar desde la
situación psicológica del salmista, pues, en ambas partes es diversa; es que
nos hallamos ante dos salmos reunidos por razones prácticas litúrgicas. Las
alusiones de participación en el culto litúrgico revelan un autor de la clase
levítica, cuya vida se desarrolla en torno al santuario. Sal 26, 1.4. 13-14 R. El Señor es mi luz y mi
salvación. El Señor es mi luz y mi
salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de ml vida, ¿ante quién
temblaré? R. Una sola cosa he pedido al
Señor, y esto es lo que quiero: vivir en la Casa del Señor todos los días de
mi vida, para gozar de la dulzura del Señor y contemplar su Templo. R. Yo creo que contemplaré la
bondad del Señor en la tierra de los vivientes. Espera en el Señor y sé
fuerte; ten valor y espera en el Señor. R. 3.1 EL SEÑOR ES PROTECTOR CONTRA
LOS ENEMIGOS El Dios del salmista ilumina su
vida en los momentos de ansiedad y de peligro y le salva de las situaciones
comprometidas; “El Señor es mi luz y mi salvación” Contra los ataques de los
enemigos, EL Señor “es el baluarte de ml vida”, es el
baluarte que defiende su vida. Por tanto, no tiene que temer a nadie; “¿ante
quién temblaré?”.Ante la omnipotencia del Señor se quiebran todos los
poderes terrenos. Ni un ejército entero que acampara contra él podría
prevalecer. Al menos el corazón del salmista permanecerá tranquilo, esperando
la intervención divina salvadora. 3.2 Ansias de vivir con el Señor en el templo El Señor es el centro de toda la vida y de las aspiraciones del salmista; con El no teme a un escuadrón de enemigos que se le opongan; pero, además, su seguridad encuentra su complemento en la vida litúrgica del santuario, contemplar el encanto del Señor, es decir, habitar en su templo; “Una sola cosa he pedido al Señor, y esto es lo que quiero: vivir en la Casa del Señor todos los días de mi vida”, su deseo supremo es ser huésped permanente de su Dios en su santuario, que es la morada que el Señor de los cielos tiene en la tierra para convivir con sus fieles, preocupándose de sus problemas e inquietudes. Allí está el encanto del Señor, “para gozar de la dulzura del Señor y contemplar su Templo”, es decir, la disposición benevolente de Dios hacia los que saben gustar de su compañía espiritual. Sobre todo, allí encontrará el salmista su plena seguridad el día de la desventura; allí se sentirá a buen recaudo, como el arca del testamento en el tabernáculo o pabellón del desierto. Al lado del Señor se sentirá lejos de sus enemigos, dominándolos como desde una elevada roca y manteniendo erguida su cabeza sobre ellos. Es el triunfo material y moral sobre ellos, conseguido gracias a la protección del Señor, que mora en el templo, inaccesible al malvado. 3.3 Contemplar la bondad del Señor en la tierra de los vivientes. El salmista, después de
manifestar su total confianza en su Dios Salvador, pide ansiosamente conocer
sus caminos, que son la recta senda que lleva a su protección. Los enemigos
son muchos y le acechan constantemente, y por ello necesita que se le señale
su ruta clara para no desviarse de los preceptos divinos, lo que le atraería
la aversión divina, y, por tanto, la desgracia ante sus enemigos, que espían
sus debilidades y defecciones. Consciente del peligro, pide que su camino sea
por lugares llanos y abiertos, no por encrucijadas llenas de salteadores,
pues sus adversarios conspiran y se confabulan contra él con falsos testigos
(ν.12) y respiran inocencia contra él. Están ansiosos de hacerle
desaparecer. Pero está seguro de su causa justa y de la protección divina, y
por eso espera contemplar la bondad del Señor; “Yo creo que contemplaré la
bondad del Señor en la tierra de los vivientes”, es decir, recibir el
auxilio benevolente de su Protector, y esto le fuerza para continuar viviendo; “Espera
en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor”. En sus
perspectivas no hay esperanza de retribución en el más allá, sino que aspira
a recibir de su Dios el premio a su virtud en la tierra de los vivientes, en
la vida actual, en oposición a la de los muertos, es una exhortación a la
confianza en el Señor y parece una adición para el uso litúrgico, para animar
a los que sufren a tener confianza en Dios, como la tuvo el propio salmista. 4. SEGUNDA LECTURA 1Cor 1,10-14.16-17 Pablo se siente responsable de esta comunidad. Porque su anuncio sobre los corintios no estuvo marcado por la rivalidad apostólica, sino por el deseo de que ellos se encuentren con Cristo. El bautismo que recibieron los debe hacer sentirse miembros de la misma comunidad. El escándalo de la división de esta comunidad debe hacernos reflexionar también sobre nuestras comunidades y los escándalos que provocan ante los ojos del mundo cuando no son testigos de unidad y de amor. Lectura de la primera carta del
Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto. Hermanos: En el Nombre de
nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no
haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma
manera de pensar y de sentir. Porque los de la familia de Cloe me han contado
que hay discordias entre ustedes. Me refiero a que cada uno afirma: “Yo soy
de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo”. ¿Acaso Cristo está
dividido? ¿O .es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O será que ustedes
fueron bautizados en el nombre de Pablo? Felizmente yo no he bautizado a
ninguno de ustedes, excepto a Crispo y a Gayo. Sí, también he bautizado a la
familia de Estéfanas, pero no recuerdo haber bautizado a nadie más. Porque
Cristo no me envió a bautizar, sino a anunciar la Buena Noticia, y esto sin
recurrir a la elocuencia humana, para que la cruz de Cristo no pierda su
eficacia. Palabra de Dios. 4.1 ¿Acaso Cristo está dividido? Después del saludo y acción de
gracias, San Pablo entra ya en materia. Lo primero que va a tratar es la
cuestión de los bandos o partidos en que se hallaba dividida la comunidad de
Corinto, vicio el más visible, y uno de los más peligrosos para la comunidad.
Ese espíritu de partido era el que había llevado a la ruina a las pequeñas
repúblicas de la antigua Grecia, y parece que seguía aún vivo en Corinto. No
se trataba propiamente de “cismas” o diferencias en la fe, no obstante el
término empleado; “En el Nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se
pongan de acuerdo”, sino de simples partidos o grupos rivales,
formados según las preferencias por este o aquel predicador; “Que
no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la
misma manera de pensar y de sentir”. El hecho de que San Pablo dirija
su carta a la “iglesia de Dios en Corinto” (v.2, Lectura de la Misa del
domingo anterior), prueba que la unidad de fe no estaba rota. Parece que los
corintios, con ideas poco claras aún sobre la naturaleza de la nueva
religión, “Porque los de la familia de Cloe me han contado que hay discordias
entre ustedes”, consideraban a los predicadores evangélicos algo así
como jefes de escuelas filosóficas, con derecho a agrupar seguidores en torno
a sí. San Pablo reprueba enérgicamente esa manera de ver las cosas,
exponiendo cuál es la verdadera naturaleza del Evangelio y del ministerio
apostólico. Los principales partidos o
bandos parece ser que eran cuatro: de Pablo, de Apolo, de Cefas, de Cristo; “Me
refiero a que cada uno afirma: “Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo
de Cristo”. De ello había sido informado Pablo “por los de Cloe”; “Porque
los de la familia de Cloe me han contado”, mujer conocida en Corinto,
sobre la que no tenemos más datos, y ni siquiera sabemos con seguridad si era
cristiana, pero que debía de tener relaciones comerciales con Efeso, a cuya
ciudad acudían con frecuencia sus empleados. La existencia de los partidos de
Pablo y de Apolo se explica fácilmente, pues ambos personajes habían
predicado en Corinto (cf. Hechos 18:1; 19:1), y, dado el espíritu impulsivo
de los corintios, era fácil que hubieran surgido grupos rivales, atendiendo
más a la persona que a las ideas del predicador. Parece que los del partido
de Apolo, el “orador elocuente y perito en las Escrituras” (Hechos 18:24), se
consideraban con cierta superioridad cultural sobre los del partido de Pablo,
quien se había presentado en Corinto no con sublimidad de elocuencia o de
sabiduría sino en debilidad, “temor y mucho temblor” (2 Cor 7,15). Tampoco es
difícil de explicar la existencia del partido de Cefas. Este Cefas es
evidentemente el apóstol Pedro. Difícil de explicar resulta la existencia del
partido de Cristo. Algunos eruditos, niegan que se trate de un verdadero
partido, y suponen que el Apóstol alude más bien a todos aquellos fieles que,
disgustados de las divisiones y ajenos a toda disputa sobre personas, decían
con toda razón que pertenecían a Jesucristo. Incluso hay quien supone que las
palabras “yo de Cristo” están dichas por Pablo en nombre propio contra
los tres partidos precedentes. Probablemente se trata o de cristianos que se
decían iluminados directamente por Cristo y no querían saber nada de
intermediarios humanos (cf. 14:37); o quizás mejor de judaizantes, llegados
muchos de ellos de Palestina, que habían conocido a Cristo personalmente (cf.
2 Cor 5:16) y se preciaban de conocer mejor que nadie su auténtico
pensamiento. Es probable que estos judaizantes, más extremistas que los del
partido de Cefas, sean los mismos con que luego se encarará directamente San
Pablo en su segunda carta a los Corintios. Con todo, la condena de Pablo contra todas esas divisiones es tajante: “¿Acaso Cristo está dividido?” ¿O .es que Pablo fue crucificado por ustedes?, ¿O será que ustedes fueron bautizados en el nombre de Pablo?”. Es decir, es absurdo andar con divisiones y banderías, cuando no hay más que un Jesucristo, que nos redimió con su pasión y muerte, y en cuyo nombre hemos sido bautizados; somos todos pertenencia de Cristo, y querer sustituir a Cristo por Pablo, Cefas o Apolo equivaldría a admitir muchos salvadores y muchos bautismos. 4.2 “para que la cruz de Cristo no pierda su eficacia” Con singular delicadeza, sin mencionar a los partidarios de Apolo o de Cefas, el Apóstol habla sólo de los de su partido y dice que no es Pablo el que ha sido crucificado por ellos; “es que Pablo fue crucificado por ustedes?” o en cuyo nombre han sido bautizados; “¿O será que ustedes fueron bautizados en el nombre de Pablo?”. A él, pues, nada le deben. Lo mismo podía haber dicho de Apolo o de Cefas, pero era más noble callar esos respetables nombres, que no tenían culpa ni responsabilidad alguna en que hubieran surgido partidos, y concretar todo en sí mismo. Y aún añade, como recalcando ante sus partidarios la falta de fundamento para que se llamen “de Pablo,” que en Corinto no ha bautizado, “excepto a Crispo y a Gayo”, con lo Que se quita toda base, aun la más remota, para que puedan decir que han sido bautizados en su nombre y mantengan esa especie de superstición hacia su persona; “Felizmente yo no he bautizado a ninguno de ustedes, excepto a Crispo y a Gayo”. Escrito lo anterior, se acuerda, advertido quizás por el mismo Estéfanas, allí presente que también había bautizado a la familia de Estéfanas, y así lo consigna. “Sí, también he bautizado a la familia de Estéfanas, pero no recuerdo haber bautizado a nadie más”. Es interesante esta rectificación del Apóstol. Ella nos revela que San Pablo no solía borrar lo escrito, aunque sí rectificaba cuando era necesario. Entiende San Pablo que la última
raíz de las divisiones y partidos entre los corintios está en que no atienden
como es debido a cuál sea la verdadera naturaleza del mensaje evangélico. Por
eso, a lo largo de toda esta sección, evitando descender a crítica menuda y
de detalle, cosa siempre enojosa y no propia de espíritus elevados, va hasta
la raíz, haciéndoles ver que el Evangelio recibe su fuerza, no de la cultura
y ““Porque
Cristo no me envió a bautizar, sino a anunciar la Buena Noticia, a la
elocuencia humana”, es decir artificios retóricos del predicador, que a
Dios no interesan, sino única y exclusivamente; “para que la cruz de Cristo no
pierda su eficacia” 5. EVANGELIO Mt 4, 12-23 La situación del Bautista
aparece en este texto como algo que motiva a Jesús para retirarse a
reflexionar también sobre su identidad y su misión. El llamado a los primeros
discípulos es el comienzo de la vida pública de Jesús. Ante la oscuridad del
futuro que se vislumbraba sobre Juan. Jesús ve la luz de Dios sobre su propia
vida. En lugar de paralizarse, se pone en movimiento y anuncia que el Reino
ya está cerca. Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Mateo. Cuando Jesús se enteró de que
Juan Bautista había sido arrestado, se retira a Galilea. Y, dejando Nazaret,
se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y
Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta
Isaías Tierra de Zabulón, ¡Tierra de Neftalí, camino del mar, país de la
Transjordania, Galilea de las naciones!. El pueblo que se hallaba en
tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de
la muerte, se levantó una luz”. A partir de ese momento, Jesús comenzó a
proclamar: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”. Mientras
caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón,
llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque
eran pescadores. Entonces les dijo: “Síganme, y Yo los haré pescadores de
hombres”. Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando
su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su
hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las
redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su
padre, y lo siguieron. Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las
sinagogas de ellos, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas
las enfermedades y dolencias de la gente. Palabra del Señor. 5.1 Y, DEJANDO NAZARET, SE
ESTABLECIÓ EN CAFARNAÚN, A ORILLAS DEL LAGO Sucedió que la predicación de
Juan Bautista, provoco una importante esperanza del Mesías, en quien se ha
puesto una confianza absoluta y de quien se espera la solución de todos los
problemas. Esto hizo temer a Herodes Antipas un movimiento revolucionario.
Herodes, al ser censurado por Juan Bautista, como consecuencia de su incesto,
lo encarceló y luego lo degolló. (Mt 14,10). Cuando Jesús se enteró de la
prisión de Juan Bautista, comprendiendo la actitud de Antipas frente a Él, no
solamente se aleja de Judea, sino que también abandona la misma Nazaret,
donde se había criado, para establecerse en Cafarnaúm, cuya precisión
topográfica indica Mateo, pues por razón de su localización verá él su
vinculación con la profecía mesiánica de Isaías. Cafarnaúm estaba situada al borde
del lago de Genezaret, enclavada en la tribu de Neftalí, no lejos de la de
Zabulón, junto al lago de Tiberíades. 5.2 EL PUEBLO QUE SE HALLABA EN
TINIEBLAS VIO UNA GRAN LUZ San Mateo, ve en esta venida de
Jesús a establecerse en Cafarnaúm como centro de su actividad misional por
Galilea el cumplimiento de una profecía de Isaías. El pasaje de Isaías alude, en su
primera parte, a las invasiones asirías, que provocaron deportaciones de
estas gentes a Asiría, con lo que sufrió especialmente “todo el territorio de
Neftalí,” y con lo que el Señor así los castigó y humilló, va a
seguir “a lo último” un premio especial, pues Dios “llenará de gloria”
todas estas regiones. Galilea, además de las deportaciones, sufrió
infiltraciones paulatinas de colonos gentiles: arameos, itureos, fenicios y
griegos. En tiempo de Jesús vivían numerosos gentiles juntamente con los
judíos de raza y judíos mixtificados, atraídos por el comercio, sobre todo en
las ciudades de Galilea superior. Estas tribus, antes así
humilladas y mixtificadas de razas y religiones, hacia que los habitantes de
Judea tuviesen a los galileos como judíos inferiores, pero tuvieron un gran
privilegio. Los que estaban “en tinieblas” ahora vieron la Luz (Is 9:5.6):
el, Emmanuel, que comenzaba a realizar allí su obra mesiánica. 5.3 “CONVIÉRTANSE, PORQUE EL
REINO DE LOS CIELOS ESTÁ CERCA”. A partir de ese momento, Jesús
comenzó a proclamar: “Conviértanse, porque el Reino de los
Cielos está cerca”. La síntesis de la predicación de
Jesús es la conversión y el anuncio del Reino de Dios, el reconocimiento de
nuestro mal comportamiento o conducta desordenada y el arrepentimiento de
nuestros pecados, es el primer paso para la conversión. Esto es necesario e
indispensable, para llegar a la santidad y es parte del camino de la santificación. Así es, como Juan Bautista
predica la penitencia de los judíos que se han olvidado de Dios. Jesús,
predica la penitencia y la conversión a una vida de santidad. Por eso, Jesús
nos enseña que para entrar al Reino de Dios, supone un cambio, un arrepentimiento.
Sin embargo la conversión, es mucho más que un arrepentimiento, es un cambio
radical de actitud y conducta. El Evangelio, asocia la venida
del Reino de los Cielos, y del Mesías que ha de instaurarlo. En Jesús, Dios
no propone la iniciativa de la reconciliación y el ofrecimiento del perdón.
Para que así suceda, es preciso que abandonemos el orgullo y nos volvamos a
Dios. 5.4 “JESÚS RECORRÍA TODA LA
GALILEA, ENSEÑANDO EN LAS SINAGOGAS” Jesús recorría toda la Galilea,
enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando la Buena Noticia del Reino y
sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente. Este pasaje es un clásico relato
de tipo resumen, compendio o recopilación de la obra de Jesús. El aparece
como en muchas ocasiones, recorriendo Galilea acompañado siempre por sus
discípulos y mucha gente sencilla. Esta presentación de “multitudes,” supone
una actividad ya desarrollada de Jesús, y prepara las gentes del “sermón de
la Montaña.” Muchos eran atraídos por el magnetismo de su Palabra. La “Buena Noticia” tiene
su origen en la Palabra del Evangelio, que nos anuncia la inminente llegada
del Reino de los Cielos, este se ha predicado ya por dos mil años en todo el
mundo, en diversos lugares y para cualquier circunstancia de nuestra vida.
Eso sí, los Evangelios no se acomodan a nuestra vida, nosotros debemos
acomodar nuestra vida al Evangelio. Nuestra conversión es sincera, cuando
nuestra vida es regida por los Evangelios e iluminados por la Palabra de
Dios. El evangelio nos da la Buena
Noticia que Cristo Jesús vino a consolar a los afligidos a sanar a los
Enfermos, a perdonar a los pecadores y nosotros también necesitamos la
salvación que Jesús nos trajo, y convertirnos, para que pasemos de la muerte
a la vida, de las tinieblas a la Luz, y que seamos hombres nuevos. 5.5 VOLVERNOS A DIOS PARA OÍR SU
PALABRA, Y ACOMODAR NUESTRA VIDA A LAS EXIGENCIAS DEL SEÑOR Si ya hemos dado el primer paso
a la conversión, ahora debemos consolidarlo y perfeccionarlos, volvernos a
Dios para oír su Palabra, y acomodar nuestra vida a las exigencias del Señor,
para cumplir su Palabra, abrámosle nuestro corazón a ella, dejémosle que
penetre en nosotros, nos ayuda a purificarnos, nos convierte, no hace volver
a Dios. Dice el Señor: “Os digo que, de
igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se
convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión (Lc 15,
7)…..Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por
un solo pecador que se convierta.”(Lc 15, 10), es así como nos conviene orar;
“Señor, te ruego que me des la Gracia de convertirme de verdad, cambiar de
vida, confiar en tu misericordia y caminar por siempre el camino de Jesús”. 5.6 VIO DOS HERMANOS PESCADORES
Y LOS ELIGIÓ MIRANDO SUS CORAZONES Jesús caminaba a orillas del mar
de Galilea, este es el mismo lago de Genezaret o también conocido como el mar
de Tiberíades. En esta oportunidad, vio dos hermanos pescadores; “Jesús
vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés”,
los eligió mirando sus corazones. Los llamó cuando estaban en su trabajo
diario, la pesca, y ellos los siguieron. Jesús no eligió gente especial,
como soberanos, intelectuales o filósofos. Jesucristo elige hombres
sencillos, pescadores, hombres de trabajo. Jesús sabe bien a quien elige y
porque lo elige, en esta ocasión hombres que echan la red al mar sin saber
que tipos de pescados sacaran. Del mismo modo cuando un predicador arroja sus
palabras sobre los hombres, no conoce de antemano quienes se acercarán a
Dios. 5.7 PESCADORES DE HOMBRES El llamamiento que Jesucristo
les hace es para ser “pescadores de hombres.” La frase
tiene sentido “escatológico” (Mt 13:47-49). Los discípulos van a congregar a
los seres humanos para su ingreso en el Reino. Al punto le “siguieron,”
término rabínico para expresar el discipulado. Marcos dice que el padre de Juan
y Santiago estaba en la barca con “jornaleros”, gentes a sueldo. En cambio,
estos grupos binarios de hermanos no eran simplemente “compañeros” (Mc 5:10)
en sus faenas de mar, pues Juan y Santiago eran “participantes”, “socios” de
Simón-Pedro, seguramente en sus gastos y beneficios, como se hace hoy. Los
papiros testifican estas costumbres con la misma palabra de “socios”. El
hecho de “dejar las redes” allí y “seguir” a Jesús no parece exigir un
completo desprendimiento material de toda su familia y bienes. Se los verá,
en ocasiones, residir en su hogar, y, después de la resurrección de
Jesucristo, volver a Galilea a sus faenas. Un ejemplo bien concreto es Mateo,
que en su “vocación” sigue a Jesucristo, y luego aparece en su casa dando un
banquete a Jesús. 5.8 ELLOS DEJARON LAS REDES Y LO
SIGUIERON Santiago, hijo de Zebedeo, y a
su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando
las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su
padre, y lo siguieron. San Marcos nos añade un dato de interés, “ellos,
dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron”.
Esto puede significar que dentro de la modestia de pescador de Galilea, tenía
más recursos para pescar, por eso tenían jornaleros, que eran pagados para
hacer esta faena. Pero, no debemos vivir para la
cosas, debemos hacerlo para los hombres y en primer lugar para Dios. Es decir
las cosas sirven, pero no para adorarlas, las cosas están en orden a los
hombres y los hombres en orden a Dios. Inmediatamente al oír de Jesús “Síganme,
y yo los haré pescadores de hombres”, Pedro y Andrés dejaron sus
redes y lo siguieron. Para ellos, la redes eran toda su herramienta de
trabajo, por ellas lograban su sustento. Sin embargo no dudaron y siguieron a
Jesús. Así, Jesús, prolonga a través de los hombres su predicación. Hombres
elegidos para ser profetas y sus apóstoles. 5.9 SEGUIR A JESUS Según entendemos los que nos
relata el evangelio, Pedro y Andrés respondieron de inmediato, y Santiago y
Juan, dejaron a su padre, así nos indica que para seguir a Jesús, se debe
renunciar a todo aquello que se opone a su seguimiento. Así es como Jesús sabe bien a
quien elige y porque lo elige, en esta ocasión hombres que echan la red al
mar sin saber que tipos de pescados sacaran. Del mismo modo cuando un
predicador arroja sus palabras sobre los hombres, no conoce de antemano
quienes se acercarán a Dios. Pero también hay algo muy
importante para todos nosotros, las características de los discípulos
elegidos por el Señor. Esto nos sirve para que no tengamos temor y no
pensemos que tenemos que superdotados en conocimientos para seguir a Jesús.
El eligió a hombres humildes, pobres, sencillos, sin una gran formación
académica, sin influencias, tal vez, así nos imaginamos a Pedro, “rudos”, sin
formación teológica, porque los hombres no se arrepienten ni se convierten
con argumentos y palabras humanas, sino que por la gracia de Dios. Entonces, nosotros, somos
hombres predilectos del Señor, descubramos en nosotros mismos ese llamado,
con la misma rapidez que los apóstoles y sigamos tras los pasos de Jesús.
Nuestro apostolado, exige menos renuncia que el de los apóstoles y lo podemos
ejercer del mismo lugar en el cual nos desempeñamos, en el trabajo, la
escuela, el vecindario, la familia y los amigos. Tenemos la gran oportunidad de
seguir a Jesús, hagámoslo íntimamente en lo personal, y como apóstol entre
los hombres. El Señor les Bendiga Pedro Sergio Antonio Donoso Brant III Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo “A” Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén |
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