DIOS
DIJO A MOISÉS: “YO SOY EL QUE SOY”…… “EL SEÑOR, EL DIOS DE SUS PADRES, EL
DIOS DE ABRAHAM, EL DIOS DE ISAAC Y EL DIOS DE JACOB, ES EL QUE ME ENVÍA”…. “EL
SEÑOR ES BONDADOSO Y COMPASIVO”……. “NO NOS REBELEMOS CONTRA DIOS”…. “POR ESO,
EL QUE SE CREE MUY SEGURO, ¡CUÍDESE DE NO CAER!”.…. LES ASEGURO QUE NO, Y SI USTEDES NO SE
CONVIERTEN, TODOS ACABARÁN DE LA MISMA MANERA” Reflexión desde las Lecturas del III Domingo de
Cuaresma, Ciclo C Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
ocds 1. “SI USTEDES NO SE CONVIERTEN”.Casi a la mitad de la Cuaresma, Cristo nos
recuerda algo sumamente importante: tenemos el peligro de no convertirnos. La
parábola de la higuera estéril lo pone de relieve con una fuerza
sorprendente. Lo mismo que su amo a la higuera, Dios nos ha cuidado con
cariño y con mimo; más aún, en esta Cuaresma está derramando abundantemente
su gracia, pero ésta puede estar cayendo en vano, puede estar siendo
rechazada. ¿Encontrará Cristo frutos de conversión? “Señor, déjala todavía este año”. La parábola
sugiera que este año puede ser el último. De hecho, será el último para mucha
gente. No se trata de ponernos tétricos, sino de una posibilidad real. Puede
no haber ya más oportunidades de gracia. La conversión es urgente, de ahora
mismo. Y retrasarla para otro año, para otra ocasión, es una manera de
cerrarse a Cristo, de darle largas... Hay tantas maneras de decir “no”... “Les aseguro que no, y si ustedes no se
convierten, todos acabarán de la misma manera”. Llama la
atención que precisamente san Lucas, el evangelista de la misericordia y la
bondad de Jesús, traiga estas amenazas. Pero si nos fijamos bien, estas
advertencias también provienen de la misericordia. Advertirle a uno de un
peligro es una forma principal de misericordia. Al enfrentarnos a la
conversión, Cristo no sólo nos recuerda los bienes que nos va a traer la
conversión, sino que nos abre los ojos ante los males que nos sobrevendrán si
no nos convertimos. El amor apasionado que siente por nosotros le lleva a
sacarnos de nuevo engaño. 2. PRIMERA
LECTURA
Dios se compadece del sufrimiento de su
pueblo, y decide intervenir para liberarlo. Desde este momento, Israel conoce
al Señor, el Dios de sus antepasados, como el Dios de la liberación. Esta
liberación de la opresión y del sufrimiento, Dios la hace con intermediarios
humanos. Moisés será el encargado de transmitir todo esto al pueblo y
organizar el éxodo. Lectura
del libro del Éxodo 3, 1-8a.10.13-15 Moisés,
que apacentaba las ovejas de su suegro Jetró, el sacerdote de Madián, llevó
una vez el rebaño más allá del desierto y llegó a la montaña de Dios, al
Horeb. Allí se le apareció el Ángel del Señor en una llama de fuego, que
salía de en medio de la zarza. Al ver que la zarza ardía sin consumirse,
Moisés pensó: «Voy a observar este grandioso espectáculo. ¿Por qué será que
la zarza no se consume?». Cuando el Señor vio que él se apartaba del camino
para mirar, lo llamó desde la zarza, diciendo: « ¡Moisés, Moisés!». «Aquí
estoy», respondió él. Entonces Dios le dijo: «No te acerques hasta aquí.
Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra
santa». Luego siguió diciendo: «Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob». Moisés se cubrió el rostro
porque tuvo miedo de ver a Dios. El Señor dijo: «Yo he visto la opresión de
mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por
sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a
librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una
tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel. Ahora ve, Yo
te envío al Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas».
Moisés dijo a Dios: «Si me presento ante los israelitas y les digo que el
Dios de sus padres me envió a ellos, me preguntarán cuál es su nombre. Y
entonces, ¿qué les responderé?» Dios dijo a Moisés: «Yo soy el que soy».
Luego añadió: «Tú hablarás así a los israelitas: «Yo soy» me envió a
ustedes». Y continuó diciendo a Moisés: «Tú hablarás así a los israelitas: El
Señor, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios
de Jacob, es el que me envía. Éste es mi nombre para siempre, y así será
invocado en todos los tiempos futuros». Palabra de Dios. 2.2 ÉXODO.El nombre de Éxodo, (latinizado), proviene
del gran suceso narrado, la salida de Israel de Egipto (probablemente el
nombre se funda en la frase de los LXX al traducir 19:1: “al tercer mes del
éxodo de los hijos de Israel de la tierra de Egipto”). Así, pues, el nombre
se refiere a la primera parte del libro, pero por su importancia caracteriza
todo su contenido. Entre los judíos palestinenses, este libro se designaba
con las palabras iniciales del mismo, “éstos son los nombres.” La finalidad
de este libro es demostrar históricamente el cumplimiento de la promesa hecha
a Abraham de que su descendencia, después de una larga estancia en tierra de
esclavitud, se multiplicaría y llegaría a ser un gran pueblo. El autor muestra
cómo Dios cumplió su palabra, liberando milagrosamente a Israel de la
esclavitud para llevarlo al Sinaí y establecer una alianza perpetua. Se puede
dividir el libro en cuatro partes: a) preparación del éxodo (1-11); b) salida
de los israelitas de Egipto (12-18); c) alianza del Sinaí (19-24); d)
organización del culto (25-40). En general, debemos tener en cuenta que
nos hallamos ante una historia religiosa de carácter popular y redactada
cuando los hechos habían sido elevados a la categoría de épica nacional, lo
que implica no poca “idealización” de aquéllos. Ante todo se quiere destacar
la intervención providencial de Dios en la liberación y formación del pueblo
escogido, y por eso el autor muchas veces prescinde de las causas segundas y
considera a Dios como el guía inmediato de su pueblo en todas las vicisitudes
de la peregrinación por el desierto. Sin duda alguna, la liberación de Egipto
y la estancia de los israelitas en la estepa no se pueden explicar sin
intervenciones preternaturales y milagrosas de Dios; pero no quiere esto
decir que los milagros se produzcan en serie durante cuarenta años. La
importancia doctrinal de este libro es manifiesta, ya que en él se narra la
alianza del Sinaí, la vinculación de Israel como pueblo a Yahvé, el Dios de
los patriarcas, que viene a realizar las antiguas promesas y a manifestarse
familiarmente al pueblo que iba a ser su “heredad,” como “primogénito suyo”
entre los pueblos. 2.3 LA VOCACIÓN DE MOISÉS.El autor sagrado va preparando el
escenario para la gran revelación en la que se define la vocación y misión
del liberador de Israel. Apartándose de la zona común de residencia de su
suegro Jetró, Moisés conduce sus rebaños hacia el monte de Dios, Horeb; “Moisés,
que apacentaba las ovejas de su suegro Jetró, el sacerdote de Madián, llevó
una vez el rebaño más allá del desierto y llegó a la montaña de Dios, al
Horeb”. Es la montaña que en otras ocasiones se llama Sinaí. Podemos
considerar como una anticipación literaria la calificación de monte de Dios,
puesto que iba a ser el escenario de la aparición de la divinidad. El nombre
de Horeb parece aludir al carácter seco y rocoso de la montaña. Inesperadamente Dios se manifiesta
sensible a Moisés en forma de llama de fuego; “Allí se le apareció el Ángel
del Señor en una llama de fuego, que salía de en medio de la zarza”, que
es el símbolo de la santidad divina, porque implica la idea de purificación y
de apartamiento de todo lo sensible, por cuanto todo lo consume. La expresión
“Ángel
del Señor” ha de entenderse como sinónima del Señor mismo, y
probablemente es una edición erudita posterior para resaltar la trascendencia
divina. De este modo, el Señor interviene en la historia sólo por medio de
sus enviados o ángeles. Moisés repara en que la zarza de la que sale la llama
de fuego no se consume, y se acercó a contemplar tan inaudito prodigio; “Moisés
pensó: Voy a observar este grandioso espectáculo. ¿Por qué será que la zarza
no se consume?”. Pero oye al punto una voz que le dice que
no se acerque, porque el lugar en que está, tierra santa es; “Entonces
Dios le dijo: No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias, porque el
suelo que estás pisando es una tierra santa”. La declaración solemne
de Dios indica que el hombre no debe acercarse sin purificarse a la zona de
la santidad de Dios. Para los antiguos hebreos, lo característico de la
divinidad era la santidad, como para los griegos era la inmortalidad. La idea
de santidad en el Antiguo Testamento, implica pureza, separación y trascendencia. Pero
Dios, al mismo tiempo que previene a Moisés contra la posibilidad de
acercarse impuro ante su presencia, le reanima confiadamente, recordándole
que es el Dios de sus antepasados: Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob; “Yo soy el Dios de tu padre, el
Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Como se dirá a
continuación, esto implicaba el recuerdo de las antiguas promesas de Dios de
dar a los descendientes de los grandes patriarcas la tierra de los cananeos. Ante
esta declaración solemne; “Moisés se cubrió el rostro porque tuvo
miedo de ver a Dios”. Hallarse ante la majestad de Dios, que se
manifestaba sensiblemente, era correr peligro de muerte en la mentalidad
israelita, pues “nadie puede ver a Dios
sin morir”, según una conocida
expresión popular hebrea. 2.4 YO HE VISTO LA OPRESIÓN DE MI PUEBLO, QUE
ESTÁ EN EGIPTO
A continuación Dios comunica a su
interlocutor, aturdido, la finalidad de su aparición; “El Señor dijo: Yo he visto la
opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados
por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a
librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una
tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel”. Dios
conoce la aflicción de su pueblo en Egipto, y ha llegado la hora de liberarle
y cumplir sus promesas. Pero, además, ha llegado la hora de cumplir las
antiguas promesas, y por eso anuncia que va a llevar a Israel a “una
tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel”. Esta
expresión, no tiene otra finalidad que estimular la imaginación del pueblo
israelita para que ilusionadamente emprenda el viaje hacia Canaán. De hecho,
la tierra de Canaán es bastante menos fértil que donde estaban los hebreos;
pero, en comparación con las estepas del Sinaí, donde se hallaba entonces
Moisés, la nueva tierra de promisión resultaba un verdadero paraíso. 2.5 YO SOY EL
QUE SOY.
Le dice Dios a Moisés; “Yo te envío al Faraón para
que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas”. Moisés se atemoriza
ante la perspectiva de ir a Egipto para sacar a sus compatriotas. En primer
lugar él se pregunta ¿quién era él para presentarse ante el faraón? (v.11),
y, por otra parte, ¿cómo convencería a sus hermanos para que salieran de
Egipto por intimación suya? Moisés, no se da por contento, y a toda costa
quiere librarse de tan delicada misión. Y así propone una nueva dificultad: “Si
me presento ante los israelitas y les digo que el Dios de sus padres me envió
a ellos, me preguntarán cuál es su nombre. Y entonces, ¿qué les responderé?”.
La contestación es sumamente misteriosa: “Dios dijo a Moisés: Yo soy el
que soy”. Podemos suponer el asombro de Moisés ante
esta respuesta vaga e imprecisa. Acaba de preguntar ansiosamente y lleno de
curiosidad quien es él y la respuesta está en la misma línea enigmática de la
pregunta: “Yo soy el que soy”. Esta respuesta misteriosa ha sido la
causa de la veneración extremada de los judíos en la historia por el
misterioso tetragrama “YHWH,” símbolo del misterio de la vida íntima de la
divinidad. Los eruditos han querido buscar explicación a esta definición
enigmática, pero hasta ahora todas las conjeturas se estrellan contra el
misterio, pues ninguna de ellas parece dar razón suficiente de tan peregrino
nombre. Moisés sin duda que quería saber el nombre específico del Dios que le
enviaba, para convencer a sus hermanos y para obrar en nombre de él. “Tú
hablarás así a los israelitas: El Señor, el Dios de sus padres, el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, es el que me envía”. No
obstante, su curiosidad no obedece a intenciones mágicas extraordinarias.
Para los magos egipcios era sumamente importante conocer el nombre esotérico
de cada dios, para en su nombre obrar prodigios, pues, conociendo su nombre,
se tenía cierto poder sobre la misma divinidad. La curiosidad de Moisés, en
cambio, se basa en el deseo de presentar unas credenciales auténticas a sus
compatriotas para que le siguieran en la peregrinación por el desierto hasta
“la santa montaña” de Dios. “Éste es mi nombre para siempre, y así
será invocado en todos los tiempos futuros”. 3. SALMO
En respuesta a la amorosa acción de Dios,
el salmo canta la bondad y misericordia de Dios. Participamos de esta
oración, aclamando: El Señor es bondadoso y compasivo. Sal
102, 1-4.6-8,11 R.
El Señor es bondadoso y compasivo. Bendice
al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre; bendice al
Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios. Él
perdona todas tus culpas y sana todas tus dolencias; rescata tu vida del
sepulcro, te corona de amor y de ternura. El
Señor hace obras de justicia y otorga el derecho a los oprimidos; él mostró
sus caminos a Moisés y sus proezas al pueblo de Israel. El
Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia;
cuanto se alza el cielo sobre la tierra, así de inmenso es su amor por los
que lo temen. 3.1 SALMO DE ALABANZA DE LA
MISERICORDIA DIVINA.
El Señor es bondadoso y compasivo. En este
bellísimo salmo se canta la benevolencia del Señor, que se muestra indulgente
y comprensivo con el pecador. “Él perdona todas tus culpas y sana todas tus
dolencias” Las exigencias de su misericordia se sobreponen a las de su
justicia, y el corazón arrepentido encuentra siempre el perdón de parte del
Dios que conoce la fragilidad de la naturaleza humana. No es un Juez
acusador, sino un Padre benévolo con sus hijos. No acusa de manera inapelable
ni guarda rencor eternamente. Fundamentalmente es un himno de acción de
gracias y de alabanza; por su elevación de ideas y por su elegancia
literaria, este salmo es considerado como una de las obras maestras del
Salterio. El espíritu del salmista se refleja en toda su transparencia, muy
cerca ya de las perspectivas cristianas: el Dios paternal y providente se
sobrepone al Dios justiciero del Sinaí. 3.2 DIOS, MISERICORDIOSO Y
CLEMENTE.
El Señor es bondadoso y compasivo.
Consciente de los múltiples favores que debe al Señor, el salmista invita a
toda su personalidad — espiritual y corporal — a reconocerlos y a bendecir su
benevolencia, que se muestra en el perdón de las faltas y en la curación de
sus dolencias físicas: La malicia matará al impío, y los que aborrecen al
justo expiarán. (Sal 33,22). En los momentos de perder la vida es también
quien: “rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura”. El
quien la rescata de las fauces amenazadoras de la fosa o sepulcro; El poeta
juega con la metáfora de la fiera que ataca y está a punto de engullir la
presa. “Ya me cercan sus pasos, clavan sus ojos para echar (me) por tierra”
(Sal 16,11). El salmista tiene experiencia de haber sido milagrosamente
liberado de la muerte inminente, y por eso lo declara abiertamente en
reconocimiento de protección salvadora. Pero su benevolencia no se limita a
salvarlo del peligro, sino que después le colma de bienes conforme a sus
deseos; bajo este aspecto puede decir que su juventud se renueva
constantemente como la del águila, que cambia de plumaje cada año; “El sacia de bienes tus deseos, renueva tu
juventud como la del águila” (Sal 102,5). Quizá haya una alusión a la
leyenda antigua del águila, que, volando hacia el sol, cae después en el mar
para salir renovada de sus aguas, o a la fábula del ave fénix, que renace de
sus cenizas. El Señor, en su proceder con los hombres y
los pueblos, se amolda a las exigencias de su justicia y equidad, y por eso
despliega su protección sobre los oprimidos. Su misericordia se manifestó
especialmente en la azarosa historia de Israel cuando se formaba como
colectividad teocrática. Llevado de su amor al pueblo elegido, mostró los
caminos de su Ley a Moisés, y exhibió su poder en no pocas proezas
deslumbradoras para protegerlo y auxiliarlo en momentos críticos. En todas
sus actuaciones se mostró tardo a la ira, perdonando las transgresiones del
pueblo rebelde y de dura cerviz y mostrándose siempre benevolente; “El
Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia”).
No es un fiscal que está siempre acusando y procurando litigios con los seres
humanos, y menos con los fieles de su pueblo; y si se irrita contra él,
depone pronto su cólera, sin guardar rencor alguno permanente. En realidad,
Dios castiga siempre menos de lo que los seres humanos merecen por sus
pecados: Y hará salir como la luz tu justicia, y tu derecho como el mediodía. 3.3 LA COMPASIÓN PATERNAL DE
DIOS
La protección divina sobre los fieles a la
Ley se manifiesta de modo inconmensurable, parecida a la distancia de los
cielos a la tierra: “Y hará salir como la luz tu justicia, y tu derecho como
el mediodía” (Sal 36,6). Pero esta actitud divina se muestra también en la
facilidad de “perdonar todas las culpas” de sus protegidos: “... porque te
echaste a la espalda todos mis pecados.”
(Isaías (SBJ) 38). Es la conducta del padre para con sus hijos. En
realidad, nadie mejor que Dios conoce la fragilidad humana: “No recuerdes
para nuestro mal las iniquidades de antaño; apresúrate y sálgannos al
encuentro tus misericordias, que estamos abatidos sobremanera. Socórrenos,
¡OH Dios, Salvador nuestro! por la gloria de tu nombre, líbranos y perdona
nuestros pecados por tu nombre” (Sal 78, 8-9). Pues sabe que el hombre ha
sido formado del polvo. Justamente por ello, su vida es efímera como la de la
hierba y la flor, que se agostan con los primeros vientos solanos. En
contraste con el carácter transitorio y fugaz de la vida humana está la
piedad divina, que se extiende a los que le temen durante generaciones, y su
justicia protege a los suyos de padres a hijos: “Pero la piedad de Yahvé es
eterna para los que le temen, y su justicia para los hijos de los hijos” (Sal
102, 17). Pero esto está condicionado a la observancia de su alianza,
concretada en los mandamientos. “así de inmenso es su amor por los que lo
temen” Doy gracias al Señor de todo corazón, (Sal
110,1), Demos gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su
misericordia, (Sal 117,1), cantemos con alegría: “El Señor es bondadoso y
compasivo”. 4. SEGUNDA
LECTURA
Pablo extrae una advertencia de la
historia de Israel. Dios acompañó a su pueblo en forma de fuego y nube y el
pueblo recibió los beneficios de Dios. Sin embargo, a pesar de haber recibido
tanto de Dios, algunos se rebelaron contra él. Por eso debemos vigilar sobre
nuestra propia conducta, no creer que ya estemos «asegurados» por todo lo que
Dios nos dio. Cada día es un empezar de nuevo a caminar en su presencia. Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto. 1Cor
10, 1-6.10-12 Hermanos:
No deben ignorar que todos nuestros padres fueron guiados por la nube y todos
atravesaron el mar; y para todos, la marcha bajo la nube y el paso del mar,
fue un bautismo que los unió a Moisés. También todos comieron la misma comida
y bebieron la misma bebida espiritual. En efecto, bebían el agua de una roca
espiritual que los acompañaba, y esa roca era Cristo. A pesar de esto, muy
pocos de ellos fueron agradables a Dios, porque sus cuerpos quedaron tendidos
en el desierto. Todo esto aconteció simbólicamente para ejemplo nuestro, a
fin de que no nos dejemos arrastrar por los malos deseos, como lo hicieron
nuestros padres. No nos rebelemos contra Dios, como algunos de ellos, por lo
cual murieron víctimas del Ángel exterminador. Todo esto les sucedió
simbólicamente, y está escrito para que nos sirva de lección a los que
vivimos en el tiempo final. Por eso, el que se cree muy seguro, ¡cuídese de
no caer! Palabra
de Dios. 4.1 TODOS COMIERON LA MISMA COMIDA Y BEBIERON LA MISMA BEBIDA
ESPIRITUAL
Sigue el Apóstol presentando razones para
mover a los corintios a que sean cautos, si antes los exhortaba apoyándose en
motivos de caridad hacia los hermanos débiles en la fe, ahora los alienta
poniéndoles delante el peligro para ellos mismos de caer en la idolatría. Que
no se fíen demasiado de sí mismos, como no se fiaba el mismo Pablo (cf.
9:27), y tengan presente el caso de los israelitas en su salida de Egipto,
regalados todos por Dios con extraordinarios favores, y, sin embargo, la
mayor parte de ellos fueron “descalificados,” sin lograr llegar hasta la meta
de la tierra prometida. La comunidad israelítica del desierto era considerada
por las primitivas comunidades cristianas como la comunidad ideal, tipo de la
futura comunidad mesiánica, que eran ellos. Es así como se entienden mejor
las aplicaciones que aquí hace San Pablo. Comienza haciendo notar las gracias
extraordinarias con que Dios favoreció a los israelitas; “todos nuestros padres fueron
guiados por la nube y todos atravesaron el mar; y para todos, la marcha bajo
la nube y el paso del mar, fue un bautismo que los unió a Moisés”. Las alusiones a determinados hechos
históricos narrados en la Biblia son claras: la nube, el paso del mar Rojo, el
maná, el agua que brotó de la roca. Sin embargo, es muy de notar el modo como
San Pablo presenta esos hechos, proyectando sobre ellos la imagen de otros
hechos cristianos (bautismo y eucaristía), de los que aquéllos habrían sido
tipo o figura. Algo parecido había hecho San Esteban en su discurso ante el
sanedrín respecto de Moisés y Jesucristo (cf. Hech 7:35-38). Por eso habla de
la “marcha
bajo la nube y el paso del mar, fue un bautismo que los unió a Moisés”, presentando esos dos hechos de estar bajo la
nube y atravesar el mar cual si estuviesen insinuando el bautismo cristiano
en sus dos elementos esenciales, el Espíritu Santo y el agua. Guiados por la nube, signo de la presencia
y protección del Señor, y atravesando el mar, que los liberaba del dominio
del faraón, los israelitas quedaron vinculados a Moisés, el caudillo elegido
por Dios para mediador de la alianza que pensaba establecer (cf. Ex 19:3-8),
lo mismo que por el bautismo los cristianos quedamos, aunque en más alto
grado, vinculados a Cristo, el mediador de la nueva alianza (cf. 6:11; Rom
6:3-11; Gal 3:27-28; Jn 1:17). En cuanto al maná y al agua que brota de la
roca, los llama comida y bebida “espiritual”; “Todos comieron la misma comida
y bebieron la misma bebida espiritual”, parece ser que no tanto por
razón de su origen sobrenatural, cuanto por su carácter prefigurativo del pan
y vino eucarísticos (cf. Jn 6:48-50). Es lo que dirá luego de modo más
explícito, al escribir que; “Todo esto aconteció simbólicamente para
ejemplo nuestro, a fin de que no nos dejemos arrastrar por los malos deseos,
como lo hicieron nuestros padres”. 4.2 EL QUE SE CREE MUY SEGURO, ¡CUÍDESE DE NO CAER!”,
Hasta aquí la parte hermosa de la medalla;
más viene en seguida el reverso. Fueron muchos los favores concedidos a los
israelitas, pero “A pesar de esto, muy pocos de ellos fueron agradables a Dios, porque
sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto”. También aquí las
alusiones a determinados hechos históricos narrados en la Biblia son claras, “Todo
esto aconteció simbólicamente para ejemplo nuestro, a fin de que no nos
dejemos arrastrar por los malos deseos, como lo hicieron nuestros padres”, los hechos que se destacan en la
Biblia son el desagrado divino castigándoles a morir en el desierto (cf. Núm
14:1-29), la añoranza por las carnes y pescados de Egipto, las danzas del
pueblo en torno al becerro de oro, la fornicación con las mujeres de Moab, las
quejas contra el Señor de que no les dé otra comida que el maná, las
murmuraciones contra Moisés y Aarón. Ese “exterminador,” de que habla San Pablo
cuando dice; “No nos rebelemos contra Dios, como algunos de ellos, por lo cual
murieron víctimas del Ángel exterminador”, no es sino una manera de hablar para indicar
el castigo divino, que se describe cual si Dios dispusiera de un ángel
determinado para llevarlo a cabo. Presentada así la medalla por las dos
caras, San Pablo saca la conclusión: “Todo esto les sucedió simbólicamente, y
está escrito para que nos sirva de lección a los que vivimos en el tiempo
final”. Esta última fase de los tiempos, “en el tiempo final” se
inicia con la venida del Mesías y en ella cobra realidad todo cuanto
anteriormente Dios había ido preanunciando “simbólicamente”. Que
no se confíen, pues, demasiado los corintios; “Por eso, el que se cree muy
seguro, ¡cuídese de no caer!”, lo que sucedió a los israelitas,
cayendo en la idolatría y fornicación, fácilmente puede sucederles a ellos,
si no son cautos en la cuestión de los idolatras. Pero — San Pablo no quiere
dejar sensación de pesimismo — no por eso se desanimen, pues Dios no
permitirá que sean tentados más allá de sus fuerzas, diciéndoles luego; “no os ha sobrevenido tentación que no
fuera humana, y fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados sobre
vuestras fuerzas, antes dispondrá con la tentación el éxito, dándoos el poder
de resistirla. (v.13). 5. EVANGELIOLas desgracias de los otros nos llevan a
reflexionar sobre nuestra propia conducta. El Maestro deja claro que esos
males no ocurrieron porque estas personas fueran peores que los demás,
rechazando así toda idea de castigo. Pero aprovecha estas noticias para hacer
un llamado a la conversión. La dureza de sus palabras es suavizada después
por la parábola de la higuera. Aunque estemos secos y no demos fruto, Dios
hará todo lo posible para que cambiemos de actitud, y esperará con paciencia
que esto ocurra. Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 13, 1-9 En
cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de
aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus
sacrificios. Él les respondió: ¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron
todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si
ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las
dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran
más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si
ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. Les dijo también
esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar
frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: Hace tres años que vengo
a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué
malgastar la tierra?” Pero él respondió: “Señor, déjala todavía este año; yo
removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé
frutos en adelante. Si no, la cortarás”. Palabra
del Señor. 5.1 EL RECHAZO QUE LE
PRODUCE A JESÚS ALGUNAS CREENCIAS
Narra san
Lucas, que algunos hombres fueron a ver a Jesús, pero no dice quiénes eran y,
solo que le contaron que Pilato había mandado matar a unos galileos mientras
estaban ofreciendo sus sacrificios. El relato de este Evangelio pertenece a
Lucas, no lo narran los otros evangelistas. El sentido que manifiesta es
mostrarnos el rechazo que le produce a Jesús algunas creencias sobre casos
circunstanciales especiales como pensar las desgracias le llegan a las
personas como castigo por sus pecados. Por eso es que Jesús les responde a
modo de comentario: “¿Piensan ustedes que aquellos galileos, porque les
sucedió esto, eran más pecadores que todos los demás galileos? Jesús finaliza
su comentario diciendo; “Ciertamente
que no; y si ustedes no se convierten, perecerán de manera semejante” 5.2 DOS
CASOS, CONOCIDOS SÓLO POR LOS EVANGELIOS Si leemos el
Evangelio de San Juan 9, 1-3, encontramos el texto siguiente: “Pasando,
vio a un hombre ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron
diciendo: Rabí, ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego?
Contestó Jesús: Ni pecó éste ni sus padres, sino para que se manifiesten en
él las obras de Dios”.” En este
fragmento de Lucas, se cita dos casos, conocidos sólo por los evangelios. Uno
fue una matanza de galileos que hizo Pilato en el templo mientras ofrecían
sacrificios. Este tipo de brutalidades cometidas por los procuradores romanos
en el templo, lo mismo que por Arquelao o por otros, no eran situaciones
raras. Se conocen por Josefo (historiador judío de esa época) varios casos
afines. En todo caso, Pilato era capaz de hacer estas y otras barbaridades. En el segundo
caso, Jesús expone el asunto de los dieciocho hombres que murieron aplastados
por la torre de Siloé, y les hace una pregunta “¿piensan acaso que eran más culpables que todos los demás
habitantes de Jerusalén?” Como información aparte, durante el año
1914, se ejecutaron excavaciones arqueológicas donde Weil descubrió los
cimientos de una torre en esta zona y se pensó que era una de las torres para
guardar el acueducto de Siloé, este era una canal que construyó el rey
Ezequías y conducía aguas a la piscina de Siloé. 5.3 EN
EL PLAN DE DIOS HAY HORAS SEÑALADAS Era una
creencia popular, que enseñaban los mismos rabinos, que todo padecimiento
físico o moral era castigo al pecado y la respuesta de Cristo hace suponer
que la pregunta venía con esta mentalidad ambiental .Pero les dice que eso no
es verdad: que su muerte no significa culpa, sino planes de Dios (Jn 9:3). No
por morir éstos eran más culpables que los demás galileos o gentes de
Jerusalén. Pero les hace una gran advertencia: en el plan de Dios hay horas señaladas
para el ejercicio de castigos o desgracias colectivas. Por eso, si no hacen
penitencia - galileos y jerosolimitanos -, “todos acabarán de la misma manera” que estos casos que le contaron. 5.4 LA
PALABRA PENITENCIA COMO CONVERSIÓN Hoy día, esta palabra
penitencia suena un poco improcedente, como si estuviera desubicada en el
tiempo y fuese de otra época. Tal vez sea así, porque el mundo dedica muchos
esfuerzos para evitar el sufrimiento. Pero debemos interpretar la palabra
penitencia como “conversión”
ya que estamos viviendo hasta la segunda venida de Cristo, la parusía, un
tiempo de “conversión” por
nuestras faltas y así gozar también de un período de misericordia, que es
algo que nos regala el Señor si hacemos un cambio de actitud de vida de
pecadores, algo que podemos hacer haciendo el bien. Por tanto, básico
es arrepentirse, así lo manifiesta Jesús al decir: “Si ustedes no se convierten, todos acabarán de la
misma manera”. Si hemos pecado,
primordial es entonces la penitencia y la conversión para gozar de la vida
eterna. Todo es temporal
en nuestra vida y todo está ligado al tiempo: en este sentido, tanto justos
como pecadores vivimos en el tiempo, tiempo que es un don de Dios para todos,
un tiempo de gracia, y por ello, un tiempo abierto a la conversión. Seamos
pecadores empedernidos, o justos fortalecidos permaneceremos así para siempre
y estaremos llamados a ser "pecadores en conversión". 5.5 FUERA DE LA CONVERSIÓN NO PODEMOS ESTAR EN LA PRESENCIA DEL VERDADERO DIOSDios nos toca
de muchas maneras para llevarnos a este estado de conversión. Nosotros sólo
podemos prepararnos para que Dios nos toque. Fuera de la
conversión estamos fuera del amor. En este caso no le quedarían al hombre más
que dos posibilidades: la satisfacción de sí y la justicia propia, o una
profunda insatisfacción y la desesperación. Fuera de la
conversión no podemos estar en la presencia del verdadero Dios, pues no
estaríamos junto a Dios, sino junto a uno de nuestros numerosos ídolos.
Además, sin Dios, no podemos permanecer en la conversión, porque no es nunca
el fruto de buenas resoluciones o del esfuerzo. Es el primer paso del amor,
del Amor de Dios más que del nuestro. Convertirse es
ceder al dominio insistente de Dios, es abandonarse por tanto es la primera
señal de amor que percibimos como procedente de Él. Abandono en el sentido de
sometimiento. Si nos abandonamos ante Dios, nos entregamos a Él. Todas
nuestras resistencias se funden ante el fuego consumidor de su Palabra y ante
su mirada; no nos queda ya más que la oración del profeta Jeremías:
"Haznos volver a ti, Señor, y volveremos" (Lam 5,21) 5.6 UNA
HIGUERA INFRUCTUOSA “Un hombre tenía una higuera plantada en
su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró”. En la segunda parte, el Señor nos hace un anuncio explicado con una
parábola. Una higuera infructuosa, que sistemáticamente no daba fruto. La
higuera simboliza a Israel (Os 9:10) e incluso al que no da fruto (Jer 8:13).
Se la pensó cortar pronto, pero aún hubo paciencia, y se la cultivó con
esmero por otro año. Mas no dio fruto. Y hubo que cortarla. Así se trató a
Israel, cultivándolo repetidamente con avisos y profetas; luego el Bautista,
y, por último, Cristo con su obra de enseñanzas y milagros. Pero Israel, los
dirigentes, no le reconocieron por Mesías. Sólo fructificó, la muerte del
Mesías. Y sucedió que los Israelitas perecieron en la destrucción de Jerusalén,
catástrofe del año 70. Dice la
parábola: Dijo entonces al viñador; “Hace tres años
que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para
qué malgastar la tierra?” Volvemos entonces a
interpretar que los frutos de este tiempo de conversión es el arrepentimiento
apremiado por la misericordia de Dios. Esto se hace patente en el relato
cuando el viñador le contestó: “Señor, déjala
todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré”, para ver si da fruto diciendo;
“Puede ser que
así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás”. Vemos que Dios tiene derecho a exigirnos frutos de santidad y buenas
obras, lo triste es que cuando viene por ellos no los encuentra. 5.7 EL
SEÑOR ESPERA DE NUESTRA PARTE OBRAS DE SANTIDAD Pero Jesús deja
la puerta abierta a la esperanza: la esterilidad de la higuera hace suplicar
al viñador un subsiguiente tiempo de gracia: un año jubilar concedido por el
Señor, dispuesto una vez más a confiar en espera de los frutos añorados desde
hace mucho tiempo. Si Dios nos da
la gracia, está la debemos corresponder, el Señor espera de nuestra parte
obras de santidad, tareas de perfección, y en cualquier minuto viene a buscar
si hemos dado frutos. Debemos vivir en el santo temor de Dios, el temor de no
rendir lo que Dios espera de nosotros. El Señor les Bendiga Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds III DOMINGO DE CUARESMA CICLO C Publicado
en este link: PALABRA DE DIOS Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar
Colunga y Biblia de Jerusalén Algunos conceptos están tomados de los
comentarios a los Evangelios por Manuel de Tuya, O. P. Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica:
Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol. Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M.
Magdalena ocd. |
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