Reflexión desde las Lecturas del III Domingo de
Pascua, Ciclo B Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1.
“PRESENCIA DE DIOS QUE LO LLENA TODO” “Se presentó Jesús en medio de sus
discípulos”. Jesús resucitado está presente en medio de los suyos, en medio de su
Iglesia. Está presente en los sacramentos: es Él quien bautiza, es Él quien
perdona los pecados... Está presente de manera especial en la Eucaristía,
entregándose por amor a cada uno con su poder infinito. Está presente en los
hermanos, sobre todo en los más pobres y necesitados. Está presente en la
autoridad de la Iglesia... La vida cristiana no consiste en vivir unas ideas,
por bonitas que fueran. El cristiano vive de una presencia que lo llena todo:
la presencia viva de Cristo resucitado. Y el tiempo de Pascua nos ofrece la
gracia para captar más intensamente esta presencia, para acogerla sin
condiciones, para vivir de ella. “Creían
ver un fantasma...” Aun creyendo en la Resurrección del Señor,
pueden asaltarnos las mismas dudas que a los discípulos. Como a Jesús
resucitado no le vemos, podemos tener la impresión de algo poco real, algo
ilusorio, como si fuera un fantasma, una sombra. Pero también a nosotros nos
repite: «Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona». Nos remite a las
huellas de su pasión. Verdaderamente padeció, verdaderamente murió,
verdaderamente ha resucitado. Es Él en persona. El mismo que recorrió los
caminos de Palestina, que predicó, que curó a los enfermos... El Resucitado
es real. Vive de veras. Y mantiene su realidad humana. El tiempo de Pascua
conlleva la gracia para conocer con más hondura la belleza de la realidad
humana del Señor a la vez que su grandeza divina. “Les
abrió el entendimiento para comprender las Escrituras”. Sin Cristo la
Biblia es un libro sellado, imposible de entender. Como a los primeros
discípulos, también a nosotros Jesús resucitado nos abre el entendimiento
para comprender. Él es el Maestro que sigue explicándonos las Escrituras.
Pero lo hace como Maestro interior, porque nos enseña e ilumina por dentro.
Sólo podemos entender la Escritura si la leemos en presencia del Resucitado y
a su luz. Sólo escuchándole a Él en la oración, sólo invocando su Espíritu,
la Biblia deja de ser letra muerta y se nos ilumina como palabra de vida y
salvación. (P. Julio Alonso Ampuero, Meditaciones
Bíblicas Sobre el Año Litúrgico) 2.
PRIMERA LECTURA
Hech 3, 13-15. 17-19 En este discurso de Pedro a los judíos,
después de la curación del tullido, la argumentación bíblica recuerda, entre
otras cosas, la Alianza hecha con Abraham y la figura del Siervo de Yahvé (Is
52,13— 53,12) para significar el alcance universal de la restauración
realizada por Cristo, que no es sólo el autor de la vida, sino también el
vencedor de la muerte. Si Pedro echa en cara a los judíos su deicidio, no es
para fastidiarlos, ya que obraron por ignorancia. No obstante, los exhorta al
arrepentimiento y la conversión de fe. Lectura de los Hechos de los apóstoles. En aquellos días, Pedro dijo al pueblo:
“El Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, el Dios de nuestros
padres, glorificó a su servidor Jesús, a quien ustedes entregaron, renegando
de él delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerlo en libertad.
Ustedes renegaron del Santo y del Justo, y pidiendo como una gracia la
liberación de un homicida, mataron al autor de la vida. Pero Dios lo resucitó
de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Ahora bien,
hermanos, yo sé que ustedes obraron por ignorancia, lo mismo que sus jefes. Pero
así, Dios cumplió lo que había anunciado por medio de todos los profetas: que
su Mesías debía padecer. Por lo tanto, hagan penitencia y conviértanse, para
que sus pecados sean perdonados”. Palabra de Dios. 2.1 SERVIDOR, SANTO Y JUSTO En este segundo discurso de Pedro al
pueblo invita a sus oyentes al arrepentimiento y a la fe en Jesús, si quieren
tener parte en las bendiciones mesiánicas: “Por lo tanto, hagan penitencia
y conviértanse, para que sus pecados sean perdonados”. Entre una y otra parte, como tratando de
atenuar el pecado de los judíos y así captar mejor su benevolencia, dice; “Yo
sé que ustedes obraron por ignorancia” y con su acción, sin darse cuenta,
contribuyeron a que se cumplieran las profecías que hablan de un Mesías
paciente (cf. Is 53:1-12; Sal 21:2-19). Disculpa similar había ya aducido
Jesús respecto de los que le crucificaban; “Padre, perdónales, porque no
saben lo que hacen.” (Lc 23:34). Claro que esta ignorancia, como es obvio, no
bastaba a excusarles de todo pecado, pues en mayor o menor grado, según los
casos, eso sólo Dios lo sabe, era una ignorancia culpable, habiendo Jesús
probado suficientemente su misión divina (cf. Jn 15:22-24; 19:11). Se destacan los títulos mesiánicos que se
dan a Jesús: “servidor”, “santo” y “justo”, que revelan un cristianismo
muy enraizado aún en el judaísmo. Parece que fueron títulos mesiánicos muy en
uso en la primera generación cristiana. El Profeta Isaías ya nos había
hablado del “siervo de Yahvé,” profetizando sus sufrimientos y su triunfo (Is
42:1; 49:3; 50:10; 52:13; 53:11), y en ese misterioso “siervo de Yahvé”
reconocen los cristianos a Jesús, tratando de disipar la molestia que
experimentaba el judaísmo en aceptar la
idea de un Mesías paciente. No parece caber duda de que la comunidad
cristiana primitiva, al aplicar a Jesús el título de “Siervo de Dios,” no
pensaba simplemente en título honorífico, especie de ingreso en la familia de
Dios, colaborando en sus planes sino
que apuntaba directamente al “Siervo de Yahvé” de Isaías, varón de dolores en
favor de los demás (cf. Hech 8:30-35), evocando así bajo ese término el valor
expiatorio y salvífico de la pasión y muerte de Jesús (cf. 5:30-31; 20:28).
En cuanto a los títulos de “santo” y “justo”, están inspirados también en el
Antiguo Testamento (cf. Is 53:11; Jer 23:5; Sal 16; 10), y en el Evangelio
habían sido aplicados ya con frecuencia a Jesucristo (cf. Mt 27:19; Lc 1:35;
4:34; 23:47; Jn 6:69). 2.2 AUTOR DE LA VIDA Se le aplica también otro título, el de “autor
de la vida”. ¿De qué vida se trata, la vida física o la vida
sobrenatural? Parece que en la intención de Pedro se trata de la vida
sobrenatural, es decir, de la “salud” mesiánica en toda su extensión,
incluyendo la vida gloriosa futura. Vendría a ser el mismo sentido que
Jesucristo da a la palabra “vida,” cuando dice que ha venido al mundo para
que sus ovejas tengan vida y vida abundante (cf. Jn 10:10.28; 17:2-3).
Expresiones semejantes tenemos en Heb 2:10 y 12:2, donde se llama a Jesucristo
“autor de la salud” y “autor de la fe,” que vendrían a tener el mismo
sentido. Por lo demás, el mismo Pedro parece darnos la interpretación
auténtica, al repetir poco después ante el sanedrín, en un contexto muy
semejante, que Jesús es autor de la salud o príncipe que nos salva, al igual,
aunque en plano más elevado, que lo había sido Moisés respecto de los
israelitas (cf. Hechos 7:25.35). Es de notar el paralelismo latente en todos
estos primeros capítulos de los Hechos entre Moisés y Cristo (cf. Hechos 3:22;
7:35-53) paralelismo que conviene tener muy en cuenta, al tratar de precisar
el sentido de la expresión “autor de la vida,” aplicada a Cristo. 2.3 HAGAN PENITENCIA Y CONVIÉRTANSE, PARA QUE
SUS PECADOS SEAN PERDONADOS Luego Pedro efectúa un llamado necesario al
arrepentimiento y a la fe en Jesús como Mesías, del que dice que ha sido
destinado “primeramente” a los judíos (Hechos 3, 20-26), y a quien vuelve a
designar con el título de “siervo de Dios” (v.26). Una cosa importante, sin
embargo, conviene hacer notar, y es que Pedro en este discurso, suele hablar
en tiempo futuro, diciendo a los judíos que se arrepientan “a fin de que
lleguen los tiempos de la consolación, de la restauración y Dios envíe a
Jesús, el Mesías” (v. 19-21). No hay duda que alude con esto a la parusía o
segunda venida del Señor, prometida por los ángeles el día de la ascensión, a
la que seguirán “tiempos de consolación” y de “restauración de todas las
cosas.” Hasta que lleguen esos tiempos, Cristo seguirá retenido en el cielo
(v.21), aquel cielo al que subió en su ascensión. Sobre esta restauración de
todas las cosas en la parusía y glorificación de los elegidos vuelve a hablar
San Pedro en su segunda carta (2 Pe 3:12-13), y de ella habla también San
Pablo con extraordinario dramatismo (Rom 8:19-23). Parece que San Pedro, al
unir la conversión de los judíos a la parusía (v. 19-20), se refiere
simplemente a que dicha conversión impulsara a Cristo a venir, pues lo que le
retarda es la “espera de que todos vengan a penitencia” (2 Pe 3:9). Aunque
también es posible que haya aquí alusión directa al “misterio,” de que habla
San Pablo en Rom 11:25-26, refiriéndose a que antes de la parusía ha de tener
lugar la conversión de los judíos. 3.
SALMO Sal 4, 2. 4.
7. 9 Este salmo es un canto de confianza al
Señor, pero el peligro parece pasado; por eso no encontramos aquí demanda de
auxilio contra enemigos que le asedian y ponen en peligro su vida. La liturgia de
este Tercer Domingo de Pascua, solo ha elegido algunos versos, para expresar
que debemos tener seguridad y confianza en Dios. R. Muéstranos, Señor, la luz de tu rostro. Respóndeme cuando te invoco, Dios, mi
defensor, tú, que en la angustia me diste un desahogo: ten piedad de mí y
escucha mi oración. R. Sepan que el Señor hizo maravillas por su
amigo: Él me escucha siempre que lo invoco. Hay muchos que preguntan: “¿Quién
nos mostrará la felicidad, si la luz de tu rostro, Señor, se ha alejado de
nosotros?”. R. Me acuesto en paz y en seguida me duermo,
porque sólo tú, Señor, aseguras mi descanso. R. 3.1 ORACIÓN
DEL JUSTO PERSEGUIDO, SÚPLICA
AL SEÑOR. “Respóndeme cuando te invoco”. El salmista alude aquí a la intervención
divina en su favor en un momento difícil de su vida, sin concretar más. El
Señor es el que en tales sucesos angustiosos le da holgura de ánimo, pues
hace valer su justicia y derechos ante sus enemigos. Consciente de tener a
Dios a su lado, ahora el salmista le pide le sea una vez más propicio y
responda a sus súplicas y ansiedades. “Respóndeme cuando te invoco, Dios, mi
defensor, tú, que en la angustia me diste un desahogo: ten piedad de mí y
escucha mi oración”. 3.2 INVITACIÓN
A CONOCER LA EXPERIENCIA PERSONAL El salmista, nos habla de su experiencia; “Sepan que el Señor hizo maravillas por su
amigo: Él me escucha siempre que lo invoco”. Él sabe
que la actitud que vayamos a tener hacia Dios, nos indicará la que vayamos a
disponer hacia los demás, entonces quiere mostrarnos como es su experiencia
cuando él le pide a Dios,
“Él
me escucha siempre que lo invoco”, por tanto, es una invitación a
pedir a un Dios que siempre escucha a sus hijos. 3.3 SÚPLICA PARA QUE EL SEÑOR MUESTRE SU AYUDA
PROTECTORA, CON “LA LUZ DE TU ROSTRO Un sentimiento de escepticismo embarga a
los que se deciden a seguir los caminos de Dios, pues no esperan poder gozar
de la felicidad: “Hay muchos que preguntan: “¿Quién nos mostrará la felicidad, si la
luz de tu rostro, Señor, se ha alejado de nosotros?”. Entonces el
salmista responde a esta manifestación escéptica con una súplica para que el
Señor muestre su ayuda protectora, con “la luz de tu rostro”. La faz
radiante de Dios simboliza los sentimientos de benevolencia para con el
hombre; “Haz resplandecer tu faz sobre tu siervo y sálvame en tu piedad. (Sal
30,17). 3.4 UN
ROSTRO ALEGRE REFLEJA SIMPATÍA Y BENEVOLENCIA. Aquí, pues, la manifestación radiante de
la luz del rostro del Señor es el preludio de sus favores hacia los que les
son fieles. Al contrario, el ocultamiento de la faz divina equivale a una
maldición: (Job 21,15). En la bendición sacerdotal se dice:
“Que el Señor te bendiga y te guarde; que haga resplandecer su faz sobre ti y
te otorgue su gracia; que vuelva a ti su rostro y te dé la paz.” (Núm 6:24 5)
Aquí, pues, la manifestación benévola del rostro del Señor equivale a traer
como consecuencia la manifestación de su gracia y el otorgamiento de la paz.
Son términos paralelos en el texto. El salmista se mueve dentro de la misma
mentalidad, relacionando los bienes materiales con la manifestación radiante
de Dios. 3.5 CONFIANZA
EN EL SEÑOR. Esta manifestación radiante de la faz
divina trae al corazón del fiel confiado a su providencia más alegría y
felicidad que la que se tienen en los tiempos de abundancia del trigo y del
mosto; “Diste a mi corazón más alegría que cuando abundan el trigo y el
mosto” (Sal 4,8). Por eso,
en cuanto se acuesta se entrega a un sueño reparador, pues descansa
confiadamente en Dios, que vela por él: “Me acuesto en paz y en seguida me duermo,
porque sólo tú, Señor, aseguras mi descanso”. (Sal 4,9). El salmista
no abriga sentimientos de rencor para los que se apartan de Dios, los
grandes, que eligen la ignominia (ídolos) en vez de la gloria (El Señor),
sino que, al contrario, trata de atraerlos al buen camino, presentándoles la
tranquilidad y paz del que confiadamente se entrega a Dios después de haber
caminado por sus sendas y haber ofrecido sacrificios de justicia. 4.
SEGUNDA LECTURA
1Jn 2, 1-5 San Juan nos reconforta mostrando a Jesús
como nuestro gran defensor. Al hombre que ha pecado o niega su pecado, o bien
recurre a un rito purificador, Juan le comunica que el pecado no es ya una
barrera cuando es situado en la comunión del hombre con Dios. Pero la
comunión con Dios debe traducirse necesariamente en el amor fraternal.
Reconocerse pecador delante de Dios es empeñarse positivamente en un proceso
de continua conversión, que nos hace pasar de las tinieblas a la luz. Todo
esto, gracias a que “tenemos a uno que interceda ante al Padre: a Jesucristo,
el Justo”. Lectura de la primera carta de san Juan. Hijos míos, les he escrito estas cosas
para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos un defensor ante el Padre:
Jesucristo, el Justo. Él es la Víctima propiciatoria por nuestros pecados, y
no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. La señal de
que lo conocemos, es que cumplimos sus mandamientos. El que dice: “Yo lo conozco”, y no cumple
sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero en aquel
que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado verdaderamente a su
plenitud. Palabra de Dios. 4.1 TENEMOS UN DEFENSOR ANTE EL PADRE:
JESUCRISTO, EL JUSTO. La fragilidad humana, hace que todos los
hombres seamos pecadores, no obstante, esto no nos autoriza para dejarnos
llevar del pesimismo una vez que se ha tenido la debilidad de pecar, es así,
como el apóstol ofrece a los pecadores la esperanza del perdón, porque
tenemos un abogado ante el Padre, a “Jesucristo, justo” Este abogado defensor, intercesor y mediador
es el mismo Cristo, ofrecido como víctima por nuestros pecados: “Él
es la Víctima propiciatoria por nuestros pecados”. El cristiano que
se esfuerza por seguir a Jesucristo y conoce su propia fragilidad, debe
recurrir constantemente al abogado que tenemos ante el Padre y a su sangre
propiciatoria. Cuando Jesús anunciaba a sus discípulos
que volvía al Padre, les prometió otro defensor (Paráclito), con lo cual
declaraba que El mismo era también un abogado defensor. San Juan lo dice
explícitamente, Cristo es defensor porque intercede ante el Padre en favor de
los pecadores. Es así como que si por desgracia caemos en pecado, tenemos un
abogado en el cielo que intercede por nosotros. De este modo San Juan nos indica
el camino a seguir. No sólo el pecador habitual tiene necesidad de acudir a
Cristo, sino también el que ha cometido un solo pecado. La intercesión de
Jesucristo por los pecadores no se dio una sola vez para siempre, sino que
continuamente está ejerciéndola en favor nuestro. Y esta mediación la lleva a
cabo ante su Padre, nuestro Padre, que no es un juez severo, sino de un Padre
amoroso que está dispuesto a escuchar con complacencia la intercesión de su
Hijo. Jesucristo abogado es llamado “justo”
porque en El no hay pecado, es la santidad misma, el Hijo de Dios. Por el
hecho de ser “justo” puede defender eficacísimamente al pecador ante el
Padre justo. 4.2 VÍCTIMA PROPICIATORIA POR NUESTROS PECADOS Cristo es llamado “la Víctima propiciatoria por
nuestros pecados” en cuanto que ha derramado su sangre por nuestros
pecados y por su sacrificio nos ha reconciliado con Dios. Por el hecho de que
Cristo se ofreció a sí mismo en sacrificio expiatorio, ahora puede aplacar al
Padre presentando su sangre derramada por nuestros pecados. Jesucristo se
está ofreciendo continuamente al Padre por los pecadores. Se trata de algo
permanente y que se repite incesantemente. Cristo, por el hecho de ser justo,
está siempre presente ante el Padre como propiciación para interceder por
nosotros. En el sacrificio de la cruz, Cristo es
para siempre nuestro propiciatorio, el medio de toda propiciación. Todo eso
lo realizó de un modo extraordinario y maravilloso Jesucristo en su pasión y
muerte, y lo sigue realizando todos los días en el cielo. La expiación de Cristo es eficaz no sólo
para los pecados de los cristianos, sino para los del mundo entero, “no
sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero” sin limitaciones
de razas ni de tiempos. Todos los hombres tienen, por lo tanto, la
posibilidad de salvarse, con tal de que sepan aprovecharse del perdón que se
les ofrece. San Juan insiste sobre la universalidad de la redención, sin
restricción alguna de espacio y de tiempo. 4.3 LA SEÑAL DE QUE LO CONOCEMOS, ES QUE
CUMPLIMOS SUS MANDAMIENTOS. Los hijos de Dios, es decir para ser
verdaderos cristianos no hemos de limitarnos a evitar el pecado, sino que es
necesaria la práctica de los mandamientos. Si los hombres conocen a Dios será
la observancia de los mandamientos que el Señor ha inculcado en el Evangelio.
Sobre todo, el precepto del amor fraterno. No es suficiente huir del pecado,
sino que es necesario guardar sus mandamientos: “La señal de que lo conocemos,
es que cumplimos sus mandamientos.” Porque el verdadero conocimiento
de Dios no es teórico, sino práctico. No debemos conocer a Dios sólo
especulativamente, a la manera de los filósofos, sino con una fe viva que se apodere
de todo el hombre para unirlo eficazmente a Dios y le sirva de regla en su
vida moral. San Juan pone en conexión el conocimiento
de Dios y la práctica de los mandamientos, también lo hace Santiago al hablar
de la unión de la fe y de las obras, (Sant 2:14ss) y San Pablo, cuando nos
dice que lo que tiene valor en la vida cristiana es la fe actuada por la
caridad. Son conceptos equivalentes, que sirven para distinguir al verdadero
fiel del apóstata. No hay conocimiento verdadero de Dios ni comunión íntima
con El si no conformamos nuestra voluntad con la de Él. La obediencia a los mandamientos divinos
nos demostrará que conocemos verdaderamente a Dios. 4.4 EL QUE DICE: “YO LO CONOZCO”, Y NO CUMPLE
SUS MANDAMIENTOS, ES UN MENTIROSO El que pretenda conocer a Dios sin
observar sus mandamientos es un mentiroso; El que dice: “Yo lo conozco”, y
no cumple sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él.
Es de la misma calaña que aquel que camina en las tinieblas y, sin embargo,
se cree en comunión con Dios. El apóstol seguramente se refiere a los falsos
doctores, que se gloriaban de su ciencia, pero descuidaban los deberes más
sagrados de la vida cristiana. Con la disculpa de la libertad alcanzada por
la iluminación del conocimiento, daban rienda suelta a sus pasiones más
bajas. Su moral era prácticamente el libertinaje y la rebelión contra los
preceptos evangélicos. Por eso, el apóstol los trata de embusteros, porque su
conocimiento es falso, ya que no poseen la gracia divina, que es la única que
capacita para el verdadero conocimiento de Dios. La obediencia a la palabra de Dios supone
una serie de actos y de esfuerzos por los cuales el amor se afirma y se
perfecciona. Este amor es el que los fieles tienen por Dios y no el amor que
Dios tiene por los hombres. A no ser que San Juan hable del amor de Dios en
un sentido más alto, comprendiendo ambos aspectos, ya que la caridad “se ha
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo (amor increado de Dios)
que nos ha sido dado.” (Rom 5,5) 4.5 AQUEL QUE CUMPLE SU PALABRA Luego San Juan confronta al falso
cristiano la figura del cristiano auténtico, que cumple y guarda la palabra
divina. “Pero en aquel que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado
verdaderamente a su plenitud.” La palabra de Dios, a la que hace referencia
aquí San Juan, abarca toda la revelación y no tan sólo algunos preceptos de
esa revelación. El cristiano que se deja guiar por la palabra de Dios,
demuestra que en él la caridad es verdaderamente, perfecta. Ese es el
auténtico creyente. Porque conocer verdaderamente a Dios y amarlo, es
permanecer en El. Y para permanecer en El hay que practicar los mandamientos,
los cuales alcanzan su perfección en la caridad, en la imitación de Cristo.
La imitación de Cristo es la más alta norma de vida cristiana. La caridad, en
nuestra epístola, es una realidad sobrenatural que Dios ha dado al hombre. Es
una verdadera participación del amor increado de Dios. La misma esencia
divina es caridad, como es sabiduría y bondad. Por eso, la bondad por la que
formalmente somos buenos es una participación de la divina bondad. Así
también la caridad, con la cual formalmente amamos al prójimo, es cierta
participación de la divina caridad. El cristiano obediente a los preceptos
divinos posee en toda su autenticidad la verdadera caridad. El fiel ha de
manifestar con sus obras que posee realmente la caridad, el amor de Dios.
Jesucristo, nuestro modelo, ha cumplido también la voluntad de su Padre, ha
guardado sus mandamientos y nos ha dado ejemplo para que nosotros le imitásemos,
por tanto el cristiano que quiera permanecer en Dios ha de imitar a Cristo.
Si esto hace, conocerá que está en Dios. 5.
EVANGELIO Lc 24,
35-48 Jesús se presenta a sus discípulos para
traer la paz, abrirles la inteligencia y hacerlos testigos de la
resurrección. La fe cristiana, centrada en la resurrección, es profundamente
realista. La vida del Resucitado es también corporal. Según Lucas, los Once,
son incrédulos y toman, además, al Resucitado por un fantasma. Pero para que
ellos lo reconozcan debe comer delante de ellos. El Maestro, después de
resucitar sigue siendo un ser humano. No hay, pues, que confundir la mística con
el histerismo seudorreligioso. La enseñanza del
relato es que la resurrección no es una simple supervivencia espiritual de
Jesús, sino que afecta toda su persona, ella es la clave de toda la esperanza
cósmica y humana. Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas. Los discípulos, que retornaron de Emaús a
Jerusalén, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían
reconocido al partir el pan. Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús
se apareció en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Atónitos
y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: “¿Por qué
están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy
yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que
yo tengo”. Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la
alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero
Jesús les preguntó: “¿Tienen aquí algo para comer?”. Ellos le presentaron un
trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos. Después les
dijo: “Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se
cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y
en los Salmos”. Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran
comprender las Escrituras, y añadió: “Así estaba escrito: el Mesías debía
sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por
Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión
para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto”. Palabra del Señor. 5.1 MIREN MIS MANOS Y MIS PIES, SOY YO MISMO. “Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo.
Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo
tengo”. Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies”. Ya la noticia de
que Jesucristo había resucitado ya se extendía por todas partes. Entonces,
los discípulos que amaban mucho al Señor, tenían un gran deseo de encontrarse
con Él, y Cristo vino a ellos y se dio a conocer a los que le amaban,
ansiaban y buscaban. Es así como Jesús, se presenta a ellos, no de una manera
dudosa, sino con toda la evidencia, “se apareció en medio de ellos” Jesús ya le había mandado a decir; “Id,
avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán”. (Mateo (SBJ) 28,10). San Ambrosio comenta;
(Catena aurea). “Creo que fue muy conveniente que Jesús anunciase a sus
discípulos que le verían en Galilea pero se presentó antes, cuando estaban
reunidos, porque tenían miedo”. Esto no representa la transgresión de una
promesa, sino más bien el cumplimiento adelantado y la manifestación de su
bondad, ya que quería animar la encogimiento de sus discípulos. Es así como
San Ambrosio nos explica: “Después que hubo fortalecido sus corazones, se
dice que aquellos once marcharon a Galilea. Y nada se opone a que pueda
decirse que había unos pocos reunidos, y muchos en el monte”. San Pablo dice:
“después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez” (1 Corintios
(SBJ) 15,6) 5.2 "LA PAZ ESTÉ CON USTEDES" Jesús ya ha resucitado, así se manifiesta
a los discípulos, y los saluda con una palabra que será habitual luego en Él,
"La paz esté con ustedes". Los Once estuvieron atónitos y asustados
por su aparición, pero no menos llenos de confusión y de arrepentimiento por
haberlo abandonado durante la pasión. Muerto para destruir el pecado y
reconciliar a los hombres con Dios. Cristo les ofrece la paz para asegurarles
su perdón y su amor intacto. Luego de la Paz, los corazones de sus
discípulos, están inquietos y alegres, llenos de gozo, Jesús está en
presencia de ellos, aunque resistían a creer. Una bella enseñanza de Jesús,
por eso donde quiera que vayamos, debemos de llevar la paz, ofrecer la paz,
la paz del Señor. Sin embargo no podemos hacerlo si no tenemos paz, si no
vivimos en paz y si no vivimos la paz en nuestro corazón y para vivirla, es
necesario dejar de lado las odiosidades y llenar el corazón de amor. 5.3 ¿POR QUÉ ESTÁN TURBADOS Y SE LES PRESENTAN
ESAS DUDAS? En este relato, san Lucas, destaca el
aspecto apologético del mismo, es decir, con este escrito, defiende y alaba
la censura que hace Jesús a los discípulos porque no creyeron a los que se
les había aparecido. En efecto, ellos creen ver un espíritu; pero Él les
demuestra que no lo es, mostrándoles y haciéndoles palpar sus manos y sus
pies; los espíritus diciéndoles; “¿Por qué están turbados y se les presentan
esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un
espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo”. Y ante la duda aún
de ellos, por fuerza del gozo y de la admiración, les da otra prueba. Pidió
algo de comer, y ante ellos comió un trozo de pecado asado. Resucitado Jesús, se apareció varias veces
a los discípulos. Se apareció a los once cuando estaban reunidos, para que
todos fuesen testigos, y refiriesen a todo el mundo lo que habían visto y
oído. Al decir once, se designa a todo el colegio apostólico antes de que
Matías ocupase el lugar de Judas. Y después de la ascensión ellos debían de
predicar el Evangelio a gentes que debían creer sin haber visto a Jesús. Antes de partir, increpó también el Señor
a sus discípulos cuando iba a dejarlos corporalmente, para que sus palabras
quedasen impresas más profundamente en sus corazones. A mi parecer, Jesús
reprueba la incredulidad, para que la reemplace la fe; reprueba la dureza del
corazón de piedra, para que le reemplace otro de carne lleno de caridad. 5.4 "CUANDO TODAVÍA ESTABA CON USTEDES, YO
LES DECÍA” En la segunda parte del relato, sin
conexión necesaria con el anterior, y en forma corporal, Lucas quiere
responder, en su fondo, a las conversaciones de Cristo con los apóstoles,
asís es como el Señor les dice; "Cuando todavía estaba con ustedes, yo
les decía” En su exposición hay una síntesis del kérigma (palabra griega que
significa predicar, proclamar, llevar el evangelio), el cumplimiento, “Es
necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés,
en los Profetas y en los Salmos, junto
con el arrepentimiento de los pecados, “Y comenzando por Jerusalén, en su
Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de
los pecados” Jesús, nos destaca como en las escrituras
se ha anunciado, en tres partes, la Ley de Moisés, en los Profetas y en los
Salmos, Y especifica especialmente los Salmos — quizá por su gran valor
mesiánico, ya que, generalmente, sólo se citaban la Ley y los Profetas —, que
el plan del Padre no era el mesianismo ambiental, nacionalista y político,
sino que el Mesías había de morir y resucitar. Entonces les abrió la
inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: "Así
estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al
tercer día. 5.5 ENTONCES LES ABRIÓ LA INTELIGENCIA PARA QUE
PUDIERAN COMPRENDER LAS ESCRITURAS Es posible que la frase de abrirles la
inteligencia para que entendiesen las Escrituras, tenga dos sentidos, me
parecería síntoma de arrogancia decir es esto y no lo otro. Puede ser que
Cristo les conceda un carisma para que ellos penetren este sentido de las
Escrituras, a diferencia de los de Emaús, ya que a esos discípulos
abiertamente se las explicó, o que se trate de una frase fundamentalmente
equivalente a la de los de Emaús, aunque la redacción literaria sea algo
distinta, pues aquí mismo dice san Lucas que después de abrirles la
inteligencia, esto es hacer comprender, les dijo que; “Así estaba escrito, el
Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día”, Es
decir, explicación hecha por él mismo. Probablemente este segundo sentido sea
preferible. Lo que sí podemos decir, es que a los
discípulos se les capacitó para que tuviesen una visión nueva — la auténtica
— del Antiguo Testamento. Que se predicase en su nombre, del Cristo muerto y
resucitado y la penitencia para la remisión de los pecados. Es así como en su
Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de
los pecados. Le dice Jesús; “Ustedes son testigos de todo esto”. Esta
penitencia es cambiar el modo de ser, y de ver en El, con su mesianismo de
cruz y de resurrección, al único Salvador que Dios puso para la salvación. En
los Hechos de los Apóstoles dirá San Pedro ante el Sanedrín: “En ningún otro
(Cristo) hay salud, pues ningún otro nombre (semitismo por persona) nos ha
sido dado bajo el cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvos”
(Hech 4:12). Con la conversión a este Mesías y a su doctrina, se tiene la
remisión de los pecados. Hermosa gracia que se nos ha regalado. 5.6 USTEDES SON TESTIGOS DE TODO ESTO Esta predicación de Cristo Mesías y la
salvación, unido a la fe, que depende y tiene una estrecha relación a su fe,
es para todas las naciones. Es el universalismo de la fe (Mt 28:19.20). Pero
en el plan de Dios será irradiada esta Buena Nueva comenzando por Jerusalén
(Hech 1:8). Era todavía la bendición del Mesías al pueblo que lo crucificó, y
como gran beneficio, al tiempo que pasaba el privilegio de Israel a las
gentes. El mismo San Pablo reconocerá estas primacías privilegiadas de
Israel. “y así, todo Israel será salvo” (Romanos (SBJ) 11,26) Dice Jesús, “Ustedes son testigos de todo
esto”. En efecto, los apóstoles serán los testigos de toda esta verdad y
enseñanza. La enseñanza es la instrucción que se nos ha dado, como dice san
Mateo, que se predique a todas las gentes la salvación en su nombre, “Id,
pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que
yo os he mandado. (Mateo (SBJ) 28,
19-20) Jesús dio y nos da la orden de predicar el Evangelio a todas las
gentes. Se observa ya el universalismo cristiano en acción entre los
gentiles. Este es el gran mandato, es decir la gran misión que nos dio el
Señor, que debemos hacer con fidelidad en todos los tiempos y en todas las
circunstancias. Es así como Jesús, envía a sus apóstoles,
por todo el mundo, a predicar a todas las gentes de todas las naciones, para
que la predicación apostólica, que antes fue rechazada por la soberbia de los
judíos, venga en nuestro auxilio. Cuando Jesús dice a todas las naciones,
está diciendo a los creyentes e incrédulos. El que crea y se bautice se
salvará. El que no crea se condenará. Porque no basta creer, porque el que
cree y no está bautizado todavía, no ha alcanzado aún la salvación, sino
imperfectamente. La
alegría de Cristo resucitado vivan en sus corazones Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant TERCER
DOMINGO DE PASCUA CICLO B Publicado
en este link: PALABRA DE DIOS Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar
Colunga y Biblia de Jerusalén Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica:
Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol. |
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